Respaldo de material de tanatología

REFLEXIONES SOBRE EL SIDA

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Abarrategui, I. y Abaunza, I. (1999). Reflexiones sobre el SIDA. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (3), 47-53.

REFLEXIONES SOBRE EL SIDA

Idoia ABARRATEGUI
Irene ABAUNZA

ESPACIO DE LIBERTAD DE LA PERSONA

Frankl dice que aunque el hombre es un ser “puesto o abandonado” en la vida, debe encontrar su propia esencia y reconquistar el principio de la acción.

Ante las enfermedades incurables parece que la vida del hombre está determinada enteramente por su destino.

La Logoterapia reflexiona sobre ese ESPACIO DE LIBERTAD del hombre: el hombre no está libre de impulsos, de situaciones concretas, de enfermedades, pero sí es libre PARA tomar una posición concreta ante ello. Tiene LIBERTAD para “rechazarlos” o “aceptarlos”. El hombre así, en cuanto a ser espiritual, no sólo se encuentra frente a un mundo exterior, sino también frente a un mundo interior. Toma frente al mundo (natural, social, psicofísico, y al interior) una ACTITUD, una manera de comportarse, y en ese comportarse es libre.

El hombre responde libremente a las condiciones dictadas por su destino y haciéndolo debe asumir la responsabilidad de sus respuestas. Tiene capacidad de incluir su futuro en las situaciones presentes. Son los movimientos continuos, sus respuestas, los que deciden la validez y calidad de su vida.

La interpretación que da a su destino es lo significativo. No es víctima del propio destino, sino que contribuye a su construcción, pues tiene la capacidad de abordar las situaciones más difíciles tomando una opción.

EL SIDA COMO DESTINO

Existen 3 tipos de destino:

Biológico: constitución física y fisiológica.
Psicológico: conflictos, bloqueos, debilidades…
Sociológico: el hombre está inmerso en una sociedad determinada.

De lo hereditario y ambiental, Frankl dice: “a través de ese espacio de libertad, el hombre no puede pedir ser libre de ello, pero puede ser libre para tomar una posición distinta ante ese condicionamiento.
En todo momento existen ambos espacios: destino y libertad. El destino en vez de ser una limitación es un trampolín para lanzarse a la libertad. Ante lo fatal o determinado, es ante lo que el hombre puede desarrollarse. Es el desafío. El hombre puede dar la respuesta que él ha elegido, pero dependiendo de la respuesta que da, es responsable”.

La parte no libre, el DESTINO, es la parte que el hombre no puede elegir, no existe posibilidad de elección, no hay responsabilidad, y no se puede hacer una elección equivocada (en contra de lo significativo para su vida) y por lo tanto sin culpa.

Ser SEROPOSITIVO forma parte del destino, aunque en su tiempo la persona pudo hacer una elección (drogarse, compartir jeringas…). Al destino pertenece lo que ha pasado porque no lo podemos cambiar, pero a PESAR DE ello, el hombre es libre respecto al pasado. El pasado nos aclara el presente, lo que hoy somos, pero no determina de forma fatalista el futuro, pues hoy y en el futuro podemos hacer elecciones nuevas.

Muchas personas se contagiaron de anticuerpos VIH SIDA en los años en los que no se sabía lo que era, cómo se contagiaba, etc.; por lo tanto, no pudieron elegir.

EL ENFERMAR HUMANO
DEFINICION DE SALUD Y ENFERMEDAD

Para entender el concepto de salud y enfermedad, es necesario ubicar al hombre en relación con sus circunstancias, con su contexto. Debe tomarse en su multidimensionalidad.

Si aceptamos el concepto de SALUD no como ausencia de enfermedad sino como:

* Sentido de vida, en un plan de vida incluido en un proyecto familiar y social.
* La posibilidad de escribir la propia historia vital en la propia familia, en el trabajo y la comunidad.
* La posibilidad de expresar lo “no dicho” en el diálogo y la reflexión.
* La posibilidad de sentirse querido y de querer, privilegiando el encuentro con el otro.
* La posibilidad de transformar y transformarse.
* La posibilidad de comprometerse, de participar y de sentirse participando.
* La posibilidad de establecer vínculos afectivos solidarios, de convivir.

la enfermedad puede ser vista desde diferentes ópticas:

Una visión enfocada en la CAUSA vincula el pasado con el presente. El hombre se pregunta por el POR QUÉ de lo que le sucede. Así condiciona el futuro en relación con el pasado.

Refiriéndonos al VIH SIDA constituiría la situación biográfica del PASADO (lo que provocó el contagio, un estilo de vida para muchos de drogadicción, o de prostitución, parejas…). Es la PATOGENESIS que influye y condiciona el PRESENTE y el FUTURO.

Podemos atender a personas que ante su malestar y agresividad en el presente, culpan a su familia, o entorno… y desde ahí justifican su descarga de agresividad en vez de controlarla y de hablarla en un momento más propicio y de manera más adecuada. Acusan y no ven su parte. Ponen la causa de su malestar fuera de ellos: son los demás los que le hablan mal, hacen diferencias, no satisfacen sus necesidades…. Negamos así que el hombre tiene la posibilidad de controlar sus impulsos y de autoeducarse: no depende de lo que quieran sus padres, o del ambiente, sino que es dependiente de un DEBER propio de cada uno y que es interior.

El hombre puede dar significado a su vida personal creando valores de significado para él. Existen tres tipos de valores:

Valores creativos: son aquellos que podemos realizar con nuestra actividad, trabajo, hobbies.
El Sida ha provocado a nivel laboral la invalidez absoluta en  personas jóvenes, impidiendo así la realización de estos valores.

Valores de experiencia: son valores que recibimos del mundo  a través de la naturaleza, la música, del amor, cuando un ser humano acoge a otro en su totalidad. “Esta enfermedad te hace ver toda tu vida, lo bueno y lo malo. He descubierto que yo también sé querer y que  los demás también me quieren. Os quiero y quería transmitiroslo”, nos decía un jóven con SIDA terminal.

Valores de actitud: En otros, ante su imposibilidad de realizar valores de creación, se desarrollan valores de actitud. Son los valores que ser realizan ante lo que nos hace sufrir y soportar, aceptar el destino. Para realizarlos solo se necesita la capacidad de sufrir, tomando una actitud justa y precisa delante del destino. El sufrimiento puede transformarse en crecimiento y quien crece madura. No soy libre de la enfermedad pero soy interiormente libre para alcanzar la madurez interior frente a la enfermedad. “No es el peso lo que oprime sino el modo en que lo llevamos”.

Una visión enfocada en la FINALIDAD, que vincula el presente con el futuro. La persona se pregunta el PARA QUÉ.

Para algunos el destino SIDA ha sido un trampolín, un desafío en sus vidas.

En determinados momentos sí es la causa de las acciones que realiza (testamentos, cambios en su manera de vida…), además del estímulo que pone en marcha lo que es absolutamente humano: elegir entre las posibilidades de elección, usar su espacio libre.

Si vemos el SIDA como un acontecimiento, ante la pregunta de: ¿Cómo vives el acontecimiento histórico y existencial que te toca vivir? Vemos que las crisis y el sufrimiento que comportan son impulso de crecimiento. Sirven para crecer, para orientarme a lo que yo quiero llegar a ser. Por ello es importante, POSIBILITAR las oportunidades que pueda tener.

Una visión enfocada en el SENTIDO que interrelaciona y articula el pasado con el presente y éste con el futuro. La persona se pregunta el POR QUÉ, PARA QUÉ y el CÓMO. Integra pasado, presente y futuro a través de la realización de proyectos.

Frankl concibe el sentido, no sólo con significado direccional de destino del hombre, sino de contenido: algo por lo que, siempre y en toda situación, vale la pena vivir y morir.

Si pensamos en la enfermedad VIH SIDA como un momento, ese momento es o puede ser muy largo, en años (primero VIH, desarrollo de SIDA, cronicidad…), y en relación o en dependencia con los avances médicos (tratamientos nada fáciles, el precio a pagar y para cuánto tiempo, a costa de qué…) a lo que se añaden las circunstancias personales de cada uno.

Es un entramado BIO PSICO SOCIO EXISTENCIAL.

El hombre con su pasado y su presente se orienta a su quehacer en el mundo: BUSQUEDA DE SENTIDO para desarrollar VALORES DE:

Creación con su trabajo
Vivencia con su amor.
Actitud con su testimonio

El sentido no se da ni se transmite, se encuentra y se transita.

La enfermedad Sida influye en toda la persona. Si focalizamos en un aspecto (biológico) no vemos los otros aspectos de la persona. A veces se usa “Sidoso” como peyorativo, restringiendo la persona exclusivamente a su enfermedad. Por ello hablamos de enfermos de sida.

A nivel médico se les contempla exclusivamente desde lo físico, sin atender el resto de las dimensiones heridas. Esta visión cosmológica pone fuera del hombre todas las causas, como esclavo de sus circunstancias. Sin embargo una visión logoterapéutica tiene al hombre como protagonista de su quehacer en el mundo.

Al no tener curación médica, por el momento, se puede condenar a la persona por su enfermedad, sin ver las otras posibilidades que como humano tiene (lo que esta persona podría llegar a ser).

Aunque hablemos de “enfermos de Sida” en general la contextualización es diferente en cada caso. Así es diferente:

a) un enfermo de Sida con miedos al deterioro físico por la evolución de la enfermedad pero con las dimensiones afectiva (pareja), social (amigos), económica…, cubiertas. Cuando las otras dimensiones están en armonía es más fácil y llevadera la enfermedad.

b) un enfermo de SIDA con dificultades en lo biológico, a nivel económico, con problemas a nivel afectivo, a nivel social, que no puede trabajar. Así es más angustioso “ser enfermo”.

Lo de fuera son CONDICIONAMIENTOS: económicos, sociales… que cada persona se toma de diferente forma y ante esto que le interroga da su propia respuesta. Es el ENFERMAR HUMANO un momento que recoge toda la biografía de cada uno.

Es importante autodistanciarse para ver que no somos lo que nos pasa.”Yo no soy mis problemas”: Yo no soy una identidad con mis problemas.

Cuando me identifico con mis problemas y con los problemas de los demás (hijos, pareja, hermanos…) en situaciones de MUCHO SUFRIMIENTO o DOLOR los hago MUY MIOS teniendo así dificultad de separarme de ellos, y perdiendo la capacidad de autodistanciamiento necesaria para superarlos. Limito mi ser al egocentrismo, y no se da paso a la autotrascendencia.

TERAPIA: ACOMPAÑAR

El FIN de la terapia es que la persona encuentre su propio sentido, sin violentar su libertad individual. Por ello aunque haya objetivos terapéuticos es importante respetar el fin, ACOMPAÑAR desde la escucha empática allí donde cada uno quiere ir y al ritmo que la persona marque y no al que quiere ir el terapeuta porque esto sería responder a la necesidad del acompañante y no a la del acompañado.

El terapeuta es compañero de viaje existencial, además de un espejo. Por ello debemos estar pendientes de:

  Ver el problema en su contexto; así eliminamos también las urgencias (ej. tener más interés porque una persona acuda al psicólogo, y cogernos su responsabilidad porque lo vemos mal o un familiar suyo considera que es urgente).

  La Intencionalidad propositiva: cuando piensas y tomas decisiones por el otro, desde lo que crees que le va a venir bien: ” Tienes que venir al psicólogo”, lo anulas como otro, al no existir una elaboración propia.

La seropositividad y el Sida hoy en día son una realidad de sufrimiento y según Frank: “El sufrimiento no representa simplemente una posibilidad cualquiera sino la posibilidad de actuar el valor supremo, la ocasión  para llenar y dar plenitud al significado más profundo de la vida”.

Cuando se sufre con una actitud justa, no estando parado ante la enfermedad sino asumiéndola con coraje, descubrimos elementos positivos de ese sufrimiento que nos conducen al crecimiento y a una mayor madurez.

Amor y dolor están muy unidos desde el nacimiento y que uno crezca supone dolor de separación, y a ese dolor solo puede dar significado la persona que sufre. “El sufrimiento tiene sentido, si te cambia a ti mismo para mejorarte”. Y, como dice Frank: “Se llega a una libertad interior a pesar de la dependencia exterior”.

Idoia ABARRATEGUI e Irene ABAUNZA son terapeutas de Proyecto Hombre de Victoria.

DINAMISMO DE LA REALIDAD

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Calvo, A. (1999). Dinamismo de la realidad. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (3), 85-99.

DINAMISMO DE LA REALIDAD

Antonio CALVO

1. LA BUSQUEDA DEL SENTIDO

El hombre es un animal de realidades. Desde que emergió en la complejidad dinámica de un cerebro animal la conciencia reflexiva, este animal sabe que sabe; y sabe que es real en un mundo real. A este nuevo modo consciente de manejar la información le es propia la inquietud, la búsqueda permanente. Este animal necesita explicarse, y no tiene otro remedio que contarse historias que den razón de lo que siente y presiente. No siempre acierta, porque además de sus propias limitaciones, la realidad se le resiste, y, en su empeño por explicarla y comprenderla, se encuentra con tres retos desiguales: el problema, el enigma y el misterio. El problema es un reto que podemos resolver con nuestras actuales posibilidades bien empleadas; el enigma es un reto que, tarde o temprano, es razonable pensar que estará al alcance de nuestras posibilidades conocer, p.e. el funcionamiento del cerebro; el misterio nunca podremos conocerlo ¿quién podrá saber por sus medios por qué hay ser y no más bien nada, por qué es así, por qué hay vida personal…?

Hay cuestiones, por lo tanto, que podemos saber, otras que no sabemos ahora, y otras más que no sabremos nunca por nosotros mismos. Sin embargo, no es lo que podemos saber demostrativamente lo que constituye el suelo nutricio del sentido, primera necesidad humana, sino el misterio. Nos aparece aquí la paradoja sorprendente, trágica y maravillosa de nuestra existencia personal; una existencia que no está hecha para los remansos de las metas ya alcanzadas, sino para la sed insaciable que se manifiesta en una búsqueda infinita. El acceso al misterio es la creencia, y ésta, que es una captura de la eternidad a través del tiempo, no es visión, sino movimiento incesante para ver. Su consistencia está hecha de conocimiento y de fe, y es este último ingrediente, exclusivamente humano, el que ob liga, al mismo tiempo que hace posible, una existencia personal: creación de libertad.

2. DINAMISMO COSMICO

La vida ha llegado al cosmos antes que el hombre. Cuando, hartos ya de estar hartos, detenemos por un momento el ajetreo cotidiano y nos paramos a observar nuestra existencia, nos encontramos ya viviendo. Viviendo en un imparable dinamismo: viajando por el universo a velocidades vertiginosas, alucinando con las cifras y los horizontes que se nos abren cada día más lejanos y grandiosos; chocando con los complejos dinamismos de seis mil millones de vecinos que, como nosotros, viven, sobreviven, malviven y se desviven con su incesante inquietud condenada a existir y a morir. Para acabarlo de arreglar, los reyes del siglo veinte nos han regalado unas gafas cuánticas que nos permiten ver un espesor de la realidad, hasta ahora desconocido, y resulta que todo lo existente está plagado de partículas elementales que no se pueden estar quietas; son como los críos movidicos, no descansan nunca, ni dejan.

Toda esta maravilla cósmica tuvo un comienzo. Los físicos no tienen, sin embargo, la menor idea acerca de lo que podría explicar la aparición del universo. Sus gafas de ver lejos les permiten remontarse hasta un lugar tan alejado en el tiempo que necesita para ser nombrado esta extraña cifra: 10 elevado a menos cuarenta y tres segundos, pero no más allá. Es el Tiempo de Planck.

Las gafas cuánticas nos han permitido saber que no existe el vacío. No hay frontera entre la materia y la energía. De la energía puede surgir la materia, en determinadas condiciones. El vacío cuántico es un incesante baile de partículas que aparecen y desaparecen en un tiempo extremadamente breve, inconcebible a escala humana, pero ¡haberlas hailas!. No hay ritmo más caliente y trepidante, ni tan siquiera en el Caribe, que el del baile de las partículas elementales: no sé si me equivoco al contar, pero me parece que un electrón gira alrededor del núcleo 6 billones de veces por segundo.

Si nos situamos en el nivel nuclear, es decir, en la escala de las partículas elementales, una piedra y una mariposa son rigurosamente idénticas. Un escalón por encima, en el nivel atómico, se manifiestan algunas diferencias, que no atañen más que a la naturaleza de los átomos. Un estadio más y entramos en el reino de las moléculas. Esta vez, las diferencias son mucho más importantes y atañen a las segregaciones de materia entre el mundo mineral y el mundo orgánico. Pero el salto decisivo se da en el nivel de las macromoléculas. En ese estadio, un animal parece infinitamente más estructurado que una piedra.

Pero, la única diferencia de fondo entre lo inerte y lo viviente consiste en que uno es simplemente más rico en información que el otro.
Es obligado reconocer, por lo tanto, que las cosas se comportan como sistemas abiertos, es decir, que intercambian continuamente con su entorno materia, energía y, lo que es más importante, información.

Existe una especie de trama continua entre lo inerte, lo previviente y lo viviente: por su construcción, la materia tiende a estructurarse para llegar a ser materia viva. Las moléculas se comunican, tanto en los sistemas vivos como en los sistemas inertes.

Por otra parte, la vida es tan improbable que no parece fruto del azar. Una célula viva está compuesta de una veintena de aminoácidos que forman una “cadena” compacta. La función de estos aminoácidos depende, a su vez, de alrededor de 2000 encimas específicas. La probabilidad de que un millar de encimas diferentes se una ordenadamente para formar una célula viva (a lo largo de una evolución de varios miles de millones de años) es del orden de uno entre 10 elevado a mil, es decir, nula.

Sin embargo, la vida existe. Y se nos manifiesta en maneras diferentes de estructurarse según su complejidad: partículas elementales, átomos, moléculas, macromoléculas, materia viva, células, plantas, animales, animal de realidades.

3. DE LA VIDA A LA CONCIENCIA

En el Cosmos, el desorden aparente es la fase previa de un orden mayor. Así nos lo cuenta J. Guitton: Han pasado varios miles de millones de años y estamos en la Tierra de los primeros tiempos.

Hace mil millones de años que el sol brilla sobre esta Tierra.

Hasta donde alcanza la vista, no se distingue sino inmensos desiertos de lava fundida que vomitan sin interrupción columnas de vapor y de gas de varios kilómetros de altura. Poco a poco esas nubes oscuras se acumulan y forman la primera atmósfera de la Tierra. Gas carbónico, amoníaco, óxido de carbono, nitrógeno e hidrógeno: esa mezcla opaca, mortal, abruma entonces el horizonte, aún vacío.

Pasan millones de años. Lentamente, el calor comienza a decaer. Ahora la lava forma una pasta, tibia aún, sobre la que ya se podría andar. El primer continente acaba de nacer.

Es entonces cuando un acontecimiento capital viene a romper la monotonía de esa edad remota: las nubes inmensas que giran en el cielo se condensan, y la primera lluvia del mundo comienza a caer. Durará siglos. El agua invade casi todo el planeta, rompe sobre las depresiones hasta que forma el océano primitivo. Durante centenares de miles de años, olas gigantescas golpean la roca negra.

La Tierra, el cielo y las aguas están todavía vacías. Sin embargo, las moléculas primitivas son constantemente agitadas por las monstruosas tormentas que se desencadenan, quebrantadas incansablemente por la formidable radiación ultravioleta del sol. En este estadio surge lo que, retrospectivamente, parece un milagro: en el corazón de este caos se juntan, se combinan algunas moléculas para formar progresivamente estructuras estables, reflejo de un orden. Ahora una veintena de aminoácidos existe en los océanos: son los primeros ladrillos de la materia viva.

Hoy encontramos en cada uno de nosotros a los descendientes lejanos de esos primeros habitantes de la Tierra.

De este modo, al cabo de una ascensión muy larga y misteriosa hacia la complejidad, emerge la primera célula viva: la historia de la conciencia podrá comenzar.

Pero qué inquietante es todavía esta pregunta planteada un día por un físico: “¿Cómo puede un flujo de energía que se derrama sin objetivo esparcir la vida y la conciencia por el mundo?”

Así pues, la vida emerge de la materia. Con la conciencia personal: el hecho de que una estructura dinámica pueda decir “yo” para sus adentros y en el mundo, el Cosmos comienza a pensarse a sí mismo en el hombre. Ser consciente de las cosas del mundo es tener a la vez conciencia de su realidad y conciencia de su significación.

La conciencia: entre el sentido y el absurdo

El hombre, desde su aparición, ha desarrollado incesantemente la idea de sí mismo, y lo ha hecho personalmente, es decir: individual, social e históricamente al mismo tiempo. Sin el dinamismo cósmico, que hizo posible el dinamismo de la vida y éste, el dinamismo de la relación social, no hubiera habido corporeidad humana y, con ella, un modo nuevo de manejar la información. La conciencia humana, la reflexividad y el conocimiento humano son, realmente, co nacimiento. Contra la apropiación indebida de los logros del hombre, hay que decir bien alto y firme, que el hombre no ha sido posible por sí mismo, sino por el dinamismo cósmico y por la sociedad. Mediante el dinamismo de la relación social, los hombres se han ido experimentando trabajosamente, entre la vida y la muerte, entre alegrías y penas, quitando la vida y dándola, como un dinamismo de amor, y, ante la menesterosidad constitutiva, ante la impotencia y el dolor sentido por no poder hacer que los seres queridos vivan, han llegado a concebir la existencia real de un Amor Personal, poderoso y entrañable, que crea todo esto por amor y hace lo que puede por comunicar su misterio a su criatura. El hombre busca y encuentra a Dios porque este dinamismo que experimenta no puede fundarlo en sí mismo y además, aparentemente, está abocado al fracaso de la muerte. Es el dinamismo de amor y la experiencia del sufrimiento, de la injusticia, del fracaso y de la muerte la que nos abre a Dios. Sin Él, la esperanza de que este dinamismo de vida sea más fuerte que la muerte, no parece tener fundamento para una inteligencia creadora y humilde.

Sin embargo, no necesitamos creer en Dios para creer en el amor. Tampoco necesitamos a Dios para justificar un planteamiento ético. La amistad se aprende con los amigos. Nuestras raíces no están en el viento, sino en la realidad que experimentamos. No conocemos a Dios para amar, sino que amar es una condición necesaria para barruntar quién es Dios. Esto es cierto, pero, como la idea que tenemos de nosotros mismos es parte fundamental de nuestras posibilidades de ser, no es trivial que en nuestra historia cuente, como idea básica, la idea de la realidad de Dios. Nuestra inteligencia no ha sido capaz de desentrañar el misterio, y creemos que no lo será nunca por sí misma. Sabe que sólo un Dios Amor puede salvarle. Entre el misterio y el absurdo se debate nuestra libertad inteligente.

4. DINAMISMO PERSONAL: de la conciencia a la plenitud personal

El dinamismo personal es un dinamismo de creación. Es, por lo tanto, un dinamismo inteligente, que después de lograr decir no a los determinismo naturales, sigue creando su propia libertad en las decisiones de cada día.

El hecho de tomar conciencia de su realidad transforma el dinamismo natural (determinista) en dinamismo personal (libre). La inteligencia creadora es, pues, una transformación de la naturaleza por la libertad. Ya no somos naturaleza meramente animal. Somos naturaleza personal.

4.1. Naturaleza personal

Algunos, como Ortega, valoran de tal manera la historia como lo propio de la persona, que acaban no teniendo en cuenta la naturaleza, otros, creen que no hemos salido de los determinismo. A mí me parece que este es un asunto en el que hay que hacer un esfuerzo para aclarar hasta dónde llega una y otra, porque se juega en él la idea de libertad y, con ella, la de persona.

Creo que la naturaleza personal existe desde que el proceso de hominización fue alcanzado en la evolución. Ese logro se transmite por herencia genética a todos los hijos de padres humanos. Se trata de una capacidad, corporeizada individualmente y cuyo control se localiza en el cerebro de cada cual, de llegar a ser una inteligencia reflexiva, simbolizante, lingüística, fantástica, proyectiva, buscadora de la verdad, de la belleza, de la bondad y de la comunión, una criatura amorosa por haberse sentido amada que puede llegar a experimentar la universalidad del amor y transformarse en una inteligencia ética, que puede también experimentar la insuficiencia y el absurdo ante la impotencia para impedir que el amor se muera entre sufrimientos, y se transforme en inteligencia religiosa.

Nada de todo esto puede alcanzar el animal. Sólo puede alcanzarlo el animal humano en la relación humana y en la historia. La naturaleza humana es sólo, y nada menos, la posibilidad de ser personas, cada uno a su manera; es únicamente la posibilidad de ser, pero la posibilidad de ser es ya un modo de ese ser  el obrar sigue al ser ; pero esta posibilidad de ser personas se activa con el tú humano, de manera que, sin la relación personal, volveríamos a una situación prehumana. Ésta es la razón de que en la naturaleza del hombre tenga una importancia decisiva la relación, la historia. No sólo nos relacionamos y tenemos historia, sino que la relación y la historia nos constituyen como individuos tanto como la corporeidad. Somos individuos sociales, de tal manera que nadie llega a ser sí mismo si no es a través del otro y del mundo. Nadie puede llegar a decir yo, si no es capaz de decir tú. Ni el yo, ni el tú, pueden existir aislados.

4.2. Libertad y Liberación

Elegir conscientemente es sólo la posibilidad de un modo nuevo de ser; la libertad, sin embargo, es algo más.

Con el mundo de la posibilidad se inaugura el modo de ser histórico, que consiste, como la persona, en naturaleza + libertad. La libertad es sólo nuestra posibilidad de ser como tarea lo que ya somos como don: personas. Para serlo realmente, tenemos que hacer real la posibilidad de ser libres haciendo liberaciones. Es decir, nuestro dinamismo consiste en hacernos inevitablemente con todo lo que hacemos, pero podemos hacernos, queriendo. La libertad, entonces, es una posibilidad de ser que consiste en querer hacerse libre. La libertad ahora ya puede ser obra de la inteligencia creadora y será libertad real en la medida en que sea la realización de un proyecto liberador.

Tener conciencia de que lo que elegimos, nos elige, al mismo tiempo que transforma el mundo humanizándolo en esa decisión, nos confiere un poder del que somos responsables. La libertad es, por lo tanto, el otro nombre de la responsabilidad, pero un solo dinamismo con ella.

No podemos dejar de elegir, pero podemos hacerlo mejor o peor, y somos responsables de esa elección, no sólo por las consecuencias hacia el mundo entorno y hacia el otro tú, sino porque nos elegimos inevitablemente con todo lo que decidimos hacer. Incluso en las ocasiones en las que se nos impone el hacer, podemos elegir nuestra manera de vivir una acción que se nos impone. No podemos dejar de hacer; la acción es nuestra verdad. El mismo pensamiento es ya acción, un dinamismo localizado en nuestro cerebro, inseparable del resto de nuestra corporeidad. Pero el pensamiento es para la acción si quiere realizar su tarea. Es la acción  la manera de hacernos cargo, de encargarnos y de cargar con la realidad  la que nos hace, y, como la acción es el fruto de un ser situado cósmica y socialmente, la consecuencia de este hecho es que siempre vamos hacia nosotros mismos a través del mundo y de los otros.

La libertad, que se realiza en la liberación, es, así, inevitablemente, del mundo, de los otros y de mí mismo, al mismo tiempo, o deja de ser libertad. Bakunin lo veía así cuando dijo: Sólo soy libre cuando todos los hombres  varones y mujeres  son libres. Esta precisión es fundamental en la consideración de la libertad, que pasa así de ser una posibilidad radical a ser una realidad en camino hacia la comunidad. Se ve claro que la libertad es personal y comunitaria

4.3. Libertad y Conocimiento

El dinamismo de la libertad debe, pues, construirse durante toda la vida: es una opción fundamental, que se concreta en las opciones de cada día, haciendo de nosotros seres en donde se va encarnando el hábito de liberación. Sólo somos libres en la acción liberadora, que siempre es acción de amor, y el desarrollo de todas nuestras posibilidades está condicionado por este hecho.

Previo al pensar es el actuar, no podemos conocer sin actuar, luego, lo que hacemos, nos hace posible un determinado conocimiento de la realidad; y, en la medida en que decidimos actuar de una manera o de otra, decidimos conocer la realidad a nuestra manera. Elegimos un nivel de evidencias en las que vamos a vivir. Este dinamismo universal se transforma en una fuente interminable, e insalvable, de malentendidos en la vida cotidiana, si lo desconocemos y hemos cerrado la puerta, queriendo o sin querer, al riesgo del diálogo, que supone, al menos, estar dispuesto a aceptar que las razones de otros puedan ser iguales o mejores que las nuestras y, en consecuencia, mantenernos disponibles para cambiar.

Somos responsables, en gran parte, de lo que queremos conocer. Realizarnos bien como personas, exige diálogo; la enorme dificultad y riesgo de su ejercicio, nos habla de su carácter de opción ética, un empeño difícil y arriesgado. No es extraño que sea tan infrecuente su presencia. Sin embargo, a mi parecer, es uno de los hábitos de la persona que deberían educarse con pasión y sin descanso. Sin él no es posible una vida realmente personal. Constituye la base de la construcción de una auténtica libertad y una de sus más claras manifestaciones, porque, como hemos dicho, la persona es un ser siendo, un caminante, y debe acoger lo universal en cada conciencia individual.

4.4. Libertad e Historia

El dinamismo de liberación, que es la realización de la libertad, es, ya lo hemos dicho, personal y comunitario; y, como todo dar de sí, requiere tiempo: la historia. Se trata de un dinamismo creador que necesita lanzar por delante, anticipar, un proyecto, que no puede realizarse sin las condiciones que lo hacen posible, pero que necesita, como su pan, el ideal, la utopía, la única capaz de fecundarlo para que, por encima de los posibilismos, seamos capaces de empeñarnos en hacer un poder, para que lo que debe ser, sea. No queremos sólo lo posible, sino lo mejor posible, porque sólo la utopía es capaz de llevar lo posible a su máxima y mejor expresión.

El hombre va siendo desde lo que ya es a lo que va queriendo ser. Es, en esa permanente actualización en que consiste el yo, la totalidad de lo que está siendo a lo largo del tiempo.

Lo que somos por haber sido, siempre es un siendo, porque nuestra realidad consiste en su realización incesante, de manera que lo que vamos realizando refluye incluso sobre lo más consolidado de nuestro ser, nuestro carácter, y este ser mismo que somos nunca es lo mismo. Aunque muy condicionados por nuestra biografía, siempre es posible ir más allá de lo que hoy somos. Nuestra personalidad mantiene las riendas de nuestra cuádriga. Siempre arriesgamos más bajando el horizonte, que mirando más allá de nuestras actuales posibilidades.

Así pues, nada en nuestro dinamismo nos habla de separar, sino de buscar la comunión.

Nuestro dinamismo, por ser el dinamismo individual de una realidad social e histórica como es la personal, no puede hacerse al margen de este dinamismo, estamos comprometidos queramos o no, la abstención es imposible; quien no hace política, hace, por omisión, la política del poder establecido, decía Mounier.

4.5. Libertad y Ser

La historia es, por lo pronto, una creación de posibilidades, que se fundan en unas capacidades previas; pero, por tratarse de una creación de libertad, requiere la participación indelegable de los protagonistas. Todos los seres humanos, individual y socialmente deben querer hacer ese poder del que disponen para que la realidad, anticipada en el ideal y en el deseo de ese ideal, sea la mejor posible. Tratándose de la convivencia humana: la utopía es la de la fraternidad.

Así pues, tenemos ante nosotros un dinamismo verdaderamente apabullante: una inmensa energía de origen desconocido se manifestaba hace catorce mil millones de años en esa inconcebible y trepidante realidad de las partículas elementales y de su vertiginosa relación, que estructurándose incesantemente de manera cada vez más compleja, ha ido dando de sí todo lo que ha sido hasta ahora el Cosmos y haciendo posible todo lo que seguirá siendo en adelante. En un momento muy reciente de este largo camino evolutivo, de este dinamismo cósmico y sobre él, pero también con él, ha comenzado a caminar el hombre, con una capacidad de elección consciente e inevitable, ya que no puede dejar de elegir, porque, incluso si opta por la abstención, elige no elegir.

El dinamismo de la realidad se va habitando entonces de significados. Las cosas ya no suceden por azar y necesidad solamente, sino por decisión. Ya no se trata de un dinamismo adaptativo, por selección natural y aprendizaje por ensayo y error, se trata de un dinamismo creativo que, con lo que hay, crea posibilidades nuevas, descubriendo valores, adoptando valores y creándolos. Toda la realidad que constituye ahora un mundo personal va pasando inexorablemente por el filtro de cada historia personal. En cada realidad personal se reorienta el universo y se actualiza permanentemente. Este hecho, maravilloso por sí mismo, tiene dos sombras: la limitación inherente a un punto de vista único y parcial; y la libertad, que puede hacerse mal por ignorancia, o por dimisión consciente, es decir, por egoísmo.

Va quedando así un mundo mejor o peor hecho que posibilita mejores o peores cosas. Y, al mismo tiempo, nos vamos haciendo mejor o peor como personas.

Este dinamismo personal lo podemos describir en cinco movimientos, que en un empeño de auténtica realización personal, son imprescindibles: 1) salir al encuentro, abrir nuestras puertas y ventanas a la realidad cósmica y, sobre todo, a la personal; aceptar plenamente nuestra realidad concreta; 2) ponerse en el punto de vista del otro, comprender, tanto la naturaleza como, sobre todo, a las personas; 3) dejar que nos afecte, sentir dolor por su sufrimiento y alegría con su alegría, compartir; 4) responder a los requerimientos de esos rostros y cuidar la naturaleza; darse, porque el viaje que estamos siempre e inevitablemente realizando hacia nosotros mismos pasa sin remedio por el otro y por el mundo, de manera que sólo recibimos lo que damos; 5) ser fiel, porque este dinamismo no es cosa de un impulso, sino de una vida; entre el dinamismo de personalización y la deshumanización no hay término medio, aunque, en una época tan relativista y comodona como la que vivimos, esto parezca una exigencia de locos.

El hombre, en definitiva, es responsable de lo que quiere ser. Y esto es una cuestión de cada día.

5. EL AMOR COMO PERDON

Las personas no sólo hacemos el mal que no queremos, sino que nuestro poder creacional puede emplearse conscientemente para el mal. Cuando hacemos el mal que queremos, nos deshumanizamos. También hacemos el mal creyendo que hacemos lo que debemos. El militante que pega un tiro en la nuca “por la causa …”, o, el practicante apasionado del neoliberalismo, que mata con su modo de vivir, son ejemplos de cómo se puede hacer lo peor gozosamente. Vivimos en nuestras creencias, aunque estén mal hechas; por esta razón, los malentendidos y los diferentes posicionamientos están asegurados. El dinamismo personal es universal en todos los hombres, realmente hay una naturaleza humana, pero ese dinamismo se activa y se llena de contenidos culturalmente, sobre la herencia genética y con ella. También nos encontramos, con frecuencia, haciendo cosas en las que no creemos. Pero, necesitamos no estar rotos, por eso: el que no vive como piensa, acaba pensando como vive. Podemos encontrar, sin mucho esfuerzo, multitud de dimitidos satisfechos que han renunciado silenciosamente a las exigencias y al riesgo personales a cambio de mayor comodidad y comprensión en la convivencia cotidiana.

Ante todas estas realidades de nuestro caminar, a veces, nos preguntamos: ¿Qué hacer entonces con la vida vivida? ¿Aún tiene remedio? ¿Podemos recuperar lo vivido?

5.1. Pesar, remordimiento, arrepentimiento

Es indudable que los hechos no pueden volver a suceder. Si pretendemos, por lo tanto, que lo sucedido no haya sido, queremos un imposible y el pesar puede destruirnos. Tropieza con hechos que no pueden moverse y, además, mientras soñamos un pasado que pudo haber sido y no fue, descuidamos el presente. En cambio, una persona que opta por la personalización siempre acoge lo real en su realidad presente para actuar desde ahí. Sentir pesar, sin embargo, no es en sí mismo negativo. Es un sentimiento y, por lo tanto, nos da mucha información sobre nosotros mismos. Nos dice, al menos, que no hemos perdido la capacidad de afección. Cuando el pesar es ético le llamamos remordimiento. El remordimiento está vuelto hacia el pasado, pretende suprimir la falta y no puede, sufriendo por ello. El que se deja agarrar en el remordimiento cae en dos errores: primero, cometer la falta; y segundo, mantenerla viva, con lo que puede fácilmente recorrer el camino de la evasión y el de la impotencia. Un camino ciertamente desesperante, si no somos capaces de romper este vínculo infernal entre remordimiento y desesperación que no nos deja proyectar un futuro mejor.

Sin embargo, también el remordimiento hace su papel personalizador cuando nos lleva a la pregunta: ¿Puedo ser yo otro hombre?

5.2. La acción y el deber

La respuesta buena es el arrepentimiento. Éste libera de la desesperación asignando una tarea que debe realizarse. Aparecen aquí dos ingredientes básicos del dinamismo personalizador: la acción, como el único agarradero para salir de la depresión personal; y el deber, puesto que la libertad se realiza en la adhesión a valores. Somos libres (alcanzamos la madurez, dice Mounier) cuando asumimos fidelidades que valen más que la propia vida.

Lo contrario de la acción es la pereza, la delegación: dos modos de dimisión. Por otra parte, es menester descubrir que sólo nos libera hacer lo que debemos hacer, este es nuestro derecho y nuestro privilegio de seres humanos, solo que el deber hay que transformarlo, para que no nos aplaste, en deber de amor: nuestro mejor proyecto. Nos libera hacer lo que debemos hacer, por amor.

Lo que me enseña el arrepentimiento es que el pasado no está hecho, sino que se hace incesantemente, como el presente o el futuro. Más allá del hecho, inamovible, está el significado que yo puedo dar de nuevo a un hecho, y este es el verdadero hecho humano. En la vida de un hombre no hay nada definitivo, nada pasado. El presente, cuando se vive personalizadoramente, puede convertirse en una presencia de la eternidad en el tiempo, porque puede conferir sentido al pasado y al futuro. No somos esclavos de nuestro pasado, sino que podemos recrearlo en la historia. La primera categoría de la conciencia histórica, dice Hegel, no es el recuerdo, sino el anuncio, la espera, la promesa.

El dinamismo del amor, que siempre es creativo y libre, tiene varios modos de realizarse: el perdón y el humor, personal y comunitario, son dos modos fundamentales de realizar el amor. El modo del perdón es el amor acogiendo la vida rota, la vida más delicada y más frágil, porque no hay mayor sufrimiento que el de saberse hacedor del mal, por eso, ésta es la vida necesitada de más ternura, sólo con un cuidado inmenso y una apuesta firme por el otro, confiando y esperando en Él, se puede ir restaurando una historia desgarrada. El referente es el Padre de la parábola del hijo pródigo. Perdona quien ha decidido crear vida. La paternidad/maternidad, si también es biológica, comienza en la transmisión de la vida, y continúa entregando fielmente la propia vida para que el hijo viva la suya, como la mejor persona que pueda ser, a su manera. En cada ser humano hay una filiación que, si se vive en el amor, nos abre la experiencia de la gratuidad que hace posible la entrega de amor; esa experiencia nos transforma en padres/madres: creadores de vida entregando la propia y en hermanos, ya que dar la vida para hacer vivir es crear fraternidad en el mundo.

Junto al modo del perdón recreador, es necesaria otra manera de ser inteligentemente creador: El modo del humor. Se trata aquí de una creación del amor humilde y sagaz. La vida está llena de cansancios, sufrimientos, indiferencias, rutinas, atropellos, ignorancias, impaciencias, egoísmos. Sólo la actitud humilde nos permite descubrir que la verdad de la vida es el amor, y, al mismo tiempo, nos ayuda a saber convivir con la laberíntica complejidad del ser humano. La distancia y distensión que nos permite son imprescindibles para que la vida no nos vuelva locos. El buen humor, como el amor al que pertenece, requiere haber tenido la experiencia de sentirse querido, agradecido, y no creerse mejor que el otro, sino, quizás, con mejor dote por haber tenido la oportunidad de poder acoger la vida como un regalo. Es el poder del amor que nos permite, junto al perdón, romper el círculo de la estupidez humana y de la amargura que produce, y recrear, con una nueva perspectiva, una nueva oportunidad.

No estamos hechos, ni llamados al trabajo de una vida sin sentido. Nuestro dinamismo personal puede llegar a descubrir que se nos ha dado la sed porque hay una fuente de vida que puede saciarla. Pero, como un dinamismo de libertad sólo puede ser llamado, únicamente puede darse en una búsqueda incansable de la verdad, que exige humildad y diálogo. Quizás encontremos así razones para apostar por confiar en el sentido de la vida, una fe que enraizará la esperanza y transformará nuestra acción en acción de amor.

6. El DINAMISMO DE LA REALIDAD CULMINA EN UNA CRIATURA AMOROSA

Con la persona, el dinamismo de la realidad ha alcanzado un modo nuevo y culminante: amar. Ha emergido en el Cosmos una criatura amorosa. Ya no se trata sólo de un amor sentido, sino que puede ser pensado como nuestro mejor proyecto personal y comunitario. Nuestra inteligencia alcanza su culminación en descubrir y apropiarse  hacer suyo  este dinamismo. Puede, así, experimentar la simpleza y el error de una cultura que, como la nuestra, construye un mundo al revés. La persona es un dinamismo de la generosidad, metafísica del amor; en ella, la acogida y la entrega son inescindibles y necesarias, si quiere lograrse; puesto que constitutivamente va hacia sí misma a través del tú, no puede alcanzar su plenificación, su salvación, si no opta por convertir la inevitable relación, en relación de amor.

Darse y recibirse son lo mismo. Vaciarse de egoísmo y llenarse de la verdad de la vida, es lo mismo.

Ser persona es una capacidad radical de serlo, que se ha puesto en nuestras manos, socialmente, silenciosamente, humildemente, es una posibilidad amasada en el paciente vértigo del Cosmos durante miles de millones de años y que, recientemente, se nos ha entregado como el fruto más granado de su dinamismo, un verdadero privilegio. Está hecha con los hilos de una realidad cósmica, que había llegado a ser social; pero, ese don, que se nos manifiesta como tarea ineludible, puede ser un regalo envenenado si nuestra inteligencia no llega a descubrir su sentido. La existencia humana puede estar vacía, y cuando lo está, es de sentido. Sin embargo, nuestra inteligencia creadora ha caído en la cuenta de que sólo el amor la plenifica.

Si la acción es la verdad del hombre, la acción de amor hace la verdad de la realidad y nos hace verdaderos.

Pero, ¿donde enraizar el gozo, la alegría y el buen humor en un mundo dolorido? Es ahí precisamente donde se muestra nuestra grandeza. El hombre sabe que el dinamismo personal se fundamenta y se mantiene en la acogida de tres fuerzas  virtudes  que debemos cultivar cuidadosa e incansablemente: la fe: en que la persona es posible, en la realidad y su sentido; la esperanza: que se apoya en la confianza, en el hombre y en el sentido de la realidad, y nos abre así, por encima de nuestra contingencia, y de nuestro dolor, a la alegría de creer con buenas razones que no estamos solos y de que la existencia no es una broma macabra, sino una historia de amor; y el amor: esa experiencia maravillosa de que somos, porque somos queridos y, en consecuencia, la vida propia es para entregarla para que todos tengan vida; la experiencia del amor, que es la de la gratuidad, transforma el poder en servicio; su fruto es hacer del tiempo, eternidad. Pero, todo este dinamismo requiere una búsqueda sincera, apasionada e inabatible de la verdad, que se va mostrando en el caminar personal por la capacidad de transformación en criatura amorosa en que se van convirtiendo las personas al encarnarla.

Vemos, así, que el dinamismo de la realidad culmina en la persona y que la inteligencia humana se muestra y culmina, a su vez, en ir haciendo de nuestra realidad personal, buenas personas.

Antonio CALVO es filósofo y Presidente del Instituto “Enmanuel Mounier”

EDUCAR EN LA AUTENTICIDAD AFECTIVA

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Díaz C. (1998). Educar en la autenticidad afectiva. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (2), 91-122.

EDUCAR EN LA AUTENTICIDAD AFECTIVA

Carlos DIAZ

1. El mundo de los valores

¡Cuántas veces se comienza en cuestiones educativas como Sancho el Bravo mientras se es estudiante, se torna Sancho el Fuerte cuando se ganan los primeros sueldos, y se llega a Sancho Panza cuando se ganan las oposiciones! Y ¡cuántas mentiras y falsas proyecciones del yo personal al nosotros comunitario poniendo cara de héroe mientras se tenía alma de villano! No habrá sociedad nueva sin cambio del corazón, y no habrá cambio del corazón mientras no se atienda al conocimiento de la propia identidad, siempre en última instancia afectiva.

1.1. Los valores no son las cosas

1.1.1. El valor, cualidad apriórica

La persona moral se mueve en el universo del valor. Santo Tomás afirmaba que el valor es el bien que todos desean y, en esa medida, aquello que les perfecciona; por eso el bien es buscado en orden a la obtención de la perfección debida que, en última instancia, sólo se plenifica en Dios, fuente de todo valor.

Para Kant, por el contrario, el valor no radica en algo exterior al sujeto, sino en la dignidad de sus acciones procedentes de una voluntad autónoma y libre.

Según Scheler, Kant cometió dos errores. El primer error, al identificar conocimiento a priori con conocimiento formal, dando por supuesto que todo conocimiento (y por ende toda ética) material habría de ser heterónomo y hedonista, es decir, interesado por el éxito, por los bienes y los fines logrables, que son en última instancia empíricos y relativos, pues conducirían al mero legalismo del obrar y no a la moralidad del querer, en definitiva al egoísmo instintivo del ser humano.

El segundo error habría consistido en identificar conocimiento asimismo a priori con conocimiento racional, desconsiderando el valor emocional del conocimiento. Reaccionando contra ambos prejuicios Max Scheler diseñará una ética de los valores material y a priori (Frondizi, 1966).

Max Scheler asegura que no hay valores porque haya bienes y fines (santo Tomás), ni porque haya normas (Kant), ya que los valores son independientes de las cosas, cualidades a priori: aunque nunca hubiera pensado nadie que la borrachera era mala, ella sería un mal de suyo. Así pues, una ética a priori defenderá la inmutabilidad, inalterabilidad, absolutez e incondicionalidad del valor: sólo nuestro conocimiento del valor puede ser relativo, no el valor mismo; por tanto, la irreductibilidad a la subjetividad: “hay infinito número de valores que nadie pudo hasta ahora captar ni sentir” (Scheler, 1941; p. 39).

Los entes son, existen en la realidad, pero los valores valen, y valen aunque nunca se hubieran hecho presentes en el mundo; los valores no son entes, ni tampoco propiedades de las cosas, ni son fuerzas, potencialidades, o disposiciones de las cosas capaces de causar en los sujetos los correspondientes estados, como quería Locke. Están, eso sí, en las cosas fundándolas, pero no se reducen a la condición de cosas, pues la belleza es un valor que existe más allá de las cosas bellas, y su presencia seguiría ahí, incluso en un mundo completamente feo.

1.1.2. La crítica inductivista

Este punto de partida apriórico pudiera ser negado por el inductivista histórico, según el cual no habría manera de seguir afirmando el disvalor o valor negativo de la borrachera en una hipotética sociedad en la cual todo el mundo estuviese convencido de lo contrario. Además, continuaría el inductivista, ¿cómo podría defenderse la inalterabilidad de cualquier escala esencialista de valores -la que fuese- si las sociedades evolucionan permanentemente, mutando al respecto?. Si incluso Platón y Aristóteles, como los griegos de su generación, aceptaron la esclavitud como un valor básico de la democracia, ¿quién podrá asegurar que los actuales valores no serán tenidos por pre-axiológicos por generaciones sucesivas, dada la condición mutante del hombre, animal no fijado todavía?.

Ahora bien, ¿no hace imposible la crítica inductivista la defensa de los valores universales en todo tiempo y lugar?. Mas esto, ¿no conllevaría inevitablemente un relativismo, donde en última instancia todo estaría permitido, un nihilismo que arrasaría incluso con la posición inductivista?. ¿Acaso el relativismo no relativiza la propia afirmación relativista?. ¿No parece una exigencia inevitable de la razón la existencia de valores inmutables, sean cuales fueren sus respectivos contenidos materiales?.

1.2. Los valores no son los bienes

Los valores, cualidades aprióricas, tampoco son los bienes: “el mundo de los bienes, al estar constituido por cosas, puede ser destruido por las fuerzas de la naturaleza o de la historia y, si el valor moral de nuestra voluntad dependiese de los bienes, tal destrucción le afectaría. Por otra parte, los bienes tienen validez inductiva, empírica, y cualquier principio que en ellos se apoye está condenado al relativismo. ¿Cómo podría extraerse un principio universal y necesario de una realidad cambiante, inestable?. Si se admitiera la ética de bienes, los principios morales tendrían que ir a la zaga de la evolución histórica y resultaría imposible -afirma Scheler- la crítica al mundo de los bienes existentes en una época, pues la ética se fundaría justamente en esos bienes” (Frondizi, 1966; p. 73).

En resumen, el valor no es lo mismo que el bien objetivo: “el valor es el contenido dado en la experiencia humana cuando el hombre entra en contacto con el bien, con la cosa que es experimentada por él como un bien. Esta cosa es llamada por Scheler Sache, contenido en que el conocimiento aún no ha distinguido el contenido objetivo (Ding) del valor (Wert)” (Wojtyla, 1980; p.127).

1.3. El afecto intencional emocional tiene sus razones que la razón no conoce

En tanto que humanos somos cada uno de nosotros una indisoluble realidad intelectivo/afectiva, una inteligencia sentiente, una inteligencia emocional; sin embargo unidad no significa indiferenciada amalgama, pues también el cuerpo humano forma una unidad, pero es el ojo el que ve y el oído el que oye, y no a la inversa. No puede negarse que el corazón tiene su papel en la unidad racio-afectiva de cada persona. Aunque con frecuencia los filósofos dejen para los psicólogos o para los sociólogos el ámbito del corazón y de sus supuestas “rarezas”1, sin embargo con ello se equivocan, pues la filosofía del corazón está en el corazón mismo de la filosofía, aunque quizá sea llevar demasiado al extremo opuesto afirmar que “existe un orden del corazón, una lógica del corazón, una matemática del corazón, tan rigurosa, tan objetiva e inquebrantable como las proposiciones y consecuencias de la lógica deductiva. Lo que la expresión simbólica ‘corazón’ designa no es, como se imaginan de una parte filisteos y de otra románticos, la sede de confusos estados, de oscuros e indeterminados arrebatos o intensas fuerzas que empujan al hombre de un lado para otro. No son brutos estados de hecho unidos, sino un conjunto de actos dirigidos, de funciones que poseen en sí una ley independiente de la organización psicofísica humana, un conjunto que trabaja con precisión y pone ante nuestros ojos una esfera de hechos rigurosamente objetiva, la más fundamental y objetiva entre todas las posibles esferas de hechos, la cual persistiría aun cuando desapareciera del universo el homo sapiens, al igual que la verdad de la proposición ‘dos por dos son cuatro’; más aún: es todavía más independiente del hombre que la validez de esta proposición” (Scheller, 1996; pp. 55-56).

No puede postularse ninguna ética puramente intelectual: “resulta, por tanto, un error deplorable ver la esfera espiritual y afectiva a la luz del subjetivismo, o creer que el comportamiento frío y ‘razonable’ o el tipo de afectividad meramente enérgica, en el que el corazón juega un papel menor, es más objetiva. Sucede más bien lo contrario, el ‘tullido’ afectivamente hablando, al igual que el hombre que carece completamente de una verdadera afectividad, nunca es, en el fondo, verdaderamente objetivo. Al no responder con su corazón a la situación objetiva en aquellos casos en los que están en juego valores que requieren una respuesta afectiva, no es en absoluto objetivo.

Ya es hora de liberarnos de la desastrosa equiparación entre objetividad y neutralidad. Debemos liberarnos de la ilusión de que la objetividad implica una actitud de mera observación e indagación. No. La objetividad sólo se puede encontrar en aquella actitud que responde adecuadamente al objeto, a su sentido y a su atmósfera. Permanecer neutral o no comprometerse cuando el objeto y su valor solicitan una respuesta afectiva o la intervención de nuestra voluntad supone adoptar una posición particularmente no-objetiva. Cualquier tendencia antiafectiva, por lo tanto, es en realidad un subjetivismo patente porque su respuesta al mundo es incorrecta ya que resulta incapaz de adecuarse a las verdaderas características y significado del mundo. El mundo requiere la afectividad tierna del amor verdadero, de las lágrimas de alegría y gratitud, de sufrimiento, esperanza o ‘conmoción’. Requiere, en una palabra, la voz del corazón” (Hildebrand, 1997; pp. 101-102).

Es en el ámbito del “corazón”, metáfora para expresar el mundo de las pasiones, los sentimientos, los afectos, los amores, etc, en la esfera afectiva, donde se hallan soterrados los más preciados tesoros de la vida individual, los más recónditos anhelos y los más sagrados misterios, allí donde hasta la misma palabra se hace silencio. En ese mundo afectivo y emocional es también donde los valores se viven, intuyen, construyen y argumentan con la más grande intensidad personal.

Distinguiendo en esa esfera entre afecto y pasión escribe Max Scheler: “el afecto es agudo y esencialmente pasivo; la pasión, una potencia permanente y, por su naturaleza, activa y agresiva. El afecto es esencialmente ciego y constituye un estado; la pasión -aunque unilateral y aisladora- ve los valores y es un intenso y constante movimiento de la vida impulsiva en esta especial dirección. No hay nada grande sin gran pasión, y todo lo grande lo es seguramente sin afecto. El afecto es preponderantemente un acontecimiento que pertenece a la esfera del yo corporal; por el contrario, la pasión tiene su punto de partida en el centro vital profundo del ‘alma’. ‘Borrad el amor y no quedará pasión ninguna; poned amor, y haréis que nazcan todas'” (Scheler, 1996; pp. 76-77).

1.4. Carácter intencional emocional de la aprehensión de los valores

La independencia y objetividad de los valores no desaparece cuando el sujeto humano los percibe intencionalmente, tendiendo o apuntando hacia algo que no es la pura vivencia psíquica, de forma que al percibir se percibe algo, al recordar se recuerda algo, etc, pues el objeto se nos da como algo irreductible a la vivencia; y lo mismo sucede en el percibir sentimental que nos revela la presencia del valor: “el hecho fenomenológico precisamente es que en el percibir sentimental de un valor está dado este mismo valor, junto con el sentir del mismo, y por consiguiente la desaparición del percibir sentimental no suprime el valor en cuanto tal” (Scheler, 1941; pp. 13).

Los valores “se manifiestan a la experiencia de las personas. En el sistema fenomenológico de Scheler, de las cosas o de nosotros mismos sólo podemos afirmar o negar en tanto en cuanto se nos presentan, y en la medida en que se nos presentan en la intuición emocional, su ensidad sin nuestra objetivación nos resultan ignotas. Para decirlo fenomenológicamente, los valores se nos revelan en el percibir sentimental, en el preferir, amar, odiar” (Scheler, 1941; p. 108).

1.5. Intuición emocional

Scheler distingue entre el sentimiento intencional (intentionales Fühlen), que es la captación del valor, y el estado sentimental sensible (Gefühlzustand), que es la vivencia del estado emocional. La experiencia de lo real se da siempre junto a una carga afectiva en forma de atracción o de repulsión, de amor o de odio en sus extremos, por lo que jamás es neutra, razón por la cual los valores se captan por intuición emocional (Wojtyla, 1980b; p. 84).

La persona es golpeada emocionalmente por el valor y se comporta como una caja de resonancia en su propia interioridad existencial; sin embargo, podríamos reprochar a esta perspectiva, “falta totalmente el elemento de juicio de donde nace un deber. Por consiguiente, el valor no aparece nunca como fin de una acción dirigida conscientemente a su realización. Además, el valor es simplemente experimentado, pero nunca elaborado, por la conciencia. En cualquier circunstancia el valor superior es -según la perspectiva de Scheler- el que genera la respuesta más intensa en el sujeto a causa de su excelencia intrínseca. Pero ¿podemos decir que en todos los casos el valor que suscita la respuesta más intensa es también aquel que la persona debe elegir a fin de realizar su propia perfección moral?” (Buttiglione, 1992, pp. 73-76).

Lo cierto es que para Scheler la fuente intuitiva y emocional de los valores morales no es la conciencia, sino sólo y exclusivamente el amor, acto espontáneo y, por tanto, no puede ser objeto de mandamiento, la ética tiene mucho de emocionalista. El acto de amor descubre el valor, permite que el sujeto experimente en su propia vida nuevos valores ya existentes de suyo en el orden objetivo; lo que hace el amor es ponerlos de manifiesto, convertirlos en contenido de la experiencia intencional del propio sujeto. Afirma Scheler en su obra “Esencia y formas de la simpatía” que el amor, como el odio en dirección contraria, si bien es un acto espontáneo de naturaleza puramente emocional, no contiene en sí mismo ninguna aspiración hacia el valor del objeto al que se dirige, ni siquiera aspira “al bien”, no busca en absoluto un bien para sí, sino que -a diferencia de la aspiración- tiende fundamentalmente a manifestar los valores de lo amado. Quizá pudiera decirse que no se ama algo porque sea bueno, sino que es bueno porque se ama.

1.6. El ethos intencional

  Precisamente ese mundo axiológico objetivo percibido por el sujeto en su estructura jerárquica y dado en la experiencia emocional-cognoscitiva del sujeto mismo recibe en Scheler el nombre de ethos, pasándose del enfoque ontológico a la posición intencional; el sistema de Scheler encuentra el valor ético en la persona, pero solamente porque la persona lo percibe de un modo afectivo-intencional, no porque la persona, como sujeto causal de sus actos, sea la causa eficiente de los diversos valores éticos contenidos en ellos. “Tras el acto de la conciencia no se encuentra -según Scheler- el amor de la persona; el amor se halla detrás de los actos de la percepción afectivo-emocional. El amor no tiene ninguna relación con la actividad causal de la persona, con su voluntad ni con sus actos, porque es mera emoción. Este amor puramente emocional es la raíz más profunda de la vida ética de la persona” (Wojtyla, 1982; pp. 209-210).

1.7. El seguimiento

El punto de partida es la individualización del valor en la experiencia personal, captado en el seguimiento (Gefolgschaft) de los valores de un maestro modélico y amado, o de una comunidad afectiva donde el magisterio se ejerza sobre la base de los ejemplos concretos. El amor del discípulo-seguidor se dirige al ideal que hay en la persona del maestro-modelo (no a la persona misma en concreto) como a su propio objeto. El camino es éste: reconocimiento del valor en el maestro, identificación con ese valor, y acción moral. El mundo de valores ideales que el maestro experimenta se hace coparticipación de experiencia por parte del discípulo, quien en cierto modo experimenta un crecimiento hacia ellos (Hineinwachsen). Nada contribuye tanto a la bondad moral de la persona como la percepción inmediata o intuición emocional de la otra persona en su bondad moral, ni más ni menos que en una relación de buen ejemplo.

Scheler desarrolla pormenorizadamente la problemática de la ejemplaridad, así como toda la tipología de los modelos personales, en la obra “Vorbilder und Führer”. La persona deviene discípula y seguidora del maestro amado en la medida en que experimenta como amable aquel mundo de valores que el maestro le descubre, no en tanto que tal maestro concreto y real, sino en tanto que ideal intencional, como portador de unos valores que el alumno asume como constitutivos de su propio cometido moral (Wojtyla, 1982; pp. 211-212). Es ahí donde funciona la empatía (Einfühlung), la atracción o repulsión morales que permiten salir a la persona del subjetivismo axiológico; es en la relación interpersonal (Mitfühlung) en donde los sujetos se hacen conscientes de los valores y contravalores.

Henos, en definitiva, ante el amor benevolentiae, amor desinteresado que no sólo dice “yo te deseo como un bien”, sino sobre todo “yo deseo tu bien, yo deseo lo que es un bien para ti”. Ninguna reciprocidad puede surgir sino de esa benevolencia.

Scheler elabora una tipología especial de los modelos magisteriales de seguimiento, de acuerdo con la escala axiológica de la vida emocional de cada uno, y no -como en el tomismo- según la cercanía al Bien supremo objetivo. El tomismo estima que Scheler destruye la verdad del bien para hipertrofiar la vivencia del valor.

Sea como fuere, la escala es la siguiente:
– Santo
Es la forma más alta de unidad de los valores espirituales, y en particular del valor del Dios personal; pero, aunque el hombre es para Scheler un ser teomórfico, no se trata de una verdadera relación con Dios como Realidad existente positivamente definida, sino de una experiencia de la idea de Dios construida sobre el valor de lo divino, que es la última y suma cualidad de la jerarquía axiológica; mediante el bien moral de sus propios actos entra el hombre en relación no con alguna abstracta “altísima perfección ética”, sino con el valor sumo de Dios.
– Genio
– Héroe
– Organizador (der führende Geist)
– Entendido epicúreo (Künstler des Genusses)

El papel de la conciencia se reduce a recopilar en sí los valores morales que en cierto sentido, aunque negativo, están contenidos en las normas generales transmitidas por la tradición y apoyadas en la autoridad, así como los demás valores morales que, en la experiencia específica de la persona, deben su aparición a la vitalidad de la esfera personal. Scheler define la conciencia con el nombre de economización de la actitud moral (Ökonomisierung der sittlichen Einsicht) por ser ante todo negativa y expresarse principalmente en las prohibiciones. De todos modos, “Scheler opina que a la conciencia se le atribuye, por regla general, una importancia excesiva, a lo que han contribuido las ideas metafísico-religiosas” (Wojtyla, 1982; p. 35).

1.8. Enseñanza del constructivismo axiológico

El maestro nos enseña a pasar del nivel preconvencional, donde la instancia para juzgar los valores es el egoísmo, al nivel convencional, en que se tienen por valiosas las normas de la comunidad particular en que uno se inserta, y desde ahí al nivel posconvencional, en el que hemos aprendido a distinguir entre las normas de nuestra comunidad concreta y los principios universales, que tienen en cuenta a toda la humanidad, y son los que legitiman a todas las instituciones democráticas.

Sin merma del reconocimiento de su objetividad, los valores van siendo descubiertos y construidos por el sujeto, y en la internalización de normas se da una progresión que va desde el “mamá está enojada conmigo ahora”, pasando por el “mamá se enoja conmigo cada vez que derramo la sopa”, y el “todos se oponen a que derrame la sopa”, para que finalmente brille la norma “no se debe derramar la sopa”.

El lenguaje se densifica y complejiza en la socialización secundaria, a partir del mundo básico de la socialización primaria. Mientras que en ésta las limitaciones biológicas son muy acentuadas en las secuencias del aprendizaje, que sólo se da con una intensa pero pobre identificación emocional, en la secundaria se llega a percibir al otro como funcionario institucional dentro de un contexto específico, de tal modo que el mundo de los padres ya no es todo el mundo. Mucha gente, sin embargo, queda presa de la socialización primaria, y su escala de valores es muy infantil, ya sea porque los padres continúan siendo la norma, ya sea porque las autoridades foráneas (académicas, políticas, laborales, etc) asumen el rol paterno, o porque el líder del grupo impide la autonomía del desarrollo (Nédoncelle) no sobrepasándose los primeros estadios freudianos o kolbertianos: es el infantilismo axiológico. Como señalan Berger y Luckmann en “La construcción social de la realidad”, el niño vive bien o mal en el mundo definido por sus padres, pero puede dar la espalda con alegría al mundo de la aritmética no bien abandona el aula, porque al niño le resulta mucho más fácil “esconderse” de su maestro que de su madre, pudiendo decirse que el desarrollo de esta capacidad de ocultarse constituye un aspecto importante para poder madurar como adulto. Mientras tanto, los maestros tratan de hacer “familiares”, hogareños e interesantes, naturales, los contenidos cada vez más formalizados, tratando de conservar el vínculo entre lo primario y lo secundario.

En todo caso, ya sea para pasar de la socialización primaria a la secundaria, ya para mantenerse en ésta, el vehículo más importante es el diálogo, a fin de estimular la estructura de plausibilidad ajena y de lograr la suspensión de dudas y la disipación de miedos absurdos. Mientras permanece dentro de las estructuras de plausibilidad, el individuo no se siente en ridículo cada vez que una duda sobre lo real le asalta, aunque un exceso de plausibilidad o de homogeneidad en general puede generar también una socialización deficiente.

Socializar es construir legitimaciones, reglas de juego, e instituciones valorativas que servirán para ir descubriendo mejor los valores mismos, en el tránsito del yo al nosotros, y del nosotros al ideal, pues, como señala Emile Durkheim, es moral todo cuanto es fuente de solidaridad, todo cuanto lleva al hombre a contar con otro hombre; la moral es tanto más sólida cuanto más numerosos y fuertes son esos lazos.

Un primer nivel de legitimación se produce con la transmisión de vocabulario; el segundo nivel contiene proposiciones teóricas en forma rudimentaria (proverbios, máximas, etc); el tercero las transmite mediante proposiciones formalizadas; el cuarto y último nivel es el de los universos simbólicos, pues cada vez que alguien se desvía de los símbolos y de los valores éstos le devuelven a la norma conculcada y a los comportamientos institucionalizados: sólo después de que un universo simbólico se objetiva como teoría surge la posibilidad de reflexión sistemática sobre la naturaleza y problemática de ese universo.

La socialización culmina con el intento de construcción de la ciudad axiológicamente armoniosa, pero a su vez tampoco resulta fácil lograr sujetos colectivos capaces de llevar adelante esa construcción; de peor a mejor podrían ser clasificados así, según Max Scheler:

– Colectivos por mero contagio sentimental  (Gefühlsansteckungen).
– Colectivos de vitalidad                             (Lebensgemeinschaften).
– Comunidades contractuales (Gemeinschaften).
– Comunidades de personas (Gesamtpersonen,  Liebesgemeinschaften).

1.9. Dimensión noemática del valor: criterios axiológicos

Toda intención noética tiene su correlato noemático, pues no es el sujeto quien fabrica o crea los valores, tan sólo los descubre, y además los descubre en su jerarquía axiológica objetiva. Existe, en efecto, una jerarquía axiológica a priori, siendo cinco los criterios para determinarla, según Scheler:

– Criterio de la duración del valor
Se prefieren los valores duraderos a los pasajeros y tornadizos.

– Criterio de la divisibilidad
Se prefieren los valores indivisibles: un trozo de pan vale el doble que la mitad de otro, pero la mitad de una estatua no se corresponde con la mitad de su valor total. Los bienes materiales son separables y divisibles y de hecho separan y dividen a las personas, mientras que los espirituales las unen.

– Criterio de fundamentación
Se prefieren los valores fundantes a los fundados por los fundantes.

– Criterio de profundidad en la satisfacción
Los valores superiores satisfacen más profundamente; sin embargo, la jerarquía del valor no consiste en la profundidad de la satisfacción que produce. Obviamente, satisfacción no significa necesariamente placer, si bien éste puede ser una consecuencia de la satisfacción. Axiológicamente hablando, sólo cuando nos sentimos satisfechos en los planos profundos de nuestra vida gozamos las ingenuas alegrías superficiales; quizá no siempre a la inversa, a pesar de las apariencias.

– Criterio de referencialidad
Los valores están entrelazados, guardan una armonía interactiva y sinérgica. Un valor es tanto más alto cuanto menos necesita referirse a otros; el valor más alto de todos es el absoluto, y todas las demás conexiones de esencias se basan sobre ésta.  

1.10. Dimensión noemática del valor: tabla de valores

La aplicación de los cinco criterios señalados deja al descubierto una ordenación jerárquica, o tabla de valores, que es la siguiente, de más bajo a más alto:

a. Valores de lo agradable/desagradable, a los que corresponden los estados afectivos del placer y dolor sensible.

b. Valores vitales, como la salud, la enfermedad, la vejez, la muerte, el agotamiento.

c. Valores espirituales, que deben preferirse a los dos escalones anteriores; captamos estos valores por una percepción sentimental en actos tales como el preferir, amar, que no deben confundirse con los correspondientes actos vitales sinónimos. Dentro de ellos pueden distinguirse jerárquicamente:

c1. Valores de lo bello (y de lo feo)

c2. Valores de lo justo y de lo injusto (que no hay que confundir con lo recto y lo no recto, los cuales se refieren a un orden establecido por la ley, siendo independientes de la idea de Estado y de cualquier legislación positiva).

¿Cabe realizar los valores morales como tales? A diferencia de Ortega y Gasset, Scheler asegura que el bien mismo no puede ser objeto del querer; la bondad de la persona no puede ser el fin de la acción. Para él el valor moral no puede ser nunca el fin de la acción; de manifestarse, lo hace con ocasión de la acción. La experiencia del valor del bien se manifiesta con ocasión de (auf dem Rücken) haber realizado el valor superior entre aquellos que se presentaban. Querer realizar el bien por el bien sería, por otra parte, una manifestación de fariseismo.

c3. Valores de ‘conocimiento puro de la verdad’. Los valores del conocimiento son ‘valores de referencia’ a los valores de la verdad misma, pues ‘la verdad no pertenece al universo de los valores’.

d. Valores de lo santo (y lo profano). Los valores religiosos son irreductibles a los espirituales y tienen la peculiaridad de revelársenos en objetos que nos son dados como absolutos. El valor de lo divino constituiría la asíntoma suprema de todos los valores de santidad. Como los valores en general son independientes de sus configuraciones históricas, Scheler no se circunscribe a ninguna de las manifestaciones religiosas concretas.

Cabe preguntarse, en todo caso, si esa tabla misma de valores no debería ser tomada también como una tabla de valores histórica, mudable, y por ende no apriórica.

1.11. Criterios prudenciales en la captación de valores

El valor no sólo plantea conflictos intra-extramorales entre un valor positivo y otro negativo, sino también entre dos positivos, amor y justicia por ejemplo, y entonces hay que saber elegir entre los valores que coliden o interfieren. Hans Reiner, buscando conservar a la vez la fuerza y la altura de los valores (los más altos no deberían ser los más débiles), propone algunos criterios prudenciales en la actuación axiológica:

a. Urgencia temporal
Cabe postergar o sublimar, pero no negar los valores más altos en favor de los más urgentes.

b. Cantidad
En caso de igualdad, será preferible lo que realice más cantidad de valor.

c. Probabilidad de éxito
En el sentido anterior.

d. Seguridad
Lo seguro es mejor que lo probable.

Por su parte Wilhelm Stern en la misma línea («Wertphilosophie») aduce estos otros criterios:

a. Plenitud
Humanidad es más que pueblo, pueblo más que familia, familia más que individuo.

b. Proximidad al yo
Familia es más que pueblo, pueblo más que humanidad, etc.

c. Urgencia
En caso de duda hay que tener prioridad con el débil, el niño, el anciano, etc.

d. Resonancia
El que más pueda, más debe cooperar.

1.12. Los valores y el progreso

Se puede progresar en la captación de los valores. Manuel García Morente (1980, pp. 51 ss) ha señalado el siguiente criterio al respecto:

– Realización de valores:
a. Todo descubrimiento o invención de un valor constituye un progreso.
b. Toda institución destinada a realizar un valor constituye un progreso, por imperfectamente que desempeñe su cometido.
c. Toda transformación de una cosa en un bien es progreso.
d. Toda mejoría de un valor ya realizado es progreso, ya sea por depuración, intensificación, etc.
e. Todo aumento de bienes en cantidad constituye progreso.
f. Toda disminución de males en cantidad constituye progreso.
g. Todo aumento de males significa retroceso.
h. La conversión de un bien-medio en un bien-fin no es progreso, y puede ser detención o retroceso.

– Estimación de valores
a. Todo aumento en la humana capacidad para estimar valores es progreso.
b. Toda rectificación de aberraciones estimativas es progreso, tanto en la denuncia de estimaciones falsas en sí mismas como en el restablecimiento de la auténtica jerarquía axiológica.

– Juicio sobre el progreso universal
a. El fomento y desarrollo de un valor inferior con detrimento de otro superior es retroceso, pero el descubrimiento de dicho acontecer y su rectificación constituyen progreso.
b. Fomentar y desarrollar un valor superior con detrimento de uno inferior puede significar retroceso, planteando siempre la cuestión técnica de cómo lograr el paralelo desarrollo en ambos valores conflictivos.
c. El progreso universal resulta de los progresos particulares teniendo en cuenta su intrínseca jerarquía.

A la sociología del saber le corresponde según Max Scheler el estudio de la relación entre las disposiciones habituales o «inclinaciones inconscientes» condicionadas por la clase social, que tiende a presentar el mundo y el progreso de los valores a su imagen según el modo siguiente (Scheler, 1960):

1) La clase social inferior atribuye el máximo valor a los tiempos venideros, la superior a los pasados.
2) Aquélla prefiere la visión dinámica, ésta la estática.
3) Aquélla el mecanicismo, ésta el teleologismo.
4) Aquélla el realismo, ésta el idealismo.
5) Aquélla el materialismo, ésta el espiritualismo.
6) Aquélla el pragmatismo, ésta el intelectualismo.
7) Aquélla el optimismo del futuro y el pesimismo del pasado, ésta el sinaléptico o coincidente.
8) Aquélla la conexión con el medio ambiente, ésta las condiciones naturales.

2. El riesgo de hacer depender los valores de una mera captación emocional

2.1. No tanto optimismo
 
Creemos sin embargo que Scheler cuestiona demasiado el valor cognoscitivo de la esfera racional, y que enfatiza demasiado el valor cognoscitivo de la esfera emocional, pues, como no existe indefectibilidad en las emociones, excesivamente desvinculadas por Scheler de la inteligencia y de la voluntad moral, resulta que algo tan importante como la captación de los valores pende de un hilo propenso al descontrol y al arbitrarismo, lo cual se manifiesta muy particularmente entre los:
– ciegos o idiotas morales;
– durmientes axiológicos (que tienen valores, pero durmientes, cuya cultura axiológica y cuya militancia son igualmente durmientes);
– cínicos morales (“cínico es el que conoce el precio de todas las cosas y el valor de ninguna”, dijo Wilde);
– necios axiológicos (“todo necio confunde valor y precio”, afirmó Machado);
– o, simplemente, gente con gustos morales que merecen palos.

Así pues, no puede hacerse depender la captación de los valores de la mera intuición emocional, tan necesaria como insuficiente en este caso.

2.2. A la voluntad lo que es de la voluntad, al sentimiento lo que es del sentimiento

A diferencia de la esfera volitiva, la afectiva no nos resulta directamente accesible. La alegría o la tristeza, en efecto, no se pueden producir libremente del mismo modo que producimos un acto de voluntad o una promesa, y tampoco se pueden gobernar como gobernamos los movimientos de nuestros brazos, porque el sentimiento tiene sus razones que la voluntad no conoce; por tanto, “es fácil darse cuenta de cuán erróneo resulta desacreditar el acto de compasión sentida o de amor, y reemplazarlos por actos de la voluntad, sólo porque en algunos casos la compasión o el amor son insinceros o insuficientes. Ciertamente, la voluntad y las acciones constituyen un test para la profundidad y la sinceridad de las respuestas afectivas en todas las circunstancias en las que se requiere una acción. Pero esto no significa que una respuesta afectiva de compasión sincera y genuina no tenga valor. Al contrario, esta respuesta posee y da un valor tan propio que nunca puede ser sustituido por acciones que no fluyan de estas respuestas afectivas.

Así pues, “en la esfera moral es la voluntad quien posee la última palabra; aquí lo que cuenta por encima de todo es nuestro centro espiritual libre. El verdadero yo lo encontramos primariamente en la voluntad. Sin embargo, en muchos otros terrenos es el corazón, más que la voluntad o el intelecto, el que constituye la parte más íntima de la persona, su núcleo, el yo real” (Hildebrand, 1997; p. 133). Sería ciertamente erróneo desacreditar la voluntad y las acciones porque son imperfectas sin la contribución del corazón, pero es igualmente incorrecto desacreditar las respuestas afectivas en cuanto tales simplemente por la imperfección de una respuesta afectiva a la que le falta potencialidad para expresarse en acciones.

En verdad, el intelecto, la voluntad y el corazón deberían cooperar entre sí, pero respetando el papel y el área específica de cada uno. El problema surge cuando el corazón va más allá de su dominio y usurpa papeles que no le competen, desacredita a la afectividad y causa una general desconfianza sobre sí mismo, incluso en su terreno propio. Si, por ejemplo, un hombre que quiere comprobar un hecho no consulta a su intelecto, sino que se limita a afirmar que su corazón le dice lo que ha ocurrido, abre la puerta a todo tipo de ilusiones; ha obligado a su corazón a realizar un servicio que nunca puede prestar y ha permitido que su uso inadecuado sofoque al intelecto.

En estos casos, en vez de permitir a su intelecto que decida si una determinada acción es moralmente incorrecta, se remite a su mero sentimiento de ‘sentirse culpable’ o de ‘sentirse inocente’, suponiendo que esta experiencia afectiva sentimental es un criterio unívoco para determinar un hecho objetivo. Pero semejante suposición es claramente errónea.

Hay, desde luego, situaciones en las que podemos decir: ‘siento que esto no es correcto’, aunque somos incapaces de demostrarlo lógicamente” (Hildebrand, 1997; pp.105-107).

Sí, el corazón debe estar donde tiene que estar, y no se puede utilizar la mente para sustituirlo, ni a la inversa.

2.3. Sentimiento sí, sentimentalismo no

Así las cosas, la persona con un corazón alerta vive abierta al correlato axiológico noemático, es decir, se alegra o entristece según los motivos objetivos que se dan frente a él para sentirse feliz o desgraciado; el juicio verdadero es una síntesis de subjetividad y objetividad, o mejor, la objetividad está mediada por la subjetividad, pero no creada por ella. En este sentido su subjetividad no se borra, pero sí debe desaparecer su subjetivismo, por cuanto que éste -en su ismo- desenfoca y desvirtúa la genuinidad de la vivencia. No se trata, insistamos, de prescindir del sujeto para ponderar las respuestas sentimentales sólo en función de los estímulos y condicionamientos objetivos, al modo de los robots, no, pero tampoco de elevar el subjetivismo de niño mal criado a la condición de medida de todas las cosas.

La pregunta fundamental de un corazón bien informado no es ¿me siento feliz?, sino ¿la situación objetiva es tal que resulta razonable ser feliz?. Es entonces cuando de la afirmación “eso es verdaderamente un bien” se sigue la otra afirmación “eso debe ser realizado”.

Aunque la conciencia no sea legisladora por sí misma, el hecho de estar en la verdad va unido al de tener la experiencia de la verdad en su propia vida y no simplemente al de conformar su propio comportamiento a la norma: la norma debe ser obedecida de manera personalista, la conciencia debe aceptar la norma como verdadera, de manera que ésta se individualice insertándose en el proceso por el cual se realiza esta persona única e irrepetible. El orden normativo objetivo y la conciencia individual se encuentran en la verdad que los funda y los justifica.

“Cuando el valor es reconocido por la conciencia y se convierte, a través de ella, en experiencia del sujeto, nace la obligación. Con el concepto de obligación está estrechamente ligado el de vocación o llamada. La obligación nos introduce en la responsabilidad, pues se es responsable no tanto de lo que se hace como de la fidelidad o infidelidad a lo que se tiene obligación de hacer. La persona es responsable de la realización de los valores y al mismo tiempo de la realización de ella misma como valor. La persona es también responsable ante ella misma de la realización de su propio valor, porque existe una responsabilidad de la persona hacia sí misma. En suma, la persona es el sujeto que es responsable, pero también el objeto de la responsabilidad y el sujeto ante el cual se es responsable” (Buttiglione, 1992; pp. 180-182).

La persona es responsable de la realización de los valores, pero al propio tiempo de la realización de sí misma como valor. La realización de la persona como tal -testigo de la experiencia de la libertad, de la responsabilidad y de la lealtad hacia la verdad- es la felicidad, que puede ir o no acompañada de placer.

3. Algunas perversiones del afecto

3.1. Algunas perversiones hipertróficas del afecto

Común a todas las perversiones del afecto es la perversión histérica, que gira exclusivamente en torno a sí misma, llevada por su anhelo de ser el muerto en el entierro, el novio en la boda, o el niño en el bautizo, el caso es estar indefectiblemente en primera línea, hacerse el interesante para los demás y para uno mismo; se trata de un ardiente deseo de ocupar el centro del escenario, de impresionar, de atraer la atención, lo que lleva a mentir e incluso a terminar creyéndose las propias falsedades. También suele manifestarse en un desordenado deseo de ser amado, o en un amor sentimentalmente pervertido.

Con frecuencia, a estas gentes mezquinamente egocéntricas cualquier nimiedad concerniente a su propio yo, cualquier broma o juicio ajeno, por verdadero o justo que fuere, les desquicia. Consecuentemente, tienden a interpretar todo de manera desfavorable, como si todo fuera contra ellos, o de manera adorable, como si todos hubiesen de caer rendidos de admiración ante ellos.

EL SENTIDO

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Lorenzo González, J.F. (1997). El sentido. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (1), 20.

EL SENTIDO

“El hombre en busca de sentido”. Así titula uno de sus libros el neuropsicólogo austriaco Victor E. Frankl, recientemente fallecido, donde narra sus experiencias durante el tiempo que fue el prisionero nº 119.104 en el campo de concentración de Auschwitz. Las situaciones límite allí vividas, pusieron en evidencia la capacidad de algunos hombres para resistir más allá de lo razonable a pesar del acoso y la irracionalidad que soportaban, mientras muchos otros se quedaban en el camino.

Victor Frankl elaboró en base a sus experiencias personales y profesionales, una nueva forma de ayudar a cada uno a encontrar su espacio personal en este mundo un tanto desorientado y en el que, con frecuencia, resulta difícil sobrevivir. La confrontación de la persona con sus experiencias más radicales, el dolor, el sufrimiento, la sexualiad, el amor, la felicidad, la muerte, puede ser un fecundo ejercicio en el que cada uno saque lo mejor de sí mismo, saltando por encima de nuestras más ilustres miserias, aunque esta empresa requiera un temple del que no siempre se es poseedor. Las enfermedades de la mente, reflejo en ocasiones de nuestra tibieza de alma, con el misterio indomable que encierran en sus entrañas, fueron una de las fuentes de inspiración y de conocimiento del padre de la logoterapia y, a través de ellas, profundizó en los complejos mecanismos de nuestro modo de actuar en el que la cordura y el disparate, la cabeza y el corazón, toman direcciones opuestas desgarrando a la persona que en ese trance se encuentra.

El sentido de la vida, esa piedra preciosa que todos anhelamos y que no muchos encuentran, es el rumbo que encontró Victor Frankl cuando el aire soplaba contra sus velas en condiciones adversas, y es el rumbo que muchos podemos encontrar navegando en la dirección que con sus enseñanzas marcó.

Juan Francisco LORENZO GONZALEZ
Coordinación de SIDA (Burgos)

LOGOTERAPIA EN PROYECTO HOMBRE

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Alkorta, M. y Eizaguirre, A. (1997). Logoterapia en Proyecto hombre. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (1), 43-44.

LOGOTERAPIA EN PROYECTO HOMBRE

Recaídos en Acogida

Escuchar motivos Facilitar toma de decisiones
Hacer anamnesis de recaída o
Revisión de carpeta cambio de actitud

No hacemos grupo por mala experiencia: Se convierten en gheto
Grupo muy cerrado

No hacemos paso directo a
logoterapia específica sólo Tenemos mala experiencia, falta de asistencia, recaída…

Atendemos a:
Los de Acogida y algún caso especial
C.T., no
C.T.R. (recaído): Personas especialmente problemáticas, con necesidad de apoyo extra

El balance con los Recaídos de C.T.R. es bastante malo; con las recaídas de Acogida bueno.

La visión desde la Logoterapia de las personas que están recaídas en el Programa es la siguiente:

– Personas cuya predisposición fundamental es la de la orientación al Placer
– Dan excesiva importancia a los sentimientos, faltos de racionalidad
– No hay valores y si los hay no están introyectados, pueden los sentimientos. Se valora aquello que te hace sentir bien y mientras lo haga (inmediatez de los actos).
– Pérdida de significado en lo que se hace =
voluntariado, para hacer amigos
trabajo, pareja… como un salvavidas
– La droga como centro de la vida. Por oposición, pero centro.
– Autoconocimiento: Justificación de las propias actitudes (hago mal pero me lo explico bien).
– Fomenta la Hiperreflexión en personas dispuestas a ello.

Logoterapia que llamaríamos específica con personas que no provienen directamente del Proyecto Hombre

La problemática que plantean es fundamentalmente afectiva, con componentes neuróticos, depresiones reactivas, histeria y lo que más claro se ve son las vivencias de valores piramidales.

Atendemos a 25 personas, en sesiones semanales y algunas dos veces por semana.

Las causas que desarrollan el síntoma son:
– Viudedad
– Separaciones
– Seropositividad de algún miembro de la pareja. Decisión de tener o no un hijo
– Recaída puntual por una mala pasada del destino. Pero deseo inmediato de dejar la droga
– Paro
– V.I.H., afrontar una enfermedad avanzada o vislumbrar una fase terminal
– Mala vivencia de la sexualidad

Maite Alkorta y Antonio Eizaguirre (San Sebastian)
Terapeutas Fundación IZAN

HEDONISMO Y SENTIDO

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Prats, J.I. y Ortiz, E. (1999). Hedonismo y sentido. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (3), 37-46.

HEDONISMO Y SENTIDO

José Ignacio PRATS
Eduardo ORTIZ

Este artículo quiere ser una reflexión sobre algunos fundamentos de la logoterapia a partir de una de las sugerencias recibidas de parte del Dr. Gerónimo Acevedo en las recientes III Jornadas Encuentro de la A.E.S.L.O.1: nuestro punto de partida será su apunte en torno a la inmersión del hombre actual en el hedonismo.

I.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua consigna que el hedonismo es la doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida2. Semejante doctrina está ya en el origen de las controversias habidas entre Sócrates y los sofistas, y que supusieron el nacimiento de la ética en Occidente. Atenerse a lo natural es el criterio para guiarse en asuntos morales, pero la medida de la naturaleza es el placer o la satisfacción inmediata de nuestros deseos afirmaban algunos sofistas, manifestando ya avant la lettre uno de los postulados del credo del hedonismo. A lo que Sócrates respondió que, en ese caso, el hombre más feliz sería el enfermo de sarna, condenado a la “satisfacción” de rascarse sin parar3.

No todos los filósofos han sabido lidiar con el hedonismo de una manera tan expeditiva. Al decir de Max Scheler, el mismo Kant no fue capaz de superarlo por otorgarle un estatuto epistemológico  el de teoría  que no merece. De ahí la admonición que el primero hiciera en su Ética:
“rompamos, pues, de una vez con la hipótesis del hedonismo”4.

En cualquier caso, es innegable el predicamento (confesado o inconfesado) que esta hipótesis tiene en la forma mentis y en la praxis cotidiana del hombre contemporáneo. Su presencia es hoy especialmente manifiesta en la conducta de adolescentes y jóvenes.

II.

Desde el punto de vista de su estatuto epistemológico, el carácter contradictorio del hedonismo es patente: como ya hemos anunciado, el rango de teoría no le viene bien al hedonismo. En efecto, toda teoría incluye una determinada pretensión de validez general. Ahora bien: en el caso del hedonismo no sería descabellada la siguiente sospecha: ¿es la formulación del hedonismo un mero medio para aumentar el placer o el bienestar del que la emite? Si así fuera  como parece seguirse de las premisas hedonistas  , la implícita pretensión de validez o verdad de esta teoría quedaría reducida a su mera potencialidad de resultar más o menos placentera para quien la defendiera y propagara.

¿Y si en vez de una teoría, se presentara el hedonismo como una mera recomendación? Su situación no resultaría más ventajosa. Seguiría vulnerable a la sospecha anterior: ¿no será el consejo hedonista algo que resulta útil y agradable tan sólo a quien lo sugiere? ¿No será exclusivamente esa la única razón por la que lo formula?

Sin embargo, más que como una teoría o un consejo, el hedonismo suele presentarse como un ars vivendi (et moriendi). En este caso nuestra respuesta es la siguiente: creer que el sentimiento subjetivo de placer es el fin más elevado que un hombre pueda conseguir equivale a anular mediante la reflexión  pues se trata de una creencia  esa intencionalidad que es la propia del psiquismo humano: la autotrascendencia5.

Por último, recurramos al lenguaje ordinario: nosotros distinguimos entre “placer”, “satisfacción”, “bienestar”, “felicidad”, “gozo”, “bienaventuranza”, y sus correspondientes antónimos. Así como para deshacerse del escéptico basta poner en duda su permanente invitación a la duda, en el caso del hedonismo podemos volverlo contra sí mismo haciéndole esta pregunta: ¿se da la mayor felicidad cuando de lo único de que se trata es de sentirse a gusto?, ¿es el “placer” la experiencia más lograda que un hombre puede alcanzar? La respuesta es no.

Desde un punto de vista antropológico y existencial, la inmersión del hombre actual en el hedonismo constituye una inadecuada ubicación en la existencia por dos razones:

  primera, comporta un “fraude existencial” porque hace un objeto intencional del placer. Lo convierte en meta, siendo éste un estado6. Es decir, al igual que sucede con la felicidad, adviene como consecuencia de la entrega de uno mismo a algo o a alguien; en suma, como consecuencia del logro de sentido7. Por eso, si exhortamos a alguien a que se ría con ganas, bien podría replicarnos que antes le diéramos un motivo.

La arquitectura de nuestros estados emocionales muestra que están interconectados (holismo de la vida psíquica). En este sentido, sabemos que el placer más superficial (divertimento) suele cohabitar con el hastío, con el tedium vitae. Por el contrario, el dolor puede crecer al lado de una alegría profunda. Domina entonces esta última porque esta emoción está dotada de una mayor intencionalidad. Se trata de un sentimiento espiritual. Así por ejemplo, de entre los ingredientes que configuran la compleja vivencia de dar a luz, las mujeres reconocen la coexistencia de dolor y alegría antes referida. Lo mismo ocurre cuando se experimenta la separación de un ser querido al ausentarse éste para realizar una tarea o una misión ineludible. Con esta complejidad emocional nos encontramos también al recibir el cuidado solícito de una persona querida en el curso de nuestra enfermedad…

  la segunda razón es que una actitud hedonista elude la dimensión temporal a la que se refieren especialmente los valores (de experiencia, de actitud y de creación). La persona inmersa en el hedonismo se vuelve “ciega” a los valores. Los valores van perdiendo su fuerza de atracción, puesto que el sujeto sale de su campo. Se debilitan respectivamente la fuerza del valor y la voluntad del individuo de ir hacia él, de realizarlo. Hay pues una doble pérdida.

Los valores implican inevitablemente la vivencia de la distancia entre el ser y el deber ser. La ausencia de esta vivencia es la causa de la absorción del hedonista en una única dimensión temporal: la del instante presente. Y es que la instantaneidad es una característica de nuestra época. Uno de los recursos más extendidos de la publicidad consiste en ofrecer al consumidor un disfrute instantáneo del producto en cuestión, bien se trate de un café, de un viaje de placer o incluso de una propiedad inmobiliaria: ¡disfrútalo ya, y págalo luego!

El hedonista es pues un solipsista del momento presente. Niega la dimensión vectorial del tiempo: el pasado y el futuro se tornan simétricos al presente. No es extraño. Al fin y al cabo, la pasión no conoce un antes y un después. Claro que este desconocimiento recuerda la estrategia del avestruz: renunciar a pensar. Ya Epicuro (342 270 antes de Cristo),  iniciador de la escuela hedonista  hubo de enfrentarse a esta maniobra… que, por cierto, arruina ab initio cualquier teoría ética (incluso la hedonista). Su intento de solución fue, curiosamente, una propuesta ascética: cuanto más reducido sea el horizonte de expectativas, más probabilidad habrá de verlas satisfechas. El avestruz ha de sacar la cabeza del agujero: Epicuro hace intervenir el cálculo en medio de las experiencias placenteras. Al final, para minimizar el riesgo, el sosiego sin dolor es lo que importa. El sabio epicúreo se convierte en un sabio estoico8. Una vez más, nos topamos con una contradicción: para asegurar el logro de placer, hay que limitar nuestra ansia del mismo.

La fenomenología de nuestra conciencia cotidiana del tiempo contesta la concepción de lo temporal que esgrime el hedonista. En efecto, no es sólo que para nosotros el presente integra pasado y futuro. Es que la vivencia del presente resulta muy distinta, si sentimos que va bien o mal. Anticipamos, de manera inevitable, el futuro. Sólo lo contrario del “vacío existencial”, es decir, el gozo de una plenitud pregustada y no el placer por sí mismo, evita que la anticipación del futuro engendre temor.

La instantaneidad conlleva una pérdida de la narratividad, del proceso que entraña la renuncia de unos objetivos inmediatos para alcanzar otros de mayor realización humana. Es decir, supone una pérdida de sentido. No podía ser de otro modo: como ha puesto de relieve la filosofía hermenéutica contemporánea9, la identidad personal diacrónica es ininteligible al margen de una narración. Sólo ella permite integrar la variabilidad y la complejidad de la existencia humana sin impedirnos hablar de identidad. Y es que la persona es también los diferentes papeles que desempeña en los ámbitos (familiar, profesional, lúdico…) en que se desenvuelve. Sin una narración, no habría hilo conductor que enhebrara los hechos de una vida tan rica como es la humana. No habría sentido, y los hechos en cuestión no alcanzarían la categoría de acontecimientos que integran la vida de una persona. Pero entonces no podríamos hablar de historia. Acertadamente observa Viktor Frankl cómo
“el hecho de que el hombre normal y corriente necesite de algo como el cine o el teatro demuestra cuán cargado de sentido se halla lo histórico”10

Al espectador interesa tanto o quizás más que el tema, el desarrollo de la trama o argumento, o sea, su despliegue en el espacio y en el tiempo.

En suma, el problema del hedonismo es de metafísica del tiempo11. El sujeto queda atrapado en una experiencia circular del tiempo, perdiendo esa experiencia de la direccionalidad que tiene quien está orientado a un valor.

La persona queda “hiperflexionada” sobre sí misma, con la consecuente distensión noodinámica12. Y busca en el placer y en realidades espaciales la seguridad axiológica que no encuentra ahora. La fijación en lo espacial degenera en una primacía del tener sobre el ser, de la posesión de algo o alguien frente a la relación con algo o alguien. Se aleja así sin saberlo de la auténtica condición humana, cuya dimensión principal es la del ser o existir que fluye en el tiempo13.

Por otro lado, la distensión noodinámica acarrea como consecuencia la necesidad de contrapeso, “creando” una tensión, esta vez, artificial: ello explica la profusión en nuestras sociedades de conductas como los episodios de violencia juvenil o de actividades de un riesgo tan elevado como innecesario, etc.

Como la logoterapia ha defendido, la rehumanización de la psicoterapia depende del reconocimiento de una antropología adecuada, no reduccionista, es decir, que no soslaye ninguna de las tres dimensiones (espiritual, psíquica y física) que configuran el complejo fenómeno humano. El resultado terapéutico habrá de ser la recuperación paso a paso en el paciente de aquel campo polar de tensión antes aludido. La intervención logoterapéutica es justamente una ayuda en el esclarecimiento de los valores que el sujeto en cuestión debe realizar.

Contrariamente a los postulados hedonistas,
“el hombre puede fijarse una tarea por sí mismo y no para resolver sus tensiones internas, puede realizar esa tarea porque la considera justa e importante y no porque le permita satisfacer sus deseos o disminuir el peso de sus aspiraciones sociales. La logoterapia sustituye la fórmula nihilista de que el hombre es sólo (un animal más evolucionado, un producto del azar…) por la fórmula positiva de que el hombre es mucho más que”.14

Por otro lado, el sujeto que se deja llevar por la “lógica” del hedonismo, experimenta una amarga soledad, de la que intentará huir buscando nuevamente placer. Con lo que se cierra el círculo vicioso en que se ha convertido la vida del sujeto en cuestión. Sus relaciones personales son pseudo solidarias. No le interesa del otro nada que pueda amenazar su búsqueda unilateral de placer.

Este escenario interpersonal cabe dentro de la categoría de existencia inauténtica  sugestivamente descrita por Kierkegaard, Heidegger y Jaspers. Es el espacio de la experimentación. A él se opondría la relación recíproca15 que sólo ocurre en el “puente antropológico”, es decir, en el espacio auténticamente personal que hay entre (zwischen)16 el yo y el tú.

III.

En la dimensión psicológica, la consecuencia es que el sujeto hedonista se encuentra en una situación de grave riesgo. O está ya sumido en el “vacío existencial” o se apresura por la pendiente que conduce a él.

Para la logoterapia está contraindicada la persecución (confesada o inconfesada) del placer como objetivo prioritario de la vida. En efecto: las páginas que Viktor Frankl ha dedicado a este asunto ponen de manifiesto que la hiperintención en la búsqueda del placer lo bloquea. Ilustran este hecho los abundantes casos clínicos de frustración en la relación sexual recogidos por el psiquiatra vienés. Convertida en objetivo primario de la conducta, la búsqueda de satisfacción del deseo de placer, lejos de producir  como podría esperarse según un esquema homeostático  un sujeto satisfecho, puede dar lugar a una impotencia sexual o producir más bien un sujeto insaciable y ávido de placer (o de agresividad). Refiriéndose a esto, Frankl habla de inflación sexual. En su relación sexual, el sujeto hedonista necesitará que su compañero/a sea cada vez más un medio, un objeto de su satisfacción. Es decir, la actitud hedónica constituye una cosificación y por tanto una manipulación del otro que deshumaniza a ambos y es causa de frustración existencial. Por ello, la relación sexual en que se implica el hedonista fácilmente se sume en el anonimato, tiende a ser descomprometida…y queda al final desprovista de su carácter personal y de la conciencia responsable de las consecuencias que se derivan de todo acto humano.

Como apunta E. Lukas, cuando falta la relación personal y el acto sexual se utiliza per se como fuente de placer, entonces la relación sexual queda privada de la estructura de sentido que no es otra sino ser una función expresiva de la relación amorosa:
“es cierto que emocionalmente sigue resultando agradable o excitante; pero, desde el punto de vista espiritual, aparece más o menos como una acción vacía y, una vez que ha disminuido la sensación agradable (…) queda la sensación de vacío”.17

En el individuo que ha hecho del hedonismo su estilo de vida aparece disociada la pulsión sexual respecto a la auténtica relación amorosa, gracias a la cual aprehendemos al otro en su irrepetible individualidad. Eso es lo que hace del otro un “tú”, frente al compañero más o menos anónimo  alter ego de la relación meramente instintiva o pulsional. Sin embargo, amor y pulsión sexual quedan conciliados en una adecuada concepción antropológica de la relación entre varón y mujer. El impulso sexual es un medio de expresión del amor y la capacidad de amar es el vehículo de la maduración de las pulsiones, al imprimirles una dirección.

Por eso, más que de conciliación entre amor y pulsión sexual, hemos de hablar de integración de la última (dimensión psicofísica de la persona) por parte del amor (dimensión espiritual de la persona). Y es que sólo una ordenación semejante de las diferentes dimensiones de la persona humana consigue explicar al hombre qué es el hombre.

Al respecto dice V. Frankl:
“cuanto menos cree una persona en la posibilidad de ver realizado su deseo de amor, más necesitará la mayor satisfacción posible de sus pulsiones. Lo tragicómico de todo esto o, si debo llamarlo así, lo satírico es que la persona en cuestión adopta la postura de un héroe”.18

La técnica logoterapéutica de la derreflexión19 liberará al sujeto del objetivo hedónico. Al propiciar la adecuada inmersión del hombre en el mundo, el sujeto quedará liberado de su ceguera ante los valores. Podrá orientarse a una meta propia de la condición humana, a saber, la auténtica relación amorosa dotada de plenitud de sentido. Sólo entonces obtendrá el placer correspondiente a la experiencia en que se encuentre involucrado. De este modo, el sujeto ensancha su vivencia de las relaciones humanas, hasta el punto de recuperar la primigenia exclamación antropológica: “¡Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!” (Génesis, 2, 23a).

En conclusión: urge una pedagogía del “por qué”, atenta por consiguiente a la realidad del sentido. Asimismo esta pedagogía depende de un “para quién”: ha de servir a una auténtica imago hominis. Sólo así se fortalecerá esa personalidad débil que es la hedonista.

José Ignacio PRATS es pedagogo y Eduardo ORTIZ es Doctor en Filosofía.

NOTAS

1 Los días 10, 11 y 12 de Septiembre de 1999, en Martutene Donostia (Gipuzkoa) bajo el tema: “Metodología del abordaje logoterapéutico”.

2 “Hedonismo” procede del vocablo griego ????? placer.

3 En el diálogo de Platón que ha llegado a nosotros con el título de “Protágoras”.

4 Max Scheler (1941), tomo I, p. 67.

5 La logoterapia estima como “lo humanissimum la autotrascendencia radical y en especial su aspecto teórico motivacional, es decir, la orientación fundamental del hombre hacia el sentido” (Frankl (1990), p. 265).

6 Según Frankl ((1992), p. 72 77), el hedonismo tiene la nefasta consecuencia de nivelar toda posible finalidad humana, toda intencionalidad y toda emoción moral. Nuestra experiencia cotidiana habla sin embargo a favor de una vida psicológica más diferenciada y rica de lo que el hedonismo, de ser cierto, supondría.

7 Frankl (1996): “Denn Lust ist das Ergebnis von Sinnerfüllung” (p.45).

8 Más allá de las reivindicaciones contemporáneas de Epicuro y su escuela (el Jardín), nadie esconde hoy las dificultades que tuvo esta escuela de filosofía moral para conciliar la complejidad de los elementos (sensibles, racionales, hasta místicos) que integran su doctrina. Cfr. Por ejemplo, Manuel Fernández Galiano, “Epicuro y su Jardín”, en V.Camps (ed) (1988), vol. I, p. 248 281; sobre todo p.271, 278.

9 A. MacIntyre (1987), cap. 15; P. Ricoeur (1990), cap. 6.

10 Frankl (1992), p. 120.

11 Como afirmó el profesor Acevedo en las III Jornadas Encuentro de la A.E.S.L.O. Cfr. G. Acevedo (1998), p. 39.

12 Opuesto al de “homeostasis”, el término “noodinámica” designa el campo polar de tensión que existe entre el hombre y el sentido por el que es requerido y que está llamado a realizar. Apunta por tanto a esa dualidad entre ser y deber ser, que es propia de la existencia humana (Frankl (1992), p. 17; Frankl (1998), p. 148)

13 “nuestra alienación contemporánea no es más que consecuencia de la idolatría espacializante. Espacio es tema relativo al verbo “tener” y al verbo “poder” (…). Nos engañamos con espacio. Auténticamente vivimos en el tiempo. El tiempo no se adquiere, no se compra, no se conserva. Se da, fluye, va y viene. En el tiempo no hay status posible” ( J. Barylko (1977), p. 253); “somos rehenes de esta cultura que exalta y adora lo exterior y lo urgente (…). Se intenta disimular el cuerpo en tanto “tiempo”. El tiempo transcurrido se convierte en un disvalor y lo nuevo, en el único valor” (G. Acevedo (1998), p. 32 33)

14 E.Lukas (1983), p. 52.

15 M.Buber (1993), p. 21.

16 Es el término que utiliza M.Buber en su famosa obra de 1938, “Was ist der Mensch?”

17 E. Lukas (1983b), p. 99.

18 Frankl (1992b), p. 96. A la literatura española debemos algunas de las descripciones más magistrales del personaje de Don Juan, que ilustra bien a las claras ese prototipo de seductor, libertino y mujeriego.

19 Como es sabido, la capacidad de autotrascendencia es la condición humana necesaria para la posibilidad de semejante técnica.

BIBLIOGRAFIA CITADA

  G. Acevedo (1998), La búsqueda de sentido y su efecto terapéutico, Buenos Aires: Fundación Argentina de Logoterapia “Viktor Frankl”.
  J. Barylko (1977), Introducción al judaísmo, Fleischman & Fischbein eds.: Buenos Aires.
  M.Buber (1993), Yo y Tú, trad. C.Díaz, Madrid: Caparrós Editores.
  V.Camps (ed.) (1988), Historia de la ética, vol. I., Barcelona: Grijalbo.
  V. Frankl (1990), Logoterapia y Análisis Existencial. Textos de cinco décadas, trad. J.A. de Prado Díez, R.Wenzel e I.Arias, Barcelona: Herder.
  V.Frankl (1992), Psicoanálisis y Existencialismo, trad. C.Silva y J.Mendoza. F.C.E.: México.
  V. Frankl (1992b), La psicoterapia al alcance de todos, trad. Diorki, Barcelona: Herder.
  V. Frankl (1996), Sinn als antropologische Kategorie /Meaning as an anthropological category. Ed. Bilingüe, trad. J.M. DuBois, Heidelberg: Universitätsverlag C.Winter.
  V. Frankl (1998), El hombre en busca del sentido, trad. Diorki, Barcelona: Herder.
  E. Lukas (1983), Tu vida tiene sentido. Logoterapia y salud mental, trad. Eloy Rodríguez Navarro, Madrid: Ediciones S.M.
  E. Lukas (1983b), Tu familia necesita sentido. Aportaciones de la logoterapia, trad. Eloy Rodríguez Navarro, Madrid: Ediciones S.M.
  A.MacIntyre (1987), Tras la virtud, trad. A.Valcárcel, Barcelona: Grijalbo.
  P.Ricoeur (1990), Soi même comme un autre, Paris: Éditions du Seuil.
  M. Scheler (1941), Etica. Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético, vol.I, trad H. Rodríguez San, Revista de Occidente: Madrid.

GRUPO DE MADRES Y PADRES DE DROGODEPENDIENTES.

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Ozcáriz Arraiza, A.M. (2000). Grupo de madres y padres de drogodependientes. Una experiencia de búsqueda de sentido. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (4), 33-41.

GRUPO DE MADRES Y PADRES DE DROGODEPENDIENTES.
UNA EXPERIENCIA DE BÚSQUEDA DE SENTIDO.

Ana María OZCÁRIZ ARRAIZA

INTRODUCCIÓN

El trabajo que voy a presentar lo desarrollo cotidianamente en la sede que tiene FERMAD (Federación de Asociaciones de asistencia al drogodependiente y su familia) en pleno centro de Madrid, muy cerca de la Plaza Mayor. Allí recibimos, mis compañeros y yo, a más de cuatrocientas familias cada año con problemas relacionados con las drogas. La población a la que atendemos es muy variada, tienen diverso nivel socio-cultural, poseen diferente estructuración familiar, desigual forma de educar y una historia que les hace únicos. La mayoría de ellos acuden al centro porque quieren saber cómo abordar los problemas que tienen con sus hijos, aunque también atendemos a parejas, hermanos, etc. Uno de los pocos puntos en común de todos ellos, es que no han perdido el interés de ayudar a sus familiares a salir del infierno de la drogodependencia. Cada caso es diagnosticado de forma individual y, en la medida en que no se considera contraproducente, la familia es invitada a participar en uno de los grupos que se realizan en la sede y que vienen diferenciados en función del estadio en que se encuentra la familia en el proceso de la drogodependencia.

En el presente artículo voy a abordar la experiencia de un grupo de familias que llevan años de lucha para ayudar a su hijo/a a salir del mundo de la drogodependencia. Los casos son reales, pero cambiaré los nombres, por respeto a la confidencialidad obligada para el buen funcionamiento del grupo.

El grupo está configurado por nueve familias, de las que vienen siete madres y sólo en dos casos la pareja de padre y madre. El grupo se reúne una vez por semana, durante dos horas y en ese tiempo se revisa la situación del hijo/a, cómo están ellos y las decisiones que tienen que tomar.

PRESENTACIÓN DE LOS COMPONENTES DEL GRUPO

Lola y Luis tienen dos hijos, el mayor es consumidor de heroína desde hace más de diez años. En este tiempo el hijo ha salido y entrado de casa de sus padres en varias ocasiones. La última vez, porque los padres decidieron no continuar tomando parte del proceso autodestructivo del hijo y optaron por ponerle unos límites con respecto a su consumo y comportamiento muy claros y contundentes. Él decidió marcharse de su casa. Tras unos meses de vivir en la calle, regresa porque tiene pendiente un ingreso en la cárcel por un delito de robo. Tras este tiempo de nuevo en casa de sus padres, en el que su comportamiento fue ejemplar, ingresó en la cárcel, donde tiene que cumplir una condena de tres años. El hijo pequeño, tras haber sufrido todo el problema del hermano, ha comenzado a beber más de la cuenta y a consumir cocaína.. El matrimonio está muy unido frente al problema, aunque ella parece ?llevar la voz cantante?. En este momento, Lola se enfrenta a la muerte repentina de su padre y a una biopsia de higado, porque el tratamiento que sigue no le está haciendo efecto y es probable que tenga que acudir a quimioterapia o esperar a un transplante.

Elvira y Carlos: Elvira se quedó viuda muy joven con tres hijos a su cargo. Trabajó muchísimo para sacarlos adelante. “Tenía que ser muy fuerte. Debía ser padre y madre y estaba muy orgullosa de poderlo hacer”. Puso un bar a sus hijos y éstos lo llevaron a la ruina. Los tres son consumidores, fundamentalmente de hachis y cocaína, pero de los tres, ha sido el pequeño el que más ha acusado el consumo. Acaba de realizar un tratamiento libre de drogas en una Comunidad Terapéutica, pero no ha acabado el proceso de Reinserción. Carlos se casó con Elvira, cuando los hijos ya estaban terminando la adolescencia. Es muy recto y perfeccionista, pero ha sido un apoyo fundamental para Elvira. Él desde fuera lo ve todo muy claro y le cuesta aceptar, en muchos momentos, que su mujer necesite tiempo para poder ir tomando decisiones drásticas.

Laura: Tiene dos hijos, chico y chica. El chico es heroinómano, lleva años entre consumos, tratamientos y recaídas. En el fondo no se reconoce como drogodependiente porque no se pincha, y siempre culpa a otros factores (la novia, la familia, etc.) de sus consumos. En cuanto realiza una desintoxicación considera que ya es suficiente y que lo que necesita es buscar trabajo y normalizar su vida. Es padre de un hijo de 11 años que vive con la madre y al que ve con cierta regularidad en visitas de fin de semana, cumpliendo sus responsabilidad de pago de pensión. El vive ahora con su novia, de la que reconoce no estar enamorado, pero que es la única que tolera sus repetidas recaídas. Laura vive con su marido, el cual tiene problemas de alcohol. Ella no soporta la vida con su marido, pero no quiere separarse porque no dispone de recursos económicos propios. Ha conseguido pactar unos mínimos con el marido para que la vida no se haga insoportable. Con quien está muy bien, es con su hija, que se ha convertido en su gran apoyo.

Eva: Tiene un hijo heroinómano. Llevan años con el problema y el hijo ha realizado diversos tratamientos. Ahora está con metadona, pero, salvo tomarla, no está haciendo nada más (ni trabaja, ni estudia…) además consume otras drogas, como la cocaína, en cuanto puede. La convivencia con los padres es muy mala. Los padres pusieron en una ocasión un límite claro al hijo, que le supuso estar unos meses en la calle. Durante este periodo lo pasaron tan mal y el hijo se deterioró tanto, que la culpa les ha paralizado durante mucho tiempo. En este momento, Eva sabe que tiene que dar un giro a la situación, pero la cercanía de las fiestas navideñas le hace posponer cualquier decisión. El marido está muy cansado de la situación con el hijo y ha delegado en la madre su responsabilidad.

Luisa: Tiene dos hijos. El hijo, tras varios intentos de rehabilitación por consumo de heroína, acaba de terminar un tratamiento libre de drogas y daba la sensación de haber zanjado el problema. Habían sido dos años de tratamiento y la situación era envidiable: el hijo tenía trabajo, había roto con su novia consumidora, estaba encantador… Acaba de recaer y Luisa no tiene fuerzas ni para acudir al grupo. Las noticias las tenemos a través de otro miembro del grupo.

Rosa: Tiene dos hijos. El chico es politoxicómano. Ha realizado varios tratamientos de rehabilitación y multitud de desintoxicaciones. Deja la heroína en la medida en que se controla con la naltrexona, pero entonces inicia el consumo de cocaína. Es muy buen trabajador y Rosa quiere creer que, en la medida en que mantenga el trabajo, el problema estará controlado. Amenaza constantemente al hijo con echarle a la calle si no realiza un tratamiento plenamente convencido, ya que, hasta ahora, las veces en que ha accedido a ir ha sido avisando de que no le iba a servir para nada. Sin embargo, tiene tanto miedo a verle en la calle que su hijo sabe que no va a pasar a la acción. Al padre le ha costado muchísimo reconocer el problema del hijo; tal es así, que al principio acusaba a su mujer de estarse inventando el problema. La relación entre ambos se ha ido deteriorando progresivamente a raíz del problema con el hijo y en este momento están muy distanciados. Rosa reconoce sus errores, pero es tal el miedo que tiene que persiste en ellos. Su gran apoyo es su hija, con quien se desahoga y pasa buenos ratos.

Milagros: Es viuda y tiene varios hijos. Su hija es heroinómana y actualmente está en tratamiento, con buenas perspectivas de exito. Tiene a su cargo una nieta, hija a su vez, de la que está en tratamiento. Milagros no ha tenido relación con su hija. Cada vez que ésta estaba mal desaparecía sin dar señales de vida. Ha pasado mucho en esta vida y tiene dificultades para creer que la vida puede ser diferente.

Elena: Está divorciada. El marido tenía problemas de alcohol. Tiene dos hijos. El chico es heroinómano y continuamente está intercalando tratamientos y recaídas. Ha estado en prisión preventiva y ahora está esperando que salga el juicio que tiene pendiente. La madre cree que ya ha hecho todo lo que está en su mano, por lo que se ha retirado por completo y permite que él haga lo que le parezca con tal de que no le moleste mucho. Espera que el destino solucione el tema de su hijo, bien sea en forma de juez o, incluso, de una sobredosis. La hija está casada y tiene dos hijos, manteniendo muy buena relación con ella. El padre de Elena, pasa temporadas con ella. Lo vive como una carga muy pesada, porque, según ella, su padre sólo piensa en él mismo y no le importa que ella sea feliz.

Sonia: Su marido está enfermo y se va a prejubilar en pocas semanas. Tiene un hijo drogodependiente (heroína) que actualmente está en proceso de reinserción. Éste proceso lo realiza en un piso, puesto que la madre ha dejado claro que no está dispuesta a tolerar que su hijo se siente en el sofá y no haga nada. Según ella, el tipo de vida que quiere su hijo es sin responsabilidad en un trabajo; desea una vida bohemia, tocando música en la calle. Los ratos en los que está con su hijo, está bien. Pero todavía cree que hay mucho por hacer.

Ésta es, a grandes rasgos, la presentación de las personas que configuran el grupo. Se que la aproximación que he realizado es muy somera, no pretendo que se les conozca a fondo, sino que nos permita entender, aunque sea de lejos, los problemas a los que se enfrentan cada día.

LA DROGODEPENDENCIA Y LA CULPA

El proceso de la familia es largo y doloroso. La primera pregunta que se han hecho todas las personas que vienen al grupo y que se siguen realizando de forma recurrente es: “¿Qué he hecho tan mal para que mi hijo/a se haya drogado?”. “LA CULPA” es el primer sentimiento al que nos tenemos que enfrentar. Y es lógico que aparezca, pero es necesario superarla para poder avanzar. La culpa paraliza en la medida en que no se le da una respuesta adecuada.

Lo primero que analizamos es de donde surge ese sentimiento. En el caso de Rosa, “la culpa” surgió por el comentario que había oído hacer ,de que detrás de un problema de drogodependencia siempre hay un problema familiar. Pero cuando hace estos comentarios, da la sensación de que, en el fondo, no se siente culpable, lo único que busca es que de fuera le ratifiquen que ella no ha tenido nada que ver en que la situación esté así de mal. De hecho, su gran dificultad para ser coherente en su discurso con el hijo, entre otras razones, es el miedo que tiene a que este se vaya de casa, se agudice el consumo y, por lo tanto, sentirse culpable de verdad. En el caso de Elvira, sin embargo, tras un largo proceso, reconoce que al principio no se sentía culpable “hice todo lo que estaba en mi mano para que no les faltara de nada, pero ahora si de algo me siento culpable es precisamente de haberles dado todo. No saben vivir sin mi”.

El trabajo de la culpa que realizo en el grupo, está basada en el trato que se da a la culpa desde la logoterapia. Primero considero la existencia de la culpa como resultado del ejercicio de la libertad de cada uno y de la responsabilidad que de nuestras decisiones y actuaciones tenemos los seres humanos. Por lo tanto, en ningún momento intento minimizar la culpa, sino que, en la medida en que existe una culpa real, movilizo a la persona para que la repare en el aquí y el ahora, responsabilizándose de tomar aquellas decisiones que retrasa fundamentalmente por miedo o por comodidad, entre otras razones. En el caso de Elvira, la forma de superar la culpa de “haberle dado todo”, la está reparando dejando actualmente que su hijo se vaya de su lado e intente llevar una vida independiente, a pesar del miedo y el dolor que esa decisión le produce, porque la convivencia con él en este momento es maravillosa. Rosa, que evita sentirse culpable a toda costa, está “no” tomando las decisiones adecuadas, lo que le está haciendo, en parte, responsable de la continuidad del consumo de su hijo. Paradójicamente está consiguiendo lo que teme, tener realmente culpa por lo que a ella le corresponde, porque no podemos olvidar que el máximo responsable de un problema de consumo de drogas, es el propio consumidor. La labor que el grupo está realizando con Rosa, es hacerle de espejo para que se de cuenta de lo que está haciendo.

LA DROGODEPENDENCIA Y EL DESTINO

La queja sobre la mala fortuna, es otro de los temas comunes a todos los participantes del grupo. Curiosamente pasamos del tema de la culpa, por considerarse responsables de la drogodependencia de los hijos, al tema del destino. La culpa ya no está dentro de la familia, se sitúa fuera. En este tema, los argumentos que se utilizan son: la drogodependencia no ha sido una decisión, sino que es una enfermedad, “que nos ha tocado” y los hijos y las familias en este contexto son victimas. No hay decisionalidad, “no lo pueden dejar”, ni por lo tanto responsabilidad, pero tampoco esperanza.

Todas las familias pasan en algún momento por esta fase. El proceso es muy largo y la desesperanza aparece en muchas ocasiones, pero la fuerza grupal es fundamental para superarla y recuperar la esperanza de nuevo. Ahora bien, no siempre es suficiente. Así tenemos el caso de Elena. Tras el último fracaso de su hijo, se aferró a este pensamiento, “Es un enfermo que no lo puede dejar, salvo que le obliguen. Y yo no lo puedo hacer”. En este momento está esperando a que salga el juicio de su hijo y que, de esa forma, se acabe el problema. En este caso, la frialdad que muestra está agudizada por un problema de reconocimiento y expresión de sentimientos muy importante. El grupo se rebela ante el caso de Elena. No puede aceptar que alguien tire la toalla de semejante forma, aunque admite que haya periodos en los que los diferentes miembros del grupo, bajen la guardia, se desesperen e incluso se desliguen como parte del propio proceso. Confían en que más pronto que tarde, Elena reunirá las fuerzas suficientes para encarar de nuevo el problema, con otras energías. “¡Quizás cuando mejore su situación laboral, o cuando no tenga que cuidar también del padre, o cuando vea a su hijo en una posición más humilde o de mayor necesidad”. De alguna forma, el grupo sabe que la afirmación de Elena de que “no lo puede dejar” es una justificación que le permite desligarse un tiempo de cumplir con su responsabilidad, pero no la critican, la comprenden e, incluso, sienten lástima de su falta de energía para continuar luchando contra la drogodependencia de su hijo. Ahora bien, no por ello, dejan de llamarla, preguntarla e interesarse por cómo van las cosas y de animarla a que vuelva a empezar.

ASUMIR LA RESPONSABILIDAD FRENTE AL DESTINO

Asumir la responsabilidad frente al destino es la gran tarea que tiene que asumir la familia, porque la drogodependencia de los hijos forma parte del destino de los padres. La esfera de libertad de la familia queda condicionada por el problema de la droga, pero, aunque a priori de la sensación de que el espacio decisional queda muy reducido, siempre hay posibilidades de actuación. Lola y Luis tienen, como decía en la presentación, a su hijo en la cárcel. Para los padres suele ser lo peor que puede pasar tras conocer el problema de la droga. Éste y, lógicamente, el Sida. Si cuando están en casa parece que poco puede hacer la familia para ayudar a que lo dejen, ¿qué hacer si está en la cárcel? Pues, aunque parezca mentira, todavía se puede hacer mucho. Lola y Luis lo están descubriendo cada día, eso sí, con mucho dolor. El relato de su primera visita a la cárcel es desgarrador, y admirable cómo van superando día a día, visita tras visita, el entorno, para concentrarse en lo más importante, el encuentro con su hijo. En estos encuentros le animan para realizar un tratamiento dentro de la cárcel. Le dan su apoyo, su cariño, pero le siguen poniendo límites claros a su relación. “No estamos dispuestos a favorecer que continúes el consumo de droga dentro de la cárcel”, así que controlan el dinero que le ingresan en prisión y premian o castigan su comportamiento con las visitas, etc. Lola nos relata en muchas ocasiones, cómo se mantiene en su sitio cuando está con él, cómo mide lo que le tiene que decir y cómo controla el dolor que le produce todo lo que le está pasando. “Cuando salgo después de un encuentro difícil, no puedo parar de llorar en varias horas. Luis me dice que no me va a dejar venir como llore tanto, pero yo le digo que necesito desahogarme, que no se preocupe que ya se me pasará”.

DAR UN SENTIDO AL SUFRIMIENTO

A pesar de todos estos malos momento, la esperanza es lo que une al grupo. Porque aunque sea un grupo en el que se trabaja diariamente con el dolor, no buscamos evitarlo, sino lograr que este dolor tenga sentido. El sentido de estas familias es hacer todo lo que está en su mano para conseguir que sus hijos dejen la droga y puedan llevar una vida “normal”, lo más felices posible. El sentido está en el propio intento, no en conseguir la meta, puesto que ésta no siempre se alcanza. La búsqueda del sentido del dolor lo vamos a realizar a través de la apelación a las distintas clases de valores. En primer lugar, estamos incidiendo en valores creativos y de experiencia. Pedimos que las familias hagan aquello que está en su mano; por un lado, realizar un acercamiento lo más próximo al hijo, hablar con él, mostrarle su amor, su deseo de ayudarle, etc., por otro marcar límites, controlar los comportamientos, premiar, castigar, etc. Es decir, estamos indicando a las familias que realicen un difícil juego de estar cercanos y marcar distancias al mismo tiempo. El mayor argumento es, por tanto, “lo hacemos porque te amamos, aunque eso suponga tomar decisiones que sabemos te van a hacer sufrir, pero que suponen mantener una coherencia en nuestro comportamiento en contra de tu autodestrucción”.

Es una frase conocida para muchas familias aquella que habitualmente utilizamos los profesionales, de que para salir de la droga suele ser necesario dejar que toquen fondo. Durante mucho tiempo las drogas presentan su cara más placentera, sin ofrecer ninguna consecuencia negativa, por lo que en los comienzos, suele ser corriente que la familia desconozca hasta su consumo. Incluso, cuando este se hace evidente, todos los intentos de las familias por evitar que se continúe suelen ser recibidas por los hijos como invasiones, ataques de los padres, respuestas exageradas, etc. Será necesario que comiencen a aparecer las consecuencias negativas del consumo para que los jóvenes comiencen a decidirse por el abandono del mismo. Ahora bien, como sabemos, ni siquiera empezar a sufrir por el consumo, suele ser motivo suficiente para muchos jóvenes. Porque todavía los efectos positivos, placenteros del consumo, superan a los negativos. Será necesario esperar a que las consecuencias negativas, hagan que el sujeto toque fondo, pero, ni siquiera en estos casos, tenemos la garantía del éxito.

El papel de la familia en muchos casos, y tras haber agotado todas las posibilidades a su alcance, se reduce a esperar el momento propicio en que el hijo esté receptivo para aceptar la ayuda que se le ofrece. Es el caso de Laura. Día a día ve cómo su hijo repite el proceso de iniciar el consumo, ir perdiendo el trabajo, consumir más, llegar a un punto en que está muy mal, acudir a una desintoxicación, abandonar el tratamiento en cuanto encuentra un trabajo y vuelta a empezar. Hace tiempo que le dijo que no podía continuar así y que la ayuda que le ofrecía era estar en su casa siempre y cuando se decidiera a realizar un tratamiento completo. Él ha optado por continuar con su dinámica, por lo que está viviendo con una chica a la que no quiere, pero que le tolera sus sucesivas recaídas. Laura siente profundamente la acomodación de su hijo a este proceso, pero es consciente de que, por el momento, no puede hacer nada, salvo esperar. El dolor de ver a tu hijo, ir decayendo poco a poco y no poder hacer nada, porque ni siquiera está en tu casa, es muy profundo. El trabajo de poner límites, luchar con los hijos, puede ser muy doloroso pero, al menos, se tiene la gratificación de estar siendo activo; la espera pasiva, si no se tiene la fuerza suficiente para dedicarse a otras tareas u objetivos, corre el riesgo de convertirse en depresión.

Son muchos más los temas que se abordan en el grupo y muy rica la experiencia que estas familias me ofrecen semana tras semana. Simplemente he realizado una aproximación a algunos aspectos básicos del trabajo que realizo con las familias, tomando de referencia a uno de los grupos que dirijo.

Ana María OZCÁRIZ ARRAIZA es psicóloga, psicoterapeuta y Presidenta de la Asociación Española de Logoterapia.

LA LOGOTERAPIA Y LA PREVENCIÓN DE LAS DROGODEPENDENCIAS

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Oscáriz Arraiza, A.M. (1998). La logoterapia y la prevención de las drogodependencias. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (2), 81-89.

LA LOGOTERAPIA Y
LA PREVENCIÓN DE LAS DROGODEPENDENCIAS

Ana María OZCÁRIZ ARRAIZA

La prevención de las drogodependencias: Sobre la oferta y sobre la demanda

Hablar de prevención supone referirse a un basto campo que abarca al individuo, al colectivo en el que está inserto, a las instituciones y a la sociedad en general. Al principio hablar de “prevenir”, era prácticamente sinónimo de “acabar con” el tráfico ilegal de drogas. La prevención estaba prácticamente en manos de políticos, policías y jueces, que eran los encargados de controlar que la droga no llegara a manos de los jóvenes. De esta forma y si el control fuese eficaz acabaríamos con la drogadicción, las muertes por sobredosis, la delincuencia y, lógicamente, con el negocio multimillonario de un grupo de personas sin escrúpulos.

Sin embargo, esto no es así. Independientemente de los comentarios fáciles sobre que al gobierno no le interesa acabar con un negocio fructífero para algunos, poco a poco nos hemos tenido que rendir a la idea de que el Estado no puede acabar con la oferta; como mucho puede controlarla o reducirla. Esta realidad nos ha llevado a centrarnos en la demanda como objeto susceptible de un abordaje preventivo. Las instituciones judiciales y policiales han cedido, de esta forma, una gran parte de su protagonismo a las instituciones sanitarias y educativas. ¿Por qué existe demanda a pesar de la información sobre los riesgos que acarrea a todos los niveles? Y a raíz de esto, ¿qué podemos hacer para reducir la demanda?.

Este nuevo enfoque supone volvernos hacia el individuo y/o grupos de individuos para intentar comprender lo que mueve la demanda y a partir de ahí elaborar planes de acción preventivos. Hemos de reconocer que hasta el momento se han dado bastantes palos de ciego, improvisando programas (sobre todo al principio) y elaborando o importando otros que no terminan de conseguir el objetivo final deseado. Es posible que alguna persona se sienta ofendida con mis palabras puesto que no es cierto que todo lo que se está haciendo en prevención esté siendo un fracaso; y tiene razón por protestar. Se han dado pasos importantes, hay más información, hay grupos concretos con los que se está trabajando muy bien, hay profesionales muy cualificados, hay más experiencia, más recursos,… pero desgraciadamente tenemos que reconocer que los resultados obtenidos hasta el momento son poco esperanzadores si atendemos a las encuestas que reflejan cómo cada vez más jóvenes inician el consumo de sustancias, legales (como el alcohol y el tabaco) e ilegales (aunque estas hayan variado bastante en cuanto a sustancias y patrones de consumo). Entonces, ¿dónde radica el problema de este fracaso?.

No pretendo responder a esta pregunta en este artículo, desgraciadamente no tengo la respuesta, pero si voy a exponer algunas reflexiones que he realizado al respecto.

La prevención de la demanda: Un abordaje multidisciplinar

La prevención de las drogodependencias ha sido abordada desde distintas disciplinas y campos de actuación y cada uno de ellos ha dado su peculiar punto de vista sobre las posibles vías de intervención y prevención de las mismas. Veamos algunas de ellas.

La medicina estudia en el organismo las causas de sus enfermedades, y la drogodependencia para ella es una más. ¿Qué sustancias (neurotransmisores) intervienen en el cerebro para que éste necesite una droga determinada?, ¿qué genes están involucrados en el desarrollo de una drogodependencia concreta?… Estas y otras cuestiones parecidas podemos verlas continuamente en los periódicos, revistas y medios de comunicación en general. Se está buscando la clave, la llave médica que nos permita “curar” al hombre y librarle de su potencial predisposición para desarrollar una determinada dependencia (si hablamos del campo de la genética) y de la sustancia mágica que le “cure” de ella o al menos le “alivie” si ya la sufre.

Esta línea de investigación nos ofrece, por una parte, una visión esperanzadora: tarde o temprano encontrarán “el gen o el fármaco…” y estaremos libres de esta plaga. Pero, por otra parte y si lo pensamos bien, resulta muy inquietante: la drogodependencia dependería únicamente del organismo y esto libera a unos y condena a otros, sería como una lotería. La voluntad no sería un factor determinante y por lo tanto no entraría dentro de la esfera de libertad de elección del individuo. Sería algo predeterminado por el organismo.

Algunos de mis lectores supongo que dirán, “frente a los factores genéticos o hereditarios, el ambiente y las experiencias del propio individuo pueden modificar de alguna forma estos condicionantes; de modo que la genética condiciona pero no determina”. Yo, estaría totalmente de acuerdo con esta afirmación, ahora bien, si partimos de esta idea, las investigaciones de tipo médico tendrían que tenerlo en cuenta y esto ¿no supondría modificar algunas de las hipótesis de partida?, y ¿no condicionaría de alguna manera el análisis de los resultados? y, por supuesto, ¿su aplicación en la práctica?. Los avances médicos, en la medida en que no se absolutizan nos dan una información básica para un mejor abordaje del ser humano, pero en la medida en que se convierten en único referente pierden parte de su pretendida objetividad.

La Psicología, por su parte, va a incidir en el comportamiento, en los pensamientos y sentimientos que justifican ese tipo de actuación. Dependiendo de la corriente teórica en la que nos movamos se va a dar mayor protagonismo al aprendizaje temprano (primeros años de vida), a la influencia de la familia, los patrones de comportamiento aprendidos, las emociones reprimidas, los pensamientos irracionales… Desde estas perspectivas, la drogodependencia sería la consecuencia de un mal aprendizaje, de unas emociones reprimidas o mal manejadas, de unos patrones de pensamiento erróneos… Así, desde la práctica clínica, se puede abordar la prevención proponiendo un modelo de educación, de marco de desarrollo del individuo, que sea tan favorable que le permita desarrollar otras vías de adaptación y desarrollo en el medio alternativas al consumo abusivo de drogas. Campañas de prevención como “Di no a las drogas”, o “Nosotros no necesitamos drogas. Vivimos sin drogas”, “Alternativas de ocio,…” están focalizando la problemática de la drogodependencia en la temática adolescente (población diana de estas campañas), como una dificultad del joven para enfrentarse al grupo, buscar alternativas de ocio, definir su propio “yo”, etc.. Otra línea de trabajo preventivo, desde esta disciplina, es el dirigido a las familias (Escuelas de padres, etc.) que intentan enseñarles formas adecuadas de educar a los hijos: estructura familiar, roles, ideas sobre psicología evolutiva, equilibrio entre autoridad y permisividad, entre protección y autonomía… favorecer modelos adecuados de comportamiento, de expresión de emociones, de patrones de pensamiento… la comunicación, el desarrollo de la autoestima… Todos ellos son temas desarrollados en la prevención de drogodependencias.

Uno de los problemas a priori de esta forma de abordar la cuestión es similar al expuesto en el párrafo anterior respecto a la visión médica. Condicionados, seguramente, por su paradigma científico, seguimos entendiendo la drogodependencia como el resultado de un mal proceso de: aprendizaje, vivencia familiar, interiorización / exteriorización de emociones… Es decir, se hace excesivo hincapié en las deficiencias. Más adelante comentaré los problemas que genera esta visión.

La Pedagogía y los profesionales de la educación, por su parte, también han adquirido un fuerte protagonismo en la prevención en drogodependencias. La escuela debe ser una institución que además de enseñar (conocimientos) debe educar (favorecer el pleno desarrollo del individuo). Concretamente, en prevención, hemos visto como se pasaba de dar simples charlas informativas sobre lo malas que son las drogas, a trabajar en planes específicos amplios que abordan desde temas tan generales como los valores (tolerancia, responsabilidad,…) a otros tan concretos como las habilidades necesarias para decir no, el grupo de amigos, etc. De todas formas este cambio, de enseñanza a educación, a priori factible desde un punto de vista teórico, tiene grandes problemas de puesta en marcha día a día. La preparación de los profesores para este cambio, su reciclaje, la motivación para educar y no sólo enseñar, la difícil línea divisoria entre la responsabilidad de la escuela, la responsabilidad de la familia y las competencias de profesionales especializados… hacen muy difícil la consecución de éxitos en un sector amplio de la población.

No podemos olvidar que hay otras disciplinas que también tienen algo que decir en este difícil mundo de la prevención. Entre ellas y por sus grandes repercusiones, quiero hacer mención de la sociología y las relacionadas con los “mass media” (periodismo, publicidad…). En unos tiempos de cambios continuos y muy rápidos, la sociología intenta darnos una foto instantánea del momento en que nos encontramos, a fin de poder abrir, cerrar o modificar, recursos, planes, ideas… En el campo de la prevención de drogas nos resulta muy útil, porque nos tiene al día sobre los cambios de patrones de consumo (sustancias, vías…), de hábitos de la población consumidora, de las poblaciones de riesgo, nos informa sobre fracaso escolar, malos tratos, evolución de los valores, las ideologías…

Al mismo tiempo que nos informa, no podemos olvidar que también ayuda a modificar el propio objeto de su estudio. Por ejemplo, un joven podría consumir cannabis justificandose tras la lectura varios estudios sociológicos que indican que el 23% de los jóvenes con edades comprendidas entre 14 y 18 años lo consume (por lo tanto está bastante generalizado) y que los jóvenes no le dan mucha importancia a esta droga, asemejandola al alcohol y pensando incluso que tiene efectos más beneficiosos que éste. Además puede haber leído otra encuesta realizada entre especialistas que reconocen sus efectos terapéuticos. El ejemplo es muy simple, aunque usado habitualmente, según mi práctica de trabajo con familias. No podemos olvidar que las encuestas, los datos, generan opinión, modifican patrones de pensamiento y por lo tanto influyen en los cambios de comportamiento.

He unido la sociología con las disciplinas relacionadas con los “mass media”, porque en el siglo de la información, no cabe duda que internet, la TV, la radio… están influyendo poderosamente en estos cambios de pensamiento, comportamiento, etc. No voy a entrar aquí en la fuerza de la publicidad, porque me alargaría en demasía, ni en si este sector es tan potente como para ganar en ranking de importancia a la influencia de la familia, la historia del individuo, la escuela o el propio organismo, pero no quería dejarlo de mencionar.

La prevención: Un abordaje interdisciplinar

En el punto anterior hemos visto cómo las distintas disciplinas se acercan al campo de la prevención de las drogodependencias, cada una de ellas desde una óptica concreta muy relacionada con su objeto de estudio. El primer problema de este acercamiento es la visión parcial y por lo tanto trastocada que tienen del propio fenómeno. El sujeto es algo más que la suma de su organismo, su psique, su historia, su familia, su entorno sociocultural… Centrarnos en uno de estos elementos nos permite ahondar en su conocimiento, pero si perdemos el marco de referencia que engloba a todos los aspectos que configuran el sujeto, lo que obtenemos es una imagen distorsionada del mismo. Por lo tanto, ya que es necesaria la especialización para profundizar, resulta imprescindible la interdisciplinariedad para que este conocimiento se acerque lo más fielmente posible a la realidad.

Aunque la necesidad de este encuentro resulta clara, nos encontramos una vez más con la dificultad de realizarlo. Primero porque supone renunciar a tener “la verdad” o tener un mayor o “más importante” conocimiento que los otros. Implica recomponer el propio conocimiento y, por supuesto, la práctica cotidiana. En muchos casos nos encontramos con que bajo el título de equipo interdisciplinar tenemos compartimentos estancos cuya interrelación es más burocrática que científica. En el campo de la prevención necesitamos hacer un fuerte esfuerzo de encuentro de las distintas disciplinas para definir objetivos comunes que aúnen los distintos programas y planes preventivos de modo que sean eficaces.

Algunas tesis logoterapéuticas aplicadas al campo de la prevención de drogodependencias

Primera tesis: Cambio de paradigma.

En la mayoría de los planteamientos que hemos visto, se comparte un mismo paradigma científico en el que el objeto de estudio es una deficiencia, “una enfermedad”, que define al sujeto: “…es un drogadicto”. Definir por las carencias, supone darles prioridad sobre las cualidades, aptitudes, salud, etc. que también forman parte del individuo. Es más, la fuerza de cambio del individuo la encontramos en su parte “sana” no en la “enferma”. Cuando etiquetamos al sujeto por su deficiencia, de alguna forma lo hacemos más vulnerable, le restamos energía para poder combatirlo. Lo colocamos en una posición en la que está por debajo del resto de las personas que no la sufren, en especial de los profesionales que le atienden. “Yo no puedo, ellos son los que pueden, ellos son los que saben, yo sólo soy un…”.

Extrapolar este tipo de acercamiento a la prevención, me resulta altamente peligroso. No podemos observar a nuestras poblaciones diana (poblaciones a las que dirigimos nuestra intervención) en función de sus deficiencias e intervenir en plan asistencialista (el problema es que los jóvenes no saben decir no y les enseñamos técnicas para hacerlo). La prevención será efectiva en la medida en que observemos los valores, las capacidades, las aptitudes y actitudes de la población a la que nos dirigimos y les apoyemos para desarrollarlas.

Segunda tesis: Libertad Responsabilidad y Culpa.

Definir el problema de la drogadicción como un mal proceso de…, una enfermedad sobre la que investigar para poder curarla y prevenir en futuros individuos…, supone buscar razones que de alguna forma liberen a la persona de la responsabilidad de la libre decisión de realizar un consumo de drogas, así como de la responsabilidad de las acciones derivadas de dicho consumo: lo hizo porque necesitaba la droga, no era él, no sabe lo que hace, es un enfermo… Desculpabilizamos al individuo. Creemos que de esta forma humanizamos y estamos entendiendo a la persona. Partimos de la base de que ésta es buena por naturaleza y son las circunstancias, el ambiente, las que modifican y hacen vulnerable a la persona. Esta concepción, desde mi punto de vista sobreproteccionista, aleja al individuo de alcanzar su madurez.

Desresponsabilizar, elimina la posibilidad de sentir culpa, la proyecta al exterior y la diluye en la generalización (la sociedad, la escuela, el Gobierno…, ellos son los culpables). Este proceso elimina uno de los motores más fuertes de la motivación. La culpa real (no neurótica) lleva al individuo a replantearse un cambio, a realizar una acción. Una persona con problemas de adicción es importante que sienta su responsabilidad en la pérdida sistemática de todo lo que ha tenido (dinero, amigos, familia…) porque esta culpa puede llevarle a tomar la decisión del cambio. No podemos olvidar que el individuo puede haber tenido multitud de condicionantes que hayan limitado o restringido o modificado sus posibilidades de elección, pero hay que reconocerle su protagonismo a la hora de iniciar un consumo de drogas, como hay que reconocerle su protagonismo a la hora de decidir abandonar el mismo. Desde un punto de vista preventivo, no podemos olvidar jamás que ante la disyuntiva de consumir o no una determinada sustancia, el sujeto tiene siempre la última palabra, a pesar de todos los condicionantes tanto externos como internos que podamos delimitar. Evidentemente alguien puede estar pensando que estos condicionantes externos a veces son determinantes cuando supone elegir entre consumir y/o prostituirse o morir. Pero incluso en estos casos tan extremos la persona está eligiendo vivir en primer lugar y si las circustancias cambian, también es posible que pueda elegir algo distinto.

En mi práctica profesional con familias, me encuentro que este enfoque que desculpabiliza al individuo culpabiliza, sin embargo, a las familias por no haber hecho algo que impidiera o por haber hecho algo que causara el problema. Es verdad que en muchas ocasiones podemos ver estructuras familiares que no han colaborado en un desarrollo favorable del individuo, o que incluso, podríamos decir, han sido nefastas para el mismo. Sin embargo y con relación al tema que nos ocupa, el mayor problema que nos podemos encontrar es el handicap que supone que la familia asuma la culpa del problema de drogadicción del hijo y lo desresponsabilice, amortiguando y cubriendo las consecuencias de sus actuaciones. Por ejemplo, la familia lo trata como un enfermo que no puede hacer otra cosa que drogarse, cubriéndole las deudas para que no le detengan y lleven a la cárcel. Le permiten que transgreda todas las normas de convivencia más básicas, incluso le proporcionan medios para que mantenga su drogadicción. Todas estas circunstancias lo que consiguen es mantener el consumo y crear una idea de omnipotencia en el sujeto, lo que retrasa su decisión de abandono del consumo.

Esta experiencia de la práctica clínica la podemos extrapolar a la prevención en el sentido de que, primero, es importante reforzar al individuo su capacidad de elección y su responsabilidad sobre las consecuencias que dicha elección acarrea. Segundo, es importante delimitar las responsabilidades, sobre todo en sistemas como el familiar. Y tercero, no temer la aparición de la culpa puesto que esta presupone la existencia de una sólida escala de valores, un buen funcionamiento de la conciencia y un motor importante de la motivación para el cambio.

Tercera tesis: Sufrimiento y sentido.

Otro de los handicaps con los que, a mi modo de ver, se encuentra la prevención, es pensar que tenemos que prevenir todos los males, que hay que erradicar el sufrimiento, la muerte, la culpa. Y digo que es uno de los handicaps porque aunque es una lucha legítima, no nos ayuda a aceptar mejor una parte de nuestra condición humana. Todos sabemos que tenemos que morir, pero no queremos aceptarlo. Y para ello evitamos hablar del tema, se hospitalizan los últimos momentos alejándolos de la vida cotidiana, y la muerte se convierte en ese fenómeno violento de películas y prensa. Algo alejado, la gran mayoría de las veces. La sociedad del bienestar quiere de alguna manera sumirnos en una felicidad idílica que a la hora de la verdad poco tiene que ver con la realidad cotidiana de los seres humanos. La droga se convierte así en un vehículo maravilloso que promete alejarnos de los males y acercarnos a ese paraíso que promulga nuestra cultura. Prevenir la drogodependencia significa, entre otras cosas, ayudar al individuo a aceptar que el bienestar y el malestar son dos caras de una misma moneda. Que la vida y la muerte van unidas y que el sufrimiento acompaña al placer, a la alegría… Buscar un sentido a la existencia, marcarse objetivos, metas, implica, en la mayoría de los casos, ser capaz de posponer recompensas inmediatas por otras más a largo plazo. Implica la aceptación a priori de disciplina, esfuerzo y sufrimiento en muchas ocasiones. Ahora bien, este tipo de sufrimiento, al tener una razón o un sentido, es mucho más llevadero que un sufrimiento sin sentido, sin objetivo alguno.

La prevención para que sea efectiva debe ir contracorriente de los mensajes sociales más en boga. No se trata de vivir a tope ahora. De buscar el placer por el placer. Si no de ayudar al individuo a elaborar un proyecto que responda a las preguntas fundamentales del ser humano, ¿quién soy?, ¿qué sentido tiene mi vida?…, y que le permita formar un proyecto estable, realista y con sentido.

Ana María OZCÁRIZ ARRAIZA es psicóloga  psicoterapeuta y Presidenta de la Asociación Española de Logoterapia.

PSICOLOGÍA PREVENTIVA

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Riego Narbón, J. (2001). Psicología preventiva. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (5), 29-33.

PSICOLOGÍA PREVENTIVA

Julia RIEGO NARBÓN

Este artículo quiere ser una reflexión sobre la conferencia expuesta por el Dr. Oscar Ricardo Oro, doctor en Psicología Clínica, profesor de la Universidad ?John F. Kennedy? y en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y Presidente de la Fundación Argentina de Logoterapia ?Viktor E. Frankl?, de Buenos Aires, sobre Psicología Preventiva, realizada en las V Jornadas-Encuentro de la Asociación Española de Logoterapia en Madrid (noviembre de 2001).

Introducción

El origen de la Psicología Preventiva lo podemos encontrar en el campo de la Medicina Preventiva que está vinculado a la salud.

En 1908 Beers publica ?La Mente que se encontró a si misma? donde nos cuenta cómo fueron sus experiencias vividas en los hospitales psiquiátricos. Es entonces cuando se empiezan a plantear cuestiones sobre cómo son las condiciones de trato y alojamiento de quienes han contraído patologías psíquicas. De esta manera, surge en EEUU la 1ª Asociación de Higiene Mental, entendiendo por Higiene, el aspecto de la medicina que tiene por objeto la conservación y mejora de la salud, ya sea de forma individual como pública, con la que se intenta evitar tanto la expansión de la enfermedad mental como la mejora de las condiciones en las que viven las personas con enfermedades mentales.

En 1948 se funda la Federación Mundial de la Salud Mental que está vinculada a la OMS y a la UNESCO, las cuales definen la salud como: el completo estado de bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades como hasta el momento se había considerado. A partir de este momento, la Psicología Clínica hace comprender que el fenómeno del enfermar humano es muy complejo y que, verdaderamente, existe una conducta de enfermar o actitudes de riesgo. Ya no se piensa sólo en Salud Mental, sino en Salud en general, por la sencilla razón de que las personas se comportan de una u otra manera en todos los ámbitos.

A mediados del siglo XX, se celebra el Año Mundial de la Salud Mental, en 1978 la Conferencia Internacional en Kazajstan sobre Atención Primaria y en 1986 con la Carta de Otawa se acuerda como meta: Alcanzar Salud para todos en el año 2000.

Como se desprende de esta síntesis histórica, siempre existió una preocupación por prevenir la enfermedad mental. A lo largo de todos estos años se ha producido una evolución no sólo en lo que se entiende por salud, sino en la actitud que toma el ser humano ante la misma. El ser humano tiene la posibilidad de hacerse cargo de cuidar el permanecer sano o el recuperar su propia salud en el caso de que la haya perdido. Con todo esto, vemos que es necesario incorporar las diferentes parcelas del Conocimiento Psicológico como la Psicología Clínica, Psicología Social, Psicobiología y Psicoinmunología, entre otras, para articular una Psicología de la Salud, o Psicología Preventiva, que permita tanto promover y mantener la salud como prevenir y asistir la enfermedad.

Psicología preventiva: Interdisciplina

La Psicología Preventiva es una actividad interdisciplinaria, donde confluyen tres especialidades médicas: Psiquiatría, Pediatría y Gerontología, y tres ciencias humanas: Psicología, Pedagogía y Sociología. A su vez, tiene como trasfondo la Antropología filosófica y la Economía.

Desde hace 30 años, debido a que los modelos médicos no alcanzaban a dar una convincente explicación de una serie de enfermedades, se produjo un incremento del Análisis Funcional del comportamiento que derivó en una ampliación el Modelo Clínico aplicado hacia lo comunitario. Se permitió que la atención, que estaba dirigida al individuo, ahora se dirigiera al grupo, a la comunidad. Se despierta, así, la conciencia de que la salud no es patrimonio de una sola persona o de una profesión, sino de un problema de la sociedad. También se vio que la psicoterapia individual no podía ser aplicada a nivel comunitario. Todas estas dificultades hacen que la Psicología Preventiva, basada en el paradigma de la Salud, desarrolle aspectos como: Promoción de la Salud, Psicología Social de la Salud, Educación para la Salud y Psicología de la Salud.

1. Promoción de la Salud

Dentro de este campo, la Psicología Preventiva se encarga de examinar exhaustivamente la forma de vida actual y detectar los factores patógenos que actúan en ella, antes de que se convierta en un problema de salud o convivencia. Se dirigirá a los aspectos sanos del enfermo o posibles enfermos. En este sentido, la Logoterapia tiene real importancia, ya que considera que no se debe patologizar a la sociedad, sino que se debe buscar y estudiar la parte sana de la persona enferma; por ello, la Psicología Preventiva tendría que estudiar por qué NO nos enfermamos, en lugar de buscar el motivo de la enfermedad. La Logoterapia tiene en cuenta el plano espiritual de la persona, la parte sana que cualquier ser humano posee, independientemente de la patología que sufra.

La Promoción para la Salud, busca una mejora en la calidad de vida de las personas. Dentro del Tercer Sector, serán tanto los Grupos de Promoción definidos como: organizaciones civiles que tienen por objetivo una mejora cualitativa en la calidad de vida de los conciudadanos, como los Grupos Interdisciplinarios, cuya finalidad no es sólo la prevención psicológica, sino que poseen una función social amplia de promoción de sectores de la comunidad o una función de formación de elites que se encarguen de llevar a cabo una mejora en la calidad de vida de las personas. Dentro de los Grupos de Promoción podemos poner como ejemplos todas las ONGs (Organizaciones no Gubernamentales) existentes en nuestra sociedad y un ejemplo concreto podría ser la Fundación Argentina de Logoterapia Viktor E. Frankl que, desde hace más de quince años, está dedicada a una mejora en la calidad de vida de las personas, a través de la búsqueda de sentido, en los diferentes ámbitos en los que participa el ser humano.

2. Educación para la salud

Es importante despertar el sentimiento comunitario de la persona, para que se preocupe no sólo por su propia salud, sino también de la salud de nuestra comunidad.

La Psicología Comunitaria se encarga del mejoramiento paulatino de las condiciones de vida, a través de la planificación y protección de la salud y prevención y curación de las enfermedades incluyendo la rehabilitación y readaptación social. Una Psicología Comunitaria integral trabajará en la clarificación de las conductas y vivencias que intervienen en el logro o la pérdida de la salud.

La Logoterapia plantea que el ser humano tiene que hacerse cargo de su propia existencia, para lo que tiene que tener conciencia de sí mismo (AUTOCONCIENCIA). Hacerse cargo de la propia existencia y de la libertad que todo ser humano posee frente a su propia existencia y frente a las conductas de riesgo que perjudican su salud (AUTO¬DISTANCIA¬MIENTO), implica también la posibilidad de hacerse cargo del prójimo (AUTO¬TRASCEN¬DENCIA), y por ello una comunidad que tenga en cuenta esto será una comunidad positiva con una calidad de vida importante.

Se debe tener en cuenta a la familia como comunidad encargada de transmitir valores que ayuden a al ser humano a manejar esa libertad que posee. Hay que educar a las personas para que sean capaces de decidir y para ello hay que enseñarles a diferenciar entre lo banal y lo importante. De todo ello se van a encargar los padres que no solo se ocuparán de la limpieza, comida, educación… sino también del desarrollo y de la espiritualidad de sus hijos.

3. Psicología Social de la Salud

La Educación para la Salud es en parte tributaria de lo que se denominó, en tiempos y con otros paradigmas científicos, Educación Sanitaria, pero también cuando hablamos de Salud tenemos que tener en cuenta el campo del comportamiento, es decir, de la Psicología de la Salud.

La Psicología de la Salud tiene diferentes ámbitos de aplicación, siendo uno de ellos el Social. Con el paso de los años, ha ido creciendo la preocupación por la salud dentro de la sociedad en general, y no ya sólo para el individuo que padece una enfermedad. Por todo ello, se hacen cada vez más evidentes las relaciones entre la sociedad y la salud o enfermedad.

No podemos olvidar la aportación de Heidegger, para quién el ser-en-el-mundo expresa la irrealidad que representa concebir al individuo aislado. Resulta evidente que desde que nacemos, dependemos de nuestras relaciones con los demás, o de los demás con nosotros; la nutrición, los cuidados afectivos, el tipo de disciplina en la educación familiar y escolar, la clase social en que se nace, el acceso a la cultura…, en buena medida conforman y canalizan no sólo el desarrollo de nuestra personalidad sino también las pautas fundamentales de nuestros modos de salud y de enfermar.

Lo expresado pone de relieve la amplia tarea a realizar por la Psicología Social, para desentrañar los factores relevantes de salud/enfermedad en el curso de la vida humana.

4. Psicología de la Salud

Promueve la Salud Comunitaria e integra todo lo relacionado con la prevención como paradigma de la salud. Desde el ámbito de la Logoterapia se puede prevenir la enfermedad entendida como ?falta de sentido? y una manera de conseguirlo es a través del voluntariado. Se trata de una aplicación práctica que puede constituir un camino con sentido (vinculado a un compromiso personal profundo, al margen de intereses egocéntricos, económicos, de poder, de autojustificación…) y por lo tanto previene la enfermedad y promueve la salud propia y la de los otros. El voluntariado, rectamente articulado, permite una participación en la comunidad y una ampliación de la red de servicios que promocionan la salud, lo que trae como retorno encontrar significado para vivir.

Trabajar para los demás, dentro de la perspectiva de la Logoterapia tiene un significado especial: se llama AUTOTRASCENDENCIA. El trabajar para los demás hace que tu vida tenga un sentido y esto se traduce en salud. ?La puerta de la dicha se abre hacia fuera y se cierra tanto más cuanto uno intenta por fuerza penetrar en la dicha? (Kierkegaard).

Los planes de Prevención y la psicoterapia deben tener en cuenta que la persona no sólo participa en su medio ambiente y es portador de una herencia, sino que también dispone de un grado de libertad frente a estos condicionamientos.

Julia RIEGO NARBÓN es estudiante de 5º de psicología y miembro de AESLO.

RELACIÓN DE AYUDA ENCUENTRO ENTRE PERSONAS

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Oro, O.R. (2000). Relación de ayuda. Encuentro entre personas. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (4), 7-13.

RELACIÓN DE AYUDA
ENCUENTRO ENTRE PERSONAS

Oscar Ricardo ORO

Conferencia pronunciada en las IV Jornadas Encuentro de la Asociación Española de Logoterapia. Lugo, 10 de noviembre de 2000.

Introducción El tema propuesto por los organizadores es una oportunidad para lo que espero sea un diálogo fecundo entre nosotros. Y precisamente, pienso que las personas se encuentran, porque los animales viven por instinto en majadas, cardúmenes, vuelan en bandadas, andan en manadas, etc. Y si bien a veces nos dan ejemplos como el de los gansos, que es muy instructivo, los seres humanos nos encontramos a veces por casualidad y en otras oportunidades, la mayoría, por propia decisión.

En nuestro caso particular, no cabe duda que nos encontramos por propia decisión; espero que a ninguno de Uds. lo hayan traído aquí por la fuerza. Supongo que por un motivo u otro han decidido encontrarse con alguien que aceptó de buen grado la invitación que le hizo el año pasado María de los Ángeles y se comprometió a dialogar con personas interesadas en el tema de la logoterapia.

Y también supongo que el interés por la logoterapia es a efectos de ayudarse frente a diferentes situaciones que la vida les presente o para ayudar a personas que puedan solicitar vuestra atención. En este último caso puede ser la ayuda en la familia, entre los amigos, en el trabajo o la ayuda terapéutica, en sus diferentes modalidades, según las profesiones de cada uno de Uds.

Enmarcado así el tema, vamos a ver que podemos aportar a los encuentros desde la logoterapia de Viktor Franki, médico psiquiatra, neurólogo y filósofo vienés, sobreviviente de campos de concentración y creador de esta escuela psicológica que denominó precisamente logoterapia, es decir, una psicoterapia que se basa en que toda vida humana tiene un sentido y que la persona está constituida por los estratos biológico, psicológico, social y que es también portadora de una espiritualidad. Esto es lo que se denomina idea antropológica de persona.

No me voy a extender sobre este tema, pero sí quedo abierto a las preguntas que Uds. me quieran hacer luego.

Los encuentros interpersonales

Lo social y lo colectivo ocupan hoy un importante lugar en la vida de todos nosotros y pocas veces nos encontramos solos. También podemos observar que no nos gusta la soledad y en algunos casos incluso produce tedio, a veces por la pobreza interior, por el escaso interés en profundizar temas vitales. Por otra parte, las relaciones humanas han perdido el carácter de intimidad. Hay personas que nunca han sido sujeto para el otro, un ser único, no intercambiable; solo son miembros de una comunidad, un grupo o en el mejor de los casos, de una familia. Esto se detecta más en personas jóvenes, pero no es exclusivo, se percibe en diferentes edades.

Sin embargo, lograr la comunicación directa y personal es tal vez el deseo más profundo del corazón humano, pero necesitamos pasar primero por la experiencia de la soledad. Aunque parezca contradictorio, solo por ella cada uno se capta como un ser único, aunque para ello pase por la angustia que produce tomar conciencia de las propias singularidades. Es entonces que se asume el control de si mismo y se comienza a descubrir el sentido verdadero de la existencia.

Podemos decir que ese espacio de la soledad personal, es un espacio de preparación. Paradójicamente, cuanto más conocemos nuestra singularidad, más necesidad tenemos de comunicación con el otro. Porque en los encuentros con las otras personas se prueba no lo que se imagina ser, sino lo que verdaderamente se es.

Encontrarnos con los otros nos llena de esperanza porque vemos la posibilidad de salir de nuestra soledad, pero también nos da temores. ¿Ganaré más de lo que puedo perder?

Sin embargo, el deseo de formar un nosotros es más fuerte, porque solo en el encuentro con el otro logramos la plenitud como personas. Esto es así porque la plena realización personal no se logra buscándola desesperadamente sino cuando somos capaces de colaborar para que otros la encuentren y logren acercarse a la felicidad. Esto en logoterapia se denomina autotrascender, salir de sí mismo hacia los otros.

Encuentros con determinadas personas suelen ser decisivos, sobre todo si ellas encarnan en sus vidas lo que nosotros tenemos como ideal o buscamos aunque sea confusamente. Y estos encuentros pueden producirse con las personas menos esperadas, de ahí la importancia de la apertura, tan diferente de la persona prejuiciosa que limita su existencia a un pequeño núcleo de personas.

También es cierto que una vez que se posee plena conciencia y claridad de criterio, se eligen las influencias que se quieren experimentar y que nos harán salir de nosotros mismos, autotrascender, crecer. Eligiéndolas nos protegemos de las que no queremos incorporar.

Creo que a estas posibilidades de selección, el poeta alemán Goethe las denominaba “afinidades electivas”.

Este tipo de influencias, que surge de un encuentro con una persona o algo que viene de ella, lejos de forzarnos a hacer cosas extrañas al sentir profundo de nuestro yo, actúa como invitación a poner en acto lo que el yo tiene de más profundo y auténtico. Es decir, nos hace más personales.

Estos encuentros nos invitan a descubrirnos y a ser verdaderamente nosotros mismos, a llevar a pleno lo que traemos en potencia y todavía no concretamos, y que es constructivo para nuestra vida y la de los otros, porque serán nuestro aporte original a la existencia.

Los acontecimientos decisivos en nuestras vidas se dan cuando logramos un vínculo personal con la vida interior de la otra persona, pero esto implica que también nosotros nos hayamos descubierto y aceptado, y estemos dispuestos a compartimos, a darnos al otro o a los otros.

Enfoque logoterapéutico

Frankl califica el encuentro humano como un modo de acercamiento y de valoración de la existencia, que trasciende la realidad objetivada y la explicación causal: se trata de un encuentro empático en las tareas que lleva a cabo el logoterapeuta y con una intuición específica frente a los problemas de salud mental.

El modo de ser de la persona en el mundo, la forma de colocarse en el espacio y el tiempo, el estilo de sus expresiones comunicativas (verbales, gráficas, gestos, vestimenta, etc.) la forma de integrarse o no con los demás, son algunos de los aspectos por los cuales se preocupa el logoterapeuta. Podemos decir que se trata de una investigación fenomenológico existencial.

Se intenta captar en los consultantes los testimonios más amplios de su vida interior y el empleo de su peculiar lenguaje, las expresiones calificativas y la adjetivación original, tal como se encuentra por ejemplo en algunos escritos de Karl Jaspers. En alguna medida esto está sistematizado en lo que denominamos el ABC de K. Jaspers.

En el tema de los encuentros, como también en otros aspectos más profundos, Frankl toma distancia de lo que comunmente se denomina psicología humanista. Si bien existe la expresión, por ejemplo “Psicología humanista-existencial”, los dos términos no significan lo mismo.

El concepto de encuentro fue introducido por la filosofía existencial, más que nada por Martín Buber y en el campo de la psicología por Jacob L. Moreno. En ambos casos se interpreta la existencia como co-existencia. En este contexto el encuentro es el yo-tu, y este encuentro por su propia naturaleza solo puede establecerse a nivel humano y personal.

Sin embargo, para Frankl este encuentro yo-tu carece de una dimensión, tal vez la más importante. Para ello apela a la propuesta de la teoría del lenguaje de Karl Bühler y a los aportes de la fenomenología de Husserl y Brentano que se vincula con los referentes intencionales.

La comunicación en los encuentros

Toma de Bühler la discriminación de una triple función del lenguaje. En primer lugar, el lenguaje le permite al que habla expresarse a si mismo (es un vehículo de la autoexpresión). En segundo lugar, el lenguaje es una apelación dirigida por el que habla a la persona a la cual habla. Y en tercer lugar, el lenguaje representa siempre algo, el “algo” acerca de lo cual se habla. Siempre que alguien se pone a hablar está:

a) expresándose a si mismo, mientras
b) se está dirigiendo a alguien distinto
c) sin embargo, a no ser que hable de algo, no está realmente justificado denominar “lenguaje” a ese proceso.

Tomando este modelo, Frankl expresa que lo que es válido acerca del lenguaje también lo es para la coexistencia y los encuentros. Por lo tanto el yo-tu es importante y necesario pero no es suficiente, le falta lo que aportan Brentano y Husserl, es decir, los referentes intencionales. Estos son los objetos a los que alude el lenguaje y que son mencionados por los dos sujetos que se comunican entre sí, formando un mundo estructurado, un universo de sentido. Frankl dice que a este universo de sentido lo podemos denominar logos.

A partir de esta descripción, la psicología que prescinda del sentido le quita a los que se comunican el verdadero significado del encuentro. Sería para nuestro autor una “psico” sin “logo”, es decir, media psicología. No hay diálogo posible si no se incluye la dimensión del logos. Sin esta dimensión no es diálogo, sino monólogo, mera autoexpresión. Le falta lo que Frankl denomina autotrascendencia. Esta palabra designa la cualidad específicamente humana de dirigirse a algo distinto de sí mismo.

Por lo que señalamos, dice Frankl que “el encuentro auténtico es un modo de existencia que está abierto al logos, permitiendo a los participantes trascenderse a si mismos hacia el logos, e incluso promocionar tal autotrascendencia mutua”.

Por lo tanto, el encuentro humanista, sin logos, se adhiere a la psicología antigua, es decir, sin autotrascendencia. Más que psicología humanista, es psicología mecanicista. Y los encuentros que promueve, los llamados grupos de encuentros, tan ampliamente practicados en Estados Unidos, consisten en que la gente que participa de ellos se preocupa mucho de que la cuiden y la asistan. Y aquí se ha tergiversado el sentido del encuentro que, como vimos estaba dirigido a la autotrascendencia.

Al faltarle a estos grupos de encuentro la temática del sentido de la vida, se convierten en un culto a la intimidad, a expresar las emociones de cada uno, lo cual deriva para Frankl en un pseudo-encuentro; se trata de un “diálogo sin logos”. Y este es el tipo de los encuentros humanistas, que tiene éxito entre la multitud solitaria y a los cuales Frankl señala como una desviación de la auténtica psicología existencial.

No es este el momento de buscar los motivos por los cuales sucede esta distorsión, como podríamos denominar, de estos encuentros sin logos. Irvin Yalom, un psiquiatra norteamericano y actual novelista de éxito, atribuye esta necesidad de intimismo a la gran movilidad de la población de Estados Unidos. Sobre esta misma situación Frankl opina que si bien existe una alienación social, como sería la propuesta por Yalom, también existe una alienación emocional, que consiste en el alejamiento de las propias emociones.

Encuentro y ayuda

Continuando con el aporte de la logoterapia para este tema que nos convocó en el día de hoy, veamos como darle a todo esto un sentido más positivo, más vinculado a la ayuda, al crecimiento, que en nuestro propio lenguaje denominamos autotrascendencia.
Al proponer encuentros de crecimiento, haciendo un uso un tanto extensivo del término ayuda, nos acercamos al concepto de terapéutica en sentido amplio. Y si aceptamos esta posibilidad es porque hemos percibido que tal como se estructuran algunos grupos actuales, tienen bastante el aspecto de “síntoma” . Es decir son el síntoma de una incontinencia emocional que busca un cauce de expresión y esto es necesario porque la represión de lo emocional no sólo afecta a nivel psíquico sino también a nivel somático, en algunos casos a través de diferentes formas de angustia, la cual como es sabido se trata de eliminar mediante el consumo de psicofármacos.

La observación desde el punto de vista de la logoterapia es que si lo que estamos tratando en este encuentro – con las diferencias propias de cada grupo social en los diferentes lugares geográficos – es una forma de vida actual, tenemos que concluir que hemos descubierto, en parte, el origen de la angustia del hombre moderno.

Ahora bien, el captar un problema no significa la solución del mismo. La propuesta que trae la logoterapia es pasar de la hiperdiscusión de los temas emocionales, que señalamos como de autoexpresión, al tratamiento del tema del sentido de la vida.

Nosotros, es decir, los que nos encontramos aquí porque conocemos o queremos conocer más sobre logoterapia, sabemos que la carencia de un sentido para vivir produce lo que Frankl denominó “vacío existencial”. Y conocemos que en este vacío crecen diferentes tipos de neurosis. Por lo tanto es oportuno intentar llenar ese vacío a través de encuentros auténticos de ayuda mutua en la búsqueda de sentido.

¿Qué sucedería si nosotros concibiéramos este grupo de encuentro como un grupo de ayuda mutua y cooperación que nos aliente a discutir el sentido de nuestras vidas?

Esta propuesta favorecería no sólo la autoexpresión de los participantes, sino que, sobretodo, favorecería la autotrascendencia, que es el antídoto del vacío existencial que, como sabemos por la experiencia psicoterapéutica, puede conducir a diferentes patologías como las conductas agresivas, las depresiones y las adicciones.

Si bien no vamos a poner en práctica la discusión de nuestro propio vacío existencial ni nuestra historia personal de la búsqueda de sentido, con sus fracasos y sus aciertos, si quedo abierto a las preguntas que les puedan aclarar algunos puntos u omisiones de mi exposición.

Oscar Ricardo ORO es Doctor en Psicología Clínica, profesor de universidad y Presidente de la Fundación Argentina de Logoterapia ?Viktor E. Frankl?.

Bibliografía básica

Frankl, V.E. (1988). La voluntad de sentido. Barcelona: Editorial Herder.
Frankl, V.E. (1984). La idea psicológica de hombre. Madrid: Ediciones Rialp.
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