Respaldo de material de tanatología

El bibliocausto nazi

El bibliocausto nazi
por Fernando B�ez (*)

Todos, en alg�n momento dado, deben haber o�do hablar del Holocausto Jud�o, nombre dado a la aniquilaci�n sistem�tica de millones de jud�os a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Pero conviene advertir, y eso desde el inicio, que este genocidio tuvo su equivalente. Tambi�n hubo un Bibliocausto, donde 100 millones de libros fueron destruidos directa o indirectamente por el mismo r�gimen. Entender c�mo se gest� puede permitirnos comprender cuanta raz�n ten�a Heinrich Heine cuando escribi� prof�ticamente en su obra Almanzor (1821): […]donde los libros son quemados, al final tambi�n son quemados los hombres[…]. La destrucci�n de libros de 1933 fue, a mi juicio, apenas un pr�logo a la matanza siguiente. Las hogueras de libros inspiraron los hornos crematorios. Y esto merece una reflexi�n detenida, porque se trata de un acontecimiento que marc� para siempre la vida de millones de hombres y va a continuar como uno de los hitos m�s siniestros de la historia.
El comienzo de esta barbarie tiene fecha: el 30 de enero de 1933, cuando el presidente de la llamada Rep�blica de Weimar, en Alemania, Paul Ludwig Hans Anton Von Beneckendorff Und Von Hindenburg (1847-1934), design� a Adolfo Hitler como canciller. Trataba de reconocer as� la inestable mayor�a de este iracundo pol�tico; viejo y cort�s, Hindenburg ignor� lo que sobrevino casi de inmediato: un per�odo pol�tico y militar conocido posteriormente como El Tercer Reich (El Tercer imperio). Hitler, quien hab�a sido cabo en el ej�rcito, frustrado pintor, gestor de fracasado golpe de Estado en 1923, utiliz� una estrategia de intimidaci�n contra los jud�os, los sindicatos y el resto de los partidos pol�ticos. No era, como puede pensarse ligeramente, un loco, sino la voz m�s visible de una idiosincracia germana totalitaria.
El 4 de febrero, la Ley para la Protecci�n del Pueblo Alem�n restringi� la libertad de prensa y defini� los nuevos esquemas de confiscaci�n de cualquier material considerado peligroso. Al d�a siguiente, las sedes de los partidos comunistas fueron atacadas salvajemente y sus bibliotecas destruidas. El 27, el Parlamento Alem�n, el famoso Reichstag, fue incendiado, junto con todos sus archivos. El 28, la reforma de la Ley para la Protecci�n del Pueblo Alem�n y el Estado, legitim� medidas excepcionales en todo el pa�s. La libertad de reuni�n, la libertad de prensa y la de opini�n, quedaron restringidas. En unas elecciones controladas, el Partido de Hitler, conocido como Partido Nazi, obtuvo la mayor�a del nuevo Parlamento y se decret� oficialmente el nacimiento del Tercer Reich.
Alemania, obviamente, estaba transformando sus instituciones despu�s de la terrible derrota sufrida durante la I Guerra Mundial. Hitler, quien no era alem�n, fue considerado como el un estadista id�neo para rescatar la autoestima colectiva, y sus purgas contra la oposici�n lo convirtieron en un l�der temido. Su eficacia, no obstante, estaba sustentada en varios hombres. Uno de ellos era Hermann G�ring; el otro era Joseph Goebbels. Ambos eran fan�ticos, pero el segundo fue quien convenci� a Hitler de la necesidad de extremar las medidas que ya ven�an ejecutando, y logr� su designaci�n al frente de un nuevo �rgano del Estado, el Reichsministerium f�r Volksaufkl�rung und Propaganda (Ministerio del Reich para la Ilustraci�n de Pueblo y para la Propaganda).
Goebbels estaba consciente de sus ideas, y Hitler le dio carta blanca. Ten�a una fe absoluta en su amigo, as� como buenas razones para creer ciegamente en sus aciertos. Goebbels, quien no hab�a ingresado al Ej�rcito por ser patizambo, se hab�a doctorado como Fil�logo, en 1922, en la Universidad de Heidelberg, donde fue profesor Friedrich Hegel en el siglo XIX. Era un lector apasionado de los cl�sicos griegos y, en cuanto a pensamiento pol�tico, prefer�a el estudio de los textos marxistas y de todo lo escrito que existiera contra la burgues�a. Admiraba a Friedrich Nietzsche, recitaba poemas de memoria, y, escrib�a textos dram�ticos y ensayos. Cuando se uni� a Hitler, reconoci� su verdadera vocaci�n, como lo dijo muchas veces, y ya con el cargo de Ministro, en 1933, reuni� un equipo de trabajo para redactar la Ley Relativa al Gobierno del Estado, sancionada el 7 de abril de ese a�o. Indudablemente, ahora ten�a un control absoluto sobre la educaci�n y foment� un cambio total en las escuelas y universidades. El 8 de abril se envi� un memorando a las Organizaciones Estudiantiles Nazis, en el cual se propon�a la destrucci�n de aquellas obras consideradas peligrosas en las bibliotecas de Alemania. De todos modos, ya el mes anterior, exactamente el d�a 26 de marzo, se quemaron libros en Schillerplatz, en un lugar llamado Kaiserslautern. El primero de abril, Wuppertal sufri� saqueos y quemas de libros en Brausenwerth y en Rathausvorplatz.
Algo terrible se gest� entonces. Una especie de fervor inusitado que estaba limitado por la presi�n internacional europea, despert� entre los estudiantes e intelectuales alemanes. Un odio manejado por osadas r�fagas de propaganda se extendi� en las aulas, y el resultado no se hizo esperar. El 11 de abril, en D�sseldorf, se destruyeron libros de contenido comunista y jud�o. Algunos de los m�s importantes fil�sofos alemanes, sin ser obligados a ello, como Martin Heidegger, adhirieron las ideas de Goebbels. En abril, Heidegger fue designado Rector de la Universidad de Friburgo y el 1 de mayo se hizo miembro del NSDAP, lo cual indica que debi� recitar el siniestro juramento de esa organizaci�n.
El 2 de mayo, en la Gewerkschaftshaus de Leipzig, se destruyeron textos, pero fue realmente el 5 de mayo de 1933 cuando empez� todo. Los estudiantes de la Universidad de Colonia fueron a la biblioteca, y en medio de l�grimas y risas, recogieron todos los libros de autores jud�os o de procedencia jud�a. Horas m�s tarde, los quemaron. Estaba bastante claro que esa era la v�a elegida para mandar un mensaje al mundo entero. Y los actos as� lo probaron.
Los estudiantes estaban fren�ticos. El d�a 6, del mismo mes, la juventud del Partido Nazi y miembros de otras organizaciones, sacaron media tonelada de libros y folletos del Instituto de Investigaci�n Sexual de Berl�n. Goebbels, indetenible, preparaba reuniones todas las noches porque se hab�a decidido iniciar un gran acto de desagravio a la cultura alemana. Como fecha tentativa, se propuso el 10 de mayo. El 8 de mayo hubo algunos des�rdenes en Friburgo, y destrucciones de libros.
El 10 de mayo fue un d�a agitado desde temprano. Miembros de la Asociaci�n de Estudiantes Alemanes se agolparon en la biblioteca de la Universidad Wilhelm Von Humboldt y comenzaron a recoger todos los libros prohibidos por el r�gimen. Hab�a una euforia inesperada, fluctuante. Finalmente, los libros, junto con los que se hab�an obtenido en otros centros, como el Instituto de Investigaciones Sexuales o en las bibliotecas de jud�os capturados, fueron transportados a Opernplatz. En total, el n�mero de obras sobrepasaba los 25.000. Pronto, se concentr� una multitud alrededor de los estudiantes. �stos empezaron a cantar un himno que caus� gran impresi�n entre los espectadores. La primera consigna fue fulminante: Contra la clase materialista y utilitaria. Por una comunidad de Pueblo y una forma ideal de vida. Marx, Kautsky .
La hoguera ya estaba encendida. Tal vez nadie pod�a creer lo que pasaba, pero una de las capitales m�s cultas del mundo, donde se encontraban algunas de las m�s importantes universidades europeas, fue el centro de una de las quemas de libros m�s impresionante de la �poca. Joseph Goebbels, quien dirig�a todas las acciones, levant� la voz y despu�s de saludar con un estruendoso Heil, explic� los motivos de la quema: La �poca extremista del intelectualismo jud�o ha llegado a su fin y la revoluci�n de Alemania ha abierto las puertas nuevamente para un modo de vida que permita llegar a la verdadera esencia del ser alem�n. Esta revoluci�n no comienza desde arriba, sino desde abajo, y va en ascenso. Y es, por esa raz�n, en el mejor sentido de la palabra, la expresi�n genuina de la voluntad del Pueblo[…]
�Durante los pasados catorce a�os Uds., estudiantes, sufrieron en silencio vergonzoso la humillaci�n de la Rep�blica de Noviembre, y sus bibliotecas fueron inundadas con la basura y la corrupci�n del asfalto literario de los jud�os. Mientras las ciencias de la cultura estaban aisladas de la vida real, la juventud alemana ha reestablecido ahora nuevas condiciones en nuestro sistema legal y ha devuelto la normalidad a nuestra vida[…]
�Las revoluciones que son genuinas no se paran en nada. Ninguna �rea debe permanecer intocable[…]
�Por tanto, Uds. est�n haciendo lo correcto cuando Uds., a esta hora de medianoche, entregan a las llamas el esp�ritu diab�lico del pasado[…]
�El anterior pasado perece en las llamas; los nuevos tiempos renacen de esas llamas que se queman en nuestros corazones[…]
Los cantos entonces prosiguieron y al final de cada estrofa se aplic� la medida de arrojar los libros de aquellos autores mencionados:
Contra la decadencia misma y la decadencia moral. Por la disciplina, por la decencia en la familia y en la propiedad.
Heinrich Mann, Ernst Glaeser, E. Kaestner
Contra el pensamiento sin principios y la pol�tica desleal. Por la dedicaci�n al Pueblo y al Estado.
F.W. Foerster.
Contra el desmenuzamiento del alma y el exceso de �nfasis en los instintos sexuales. Por la nobleza del alma humana.
Escuela de Freud.
Contra la distorsi�n de nuestra historia y la disminuci�n de las grandes figuras hist�ricas. Por el respeto a nuestro pasado.
Emil Ludwig, Werner Hegemann.
Contra los periodistas jud�os dem�cratas, enemigos del Pueblo. Por una cooperaci�n responsable para reconstruir la naci�n.
Theodor Wolff, Georg Bernhard.
Contra la deslealtad literaria perpetrada contra los soldados de la Guerra Mundial. Por la educaci�n de la naci�n en el esp�ritu del poder militar.
E.M. Remarque
Contra la arrogancia que arruina el idioma alem�n. Por la conservaci�n de la m�s preciosa pertenencia del Pueblo.
Alfred Kerr
Contra la impudicia y la presunci�n. Por el respeto y la reverencia debida a la eterna mentalidad alemana.
Tucholsky, Ossietzky
La operaci�n, cuyas caracter�sticas se hab�an mantenido en secreto hasta ese instante, se revel� pronto en su verdadera dimensi�n porque el mismo 10 de mayo, hubo una quema de libros en numerosas ciudades alemanas. La lista de quemas incluy� varias ciudades y fue casi simult�nea para causar p�nico: Bonn, Braunschweig, Bremen, Breslau, Dortmund, Dresden, Frankfurt/Main, G�ttingen, Greifswald, Hannover, Hannoversch-M�nden, Kiel, K�nigsberg, Marburg, M�nchen, M�nster, N�renberg, Rostock y Worms. Finalmente hay que mencionar W�rzburg, en cuya Residenzplatz se incineraron cientos de escritos.
Y, como si se tratara de una avalancha, Goebbels insisti� en continuar con estas quemas de libros prohibidos. No hubo un rinc�n en el que los estudiantes y los miembros de las juventudes hitlerianas no destruyeran obras. El 12 de mayo, se eliminaron libros en Erlangen Schlo�platz, en la Universit�tsplatz de Halle-Wittenberg. Al parecer, el 15 de mayo, algunos miembros apilaron textos en Kaiser-Friedrich-Ufer, en Hamburgo, y a las once de la noche, despu�s de un discurso ante una escasa multitud, los quemaron. La apat�a preocup� a los integrantes de los incipientes servicios de inteligencia del partido y se decidi� repetir el acto. El 17 de ese mes, la Universit�tsplatz, de Heidelberg  se conmovi� cuando hasta los ni�os participaron en estas acciones. Tambi�n el 17 se volvi� a utilizar la Jubil�umsplatz, en Heidelberg, para las quemas. Hubo otras destrucciones adicionales el 17 de mayo: en la Universidad de Colonia, en la ciudad de Karlsruhe.  
El 19 de mayo, Hitler estaba totalmente emocionado. Y Goebbels, seguro de los efectos de este �xito, pidi� a los j�venes no detenerse. El mismo 19, el horror se mantuvo en el Museo Fridericanum, en Kassel, y en la Me�platz, de Mannheim. El 21 de junio, en tres regiones se quemaron libros. Por una parte, estaba Darmstadt,  en cuya Mercksplatz se llevaron a cabo los hechos; por otra, Essen y la m�tica ciudad de Weimar. Varios a�os m�s tarde, espec�ficamente el 30 de abril de 1938, la Residenzplatz, de la famosa Salzburgo, fue utilizada por estudiantes y militares para una destrucci�n masiva de ejemplares condenados.
El impacto producido por las quemas de mayo 1933 fue enorme. Sigmund Freud, cuyos libros fueron seleccionados para ser destruidos, dijo ir�nicamente a un periodista que semejante hoguera era un avance en la historia humana:
En la Edad Media ellos me habr�an quemado. Ahora se contentan con quemar mis libros[…]
Freud, por descuido, tal vez, olvid� en su broma que �l hubiera sido quemado en un horno si se hubiese quedado en Alemania.
Varios grupos intelectuales marcharon en Nueva York contra estas medidas . La revista Newsweek no vacil� en hablar de un �holocausto de libros� y la revista Time utiliz� por primera vez el t�rmino de �bibliocausto�. Los japoneses, impresionados, condenaron los ataques. El repudio, en suma, fue total.
No obstante, seg�n el ensayista W. J�tte , el rechazo no evit� que se destruyeran todas las obras de m�s de 5.500 autores. Los principales textos de los m�s destacados representantes de inicios del siglo XX alem�n recibieron vetos continuos y ardieron sin piedad. La Comisi�n para la reconstrucci�n cultural judeo-europea, estableci� que en 1933 hab�a 469 colecciones de libros jud�os, con m�s de 3.307.000 vol�menes distribuidas de modo irregular. En Polonia, por ejemplo, hab�a 251 bibliotecas con 1.650.000 libros; en Alemania, 55 bibliotecas con 422.000 libros; en la Uni�n Sovi�tica, 7 bibliotecas con 332.000 libros; en Holanda, 17 bibliotecas con 74.000 libros; en Rumania hab�a 25 bibliotecas con 69.000 libros; en Lituania hab�a 19 bibliotecas con 67.000 libros; y en Checoslovaquia hab�a 8 bibliotecas con 58.000 libros. Al finalizar la II Guerra Mundial, no qued� ni la cuarta parte de estos textos. Los libros jud�os eran considerados �enemigos del pueblo� y estaban visiblemente prohibidos. Entre 1941 y 1943, los due�os de las colecciones eran deportados y sus bibliotecas confiscadas. Un informe confidencial del erudito Ernst Grumach revela que la Gestapo convirti� en pulpa de papel cientos de obras para poder sacar folletos y revistas propagand�sticas . Las colecciones judaicas de Polonia y Viena se quemaron en un incendio en las oficinas de la Reichssicherheitshauptamt (Oficina Central de Seguridad del Reich), ocurrido entre el 22 y 23 de noviembre de 1943.
En Polonia, los Brenn-Kommandos acabaron con las sinagogas jud�as y prendieron fuego a la Gran Biblioteca Talm�dica del Seminario Teol�gico Jud�o de Lubl�n. Un informe nazi sobre este hecho se conserva: Para nosotros es motivo de especial orgullo destruir la Academia Talm�dica, conocida como una de las m�s grandes de Polonia[…]Nosotros sacamos la notable biblioteca talm�dica fuera del edificio y colocamos los libros en el mercado, donde les prendimos fuego. El fuego demor� veinte horas[…]
Desde 1939, no hubo una semana en la cual no se produjese un ataque contra una biblioteca o museo polaco. La Biblioteca Raczynsky, la Biblioteca de la Sociedad Cient�fica y la Biblioteca de la Catedral (dotada con una renombrada colecci�n de incunables), sufrieron quemas devastadoras. La biblioteca Nacional de Varsovia, en octubre de 1944, fue destruida con tal sa�a que se quemaron 700.000 libros. Esto no es todo: la biblioteca militar, con 350.000 obras, fue arrasada. Cuando los alemanes abandonaban el pa�s, quemaron los archivos de la Biblioteca P�blica de Varsovia. La Biblioteca Tecnol�gica de la Universidad de Varsovia, con 78.000 libros, fue atacada y destruida en 1944. A duras penas, los bibli�filos rescataron 3.850 t�tulos unos a�os despu�s.
La persecuci�n afect� al matem�tico Waclaw Sierpinski (1882-1969), famoso por haber resuelto un problema planteado por Gauss y por haber escrito libros ininteligibles como La teor�a de los n�meros irracionales (1910). En 1944, los nazis, preocupados por sus hallazgos, arrasaron su biblioteca y la de otros colegas suyos. Seg�n los expertos, unos 15.000.000 de libros desaparecieron en Polonia. Entre 1938 y 1945, el ej�rcito alem�n, inspirado por el mito de una raza pura con textos sagrados, invadi� tambi�n Checoslovaquia. Casi de inmediato, las bibliotecas de la zona de Sudetenland sufrieron saqueos y numerosos ataques adem�s de quemas p�blicas de libros.
La biblioteca Nacional de la Universidad de Praga fue severamente da�ada y al menos 25.000 libros desaparecieron. Todos los vol�menes de la biblioteca de la Facultad de Ciencias Naturales fueron destruidos. Al final de la ocupaci�n, ya no exist�an 2.000.000 de obras y cl�sicos como la Biblia Eslava y siete c�dices preciosos pertenecientes a la biblioteca de Jan Hodejovsky, quedaron en cenizas .
Hitler, por su parte, no distrajo jam�s su afecto por Goebbels y le perdon� todo, hasta sus reiterados deslices con prostitutas jud�as. El d�a de su suicidio, en 1945, lo nombr� Canciller del Reich. Y Goebbels, acept� este honor, pero por unas horas. Casi como si se tratara de una simetr�a perversa, el 1 de mayo, el mes de la gran quema de libros, acab� con todos sus hijos, mat� a su esposa, y luego, no sin esbozar una sonrisa de triunfo y alzar la mano celebrando al F�hrer, se dio muerte .
Poco despu�s, y agrego este comentario ir�nico a modo de final, los libros de la biblioteca personal de Hitler fueron encontrados en una mina de sal cerca de Berchtesgaden por un grupo de soldados de la Divisi�n 101. De una colecci�n de m�s de 16000 libros, quedaban 3000 libros, pero algunos m�s fueron robados y los otros destruidos debido a los datos que conten�an, y el resto, unos 1200, fueron transferidos a la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en enero de 1952, y desde entonces permanecen all�. Lo interesante de este hallazgo fue que nos permiti� saber que Hitler era lector voraz, un bibli�filo preocupado por las ediciones antiguas, por Arthur Schopenhauer, y una devoci�n entera por Magie: Geschichte, Theorie, Praxis (1923) de Ernst Schertel, obra en la que todav�a se puede encontrar subrayado de su pu�o y letra la frase:
Quien no lleva dentro de s� las semillas de lo demon�aco nunca dar� nacimiento a un nuevo mundo
Esta frase curiosa, sesgada, resaltada, puede ser la que explique el horror descrito en este cap�tulo.

DESTRUCCIÓN DE LIBROS

“Mira en la conspiración universal, dirigida al exterminio del júbilo y a la ruina de la belleza, el retorno y el establecimiento definitivo de los antiguos fantasmas del caos y de la nada…”
J.A. Ramos Sucre, El retórico

TODOS LOS FUEGOS, EL FUEGO

No veo cómo comenzar esta historia atroz sin formular algunas premisas:
a) La veneración fanática por un libro convertido en un talismán cultural sagrado causó la aniquilación de miles de libros.
Esto y lo que sigue: el fervor extremista asignó una condición mágica al contenido de una obra (llámese Corán, Biblia o el programa de un movimiento religioso, social, artístico o político) y legitimó su procedencia divina (Dios como autor o en su defecto un iluminado). Es el mito de la Obra Sagrada, a secas. De ahí, y sin reservas, que sobreviniera la condena más absoluta, supersticiosa y oficial de todo aquello que no confirmara semejante postura. La defensa teológica de un libro considerado definitivo, irrebatible e indispensable no ha tolerado discrepancias o manifestaciones de cultura deliberada. En parte, porque la desviación o reflexión crítica se iguala a la rebelión; en parte porque lo sagrado no admite conjeturas: supone un Cielo para sus gendarmes y un Infierno inagotable, domicilio de penalización con tintes de pesadilla combustible, para sus transgresores. La verdad, en este sentido, fue y sigue siendo a priori; principalmente trascendente, propiedad de un colectivo cuya fe da por sentado que la oposición es inoportuna e injusta.
    Esta visión nos lleva a un segundo punto:
b) El diálogo del libro estorba el monólogo del fanático.
El diálogo acuerda la interlocución y el consenso. La destrucción pretende amedrentar, disuadir, antes que convencer o persuadir. Subyace en todo esto la creencia de que el libro sagrado no puede ser cuestionado por meros mortales. No es, en definitiva, un proyecto dialéctico sino impositivo, monotemático, aislado. Un vulgar plan de conquista. El fin superior del proceso castiga la blasfemia para disipar la corrupción de las tesis o su disolución pérfida en la duda; la salvación del alma es la meta y no hay resquicios ni obstáculos que no puedan derribarse. c) El fuego, con escasas excepciones, ha sido el instrumento de la mayor parte de la destrucción de libros en la historia.
Como elemento purificador, principio y fin, antes y nunca, el fuego resulta eficaz al reducir a cenizas la escritura. Actúa, pues, como respuesta al pensamiento heterodoxo y como ofrenda a la posición ortodoxa. La quema de libros ha intentado determinar que dado que el conocimiento es poder (Bacon dixit) la inversión, es decir, el poder como conocimiento, se expresa en la eliminación categórica o, por momentos distraída, del menor atisbo de cuestionamiento o indiferencia.
Importa que el acto sea contundente, irreversible, casi una moraleja. Yavhé no dudó en hacer uso del fuego para destruir Sodoma. Desde ese momento en que los atenienses condenaron a Protágoras y redujeron su obra a las llamas hasta la persecución contra Salman Rushdie y sus irreverentes “Versos satánicos” , por citar uno de lo signos con que cierra este siglo, la moraleja (esto es: la disidencia no redunda en beneficios) ha probado sus efectos desmoralizantes. Lo invocado es lo de menos. Bien sea en el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo, Mahoma o del partido, el horror provocado es idéntico. Todos los fuegos son el fuego original.
En el “Fausto” de Marlowe, quizás el mejor de todos o el más feliz, hay un punto, (Acto V, escena II), en el que Fausto, ya condenado y conducido por los demonios, grita: “No te abras, infierno horrible. !Lucifer, no vengas por mí! !Yo quemaré mis libros!…” . Pero no se salva: sus súplicas son tardías y la promesa de negar el conocimiento, cometido el pecado letal, no basta. No hay absolución que valga. Y sus libros, tarde o temprano, cabe imaginar, correrán la misma suerte.
d) Hay demasiadas definiciones del libro. Yo no tengo ninguna que difiera de las que he leído, por lo que me atrevo a resumir con desparpajo: el libro encuentra al hombre en el lugar donde éste juraría no haber estado nunca. Símbolo del mundo, diestra objetivación de la memoria humana, es también la extensión e instauración de un mensaje espiritual lanzado a través de los siglos condensadamente con el fin de propiciar el renacimiento o encanto de una situación o pensamiento.
Destruir un libro, por tanto, es rescindir, bajo el más crudo realismo, su intención final. La idea (debo darle un nombre) no es otra que desarticular las bases de su intemporalidad y domesticar a sus lectores. Negado como símbolo, negada la humanidad que lo sostiene, negada la memoria misma en su esencia más íntima, se transforma en una lección con fines sociales devastadores. La excusa del libro sagrado o del interés nacional permite, además, sorprender la confianza de la reflexión crítica o simplemente alternativa para exponer las condiciones incuestionables de absoluta devoción de una comunidad por un libro. Una vez establecido este dominio, cualquier cosa es posible.
Cada una de estas premisas se agota en sí misma. Corresponden a la cara visible de lo que llamo el mito de la Obra Sagrada, cuyo poder de estímulo y principio devastador está en sus umbrales. El lado oscuro, sospecho, sólo ha deletreado tres o cuatro signos en los hechos que ofrezco seguidamente.

GENEALOGÍA DEL DOMINIO

El primero acontecimiento, no por fechas sino por importancia, ocurrió hacia el 640 (ó 644) d.C., cuando el comandante Amir ibn al-Ass, terminada la conquista de Egipto, envió una carta al califa Omar I (Umar ibn al-Khattab), refiriéndole sus hallazgos en la exótica Alejandría: había encontrado 4.000 baños, 4.000 palacios, 400 teatros, 40.000 judíos y 12.000 comerciantes de aceite. Posteriormente, añadió a su censo la prestigiosa Biblioteca de la ciudad no sin pedir instrucciones sobre qué hacer con el elevado número de libros (como se llamaba entonces a cada rollo de papiro) que desde el siglo 3 a.C. demandaban el incómodo orgullo helénico. Omar, príncipe de la fe, heredero de la piedad de Mahoma, respondió la inquietud de Amir con pragmatismo: “Si los libros contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo a la doctrina del Corán, no tiene caso conservarlos”. Abd al-Latif, cronista prudente, resumió las consecuencias de este consejo con frases inhóspitas: “La Biblioteca de Alejandría fue incendiada y totalmente destruida…”. Los papiros sirvieron para encender el fuego que calentaba las termas públicas. En lugar de leña, los textos de Heráclito (quien alguna vez escribió: “El fuego juzgará y alcanzará todas las cosas” ), Hesíodo, Gorgias (el sofista que dijo: “Nada existe” ), Epicuro, Arquíloco, Crisipo, de la gran mayoría de clásicos, ardieron por seis largos meses.
En el intento por salvar la dignidad y el poder de un libro juzgado infalible, inimitable y resplandeciente, los musulmanes ultrajaron millares de volúmenes. Chih-huang-ti, Primer Emperador de China, Señor Augusto, responsable de la Gran Muralla, aceptó alguna vez una proposición ministerial de quemar todos los libros que no llevaran el sello real y el 213 a.C. centenares de escritos chinos desaparecieron. Pero el 206 a.C., una guerra civil que no estaba contemplada dentro de los planes del Emperador, arrasó también con los ejemplares que llevaban el sello real. En Alejandría la ambigua orden de Omar causó el exterminio del cuarenta por ciento de la literatura griega antigua. No obstante, tan infame episodio no fue excepcional. La cremación de obras se practicaba desde siglos anteriores. A petición de Eglé Charmell, historiadora, pude leer en el “Gran Diccionario Histórico o Miscelánea de Curiosidades de la Historia sagrada y profana” de Luis Moreri lo siguiente: “Peleando Cesar contra los habitadores de Alexandria, mandó pegar fuego a sus navíos, y extendiéndole las llamas a la Bibliotheca, lo consumieron todo. No habló este dictador en su Historia de esta desgracia, de la cual era el autor; pero no se olvidaron de ella Plutarco, Dión y Tito Livio. Erigió Cleopatra Reyna de Egypto otra Bibliotheca en el Serapeum, y logró de Antonio la Bibliotheca de Attalo, rey de Pérgamo, para echar cimientos a la suya” . El 47 a.C. ocurrió lo de César, quien no conforme con el daño hecho sustrajo obras de contenido militar (que aprovechó, sin dudas de por medio, a su regreso a Roma). Años después, el emperador Diocleciano (284-305 d.C.) instigó la desaparición de todos los escritos de magia y alquimia. Supersticioso en exceso, temió que los alejandrinos, sometidos a la hipotética Roma que dirigía, aprendiesen, por procedimiento alquímicos, a convertir metales en oro y decidiesen recuperar ánimos belicosos. Algunos historiadores acusan al patriarca Teófilo de haber sido el verdadero causante del más grave de los daños, por haber atacado el Templo de Serapis el año 389 y la Biblioteca el 391 con una multitud enfurecida.
La tradición de infamias condenó 600.000 papiros, aproximadamente, al saqueo y la extinción. Aulo Gelio afirmó que eran 700.000 rollos. Séneca habló de 400.000. Juan Tzetzes, comentarista bizantino, quiso mediar explicando que la Biblioteca estuvo dividida: con 42.800 manuscritos en el Serapeo y 490.000 en el Museo. Autores modernos resistentes al sentido común opinan que pudo haber dos millones de originales.

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En Egipto fue quemado también “El libro de Toth”. Nadie sabe nada de esta obra, excepto que fue escrita por un hombre llamado Toth, inventor de la escritura y secretario de los dioses; asimismo se cree que contenía secretos sobre el poder del faraón y fórmulas mágicas. En varias épocas desapareció y conoció las llamas. Una leyenda lo convierte en el texto de todos los magos que se precien de tal, aunque ninguna evidencia ha podido probar que existió, siquiera, el texto original. Un papiro refiere que hacia el 360 a.C. pudo haber sido objeto de las más oscuras manipulaciones políticas.

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Otra verdadera biblioteca griega maldita fue la de Pérgamo, cuya historia aportó Plinio en su “Historia Natural” y que yo, con añadidos inciertos, me atrevo a compendiar. Eumenes II, monarca irascible, la fundó en el siglo 2 a.C. en abierta declaración de guerra con la de Alejandría. En pocos años, llegó a reunir 200.000 ó 300.000 volúmenes copiados en un nuevo material: el pergamino, más dúctil, menos perecedero. Con Crates de Malos (Siglo 3 a.C.) como director se definió una búsqueda basada en las premisas filosóficas del estoicismo. Los estudios se orientaron hacia exégesis logicistas en lugar de análisis filológicos: “…su principio fundamental es la anomalía, basada en la observación del uso en el lenguaje hablado”. La desaparición de la Biblioteca de Pérgamo a raíz de las luchas políticas en el Asia Menor hizo que Antonio (hay quienes hablan de Augusto) enviara los pergaminos sobrevivientes a su querida Cleopatra con el leve propósito de donarlos al Serapeo de Alejandría (era su manera de disculpar la quema del 47 a.C.). Así acabó la segunda biblioteca helenística más famosa. La rivalidad acabó en ironía, en mueca.

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Aristóteles (H. 384-322 a.C.) pudo haber formado la biblioteca privada más admirada en la antigüedad, si no por su número (pues descollarían las de Atenas, Rodas, Cos, Éfeso), por su calidad. Estrabón aseguró que el filósofo fue el primer vástago entre los coleccionistas serios. En efecto, compró escritos filosóficos, matemáticos, físicos, literarios y políticos de los que supo hacer buen uso al citarlos en sus propias obras. A su muerte, Teofrasto (H. 388-288 a.C.) retuvo los libros y los acrecentó sobremanera con manuscritos excéntricos. Pero la mala fortuna comenzó cuando Neleo de Escépsis, heredero final de la biblioteca murió y sus familiares, temerosos del pillaje, la arrojaron en un sótano. Cuando Apelicón de Teos, rico intelectual, optó por comprarla, muchos papiros ya habían sido destruidos por la humedad. Sila, general romano, se apoderó el 84 a.C. de Atenas y, al enterarse de la existencia de los curiosos legados de Aristóteles, hizo zarpar un barco a toda prisa con los materiales a Roma, en donde Tiranión de Amiso enmendó y reescribió lo mutilado. Posteriormente Andrónico de Rodas se inmortalizó clasificando cada tratado por grupos. Fue él, en realidad, el autor material del título “Metafísica”, otorgado a los textos aristotélicos que venían después de los que se ocupaban de física.

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La primera referencia que poseo de la destrucción de un libro entre los griegos está en Diógenes Laercio y aparece en sus “Vidas de los más ilustres filósofos” (IX,52). Es el caso de Protágoras, condenado en el siglo V por agnóstico. “Sobre los dioses”, su escrito, fue quemado en la plaza pública así como confiscado a sus poseedores. Protágoras tuvo que huir para no ser víctima de las multitudes democráticas atenienses. Platón fue acusado de pegar fuego a los tratados de Demócrito; quería evitar, a tenor de los rumores mezquinos de sus colegas, cualquier acusación de plagio debido a las mágicas coincidencias entre sus escritos y el “Gran Diacosmos”. Laercio cuenta este suceso con la más resignada malicia posible. Hipócrates de Cos, según biógrafos indiscretos, destruyó la biblioteca del Templo de la Salud de Cnido. W.H.S. Jones, en su traducción del “Corpus Hippocraticum” de la colección Loeb, recoge la leyenda imputando al padre de la medicina un descomunal deseo de impedir que intensos secretos se difundiesen o pudiesen ser conocidos por herederos de la gran tradición de los asclepíades.

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Con el advenimiento del cristianismo, resucitó un período pre-inquisitivo. El 415 d.C. una poblada, seguidora de San Cirilo, asesinó a Hipatia, investigadora matemática de la biblioteca de Alejandría. Su cuerpo fue violado, y la piel sufrió quemaduras y raspaduras con conchas marinas hasta el hueso. Tal ferocidad se aplicó a muchos escritos. A falta de testimonios fehacientes, desconocemos los títulos y la cantidad que, desaprobados por la Iglesia, fue arrojada a las llamas. Pero es presumible pensar en un centenar. No fueron tiempos de clemencia. Eran raros los padres verdaderamente instruidos; eran abundantes los logoclastas. Teófilo asestó un golpe bajo a los restos del Serapeo incitando a sus fieles a demoler piedra por piedra a fin de erigir un templo a los mártires cristianos. Nuevamente, los anaqueles sufrieron destrucción y robo. El desinterés por la literatura pagana que produjo el movimiento cristiano derivó en la extinción natural de muchos autores. La copia dañada de un determinado escritor, al no ser reemplazada por una nueva debido a una desidia continua, se convirtió en una mala señal con el pasar de los años. Así perdimos miles de obras. Una convicción fulminante destruyó, con el rigor más extremo, los libros de los gnósticos y lo que de ellos conocemos está en los textos de sus acusadores, los cuales, secretamente, parecen haberlos inmortalizado al recopilar los fragmentos más relevantes.
La caída del imperio romano empeoró la paciente labor de conservación. Alarico tomó Roma con sus hordas bárbaras el 410 d.C. Desde el 24 de agosto, día del suceso, hasta pasada una semana, la ciudad fue saqueada sin piedad. Las casas brillaron como antorchas. Los papiros sirvieron como lumbre en las orgías.
Contrario a esta ferocidad, uno de los caudillos de los godos, cuando éstos encendieron fuegos para destruir las bibliotecas griegas, levantó su voz diciendo que convenía dejarlas a los enemigos como cosa idónea para apartarlos de los ejercicios militares y entregarlos a ocupaciones sedentarias y ociosas. Montaigne (“De la pedantería”, Ensayos, I), fuente de esta anécdota, la relata como un modelo contrario que bien puede oponerse aquí a los hechos expuestos.
Para el siglo 5 d.C. la nueva historia de Roma la retomó Constantinopla, donde la llama de la cultura prendió nuevamente dentro de los márgenes del imperio Bizantino. Esta etapa constituyó un renacimiento parcial de la conciencia helénica porque, según John A. Garraty y Peter Gay (“Columbia History of the World”), “poseer cultura era indispensable para hacer carrera. Con la excepción del rudo Basilio II, los emperadores fueron ejemplares en este terreno y continuaron favoreciendo a los intelectuales. León VI el prudente, estudioso de las teorías de Focio, era un excelente retórico; su hijo Constantino VII convirtió el palacio imperial en punto de encuentro de estudiosos y literatos…”.
Este esfuerzo se mantuvo hasta que la “cristiana” Cuarta Cruzada arrasó el año 1204 con la urbe y diezmó considerablemente los papiros y pergaminos antiguamente rescatados. Durante 3 interminables días, cruzados de ardiente piedad, sacerdotes y soldados asesinaron, robaron y destruyeron con “fe” ejemplar.

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En la Roma imperial no hubo ningún cambio en esta lenta y tenaz destrucción. El defensor de Virgilio, mecenas respetado y querido, césar incuestionable, el pacífico Augusto, destruyó millares de obras alegando razones de Estado. Suetonio relata en su “Vida de los doce césares” (Libro 3, LXI) que la crueldad del voluptuoso Tiberio no tuvo límites. Un resentido, al parecer, acusó a un poeta de injuriar en su obra al mítico Agamenón; otra acusación peligrosa divulgó la noticia de que un historiador alababa en su texto a Bruto y a Casio llamándolos “los últimos romanos”. Tiberio, ofuscado, condenó a muerte a estos y a numerosos escritores destruyendo sus libros con verdadera saña. Se desconoció que los mismos poetas ajusticiados leyeron sus creaciones a Augusto, quien las elogió enormemente. Domiciano procuró contribuir a paliar los incendios a que habían sido sometidas las bibliotecas por las incursiones bárbaras enviando mensajeros a Alejandría a la búsqueda de copias fieles de los grandes clásicos. Esta labor la acompañaba de una insana tendencia a destruir en quemaderos públicos todos los libros sospechosos de ofender su majestad o a Roma (que solía ser lo mismo). Los poetas eran apaleados y los editores crucificados o empalados.

LAS PUERTAS INDUCIDAS

En mayo de 925 d.C., el monasterio de Saint Gall fue atacado. Uno de los propósitos de los bárbaros era aniquilar a los monjes y prender fuego al lugar, lo que hubiera significado el fin de miles de libros resguardados bajo el mayor fervor. Una mujer, ascética, devota, triste, llamada Wilborada, ejercía entonces el cuidado de la biblioteca y tuvo una visión. No sabemos cuál fue, pero entre el atardecer y la madrugada del día siguiente del primero de mayo enterró las obras. La crónica relata que finalmente los sitiados vencieron a sus atacantes; el fuego, de cualquier manera, consumía el monasterio y el cuerpo de Wilborada, mutilado, vejado, erizado en su cólera, yacía sobre un montón de tierra donde se encontraron más tarde todos los libros ilesos. Su acto le valió un santidad curiosa y el patronazgo absoluto sobre los bibliófilos.
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Durante la dominación de los moros en España, Al Hakam II, protector de artistas, fundó en Córdoba una de las Bibliotecas más importantes de su tiempo, adquirió textos raros, envió mensajeros a divulgar su deseo de obtener copias de los mejores libros del mundo lo que le facilitó la selección de 400.000 volúmenes, pero Mohamed Ibn Abi Amir, mejor conocido como Almansur, heredero forzado en el califato, militar ávido de fortuna, asesino de su hijo, apenas muerto Al Hakam II permitió que los teólogos musulmanes quemaran todos los libros de la Biblioteca que contradijeran la fe de Mahoma. Este gesto le valió ser considerado el más piadoso de los hombres, lo cual ratificó al destruir el santuario de Santiago de Compostela y hacer que los prisioneros llevaran sobre sus hombros las campanas de la iglesia.
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Miles de hombres y mujeres acusados de brujería fueron purificados con fuego; en su destino estaba, línea por línea, transcrito el de los libros sospechosos de satanismo o herejía. Miguel Servet fue quemado el 27 de octubre de 1533 por los calvinistas; una efigie suya había sido incendiada por los católicos. Con él ardieron sus libros, donde negaba la Trinidad y la reducía a una sola entidad platónica. Su muerte le valió a Calvino un efusivo elogio de Melanchton. Pero a la historia le agradan las simetrías rebeldes. Esteban Dolet, tipógrafo e impresor, aprovechó un permiso de Francisco I para editar a Terencio, Rabelais, Cicerón, Virgilio y otros clásicos; una redada piadosa encontró en su hogar textos de Calvino y Melanchton e inmediatamente fue detenido, procesado y condenado a la hoguera. Tuvo la satisfacción de que el día de su ejecución, un 3 de agosto de 1546, alguien pensara correcto usar sus libros en lugar de madera y la plaza de Maubert se llenó de humo y ceniza.
Las actividades de la Inquisición perfeccionaron y legalizaron autos de fé contra el pensamiento alternativo. De los índices de libros prohibidos (Index Librorum Prohibitorum) se pasó muy pronto a la acción frenética contra toda disidencia. Jacobo I de Inglaterra, en 1603, ordenó destruir todos los ejemplares de “Descubrimientos de la brujería”, obra de Reginald Scott, miembro del parlamento que, con una inocencia fugaz publicó en 1584 su libro con la esperanza de demostrar que no existían brujas ni demonios.
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Por “Los libros condenados” de Jacques Bergier supe del Abad Tritemo y de John Dee. Cada uno exige un ensayo aparte, pero por ahora bastaría con hacer un poco de memoria. Juan Tritemo, nacido en 1462 y muerto en 1516, antes Johannes de Heidenberg, fue miembro de una sociedad secreta llamada Cofradía Celta donde se estudiaba la astrología, la magia, la cábala, la matemática y la literatura. Un afán de supervivencia lo acercó a la religión, viéndose convertido en Abad. Sus estudios fueron resumidos en los ocho tomos de su “Esteganografía”, un manuscrito que, según él, obedeció a un sueño. La obra, en suma, describía métodos de escritura secreta y de telepatía y telequinética. Felipe II la hizo cremar por miedo a su divulgación.
John Dee, nacido en 1527 y muerto en 1608, fue un personaje fascinante. No importa si su escritura es torpe, ingenuamente fantástica y remeda el estilo de su época. De por sí, Dee causa una admiración enorme. Gustav Meyrink historió su vida, pero lo que maravilla es el hecho de que pasó de una fama tibia a un cálido odio sin demoras. Todo, por haber publicado en 1659 “A true and faithfull relation of what passed betwen Dr. John Dee and some spirits”, un libro que describe sus intemporales conversaciones con seres de otra dimensión a través de una piedra negra de antracita. Esos seres se habría puesto en contacto con él a la búsqueda de un acercamiento provechoso. Su forma de viajar es en el tiempo. Antes de la aparición de este volumen, ya una plebe enardecida saqueó su casa y prendió fuego a los cuatro mil libros de su biblioteca. Igual suerte corrieron numerosos manuscritos de notas. Hoy en día sólo podemos leer “La mónada jeroglífica” en traducciones de dudosa autenticidad.
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El 10 de mayo de 1933 los nazis convocaron a una gran asamblea nacional para destruir los libros de todos los opositores o autores de origen judío. Las obras de Freud, los rosacruces y Thomas Mann, entre muchos, fueron condenadas por Joseph Goebbels al fuego. Una película que recoge el momento en Berlín muestra a estudiantes, filósofos, profesores, escritores, poetas, políticos, niños, arrojando libros a la pira con alegría inefable tras la mención del título.
La persecución contra una obra y su autor responde a la temerosa debilidad que cuestione. El grado de animosidad y empeño en la labor no es ajeno a las circunstancias que exponga al ridiculo. Las “Cartas filosóficas” de Voltaire, publicadas en abril de 1734, provocaron la ira de la iglesia, el escritor fue detenido y un decreto del Parlamento, tres meses después, autorizó a un verdugo a desgarrar y quemar las epístolas por “inspirar el libertinaje más peligroso para la religión y para el orden de la sociedad”.
En el siglo XX se me ocurre que los dos casos más desleznables son los de James Hanley y Salman Rushdie. Hay otros, por supuesto, pero busco solamente una escandalosa y avara representatividad. Del primero se oye hablar poco y se lee menos, pero no fue un escritor mediocre. Autor de “El Chico” (1931), novela extraordinaria que narra la iniciación de un joven marino, sufrió un proceso judicial y en 1934 la policía decomisó su libro. En añadidura, Hugh Walpole, escritor y misterioso vocero de las buenas costumbres inglesas (que nadie conoce) destruyó un ejemplar en público y cientos más fueron quemados. Walpole llegó a manifestar que la obra “es tan desagradable y horrible, tanto en la narración como en lo incidentes que se relatan, que me extraña que los impresores no se hubieran declarado en huelga mientras la imprimían…”. Con Salman Rushdie, escritor inglés de origen hindú, el ensañamiento ha sido inescrupuloso y constituye un anacronismo inadmisible: sobre él pesa una condena a muerte lo mismo que sobre sus “Versos satánicos”, una novela mediocre e impulsiva que tiene el mérito de haber ridiculizado el fundamentalismo en sus axiomas centrales. La persecución contra Rushdie es indescriptible: protegido por Scotland Yard, vive a merced de una mudanza continua en Inglaterra y de los múltiples amigos que ha sabido ganarse en el mundo intelectual. En Irán fue quemada su obra y algunas librerías inglesas dinamitadas.
En un régimen político, militar o religioso despótico el libro deja de ser un instrumento de conocimiento y sólo se acepta como entretenimiento o propaganda. La Unión Soviética o China o Thailandia o Vietnam. El nombre no importa: el terrorismo aplicado no modifica sus métodos: incineración de libros y enjuiciamiento popular del autor. Si hay algo que recriminar a la antigua Unión Soviética no sólo serían sus incontables crímenes impunes sino no haber permitido, ni siquiera en la disidencia, la aparición de una literatura próxima a la magnífica vertiente de Dostoievsky y Tolstoi. Gorky no es una excepción, es la confirmación de esta profunda grieta abierta en medio de la narrativa rusa. Lo mismo debo decir de la narrativa y poesía española cortada en dos mitades por el terror del régimen de Francisco Franco. La prohibición, la censura, no son las formas de una dictadura: hay que verlas como su contenido.

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El miedo, el arrepentimiento o la decepción ha impulsado a algunos autores a destruir sus libros. Nostradamus quemó su biblioteca para evitar que el contenido de sus volúmenes sobre astrología y magia llegaran a manos equivocadas. Edgard Allan Poe, deprimido por lo que consideró como mediocres poemas, buscó y destruyó todos los ejemplares de su primer libro de poemas que logró encontrar.

CLAVE IMAGINARIA

Multiplicando sus incertidumbres, la historia de la literatura ha expuesto en cuatro grandes momentos la terrible verdad histórica presentada aquí. Bajo los signos compartidos de una propuesta universal, la destrucción imaginaria de libros ha procurado ser fiel a las más venerables y conmovedoras metáforas del mundo y del hombre. Quevedo hablaba de que su llama podía nadar en agua fría sin extinguirse: algo de eso y tal vez menos o más, se cumple en el origen, que es el fin, de la obra que describe, como un espejo inverso, la eliminación de volúmenes por el fuego. La narrativa ha asumido dos posiciones: la de los hombres que queman los libros que conducen a la locura o la de los que desean abolir el pasado. Entre estos dos extremos de una moneda única todo sucede.
La más célebre quema de libros hecha en una novela, inolvidable, íntima, es la que presenta Cervantes en el capítulo VI de la primera parte de “Don Quijote”. Nadie puede no recordar al cura y al barbero (que es como decir la iglesia y la censura) cuando entran en la biblioteca de Alonso Quijano, dormido entonces, y consiguen un centenar de textos, en su mayoría novelas de caballerías que proceden a revisar y seleccionar, aunque la sobrina y el ama piden una hoguera expedita. Por el “Amadís de Gaula” que se salva por ser el primero y el mejor de todos al corral y al fuego irán “Las sergas de Espladián” y todos los epígonos junto con “Don Olivante de Laura”, “Florismarte de Hircania”, “El caballero Platir”, “El caballero de la cruz”, “Palmerín de Oliva”, “Don Belianís” y otros. Al despertar, la sobrina explica que la biblioteca ha desaparecido por obra de un mago y don Quijote cree perfectamente que un tal Frestón ha sido el destructor. El capítulo sirvió a Cervantes para hacer una crítica poderosa contra los dominios sesgados y mediocres de una tradición que distrajo y falsificó la lectura de libros serios y calificados en pro de una frivolidad de dicha oscura.
Henry James dijo que Nathaniel Hawthorne “se las arregló, a través de un exquisito proceso, mejor conocido por el mismo, para transformar un pesado fardo moral en la sustancia de la imaginación”. En efecto, en “El Holocausto del mundo” narra una fábula universal: hastiados del excesivo cúmulo de conocimientos y cosas, los hombres deciden, en las praderas del Oeste, encender una gigantesca hoguera donde arrojan periódicos, revistas, signos heráldicos, condecoraciones, licores, armamentos, todo lo que ha hecho y deshecho la tecnología o la mecánica o el ingenio, incluyendo los libros. Hawthorne refiere con extraña fruición puritana:
“Allí fueron a dar infolios gruesos y pesados que contenían los trabajos de lexicógrafos, comentaristas y enciclopedistas, los cuales, tras caer en las brasas con pesadez de plomo, ardían sin llama hasta ser cenizas, como leña podrida. Los pequeños y exquisitamente sobredorados tomos franceses del siglo pasado, entre ellos los cien volúmenes de Voltaire, crepitaron soltando una brillante lluvia de chispas y llamas diminutas; mientras que la literatura actual de ese mismo país ardía en rojo y azul y bañaba con luz infernal los rostros de los espectadores, confiriéndoles un aspecto de demonios multicolores. Un compendio de cuentos alemanes exhalaba tufaradas de azufre. Los clásicos ingleses resultaron ser excelente combustible…Las obras de Milton, en particular, emitieron una potente llamarada y, poniéndose al rojo, se convirtieron en un carbón que prometía durar más casi cualquier otro material de la pila. De Shakespeare brotó una llama de tan maravilloso esplendor que las gentes se protegían los ojos…y ni siquiera cuando arrojaron los tratados de sus glosadores dejó de despedir un fulgor deslumbrante…”.
Por último, se comprende que para aniquilar la raíz de los males del mundo es preciso quemar el corazón del hombre y en ese punto el relato se detiene, feliz y confuso.
En 1953 Ray Bradbury publicó “Farenheit 451”, título que es a la vez un dato que informa sobre la temperatura que hace falta para cremar un libro. En esa novela angustiosa y nostálgica, en la línea de “1984” de George Orwell y “Un mundo feliz” de Aldoux Huxley, hay un futuro en el que los libros están prohibidos y un cuerpo de bomberos se encarga de incinerarlos sin demora ante los peligros de que, leídos, perturben la enajenación y ortodoxia vital del sistema imperante. Montag, al concluir la persecución desatada en su contra, se une a los disentes, vagos que llevan en su memoria un libro completo o el capítulo de un libro y esperan reunirse con otros como ellos para así intentar reescribir a los grandes clásicos desaparecidos por los decretos oficiales. Itelio, romano de alta alcurnia, tenía en su casa un cuerpo de cien esclavos a los que llamaba para la sobremesa. Cada uno recitaba un largo texto de memoria y entretenía a los comensales con Homero, Virgilio, Píndaro. En la obra de Bradbury la memoria es un recurso para sobrevivir en un futuro hostil.
Borges, en “El Congreso” , relato incluido en “El libro de arena” rescata a Hawthorne por completo. Un periodista llamado Alejandro Ferri se une a El Congreso, un grupo dirigido por Alejandro Glencoe. Apolíticos, universalistas, los congresales creen que representan el mundo y deciden incorporar a representantes de todas las tendencias y géneros. El fracaso de la empresa termina con una gran hoguera donde son quemados todos los libros recopilados (enciclopedias, atlas, la “Historia Naturalis” de Plinio, obras de diversa procedencia). Fernández Irala, uno de los miembros, comenta: “Cada tantos siglos hay que quemar la Biblioteca de Alejandría”.
Como corolario y desde otra perspectiva, borgiana, erudita, intencionadamente cínica, hay que citar “El nombre de la rosa” de Umberto Eco. Como se sabe, los asesinatos cometidos en esa novela obedecen a los celos extraños de un monje bibliófilo que pretende evitar que el mundo conozca el único ejemplar existente del segundo libro de la “Poética” de Aristóteles que, al parecer, era una defensa de la comedia. La biblioteca secreta del monasterio, al final, arde sin dejar rastro. Adso de Melk, protagonista y narrador señala: “La lámpara fue a parar justo al montón de libros que habían caido de la mesa y yacían unos encima de otros con las páginas abiertas. Se derramó el aceite, y en seguida el fuego prendió en un pergamino muy frágil que ardió como un haz de hornija reseca. Todo sucedió en pocos instantes: una llamarada se elevó desde los libros, como si aquellas páginas milenarias llevasen siglos esperando quemarse y gozaran al satisfacer de golpe una sed inmemorial de ecpirosis…” (Ob. cit., p. 5).
Habría otros ejemplos que citar, como en todo lo dicho, pero no he buscado escribir un informe policial; me limito a aportar referencias y temores. Que, si me escucha con los ojos, me disculpe Quevedo, por la omisión de sus “Sueños” , y en renglón seguido extiendo las disculpas a Lovecraft, Orwell, Zamyatin, Huxley, en fin.

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Hasta aquí, segmento tras segmento, época tras época, el resumen de esta historia. Dante, perplejo y aterido, en el canto XXV del Infierno (46 y sgs.), cuenta cómo una serpiente con seis pies se transforma en hombre y los colores de ambos seres se confunden sin que predomine el de uno o el otro . Una transformación y ambigüedad parecida corresponde a los vértices de los hechos, incompletos, dispersos, que me propuse, con la más minuciosa parcialidad, referir en estas páginas. No es ni deben verse en blanco y negro ni eludirse como tal. La hoguera de ayer, creo, es la de hoy, la misma que arde aún en estas líneas con fulgor intacto.
El dilema, lo reconozco, sigue vigente: ¿Por qué destruyen libros los hombres? He formulado ya una teoría donde atribuyo la causa a la histeria colectiva causada por el mito de la Obra Sagrada. Tal vez no sea del todo cierto; tal vez, y hay que atender esto, los motivos profundos estén en una declaración de Fred Hoyle, astrónomo y novelista. En “De hombres y galaxias” , escribió que cinco líneas bastarían para arruinar todos los fundamentos de nuestra civilización. Esta posibilidad terrible, impertinente, codiciosa, nos aturde y no habría razones para no pensar que, tras la excusa autoritaria, se esconda la búsqueda obsesiva del libro que contenga esas cinco líneas. La conspiración, así, quedaría evidenciada.

Con todo el escepticismo posible, ofrezco un índice de lecturas: Anthon, Charles. A Classical Dictionary of the Greeks and Romans, 1857.
Bergier, Jacques. Los libros condenados, 1971.
Cantarella, Raffaele. La literatura griega de la época helenística e imperial, 1972.
Easterling, P.E.- Knox,B.M.W. The Cambridge History of Classical Literature. I. Greek literature, 1985.
Garraty, John A. Gay, Peter. Columbia History of the World, 1972.
Gibbon, Edward. The decline and fall of the roman empire, 1839.
Kenyon, F.G. Books and Readers in ancient Greece and Rome, 1951.
Laercio, Diogenes. Lives of eminent philosophers, 1972.
Ossa, Felipe. Historia de la escritura y la letra impresa, 1993.
Pfeiffer, Rudolf. History of classical scholarship. From the beginning to the end of the helenistic Age, 1968.
Pichon, Jean-Charles. Histoire universelle des sectes et des sociétés secretes, 1969
Pinner, H.L. The World of Books in Classical Antiquity, 1948.
Rosarivo, Raúl M. Historia general del libro impreso, 1964.
Turner, E.G. Athenian books in the fifth and forth centuries, 1952.
Varios. Paulys Realencyclopaedie Der Classischen Altertums-Wissenschaft, 1893 y ss.
Wilson, N.G. Scribes & Scholars. A Guide to the Transmission of Greek and Latin Literature, 1968.

Tiempos actuales con los indigenas norteamericanos

Casi todo el mundo coincide en que los habitantes de los continente americano provienen de de Asia. Hace al menos 20.000 años, los primeros humanos cruzaron lo que hoy en día llamamos estrecho de Bearing, entre Alaska y Siberia. En diferentes olas migratorias, fueron pasando hacia América, que poco a poco poblaron.

He dicho casi todo el mundo porque, entre otros, los lakota dicen tener su origen en este mundo al salir de una cueva a las He Sapa (Black Hills, en el estado de Dakota del Sur).
Sin entrar en discusiones, en lo que si que coincide todo el mundo es que los lakota se convirtieron a finales del siglo XVIII y mediados del XIX en el grupo tribal más poderoso de la gran pradera en el centro del continente americano, entre los ríos Missouri y las Rocosas. Eran un grupo cazador recolector, que gracias al caballo, seguía los grandes rebaños de bisontes, una fuente casi inagotable de alimento…

La llegada de los blancos (o europeos, como preferís llamar a nuestros antepasados que fueron a hacer fortuna a aquellas tierras) fue bastante tranquila en un principio, ya que se trataba de comerciantes. Pero pronto fueron llegando otros muchos, y con ellos, aquello que se demostró ser peor que todos los ejércitos: las enfermedades. Se calcula que un 90% de las bajas entre las tribus se produjeron debido a simples resfriados, gripes, viruelas…. en un solo invierno, la gran tribu de los Hidatsa quedó diezmada; los Pies Negros, que impedían el paso de los blancos durante más de veinte años, no tuvieron mes remedio que detener sus ataques: no quedaban apenas guerreros vivos al cabo de tres años de enfermedades!

Con pocas tribus fue necesaria la intervención de la caballería. Y de hecho, al contrario de lo que nos ha explicado Hollywood, sólo actuó a gran escala cuando los últimos en resistir estaban ya pensando como adaptarse al nuevo mundo que los caía encima. Desde un punto de vista militar, la estrategia más eficaz del gobierno de los Estados Unidos fue matar bisontes. La tribu que no enfermaba se moría de hambre!

La mayor parte de las batallas las ganaron los lakota, los cheyenne…. las diferentes tribus eran militarmente superiores a una caballería plagada de reclutas que en muchos casos, no hablaban ni inglés. Eran sociedades guerreras, defendían su tierra, y no les faltaban armas de fuego. Pero enfermos y sin bisontes, su mundo se hundió. El 1876 vencieron a Custer y su séptimo de caballería. Un año más tarde, todos se habían rendido o huido a Canadá… para volver unos años más tarde. Las películas tienden a explicar la historia en función de las batallas. Los indios pueden ser buenos o malos, pero siempre nos dicen que en pocos años, su mundo desapareció… con ellos incluidos. El último acontecimiento de las guerras indias, y que se considera el final de la conquista del continente americano, fue la masacre de Wounded Knee. Ya no quedaban indios.

Y no fue así. No muchos sobrevivieron, quedaron anímicamente destrozados…. pero seguían vivos. El siglo XX, las leyes y todos los esfuerzos siguieron, para hacer de ellos unos buenos americanos. Los han seguido robando tierras de las reservas que tenían que ser de ellos para siempre. Sus reservas fueron redefinidas (en algunos casos hasta desaparecer), muchas tierras vendidas a los blancos que a partir de 1910 empezaron a colonizar grandes partes de Dakota. Los han enviado a escuelas lejanas, internados, donde los avergonzaban por ser salvajes, y los ponían jabón en la boca por hablar lakota. Los han hecho emigrar a las ciudades (el 80% de la población india de los Estados Unidos vivo en gran ciudades, fuera de las reservas). Pese a todo, siguen siendo lakota, cheyenne, crow (absarooka)…. las tradiciones, no sólo no se han perdido, sino que muy lentamente, se recuperan. El alcoholismo hace estragos, pero algunos luchan contra ello y hay en estos momentos un gran movimiento de retorno a la religión tradicional. Los bisontes ya han dejado de ser una especie en peligro de extinción… Estan vivos, y la lucha para seguir siendo lakota no cesa. Y además, ya tienen a sus primeros maestros, abogados…

tradición y modernidad

Van con tejanos, conducen coches, juegan a baloncesto, hablan por móvil, les gusta el heavy metal y el blues, y siguen los seriales de la tele… ¿qué queda de aquellos guerreros de las películas, de los grandes líderes espirituales que los hacían vivir en una harmonía perfecta con la naturaleza?!? Bien, ni las películas debían de ser tan fieles a la realidad, ni el hecho de no vivir en tipis los ha hecho perder ni la identidad ni su espiritualidad.

Y afirmo que el cine no ha sido demasiado bueno con ellos (excepto contadas ocasiones) porque si hay un primer detalle que los define (y que nunca aparece) es un sentido del humor a veces corrosivo!!! Este sentido del humor los ha ayudado a superar los momentos más duros del siglo pasado, cuando no avistaban futuro alguno. En resumen, son seres muy humanos, y poco que ver tienen ni con las películas ni con los mitos que nuestra sociedad construye con ellos.

Por otra parte, es preciso señalar que entre los lakota, como entre la mayor parte de las sociedades del mundo, el conocimiento es hermético. Sólo se pasa a quien el merece.. si hay alguien que lo merece. Nuestros viajes no les introducirán a estos conocimientos, no seamos pretenciosos. Les ofrecemos descubrir a unas personas con un sistema de valores y creencias que van mucho más allá del mito, de lo que han leído, oido, visto e imaginado sobre ellos. No asistiremos a ninguna ceremonia secreta, ni conoceremos a supuestos chamanes… de hecho, entre los lakota no han habido chamanes!

Incluso, cansados de ?new age? y buscadores de la espiritualidad india, en algunas reservas ya han aplicado leyes con las que se protegen de lo que llaman de espolio de su espiritualidad, y castigan el abuso que se hace a través de ceremonias lucrativas, generalmente lejos de las reservas, por parte de supuestos líderes espirituales.

la pradera

Hay un elemento esencial en todo viaje a esta amplia parte de los Estados Unidos. Nos resulta muy complicado de describirlo. Tan solo podemos decir que se asemeja al infinito: la pradera. Un mar de hierba, un horizonte bajo, un cielo inmenso, espacio, mucho espacio… Estos itinerarios que les ofrecemos no tendrían nada que ver, sin este territorio vasto, sin barreras. Para entender a los lakota, para entender este mundo, es preciso ver la pradera, estar allí en medio.

Desde un punto de vista geográfico, la pradera es un espacio llano, con un suelo generalmente poco fértil, donde reina la hierba, y con un clima continental extremo. En verano se alcanzan con cierta facilidad los 40 grados, y en invierno también, ¡aunque bajo cero! Se forman grandes tormentas, que en verano son con gran aparato eléctrico. Y en algunas ocasiones, un tornado aparece. En invierno, nieva relativamente poco (el clima es seco), y de vez en cuando se producen tormentas de nieve y vientos del norte de grande fuerza: simplemente espeluznante.

política, el movimiento indio americano

Tenemos la tendencia a interpretar los acontecimientos bajo el punto de vista propio. Así pues, esperamos encontrar un movimiento político de resistencia. Y dado que las noticias de los años 60 y 70 nos lo presentaron, a él nos agarramos: nos refirimos al A.I.M., el Movimiento Indio Americano. Debemos destacar que fue éste un movimiento urbano, nacido en las grandes ciudades, fundado por los hijos de los que fueron más o menos obligados a emigrar a las ciudades en los años 50. Tiene poco que ver con los tradicionalistas, aunque en un determinado momento, se alían con ellos. Ello dio lugar al principal acontecimiento de la historia contemporanea india: el levantamiento de Wounded Knee de 1973. Desde un punto de vista inmediato, fue un fracaso. Sus líderes fueron encarcelados, la mayor parte de los lakota y otras tribus los menospreciaron… pero la prensa se hizo eco del aconteciemiento, y habló de una revuelta india, como en las películas. Por una vez, esta tergiversación fue positiva, y hoy en día, se considera Wounded Knee del 73 como un cierto inicio del despertar de los indios, y de los lakota más en concreto.

Del A.I.M. queda poco. Su lider más importante, Russell Means, participó como actor en varías películas, entre ellas ?El Último de los Mohicanos?. Otro de ellos, Robidoux, vive en Sitges. En las reservas, el A.I.M. no tiene ningún tipo de peso político.

CRONICAS DEL MEDIO OESTE EN EU

CRONICAS DEL MEDIO OESTE EN EU
Nada a cambio de un esforzado trabajo
Jim Cason y David Brooks, enviados, Tilden, Nebraska n John Dittrich, un granjero de tercera generación, maneja por las pequeñas carreteras de terracería que vinculan campo tras campo de siembra en esta zona rural. Cada terreno y casa que pasa, cuenta una triste historia: éstos abandonaron su granja hace cinco años, aquéllos rentaron todos sus campos después de 50 años de trabajarlos, estos otros se declararon en bancarrota el año pasado.
“Miren, tengo 3 mil 500 acres, cada acre tiene 24 mil plantas de maíz, tengo tractores, camiones y equipo agrario de último modelo –señala Dittrich, sentado en su oficina equipada con computadoras y servicios electrónicos de punta que monitorean cualquier cambio climático, económico y político que pueda afectar a un granjero–. Cualquier pequeño productor o campesino mexicano vería esto que tengo como lo más rico y próspero, pero enfrentamos el mismo problema que sufren ellos: no ganamos lo suficiente para pagar los costos de producción”.
Dittrich trabaja ahora más horas y produce más maíz que nunca en sus 17 años de cultivar estas tierras, pero también gana menos que nunca.
“Cuando empecé a trabajar la tierra, en 1982, mis 250 acres producían utilidades. Hoy, 17 años después, yo y mi hermano tenemos 3 mil 500 acres y no generamos ingreso, más bien pérdidas”, dice.
“A la gente que produce los alimentos que todos comemos no se les está pagando”, afirma Dittrich, que trabaja las mismas tierras de sus abuelos. Ejemplifica: un granjero podría trabajar en sus mil acres 60 a 70 horas a la semana, más otras 40 horas en otro empleo, y generaría una producción de 350 mil dólares, pero su ingreso sería cero después de pagar gastos.
El problema clave, señala Dittrich, es que un número muy reducido de agroempresas controlan hoy todo el sector maicero y de granos básicos en este país, y comenta: “Desearía que el público estadunidense y el Departamento de Justicia estuvieran tan interesados en investigar la concentración empresarial en el sector alimenticio como lo están en la capacidad de Microsoft de controlar un software de 30 dólares”.
Cuatro empresas controlan ahora casi tres cuartas partes de todo el mercado de maíz en este país de la abundancia, y concentraciones similares se están realizando en los otros sectores agrarios, según la Unión Nacional de Granjeros.
Entre estas cuatro está la ADM, la que tiene un convenio conjunto con Maseca de México, recuerda Dittrich. También, una fusión empresarial aprobada recientemente permitirá que otra agroempresa, Cargill, asuma el control de 50 por ciento del mercado de granos básicos a nivel mundial.
“Estas empresas son las que se encuentran entre nosotros los productores y los consumidores”, comenta Dittrich.
Como resultado, dice, los precios que se pagan a los granjeros se reducen mientras los precios al consumidor se elevan y los únicos que salen ganando son esas enormes empresas, por eso no hay ninguna relación entre el precio del maíz al comprarse del granjero y el precio de ese producto en el mercado.
Explica que el precio por bushell de maíz hace 17 años era de 3.17 dólares, pero hoy se vende a sólo 1.80 a pesar de una tasa de inflación acumulada en el periodo de 64 por ciento. Los 3.17 dólares de 1982 serían ahora 4.70.
Señala que hasta el propio Departamento de Agricultura calcula que le cuesta hoy a un granjero aproximadamente 2.40 dólares producir un bushell de maíz, y, con el precio en el mercado de sólo 1.80, los agricultores están perdiendo 60 centavos de dólar por bushell.
Los granjeros y sus tierras son básicamente colonias dentro de Estados Unidos que producen materias primas baratas para la nación madre: “Tenemos una economía en auge mientras que el sector que produce todo el alimento no recibe nada por ello”.
El granjero de 40 años dice que los esfuerzos anteriores para investigar los mecanismos utilizados por las empresas transnacionales para controlar los precios de los productos básicos, han fracasado por la enorme influencia política que han obtenido las empresas a través de sus contribuciones políticas en Washington, y que “nunca vamos a lograr cambiar todo esto hasta que se cambie todo el sistema del financiamiento de los políticos electos”.
Advierte que habrá consecuencias dramáticas en el carácter nacional de la economía si no se cambia este sistema.
“Lo que temo es que si no cambia nada, la situación agraria seguirá deteriorándose y la estructura pasará de una de granjas familiares a una donde las transnacionales tomaron un control total del sector”, y “entonces tendremos una estructura agraria que ya no responderá a las necesidades del pueblo, ni de su gobierno electo”, advierte John Dittrich.

La región lakota, tierra de heridas
Wounded Knee, Reservación Indígena Pine Ridge, Dakota del Sur n Aquí está el famoso sitio conocido como Wounded Knee (Rodilla Herida), y la escuela primaria se llama Little Wound (Pequeña Herida). Es tierra de heridas, de conquistadores, de rebeldes, de sangre que corre por este lugar tan antiguo, poblado por un pueblo que bajó de las estrellas y que enfrentó a otro cuya bandera de estrellas intentó domarlo.
Pero los antiguos guerreros de estas partes –Crazy Horse (Caballo Loco), Sitting Bull (Toro Sentado), y otros– siguen llamando a algunos a mantener viva la resistencia de un pueblo que nunca se rindió.
El sitio de la batalla de Wounded Knee de 1890 se encuentra en un cruce de caminos en la reservación Pine Ridge, marcada con un simple anuncio. Aquí unos 300 indígenas fueron masacrados hace un siglo, y un cementerio ubicado en una colina incluye las tumbas colectivas de los abuelos y bisabuelos de algunos artesanos que tratan de vender algo a los turistas que aparecen.
Este sitio marca el corazón de la resistencia indígena contra los ataques de los invasores, no sólo los de hace cien años, sino también los de hoy.
En el año 1890, 300 hombres, mujeres y niños indígenas fueron masacrados por fuerzas del gobierno estadunidense en Wounded Knee, que se volvió símbolo nacional de la resistencia india y una memoria viva de la historia brutal de la relación entre Washington y los pueblos indígenas.
Aquí los líderes Crazy Horse y Red Cloud (Nube Roja) lucharon contra los blancos que llegaron a robarse estas tierras.
En Wounded Knee, un siglo más tarde, en 1973, miembros del Movimiento del Indio Americano lucharon contra fuerzas del gobierno estadunidense en un sitio de 71 días y revivieron demandas por una soberanía real de los indígenas. Encabezados por Russell Means, Dennis Banks y Clyde Bellecourt, los activistas ocuparon un centro de comercio y durante más de dos meses sostuvieron un enfrentamiento armado con más de 300 agentes del FBI, del Servicio Federal de Alguaciles y de la policía del Buró de Asuntos Indígenas.
Este hecho inspiró un renacimiento del movimiento nacional de resistencia indígena por la dignidad y por la demanda nacional de respeto a los violados tratados de soberanía de las etnias.
La tierra aquí es de pastoreo, creada para el búfalo, con pequeñas colinas interrumpidas por arqueología volcánica. Vacas bien nutridas adornan casi todo espacio abierto y, de vez en cuando, puede verse un búfalo.
Las casas son frágiles, algunas son móviles, y hay esqueletos de carros usados por dondequiera, pero se ve muy poca gente en esta reservación que ocupa casi 5 mil millas cuadradas en la esquina sudoeste del estado de Dakota del Sur. Es la segunda reservación indígena más grande de las 314 que existen en este país.
Pero la belleza natural de esta tierra esconde otra realidad. La reservación indígena Pine Ridge, técnicamente una “nación indígena” separada establecida por el gobierno estadunidense, es considerada la zona más pobre de Estados Unidos.
El desempleo oficial supera 80 por ciento, los ingresos son un tercio del promedio nacional y dos de cada tres de los cerca de 20 mil habitantes viven en la pobreza. Tomando en cuenta las estadísticas del gobierno federal, el ingreso per cápita es inferior al de México.
De las más de 500 tribus reconocidas oficialmente dentro del territorio estadunidense, la de Pine Ridge registra los niveles más altos de alcoholismo, tuberculosis y diabetes. Rodeada por el país más rico del mundo, casi 20 por ciento de la población no tiene electricidad ni agua potable.
Esto es todo lo que queda de una nación indígena llamada Oglala Lakota o Sioux, que en 1830 contaba con entre 800 mil y un millón de miembros, pero que para fines del siglo pasado había sido reducida a menos de 10 mil; unos, muertos por balas del gobierno estadunidense, pero miles más a causa de las enfermedades del hombre blanco.
Pero los indígenas de estas partes, los abuelos y bisabuelos de los habitantes de Pine Ridge, fueron los que ofrecieron la mayor y más feroz resistencia al gobierno estadunidense invasor. Guerreros como Red Cloud y Crazy Horse fueron responsables de dos de las tres derrotas más graves que sufrió él ejercito estadunidense en las guerras contra los indígenas.
Red Cloud con su breve guerra contra Estados Unidos llevó a la negociación del tratado del Fuerte Laramie en 1868, donde se reconoce un territorio de los lakotas, que se extiende a lo largo y ancho de los que hoy son cinco estados de esta zona. Menos de seis años después, el gobierno estaduni-dense deseaba violar ese tratado –en parte por el descubrimiento de oro en este territorio– y se reinició el conflicto armado.
En la defensa del acuerdo violado, Crazy Horse derrotó y mató al general George Armstrong Custer y 200 de sus soldados en la famosa batalla de Little Big Horn.
El sitio donde está enterrado el gran guerrero indígena Crazy Horse se mantiene en secreto para que nunca lo descubran los blancos, y cuentan los lugareños, igual como se hace en México con Emiliano Zapata, que algunas noches se puede ver cabalgando a Crazy Horse llamando a su pueblo a la resistencia.
El baile comienza de nuevo…
Pine Ridge, Dakota del Sur n El pueblo indígena de Lakota Sioux empieza a bailar otra vez. Hace más de cien años, el 29 de diciembre de 1890, cientos de indígenas fueron masacrados por tropas federales estadunidenses, por bailar.
Rick Two Dogs (Dos Perros), un curandero, prepara a un grupo de su pueblo para el Baile del Sol (Sundance). “Es una tradición de miles de años, es un rito que fortalece, que recupera el equilibrio entre el hombre y la naturaleza, que da gracias al creador”, informa Two Dogs en entrevista con La Jornada.
Two Dogs fue instruido desde los ocho años por su abuelo para ser líder espiritual. Sentado bajo una foto del abuelo –un hombre con una cara de feroz dignidad– Two Dogs cuenta que en 1889 el gobierno estadunidense promulgó una ley –el Acta de Ofensas Indígenas– que prohibió las ceremonias indígenas, lo que perduró hasta los años 50. Sólo se permitían los bailes y los ritos como parte de exhibiciones para turistas, o en actos de carnaval. Los indígenas lakota o sioux tendrían que mantener sus tradiciones en la clandestinidad, “mi familia tuvo que hacer todo en secreto”.
Su abuelo, testigo a los 10 años de la derrota del ejército de Custer en Little Big Horn y vivió para ver la primera aventura astronáutica de John Glenn, pasó su sabiduría al nieto. “Tuve la fortuna de crecer sin electricidad, sin televisión”, dice.
“Mi abuelo fue mi guía, a través de los cuentos, los cuentos que contienen el conocimiento tradicional de las generaciones –cuenta–. Nuestro cuento de creación dice que antes que nada existía la roca, que nuestra gente llegó aquí de siete estrellas”.
Informa que el número siete es sagrado porque hay siete fuegos que sostienen este pueblo compuesto por siete familias extendidas, las cuales son parte de siete bandas del pueblo lakota.
“Nuestra soberanía surge de estos cuentos y cuando se olvidan es cuando perdemos nuestra soberanía –dice–. La esperanza para el futuro es recuperar estas historias, nuestro idioma, nuestras formas tradicionales; cuando los jóvenes las rescaten. Nosotros no medimos la riqueza por el tamaño de nuestras casas o coches. Seremos ricos cuando más de mi gente hable nuestro idioma, conozcan sus cuentos y tradiciones”.
Este pueblo, dice, “sólo podrá rescatarse si regresa a sus formas de vida, de conocimiento de su propia identidad. Aquí no había jefes, había líderes del pueblo, pero cada uno era líder por el respeto que merecía, por lo que lograba, por su integridad. Un líder no duraba mucho si no era honesto. Cuando los blancos llegaron y demandaron ver a nuestros jefes, pues no había… entre nosotros empujábamos a cualquiera, diciendo, hazla de jefe para éstos”.
Continúa: “Aquí ni Crazy Horse podía mandar a nadie. Uno como él podía tomar la decisión de irse a la guerra, pero cada individuo tomaba su propia decisión de seguirlo o no, y si no, se iba solo. Los blancos impusieron una forma de gobierno donde elegimos a nuestros líderes en elecciones cada dos años, pero eso no tiene nada que ver con nuestra forma de vivir. Los líderes verdaderos son los tradicionales, los naturales y no los electos.” 

El holocausto silencioso

América ya tenía campos de concentración mucho antes de los de la Alemania de Hitler… Las Reservas.

Floyd Red Crow Westerman (12 Octubre 2004)

UNA TRISTE DISTINCIÓN PARA LOS SIOUX: SU HOGAR, EL MÁS POBRE DE AMÉRICA. PINE RIDGE: LA VIDA EN EL LÍMITE: EL CONDADO MAS POBRE DE AMÉRICA.

Titulares de este tipo se leen casi a diario en los periódicos de Estados Unidos. Todos ellos describen las reservas, en especial la de Pine Ridge en Dakota del Sur, como lugares de desesperación. Toda la reserva apesta a pobreza.

Todo el mundo vive del sistema de subvenciones, de las ayudas GA (Asistencia General) y de las ayudas ADC (Ayudas a las mujeres solas que tienen hijos a su cargo), cupones de comida y commodities (bienes). Los ingresos medios anuales de Pine Ridge están alrededor de los 3.100 dólares, con el 65% de la gente viviendo muy por debajo de los limites de pobreza. Para la América blanca, los Indios siguen siendo sus residuos… Sus sobras. La mayoría de la gente vive de las ayudas GA. Van a solicitar trabajos para que al menos tengan eso en los registros, pero no hay trabajos, así que automáticamente entran dentro del sistema de subvenciones. Van a los servicios sociales de la Oficina de Asuntos Indios (BIA), y les cuentan su situación, los ingresos que tienen, las facturas que tienen que pagar, cuanta gente forma la familia, y ya cualifican para las ayudas, incluso si no tienes familia también cualificas para algún tipo de ayuda. Les dan muy poco, quizás para los gastos de una semana después de haber pagado las facturas.

Mucha gente hace artesanía, que venden clandestinamente porque si alguien se entera de que están sacando ingresos les pueden denunciar y quitarles las ayudas… intentan venderlas también en los Trading Post, pero hay demasiada gente haciendo esto y muy pocos sitios que lo compren, así que les resulta bastante difícil venderlo, por lo general lo acaban vendiendo por muy poco dinero…

Si estás recibiendo las ayudas de GA también te pueden dar los cupones de comida, pero no las commodities, es una cosa u otra. Aunque las commodities son muy precarias. Las mismas cosas de siempre, les dan leche en polvo, carne deshidratada, patatas deshidratas y cerdo. Luego les dan a elegir entre otras cosas como arroz, harina y cereales pero tienen que elegir que quieren porque no le dan todo. Lo que si les dan es muchísimo queso y mantequilla. Muchos jóvenes y gente de mediana edad son obesos, pero no es la gordura saludable, ese tipo de gordura que viene de comer bien, es una obesidad mórbida, nada saludable. La gente por lo general prefieren los cupones de comida porque al menos con ellos pueden comprar algo de comida fresca.

Para conseguir los cupones de comida o las commodities tienen que pasar por una interminable lista de papeleos. Tienen que probar que sus ingresos son muy bajos o que no tienen ningún tipo de ingreso. Eso es fácil. Es la situación general de prácticamente todo el mundo en la reserva, pero el proceso es muy lento. Para cuando les lleguen los cupones de comida el dinero del GA ya hace mucho tiempo que ha desaparecido. Con el dinero del GA les pagan el alquiler, nada más. Nada para comida, nada para ropa, nada para la luz, el gas y todas las cosas que se necesitan para vivir. Les suelen dar unos 30 dólares por persona ademas de los cupones de comida que no duran mucho… Entonces qué les queda?? La gente esta desesperada por dinero, así que venden sus cupones de comida a mitad de precio o venden sus commodities a grandes descuentos. Tienen que elegir entre comprar comida o comprar ropa a sus hijos para que puedan ir a la escuela.

Por supuesto es ilegal vender los cupones de la comida y las commodities y la gente suele ser detenida por venderlos. Las autoridades también hacen todo lo posible para que les corten las ayudas, normalmente suelen enviar a algún que otro burócrata a las reservas que si ven a alguien vendiendo cualquier cosa o ganando un par de dólares en un bingo lo denuncian y su cheque desaparece. Todo el mundo que ha intentado salir adelante montando pequeños negocios acaban siendo denunciados y se quedan sin ayudas de ningún tipo. Cada esfuerzo por intentar hacer o comenzar algún tipo de negocio, resulta siempre en un recorte en las ayudas o que las suspendan. Algunas personas se rinden de intentarlo una y otra vez y se dan a la bebida. Venden sus cupones de comida para comprar su alcohol, prefieren pasar hambre a quedarse sin alcohol. Algunas mujeres en cuanto reciben su ayuda de ADC, dan a sus hijos golosinas y comida basura para mantenerlos contentos, y justo después se van a beber.

Pero si lo miramos desde dentro, con semejante pobreza la gente bebe para olvidar su miseria. La vida es muy dura y mucha gente se ven sencillamente incapaces de salir adelante, ni siquiera vendiendo cualquier cosa que puedan conseguir. Ni siquiera los sueños tienen sentido para ellos, porque no hay dinero para convertir esos sueños en realidad. El 80% de la gente está en paro. Los líderes tribales y políticos, la mayoría “medio indios” son los únicos que tienen trabajo y les dan los trabajos a sus parientes. Todos los demás quedan fuera. El nombre del juego es… nepotismo. Pero cómo les puedes culpar o juzgar cuando están dando el tan necesitado trabajo a un hermano o sobrino?? A todos los demás, los burócratas les ofrecen cursos de todo tipo, carpintería, zapatería y mecánica de coches. Este último es de los mejores cursos, porque sus coches son tan viejos y decrépitos que tienen que estar arreglándolos todo el tiempo.

Los viejos cementerios de coches están siempre repletos de gente tratando de encontrar una pieza que aún funcione. Pero cuántos carpinteros, zapateros o mecánicos se necesitan en una reserva?? Muy pocos. En las Black Hills algunos empresarios blancos les ofrecen trabajos haciendo teatro en fuertes falsos, trabajando o hacer que trabajan en falsos poblados indios. A lo largo de las autopistas y carreteras hay carteles que anuncian:

INDIOS TRABAJANDO. VEAN COMO VIVEN. VEAN A VERDADEROS INDIOS SIOUX HACIENDO MOCASINES RECREACIÓN DE LA BATALLA DE CUSTER VERDADEROS Y VALIENTES INDIOS SIOUX EN CABALLO TODAS LAS TARDES DESDE MAYO A OCTUBRE

Este tipo de trabajos son denigrantes y además pagan muy poco, obligando a la gente a vivir durante toda la temporada a más de 100 km de sus hogares. Ben Black Elk, por ejemplo, un hombre muy inteligente, uno de los hijos de Black Elk, el único trabajo que pudo encontrar fue el de sentarse en un banco con su regalía bajo la sombra del Mt. Rushmore posando para turistas, siendo fotografiado una y otra vez con su vestimenta india, mientras abrazaba a alguna turista o sentaba en su regazo a algún niño blanco. Solía obtener 25 centavos por cada foto y después de unos cuantos años le daban 1 dólar. Un hombre que si le hubieran dado la oportunidad se hubiera convertido en un gran doctor o científico porque era algo natural en el. El gobierno trata de resolver el “problema indio” moderno desplazando a grandes números de hombres y mujeres Lakota a ciudades lejanas. Hay muchos Sioux en Los Ángeles, Denver, Cleveland, Rapid City, etc… donde forman sus propios guetos y están tan fuera de lugar como lo estaría un cocodrilo en Manhattan. Esto a menudo significa la perdida de identidad.

En esos lugares, lejos de sus tierras, algunos dejan de ser indios sin ni siquiera ser aceptados por los blancos. Luego están los que no aguantan el vivir por mas tiempo en la reserva donde no hay nada para ellos, así que empiezan a irse de un lugar a otro, con la esperanza de encontrar una vida mejor, cuando no la encuentran, vuelven de nuevo a marcharse a otro sitio. Así es que puedes encontrarte con Lakotas en los lugares más remotos y extraños. Allá donde vayas encontraras a un Sioux. En la reserva siempre existe ese sentimiento de inseguridad y desesperación. Podré pagar el alquiler el próximo mes? Me cortaran la luz? Todavía tendré teléfono o luz? Nunca sabes que pasará?Viven al día y ni siquiera eso. Viven en una cultura de la pobreza mezclada con sus costumbres indias. Dependen de su coche para todo, así que cuando se quedan sin gasolina o sin dinero para pagar la gasolina, se convierten en presos. No pueden ir a ningún sitio. No pueden moverse. Esto hace que muchas personas entren en tal grado de desesperación, sin nada que hacer ni nada que ofrecer, que acaban pagándolo con sus amigos, familiares? El hombre no tiene trabajo, no puede darle nada a su familia.

Las costumbres Sioux dicen que tienes que ser generoso, hacer regalos, pero los hombres no tienen nada que dar. La mujer es la única que puede conseguir dinero mediante las ayudas ADC pero para esto, el hombre no puede vivir en la misma casa, si alguien se enterara y denunciara se quedan sin ayuda. Algunas veces los hombres no pueden soportar este tipo de situaciones durante más tiempo y explotan. Casi cada semana alguien resulta asesinado. Las mujeres se pelean igual que los hombres, y muchas veces empiezan a discutir por cosas que han sucedido hace mucho tiempo y una cosa lleva a la otra, y al final todo el mundo acaba peleándose.

Las drogas son otro problema en las reservas. Hay poco pero de todo?y las prisiones se están llenando de gente detenida por posesión y, o distribución de todo tipo de drogas, desde marihuana, cocaína, ácido, speed, y heroína? A la gente le gusta el Pej, la palabra Sioux para “hierba”. Pero es tan caro que la gente solo lo fuma si se lo puede permitir en ocasiones especiales. Hay gente que lo cultiva, pero tienen que hacerlo con mucho cuidado porque si alguien lo encuentra ya se quedan sin Pej. La gente que tiene mazaska (dinero) paga lo que sea por Pej buena. Hay gente que todo el mundo conoce que llevan toda la vida vendiendo pero que nunca han sido detenidos. Posiblemente tienen amigos en las “alturas”. Los jóvenes que no tienen dinero para pagar Pej u otro tipo de drogas se han convertido adictos a la gasolina, esto es así, inhalan gasolina hasta que muchas veces pierden el conocimiento, o entran en coma, o en algunos casos se mueren. Luego esta la laca del pelo, pinchan una botella de laca, ponen una esponja en el agujero y luego lo beben o inhalan, o también pueden cocinar una sopa con los productos y ceras para limpiar los zapatos, lo calientan, lo disuelven y lo beben. La gente ya bebe cualquier cosa si no pueden pagarse cualquier botella de lo que sea. Beben perfume, jarabes, lo que sea. Lo “más” ahora es el MONTANA GIN, que es una botella de Lysol ( Lysol es un producto de limpieza y desinfectante que tiene alcohol, lejía, amoníaco… etc…), la botella de Lysol la disuelven en aproximadamente 5 litros de agua (1 galón) .

A algunos les da por cambiar las proporciones y se mueren. También echan el Lysol directamente en un trozo de pan y se lo comen. Mucha gente está en las dos cosas, drogas y alcohol. La vivienda es otro de los grandes problemas. Hay casas nuevas pero los alquileres son muy caros. Si vives de las ayudas de GA o ADC no puedes permitírtelo. Así que la única opción es buscar alguna casa en ruinas o casas móviles. Puede que puedan pagar el alquiler de un mes, pero luego ya no?Aguantan ahí hasta que el dueño los echa y otra vez a buscar, y otra vez la misma historia. Las cosas van de mal en peor. Si quieren conseguir una casa tienen que ir a la oficina de la ayuda para la vivienda y solicitar una casa en su comunidad. Pero lo primero que hacen es comprobar las finanzas, las deudas que tienen o que han tenido, el historial de pagos y no les dan la casa hasta que hayan pagado todas sus deudas. Mucha gente tiene tantas deudas que no podrían nunca conseguir una vivienda. Muchos otros viven en coches abandonados o en prehistóricas cabañas de tierra. El servicio sanitario tampoco es muy bueno. Muchos niños mueren de algo que llaman “diarrea infantil”. Para que les admitan en un hospital tienen que tener alrededor de 40 de fiebre, y si lo que tienen es algo grave ni siquiera se molestan en tratarlo.

Luego está el problema de las tierras. Hace años, un jefe tribal, un iyeska “medio indio”, comenzó el negocio de TLE Tribal Lands Enterprises, con esto se legalizó el alquiler o venta de tierras dentro de la reserva a los rancheros blancos. Una vez al año la gente que alquila estas tierras recibe el dinero, a menudo el único ingreso que tienen. Pero muchos ni siquiera han recibido nunca ese dinero porque se vieron atrapados y engañados una vez más entre los papeleos y asuntos del gobierno federal y tribal. La reserva ahora parece un tablero de ajedrez llena de cuadros de tierra vendidos o alquilados a blancos. No todo es malo?. La tierra es preciosa. Los días pasan despacio?en “indian time”, los jóvenes se reúnen para jugar, charlar, hacer nuevos amigos. Toman una o dos cervezas? Cuentan chistes?piropean a las muchachas, las muchachas se ríen?escuchan música rock o country?cantan? Alguien pregunta?Y tú, hace cuanto que no bebes?? Y alguien le responde? Desde ayer? Otro dice?No hagas nada que yo no haría?y alguien le contesta? Ya hice de todo?