Los doce pasos
1. Admitimos que éramos impotentes ante la depresion, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.
2. Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio.
3. Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos.
4. Sin miedo hicimos un minucioso inventario moral de nosotros mismos.
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos.
6. Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos liberase de nuestros defectos.
7. Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos.
8. Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos.
9. Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros.
10. Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente.
11. Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios, como nosotros lo concebimos, pidiéndole solamente que nos dejase conocer su voluntad para con nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla.
12. Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar el mensaje a los que sufren a causa de la depresion y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos.
Primer paso
Admitimos que éramos impotentes ante la depresion, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.
¿A quién le agrada admitir la derrota definitiva? Prácticamente a nadie por supuesto. Todos nuestros instintos naturales se rebelan ante la idea de que somos impotentes para manejar solos sin ayuda de nadie, la depresion. Es algo verdaderamente doloroso admitir que nosotros con la depresion, hemos torcido nuestras mentes hacia una forma destructiva de pensar, debido a nuestras depresiones, y que esto es algo que solamente un acto de la Providencia puede mejorar.
Ningún fracaso es tan doloroso como éste. La depresion se han convertido en un verdugo que nos despoja de las facultades de la voluntad para resistir a sus ataques. Cuando aceptamos el simple hecho de que solos no podemos defendernos, nuestra derrota es completa; una derrota que puede convertirse en victoria, si seguimos las sugerencias de nuestro programa de recuperación de D.A.
Así es que al ingresar a D.A., cambia muy pronto nuestro punto de vista respecto a esta derrota. Nos damos cuenta de que únicamente admitiéndola, seremos capaces de dar los primeros pasos hacia nuestra liberación y fortalecimiento. La aceptación de nuestra impotencia se convierte finalmente en firme cimiento sobre el cual podemos edificar una vida feliz y útil.
Es muy poco el provecho que puede obtener la persona que ingresa en D.A., si no se da cuenta de su devastadora debilidad y de las consecuencias. Hasta que no lo reconozca humildemente, su recuperación si acaso logra alguna, será muy limitada y no encontrará una felicidad verdadera. Una larga experiencia comprueba, sin lugar a duda, que ésta es una de las verdades de D.A., el principio de que no encontraremos firmeza duradera para vivir tranquilos hasta que no admitamos la completa derrota, es uno de los fundamentos personales sobre los que ha crecido y florecido nuestra agrupación.
Muchos nos rebelamos cuando nos desafiaron a admitir la derrota. Nos acercamos a D.A., esperando que se nos enseñara a tener confianza en nosotros mismos para dominar por nuestro propio esfuerzo la depresion. Pero en lo que a ladepresion respecta, la confianza en sí misma sin ayuda de otros que sufren de igual manera no sirve para nada; de hecho es un verdadero riesgo.
Nuestros padrinos nos dijeron que éramos víctimas de una enfermedad mental sutilmente intensa, producida por las emociones mal encausadas, que nos estaban llevando al fondo emocional y que ningún poder humano podría salvarnos. Nos dijeron que con la sola voluntad, sin la ayuda de otros seres humanos, era imposible vencer
este mal. Profundizando implacablemente en nuestro dilema nos indicaron nuestra creciente susceptibilidad hacia la depresion.
Así la estabilidad emocional desaparece y surgen lla depresion, que convertida en tirana, nos hacen sus víctimas enfermándonos cada vez más, si no llegamos a encontrar la ayuda de otros seres que como nosotros se están recuperando de sus propios disturbios mentales. Poco son los que en estos combates, mano a mano y solos, han logrado algún triunfo relativo. Es un hecho demostrado por la experiencia que casi nunca puede depresivo o una persona con otra clase de deficiencias espirituales salvarse por sus propios recursos. Y esto ha sido cierto aparentemente, desde que el hombre empezó a sufrir estos males del espÃritu.
En los primeros tiempos de D.A., pocos pudieron tragar y digerir esta amarga verdad, y aún esos desesperados tuvieron frecuentemente dificultades para darse cuenta cabal de que estaban desahuciados. Pero como un ejemplo de esperanza, los pocos que al principio se dieron cuenta de que en nuestra agrupación estaba la salvación, se aferraron a las sugerencias de D.A., con el fervor de un náufrago asido al salvavidas y casi invariablemente obtuvieron una mejoría. Por esto, es que en los primeros días tuvimos que empezar sólo los que habíamos llegado al fondo de nuestros disturbios emocionales. Muchos depresivos menos desesperados intentaron seguir el programa sin ayuda de otros seres enfermos del mismo mal, reunidos en grupos pero sin éxito, porque no podían admitir su total incapacidad para manejar solos su depresion.
Es muy satisfactorio hacer constar que en los años que han seguido, la situación ha cambiado. Depresivos que todavía conservan parte de su salud emocional, sus familias, su posición directiva en negocios, y económicamente están bien, comienzan a darse cuenta de su incapacidad si están solos, sin un programa de recuperación y tratan de acercarse a nuestra agrupación. Al crecer esta aceptación se sumaron otros más jóvenes que no han tenido que pasar el infierno que nosotros atravesamos. Ya que el Primer Paso requiere la admisión de que nuestras vidas se han vuelto ingobernables, debido a nuestros disturbios emocionales, ¿cómo pudieron estas personas dar este paso? Obviamente ha sido necesario â??levantarâ? el fondo que muchos de nosotros habíamos tocado, para que ellos lo vieran de cerca. Repasando nuestros historiales dentro de la depresion que sufríamos, podríamos demostrar que años antes de que nos diéramos cuenta ya habíamos perdido el control de la depresion en nosotros, que desde hacía mucho tiempo ya veníamos pendiente abajo hacia el fondo y que era en realidad el comienzo de una progresión tremendamente fatal.
A los que dudan podríamos decirles: â??quizá usted no es depresivo, después de todo, ¿Por qué no hace la prueba de seguir controlándose sin nuestra ayuda, teniendo en cuenta lo que ya se ha dicho y comprobado con relación a la depresion?â? Esta actitud produce resultados prácticos e inmediatos pues se ha descubierto que cuando un depresivo ha sembrado en la mente de otro la verdadera naturaleza de esta enfermedad del espÃritu, esa persona se dirá â??puede ser que estos D.A., tengan razón…â?
Muchos de ellos, después de algunas deserciones y de algunas pruebas manteniéndose solos, algunas veces, antes de que se les presentaran dificultades y gravedades extremas dentro de sus depresiones regresaban convencidos a nosotros. Al haber tocado fondo tan ciertamente como cualquiera de nosotros se habían convertido en nuestros defensores.
¿Por qué tanta insistencia respecto a que cada D.A., necesita primero tocar su fondo? La respuesta es que muy pocas personas tratarán sinceramente de llevar a la práctica el programa de D.A., si no han tocado un fondo. Esto porque la práctica de los once pasos restantes significa la adopción de actitudes y actividades que casi ninguna persona que tenga DEPRESION, pero que no la considere enteramente grave, pueda si quiera soñar en querer adoptar. ¿Quién desea ser rigurosamente honrado y tolerante hacia sus semejantes? ¿ Quién quiere confesarle sus errores a otra persona y reparar los daños que ha causado? ¿A quién le interesa en un momento de desesperación saber algo de un Poder Superior o de la meditación o la oración? ¿ Quién es capaz de sacrificar su tiempo y sus energías llevándoles a los que sufren el mensaje de D.A.? El enfermo tÃpico depresivo, egocéntrico en extremo, siempre tiene él y solamente él, toda la razón y no se siente atraído por esas perspectivas… a menos que para salvar su vida y cuando ya esté tocando el fondo tenga que practicarlas.
El látigo de la depresion nos ha llevado a D.A., y ahí descubrimos la naturaleza fatal de nuestra precaria situación. Entonces y sólo entonces se han abierto nuestras mentes enfermas a la convicción porque hemos sentido lo que es agonía. Entonces estamos dispuestos a hacer cualquier cosa que pueda liberarnos de esa despiadada enfermedad emocional.
Segundo paso
Llegamos al convencimiento de que solo un Poder Superior a nosotros a mismos podría devolvernos el sano juicio.
Muchos de los recién llegados al leer el Segundo Paso, se enfrentan con un dilema a veces muy serio. Con frecuencia les oímos lamentarse en esta forma: â??Vean lo que han hecho con nosotros. Nos han convencido de que somos depresivos y de que no podemos gobernar nuestras vidas. Después de reducirnos a un estado de impotencia absoluta, nos dicen ahora que solamente un Poder Superior puede devolvernos el equilibrio emocional. Ustedes nos han sacado del atolladero, muy bien, pero ahora ¿de aquí a dónde vamos?â?. Algunos no quieren creer en Dios, otros no pueden, y aún los que creen en Ã?l, no tienen fe en que les haga este milagro.
Veamos primero el caso del que dice no creer en Dios, el beligerante. Se encuentra en un estado de ánimo que puede describirse como salvaje. Toda su filosofía de la vida, de la que está satisfecho, está amenazada. Piensa que ya bastante dura es la admisión de que no puede gobernar sus emociones; pero ahora, todavía dolido de tal admisión, se enfrenta con el hombre, surgido majestuosamente de una simple célula del cieno primordial, la punta de flecha de la evolución y por consiguiente el único Dios del universo, el único Dios de su universo. ¿Tendrá que renunciar a todo esto para salvarse?
Lo más probable es que su padrino se ría de su situación y al recién llegado le parecerá el colmo. Esto es el principio del fin. Y es principio del fin de su vieja vida y el principio de una vida nueva. Probablemente su padrino le diga: â?? Hay que tomar las cosas con calma. El paso que hay que dar es más difícil de lo que uno cree. Cuando menos así lo fue para mí, y lo mismo le sucedió a un amigo mío que fue vicepresidente de la Sociedad Ateísta Americanaâ?. â??Bueno -dice el recién llegado- sé que ustedes me están diciendo la verdad. Es un hecho indiscutible que muchas personas que están en DEPRESIVOS ANONIMOS, antes pensaban como yo. Pero ahora, en estas circunstancias, ¿cómo puedo tomar las cosas con calma? Esto es lo que quisiera saberâ?.
â??Esta es indudablemente una pregunta muy oportunaâ?, le dice su padrino. â??Creo que puedo contestarla. No tiene que esforzarse demasiado. Tenga en cuenta estas tres cosas: En primer lugar, D.A., no le exige que crea en algo o en alguien. Todos sus Doce Pasos no son más que sugerencias. En segundo lugar, para obtener y conservar la serenidad no hay necesidad de asimilar los Doce Pasos de un golpe. Recuerdo que yo los fui asimilando gradualmente. En tercer lugar, todo lo que realmente se necesita es mantener la mente alerta, abstenerse de discusiones inútiles y no preocuparse de si la gallina fue primero que el huevo. Le repito, todo lo que necesita hacer es mantener su mente alertaâ?.
El padrino prosigue: â??Poniendo mi propio caso como ejemplo, debido al tipo de educación que tuve no aceptaba nada sin comprobación científica. Naturalmente respetaba, veneraba y hasta adoraba a la ciencia. Todavía sigo respetándola, pero ya no adorándola. Se me inculcó el principio básico de todo progreso científico: investigar y comprobar una y otra vez, siempre con la mente alerta. Cuando vine aquí por primera vez mi reacción fue como la de usted. Pensé que este asunto de D.A., no tenía nada de científico, que no podía tragarme nada de esto. Concluí que sencillamente, no lo tomaría en cuentaâ?.
â??Por entonces me despabilé. Tuve que admitir que D.A., había logrado resultados prodigiosos. Noté que mi actitud para con éstos, no había sido nada científica. No era N.A., quien era intolerante sino yo. Desde el momento en que dejé de discutir, pude empezar a ver y sentir. Desde ese momento el Segundo Paso empezó a infiltrarse suave y gradualmente en mi vida. No puedo precisar la ocasión o el día en que empecé a creer en la existencia de un Poder más grande que yo, pero ahora estoy seguro que tengo esa creencia. Para ello me fue necesario dejar de oponer argumentos y dedicarme a practicar el resto del Programa de D.A., con todo el entusiasmo de que soy capazâ?.
â??Ã?sta es solamente una opinión individual basada en mi propia experiencia, por supuesto. Debo asegurarle que los D.A., recorren innumerables caminos en busca de fe. Si no le interesa el que yo le sugiero, tenga la seguridad de que encontrará el suyo si observa y escucha. Más de uno como usted ha empezado a resolver su problema con el método de la sustitución. También puede, si quiere, hacer de D.A., su poder superior. Este es un grupo muy grande de Gentes que han resuelto su problema emocional. A ese respecto, el grupo de D.A., es indiscutiblemente un poder más grande que usted, que ni siquiera se ha aproximado a la solución del suyo. Seguramente que puede tener fe en él. Aún ese mínimo de fe le puede bastar. Encontrará a muchos miembros que han cruzado el umbral en esta forma. Todos le dirán que una vez que lo hicieron su fe ha crecido y se ha profundizado. Relevados de sus DEPRESIONES, sus vidas transformadas de una manera inexplicable, llegaron a creer en un Poder Superior y la mayoría empezó a hablar de Diosâ?.
Consideremos a continuación la situación de los que han caído en la indiferencia, los llenos de autosuficiencia que se han alejado, los que han adquirido prejuicios contra la religión y los completamente desafiantes porque Dios no les ha concedido sus exigencias. ¿Puede la experiencia de D.A., decirles que todavía pueden encontrar una fe que obra?.
Algunas veces les es más difícil captar el programa de D.A., a los que han perdido la fe o que la han rechazado, que a los que nunca la tuvieron, porque piensan que han hecho la prueba y no les ha dado resultado, han recorrido el camino de la fe, y el camino sin fe. Como en ambos casos se han decepcionado han llegado a la conclusión de que para ellos no hay a dónde ir. La indiferencia, las fantasías de la autosuficiencia, los prejuicios y la oposición obstinada son a veces obstáculos más grandes que los que tienen los agnósticos, y aún los ateos militantes. La religión asegura que se puede comprobar la existencia de Dios; el agnóstico dice que no puede comprobarse; y que el ateo pretende que se puede comprobar que Dios no existe. Evidentemente, el dilema del que se aparta de la fe es una confusión. Piensa que para él no hay consuelo en ninguna convicción. No puede lograr ni siquiera en un pequeño grado la seguridad del creyente. El agnóstico o el ateo, es un individuo desorientado.
Muchos D.A. pueden decirle al descarriado: â?? También nosotros cuando niños nos apartamos de nuestra fe. La presunción de la juventud nos perjudicó.
Desde luego que nos alegrábamos de que el hogar y la enseñanza religiosa nos hubieran proporcionado ciertos valores. Todavía teníamos la seguridad de que deberíamos ser honrados, tolerantes, justos y, hasta cierto punto ambiciosos y trabajadores. Creíamos que nos bastarían esas simples normas de conducta y decoroâ?.
â??A medida que el éxito material basado en estos atributos comunes comenzó a favorecernos, creíamos que estábamos ganando el juego de la vida. Esto nos estimulaba y nos sentíamos felices. ¿Para qué molestarnos con abstracciones teológicas y deberes religiosos o preocuparnos por la condición de nuestras almas aquí o más allá? El aquí y el ahora nos bastaban. El deseo de triunfar nos guiaría. Pero los desequilibrios emocionales nos ganaron la partida. Finalmente vino la caída y nos dimos cuenta de que un golpe más nos dejaría fuera de combate para siempre. Entonces tuvimos que buscar nuestra fe perdida. La encontramos en D.A., como lo pueden hacer otrosâ?.
Ahora llegamos a otra clase de problemas: el hombre o la mujer intelectualmente autosuficientes. También a ellos muchos D.A., pueden decirles: â??Sí, nosotros éramos así, demasiados listos para nuestro propio bien. Nos encantaba que nos llamaran precoces. Nuestra educación nos sirvió para inflarnos de orgullo como globos, aunque procuramos ocultarlo. Secretamente sentíamos que éramos capaces de flotar por encima de los demás con el poder de nuestros cerebros. Los progresos científicos nos hacían creer que no hay nada imposible para el hombre. La sabiduría era todopoderosa. El intelecto podía conquistar a la naturaleza. Ya que éramos más brillantes que la mayoría (así lo creíamos), con sólo pensarlo ganaríamos la batalla. El Dios del intelecto desplazó al Dios de nuestros padres. Pero el diablillo del la depresion tenía otros planes. Después de creer que habíamos sido los triunfadores resultaba que estábamos perdiendo en todo. Nos dimos cuenta de que teníamos que recapacitar o moriríamos. En D.A., encontramos a muchos que alguna vez pensaron como nosotros. Estos nos ayudaron a darnos cuenta de nuestras dimensiones reales. Con su ejemplo nos demostraron que la humildad y el intelecto pueden ser compatibles siempre que se ponga la humildad en primer lugar. Cuando empezamos a hacerlo recibimos el don de la fe, una fe que obraâ?.
Otro grupo en N.A., dice: â?? Estábamos hartos de religión y lo que se relaciona con ella. Decíamos que la Biblia estaba llena de disparates. Podíamos citar capítulos y versículos, pero tergiversábamos su significado, En unas partes su moral nos parecía exageradamente buena y en otras exageradamente mala. Pero lo que nos apabullaba era la moralidad de algunas gentes religiosas. Gozábamos con la hipocresía e intolerancia inseparables de tantos que se dicen muy creyentes. Nos encantaba proclamar el hecho de que millones de personas que se consideran fieles a Dios se estuvieran matando en su nombre. Esto significaba que habíamos substituido una manera de pensar positiva por una negativa. Después de ingresar a D.A., reconocimos que esta manera de pensar estaba propiciando nuestro egocentrismo. Nos sentíamos superiores al observar los pecados de las personas religiosas. No podíamos ver nuestros propios defectos. Habíamos juzgado con desdén aquellos que estaban muy pagados de su rectitud, sin darnos cuenta de que lo que censurábamos en otros era el defecto que más nos agobiaba a nosotros mismos. Nos creamos una situación falsa de la que solamente empezamos a darnos cuenta desde que ingresamos a D.A.â?.
â??Los psiquiatras han advertido a menudo que el desafío es una actitud característica de más de un depresivo. De tal manera, que no es extraño que muchos de nosotros hubiésemos desafiado a Dios mismo. Algunas veces porque no nos concedió los bienes materiales que le especificamos, tal como lo hace un niño que envía a Santa Claus una lista de pedidos imposibles de satisfacer. Las más de las veces, cuando no salimos bien de un trance difícil pensamos que Dios nos había abandonado. La muchacha con la que queríamos casarnos tenía otras ideas, le pedimos a Dios que la hiciera cambiar de manera de pensar, pero no cambió. Pedimos hijos sanos y los tuvimos enfermos o no nos los concedieron. Pedimos éxito en los negocios y no lo obtuvimos. Seres queridos de los que dependíamos nos fueron arrebatados por â??actos de Diosâ?. Entonces nos volvimos neuróticos y luego le pedimos a Dios que nos hiciera cambiar. Pero no nos hizo cambiar. Esta fue la más cruel injusticia. Maldijimos la feâ?.
â??Cuando encontramos a D.A. se esclareció lo engañoso de nuestra actitud desafiante. Nunca le habíamos pedido a Dios que se hiciera su Voluntad; por el contrario, siempre le dijimos lo que debería hacer. Nos dimos cuenta de que no se puede creer en Dios y desafiarlo a la vez. La fe es confianza y no desafío. En D.A., hemos visto los resultados de esta creencia: hombres y mujeres salvados de la catástrofe final de la neurosis. Los hemos visto enfrentarse con serenidad a situaciones difíciles, sin eludirlas y sin recriminaciones. Esto no es simplemente fe, sino fe que obra en cualquier circunstancia. Pronto llegamos a la conclusión de que estábamos dispuestos a pagar lo que fuera por conseguir la humildadâ?.
Ahora veamos al individuo lleno de fe pero que vive deprimido. Cree que es devoto. Observa escrupulosamente las fórmulas religiosas. Está seguro de que cree en Dios, pero sospecha que Dios no cree en él. Hace promesas y más promesas. Después de cada promesa no sólo vuelve a sentirse mal sino que su situación empeora progresivamente. Valientemente trata de luchar con sus depresion con la ayuda de Dios, pero esa ayuda no llega. ¿Qué es lo que pasa entonces?.
Para los eclesiásticos, los doctores y para las familias, el depresivo con buenas intenciones es un enigma desconsolador. Para D.A. no lo es. Muchos de nosotros hemos estado en las mismas circunstancias y hemos encontrado la solución al enigma. La solución depende de la calidad más que de la cantidad de la fe. Esto no lo veíamos. Creíamos ser humildes cuando en realidad no lo éramos. Creíamos que tomábamos con seriedad la práctica de nuestra religión cuando en realidad sólo éramos superficiales. O pasando al otro extremo, nos estábamos revolcando en un sentimentalismo al que confundíamos con un sentimiento religioso verdadero. En ambos casos pedíamos algo a cambio de nada. El hecho es que no habíamos allanado el camino para que la gracia de Dios llegase a nosotros y nos librase de nuestra enfermedad. No habíamos profundizado en la raÃz de nuestros defectos, ni habíamos reparado los daños que les causamos a otros, ni habíamos dado sin esperar una recompensa. Ni siquiera habíamos orado como es debido. Siempre habíamos dicho: â??Concédeme mis deseosâ? en vez de â??Hágase tu voluntadâ?. No entendíamos lo que es el amor a Dios y el amor al prójimo. Por consiguiente, nos engañábamos a nosotros mismos y no teníamos la capacidad para recibir la gracia que nos devolviera nuestro juicio.
Son muy poco los depresivos que tienen siquiera una idea de lo irracionales que son o que, si se dan cuenta de ello, puedan enfrentarse al hecho. Algunos aceptan que se les clasifique como depresivos pero no soportan la idea de que son enfermos espirituales. Los apoya en su creencia, un mundo que no sabe la diferencia entre un enfermo mental y un enfermo espiritual. Cordura quiere decir juicio sano. Sin embargo, si un depresivo analiza juiciosamente su conducta destructiva, ya sea que haya destrozado los muebles de su casa o sus fibras morales, tendrá que reconocer que no obró con juicio sano.
En consecuencia, el Segundo Paso es el punto de reunión para todos nosotros. Agnóstico, ateo o antes creyente, todos podemos estar unidos en este paso. La verdadera humildad y la mente libre de prejuicios pueden conducirnos a la fe, y cada reunión de DEPRESIVOS ANONIMOS es una seguridad de que Dios nos devolverá el juicio si confiamos en Ã?l.