Respaldo de material de tanatología

INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN EL SUFRIMIENTO AL FINAL DE LA VIDA

INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN EL SUFRIMIENTO AL FINAL DE LA VIDA Y EN LA ELABORACIÓN DEL DUELO 

Tal y como se informaba ayer y coincidiendo con la celebración esta semana del Día Mundial de los Cuidados Paliativos, Infocop Online ha querido publicar en diferentes días, a modo de monográfico, diversos trabajos y entrevistas de especialistas de contrastado prestigio en el campo de la atención psicológica al final de la vida y el duelo. En este segundo día, contamos con el trabajo elaborado por la profesora Pilar Barreto, Catedrática en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Valencia, quien ofrece un panorama general sobre los aspectos más relevantes a tener en cuenta en intervención psicológica en el ámbito de los cuidados paliativos.

Mª Pilar Barreto

Universitat de València

Todas las etapas de la vida de una persona son igualmente importantes y, por tanto, han de ser abordadas con gran seriedad y rigor profesional. La Psicología ha de dar respuesta profesional al sufrimiento generado por las dificultades propias de la etapa final, aportando sus recursos y cooperando en el equipo multidisciplinar que atiende a las personas en estas circunstancias.

La primera cuestión a plantearse se refiere a la importancia que tiene despatologizar esta situación vital. La presencia de sufrimiento intenso no indica necesariamente la existencia de patología, aunque sí la necesidad de abordarlo, facilitando el proceso de adaptación de la persona que finaliza su vida y de sus allegados. Las continuas pérdidas que implica la situación, el declive progresivo del organismo y la presencia inevitable de la muerte generan necesidades específicas que han de ser tratadas. La sensibilidad, el respeto al proceso individual y el rigor profesional han de ir claramente de la mano. Se entiende el sufrimiento como el desequilibrio entre las múltiples necesidades y los recursos disponibles. Además, éste afecta a los distintos elementos que intervienen en la situación, es decir, el paciente, sus familiares o allegados afectivos y el personal que les acompaña atendiéndoles.

La pregunta que surge de inmediato es: ¿Qué herramientas necesita un profesional de la Psicología para actuar de modo eficiente en este ámbito? Revisando la literatura científica y recogiendo la información que nos aporta nuestra experiencia y la de tantos compañeros y compañeras que se han entregado a esta tarea, nos gustaría señalar las siguientes:

1. Es imprescindible una buena formación que ha de incluir al menos:

a) Conocimientos acerca de la situación en que se encuentran las personas que finalizan su vida, las patologías o hechos vitales que conducen a la muerte, los problemas más habituales derivados de la enfermedad o de la etapa vital y los recursos que facilitan la adaptación humana en estas circunstancias.

b) Habilidades de relación con pacientes y familiares. Resulta difícil, a la par que enriquecedor, vincularse a personas en situaciones tan delicadas. Información adversa que inevitablemente genera dolor, toma de decisiones cruciales y emociones intensas configuran un panorama complejo. Como ya hemos expuesto en otro lugar (Arranz, Barbero, Barreto y Bayés, 2008), el counselling es un gran instrumento que nos facilita esta tarea. Conocimientos profesionales, habilidades de comunicación, manejo de emociones y autorregulación personal, constituyen un marco idóneo para realizar nuestra labor como psicólogos y psicólogas.
 

c) Formación en Bioética. Ésta permitirá abordar situaciones que se plantean con frecuencia en el ámbito. Algunas importantes se refieren a toma de decisiones cruciales como el cambio del tratamiento curativo a la atención paliativa, la determinación de la competencia de las personas, el planteamiento de voluntades anticipadas o la sedación.

2. El manejo ágil y flexible de las técnicas psicoterapéuticas.

Supone un reto importante para los y las profesionales la aplicación de las herramientas clínicas en este ámbito. En línea con los comentarios iniciales de este capítulo, las herramientas clínicas que nos permiten abordar el sufrimiento no son diferentes a las utilizadas en otras situaciones, aunque algunas de ellas sean más pertinentes al contexto en el que actuamos. Así, la reestructuración cognitiva que facilite el cambio de cogniciones desadaptativas, las estrategias que combinan imaginería y relajación, en muchos casos la meditación y todas aquellas operantes que promuevan los estados de ánimo positivos además de abordar el sufrimiento, pueden ser de gran utilidad.

Se ha de señalar, no obstante, la necesidad de adaptar los procedimientos a la situación de fragilidad y vulnerabilidad de las personas ante las que nos encontramos. Así, como en cualquier otro escenario, es necesaria una actuación rigurosa basada en la evidencia empírica y, en este caso, resulta complejo dadas las circunstancias en las que intervenimos. Hemos de tener en cuenta, al menos, dos de las mayores dificultades que se nos plantean.

La primera se refiere a los instrumentos de evaluación a utilizar. Estos han de ser breves, sencillos, no intrusivos y dada la situación cambiante de los pacientes, han de permitir su aplicación en distintos momentos sucesivos. Además, sería necesario recoger información del estado general y también de las necesidades específicas en cada momento. En trabajos previos hemos planteado algunas propuestas de medidas indirectas del sufrimiento y bienestar como la percepción del paso temporal, que serviría de indicador inicial, permitiendo un contacto inicial para pasar posteriormente a exploraciones más profundas. Los resultados obtenidos hasta el momento son alentadores (Saavedra y Barreto, 2008).

  La segunda cuestión tiene que ver con el declive progresivo de las personas que acompañamos. La eficacia de las intervenciones se ve contrarrestada con el deterioro progresivo que genera la fragilidad cada vez mayor del organismo, dado el avance de la enfermedad y el aumento de complicaciones. Estas circunstancias facilitan los estados afectivos adversos y los cambios continuos que complican la evaluación de los efectos de las intervenciones. También en este sentido, hemos hecho algunas propuestas como la evaluación de períodos temporales y no de momentos concretos, que pueden suponer una alternativa viable. Algunos resultados nos animan en este propósito (Barreto, Díaz, Gallego y Barcia, 2006).

3. El conocimiento de las estrategias de trabajo en equipo. La interacción e influencia recíproca de las necesidades de distinta índole hacen necesaria la actuación interdisciplinar. Trabajar con objetivos comunes desde distintos ámbitos profesionales, encontrando espacios y tiempos para poder realizarlo no supone una tarea fácil. Disciplina, valores comunes, actitudes positivas hacia los otros profesionales y buenas habilidades de relación suponen un reto con grandes dificultades, aunque también una oportunidad importante de aprendizaje y, sobre todo, el beneficio para pacientes y familiares que constituyen el objetivo primordial de nuestro trabajo.

4. Autocuidado emocional. Vincularse con las personas en situaciones tan delicadas e importantes para sus vidas resulta muchas veces doloroso e imposible de realizar desde la distancia física o afectiva. Acompañar cuando las noticias son negativas, estar presente ante emociones que indican sufrimiento intenso, ser testigo del deterioro y la muerte del otro no es fácil. Pero es importante recordar también que resulta un privilegio poder acompañarles y aportar nuestros conocimientos profesionales para mitigar, en la medida de lo posible, su sufrimiento y facilitar su proceso de adaptación en esta etapa vital.

La protección para evitar quemarnos en la tarea vendrá dada por una buena formación que permitirá conocer si nuestras actuaciones son útiles, aunque no evitemos lo irremediable, planteando objetivos realistas y accesibles. Además, supone un gran recurso el trabajo conjunto del equipo que facilita compartir dificultades y recursos, así como el reconocimiento personal del riesgo afectivo que supone el contacto continuo con el dolor y la muerte. Desde este reconocimiento, será posible plantearnos estrategias vitales compensatorias que nos ayuden a ser lo más eficientes posibles con el menor coste emocional posible, previniendo el síndrome de burnout.

Finalmente es necesario hacer mención especial a la atención a los familiares o allegados afectivos. Ellos constituyen, junto con el paciente, nuestro objetivo asistencial. Atender sus necesidades instrumentales y afectivas antes y después del fallecimiento del ser querido, representa una de las tareas primordiales del equipo multidisciplinar.

Los allegados sufren por el dolor de su ser querido, afrontan los cambios vitales que supone el cuidado, se enfrentan a dificultades en la relación con el paciente (cómo hablar o compartir silencios, cómo compartir y confortar en estados emocionales adversos, cómo realizar los cuidados en situaciones de gran fragilidad, etc.) y además, anticipan el dolor de la pérdida afectiva. Es preciso, pues, plantear estrategias de actuación para facilitar también su proceso.

En cuanto a la actuación profesional tras el fallecimiento, la atención a los dolientes incluye un amplio abanico de intervenciones que van desde la comunicación empática y compasiva del diagnóstico de enfermedad terminal, hasta el tratamiento especializado del duelo complicado o de los trastornos relacionados con la pérdida. En otro lugar hemos hecho una exposición sistemática de tales intervenciones (Barreto y Soler, 2007). Algunas de las cuestiones importantes se reflejan en los siguientes puntos:

1. Las vivencias del duelo son normales y no está justificado el tratamiento psicológico o farmacológico de forma rutinaria. Los estudios realizados sobre la eficacia de las intervenciones en el duelo diferencian entre prevención primaria o dirigida a la población en general, secundaria o selectiva de dolientes de “alto riesgo”, y terciaria o tratamiento especializado del duelo complicado o patológico y de los trastornos relacionados.

2. Carecemos de estudios sistemáticos que prueben la eficacia de la prevención primaria, al contrario, algunas investigaciones muestran resultados decepcionantes y a veces negativos en adultos. Dentro de unos márgenes razonables, los ritmos de elaboración de las pérdidas son individuales y dependen de múltiples factores experienciales. Por tanto, se desaconseja intervenir de forma rutinaria. En los niños, sin embargo, los resultados son más alentadores siempre que se adapten los procedimientos a la edad del doliente. Por otra parte, las intervenciones ideadas para dolientes más vulnerables a los riesgos del duelo (por ejemplo, niveles elevados de malestar, pérdida traumática, acontecimientos concurrentes o pérdida de un hijo) tienen resultados más prometedores aunque modestos.

3. El counselling es el marco dentro del cual desarrollar la intervención y abarca el apoyo por malestar específico, la prevención dirigida a reducir el riesgo de consecuencias patológicas y el tratamiento de éstas cuando aparecen.

  4. En aquellos casos en que sea preciso intervenir profesionalmente con estrategias específicas para abordar las complicaciones del duelo, es necesario aclarar con el doliente el carácter profesional de la ayuda, ya que la pérdida propicia la soledad y la vulnerabilidad, y puede promover la búsqueda del terapeuta como “confidente suplente” del ser querido muerto. Resulta así conveniente plantear previamente un número determinado de sesiones de intervención.

5. Es importante evitar los consuelos fáciles y las frases hechas (como por ejemplo, “le acompaño en el sentimiento”, “ya ha descansado” o “es ley de vida”), en su lugar, resulta mucho más útil la comunicación no verbal.

6. Es necesario clarificar que el objetivo de la intervención no es “olvidar” al ser querido muerto, sino “encontrarle” un lugar en el espacio psicológico que permita la entrada del presente y los retos de la vida. Este planteamiento ayudará a evitar el rechazo frontal de la intervención.

7. Es importante en la atención al duelo encontrar el equilibrio entre estimular el avance y respetar el ritmo personal del doliente, para evitar el abandono prematuro de la intervención.

8. El sufrimiento del duelo puede intensificarse y alargarse si la persona lo considera una forma de pagar el hecho de haber sobrevivido al ser querido (“deuda”) o una medida del amor.

9. Durante décadas, la expresión de emociones positivas se ha asociado con un bloqueo del desarrollo adecuado del duelo, sin embargo, investigaciones recientes muestran como tal expresión realmente predice un buen pronóstico; por tanto, se ha de incluir en las intervenciones en que resulte necesaria.

10. La atención en el duelo exige adaptarse a la singularidad de la persona y los grupos sociales.

11. Finalmente, es necesario trabajar desde un modelo teórico vertebrador que, aprovechando todos los recursos compatibles, busque las estrategias que dinamicen un duelo que no se desarrolla adecuadamente. Estrategias cognitivo-conductuales, constructivistas y centradas en las emociones se han de combinar para facilitar, en la medida de lo posible, el proceso del doliente con complicaciones significativas en su proceso.

Referencias

Arranz, P., Barbero, J.J., Barreto, M. P. y Bayés, R. (2008) Intervención emocional en cuidados paliativos (3ª ed.). Barcelona: Ariel.

Barreto M. P. y Soler M. C. (2007) Muerte y duelo. Madrid: Síntesis

Barreto, M. P., Díaz J. L., Gallego J. M. y Barcia J. A. (2006). Ansiedad, depresión y calidad de vida relacionada con la salud en pacientes con tumor cerebral. Informació Psicológica, 88 (4-11).

Saavedra, G. y Barreto M. P. (2008). Frail elderly and palliative care. Psicothema, 20 (3), 571-576.

Sobre la autora:

Mª Pilar Barreto es docente e investigadora de la Universidad de Valencia. Catedrática en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de dicha universidad, Barreto cuenta en su haber con una amplia experiencia profesional e investigadora, entre otros ámbitos, en el de los cuidados psicológicos al final de la vida y el duelo.

"Ayudar a morir en paz es tan necesario como luchar por la vida"

EL RELOJ EMOCIONAL: LA GESTIÓN DE LOS TIEMPOS DE ESPERA EN EL ÁMBITO DE LA SALUD. RAMÓN BAYÉS.

“Ayudar a morir en paz es tan necesario como luchar por la vida” – Ramón Bayés, catedrático de psicología básica de la Universidad Autónoma de Barcelona, visitó el Club para hablar del reloj emocional y la gestión del tiempo Isabel Vizcaíno, vocal de Intervención de VIH del Colegio de Psicólogos balear, presentó a Bayés.

CARLES MULET. PALMA. “Para el paciente, un minuto, un segundo de atención por parte de su médico es susceptible de ser recordado durante toda su vida”. Con estas palabras despidió Ramón Bayés la conferencia que impartió anoche en el Club de Opinión de este diario. Las conclusiones tras su parlamento, reveladoras.

El sistema sanitario actual tiene “una deuda pendiente en la gestión del aspecto emocional de pacientes y familiares.”. Bayés inició su parlamento diferenciando el tiempo cronométrico -“el de los relojes y calendarios”- y el tiempo “de la felicidad y el sufrimiento”, aquel “que valoramos en función de lo que sentimos que tarda en pasar”. “Cuando uno es feliz -recordó- el tiempo desaparece, cuando esperamos algo importante, un minuto es una eternidad”.

Ofreció entonces los datos de una encuesta realizada por la Universidad de Harvard y la Fundación Josep Laporte en 2006. Para los españoles, el problema más grande del Servicio Nacional de Salud son las esperas. Entiéndase, demoras en un diagnóstico, retraso en los resultados de un análisis y similares. “En un hospital la espera alimenta la incertidumbre, la falta de control. Facilita las condiciones necesarias para que el sufrimiento aparezca”, prosiguió Bayés, que se apoyó en su experiencia y en los resultados de algunos estudios publicados en The New England Journal of Medicine para mostrar su convencimiento de “el poder curador que tiene saber escuchar a pacientes y familiares en la UCI”. “Reducir la incertidumbre, aprender a gestionar las esperas, es una asignatura pendiente del modelo sanitario actual”. “Tan importante es prevenir y curar las enfermedades como saber ayudar a la gente a morir en paz”.

En este sentido, Bayés habló de “la necesidad” de colocar el “aspecto emocional” en un primer nivel dentro de la medicina.

“Los que sufren no son los cuerpos, son las personas”, recordó.

Si desea más información puede consultar la Web del Club Diario de Mallorca http://club.diariodemayorca.es

http://www.diariodemallorca.es/secciones/noticia.jsp?pRef=1721_9_309886__Actual-Ayudar-morir-necesario-como-luchar-vida

VALIDEZ DUELO COMO CRITERIO DE EXCLUSIÓN EPISODIO DE DEPRESIÓN MAYOR

VALIDEZ DEL DUELO COMO CRITERIO DE EXCLUSIÓN DEL DIAGNÓSTICO DE EPISODIO DE DEPRESIÓN MAYOR.

FUENTE: WORLD PSYCHIATRY. 2007 JUN;6(2) Sidney Zissok , Katherine Shear , Kenneth S. Kendler Department of Psychiatry, University of California, San Diego, 9500 Gilman Dr., 9116A, La Jolla, CA 92093, USA [Artículo original] [24/10/2007]

Resumen

Desde la publicación del DSM-III en 1980, la postura oficial de la Psiquiatría norteamericana ha sido que la presencia de un cuadro de duelo por el fallecimiento de un ser querido es un criterio de exclusión para el establecimiento del diagnóstico de episodio de depresión mayor. Sin embargo, la validez empírica de este criterio de exclusión no ha sido bien establecida. Dado que en la actualidad ya se está planificando el DSM-V, es el momento de reexaminar el criterio de exclusión del duelo, especialmente a la vista de los nuevos datos contenidos en las últimas revisiones de esta cuestión. En el artículo presente se evalúa la validez relativa de dos hipótesis contrapuestas: 1) el duelo como criterio de exclusión del diagnóstico de episodio de depresión mayor no es válido debido a que, mediante el uso de criterios de validación, la depresión relacionada con el duelo durante los 2 primeros meses tras el fallecimiento de un ser querido es similar al cuadro de depresión no relacionada con duelo; 2) el duelo como criterio de exclusión del diagnóstico de episodio de depresión mayor es válido debido a que, mediante el uso de criterios de validación, la depresión relacionada con duelo durante los 2 primeros meses después del fallecimiento de un ser querido no es similar a la depresión no relacionada con duelo. La evidencia apoya con mayor firmeza la hipótesis 1 que la hipótesis 2. Así, es posible que ya no esté justificado el duelo como criterio de exclusión del diagnóstico de episodio de depresión mayor.

Para acceder al texto completo consulte las características de suscripción de la fuente original: www.pubmedcentral.nih.gov/tocrender.fcgi?journal=297&act

RECURSOS EN INTERVENCIÓN EN DUELOS:

RECURSOS EN INTERVENCIÓN EN DUELOS: http://groups.msn.com/tododuelo/_whatsnew.msnw

La muerte de un ser querido es siempre una situación difícil de enfrentar. Cuando alguien muere en una guerra o desastre, la aflicción puede ser aun mayor debido a la naturaleza repentina y potencialmente violenta del evento. Después de la muerte de un ser querido, usted experimenta el desconsuelo, lo que literalmente significa ?sentirse despojado por la muerte?. Usted puede experimentar una gran diversidad de emociones, incluyendo:

? Rechazo ? Incredulidad ? Confusión ? Consternación ? Tristeza ? Añoranza ? Ira ? Humillación ? Desesperación ? Culpa

Estos sentimientos son reacciones comunes a la pérdida de un ser querido.

Muchas personas experimentan, además, síntomas físicos de aguda tristeza ? dolor estomacal, pérdida del apetito, trastornos intestinales, alteración del sueño o pérdida de energía. De todas las situaciones de estrés de la vida, el duelo es el que puede poner más seriamente a prueba sus sistemas de defensa naturales. Las enfermedades existentes pueden empeorar o pueden aparecer nuevos síntomas. Las reacciones emocionales profundas pueden incluir ataques de ansiedad, fatiga crónica, depresión y pensamientos suicidas.

Duelo es el proceso natural a través del cual una persona acepta una pérdida importante. El duelo puede incluir tradiciones religiosas o militares para honrar a la persona que ha fallecido o reuniones con amigos y familiares para compartir la pérdida. El duelo es personal y puede durar meses o años. La aflicción es la expresión externa de la pérdida. Es probable que su aflicción se exprese tanto física como psicológicamente. Por ejemplo, el llanto es una expresión física, mientras que la depresión es una expresión psicológica.

Tenga presente que el fallecimiento de un ser querido puede dar lugar a que tenga que realizar ajustes importantes a su vida, tal como criar a los hijos sólo, adaptarse a vivir sin compañía o volver a trabajar. Estos retos pueden intensificar cualquier ansiedad y aflicción que ya esté experimentando.

VIVIENDO CON LA AFLICCIÓN –Cuando un ser querido fallece, lo mejor que puede hacer es permitirse a sí mismo sentir tristeza. Hay muchas formas de hacer frente a esta situación en forma eficaz. ? Busque a personas que le den consuelo. Busque a familiares y amigos que entiendan sus sentimientos. Dígales cómo se siente; eso le ayudará a atravesar mejor el proceso del duelo. Únase a un grupo de apoyo que esté integrado por otras personas que hayan experimentado pérdidas similares. Existen grupos de apoyo en la mayoría de los establecimientos militares. Si se siente desconsolado, pida ayuda. No es signo de debilidad. Hable con un familiar, amigo, miembro del personal de servicios familiares, ministro o rabí de confianza. Los capellanes militares pueden ayudarlo, pues la mayoría de ellos recibe capacitación en consejería pastoral y crisis. No se aísle. ? Cuide su salud. Visite al medico de su familia. Aliméntese adecuadamente, haga ejercicio y descanse bastante. Tenga cuidado del peligro que representa usar medicinas o alcohol para ahogar su tristeza. ? Sea paciente. Se requiere tiempo y esfuerzo para asimilar una pérdida importante, aceptar los cambios en su vida y empezar nuevamente a vivir el presente sin vivir en el pasado. ? Busque ayuda. Si sus sentimientos se convierten en una carga demasiado pesada, busque ayuda profesional para sobrellevar su dolor. Buscar ayuda es una señal de fortaleza y no de debilidad.

AYUDANDO A OTROS A ENFRENTAR SU DOLOR – Si alguien a quien usted aprecia ha perdido a un ser querido, puede ayudarlo a atravesar el proceso del duelo. ? Escuche. Anime a la persona a hablar sobre sus sentimientos y a compartir con usted recuerdos de la persona que ha fallecido. Recuerde, una persona puede tardar un largo tiempo para recuperarse de la pérdida de un ser querido. ? No ofrezca consuelo falso. Expresiones como ?Fue lo mejor? o ?Lo superarás con el tiempo? no ayudan a una persona que está de duelo. Por el contrario, ofrezca una simple expresión de dolor, y dedique tiempo para escucharlo. ? Ofrezca ayuda práctica. Cuidar de los niños, cocinar y hacer mandados son formas de ayudar a alguien que está de duelo. ? Recomiende la búsqueda de ayuda profesional cuando se necesite. No dude en recomendar la ayuda profesional cuando considere que alguien está experimentando demasiado dolor como para enfrentarlo solo.

AYUDANDO A LOS NIÑOS A ENFRENTAR SU DOLOR – Los niños enfrentan el dolor de forma diferente que los adultos. La muerte de uno de sus padres puede ser especialmente difícil para los niños pequeños y afectar su sentido de seguridad. Con frecuencia se sienten confundidos con los cambios que observan, especialmente si adultos bien intencionados tratan de evitar que se den cuenta de la verdad o de que vean el dolor del padre sobreviviente. Una comprensión limitada y la incapacidad para expresar sentimientos exponen a los niños muy pequeños a un riesgo especial, ya que pueden regresar a comportamientos anteriores (como orinarse en la cama), hacer preguntas acerca de la persona fallecida, que pueden parecen insensibles, inventar juegos relacionados con la muerte o pretender que la muerte nunca ocurrió.

Ayudar a un niño a superar su dolor puede generar un mayor estrés al padre que está de duelo. Sin embargo, los arranques de cólera o las críticas solo contribuyen a intensificar la ansiedad del niño y a retardar su recuperación. Por el contrario, dedíqueles más tiempo y hable honestamente con ellos con palabras que puedan entender. Ayúdelos a enfrentar sus sentimientos y recuerde que ellos lo observan esperando encontrar en usted un comportamiento adecuado y habilidades para sobrellevar el dolor.

FUENTE: http://www.mentalhealthamerica.net/go/information/get-info/en-espanol/desconsuelo-y-aflicci-n-informaci-n-para-los-familiares-de-militares

Duelo por muerte de un ser querido

Muerte de un ser querido | Depresión = En mi intensa crítica a la educación que recibimos en esta sociedad está la muerte como tema tabú, tampoco nos enseñan a afrontarla ni a verbalizarla de forma natural, es uno de los miedos mayores , el miedo mayor y sin embargo es inevitable. Reivindico centrarnos en la vida que es lo que realmente tenemos pero afrontar también de cara la muerte y tener pautas para afrontar ese sufrimiento inevitable de perder a un ser querido y que con ayuda puede ser menos destructivo. Aqui van unas pautas y un articulo que está muy bien.

DATE PERMISO PARA ESTAR EN DUELO – Date permiso para estar mal, necesitado, vulnerable?Puedes pensar que es mejor no sentir el dolor, o evitarlo con distracciones y ocupaciones pero, al final, el dolor saldrá a la superficie. El momento de dolerte es ahora. Acepta el hecho de que estarás menos atento e interesado por tus ocupaciones habituales o por tus amistades durante un tiempo, que tu vida va a ser diferente, que tendrás que cambiar algunas costumbres…

DEJA SENTIR DENTRO DE TI EL DOLOR – Permanece abierto al dolor de tu corazón. Siente y expresa las emociones que surjan, no las pares. No te hagas el fuerte, no te guardes todo para ti, y con el tiempo el dolor irá disminuyendo. Sentir y expresar el dolor, la tristeza, la rabia, el miedo…por la muerte de tu ser amado, es el UNICO camino para cerrar y sanar la herida por la pérdida.

DATE TIEMPO PARA SANAR – El duelo por la pérdida de una persona muy importante suele durar entre 1 y 3 años. No te hagas pues expectativas mágicas. Estate preparado para las RECAÍDAS. Hoy puedes estar bien y un suceso inesperado, una visita, el aniversario, las Navidades te hacen sentir que estás como al principio, que vas para atrás, y no es así. El momento más difícil puede presentarse alrededor de los 6 meses del fallecimiento, cuando los demás comienzan a pensar que ya tienes que haberte recuperado.

SÉ PACIENTE CONTIGO MISM@ – Aunque las emociones que estas viviendo pueden ser muy intensas y necesitar mucha energía, son PASAJERAS. Procura vivir el momento presente, por duro que sea. Sé amable contigo mismo/a. Recuerda que el peor enemigo en el duelo es no quererse.

NO TEMAS VOLVERTE LOC@ – Puedes vivir sentimientos intensos de tristeza, rabia, culpa, confusión o abatimiento, deseos de morir… Son reacciones habituales y normales después de la muerte de un ser querido.

APLAZA LAS DECISIONES IMPORTANTES – Decisiones como vender la casa, dejar el trabajo, marcharte a otro lugar?es preferible dejarlas para más adelante. Seguramente, ahora no puedes pensar con suficiente claridad, y podrías más tarde lamentarlo. No suele ser tampoco conveniente iniciar una nueva relación afectiva (nueva pareja, otro embarazo?) mientras no hayas resuelto adecuadamente la pérdida. NO DESCUIDES TU SALUD Pasados los primeros días puede resultarte muy útil que te hagas un horario (hora de levantarte, comidas, hora de acostarte?) y lo sigas. Aliméntate bien y cuida tu cuerpo. No abuses del tabaco, alcohol, tranquilizantes?

NO TE AUTOMEDIQUES Si para ayudarte en estos momentos tienes que tomar algún medicamento, que sea siempre a criterio de un médico y nunca por los consejos de familiares, amigos y vecinos bien intencionados. Recuerda que tomar medicamentos para “no sentir” pueden contribuir a cronificar el duelo.

BUSCA Y ACEPTA EL APOYO DE OTROS – Sigue conectado con los otros. Necesitas su presencia, su apoyo, su preocupación, su atención… Dale la oportunidad a tus amigos y seres queridos de estar a tu lado. Piensa que pueden querer ayudarte, pero no saben la manera de hacerlo. Pueden temer ser entrometidos o hacerte daño si te recuerdan tu pérdida. No te quedes esperando su ayuda y pídeles lo que necesitas.

PROCURA SER PACIENTE CON LOS DEMÁS – Ignora los intentos de algunas personas de decirte cómo debes sentirte y por cuanto tiempo. Sentirás que algunas personas no comprenden lo que estas viviendo. Intentarán hacer que te olvides de tu dolor, comprende que lo hacen para no verte triste. Piensa que quieren ayudarte, pero que no saben como hacerlo. Busca personas de confianza que te permitan “estar mal” y desahogarte sin miedo cuando lo necesites.

DATE PERMISO para descansar, disfrutar y divertirte Date permiso para sentirte bien, reír con los amigos, hacer bromas… Tienes perfecto derecho y además puede ser de gran ayuda que busques, sin forzar tu propio ritmo, momentos para disfrutar. Recuerda que tu ser querido querría solo lo mejor para ti y que los “malos momentos”, vendrán por si solos. Confía en tus propios recursos para salir adelante Recuerda como pudiste resolver otras situaciones difíciles de tu vida. Repítete a menudo: “algún día encontraré mi serenidad”.

FUENTE: http://www.vidaemocional.com/index.php?var=06101301

Una investigación reciente desafía y confirma algunas de las creencias del duelo

Una investigación reciente desafía y confirma algunas de las creencias más comunes sobre el proceso de duelo.

MARTES 20 de febrero (HealthDay News/HispaniCare) –El estudio encontró que, para los adultos mayores afligidos por una muerte por causas naturales, el proceso de duelo comienza con un anhelo por el ser querido y una aceptación de su pérdida. Esto contradice la teoría estándar de las “cinco etapas del duelo” de los psicólogos que incluye negación, anhelo, ira, depresión y aceptación como las fases de emociones por las que los individuos en duelo pasan típicamente. En su lugar, “este estudio básicamente muestra que el anhelo es el síntoma dominante de duelo después de la pérdida, no la negación, la tristeza o la depresión”, afirmó Holly Prigerson, directora del Centro de investigación en psicooncología y atención paliativa del Instituto contra el cáncer Dana-Farber de Boston. “Y, en general, la reacción principal era un alto grado de aceptación”, añadió.

Los investigadores encontraron que, poco después de una muerte, la aceptación se convierte en la emoción experimentada más comúnmente por el afligido, en lugar de la negación o la depresión esperadas. Anotaron que la aceptación es también la última emoción en alcanzar su punto máximo. El estudio aparece en la edición del 21 de febrero del Journal of the American Medical Association.

Los investigadores también encontraron que las emociones negativas, como la ira, habían alcanzado principalmente su punto máximo seis meses tras la pérdida. Esto sugiere que si alguien parece quedarse estancado en su duelo después de este período de tiempo, tal vez esté experimentando dificultades para conllevar su pérdida y podría necesitar asesoría o apoyo adicional.

La teoría del duelo en cinco etapas ha evolucionado con el tiempo, pero se desarrolló originalmente como una teoría del duelo en cuatro etapas: negación y aislamiento, anhelo y búsqueda, desorganización y desesperación, y reorganización. Entonces, la mundialmente famosa psiquiatra Dra. Elisabeth Kübler-Ross escribió un libro llamado Sobre la muerte y los moribundos, que adaptaba el duelo en cuatro etapas a una respuesta en cinco etapas de las personas terminalmente enfermas a su muerte inminente.

Según la información de fondo del estudio, ese trabajo evolucionó hacia las cinco etapas del duelo comúnmente reconocidas actualmente. “Las cinto etapas se han aceptado como la verdad definitiva, sin estudios. No ha habido investigaciones empíricas anteriores”, apuntó Prigerson. Y esa es la razón de este estudio.

Para evaluar las cinco etapas del duelo, que en este estudio fueron renombradas como los cinco indicadores del duelo, Prigerson y sus colegas de la Facultad de medicina de la Universidad de Yale reclutaron a 233 adultos que vivían en Connecticut que habían perdido a un ser querido recientemente para que participaran en el estudio. Los participantes del estudio eran predominantemente blancos (el 97 por ciento), la mayoría eran cónyuges del fallecido (el 84 por ciento) y tenían una edad promedio de alrededor de 63 años. Sus seres queridos habían muerto por causas naturales y en muertes no traumáticas. Según los autores del estudio, esta población representa a la persona en duelo típica de los Estados Unidos. Los voluntarios del estudio fueron entrevistados a los seis, once y veinte meses después de la pérdida de su ser querido.

Los investigadores crearon una escala indicadora de duelo de uno a cinco para indicar qué tan fuerte era la emoción de duelo que se sentía. Una puntuación de cinco significaba que la emoción era muy fuerte. En los primeros seis meses tras la pérdida, la puntuación promedio de la aceptación era de 4.11 y del anhelo 3.77. La depresión era la siguiente emoción más común, con una puntuación de 2.29, seguida por la negación con 2.27 y la ira con 1.87. Durante los siguientes seis meses, todos los indicadores negativos de duelo, con excepción de la depresión, disminuyeron y el nivel de aceptación aumentó. Las puntuaciones de depresión permanecieron iguales en el periodo de seis a 12 meses después de la pérdida.

Durante los siguientes 12 meses, todos los indicadores negativos de duelo se redujeron, mientras que la aceptación siguió en aumento. “Los indicadores negativos de duelo llegan a su punto máximo seis meses tras la pérdida”, afirmó Prigerson. “La expresión del duelo es un fenómeno muy complejo, con mucha variabilidad individual”, señaló Shirley Otis-Green, investigadora principal especializada del Centro médico nacional City of Hope de Duarte, California. Y esa expresión no sigue necesariamente una programación ordenada, aseguró Kristin James, coordinadora del Heartlight Program, un programa de duelo familiar del Hospital conmemorativo infantil de Chicago. “Cuantificar el duelo es importante, si se puede, pero aunque este estudio puede que describa lo que sucede en promedio, hay tantos eventos que pueden desencadenar estas emociones nuevamente. Decir que en un mes o seis meses estas emociones deben haber desaparecido no es fácil”, señaló James.

James añadió que, sobre todo con las muertes no típicas (el tipo que no se estudió aquí), definir lo que constituye un duelo “normal” y lo que no es difícil. Por ejemplo, señaló, si un niño pierde a un padre, probablemente apenas empiece a sentir duelo a eso de los seis meses, porque con frecuencia el duelo se retrasa en los niños.

Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare Traducido del inglés: miércoles, 21 de febrero, 2007 HealthDay (c) Derechos de autor 2007, ScoutNews, LLC

PENSAMIENTO EN EL DUELO: A PROPÓSITO DE UN CASO.

PENSAMIENTO EN EL DUELO: A PROPÓSITO DE UN CASO.

Sólo discusión del caso:  Para ver el artículo completo, ir al enlace al final del mensaje

El proceso de duelo supone una de las mayores crisis vitales que todo ser humano va a sufrir alguna vez en su existencia, por lo que tiene características comunes a otras situaciones estresantes del ciclo vital, pero además posee unas características propias en lo que se refiere al ámbito de lo afectivo, lo cognitivo y también lo perceptivo. La mayor o menor intensidad del duelo varía dependiendo de si la persona fallecida era o no una persona con la que se ha creado vínculos de apego. Estas intensas relaciones nos hacen vivir en unos márgenes de seguridad y con un orden que nos permite atenuar nuestro nivel de angustia. Es por esto que el duelo es una experiencia tan devastadora, ya que nos confronta con nuestro sistema creencial, que se desorganiza por completo, provocando una especie de ?caos cerebral? que sería responsable de las percepciones, afectos y comportamientos especiales que aparecen en el duelo, que algunos autores han llamado ?mente de duelo?.

DISCUSIÓN

La persona en duelo pasa por una serie de estados a lo largo del proceso de duelo. En un primer momento (que puede durar de horas a semanas) , la persona pasa por un estado de embotamiento o sueño, caracterizado por una parálisis psicomotriz, apariencia externa de normalidad, disminución del campo de la conciencia, que algunos autores asemejan a un episodio disociativo histérico. En realidad esta es una defensa del organismo ante la situación de caos que vive la persona, y el ataque a su propia integridad que supone la pérdida de una persona de apego. Pasada esta anestesia emocional se produce una etapa en la que esta inhibición alterna con episodios de activación, a veces sin un sentido concreto. Se producen entonces una serie de conductas encaminadas a ?recuperar? a la persona perdida, consistentes en llanto, lamentos, gritos, llamadas al difunto y otras conductas de búsqueda. Los fenómenos perceptivos o distorsiones de la percepción normal son muy frecuentes en las primeras fases del duelo, pudiendo durar mucho tiempo, aunque lo más frecuente es que la intensidad y la frecuencia de este tipo de sensaciones vayan disminuyendo con el tiempo, pudiendo ?reactivarse? en situaciones concretas, como son los aniversarios. Algunos autores comparan este fenómeno al del ?miembro fantasma?, existiría una deprivación física y simbólica brusca, junto al agotamiento y determinadas situaciones y objetos (cosas del difunto, olores…), que provoca en el deudo ilusiones, alucinaciones y la percepción subjetiva de la presencia del difunto. Hay personas para las que la evocación del fallecido resulta aliviadora y por eso se aferran a lugares y objetos durante años.

En nuestra cultura nos enseñan que todo se puede analizar desde el punto de vista lógico-racional. En el duelo, sufrimos algo para lo que no estamos preparados, y la lógica no servirá entonces para calmar nuestra angustia; surge entonces lo que se denomina el pensamiento mágico. En la persona en duelo este pensamiento mágico la invade. La duración de esta mente de duelo es variable. El poseer un trabajo o una actividad ocupacional es fundamental, ya que sirve como organizador, además es fundamental que el paciente sea capaz de vincularse emocionalmente con otras personas en otras relaciones significativas.

En nuestro caso el paciente se encuentra anclado en esta fase de ?pensamiento mágico?, con sensación constante de permanecer con el fallecido, pacto de silencio con él, si no cumple o modifica algo aparece la culpa que le ancla en el pasado. Esto adquiere una estabilidad, en un estado de homeostasis cada vez más difícil de modificar, que puede llevar a la cronificación del duelo. Entre los factores de riesgo para una mala evolución del duelo, debemos mencionar la relación simbiótica o de dependencia con el difunto, varias pérdidas en un corto período de tiempo, factores relacionados con el tipo de muerte (inesperada, asesinatos, suicidio, catástrofe), cuidados prolongados a personas moribundas que provocan ambivalencia y culpa, dejando a la persona vacía y sin función tras el fallecimiento. Como vemos, varios de estos factores aparecen en nuestro caso. El duelo patológico tiene diversas formas.

En general consideramos patológico el duelo que se cronifica en el tiempo (aunque la cifra de 6 meses es muy cuestionada), con prolongación indefinida de algunas de las fases de duelo (por ejemplo de la fase de activación o de la negación), así como el duelo pospuesto, en el que un incidente mínimo puede desencadenar la crisis. Es por esto que para superarlo debemos hacer una intervención temprana (se considera que lo apropiado es antes de los dos primeros años). En cuanto al tratamiento, creemos necesario establecer unos objetivos en el trabajo con el paciente, que consistirían en hacer desaparecer la sintomatología asociada, lograr una buena aceptación de la pérdida y mejorar el funcionamiento cotidiano, trabajando las diferentes áreas afectadas en el duelo (el área afectiva, somática, cognitiva y motora).

http://www.psiquiatria.com/articulos/29276/?

LA AUTOESTIMA FUNCIONAL COMO HERRAMIENTA PARA EL TRABAJO DE DUELOS

LA AUTOESTIMA FUNCIONAL COMO HERRAMIENTA PARA EL TRABAJO DE DUELOS

Nombre: Juan Carlos Pinacho Cruz. ISSSTE Oaxaca

Todo individuo tiene en su interior sentimientos, que según su personalidad puede manifestarlos de diferentes maneras. Muchas veces estas manifestaciones dependen de otros factores, según el lugar físico, sentimental, emocional y social, éstos pueden influir positiva o negativamente en la formación de la persona o sea en la Autoestima.

El sentimiento valorativo de nuestro ser, de todos aquellos rasgos físicos, psicológicos, intelectuales y sociales conforman nuestra autoestima y dependiendo de la estructura de dichos rasgos, las personas podrán interactuar de manera sana o funcional con otros. Muchos fracasos y éxitos dependerán de cómo se encuentre nuestra autoestima.

Por lo tanto, si existe un sentimiento positivo de si mismo, el sujeto desarrollará todas sus habilidades, será capaz de pedir y dar y estará en condiciones de reconocer de manera franca y sincera los estados de ánimo en que se encuentra, así como también sus logros y errores. Si la autoestima es baja, el sujeto no podrá hacerse responsable de sus comportamientos, buscará culpables ante los fracasos que se presenten en su vida cotidiana y se encontrará siempre encaminado al negativismo, al aislamiento y a la derrota. Una autoestima funcional proporciona a las personas la fortaleza necesaria para superar los momentos más difíciles en su vida, evitando que éstas caigan en el desánimo y el pesimismo.

Todo aquello que causa una pérdida en el ser humano, puede ser considerado como uno de los eventos más difíciles por el que este puede atravesar, obviamente hay eventos que pueden considerarse como pérdidas mayores debido a los estragos que causan en el sujeto que los experimenta. La muerte de la pareja, de los amigos, de algún familiar cercano, la pérdida del trabajo, entre otras, ocasionan que las personas vivencien múltiples emociones y sentimientos, como por ejemplo: ira, tristeza, frustración, angustia, soledad, entre otros. Sin embargo, si su autoestima es funcional, está contribuirá a superar esos estados de frustración y desánimo que experimenta. La persona no cambia en su interior, conserva sus ideales, comportamientos, sentimientos y por lo tanto, atesora su valor como ser humano.

Aún con las experiencias más dolorosas, el hombre adquiere nuevos conocimientos, aprendizajes y comportamientos, para que ante acontecimientos similares aplique lo aprendido, se empeñe en obtener algún beneficio de lo sucedido, prevea, pero sobre todo, sea un ser humano integral. Una autoestima funcional permitirá que cuando se presenten los embates más difíciles de la vida, y con la posibilidad de no poder encontrar la salida o una solución por sí mismas ante esos embates, las personas estén preparadas para reconocer que necesitan la ayuda de alguien más y sean capaces de pedir aquello de lo que carecen, es decir, serán capaces de vivenciar los estados de ánimo por dolorosos que puedan llegar a ser, pero podrán compartirlos con otros para aligerar la carga y canalizar todo aquello que las conflictúa.

El hecho de acercarse y compartir con la familia, la pareja, los hijos, los amigos, pero sobre todo, consigo mismo aquello que está causando dolor, no hace a las personas más débiles o vulnerables, al contrario, les permite comunicar lo que no tiene ni debe ser contenido en su interior, también relacionarse con otros y no aislarse en su dolor o sufrimiento, pero lo más importante aún, les proporciona las herramientas necesarias para un autoconocimiento, para el desarrollo y evolución de una verdadera y completa autoestima.

http://www.cedehc.org/framet.php

Duelo: haciéndole frente a la enfermedad, a la muerte y a otras pérdidas

Duelo: haciéndole frente a la enfermedad, a la muerte y a otras pérdidas
¿Qué es un duelo?
El duelo es una respuesta normal y saludable ante una pérdida. Una de las pérdidas más grandes que puede ocurrir es la muerte de alguien que usted ama. Otras pérdidas incluyen la pérdida de la salud suya o de la salud de alguien que usted quiere, o el fin de una relación importante tal como el matrimonio. Recuperarse de una pérdida involucra aceptar la pérdida y el significado de la pérdida en su vida.

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¿Cuáles son los sentimientos normales de un duelo?
Síntomas de un duelo

Rabia
Culparse a si mismo
Ataques de llanto
Diarrea
Mareo
Latidos del corazón acelerados
Sentir que tiene un nudo en la garganta
Sentir que lo que está ocurriendo a su alrededor no es real
Dolores de cabeza
Hiperventilar: abrir la boca e inspirar aire profunda y rápidamente y luego botarlo con un suspiro
Náuseas
No poder organizarse
No sentir hambre o perder peso
Agitación e irritabilidad
Tristeza o depresión
Ver imágenes de la persona muerta
Sensación de “falta de aire”
Sensación de presión en el pecho
Cansancio
Dificultad para concentrarse
Tener dificultad para dormir
A medida que usted le hace frente a una pérdida usted puede tener sentimientos diferentes en momentos diferentes. Estos sentimientos incluyen choque, negación, rabia, culpabilidad, tristeza y aceptación. Usted puede encontrarse alternando de un sentimiento a otro. Por ejemplo, justo cuando parece que está comenzando a aceptar su pérdida usted puede volver a sentir tristeza o rabia. Su duelo puede no desaparecer por completo nunca. Pero el dolor que usted siente disminuirá con el tiempo a medida que usted se sobrepone a estos sentimientos.
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¿Qué sucede al principio?
En las primeras horas o días después de la pérdida usted puede sentir un choque, no sentir nada y estar confundido. Puede que usted no recuerde lo que las personas le han dicho. Usted puede pensar y actuar como si la pérdida no hubiera ocurrido. Esto se llama negación.

A medida que su choque desaparece usted irá viendo la realidad poco a poco. Usted comenzará a darse cuenta de que la pérdida en realidad si ocurrió. Es normal sentirse abandonado y con rabia. Usted puede dirigir su rabia hacia Dios, la religión, los médicos y las enfermeras, la persona que ha muerto u otros seres queridos o incluso hacia si mismo.

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¿Qué sucede después de que la rabia desaparece?
Después de que usted atraviesa por parte de la rabia y negación es normal pretender que las cosas son como solían ser. Si alguien que usted amaba muere es probable que usted piense y piense en los recuerdos que tiene en su mente. Es probable que usted también sienta la presencia de su ser querido, piense que lo ve a él o a ella o piense que escucha su voz.

Es probable que usted también le hable a su ser querido como si aún estuviera en el mismo cuarto con usted. A medida que usted comienza a darse cuenta de que su ser querido ya no está y que no va a regresar comenzará a sentir el impacto total de la pérdida. Estos sentimientos le pueden dar miedo pues son muy extraños y fuertes. Pueden hacerle sentir como que está perdiendo control.

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¿Qué ocurre luego?
Cuando usted comienza a darse cuenta del impacto total de la pérdida en su vida, puede sentirse deprimido y sin esperanzas. También puede sentirse culpable. Puede comenzar a pensar cosas tales como “Si tan solo..” o “¿Por qué a mi?” Puede llorar sin causa alguna. Esta es la parte más dolorosa de la recuperación pero no dura para siempre. En un duelo normal, la depresión comienza a mejorar con el tiempo.
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¿Cuál es la primer seña de alivio?
Usted puede comenzar a sentirse mejor con cosas pequeñas. Por ejemplo, puede comenzar a darse cuenta de que le es más fácil levantarse en las mañanas, o puede sentir de pronto un poco más de energía. Este es el momento cuando comienza a reorganizar su vida teniendo en cuenta su pérdida o sin su ser querido.

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¿Cuál es la etapa final?
Consejos para lidiar con una pérdida
Hable con los demás acerca de cómo se está sintiendo
Trate de mantenerse al día con sus actividades diarias para que no se sienta abrumado.
Duerma suficientemente, coma una dieta bien balanceada y haga ejercicio con regularidad.
Evite el alcohol. El alcohol le puede hacer sentirse más deprimido.
Tan pronto como pueda vuelva a su rutina normal.
Evite tomar decisiones importantes enseguida.
Dese tiempo para reponerse de su pérdida: para llorar, para no sentir nada, para tener rabia o para sentir de la manera que esté sintiéndose.
Pida ayuda si la necesita.
La etapa final en la aceptación de la pérdida es cuando usted comienza a volver a invertir tiempo en otras relaciones y actividades. Durante este tiempo es normal sentirse culpable o desleal con su ser querido pues está comenzando nuevas relaciones. También es normal revivir algunos de sus sentimientos en cumpleaños, aniversarios, festivos y durante otras fechas especiales. Volver

¿Cuánto tiempo dura el duelo?
Probablemente usted comenzará a sentirse mejor en seis a ocho semanas. El proceso completo usualmente puede durar entre seis meses y cuatro años.

Si en cualquier momento siente que está teniendo dificultad pida ayuda. Las personas que pueden ayudarle incluyen amigos, familia, un miembro del clero, un asesor psicológico o un terapista, grupos de apoyo y su médico de familia.

Asegúrese de hablar con su médico de familia si tiene mucha dificultad para comer, dormir o concentrarse y esto persiste después de las primeras semanas. Estas pueden ser señas de depresión. Su médico de familia le puede ayudar con su depresión de modo tal que usted comience a sentirse mejor.

Etapas del duelo tras un fallecimiento y de la «normalización del dolor»

El psiquiatra Álvaro Iruin Sanz participó en el curso Muerte, duelo y Esperanza, con la conferencia titulada Normalizar el dolor, en la que habló de «la gestión de los intervinientes para mejorar el proceso de duelo

– NORMALIZAR EL DOLOR. ¿EN QUÉ CONSISTE? – En relación al dolor producido por la muerte de un ser querido, la normalización no se refiere a volver normal algo que no lo es, sino a un concepto más relacionado con la gestión, es decir, cómo ordenar las diferentes intervenciones o intervinientes en una situación para que el resultado sea mejor. Partimos del hecho de que a todo el mundo se le va a morir alguien cercano, y en la mayoría de los casos las familias actúan de manera similar cuando pasa algo así. Sin embargo, nadie, aparentemente, ha estructurado lo que cada uno debería hacer: organizar el funeral, llamar a los familiares… Sería organizar esas actividades que se hacen espontáneamente de modo que puedan dar mejor resultado.

– EN LA SOCIEDAD ACTUAL, ¿AGUANTAMOS BIEN EL DOLOR? – En general, lo aguantamos. De hecho, si la gente va a los registros de asistencia por un duelo no encuentra prácticamente nada. Es gracias a su entorno, familiares y amigos, que consigue encauzar ese dolor. Son pocos los que acuden a psiquiatras, pero en esos casos estaríamos hablando de enfermedad, no de un proceso normal de duelo.

– ¿NO TENEMOS QUIZÁS MÁS RECURSOS PARA MITIGAR EL DOLOR? – Probablemente nuestra capacidad de aguante tenga ahora unos condicionantes. Quizás ahora podemos recurrir más fácilmente a fármacos o a una copa, e intentar paliar con medios químicos una situación que no es agradable.

– ¿EN QUÉ CONSISTE UNA TERAPIA PARA SOBRELLEVAR EL DUELO? – Yo no hablaría de terapia. Si lo llamamos así estamos hablando de una enfermedad. Se trata más de dar una serie de pautas que ayuden a a salir de esa situación: guiar, acompañar, escuchar… Lo que todos hacemos siempre. Cuando en una cuadrilla alguien tiene una ruptura afectiva, los demás le arropan, cada uno a su manera, y ese núcleo sirve para salir de eso.

– ¿ES PEOR EL DOLOR PSICOLÓGICO QUE EL FÍSICO? – Las manifestaciones son diferentes y la forma de entenderlo de la gente también. Si me rompo la pierna, iré al médico, que me «organizará» la lesión para que me duela menos, me inmovilizará la pierna, etcétera. Y ahí se acaban los problemas. En el otro caso, se mueven muchas más cosas. El caso de la pierna no provoca sentimientos especiales en los demás. En el duelo, nos sentimos más implicados y la persona nos demandará cercanía, acompañamiento…

– ¿A LA PERSONA EN DUELO, ES MEJOR HACERLE HABLAR O EVITAR EL TEMA E INTENTAR QUE SE DESPEJE? – No vamos a hacer que una persona se divierta cuando no puede. Hay que entenderlo como algo que tiene una duración en el tiempo, que pasará por diferentes fases. Si para ir de aquí a Orio hay que pasar por Usurbil, pues habrá que pasar. ¿Qué tienen que hacer los de alrededor? Estar.

– ¿CUÁLES SERÍAN LAS ETAPAS? – Hay un momento agudo, el de la noticia. Cuando la muerte es inesperada es como una catástrofe. Se va alguien muy importante que no queríamos que se fuese, lo que provoca un enfado. Esto dura poco, porque enseguida se plantea el tema del funeral, el entierro… que te devuelven a la realidad. Y se abre una fase distinta: en la primera probablemente hayan venido los amigos, familiares… Pero después cada uno vuelve a sus cosas. Queda todo más triste. Algunos dejan de comer, no quieren salir ni arreglarse, sueñan con el difunto… Con el tiempo, ya se ha llorado suficiente y se es capaz de salir un poquito, de disfrutar con alguna cosilla. Sería el principio de la salida de la situación dolorosa grave.

– ¿CUÁNDO EMPEZARÍA ESO? – Nuestros abuelos lo tenían bien establecido. Cuando moría algún familiar se vestían de negro y había un tiempo de luto de nueve meses. Además, había un tiempo posterior de «alivio del duelo». Se vestían de morado y hacían una transición desde lo más negro y triste a lo más blanco. Ese primer año -los 9 meses más los 3 de transición- coinciden con un tiempo razonable para la recuperación.

– ¿Y A PARTIR DE ESE PRIMER AÑO? – La persona ha reconstruido su forma de vivir. Se seguirá acordando del difunto, pero será un recuerdo integrado en su vida, con el que va a vivir. El mayor logro de un duelo bien llevado se traduce en poder tener el recuerdo de la persona fallecida formando parte de la existencia como algo normal, en el sentido de que no imposibilite vivir.

http://servicios.diariovasco.com/pg060726/prensa/noticias/AlDia/200607/26/DVA-ALD-155.html