(ALTERACIONES VISTAS POR LA TRADICIÓN. ESPECIALISTAS. MEDIOS Y PROCEDIMIENTOS TERAPÉUTICOS LOCALES).
RESUMEN.
Las culturas tradicionales de salud y las etnomedicinas en Mesoamérica son el resultado de la evolución de sistemas precedentes como el chamanismo. Protegidas en las etnias debido a su carácter de utilidad y necesidad para la supervivencia de las gentes, llegaron a la modernidad más o menos transformadas. La mezcla amerindio-hispana, tras la conquista, dio lugar a una tradición nueva, la mestiza, desarrollada principalmente en las áreas urbanas. Tradiciones originarias y tradición mestiza recogen una serie de ópticas del fenómeno de salud-enfermedad así como los modos y medios adaptados a las culturas para conservar el bienestar de las gentes.
INTRODUCCIÓN.
Las formas de entender el bienestar en cada cultura se relacionan con los contenidos de sus tradiciones. La verdad es que, en un mundo plural, todos los seres humanos deberían poder mostrarse como son. Deberían poder seguir desarrollando sus modos de prevenir los males y curar. En las sociedades del pasado, y en las del presente, los seres humanos fabricaron, y fabrican, sistemas y maneras para atender las necesidades de salud. En el estudio interpretativo que los investigadores Jean Clottes y David Lewis-Williams (2001) han hecho de los dibujos y expresiones pictóricas, así como escultóricas, de las cuevas del paleolítico europeo, se sugiere la existencia de chamanes en la prehistoria. Por lo que se conoce a través de las fuentes documentales (principalmente rusas) estudiadas por Mircea Eliade (2001) sobre el chamanismo asiático y norasiático, ese sistema, además de terapéutico, sería un modo organizativo de los grupos y comunidades en tiempos en los que las amenazas externas (naturales y humanas) hacían peligrar no sólo el equilibrio y bienestar de los individuos sino la estabilidad e integridad de sus grupos. Para Antony Tao (2003), del chamanismo arcaico chino nació una especialidad más dedicada a la terapéutica: el chamanismo curativo, a partir del momento en que las sociedades se hicieron sedentarias (inicio del Neolítico, hace unos 10000 años). De este chamanismo surgiría posteriormente la medicina tradicional china.
Hasta la llegada de los europeos a América, los grupos amerindios dispusieron de modos de curar adaptados a sus formas de pensar y a sus cosmovisiones. Los Cronistas de Indias dieron cuenta de las características del mundo que encontraron y descubrieron. Y, aunque influidos por su origen, su forma de pensar europeo-cristiana y los condicionamientos que el poder religioso y el poder político les imponían, retrataron, como hizo Fray Bernardino de Sahagún (1994) en el Códice Florentino, toda la majestuosidad de aquellas culturas. En esas etnografías de la época, se habla de curadores, de formas de curar y de elementos para curar; es decir, de toda una organización de la terapéutica.
En mi opinión, debido a los condicionamientos de los cronistas, en sus libros se exponen principalmente medios de cura naturales (de origen vegetal, la mayoría; pero también, minerales y de origen animal); aunque se habla tímidamente de la cura simbólica (o mejor, de la parte simbólica de la cura), asociada a los chamanes.
Anna Reid (2003) escribe sobre el chamanismo siberiano, recuperándose, como otras parcelas de la cultura de los pueblos norasiáticos, tras el fin del “Imperio Soviético”. Chamanes y etnomédicos siberianos sufrieron por el avance de la Rusia zarista hacia el Este; y volvieron a sufrir cuando el sistema soviético impuso a los originarios siberianos un orden basado en una cultura materialista de base productiva.
Europa Occidental, como han hecho otras partes del mundo, ha seguido su propio camino de evolución y progreso. Razones sociohistóricas y culturales hicieron posible el surgimiento de la ciencia. Expresa Antony Tao (2003) que los griegos entendieron el universo como un todo ordenado por leyes que el pensamiento es capaz de descifrar y conocer. A esta base cultural se unió el aporte del cristianismo; que, como el judaísmo, entendía un dios transcendente, separado de la naturaleza. Quedó la naturaleza, en las culturas europeas, libre de ataduras y dependencias espirituales, dispuesta para ser estudiada por un pensamiento no mediatizado por la divinidad. En el Renacimiento ya se expresó y se ensayó esa tendencia. Luego, llegó la Ilustración; y después, la Revolución Industrial. Europa se hizo poderosa. Los grupos dirigentes y los poseedores del dinero “proyectaron su mirada” (enfocaron sus intereses), como en su tiempo hizo la Corona de Castilla, a otros lugares del planeta. Encontraron gentes diferentes, gentes que no hablaban como ellos, que no pensaban como ellos, que no veían las cosas como ellos, que no entendían las enfermedades como ellos y que no curaban como ellos. Al igual que hicieron los españoles en América, el resto de los países europeos también impuso unas relaciones de poder a las nuevas sociedades.
La ciencia, como parte de la cultura europea, se ha tomado como modelo de progreso (evolucionismo). Una gran parte de los científicos positivos ha considerado una sola línea de avance humano en el globo: la suya. Se ha visto a gentes de otros pueblos como seres en fase de desarrollo precientífico, tildados, incluso por los primeros antropólogos, de “salvajes”. En la actualidad se ha creado entre los occidentales una conciencia de superioridad basada en todas esas ideas. La medicina se ha hecho científica y, por lo tanto, el modelo a seguir.
Sin embargo, antropólogos como Malinowski, Franz Boas o Clifford Geertz han valorado el aporte original de los miembros de las culturas. Para saber de alguien, no sólo hay que observarlo; también hay que escucharlo hablar de sí mismo. Para conocer una cultura ajena, es necesario que nos la expliquen sus protagonistas. Medicinas tradicionales amerindias y asiáticas entienden que para entender qué le pasa a un enfermo, hay que permitirle hablar de su dolencia, y de la vivencia obtenida a través de esa experiencia. Algo así decía Edward Bach (1999).
Cada etnomedicina se ubica en un asiento cultural propio. Nunca convergerán de manera natural dos líneas de progreso culturales si no se manipulan para que así ocurra. La ciencia surgió en Europa como un hecho propio del camino evolutivo europeo. Pero otros pueblos (amerindios, asiáticos, africanos) no tuvieron cultura griega, ni cristianismo, ni judaísmo, ni Renacimiento, ni Ilustración a la francesa. Y eso no significó, ni significa, que fueran (o que sean) menos que los europeos. Es una cuestión política.
Los Polo (1984) narraron maravillas de progreso en Asia cuando Europa aún vivía en plena Edad Media. Los Cronistas de Indias, y otros hombres inteligentes y sensibles de la época, se quedaron boquiabiertos cuando contemplaron la amplitud de las culturas de los pueblos conquistados en América.
Fue el colonialismo (hablando del colonialismo occidental en general, no sólo del español) el que rompió el desarrollo equilibrado de los pueblos no occidentales. Fue ese colonialismo el que modificó la trayectoria de las líneas de evolución sociocultural no occidentales. Fue el mismo colonialismo el que fabricó las diferencias que generaron complejos de inferioridad a gran escala (entre los pueblos sometidos), potenciando a la vez los egos culturales de los colonizadores.
El llamado Tercer Mundo es una expresión acuñada por la cultura occidental, dominante. Es una gradación. El Primer Mundo, es el mundo rico, por lo tanto superior porque tiene el poder. El Segundo Mundo es un híbrido a medio desarrollar, mal sentado entre dos sillas. El Tercer Mundo es el de los miserables (término con muchas lecturas, dependiendo de la óptica de aproximación a su comprensión). La pobreza, las enfermedades, el hambre y todas las lacras que padecen los hombres, las mujeres y los niños de ese llamado Tercer Mundo surgieron después de que los grupos humanos que en él se desarrollaban desde la antigüedad, se vieran invadidos y sometidos por humanos venidos de lejos. Esas condiciones no se deben, pues, a sus particularidades socioculturales, históricas y organizativas, diferentes de las que condujeron a la revolución científica europea.
En la actualidad se sigue realizando una “ayuda” al Tercer Mundo “asistencialista”, a través de ONG´s, organizaciones religiosos y estatales. Una ayuda, en opinión de muchos miembros de las etnias, improductiva, estéril e incapaz de ajustarse a la organización autóctona de grupos y gentes. Los miembros de esas sociedades desean, primero, que se les respete y se les tenga en cuenta; segundo, si se les ofrece ayuda, ésta debe ser valorada, validada y gestionada desde las propias organizaciones locales. Tercero, que los especialistas sanitarios occidentales y estatales se complementen con los especialistas locales y etnomédicos. A veces, dicen, “llegan los blancos con sus ideas, sus medicinas y su comida para nosotros, lo cual marca todavía más las diferencias entre unos y otros”. Mapuches sudamericanos, mayas de Chiapas o zapotecos oaxaqueños desean poder seguir su desarrollo desde sus organizaciones, compartiendo con el resto de los grupos y con sus naciones un diseño de futuro en una sociedad plural, multicultural y en paz. Para muchos, es parecida la imposición de las armas, de las leyes ajenas, de la educación nacional, de los centros de salud estatales y de sus medicinas. Con ninguno de los grupos locales contaron para hacerlo. No hubo mesa de acuerdo.
Cuando los amerindios sufrieron la desestructuración de sus sociedades en el siglo XVI. Cuando nuevas instituciones impusieron un orden importado de Europa, empezó el camino de decadencia de los grupos originarios, alejados de los puertos seguros de su organización tradicional. Pasaron los años, y los siglos, en América. La mezcla amerindio-hispana creó una nueva sociedad, mixta, mestiza, confluencia de dos fuentes humanas y culturales distintas. Esta sociedad se desarrolló en los núcleos urbanos, fabricando un tipo de etnomedicina mixta, mestiza (como la podemos encontrar hoy en el Mercado de Sonora en México D.F.). Dicha cultura de salud es ya una tradición más en América. Por otra parte, los grupos indígenas, alterados, siguieron su desarrollo relativamente original en las áreas alejadas de las ciudades, manteniendo con mayor o menor grado de aculturación sus propios sistemas terapéuticos.
El mundo en que vivimos hoy presenta otro tipo de “colonialismo” si se quiere llamar así, caracterizado por la sustitución, superposición y empuje de ideas. La cultura occidental (sus iconos ideales y comerciales, la publicidad, la música…), a través del fenómeno de la globalización y de la internacionalización, se muestra poderosa y avanza dominante, imponiéndose en todas las sociedades, superponiéndose a las culturas locales, sustituyéndolas (en el peor de los casos) o mezclándose con ellas (en el mejor de los casos).
Las medicinas tradicionales son medicinas surgidas en sociedades y culturas con rasgos propios y diferenciados, utilizadas con éxito por los miembros de esas sociedades. Representantes de la antropología médica como Robert Hahn, Arthur Kleinman, Peter Brown o Byron Good entienden que salud y enfermedad no se pueden separar de sus contextos socioculturales; y que los sistemas terapéuticos, etnomedicinas y modos de curar son el resultado de la adecuación de la atención a dichos contextos.
La occidentalización del mundo es un hecho palpable. La extensión de la medicina occidental ?científica hace que muchos problemas, entendibles dentro de un contexto cultural global puedan ser atendidos y solucionados. Pero, no todos. Alteraciones como el “susto” o las “mapuche kutran” (enfermedades entendibles dentro del contexto de vida mapuche, Sudamérica), son síndromes de nosología indígena. “Bloqueo de Qi de Hígado-Vesícula Biliar” es un síndrome definido en la medicina tradicional china no necesariamente coincidente con una patología universalmente reconocible según la ciencia occidental. Formas de atención como la “limpia” (culturas amerindias), acceden a la persona enferma de forma diferente a como lo hacen las píldoras de la medicina de patente. En ambos casos, el medio y la forma de atención se ajustan al contexto sociocultural del enfermo así como al modo de entender la enfermedad (por él y por el médico), y a la manera de contrarrestarla. Medios de tratamiento como la acupuntura (medicina tradicional china) no son entendidos en su verdadera dimensión si son estudiados desde ópticas diferentes a la de su contexto de origen. Juzgar la acupuntura desde otra posición cultural (por ejemplo, la científica), implica necesariamente hacer comparaciones.
Si se considera que la posición de partida del estudio, por ejemplo la científica, es la “verdadera”, al no entenderse la acupuntura como se entiende en su contexto de origen, se verá únicamente como una práctica de estimulación de la reacción defensiva, y punto. Incluso se elaborarán juicios calificándola de placebo. Se habrá descubierto una “nueva acupuntura”, una acupuntura diferente a la de su contexto originario. Y se habrá hecho un ejercicio de auténtico etnocentrismo.
Siguiendo a Geertz (1990, 1993) creo que necesitamos acercarnos al objeto del que queremos hablar. Ello implica necesariamente, moverse, “salir de nuestro centro”, conocer al objeto en su lugar, reconocerlo. Es el ejercicio básico en antropología; y es un ejercicio que la antropología recomienda practicar a cualquier investigador (científico natural o científico social). Así entenderemos que la acupuntura tiene un significado relacionado con el contexto en que se creó; o que la “limpia” amerindia significa algo más allá de nuestra propia proyección significativa exótica, hecha desde “nuestro centro”. Nos liberaremos de una incómoda y anticuada posición estática de observación, así como del juicio etnocentrista, inadmisible en los tiempos que corren para cualquier divulgador o comunicador cultural-científico que se precie.
Las medicinas tradicionales pueden practicarse solas o pueden ser combinadas entre sí y con la medicina científica. Puede haber colaboración entre los profesionales de unas y otras.
Pueden convertirse también los sistemas terapéuticos originales en sistemas interculturales cuando los que los conocen y practican los adaptan a las circunstancias específicas de las personas y sus problemas (relación con lo natural-biológico, lo social y lo cultural).
En el futuro podremos tener: a) una gran cultura mundial con más o menos préstamos de las culturas que ha ido encontrando por el camino; b) una sociedad internacional multicultural (con un dominio claro de la cultura occidental); c) una sociedad caracterizada por la interculturalidad; d) una dinámica imprecisa caracterizada por la variación permanente del hecho cultural.
Mientras tanto, supervivientes y preservadas hoy como parte de la cultura indígena por instituciones mexicanas; reconocidas por leyes de salud en algunos Estados (Morelos, Nuevo León); y con reconocimientos parecidos en otros (Oaxaca, Chiapas) se practican y se utilizan las etnomedicinas tradicionales mesoamericanas. En China, gran parte de Asia y un número importante de países del mundo es utilizada con éxito la medicina tradicional china.
En India y Sri Lanka, la medicina ayurvédica. Y en otras áreas del globo siguen vivas aún formas de curar perfectamente válidas dentro de sus contextos y fuera de ellos; de igual rango que la medicina occidental convencional (la más extendida del globo). Como medicinas interculturales (adaptadas por los profesionales y etnomédicos de distintos contextos socioculturales) la más conocida y difundida es la medicina china. Pero la difusión de los conocimientos y la distribución por el mundo de los etnomédicos originarios están haciendo que se conozcan etnomedicinas tan antiguas e importantes como las de los grupos indígenas mexicanos (uso del temazcal, de la herbolaria y las limpias) o sudamericanos (herbolaria, limpia, etc.).
El resumen que sigue corresponde a parte del trabajo de investigación de mi tesis doctoral, realizado en distintos lugares de los Estados de México y Oaxaca en 2004, 2005 y 2006.
2. ENFERMEDADES VISTAS POR LAS TRADICIONES (ORIGINARIA Y MIXTA) EN MESOAMÉRICA. ESPECIALISTAS.
Al hablar de enfermedades vistas por las tradiciones, las que explicaré más adelante pueden entenderse en Mesoamérica tanto dentro de las culturas originarias (rurales) como dentro de la cultura mixta (urbana).
Las distintas maneras de comprender y atender la salud en las sociedades prehispánicas han llegado a nuestros días bien conservadas, que no congeladas, ya que entre tradición y presente hay un reajuste y una adaptación permanentes, tal como piensan los propios médicos indígenas oaxaqueños (Bernal, 1991-I). Muchas alteraciones y problemas de salud pueden ser atendidos por especialistas distintos, es decir que no son exclusivos de profesionales concretos. Otros sí, o simplemente resulta más frecuente acudir a un tipo de profesional que a otro.
Algunos especialistas, los que trabajan técnicas manuales, como: colocadores de huesos, sobadores y otros, sobre todo en las áreas de cultura mestiza, realizan un trabajo en el cuerpo no siempre acompañado por rituales. En otros casos sí, dependiendo de la etiología del problema y de las implicaciones y relaciones. Hay curanderos-yerberos en las ciudades que poco se diferencian de naturistas occidentales, atendiendo la inflamación de abdomen, el dolor de cabeza, el reumatismo o la alteración menstrual con la medicina de plantas o la fórmula de hierbas que corresponda, más los consejos alimenticios, de régimen de vida, etc.
Hay especialistas y sabios (más en áreas rurales) que, viendo en la enfermedad una implicación espiritual o simbólica, llevan a cabo una terapéutica diferente. En México hay tantas posibilidades de ser atendido como visiones e interpretaciones de los problemas se tengan. En cualquier caso, se trate el cuerpo con sobadas o hierbas, se atienda el alma con rituales, la visión de los profesionales y especialistas tradicionales no es parcelada. Recordemos que en la tradición originaria oaxaqueña, la enfermedad se ve como algo que le saca a uno del camino seguro en la vida. Para aproximar a la comprensión occidental dicha idea, y siempre orientado por los informantes, diré que en el plano perceptible no se ve la enfermedad como patología (al estilo occidental) sino como alteración básica que da lugar a variadas manifestaciones y expresiones de problemas (físicos, emocionales, psicosociales, mezcla). Quien padece mareos puede tener el mismo desequilibrio básico que otro que se preocupa demasiado, o que alguien a quien le duele la cabeza y no logra centrarse en su vida: el aire o el mal de ojo.
Diferentes manifestaciones pueden ser consecuencia de la misma causa. Y, por llamarlo de alguna forma, problemas de apariencia similar, tener orígenes distintos. En el primer caso el médico tradicional realiza una atención igual o parecida. En el segundo, el tratamiento será diferente por ser diferente el origen. Algo parecido podemos decir de la terapéutica tradicional en China. En el plano perceptible, lo que en la óptica occidental corresponde a una patología, por ejemplo parkinson, en la visión asiática se vería como síndrome de temblores, teniendo diferentes causas y respondiendo en cada caso a diferentes tratamientos o atenciones.
Al revés, dos situaciones diferentes como la demencia senil o el síndrome de fatiga crónica, pueden encuadrarse dentro de una misma desarmonía de fondo llamada técnicamente en medicina china: Deficiencia de Inn de Riñón, tratándose ambas con formulaciones parecidas o iguales (se trata la causa o la causa y los síntomas). Quiero llegar con todo esto a la idea de necesidad de contemplar a la persona en conjunto y en su relación con el medio para entender su mal y elegir el remedio adecuado, en las terapéuticas tradicionales (como vemos, diferente del planteamiento de la ciencia médica occidental que estandariza y etiqueta las enfermedades, denominadas patologías y, con pequeñas variantes, observables en cualquier persona del mundo). En la visión de la enfermedad de los pueblos prehispánicos se creía que, por diversas razones, el ser humano sufría problemas en relación con las esencias divinas circulantes. Uno de los tipos de circulación era el contagio. Cuando alguien tenía fiebre alta, la enfermedad era extraída del paciente como entidad invisible y depositada en una figurilla de pasta (un perro) que se dejaba en las proximidades a la merced de cualquier caminante (López Austin, 1997).
2.1. RELACIÓN ENFERMEDAD-MUERTE
En la tradición de muchas culturas siberianas, la enfermedad es el resultado de las malas influencias (principalmente espirituales y de los muertos aunque también de vivos, envidias, maldiciones…), según mis informadores rusos. M. Eliade recoge en su obra que para los chukchis siberianos la enfermedad es provocada por los malos espíritus (Eliade, 2001). En la tradición coreana, a los muertos se les convida y se les tiene presente (Kwang-Il Kim, informante). Lo mismo sucede en la cultura chatina mesoamericana (D. Catalino, informante). Y otro tanto hacen en las culturas norasiáticas, por miedo a posibles malas influencias y atracciones de los recién fallecidos (Eliade, 2001). Para los siberianos, según Eliade (2001) los que mueren por enfermedad van a los infiernos. La incineración del cadáver es un modo de purificación.
La muerte para los antiguos nahuas era el fin de un ciclo, tal como en el maíz. Cuando el hombre moría, su esencia era purificada, limpiada, borrada de recuerdos para ocupar un nuevo cuerpo (López Austin, 1997). Explica López Austin (1997) que la vida y la muerte no eran vistas como los extremos de una línea recta sino como dos puntos diametralmente opuestos en un círculo en movimiento. Tal círculo se corresponde con lo que en este trabajo llamo: realidad amplia.
La enfermedad es una manera de provocar la muerte, paso necesario y previo para el nacimiento y la renovación de la vida y de los seres.
2.2. VISIÓN DEL CUERPO Y DE LA PERSONA.
Ya hemos expuesto que los antiguos nahuas entendían al ser humano formado por materia densa-pesada y materia sutil. Las esencias de algunos dioses formaron parte de la creación tras el castigo que sufrieron por pecar. Tanto el espacio terrestre como el tiempo portan materia divina, igual que animales, plantas, ríos, océanos (López Austin, 1997). Siguiendo a este autor, hablando de la tradición, el cuerpo sería el constituyente pesado del hombre, sujeto a la mortalidad, a la necesidad de alimentarse y de reproducirse. El balance de energías, fuerzas y tensiones, en el ser humano y en el medio equivale a la salud. Las esencias divinas que se mueven por el mundo tienen que ver en la ruptura de la estabilidad del bienestar. Las divinidades terrestres y pluviales, oscuras, nocturnas, rigen y controlan el crecimiento y la reproducción del ser humano (López Austin, 1997).
Escribe León-Portilla, hablando de los antiguos mexicanos: Debe subrayarse que al incluir el corazón en el concepto náhuatl de persona, se afirma que, si es importante la fisonomía moral expresada en el rostro, lo es con igual o mayor razón el corazón, centro del que parece provenir toda la acción del hombre…Se complementa así entre los nahuas mejor que entre los mismos griegos la idea del rostro, con el dinamismo interior del propio yo (León-Portilla, 1983: 147).
Existe una relación directa entre la expresión y morfología del rostro con el corazón en la cultura china y en su medicina, entendido dicho corazón no sólo como órgano, estructura, sino como un conjunto formado por elementos físicos, funciones fisiológicas, funciones energéticas y características mentales-emocionales.
Sigue León-Portilla diciendo: Consecuencia de describir al hombre como dueño de un rostro, dueño de un corazón, fue la preocupación de los tlamatimime por comunicar sabiduría a los rostros y firmeza a los corazones (León-Portilla, 1983: 147).
En la obra del médico español Juan de Cárdenas (s. XVI), se expone con bastante sencillez, pero bien expresado y razonado, que la vida es calor y que dicho calor natural es conservado en la humedad sustancial del cuerpo. La muerte natural sería el gasto progresivo del calor vital y el consumo de su humedad contenedora. El cuerpo vive más o menos, dependiendo de sus actividades, de su interacción con el medio, de la alimentación y del estilo de vida de la persona. Para Cárdenas, los españoles nacidos en América vivían menos que los nacidos en España debido a la destemplanza de la región americana, que es caliente y húmeda. El calor del aire y la humedad, explica Cárdenas, consumen el calor humano e inflaman los cuerpos, ahogando su calor (Cárdenas, 1591). Esta visión del cuerpo vivo como una especie de vela encendida, proveniente de Europa, pasó a la cultura mestiza. Para Foster (1980), la medicina tradicional en América se construyó con las tradiciones locales más la cultura médica y de salud española.
En este trabajo defino dos ámbitos de expresión de la cultura tradicional de salud: el de los grupos originarios (rural) y el de la sociedad mestiza (urbano). Las ideas que expone Cárdenas (1591) sobre el cuerpo, la vida, la enfermedad, la curación, la influencia del medio, siguen existiendo hoy en la cultura mixta mexicana, transformadas, mezcladas, compaginadas con otras provenientes de las distintas tradiciones indígenas. La idea de la vida como calor conservado en la sustancia húmeda del cuerpo, relacionada a su vez con la luz de las divinidades tiene que ver con el desarrollo de la cultura tradicional urbana. Por ejemplo, todas las informaciones que me han dado sobre el susto coinciden, considerándolo enfermedad por pérdida o robo de una energía vital de la persona; y relacionado con lo físico y espiritual de la naturaleza y el medio.
Las observaciones de Cárdenas le llevan a la conclusión de que el medio ambiente del Nuevo Mundo (calor-humedad) influye sobre ciertas características de los cuerpos que hacen que éstos duren más o menos. Diferencia, pues, por nacimiento e influencia del medio, no sólo a indios y españoles sino a españoles nacidos en España y españoles nacidos en las Indias. Al indio lo considera de naturaleza flemática permanente y opina que, debido a su cultura y por seguir una vida más ordenada y menos ociosa, su pelo encanece menos que el del español a quien considera flemático accidental. El autor explica por qué el español pierde el pelo mientras que el indígena nunca se vuelve calvo; o por qué el europeo tiene barba y el indio es lampiño. En todo caso se tiene en cuenta la constitución, la herencia y el medio. Resalto esa dedicación de Juan de Cárdenas al estudio del medio como influyente a veces decisivo sobre cambios físicos y fisiológicos. Se puede tildar la medicina occidental de la época de ecomedicina. Ese aspecto era un punto de aproximación a las medicinas tradicionales locales, tremendamente ligadas al ambiente; y, a mi juicio, uno de los modos de unión-mezcla con tradiciones locales.
En este estudio nos interesan las opiniones de los mesoamericanos, pero su contraste con las de los primeros españoles viviendo en estas tierras resulta muy útil a la hora de ver precedentes de la cultura tradicional mestiza. Por otra parte, fueron observadores, testigos e informadores de unas culturas (las originarias, en este caso) algunos de cuyos rasgos, quinientos años más tarde, todavía se aprecian en las tradiciones indígenas actuales.
La visión del cuerpo que tienen los otomíes está asociada a elementos simbólicos que lo unen con el cuerpo amplio de la naturaleza (Galinier, 1997).