De: Alias de MSNALEGRÍAYHUMOR (Mensaje original) Enviado: 30/10/2008 19:08
ESTIMAD@S AMIG@S DEL GRUPO DE TANATOLOGÍA ÉTICA ANTE LA VIDA Y LA MUERTE:
¡BUENAS NOCHES/TARDES Y FELIZ JORNADA! ¡ESPERO QUE SIGÁIS/SIGAN TOD@S BIEN, O POR LO MENOS CRECIENDO CADA DÍA Y LUCHANDO POR SER MEJORES PERSONAS! Aprovechando la cercanía a la Fiesta de los Santos y los Difuntos para las personas que lo celebremos de la fe cristiana y si no, reflexiones sobre la muerte sin más, os envío estas bellas poesías de la poetisa nicaragüense Claribel Alegría que ella hizo mientras elaboraba el duelo por la pérdida de su marido, una entrevista con ella, una oración interesante sobre la Resurrección de un poeta ortodoxo y un dibujo que no necesita comentario. Un fuerte abrazo:
IÑAKI
CLARIBEL ALEGRÍA
“ENTRE ESCRITURA Y COMPORMISO ELEGÍ EL TESTIMONIO”
Entrevista sacada de el Periódico “El País” sección Babelia del Sábado 4 de Noviembre de 2006
FRANCISCO JAVIER SANCHO MÁS
Claribel Alegría, de 81 años, nació en Nicaragua y fue llevada de pequeña a El Salvador por miedo a las consecuencias de las simpatías de su padre con el rebelde general Sandino. Juan Ramón Jiménez la tuteló en sus años de estudiante en Washington. Su primer libro, Anillo de silencio, lo editó el mismo Juan Ramón en 1948. Luego seguirían más de una veintena de títulos de poesía, novelas y testimonios. Soltando amarras (Visor) ha sido su último poemario hasta el momento. Claribel acaba de recibir el premio Neustadte, tal vez el más importante entregado en Estados Unidos a la obra de un autor. Entre los finalistas de este años figuraba Philip Roth. Un vaso de ron y un cuenco de frutos secos reciben siempre a quien la visita, al caer la tarde, cuando el aire se alivia del calor sofocante de Managua y todo vuelve a ser posible.
PREGUNTA. Con el título de su último libro, Soltando amarras es inevitable pensar en una despedida.
RESPUESTA. No, no. Es que después de la muerte de Bud, mi marido, no pude escribir por mucho tiempo. Era un ser excepcional. Pensé que no iba a seguir siendo yo nunca más en la vida. Pero la poesía vino a rescatarme. Era el momento, de despegarme, no como una despedida, sino como una manera de hacer más fácil el tránsito.
P. Hay un poema suyo que se plantea la responsabilidad con los muertos. Pensando en la cantidad de amigos que ha perdido, por ejemplo, Juan Ramón Jiménez, ¿cree que llegó a ser como él la soño?
R. Creo que sí, porque seguí mi vocación. Él me hubiera querido mantener en una torre de marfil para que nada me afectara y pudiera dedicarme a escribir completamente. Yo acudía con regularidad al apartamento en el que vivían él y Zenobia, en mis años de Washington. Juan Ramón me guió los primeros pasos en poesía. Yo quería lanzarme al verso libre y él me condujo a la métrica tradicional. Decía que eso era lo primero antes de aprender a caminar sin muletas. Ni siquiera aceptaba que me casara, y yo le refutaba que él también se había casado, pero él pensaba que en el caso de las mujeres era distinto.
P. ¿Era tan métodico, tan obsesivo, como se dice?
R. Sí. Me llamaba la atención su ortografía, de un estilo que yo llamaba persa. Escribía todos los días a lápiz, porque decía que la pluma manchaba demasiado el papel. Clavaba los poemas en las puertas, y a medida que paseaba cerca de ellas los iba corrigiendo. “Yo tacho”, me decía, “casi nunca agrego nada; el poema tiene que ser así: esencia”.
P. De la torre de marfil y luego de vivir en Paris y en Deià, se dedicó a las luchas de los setenta y ochenta en Centroamérica. Hay un verso suyo que explica, creo, su forma de entender el compromiso: “Porque aprendí a quererme / puedo sangrar con tus heridas”.
R. Ese poema se lo dediqué a Juan Gelman. En ese tiempo estaba sufriendo enormemente porque su hijo junto con su esposa embarazada habían desaparecido. Cuando nos lo contaba yo sufría con él, y me di cuenta de que uno tiene que quererse primero para luego sufrir con los otros.
P. Su compromiso siempre ha sido a través de la literatura, ¿Nunca tuvo la tentación de la política?
R. Es que no soy política. Bud me decía que lo mejor entre la escritura y el compromiso era el testimonio, porque no es periodismo como piensan muchos, sino historia viva, lo que se cuenta. Eso no ocurre tanto en la poesía, porque ese tipo de poesía puede llegar a ser panfletaria.
P. ¿Volver a Nicaragua con la revolución sandinista y quedarse para siempre fue una ingenuidad o una corazonada?
R. Entre la razón y el corazón, siempre me ha ganado el segundo.
P. Antes el papel del escritor estaba más claro, ¿no?
R. Sí, un poco más. La generación actual es la de los jóvenes del desencanto. Pero el papel del escritor sigue siendo el mismo: el de estar atento a lo que ocurre dentro y fuera de uno mismo.
P. ¿El hcho de que usted asista a un hospital para hablar de poesía a los niños es un ejemplo de ese estado de alerta?
R. Sí. Voy todos los miércoles con Ernesto Cardenal al Hospital Infantil de Managua. Hacemos talleres de poesía con los niños que tienen leucemia. Es una experiencia increíble. Empezamos leyéndoles, después les damos lápiz y papel, ellos escriben y luego los compartimos en voz alta. A algunos les perdemos la pista, bien porque fallecen o, la mayoría, porque son dados de alta. Estamos trabajando para darles continuidad.
P. ¿Qué tipo de poemas les leen a los niños y cuáles les gustan más?
R. De todo, pero en especial poemas de nicaragüenses, y también de Juan Ramón, de William Carlos Williams. Los haikus les gustan mucho, sobre todo, si tienen que ver con animales.
P. ¿Aún desea sorprender a la muerte? Lo digo por ese poema tuyo: “Por qué no detenerme en esa esquina / y sorprender a la muerte por la espalda”.
R. (Ríe). Ese poema fue escrito no porque la desee, sino porque no la tengo miedo, y ahora que está cerca, menos todavía. Siempre me ha dado rabia cuando dicen que a alguien “le sorprendió la muerte”. Yo no quiero que me sorprenda, sino salirle al paso y decirle “aquí estoy”.
ANTOLOGÍA DE BABEL
Barajando recuerdos
Claribel Alegría
Barajando recuerdos
me encontré con el tuyo.
No dolía.
Lo saqué de su estuche,
sacudí sus raíces
en el viento,
lo puse a contraluz:
Era un cristal pulido
reflejando peces de colores,
una flor sin espinas
que no ardía.
Lo arrojé contra el muro
y sonó la sirena de mi
alarma.
¿Quién apagó su lumbre?
¿Quién le quitó su filo
a mi recuerdo-lanza
que yo amaba?