Respaldo de material de tanatología

Albert Einstein era "ateo"

De: Alias de MSNMoredanK  (Mensaje original) Enviado: 21/04/2004 7:59

Albert Einstein era ateo
(a menos que uno considere el Dios de Spinoza, la Naturaleza, como “Dios”)

____Dado que hay bastantes personas que se han tragado la leyenda de que Albert Einstein creía en un Dios personal, en un Dios con voluntad, un Dios que premia y castiga, un Dios ante el que arrodillarse, se hace necesario dejar las cosas claras. Albert Einstein luchó contra esa leyenda toda su vida, pero ?una mentira repetida bastantes veces se convierte en verdad? (Goebbels, ministro nazi de Propaganda), y personas con más o menos intereses creados han distribuído una leyenda en la que demasiada gente, simplemente, quiere creer.

____Einstein rara vez hablaba de Dios como algo existente. Cuando lo hacía, se refería, y fué muy explícito al respecto, al Dios de Spinoza, a la Naturaleza como Dios. Rechazó explícitamente un Dios personal o con voluntad, rechazó explícitamente un Dios que premia y castiga, creía que creer en la vida después de la muerte era algo propio de cobardes y egoístas.
____Como no espero que se me crea simplemente por la palabra dada, aquí van algunas pruebas:

[1] Las palabras del propio Einstein
…en ?The World, as I see it? (?Mi Visión del Mundo?):
____Traducción: ?No puedo concebir un Dios que premia y castiga a sus criaturas, o que tiene voluntad, tal como la tenemos nosotros. Tampoco quiero ni puedo concebir que un individuo sobreviva a su muerte física: Dejad a los espíritus débiles atesorar estos pensamientos, movidos por el miedo o absurdo egoísmo.?
____Original: “I cannot conceive of a God who rewards and punishes his creatures, or has a will of the kind that we experience in ourselves. Neither can I nor would I want to conceive of an individual that survives his physical death; let feeble souls, from fear or absurd egoism, cherish such thoughts.”

…en ?Ideas and Opinions? (?Ideas y opiniones?):
____Traducción: ?El deseo de ser guiado, amado, y apoyado, se expresa en los hombres en su concepción social y moral de Dios… el hombre que está convencido del funcionamiento universal de la ley de la causa no puede entretenerse en la idea de un ser que interfiere en el curso de los acontecimientos… un Dios que premia y castiga no es concebible para él?
____Original: ?The desire for guidance, love, and support prompts men to form the social or moral conception of God. ? The man who is thoroughly convinced of the universal operation of the law of causation cannot for a moment entertain the idea of a being who interferes in the course of events. ? A God who rewards and punishes is inconceivable to him ??
Ideas and Opinions by Albert Einstein, Crown Publishers, New York, NY, USA, pp. 36-39, 1954.

…y de nuevo, páginas 46 a 48:
____Traducción: ?Durante la infancia de la evolución espiritual humana, la fantasía creo a Dios a la imagen del propio hombre. … la idea de Dios en el pensamiento religioso es una sublimación del viejo concepto de los dioses. … en su lucha por el bien ético, los profesores de religión deben tener la estatura de abandonar la doctrina de un Dios personal…?

___Original: ‘During the youthful period of mankind’s spiritual evolution human fantasy created gods in man’s own image. ? The idea of God in the religions taught at present is a sublimation of that old concept of the gods. ? In their struggle for the ethical good, teachers of religion must have the stature to give up the doctrine of a personal God ? ‘

____Enlaces:
http://www.answersingenesis.org/creation/v23/i1/einstein.asp
(?Respuestas, en el Génesis?: Éste es un sitio creacionista, fundamentalista cristiano)
http://www.ldolphin.org/einstein.html
http://www.fys.ku.dk/~raben/einstein/
http://condor.stcloudstate.edu/~lesikar/einstein/worldsee2.html
http://quotes.prolix.nu/Authors/?Albert_Einstein
http://www.hi-tech.ournet.md/einstein_religion.html
http://www.epistemelinks.com/Main/Quotations.aspx?PhilCode=Eins
http://www.philosophers.co.uk/quotations/author_search.php3?author=Albert%20Einstein&num=1

[2]El que ninguna supuesta cita teísta venga con su fuente
____Ninguna supuesta cita teísta viene con la fuente exacta: ¿Cuándo dijo Einstein esto? Y no la lleva porque no existe: Einstein nunca lo dijo.

[3]Otras citas de Einstein
“Todo eso que usted lee acerca de mis convicciones religiosas es una mentira sistemáticamente repetida. No creo en un Dios personal, siempre lo he expresado claramente.?
De Dukas, H y Hoffman, B, Princenton University Press, “Albert Einstein: The Human Side”, 1954.

“No creo en la inmortalidad del individuo, y considero que la ética es un asunto humano que no debe tener ningúna autoridad suprahumana detrás.?
De Dukas, H y Hoffman, B, Princenton University Press, “Albert Einstein: The Human Side”, 1954.

“Me parece que la idea de un Dios personal es un concepto antropológico que no puedo tomarme en serio?
De “Religión y Ciencia”, puño y letra de A. Einstein, publicado en NY Times Magazin, 9 Nov. 1930.

“No puedo imaginarme un Dios que premia y castiga a los objetos de su creación, cuyos propóstos están modelados según los nuestros… un Dios, por decirlo brevemente, que no es sino el reflejo de la fragilidad humana. Tampoco puedo creer en un individuo cuya vida sobrevive a su cuerpo, a pesar de que almas débiles mantienen semejantes cosas por miedo o un egoísmo ridículo”
Entrevista en New York Times, 19 de Abril de 1955.

[4]Biografías de Einstein
____Hasta provenientes de sitios tan poco dados al ateísmo como la Universidad Pontificia de Chile:
“como lo hemos mostrado aquí, él no sentía ninguna antipatía hacia el Dios personal, es decir, antropomórfico, sino que lo consideraba, simplemente, como característico de una estapa primitiva de la religiosidad.”
(Universidad Pontificia de Chile: Biografía de Einstein http://www.anales.uchile.cl/6s/n9/doc2h.html)

____Pero recomiendo “Albert Einstein: Leben und Werk” de Albrecht Flösing (alemán) como el mejor libro sobre la vida de este genio.

____Más información sobre Albert Einstein:
http://www.einstein-website.de/homepage.htm (inglés)
http://www.tu-harburg.de/rzt/rzt/it/einstein/einstein.html (alemán)
http://www.positiveatheism.org/hist/quotes/einstein.htm (inglés)

Marsilio Ficino. Teología platónica.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:44

Proemio [extracto]

Mi intención principal al escribir este libro ha sido la siguiente: que en la divinidad de la mente creada, como un espejo en el centro de todas las cosas, observemos las obras del Creador, y a raíz de ello contemplemos y adoremos Su mente. Creo -y no es una fe vana- que la divina providencia ha decretado que algunos de los que conciben mal y rehusan someterse a la autoridad de la sola ley divina aceptarán al menos aquellos argumentos de los platónicos que refuerzan grandemente los postulados de la religión; y que esos hombres impíos que separan el estudio de la filosofía de la sagrada religión llegarán a darse cuenta de que están cometiendo la misma clase de error que alguien que separara el amor a la sabiduría del respeto a esa sabiduría, o que aquel que separase el verdadero entendimiento de la voluntad de obrar lo correcto. Finalmente, creo que esos para los que los objetos del pensamiento están confinados a los objetos de la sensación corporal y que, en su miseria, prefieren las sombras de las cosas a las cosas mismas, una vez sean impresionados por los argumentos de Platón, contemplarán los objetos más elevados que trascienden los sentidos, y encontrarán la felicidad en ellos antes que en sus sombras.

* * *

Libro I, Cap. I: Si el alma no fuera inmortal, ninguna criatura sería más desgraciada que el hombre.

Dado que el espíritu del hombre jamás descansa, es frágil su cuerpo y carece completamente de medios propios para la subsistencia, la vida que lleva en la tierra es más árida que la de las bestias. Si la naturaleza hubiera establecido el mismo término para su vida que para el resto de criaturas, ningún animal sería más infeliz que el hombre. Pero el hombre, mediante su adoración de Dios, se aproxima más a Dios que cualquier otro ser mortal, y Dios es el autor de la felicidad. De modo que es completamente imposible que el hombre sea el más infeliz de ellos. Sin embargo, sólo tras la muerte del cuerpo el hombre puede llegar a ser algo más feliz. Parece seguirse necesariamente, pues, que una vez que nuestras almas abandonan esta prisión, otra clase de luz las aguarda. Nuestros humanos espíritus, “confinados en la oscuridad de una ciega mazmorra”, buscarán en vano esa luz y a menudo dudaremos de nuestro origen divino. Pero ruego que mientras las almas celestiales permanezcan en su deseo por nuestro celestial hogar podamos sacudirnos las ataduras de estas cadenas terrestres; y sacudírnoslas tan rápido como sea posible, para que, animados por las alas platónicas y con Dios como nuestro guía, podamos volar sin obstáculos hacia nuestra etérea morada, donde miraremos de frente y con felicidad la excelencia de nuestra propia naturaleza humana.

En orden a mostrar claramente de qué mejor manera pueden los espíritus de los hombres franquear los barrotes de la mortalidad, testimoniar su propia inmortalidad y, así, alcanzar el estado de beatitud, debo intentar, lo mejor que pueda, probar en la siguiente discusión: [primero,] que junto a esta masa inerte de nuestros cuerpos, a la que los democriteanos, cirenaicos y epicúreos limitan su consideración, existe una cualidad activa o poder, a la que los estoicos y cínicos dirigen su investigación; y [segundo,] que más allá de la cualidad, que es divisible junto con las dimensiones de la materia y está sujeta a toda clase de cambios, existe otra forma más elevada, la cual, pese a ser en cierto sentido mutable, no admite división en el cuerpo. En dicha forma los antiguos teólogos localizaron el asiento del alma racional. Éste fue el extremo vislumbrado por Heráclito, Marco Varrón y Marco Manilio. Debo intentar también mostrar que más allá del alma racional existe el espíritu angélico, el cual no es sólo indivisible sino también inmutable. Éste es el extremo en el que Anaxágoras y Hermótimo se detuvieron. Pero el ojo del espíritu angélico, que busca y encuentra la luz de la verdad, está gobernado por el mismo Sol divino. Es hacia ese concepto que Platón nos urge, instruye y dirige para fijar la mirada del espíritu, una vez ha sido purificada.

Cuando hayamos ascendido hasta ahí, deberemos asimismo comparar estos cinco niveles del ser: cuerpo (masa corpórea), cualidad, alma, ángel y Dios. Ya que el género del alma racional, que ocupa la mediatriz de estos cinco niveles, parece ser el enlace que mantiene unida a toda la naturaleza -pues controla las cualidades y los cuerpos, al tiempo que se vincula con el ángel y con Dios- debo demostrar: [primero,] que es de hecho completamente indisoluble, dado que mantiene unidos los distintos niveles de la naturaleza; luego, que es preeminente, porque preside el modelo del mundo; y finalmente, que alcanza la mayor bendición cuando se recosta en el pecho de lo divino. Debo procurar establecer que la condición y la naturaleza del alma es tal y como la he descrito, en primer lugar por argumentos generales, en segundo lugar mediante pruebas específicas, en tercer lugar mediante signos, y por último resolviendo cuestiones.

Marsilio Ficino. Teología Platónica [traducido del inglés].

Gregorio de Nisa. Sobre el origen del mal.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:38

Que nadie pregunte por qué Dios, si preveía la desgracia que había de sobrevenir a la humanidad por su imprudencia, decidió sin embargo crear al hombre, a pesar de que para él sería quizá más provechoso no existir que encontrarse entre males. Esto es lo que presentan, para mantener su error, los que se han dejado llevar por engaño a las doctrinas maniqueas, y con ello intentan mostrar que el Creador de la naturaleza humana es malo. Porque, si Dios no ignora nada de cuanto que existe, y el hombre se encuentra en medio de males, ya no podrá mantenerse la doctrina de la bondad de Dios, puesto que habría traído a la vida al hombre que había de vivir entre males. En efecto, si una naturaleza buena se caracteriza absolutamente porque actúa en vistas al bien, esta vida desgraciada y caduca -dicen ellos- no podría ser referida al creador del bien, sino que debemos pensar que hay otra causa de esta vida, la cual tiende al mal por su propia naturaleza.

Todos estos argumentos y otros similares, a causa de su verosimilitud superficial, parecen tener una cierta fuerza para aquellos que están profundamente imbuídos de los engaños heréticos como manchados por un tinte imborrable. Pero los que tienen más capacidad para ver la verdad perciben claramente que se trata de argumentos viciados y que es fácil mostrar su engaño. Y a mí me parece que aquí puedo aportar al Apóstol como testigo de cargo contra ellos. En efecto, en su discurso a los de Corinto distingue la condición de las almas carnales y la de las espirituales, mostrando con sus palabras, tal y como yo lo entiendo, que no conviene juntar el bien y el mal según la sensación, sino que es necesario que la mente se aparte lejos de los fenómenos corporales y que juzgue sobre la naturaleza del bien y de su contrario por ella misma. Porque, dice, “el hombre espiritual todo lo juzga” (1Co 2,15).

A mi entender, la causa que hace que los que profesan tales cosas imaginen este tipo de doctrinas es la siguiente: definen el bien en relación al placer y al deleite corporales; y, como que la naturaleza corporal está sujeta a padecimientos y enfermedades, porque es un compuesto destinado a su disolución, y como que estos afectos producen una cierta sensación de dolor, piensan que la creación del hombre es obra de un dios malo. ¡Ojalá su mente hubiera alzado la vista un poco y, alejando el espíritu de las disposiciones voluptuosas, hubiesen estado dispuestos a contemplar sin pasión la naturaleza de la realidad! Entonces habrían reconocido que no hay ningún otro mal que no sea la malicia. Ahora bien, la malicia se caracteriza siempre como una privación del bien: ni tiene existencia por ella misma ni puede ser pensada como una substancia. En efecto, no hay ningún mal que exista por sí mismo excepto la voluntad, recibe el resto este nombre por la ausencia de bien. Ello no obstante, lo que no existe no tiene realidad propia; y lo que no tiene realidad propia no es obra de un creador que es creador de las cosas con realidad propia.

Por consiguiente, Dios queda fuera de la causalidad del mal, ya que Él es autor de lo que existe, no de lo que no existe. Él ha creado la vista, no la ceguera. Él ha producido la virtud, no la privación de virtud. Él ha propuesto a los que vivan virtuosamente, como premio a su libre elección, el don de participar de sus bienes, sin someter a la naturaleza humana por la fuerza de la necesidad al yugo de su propia voluntad y sin pretender arrastrarla por la fuerza hacia el bien como si fuera un objeto inanimado. Si, cuando la luz brilla límpidamente en un día despejado, alguien se sustrae a la visión cerrando los párpados, no podrá decir que el sol sea la causa de que no vea.

Gregorio de Nisa. Discurso catequético (o Gran catequesis).

Jámblico. Sobre los misterios egipcios.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:32

Os presento un texto de Jámblico, exponente del neoplatonismo hermético de los siglos III y IV. Discípulo de Plotino y Porfirio, con el que discute en esta exposición, sus formulaciones fueron utilizadas posteriormente por Juliano el Apóstata para su restauración del paganismo, encontrándose éste en decadencia por la vulgarización de los mitos y por la continua erosión de la apologética cristiana. Sin embargo, tal intento de salvación de lo helénico exigía la asunción de un monoteísmo muy próximo al que se pretendía combatir. En efecto, del mismo modo que la religión cristiana se hizo fuerte gracias a su absorción de la filosofía griega, la religión pagana pretendía otro tanto integrando algunos presupuestos del judeo-cristianismo (no así su misma esencia: el Dios personal y trinitario). El devenir histórico no lo hizo posible, y tales tentativas permanecen como ruinas en el horizonte.

* * *

[Sobre el primer principio en nosotros]

Afirmas, en efecto, en primer lugar “que admites que existen los dioses”, pero esta aseveración, así expresada, no es correcta. Pues con nuestra misma esencia coexiste el conocimiento innato de los dioses, superior a toda crítica y opción, y es anterior al razonamiento y demostración; está unido desde el principio a su causa propia y coexiste con la tendencia esencial de nuestra alma hacia el bien.

Y si hay que decir la verdad, ni siquiera es conocimiento el contacto con la divinidad, pues el conocimiento está separado de su objeto por una cierta alteridad. Y anterior al que conoce, como distinto, a otro natural es la unión uniforme que nos liga a los dioses. No hay, pues, que transigir con que nosotros podamos admitir o no admitir este contacto, ni considerarlo ambiguo (pues está siempre en acto a la manera del Uno), y es indigno examinarlo como si fuera atribución nuestra el aceptarlo o rechazarlo; pues estamos nosotros inmersos en la presencia divina y alcanzamos nuestra plenitud por ella y tenemos conocimiento de lo que somos en el conocimiento de los dioses.

La misma argumentación te hago “respecto a los géneros superiores que forman el cortejo de los dioses, me refiero a los démones, héroes y almas puras”. En efecto, también respecto a ellos es siempre preciso concebir una única formulación definida de su esencia, eliminar la indefinición o inestabilidad de la parte humana, y rechazar la inclinación a los opuestos surgida de la oposición compensadora de los razonamientos, pues algo semejante es ajeno a los principios de la razón y de la vida, y viene a parar más bien en los géneros secundarios y en cuanto conviene a la potencialidad y a la oposición del devenir. De una única forma es preciso aprehenderlos.

Convenga, pues, a los inmortales compañeros de los dioses la intelección innata de ellos; al igual que ellos poseen el ser siempre de un modo idéntico, así también el alma humana debe unirse a ellos, según los mismos principios, por el conocimiento, sin perseguir en modo alguno por conjetura, opinión o silogismo, que tienen su origen en el tiempo, la esencia superior a todos estos modos de conocimiento, sino que se unirá a ellos con las intelecciones puras e irreprochables que ha recibido de los dioses eternamente. Tú, en cambio, pareces creer que “idéntico es el conocimiento de las cosas divinas y de las demás, cualesquiera que sean”, y que “por antítesis se procura el miembro opuesto, como se acostumbra también en los procedimientos dialécticos”. Pero no hay semejanza alguna, pues el conocimiento de ellos es diferente y aparte de toda oposición, y no consiste en una aceptación en este momento o en el devenir, sino que coexistía eternamente en el alma de forma única.

Respecto al primer principio en nosotros, del que deben partir los que digan y oigan cualquier cosa respecto a los seres superiores a nosotros, tales cosas te digo.

[Sobre la emanación desde el Uno y los géneros de los dioses]

En cuanto a las particularidades que inquieres, “cuáles son en cada uno de los géneros superiores, por las que se distinguen unos de otros”, si concibes tú las particularidades como diferencias específicas que distinguen por oposición dentro del mismo género, por ejemplo, como en el género animal la especie racional e irracional, jamás aceptamos tales cosas para seres que no tienen comunidad de esencia que los unifique ni subdivisión por oposición del mismo rango, ni síntesis de un elemento común indeterminado y de un elemento particular determinante. Ahora bien, si por tratarse de seres primeros y segundos que se diferencian completamente por esencia y género, entiendes por la propiedad un estado simple definido en sí mismo, tu concepto de las propiedades tiene su razón de ser: ellas serían, por supuesto, cada una distintas y simples, estas propiedades de los seres completamente trascendentes. Pero tu pregunta está formulada de forma incompleta: era preciso, en efecro, preguntar en primer lugar según la esencia, luego según la potencia, a continuación de la misma manera también según el acto, cuáles son las propiedades de los seres superiores; en cambio tú ahora, al preguntar “qué propiedades”, te estás refiriendo sólo a las propiedades de los actos, resultando, por tanto, que estás buscando la diferencia en ellos en los últimos grados, mientras que los elementos primeros y más importantes de su distinción los has dejado sin examinar en profundidad.

Se añade en el mismo lugar también “lo de los movimientos activos y pasivos”, que en modo alguno se adecua a una distinción de los géneros superiores. En ninguno de ellos, en efecto, se da la oposición de acción y pasión, y sus actividades, absolutas e inmutables, son consideradas sin relación con lo opuesto; en consecuencia, no admitimos en este ámbito los movimientos provenientes del agente y del paciente. En absoluto, pues, en cuanto al alma aceptamos el movimiento autónomo proveniente del motor y del movido, sino que suponemos que es un movimiento simple, esencial y propio, sin relación con otro, al margen del actuar sobre sí y sufrir por sí. ¿O quizás, respecto a los géneros superiores del alma, se podría sostener la distinción de sus propiedades según los movimientos activos o pasivos?

Además, es ajeno a ellos aquel añadido de “o de sus accidentes”. En efecto, en los compuestos y en los seres que están con otros o en otros contenidos por algunos elementos concebidos como principales y otros como secundarios, unos como entes y otros como accidentes de la esencia. Se forma, efectivamente, una asociación de ellos y entre sí se puede dar incompatibilidad y distancia. Pero en el caso de los géneros superiores todo es concebido en su existencia y es su totalidad la que existe principalmente, ellos están separados y con substancia de por sí y no por otros o en otros. De forma que en ellos no hay accidentes y su naturaleza particular no se caracteriza en absoluto por ellos.

Y particularmente además al final de tu pregunta confundes la distinción natural, pues tu pregunta inquiere “cómo las esencias se reconocen en las actividades, en los movimientos naturales y en los accidentes”. Ahora bien, sucede todo lo contrario, pues si las actividades o los movimientos fueran constitutivos de las esencias, serían también ellos determinantes de su diferencia; pero si las esencias engendran las actividades, son ellas las que, estando previamente separadas, procuran la distinción a los movimientos, a las actividades y a los accidentes. Contrario es, pues, el modo de aprehender la propiedad actualmente planteada.

En una palabra, ¿acaso postulas la distinción de los géneros superiores según las propiedades, en la idea de que uno solo es el género de los dioses, uno solo el de los démones, otro tanto el de los héroes y de las almas por sí mismas incorpóreas o bien supones que cada uno es una pluralidad? Pues si crees que cada uno es uno, estás incurriendo en una confusión total del orden de la ciencia teológica, pero si, como es posible asumir, cada uno se diferencia en más clases, y no hay, común a ellos, una definición esencial única, sino que los géneros superiores están separados de los inferiores, no es posible descubrir sus términos comunes; si fuera posible, ello mismo eliminaría sus propiedades. Así, por tanto, no es posible resolver la cuestión. Pero si supones la identidad analógica a los géneros referidos, por ejemplo a los numerosos géneros entre los dioses, luego a los de los démones y héroes, y finalmente a los de las almas, se podría determinar su propiedad.

Cuál era, pues, el planteamiento exacto de la presente cuestión y su delimitación, cómo era imposible y cómo posible plantearla, dése por demostrado por nosotros con estos argumentos.

[Distintas dignidades de los seres]

En las almas tanto en las que rigen los cuerpos celestes y que presiden su gobierno como en aquellas que antes de la generación están asignadas, eternas, en su ser propio, la esencia del bien no se da, ni tampoco la causa del bien, que es anterior incluso a la esencia, sino que hay una retención y posesión; contemplamos su participación en la belleza y en la virtud, muy superior a la que concebimos en el caso de los hombres; en los compuestos, en efecto, esta participación es dudosa y como externa; en el alma ella está enraizada, inmutable e indefectible, nunca se aparta de sí ni es arrebatada por algún otro.

Siendo tales el comienzo y el fin en los géneros divinos, piensa entre dos géneros intemedios entre estos dos extremos, más elevado que el género de las almas, uno el asignado a los héroes, totalmente superior en poder, virtud, belleza, grandeza y en todos los bienes relativos a las almas, y sin embargo estrechamente ligado a ellas a causa de la afinidad de una vida de la misma especie, y el otro, el de los démones, dependiente del género de los dioses, muy inferior y que le sirve de cortejo, pues no tiene actividad primaria, sino compañía servicial de la buena voluntad de los dioses, y que muestra en acto su bondad invisible, se conforma a ella, lleva a cabo las obras demiúrgicas que la imitan, hace brillar como expresable lo inexpresable de los dioses y en las formas la ausencia de formas, lo que en los dioses está por encima de todo discurso lo traduce en discursos claros, recibe la participación de lo bello de forma connatural, y la proporciona y transmite generosamente a los géneros que vienen después de él.

(…)

Desde otro punto de partida argumental la unidad absoluta, en toda su extensión y forma, la estabilidad permanente en sí misma, la causalidad de las esencias indivisibles, la inmovilidad concebida en tanto causa de todo movimiento, la superioridad sobre todos los seres, sin tener nada en común con ellos, la no mezcla y separación en la esencia, en la potencia y en el acto como concepto común, todas estas cualidades es digno atribuirlas a los dioses. En cambio, la división en la multiplicidad, la posibilidad de darse a otros, la recepción a partir de otros, en sí, de la limitación, la capacidad en el reparto de las cosas particulares como para complementarlas también, la participación en un movimiento primordial y vivificante, la comunidad con todo lo que existe y deviene, el recibir de todos una mezcla y el ofrecer a todos una mixtura de sí misma, la extensión de estas propiedades a todas sus potencias, esencias y actividades, todo ello, como innato, se lo atribuiremos a las almas, si nos atenemos a la verdad.

[La incorporeidad de los dioses]

Sin embargo no admitimos la distinción propuesta por ti según la cual “su asignación a diferentes cuerpos, por ejemplo, de los dioses a cuerpos etéreos, de los démones a aéreos, de las almas a los terrestres, es causa de la distancia actualmente investigada”. Esta asignación, en efecto, como la de Sócrates a su tribu cuando ejercía la pritanía, no es una suposición digna de los géneros divinos, que son todos por sí mismos absolutos y libres; y hacer a los cuerpos dueños de especificar sus causas primeras, constituye una terrible absurdidad, pues, entonces, ellas son esclavas de los cuerpos y están a su servicio para la generación. Además tampoco los géneros de los seres superiores están en los cuerpos, sino que los gobiernan externamente, por lo que no sufren cambios con los cuerpos. Aún más, ellos dan, a partir de sí mismos, a los cuerpos todo el bien cuanto ellos pueden recibir, mientras que ellos no aceptan nada de los cuerpos, de forma que no podrían recibir de ellos ciertas propiedades. Si, en efecto, fueran corpóreos como cualidades de los cuerpos o como especies inmersas en la materia o de algún otro modo, quizás ellos también podrían sufrir los diferentes cambios de los cuerpos, pero si preexisten por sí mismos separados de los cuerpos y sin mezcla, ¿qué distinción lógica, procedente de los cuerpos, podría darse en ellos?

[La incircunscribibilidad de los dioses]

Así queda demostrado a partir de estos argumentos que es falsa tal distinción según los cuerpos. Hubiese sido preciso, creo, sobre todo no hacer suposiciones de este tipo; y si tal fuera tu opinión, no juzgar la mentira digna de discusión. Pues ello no significa abundancia de pruebas, sino que en vano uno se quiebra la cabeza si, suponiendo hipótesis falsas, intenta eliminarlas como no verdaderas. ¿Cómo la substancia por sí incorpórea va a ser dividida por tales cuerpos, cuando ella no tiene nada en común con los cuerpos que participan de ella? ¿Cómo la que no está localmente presente en los cuerpos va a ser distinguida por los lugares corpóreos? ¿Y cómo la que no está delimitada por límites particulares de lo que está subordinado va a estar contenida particularmente por las partes del mundo? ¿Cuál es el obstáculo para que los dioses anden por todas partes y retengan su poder como para llegar hasta la bóveda celeste? Sería ello efecto de una causa más fuerte, que los encerraría y circunscribiría en determinadas partes. Pero lo que es realmente y por sí es incorpóreo está en todas las partes que quiere, y si lo divino, que sobrepasa todo, es sobrepasado por la perfección del universo y circunscrito por él como en una determinada parte, resulta inferior a la grandeza corpórea. Yo, por mi parte, no veo además de qué modo las cosas de aquí son creadas y especificadas, si ninguna actividad creadora divina y participación de las ideas divinas se extienden por el mundo entero.

Esta opinión aniquila por completo el culto sagrado y la comunidad teúrgica de los dioses con los hombres, al expulsar fuera de la tierra la presencia de los seres superiores. No otra cosa quiere decir que las cosas divinas están lejos de las de la tierra, que no se mezclan con los hombres y que este mundo está privado de ellas. Nosotros, los sacerdotes, en verdad, en absoluto hemos aprendido de los dioses nada según este razonamiento, ni con razón tú nos interrogas en la idea de que sabemos algo más, si en nada nos distinguimos de los demás hombres.

Pero nada de ello es sensato, pues ni los dioses son retenidos en partes determinadas del mundo, ni la tierra está privada de ellos. Por el contrario, los seres superiores en el mundo, lo mismo que no están contenidos por nada, contienen todo en sí mismos, mientras que las cosas de la tierra, que tienen su existencia en la totalidad de los dioses, cuando llegan a ser aptas para la participación divina, al punto poseen en sí los dioses preexistentes a su propia esencia.

Jámblico. Sobre los misterios egipcios. 

Platón. Sofista.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:28

EXTR.- En realidad, bienaventurado joven, estamos ante un examen extremadamente difícil, pues semejarse y parecer, sin llegar a ser, y decir algo, aunque no la verdad, son conceptos, todos ellos, que están siempre llenos de dificultades, tanto antiguamente como ahora. Pues afirmar que realmente se pueden decir y pensar falsedades, y pronunciar esto sin incurrir necesariamente en una contradicción, es, Teeteto, enormemente difícil.

TEET.- ¿Por qué?

EXTR.- Un argumento semejante se atreve a sostener que existe lo que no es, pues, de otro modo, lo falso no podría llegar a ser. Pero el gran Parménides, hijo mío, cuando nosotros éramos jóvenes, desde el principio hasta el fin testimoniaba lo siguiente, tanto en prosa como en verso:

“Que esto nunca se imponga -dice- que haya cosas que no son.
Tú, al investigar, aparta el pensamiento de este camino”.

Esto queda testimoniado por él, y el argumento mismo, una vez puesto a prueba como corresponde, lo mostrará mejor que nada. En consecuencia, esto es lo primero que debemos analizar, si no opinas lo contrario.

TEET.- En lo que a mí respecta, procede como quieras; en lo que se refiere al argumento, observa cómo avanzará mejor, ve adelante, y condúceme también a mí por el mismo camino.

EXTR.- Es necesario proceder así. Y dime: ¿nos atrevemos a pronunciar lo que no es en modo alguno?.

TEET.- ¿Cómo no?

EXTR.- Si alguno de los oyentes, sin espíritu de discusión y bromas aparte y con la debida seriedad, después de haber reflexionado, mostrara a qué debe aplicarse este nombre de “lo que no es”, ¿a qué pensaríamos que lo aplicaría, y qué presentaría a quien lo interrogara?.

TEET.- Lo que preguntas es difícil y casi completamente imposible de responder por parte de alguien como yo.

EXTR.- Pero esto, por lo menos, es evidente: lo que no es, no se aplica a las cosas que son.

TEET.- ¿Cómo sería posible?

EXTR.- Pero si no se aplica a lo que es, tampoco sería correcto que alguien propusiera aplicarlo a algo.

TEET.- ¿Cómo?

EXTR.- Para nosotros es evidente que la palabra “algo” la decimos siempre respecto de algo que es. Decirla sola, como desnuda y aislada de todo lo que es, es imposible, ¿no es así?

TEET.- Es imposible.

EXTR.- Si concuerdas con mi punto de vista, ¿no es necesario que quien dice alguna cosa, diga algo que es una cosa?

TEET.- Así es.

EXTR.- Se podría decir, pues, que “algo” es el signo correspondiente a “una cosa”, que “ambos” lo es de “dos cosas”, y que “algunos” lo es de “muchas cosas”.

TEET.- ¿Y cómo no?

EXTR.- Es totalmente necesario, entonces, según parece, que quien dice “no-algo”, no diga absolutamente nada.

TEET.- Es totalmente necesario.

EXTR.- ¿No debe acaso admitirse, entonces, lo siguiente: que, ya que quien dice algo de este modo, en realidad no dice nada, ha de afirmarse, por el contrario, que ni siquiera dice quien intenta pronunciar lo que no es?

TEET.- En esta afirmación consistiría el fin de la dificultad.

EXTR.- No alces todavía la voz, bienaventurado, pues aún quedan dificultades, y, entre ellas, la mayor y la primera, pues ella afecta al principio mismo de la cuestión.

TEET.- ¿Cómo dices? Habla y no temas.

EXTR.- Cualquier otra cosa que sea, se agrega a lo que es.

TEET.- ¿Cómo no?

EXTR.- Pero, ¿diremos que es posible agregar cualquier cosa que sea a lo que no es?

TEET.- ¿Y cómo?

EXTR.- Colocamos al número, en su conjunto, entre las cosas que son.

TEET.- Sí, si hay algo que debe colocarse como lo que es.

EXTR.- No intentemos, entonces, aplicar el número -ni la pluralidad, ni la unidad- a lo que no es.

TEET.- Según parece, y como afirma el argumento, no sería correcto intentarlo.

EXTR.- Pero, ¿de qué modo podría alguien pronunciar por medio de su boca o captar en forma absoluta con el pensamiento las cosas que no son, o lo que no es, prescindiendo del número?

TEET.- ¿Cómo? Dilo.

EXTR.- Aun cuando hablemos de cosas que no son, ¿no intentamos aplicarles la pluralidad numérica?

TEET.- ¿Qué?

EXTR.- Algo que no es, ¿no implica acaso la unidad?

TEET.- Evidentísimamente.

EXTR.- Y, no obstante, decimos que no es justo ni correcto intentar agregar lo que es, a lo que no es.

TEET.- Es la máxima verdad.

EXTR.- ¿Comprendes, entonces, que no es posible, correctamente, ni pronunciar, ni afirmar, ni pensar lo que no es -en sí y de por sí-, puesto que ello es impensable, indecible, impronunciable e informulable?.

TEET.- Así es, completamente.

EXTR.- ¿Acaso ha poco mentí cuando dije que iba a enunciar la mayor dificultad respecto del mismo?

TEET.- ¿Qué? ¿Queda aún por enunciar alguna mayor?

EXTR.- ¿Y qué, admirable amigo? ¿No piensas, sobre la base de lo que ya hemos dicho, que el no-ser coloca en dificultad a quien lo refuta, pues, apenas alguien intenta refutarlo, se ve obligado a afirmar, acerca de él, lo contrario de él mismo?

TEET.- ¿Cómo dices? Habla con mayor claridad.

EXTR.- No es en mí en quien debe buscarse mayor claridad. Pues yo, que supuse que lo que no es no debe participar de la unidad, ni de la multiplicidad, acabo de enunciarlo, no obstante, como uno, pues dije “lo” que no es. Entiendes, sin duda.

TEET.- Sí.

EXTR.- Y del mismo modo había dicho, un poco antes, que él “es” impronunciable, indecible e informulable. ¿Me sigues?

TEET.- Te sigo. ¿Cómo no habría de hacerlo?

EXTR.- Cuando intenté aplicarle el “es”, ¿no dije lo contrario de lo anterior?

TEET.- Parece.

EXTR.- ¿Y qué? Al aplicárselo, ¿no razoné como si él fuese uno?

TEET.- Sí.

EXTR.- Y también cuando dije que era informulable, indecible e impronunciable, construí el argumento alrededor de algo unitario.

TEET.- ¿Cómo no?

EXTR.- Pero decíamos que, si se quiere hablar con corrección, es necesario no definirlo ni como uno, ni como múltiple, e incluso no llamarlo en absoluto, pues esta expresión lo denotaría con la forma de la unidad.

TEET.- Completamente.

(…)

TEET.- ¿Qué podríamos decir que es una imagen, Extranjero, sino algo que ha sido elaborado como semejante a lo verdadero, y que es otra cosa por el estilo?

EXTR.- ¿Dices que esa otra cosa por el estilo es verdadera, o cómo llamas a esa otra cosa?

TEET.- No es en absoluto verdadera, sino parecida.

EXTR.- ¿Dices acaso que lo verdadero es lo que existe realmente?

TEET.- Así es.

EXTR.- ¿Y qué? Lo que no es verdadero, ¿no es acaso lo contrario de lo verdadero?

TEET.- ¿Y cómo no?

EXTR.- Dices entonces que lo que se parece es algo que no es, si afirmas que no es verdadero. Pero existe.

TEET.- ¿Cómo?

EXTR.- No de un modo verdadero, según dices.

TEET.- No, por cierto, si bien es realmente una imagen.

EXTR.- Lo que decimos que es realmente una imagen, ¿acaso no es realmente lo que no es?

TEET.- Es de temer que el no-ser esté entrelazado con el ser mediante una combinación de este tipo, lo cual es muy insólito.

EXTR.- ¿Cómo no ha de ser insólito? Al menos ves que también ahora, y gracias a este entrecruzamiento, el sofista de muchas cabezas nos obligó a admitir, a pesar nuestro, que lo que no es, en cierto modo es.

TEET.- Lo veo, y muy bien.

EXTR.- ¿Y qué? ¿Seremos capaces de determinar cuál es su técnica, poniéndonos de acuerdo nosotros mismos?

TEET.- ¿Qué es lo que temes, que hablas así?

(…)

EXTR.- ¿Me perdonarás, entonces, y, como acabas de decir, te contentarás con que nos libremos apenas débilmente de un argumento tan poderoso?

TEET.- ¿Cómo podría no hacerlo?

EXTR.- Entonces te pediré un favor aún mayor.

TEET.- ¿Cuál?

EXTR.- Que no supongas que soy capaz de cometer una especie de parricidio.

TEET.- ¿Qué?

EXTR.- En efecto; para defendernos, debemos poner a prueba el argumento del padre Parménides y obligar, a lo que no es, a que sea en cierto modo, y, recíprocamente, a lo que es, a que de cierto modo no sea.

TEET.- Es evidente que en la argumentación habrá que sostener con energía algo de esa índole.

EXTR.- ¿Cómo no será evidente, que hasta un ciego, como suele decirse, lo vería?. Pues hasta que no se refute o no se admita lo dicho, será en vano pretender hablar de discursos o de pensamientos falsos, y de imágenes, figuras, imitaciones y simulacros, así como de las técnicas que se ocupan de ellos, sin caer en el ridículo al verse uno obligado a contradecirse a sí mismo.

TEET.- Es la pura verdad.

(…)

EXTR.- Quizá sea necesario afirmar, según una argumentación correcta, que lo que es verdaderamente uno, es completamente indivisible.

TEET.- Es necesario, en efecto.

EXTR.- Pero lo que es así en virtud de la unión de muchas partes, no estará de acuerdo con este razonamiento.

TEET.- Comprendo.

EXTR.- Entonces, el todo que posee la característica de la unidad, ¿será así uno y total, o diremos que el ser no es completamente total?

TEET.- La elección que propones es difícil.

EXTR.- Dices la pura verdad. Pues aunque el ser esté afectado en cierto modo por la unidad, no parecerá ser lo mismo que lo uno, y la totalidad será mayor que la unidad.

TEET.- Sí.

EXTR.- Admitamos que el ser no sea total por el hecho de experimentar aquella característica, y que la totalidad exista; ocurrirá que el ser carecerá de sí mismo.

TEET.- Absolutamente.

EXTR.- Y según esta argumentación, al estar privado de sí mismo, el ser no será el ser.

TEET.- Así es.

(…)

EXTR.- Parecería que hay entre ellos un combate de gigantes a causa de sus disputas mutuas sobre la realidad.

TEET.- ¿Cómo?

EXTR.- Unos arrastran todo desde el cielo y lo invisible hacia la tierra, abrazando toscamente con las manos piedras y árboles. Aferrándose a estas cosas, sostienen que sólo existe lo que ofrece resistencia y cierto contacto; definen como idénticos la realidad y el cuerpo, y si alguien afirma que algo que no tiene cuerpo, existe, ellos lo desprecian por completo y no quieren escuchar ninguna otra cosa.

TEET.- Has hablado de gente terrible; también yo, en efecto, los he podido encontrar.

EXTR.- Es por ello por los que quienes se les oponen se defienden muy discretamente desde cierto lugar elevado e invisible, sosteniendo vehementemente que la verdadera realidad consiste en ciertas formas inteligibles e incorpóreas. Desmenuzando en pequeños fragmentos sus razonamientos tanto los cuerpos de aquéllos como la verdad de que ellos hablan, sostienen que eso no es la realidad, sino apenas un cierto devenir fluctuante. Entre unos y otros se lleva a cabo un combate interminable sobre estas cosas, Teeteto.

Platón. Sofista.

Plutarco. De la tardanza de la divinidad en castigar.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:26

Por ejemplo, ¿Por qué se aconseja a los hijos de los fallecidos de tisis o hidropesía sentarse con los pies en el agua hasta que el cadáver queda reducido a cenizas? Porque se cree que así la enfermedad no se transmite ni se les contagia. O con otro caso, ¿por qué, cuando una cabra coge un cardo borriquero en la boca, se queda quieto el rebaño entero hasta que llega el cabrero y se lo quita?. Otras fuerzas con capacidad de contagio y de transmisión increíble pasan por su rapidez y amplitud de unos a otros. Pero nosotros nos asombramos de los intervalos de tiempo, no de los de espacio. Y sin embargo, ¿es más asombroso que la peste originada en Etiopía invadiera Atenas y Pericles muriese y Tucídides enfermara o que el castigo diferido de los delfios y sibaritas culpables alcanzase a sus hijos? Pues estas fuerzas poseen ciertas recurrencias y conexiones desde el final hasta el principio y sus causas, aunque nosotros las desconozcamos, cumplen en silencio su misión.

Sin embargo la cólera divina contra las ciudades en su totalidad se justifica fácilmente. La ciudad, en efecto, como un ser vivo, es una sola cosa, dotada de continuidad y no se transforma con los cambios de la edad ni con el tiempo se hace otra, sino que guarda en sí iguales sentimientos y propiedades. Asume toda acusación o gratitud por lo que hace o hizo en comunidad, mientras esa comunidad, que la hace y la ata con sus lazos, mantiene su unidad. El hacer muchas ciudades, o más bien infinitas, por su división a lo largo del tiempo se parece al hacer de un solo hombre muchos porque ahora es anciano, antes fue joven y antes todavía un muchachito. Más bien se asemeja enteramente a los versos del Epicarmo, de los que surgió el ‘argumento del crecimiento’ de los sofistas. De este modo, quien contrajo una deuda hace tiempo ahora no debe nada, porque se ha vuelto otro y el que ayer fue invitado a una cena llega hoy sin invitación, pues es una persona diferente.

Con todo, el paso de la edad genera mayores cambios en cada uno de nosotros que en las ciudades colectivamente. Quien hubiera visto Atenas hace treinta años podría reconocerla ahora. Sus costumbres actuales, su movimiento, sus diversiones, sus preocupaciones, los favores y las cóleras del pueblo se parecen muchísimo a las antiguas. En cambio, cualquier familiar o amigo, al encontrar a otro al cabo del tiempo, con dificultad podría reconocerlo por su aspecto, y las mudanzas de carácter, ocurridas fácilmente por cualquier razón, por un sufrimiento, pasión o costumbre, provocan extrañeza y asombro incluso en el que convive permanentemente. Sin embargo, se dice que un hombre es uno solo desde su nacimiento a su muerte. Y también creemos que una ciudad, que permanece idéntica del mismo modo, debe estar sometida a las faltas de sus antepasados con la misma justicia por la cual participa de su gloria y poder. O nos olvidaremos arrojando todo al río de Heráclito, donde, según afirmaba, no se entra dos veces, porque la naturaleza con sus transformaciones todo lo mueve y altera.

Pero si una ciudad es una sola cosa, dotada de continuidad, lo es también, sin duda, la familia, ligada a un único origen por la transmisión de una cierta fuerza y comunidad renovada a lo largo del tiempo. Y al ser engendrado no puede, como la obra del artesano, separarse de su engendrador. Pues ha nacido de él, no por él, de modo que posee y lleva consigo una parte suya, bien sea castigado justamente bien reciba honores. Pero si no pareciera bromear, yo afirmaría que la estatua de Casandro, fundida en bronce por los atenienses, ha padecido mayores injurias, y el cuerpo de Dionisio [el Viejo] después de su muerte, al ser expulsado por los siracusanos de sus fronteras, que sus descendientes cuando pagaron sus culpas. Pues en la estatua nada hay de la naturaleza de Casandro y el alma de Dionisio había abandonado su cadáver. Pero en Niseo, en Apolócrates, en Antípatro, en Filipo e igualmente en los demás hijos de hombres culpables se ha desarrollado y permanece la parte dominante de sus padres, ni inactiva ni ociosa. Al contrario, viven de ella y con ella se alimentan, habitan y piensan. Y nada tremendo o extraño es que, si son sus hijos, tengan su mismo destino. Por decirlo de un modo general, en medicina, por ejemplo, lo útil es también justo y resulta ridículo quien afirma que es injusto cauterizar el dedo gordo de los enfermos de la cadera, o cortar el epigastrio cuando el hígado supura, o si se trata de los bueyes, untar con aceite el extremo de los cuernos cuando se les reblandecen las pezuñas. De igual modo, quien, respecto a los castigos, considera justo algo diferente de curar la maldad y se irrita si alguien por medio de unos procura la curación de otros, como los que seccionan la vena para aliviar la oftalmía, no parecen ver más allá de sus sentidos. Tampoco se acuerda de que un maestro, al pegar a uno solo de sus alumnos, reprende a los otros, o que un general, al diezmar su ejército, contiene a todos. Así no solo de un miembro mediante otro, sino de un alma mediante otra alma se transmiten ciertas disposiciones, corrupciones y rectificaciones más que de un cuerpo a otro. Pues allí, al parecer, deben producirse necesariamente el mismo padecimiento y la misma transformación. En cambio, el alma, llevada por su imaginación a sentir confianza o temor, se hace peor o mejor gracias a una fuerza innata.

Plutarco. De la tardanza de la divinidad en castigar. 

Séneca. Sobre la providencia.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:25

“¿Por qué a los hombres buenos les ocurren innumerables contrariedades?” A un hombre bueno ningún mal puede sucederle: no se mezclan los contrarios. Del mismo modo que tantos ríos, tantas lluvias caídas del cielo, tanta abundancia de fuentes medicinales no cambian el sabor del mar, ni siquiera lo mitigan, así el ataque de las contrariedades no trastorna el espíritu del hombre fuerte: se mantiene en su posición y cuanto le sucede lo acomoda a su estilo de vida, pues es más poderoso que sus circunstancias. Y no digo “no las siente” sino “las vence” e incluso se alza, por lo demás tranquilo y calmo, contra las que lo acometen. Todas las adversidades las toma como entrenamientos. (…) Se marchita sin oponente la virtud: se ve cuánta es su grandeza y cuánto su poder en el momento en que muestra de qué es capaz con su resistencia. Conviene que sepas que los hombres buenos deben hacer lo mismo, de modo que no se espanten ante circunstancias duras y difíciles y no se quejen del destino, sino que den por bueno cuanto les ocurra, lo vuelvan bueno. Lo importante no es qué soportas, sino de qué manera.

(…)

La felicidad va a parar a la plebe y a los de natural despreciable: por el contrario, subyugar desastres y terrores humanos es propio del grande hombre. Ser siempre dichoso y pasar la vida sin dentelladas en el espíritu es, de cierto, desconocer el otro lado de la naturaleza. Eres un gran hombre: pero ¿cómo lo sé, si la suerte no te da ocasión de demostrar tu valor? Has bajado a los juegos olímpicos, pero nadie más que tú: tienes una corona, no tienes una victoria; no te felicito como hombre esforzado, sino como uno que ha alcanzado el consulado o la pretura: has salido ganando en honra. Lo mismo puedo decir también a un hombre bueno, si ninguna circunstancia comprometida le ha dado oportunidad en que mostrar la fuerza de su ánimo: “Te tengo por un infeliz porque nunca has sido infeliz. Has pasado la vida sin un adversario; nadie sabrá de qué has sido capaz, ni tú mismo siquiera”. Pues para el conocimiento de uno mismo es preciso pasar alguna prueba: nadie ha advertido de qué era capaz si no es intentándolo. Así pues, algunos se han ofrecido espontáneamente a las desgracias que ya tardaban y han buscado para su valor, que iba a caer en el olvido, una oportunidad para brillar. Disfrutan, digo, a veces los grandes hombres con la adversidad, no de otra forma que los soldados esforzados con la fuerra; al mirmilón Triunfo yo, durante el reinado de Tiberio César, lo oí quejándose de la escasez de combates: “¡Qué bonita época”, decía, “desaparece!”.

(…)

Así pues, el dios endurece, ejercita a los que pone a prueba, a los que ama; en cambio, a los que parece mirar con indulgencia, a los que parece perdonar, los conserva flojos para las desgracias venideras. Pues os equivocáis si creéis que alguno está exento: también al largo tiempo dichoso le llegará su parte; quienquiera que parezca haber sido emancipado ha sido emplazado.

(…)

¿Qué es propio de un hombre bueno? Ofrecerse al destino. Es un profundo alivio ser arrebatado junto con el universo: sea lo que sea lo que ha decretado que vivamos así, que muramos así, obliga también a los dioses en la misma necesidad. Una carrera irrevocable transporta lo humano igual que lo divino: el mismo fundador y conductor de todo escribió de cierto el destino, pero se ciñe a él: siempre obedece, sólo una vez ordenó. “¿Por qué, sin embargo, el dios en la adjudicación del destino fue tan injusto que a los hombres buenos les asignó la pobreza y los golpes y las muertes prematuras?”. El artesano no puede modificar la materia: no lo ha consentido ella nunca. Algunas cosas no se pueden separar de otras, forman un conjunto, son indivisibles. Los temperamentos lánguidos y proclives al sueño o a un duermevela muy similar al sueño están entramados con elementos inactivos: para que se produzca un hombre del que se deba hablar con consideración hace falta una índole más fuerte. No le será llano el camino: es preciso que vaya arriba y abajo, que quede a merced de las olas y guíe su navío a través de remolinos. Contra su suerte debe él mantener el rumbo; tendrá muchos tropiezos duros, amargos, pero que podrá ablandar y dulcificar él mismo. El fuego contrasta el oro, la desventura a los hombres esforzados. Mira qué alto ha de trepar la virtud: sabrás que no ha de avanzar por lugares seguros.

(…)

“¿Por qué, sin embargo, consiente el dios que pase a los hombres buenos alguna desgracia?”. Él, de cierto, no lo consiente. Aleja de ellos todas las desgracias, crímenes y escándalos y pensamientos deshonestos y ambiciosos proyectos y pasión ciega y avidez espía de lo ajeno; los cuida y defiende: ¿acaso alguien exige al dios que también vigile el bagaje de los hombres buenos? Ellos mismos alejan del dios esta preocupación: menosprecian las apariencias. Demócrito rechazó las riquezas, pues las consideraba un lastre para una mente pura: ¿por qué te extrañas entonces, si el dios consiente que al hombre bueno le suceda lo que el hombre bueno a las veces quiere que le suceda? Los hombres buenos pierden hijos: ¿cómo no, cuando a las veces también los matan? Son enviados al destierro: ¿cómo no, si a veces ellos mismos dejan la patria dispuestos a no regresar? Son asesinados: ¿cómo no, cuando a veces atentan contra sí mismos? ¿Por qué razón sufren duros tropiezos? Para que enseñen a otros a sufrir: han nacido para ser ejemplo. Así pues, imagina que el dios dice: “¿Qué tenéis que podáis reprocharme vosotros que os complacéis en la rectitud? A los otros los he rodeado de bienes falsos y he burlado sus espíritus frívolos con una suerte de sueño largo y engañoso: los he decorado con oro, plata y marfil, dentro no hay nada bueno. Ésos que consideras dichosos, si los miras no por donde se ofrecen a la vista sino por donde se ocultan, son infelices, sucios, repugnantes, enlucidos por fuera a semejanza de sus paredes; ésa no es una dicha sólida y simple: es un revestimiento y fino por demás. Así pues, mientras les es posible estar de pie y mostrarse a su capricho, deslumbran y engañan; cuando les cae encima algo que los descompone y destapa, se hace entonces evidente cuánta profunda y verdadera fealdad ocultaba ese esplendor prestado. A vosotros os he dado bienes seguros, perdurables, mejores y mayores cuanto más les dé uno vueltas y los examine por todos lados: os he concedido menospreciar lo temible, sentir aversión por las pasiones; no brilláis por fuera, vuestros bienes aparecen por dentro. Así el mundo ha menospreciado las apariencias, contento con su propia contemplación. Dentro he puesto todos los bienes: no necesitar la dicha es vuestra dicha”.

(…)

Séneca. Sobre la providencia.

Darwin y la Evolución del ojo.

De: Alias de MSNaleust Enviado: 05/06/2004 18:32

Darwin y la Evolución del ojo.

Por Hernán Toro
(c)1999

Los creacionistas suelen usar multitud de citas para “Demostrar” que la evolución de los órganos complejos nunca pudiera haberse dado por la selección natural de forma gradual. En una de estas citas se “muestra” de forma contundente que Darwin “confesaba” que “no creía” que la selección hubiera podido general un órgano de visión tan complejo y perfecto.

    “Considere órganos corporales como el ojo, el oído, el cerebro. Todos son tremendamente complejos, mucho más que las más intrincadas invenciones del hombre. Un problema para la evolución ha sido el hecho de que todas las partes de tales órganos tienen que trabajar juntas para que haya vista, oído y pensamiento. Tales órganos habrían sido inútiles hasta que todas las partes individuales estuvieran completas. De modo que surge la pregunta: ¿Es posible que  el elemento no guiado del azar, del cual se piensa que es una fuerza impulsora de la evolución, pudiera haber juntado todas estas partes al tiempo apropiado para producir mecanismos tan elaborados?

    Darwin reconoció que esto era un problema. Por ejemplo escribió: “Suponer que el ojo […] pudiera haberse formado por [evolución], confieso tranquilamente que parece totalmente absurdo“.”(Citado en “La vida ¿Cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación?” Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc. 1985, Pág. 18)

Una persona incauta pensaría que Darwin estaba totalmente convencido de que la evolución es incapaz de generar órganos complejos. Sinembargo, si leemos el contexto de la frase de Darwin encontramos lo siguiente (En negrilla la cita de la Watchtower):

    “Parece absurdo de todo punto – lo confieso espontáneamente- suponer que el ojo, con todas sus inimitables disposiciones para acomodar el foco a diferentes distancias, para admitir cantidad variable de luz y para la corrección de las aberraciones esférica y cromática, pudo haberse formado por selección natural. Cuando se dijo por primera vez que el Sol estaba quieto y la Tierra giraba a su alrededor, el sentido común de la humanidad declaró falsa esta doctrina; pero el antiguo adagio de vox populi, vox Dei, como sabe todo filósofo, no puede admitirse en la ciencia. La razón me dice que sí se puede demostrar que existen muchas gradaciones, desde un ojo sencillo e imperfecto a un ojo completo y perfecto, siendo cada grado útil al animal que lo posea, como ocurre ciertamente; si además el ojo alguna vez varía y las variaciones son hereditarias, como ocurre también ciertamente, y si estas variaciones son útiles a un animal en condiciones variables de la vida, entonces la dificultad de creer que un ojo perfecto y complejo pudo formarse por selección natural, aún cuando insuperable para nuestra imaginación, no tendría que considerarse como destructora de nuestra teoría.” ( Charles Darwin, “El Origen de las Especies”, Espasa-Calpe, 1988, pág. 230)
   

El énfasis rojo es mio. Ahí se ve claramente que la cita de los Testigos de Jehová está arrancada de su contexto de tal forma que tergiversa totalmente el sentido de lo que Darwin quiso decir realmente. Darwin, al igual que todos los científicos serios de la actualidad sabía que el ojo evolucionó por selección natural y sabía los pasos que ocurrieron para llegar a él.

Esta forma de citar deshonesta, arrancando una frase de su contexto para tergiversar totalmente la intención original del autor, es una acción despreciable pero como los Testigos de Jehová y demás Creacionistas no están interesados en la verdad sino en adoctrinar no es de extrañarse que se valgan de acciones semejantes.

Una una doctrina religiosa que pretenda tener la verdad no necesitaría realizar actos tan pérfidos y deshonestos. Esta forma de mentir sólo indica una cosa… que la creación especial ni siquiera se la creen ellos mismos.

Volver a “Ciencia” Creacionista Desenmascarada (2)
http://www.geocities.com/CapeCanaveral/Station/3004/crdebunk2/creaciondesen.html

Ir a “Ciencia” de la Creación Desenmascarada.
http://www.geocities.com/CapeCanaveral/Station/3004/crdebunk/creation_debunked.htm

Realidad Cultura y Dios – Victor Manuel Alarcon

De: Alias de MSNPavelnk  (Mensaje original) Enviado: 24/05/2004 16:08

Aqui una contribucion para entender un poco mas la idea de DIOS

http://perso.gratisweb.com/carlosmanzano/Alarcon.htm

REALIDAD, CULTURA, DIOS

Víctor Manuel Alarcón Viudes.
E-mail: antropos55@hotmail.com
Sociólogo
Antropólogo Social y Cultural
Postgrado en Historia de las Ciencias y las Técnicas
Miembro de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y las Técnicas (SEHCYT)

    Los seres humanos tratamos de descubrir por medio del pensamiento qué es la realidad física, el mundo de la materia y de la energía. Esta es una pregunta inmemorial que nos hemos hecho a lo largo de milenios. Desde el siglo XVII, la pregunta ha tomado una dirección sistemática con la creación de la ciencia moderna; hasta el siglo XXI donde la ciencia ha alcanzado un saber profundo acerca de la realidad física con la mecánica cuántica, la física de altas energías y con las teorías cosmológicas contemporáneas.

    También tratamos de entender la sociedad y la cultura que suponen nuestro entorno más inmediato; en el que nos desenvolvemos día a día y que constituyen para nosotros una segunda naturaleza. Esto ha sido una labor de las ciencias sociales como la sociología o la antropología de las sociedades complejas, entre otras.

    Por fin, la pregunta esencial para el hombre es la de si existe un ser o entidad trascendente a la que hemos llamado, Dios, el Fundamento, la Divina Base, el Eterno, el Altísimo, la Esencia Divina, la Divina Providencia, el Absoluto, el Padre, &. Esta cuestión es consustancial desde prácticamente los albores de la Humanidad en el principio de la hominización.

    El famoso físico, premio Nobel, Richard P. Feynman se plantea con respecto al conocimiento la misma duda que ya se planteara René Descartes con su cogito ergo sum o que hiciera el propio Inmanuel Kant en la Crítica de la razón pura al considerar los límites del conocimiento humano y su incidencia en lo que es posible saber y entender.

    Feynman: «Y hay otra cosa que tiene que ver con la cuestión de cómo descubres si algo es verdad; y si todas las religiones diferentes tienen teorías diferentes sobre eso mismo, entonces empiezas a hacerte preguntas. Una vez que uno empieza a dudar, como se supone que lo hace, ustedes me preguntan si la ciencia es verdad. Uno dice no, no sabemos si es verdad, estamos tratando de descubrir y posiblemente todo sea falso.». Si la ciencia puede ser falsa siendo el mayor paradigma de la verdad que hemos alcanzado ¿qué garantías tenemos de que alguno de los otros modos de saber son verdaderos cuando están basados en mayor medida en procesos de tipo especulativo?

    Tres son los modos fundamentales con los que la Humanidad ha encarado el problema de entender lo real tanto en cuanto posible o existente:

        i. El pensamiento mítico-religioso o mitomaniaco.
        ii. El pensamiento filosófico-especulativo (que podría incluir a la propia Teología).
        iii. El pensamiento científico-técnico o positivo.

    En la ultramodernidad, es el pensamiento científico-técnico el dominante y las demás formas de pensamiento han sido relegadas a la marginalidad en gran medida.

    Tratamos de entender todo tipo de realidades, incluidas las que nosotros mismo podemos fabricar, a través del organon de nuestro cerebro. Pero nuestro cerebro es el resultado de la evolución. El principio de la hominización tiene de entre cinco a seis millones de años; cuando de un tronco común se separan dos ramas; una de ellas llega hasta el Homo Sapiens Sapiens, el hombre doblemente sabio.

    El cerebro es también el resultado de millones de años de intentos de entender la realidad y habérselas con el ambiente o entorno, primero natural y después social y cultural. Hay una «adaptación» evolutiva cuyo fin fundamental, como para cualquier otro animal, es sobrevivir. La cultura no es sino un sistema complejo de información que prolonga la evolución biológica; el «animal cultural» del que nos habla el filósofo Carlos París). La cultura es una especie de noosfera que potencia una mente social supraindividual. Pero también es cultura material conformada por artefactos y técnicas que permiten la supervivencia en un entorno dado.

    La red social es una red de conexiones o plexo que sintonizan las mentes de cada uno de nosotros conformando un sistema social de tercer estado, alejado del equilibrio. No existe la mente aislada. Cada uno de nosotros ha sido socializado en un medio cultural que ha dejado su impronta. El proceso de socialización comienza con la internalización de los elementos de una sociedad y cultura concreta y particular.

El cerebro  humano ha estado evolucionando con relación al medio natural y al social y cultural (grupos, &). Es una relación con dos aspectos:

    i) Naturaleza/medio
    ii) Los otros/red grupal.

En estos «otros» existen los otros significativos de los grupos primarios como puede ser la familia que ejerce una influencia especialmente fuerte en la socialización del niño.

El cerebro, desde el punto de vista evolutivo, es el resultado de las infinitas adaptaciones y ha sido «seleccionado» como resultado de infinitas «eficacias» adaptativas a los diferentes medios por los que ha transcurrido la evolución de la especie.

El hecho de que la realidad tenga una determinada forma o estructura es algo en sí mismo extraordinario. La física nos enseña que la realidad tiene una estructura y que ésta se revela en las leyes de la naturaleza y del cosmos. Ello hace posible precisamente la investigación científica ya que si no existiesen regularidades y estructuras no habría sido posible la vida ni el mismo universo. Los cosmólogos argumentan que de haber cambiado alguna de las constantes cosmológicas el universo no se habría autoorganizado en estructuras capaces de generar posteriormente sistemas vivos altamente complejos. La vida es una propiedad interna de la energía cósmica. Ello nos hace pensar en la posibilidad de un «programa» incorporado en la estructura de la realidad. Este «programa» puede ser autopoiético; es decir, autocreado según sostienen algunos cosmólogos (Thorne)1

La cuestión de la misma existencia de la realidad es un problema extraordinario y fue planteado por Leibniz en el siglo XVII y más tarde, en el siglo XX, por el filósofo alemán Heidegger con relación a la pregunta metafísica: ¿por qué existe algo y no más bien la nada? En efecto, ¿por qué habría de existir la realidad y no ninguna realidad?

La existencia de una estructura parece un aspecto incuestionable de lo real. Los físicos cuánticos y de partículas fundamentales han estado encontrando partículas que pueden ser señaladas como esenciales o constituyentes de la materia y por lo tanto de la realidad física. Estas partículas se organizan en familias: FOTÓN [fotón: g]. LEPTONES [electrón: e-; positrón: e+;  muón: m+, m- ; neutrino: n; antineutrino: n]. MESONES [piones: p+, p-, p; kaones:  K+, K-, Ko1, Ko2 ]. BARIONES [protón: p, p+; antiprotón: p, p- ; neutrón: n, antineutrón: n; hiperones lambda:  Lo, Lo ; hiperones sigma: S+, So, S-; hiperones Xi: Xo, Xo, X-, hiperón omega W-]. En los últimos años se ha seguido investigando en física de partículas con los denominados quarks2término acuñado por el físico y también premio Nobel Murray Gell-Mann3.

Existen dos aspectos que debemos tener en cuenta:

    1º. El hecho de que la realidad revela una estructura.
    2º. El hecho de que esa estructura puede ser caracterizada a través de la física cuántica y de las teorías cosmológicas.

La caracterización de la estructura determina la diferenciación entre la estructura de la realidad y posibles estructuras imaginadas. Un autor, David Deutsch, en su obra La estructura de la realidad nos dice que es posible la existencia de una infinitud de universos y de universos paralelos que está interactuando con el nuestro4. Algunas pruebas de laboratorio indican que esta teoría es plausible.

Para el filósofo alemán del siglo XVII Leibniz nuestro mundo era el mejor de los mundos posibles. Es decir, de todas las opciones que tenía Dios, la opción de nuestro mundo real es la que maximiza la bondad o la perfectibilidad de éste. Esto es bastante incompatible con la visión de Dios como un ser dotado de omnipotencia. Un Dios así puede crear cualquier mundo, incluso los mundos lógicamente imposibles. Para ese tipo de Dios no le sería imposible ?puesto que es omnipotente? no solamente crear «el mejor de los mundos posibles» sino el mejor de los mundos «imposibles» (ya que puede crear lo que quiera) y, por lo tanto, podría crear el mundo perfectisimun ya que para Él nada es imposible.

Por otra parte, la especulación teológica ha sostenido la incognoscibilidad de Dios. Pero si Dios es incognoscible entonces no se puede decir de Él que es omnipotente, & ya que por definición no sabemos nada acerca de Él y, por  lo tanto, Dios permanecería en la mayor de las oscuridades dado que no podemos tener ningún tipo de conocimiento acerca de una entidad de ese tipo.

En la teología y también en la religiosidad popular, el concepto de creencia «fe en Dios» que llevaría supuestamente a la salvación implica que Dios te premiará si crees en Él. Esto está implícito en la transmisión de los elementos religiosos a través de la práctica diaria del rito de la misa y en la ofrenda que ejecuta la iglesia en la homilía. Se «oferta» una visión salvífica a través del ceremonial y de la disposición por parte de los feligreses («fieles a la iglesia») a aceptar los contenidos y presupuestos emitidos por parte del clero.

Esto parece un absurdo dado que el Homo Sapiens Sapiens lleva en este planeta 100.000 años. El universo tiene unos 15.000.000.000 = 15 x 109  (quince mil millones de años) de antigüedad. Durante 14.999.900.000 años Dios ha prescindido del hombre y de su adoración. Se supone que dicha adoración garantiza el beneplácito de Dios y que éste, en justa correspondencia con sus fieles, imbuidos plenamente de la creencia, otorgará su beneplácito en forma de recompensa en el más allá donde Dios espera a los hombres y mujeres que han creído fielmente en Él. Pascal, que después de todo era un filósofo, y por lo tanto, como todo filósofo, debía ser algo escéptico con respecto a la cuestión de Dios y también era matemático (uno de los creadores de la teoría de la probabilidad), realizó un cálculo para ver si le interesaba creer o no en Dios. Calculo que la probabilidad en uno y otro sentido se repartía a partes iguales, es la famosa «apuesta de Pascal al 50%». Concluyó que era ventajoso creer en Dios ya que si se creía en Él, y resultaba que era cierta su existencia, obtendría el premio que la iglesia prometía. Por el contrario, si no se creía en Dios cabía la posibilidad de que éste existiese y se perdiese el premio; por lo que optó decididamente en creer en la existencia del ser supremo.

Un problema fundamental con respecto a la creación del universo es que es plausible que éste siempre allá estado ahí. Esto ha sido recogido en algunas teorías cosmológicas. Ello sería posible sobre todo si consideramos la teoría de los «universos bebés» o la teoría que postula la existencia de una infinidad de universos, siendo el nuestro uno más de ellos. Por otra parte, la teoría de los universos paralelos, mencionada más arriba, nos indica también la posibilidad de que el nuestro no sea más que uno de tantos; quizás interactuando con otra infinidad de universos igualmente reales.

El principio de causalidad argumentado como necesidad de que nuestro universo tuviese un principio causal activo (Dios) sólo funciona en la realidad física. No hay porqué suponer que este principio actúe ex nihilo para generar un «huevo cósmico» (Lemaître), origen de nuestro universo actual. La flecha del tiempo (entropía) actúa una vez que el universo está dado. No se puede derivar del hecho de que exista un «átomo primigenio» que tenga que existir un Dios que lo creó. El principio de causalidad no tiene porqué aplicarse aquí.

El problema de por qué Dios está tan «escondido» tiene dos soluciones. O bien Dios existe y todavía no ha sido encontrado; o bien Dios no existe y por eso es imposible encontrarlo. Un ser no existente es lo más «escondido» que existe. Un ser presente siempre (realisimun) no tendría porqué ser objeto de especulación filosófica, teológica, religiosa, & para intentar ser descubierto. Debería estas «a la mano», manifestándose como realidad latente o presente en intercambio con la realidad de la materia de la que el mundo está hecho.

Y si Dios es incognoscible (incluso en el caso de que exista) no podemos hablar nada de Él y lo más cuerdo es callarse. Según Wittgenstein: «de lo que no se puede hablar mejor es callarse» (Tractatus logico-philosophicus).

Una cuestión paralela a todo esto es la de que Dios existe y no puede ser captado por la mente. La pregunta que nos hacemos es: ¿y por qué no? Después de todo la mente humana es el resultado del universo y de toda realidad preexistente. Esto incluye a Dios, en el caso de existir. ¿Por qué ha de ser tan difícil captarlo; hacerlo presente; traerlo al primer plano de la intelección?

Existe la teoría de que Dios actúa creando el mundo de sí mismo; alienándose a sí mismo (enajenación) para dar como fruto la realidad en que todos vivimos. Pero el universo con sus 15×109 años de existencia ha tenido un principio, según la teoría del Big Bang. Es decir, durante una «infinidad» el universo no ha existido. En un «momento» de esa infinidad,  Dios se decide a crear el universo-realidad. Esto resulta altamente implausible ya que la misma temporalidad del universo choca con la atemporalidad de Dios. Una pregunta que se han formulado algunos filósofos es la de qué hacía Dios durante la infinitud que precede al origen del universo.

Según las últimas mediciones de la física cosmológica el universo se está expandiendo de forma infinita. Es decir, el universo no tiene una topología cerrada sino que va a seguir expandiéndose para siempre. Esta es una propiedad del universo a partir de las condiciones iniciales del mismo. Podemos hablar entonces de un origen del universo pero no de un fin para éste.

La cultura actuaría como un nudo gordiano entre la realidad física (natura) y la realidad metafísica (Dios). La cultura es la que ha creado la realidad metafísica a la que llamamos Dios. Es un componente más de la cultura. Desde la sociología o desde la antropología de la religión, Dios es un constructo del hombre. La definición de Dios viene dada por todo un sistema de creencias y de ritos ceremoniales cuya forma es lo esencial y cuyo fondo se supone existente a partir del propio ceremonial que incluye el plano semántico y verbal en su definición. Así, Dios es «traído» al momento de la ceremonia  a través del conjunto ritual y de la definición verbal por la cual «está ya aquí».

Algunos biólogos y médicos sostienen que existe una preprogramación genética para que el hombre crea en Dios. La creencia y el rezo actúan produciendo un proceso de aquietamiento de la mente y de confianza parecido al estado que se produce en la meditación. Suprime el miedo ante lo desconocido y ante la visión de lo terrible que comporta el «pánico cósmico» del hombre enfrentado a una inmensidad incomprensible. Sin embargo, esto no garantiza en modo alguno la existencia de Dios ya que del hecho de que existan determinadas necesidades no se deriva que el referente que habría de cumplimentar dichas necesidades exista en realidad. Creer puede ser entendido como una absurdidad. Pero la especulación teológica ha hecho de la absurdidad bandera. Es el credo quia absurdum de Tertuliano. Este dictum supone el establecimiento de un orden moral del mundo. Pero para Nietzsche no existe un orden moral del mundo. Cualquier orden moral es definido por el hombre y es sólo el hombre su responsable.

Sobre Dios lo honrado sería decir lo siguiente: no sabemos. La probabilidad sobre su existencia o no es la de un sí al 50% y la de un no también a un 50%. Incluso esto puede ser falso. Podríamos plantear la existencia de Papá Nöel, el Ratoncito Pérez, el Unicornio, & (aunque estas entidades tienen un tipo de existencia meramente lingüística) como pertenecientes al mundo 2 de Popper, el mundo mental o psicológico de los estados de conciencia.

Si todo lo que existe es obra de esa «realidad» (Dios) la mente debería poder captar «eso» con facilidad; de forma natural. También cabe la posibilidad de que  no lo pueda captar por una cuestión de limitación evolutiva del cerebro humano. Según la teoría evolucionista del conocimiento, el cerebro puede entender la realidad porque dicho cerebro es precisamente el resultado de entender la realidad a lo largo de todo el proceso de evolución de la especie. Existe un isomorfismo entre cerebro y realidad. Pero el cerebro no tiene por qué haber llegado al máximo de su desarrollo evolutivo (la cultura es una red de conocimiento capaz de almacenar lo que no puede almacenar un cerebro individual). Por lo tanto, en cada estadio evolutivo se entenderá lo que es posible entender. Por lo que parece, todavía estamos evolucionando. Nada indica que el proceso evolutivo que tiene millones de años se tenga que haber parado en la actualidad. Es muy posible que dentro de unos pocos millones de años más exista sobre la Tierra una especie inteligente que pueda haber derivado de la nuestra o bien de alguna otra línea evolutiva.

Con respecto al problema de Dios al 50%; podemos definir una serie de puntos que caractericen a entidades espirituales no imaginadas o pensadas hasta ahora. Al caracterizarlas las dotamos de identidad social. Entonces se repartiría el porcentaje entre las n cantidades y la probabilidad de existencia de cada una de esas entidades sería: pr = 100 n?1

Dios es, además, transmitido socialmente a través del proceso de endoculturación. Es aprendido por los actores sociales como concepto cultural. El Dios monoteísta aparece tardíamente en la cultura humana. Antes de ello han existido formas de creencia como son el animismo, el hilozoísmo, el hilemorfismo, el panteísmo, &. La realidad está llena de seres espirituales o bien está animada. Hay decenas de miles de entidades espirituales. La probabilidad de cada una de ellas exista es pr = 100 k?1 siendo k el número de esas entidades. Dios como pantocrátor aparece tardíamente.

Como concepto cultural, el Dios monoteísta se enfrenta al animismo, al espiritualismo, &). Hay grupos y culturas que no tienen el concepto Dios. Tampoco el niño lo tiene hasta que se socializa. La mente es social. No existe la mente no socializada en un entorno humano más que en algunos casos recogidos en la literatura científica. Son los llamados «niños lobos» que han sido socializados por animales.

La teoría cosmológica estándar es la del Big Bang del teólogo y astrónomo belga Lemaître ampliada por Gamow y según la cual de un átomo primigenio («huevo cósmico») derivaría la totalidad del universo. Esta teoría fue ampliamente aceptada por la Iglesia ya que supone un momento inicial de «creación» tal y como había sostenido la teología tradicional. La expansión cosmológica fue confirmada en 1965 por Penzias y Wilson al descubrir casi por accidente (serendipia) la radiación cósmica de fondo predicha por G. Gamow en 1949.

El problema implícito en este modelo cosmológico es de dónde salió la energía necesaria para constituir ese átomo primordial. Esto plantea un problema importante en la cosmología moderna. Algunos físicos como S. W. Hawking sostienen que no es necesario hablar de un Dios creador que inicializa el universo por medio de un acto de creación sino que el universo aparecería como consecuencia de una fluctuación cuántica del vacío.

Varios son los aspectos a considerar en el intento de intelección de la cuestión que nos ocupa:

    I. El hecho del algoritmo o proceso que conforma la vida (hasta el Homo Sapiens Sapiens). Se tiene un diseño morfológico y no otro, &.
    II. El hecho de que exista ese algoritmo.
    III. La separación creación/evolución es ficticia hasta cierto punto.
    IV. El concepto «evolución» no explica absolutamente nada. La realidad está evolucionando; pero este hecho en sí no explica por qué existe precisamente el hecho de la evolución. Por qué la evolución es en sí misma un hecho. ¿Qué diferencia hay entre creación instantánea y evolución postergada o demorada? Solamente es una cuestión de tiempo o duración.
    V. La existencia de evolución nos indica que hay un proceso o algoritmo. Estos son aspectos de un «programa». Pero ¿tiene el programa un programador? ¿O el programa se genera, se diseña a sí mismo (autopoiesis cósmica)?
    VI. Hay relaciones entre las partículas. Hay partículas diferentes, &. Todo indica que hay una estructura incorporada en la materia. Podríamos decir que esta estructura es la estructura de la energía; cómo están configuradas las relaciones de la energía que hacen que éstas se manifiesten como tales y como materia. El hecho de que exista esa estructura (que pretende ser desvelada por los físicos de partículas) es algo en sí mismo maravilloso.

Podemos pensar en la Realidad (con esas estructuras) como la realidad «siempre ahí». Siempre dada, presente, como la realidad in toto. No creada. Sin creador. Sin principio. Siempre siendo. Con esa estructura y no otra. Parece que se necesita esa estructura de la energía y del universo para que sea posible la vida. Los cosmólogos dicen que de variar alguno de los valores del universo no tendríamos vida (principio antrópico).

Esto tampoco se puede explicar como mero resultado del azar. El azar se tiene que realizar sobre algún tipo de realidad ya dada. No puede realizarse sobre la nada. Es un verdadero misterio que la realidad sea; que exista un mundo, la energía, la materia.

Existen una serie de problemas que quiero destacar:

    i. Universos infinitos.
    ii. Generación de vida en otros mundos.
    iii. Creación vs. evolución.
    iv. Leyes de la sociedad.

Toda «realidad» creada por el pensamiento (toda la cultura está creada por el pensamiento en relación) es una «realidad» limitada. Supone un universo simbólico creado por la capacidad del cerebro para crear estructuras de símbolos relacionales.

Existen dos posibilidades:

    i. Que exista ese «campo» (lo «Otro, Dios, &) exterior al pensamiento-pensador-conciencia (PPC) y
    ii. Que no exista dicho «campo».

Si no existe: hay isomorfismo (analogía plena) entre PPC y R = Realidad (materia = energía).

Si existe: el isomorfismo no es tal (aplicación inyectiva).

El sistema cerebro – mente – pensamiento – pensador es:

La mente implica la totalidad de lo que acontece en el cerebro o totalidad de los estados del cerebro o el estado del cerebro como totalidad.

Mente = Pensamiento Ç Pensador Ç lo consciente Ç lo inconsciente o subconsciente.

El pensamiento jamás puede ir más allá de sí mismo. Lo «Otro» (Dios) no puede ser captado por el pensamiento ¿Puede ser captado por el cerebro como receptor? ; ya que es posible que existan áreas del cerebro capaces de «recibir» lo «Otro». Las áreas involucradas en el pensamiento no pueden hacerlo (el pensador no puede tampoco). ¿Puede hacerlo el cerebro cuando el pensador-pensamiento cesa? Ello significaría que hay algo más en el cerebro aparte del pensador-pensamiento. Esto no está demostrado ya que el par pensador-pensamiento (pd, pt) incorporaría tanto lo consciente como lo subconsciente.

Y en cualquier tiempo tn  el estado de la mente es la mente. Cuando cesa el par (pd , pt) es posible que el cerebro se encuentre en «disposición» de receptividad para captar la posible existencia de esa otra realidad que llamamos lo «Otro» (Otroidad, alteridad). El par (pd , pt) puede cesar ya que tanto pd como pt se «dan cuenta»  de su propia limitación para captar la posible existencia de lo «Otro» al mismo tiempo que ven que «ellos» siempre están limitados:

    i) Evolutivamente (E).
    ii) Genéticamente (particularidad genética, Pg).
    iii) Cultural e históricamente (historia (H), cultura (C)).
    iv) Historiográficamente (trayectoria personal del sujeto de las vivencias, tp).

Según Ortega, su «yo soy: yo y mis circunstancias» correspondería a los puntos iii) y iv). Las circunstancias son . La cultura C es donde se está. La historia H es lo que acontece en esa cultura pero también la cultura «está pasando»; así, es también historia. La Historia es, entonces, lo que acontece al hombre por el hombre; lo que crea y hace el hombre (que incluye las formas culturales).

Las posibles combinaciones sobre el problema de la existencia de Dios son:

  Es cognoscible No es cognoscible
Existe · ·
No existe   ·

Se puede ver que únicamente la combinación «No existe y Es cognoscible» es imposible. Todas las demás combinaciones son posibles.

La probabilidad de que exista un «campo» más allá del sistema PPC es muy alta ya que este sistema del Homo Sapiens Sapiens se da en un estado evolutivo determinado dado en un tiempo actual Tn. En todos los estadios evolutivos anteriores para tiempos T0, T1, T2;?Tn-1existía la posibilidad de evolución más avanzada (tal y como ha sucedido en el proceso de hominización). Por lo tanto el «campo» de posibilidades ya existía desde el principio. Este «campo» es también de energía, caracterizadora de la realidad de nuestro universo.

Tenemos, por lo tanto:
E1= campo de la energía operante en la
    evolución de la hominización
  (nuestra realidad)   E0 = Energía primordial o potencial. Posible «campo». Lo «otro» que, o bien está «fuera del campo de la energía E1, o bien rodea a ésta como campo ampliado que da cabida a los desarrollos ulteriores de Tn: Tn+1, Tn+2,?,

El  lim   = E0:
    n®¥

O con una notación equivalente:

lim E1  = lim Tn  = E0  = Tn+1, Tn+2,?,T¥
              n®¥

Es decir, el campo E1 de la Energía operante de nuestro entorno inmediato y los estados evolutivos del proceso de cerebralización humana que identificamos con los tiempos evolutivos T0, T1,? ,Tn-1, Tn  tienen como límite E0, la potencialidad o Energía potencial de la que dispone en principio el universo in toto. Estamos, pues, en un proceso de incremento de la complejidad de la morfogénesis cerebral y, por lo tanto, en un «momento» del proceso evolutivo de la especie que puede en principio bifurcase; como de hecho se ha realizado a lo largo de la historia evolutiva de las especies. Nuestro antepasado común con los chimpancés se data aproximadamente entre 5.5 y 6 millones de años atrás.

Ahora bien, no sabemos si E0 es inmanente o trascendente (= Dios). O bien si E0 es un tipo de energía similar a E1pero «ampliada» o por el contrario, un tipo de energía «divina» diferente cualitativa y cuantitativamente a E1. En ambos casos tenemos siempre una limitación cognitiva tanto si E0 es «prolongación» de E1, como si E0 es diferente a E1:

    i)  E1          tiende a              E0

    ii)  E1  es diferente, está contenido    E0

E1 E0= Energía primordial.
E1 es la energía de la Realidad de nuestro universo. La energía-materia.

En i) Los estadios T0,…,Tn  podrían ampliarse evolutivamente conforme el cerebro incremente su complejidad. En el límite un posible isomorfismo entre comprensión y realidad.

En ii) Los estadios cognitivos (EC) en los tiempos T0, …,Tn (fundamentalmente, el de la actualidad Tn) serían:

    ECT0,…,ECTn-1, ECTn (donde ECTn es estadio cognitivo en el tiempo Tn).

Se debe paralizar el estadio cognitivo en el tiempo Tn=PPC, como Pensamiento-Pensador-Conciencia; para que se dé el acceso a E0 como conocimiento primordial de «lo Otro» ?Otroidad? (la Base, Dios, &). Esta paralización se produce cuando el sistema PPC se da cuenta de que «él» siempre está limitado cognitivamente.

Este último punto es justamente lo místico. Lo místico es desprendimiento del yo o ego. Es el funcionamiento de la mente sin centro. El centro atañe al conocimiento acumulativo que va conformando la nueva identidad del yo. El yo se está remodelando continuamente.

NOTAS

1 Kip S. Thorne (1995): Agujeros negros y tiempo curvo. Crítica, Barcelona
2 Harald Fritzsch (1982): Los quarks, la materia prima de nuestro universo. Alianza Universidad, Madrid.
3 M. Gell-Mann (1995): El quark y el jaguar. Aventuras en lo simple y lo complejo. Círculo de Lectores, Barcelona
4 David Deutsch (1999): La estructura de la realidad. Anagrama, Barcelona.

El éxito de los placebos revela el poder de la mente

De: Alias de MSNoleMEW  (Mensaje original) Enviado: 11/05/2004 8:51

El éxito de los placebos revela el poder de la mente

Los científicos investigan los mecanismos biológicos que intervienen en las respuestas positivas

Muchos médicos conocen la historia de Wright, a quien le diagnosticaron un cáncer en 1957 y le dieron apenas unos días de vida. Hospitalizado en Long Beach, California, con tumores del tamaño de naranjas, se enteró de que se había descubierto un suero de caballo, el krebiozen, que podía ser eficaz contra el cáncer. Su médico, Philip West, accedió a administrárselo un viernes por la tarde. El lunes siguiente, fuera de su “lecho de muerte”, el paciente bromeaba con las enfermeras, y días después constató que los tumores “se habían fundido como bolas de nieve”.
Dos meses después, Wright leyó unos informes que calificaban el suero como un remedio de curandero. Sufrió una inmediata recaída. El médico dijo entonces a Wright: “No crea lo que lea en los periódicos”, y le inyectó agua diciéndole que era una versión “doblemente eficaz del medicamento”. Una vez más, el tumor se fundió. Wright fue “la viva imagen de la salud” durante dos meses más, hasta que leyó un informe definitivo en el que se decía que el krebiozen era inútil. Murió dos días después.

Esta historia es considerada uno de esos casos raros que la medicina no puede explicar. Pero ahora los científicos observan que el efecto placebo es más poderoso de lo que se creía y estudian los mecanismos biológicos que pueden convertir un pensamiento en un cambio celular. También se están dando cuenta de que gran parte de la percepción humana no se basa en el flujo de información que llega al cerebro desde el mundo exterior, sino en lo que el cerebro espera que ocurra.

Complacer

Un placebo -del latín placere- siempre ha sido un falso tratamiento que un médico administra para complacer o tranquilizar. Unos médicos de Tejas llevaban a cabo un estudio de cirugía artroscópica de la rodilla, para la que se utiliza anestesia general, en el que se asigna a pacientes con rodillas doloridas y desgastadas una de estas tres operaciones: raspar la articulación de la rodilla, limpiar la articulación o no hacer nada.

En la operación que consistía en no hacer nada, los médicos anestesiaban al paciente, hacían tres pequeños cortes en la rodilla como si fueran a insertar los instrumentos habituales y después fingían que operaban. Dos años después de la intervención, los pacientes que se habían sometido a la cirugía falsa revelaron el mismo alivio del dolor y la hinchazón que aquellos que habían sido realmente operados. Una reciente revisión de un estudio sobre medicamentos antidepresivos reveló que los resultados de los placebos no eran inferiores a los de los fármacos.

Irving Kirsch, el psiquiatra de la Universidad de Connecticut que llevó a cabo la revisión, afirma: “Si uno espera ponerse mejor, lo consigue”. Sus descubrimientos fueron recibidos con gran escepticismo. Pero un estudio reciente de un remedio contra la calvicie reveló que en un 86% de los hombres que lo utilizaron se detuvo la caída del cabello, al igual que en el 42% de aquellos a quienes se había administrado placebo.

Algunos estudios tratan de explorar específicamente la efectividad de los placebos. En Coche Island, Venezuela, se hizo oler vainilla a unos niños asmáticos y se les administró un medicamento broncodilatador dos veces al día. Después, solamente el olor a vainilla sirvió para aumentar la función pulmonar en un 33% de los casos.

Kirsch afirma que los placebos son entre un 55% y un 60% aproximadamente tan eficaces como la mayor parte de los medicamentos activos en el tratamiento del dolor. Además, los placebos que alivian el dolor se pueden bloquear con un medicamento, el naloxone, que también bloquea la morfina. Durante un tiempo, muchos científicos pensaron que los placebos podían funcionar al liberar unas sustancias naturales del organismo parecidas a la morfina llamadas endorfinas. Pero Kirsch afirma que ésa no es la única explicación.

Los placebos pueden actuar globalmente en el organismo, pero también pueden tener efectos muy específicos. Por ejemplo, en Japón se llevó a acabo un estudio en 13 personas que eran alérgicas a la hiedra venenosa. Se frotó a cada una de ellas con una hoja inofensiva, pero se les dijo que era venenosa y se les tocó el otro brazo con hiedra venenosa diciéndoles que era inofensiva. Las 13 tuvieron un sarpullido en el lugar donde se frotó la hoja inofensiva. Sólo dos reaccionaron ante las hojas venenosas.

Las explicaciones sobre por qué funcionan los placebos se pueden encontrar en un nuevo campo de la neuropsicología cognitiva llamado teoría de las expectativas: lo que el cerebro piensa acerca del futuro inmediato. Como la teoría del condicionamiento de Pavlov, las expectativas implican un aprendizaje asociativo. Kirsch afirma que los tratamientos médicos que se reciben durante la vida son pruebas condicionantes que hacen que esperemos un alivio. Este aprendizaje previo muestra cómo se adquieren las expectativas, pero no explica la fuerza y persistencia de los efectos del placebo. Kirsch añade que estas respuestas se dan casi instantáneamente, sin pensamiento consciente y, por tanto, conectadas con el cerebro.

El palo y la serpiente

El mundo está lleno de ambigüedad. Un objeto largo y delgado visto a media luz podría ser un palo o una serpiente. Pero como el instinto de supervivencia indica que no es seguro tomarse el tiempo necesario para averiguarlo, el organismo desarrolla un mecanismo automático para prever lo que va a ocurrir. Como si fuera una serpiente. Esta expectativa acelera el procesamiento de las percepciones a expensas de la exactitud. Como en el mundo exterior, los estados internos de las personas tienen también una gran ambigüedad. Por eso, cuando en un experimento se administró a diferentes personas un fármaco que aumentaba la adrenalina, unas interpretaron que sentían ira; otras, euforia, y otras, nada en absoluto, dependiendo de lo que se les había dicho que debían esperar.

Psicosomática

               
Wilider Penfield (1891-1976), famoso neurocirujano canadiense, estaba fascinado. Su paciente acababa de describir, hasta el más mínimo detalle, una escena de su primera infancia. Aplicó el electrodo en otro lugar del cerebro, y miss B., el nombre en clave de la enferma, entonó una bella canción. Otro toque, y miss B. olfateó el aire cloroformizado del quirófano con auténtica delicia: ?¡huele a rosas!?, exclamó complacida. Después de muchas experiencias similares, Penfíeld empezó a dibujar la anatomía funcional del cerebro humano, señalando los núcleos nerviosos desde donde se gobiernan las más diversas actividades.  Pero, ¿quién gobierna? ¿De dónde salen las órdenes? Poco antes de morir, Penfield escribió: ?¡La mente estimula puntos precisos del cerebro, como el cirujano con su escalpelo… el cerebro es un ordenador y la mente, su programador!? Nunca se ha podido aclarar qué es la mente. ¿Se trata de un principio inmaterial, una energía esotérica que viene de una fuente exterior, como creía Penfield? ¿Es sólo una más de las muchas y desconocidas funciones del cerebro humano? ¿Es una creación personal, que adquiere vida propia a partir de cierto momento?  No sabemos. Lo que sí sabemos es que cuanto más se utiliza una parte del cerebro, más se desarrolla.  No es casual que, en el ?homúnculo de Penfield?, las partes del cuerpo que más se utilizan, como las manos y la boca, tengan las mayores proyecciones cerebrales.  Es cierto que todos nuestros actos, pensamientos, conducta, sentimientos, responden a la actividad de unas diminutas células cerebrales. Pero resulta mucho más importante saber que, en recorrido inverso, nuestros sentimientos y pensamientos influyen y modifican esas mismas células.
               
El premio Nobel español Santiago Ramón y Cajal, primer científico en describir las neuronas, demostró que sus terminaciones o dendritas se desarrollan más o menos según la estimulación y la actividad del organismo.  Auténticos cables vivos, las neuronas se organizan en complicadas redes de intercomunicación, que codifican y responden a todas nuestras experiencias. Ya el mero hecho de estar leyendo este artículo aumenta el metabolismo en algún lugar del cerebro, y está haciendo ramificarse a algunas dendritas, que buscan a otras en un estado parecido.  Si de repente tiene usted la impresión de comprender algo nuevo, es que sus dendritas acaban de encontrarse. Este es el primer proceso psicosomático: la modificación de la estructura física neuronal como efecto de una experiencia mental.  Cómo se produce, es un misterio. Pero el fenómeno parece dar la razón a Cajal cuando dijo: ?¡Toda persona, si se lo propone, puede ser el arquitecto de su propio cerebro!?
               
Todo el funcionamiento corporal está regulado y dirigido desde el cerebro: desde el sueño a la tensión arterial, pasando por la secreción de hormonas y la digestión de la comida. Un órgano diminuto, el hipotálamo, es la estrella de este mecanismo de regulación. Pero no está solo.  Por arriba, recibe conexiones del sistema límbico, responsable de la experiencia emocional.  De más arriba aún, los dos reciben instrucciones de la superevolucionada corteza cerebral, donde reside el poder de pensar y de ser consciente de sí mismo.
               
La salud y el bienestar sólo son posibles si estos tres sistemas se entienden y se ajustan entre sí, y, sobre todo, si no se dedican a desequilibrarse mutuamente. Un pensamiento mantenido con persistencia, el recuerdo de un agravio, por ejemplo, influye en el sistema límbico, que producirá un sentimiento de cólera sorda. Y, muy coherentemente, a través del hipotálamo, el mismo sistema límbico preparará al cuerpo para entrar en combate. Por eso, mucha gente tranquilamente sentada en una mesa de despacho, puede estar, en realidad, sobrecargando su organismo. Cantidad de hipertensiones, lesiones cardiacas y problemas musculares se fraguan así.

Este salto de los pensamientos y emociones a las funciones orgánicas constituye el segundo proceso psicosomático. Encontramos un buen ejemplo de ello en el estrés. Una vez que una situación ha quedado registrada como experiencia estresante, los efectos subsecuentes alteran en cadena todo el organismo, a través de dos sistemas que salen del hipotálamo: el nervioso autónomo o neurovegetativo, de acción muy rápida, y el neuroendocrino, algo más lento, pero de efectos más sostenidos. El primero es responsable de todos los movimientos internos, desde la dilatación de las pupilas hasta los latidos del corazón, pasando por las contracciones del intestino, la vasoconstricción de las arterias y mil funciones automáticas más que mantienen nuestro cuerpo funcionando. El segundo se encarga de la secreción de hormonas, primero en la glándula directora general, la hipófisis, y, a partir de allí, en todos los demás órganos endocrinos. El sistema neurovegetativo es el que hace que nos pongamos colorados o pálidos de emoción, o que nos entren palpitaciones.  El neuroendocrino es el que corta la regla y disminuye la libido en períodos de estrés y de depresión, por poner uno sólo de los muchos ejemplos posibles.

Mente y hormonas: sus relaciones a la luz de una nueva ciencia

               
La psiconeuroendocrinología, una nueva ciencia que estudia las relaciones entre los procesos mentales y las secreciones hormonales, está descubriendo cosas tan interesantes como el mecanismo que lleva a jóvenes ilusionadas por tener un cuerpo esbelto a padecer anorexia nerviosa, o la manera en que el estrés aumenta la vulnerabilidad a toda clase de enfermedades.

Pero las investigaciones psicosomáticas más sorprendentes van de la mano de la psiconeuroinmunología, que estudia los efectos de la mente en el sistema inmunitario, la red interna que mantiene la integridad del organismo. Este sistema detiene y destruye los microbios que entran desde el exterior, evitando así que produzcan enfermedades infecciosas, pero también vigila las células propias. De manera ocasional, en cualquier parte del cuerpo, por razones muy diversas, siempre hay alguna célula que se divide de manera aberrante, produciendo células anormales, que pueden llegar a ser cancerosas. El sistema inmunitario está al tanto, y si todo funciona bien, interviene inmediatamente, eliminando esas células atípicas. La gran sensibilidad al estrés de este sistema autodefensivo explica cosas tan extraordinarias como, por ejemplo, que sea mucho más fácil resfriarse cuando uno está triste o preocupado que cuando está en perfecta armonía psíquica.

En un reciente experimento norteamericano, un grupo de estudiantes de odontología permitió que se les hiciera una pequeña herida en el brazo, con un instrumento automático milimetrado para hacer siempre un corte de la misma longitud y profundidad.  Pues bien, la cicatrización de la herida tardó un 40% más de tiempo cuando el corte se hizo en periodos de exámenes que cuando se hizo en épocas de calma y relax.
               
Las células principales del sistema inmunitario, los linfocitos, tienen una pared de estructura muy parecida a una de las neuronas. Ambas son las únicas células del cuerpo capaces de almacenar información y de actuar consecuentemente, o sea, de aprender. Las más avanzadas investigaciones psicosomáticas sobre la actividad eléctrica y magnética de estas células nos están permitiendo ya elaborar hipótesis que parecen de ciencia-ficción: nuestra mente crea un campo electromagnético que hace vibrar a su ritmo a las estructuras dotadas de receptores para sintonizarlo.
                                 
Para terminar, no debemos pensar que estas relaciones psicosomáticas son siempre automáticas e impersonales. El cerebro utiliza todo el cuerpo como vía de expresión y comunicación. Cuando algo importante se crea mentalmente, una fuerza interior parece forzar su manifestación externa. Si no conseguimos expresarle con palabras, o con nuestra conducta, o a través de una obra de arte, puede que no nos quede más camino que el lenguaje de la enfermedad.

El efecto placebo (y nocebo)

                  En casi todas las investigaciones sobre la bondad de un nuevo fármaco es costumbre dar a un grupo de enfermos, llamado control, una sustancia inactiva o placebo, que puede ser, por ejemplo, miga de pan o pasta de almidón.  Lo sorprendente es que casi siempre se dan curaciones en este grupo, en ocasiones hasta del 30 o 40%.  Es el llamado “efecto placebo”, una curación que sucede sólo porque el enfermo cree que tiene que ocurrir. Pero las enfermedades imaginarias no son las únicas que responden a este efecto. Mucha gente se cura las verrugas,

Por ejemplo, untándolas con saliva o arrojando piedras por encima del hombro. En el extremo opuesto, está el “efecto nocebo”, reacciones negativas producidas por una sustancia inerte o por el condicionamiento o asociación automática de determinado estado, no terapéutico en sí mismo, con otro que sí lo es.           

Que estos efectos placebo y nocebo no tienen necesariamente que ver con la voluntad del sujeto, fue demostrado por Ader, el padre de la psiconeuroinmunologia, hace ya casi 25 años (ver dibujo). Dio a beber a unas ratas agua edulcorada, a la que se había añadido ciclofosfamida, un medicamento anticanceroso que induce molestias digestivas y además disminuye la respuesta inmunitaria. Cuando se recuperaron, volvió a poner agua edulcorada a las mismas ratas, esta vez sin ciclofosfamida.

Naturalmente, los animales no querían beber, pero al cabo de un tiempo lo hacían obligados por la sed. Aunque el agua era inocua, las ratas volvían a tener diarrea y vómitos y, mucho más interesante, su respuesta inmunológica se deprimió otra vez.
 
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