Respaldo de material de tanatología

HEDONISMO Y SENTIDO

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Prats, J.I. y Ortiz, E. (1999). Hedonismo y sentido. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (3), 37-46.

HEDONISMO Y SENTIDO

José Ignacio PRATS
Eduardo ORTIZ

Este artículo quiere ser una reflexión sobre algunos fundamentos de la logoterapia a partir de una de las sugerencias recibidas de parte del Dr. Gerónimo Acevedo en las recientes III Jornadas Encuentro de la A.E.S.L.O.1: nuestro punto de partida será su apunte en torno a la inmersión del hombre actual en el hedonismo.

I.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua consigna que el hedonismo es la doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida2. Semejante doctrina está ya en el origen de las controversias habidas entre Sócrates y los sofistas, y que supusieron el nacimiento de la ética en Occidente. Atenerse a lo natural es el criterio para guiarse en asuntos morales, pero la medida de la naturaleza es el placer o la satisfacción inmediata de nuestros deseos afirmaban algunos sofistas, manifestando ya avant la lettre uno de los postulados del credo del hedonismo. A lo que Sócrates respondió que, en ese caso, el hombre más feliz sería el enfermo de sarna, condenado a la “satisfacción” de rascarse sin parar3.

No todos los filósofos han sabido lidiar con el hedonismo de una manera tan expeditiva. Al decir de Max Scheler, el mismo Kant no fue capaz de superarlo por otorgarle un estatuto epistemológico  el de teoría  que no merece. De ahí la admonición que el primero hiciera en su Ética:
“rompamos, pues, de una vez con la hipótesis del hedonismo”4.

En cualquier caso, es innegable el predicamento (confesado o inconfesado) que esta hipótesis tiene en la forma mentis y en la praxis cotidiana del hombre contemporáneo. Su presencia es hoy especialmente manifiesta en la conducta de adolescentes y jóvenes.

II.

Desde el punto de vista de su estatuto epistemológico, el carácter contradictorio del hedonismo es patente: como ya hemos anunciado, el rango de teoría no le viene bien al hedonismo. En efecto, toda teoría incluye una determinada pretensión de validez general. Ahora bien: en el caso del hedonismo no sería descabellada la siguiente sospecha: ¿es la formulación del hedonismo un mero medio para aumentar el placer o el bienestar del que la emite? Si así fuera  como parece seguirse de las premisas hedonistas  , la implícita pretensión de validez o verdad de esta teoría quedaría reducida a su mera potencialidad de resultar más o menos placentera para quien la defendiera y propagara.

¿Y si en vez de una teoría, se presentara el hedonismo como una mera recomendación? Su situación no resultaría más ventajosa. Seguiría vulnerable a la sospecha anterior: ¿no será el consejo hedonista algo que resulta útil y agradable tan sólo a quien lo sugiere? ¿No será exclusivamente esa la única razón por la que lo formula?

Sin embargo, más que como una teoría o un consejo, el hedonismo suele presentarse como un ars vivendi (et moriendi). En este caso nuestra respuesta es la siguiente: creer que el sentimiento subjetivo de placer es el fin más elevado que un hombre pueda conseguir equivale a anular mediante la reflexión  pues se trata de una creencia  esa intencionalidad que es la propia del psiquismo humano: la autotrascendencia5.

Por último, recurramos al lenguaje ordinario: nosotros distinguimos entre “placer”, “satisfacción”, “bienestar”, “felicidad”, “gozo”, “bienaventuranza”, y sus correspondientes antónimos. Así como para deshacerse del escéptico basta poner en duda su permanente invitación a la duda, en el caso del hedonismo podemos volverlo contra sí mismo haciéndole esta pregunta: ¿se da la mayor felicidad cuando de lo único de que se trata es de sentirse a gusto?, ¿es el “placer” la experiencia más lograda que un hombre puede alcanzar? La respuesta es no.

Desde un punto de vista antropológico y existencial, la inmersión del hombre actual en el hedonismo constituye una inadecuada ubicación en la existencia por dos razones:

  primera, comporta un “fraude existencial” porque hace un objeto intencional del placer. Lo convierte en meta, siendo éste un estado6. Es decir, al igual que sucede con la felicidad, adviene como consecuencia de la entrega de uno mismo a algo o a alguien; en suma, como consecuencia del logro de sentido7. Por eso, si exhortamos a alguien a que se ría con ganas, bien podría replicarnos que antes le diéramos un motivo.

La arquitectura de nuestros estados emocionales muestra que están interconectados (holismo de la vida psíquica). En este sentido, sabemos que el placer más superficial (divertimento) suele cohabitar con el hastío, con el tedium vitae. Por el contrario, el dolor puede crecer al lado de una alegría profunda. Domina entonces esta última porque esta emoción está dotada de una mayor intencionalidad. Se trata de un sentimiento espiritual. Así por ejemplo, de entre los ingredientes que configuran la compleja vivencia de dar a luz, las mujeres reconocen la coexistencia de dolor y alegría antes referida. Lo mismo ocurre cuando se experimenta la separación de un ser querido al ausentarse éste para realizar una tarea o una misión ineludible. Con esta complejidad emocional nos encontramos también al recibir el cuidado solícito de una persona querida en el curso de nuestra enfermedad…

  la segunda razón es que una actitud hedonista elude la dimensión temporal a la que se refieren especialmente los valores (de experiencia, de actitud y de creación). La persona inmersa en el hedonismo se vuelve “ciega” a los valores. Los valores van perdiendo su fuerza de atracción, puesto que el sujeto sale de su campo. Se debilitan respectivamente la fuerza del valor y la voluntad del individuo de ir hacia él, de realizarlo. Hay pues una doble pérdida.

Los valores implican inevitablemente la vivencia de la distancia entre el ser y el deber ser. La ausencia de esta vivencia es la causa de la absorción del hedonista en una única dimensión temporal: la del instante presente. Y es que la instantaneidad es una característica de nuestra época. Uno de los recursos más extendidos de la publicidad consiste en ofrecer al consumidor un disfrute instantáneo del producto en cuestión, bien se trate de un café, de un viaje de placer o incluso de una propiedad inmobiliaria: ¡disfrútalo ya, y págalo luego!

El hedonista es pues un solipsista del momento presente. Niega la dimensión vectorial del tiempo: el pasado y el futuro se tornan simétricos al presente. No es extraño. Al fin y al cabo, la pasión no conoce un antes y un después. Claro que este desconocimiento recuerda la estrategia del avestruz: renunciar a pensar. Ya Epicuro (342 270 antes de Cristo),  iniciador de la escuela hedonista  hubo de enfrentarse a esta maniobra… que, por cierto, arruina ab initio cualquier teoría ética (incluso la hedonista). Su intento de solución fue, curiosamente, una propuesta ascética: cuanto más reducido sea el horizonte de expectativas, más probabilidad habrá de verlas satisfechas. El avestruz ha de sacar la cabeza del agujero: Epicuro hace intervenir el cálculo en medio de las experiencias placenteras. Al final, para minimizar el riesgo, el sosiego sin dolor es lo que importa. El sabio epicúreo se convierte en un sabio estoico8. Una vez más, nos topamos con una contradicción: para asegurar el logro de placer, hay que limitar nuestra ansia del mismo.

La fenomenología de nuestra conciencia cotidiana del tiempo contesta la concepción de lo temporal que esgrime el hedonista. En efecto, no es sólo que para nosotros el presente integra pasado y futuro. Es que la vivencia del presente resulta muy distinta, si sentimos que va bien o mal. Anticipamos, de manera inevitable, el futuro. Sólo lo contrario del “vacío existencial”, es decir, el gozo de una plenitud pregustada y no el placer por sí mismo, evita que la anticipación del futuro engendre temor.

La instantaneidad conlleva una pérdida de la narratividad, del proceso que entraña la renuncia de unos objetivos inmediatos para alcanzar otros de mayor realización humana. Es decir, supone una pérdida de sentido. No podía ser de otro modo: como ha puesto de relieve la filosofía hermenéutica contemporánea9, la identidad personal diacrónica es ininteligible al margen de una narración. Sólo ella permite integrar la variabilidad y la complejidad de la existencia humana sin impedirnos hablar de identidad. Y es que la persona es también los diferentes papeles que desempeña en los ámbitos (familiar, profesional, lúdico…) en que se desenvuelve. Sin una narración, no habría hilo conductor que enhebrara los hechos de una vida tan rica como es la humana. No habría sentido, y los hechos en cuestión no alcanzarían la categoría de acontecimientos que integran la vida de una persona. Pero entonces no podríamos hablar de historia. Acertadamente observa Viktor Frankl cómo
“el hecho de que el hombre normal y corriente necesite de algo como el cine o el teatro demuestra cuán cargado de sentido se halla lo histórico”10

Al espectador interesa tanto o quizás más que el tema, el desarrollo de la trama o argumento, o sea, su despliegue en el espacio y en el tiempo.

En suma, el problema del hedonismo es de metafísica del tiempo11. El sujeto queda atrapado en una experiencia circular del tiempo, perdiendo esa experiencia de la direccionalidad que tiene quien está orientado a un valor.

La persona queda “hiperflexionada” sobre sí misma, con la consecuente distensión noodinámica12. Y busca en el placer y en realidades espaciales la seguridad axiológica que no encuentra ahora. La fijación en lo espacial degenera en una primacía del tener sobre el ser, de la posesión de algo o alguien frente a la relación con algo o alguien. Se aleja así sin saberlo de la auténtica condición humana, cuya dimensión principal es la del ser o existir que fluye en el tiempo13.

Por otro lado, la distensión noodinámica acarrea como consecuencia la necesidad de contrapeso, “creando” una tensión, esta vez, artificial: ello explica la profusión en nuestras sociedades de conductas como los episodios de violencia juvenil o de actividades de un riesgo tan elevado como innecesario, etc.

Como la logoterapia ha defendido, la rehumanización de la psicoterapia depende del reconocimiento de una antropología adecuada, no reduccionista, es decir, que no soslaye ninguna de las tres dimensiones (espiritual, psíquica y física) que configuran el complejo fenómeno humano. El resultado terapéutico habrá de ser la recuperación paso a paso en el paciente de aquel campo polar de tensión antes aludido. La intervención logoterapéutica es justamente una ayuda en el esclarecimiento de los valores que el sujeto en cuestión debe realizar.

Contrariamente a los postulados hedonistas,
“el hombre puede fijarse una tarea por sí mismo y no para resolver sus tensiones internas, puede realizar esa tarea porque la considera justa e importante y no porque le permita satisfacer sus deseos o disminuir el peso de sus aspiraciones sociales. La logoterapia sustituye la fórmula nihilista de que el hombre es sólo (un animal más evolucionado, un producto del azar…) por la fórmula positiva de que el hombre es mucho más que”.14

Por otro lado, el sujeto que se deja llevar por la “lógica” del hedonismo, experimenta una amarga soledad, de la que intentará huir buscando nuevamente placer. Con lo que se cierra el círculo vicioso en que se ha convertido la vida del sujeto en cuestión. Sus relaciones personales son pseudo solidarias. No le interesa del otro nada que pueda amenazar su búsqueda unilateral de placer.

Este escenario interpersonal cabe dentro de la categoría de existencia inauténtica  sugestivamente descrita por Kierkegaard, Heidegger y Jaspers. Es el espacio de la experimentación. A él se opondría la relación recíproca15 que sólo ocurre en el “puente antropológico”, es decir, en el espacio auténticamente personal que hay entre (zwischen)16 el yo y el tú.

III.

En la dimensión psicológica, la consecuencia es que el sujeto hedonista se encuentra en una situación de grave riesgo. O está ya sumido en el “vacío existencial” o se apresura por la pendiente que conduce a él.

Para la logoterapia está contraindicada la persecución (confesada o inconfesada) del placer como objetivo prioritario de la vida. En efecto: las páginas que Viktor Frankl ha dedicado a este asunto ponen de manifiesto que la hiperintención en la búsqueda del placer lo bloquea. Ilustran este hecho los abundantes casos clínicos de frustración en la relación sexual recogidos por el psiquiatra vienés. Convertida en objetivo primario de la conducta, la búsqueda de satisfacción del deseo de placer, lejos de producir  como podría esperarse según un esquema homeostático  un sujeto satisfecho, puede dar lugar a una impotencia sexual o producir más bien un sujeto insaciable y ávido de placer (o de agresividad). Refiriéndose a esto, Frankl habla de inflación sexual. En su relación sexual, el sujeto hedonista necesitará que su compañero/a sea cada vez más un medio, un objeto de su satisfacción. Es decir, la actitud hedónica constituye una cosificación y por tanto una manipulación del otro que deshumaniza a ambos y es causa de frustración existencial. Por ello, la relación sexual en que se implica el hedonista fácilmente se sume en el anonimato, tiende a ser descomprometida…y queda al final desprovista de su carácter personal y de la conciencia responsable de las consecuencias que se derivan de todo acto humano.

Como apunta E. Lukas, cuando falta la relación personal y el acto sexual se utiliza per se como fuente de placer, entonces la relación sexual queda privada de la estructura de sentido que no es otra sino ser una función expresiva de la relación amorosa:
“es cierto que emocionalmente sigue resultando agradable o excitante; pero, desde el punto de vista espiritual, aparece más o menos como una acción vacía y, una vez que ha disminuido la sensación agradable (…) queda la sensación de vacío”.17

En el individuo que ha hecho del hedonismo su estilo de vida aparece disociada la pulsión sexual respecto a la auténtica relación amorosa, gracias a la cual aprehendemos al otro en su irrepetible individualidad. Eso es lo que hace del otro un “tú”, frente al compañero más o menos anónimo  alter ego de la relación meramente instintiva o pulsional. Sin embargo, amor y pulsión sexual quedan conciliados en una adecuada concepción antropológica de la relación entre varón y mujer. El impulso sexual es un medio de expresión del amor y la capacidad de amar es el vehículo de la maduración de las pulsiones, al imprimirles una dirección.

Por eso, más que de conciliación entre amor y pulsión sexual, hemos de hablar de integración de la última (dimensión psicofísica de la persona) por parte del amor (dimensión espiritual de la persona). Y es que sólo una ordenación semejante de las diferentes dimensiones de la persona humana consigue explicar al hombre qué es el hombre.

Al respecto dice V. Frankl:
“cuanto menos cree una persona en la posibilidad de ver realizado su deseo de amor, más necesitará la mayor satisfacción posible de sus pulsiones. Lo tragicómico de todo esto o, si debo llamarlo así, lo satírico es que la persona en cuestión adopta la postura de un héroe”.18

La técnica logoterapéutica de la derreflexión19 liberará al sujeto del objetivo hedónico. Al propiciar la adecuada inmersión del hombre en el mundo, el sujeto quedará liberado de su ceguera ante los valores. Podrá orientarse a una meta propia de la condición humana, a saber, la auténtica relación amorosa dotada de plenitud de sentido. Sólo entonces obtendrá el placer correspondiente a la experiencia en que se encuentre involucrado. De este modo, el sujeto ensancha su vivencia de las relaciones humanas, hasta el punto de recuperar la primigenia exclamación antropológica: “¡Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!” (Génesis, 2, 23a).

En conclusión: urge una pedagogía del “por qué”, atenta por consiguiente a la realidad del sentido. Asimismo esta pedagogía depende de un “para quién”: ha de servir a una auténtica imago hominis. Sólo así se fortalecerá esa personalidad débil que es la hedonista.

José Ignacio PRATS es pedagogo y Eduardo ORTIZ es Doctor en Filosofía.

NOTAS

1 Los días 10, 11 y 12 de Septiembre de 1999, en Martutene Donostia (Gipuzkoa) bajo el tema: “Metodología del abordaje logoterapéutico”.

2 “Hedonismo” procede del vocablo griego ????? placer.

3 En el diálogo de Platón que ha llegado a nosotros con el título de “Protágoras”.

4 Max Scheler (1941), tomo I, p. 67.

5 La logoterapia estima como “lo humanissimum la autotrascendencia radical y en especial su aspecto teórico motivacional, es decir, la orientación fundamental del hombre hacia el sentido” (Frankl (1990), p. 265).

6 Según Frankl ((1992), p. 72 77), el hedonismo tiene la nefasta consecuencia de nivelar toda posible finalidad humana, toda intencionalidad y toda emoción moral. Nuestra experiencia cotidiana habla sin embargo a favor de una vida psicológica más diferenciada y rica de lo que el hedonismo, de ser cierto, supondría.

7 Frankl (1996): “Denn Lust ist das Ergebnis von Sinnerfüllung” (p.45).

8 Más allá de las reivindicaciones contemporáneas de Epicuro y su escuela (el Jardín), nadie esconde hoy las dificultades que tuvo esta escuela de filosofía moral para conciliar la complejidad de los elementos (sensibles, racionales, hasta místicos) que integran su doctrina. Cfr. Por ejemplo, Manuel Fernández Galiano, “Epicuro y su Jardín”, en V.Camps (ed) (1988), vol. I, p. 248 281; sobre todo p.271, 278.

9 A. MacIntyre (1987), cap. 15; P. Ricoeur (1990), cap. 6.

10 Frankl (1992), p. 120.

11 Como afirmó el profesor Acevedo en las III Jornadas Encuentro de la A.E.S.L.O. Cfr. G. Acevedo (1998), p. 39.

12 Opuesto al de “homeostasis”, el término “noodinámica” designa el campo polar de tensión que existe entre el hombre y el sentido por el que es requerido y que está llamado a realizar. Apunta por tanto a esa dualidad entre ser y deber ser, que es propia de la existencia humana (Frankl (1992), p. 17; Frankl (1998), p. 148)

13 “nuestra alienación contemporánea no es más que consecuencia de la idolatría espacializante. Espacio es tema relativo al verbo “tener” y al verbo “poder” (…). Nos engañamos con espacio. Auténticamente vivimos en el tiempo. El tiempo no se adquiere, no se compra, no se conserva. Se da, fluye, va y viene. En el tiempo no hay status posible” ( J. Barylko (1977), p. 253); “somos rehenes de esta cultura que exalta y adora lo exterior y lo urgente (…). Se intenta disimular el cuerpo en tanto “tiempo”. El tiempo transcurrido se convierte en un disvalor y lo nuevo, en el único valor” (G. Acevedo (1998), p. 32 33)

14 E.Lukas (1983), p. 52.

15 M.Buber (1993), p. 21.

16 Es el término que utiliza M.Buber en su famosa obra de 1938, “Was ist der Mensch?”

17 E. Lukas (1983b), p. 99.

18 Frankl (1992b), p. 96. A la literatura española debemos algunas de las descripciones más magistrales del personaje de Don Juan, que ilustra bien a las claras ese prototipo de seductor, libertino y mujeriego.

19 Como es sabido, la capacidad de autotrascendencia es la condición humana necesaria para la posibilidad de semejante técnica.

BIBLIOGRAFIA CITADA

  G. Acevedo (1998), La búsqueda de sentido y su efecto terapéutico, Buenos Aires: Fundación Argentina de Logoterapia “Viktor Frankl”.
  J. Barylko (1977), Introducción al judaísmo, Fleischman & Fischbein eds.: Buenos Aires.
  M.Buber (1993), Yo y Tú, trad. C.Díaz, Madrid: Caparrós Editores.
  V.Camps (ed.) (1988), Historia de la ética, vol. I., Barcelona: Grijalbo.
  V. Frankl (1990), Logoterapia y Análisis Existencial. Textos de cinco décadas, trad. J.A. de Prado Díez, R.Wenzel e I.Arias, Barcelona: Herder.
  V.Frankl (1992), Psicoanálisis y Existencialismo, trad. C.Silva y J.Mendoza. F.C.E.: México.
  V. Frankl (1992b), La psicoterapia al alcance de todos, trad. Diorki, Barcelona: Herder.
  V. Frankl (1996), Sinn als antropologische Kategorie /Meaning as an anthropological category. Ed. Bilingüe, trad. J.M. DuBois, Heidelberg: Universitätsverlag C.Winter.
  V. Frankl (1998), El hombre en busca del sentido, trad. Diorki, Barcelona: Herder.
  E. Lukas (1983), Tu vida tiene sentido. Logoterapia y salud mental, trad. Eloy Rodríguez Navarro, Madrid: Ediciones S.M.
  E. Lukas (1983b), Tu familia necesita sentido. Aportaciones de la logoterapia, trad. Eloy Rodríguez Navarro, Madrid: Ediciones S.M.
  A.MacIntyre (1987), Tras la virtud, trad. A.Valcárcel, Barcelona: Grijalbo.
  P.Ricoeur (1990), Soi même comme un autre, Paris: Éditions du Seuil.
  M. Scheler (1941), Etica. Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético, vol.I, trad H. Rodríguez San, Revista de Occidente: Madrid.