Respaldo de material de tanatología

COSAS QUE SE DEBEN HACER

Cuando queremos ayudar a una persona que ha perdido un ser querido

1. Leer e informarse de todo lo relacionado con el duelo, la aflicción y el luto. De esta forma la ayuda será más efectiva. Además, deberán mantenerse abiertas las puertas de la comunicación. Si no sabe qué decir, pregunte: “¿cómo ha estado hoy?”, “¿Cómo va el día?”.

2. Mantener los oídos atentos para escuchar el dolor, la tristeza, la rabia, la frustración, la soledad y todos los otros sentimientos que acompañan a la aflicción. Intente escuchar un 80% del tiempo y hablar solo un 20%. Hay muy pocas personas que se tomen el tiempo necesario para escuchar las preocupaciones más profundas de otros.

3. Permita y anime la expresión de los sentimientos de dolor y tristeza por la pérdida del ser amado, sin salir huyendo ante la expresión de los mismos. Establezca un contacto físico adecuado (por ejemplo, poniendo el brazo sobre el hombro del otro o dándole un abrazo cuando fallan las palabras) y aprenda a sentirse cómodo con el silencio compartido en lugar de intentar hablar para animar a la persona. Además, sea paciente con la historia de la persona que ha sufrido la pérdida y permitirle compartir sus recuerdos del ser querido.

4. Preste, indefinidamente y mientras sea necesario, sus hombros, brazos y pecho como consuelo para sostener la afligida existencia de su afligido hermano.

5. No espere a que el deudo busque ayuda, tomaré siempre la iniciativa visitándolo o llamándolo. Puede también ofrecer ayuda concreta con las tareas de la vida cotidiana. Lo importante sigue siendo estar ahí.

6. Contribuya a que el apoyo y la comunicación efectiva de la familia sean los instrumentos más efectivos que faciliten la recuperación por la pérdida del ser amado.

7. Respete las diferencias individuales en la expresión del dolor y en la recuperación del mismo.

8. Este atento a la presencia de reacciones anormales o distorsionadas del duelo.

9. Anime la realización de todas las actividades necesarias para la promoción, mantenimiento de la salud y prevención de enfermedades durante el duelo.

10. Una vez alcanzada la recuperación, anime y colabore en el establecimiento de grupos de auto-ayuda en mi vecindario.

EL ARTE DEL BIEN MORIR

Sobre el Cómo Ayudar a Otros a Bien Morir

Biblioteca Básica de Tanatología
Introducción
El “Ir-Muriéndose” (Conociendo al Enfermo Terminal o Moribundo)
El Entorno Afectivo
Las Artes
Bibliografía
Respecto a esta ciencia del morir, sólo de ella podemos decir que llegará sin falta el día en que nos será exigida su aplicación
Séneca: Cartas morales a Lucilio, LXX
Aun cuando podamos asegurar que en nuestros días el dolor antes intratable puede ser dominado, y que la incomodidad y la angustia de morir pueden ser aliviadas por una asistencia multidisciplinaria y multidimensional apropiada, la negación de la muerte y su inversión persistirán como un reflejo de esos profundos cambios en la consciencia colectiva. El problema no es tanto el dolor físico, más bien es el dolor de tener que morir.

No hay duda de que la muerte no es un suceso menor ni accidental, sino más bien la consecuencia natural de una vida que se ha consumado. Así, tratamos con individuos aún vivos, sometidos a un acelerado proceso de ir-muriéndose dentro de esa vida que aún existe y con quiénes la comunicación no siempre puede establecerse: una veces -las más- las barreras son de orden psicológico.

Nuestro éxito en estos quehaceres no proviene de “curar al enfermo de su morir” sino más bien del permitirle que muera siendo él mismo -según su propia y particular historia- sin los molestos aditivos que provienen de un inapropiado control de los síntomas físicos, de una comunicación defectuosa y de una falta de solidaridad.

Si el ir-muriéndose se acompaña de un adecuado control de los síntomas físicos, de una comunicación competente y de una solidaridad natural y espontánea, es probable que sólo nos quede el difícil problema de resolver el dolor de tener que morir.
AUTOR
J. Montoya Carrasquilla, MD, MS
Página Sobre El Duelo
2.1. Dimensiones del morir y problemas relacionados
El tiempo, dimensión central del moribundo
Pérdidas y ganancias
Esperanza y desesperación
La espiritualidad
El entorno o universo de relación
La incertidumbre
Sentimientos negativos
Pérdida de control
Amenaza a la auto-estima
2.2. Valoración de las pérdidas asociadas
2.3. Consecuencias del fallecer
El deseo de pertenencia y la necesidad de consideración
La angustia
Causas de la angustia en el enfermo moribundo
La regresión
Las causas de la regresión
El repliegue sobre sí mismo
Causas del repliegue sobre sí mismo
Causas de la depresión en el enfermo moribundo
El suicidio o el deseo de morir
2.4. Mecanismos de defensa frente a la angustia y la depresión
2.5. La dinámica del proceso de ir-muriéndose
3.1. La familia del que muere
3.2. La familia como un todo
Organización y funcionamiento familiar
El subsistema conyugal
El subsistema parental
El subsistema filial
El subsistema fraternal
Los abuelos
3.3. La familia como facilitadora de cuidado al paciente
3.4. El trabajo con los familiares: aproximación centrada en la familia
4.1. Conductas y técnicas de entrevista
4.2. La información
La comunicación de la situación real: el problema de la verdad
Cómo se debe informar
Cuándo se debe informar
Dónde se debe informar
Quién debe informar
Cuando la familia se opone a toda información: la conspiración del silencio
4.3. Abordaje
Generalidades
Pautas generales en el estrés agudo
Según la dinámica del ir-muriéndose
4.4. Respuestas inadecuadas
Links de interés
desde el 27 de Mayo de 2001
Abordaje Psicoterapéutico del Enfermo Terminal
Comunidad El Arte de Morir

LINKS DE INTERÉS

LINKS DE INTERÉS

    * Before I Die: http://www.wnet.org/archive/bid/

    * Bereavement & Hospice Support Netline: http://www.ubalt.edu/bereavement/

    * Center to Improve Care of the Dying: http://www.gwu.edu/~cicd/

    * Choice in Dying: http:www.echonyc.com/~choice/

    * Death and Dying Overviews: http://www.growthouse.org/links.html

    * Project on Death in America: http://www.soros.org/death/index.htm

    * Death, Dying and Grief: http://www.emanon.net/~kcabell/death.html

    * Welcome to GriefNet: http://rivendell.org/

    * Hospice Foundation of America: http://www.hospicefoundation.org/

    * Hospice Net: http://www.hospicenet.org/

    * Sociology of Death and Dying: http://www.trinity.edu/~mkearl/death.html

    * National Hospice Organization: http://www.nho.org/

    * Thanatolinks: http://www.lsds.com/death/

    * Hospice & Palliative Care: http://www.palliativecare.org/

    * Death Clock: http://www.deathclock.com/index2.html

    * Grieve Well: http://www.grievewell.com/

    * Vivir la Pérdida (en español): http://www.vivirlaperdida.com

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    * WidowNet: http://www.fortnet.org/WidowNet/

    * Grief Resources: http://www.webhealing.com/links.html

    * Grief Watch: http://www.griefwatch.com/

    * Red Iberoamerticana de Intervención en Duelo: http://groups.msn.com/tododuelo/homepage/

    * Suicidio: http://groups.msn.com/suicidio3/homepage/

    * El Arte de Morir: http://groups.msn.com/ElArtedeMorir

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-Guía para el Duelo. Funeraria San Vicente, Medellín. 2001
-Requerimientos de la personalidad para una exitosa labor en las artes y el buen hacer del funerario (primera parte). Memorial, Nº 38, páginas 29-31, Julio-Septiembre de 2001
-Requerimientos de la personalidad para una exitosa labor en las artes y el buen hacer del funerario (segunda parte). Memorial, Nº 39, páginas 21-23, Octubre-Diciembre de 2001
-La muerte como trabajo, Revista Celestial, Año 2, número 2. 2002
-http://www.artemorir.homestead.com/index.html
-Experiencia de la muerte (primera parte). Memorial, Año 14, Nº 41, páginas 14-16, Abril-Junio de 2002
-Experiencia de la muerte (segunda parte). Memorial, Año 14, Nº 42, páginas 18-20, Julio-Septiembre de 2002

PAUTAS GENERALES PARA EL MANEJO DEL ESTRÉS AGUDO EN DUELO

Intervención en crisis
(Evaluación Personal in situ o telefónica)
I. INTRODUCCIÓN
Un principio rector de nuestra actitud ética es la consideración de que el deudo es un individuo normal, sometido a una circunstancia profundamente perturbadora y estresante, y que responderá a ella de acuerdo a su verdadera y específica historia personal y a su propia circunstancia biopsicosocial y familiar. Además, en la expresión del dolor por la pérdida de un ser querido intervienen una serie de factores que son propios a cada circunstancia.

El diálogo con un deudo presupone en principio las condiciones psicológicas de todo buen diálogo, y estas son, entre otras, la actitud de respeto a la interioridad del otro, el escuchar realmente lo que se dice y lo que no se dice expresamente, el ayudar al otro a que perciba por sí mismo sus problemas y a que descubra la dirección de una solución.

Existen algunos elementos particularmente deseables que son condiciones para el establecimiento de cualquier relación humana y profesional con el deudo, matizadas por la flexibilidad que rige a todo intercambio bidireccional y que constituyen la actitud de apoyo o soporte (de “acompañamiento”) propuesta en la asistencia al deudo:

1. Interés y preocupación genuina por el deudo y su familia (la preocupación es uno de los atributos más altamente valorados, junto con la compasión; pocas cosas pueden molestar más que un compromiso fingido).
2. Sentimientos amigables o calurosos hacia él (empatía).
3. Autenticidad, real, natural, honesta y sincera.
4. Calidez, espontánea, acogedora y preocupada.
5. Deseo de ayudar.
6. Continuidad en la ayuda ofrecida, tanto al deudo como a la familia.

A. Respecto al asistente
1. Una forma de entrevista tranquila, no preocupada, es importante, aun cuando pueda ser corta; una entrevista de veinte minutos es a menudo suficiente para el muy angustiado. Recuerde que lo má importante es escuchar; así, ahorre palabras y no hable mucho.
2. Enfoque la entrevista en el deudo y concédale suficiente atención a sus problemas, de lo contrario puede reflejar un rechazo general a preguntarle sobre problemas que usted no puede o no quiere tratar.
3. La esencia misma de la atención a los deudos es acompañar, y no “curar”; si parte de la idea de que su ayuda es para quitarle “del todo” el dolor al deudo, vivirá su presencia y persistencia como un fracaso, circunstancia que a su vez repercute en la manera de tratar al deudo. Por otro lado, “no hacer nada” es un factor fuertemente creador de ansiedad; para cada situación existe siempre un momento determinado para “hacer” y otro para “escuchar”. Solo cuando el deudo es rechazado porque su dolor (o su forma de expresar su dolor) es inaceptable, el “no hacer nada” llega a ser angustiante.
4. No existe un modelo de pérdida, tipo de muerte, edad, circunstancias familiares u otro indicador en el que poder confiar para decidir cómo se va usted a enfrentar a un deudo en crisis. No obstante, si que existe un modelo de conducta, aquella que propicia una vía de comunicación permeable y no interrumpida por los obstáculos que el propio asistente pone en la misma.
5. La adaptación de la atención a cada deudo es una necesidad evidente puesto que este deudo en particular es diferente de los demás; la flexibilidad y la adaptabilidad de los comportamientos debe ser la única norma común. Además, es preciso reconocer que las necesidades del deudo y su familia cambian con el tiempo: lo que hoy con su intervención pudo ayudarle, tal vez mañana no lo haga pues sus necesidades con el tiempo pueden llegar a ser más complejas.
6. Usted no es inmune al dolor del otro; en el momento en que construya una “coraza protectora” perderá su capacidad de “asistir”, de “compasión”, aun cuando conserve un manejo adecuado y científicamente elaborado del duelo agudo. Por otra parte, el asistente no puede suprimirle de una vez al deudo el sentimiento de “estar sólo en su dolor” y el “dolor de la pérdida” del ser querido (es decir, no puede “quitarle milagrosamente” su dolor), pero si comparte con él esos sentimientos mediante una relación adecuada y en conversaciones sinceras, podrá sin duda abrir entre ellos y usted un camino de acompañamiento que, gracias a esa solidaridad, se le haga soportable su dolor.
7. Muchas personas temen no ser capaces de encontrar las palabras apropiadas o el momento oportuno para hablar con una persona en duelo. Tal temor tiene que ver con la concepción muy generalizada de que las personas que asisten a personas en duelo tienen que decir “aquello” o al menos “algo”; concepción que es, por supuesto, errónea. No sólo por que en ocasiones las preguntas más expresas no se formulan como demanda de una respuesta sino como expresión de una sensación, sino porque la capacidad para escuchar está por encima de la capacidad para decir algo.
8. En principio, lo que se espera del asistente no es “que diga algo de lo que el deudo pueda sacar provecho”, sino el que asuma el sentimiento en el que se hizo la manifestación; es decir, que sea capaz de escuchar-sin intervenir todo aquello que acosa y angustia al deudo en el momento mismo de la entrevista. No bebe dar consejos, debe escuchar y propiciar un ambiente de conversación sincera y abierta. El dolor, el miedo, la rabia, la culpa, el desasosiego, la preocupación, etc., pueden y deben ser expresados.
9. En el trabajo con deudos en crisis puede ser frecuentemente que usted se sienta irritado, nervioso, desasosegado y con ganas de que “todo este trabajo acabe pronto”: no se encolerice. Esto no le sirve de nada pues algunos deudos pueden no comportarse según las reglas habituales de convivencia por que su situación actual es nueva y tremendamente perturbadora, aunque para usted pueda ser muy repetida. Si usted adopta una actitud agresiva, corre el riesgo de desencadenar una reacción desmesurada.
10. No espere lo imposible; usted no hace milagros ni tiene las respuestas a todas las preguntas. Por ello, no se involucre en asuntos familiares, religiosos, legales o de venganza; remítalos a ellos mismos o a la autoridad competente.
11. Ayudar a los deudos supone admitir la muerte; si es sincero con usted mismo y lo pregunta, verá como sus sentimientos son idénticos a los de otros. Aunque la muerte puede llegar a volverse una rutina para el asistente, recuerde que casi siempre es algo nuevo para el deudo.
12. Apiadarse del deudo no representa para él ninguna ayuda; la capacidad para estar a gusto con un deudo es una cualidad muy valorada.
13. Las respuestas a los distintos problemas que se originan en el trabajo con deudos deben buscarse en el mismo contexto en el cual se dieron origen; los recursos propios y del equipo son los elementos que constituyen la base en la cual encontrar las respuestas más aproximadas a las distintas demandas que puedan presentarse, matizadas por el sentido común y la empatía tan necesaria en este trabajo.

B. Respecto a la entrevista
1. Salude a la persona como normalmente lo haría, busque una silla y siéntese cerca de él/ella; quedarse de pie es considerado como despiadado y expresivo de un deseo de salir lo más pronto posible. Es mejor evitar tópicos como “no llore”, “no se preocupe”, “piense en los demás”, “tiene que ser fuerte”, etc.
2. La conducta que se tome ante el deudo debe ser apropiada: una actitud jovial y superficial, la cual parece negar la seriedad y gravedad de la situación, no es apropiada. El abatimiento y la tristeza tampoco son bienvenidos. La aproximación al deudo debe mostrar respeto y preocupación por la situación, y reflejar la voluntad de compartir intereses u otros aspectos de la vida del deudo sin enfocarse sólo en la pérdida. Un acompañamiento no ansioso es el tipo de interacción requerida, siendo sensible al humor de la persona.
3. En principio, deberá indicar claramente que tanto usted como la empresa están disponibles para acompañar al deudo el tiempo que el considere oportuno; la frecuencia y duración de las entrevistas futuras dependerá de la situación del deudo y, por supuesto, de su demanda. En gran parte, es el deudo quien decide el momento de tales entrevistas. Lo principal es estar disponible y no hacerse el sordo. Esta actitud evita imponer una entrevista a un deudo que puede no estar bien dispuesto.
4. Saber cuando terminar la entrevista también es importante; para algunos deudos diez minutos es mucho tiempo, para otros un hora es muy corta. Simplemente diga: “pienso que ya he estado lo suficiente”; si el deudo replica “no”, o “por favor quédese usted”, puede estar más tiempo. Si el deudo está de acuerdo con usted, es ciertamente tiempo de marcharse. La consistencia y la perseveración son fundamentales, así como la calidad del tiempo es más importante que su cantidad. No haga promesas -el deudo puede ser un experto en promesas rotas-, de apoyo efectivo.
5. Debe dejar que el deudo tome la iniciativa en la conversación. Sea un buen oyente y no se incomode por los intervalos en la conversación. No tiene que pensar que tiene que decir algo. Si el deudo confía en usted, se comunicará abiertamente.
6. Toda comunicación hablada envuelve un lenguaje no verbal y, en general, la comunicación no verbal es la más honesta; la solución más simple es no fingir. Por otra parte, el afecto físico como comunicación también es importante: una palmadita en el brazo, un ademán, un guiño o una sonrisa a menudo transmiten un entendimiento y una tranquilidad importante que no pueden ser expresados con palabras.
7. Debe enfatizarse que nada de lo que la persona diga carece de interés, no es importante o es indiferente; debe estar muy atento, incluso para aquello que parece irrelevante. Debe tratar de recordar cualquier cosa en particular que el deudo haya dicho; es más, las cosas que no haya dicho también deberán ser registradas.
8. El deudo debe tener la oportunidad de expresar toda la ansiedad y dolor de lo que está en su cabeza, hablar acerca de temas religiosos, sentimientos de rabia y culpa y de la esperanza en una vida más allá de la muerte. Aunque la filosofía del deudo y sus creencias religiosas deban ser respetadas, es también importante que usted sea honesto si se le pregunta acerca de las propias ideas y creencias; esta es una pregunta que muestra que el asistente aprecia el punto de vista del deudo aunque éste no sea compartido.
9. En el curso de estas entrevistas es necesario respetar los mecanismos de defensa, dejar que la persona muestre sus sentimientos, ser un niño si lo desea, o estar agresivo. La negación es con frecuencia un modo efectivo de tratar un problema tan grave como la pérdida de un ser querido.
10. Sin dar una regla, lo mejor que puede hacer es abordar estas entrevistas sin una idea preconcebida de lo que va a pasar, dejando siempre una esperanza al principio en caso de hablar de lo doloroso de la situación, y nunca darse prisa. El deudo suele ser el que da la pauta a seguir.
11. El no tener una visión exacta del curso del duelo y de las características de la aflicción aguda y, en consecuencia, de no poder acomodarse suficientemente a la situación y sentimientos del deudo, es un obstáculo con el que puede tropezarse el asistente poco experimentado o que demanda desde un principio el “tener todas las respuestas” sin antes conocer al propio deudo o al proceso de recuperación.

II. LAS HERRAMIENTAS
A. Escuchar y entender
Escuchar no es un procedimiento pasivo y distante, por el contrario, mediante esta actitud el asistente le transmite al deudo que él está interesado y es un miembro activo de la relación. La comprensión no se expresa por medio de “sermones”, “slogans” o comentarios muy largos al deudo, más bien debe economizarse el lenguaje intentando clarificar lo que el deudo está diciendo y ayudando a facilitar el flujo de la comunicación. El objetivo principal con esta herramienta es ayudar al deudo a que se exprese, y si el asistente hace preguntas innecesarias, habla muy a menudo, da explicaciones muy prematuras, reasegura muy rápidamente o desarrolla elaborados discursos, va a interferir con la comunicación del deudo.
B. Abreacción o Ventilación de sentimientos
Permite la comunicación verbal e infraverbal de sentimientos que habitualmente el deudo no expresa a nadie más, logrando de este modo reducir la tensión subjetiva y, por consiguiente, cierta disminución en los síntomas que dependen de ésta. Su efecto terapéutico es reforzado por la actitud comprensiva del asistente, desprovista de elementos condenatorios, culpabilizantes o moralistas.
C. Facilitación o Evocación
Con este elemento el asistente estimula la comunicación y obtiene mayor información de un tema determinado. La evocación puede ser directa o indirecta: es directa cuando se pregunta especificando lo que se quiere conocer pero siempre evitando sugerir la respuesta; para evitar respuestas inducidas no se deben hacer preguntas cerradas, que conduzcan a respuestas de Si-No. Si obtenemos una respuesta cerrada, se debe procurar re-formular la pregunta dándole igual peso a las alternativas propuestas. Es indirecta cuando se invita o estimula al deudo a continuar elaborando un tema sin especificar el contenido de lo que se quiere conocer; esto se hace generalmente repitiendo parte de lo que el deudo acaba de decir o utilizando “muletillas” en forma de pregunta o mostrando interés. Otra forma de evocación indirecta es resumir lo que el deudo acaba de decir o preguntar simplemente “)hay algo más que quiera añadir o decirme?”. Las pausas o silencios entre frases o comentarios del deudo a veces tan incómodos y angustiantes también pueden servir en algunos casos como estímulo indirecto para facilitar la comunicación de un determinado tema, particularmente aquellos más delicados y emocionalmente impregnados.
D. Apoyo
Esta herramienta incorpora todos los actos que comunican el interés o comprensión del asistente por el deudo o que promueven más seguridad en la relación. También se refiere a aquellas expresiones o acciones que se dirigen a restaurar el bienestar o confianza del deudo, especialmente cuando hay temor o ansiedad. El apoyo no debe hacerse hasta que se hallan examinado cuidadosamente los problemas primarios del deudo, ya que si su evaluación ha sido incompleta o si el apoyo se manifiesta muy rápidamente esto puede impedir que el deudo explique sus problemas completamente o puede causar desconfianza e inseguridad. Como elemento clave del apoyo, la reaseguración va orientada a indicar al deudo que su situación no es tan desesperada ni tan mala como él piensa (pues “hay cosas que pueden hacerse y que van hacerse a partir de ese momento en búsqueda de un alivio de su dolor”), pero siempre legitimizando conjuntamente sus sentimientos respecto a esa situación. El recordar al deudo su comportamiento en ese momento de crisis, una vez recuperado y enfrentado posteriormente a una situación semejante, es un recurso hábil y extremadamente útil de apoyo al deudo.
E. Clarificación
La clarificación no hace referencia a interpretaciones de lo que el deudo dice o expresa verbal o infraverbalmente, sino al procedimiento por el cual el asistente se asegura de que él y el deudo están entendiendo lo mismo. Tiene el fin de estimular o planear decisiones al indicar alternativas y consecuencias sin dirigir al deudo a seguir un curso específico de acción; clarificar no es igual a agregar información.
F. Persuasión o reestructuración cognoscitiva
Estrechamente ligado a la educación, esta herramienta pretende modificar de una manera más sistemática actitudes o conceptos erróneos o maladaptativos por medio de razonamientos de tipo lógico y racional; por ejemplo, ciertos niveles de depresión pueden deberse a metas muy elevadas o poco realistas en el deudo, y la clasificación de tareas, animando al deudo a tomar pequeños pasos gradualmente, favorece el sentido de dominio y disminuye la impotencia y la frustración mediada por objetivos no realistas en el deudo o en su familia. Debido al progresivo deterioro físico del enfermo esta herramienta requiere una constante reevaluación, adaptándola a las necesidades del deudo y, muy especialmente, sin olvidar que el propio deudo lleva una “contabilidad propia” de sus pérdidas, adaptándose la mayoría de las veces redistribuyendo sus tareas de forma anónima y encubierta.
G. Dirección
Son afirmaciones o actos que indican o exigen claramente lo que se debe hacer. En la atención al deudo se emplean dos variedades de dirección: directa, por ejemplo respecto a la forma de aligerar la tensión interna (ventilación), e indirecta, en cuanto a la familia, en forma de sugerencias en relación a aspectos emocionales y conductuales de la vida diaria en general (p.ej., terapia del hombro-oído-abrazo). La autoridad del asistente-experto en duelo sólo deberá emplearse cuando otras medidas menos potentes o incisivas hallan fracasado, o en caso de peligro inmediato a la vida del deudo, de otros a su alrededor o del sistema de apoyo psicosocial.
H. Educación
El ejemplo más claro de esta herramienta, que de hecho posee efectos terapéuticos, es cuando determinados síntomas (p.ej., presencia de un oleada de angustia aguda) están basados en concepciones erróneas (“infarto del corazón”, muerte inminente). La información que pueda impartir el asistente acerca de las oleadas de angustia aguda y de los otros síntomas/fenómenos que se presentan durante la fase aguda del duelo pueden tener un gran valor desde el punto de vista terapéutico y profiláctico. La educación del deudo y de la familia es una de las herramientas de mayor utilidad en la práctica asistencial, y cuyos beneficios dependen en parte del tiempo que el asistente dedique a su elaboración.
I. Sugestión
Se refiere a expresiones o actitudes no verbales que de una u otra forma dan consejo, dirección sutil o guía sin que el deudo se sienta obligado a realizar tal mandato. Hablarle a la familia acerca de los objetos personales del ser querido fallecido y de qué hacer con ellos, es una forma sutil de sugestión para lograr un alivio de la angustia asociada a ello.
J. Estructuración o Manipulación Ambiental
Información relacionada con la redistribución de roles y tareas, intervención de personas significativas en la vida del deudo y búsqueda de recursos dirigidos al confort del deudo en crisis y bienestar de la familia son ejemplos de esta herramienta.
K. Confrontación
Permite enfrentar al deudo con algún elemento de su comportamiento que no está siendo expresado verbalmente sino en forma no verbal, y que en algún momento puede adquirir características maladaptativas; por ejemplo, la irritabilidad siempre presente y permisible hasta cierto nivel puede tener que ser confrontada para lograr un nivel más adaptativo a la pérdida y a su proceso de recuperación. Por otro lado, comentarios como “lo noto muy decepcionado cuando menciono…”, “parece ponerse más nervioso cuando me habla de…”, entre otros muchos, son formas de confrontación que permiten explorar niveles infraverbales del área emocional del deudo.
L. Interpretación
Herramienta que, aunque de menor uso que las anteriores, puede llegar a ser muy útil en la práctica diaria con los deudos. Así, sentimientos de rabia o irritabilidad hacia algún miembro de la familia, otras familias, los servicios de salud, hacia la medicina en general o hacia el mundo, la sociedad, dios y la vida, pueden, tras su interpretación cuidadosa, lograr un mayor nivel de control y comprensión, tanto en el asistente como en el deudo.

III. ABORDAJE (El Proceso de la Atención)
El abordaje de los “momentos críticos” de estrés agudo (por lo demás muy frecuentes en el entorno funerario, tanto in situ, en la propia empresa y salas de velación, como telefónico) es en gran medida de continencia, entendiéndose ésta como a la serie de actos, expresiones y conductas dirigidas a “sujetar” o “contener” al sujeto ante una situación creada, proveyéndole de un marco de referencia en donde pueda sentirse protegido, comprendido y atendido en sus temores y angustias.

Para el manejo de estas situaciones se sugieren los siguientes pasos:

(1) UBIQUE: Sitúe a la persona en un lugar privado donde pueda dar expresión abierta a su dolor y siéntese junto a ella; esta habitación deberá ser cómoda, segura, austera y desprovista de objetos peligrosos. En caso de no disponer de este recurso (habitación),aíslese un poco de las demás personas, siéntese junto a ella y anime la expresión de los sentimientos  dolorosos. El acompañamiento deberá ser tan largo como la persona así lo exprese. Si la ayuda es por teléfono, pregunte el lugar dónde la persona se encuentra y las personas con quien se halla. En la medida de lo posible, intente siempre que esté otro familiar presente.
(2) LEGITIMICE: Es importante reconocer que los consejos “no piense más en eso”, “no se preocupe” o “no llore”, son pueriles, ingenuos, imposibles de lograr y no ofrecen ningún apoyo al deudo; por el contrario, al legitimizar sus preocupaciones (al decirle que es normal lo que siente) le situamos en un contexto de normalidad, pudiendo incluso introducirle en un rango de respuestas normales que pueden a su vez servirle como base y antecedente para futuras reacciones similares en otras fases del duelo. Más efectivo que asegurarle que todo irá bien es reafirmarle que nos ocuparemos de él y que hemos tomado las medidas posibles en tal sentido. Habitualmente el deudo tiene la necesidad imperiosa de saber y comprobar que se le presta atención, se le respeta y se toman medidas referentes a su situación emocional.
(3) PROGRAME: Si es posible, deberá decidirse conjuntamente un curso inmediato de acción, prioridades u objetivos a lograr (p.ej., control de la ansiedad y la angustia con medicamentos y/o con técnicas de relajación). Esto da al deudo una sensación de dominio y confianza, reasegurando el abordaje de cada uno de los problemas que le angustian y le preocupan.
(4) ACLARE: Ante preguntas del deudo, es importante no apresurarse a responder; suele ser más útil intentar con repreguntas, decodificando en realidad que es lo que le inquieta. Generalmente las cosas son mucho más simples de lo que la pregunta aparenta y de lo que en nuestra imaginación creamos; así, es importante no agregar nuevos temas, sino sólo contestar a los que está preguntando. Si usted no sabe la respuesta, sea sincero pero esperanzador (“buscaremos ayuda”).
(5) COMPROMETA: Considerar siempre a la familia como elemento de continencia es un aspecto fundamental de las intervenciones en crisis. Explique a la familia el proceso a seguir y la importancia de su colaboración y compromiso en el control de la situación actual. Si la ayuda es telefónica, pídale al deudo que le pase a otro familiar cercano y explíquele lo que se va a realizar.
(6) BUSQUE: Lo que realmente importa de la atención en crisis no es un profundo conocimiento y análisis de la estructura mental del deudo, sino una humana, somera, cálida y cordial relación asistentedeudo, adoptando una actitud de escuchar y comprender. Si no podemos aceptar hablar con él de lo que es su problema, sea lo que sea, porque supera nuestras fuerzas o recursos, debemos ser conscientes de ello y buscar el apoyo necesario en esta situaciones que pueden parecernos inmanejables.
(7) CONSIDERE: En una situación tan aguda como la del duelo, con frecuencia los pensamientos de suicidio suelen hacer presencia y generan una gran angustia en el entorno que rodea al deudo y en el propio asistente. Si los antecedentes personales del deudo son positivos para trastornos psiquiátricos, deberá hablarse con un familiar cercano y sugerirles ayuda profesional. En caso contrario, cuando no hay antecedentes, escuchar las quejas principales del deudo, jamás juzgar ni criticar, y orientar al deudo hacia una actitud constructiva o positiva es una forma de apaciguar la situación. En todo caso, no deje de sugerir ayuda profesional y/o remitir a la unidad del duelo de la empresa.
(8) TRATAMIENTO: Las crisis de pánico o su presunción deben ser abordados, en principio, desde un punto de vista farmacológico, es decir, con medicamentos, dada su capacidad para inducir conductas anómalas y perjudiciales para el deudo (disponer de un botiquín de urgencias), por lo tanto, deberá remitir a la unidad del duelo de la empresa y/o a los servicios médicos del deudo (seguridad social, empresa promotora de salud).
(9) ASEGÚRE: Una vez finalizada esta primera intervención, asegure al deudo la continuidad de la atención y los servicios que la empresa pone a su disposición (literatura, conferencia, consulta personalizada, grupos de duelo, talleres especiales). El objetivo es que el deudo internalice la idea de la empresa y sus empleados como “acompañantes de duelo” durante el período que el deudo y/o su familia así lo necesite.

NAVIDAD, REACCIONES DE ANIVERSARIO Y OTRAS FECHAS CONMEMORATIVAS

Nuestra vida está llena de días especiales, tanto en relación con otros como con las circunstancias que nos rodean, y que nos recuerdan o actualizan la pérdida de un ser querido de una forma aguda; estos días, colectivamente conocidos como “días festivos”, incluyen el día del padre o de la madre, día de los novios o del amor, las fiestas nacionales, la pascua y la semana santa, las reuniones familiares anuales, los aniversarios, el día de las brujas, los cumpleaños, el día del trabajo, el cambio de estación, el día de los difuntos, día de la semana en que falleció, hora del fallecimiento, otros días conmemorativos y, muy particularmente, la navidad.

Nuestras tradiciones, rituales y aún la comida especial de ese día son un recuerdo constante de nuestra pérdida. Son épocas del año en donde los sentimientos de pérdida se ven siempre magnificados, si bien más en unos días que en otros según las propias tradiciones familiares. Algunas veces no somos conscientes de ello y del cómo nos afectan, incluida la aflicción anticipatoria: ante los días especiales, no es extraño que se anticipe el malestar unos días antes y se sienta uno mal antes de que ellos sucedan, durante y unos días después. Estamos más irritables, deprimidos y ansiosos y los niveles de energía disminuyen.

Cualquiera que sea nuestra edad o el tipo de pérdida, los días festivos sin la persona amada serán ciertamente muy difíciles. Las antiguas costumbres se han terminado y nunca se repetirán de la misma manera. La risa, antes tan fácil, fluida y natural, puede llegar a ser solo una mueca o perderse totalmente; dar regalos, alguna vez tan divertido, puede parecer vacío y triste, carente de sentido; las canciones familiares, a veces tan reconfortantes, pueden atragantarse y acompañarse de lágrimas y un intenso anhelo. En verdad, hay algo de dolor que cuelga de la alegría que otros sienten: es difícil estar sin la persona amada y tener que ajustarse a esa nueva tradición por obligación y sin quererlo. Todo esto suele acompañarse de una gran cantidad de angustiantes preguntas: ¿Qué es lo que me está pasando? ¿Si seré capaz de aguantar esto? ¿Realmente deseo sobrevivir a esto? ¿Lo que siento es normal? ¿Me estoy enloqueciendo? Además, los festivos añaden su propia carga de preguntas. Es importante reconocer que hay muy pocas respuestas que sean universalmente buenas o malas a estas preguntas; en realidad, pueden haber muchas, dependiendo en parte de factores únicos a la situación existencial particular de cada uno: quiénes somos como personas, qué es lo que a nuestra familia le gusta, quién era, cómo y dónde murió nuestro ser querido, cómo y cuál era nuestra relación con esa persona, papel que ella desempeñaba en la realización del ritual de la fiesta, etc. De hecho, no todas las preguntas tienen que ser contestadas de forma inmediata o tienen una respuesta rápida y clara.

En la primera celebración de uno de estos días sin el ser querido nos duele todo con cada pensamiento de celebración: duele el cuerpo, el alma, el espíritu, el pasado, el presente, el futuro, etc.; en verdad, suele ser muy difícil encontrar una forma de celebración reconfortante. Aunque se hallan ensayado todo tipo de cosas que se supone sirven para enfrentarse a la perspectiva de un día especial sin el ser querido, nada parece servir ni adaptarse a nuestra nueva circunstancia. Todo lo que se quiere es “pasar de una vez” toda esa época que ahora es diferente y molesta y “despertar varios días después”. No encontramos paz y tranquilidad en ningún tipo de celebración; se llora con cada adorno que se pone en el árbol de navidad, con cada pastel cocinado, con cada vela encendida, con cada rosa recibida. Se siente rabia contra el destino o contra dios por permitir que una vida tan feliz y tranquila tomara ese rumbo; hay pesadumbre y deseos de que todo el mundo sienta el dolor que nos embarga. Estos días, días de reunión familiar, son días donde realmente caemos en cuenta del vacío existente: el ver continuamente el regalo perfecto para nuestro familiar ausente repentina y repetidamente nos recuerda que ellos ya no estarán más.

Aunque cada experiencia de pérdida es diferente (nivel de apego, impacto de la pérdida en la realidad personal, en el sentido de la vida, etc.), las fiestas provocan en nosotros dos tipos de sentimientos encontrados: por un lado, son un tiempo del año en que cada uno espera que todos los miembros de la familia estén juntos; por el otro, con su celebración llega a ser claramente doloroso que alguien falta. Somos conscientes de que enfrentar las fiestas es una parte necesaria para la curación del dolor, por ello puede ser frustrante el pretender que todo siga siendo como antes era: que duda cabe que mucho o todo será diferente: “… ya las luces de navidad no brillarán como lo hacían antes”. Sabemos que no podemos escapar del dolor ni esconder la verdad de lo inevitable de los cambios que se avecinan; todo lo que podemos hacer es ajustar nuestra actitud y cambiar nuestro estado mental. Y esto no es lo más fácil.

La pérdida de un ser querido nos deja con la sensación de perdida de control de nuestro mundo, nuestra realidad, nuestro sentido de la vida y aún de nuestra personalidad. Es importante que tenga presente que existen otras formas para que asuma el control de su propia vida. Comer y beber saludablemente es un buen comienzo. Mantenga un programa de ejercicios o empiece uno si no tenía costumbre. Trate de dormir adecuadamente y practique aquellas disciplinas que le proporcionan energía y le satisfacen.

¿Qué es lo que hoy necesita?
¿Cuáles son sus necesidades para esta época del año?
¿Necesita más noches de silencio y días tranquilos?
¿Necesita espacio vacío, espiritual y mental, con nada en el horizonte, tiempo para reflexionar y re-orientar mi vida?
¿Tiempo para que el cuerpo repose, tiempo para hibernar?

En general, este no será el momento más apropiado para hacer cambios drásticos, como empezar una nueva vida en otro vecindario o ciudad, celebrar el día festivo en un lugar lejano entre gente que no aprecia o no valora lo que le ha pasado. No obstante, algunos cambios pueden ser saludables e importantes de hacer. Cuando vayan pasando los días, deje saber como se va sintiendo con lo que está haciendo; pregúntese qué tanto quiere hacer, cuánto es capaz de tolerar y qué tanto rechaza y no desea hacer.

Si las tradiciones de las fiestas le producen un dolor intolerable, recuerde que usted tiene el poder de modificar y confeccionar sus propias fiestas de forma que se vean cumplidas sus expectativas actuales. Coja lo que le guste y deje lo que no. Al hacerlo así, se sentirá menos abrumado y estresado, menos deprimido y más capaz de tener unas fiestas tranquilas. Cada uno de nosotros debe encontrar su propia zona de confort, zona que puede ser radicalmente diferente de año en año. Nuestra preocupación somos nosotros mismos y nuestra familia inmediata. Se trata de encontrar conjuntamente la mejor forma de pasar las fiestas con el menor dolor posible. Sin duda apreciamos al resto de la familia, a nuestros amigos y compañeros de trabajo, pero no necesitamos hacer nuestros planes alrededor de sus necesidades sino de las nuestras: esperamos que ellos entiendan esto.

Ciertamente nada puede remplazar al ser querido perdido, pero hay cosas que pueden hacer menos pesados y terribles estos días. Recuerde que muchas otras personas se han enfrentado con lo que usted está encarando ahora mismo, y ellos han aprendido que es posible pasar a través de estas fechas y sobrevivir, incluso crecer a través de esta experiencia. Lo que ellos han aprendido es algo que usted puede aprender ahora; la forma en que ellos lo han hecho son formas que usted también puede adoptar.

Las siguientes serán sugerencias más que prescripciones. Úselas como ideas que puede utilizar. Compártalas para llenar distintas circunstancias y que le sirvan a sus necesidades personales para diseñar su propio sistema de apoyo y soporte para las navidades, reacciones de aniversario y otras fechas conmemorativas.

1. Organice una reunión familiar
Debido a que la celebración de las fiestas será muy traumática para unos y reconfortante para otros, será bueno que organice una reunión familiar para discutir la mejor forma de proceder. Deje que todos expresen sus sentimientos, pensamientos, necesidades y deseos sobre la mejor forma de celebrar las fiestas. La decisión sobre qué hacer deberá ser una decisión familiar por consenso, presencial, por teléfono o mediante delegación del voto; será entre todos los integrantes de la familia que decidirán cuáles tradiciones familiares continuarán y cuáles serán las nuevas que incorporarán. Una vez hallan decidido qué harán usted y su familia inmediata, comuníqueselo al resto de la familia y amigos; así se evitarán mal entendidos y los asistentes podrán obrar con propiedad. Durante la reunión preste especial atención a los deseos de los más afligidos por la pérdida: sus deseos deberán tener el mayor peso. A través del compromiso y la negociación todos pueden tener un poco de lo que necesitan. Tenga en cuenta que no hay forma buena o mala de celebrar ese día: cada familia deberá establecer su propio derrotero y hacer lo más correcto para ella. Finalmente, reconozca que no será fácil pasar estos días, no se ponga expectativas muy altas para usted y no se obligue a pensar que estará muy bien; además, no sea muy estricto en lo que se “debe hacer” estos días; es mejor que haga solo aquellas cosas que sean importantes o significativas para usted y su familia, así sea poco habitual o extraño. Si el hacer una determinada actividad le sienta mal, es mejor que no la siga haciendo y establezca sus propios límites.

Una forma efectiva de definir y planear los festivos consiste en fragmentar cada uno de ellos para aclarar, con la participación de todos los familiares, en qué consiste exactamente ese festivo en particular (qué le compone) y entonces analizar cada uno de sus componentes según la siguiente tabla (poner una “X” en la casilla correspondiente). Siempre será bueno que cada miembro de la familia realice su propia tabla y luego, por consenso, decidan los más propio según decisión de la mayoría.
Actividades que le componen
Conducta a seguir
Modificar
Aplazar
Evitar
Adoptar
Otra
Conservar
Empacar regalos
Cocinar
Cenar
Bridar
Bailar
Etc.
Este ejercicio es un ejemplo. En la columna “actividades que le componen” deberá escribir lo que para ustedes compone un día festivo en particular y hacer el ejercicio completo.

2. Acepte la legitimidad de su dolor
Cuando uno se enfrenta al primer día festivo sin el ser querido, debe empezar por reconocer que será muy doloroso. Así, reconozca su duelo, aún en medio de las fiestas, hablando abiertamente acerca de sus sentimientos y pensamientos; busque familiares o amigos que le escuchen sin juzgarle. Expresar sus sentimientos le ayudará a sentirse comprendido, con lo que podrá sentirse un poco mejor. Recuerde que su dolor es real y muy profundo, quizá lo más doloroso que usted halla vivido. Uno puede preguntarse cómo es que será capaz de hacerlo; un sentimiento normal es desear “saltarse” todo el festivo y no participar para nada en éste (“despertar al día siguiente”). La energía y el esfuerzo que usted gasta en encontrar algo para evitar ese día más bien podría invertirlo en cómo adaptarse y enfrentarse mejor a ese día. Este año será todo muy diferente y puede que no sea tan terrible como esperaba (para muchos la anticipación es más dolorosa que el enfrentamiento real).

3. Exprese todo lo que sienta
Uno de los factores más importantes para poder pasar unos festivos menos dolorosos es poner mucha atención a sus necesidades y sentimientos, aceptándolos y declarándolos a otros. Aunque nadie sentirá lo que usted siente, en la misma forma, al mismo tiempo o con la misma intensidad, confiese que algo terrible le ha pasado y que es natural que esto cause una reacción dentro de usted. Llore si quiere o necesita hacerlo, pero lo más importante es que reconozca la tristeza, el dolor o cualquiera de sus sentimientos como propios, permitiéndose sentirlos sin sentirse culpable o tener que dar explicaciones a otros. Recuerde que sus sentimientos rara vez le sacarán del buen camino; ellos usualmente le conducen a usted mismo. Algunos de los síntomas más frecuentes son:

A. Tristeza: Es triste pensar en lo que se ha perdido, en que nunca sucederá de nuevo, en que habrá que aprender a vivir sin; es doblemente triste hacerlo en una de las épocas más felices del año.
B. Ánimo depresivo: Desolación, desesperación, falta de energía, indiferencia, soledad, dudar respecto a sí algún día se sentirá mejor.
C. Ansiedad, temor y preocupación por lo que ha pasado, por cómo se luchará y si se sobrevivirá o no.
D. Rabia porque la gente no entiende sus necesidades, rabia por la forma en que ha ocurrido la muerte y quienes han estado involucrados, rabia consigo mismo, con dios, con todo el mundo.
E. Culpa: Rumiar sobre lo que hizo y no hizo mientras la persona estaba aún viva, por estar vivo y el otro no o porque usted tenga momentos de alegría en medio del duelo.
F. Apatía, entumecimiento, confusión, desorientación.
G. Otros: alivio, orgullo, respeto, alegría, compasión.

¿Qué cosas le ayudarán a sentirse mejor estos próximos días? Los festivos generalmente animan a las personas a hacer otras cosas como ofrecer su ayuda a otros; si esto le satisface, hágalo. Si siente que esa labor es una carga, considere usar esta fecha para darse usted mismo apoyo y ayuda, por ejemplo, cómprese algo que siempre había deseado. Recuerde que dar es dar, no importa quien sea el recipiente. Algunas personas tratarán de apresurarle a través de su duelo; otros pueden insistir en animarle o decirle qué hay que hacer o no hacer y cómo debería o no debería sentirse. Tenga paciencia y exprese lo que siente.

4. Acuda a otro/s cuando esté adolorido
Sentimientos compartidos son sentimientos disminuidos. Si la tristeza amenaza ser excesivamente opresiva, comparta sus temores, preocupaciones, sentimientos, aprensiones y ansiedades con alguien de su confianza, especialmente cuando las fiestas se aproximen. Confiar en otros eventualmente le ayudará a sentirse mejor y a ventilar y clarificar sus preocupaciones, además le hará sentirse cuidado y valorado a pesar de sus defectos. Dígales que serán momentos muy difíciles para ustedes y acepte su ayuda; usted apreciará el afecto y el apoyo extra durante estos días. Considere disminuir la velocidad y el ritmo de las cosas y disfrute más de las personas. Siempre será importante contar con un buen sistema de apoyo alternativo fuera del de su familia con el que pueda usted discutir sus sentimientos. Si otros familiares no están abiertos a reconocer su pérdida, lo mejor es que no los fuerce. Más tarde o más temprano explotarán y probablemente usted sea el blanco. Si necesita descargar un poco su dolor, establezca una red de apoyo y llame a sus amigos. También puede buscar apoyo en grupos de padres disponibles y dispuestos a ayudarle; investigue en hospitales, iglesias, centros comunitarios, funerarias, guarderías, etc.

5. Pronuncie el nombre de la persona fallecida
Algunos familiares y amigos se dedicarán a una conspiración del silencio debido a que ellos creen que mencionar el nombre de la persona fallecida hará el duelo, y el propio día festivo, más triste. Para romper esta conspiración, simplemente mencione su nombre en las conversaciones que tenga con ellos; cuando hable acerca de su ser querido, los otros sabrán que quiere hablar de ella y recordar a aquella persona que era tan importante en su vida. Al citar el nombre de la persona fallecida, usted también le dará permiso a otras personas para hablar de ella.

6. Deje conocer sus límites
No permita que otros le presionen en actividades que usted sabe que son muy molestas para usted. Deje que sus límites sean conocidos por otros que pueden estar decididos a no dejarlo estar triste o solo. Si prefiere estar solo un rato más bien que estar en un evento social, exprese sus sentimientos y deseos. Si le gustaría que lo incluyeran en una actividad determinada, dígalo. Los demás serán más capaces de ayudarle si ellos saben qué es lo que usted necesita. Recuerde que con el anuncio de muerte y la creación del “estatus de deudo”, se goza del derecho temporal de suspender nuestro interés por los requerimientos normalmente forzosos de la conducta, la atención, la amabilidad, la deferencia y el respeto por el entorno. Muchas personas en duelo tienden a aislarse para no incomodar a otros con su dolor y tristeza. El amor y el apoyo de la familia y los amigos en cartas, llamadas por teléfono, visitas o invitaciones son gratificantes y enriquecedores. Es una luz en el oscuro escenario del duelo. El martirio no es necesariamente una parte del proceso del duelo. Recuerde que sus familiares y amigos no leen su mente (aunque no le disgustaría que así fuera), déjeles saber sus deseos y lo que usted necesita para “pasar” ese día de fiesta. Tiéndales la mano y ellos responderán con amor y gestos curativos. Use el apoyo que otros desean darle.

7. Exprese su fe
La pérdida de un ser querido generalmente nos deja con profundos cuestionamientos filosóficos y teológicos, situación que se magnifica con las fiestas. Busque una iglesia o templo, un consejero o guía espiritual, una oración, una reflexión o únase a otros en un acto común de oración (p.ej., grupo de oración); continuar orando, meditando, reflexionando y uniéndose a otros ayuda a muchas persona a aliviar el dolor. Recuerde que su lugar de oración no tiene porque seguir siendo el mismo. Si usted es partícipe o miembro activo de una comunidad religiosa o espiritual, solicite que se tenga en cuenta el nombre de su ser querido o se dedique una oración especial durante el servicio; ambas cosas pueden ser gratificantes. Esto también permite que otros conozcan su duelo y obtenga apoyo extra. Algunas personas temen llorar en público, especialmente durante la ceremonia religiosa; lo más apropiado será no detener las lagrimas. Sea generoso consigo mismo y no espere mucho de sí, es decir, de su fortaleza. La preocupación por si llorar o no solo añade una carga adicional. Recuerde que si llora, descargará angustia y se sentirá mejor. Esto no tiene porqué arruinar el día de sus familiares, además, les proporcionará la libertad para hacerlo también si así lo desean o sienten.

8. Ocúpese en cuanto pueda
Hay mucho de su vida que ahora se escapa de sus manos: la pérdida que usted ha experimentado y los inevitables cambios resultantes le robarán parte de su poder sobre las cosas, no obstante, todavía habrá algunas cosas, acciones y decisiones, que estarán bajo su autoridad. Empiece a tomar control de su vida en algunas cosas, aunque éstas sean pequeñas. Una posibilidad para el primer año puede ser visitar a los familiares o amigos, o irse de vacaciones; organice y planee tales eventos. Esto le permite mantener su mente ocupada en algo fuera de la fecha importante y compartir el tiempo de una forma diferente y en un marco menos doloroso. Si cocinar y arreglar la casa le distraen o le son agradables, hágalas; en caso contrario, encargue la comida, contrate a alguien para que le arregle la casa o no haga nada este año. Si era usted quien solía preparar los arreglos festivos, permita que este año lo hagan sus hijos, nietos, amigos, vecinos o miembros de su comunidad o grupo religioso; si no desea árbol de navidad este año, puede conseguir uno de cerámica y/o un cuadro/poster de un árbol de navidad. Si ir de compras es muy angustiante, pídale a familiares o amigos que lo hagan por usted, o bien, hágalo por catálogo, televisión o internet. Visite una librería o biblioteca local y pregunte por libros de auto-ayuda. Ellos le informarán e inspirarán. Lea todos los días un poco.

9. Ayude a otros
Una forma efectiva de elevar su estado de ánimo es ayudar a otras personas: experimentamos curación al ayudar a otros pues hay algo de terapéutico en el hacer a otras personas un favor; esto se debe en parte a que ayudar a otros es una forma efectiva de desviar el foco de atención del propio dolor y establecer una perspectiva en nuestra vida. Las fiestas son una oportunidad única para utilizar nuestro tiempo como voluntarios debido a que las organizaciones de beneficencia experimentan mayores necesidades en estas épocas y por tanto requieren más manos útiles: hospitales, comedores populares, asilos, albergues, refugios, hogares, hospicios u otra organización cívica son lugares donde acudir. También se puede “adoptar” una familia pobre e invitarla a comer/cenar y/o darle regalos de navidad, reunirse con alguien diferente este año, amigos, otros familiares o buscar la forma de hacer por otros cosas que le hubiera gustado hacer por el ser que perdió y que ahora no puede hacer.

10. Encuentre o diseñe su propia forma de recordar a su ser querido
Es verdad que nada puede hacer “regresar” a la persona que perdimos, no obstante, usted si puede mantener su recuerdo y su espíritu vivo cuando hace algo especial o creativo en su memoria (p.ej., plantar un árbol, adoptar una familia pobre, hacer una donación con los regalos que ya no comprará, crear una beca en nombre de la persona perdida, encender una vela con o sin fotografía, ponerse algo de ropa que pertenecía a la persona perdida, echarse su perfume, etc.). Estos actos le ayudarán a recordar a su ser querido cada vez que celebre un festivo.

11. Cuídese
Debido a que los aniversarios y otras fechas conmemorativas son muy agotadores física, emocional y psicológicamente, es importante que se alimente bien, descanse lo suficiente, evite usar el alcohol para olvidar las penas y tenga en cuenta los siguientes conceptos:

A. Aunque se supone que las personas deben estar felices y contentas en las fiestas, usted no se sentirá de esa forma ni mucho menos. Si usted no se siente feliz, acepte sus sentimientos y no luche contra ellos. Sea tolerante con su humor y sus emociones y permítase experimentarlos. Si trata de negar o bloquear sentimientos negativos, simplemente los forzará a profundizarse más en el interior de su mente. Eventualmente ellos encontrarán la forma de expresarse, quizá de una forma no muy saludable para usted. Si les siente sin juzgarles o suprimirles, se disiparán, reduciendo considerablemente el estrés que producen.
B. Dígase usted mismo: en el duelo nada está escrito en las piedras (“nada es definitivo, excepto la ausencia”). Cuando se acerquen los días festivos, tenga cuidado: su vida ha cambiado tremendamente, y eso puede significar cambiar la comida, el lugar y/o establecer nuevas costumbres.
C. Nuestra vida es lo que nuestros pensamientos hacen de ella, por ello, piense, hable y actúe positivamente. Empezar la época festiva diciéndose “esta es la peor época del año” establece una cruel y negativa visión que deprimirá su humor, sus actitudes y acciones.
D. Detenga todos los pensamientos negativos; así, tan pronto como ellos empiecen, reemplácelos por pensamientos edificantes y positivos: “en lugar de pensamientos de pérdida trataré de disfrutar de esta época”, “estas fiestas me van a dar la oportunidad de profundizar mis relaciones con otros y formar otras nuevas”, etc. Al usar sentencias afirmativas usted abre la puerta a unas fiestas de esperanza y placer en lugar de desesperación y dolor.
E. Examine sus expectativas. Nunca espere que las cosas sean igual que antes: nada es ni será igual. Evite afanarse por la perfección. Recuerde que sentirse mal en esta época es normal. No se juzgue duramente debido a que sus emociones pueden ser más volátiles durante esos días; reconozca su estrés y ansiedad como normales. Trate de estar en sintonía con sus sentimientos y responda acorde: si quiere llorar, llore; si siente la necesidad de estar solo unos minutos u horas, hágalo. Si en el pasado usted era el principal responsable de hacer del día de fiesta una rica experiencia familiar, no se sienta presionado de continuar con ese patrón; no trate de hacerlo todo usted mismo: pídale a otro familiar o amigos que le ayuden con las compras, la cocina, el cocinar, decorar y envolver regalos.
F. La pérdida de un ser querido afecta el patrón de sueño normal y los hábitos alimentarios. Así, sus niveles de energía disminuirán. Sea paciente consigo mismo y respete sus limitaciones naturales. Respete lo que su cuerpo y mente le están  diciendo, y disminuya sus propias expectativas acerca de estar al máximo durante las fiestas.
G. Llore todo lo que pueda pero siga adelante con las fiestas. Las lagrimas y la tristeza son parte natural del duelo, así, no tienen porqué arruinar toda la fiesta para usted y/o para los otros. Si llora cuando lo desea, descargará tensión y estará en mejores condiciones para la fiesta. Concédase tiempo para recordar a su ser querido y tiempo para distraerse de los recuerdos (para hacer otras cosas). Durante el duelo hay tiempo para cada cosa, y esto es especialmente importante recordarlo durante las fiestas.
H. También puede elevar su estado de ánimo mediante la música: ella es la luz en la tenebrosa noche de la vida. La musicoterapia actúa en el dolor emocional y físico, reduce la tensión y transforma el humor.
I. Concéntrese en lo verdaderamente significativo de la fiesta. Las fiestas son un tiempo para estar juntos, dar gracias y compartir con la familia y los amigos, por los beneficios materiales y espirituales disfrutados durante todo el año. Enfóquese en profundizar sus lazos de amistad. Recuerde que las fiestas son mucho más que compras, decoración y comida. Dígale a otros lo que necesita. Si no tiene ánimos de ver a nadie, puede enviar postales.
J. Piense creativamente cuando vaya a planificar los festivos y considere diseñar nuevos rituales, uno que incluya, por ejemplo, recordar el pasado mientras reconoce que el presente ha cambiado. En lugar de hacer lo que siempre ha hecho, usted puede, por ejemplo, realizar el proyecto que siempre quería hacer pero que no había podido, o bien, puede adoptar una mascota; aún pequeños cambios pueden ayudarle mucho. Sea creativo y encuentre la mezcla y el balance justo para usted. Concédase libertad para planear el festivo a su antojo. ¿No quiere ir a la fiesta de la oficina? Pues no vaya. Permítase un espacio y no se sienta obligado o culpable debido a que usted no está tan bien como hace años o como el año anterior. Lo más importante es que se de cuenta que los festivos no producen sentimientos mágicos o dan soluciones a sus problemas.
K. Permítase la opción de cambiar de punto de vista, incluso en el último momento. Recuerde que el duelo es un proceso y su estado de ánimo cambiará de día a día, incluso de hora a hora. No se preocupe por cancelar planes que ya había organizado antes, sea flexible y no rígido. Así, sea amable con usted mismo y no espere que los planes para el festivo sean perfectos.
L. Deje saber a otros qué le sienta bien y qué no. No importa que sea reiterativo. Si no se siente bien respecto a como va el día, dígaselo a alguien. La mayoría de las personas reconocen que los festivos son duros para aquellos en duelo. Encontrar una persona que comparta con usted sus sentimientos será de gran valor durante este tiempo tan estresante. A menudo, después del primer año, la gente espera que usted ya esté bien;  aunque esto puede llegar a ser muy difícil, ciertamente podrán disfrutarse de nuevo los días de fiesta, si bien de diferente manera.
M. Diseñe y prepare un “botiquín” para utilizar en las reacciones de aniversario; este botiquín deberá contener abrazos, caricias, hombros para apoyar la cabeza, compañía, etc.

12. Permanezca en contacto
Debido a que el duelo es una experiencia tremendamente aislante, mantener los contactos con sus amigos y familiares, ya sea por carta, teléfono, internet o reuniones personales siempre será de utilidad, especialmente si esto parte desde los otros, es decir, si son los otros (familiares y amigos) quienes son los que perseveran en mantener el contacto a pesar de su resistencia a ello. Participe en los rituales y costumbres locales y comunitarios; los grupos de las iglesias, organizaciones cívicas y los grupos de ayuda mutua pueden darle apoyo adicional y unirle a otros que comparten valores e intereses.

13. Disfrute de las fiestas si puede
No tiene porqué sentirse mal al disfrutar las fiestas; está bien y es normal disfrutar ratos durante el duelo; recuerde que usted no firmó un contrato para ser un desgraciado el resto de su vida por el fallecimiento de su ser querido. Disfrutar de las fiestas no significa que es infiel con su ser querido o que le está traicionando: de la misma forma que usted se da permiso para afligirse durante estas fiestas, permítase disfrutarlas; además, lo que usted escoja hacer para el primer año no tiene porqué servir necesariamente para el siguiente.

14. No se deje involucrar en los mitos festivos
Si le molesta la decoración festiva y la música que acompaña esas fiestas a la hora de ir a comprar a un centro comercial, hágalo antes de que empiecen las fiestas (p.ej., haga las compras de navidad en noviembre) o compre por teléfono o catálogo. Recuérdese que los días festivos están llenos de expectativas no realistas por la intimidad, cercanía, relajación y disfrute de muchas personas, actitudes no ajustadas para el duelo. Trate de disfrutar lo que usted pueda. Acepte los momentos duros sabiendo que ellos pasarán. Cuando le hagan el comentario de “felices fiestas”, responda lo que para usted es más apropiado en ese justo momento (recuerde la “montaña rusa” del duelo); comentaros como “lo estoy intentando”, “mis mejores deseos para usted y su familia” son apropiados. Si usted está acostumbrado a tener cena de navidad en su casa, siempre puede cambiar de hora y lugar para esa fecha. Sirva la comida estilo buffet y en otra habitación diferente a la acostumbrada. En general, la anticipación añade más angustia que la que realmente acontece.

DÍAS FESTIVOS Y RESPUESTA FAMILIAR
Con la celebración familiar del día festivo pueden presentarse dos situaciones opuestas en cuanto a la respuesta de los miembros de la familia; esta respuesta obedece tanto a las estructuras internas establecidas y mantenidas por las familias desde su existencia (conjunción de familias tanto propias como de origen) como al nivel global de estrés que cada uno esté soportando:

1. Si usted viene de una familia amorosa, abierta y expresiva (familia saludable), tratarán con la pérdida de la misma manera, amorosa, abierta y expresivamente. Su expresión práctica suele ser como sigue: Todos muestran sus mejores caras, algunas mejor que otras, pero lo que es más importante es que ellos han escogido utilizar su tiempo juntos. En lugar de pretender que nada ha pasado, ellos, en algún momento, son conscientes de la persona perdida. Hablan de ella y de lo que decía no hace mucho tiempo, sonríen y lloran juntos. Para ellos no se trata de olvidar la persona perdida, pues no pueden hacerlo. Liberándose ellos mismos de las emociones más dolorosas, harán lugar para los recuerdos más queridos que están dentro de ellos. Y empezando a hacerlo en estas fiestas, harán que su siguiente fiesta sea menos dolorosa, y así.
2. Si, por el contrario, usted viene de una familia que no le gusta expresar sus sentimientos (familia negadora), lo que puede esperar es que se adhieran a esta estrategia para afrontar esta circunstancia de la pérdida actual, bastante más estresante. Debido a que el duelo lleva consigo emociones extremadamente intensas, sus reacciones probablemente serán más extremas de lo usual. Por tanto, puede ser más duro pasar estos días de fiesta sintiéndose mal con las personas que le rodean así como tener que pasar, de ahí en adelante, otro día de fiesta en su compañía. Su expresión práctica suele ser como sigue: Todos están en la fiesta mostrando su mejor cara; pretenden que nada ha pasado ni cambiado. Para ellos es muy importante hacer esto debido a que no hacerlo sería muy doloroso. Están tensos, discuten entre sí, se aíslan porque no aguantan esta situación de “mantener” todo en su interior, otros “ahogan” su dolor en el alcohol. Finalmente, algunos se ocultan para poder llorar libremente. Así, se mezclan sentimientos de rabia contenida y tristeza y las personas terminan dolidas unas con otras, rabiosas, molestas y posiblemente no vuelvan a asistir a una fiesta familiar.

Estos son, de hecho, los dos extremos del especto. Las familias estarán entre ambos extremos. Aquí es donde la elección individual acerca de cómo enfrentar los días de fiesta es importante.

CUANDO LA MASCOTA HA MUERTO
Un tiempo tradicionalmente para la familia, como suelen ser los festivos, nos recuerda quién o qué es lo que hemos perdido. Cuando la pérdida se refiere a nuestra mascota:

1. Reconozca que tiene un duelo con todas sus características y que puede tener algunas dificultades emocionales durante los festivos. Aunque parezca obvio, no lo olvide.
2. Permítase afligirse sin temor o vergüenza de otros.
3. Comparta sus sentimientos con otras personas de su confianza. Si no encuentra ayuda en su círculo de amistades o familiares, asista o forme grupos de ayuda-mutua o apoyo en línea.
4. Aprecie y valore sus recuerdos, tanto fotográficos como de video, y utilícelos en momentos de nostalgia.
5. Haga algo simbólico, por ejemplo, un regalo a un refugio de animales u organización de defensa de éstos, encienda una vela, ponga una media con el nombre de la mascota, escriba una nota o diseñe una página en internet para ese propósito.
6. Hágase un regalo: duerma, coma bien y haga ejercicio. Recuerde que el duelo exige de mucha energía.
7. Ayude a alguien.
8. Confíe en su sistema de creencias individuales.
9. Resista la tentación de conseguir una nueva mascota prematuramente para llenar el vacío dejado por la previa. Recuerde que ninguna relación puede ser duplicada. El tiempo para conseguir una nueva mascota depende de muchas variables, si bien será cada persona quien así lo considerará.
10. Recuerde que los festivos son temporales.

COSAS PARA HACER LOS DÍAS ESPECIALES
1. Celebre la navidad en noviembre, por ejemplo, y pase el mes de diciembre tranquilo.
2. No comunique su cumpleaños.
3. En fechas especiales (fecha del diagnóstico, de la cirugía, el accidente, etc.) quédese solo o con alguien que no conozca nada de usted.
4. Retire adornos alusivos a fiestas.
5. Prepare una comida especial, no usual.
6. Invite a la familia del fallecido.
7. Envíe postales y tarjetas aunque no espere ninguna respuesta.
8. Cante villancicos.
9. Adorne diferente su casa o vaya a otra casa esta vez.
10. Vaya a la iglesia/templo/sinagoga con alguien y no solo.
11. Permanezca activo y haga deporte de grupo.
12. Encuentre a alguien con quien pasar las fiestas.
13. Haga algo por usted mismo.
14. Recuerde a la persona fallecida y hable de él; también puede preparar un discurso.
15. Escriba una carta o léala.
16. Salga de la ciudad o haga un viaje.
17. Plante algo.
18. Cocine un pastel de cumpleaños.
19. Haga un albun de recuerdos.
20. Libere un globo.
21. Visite el cementerio y ponga flores.
22. Regálese algo el día de los difuntos.
23. Encuentre a alguien con una necesidad específica y llénela.
24. Haga algo agradable por usted mismo.
25. Haga conmemoraciones.
26. Encienda una veladora.
27. Cante canciones o escuche música.
28. Disperse cenizas sobre los lugares sagrados.

LAS REGLAS DEL DUELO

REGLA N° 1
Todas las personas no reaccionan igual ante la muerte de un ser querido

REGLA N° 2
Disimular nuestro dolor no conduce a nada positivo: bloquea la
comunicación con otros familiares que pueden estar sintiendo lo mismo
que nosotros

REGLA N° 3
Tras la muerte de un ser querido ES NORMAL que el mundo se vuelva
caótico e inseguro

REGLA N° 4
Durante el duelo debe seguirse un control médico periódico para
prevenir, tratar a tiempo o controlar ciertas enfermedades que pueden
aparecer o empeorar.

REGLA N° 5
Si existen factores de riesgo de un proceso de recuperación complicado o
difícil, ¡consulte a los especialistas en duelo!

REGLA N° 6
La pérdida de un ser querido no se “supera”: uno se “recupera” de las
pérdidas, más estas nunca se superan; molestarán de cuando en vez
como lo suele hacer una cicatriz

REGLA N° 7
El proceso de recuperación tras la pérdida de un ser querido suele tardar
entre 3 y 4 años para completarse

REGLA N° 8
La tercera fase del duelo es prácticamente idéntica a una depresión

REGLA N° 9
Uno de los aspectos más importantes para facilitar la recuperación de los
adultos que ha perdido un ser querido es la EDUCACIÓN EN DUELO

REGLA N° 10
El revivir la experiencia (la causa de la muerte o lo que condujo a esta)
facilita la integración de la realidad de la pérdida (todo lo contrario a lo
que la gente suele hacer)

REGLA N° 11
El primer paso a dar cuando se quiere ayudar a alguien que intenta
reponerse y recuperarse de la pérdida de un ser querido es el
INFORMARSE, aprender la CULTURA DEL DUELO

REGLA N° 12
¿SE PUEDE O NO LLORAR?
“Si me golpeo una espinilla, si estoy de parto, si me operan, si algo me
sale mal, si me roban el carro o un objeto familiar muy valioso, etc., suelo
llorar con amplia libertad. Todas estas circunstancias son dolorosas.
¿Porqué no he de llorar ante una situación que me produce un DOLOR
TOTAL? Dolor bio-psico-socio-familiar y espiritual; duele el alma, el
pasado, el presente, el futuro. Duele la vida”. Así, no solo se puede
llorar, sino que, además, es sano.

REGLA N° 13
La Institución más importante para recuperarse de la pérdida de un ser querido
es LA FAMILIA.

REGLA N° 14
La terapia más importante para podernos recuperar de la pérdida de un ser querido
es LA TERAPIA DEL HOMBRO-OÍDO-ABRAZO

REGLA N° 15
Duelo que no se habla es duelo que no se cura

REGLA N° 16
El duelo no se soluciona con la razón sino con el corazón; por ello,
no piense tanto, SIENTA, exprese sus sentimientos

UNIDADES DEL DUELO

Aun cuando sabemos que el duelo es una experiencia traumática y dolorosa, solo hasta principios de los años sesenta comenzó a prestársele un poco de atención a aquellos que habían perdido seres queridos. Tradicionalmente se nos ha enseñado que la aflicción es una reacción normal que cada cual debe asumir como mejor pueda, la mayor parte de las veces sin ayuda especializada (sólo en caso de complicaciones) y que, como tal, no debe ser ni excesiva ni muy expresiva; es decir, que a pesar de ser tremendamente dolorosa, debe ser al mismo tiempo discreta y sin mayor expresión emocional.

Las reacciones a la pérdida de un ser querido varían grandemente, dependiendo de un número de circunstancias que incluyen la edad de los supervivientes, su participación en el cuidado del familiar en caso de enfermedad, la duración de la enfermedad y/o las características de la muerte, el nivel de comunicación entre los supervivientes, extensión del compromiso que el fallecido tenía sobre el propio mundo del deudo, la aflicción anticipatoria y sus sistemas de soporte internos y externos, entre otros. Uno de los elementos más importantes que afectan la intensidad y duración de la fase inicial del duelo (y de su duración global) es la disponibilidad de apoyo inmediato, es decir, de la atención de primer nivel suministrada por aquellos que trabajan con el duelo. Los sistemas de facilitación del duelo e identificación de los casos de alto riesgo de reacciones anormales han probado ser efectivos para muchos supervivientes, incluso desde un punto de vista de promoción, mantenimiento de la salud y prevención de la enfermedad.

Las Unidades de Atención al Duelo son unidades monográficas de atención inmediata, seguimiento, vigilancia y facilitación del proceso del duelo, fundamentadas en la educación para el duelo y en la atención integral de las personas, tanto adultos como niños, de manera que el  desarrollo de éste siga un curso normal y permita la identificación de los factores de riesgo de un duelo patológico y de las reacciones distorsionadas del mismo. Estas unidades son también una fuente apropiada de respuestas a las hostigantes preguntas que suelen acompañar a la aflicción normal: ¿Hicimos todo lo que podría haberse hecho? ¿Pudo haber sido prevenido? ¿Nos equivocamos en algo? ¿Por qué tuvo que pasar? ¿Quién puede ayudarme ahora?

Los objetivos de estas unidades se describen en términos de sus prioridades:

a. Ofrecer la disponibilidad de apoyo inmediato, es decir, de primer nivel, por parte de personal altamente cualificado.
b. Asegurar un seguimiento y una vigilancia del duelo que permita la identificación de los factores de riesgo de un duelo patológico y de las reacciones distorsionadas del mismo.
c. Facilitación del proceso del duelo (tarea de congoja) de forma que el  desarrollo de éste siga un curso normal.
d. Intervención preventiva en salud y control de los factores nosológicos asociados al duelo (actividades de promoción, mantenimiento de la salud y prevención de la enfermedad).
e. Educación para el duelo, tanto a nivel individual, familiar y grupal como institucional.

La experiencia alcanzada desde los Años Sesenta, inicialmente en los países anglosajones y más tardíamente en los latinos, los programas de seguimiento y facilitación del duelo, así como de prevención del duelo patológico, han ido día a día ganando una mayor aceptación entre la clase sanitaria y los propios deudos.

Así, siguiendo las líneas de atención, innovación y vocación de servicios de la Empresa Funeraria San Vicente, de Medellín (Colombia), a finales de 1998 dio inicio la primera UNIDAD DE ATENCIÓN AL DUELO en el marco de la empresa funeraria tradicional en Colombia. Su estrategia no ha sido otra que, precisamente, consolidar su papel como elemento central en la atención de primer nivel durante el duelo mediante la implementación de varios pilares básicos altamente interrelacionados:

1. Folletos Informativos de distribución gratuita (Guía del Duelo, Boletín “Deudos”, “Aula Vicentina”, Guía de Duelo para Navidad, Reacciones de Aniversario y Otras Fechas Conmemorativas, y mensajes en hojas sueltas)
Solicitarlos en nuestra sede de la Carrera 51 D (Juan del Corral) # 59-87,
Teléfono 513.90.88 o en montedeoya@hotmail.com
2. Conferencias Semanales
Todos los sábados a las 10:00 de la mañana en la sala 4 A-B de la Casa de Velación Villanueva (Argentina con la Oriental).
3. Consulta Personalizada
Atención en crisis y consejería. Citas de Lunes a Sábados de 08:30 de la mañana a 7:30 de la tarde.
4. Grupo de Duelo por Pérdidas Mixtas
Todos los viernes a las 5:00 de la tarde.
5. Grupo de Duelo por Muerte Perinatal
Todos los lunes a las 5:00 de la tarde.
6. Taller para Padres que han perdido sus hijos
Todos los martes a las 5:00 de la tarde.
7. Grupo de Viudas y Viudos
Todos los miércoles a las 5:00 de la tarde.
8. Otros Talleres Especiales
Periódicamente se celebran otros talleres especiales (preparación para la Navidad, Día de la Madre, Día del Padre, etc.); pregunte por ellos en nuestro Centro de Información y Ayuda (teléfono 513.90.88).
9. Unidad de Duelo para Niños
Atención en crisis y consejería todos los días. Terapia de grupo todos los martes y miércoles de 5 a 7 de la tarde y sàbados 10 de la mañana, además de un grupo de debriefing con los niños que asisten a la conferencia.
10. Escuela de Padres y Otros Cuidadores de Niños en Duelo
Todos los martes de 3 a 5 de la tarde.
11. Unidad Pedagógica (Unidad móvil de duelo)
Solicitar información en el teléfono 513.90.88, al Dr. J. Montoya Carrasquilla. Conferencias y consultas en colegios, iglesias, empresas, áreas rurales y pueblos.
12. Duelo en el Trabajo
Solicitar información en el teléfono 513.90.88, al Dr. J. Montoya Carrasquilla.
13. Consulta On-Line
En la dirección de correo montedeoya1@epm.net.co, montedeoya@hotmail.com, montedeoya@gmail.com, montedeoya@yahoo.es
14. Aula Vicentina
Aula académica dedicada al duelo y dirigida a profesionales y estudiantes de programas de salud mental, todos los miércoles de 3 a 5 de la tarde en la Funeraria San Vicente.
15. Grupo de duelo para familiares que han perdido seres queridos por suicidio
Todos los jueves a las 5:00 de la tarde.
16. Proyectos Enlace
Proyectos conjuntos con el Gobierno local: Secretaría de Gobierno (Programa Víctimas de la Violencia Armada) y Secretaría de Bienestar Social (Centro Día, habitantes de la calle).
17. RIAD, Red Iberoamericana de Intervención en Duelo

Todos los servicios prestados por la Unidad del Duelo no tienen costo y pueden ser utilizados por cualquier persona o institución que los solicite.

Dr. J. Montoya Carrasquilla, MD, MS
Director Unidad del Duelo Funeraria San Vicente
Medellín (Colombia)

EL NIÑO Y LA MUERTE

Qué hacer cuando la muerte ocurre en la familia y tenemos niños pequeños.
Ayudando a los niños a enfrentar la muerte de un ser querido.

Aunque los adultos suelen tratar con franqueza los aspectos relacionados con la muerte y el duelo (su dolor, su tristeza, su angustia, la forma de expresar sus sentimientos), los niños, como grupo, suelen estar excluidos de tener que expresarse de una manera determinada (se les deja solos o se les evita, por todos los medios posibles, toda expresión de dolor).

Comúnmente se cree que los niños de nuestra cultura no sufren a penas disgustos (o se pretende que no tengan ninguno), y cuando sufren una pérdida, se ofrece rápidamente un sustituto (algo que se pretende sustituya al objeto perdido), negándoles así la posibilidad de apreciar los beneficios que obtenían del objeto perdido y de la expresión, vivencia o afrontamiento de su dolor. El “sustituto” -ya no como “amortiguador” de su pena y dolor- se convierte en un “distractor” de la realidad que ha observado y que no le permiten considerar y analizar según sus propias posibilidades, pues ?hay que evitarles todo dolor?.

Sabemos, por puro sentido común y por experiencia, que cuando un niño hace una pregunta cualquiera, se suele referir a un suceso o a algo que ha observado; no obstante, cuando las preguntas se refieren a la muerte, en lugar de respuestas sencillas y sinceras, provoca una aprensión indebida en el adulto (se preocupan indebidamente) en lugar de la comprensión y el cariño que otras preguntas habitualmente desencadenan; se olvida que la vida cotidiana -o la televisión y los modernos video juegos- le ofrecen repetidamente a los niños bastantes situaciones en las que experimentar sensación de pérdida con diversos grados de aflicción; la muerte de una mascota suele ser un ejemplo clásico.

La forma en que el niño se adapta a la pérdida de algún objeto real o imaginario depende de muchos factores:

(1) La edad del niño en el momento de la pérdida;
(2) Características del objeto perdido: si se trata del padre, de la madre, del hermano, de la mascota, del juguete, etc.;
(3) Relación particular del niño con el objeto perdido (grado de apego o familiaridad con lo perdido);
(4) Las características de la pérdida (repentina, lenta o violenta);
(5) Sensibilidad y ayuda de los miembros supervivientes de la familia ante sus sentimientos y necesidades emocionales;
(6) Su propia experiencia de pérdidas anteriores;
(7) Su herencia familiar, enseñanza religiosa y cultural;
(8) Actitud que ha adquirido (aprendido) a través de la observación de la reacción de sus padres, otros adultos y compañeros ante la muerte de otros (aprendizaje vicario).

Por otra parte, cuando se produce una muerte en la familia se presenta un fenómeno muy común (y en algunos sectores la norma): aquel en el cual los niños son extraídos del entorno familiar inmediato (se les lleva a otra parte para que ?no presencien el dolor y no se angustien?) mientras los adultos se dedican a sufrir su propia pena, prescindiendo de consolarlos.

TIPOS DE PÉRDIDAS EN LA INFANCIA
Desde la pérdida de un diente en la infancia hasta la muerte de un padre, nos afligimos por lo que perdemos y deseamos que retorne, ya sea un juguete, una madre, una mascota o nuestra dignidad y respeto. Las pérdidas en la infancia pueden caer en una de las siguientes categorías:

1. Relacional
2. Ambiental
3. Habilidades y destrezas
4. Pérdida de futuro/protección del mundo de los adultos
5. Objetos externos
6. De si mismo
7. Hábitos

Pérdida de Relaciones
1. Muerte del padre, abuelo, hermano, amigo, compañero de clase, mascota.
2. Ausencia del profesor, padre, hermano, amigo.
3. No disponibilidad del padre por alcoholismo, drogadicción, prisión o divorcio.

Pérdida de objetos externos
1. Pérdida del juguete u objeto favorito (cobija, oso de peluche).
2. Pérdida por robo o extravío (diario, regalo especial).
3. Perder cosas de valor puede ser muy doloroso para un niño.

¿Qué podemos hacer por el niño?
1. Validar los sentimientos del niño por la pérdida de su posesión personal, una compañía verdaderamente importante.
2. Participar activamente en la búsqueda del objeto perdido.
3. Activamente utilizar un grupo de auto-ayuda.

Pérdida en el ambiente
1. Fuego, inundaciones, huracanes y otros desastres naturales.
2. Mudanzas, cambio de escuela, cambio de la estructura familiar.
3. Separación familiar.

La separación de la familia puede ser un proceso doloroso para un niño pequeño.
¿Qué podemos hacer por el niño?

1. Preparar al niño para la separación del padre. Si el padre se va una hora, un día, una semana, indefinidamente o para siempre, el niño necesita conocer los hechos. La discusión abierta disminuye la ansiedad.
2. Si la separación tiene una fecha definitiva, haga un calendario con el niño que le muestre cuánto tiempo queda para la separación, y déjelo en su habitación; así el niño puede marcar los días que van pasando.
3. Deje una foto del padre al lado de la cama del niño.
4. Use una grabadora para que el niño hable al padre o trabaje sus sentimientos respecto a la marcha del padre.
5. Deje el número de teléfono de otro adulto-cuidador que pueda apoyar al niño.
6. Informe al profesor de lo que ha pasado o pasará en la casa del niño.

Pérdida de sí mismo
1. Pérdida de partes físicas del cuerpo (un diente, un brazo, un ojo).
2. Pérdida de auto-estima; Abuso físico, sexual, emocional o deprivacional.

Los síntomas conductuales del duelo no siempre son pelea, llanto o expresiones exteriores; los niños pueden aislarse, señalar o despersonalizar la vida para escapar de aspectos del duelo muy dolorosos que si no sienten o no hablan son la única forma de sobrevivir.

¿Qué podemos hacer por el niño?
Con los niños menores de 3 años el primer objetivo es satisfacer sus necesidades primarias, físicas y de confort, que lo abracen, lo carguen y que le permitan regresiones apropiadas. Los adultos que abusan de los niños necesitan guía en trabajar con su rabia para que esté más libre y amen a sus hijos. Es importante que:

1. Animarle a no auto-culparse.
2. Animarle a contar una y otra vez la historia.
3. Asegurar el total alivio del abuso.
4. Mantener la privacidad.
5. Controlar su rabia acerca del abuso.
6. Ofrecer protección.
7. Recordar que algunas veces no hay signos visibles del abuso.
8. Reconocer sus malos sentimientos acerca del abuso.

Pérdida relacionada a habilidades y destrezas
1. Retrazarse en la escuela.
2. No ser escogido para el equipo de deportes.
3. Sobrepeso, trauma, enfermedad, incapacidad física.
4. Dislexia, Déficit de atención y otras diferencias del desarrollo.

¿Qué podemos hacer por los niños?

1. Reconocer los hechos y su lugar en el colegio
2. Permitir al niño la oportunidad de discutir su retención o pérdida abiertamente.
3. Incorporar los pensamientos y sentimientos del niño en experiencias creativas de escritura y lenguaje.
4. Aceptar al niño donde ellos se encuentre académica, atlética o físicamente usando proyectos y tareas diseñadas a su nivel de confort. Ver el crecimiento como un progreso individual y no como una comparación según estándares dónde el niño debería estar.
5. Crear un proyecto donde el niño pueda lucirse. Por ejemplo, debido a que el niño ha repetido el segundo grado y es el mayor de la clase, usar su mayor madurez de forma creativa (juegos, murales, proyectos de servicio).
6. Use cada oportunidad para estimular su auto-estima.

Pérdida relacionada a los hábitos
1. Chuparse el dedo, comerse las uñas, enrollarse el pelo en los dedos.
2. Cambio de patrones alimentarios o rutinas diarias.
3. Empezar o terminar la escuela.

¿Qué podemos hacer por los niños en caso de un accidente escolar?

1. Mantener los niños juntos para discutir los sentimientos acerca de su experiencia traumática.
2. Permitirle a cada niño el tiempo y el espacio para contar su propia versión de la historia. Esto les ayudará ver dónde necesitan apoyo y clarificación.
3. Deje que cada niño marque en un diagrama dónde se encontraba en el momento de los hechos y qué fue lo que vio.
4. Reconozca cualquier trauma que el niño sufrió.
5. Discuta los sentimientos de culpa que algún niño pueda sentir si éste no ha presentado ninguna herida física.
6. Identifique temores asociados a futuras actividades semejantes a la acaecida. Reasegure que se hará todo lo posible por su seguridad.
7. Haga una reunión escolar y discuta lo sucedido. Anime la discusión y la realización de preguntas. Esto permitirá a los niños que no estuvieron en el suceso responder a sus necesidades.
8. Informe a los padres de todos los niños en la escuela. Envíe a casa algunos datos del suceso y cómo manejarlo con los niños.
9. Escuche y responda con afecto, debido a que los niños a menudo se refieren a su asustadiza experiencia en sus conversaciones o juegos muchos meses después de acaecido el suceso. Hacer esto es  normal y saludable.
10. Reasegure al niño que fue un accidente, que están bien y que todo irá bien.
11. Construya una red de apoyo telefónica para que los niños hablen unos con otros y compartan sus sentimientos.
12. Separe un espacio de tiempo durante el horario escolar para que los niños que compartieron el suceso puedan continuar compartiendo sus sentimientos.

Pérdida de futuro/protección del mundo de los adultos
1. Pérdida del modelo de rol.
2. Miedo de la escuela como un lugar peligroso.
3. Falta de motivación para el trabajo escolar.
4. Elección de la violencia como una forma de solucionar los problemas.

¿Qué podemos hacer por los niños?
1. Anime a la policía, entrenadores, hermanos/as mayores y ancianos a ser voluntarios como mentores  y modelos de rol para los niños afligidos.
2. Fomente la conciencia del vecindario para crear programas de vigilancia para la protección de los niños antes y después del colegio.
3. Mantenga programas, reuniones y políticas escolares en relación con el comportamiento matón, la violencia y las armas en la escuela.
4. Los padres y el personal docente escolar pueden crear un espacio para que los niños hablen de sus temores y preocupaciones acerca de la violencia y el trauma que puede rodear sus vidas.
5. Facilite las reuniones de clase para que los niños puedan discutir con seguridad sus temores.
6. Utilice guías diseñadas por sistemas escolares para trabajar con niños que han experimentado violencia, abuso, muerte y otros traumas.

DESARROLLO DEL CONCEPTO DE MUERTE EN EL NIÑO
Qué entiende el niño por muerte según su edad

A pesar de los estudios que se han realizado sobre el concepto infantil de la muerte, no hay una idea clara de las respuestas de un niño menor de 4 años; sin embargo, para los mayores de esta edad existen algunos conceptos de interés para aquellos que de algún modo directo o indirecto se ven en la necesidad de tratar con la aflicción y el dolor de un niño. En este sentido, la edad del niño en el momento de la pérdida es el factor más importante debido a que la edad determina su comprensión de la muerte.

Entendiendo el complejo mundo del desarrollo del pensamiento del niño

Primera infancia (0-6 años)
Durante el primer año de edad el niño está ocupado en distinguir entre él mismo, el entorno que le rodea y la persona que lo atiende. Antes de 6 meses no es aún consciente de dónde acaba él y dónde empieza el resto; entre los 6 y los 12 meses distingue entre su madre y el resto de las personas que le rodean, manifestando una extraordinaria ansiedad al ser separado de ella, o de la persona que habitualmente se ocupa de él.

De 0 a 10 meses: Los bebés
Reacciones comunes a la muerte: lo que ellos saben y sienten acerca de la muerte
Reaccionan con angustia ante la pérdida de la principal persona que los cuidaba (usualmente la madre). Además, es posible que capten el dolor de quienes les rodean cuando éste toma forma de llantos, de cambios en el programa y en las rutinas, y de ruidos y estímulos adicionales en el ambiente del hogar. La ausencia de rostros sonrientes y de períodos de juegos, y el hecho de que ya no lo sostengan en brazos, puede tener un efecto acumulativo.
¿Qué hacer?
Intente mantener la misma rutina a la que el bebé está acostumbrado; minimice los sonidos y los sucesos inusuales que ocurran cerca de él (llantos, voces altas, gran cantidad de desconocidos), hasta que el ambiente familiar vuelva a ser, en la medida de lo posible, como era antes de que ocurriera la muerte.

A partir del año estará muy ocupado explorando su entorno con su recientemente adquirida actividad motriz (caminar); un paso significativo en el desarrollo del conocimiento (de su pensamiento) es la consciencia de la permanencia de un objeto que esté fuera de su campo visual (es decir, que aunque no lo vea, existe), que se produce al final del primer año; hasta que esto ocurra, los objetos que “no están a la vista”, no están en la mente. A partir de entonces, se verifica (se crea) una representación o imagen mental del objeto captado en su campo visual (lo que puede ver); a los 24 meses dará sus primeros pasos en el proceso de separación e individualización (de ser ?personita?), que no será alcanzado hasta el final de la adolescencia.

Antes de los 3 años: Los más pequeños
Reacciones comunes a la muerte
Llanto, apegamiento (conducta aferrada, se ?pega? al cuidador), trastornos del sueño y la alimentación, conducta regresiva (se orina en la cama, se chupar dedo), juego o lenguaje muy repetitivo.
Lo que ellos saben y sienten acerca de la muerte
Poca comprensión de su causa o finalidad, reaccionan a la separación, responden a los cambios en su mundo inmediato, curiosidad acerca de dónde van las cosas (?si algo no está visible, no existe?), la muerte es igualada a inmovilidad.
¿Qué decir y hacer?
a. Ofrezca explicaciones simples y en pocas palabras, y utilice elementos de la naturaleza en sus analogías. Relacione la información con el propio mundo del niño, en términos del sentido y actividades de la vida diaria: comer, dormir, oler, escuchar, correr, hablar, cantar y reír. Espere preguntas repetidas una y otra vez, como si la información no se le hubiera dicho antes.
b. Reasegure al niño de que ellos serán cuidados y que los adultos estarán siempre a su alrededor para cuidarlos hasta que ellos sean lo suficientemente mayores como para cuidar de ellos mismos. Mantenga las rutinas tanto como sea posible. Tranquilícelo y confórtelo en formas que sean familiares para él (mecerlo, acariciarlo, cantarle, jugar). Mantenga límites. Involúcrelos en el juego. Use fotos y libros de cuentos para explicarle los conceptos que estén a su nivel.

Los juegos simbólicos (sus juegos de la vida diaria) permiten al pre-escolar de 3-6 años exhibir (mostrar) su activo mundo de fantasía interior; por otra parte, a esta edad se ocupa sólo de su propio provecho. La actividad cognoscitiva del pre-escolar (su pensamiento y análisis del mismo) se caracteriza por su egocentrismo, pensamiento mágico, animismo, artificialismo y participación (pensamiento “operacional” según Piaget). Su comprensión del mundo se concibe desde una perspectiva bastante limitada: su propia experiencia.

El egocentrismo se entiende como la impresión de que es él el centro de todo lo que ocurre en el mundo; su lenguaje suele ser característico de esta forma de pensamiento: repite muchas veces lo que ya ha sido establecido por otros y establece dinámicos monólogos no dirigidos a nadie, aun cuando se halle en presencia de otras personas. El pensamiento mágico hace referencia a la idea que tiene el niño de que un suceso exterior cualquiera lo puede interpretar como resultado directo de sus deseos interiores, atribuyéndose un poder que muchas veces le resulta aterrador. El animismo se refiere al aspecto del pensamiento que atribuye consciencia a cosas o sucesos naturales. El artificialismo se refiere a la idea que posee el niño de que todos los objetos están construidos con un propósito determinado y la participación describe la idea de que todos los actos humanos y los procesos naturales interaccionan entre sí. El animismo, el artificialismo y la participación son tres de los aspectos más importantes para el posterior desarrollo del concepto de muerte en el niño.

Un aspecto fundamental y trascendental para las posteriores fases del desarrollo, y que describe otro aspecto del egocentrismo, es el mencionado pensamiento mágico; el niño, como origen de toda actividad en su mundo, se siente responsable de las consecuencias de sus ideas y fantasías en el mundo, de manera que un suceso exterior cualquiera lo puede interpretar como resultado directo de sus deseos interiores, atribuyéndose un poder que muchas veces le resulta aterrador; sus implicaciones en la construcción de un concepto de muerte, y en los sentimientos de culpa durante el duelo, son evidentes.

Su vocabulario cuenta con la palabra “morir” (y sus variantes) a la edad de 2 años y medio, y “vivir” a los 3 años. El niño pequeño sabe que el perrito está vivo, no así la silla. El pre-escolar posee ideas muy variadas en cuanto a lo que integra la vida, simultáneamente con lo que significa la muerte.

De 3 a 5 años: Pre-escolares
Reacciones comunes a la muerte
Miedo a la separación de los padres y otros seres queridos. Aferramiento, rabietas y explosiones de irritabilidad. Comportamiento de lucha, llanto y aislamiento. Conducta regresiva (se orina en la cama, se chupar el dedo). Trastornos del sueño (pesadillas, dificultad para dormir solo). Incremento en los temores usuales (oscuridad, monstruos). Pensamiento mágico. Creer que la persona reaparecerá. Actúa y habla como si la persona no estuviera enferma o todavía estuviera viva.
Lo que ellos saben y sienten acerca de la muerte
Se enfocan en detalles concretos. Personalizan la experiencia y creen que pueden haberla causado (?la muerte es un castigo por malas acciones o palabras?). Buscan el control de la situación. Igualan la muerte con las cosas que están inmóviles y la vida con las cosas que se mueven. Incapacidad para manejar el tiempo y el concepto de finalidad. Creen que la muerte es reversible. Creen que la persona muerta conserva cualidades de las personas vivas.
¿Qué decir y hacer?
a. Corrija la información errónea y las fantasías. Sea honesto y claro en sus respuestas; use explicaciones simples a cerca de la causa del evento o muerte (?algunas personas hacen cosas peligrosas?, ?cuando la gente muere no podemos verlas más pero podemos mirar sus fotos y recordarlas?). Relacione experiencias similares con la actual. Haga claras distinciones entre la experiencia del niño y la del familiar fallecido. Use un vocabulario real para referirse a la muerte y evite eufemismos. Use términos concretos para describir los lugares y las situaciones presentadas.
b. Ayúdele a clasificar y rotular sus reacciones y sentimientos. Refuerce el hecho de que el niño no es culpable, que sus pensamientos, comportamientos o palabras no hacen que la gente se lastime o muera. Refuerce el hecho de que la muerte no es una forma de castigo. Acepte fluctuaciones en su humor. Acepte su conducta regresiva pero ayúdele a recuperar el control. Proporciónele límites para conductas inapropiadas (?no puedes estar hasta las 10 de la noche despierto, acuéstate hasta que te de sueño?).
c. Establezca un cuidado consistente, seguro y estable. Permita la participación y elección del niño para asistir a las actividades del funeral y los servicios de recuerdo (memorial). Espere preguntas repetidas una y otra vez, como si la información no se le hubiera dicho antes. Espere que piensen que cuando alguien muere puede regresar. Cuéntele historias y muéstrele fotos de la persona que murió para crear una conexión y solidificar los recuerdos. Busque y anime la expresión de sentimientos en el juego, pintura, gritar, romper o rayar papel, etc. Use otros recursos externos, tales como libros.

El niño menor de 6 años percibe la muerte como separación de sus seres queridos, lo cual le resulta espantoso. No obstante, “cuando su madre le lee un cuento en el que Blanca Nieves espera al príncipe que le devolverá a la vida con un beso, cuando la televisión le muestra personajes que son golpeados, aplastados, reventados por explosiones, acribillados a balazos y ahogados muchas veces en cada episodio, cuando el “héroe del oeste” que muere de un disparo aparece momentos después en una propaganda, para él el ?estar muerto? es una especie de continuidad de la vida, una simple merma de la vitalidad que puede ser interrumpida al igual que el sueño, un fenómeno reversible. Su pensamiento mágico confunde fantasía y realidad; el concepto temporal del “para siempre” no existe: piensa de una manera concreta, y los primeros pensamientos se dirigen hacia el acto del entierro.

Si bien está bastante claro que el pre-escolar se entristece, también es cierto que no pueden tolerar tales sentimientos dolorosos durante largos períodos de tiempo, de forma que su aflicción es intensa y breve, a la vez que recurrente. Usualmente molestará a los padres durante la reunión familiar por la muerte de uno de sus miembros para salir alegre a la calle a jugar. Habitualmente las muestras de su aflicción se manifestarán en su comportamiento jugando o con el dibujo.

Concepto de muerte en el niño
Menor de 6 años
El niño menor de 6 años percibe la muerte como separación de sus seres queridos, lo cual le resulta espantoso. Para él el ?estar muerto? es una especie de continuidad de la vida, una simple merma de la vitalidad que puede ser interrumpida al igual que el sueño, un fenómeno reversible. Su pensamiento mágico confunde fantasía y realidad; el concepto temporal del “para siempre” de la muerte no existe. Por otra parte, no pueden tolerar tales sentimientos dolorosos durante largos períodos de tiempo, de forma que su aflicción es intensa y breve, a la vez que recurrente.

Entre los 5 y los 9 años más del 60% de los niños personifican a la muerte como a un ser con existencia propia, o la identifican con una persona muerta: la muerte es invisible pero acecha a escondidas en la noche, especialmente en las zonas donde hay cadáveres, como los cementerios.

6 a 12 años
El niño mayor de 6 años percibe la muerte como un ?castigo por malas acciones?; comienzan a aparecer las consecuencias de su educación religiosa, social y familiar. Sin embargo, la etiología de la muerte no es consistente; sus respuestas van encaminadas a causas específicas más que a procesos generales: flechas, pistolas, cuchilladas, explosiones, ataque al corazón, vejez, etc. Durante este período hay una auténtica curiosidad por ver lo que ocurre después de la muerte.

Entendiendo el complejo mundo del desarrollo del pensamiento del niño

Infancia media (6-12 años)
El niño mayor de 6 años comienza a considerar al mundo y a interpretar sus experiencias desde un punto de vista exterior -el de los compañeros del colegio, profesores, otros adultos, personajes de sus lecturas, etc. Su lenguaje es más comunicativo y menos egocéntrico; el pensamiento mágico aún persiste pero es mayor su habilidad para percibir la realidad.

Se trata de la etapa absolutista en su juicio moral (Piaget) en el que las reglas son sagradas e inmutables (p.ej., con sus juegos). Paralelamente a esta fase se da el realismo moral (Piaget) en el que el niño tiende a determinar la culpabilidad en función de la cantidad de daño infringido. Sin embargo, el niño comienza a considerar la intención, hasta llegar al punto en que distingue entre rotura accidental o intencionada.

La persistencia del pensamiento mágico y del egocentrismo se refleja en la concepción de muerte como un castigo por malas acciones; comienzan a aparecer las consecuencias de su educación religiosa, social y familiar. Sin embargo, la etiología de la muerte no es consistente; sus respuestas van encaminadas a causas específicas más que a procesos generales: flechas, pistolas, cuchilladas, explosiones, ataque al corazón, vejez, etc.

Durante este período hay una auténtica curiosidad por ver lo que ocurre después de la muerte (p.ej., desenterramiento de la mascota para seguir el proceso de descomposición); parece mostrar un control de los detalles como un mecanismo muy efectivo de competencia con la situación.

Entre los 5 y los 9 años más del 60% personifican la muerte como un ser con existencia propia, o la identifican con una persona muerta: la muerte es invisible pero acecha a escondidas en la noche, especialmente en las zonas donde hay cadáveres, como los cementerios.

De 6 a 9 años: Escolares tempranos
Reacciones comunes a la muerte
Rabia, pelea, comportamiento envalentado (de matón), negación, irritabilidad, culpa, fluctuaciones en el humor; miedo a la separación, a estar solo o a que recurran los hechos. Aislamiento, regresión, quejas físicas (dolor de estómago o de cabeza). Problemas escolares (ausentismo, dificultades académicas, dificultades de concentración).
Lo que ellos saben y sienten acerca de la muerte
Fascinación por los detalles, aumenta su vocabulario y su compresión de los conceptos. Mayor comprensión respecto a la propia salud personal y seguridad. Personificación de la muerte (cree en el ?hombre del saco?, en el ?chucho?). Relación dispareja entre las emociones y su comprensión de la muerte. Pensamiento mágico. Presencia del ?Síndrome del niño perfecto? (el niño que previene o corrige la muerte) o del ?Síndrome del niño malo? (ser malo como castigo por muertes pasadas y anticipación de futuros castigos). Deseos de reunirse con el muerto.
¿Qué decir y hacer?
a. Proporcione información clara y honesta, describiendo lo que usted sabe y, aún, admitiendo que no conoce la respuesta a ciertas preguntas. Describa cómo sucedieron los hechos, con detalle, según él los solicite; evite lo grotesco. Pregunte y conozca qué es lo que el niño piensa y sabe acerca de lo sucedido; no emita juicios sobre sus necesidades sin conocerlas. Sea muy concreto y, si es necesario o apropiado, use fotos o dibujos para explicar las cosas. Prepare/anticipe al niño futuros cambios y hable acerca de lo que esto significa para el niño.
b. Prepara al niño para cambios en sus rutinas o en el funcionamiento de la casa y  deje que el niño conozca los diferentes arreglos. Anime la comunicación de sentimientos confusos y no placenteros. Valide y normalice sus reacciones y dificultades en la escuela, con los compañeros y en la familia. Permita la repetición de preguntas y la búsqueda de respuestas. Sea sensible a los mensajes de culpa del niño y corrija mitos y concepciones erróneas. Monitoree los cambios en otras áreas de su vida (académica, social, deporte, etc.).
c. Coopere con otros adultos de la red de apoyo al niño y que pueden ayudarle con los cambios en su vida (profesores, entrenadores, padres de un amigo, etc.). Anime su participación en actividades relacionadas con los servicios conmemorativos de acuerdo a los deseos del niño y a su horario, y entérese de cómo y cuándo el niño quiere contribuir a la realización de éste. Déle permiso para retirarse y volver a entrar en las reuniones familiares cuando así lo necesite. Use carteleras para visualmente describir, predecir y planear los eventos normales.
d. Anime el compromiso en actividades recreativas familiares y sociales apropiadas a la edad. Anime la expresión de sentimientos (verbalmente, en el juego, con arte, o privadamente, con los padres o compañeros). Ayude al niño a relacionarse con otros; discuta sus preferencias respecto al deseo de mantener sus pensamientos en privado; practique lo que dice cuando le explique la situación. Use recursos externos para la explicación de la información y los sentimientos (p.ej., libros).

En necesario que el niño adquiera cinco conceptos previos para poder comprender el abstracto concepto de muerte tal cual lo entendemos los adultos, ideas que no son por supuesto adquiridas todas de una vez:

1. Criterio de No-Funcionalidad: cuando el cuerpo se muere ya no funciona más: no tiene dolor, frío, hambre, no tiene que ir al baño, no tiene que respirar o comer, etc.
2. Es Permanente: es para siempre.
3. Es Inevitable: nadie puede evitarla.
4. Es Irreversible: no puede uno devolver o devolverse a la vida.
5. Es Universal: le sucede a todo lo que está vivo, nadie escapa de ella.

De 9 a 12 años: Escolares tardíos (pre-adolescentes)
Reacciones comunes a la muerte
Llanto, nostalgia, agresividad, irritabilidad, comportamiento envalentado (de matón) o de payaso, resentimiento, tristeza, soledad, aislamiento, miedos, ansiedad, pánico; supresión emocional, negación, evitación, culpa, vergüenza; trastornos del sueño, preocupaciones acerca de su salud, quejas físicas; problemas o declinar académico, rechazo escolar, trastornos de memoria; pensamientos repetitivos o hablar persistente con los compañeros, demanda exagerada de preocupación y necesidad de ayuda.
Lo que ellos saben y sienten acerca de la muerte
Comprensión madura de la muerte (es permanente, reversible, inevitable, universal y no funcional). Respuestas tipo adulto. Exagerados intentos por proteger/ayudar a los cuidadores y miembros de la familia. Sentido de responsabilidad en los conflictos familiares y deseo de continuar con el compromiso social. Sensación de ir de forma subterránea. Sentirse diferente a otros que no han experimentado una muerte.
¿Qué decir y hacer?
a. Anime una discusión más específica acerca de la causa de la muerte e invítele a hacer preguntas; permita que el niño exprese su relato personal de los hechos. Busque oportunidades para manejar sentimientos cuando el niño esté listo o cuando una situación diferente se origine; deje que el niño escoja su propio ritmo. Apoye y acepte la expresión de todo tipo de sentimientos. Eduque al niño acerca de las reacciones comunes (tristeza, soledad, dolor, rabia, etc.) y los riesgos involucrados al evitar los sentimientos difíciles.
b. Ofrezca o busque a otras personas o salidas que le ayuden a la expresión de sus emociones; recuerde algunos niños se siente incómodos expresando emociones fuertes a sus padres por miedo a trastornarlos o lastimarlos. Discuta los cambios que ocurrirán en la casa; pídale sugerencias cuando negocie nuevas formas de manejar la situación; evite cambios innecesarios. Anime la discusión acerca de cómo manejar nuevas responsabilidades. Pregúntele al niño cómo y qué quieren ellos decirle a otros respecto a lo sucedido (compañeros, amigos, profesores).
c. Acepte la ayuda de otras personas. Anime y permita el compromiso en actividades externas. Anime la conmemoración de la persona que murió de forma que sea para ellos personalmente significativo. Comparta aspecto de sus propias respuestas y formas de luchar.

REACCIONES DEL NIÑO: SU AFLICCIÓN
Las reacciones de aflicción que presentan los niños son variables; usualmente incluyen:

1. Tristeza, depresión.
2. Ansiedad (la ansiedad y la tensión interna pueden adoptar la forma de hiperactividad o de un comportamiento excesivamente activo, inquieto o agresivo).
3. Rabia.
4. Culpa.
5. Desorganización de su comportamiento que puede llegar incluso a la delincuencia.
6. Un sentido de vulnerabilidad e inseguridad personal, aislamiento.
7. Problemas conductuales y trastornos disciplinarios (en casa y en el colegio).
8. Trastornos del sueño, de la atención y de la concentración.

La reacción casi inmediata de un niño mayorcito cuando se entera de la muerte de un ser querido gira entorno a tres preguntas: ¿la causé yo?, ¿me puede ocurrir a mí, a papá o a mamá?, ¿quién cuidará de mi? Cualquier tipo de intervención o ayuda por parte de un adulto debe tratar con estas tres preguntas, y explicarle al niño todo lo referente a la enfermedad para que pueda establecer las diferencias pertinentes entre él y el difunto, y entre la causa real de muerte y la fantaseada (recordemos que el pensamiento mágico hace pensar al niño que él pudo tener algo que ver con la muerte de su ser querido; por tanto, deberá investigarse siempre cualquier idea de responsabilidad que el niño tenga y aclarársela).

A menudo los niños muy pequeños no presentan reacciones graves inmediatas a la muerte, aunque se haya verificado o presentado la correspondiente aflicción (sentimientos anteriormente descritos). Si este comportamiento persiste varias semanas (más de 4), deberá buscarse consejo profesional para ayudar eficazmente al niño; por otra parte, si el niño es incapaz de dominar la experiencia traumatizante de la muerte (le es muy doloroso), puede quedarse fijo o estancado en el nivel de desarrollo que poseía cuando aquella se produjo (es decir, el niño deja de crecer psicológicamente hablando y se comporta como un niño más pequeño que para su edad correspondiente). Esto habitualmente sucede cuando las fantasías infantiles y el pensamiento mágico no son corregidos por experiencias pertenecientes a la realidad (cuando se deja sin aclarar su responsabilidad y la causa de la muerte, permitiendo que el pensamiento mágico actúe sin un adulto que se lo corrija). En tales casos es imprescindible la intervención profesional. Los niños, como los adultos, experimentarán la pérdida de nuevo en días especiales (reacciones de aniversario en fechas especiales).

Reacciones ante la muerte de un hermano
Las reacciones de los niños ante la muerte de un hermano pueden variar desde ninguna respuesta aparente hasta la presencia de pesadillas, agresiones y problemas somáticos (molestias o dolores en el cuerpo); los niños expresan una gran variedad de sentimientos y reacciones aun cuando se mostrasen previamente bien adaptados a la enfermedad de sus hermanos.

Entre las molestias, quejas o comportamientos que pueden presentar, están:

(1) Enuresis (se orina en la cama), que aparece de primera vez o empeora si antes existía.
(2) Jaquecas (dolor de cabeza), que aparece de primera vez o empeora si antes existía.
(3) Deficiente rendimiento escolar, que aparece de primera vez o empeora si antes existía.
(4) Fobia escolar (no quieren ir al colegio), que aparece de primera vez o empeora si antes existía.
(5) Depresión, que aparece de primera vez o empeora si antes existía.
(6) Ansiedad grave, que aparece de primera vez o empeora si antes existía.
(7) Diversas quejas somáticas (dolores, molestias), que aparecen de primera vez o empeoran si antes existían.
(8) Preocupación por la responsabilidad de la muerte del hermano, que aparece de primera vez o empeora si antes existía.
(9) Temor de que ellos mismos morirán, que aparece de primera vez o empeora si antes existía.
(10) Resentimiento hacia los padres por pasar mucho tiempo con el hermano enfermo.
(11) Enojo con sus padres por dejarle morir, que aparece de primera vez o empeora si antes existía.
(12) Preocupaciones con fantasías acerca de la muerte, que aparecen de primera vez o empeoran si antes existían.

Cada una de estas molestias, quejas o comportamientos deberán se tratados (analizados con el niño o con la ayuda de un profesional en duelo) individualmente y paso a paso.

Un investigador americano describe la situación clínica del hermano superviviente de forma muy comprensiva y resumida con las siguientes palabras:

?La niña de 4 años, hermana de un niño leucémico, responderá a la muerte de éste con muchas emociones distintas, que pueden ir desde la tristeza al júbilo. El alivio al recobrar la actividad familiar normal, abandonando el centro médico y volviendo a casa, y el placer que experimenta ante la mayor atención que se le presta, pueden hacerse evidentes. Puede tener temores y, consecuentemente, sentimientos de culpa por todas las veces que posiblemente deseara la muerte de su hermano a causa de un favoritismo de los padres, real o imaginario, los días que se libró de la escuela o los tratos especiales de que fue objeto en el hospital. Si los padres no han preparado el duelo por anticipado (aflicción anticipatoria), el niño superviviente puede experimentar no sólo la pérdida de un compañero de juegos sino también la atención de sus padres. La pena de los padres puede ser interpretada como disgusto por sus pensamientos anteriores?.

El cáncer es la principal causa de muerte en la infancia en los países desarrollados después de los accidentes; esta sola circunstancia puede implicar dos consecuencias importantes para el duelo del hermano superviviente:

1. En primer lugar está lo relacionado con la aflicción anticipatoria (duelo o dolor previo, anticipado como una forma de prepararse para la muerte y el dolor real); las visitas al hermano enfermo suelen ser muy útiles mientras pueda ocurrir una interacción significativa y siempre y cuando el niño lo desee; esto les ayuda a reducir el potencial de culpa irracional (de que ellos han sido los culpables). Por otra parte, el resultado del duelo puede verse favorecido cuando la familia comparte el cuidado terminal, incluyendo a los hermanos.
2. En segundo lugar, y debido a que el niño enfermo puede permanecer la mayor parte de su enfermedad en el domicilio, incluso durante las fases terminales de la enfermedad, el impacto sobre el hermano superviviente puede ser mayor.

Los esfuerzos del niño superviviente por tratar de remplazar al hermano muerto, disminuyendo así el dolor de los padres -que, por otra parte, pueden estar afligidos a tal punto que el niño superviviente reciba poca atención-, es un fenómeno habitual; otras veces, los padres responden de forma sobreprotectora sobre la salud de este.

En aquellas familias cerradas y rígidas, con relaciones en extremo intrincadas, que no permiten la más mínima intervención de otros, la aflicción del niño puede verse complicada; los padres pertenecientes a una familia de este tipo tienden a reaccionar excesivamente ante cualquier signo de manifestación emocional aflictiva de alguno de sus hijos, de modo que una discusión habitual y carente de importancia entre hermanos puede interpretarse como un conflicto significativo relacionado con la muerte del hermano, o una pregunta inocente del niño provoca una explicación minuciosa y detallada que le producirá más ansiedad de la necesaria. Similarmente, en estas familias los niños son más propensos a asumir los problemas de otros, considerándose tal vez responsables de la enfermedad y muerte de su hermano.

Intervenciones precoces y preventivas con el niño superviviente (consejo profesional), sólo o con otros miembros de la familia, puede producir un resultado más apropiado del duelo, evitando o disminuyendo así dificultades y conflictos futuros.

DUELO EN EL ADOLESCENTE
Debido a la mayor madurez de su personalidad, los adolescentes pueden enfrentar en mejores condiciones las consecuencias de la muerte. A diferencia de los niños, no dependen por completo de sus padres para desarrollarse; no obstante, si pierden a uno de estos pueden presentar problemas muy peculiares a causa de la etapa del desarrollo en que se encuentran.

Las ocupaciones predominantes en la adolescencia son librarse de la estrecha dependencia a los padres, dirigiendo sus emociones hacia otros individuos y adultos ajenos a la familia, y lograr una identidad consistente (una personalidad propia).

La desaparición de uno de los padres o hermanos no conduce, sin embargo, necesariamente a reacciones patológicas. Las consecuencias del fallecimiento en su desarrollo emocional dependen del nivel de desarrollo que halla alcanzado, la calidad de sus relaciones personales y el grado de madurez que posea antes de la muerte.

Si bien en esta etapa la actitud del adolescente es muchas veces marcadamente hostil hacia los padres, existe siempre la opción de regresar a su cuidado como un niño, como en épocas anteriores. Como un elemento primordial y normal de su proceso de crecimiento existe un interés peculiar por la inmortalidad y temas afines, interés que le puede servir para defenderse del horror de la muerte, evitar la tristeza y perpetuar la fantasía de la reunión en un plano físico con la persona perdida; si el concepto de vida eterna es utilizado desde una perspectiva negativa, una muerte significativa puede provocar sentimientos suicidas. Por otra parte, si el adolescente es incapaz de diferenciarse del difunto (de separarse de este, de diferenciar sus personalidad, de cortar el lazo), puede interferirse el logro de una identidad consistente (de una personalidad propia). En ambas situaciones es recomendable el consejo profesional.

Aunque la pérdida en sí no es patogénica (no es, de hecho, peligrosa para su desarrollo), puede constituir el núcleo o la base en torno a la cual se agrupen elementos patológicos de conflictos anteriores o futuros (es decir, puede ser el disparador de una personalidad complicada en la vida adulta).

De 13 a 18 años: Adolescentes
Reacciones comunes a la muerte
Entumecimiento, re-experimentación del hecho, evitación de sentimientos, resentimiento, pérdida de confianza, culpa, vergüenza, depresión, pensamientos suicidas, distanciamiento, aislamiento, ansiedad, pánico, disociación, oscilaciones del humor, irritabilidad, rabia, auto-implicación, exagerada euforia, ?acting out? (involucrarse en actividades de riesgo, antisociales o ilegales), abuso de sustancias; miedo a eventos similares, a la enfermedad, muerte o el futuro; trastornos el apetito y del sueño, quejas o cambios físicos, declinar académico, rechazo escolar.
Lo que ellos saben y sienten acerca de la muerte
Reacción de duelo tipo adulto, presión para ser responsable e involucrarse en un comportamiento de adulto y/o resentimiento o enojo por ello, temor de expresar emociones fuertes, ansiedad por sentirse abrumado o en situación embarazosa, cambios en su sentido de identidad y propósito en la vida, pensamientos acerca del futuro (mortalidad personal, eventos importantes sin el ser querido, etc.).
¿Qué decir y hacer?
a. Involucre al adolescente en las actividades familiares relacionadas a la muerte, pero tenga precaución cuando pida su participación por un largo período de tiempo. Resista el esperar o asignar responsabilidades de adulto. Discuta los cambios en la familia y trabajen juntos para encontrar soluciones. Tenga precaución acerca de cualquier cambio que el adolescente pueda querer hacer durante el trauma o inmediatamente después de una muerte. Considere cómo el evento o la muerte pueden estar influenciando la conducta usualmente difícil del adolescente y manéjela directamente.
b. Eduque al adolescente acerca del duelo y de los riesgos potenciales de la conducta ?acting out?. Sea sensible a sus mensajes respecto a actividades de riesgo o ilegales. Espere variabilidad del humor y de la conducta. Espere la tendencia reactiva a llegar a ser excesivamente cercano o, por el contrario, extremadamente distante. Anime al adolescente a confiar en alguien fuera de la familia. Permita el desarrollo de las conductas normales de independencia. Mantenga límites, consistencia y un sentido de estabilidad. Sea razonable con las reglas y con las expectativas conductuales y académicas.

La actitud ambivalente (de amor y odio) con que los adolescentes se relacionan normalmente con los adultos debe ser tenida en cuenta cuando se analicen sus reacciones ante la muerte de uno de sus padres; ciertamente una cosa es intentar ser independiente cuando se sabe que ambos padres siguen estando disponibles y otra muy distinta intentarlo cuando la muerte arrebata a uno de estos en pleno proceso de emancipación. Con frecuencia, el adolescente afligido por la perdida de un ser querido habla incesantemente de las cualidades del fallecido, olvidando las características que tan solo unos meses antes constituían la base para una crítica intensa. La idealización (“era un santo”) se produce incluso en familias en las que el adulto fallecido era, en verdad, un padre inoperante (un padre que no ejercía ningún papel activo en la crianza de los hijos).

Durante el duelo, los adolescentes suelen consultar al médico por un dolor, una erupción o cualquier otra molestia (cosa que antes no solían hacer; si lo hacían, entonces es posible que lo hagan con más frecuencia); si bien, lo que generalmente suelen estar buscando es que se les tranquilice acerca de su salud, y quizás una sustitución del padre desaparecido (representada por el profesional de la salud). Pueden presentarse también, como en el adulto, empeoramiento de enfermedades previas.

El adolescente también necesita bastante apoyo emocional y la oportunidad de expresar verbalmente sus preocupaciones de forma que las falsas interpretaciones en relación con la muerte puedan ser aclaradas (necesita expresar su dolor y sus inquietudes respecto a la muerte).

EL DUELO COMPLICADO
Variaciones de la respuesta normal a la pérdida de un ser querido

Teniendo en cuenta las variables anteriormente señaladas, y el hecho de que la educación de los adultos en cómo manejar este difícil asunto ha sido casi nula o inexistente, la adaptación de los niños a la pérdida de sus seres queridos puede ser inadecuada en un gran número de casos; estas respuestas inadecuadas (duelo complicado) pueden continuar por años e interferir con su adaptación social y escolar y/o asociarse a problemas psiquiátricos en la vida adulta. Por otra parte, el proceso de adaptación a la pérdida puede verse retrasado si el niño se ve obligado, además, a defenderse de otros cambios en su vida cotidiana (crisis concurrentes) secundarios a la muerte: cambio de domicilio, ciudad, colegio, amistades, etc.

La muerte de la madre es un factor que puede complicar aún más su situación y retrasar el proceso de cicatrización del duelo. No obstante, la calidad de la relación con el cuidador sustituto del niño es el factor más significativo en determinar el resultado del duelo, incluso más que la misma pérdida.

Duelo en caso de muerte por suicidio
Se trata de uno de los factores de riesgo más reconocidos de duelo complicado en los niños, adolescentes e incluso en adultos. Uno de los aspectos más difíciles es decidir el momento adecuado para hablarle a un niño sobre el suicidio paterno.

El mejor momento para hacerlo es en el de la muerte misma, antes de que los conflictos e inquietudes hayan adoptado la forma de síntomas o problemas de comportamiento y antes de que otros niños lo comenten. Los niños comprenden mejor el asesinato que el suicidio, porque conocen y están familiarizados con sus sentimientos agresivos. Si el padre superviviente opta por mantener el secreto o deformar la realidad de los hechos, el niño se dará cuenta de que “hay algo” que se le oculta o es incongruente con la realidad que aprecia, lo cual levantará una barrera en la comunicación entre padre e hijo, precisamente en un momento en que el niño necesita expresar sus ambivalentes y conflictivas emociones (recordemos el pensamiento mágico del niño).

Muchos niños creen que determinados incidentes inmediatamente anteriores al suicidio -sobre todo quejas de sus padres por su mala conducta, no hacer lo que se les dijo que hicieran, hacer mucho ruido, ser desordenados, etc.- son la causa directa del suicidio.

Cuatro aspectos de carácter general -relacionados al suicidio- permiten estudiar las consideraciones comunes y generales de las reacciones de los niños al suicidio paterno:

(1) Cada suicidio posee características únicas;
(2) Las circunstancias familiares en que se presenta el suicidio son únicas;
(3) La estructura de la personalidad del niño y su nivel de desarrollo alcanzado en el momento del suicidio hacen que la reacción sea absolutamente individualizada en cada caso;
(4) En muchos casos, antes del suicidio, ya existían problemas de desarrollo en los niños;
(5) A los niños se les suele involucrar en algunos aspectos del acto mismo del suicidio (ver más adelante).

El sentimiento dominante en el niño, originado por el suicidio de uno de sus padres, es el de culpabilidad; su origen es diverso:

a. Dado que la forma de pensar de los niños es eminentemente concreta (piensan en los hechos en sí) y caracterizada por un concepto deformado de la causa  (el pensamiento mágico hace que se imaginen múltiples causas), egocentrismo (tienen la impresión de que son el centro de todo lo que ocurre en el mundo) y pensamiento mágico al interpretar lo que ven y viven, muchos niños creen que determinados incidentes inmediatamente anteriores al suicidio -sobre todo quejas de sus padres por su mala conducta, no hacer lo que se les dijo que hicieran, hacer mucho ruido, ser desordenados, etc.- son la causa directa del suicidio.
b. En muchos casos el padre deprimido ha hecho sentirse culpables y parcialmente responsables de su desesperación a los miembros de la familia, por lo que éstos se sienten aún más culpables al producirse el suicidio.
c. Dadas las características de los trastornos que habitualmente se asocian a los actos de suicidio, muchas veces se suele advertir reiteradamente al niño de que tenga cuidado de no indisponer o preocupar a uno de ellos, con lo cual se deposita la responsabilidad del bienestar psicológico del padre sobre el niño.

Por otra parte, el sentimiento de culpabilidad del niño se suele concentrar también en el propio acto de suicidio (niños mayorcitos), expresándose en preguntas como:)cómo pudo o cómo debió evitarlo? Este sentimiento de culpa es intenso y agobiante, y sus efectos son claramente visibles en el niño: declaraciones insistentes y directas de culpabilidad y autoreproche, depresión, comportamiento provocador de irritación en otros, autocastigo, conductas obsesivas (repetitivas), pensamientos cargados de culpabilidad y a veces esfuerzos desesperados para defenderse demostrando que es absolutamente bueno, que no hace daño a nadie y que no es malo ni peligroso.

Las implicaciones del suicidio paterno sobre los niños, y sus graves consecuencias a largo plazo sobre su desarrollo psíquico, exigen una cuidadosa y continuada vigilancia a todo lo largo del duelo por personal especializado.

FACILITANDO EL DUELO NORMAL EN LA INFANCIA
Para ayudar efectivamente al niño a enfrentar saludablemente la muerte de un ser querido es absolutamente imprescindible conocer adecuadamente su proceso normal de aflicción, sus atributos especiales, la concepción de muerte que se corresponde con su edad y desarrollo psicológico, los factores de riesgo y el proceso general para facilitar su enfrentamiento; este proceso debe estar siempre acompañado de un lenguaje sencillo y apropiado a la edad del niño, evitando explicaciones complicadas o que estimulen sus fantasías y concepciones equivocadas de la muerte, facilitando en la medida de lo posible su participación, siempre y cuando éste quiera, en la pena familiar y en los ritos asociados.

Los adultos que quieren consolar a un niño que ha perdido un ser querido deben ser conscientes de la responsabilidad a que se atienen con todo lo que digan o hagan; deben respetar sus sentimientos y la necesidad de expresar su tristeza.

Acerca de la muerte
Las decisiones acerca de informar al niño de la muerte de un ser querido deben estar acorde (coincidir) con las creencias, religión y cultura de la familia, así como con su edad y comprensión. Cuando los adultos respondan a sus preguntas, lo importante es que no digan cosas que ellos mismos no aceptan o creen, pues el niño acabará descubriendo las mentiras y discrepancias y se pondrá en peligro la relación por culpa de la desconfianza generada. Debe evitarse mantener la muerte en secreto mientras el niño aprecie la tristeza y el comportamiento alterado de los adultos en el hogar ya que esta situación sólo aumentaría sus fantasías y pensamiento mágico.

Una vez que se ha comentado el asunto y se ha iniciado una comunicación sincera con él, el niño aprenderá que es bueno preguntar, que le servirá para suprimir falsas fantasías y malas interpretaciones que él tenía en su imaginación, y que le es útil para comprender la realidad de lo que le está pasando a él y a su familia.

Algunos niños pueden asociar el sexo de su padre fallecido con la posibilidad de su propia muerte si ellos son del mismo sexo; cuando su sexo coincida con el del difunto, necesitará especialmente diferenciarse de este: una explicación sencilla de la muerte con respecto a la enfermedad y reasegurarles acerca de que su seguridad es apropiada, dándoles respuestas cuando ellas se originen, es la conducta más adecuada.

Aceptar y comprender que los niños se entristecen (que necesitan entristecerse por el ser querido perdido) y ayudarles a manifestarse de una forma que puedan liberar su angustia y dolor de forma positiva, ya desde este primer momento se establecen las bases de un proceso de acercamiento a la muerte compartido con sus otros seres queridos. Nunca deberá permitirse que piensen que se les castiga por la muerte que se ha producido, aunque esto pueda llegar a ser muy difícil si los adultos que están junto a ellos experimentan los mismos sentimientos y tienen graves dificultades para resolverlos en su propio caso, abandonando así a los niños en su mundo de fantasías y pensamientos cargados de culpabilidad.

Por otra parte, la tristeza inicial que el niño manifiesta puede ser sustituida súbitamente por el comportamiento alegre y habitual. La gran mayoría de los niños, si están atendidos por un adulto que les entiende, terminarán tarde o temprano por discutir y manifestar su tristeza.

Es importante la selección de palabras y el tipo de historia a utilizar cuando se le pretende explicar al niño lo que sucede después de la muerte. Si en su discusión se reflejan con sinceridad las creencias y filosofías propias de la familia, lo apropiado es presentarle la idea en términos directos, tal y como estas creencias y filosofías así lo consideran, sin olvidar que el concepto de existencia después de la muerte es difícil de entender para un niño hasta la segunda década de su vida.

1. Dios bajando a llevarse a la persona al cielo: Las historias o explicaciones que hacen referencia a “Dios bajando a llevarse a la persona al cielo”, ?Es una visita de Dios?, ?Dios necesitaba a su papá?,  ?Dios se lo llevó por que era un angelito muy bueno?, ?Son cosas de Dios? y otros parecidos, no son del todo convenientes; esto tal vez pueda consolar a los adultos, pero les sirve a los niños de muy poca ayuda, incluso les puede aterrorizar al pensar que en un momento dado también Dios puede llevárselos y separarles de sus seres queridos, pues ellos lo que quieren es que la persona amada regrese inmediatamente; de esta forma, pueden temer asistir a la iglesia (?la casa de Dios?) pues ?allí está un Señor que se lleva a las personas que el niño quiere?, o adquirir conductas malas o aberrantes por que ?Dios se lleva a los niños buenos y él no quiere que Dios se lo lleve y lo separen de su papá y su mamá?. Tales explicaciones probablemente sólo estimulen la desconfianza y el odio hacia un Dios que arrebata a las personas que él quiere y deja a los niños solos.
2. Un ángel feliz: La descripción del hermano muerto como un “ángel feliz”, y las discusiones sobre la alegría que ello significa en una familia, por lo demás triste y apenada, sólo sirven para confundirle más y aumentar su pensamiento mágico.
3. Estar dormido: Utilizar la palabra “dormir”, refiriéndose a la muerte, crea en el niño una ansiedad innecesaria, pues le hace pensar que también él puede morirse mientras duerme o tema que otro ser querido muera mientras duerme.

Se considera que la presentación que el adulto hace en forma de “yo creo” deja al niño libre de aceptar o rechazar tal punto de vista, y es preferible recurrir a “no vivir más” o “ausencia de vida” para describir el concepto de muerte.

La esperanza en el regreso de la persona amada -recuérdese el concepto inicial de la muerte como algo reversible- está presente en todos los seres humanos; ante la frustración que la negación de este deseo provoca por la irreversibilidad de la muerte, pueden aparecer sentimientos de culpa: el niño puede pensar que la desaparición de su ser querido ha sido voluntaria, dejándolo desamparado, o, por el contrario, el niño puede preguntarse qué es lo que habrá hecho para que le abandonara aquella persona que tanto quería; se preguntará si las veces que se enfadó con él (con el fallecido) o las ocasiones en que se negó a hacer algo que le pidió, son responsables de que su ser querido haya fallecido. Permitir la presencia de tales sentimientos -sin la aclaración y discusión apropiada de los mismos, permitiendo su expresión- es una carga muy pesada para el niño.

Acerca de los ritos funerarios
Los padres suelen preguntar si es conveniente que los niños asistan al entierro, al velorio o al funeral: se considera que un niño de 4 años o más debe tomar por sí mismo esta decisión. Si es la primera vez que acude a un cementerio o que participa en la velación o en una novena, se le debe dar antes una explicación, en palabras sencillas, de lo que va a observar,  de su finalidad y del hecho de que todas las personas estarán tristes y algunos llorarán. El estar presente en parte de estas ceremonias contribuye a aliviar sus sospechas y fantasías y le permite observar el misterio que rodea el enterramiento.

Se les debe animar a manifestar sus emociones y, si desean llorar, hay que decirles que es un sentimiento normal. El permitirle compartir su dolor y los recuerdos del difunto con su familia, confirma el valor del niño como miembro de esta y su papel dentro de ella. El niño puede encontrar consoladora la unión de familiares y amigos o, por el contrario, pensar que es más de lo que puede soportar y optar por quedarse en casa.

En el intervalo entre el fallecimiento y el entierro, o poco después de este, cuando la familia recibe las condolencias, es conveniente que el niño esté presente, si bien se entiende que su presencia no debe ser obligatoria. Si el niño lo intenta, puede servirle positivamente para hacerle la muerte más real. Además, su asistencia le permite observar el apoyo, consuelo y cariño mutuo que manifiestan los adultos en estas circunstancias, y ver que la persona fallecida era amada y significaba mucho para otras personas y no sólo para él. Por otro lado, no hay que esperar que se comporte correctamente: lo normal será que permanezca inquieto. Si opta por quedarse en la casa o con un amigo de la familia, es conveniente explicarle lo que sucede cuando se van los familiares: los niños soportan mejor la tristeza de sus seres queridos que el silencio, el encubrimiento de la pena o la decepción.

Tareas del duelo en la infancia
1. La tarea más inmediata empieza tan pronto como el niño conoce la pérdida, situación que tiene lugar en un contexto de limitadas habilidades cognitivas y sociales:

? Encontrar un adulto comprensivo, protector y consolador.
? Obtener una mayor comprensión de lo que ha pasado mientras emplea mecanismos auto-protectores para protegerse del impacto emocional total de la pérdida (especialmente la regresión, la irritabilidad, el juego y otras formas de  distracción).

2. Aprender a identificar (poner nombre) y manejar sus emociones: identificar, enfrentar y tratar el dolor psicológico y los otros síntomas y signos que acompañan al reconocimiento de la pérdida.
3. Confirmar y reafirmar su concepto actual de muerte.
4. Avanzar en su comprensión cognitiva y afectiva: aceptar y re-elaborar la pérdida y la lucha con el intenso dolor psicológico que resulta.
5. Aprender a vivir sin el ser querido muerto: formar una nueva relación sin excesivo temor a la pérdida y sin la constante necesidad de comparar la nueva relación con la vieja y formar una nueva relación con el muerto que evolucionará con el tiempo y que llegará a ser una presencia interna mantenida para el niño.
6. Re-elaboración cíclica de la pérdida: ser capaz de luchar con el resurgimiento de las emociones dolorosas en cada transición, pérdida o problema.
7. Reasumir sus Actividades de la Vida Diaria y sus metas del desarrollo: retornar a las tareas y actividades del desarrollo apropiadas para su edad.

QUE LE AYUDA Y QUE NO LE AYUDA AL NIÑO DURANTE EL DUELO

LE AYUDA
Una familia afectiva (cariño, afecto, etc.); recuerdos; expresar los sentimientos; aprovechar los momentos pedagógicos; escuchar a los niños; los amigos (pares); la veracidad de la información, con un lenguaje sencillo, claro y con la verdad; dosificar la información; tener en cuenta la edad de los niños; validar emociones y sentimientos; mantener las buenas rutinas; respetar los espacios, el querer estar solo; participar de los ritos; conmemoraciones que tengan un sentido y significado para el niño; apoyo escolar, Informar el acontecimiento, tener conocimiento los profesores sobre duelo; buscar apoyo profesional; tenerlos en cuenta en las tomas de decisiones; responder inquietudes; grupo de ayuda mutual; utilizar pruebas proyectivas; leer libros con los niños; dedicarles más tiempo.

NO LE AYUDA
En la familia: maltrato, violencia intrafamiliar, no tener información sobre duelo, no decir la verdad, no tener en cuenta al niño en tomas de decisiones, inestabilidad familiar, falta de afecto, no dar respuesta a sus inquietudes, indiferencia, no expresar emociones, no escuchar al niño, no respetar los espacios del niño, no conmemorar.
En la escuela: no respetar los derechos del duelo en el niño, desinformación.
En lo social: violencia, medios de comunicación, incomprensión, desconocimiento, indiferencia.
En lo cultural: negación, sobreprotección, miedo a la muerte, ciertas ideas religiosas.

INDICACIONES/SUGERENCIAS PARA LA FAMILIA O EL CUIDADOR PRIMARIO
Las siguientes son una serie de sugerencias o indicaciones de tareas para realizar en el domicilio con el niño/a; siga las indicaciones del profesional en duelo y realice las actividades señaladas con una ?x? durante el tiempo que éste así se lo indique; considere actividades nuevas y anótelas en ?otras?, participando al equipo de la Unidad de Duelo de las mismas.

    * Leer sobre el duelo en los niños

    * Legitimizar sus sentimientos

    * Animarle a expresar sus emociones y sentimientos en compañía de un familiar

    * Leerle cuentos o historietas

    * Llevarle al médico o al psicólogo

    * Hablarle sobre la muerte utilizando elementos de la naturaleza

    * Abrazar continuamente al niño

    * Animarle a realizar alguna actividad física

    * Animarle a que no se esconda para llorar

    * Caminar con el niño

    * Hablar con el niño del ser querido que falleció

    * Hacer juntos un álbum o una caja de recuerdos

    * Visitar el cementerio con el niño si él lo desea

    * Hablar con el niño de sus temores y angustias

    * Animarle a dibujar o pintar siempre y libremente lo que él siente

    * Estimularle a elaborar un homenaje personalizado

    * Animarle a escribir una carta, un poema, una caricatura o un cuento

    * Animarle a escribir un diario

    * Terapia del Rasgado de Papel

    * Terapia del Rayado de Papel

    * Jugar y estar siempre ahí, con el niño

    * Terapia del Inflado y Estallido de Bombas

    * Músicoterapia

    * Comprarle un cuento sobre la muerte

    * Salir de compras

    *