Respaldo de material de tanatología

APRENDER A VIVIR CON MI MUERTE…

PUBLICADO: Claudia Altamirando -El Universal Martes 27 de junio de 2006

Para una mujer como Alicia, inquieta, independiente, vanidosa y siempre muy alegre, el tumor en su garganta significó el fin de la vida que conocía hasta entonces, para dar paso a la dependencia, el encierro, el silencio, la depresión Un diagnóstico de cáncer que no va acompañado de muchas esperanzas de vida es algo tan trágico, que quien lo recibe empieza a morir anímicamente desde ese momento. Para una mujer como Alicia, inquieta, independiente, vanidosa y siempre muy alegre, el tumor en su garganta significó el fin de la vida que conocía hasta entonces, para dar paso a la dependencia, el encierro, el silencio, la depresión. Maestra de biología en todos los niveles educativos, Alicia trabajó hasta el 25 de enero pasado, pues el tumor, descubierto apenas en octubre de 2005, sería extirpado en febrero. A partir de entonces, la obvia protección de su familia la cercó: no puede decidir sobre su ropa, su comida ni sus horarios. Su aspecto también cambió, ha reducido dos tallas y su voz, que fue siempre su instrumento de trabajo y su pasión, sale con mucha dificultad. ?Entre las muchas cosas que se piensan, a veces pensaba que podía ser un reclamo de la vida por algo… en mi caso yo pensé que mi exceso de vanidad y el ser tan libre y no detenerme ante nada?, confiesa la maestra, quien, a petición de su hermana, inició un tratamiento tanatológico que le ayudara a asumir su enfermedad. ?Junto con el doctor he llegado a la conclusión de que la vida es un ciclo que se puede terminar en cualquiera de sus etapas. Que no necesariamente tener esta enfermedad es un castigo, que tampoco hay que padecerla como un estigma sino tomarla como la oportunidad que nos dan para concluir lo que podíamos tener por ahí?, señala Alicia.

Y es que aceptar la muerte ?propia y ajena? como algo normal es imposible, pero aprender a vivir con ello puede requerir de ayuda profesional. De acuerdo con Mario Guerra, presidente de la Sociedad Española e Internacional de Tanatología de México, el 62% de las personas que sufren una pérdida podrán superarlo con tiempo y apoyo familiar, pero el otro 38% requerirá de la ayuda de una terapia tanatológica. Del griego tanathos, la tanatología es la ciencia que estudia la muerte y el objetivo de su terapia es ?que el evento doloroso de la muerte sea amortiguado por un proceso de aceptación de un ciclo natural de la vida?; evitar que el duelo se convierta en una sicopatología y permitir, en un tiempo razonablemente corto, la reintegración a una nueva vida. Son candidatos a este tratamiento quienes desarrollan relaciones codependientes o apegos excesivos, así como relaciones ambivalentes (donde en un momento se llevan muy bien y en otro muy mal), pues se desarrollan culpas por los malos momentos, que no dejan llevar a cabo el proceso de forma sana. También pueden requerir ayuda quienes sientan culpas excesivas alrededor de la persona fallecida o en los casos de muerte repentina y trágica. Sin embargo, esta terapia no sólo es aplicable en casos de muerte, sino a cualquiera que haya sufrido una pérdida, ya sea de un familiar, una mascota, una casa o un miembro del cuerpo, ?cualquier pérdida que genera alguna angustia o estrés, puede recibir tratamiento tanatológico?, señala el presidente de la SEIT en México. Duelo complicados A decir del doctor Guerra ?quien actualmente atiende a Alicia?, un proceso de duelo normal puede llevar de uno a dos años, pero es variable: si fue muerte natural, un año; si fue muerte repentina, dos años, y si se conjuntan varias agravantes, hasta tres años. Después de ese periodo, se habla de un duelo que podría derivar en patologías, por lo que requiere de este tratamiento. ?Un duelo no sano es cuando, después de un año de la muerte, el deudo sigue recordando al muerto como el primer día. Sigue hablando, de él y el llanto sigue descontrolado o no puede ni mencionar su nombre. La terapia es para que el deudo aprenda a vivir en un mundo donde el otro está ausente. Es para recolocar emocionalmente al fallecido, es decir, que ya no lo percibas como algo externo, sino algo que ya vive dentro de ti?. Guerra advierte que un tratamiento tanatológico debe ser voluntario, nunca forzado y lo mejor es iniciarlo a un mes del fallecimiento, pues intervenir en el duelo de las personas antes puede ser contraproducente. El tanatólogo puede detectar, seis meses después de la muerte, si ese proceso de duelo es normal o no, basándose en los predictores de duelo complicado: que muera el sostén o la pareja de un adulto mayor; muerte de la madre para un menor (de 11 años si es niña, 18 años si es niño); ausencia de cadáver; muerte accidental y/o repentina y cruenta; que los deudos sean mujeres solas con niños pequeños. En esos casos, se debe aplicar una terapia que consiste, básicamente, en cuatro etapas: aceptar la pérdida, expresar las emociones por cualquier vía (llanto, rabia, aislamiento, silencio), recolocar emocionalmente al fallecido (interiorizarlo, no verlo más como algo externo) y finalmente, aprender a vivir en un mundo donde el fallecido está ausente. ?No se trata de simplemente hacer llorar, porque no todas las personas reaccionan igual (…), puede ser contraproducente?, precisa el psicólogo. ?Cuando un miembro de la familia que sufrió una pérdida no llora, no es recomendable obligarlo a llorar, nunca funciona. Lo recomendable es apoyarlo, que todos hablen de su dolor y el otro, de forma natural, empezará a expresar sus emociones. Educar para la vida y para la muerte Para lograr una mejor superación de una pérdida, señala la SEIT, se debe educar en la vida y en la muerte; abordar este tema con los niños sin mentir ni crear fantasías. Para tener un concepto sano de muerte debemos comprender el concepto de universalidad (todos morimos), que la muerte no es lineal (pueden morir niños o ancianos) y que es definitiva e inevitable. ¿Es posible ver la muerte de una forma natural? ?No. El ser humano ve a la muerte como algo ajeno, externo y agresivo. Todos tenemos miedo naturalmente a morir. La emoción se instala. Cómo reaccionas ante ello, esa es la diferencia. El duelo es un proceso, no un estado; no ?estás? en duelo, estás llevando un proceso de duelo?. Así como la tanatología enseña a llevar una nueva vida sin la persona que falleció, a quienes han sido desahuciados o tienen pocas esperanzas de sanación, se les ayuda a vivir una nueva vida con su enfermedad, donde son personas distintas que no deben obsesionarse con volver a ser como fueron antes. ?Aspirar a volver a la vida de antes es algo utópico, porque ya perdiste una parte, tienes que volver a reestructurar, replantearte, pero para eso tienes que replegarte, quedarte un poco atrás y ver como está el panorama, reposar un poco la pérdida y entonces replantear las cosas; porque la muerte te tumba todo, te tira tu mundo de constructos, de certezas, la muerte lo cambia todo?.

La nueva Alicia A pesar del corto tiempo que ha llevado su terapia, Alicia ha asumido su nueva vida y se muestra dispuesta a vivirla: ?Quiero aprender a ser ?esta Alicia?, con esta cara, con este cuerpo debilitado. Tengo todos mis recuerdos pero no me lastiman, yo veo mi vida pasada como un regalo. Ahora soy la segunda Alicia?, sentencia. La maestra, de 60 años, reconoce que fue hasta que enfermó, cuando se dio cuenta de lo feliz que ha sido durante toda su vida; con una familia que la apoya, alumnos que la reconocen y aprecian y un esposo que, pese a haber llegado a su vida hace apenas 5 años, ha sido ?su ángel?. Ahora, ha aprendido a esperar y aceptar; desea tener tiempo suficiente para agradecer a todos los que la han cuidado, ?pues hay gente que muere sola?. Alicia no sabe si su enfermedad avanzará o si podrá superarla, pero ?si la libra?, dice, escribirá un libro. En tanto, se siente tranquila ?y quiero que ese momento llegue así, tranquila?.

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ELEMENTOS ATADOS AL CÁNCER

ADEMÁS DE LA EDAD, SE HA COMPROBADO QUE EXISTE UNA SERIE DE FACTORES GENÉTICOS, AMBIENTALES E INFECCIOSOS QUE INCIDEN EN LA APARICIÓN DE ESTE MAL

Después de las enfermedades cardiovasculares, el cáncer representa la cau sa principal de mortalidad y morbilidad. Además de la edad, se ha comprobado que existen una serie de factores genéticos, ambientales e infecciosos que incrementan el riesgo de desarrollar cáncer. La historia familiar es un factor importante. Algunas familias tienen un riesgo más alto de desarrollar ciertos tipos de cáncer que otras. Por ejemplo, el riesgo de desarrollar el cáncer de mama en la mujer aumenta de 1.5 a 3 veces si la madre o la hermana tuvieron ese tipo de cáncer. Algunos tipos de cáncer de mama están ligados a una mutación genética específica más frecuente en algunos grupos étnicos y en algunas familias. Muchos otros, incluyendo de piel y de colon tienden a afectar también a familias enteras.

Las personas con anomalías cromosómicas tienen un riesgo mayor de padecer cáncer. Por ejemplo, aquellos pacientes con el síndrome de Down tienen de 12 a 20 veces más riesgo de desarrollar leucemia aguda. Personas con historial familiar de cáncer o desórdenes cromosómicos tienen que estar más pendientes a sus evaluaciones médicas periódicas y a cambios repentinos en sus cuerpos.

Los factores ambientales pueden también incrementar el riesgo de contraer cáncer. Uno de los más importantes es el tabaco, ya que incrementa de forma sustancial el riesgo de desarrollar cáncer de pulmón, boca, laringe y vejiga, entre otros. La exposición prolongada a la radiación ultravioleta, sobre todo la que proviene del sol, predispone al cáncer de piel. La exposición de los mineros a ciertos elementos, tales como el uranio está vinculado al desarrollo del cáncer de pulmón. La exposición al asbesto puede causar cáncer de pulmón y mesotelioma (cáncer de la pleura). El cáncer es aún más frecuente en los fumadores que han sido expuestos al asbesto.

El riesgo de cáncer también varía de acuerdo con el lugar donde se vive. El riesgo de cáncer de colon y mama es bajo en Japón, pero aumenta en los japoneses que han emigrado a Estados Unidos y llega hasta a igualar al del resto de la población americana. Los japoneses tienen porcentajes muy elevados de cáncer de estómago. Sin embargo, la incidencia es más baja en los japoneses nacidos en Estados Unidos. Esta variación geográfica en el riesgo del cáncer depende probablemente de muchos factores: una combinación de genética, dieta y medio ambiente.

La dieta es otro importante factor de riesgo de cáncer, particularmente del sistema gastrointestinal. Una dieta con alto contenido en fibras reduce la probabilidad de desarrollar cáncer de colon. Una dieta con alto contenido en alimentos ahumados y picantes incrementa la probabilidad de desarrollar cáncer de estómago. Las evidencias actuales sugieren que con una dieta en la cual menos del 30% de las calorías proviene de las grasas, se reduce el riesgo de cáncer de colon, de mama y posiblemente también de próstata.

Personas con alto consumo de alcohol tienen un mayor riesgo de desarrollar cáncer de esófago. Se conocen varios virus que provocan cáncer en los seres humanos y se sospecha de varios otros. Por ejemplo, el papilomavirus que causa verrugas genitales es probablemente una causa del cáncer cervical en las mujeres. El citomegalovirus causa el sarcoma de Kaposi. El virus de la hepatitis B puede causar cáncer de hígado. En África, el virus Epstein-Barr causa el linfoma de Burkitt y en China, causa cáncer de nariz y faringe.

Algunos retrovirus humanos, como el virus de la inmunodeficiencia humana, causa linfomas y otros tipos de cáncer de la sangre. Algunos parásitos como es el caso del Esquistosoma (Bilharzia), que puede causar cáncer de vejiga por la irritación crónica de ésta. EDAD La edad es un factor importante en el desarrollo del cáncer. Algunos tipos de cáncer, como el tumor de Wilms, la leucemia linfática aguda y el linfoma de Burkitt afectan casi exclusivamente a la gente joven. La razón por la cual aparecen en los jóvenes no se conoce bien, pero la predisposición genética es uno de los factores. Sin embargo, la mayoría de los tipos de cáncer son más comunes en la gente mayor.

Muchos de ellos, como los de próstata, estómago y colon, tienen más probabilidad de aparecer después de los 60 años. En los países desarrollados, más del 60% de los tipos de cáncer se presenta en personas de más de 65 años. El riesgo de desarrollar cáncer se duplica cada 5 años después de los 25 años. El aumento del porcentaje de cáncer en la población es probablemente debido a la combinación de una creciente y prolongada exposición a carcinógenos, asociado a un sistema inmunológico debilitado.

CARLOS JIMÉNEZ – El autor es director del Presby Wellness & Fitness Center, de los laboratorios de medicina nuclear del Ashford Presbyterian Community Hospital y del Centro Cardiovascular y de PET-CT de San Patricio MRI & CT Center; Especialista en medicina interna, deportiva y nuclear.

La amistad tiene un sorprendente poder curativo

La amistad tiene un sorprendente poder curativo
Lo dice el autor del best seller La inteligencia emocional

NUEVA YORK.? Un querido amigo estuvo luchando contra el cáncer durante la última década o más. Incluso, con una demoledora mezcla de quimioterapia, radiación y todo el resto de las necesarias indignidades oncológicas ha seguido viviendo, a pesar de los graves pronósticos que sostenían lo contrario.

Mi amigo era ese tipo de profesor que sus estudiantes recuerdan con cariño: no sólo los inspiraba durante la clase, sino que además se preocupaba genuinamente por ellos, por sus estudios, su progreso en la vida, sus miedos y esperanzas. Un amplio círculo de ex estudiantes se contaba entre sus mejores amigos. El y su mujer siempre le daban la bienvenida en su hogar a una corriente constante de visitantes.

A pesar de que nadie pudo probarlo nunca, sospecho que uno de los muchos ingredientes que contribuyeron a su longevidad fue ese flujo de gente que lo quería.

Investigaciones en el campo de las conexiones entre las relaciones afectivas y la salud física establecieron que la gente con una rica red de amistades personales ?gente que está casada, que posee una buena relación con su familia y amigos, que tiene participación activa en grupos sociales y religiosos- se recupera más rápidamente de las enfermedades y vive más. Pero ahora el emergente campo de las neurociencias sociales, que estudian cómo actúa el cerebro de las personas cuando éste interactúa con otros, agrega a esta información una pieza que estaba faltando.

El descubrimiento más importante fue el hallazgo de “neuronas espejo”, una clase de células cerebrales ampliamente dispersas que operan como “redes neuronales inalámbricas”. Las neuronas espejo rastrean el flujo emocional, el movimiento e incluso las intenciones de la persona con la que estamos, y reeditan en nuestro propio cerebro el estado detectado, al alborotar en él las mismas áreas que están activas en el de la otra persona.

Contagio emocional

Las neuronas espejo ofrecen un mecanismo neuronal que explica el contagio emocional, esto es, la tendencia de una persona a adoptar los sentimientos de otra, particularmente cuando éstos se expresan de manera vehemente. Esta conexión de cerebro a cerebro también puede funcionar respecto de los sentimientos de compenetración que, según los descubrimientos de investigaciones, dependen en parte de sincronizaciones extremadamente veloces de la postura, el ritmo vocal y los movimientos de las personas mientras éstas interactúan.

En resumen, estas células cerebrales parecen permitir la orquestación interpersonal de cambios fisiológicos.

Semejante coordinación de emociones, reacciones cardiovasculares o estados cerebrales entre dos personas ha sido estudiado en madres con niños, en matrimonios e incluso entre gente que se reúne.

Al revisar décadas de este tipo de información, Lisa M. Diamond y Lisa G. Aspinwall, psicólogas de la Universidad de Utah, ofrecen el término “unidad de regulación psicobiológica mutua” para describir la fusión de dos psicologías discretas en un circuito conectado. Hasta el momento en que esto ocurre, afirman Diamond y Aspinwall, la cercanía emocional permite a la biología de una persona influir en la de otra.

John T. Cacioppo, director del Centro de Neurociencia Cognitiva y Social de la Universidad de Chicago, hace una propuesta paralela: el estado emocional de nuestras relaciones afectivas principales posee un impacto significativo en nuestro diseño general de la actividad cardiovascular y neuroendócrina. Esto expande radicalmente la perspectiva de la biología y la neurociencia, que de enfocarse en un solo cuerpo o cerebro pasan a observar la interrelación entre dos al mismo tiempo. Vale decir, mi hostilidad hace subir tu presión sanguínea, tu amor hace bajar la mía. Potencialmente, somos los aliados o enemigos biológicos de los otros.

El sugerir, aunque sea de manera remota, que estas interconexiones tienen beneficios para la salud generará, sin duda, revuelo en los círculos médicos. Nadie puede jactarse de contar con información sólida que demuestre un efecto médico significativo de la interrelación de las psicologías.

Al mismo tiempo, ya no hay dudas de que esta misma conectividad puede ofrecer un consuelo emocional con bases biológicas. Más allá del sufrimiento físico, una presencia curadora puede mitigar el sufrimiento.

Un caso significativo es el estudio por imágenes de una resonancia magnética funcional de una mujer que esperaba un electroshock. Cuando soportaba su aprehensión sola, subía la actividad en las regiones neuronales que incitan las hormonas del estrés y también la ansiedad. Como reportó James Coan el año pasado en un artículo en Psicofisiología, cuando un extraño le sostenía la mano mientras esperaba, la mujer encontraba poco alivio. Cuando su esposo le sostenía la mano, no sólo ella se sentía calma, sino que sus circuitos cerebrales se tranquilizaban, revelando la biología del rescate emocional.

Pero tal como bien saben las personas con enfermedades crónicas severas, los seres queridos pueden desaparecer, dejándolos que enfrenten las dificultades en una soledad aislada. El rechazo social activa las mismas zonas del cerebro que generan, entre otras cosas, el dolor físico. Matthew D. Lieberman y Naomi Eisenberg, de la Universidad de California en Los Angeles (en un capítulo de Neurociencia Social: gente pensando en gente , MIT Press, 2005) propusieron que los centros cerebrales del dolor pueden ser particularmente sensibles al destierro social porque la exclusión fue una sentencia de muerte en la prehistoria humana. Afirman que en muchas lenguas las palabras que describen un “corazón roto” a causa del rechazo toman prestado el léxico del dolor físico.

De manera que cuando la gente que se preocupa por un paciente no aparece, puede ser una decepción doble: al dolor del rechazo se le suma la privación de los beneficios del contacto cariñoso. Sheldon Cohen, psicólogo en la Universidad de Carnegie-Mellon que estudia los efectos de las conexiones personales en la salud, enfatiza el hecho de que la familia y los amigos de un paciente hospitalizado ayudan con sólo visitarlo, sepan o no qué decirle.

Mi amigo llegó a un punto en que los doctores ya no saben qué más probar. En mi última visita, él y su mujer me dijeron que entraría en una residencia para enfermos terminales.

Uno de los desafíos, me comentó, sería canalizar el río de personas que quieren visitarlo en el pequeño espacio horario de una semana en el que él todavía tiene energía para verlos.

Cuando dijo esto, sentí que me desgarraba por dentro, y le respondí: “Sabes, al menos es mejor tener ese problema. Hay tanta gente que atraviesa esto sola”.

El guardó silencio durante un momento, pensativo. Luego me contestó suavemente: “Tienes razón”.

Por Daniel Goleman, de The New York Times

Daniel Goleman es el autor del libro La inteligencia emocional

http://www.lanacion.com.ar/cienciasalud/nota.asp?nota_id=849547&origen=premium

¿Qué es la leucemia mielógena crónica?

¿Qué es la leucemia mielógena crónica?

Luego de recibir el diagnóstico de leucemia mielógena crónica (también conocida como LMC, leucemia mielocítica crónica o leucemia mieloide crónica), es importante entender la enfermedad y las opciones de tratamiento para poder tomar las mejores decisiones tendientes a su atención.

El cáncer aparece cuando las células normales del cuerpo cambian y comienzan a crecer excesivamente. La LMC es un cáncer que afecta a la sangre. Se le llama mielógeno porque afecta a un tipo particular de glóbulo blanco llamado mieloblasto, y se le considera una forma crónica de la leucemia porque el cáncer tiende a crecer lentamente durante un período prolongado.

La LMC es relativamente poco frecuente. Se estima que, en el ámbito mundial, se produce un caso de LMC cada 100,000 personas. La LMC generalmente se diagnostica en adultos de más de 40 años. Esta forma de leucemia rara vez ocurre en la población infantil y es algo más frecuente en los hombres que en las mujeres.

Fases de la LMC
La LMC se produce como resultado de una mutación genética durante la producción de glóbulos blancos.

Las células sanguíneas se inician como células madre en la médula ósea y maduran para convertirse en glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas. En las personas que padecen LMC, partes de los cromosomas 9 y 22 se intercambian en un proceso llamado translocación. Uno de los cromosomas anormales resultantes se llama ?cromosoma Filadelfia? y es la característica definitoria de la LMC.

El cromosoma Filadelfia contiene un gen único denominado BCR-ABL que produce una enzima anormal. La enzima BCR-ABL anormal interfiere en la regulación de la producción de glóbulos blancos, lo cual deriva en la producción excesiva de estos glóbulos.

La LMC presenta tres fases distintivas: crónica, acelerada y crisis de blastos.

    * Fase crónica: Durante la fase crónica de la LMC, una cantidad excesiva de glóbulos blancos penetra en el torrente sanguíneo. Estos todavía son glóbulos blancos normales y, en esta etapa de la enfermedad, las personas que padecen LMC generalmente sólo presentan síntomas leves. Aproximadamente el 85 por ciento de los pacientes se encuentran en la fase crónica de la LMC al momento del diagnóstico. En esta fase, la enfermedad generalmente se trata con tratamiento farmacológico administrado por vía oral.
    * Fase acelerada: Durante la fase acelerada de la LMC, la cantidad de glóbulos blancos y células inmaduras, llamadas ?blastos?, aumenta rápidamente en el torrente sanguíneo. Esto ocurre porque la producción de glóbulos blancos en la médula ósea es tan rápida que la salida forzada de los glóbulos hacia el torrente sanguíneo sucede antes de que maduren. Durante esta fase pueden desarrollarse síntomas más evidentes, que incluyen fatiga, dolor abdominal, sangrado, sudoración excesiva, pérdida de peso e infecciones. Durante esta fase, las células anormales son más difíciles de controlar con medicamentos.
    * Crisis de blastos: Durante esta fase, continúa aumentando la cantidad de blastos en el torrente sanguíneo, mientras que disminuye la cantidad de glóbulos blancos maduros y plaquetas. Esto provoca un alto riesgo de sangrado e infecciones. Durante la crisis de blastos, la LMC es muy difícil de tratar.

Diagnóstico de la LMC
Muchos pacientes con LMC no presentarán síntomas evidentes al momento del diagnóstico. La mayoría de las personas recibe el diagnóstico de la enfermedad cuando se someten a análisis de sangre de rutina. El paciente puede presentar un aumento de tamaño del bazo debido a la mayor producción de glóbulos blancos, y posiblemente experimente hipersensibilidad abdominal.

Si los análisis de sangre de rutina hacen sospechar al médico la presencia de LMC, es probable que ordene nuevos análisis. Tener más glóbulos blancos de lo normal y muy poco de los otros tipos de células sanguíneas es señal de LMC. En este momento también se puede realizar una prueba de la médula ósea. Un técnico de laboratorio observará con el microscopio la división de los glóbulos blancos en un proceso llamado prueba citogenética. Si se detecta la presencia del cromosoma Filadelfia, se confirma el diagnóstico de LMC.

Según la fase en que se encuentre la LMC al momento del diagnóstico, usted y su médico pueden analizar las opciones de tratamiento. Una vez que haya comenzado el tratamiento, es importante que usted y su médico controlen el porcentaje de glóbulos blancos que contiene el cromosoma Filadelfia.

Objetivos del tratamiento de la LMC
El objetivo más importante del tratamiento de la LMC es eliminar la mayoría de las células que contienen el cromosoma Filadelfia anormal. El tratamiento exitoso de la LMC permitirá reducir los síntomas de la enfermedad y puede impedir que la enfermedad evolucione.

En la amplia mayoría de casos, el objetivo del tratamiento farmacológico no es la ?cura?. Dicho de otra manera, la enfermedad puede estar bajo control y la cantidad de células con el cromosoma Filadelfia puede disminuir de manera significativa, posiblemente por debajo de niveles detectables. Aun así, no se considera que el paciente se haya ?curado?. Es probable que todavía haya células de leucemia en el organismo. Si se interrumpe el tratamiento farmacológico, es probable que la LMC evolucione.

El tratamiento que tiene más posibilidades de cura es el trasplante de células madre. Sin embargo, debido a los riesgos involucrados en este procedimiento, generalmente se recomienda el trasplante a pacientes más jóvenes que posean un hermano o hermana donante compatible. Debido al hecho de que los tratamientos farmacológicos pueden ser muy exitosos, muchos médicos consideran al trasplante de células madre como tratamiento de segunda línea al cual se debe recurrir si falla el tratamiento con medicamentos.

Tratamiento de la leucemia mieloide crónica

Tratamiento de la leucemia mieloide crónica

Si se le ha diagnosticado LMC, debe tomar algunas decisiones con respecto a su tratamiento.

Cuando el paciente se encuentra en la fase crónica de la LMC, el primer objetivo del tratamiento es normalizar los recuentos sanguíneos. Esto significa tomar medicamentos ?a menudo hidroxiurea, pero generalmente imatinib? para reducir la cantidad de glóbulos blancos en el organismo y aumentar la cantidad de glóbulos rojos y plaquetas. El paciente no responde tan bien al tratamiento cuando la LMC se encuentra en la fase acelerada o crisis de blastos, por lo tanto, un objetivo clave del tratamiento en la fase crónica de la LMC es impedir o demorar la evolución de la enfermedad.

Una vez que la cantidad de glóbulos blancos se ha normalizado y estabilizado en la fase crónica de la LMC, el objetivo siguiente del tratamiento es tratar de reducir o eliminar las células que contienen el cromosoma Filadelfia. Un medicamento utilizado en el tratamiento de la LMC es el interferón alfa. Los interferones son sustancias producidas de manera natural por diversas células del cuerpo y también se pueden producir en laboratorios. El interferón alfa (IFN-?) logra remisiones hematológicas en la mayoría de los pacientes, y se ha demostrado que reduce la cantidad de células que contienen el cromosoma Filadelfia en hasta el 40 por ciento de los pacientes.

Los efectos secundarios de los interferones incluyen fiebre, escalofríos y síntomas similares a los de la gripe en la mayoría de los pacientes tratados. Si bien la fiebre y los síntomas similares a los de la gripe generalmente se resuelven al cabo de unas semanas, la fatiga crónica, que a menudo está acompañada de alteraciones cognitivas y de la memoria, es usual. Con frecuencia estos efectos secundarios son graves y pueden obligar al paciente a interrumpir el uso del medicamento.

Las investigaciones muestran que los pacientes que experimentan una eliminación completa del cromosoma Filadelfia (indicada por pruebas citogenéticas) mientras toman interferón pueden exhibir un aumento de la supervivencia.

Recientemente, un tipo de fármaco conocido como inhibidor de la tirosina kinasa ha resultado más eficaz que la hidroxiurea o el interferón alfa en el tratamiento de la mayoría de los pacientes con LMC. Este medicamento, llamado imatinib, o Gleevec (o Glivec), bloquea la acción de la enzima anormal llamada BCR-ABL. La enzima BCR-ABL, que es un tipo de enzima conocida como tirosina kinasa, es el resultado de la formación del cromosoma Filadelfia y causa el crecimiento descontrolado de los glóbulos blancos.

Un importante ensayo clínico muestra que el imatinib logra una respuesta hematológica completa en el 97 por ciento de los pacientes en la fase crónica. El medicamento logra una respuesta citogenética completa en más del 75 por ciento de los pacientes. En casi el 40 por ciento de los pacientes, el imatinib también logra una reducción significativa de la cantidad de células que contienen el cromosoma Filadelfia cuando se lo mide a través de pruebas moleculares extremadamente sensibles.

La mayoría de los pacientes encuentran que los efectos secundarios causados por el imatinib son leves y generalmente tolerables. Un efecto secundario frecuente es la acumulación de líquido, a menudo experimentada como edema alrededor de los ojos. Otros efectos secundarios pueden ser sangrado, erupción cutánea, diarrea, náuseas, dolores musculares y fatiga. Los efectos secundarios más graves pueden incluir problemas hepáticos y recuentos sanguíneos anormalmente bajos. Últimamente se han comunicado problemas cardíacos graves pero poco frecuentes.

Cumplimiento
La eficacia del imatinib puede disminuir rápidamente si no se lo utiliza según las indicaciones. Los pacientes corren el riesgo de recaídas si no cumplen fielmente con la dosis recomendada del medicamento. El imatinib quizás sea costoso, lo cual puede ser un motivo de los problemas de tomar el medicamento tal como lo recomienda el médico. Los pacientes también pueden llegar a creer falsamente que si tienen un buen control de los recuentos sanguíneos (respuesta hematológica), el uso continuado del imatinib no es fundamental. Es muy importante comunicar al médico lo antes posible si hay motivos por los que el paciente podría no estar tomando la dosis recomendada del medicamento.

Resistencia al fármaco
Algunos pacientes que toman imatinib pueden experimentar una resistencia inicial al medicamento (resistencia primaria) o pueden desarrollar resistencia con el tiempo (resistencia secundaria). A menudo, se puede restablecer la respuesta con el aumento de la dosis. Las probabilidades de padecer efectos secundarios aumentan con dosis más altas de imatinib.

Si se experimenta resistencia, los pacientes pueden pasar a la fase acelerada o crisis de blastos de la LMC. Los pacientes y los médicos pueden considerar el trasplante de células madre si el paciente cuenta con un donante adecuado, o pueden considerar el tratamiento con una de las generaciones más nuevas de medicamentos inhibidores de la tirosina kinasa. Actualmente existen dos medicamentos, disponibles con receta o a través de ensayos clínicos, según el país o la región del mundo en la que reside. Uno de estos medicamentos es el dasatinib, que también se conoce como Sprycel. El otro medicamento es el nilotinib.

A veces una persona con LMC desarrolla una resistencia que no puede ser vencida con ninguno de estos dos nuevos inhibidores de la tirosina kinasa. Estos pacientes pueden beneficiarse con la participación en ensayos clínicos de otros tipos de medicamentos que actualmente se investigan.

Trasplante de células madre
El tratamiento farmacológico puede ayudar a los pacientes con LMC a vivir muchos años, posiblemente décadas.

Sin embargo, la única cura demostrada para la LMC es la terapia de altas dosis seguida del trasplante de células madre, también conocido como trasplante de médula ósea. En este tratamiento, se destruye la médula ósea del paciente utilizando quimioterapia de alta dosis, radioterapia de alta dosis o ambas. Como la médula es el lugar donde se replican las células madre sanguíneas que albergan el cromosoma Filadelfia, el objetivo es destruir todas las células leucémicas. Luego de la terapia de altas dosis, se infunden células madre sanas de un donante en la sangre del paciente con LMC, con la esperanza de que estas células restablezcan la capacidad del paciente de fabricar nuevas células sanguíneas.

Los trasplantes de células madre implican algunos riesgos. El éxito aumenta con la compatibilidad de los tejidos. Los gemelos son excelentes donantes. Otros hermanos y hermanas también son una buena opción si son genéticamente similares. El posible donante debe someterse a pruebas exhaustivas para garantizar que sus células madre tengan las mejores probabilidades de éxito en el trasplante.

Debido a los riesgos involucrados en los trasplantes de células madre, muchos médicos comienzan a tratar al paciente que padece LMC con el tratamiento farmacológico. Al mismo tiempo, se puede incorporar al paciente a una lista de trasplantes de médula ósea para buscar un posible donante compatible. De esta manera, la búsqueda del donante compatible ya está encaminada si se recurre al trasplante debido al fracaso del tratamiento farmacológico.

Control del tratamiento de la LMC

Control del tratamiento de la LMC

Durante el tratamiento de la leucemia mieloide crónica (LMC) el médico se basará en varias pruebas para poder determinar la respuesta del paciente al tratamiento.  Éstas incluyen las pruebas que se utilizan inicialmente para diagnosticar la enfermedad.

Respuesta hematológica
Como el primer paso del tratamiento de la LMC es normalizar el recuento de células sanguíneas, los médicos empiezan el control mediante análisis de sangre para contar la cantidad de glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas que hay en el organismo. En la LMC no tratada los glóbulos blancos se encuentran en cantidades muy elevadas.

Si el recuento total de glóbulos blancos sigue disminuyendo y la cantidad de glóbulos rojos y de plaquetas vuelve a ser normal, significa que el tratamiento funciona. En la fase crónica de la LMC, el recuento de glóbulos blancos a menudo vuelve a su nivel normal rápidamente. Este proceso recibe el nombre de respuesta hematológica completa.

Los análisis de sangre continuarán realizándose durante todo el tratamiento para asegurar que el recuento de células sanguíneas se mantiene en niveles normales. Si éstas volvieran a alcanzar niveles anómalos podría producirse una recurrencia de la enfermedad.

Pruebas citogenéticas
Durante el diagnóstico inicial, el médico probablemente pida pruebas citogenéticas para comprobar la presencia del cromosoma Filadelfia, una anomalía genética específica que se encuentra en la médula ósea y en las células sanguíneas de pacientes con LMC. A medida que se desarrolla la leucemia, el número de células irregulares aumenta si lo comparamos con los glóbulos blancos normales.

Se extraen células de la médula ósea y se analizan para comprobar la presencia del cromosoma Filadelfia. Se selecciona la médula ósea porque es ahí donde se dividen las células sanguíneas, y porque en esta fase del ciclo vital de las células es cuando se pueden ver sus cromosomas a través de un microscopio. Se analizan unas veinte o treinta células sanguíneas. En algunos casos, especialmente antes del tratamiento, cuando el recuento de glóbulos rojos es extremadamente elevado, las pruebas citogenéticas pueden realizarse con muestras de sangre en vez de con la médula ósea.

La detección de una sola célula con el cromosoma Filadelfia basta para confirmar el diagnóstico de la LMC, pero normalmente las veinte o treinta células contienen el cromosoma Filadelfia en el momento del diagnóstico.  A medida que continúa el tratamiento eficaz, el médico hará un seguimiento de la reducción del porcentaje de estas células.

El grado de respuesta del organismo al tratamiento se describe en porcentajes.  La reducción del porcentaje de células que contienen el cromosoma Filadelfia se considera una respuesta citogenética.  Si el número de células leucémicas con el cromosoma Filadelfia disminuye a menos del 35%, se considera una respuesta citogenética mayor. Si la prueba citogenética muestra que no hay más células con el cromosoma Filadelfia, o que el porcentaje es 0%, se considera una respuesta citogenética completa.

Las pruebas citogenéticas se pueden utilizar durante el tratamiento para comprobar otras posibles anomalías cromosómicas que puedan desarrollarse con el tiempo.  Pero si el tratamiento es eficaz, las pruebas citogenéticas pueden resultar no ser suficientemente sensibles como para comprobar el progreso del ataque contra la enfermedad. La muestra de 20 ó 30 células no es lo suficientemente amplia.  Es decir, si el tratamiento funciona correctamente y se da una respuesta citogenética completa, aún podría haber muchas células con el cromosoma Filadelfia por debajo del umbral de detección de las pruebas citogenéticas con microscopio. Por lo tanto, un tratamiento eficaz debe ir acompañado de un seguimiento cada vez más sensible.

Prueba de FISH
Los médicos pueden recurrir a la hibridación in situ fluorescente (FISH), un tipo de prueba citogenética que se realiza con células sanguíneas o medulares, lo que significa que la prueba de FISH puede realizarse con una muestra de sangre o de médula ósea.  Durante esta prueba se marcan varios cientos de células con una sustancia química que puede hacer visible ciertos genes bajo una luz especial.  Con la prueba FISH los técnicos de laboratorio pueden detectar la presencia o ausencia del gen BCR-ABL. Normalmente esta técnica permite detectar una célula anómala entre 500 normales.

Prueba de PCR
La prueba más sensible para controlar la evolución de la enfermedad en el tratamiento de la LMC es la reacción en cadena de la polimerasa (PCR).  Después de extraer una muestra de sangre o de médula ósea y aplicar una técnica sofisticada llamada amplificación génica, un técnico de laboratorio puede utilizar la PCR para observar directamente la composición genética de las células sanguíneas. La prueba mide la cantidad del gen BCR-ABL. La prueba de PCR es tan sensible que puede encontrar una célula con el cromosoma Filadelfia entre un millón de células sanas.  Muchos médicos afirman que es importante obtener un nivel de referencia de PCR al principio del tratamiento farmacológico de la LMC para medir la respuesta con el tiempo.

Los resultados de la prueba de PCR pueden diferir entre los laboratorios, y la sensibilidad también puede variar.  Se recomienda utilizar el mismo laboratorio al hacer el seguimiento de la prueba de PCR para obtener una evaluación de las respuestas al tratamiento farmacológico más exacta y consistente.  Actualmente los médicos están fomentando una estandarización, de manera que los resultados de diferentes laboratorios puedan utilizarse para hacer un seguimiento del mismo paciente.

Los médicos también están fomentando el uso de un tipo de PCR llamado PCR “cuantitativo”, que presenta los resultados en términos de porcentaje de células leucémicas. Otras pruebas llamadas PCR “cualitativo” simplemente ofrecen resultados “positivos” o “negativos” con referencia a una sensibilidad especificada. El problema de esta aproximación es que no se miden los cambios con el tiempo.
En este sentido, un hallazgo negativo (a menudo definido matemáticamente como una reducción de 3 log) del gen BCR-ABL mediante la prueba de PCR es una señal muy positiva para los pacientes.  Sin embargo, es probable que el paciente aún tenga en su organismo células con el cromosoma Filadelfia que no se pueden detectar ni siquiera con el PCR.  Aunque sólo quede una célula, la LMC aún puede recurrir.  Por esta razón los médicos no suelen considerar que un paciente con LMC está curado.

Recurrencia de la enfermedad
Un número reducido de pacientes en la fase crónica de la LMC recaerá después de haber seguido durante cierto tiempo un tratamiento eficaz con imatinib.  Por esta razón se debe continuar con el control regular.  Los médicos hablan de una recaída citogenética cuando el porcentaje de células con el cromosoma Filadelfia empieza a aumentar después de una periodo de disminución según las pruebas citogenéticas.  Del mismo modo, una recaída hematológica sucede cuando el recuento sanguíneo es anormal después de un periodo de buen control.

La recaída después del tratamiento farmacológico a veces se puede tratar con una dosis más elevada de imatinib o con tratamientos farmacológicos más recientes. A veces también puede considerarse el transplante de células madre. Consulte el webcast relacionado: Monitoring and Adherence in CML (Control y observación de la LMC).

qué mujeres son más susceptibles de sufrir cáncer de mama

La genética permitirá en cinco años saber qué mujeres son más susceptibles de sufrir cáncer de mama
26/10/2006 08:02

La lucha contra el cáncer de mama ha encontrado un firme aliado en la investigación genética ya que, en un plazo de unos cinco años, se prevé que todas las mujeres puedan disponer de un mapa genético de susceptibilidad que determine qué personas tienen una mayor predisposición al desarrollo de un tumor y posibilite un seguimiento individualizado y la mayor prontitud en la detección.
Estas son al menos las expectativas del Dr. Jesús Hernández, coordinador de Proyectos de Apoyo a la Investigación del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), tras comprobarse que en un 10% de las mujeres, que comparten determinadas características, se acumulan el 60% de los casos de cáncer de mama.
En su opinión, esto demuestra que existe una subpoblación de alto riesgo genético y por eso, en el momento actual, los investigadores trabajan para tratar de identificar que características genéticas o qué genes de susceptibilidad comparte este grupo de mujeres de mayor predisposición al desarrollo de un tumor.
Hasta ahora, se ha logrado catalogar dos genes de susceptibilidad, pero se calcula que puede haber unos 200, y sería la combinación de 5, 6 o 7 de estos genes los que harían que el porcentaje de riesgo creciese considerablemente.
Sin embargo, en el caso del cáncer de mama hereditario, ya se ha conseguido identificar a los dos genes causantes, con lo que resultaría factible saber qué mujeres los tienen alterados, y por lo tanto, están en riesgo de desarrollar el tumor, pero por el momento resultaría muy caro hacer los mapas genéticos de forma generalizada.

http://db.doyma.es/cgi-bin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?ident=46648&mail=S

Vacuna contra el cáncer de útero

Se aprobó en el país la primera vacuna contra el cáncer de útero

Llegará a mediados de noviembre y su costo rondaría los 250 dólares por dosis

A mediados de noviembre llegará a la Argentina Gardasil, la primera vacuna capaz de prevenir la infección por virus de papiloma humano (HPV), que constituye la principal causa del cáncer cervical.

Desde ayer, esa vacuna cuenta con la aprobación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) para ser usada en mujeres de entre 9 y 26 años.

“Enel país, la edad promedio de aparición del cáncer cervical es de 29 años -dijo a LA NACION el doctor Silvio Tatti, jefe de la Sección Patología Cervical del Hospital de Clínicas y ex presidente de la Sociedad Argentina de Colposcopia-. Vacunar antes de esa edad permitiría prevenir su desarrollo.”

Los estudios clínicos realizados en 21.000 mujeres de entre 16 y 26 años han demostrado que la vacuna es ciento por ciento efectiva contra las cepas 16 y 18 del HPV, que constituyen la causa del 70% de los casos de cáncer cervical, al igual que contra las cepas 6 y 11, que representan el origen del 90% de las verrugas genitales femeninas.

Ese grado de inmunización se obtiene luego de tres dosis de la vacuna, que se administran en un período de 6 meses. “La vacuna no brinda protección a las mujeres que ya se encuentran infectadas con el HPV, lo que indica la importancia de la inmunización previa a la exposición al virus”, señalaba un comunicado de las autoridades regulatorias norteamericanas, que aprobaron la vacuna a principios de junio último.

“Una de cada cinco mujeres argentinas de entre 15 y 60 años en algún momento de su vida va a contraer un HPV de alto riesgo”, comentó el doctor Tatti. En el país, 11 mujeres fallecen cada día, víctimas de esta afección también conocida como cáncer de cuello uterino.

Costo en negociación

Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se diagnostican 510.000 casos de cáncer cervical, enfermedad que se cobra la vida de aproximadamente 288.000 mujeres en todo el mundo.

Dado su elevado costo, la vacuna podría quedar fuera del alcance de sus posibles beneficiarias. Eso dependerá del grado de cobertura que la vacuna tenga por parte de obras sociales, empresas de medicina prepaga e incluso desde el mismo sistema de salud público.

En los Estados Unidos, donde el Estado absorbe el grueso de su costo, cada dosis cuesta alrededor de 130 dólares, pero en México y Brasil -con sistemas de salud más parecidos al argentino- cada dosis alcanza los 240 y 265 dólares, respectivamente.

En la Argentina, según dijeron fuentes de la filial argentina del laboratorio Merck Sharp & Dohme, todavía no se ha definido cuál será su precio: “Como recién comienzan las negociaciones con el Gobierno y las entidades involucradas [empresas de medicina prepaga], todavía no se puede dar una cifra”.

“Se estima que la negociación va a tener como referencia el costo actual de la vacuna en mercados con sistemas de salud similares al de la Argentina, como el de México o Brasil”, agregaron.

“Cómo se utiliza la vacuna en el marco de una política integral de prevención y atención del cáncer es un tema que está en estudio desde hace meses a pedido del mismo ministro, para ver su factibilidad”, dijeron ayer fuentes del Ministerio de Salud local.

Casos avanzados

Aunque los ensayos clínicos con Gardasil muestran que la vacuna brindó protección contra el HPV durante los cinco años que duró el estudio, el doctor Tatti comentó que, por sus características biológicas, es de esperar que la vacuna brinde protección de por vida, pero eso deberá ser probado por futuros ensayos clínicos.

Tratado en sus estadios iniciales, el cáncer cervical tiene una tasa de curabilidad del 100 por ciento. “Sin embargo, en hospitales como el de Clínicas, la mitad de las mujeres con cáncer de cuello de útero recibe el diagnóstico cuando se encuentra en estadios avanzados de la enfermedad -dijo el doctor Tatti-. En esos estadios, las tasas de curación no superan el 20 por ciento.”

Sebastián A. Ríos
http://www.lanacion.com.ar/cienciasalud/nota.asp?nota_id=853080&origen=premium

Cómo prevenir las metástasis de melanoma

Hallan cómo prevenir las metástasis de melanoma

Investigadores argentinos identificaron una enzima clave En la lucha contra el cáncer, el objetivo principal de todo tratamiento es evitar que las células tumorales se diseminen en el organismo. Con este principio clínico en mente y después de una década de trabajo, investigadores argentinos lograron prevenir las metástasis del melanoma cutáneo maligno en un grupo de pacientes que ya lleva dos años sin señal alguna de la enfermedad.

¿Cómo lo hicieron? En todos los pacientes con melanoma temprano (en los dos primeros estadios), el equipo de especialistas del Servicio de Patología del Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas (Cemic) y del Hospital de Clínicas estudió los datos que concentra el ganglio más próximo al tumor, llamado “centinela”, por donde pasan las células tumorales antes de seguir su camino al resto de los tejidos. “La sobrevida a cinco años de los pacientes con melanoma es de un 35% cuando los ganglios linfáticos están comprometidos. Por lo tanto, el diagnóstico precoz y la detección de las micrometástasis ganglionares son esenciales para curarlo”, afirmó a LA NACION la doctora Valeria Denninghoff, responsable del Laboratorio de Patología Molecular del Cemic. En 1999, dos años antes de regresar al país desde Francia, donde estaba estudiando, Denninghoff se sumó a la investigación que en 1994 empezaron los doctores Jorge Falco y Pablo Curutchet, de la División de Cirugía Oncológica del Hospital de Clínicas, y Boris Elsner, del Servicio de Patología del Cemic. “La detección del ganglio centinela, que se utiliza rutinariamente en los tumores con diseminación ganglionar, como el melanoma o el cáncer de mama, es una herramienta imprescindible para este avance. Esta técnica, llamada «mapeo linfático» permite detectar el primer ganglio linfático de la cadena de drenaje que tiene información muy rica”, explicó la coautora del estudio inédito y ganador del Premio Bianual 2006 Fundación Florencio Fiorini, que cuenta con el auspicio de la Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer (Lalcec). Indicador efectivo Al estudiar las muestras de los ganglios centinelas de 60 pacientes con melanoma cutáneo maligno, los investigadores hallaron que la misma enzima que participa en el primer paso de la producción de la melanina (el pigmento que les da color a los lunares) era un indicador efectivo de la presencia de metástasis oculta; es decir, aquella que los estudios de rutina no logran identificar en los dos primeros estadios de la enfermedad. Para los autores, la identificación de esa enzima clave, la tiroxinaza, era indispensable para poder comprender de qué forma influiría en la progresión de la enfermedad. “Lo importante para nosotros era encontrar un marcador efectivo para identificar la presencia de metástasis y conocer cómo podría modificar la sobrevida de los pacientes”, comentó Denninghoff. De los 598 pacientes de entre 23 y 84 años seleccionados inicialmente en 1994, 364 tenían melanoma maligno en estadios primarios (I y II). A 123 de ellos se les identificó el ganglio centinela, pero sólo 60 tenían un seguimiento clínico mínimo de dos años. Todos tenían resultados negativos en el estudio del ganglio centinela según la técnica más utilizada (hematoxilina-eosina e inmunohistoquímica), y se les realizó una biopsia además del estudio molecular. “Los pacientes que obtenían resultado positivo con las tres técnicas fallecieron -aclaró la investigadora-. De tres pacientes con resultados inmunohistoquímico y molecular positivos, dos fallecieron y uno sobrevive porque tomó la decisión de someterse a un vaciamiento axilar de ganglios de la zona del melanoma y sigue libre de la enfermedad.” En los 45 pacientes a los que se les extirpó el tumor y el estudio del ganglio centinela por las tres técnicas tuvo resultado negativo, la enfermedad no volvió a aparecer, “por lo que se podrían considerar curados”. El equipo demostró que a pesar de que la tiroxinaza está relacionada con el pigmento que les da el color marrón a los lunares, también está presente en los melanomas incoloros, que son menos frecuentes. A partir de estos resultados, la especialista recomendó que los pacientes con diagnóstico de melanoma soliciten el estudio en profundidad del ganglio centinela.

Por Fabiola Czubaj – Miércoles 3 de Enero de 2007 http://www.lanacion.com.ar/cienciasalud/nota.asp?nota_id=872145&origen=premium