Respaldo de material de tanatología

Violencia entre hermanos

Violencia entre hermanos, un problema subestimado: Ocurre cuando los padres están emocionalmente ausentes

NUEVA YORK.- Un reciente estudio publicado en la revista Child Maltreatment halló que el 35% de los niños evaluados había sido golpeado o atacado por un hermano en el transcurso del año anterior. El estudio se basó en entrevistas a 2030 niños o a las personas que estaban encargadas de su cuidado. Aunque algunos de esos ataques puedan haber sido efímeros e inocuos, más de un tercio fueron realmente perturbadores y dejaron marcas: el 14% de los niños fue repetidamente atacado por un hermano; un 4,5% fue golpeado con suficiente intensidad como para dejar magullones, cortes, dientes rotos y ocasionalmente una fractura, y un 2% fue golpeado con piedras, juguetes, mangos de escobas, palas y hasta cuchillos. Los niños de entre 2 y 9 años que fueron atacados repetidamente, según demostró el estudio, tenían el doble de probabilidades que otros niños de su edad de padecer graves síntomas de trauma, angustia y depresión, tales como insomnio, accesos de llanto, pensamientos suicidas y miedo a la oscuridad. “Hay formas muy graves de victimización fraterna, y graves reacciones a ellas”, dijo David Finkelhorn, sociólogo del Laboratorio de Investigación Familiar de la Universidad de Nuevo Hampshire, Estados Unidos, y uno de los principales autores del estudio, quien afirma que esa clase de violencia suele menospreciarse o minimizarse. “Si yo golpeara a mi esposa, nadie vacilaría en considerar esa conducta un acto criminal -dijo Finkelhor-. Pero cuando un niño hace lo mismo a su hermano, el mismo acto suele considerarse una simple pelea o un altercado.”

La violencia entre hermanos registrada en el estudio de Finkelhor resultó ser más frecuente entre niños de 6 a 12 años, ligeramente más frecuente entre varones que entre mujeres, y disminuía gradualmente a medida que los niños ingresaban en la adolescencia. De la rivalidad al maltrato Pocos expertos están de acuerdo en el grado de la violencia entre hermanos, y pocos coinciden en cuál es el punto en el que termina la rivalidad entre hermanos y empieza el abuso y el maltrato.

Es un tema poco estudiado, sobre el que se han realizado solamente dos estudios nacionales, un puñado de trabajos académicos y, en el último cuarto de siglo, ha sido abordado apenas en un par de libros. En 1980, el sociólogo Murray Straus de la Universidad de Nuevo Hampshire publicó “Behind Closed Doors”, un pionero estudio nacional de la violencia familiar, en el que concluía que la relación entre hermanos era el vínculo humano más violento. Si se lo evaluaba estrictamente por cálculo de golpes, Straus estaba en lo cierto: su estudio reveló que el 74% de los niños estudiados había golpeado o empujado violentamente a un hermano en el curso de un año y el 42% había pateado, mordido o golpeado a un hermano o una hermana (cuando sólo un 3% de los padres habían agredido a un hijo con esa violencia y sólo un 3% de los esposos había atacado físicamente a su esposa). John V. Caffaro, psicólogo clínico y terapeuta familiar de un suburbio de San Diego, Estados Unidos, define la violencia entre hermanos como un patrón reiterado de violencia e intimidación. En una entrevista, Caffaro, coautor del volumen “Sibling Abuse Trauma”, dijo que el abuso era casi siempre determinado por una combinación de falta de compromiso parental, testosterona y demografía familiar. Según Caffaro, se da con mayor frecuencia en las familias numerosas compuestas por hijos varones próximos en edad y con menor frecuencia entre hermanas. “Un niño puede golpear a un hermano con fuerza, pero no consideramos que eso sea maltrato o abuso -explicó-. Lo que buscamos es un patrón reiterado y, cuando eso ocurre, es porque los padres no suelen estar presentes.”

El abuso se da más frecuentemente, agregó, cuando un progenitor está emocionalmente ausente como resultado de un divorcio, largas horas de trabajo, muchos viajes, alcoholismo, preocupación por sus propios problemas u otros factores. “Uno o ambos progenitores no están suficientemente cerca como para cumplir su función. Casi siempre es así”, explicó Caffaro, y agregó que los padres “periféricos” son particularmente problemáticos. “Las cosas son caóticas, los límites son confusos y la supervisión es mínima”, dijo, y señaló que esas familias no siempre son caóticas cuando se las ve desde afuera. “A veces el padre simplemente está mucho tiempo viajando por negocios, y la madre no es buena para poner límites.” En otros casos, agregó, los padres agravan el conflicto distinguiendo a los hijos favoritos, ignorando la obvia victimización, interviniendo tan sólo para acallar a los niños o para culpar a los hijos mayores sin entender que los menores en realidad los han provocado. Aunque algunos niños no controlan sus impulsos, dijo Caffaro, la violencia sólo se convierte en abuso repetido cuando los padres no la controlan desde el principio. Por Katy Butler The New York Times Traducción: Mirta Rosenberg

Diferentes motivos de pelea NUEVA YORK (The New York Times).- Los animales bebés, especulan los investigadores, luchan principalmente por establecer su dominio y para competir por la escasez de alimento. Los lechones, por ejemplo, nacen con un equipo temporario de “dientes aguja” para atacar a sus compañeros de camada en la lucha por llegar a los pródigos pezones frontales de la madre; los más débiles suelen morir debido a la leche más débil con la que se alimentan. Los niños humanos no pelean solamente por conseguir el helado más grande sino también para establecer quién decide a qué jugar, quién maneja el control remoto, quién debe lavar los platos, quién fue el que empezó y quién es el más querido.

http://www.lanacion.com.ar/cienciasalud/nota.asp?nota_id=785772

Más psicoterapia y menos pastillas

LOS PROBLEMAS DE LA SANIDAD
Más psicoterapia y menos pastillas
Salut revisa el coste en antidepresivos, que se lleva un 40% del gasto en salud mental
Salut potencia el CAP y que sólo se traten en centros especializados trastornos complejos
Un 15% de los CAP tendrán psicólogo o psiquiatra este año para apoyar al médico de familia y hacer terapia, dentro de las medidas del nuevo plan de salud mental y adicciones

MARTA RICART – 22/03/2006
BARCELONA

La factura de psicofármacos, las medicinas para tratar trastornos mentales, que paga el Departament de Salut asciende a 253,4 millones de euros al año. Este coste en antidepresivos, ansiolíticos y otros fármacos similares supone un 40% del gasto sanitario público en salud mental. La consellera Marina Geli reconoció ayer que es un gasto que “no parece razonable” y que debe reducirse. Una de las vías para hacerlo posible sería aumentar el tratamiento con psicoterapia. La conselleria prevé reforzar la terapia psicológica dentro de su nuevo plan de salud mental y adicciones. Este año, un 15% de los centros de atención primaria (CAP) ya tendrá psicólogo o psiquiatra, aunque los pacientes no concertarán visita con ellos, pues sobre todo apoyarán al médico de cabecera.

Los trastornos mentales tienen una gran incidencia. Estudios europeos estiman que en torno a un 27% de las mujeres y un 20% de los hombres sufrirán a lo largo de su vida un trastorno mental. Esta patología afecta tanto a adultos como a niños. En el 2004, los CAP especializados en salud mental en Catalunya atendieron a 138.500 adultos y 31.800 niños. En adultos, lo más usual son los trastornos depresivos, de adaptación y afectivos. En niños, los adaptativos, depresivos y emocionales.

Salut gasta en salud mental (incluye adicciones y demencias de la tercera edad) 626 millones de euros al año, lo que equivale a un 9,4% del presupuesto sanitario. Es el tercer capítulo más costoso en dolencias más comunes, por detrás de las enfermedades cardiovasculares y las respiratorias.

Un 40% del gasto en salud mental, 253,3 millones de euros, se va en medicamentos, explicó ayer Geli (259 millones el año pasado, según otro estudio de Salut). En cifras generales, sólo un 23% del presupuesto sanitario se va en medicinas -y ya se considera mucho-. En el 2005 se gastaron 16,2 millones de envases de psicofármacos, el grupo mayor tras el de analgésicos y antiinflamatorios (16,9 millones de envases, aunque el segundo tipo de fármaco en cuanto al gasto fue el de la presión, 180 millones de euros). El gasto en psicofármacos supone un 16,5% de todo lo que gasta la sanidad pública en fármacos.

La consellera dijo que no quería juzgar si se receta más de lo necesario, pero sí apuntó que Salut, junto a la Agència d´Avaluació de Tecnologies Mèdiques y expertos, analiza si se receta bien y se hace un uso racional de los psicofármacos. Como mínimo, se querría que no aumentara el gasto (en el 2005 se gastó un 5,4% más que en el 2004). Geli avanzó que se potenciarán las guías para un mejor uso de las medicinas y que se impulsarán las intervenciones de psicoterapia.

El nuevo plan de salud mental y adicciones de Salut quiere mejorar la atención, subrayando que todo trastorno mental leve debe tratarse en el CAP y únicamente derivar al especialista los casos complejos. Para ello, el médico de cabecera tendrá apoyo de psiquiatras, psicólogos y enfermeras especializadas (algo que hoy solamente se hace como plan piloto en algún centro de Tarragona y l´Hospitalet).

Este año, un 15% de los CAP tendrá ya psicólogo o psiquiatra. Los pacientes no pedirán consulta con este especialista por ahora, precisó Geli, porque se dedicará a revisar casos con el médico de familia, pero podrá ofrecer terapia grupal o hasta individual a algunos pacientes. Salut quiere tender a que por cada 100.000 habitantes haya un psiquiatra y 1,25 psicólogos y 0,75 enfermeras especializadas. Geli señaló que para disponer de más profesionales ya se han ampliado las plazas de formación (aunque ésta es una medida a medio plazo).

En los CAP especializados en salud mental, también se prevé reforzar la plantilla, aunque los responsables de la consejería señalaron que aún se cuantifica la necesidad. Agregaron que se ha empezado por dar prioridad a la atención de algunos problemas, como las ludopatías o intentar reducir los suicidios. Igualmente, entre los programas de mejora de atención a la salud mental ya en marcha y a los que se da prioridad, la consejera citó el Salut i Escola, que ya llega a más de 63.000 alumnos de instituto y el curso que viene lo hará a 120.000, y la reordenación de la asistencia a trastornos alimentarios. Ésta ha empezado en Girona, pero este año se extenderá a Lleida, Tarragona y la Catalunya central, con una mayor atención de la anorexia y trastornos similares desde el CAP especializado pero también una ampliación de plazas de centro de día y de hospitalización para los casos más graves.

La atención domiciliaria de las urgencias psiquiátricas y la rehabilitación comunitaria, así como un mayor apoyo a las familias de pacientes, son otros servicios que se ampliarán. Geli aseguró que todas estas mejoras suponen este año un 50% más de inversión que el año pasado en salud mental y un 27% en la atención a drogodependencias.

En este ámbito, se reforzará sobre todo la coordinación en la atención a ambas patologías (trastornos mental y adicciones), que cada día más se presentan juntas, como se ha constatado que ocurre en un creciente número de consumidores de cocaína, indicó la consejera.

Antes de ir al psiquiatra yo era una persona feliz

http://www.elpais.es/articulo.html?xref=20060405elpepucul_2&type=Tes&anchor=elpporcul

FRAGMENTO LITERARIO Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos: A veces, la felicidad es un estado sospechoso. Nada puede ser tan perfecto. Y, si lo es, enseguida aparece un psiquiatra que nos hace dudarlo y que, además, nos aligera el bolsillo.  Un libro de Rodrigo Muñoz Avia ELPAIS.es ELPAIS.es – Cultura – 05-04-2006 A la venta desde el 10 de mayo CAPITULO 1.

El día que exploté

Hola. Me llamo Rodrigo. Rodrigo Montalvo Letellier. Antes de ir al psiquiatra yo era una persona feliz. Ahora soy disléxico, obsesivo, depresivo y tengo diemo a la muerte, o sea, miedo. En el psiquiatra he aprendido que la palabra felicidad es una convención que carece de sentido. He aprendido que el hecho de volver a ser feliz algún día no sólo es imposible, sino completamente imposible. Ahora me pregunto más cosas de las que me gustaría: sobre la muerte y sobre la vida. Vivo en un chalet adosado de la urbanización Parque Conde de Orgaz, cerca de la calle Arturo Soria, en Madrid. Estoy casado. Mi mujer se llama Patricia, pero todos la llamamos Pati. Tengo dos hijos, Marcos y Belén. Marcos tiene diez años y Belén seis. Por las noches, cuando Pati está ya metida en la cama esperándome, y mis hijos llevan más de dos horas durmiendo, me gusta salir al jardín y orinar en algún árbol o parterre. Por lo general, cuando esto ocurre, el gato de mis hijos, que, aparte de ser un animal esquizofrénico, conserva todavía algunos instintos, orina exactamente en el mismo lugar donde yo acabo de hacerlo. El gato de mis hijos es un gato persa himalayo de un tamaño descomunal, y su principal peculiaridad es que en vez de maullar, ladra. Esto lo digo completamente en serio, aunque nadie me cree nunca. Ese gato, a diario, cuando llego a casa para comer y abro la puerta del garaje con el mando a distancia, me dirige su mirada cruzada desde lo alto de su columna (una de las columnas de ladrillos que delimitan la cancela exterior) y emite unas extrañas ventosidades con la boca, sonidos guturales muy secos y cortos, que si no fuera porque provienen de un gato, nadie dudaría en denominar ladridos. El gato de mis hijos, o perro, o lo que sea, se llama Arnold, supongo que porque mis hijos pensaron que se parecía a su ídolo Arnold Szenchwaseger… o Schwasnezeger… o Schnegerwasze… bueno, no lo sé; hay nombres imposibles, sobre todo para un disléxico como yo. Arnold tiene el morro aplastado, como si hubiera tenido un choque frontal con otro gato de la misma zarra, y cuando te mira parece que no te está mirando, como si su ojo izquierdo sólo pudiera mirar a su ojo derecho y su ojo derecho sólo pudiera mirar a su ojo izquierdo, y sólo sus dientes, asomando como piedras incrustadas en su morro aplastado, estuvieran atentos a cada uno de tus movimientos. Arnold me tiene manía. Cuando era sólo un cachorro de unas cuantas semanas se orinó encima de un grabado antiguo que me había regalado mi mujer y yo lo tiré a la piscina (al gato, no al grabado) de donde, sin apenas tocar el agua, salió rebotado hasta el borde, como si el agua y sus patas hubieran hecho un cortocircuito eléctrico. Desde entonces, Arnold me ladra cada vez que llego a casa, porque me considera un intruso indeseable en su territorio, y todas las noches, antes de que yo vuelva a entrar en casa, tiene buen cuidado de orinar allí donde yo lo he hecho, para que, a ser posible, no quede el menor rastro de mi existencia. Una de mis aficiones favoritas es mi gran maqueta de tren, y una de las aficiones favoritas de Arnold es pasearse por encima de mi maqueta y dar toquecitos con la pata a los árboles y los semáforos y al tren que sale en ese momento de uno de los innumerables lútenes, o sea, túlenes. Ver a Arnold encima de la maqueta es como ver a un oso polar encima de la maqueta. Me saca de quicio, pero he aprendido que es mejor no perder los nervios y dejar que sea él mismo, el oso, quien escoja el momento de desaparecer. Pati y yo tenemos dos coches, un todoterreno y un utilitario con el cambio automático. Yo sólo utilizo el coche para ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. A Pati le pasa lo mismo, pero su caso es más grave, porque ella trabaja a trescientos metros de casa, en el centro comercial Arturo Soria Plaza. Ni a ella ni a mí nos gustan mucho los coches ni les prestamos mucha atención. Yo lo único que le pido a los coches es que funcionen, porque me parece lo normal, y cuando veo que alguno de sus accesorios falla me pongo muy nervioso y pienso en cosas que no me gustan. Mi madre y mi hermana Nuria me dicen que para qué quiero un coche todoterreno si jamás voy al campo. Mi madre y mi hermana son sensatas por igual. Son como las dos orillas de un río separadas por un cauce arrollador de insensatez, o sea, yo, y también mi padre, que es todavía más insensato que yo. Yo les digo que no voy a ir al campo por el mero hecho de tener un coche todoterreno, sobre todo cuando ir al campo es una cosa que no me gusta nada en absoluto. La razón por la que tengo un coche todoterreno es mucho más sencilla: es el coche, entre todos los que vi, que más me gustó y que más me apetecía tener. Pensé que era un coche fiable, fuerte y seguro. No me gusta la velocidad. Me gusta conducir desde arriba y ver el techo de los demás coches. Yo tomo pastillas para los nervios (esas pastillas que los psiquiatras comenzaron a recetarme para acabar con los nervios que ellos mismos me producían), y prefiero pensar que si me quedo dormido y me estrello contra un muro, el coche va a ser lo suficientemente resistente para salvar mi diva, o sea, mi vida, que es lo que importa. Hay gente a la que le importa más el coche que su propia diva. A mí sólo hay una cosa que me importa más que mi propia vida: la vida de Pati, de Marcos, de Belén, de mis padres, de mi hermana Nuria y de otros cuantos familiares y amigos a los que quiero especialmente. El único deporte que soporto, hasta el punto incluso de gustarme, es el (creo que se llama así) ice packing. El ice packing es un deporte tan absurdo que me hace gracia. No es muy conocido, al menos aquí en España, pero yo lo veo siempre en el canal Eurosport de la televisión por satélite. El ice packing es una mezcla de petanca y de bolos, pero sobre una superficie de hielo. La verdad es que aunque lo he visto muchas veces todavía no he llegado a entender bien las reglas. El caso es que las participantes arrojan, muy lentamente, una especie de plataforma con asa (como una gran tetera, pero sin pitorro) por la superficie de hielo, con el objetivo, creo, de conseguir que se detenga lo más cerca posible de un punto que hay pintado bajo el hielo. Para ello adoptan una postura muy ridícula parecida a la de los jugadores de bolos pero mucho más agachada, aunque una vez lanzada la tetera, y si ésta va demasiado despacio, la propia lanzadora y las otras dos componentes de su equipo se dedican a frotar el hielo por delante con una especie de escoba pulidora. Es ridículo, ya lo sé, pero tiene algo tan pausado y delicado que me gusta verlo. Es un deporte rarísimo, lleno de teteras y de escobas, y, curiosamente, practicado sólo por mujeres, tengo entendido. Hace tres años que Pati decidió poner su propio negocio en el centro comercial Arturo Soria Plaza. Se trata de una tienda de marcos que comparte con otras dos socias, sus amigas Myriam y Carolina. Nunca he entendido cómo semejante tienda puede resultar rentable, pero al parecer lo es. Mi mujer trabaja sólo por las mañanas, pero muchas tardes, cuando estamos tranquilamente en casa, yo la oigo hablar por teléfono durante horas. Habla de los tipos de madera, los barnices, los colores, el ancho de los paspartús, los cristales, el pan de oro, el craquelado, el metacrilato, la ligereza del metacrilato, los descuentos, los clientes pesados, los clientes insoportables y los clientes literalmente asesinables. Por cierto, lo de que Pati tenga una tienda de marcos y nuestro hijo se llame Marcos es una coincidencia que sólo nuestro hijo tiene que padecer. Sus amigos le llaman «inglete», o «veinte por veinticinco». Los monjes budistas, los eremitas, las personas capaces de dedicarse a la vida contemplativa consideran que la máxima pureza y la máxima profundidad se alcanzan con la máxima sencillez. Son personas desprendidas de todo lo material y sólo se necesitan a sí mismas, su interior, para alcanzar una vida plena. Por mi parte me hallo muy lejos de semejantes objetivos. Yo reconozco que necesito rellenar el espacio que me rodea con objetos de toda clase: microondas, agendas electrónicas, barbacoas y rascavidrios. Reconozco que me da pavor el espacio vacío y el tiempo desocupado. El trabajo es un invento magnífico que te rellena cinco de los siete días de la semana. Ocupar los dos días del fin de semana no es tarea fácil. Nada me inquieta más que el síndrome del parado o del jubilado. También me inquieta el síndrome de los muertos, solos en un espacio pequeño, alejados de sus personas y objetos queridos, desprendidos de todo como un budista. Entiendo más a los faraones, acompañados por siempre de sus alhajas, vasijas y enseres queridos. Los fines de semana solemos pasarlos en casa. Yo tengo mi maqueta de tren y me gusta pasar el tiempo sentado al control de mandos y haciendo girar los trenes. Entre todos mis trenes el AVE es mi favorito, aunque desgraciadamente descarrila siempre que lo llevo a más de 12 voltios. También me entretengo construyendo nuevas casas e instalaciones, aunque como ya no me caben en la maqueta, me dedico a coleccionarlas sobre una estantería. También nos gusta montar en bicicleta. Marcos, Belén y yo vamos al pinar que está cerca de casa y recorremos los caminos. Marcos protesta de que tengamos que esperar siempre a Belén, pero Belén todavía es muy pequeña y no puede ir más deprisa. Hace un par de meses Marcos y yo hicimos un sprint y nos distanciamos unos doscientos metros de Belén. Mientras la esperábamos y recuperábamos, al menos yo, el resuello, Marcos me preguntó el significado de la palabra «masturbarse». Quise saber dónde había oído esa palabra y me contó que su amigo Julio, paseando por el pinar con sus padres, había visto a un hombre masturbarse. Afortunadamente Belén llegó junto a nosotros antes de que yo pudiera responder a Marcos. Cuando le conté a Pati lo que había pasado, ella lo consideró lógico y normal, pero yo no pude considerar lógico y normal que Marcos me hiciera esa pregunta, ni que el exhibicionista de la urbanización siguiera masturbándose en el bosque, ni que el tiempo hubiera pasado tan deprisa desde que yo le preguntara a mi padre qué significaba «hacerse una paja» y mi padre me respondiera que él tampoco lo sabía y que habría que preguntárselo al médico. La figura del exhibicionista del pinar es una de las más antiguas de nuestra urbanización, aunque tengo que reconocer que yo nunca lo he visto. A veces pienso que es uno de esos mitos que la gente se inventa, como la mano negra que salía de los retretes en mi colegio, pero lo cierto es que cada tres o cuatro meses se crea un gran escándalo en nuestra urbanización ante una presunta aparición del hombre de la gabardina. Dicen que la gabardina que lleva es de marca ?no sé quién tiene tiempo para fijarse? y eso les hace pensar que el exhibicionista es del barrio. Así es la gente de mi urbanización: están convencidos de que sólo ellos en el mundo tienen dinero, o derecho a tenerlo, o derecho a comprar determinadas marcas. También dicen que el exhibicionista es en realidad un espíritu, el espíritu de don Luis Guijarro, empresario extremeño que, por lo visto, murió en el propio pinar en brazos de una prostituta. En fin, no lo sé. Yo, ante la duda, cuando tengo que comprarme una gabardina, procuro comprármela de las baratas, por si acaso. Mi hijo Marcos tiene la personalidad de los guepardos. Es rápido, fuerte, astuto y competitivo, pero al mismo tiempo es frágil y sensible, necesita el apoyo de sus semejantes y las heridas le hacen más daño que a nadie. Marcos siempre está haciendo cosas (y espero que ningún psicólogo indague nunca en la razón profunda que le lleva a hacerlas): mata moscas, bebe agua, rompe vasos, sube las escaleras, las baja, coge la bici, pega cromos, tiene una idea, tiene dos ideas, tiene tres ideas, empieza una, empieza la otra, empieza las tres. Belén, al contrario, posee la personalidad de los armadillos. Los armadillos son esos animales que viven en América del Sur y que tienen todo su cuerpo recubierto de un caparazón compuesto por diferentes placas articuladas. Es decir, son como topos, pero recubiertos con una armadura. Son lentos y poco sociables, pero invulnerables. Cuando advierten peligro se enrollan sobre sí mismos y se protegen bajo su caparazón. Tienen unas uñas muy fuertes que les sirven para buscar tubérculos, raíces e insectos con los que alimentarse. En definitiva, son poco espectaculares pero autosuficientes. Como Belén, pendiente sólo de sus cosas y de su mundo, e impermeable a cualquier agresión exterior. Los documentales que más me gustan son los que comparan aspectos concretos del comportamiento en distintos animales. Por ejemplo: la reproducción de las ballenas, los elefantes, los hipopótamos y las personas. Un día le dije a un psiquiatra que mi hijo era como un guepardo y mi hija como un armadillo y me dijo que se trataba de comportamientos especulares, en espejo, y que cada uno se definía como reacción al otro. No lo sé. A mí ésa me parece una conclusión demasiado fácil. Los psiquiatras siempre tienen que encontrar una teoría que lo explique todo, como si en el mundo no pudieran ocurrir un montón de cosas por casualidad, porque sí. Yo prefiero pensar que Marcos es un guepardo y Belén un armadillo, y que nadie les ha dado la oportunidad de escoger. De mi constitución física no voy a hablar demasiado. Mido 1,76, un centímetro menos que mi padre, y soy muy delgado, con las piernas y los brazos de alambre, como dice mi madre. Soy moreno, y todos los pelos que tengo los tengo donde deben estar, en la cabeza. Por el contrario apenas tengo vello en el resto del cuerpo. Tengo cejas, y pestañas, por supuesto, y si no me afeito pueden llegar a salirme unos cuantos pelos en la barbilla y en el bigote, pero nada más. Sinceramente creo que soy una persona afortunada en este aspecto. Los pelos que brotan en lugares poco oportunos producen en mí cierta desazón. Un trozo de piel desnudo, sin pelos, es hermoso. Un trozo de piel alfombrado de pelos me da dentera, lo mismo que un trozo de piel de melocotón le da dentera a mi mujer. Hace poco he oído que el pelo de los muertos sigue creciendo durante una temporada. La verdad es que es una cosa muy rara, pero, pensándolo bien, preferiría no hablar mucho de esto. Los muertos. Los pelos de Arnold son blancos, cortos y lovátiles, y Marcos le hace tragar una vez a la semana una pomada para que no se le hagan bolas de pelos en el estómago. La naturaleza es tan poco sabia que, al parecer, un animal que pasa la mitad de su tiempo lamiéndose el cuerpo puede morir por culpa de la cantidad de pelos que traga. Menos mal que el hombre, que es mucho más sabio que la naturaleza, ha inventado esa pomada disolvente de pelos, una especie de desatascador para gatos. Cuando Arnold ve a Marcos con el tubo de pomada, corre a su encuentro y se le sube encima, porque el sabor de la pomada le gusta tanto que quiere chupar directamente del tubo, tal como hace Belén con el tubo de leche condensada. La leche condensada también debe de tener algo disolvente, porque a mi hija siempre le produce diarrea. Trabajo en la empresa Germán Montalvo, que es una marca de ascensores bastante conocida y que vende en todo el país. Germán Montalvo es además el nombre de mi padre. Hace más de treinta y cinco años que mi padre creó la empresa y desde entonces su valor no ha hecho más que crecer. Hoy día tenemos más de trescientos empleados y diecisiete delegaciones repartidas por toda España. Antes de fundar su propia empresa, mi padre trabajaba en la multinacional del ascensor Schindler, pero un buen día, él y su amigo Jaime Dávila decidieron llevarse todos los conocimientos adquiridos en Schindler y crearon su propia empresa: Montalvo & Dávila. Siete años más tarde Dávila murió y mi padre compró su parte a la hija y los viudos, o sea, la viuda y los hijos. Entonces cambió el nombre de la empresa, porque ya era completamente suya. Yo he trabajado en Germán Montalvo desde los veinticinco años. Empecé desde abajo: mi padre, como buen hombre de empresa, no quiso ponerme las cosas fáciles. Hoy ocupo un despacho casi tan grande como el de mi padre y pegado al suyo. Mi padre tiene ya setenta y cuatro años y aunque viene todos los días a la fábrica, la única misión que le queda es la de despachar un rato conmigo. Es lo que yo llamo «transmisión de poderes», un antiguo ritual basado en la idea de que, por el momento, él puede morir y yo no. Esta idea no está del todo justificada y a veces pienso que, al igual que hacen el Rey y el Príncipe de España, mi padre y yo deberíamos viajar siempre en coches separados, y de esta forma evitar que los dos muramos en el mismo accidente y todo aquello que sólo nosotros sabemos sobre la empresa se pierda irremediablemente. Nuestra fábrica está en un polígono industrial de Coslada, cerca de la carretera de Barcelona. Hace tres años, inauguramos unas oficinas nuevas en el parque empresarial del Campo de las Naciones, junto a la M-40, más cerca todavía de casa, pero mi padre y yo seguimos conservando nuestro despacho en la fábrica, porque ése nos parece el auténtico centro neurálgico de la empresa, el lugar donde se hacen materialmente los ascensores, el lugar donde uno asiste diariamente al prodigio de la técnica y del trabajo en equipo. Esto no lo digo yo, lo dice mi padre, pero yo tengo que estar de acuerdo. Nosotros vendemos elevadores eléctricos e hidráulicos, montacargas y montacoches, plataformas elevadoras, puertas de garaje, escaleras mecánicas, elevadores panorámicos, salvaescaleras y montaplatos. Además de vender, tenemos nuestro propio servicio de instalación y reparación. Hoy en día mi trabajo consiste básicamente en supervisar. Es estupendo supervisar cuando no tienes a nadie que te supervisa. Aunque en realidad mi trabajo consiste en ser dueño, y eso no es tan fácil, porque ser dueño significa que puedes hacer lo que te da la gana pero que en realidad nunca lo haces. Yo faltaba más días al trabajo cuando empecé como ayudante de montaje que ahora que soy dueño. Tener libertad para hacer lo que te da la gana es una responsabilidad demasiado grande, y puede llegar a angustiarte bastante. Mi padre es una persona un tanto especial y no me resulta muy fácil describirla. La gente dice que yo tengo un carácter parecido al suyo. Quien más me lo dice es mi madre, pero en su caso sólo ocurre cuando está enfadada conmigo y no encuentra un insulto peor que decirme: eres igualito que tu padre. No lo sé. Puede que yo tenga algo de la personalidad disparatada de mi padre, pero sinceramente creo que entre ambos todavía hay un abismo, entre otras cosas porque yo no tengo setenta y cuatro años y no he alcanzado todavía ese grado de senilidad necesaria para que la opinión de los demás te importe exactamente lo mismo que te importa un rábano. Últimamente mi padre ha decidido gastar la mayor parte de su tiempo en darse baños de sol y en acechar a su asistenta nueva en la cocina. Esto puede que lo haya hecho antes con otras asistentas, pero es que ahora no lo disimula ni lo más mínimo. Nuestro chalet adosado sólo está adosado por un lado, el izquierdo según se entra, donde está el chalet de Nuria, mi hermana, que a su vez está adosado por el otro lado a la casa de mis padres. Esto no quiere decir que en mi familia estemos tan locos y nos queramos tanto que nos hayamos comprado tres chalets contiguos. Lo que quiere decir es que la casa de mis padres era muy grande y decidieron dividirla en tres para que, después de casarnos, pudiéramos vivir cerca de ellos, nosotros y nuestros hijos. Ni en mi casa ni en la de Nuria hay ascensor, pero en la de mi padre sí. Lo ha habido toda la vida: un ascensor que recorre cuatro plantas, desde el garaje hasta el estudio abuhardillado del tejado, y cuya única función ha sido siempre la de servirnos a nosotros, Nuria y yo, y ahora también a Marcos y Belén, de excelente entretenimiento para pasar la tarde. Lo primero que hacen mis hijos cuando llegan a casa de mis padres es montarse en el ascensor y subir y bajar de un piso a otro y echar carreras a ver si son capaces de bajar más rápido por las escaleras. Mis padres, que no entienden que nosotros no hayamos puesto un ascensor en casa, y que siempre lo defienden como instrumento de primerísima necesidad, no lo utilizan nunca, porque curiosamente dicen que a su edad es bueno trabajar las piernas y subir las escaleras andando. Yo creo que en realidad les da miedo quedarse encerrados dentro, lo que pasa es que eso no se atreven a decirlo. La ciudad favorita de mi padre es Nueva York. Creo que no hace falta que explique las razones por las que, aunque él las niegue, este fabricante de ascensores adora la ciudad de los rascacielos. Podéis imaginarlo en su paraíso particular, subido en cada uno de los ascensores de la ciudad, pulsando él mismo los botones de los pisos, observando el diseño futurista de las cabinas, disfrutando de unas velocidades para las que sus arcaicas concepciones del ascensorismo no están preparadas. Sinceramente creo que lo que más valora mi padre de los ascensores de Nueva York no es que sean muy rápidos o muy modernos: lo que más valora es que son muchos, muchísimos, tantos que ni cien empresas como la suya podrían dar servicio a semejante volumen de clientes. Mi hermana Nuria es dos años más pequeña que yo y seguramente por no seguir el pésimo ejemplo que yo fui para ella, ha sido siempre muy buena estudiante. Todo el mundo dice que se parece mucho a mi madre. Las dos son muy delgadas, las dos son altas, las dos se tiñen el pelo de rubio y las dos han votado siempre a la derecha. La diferencia fundamental entre ellas es que Nuria es española y mi madre es francesa, y aunque lleve más de cuarenta años en España sigue considerando un error que las «erres» no se pronuncien como las «ges», y que las «uves» no se pronuncien como las «efes». Mi padre dice que en Francia mi madre nunca habría podido presumir de ser francesa, y que por eso se vino a España. Mi padre se mete mucho con mi madre pero no sabe vivir sin ella. Mi madre se mete mucho con mi padre, pero en realidad se ha desvivido siempre por él, y ha hecho todo por su felicidad. Nuria es notario, o notaria, y está casada con Ernesto, que además de ser psiquiatra, siega el césped dos días a la semana, y camina durante una hora todos los días antes de cenar, y los fines de semana practica el bricolaje, y dice que, por mucho que yo me empeñe en lo contrario, ninguna de estas actividades está relacionada en su caso con el miedo a la muerte. A diferencia de mi madre, Nuria no se desvive demasiado por su marido. Es Ernesto quien se desvive por ella, entre otras cosas porque Nuria le saca una cabeza. Ernesto y Nuria no tienen hijos. Las razones las desconozco. Lo único que tenemos en común Ernesto y yo es que los dos odiamos al gato Arnold, pero por aquello de que el gato es de mis hijos yo tiendo a protegerle y a veces hasta me ofendo cuando Ernesto se mete con él y protesta de que se haya comido sus claveles chinos. Cuando Ernesto poda la parte de su seto lindante con nuestro jardín, Arnold se sube al cerezo y le observa, y si a Ernesto se le ocurre corresponderle la mirada, entonces Arnold empieza a ladrarle, con ese estilo tan característico y tan único de Arnold, y que en estas ocasiones tanta gracia me produce. Bien. No sé si he conseguido presentarme correctamente, pero al menos lo he intentado. Una parte de lo que yo soy me la debo a mí mismo; otra a mis padres y a mi hermana Nuria; otra a Pati y mis hijos, y otra a las cosas del mundo: la puerta del garaje contra la que me abrí la cabeza a los seis años, el tobogán desde el que resbalé a los ocho, o el borde de la piscina contra el que me partí la nariz a los trece. Ya está. Por las noches me gusta por encima de cualquier otro el momento de meterme en la cama y cubrirme con la funda nórdica. Desde la paz y el calor de nuestra habitación oigo pasar el coche de la empresa de vigilancia que patrulla la urbanización toda la noche. Cada media hora aproximadamente, se acerca hasta nuestra habitación el sonido de ese Ford Fiesta cascado, parecido al de un taxi, y que antes de que te des cuenta ya está alejándose de nuevo, entre una interminable colección de chalets parecidos al nuestro. El sonido del coche de vigilancia es como una música arrulladora que nos permite dormir y que salvaguarda la paz de nuestras conciencias. Los esporádicos ladridos de Arnold, peleándose con otros gatos, nos recuerdan que en algo somos distintos de nuestros vecinos.

Esperanza en los momentos límites, algo que nuca debe estar ausente.

Esperanza en los momentos límites, algo que nuca debe estar ausente.

El diccionario de la Real Academia Española define la esperanza como el estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.  Laín Entralgo, uno de nuestros pensadores más ilustres, empieza su introducción al ensayo sobre “La espera y la esperanza” indicando que “cualesquiera que sea la índole de aquello que se espera y la interpretación teorética del hecho de esperar, nadie podrá negar que la esperanza es uno de los hábitos que más profundamente definen y constituyen la existencia humana”.

El corazón del hombre, señala, por su parte, Ortega, necesita siempre una abertura hacia la esperanza, es decir, hacia el mañana. Los pacientes que dudan de su capacidad para afrontar con éxito la realidad que viven, expectativas incluidas, o no creen posible recibir a tiempo la ayuda necesaria para ello, se sienten abandonados, sin esperanza. Y “para el paciente sin esperanza”, escribe Lester, “no existe futuro”.

Sin apenas darnos cuenta, vienen a nuestra imaginación situaciones dramáticas extraídas de hechos que forman parte de la memoria colectiva reciente. Así, por ejemplo, los interminables segundos, minutos, horas -nadie lo sabe- que precedieron a la muerte de 34 ancianos abandonados a su suerte en una residencia de Nueva Orleáns durante el paso del huracán Katrina; los que antecedieron a la de los 118 tripulantes del submarino nuclear ruso Kursk cuando, en agosto de 2000, se sintieron atrapados a 108 metros de profundidad tras el accidente sufrido durante unas maniobras en el Ártico; aquéllos durante los cuales, en septiembre 2001, se gestó el impulso de los suicidas de las Torres Gemelas que los hizo arrojarse al vacío al verse rodeados por el fuego; los de cualquier minero prisionero en el fondo de la mina tras una explosión de grisú, los enterrados vivos bajo los escombros tras el terremoto de Pakistán, o los de centenares de miles de americanos que huían del huracán Rita detenidos en la carretera sin apenas gasolina en un inmenso atasco de centenares de kilómetros.

¿Qué papel tiene la percepción, rápida o paulatina, de la pérdida de esperanza en el terrible sufrimiento que cada uno de estos seres humanos tiene que soportar al contemplar la muerte cara a cara? Nadie puede contestar a esta pregunta. Tal vez lo único que podemos hacer ante los acontecimientos letales imprevistos sea mantenernos permanentemente preparados para esta eventualidad. Todos somos mortales aunque, muchas veces, pensemos, como Iván Ilich, que la muerte es sólo para los demás. Al margen del hecho de que miles de personas mueren cada día de infarto o accidente de circulación, por poco que reflexionemos, descubriremos acontecimientos potencialmente mortíferos, fruto de la sociedad en que vivimos, que, por lo menos en parte, podrían ser evitados. Así, por ejemplo, aunque durante el verano de 2003 una ola de calor poco usual costó la vida, en gran parte de Europa, a más de 25.000 personas en menos de 10 días, y muchas de estas muertes correspondieron a personas de edad avanzada que vivían solas, no es preciso que surja un evento meteorológico extraordinario -sea el calor, un huracán o un terremoto- para que aflore en nuestras ciudades este tipo de tragedia; en 2001, únicamente en Madrid, se encontraron muertas en sus domicilios 75 personas mayores de 65 años que vivían solas. Algunas de ellas, cuando su cadáver fue descubierto, hacía varios días que habían fallecido. En España, de acuerdo con el tercer informe bianual dado a conocer por el Imserso en 2005, una de cuatro personas mayores de 65 años vive sola y una de cada cinco reside en un piso alto sin ascensor.

Si nos alejamos por un momento de las estadísticas y tratamos de imaginar un caso concreto, descubriremos fácilmente a un anciano que vive solo, se siente enfermo, sufre una caída y es incapaz de llegar al teléfono; sus vecinos se han marchado de vacaciones y sabe que sus familiares no vendrán a visitarle hasta dentro de varios días. Tendido en el suelo, aislado, impotente, con el fémur roto, ¿cuánto sufrimiento deberá soportar este ser humano antes de morir?, ¿le queda algún tipo de esperanza? Sin llegar a esta situación límite, ¿hasta qué punto, podemos preguntarnos, puede mantener la esperanza un anciano frágil o un enfermo oncológico que sospechan que el final de su existencia está próxima? ¿Se puede, aun en estas situaciones, comunicar esperanza a estos seres humanos, sin mentir? Cuando se trata de enfermos al final de la vida, “hay que redefinir la esperanza” nos señala Sherwin Nuland, autor del conocido best seller Cómo morimos, tras unas sentidas y honestas páginas en las que describe el proceso canceroso y muerte de su hermano, y cómo, tras conocer el diagnóstico, obró erróneamente y no se atrevió a quitarle la esperanza en una imposible curación.

Recientemente, la revista norteamericana Cancer (1 de mayo de 2005), una de las de mayor prestigio en el campo de la oncología, ha publicado los resultados de una interesante investigación empírica cuyo objetivo era conocer cómo los enfermos de cáncer avanzado, sus familiares y los profesionales sanitarios que los atendían, afrontaban la proximidad de la muerte, tratando de mantener algún tipo de esperanza. Más allá de la esperanza en la cura milagrosa o en la remisión espontánea de la enfermedad, existen esperanzas específicas a las que, en muchas ocasiones, se podrá dar cumplimiento: esperanza de que los medicamentos aliviarán el dolor, que el sueño de la próxima noche será tranquilo, que a la mañana siguiente vendrá un hijo o un amigo a visitar al paciente, etcétera.

La investigación de Clayton y colaboradores a la que nos referimos muestra diversos caminos susceptibles de suscitar esperanza y de aliviar, aunque sólo sea parcialmente, el sufrimiento de los enfermos en la difícil etapa que precede su último viaje. En síntesis, los mismos pueden identificarse como: 1) Poner énfasis sobre lo que puede hacerse, en especial, control de síntomas somáticos, apoyo emocional y recursos prácticos de que se dispone; 2) Explorar y establecer, para cada caso, objetivos realistas; y 3) Abordar los problemas, día a día.

En el fondo, lo que tratamos de sugerir es que existen diferentes tipos de esperanza y que, como nos recuerda el médico noruego Stein Husebo, a lo largo de un mismo día podemos experimentar diferentes esperanzas; sean la de contemplar una vez más las estrellas, aliviar el dolor, encontrar un sentido a nuestra vida o sentir entre las nuestras la mano de nuestro nieto. En todo caso, escribe Nuland: “Una promesa que podemos cumplir y una esperanza que podemos dar es que no dejaremos morir solo a ningún ser humano”. Tal vez el compromiso explícito de acompañamiento hasta el último momento sea la mejor señal de seguridad, la mejor esperanza, para muchos enfermos que afrontan con inquietud la cercanía de la muerte.

¿UNA ESPIRITUALIDAD LAICA?

¿UNA ESPIRITUALIDAD LAICA? Por Antonio DÍAZ TORTAJADA

El Dalai Lama se ha convertido en un infatigable misionero: Es la hora de una espiritualidad laica, no religiosa, es la síntesis de su mensaje. Una ética secular que se sustente en las cualidades innatas del ser humano. No es necesario ser religioso para ser una persona moralmente ética, pues el amor y la compasión, por ejemplo, no tienen por qué estar relacionados con una religión, ha dicho el líder espiritual tibetano. La idea no es nueva, pero sí de una enorme pertinencia en momentos en que, para muchos de nosotros, parecen volver los dogmatismos.

A Freud le parecía que las religiones eran infantiles, pues eso de apoyarse en el esquema garrote zanahoria no es que sedujera mucho a los inteligentes. Pero el problema del mal ?razón de la teodicea es tan antiguo como la filosofía: Usted sufre aquí y ahora, para poner a prueba su fe mientras esté en este mundo; si pasa el examen será recompensado en el otro.

Algunas religiones administran este sistema de recompensas (mientras estamos aquí) a criterio de sus pastores. El carácter maniqueo de las deontologías ?sistemas de conducta basados en el deber ? se resiste a admitir los matices intermedios. Habría que ser ciento por ciento bueno para considerarse practicante de la dudosa ética virtuosa. Pero la física dice otra cosa, que no hay eficiencia absoluta pues la incesante dinámica orden caos nos lanza alternativamente a momentos de neguentropía o su contrario, la entropía. Y esto parece aplicable no simplemente a los sistemas físicos sino a los morales; por lo demás, nos resulta más fácil adquirir malos hábitos que buenos. Y cuesta más romper con los primeros que con los últimos.

Aprender a moverse en la infinita gama de los matices que componen nuestros comportamientos, abrir nuestro corazón a la tolerancia y el respeto por las ideas que nos resultan ajenas o contrarias, y considerar que de esta manera es posible la paz y la armonía en las sociedades, es otra de las cosas que muy probablemente difunde el Dalai. Y dirá ? ¡cómo no! ? que la violencia sólo puede engendrar violencia y sufrimiento. Creo que será útil apreciar con cuidado sus ideas. Y un sector de nuestra sociedad laica las pueda llevar a la práctica. Será un buen pre-evangelio.

http://blogs.periodistadigital.com/btbf/trackback.php/25745

La influencia del apoyo social en la depresion

La influencia del apoyo social es un aspecto ampliamente estudiado en el ámbito de la salud mental. Se sabe que la calidad de las relaciones sociales influye en la salud general y en la mortalidad, en la patología psiquiátrica y en la adaptación emocional al estrés.

Cuatro tipos de hallazgos han generado el interés por las diferencias de sexo entre el apoyo social y el riesgo de depresión mayor. Primero, muchas investigaciones sugirieron una asociación inversa entre el apoyo social y el riesgo de presentar esta patología; en segundo término, se sabe que las mujeres tienen relaciones sociales más extensas que los varones y que tienen mayor compromiso afectivo; en tercer lugar, se ha demostrado que las mujeres tienen índices más elevados de depresión que los hombres; por último, se ha observado que las mujeres son más sensibles a la falta de apoyo social. Sin embargo, la mayoría de los estudios realizados hasta la fecha presentan importantes limitaciones metodológicas que complican la interpretación de los resultados.

-En el presente estudio se evaluaron las diferencias de sexo mediante el análisis de una muestra de parejas de gemelos bivitelinos de sexo opuesto obtenida a partir de un registro de población. Los expertos aplicaron un diseño longitudinal para determinar la relación entre el nivel inicial de apoyo social, por la evaluación de seis relaciones sociales particularmente importantes y el grado general de integración social, y el riesgo de futuros episodios de depresión mayor.

MÉTODOS Se analizó una población de gemelos de sexo opuesto a partir del Virginia Adult Twin Study of Psychiatric and Substance Use Disorders. Las parejas procedían del Virginia Twin Registry, constituido a partir de todos los certificados de nacimiento de Virginia desde 1918. Fueron incluidos gemelos nacidos entre 1940 y 1974, quienes fueron entrevistados primero telefónicamente y después en una cita personal. El presente análisis se basa en 1 057 parejas de mellizos dicigóticos que completaron las dos series de entrevistas. En el momento de realizar la segunda serie los participantes tenían entre 21 y 58 años y había transcurrido en promedio 19 meses desde la primera entrevista. -El apoyo social se evaluó en la primera serie de entrevistas mediante un cuestionario de 24 secciones. Esto permitió establecer la frecuencia de concurrencia a reuniones en clubes u otras organizaciones, a misa u otros eventos religiosos y el contacto social con el gemelo, amigos y otros familiares. También se determinó la calidad del apoyo social brindada por cónyuges, gemelos, hijos, padres, otros familiares y amigos; para ello se efectuó una serie de preguntas que permitió conocer el apoyo emocional ?transmisión de afecto, comprensión y preocupación? y el apoyo instrumental ?ofrecimiento de elementos materiales para hacer frente a situaciones problemáticas?. -En ambas series de entrevistas se interrogó sobre la aparición durante el curso del último año de los 14 síntomas individuales que integran los 9 criterios de la categoría A de depresión mayor del DSM-III-R, con exclusión de posibles causas orgánicas o atribuibles a medicación. Se utilizó un algoritmo para establecer el diagnóstico de depresión mayor.

Resultados -Las mujeres de parejas de gemelos de sexo opuesto refirieron niveles significativamente más altos de apoyo social respecto de sus hermanos varones; especialmente en la categoría de apoyo brindado por otros familiares, amigos e hijos; lo mismo ocurrió en términos de integración social. En cambio, los gemelos de sexo masculino refirieron más apoyo de los cónyuges y de sus gemelos. No hubo diferencia significativa entre los gemelos en el apoyo social recibido de los padres. -En el modelo de regresión logístico con control de edad y sexo, y al expresar los resultados en cociente de probabilidad (CP) (que reflejan la influencia del apoyo social en el riesgo de depresión mayor), se observó que los niveles más elevados de apoyo social se asociaron fuertemente con menor riesgo de aparición de episodios de depresión (CP de 0.74, p < 0.0001). Asimismo, se constató que el apoyo brindado por otros familiares, por los padres y la integración social se asocian con CP aproximados de 0.80, también correlacionados inversamente con el riesgo de depresión mayor. -Se utilizaron dos modelos para evaluar la relación entre el apoyo social y el riesgo de depresión futura en varones y mujeres por separado. En el primero de ellos, se aplicó en el análisis de la diferencia de sexo la regresión logística estandarizada, con determinación de la importancia de la interacción entre sexo y apoyo social en la predicción de depresión futura. En el segundo, de mayor poder estadístico, se aplicó la regresión logística pareada o condicional, con comparación entre sí de los integrantes de sexo masculino o femenino de cada pareja. De esta manera, se pudo efectuar un mejor ajuste según los antecedentes comunes genéticos y ambientales. -En mujeres, el mayor apoyo social se correlacionó fuertemente con menor riesgo de depresión mayor (CP de 0.60; p < 0.0001); en cambio, en varones la asociación fue leve y sin significación estadística (CP de 0.95; p = 0.57). En las mujeres, todos los factores individuales de apoyo social, con excepción del brindado por los hijos, se asociaron con menor riesgo de depresión en el futuro. En los hombres, ninguno de los factores pronósticos anticipó la probabilidad de un episodio futuro de depresión. Por su parte, cuando se aplicó el modelo de regresión logística estandarizada o pareada, la asociación entre apoyo social global y riesgo de depresión fue considerablemente más firme en mujeres respecto de varones. Los resultados con el empleo de ambos métodos coincidieron en establecer diferencias significativas entre el riesgo de depresión y 4 factores individuales de apoyo social: apoyo brindado por el gemelo, por otros familiares, por los padres y por el cónyuge. En general, los resultados de los dos modelos fueron ampliamente concordantes. -Dado que la relación entre los hallazgos obtenidos podría estar, en parte, determinada por el antecedente de depresión mayor durante el año previo a la primera serie de entrevistas, se repitieron los análisis luego del control según este parámetro. En este nuevo modelo se constató que la historia de depresión en los 12 meses anteriores a la primera serie de entrevistas tuvo un valor predictivo y pronóstico importante de presencia de depresión en la segunda serie de entrevistas (CP de 5.81; p < 0.0001). El apoyo social global (CP de 0.68; p < 0.0001) y el sexo (CP de 1.35; p = 0.02) mantuvieron la importancia predictiva como elementos de riesgo de futuros episodios de depresión en la segunda serie de entrevistas. COMENTARIO -Los resultados del presente trabajo realizado en parejas de gemelos adultos de distinto sexo indican que el apoyo social pronostica con intensidad el riesgo de aparición de futuros episodios de depresión en mujeres; por el contrario, en hombres la relación es débil y poco significativa. Asimismo, se constató que los hallazgos no se modificaron esencialmente al tenerse en cuenta el antecedente de depresión en el transcurso del año previo a la primera serie de entrevistas. Entre los factores de apoyo social, el determinado por el apoyo brindado por el gemelo, otros familiares, el cónyuge y los padres tiene gran importancia, fundamentalmente en las mujeres; esto coincide con observaciones efectuadas en trabajos previos. -Por causas que aún están en discusión, las relaciones interpersonales tienen una función más decisiva en mujeres que en hombres. Ante situaciones adversas, es frecuente que las mujeres busquen apoyo emocional en su contexto social (mucho más de lo que lo hacen los hombres). Por su parte, los varones parecen buscar otra calidad de ayuda; de esta manera, tienden a compartir otras actividades o ?distracciones?. Estudios previos que analizaron la relación entre el apoyo social y la psicopatología en adolescentes y adultos también revelaron una asociación más fuerte en mujeres que en varones. No obstante, la mayor sensibilidad en estas últimas no sería notoria en todas las situaciones clínicas. -En conclusión, el trabajo demuestra que las mujeres son más sensibles al efecto inductor de depresión asociado con deficiencias de índole social y familiar. Sin embargo, esta variable no explica las diferencias entre sexos en términos de riesgo de depresión. En otras palabras, si bien el apoyo emocional parece proteger más de la depresión mayor a las mujeres que a los hombres, los efectos no explican las diferencias entre hombres y mujeres en la frecuencia de la patología. No obstante, brindan importante información sobre posibles mecanismos etiopatogénicos de la depresión mayor. A pesar de las limitaciones del estudio, los resultados permiten considerar la posibilidad de que las dificultades para establecer relaciones sociales tengan mayor influencia en el origen de la depresión mayor en las mujeres. Kendler K, Myers J, Prescott C Desarrollo (Department of Psychiatry - Department of Human Genetics, Medical College of Virginia, Virginia Commonwealth University, Virginia, EE.UU.)

TIPS PARA ?DOMAR? A UN ADOLESCENTE

TIPS PARA ?DOMAR? A UN ADOLESCENTE Guillermina Mejía Soto es médica cirujana egresada de la Universidad La Salle con especialidades en pediatría y medicina del adolescente. Socia numeraria de la Academia Mexicana de Pediatría y de la Asociación Mexicana para la Salud del Adolescente, cuenta con diplomados en psicoterapia breve, salud mental del niño y adolescente en el contexto familiar, ginecología de la niña y adolescente, tanatología, comunicación médica y adicciones. También es educadora sexual por el Consejo de Certificación Profesional en Educación Sexual y Sexología. Es autora del libro Higiene de la pubertad y, recientemente, lanzó el título Aprende a convivir con tu adolescente, de editorial Norma, en el que habla de manera accesible sobre la psicología, fisonomía, sexualidad y los problemas actuales de los jóvenes, para poderlos comprender y guiar mejor. Actualmente es directora de la Clínica de Atención Médica y Psicológica adolescentes S.C. (www.clinicadolescentes.com)

La adolescencia es una etapa muy breve en la vida, que se debe contemplar sin temor. Es la transición de niño a adulto y en la que se establecerán las bases de su felicidad futura. Guillermina asegura que el primer paso a seguir si se siente en conflicto con su hijo adolescente, es recapacitar acerca de si usted es un padre que cree “que no lo ha hecho todo” por su vástago; por ejemplo, si siente que el chico o chica necesitan ayuda sicológica y cree que “el culpable” es usted, por ser un mal padre, o su cónyuge, la genética o la sociedad, y no responsabiliza al joven.

Los adolescentes buscan formarse una nueva identidad y su rebeldía se debe a la necesidad de apartarse del modelo impuesto por sus padres, y por ello hacen lo opuesto a lo que les enseñan; desafíos que los harán confirmarse como individuos con personalidad propia. Romper con lo establecido, los límites, tradiciones y normas éticas para poner a prueba la tolerancia de los padres es un comportamiento normal, es la edad estrafalaria en la forma de vestir, de tatuarse y perforarse con piercings, fumar, las primeras borracheras y perder la virginidad. -El futuro de un adulto saludable, responsable, honrado y con valores depende en gran medida de una adolescencia dentro de un ambiente familiar cálido, estable económica y emocionalmente, atención, aceptación, apoyo y amor.

¿CÓMO DEBE SER LA EDUCACIÓN DE UN ADOLESCENTE? . Si un niño pequeñito no recoge sus juguetes, no espere que cuando sea adolescente, súbitamente, tenga ordenada y limpia la habitación. . Es importante que usted exprese sus sentimientos con claridad, para que el adolescente sepa exactamente qué es lo que le preocupa y cómo le afecta su actitud. . Repetir, repetir, repetir, explicar 100 veces, o más si es necesario, lo que deseamos. . Dejar las puertas de comunicación abiertas de manera incondicional, asegurarle de forma constante que si busca ayuda, siempre cuenta con usted, aunque esté en desacuerdo. .Debe responsabilizarlo, no cargue con sus errores. Como dice el filósofo español Fernando Savater, el adolescente puede hacer lo que quiera, pero deberá ser responsable de las consecuencias. .La misión de los padres es acompañarlos de cerca en todas las etapas de su vida, y dejarlos crecer. .La negociación es la “herramienta de oro” para no romper la delgada línea del respeto a la autoridad.

10 DE LAS COSAS QUE MÁS SE DISCUTEN ENTRE LOS PADRES Y ADOLESCENTES 1. Falta de colaboración en el trabajo de la casa. 2. La hora de llegada a la casa por las noches. 3. Los estudios. 4. El dinero. 5. La hora de levantarse. 6. Abuso de alcohol o de cigarro. 7. Las amistades. 8. Cuestiones religiosas. 9. Ideas o actitudes políticas. 10. Relaciones sexuales.

Entre nos Claudia Pérez 15 de mayo de 2006 Correo electrónico: lahojaenblanco@gmail.com

http://www.eluniversal.com.mx/columnas/57591.html

Dieciséis necesidades psicológicas profundas nos impulsan a la religión

Una nueva teoría descubre los mecanismos de la psicología religiosa humana Las características de la psicología humana hacen que el hombre se gire hacia la religión en busca de respuestas, tranquilidad, seguridad y pautas de actuación, entre otras cosas. Según una nueva teoría elaborada por un psicólogo norteamericano, no sólo el miedo a la muerte mueve a la gente a creer en Dios y a tener fe en lo trascendente: sentimientos tan cotidianos como la necesidad de relacionarse con otros, o la curiosidad, son algunas de las razones que nos llevan a un comportamiento religioso. Asimismo, la teoría señala que cada ser humano se acerca a la religión desde el ángulo de su necesidad psicológica más profunda, relegando a un segundo plano aquellos valores para los que no necesita reafirmación.

Por Yaiza Martínez. http://www.tendencias21.net/Dieciseis-necesidades-psicologicas-profundas-nos-impulsan-a-la-religion_a1044.html

En la psicología humana existen no sólo dos o tres deseos simples, como el placer o la supervivencia, sino un complejo conglomerado de 16 necesidades psicológicas básicas que, además de explicar determinados comportamientos, nos impulsan a buscar un sentido trascendente a la vida. Eso quiere decir que las personas se acercan a la religión no sólo para reducir su miedo a la muerte o por cualquier otra razón puntual, sino que son el conjunto de necesidades psicológicas básicas las que nos impulsan a buscar respuestas en los sistemas religiosos. En consecuencia los seres humanos somos una especie religiosa, señala el profesor de la Ohio State University de Estados Unidos, Steven Reiss, creador de una nueva teoría sobre las motivaciones profundas que rigen la psicología humana. Según esta teoría, la religión es una de las maneras de satisfacer necesidades tan básicas como el honor, el idealismo, la curiosidad o la aceptación de las cosas que son mayores que nosotros. Estas necesidades explican por qué las personas se sienten atraídas por la religión, por qué las imágenes Dios expresan determinadas cualidades y por qué la relación entre la personalidad y las experiencias religiosas de todo tipo se da en todas las épocas. Anteriores especialistas habían explicado la religiosidad humana cómo fruto de sólo una o dos necesidades psicológicas de nuestra especie. La más común de ellas es que la gente se aferra a la religión por su miedo a la muerte. Pero la religión tiene muchas facetas que, según explica Reiss en un comunicado de la Ohio University, no pueden reducirse sólo a uno o dos anhelos humanos.

UN DESEO INCALCULABLE La revista Zygon, especializada en ciencia y religión, publicó en el año 2000 la valoración realizada por Reiss, que advierte que una teoría acerca del por qué de la religión no es científicamente calculable. La versión íntegra del artículo publicado por Zygon puede consultarse también en Nisonger Center. La teoría de Reiss se deriva de la observación del comportamiento religioso de las personas. Las 16 necesidades básicas de las personas que, además de otras implicaciones, producen los comportamientos religiosos son: el deseo de poder y de independencia, la curiosidad, la aceptación, el orden, la salvación, el honor, el idealismo, la necesidad de contacto social, la familia, el estatus, el amor, la venganza, el alimento, el ejercicio físico y la tranquilidad. Las investigaciones de Reiss sugieren que el deseo de independencia es una clave psicológica que distingue a las personas religiosas de las que no lo son. Según un libro que Reiss publicó en el año 2003, las personas religiosas (en el estudio, la mayor parte de ellas cristianas) manifiestan una fuerte interdependencia con otros. Por el contrario, los que se declaran no religiosos, por lo general necesitan más sentirse independientes y confían más en sí mismos.

UN ASUNTO TAMBIÉN DE HONOR Asimismo, las personas religiosas valoran más el concepto de honor que las no religiosas, por lo que Reiss sugiere que para las primeras ser religioso es una forma de lealtad para con las creencias de sus antecesores. En la revista Zygon, Reiss señala que cada persona religiosa lo es desde aquel ángulo de sus necesidades psicológicas que pesa más para ella. Es decir, que se acerca a la religión para que la creencia satisfaga su necesidad psicológica más acuciante, así como sus valores más profundos. Por ejemplo, una persona intelectual y religiosa intentará explicarse a Dios a través de la razón, mientras que una persona más práctica creerá que el conocimiento de Dios sólo puede llegar a través de la intuición o de la revelación. Las personas que necesitan ser ordenadas, disfrutarán más con los ritos religiosos, mientras que los desordenados preferirán las expresiones espontáneas de fe. A los idealistas les gusta que se diga que todos somos iguales ante Dios, y aquellos a los que no les preocupa su estatus social admiran la profecía que dice que los débiles heredarán la Tierra. Símbolos e imágenes para todos Dado que la religión y la personalidad de los creyentes están relacionadas, la primera debe proporcionar una amplia gama de imágenes y símbolos a sus seguidores, si desea para satisfacer la variedad de las demandas espirituales. Por eso, Dios puede aparecer como un vengador de la maldad humana o, por el contrario, perdonarnos a todos. Puede hacer el papel de creador, y también de destructor. Puede originar todas las maravillas del mundo, y también mandar a los que no se pliegan a sus mandatos al infierno. Así, los símbolos e imágenes son capaces de satisfacer necesidades psicológicas muy profundas, y a veces opuestas. La religión incluye así valores como las festividades religiosas (que satisfacen esa necesidad de relacionarnos los unos con los otros), o el ascetismo (para la necesidad de estar solos). La necesidad de salvación se cubriría por la imagen de Dios como salvador, mientras que su imagen opuesta nos habla de la condena y del pecado original. Reiss señala por último que es importante añadir que el intento de comprensión psicológica del comportamiento religioso de los seres humanos, no debe implicar una validación o invalidación de las creencias religiosas.

AÑOS DE INVESTIGACIONES Steven Reiss ha consagrado años de investigación a elaborar una teoría sobre las motivaciones profundas de las personas, de las que ha extraído las motivaciones religiosas. Tal como explica la Universidad de Ohio en otro comunicado, Reiss ha establecido los dieciséis deseos básicos de las personas enumerados anteriormente. Estos 16 valores básicos, de los que hay 2.000 millones de combinaciones posibles, son los que convierten en única a cada una de las personas. La lista de valores fue obtenida por Reiss de una encuesta con 300 preguntas respondidas por más de 6.000 personas. Un análisis matemático reagrupó a continuación las respuestas en las 16 categorías (valores) mencionadas. Los resultados fueron utilizados por Reiss para elaborar un test. Los resultados de esta investigación, además de los aspectos psicológicos de la religión, han desvelado otras cosas sorprendentes: por ejemplo, que todos los niños no son curiosos por naturaleza, lo que cuestiona el principio docente de que todos los niños comparten el mismo deseo por aprender.

Alfred Hitchcock y el Cerebro Humano

Aprende cómo Alfred Hitchcock supo entender el funcionamiento del cerebro mucho antes que la mayor parte de los psicólogos ¿Cómo hacemos para comunicarnos con el mundo? Lo hacemos a través de los sentidos: VISTA, OÍDO, GUSTO, OLFATO y TACTO ¿Cómo hacemos para comunicarnos con nosotros mismos? También lo hacemos a través de los sentidos: HACEMOS IMÁGENES MENTALES, OÍMOS NUESTRO PROPIO PENSAMIENTO O CONVERSACIONES, SENTIMOS SENSACIONES INTERNAS (de gusto, olfato, tacto)

Estos sentidos internos, estos canales de comunicación, son los que nos crean las sensaciones. Los directores de cine crean sensaciones a través de la imagen y el sonido. Cuando Alfred Hitchcock filmó la película Psicosis, jugó con todos estos elementos para crear sensaciones de miedo en el espectador. Imágenes oscuras, primeros planos, secuencias muy cortas, música penetrante? Imagínate la secuencia de la ducha de la película Psicosis con colores pastel, planos alejados, una sola secuencia y música de los Beatles. Ya no sería la misma película, ya no crearía las mismas sensaciones. Alfred Hitchcock sabía muy bien qué es lo que quería conseguir. Quería crear emociones en sus espectadores. Todos los directores de cine hacen lo mismo. Por medio del uso de los colores, el brillo, el enfoque, los ruidos y la música, crean emociones. Lo hacen así porque saben que el cerebro funciona de esa manera. Los canales a través de los que pensamos crean nuestras emociones.

Nuestro cerebro utiliza una mezcla de eso canales perceptivos para crear distintas sensaciones. Si te sientes mal por algo y haces una imagen mental, tu cerebro está usando esa imagen mental concreta para hacerte sentir algo determinado. Si cambias el canal, cambiará la emoción. Por ejemplo, si deseas quitarte una preocupación que te da vueltas y vueltas por la cabeza, haz lo siguiente:

Paso 1: Delimita el problema que deseas modificar.

Paso 2: Identifica qué canales perceptivos están funcionando cuando ocurre lo que quieres modificar. ¿Estás viendo imágenes? ¿Oyes algún diálogo entre personas, ruidos o monólogos? ¿Hay algún olor o sabor? ¿Notas alguna sensación física? Fíjate si existe una especie de mezcla de todo ello, como si fuera una película con imágenes, sonidos y sensaciones.

Paso 3: Cambia consciente y voluntariamente de canal. Si eran imágenes, piensa en el tema con palabras internas. Si era un diálogo auditivo, piensa en ello como si fueran imágenes. Si era como una película con sonido, quita el sonido o quita la imagen. Observa qué cambios se producen en tu sensación.

Paso 4: Si no se ha producido el cambio que deseabas, vuelve a cambiar de canal. Si era una imagen con sonido y le has quitado el sonido, centra tu atención en algún aspecto de tu percepción corporal, como la respiración, por ejemplo. Si notabas alguna sensación en su piel acompañada de imágenes y has quitado las imágenes, ponle sonido a la sensación cutánea.

Paso 5: Puedes ir cambiando de canal todas las veces que sean necesarias. Dentro de cada uno de estos canales (visual, auditivo, olfativo, gustativo o táctil) existen otras variables: El canal visual lo podemos descomponer en otros muchos factores: tipo de color, tipo de brillo, tipo de contraste, si está enfocado o desenfocado, si la imagen es lisa o rugosa, si hay o no imágenes de fondo, el tamaño de la imagen, si tiene un marco alrededor o no, si es una imagen en movimiento o si es una imagen estática, etc. El canal auditivo lo podemos descomponer en: el tono, el timbre, si el volumen se oye alto o bajo, el tempo, la duración, si es estéreo o mono, el ritmo, etc. El canal táctil lo podemos descomponer en: la intensidad, la sensación de temperatura, la velocidad, si es de dentro hacia afuera o al revés, si hay o no sensación de movimiento, la tensión, la presión, etc.

Nuestro cerebro codifica todas estas variables para crear sensaciones. Si cambiamos estas variables, cambiará también la sensación. ¿Cómo hace una persona que tiene, por ejemplo, depresión? ¿Piensas que una persona con depresión hará imágenes con mucha o con poca luz? ¿Se hablará a sí misma con un tono jovial o con un tono patético? ¿Notará su cuerpo liviano o completamente pesado? ¿Cómo te parece que se hablará a si misma una persona que tiene ansiedad? ¿Se hablará con un tono de risa o se hablará con un tono de miedo? ¿Hará una imagen abierta o una imagen muy cerrada? Yo creo que ya sabes la respuesta. La buena noticia es que si cambiamos esas codificaciones, cambiará automáticamente la respuesta emocional.

En mis e-Books te explico cómo cambiar las codificaciones que tienen las personas con ansiedad, con depresión, que tienen insomnio o que quieren pero no pueden dejar de fumar. Te lo explico paso a paso, detalladamente. Y recuerda que no tienes nada que perder. Con nuestra Garantía de Oro de Satisfacción Total puedes recuperar tu dinero si, una vez que has aplicado las técnicas, no estás completamente satisfecho de los resultados obtenidos. Y yo me comprometo a resolver personalmente cualquier duda que puedas tener respecto al libro.

http://www.magalian.com/boletin/1724756012747188227118844/e

Los mayores de 90 años tienen intacta sus funciones cognitivas

Un experto señala que el 60% de los mayores de 90 años tienen intacta sus funciones cognitivas

OVIEDO, 8 Feb. (EUROPA PRESS) – El catedrático de Ciencias de la Conducta del Departamento de Medicina de la Universidad de Oviedo, José Antonio Flórez Lozano, destacó hoy que el 60% de los mayores de 90 años tienen intacta sus funciones cognitivas, según varios estudios. Estos datos “desmienten”, según el experto, “el estereotipo basado en la ignorancia o desconocimiento científico de que la vejez es una enfermedad”. En la década de los 70 “solo el 0,3% de la población tenía más de 90 años, mientras que en la actualidad esta cifra se sitúa en el 3%”, explicó. En este sentido Flórez alertó de la “necesidad de mejorar la calidad de vida de este sector de la población”.

Así, apuntó la necesidad de desarrollar programas que fomenten la actividad de las personas mayores para conservar una vida saludable. Antonio Flórez Lozano presentó hoy, junto a la concejal de Participación social y Centros Sociales del Ayuntamiento de Oviedo, María Gutiérrez Alonso, el programa ‘Envejecimiento activo y feliz. Prevención de las demencias y de la depresión’.

A través de esta campaña, las personas mayores de 65 años del municipio de Oviedo, tanto de la zona urbana como rural, podrán participar en las charlas y jornadas terapéuticas que se desarrollarán en los centros sociales. El programa, que tendrá horario de tarde, se centrará en varios talleres, como el de fomento de un envejecimiento activo y saludable para lograr una vida feliz; y la prevención de dos patologías que afectan a ese sector de la población, en especial las demencias y las depresiones. Así, comenzará el próximo lunes en el centro de Campomanes, y también se desarrollará en Las Caldas, Soto de Trubia y Ventanielles, entre otros, y finalizará en el mes de mayo. Según Flórez Lozano el objetivo del programa es “conseguir un envejecimiento saludable y prevenir patologías como las demencias y la depresión”. Las demencias, el Alzheimer y las vasculares, son “muy frecuentes entre personas mayores” pero un “alto porcentaje de ellas son susceptibles de prevención”, según el experto. Así, indicó que se registra una incidencia del 12% de estas patologías y que de ellas el 35% se pueden prevenir.

En cuanto a la depresión, comentó que se asocia a la crisis existencial, a la soledad, y a los estereotipos asociados a la edad. Por eso apuntó la necesidad de “vencer la impotencia, la desesperanza y el sentimiento de inutilidad, porque la competencia de las personas pasados los 65 años es cada día más notable”. “Es fundamental que los mayores sigan siendo personas con mayúsculas, con dignidad y proyectos, y continúen desempeñando un rol importante dentro de la sociedad”, dijo. Asimismo, recordó que la Organización Mundial de la Salud (OMS) impulsa a los países desarrollados para que trabajen en esta dirección.

http://www.europapress.es/noticia.aspx?cod=20070208141006&ch=74