Respaldo de material de tanatología

Pabloy yo un relato de la vida real

Enrique V. Conde

PABLO Y YO

Un Relato de la Vida Real
                                                                   A ti Pablito y a ti Enriquito,
                                                                que inspiraron estas páginas.                                     
                                   “El amor es la fuente última de la vida cósmica”
                                                                                     Daisaku Ikeda
                                      Introducción
       “La felicidad no llegará a ti a través de todos los libros del mundo,
éstos sólo te guiarán, en silencio, hasta tu reino interior.”
                   
                                                                                   Hermann Hesse

PRIMERA PARTE
ENRIQUITO
                “En lugar de lamentar que la rosa tenga espinas, deberíamos     celebrar que un arbusto espinoso como el rosal, pueda dar capullos tan hermosos.”
                                                                                        Carl Hilty

Una Llamada

     El 16 de setiembre de 1993, a eso de las dos de la tarde, estaba podando la parra, cuando de pronto se acercó mi vecina Marta diciéndome que en su teléfono había una llamada urgente de mi sobrina Anita.
     Yo me sobresalté, pues no era la hora habitual en que podía recibir un llamado de la  familia de mi hermano que vive en Pinamar y menos aún de mi sobrina Anita que a esa hora estaría trabajando.
     Con el nerviosismo propio de la circunstancia, me acerqué tenso al aparato.
     De inmediato la voz de Anita, entrecortada por el llanto,  confirmó mis temores, pues, en medio de su angustia, le oí aquellas fatídicas palabras: “Enriquito se quitó la vida”…
     En mi mente todo sucedió como en el vértigo de una pesadilla ¿cuándo?… ¿cómo era posible?… ¡Dios mío! 
     Sólo atiné a decir, “salgo inmediatamente para allá”.
     Hoy, a la distancia, me imagino la angustia de esa hermana enfrentada a dar la noticia de la trágica muerte de su hermano…
     Aturdido como estaba, cargué un poco de ropa en un pequeño bolso, le di instrucciones a Juana para que atendiera a algún cliente que ocasional-mente pudiera venir al “Hospedaje 25” y me dirigí de inmediato a la terminal de ómnibus, con la esperanza puesta en que saliera algún coche con destino a Montevideo.
     Ya en el ómnibus, nuevamente escuchaba la voz lastimera de Anita, “fue recién”… “estaba muy deprimido”.
     Durante el viaje, el llanto de Anita martirizaba mi mente.       
     Mientras mis pensamientos recorrían, en detalle, las veces que estuve con Enriquito, su rostro se me presentaba sonriente…
     ¡No tenía manera de pensar en algo distinto!       
     Enriquito era muy chiquito cuando en el año 1962 yo vine para Rivera y estando a quinientos kilómetros de Montevideo, cuando aún la actual ca-rretera era tan solo un camino de balasto, lleno de piedras, se hizo muy difícil que nos pudiéramos ver a menudo, en consecuencia, nuestros con-tactos no fueron muy frecuentes.   

Sus Sueños

     Tanto Ana, mi cuñada, como mi hermano,
siempre contaban que de niño, Enriquito se dirigía a la escuela con andar cansino, arrastrando su cartapacio como si éste pesara toneladas y cual-quier causa le era válida para enlentecer su marcha y no permitía que ninguno de sus hermanos menores, Héctor o Anita, se le adelantaran en el camino.
     Era como si buscara no llegar nunca… y si encontraba una excusa, todos debían detenerse a esperarlo.
     Una tarde dijo: “Paren, tengo que rascarme una pierna”.
     Sus movimientos, para ir y venir de la escuela, hacer los deberes y volver a prepararse para la clase del día siguiente, realizados en cámara lenta, no ocultaban su desencanto por esa forma de vida, reglamentada al ritmo del reloj.
     Pese a su carácter dócil, en esas circunstancias, parecía dominado por un sentimiento de rebeldía.
     Su actitud cambiaba al sacase la túnica y alejarse de los libros, entonces, se le veía con ritmo de vértigo, arriesgado, alegre, seguro de sí mismo, creativo… libre…
     Era como si desde muy pequeño, hubiera captado y comprendido que la libertad es el principal requerimiento del espíritu humano.
     El circo lo fascinaba de una manera casi indescriptible y    petrificado en su asiento, se sentía ora trapecista, ya malabarista, o traga-fuego; el tigre, el león, el elefante, el caballo, el oso, el mono, en fin, toda el arca de Noé, le obedecía, en su fantasía, sin necesidad de látigo… entonces, sus ojos negros brillaban en su rostro cetrino, reflejando  las luces de colores.
     Imbuido de la magia del circo, luego repetía  en el fondo de la casa, los papeles desempeñados bajo la carpa del circo, y, aún de grande, sus ojos se volvían a iluminar como las luces del arco iris y en su rostro relampa-gueaba una sonrisa al recordarlo.
     Así, en plena libertad, sin tablas ni reglas gramaticales, sin horarios ni limitaciones de espacio, su fantasía volaba libérrima, aunque más no fuera por un instante.
     El canto atrajo su atención y su timbrada voz, repetía, sonoramente, “La de vestido celeste”, “Solita estaba en la arena”, “Que bonita flor”, “Taba-reeé…”, “Gurisito pelo chuzo”, que él interpretaba poseído por esos perso-najes que lo acercaban a su ansiada libertad, etérea como el pentagrama… sin peso ni dimensión…
     Como el estudio, aún el de solfeo, no entraba en sus cálculos, su experiencia musical naufragó en la orilla.
     De esa etapa, sólo le quedaron las letras de algunas canciones que yo le oí repetir, modificadas a su antojo, cambiando, por ejemplo, el vestido celeste por una prenda femenina íntima del mismo color… y así por el estilo, agregando a su repertorio otras canciones tales como “Mi pollera amarilla” de la “bomba” tucumana.
     Pese a que sus manos se mostraban torpes e inseguras frente a las “b”, las, “d” y las “p”, sin embargo, volaban hábilmente en los trabajos manuales, y así, mientras  sus manos se manchaban de tinta en el  banco de la escuela, esas mismas manos se vestían con los colores del arco iris en la clase de cerámica, dando rienda suelta a su fantasía…
     Según cuenta mi hermano, él era quien saltaba primero del auto, cuando pinchaba un neumático y desde pequeño se las ingeniaba para cambiar solo una cubierta.
     Con imaginación de inventor, no lo detenían problemas mecánicos; su vista parecía penetrar en la carcasa que cubre mecanismos, y a través de ella descubría cual era su funcionamiento. Nació así su afición por las herramientas, con las que realizaba toda clase de trabajos, no sujetos a horarios, plazos ni condiciones.
     Su destreza física lo llevó a las canchas de fútbol y de la misma manera que su imaginación volaba tras sus fantasías, su físico también volaba tras un balón con ansias de gol, atrapándolo junto al palo o descolgándolo de un ángulo.
     También allí los límites lo constriñieron.
     El hubiera querido ser, a la vez, en un mismo partido, quien evitara los goles como arquero y  también quien, como delantero, los convirtiera para su equipo.
     Como si el reloj de su mente marchara adelantado, ansiaba resultados pronto, pero como la vida está reglamentada en otro tiempo, al no coincidir los hechos con sus ilusiones, se sentía con las manos vacías, campo propicio para que, cuando alguien un día susurrara a su oído: “ya deberías haber triunfado… otros a tu edad ya lo han hecho”… decidiera, sin más, abandonar la práctica del fútbol a los 19 años.
     Luego, cuando las hojas del almanaque lo enfrentaron a las responsabilidades de la vida, la rutina lo sujetó a normas rígidas, absurdas para él, y lo hizo sentir como la locomotora, que sola, se siente libre silbando alegre al viento, pero ligada a los vagones y ceñida a su camino de hierro, arrastra tras de sí una pesada carga, haciéndola gemir en medio del vapor y el humo que van nublando su camino.
     Enriquito siempre soñó con la libertad plena, como la del ave que vuela por encima de los volcanes.
     Él intuía que por el camino de la libertad, el mismo camino por el que un día la humanidad erradicó del planeta la servidumbre y por el que luego también se extirparía la esclavitud, la humanidad lograría sacudir el yugo de la sumisión de los humildes frente a los poderosos y lograría la dignificación del hombre en el trabajo.
     Si no hubiera, decía, quienes buscaran sacudir ese yugo, la humanidad podría caer sumida, otra vez, en la esclavitud o el servilismo.
     Su peor enemigo era el péndulo del reloj que, marcando implacable el curso de un tiempo perentorio, se agota a cada instante, convirtiendo cada segundo del presente en  pasado que sólo le dejaba la amargura de su tiranía, productora de apuros, de ambiciones, de injusticias, de pretensiones y de egoísmos que avasallando al individuo, lo hacen esclavo de las cosas, en desmedro del valor de los ideales.
     En ese ambiente de falso presente, en un gesto de defensa y de rebeldía a la vez, se calzó los zapatos de buzo que, como cuando niño, hicieron lentos sus movimientos, como queriendo permanecer dueño de ese tiempo que se le fugaba a cada instante.                                       
      Para él no había otro tiempo que el tiempo eterno, aquel en que nacen, florecen y dan fruto las ideas, intangible a la prepotencia, a los juicios apresurados, a las conveniencias, a las pasiones o a los intereses manejados por el egoísmo.
     El tiempo eterno, aquel en que el viento transforma en arena las rocas del desierto, aquel en que el río labra su lecho, aquel en que la gota orada la piedra, aquel en que el mar forma la playa de arena fina, batiendo contra la roca furiosas olas, o rompiendo mansamente en la orilla.
     Empero, mientras su mente volaba en busca de nuevos horizontes de libertad, sus pies debían posarse sobre el fango de la incomprensión y de la falsedad.
     Uncido a un yugo invisible, transitaba mansamente, mientras sus ojos ostentaban el fulgor de los que tienen sueños de libertad.
     “El Manso” le llamaron sus compañeros de trabajo.
     Pero, pese a sentirse encadenado a la roca de su cuerpo, él quería volar por todos los espacios, sin límites, sin vallas ni ataduras, en busca de la vida, en busca del amor, en busca de la libertad, en busca de la eter-nidad…
     Todo su ser parecía decir, quiero viajar al azul del infinito cielo, y, surcando el firmamento, extasiarme con el titilar de las estrellas… y en la grandiosidad de los astros, dormir… dormir flotando en el espacio, liberado de la gravedad…   
     Visitar al cóndor en la cima de la montaña, y de la nieve, sentir su frío cortando mi cara, y oír el silbido del viento, y el tronar de la tormenta, y el rugir de la avalancha y, luego… escuchar de la nube que pasa, su silencio de paz… y ver el sol que asoma, transformando la blanca alfombra en agua que corre silenciosa y cristalina hacia el valle… y bañarme entonces de inmensidad…
     Y dormir… dormir mecido por la brisa…
     Vivir en el valle con sus vastas praderas, que como alfombras de esmeralda, se extienden al infinito, salpicadas de flores, y bañarme en el lecho del río… y desde la escarpada roca, zambullirme temerario una y otra vez, y sentir el agua ahogando mi respiración… y luego… tendido sobre la blanda arena, gozar de la caricia del sol en la playa desierta, y admirar el follaje de los árboles, escuchar el canto de los pájaros, ver el majestuoso volar de las aves, el ir y venir de la mariposa… y acariciar las flores… sintiendo la tersura de sus pétalos…
     Y dormir… dormir a la vera del río arrullado por el murmullo del agua que pasa cantando…     
     Quisiera llegar a lo profundo del océano… y sentir el mudo andar de los peces rondando junto al arrecife de coral y hundido en la oscura profundidad del silencio, olvidar la luz, y sentir la ausencia, allí  donde el tiempo sea eterno… 
     Y dormir… dormir acunado por el silencio…
     Ir al encuentro del amor, con el corazón  lleno de fantasía yo quisiera… y que en el cielo gris de mi alma, sólo ella brillara, rompiendo la oscuridad, y que el silencio sea el único testigo, cuando trémula me abrace… e, incrédulo, mis labios busquen sus labios… y al sentir la tierna y tibia caricia de su boca, despierte en mi el deseo de que sea mía… y que también lo pueda leer en sus ojos turbios de pasión…   
     Y… cuando venga la noche y el silencio…  temblantes y ansiosos…  acariciar sin ropaje nuestro amor…
     Así eran sus sueños…                           

Sus Desencantos

     En una oportunidad, cuando pasé un tiempo en casa de mi hermano, aprendimos a apreciarnos mutuamente; Enriquito me decía “bubuchi” por una gorra que yo usaba parecida a la del oso Yoggi y yo “Yogurcito”, pues le decía que había sido hecho con leche de descarte, lo que daba motivo a que él también me llamara, a veces, “Yogur”; esto da idea de cual era nuestro trato, siempre jovial.
     Sin embargo, la última vez que nos vimos, no lo noté tan activo como en otras circunstancias, sin embargo, mantenía su carácter alegre, dispuesto siempre a una chanza.
     La vida, igual que a mí, lo había golpeado duramente; también a él como a mí, lo había traicionado su mujer.
     Cuando, en medio de mi enfermedad, ella me abandonó con la promesa de reencontrarnos en la intimidad, yo, ¡crédulo de mí!, decía, fui a su encuentro pero en esos días nunca podía.
     Cada vez que iba le llevaba algo de lo que había dejado en casa de mis padres, una vez el tapado de piel, otra el video, otras veces otras cosas, pero ella nunca estaba dispuesta a cumplir su promesa de intimidad.
     Entonces supe que era mentira, pues cuando le llevé todas las cosas, me dijo que prefería no verme más.
     Un día que llamé a mi casa para hablar con mis hijos, cuando aún no había transcurrido mucho tiempo de mi última frustrada visita, descubrí que allí, en mi propia casa, estaba con un tipo.
     “Es un amigo que está arreglando una canilla del baño”… dijo ella…
     ¡Y lo hacía en mi cama!, así me lo contó el nene, él lo sabe y quizá lo recuerde por siempre.
     ¡En qué hogar se van a criar mis hijos!
     En las noches, yo me abrazo con los fantasmas, mientras ella  lo hace con ese tipo, en mi propia cama… decía, y lo inundaba el silencio… y la tristeza…
     Luego supe de sus últimas palabras a su madre:
     “Mientras yo me revuelco en esta cama sin poder conciliar el sueño… ella se revuelca con su macho ¡en mi casa, en mi propia cama!”   
     El pasado lo acechaba con sus fantasmas y el futuro lo espantaba con  la incertidumbre…
     Se sentía encadenado a esa roca que era su cuerpo… mientras, en sus ojos, se leía  el clamor de su alma… en busca de libertad…           
     ¡Ese soy yo! dijo una vez leyendo el siguiente fragmento:
             
     “No me hieras removiendo las cenizas de un amor que no dio llama…
     Hoy me nubla el humo oscuro del recuerdo.
     ¡Negros tizones sin luz, ni calor!     
     A mis ojos convocan lágrimas de dolor.
     Y mis manos se crispan hiriendo mi carne, sin sentido.
     ¿Por qué he de arrastrar este dolor que me corta las alas, cuando mis ojos, con ansias de cielo, buscan la ruta para volar?
     Anclas que me apegan al pasado.
     Cenizas que el viento llevó…         
     Vivir el presente yo quisiera, sin el temor del ayer, sin la zozobra del mañana, y descubrir que hay un lugar en el mundo donde caben mis ansias…     
     El lugar maravilloso de los sueños… suspendido en el tiempo y en el espacio…
     Un tiempo eterno… donde se conjugue el amor… la paz… y la libertad…”

     Quizá Enriquito pensó que cuando no tuviera  su cuerpo se sentiría libre de su dolor.
     En su fantasía, se reflejaba el signo de la muerte…
     Su alma mustia y abatida, no encontró consuelo… por eso lo de hoy…
     Almas errantes, pensé, que van por el mundo buscando a tientas donde apoyarse y el mundo les es esquivo, traicionero y efímero.
     Yo sabía que cuando huye el amor, el corazón se inunda de pena, el dolor anida como para siempre… una negra noche te envuelve de silen-cio… y los miedos desgarran el alma, que vaga triste como una sombra por los rincones…
     Y un negro pensamiento de muerte te asalta, empujándote paso a paso, hacia la tumba… que se orna con flores arrancadas al corazón.
     De sus ojos negros y profundos, parecía escaparse un lamento:

“Ahora… en mi derredor todo es silencio…
Un día acaricié el pétalo de una rosa,
sentí el perfume de madreselvas y jazmines,
y me inundó la caricia de tus manos…
     
Yo, quería ir a lo profundo del insondable mar,
y en la soledad del silencio oír tu voz…
Yo, quería ir a la cumbre nevada de la montaña,
junto al agua cristalina que corre hacia el valle…

Yo, quería llegar con mis manos al cielo
y abrazar, trémulo, la nube que pasa silenciosa…
Yo, quería vivir en el valle junto a la rosa,
y sentir en mi cuerpo el dolor de las espinas…

Hoy, evanecidas la rosa, la flor, y tus manos…
¿Qué fue del perfume de la flores?
¿Dónde está aquella rosa?     
¿Qué de las caricias de tus manos?

Ahora, aquí, en la soledad  de mi alma,
lejos el mar, la  montaña, la nube y la rosa,
de silencio de mi alma rebosa…

Yo no sé, si cuando mañana,
yazca mi cuerpo inerte,
podré, en la soledad la tumba,
convocar al silencio de la muerte.”
                 
*

      Así eran sus desencantos…


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  1. Cuando Todo Es Silencio

        Al llegar a Montevideo, mi hermano… mi cuñada Ana… mis sobrinos Anita… Héctor… Elisa… abrazos en silencio, con un gesto me presentaron a Miguel, el novio de Anita.
        Mi hermano pasó todo el tiempo silente en un rincón. 
        Y aun cuando alguien venía a decirle palabras que  parecía no entender… él se mantenía en silencio.
        Junto al cuerpo caído para siempre, los fantasma rondaban su mente… seguramente recordaría aquel 4 de mayo, cuando nació Enriquito…      ¡Tantas veces habría soñado con aquel instante!… ser padre… tener un hijo de la mujer amada…
        La ilusión del primer hijo había causado en su ánimo una profunda huella, que lo llevaría a sentirse unificado a su existencia de tal manera, que difícilmente podrían separarse la una de la otra.
        Lo alegraron sus alegrías y sus sueños… lo entristecieron  sus tristezas… se desilusionó con sus fracasos.
        Y ahora, al verlo exánime, reviviría su primera sonrisa, su primer “ajó”, sus primeras palabras… aquel primer “mamá” y aquel, para él sublime primer “papá”…
        Entonces, su dicha no tenía límites.
        Pero, ahora, esas manos inertes ya, jamás acariciarían con su natural delicadeza de artista la arcilla ni la madera, ni el rostro de sus hijos ni a la fruta seca que paradójicamente le ofrecía la mujer por él amada… tan luego a él, que hubiera merecido de la vida una de esas gatitas, que ronronean alrededor del ser amado y todo lo devuelven con amor y dulzura…
        Tampoco su mente acariciaría ya, aquellos sueños locos que subrepticiamente se habían introducido en su cerebro… 
        Recordaría cuando aquella ventana se oscureció inundada de fantasmas…   
        Mi hermano, entonces, igual que ahora frente su hijo inerte, había llorado por su hijo en vida… también entonces se había enternecido al recordar su primer llanto, su primera sonrisa, su primer “papá”, también entonces lo había inundado la tristeza…
        Frente a su cuerpo exánime, recordaría también como se había abierto una ventana de luz, iluminando nuevamente su vida, cuando esas mis-mas manos, hoy yertas, descubrieron al artista…     
        Pero, hoy, con los ojos inyectados en sangre, sentía cerrarse para siempre aquella ventana y abrirse para él un mundo de sombras, que lo sumirían en la más terrible de las obscuridades.
     
    *
                         
        Cuando el silencio fue más profundo, cuando la soledad todo lo inundó… en ese instante en que se intuye el signo de la eternidad… mi hermano dijo:
        Debemos aceptar su decisión, él eligió el camino a su libertad… él ya no se sentirá más atado a la roca de su cuerpo…
        Ha ocurrido lo que tenía que ocurrir, todo ha pasado ya.
        Luego, calmadamente, agregó:
        Con él de la mano, recorrimos todos los senderos en busca de la luz… hurgamos en cada piedra del camino… y nos detuvimos en cada estación… golpeamos todas las puertas… tocamos todos los timbres…
        Él veía que los capítulos de su vida, en el deporte, en el canto, en la cerámica, en el trabajo, en el estudio, en la religión, en el amor, estaban inconclusos…
        “Debo cerrar mis capítulos”, dijo una y otra vez…
        Yo veía que los fantasmas rondaban su mente, como aquella noche aciaga en que lo había intentado por primera vez.
        Yo lo leía a cada instante en sus ojos, que profundos y tristes, me miraban como pidiéndome permiso y perdón a la vez… para irse de nues-tro lado…
        Siempre le negué el permiso, pero jamás le negaría mi perdón.
        Mi corazón ya lo ha hecho.
        Esta mañana cuando salimos con Ana a buscar flores para mi jardín, como en la adolescencia, aprovechó para irse… en silencio…         
        Sólo una mano invisible pudo llenar de afecto nuestros corazones, para hacer que hoy pudiéramos entender y aceptar su decisión y esa forma que tuvo de cerrar sus capítulos… a su manera… como él es… ¡todos de una vez!
        Lo encontramos como en aquel sueño fatídico de una noche…     
        Como un alarido vibró su nombre en el espacio…   
        ¡Vuelve, vuelve!… ¡Enrique!
        Enrique… Enrique.. grité… 
        Su silencio fue aterrador… 
        Luego besamos su cuerpo tibio aún…

    *

        Hoy, de mis manos, cayó una copa…   
        Pese a que en ella bebí el sabor amargo de una lágrima… tenía el gusto de su nombre…
        Tendí mi mano para arrebatarla del abismo en que el destino la envolvía.
        Plena de amor ella caía…
        Y en el aire, como fuegos artificiales explotaron las burbujas derramando la luz, que en ellas el amor había encendido.       
        Y al caer fue música de cristal en mis oídos…
        Y mientras las notas de cristal van muriendo… y languidecen las burbujas… me embriaga la luz de su alma.
        Caída la copa… vacías mis manos…
        Juntas, imploran por ti.

        Como el susurro de una oración agregó:
        Por siempre recordaremos  la serenidad de tu rostro, tu mirada, tu estampa, la bondad de todo tu ser y el cariño con que nos rodeabas… y también tu risa… esa risa que aún retumba en nuestros oídos…
        Fue un acto de amor sustraernos al dolor de  cada instante,  para quedar alojado para siempre en nuestros corazones.
        Y allí, después de llorarte con ansias, te adoraremos, por siempre, con amor…
        Si detrás de cada sufrimiento hay una enseñanza… gracias por habernos enseñado a amar como te amaremos de hoy hasta la eternidad.
        En libertad, como tú querías.

    SEGUNDA PARTE

    EN SOLEDAD
     

        “Dentro de ti hay un sitio silencioso e inviolable al que puedes retirarte en cualquier momento para ser tú mismo.”
                                                                                      Hermann Hesse

    Mi Huida

        Mi regreso, más que regreso fue una huida… yo me sentía aturdido… no hubiera sabido que decir… ¿cómo romper el silencio de una madre y de un padre que sufre la pérdida de un hijo?
        ¿Cómo contestar preguntas sin contestación que a cada instante se hace el alma atormentada por el dolor?
        ¿Por qué a mí?… ¿Por qué a mi hijo?… ¿Por qué no a mí en su lugar?, ¡yo gustoso hubiera dado mi vida por la de él!…
        Si hubiera hecho esto o aquello… capaz que no hubiera pasado lo que pasó…
        ¿Fue por mi culpa?
        En las noches yo escuchaba la voz de mi hermano como una súplica de su corazón sangrante:
        ¿Por qué, Dios mío?
        ¿Por qué perfumó mi niñez el aroma de madreselvas y jazmines?
        ¿Por qué sentí en mis pies la tibia caricia del agua que corría hacia el valle en las tardes de verano?
        ¿Por qué la lluvia arrulló mi sueño de niño?
        ¿Por qué el rocío de la mañana alfombró de perlas mi camino?
        ¿Por qué brilló el sol en las auroras?
        ¿Por qué me regalaste un manto de nubes vestidas de colores, al ocaso?
        ¿Por qué a la luz de la luna, me ofrendaste un cielo tachonado de estrellas?
        ¿Por qué la ola acarició mis pies, hundidos en la blanca arena?
        ¿Por qué bañó mi cuerpo el río, meciéndome en sus cristalinas aguas?
        ¿Por qué la brisa acarició mis sienes?
        ¿Por qué la sombra del árbol, fue frescura en las tardes de estío?
        ¿Por qué el agua cristalina de la fuente aplacó mi sed?
        ¿Por qué me embriagó el perfume de las flores?
        ¿Por qué la lluvia bañó mi rostro y acarició mi cuerpo?
        ¿Por qué el arco iris inundó mis pupilas de color?
        ¿Por qué en alas de la poesía, surqué mares, cielos y abismos?
        ¿Por qué, si él fue un acto de amor? ¿por qué… ahora? ¿por qué Dios mío?
        ¿Qué habré hecho? 
        Te devuelvo el perfume de las flores, la caricia de la ola, el rumor de la lluvia, el brillo de la luna, los colores del arco iris, la mansedumbre de la nube, los recuerdos de la niñez, la música de la poesía, la fantasía de la prosa, la serenidad de la noche, el bálsamo para la sed, el infinito cielo azul, el calor de la llama, las perlas del rocío, el agua cristalina, la aurora radiante, el sereno ocaso…   
        ¡Devuélveme a mi hijo! ¡Tú me lo quitaste!
        ¡Ve, hijo mío!… ve y roba el fuego sagrado… rescata tu alegría… rescata tus ilusiones… rescata tu esperanza… nadie osaría encadenarte por ello…
        Mi mente se llenaba con el eco de su voz…
        Mis pensamientos volaron enseguida hacia mis hijos, Virginia… Pablo Javier… Geslaine… ¿a ellos nunca les pasaría nada?
        ¿Y por qué no? si el mundo como dice Carlos González Pecotche es un gran campo de lucha; de lucha amarga y dura, que a menudo pone a prueba la resistencia humana.                         
        En esa lucha amarga y dura, hacía cinco años la vida me había dado un rudo golpe: mi mujer me había abandonado.
        Yo no quería pensar… pero esos pensamientos golpeaban mi mente y me robaban el sueño, yo sentía que la odiaba, odiaba a… ni siquiera podía entonces nombrarla…   
        A Enriquito le pasó lo mismo, ¿podrá pasarle a alguno de mis hijos?
        No, a ellos no, me decía, pero el sueño no venía.

                               
    “Yo La Voy a Cambiar”

        Cuando dos “almas gemelas” se unen, piensan que lo hacen para siempre, así también lo pensé yo, sin embargo, la realidad me demostró, luego, que no es así.       
        La simpatía es la primera corriente que acerca a dos seres, dice mi hermano, es una actitud sólo explicable por el funcionamiento de complejas reacciones sicológicas, que no es necesario conocerlas académicamente, para sentirse atraído por un semejante de otro sexo, en cualquier momento de nuestra vida.
        Es un instante místico, mágico, dice.   
        Sin esa corriente mágica, no existiría acercamiento, es gracias a esa invisible corriente, que todas las inhibiciones se derriban y se acercan dos almas.
        En ese momento se encuentran dos seres físicamente atraídos  y sensiblemente dispuestos a iniciar un largo camino de entendimiento.
        ¿Cuál es el misterio que encierra ese instante, que tantas veces luego se rompe?
        Como dice Carlos González Pecotche, uno se enamora, en primer térmi-no, de una imagen  que luego coincidirá o no con la realidad. Si las dos imágenes, la real de cada uno y la deseada por cada uno en el otro coinci-den, seguramente todo se podrá encaminar hacia una relación per-manente.
        En cambio, si la imagen concebida en la mente de cada uno, no coinci-de con la realidad del otro, o no se asemejan en grado importante, será inútil querer transformarse en el corregidor de aquello que el otro no es, para que sea lo que él o ella quisiera que el otro fuera.
        Harto difícil, nos resulta cumplir con nuestros propios propósitos de enmienda, como para ponernos en artífices de otra vida. 
        Dentro de límites compatibles con la convivencia humana, debemos siempre renunciar a algo y aceptar al semejante tal cual es o la separa-ción será inevitable.
        Si la unión se produce bajo la condición de tener que modificar al otro, seguramente fracasará, afirma enfáticamente mi hermano, recordando lo que le pasó a Enriquito, que decía querer modificar a ella.
        Para ilustración de lo que dice, recuerda siempre el caso de nuestra tía Fabianita, que sostenía, a viento y marea, que iba modificar a su novio, “El Viliche”, haragán y jugador empedernido.
        “Yo lo voy a cambiar”, rugía ella, cortando de esa manera, cualquier discusión.
        Sin embargo, yo recuerdo aun el día en que con mis padres fuimos de visita a lo de tía Fabianita.
        La canícula de enero era soportable sólo gracias a la oscuridad reinante en el rancho y a que el piso de tierra era frecuentemente regado con agua “fresca”, extraída de un tanque que, apoyado sobre una plataforma de madera, se entibiaba, a esa hora, a la sombra de unos trasparentes.
        “El Viliche” vivía allí con su mujer y su hijo, entonces, Fabianita le habló a nuestros padres de sus desventuras.
        – Estamos “miados” por los cuatro costados, dijo.
        Así inició un largo  monólogo agregando que “El Viliche” era un inútil, que no le gustaba trabajar, que andaba siempre buscando excusas para acogerse al sistema de seguro de paro o enfermedad, aducía dolores en su pierna herida, afectado, ahora, por un reuma que decía llegarle hasta la cintura.
        “El Viliche”, allí presente, asumía su papel.
        En camiseta, con un pantalón raído por el uso, mostrando la cicatriz de su tobillo, fuente de muchos réditos en faltas al trabajo, caminaba apoyado en una muleta de palo hecha por él mismo.
        – Este atorrante, decía su mujer, y “El Viliche” dibujaba en su rostro una sonrisa complaciente que iluminaba sus relucientes ojos verdes, en contraste con sus canas en un fondo de pelo antes rubio,  este atorrante, enfatizaba la envejecida Fabianita, haciendo un ademán hacia el imperturbable “Viliche”, se va al boliche y viene que no se puede parar con esa muleta roñosa, toda torcida, que se hizo con una rama de tala.
        “El Viliche”, demostrando una inconsciencia total, la escuchaba sin darle importancia, como si ella hablara de otro.
        – Si eso fuera poco, cuando la Caja de Auxilio le paga el subsidio, “éste” se lo juega a la taba, que siempre termina cayendo del lado de atrás, dijo señalando su propio trasero.
        – Lo único que nos queda de la herencia de mamá, la pobre, son: este rancho destartalado con unas pocas cuadras de tierra que este haragán no hace producir, la yunta de bueyes para atarla al tanque de agua y poca cosa más… seis cuadras de campo en la Cueva del Tigre… y …un lugar en el cementerio…
        Su monólogo culminó en un gemido de dolor, que parecía arrancado del alma misma de aquella pobre mujer…         
        Su altivez de otrora, rugiendo “Yo lo voy a cambiar”, era ahora un gemido, que a cada sollozo, se burlaba de ella.
        Su grito de dolor, como llevado por  la brisa, en la tarde agonizante, parecía retumbar en la fosa del cementerio que, vacía, esperaba la llegada de su cadáver.   
        Al irnos la imagen  recortada en el horizonte, de esos dos seres, sa-ludando con la mano en alto, simulaba la sombra de dos cadáveres sicológicos, esperando sólo el instante de la muerte.       
        ¡Ellos ya estaban muertos!…

    *

        Enriquito también se casó con una imagen que quería cambiar y la realidad le demostró cuán equivocado estaba y en ello le fue la vida.
        Nuestro hijos son para siempre… me decía yo, nunca pensamos que puedan precedernos en ese viaje a otra dimensión.
        Pero, sin embargo, sucede.
        Y los padres se preguntan ¿por qué a mí?
        Y yo me preguntaba, ¿por qué no a mí? y los fantasmas rondaban por mi mente, por Virginia… por Pablo Javier… por Geslaine…
        Debo conciliar el sueño, me decía, pero el sueño no venía…
        Y volvían los fantasmas, ¿se habrá casado Virginia con una imagen o con la realidad? y ¿Pablo Javier?                                           

    Pablo Javier

        Cuando Pablo Javier se casó, mi hermano y mi cuñada Ana no pudieron venir a su casamiento, pues unos días antes, más precisamente el 5 de enero, justo el día que cumplían 6 años de casados, Enriquito había sido abandonado por su mujer,  y se encontraba en un estado muy depresivo, por lo cual ellos decidieron acompañarlo.
        Pablo Javier se había casado con quien había conocido en los bancos de la escuela.
        Como él siempre fue muy circunspecto, era difícil advertir si él se había casado con una imagen o con una realidad, pero como estaba a favor el conocimiento entre ambos desde niños, mi despreocupación, en tal sentido, era absoluta.
        Pese a su carácter reservado, había tenido una niñez y una adolescencia normales, yo siempre había estado cerca de él o él cerca de mí, hasta que mi mujer me abandonó cuando él tenía 18 años.
        Entonces Virginia y Geslaine se fueron con su madre, yo me abracé a la botella de “grappa” y Pablo Javier estuvo a la deriva… fueron tres años, durante los cuales yo quería ahogar en alcohol la traición de mi mujer.
        Fue por entonces que yo visité más frecuentemente a mi hermano en Pinamar e intimé con Enriquito.
        Finalmente al cabo de tres años dejé el alcohol, ¡no había logrado que me matara!
        En esos tres años la relación con mis hijos fue traumática, como si yo quisiera vengar en ellos la traición de mi mujer, Pablo Javier fue el primero en acercarse nuevamente a mí y en 1991 vino a vivir conmigo en el hospedaje.
        Posteriormente, en enero de 1993, nueve meses antes de la partida de Enriquito, Pablo Javier se casó y se instaló con su mujer en un sitio que acondicionamos a tal fin en el hospedaje.
        Al momento de su casamiento, hacía seis años que yo había sido abandonado por su madre, sin embargo, era una herida que aún sangraba.
        Yo me sentía solo y en mi soledad, luego de abandonar el alcohol, me sumergí en los programas de televisión por cable que colmaban mis necesidades y me transformé en un ser absolutamente antisocial.
        Mis salidas del hospedaje eran las absolutamente imprescindibles, y que pudiera realizar en pocas cuadras a la redonda.
        Además por la aprehensión de encontrar en la calle a algún pariente de mi “ex”, yo no miraba a la cara a quienes cruzaba en el camino, de modo que más de uno habrá pensado que no lo quería saludar.
        Pero nada de eso me importaba.
        Yo llené mi soledad, con esa cajita llena de nada.
        Algunas veces, cuando Pablo Javier venía hasta la cocina, donde yo permanecía hasta las dos de la madrugada mirando televisión a la espera de algún cliente, pudo pensar que un partido de fútbol me interesaba más que él.
        En mi soledad yo sólo odiaba y no me interesaba compartir con nadie mi verdadera esencia interna.

    TERCERA PARTE

    BÚSQUEDA

     
                                “La luz que estás buscando ya habita en tu corazón”
                                                                                        Hermann Hesse

    Una Gran Alegría

        En esa época, por razones económicas, yo no pude viajar a Pinamar  como hubiera sido mi deseo, pero tampoco luego de la pérdida de Enri-quito, me sentía con la fuerza suficiente para hacerlo, por lo cual, me causó una gran alegría que un día me avisara mi hermano que vendrían con Ana y Ulises, a visitarme a Tacuarembó .
        Si bien pasábamos todo el día juntos, no pararon en casa. Ellos prefirieron pernoctar en el Hotel Central y luego venir a estar todo el día conmigo.
        El contacto con Pablo Javier y su esposa fue muy fugaz, unos y otros teníamos prendido en nuestro corazón y en nuestra mente el recuerdo de Enriquito.   
        A los seis meses de la partida de Enriquito, había fallecido también Dora, la mamá de Ana, que hacía treinta años vivía con ellos.
        Y el mes anterior, Anita se había casado con Miguel y entonces, en una casa donde habitualmente había por lo menos siete personas, ahora había quedado reducida a tan solo tres, el matrimonio y Ulises que por su disfuncionalidad intelectual, siempre los acompañaría. 

  2.     Ellos, quizá tenían cierto derecho a pensar que la vida ya les había cobrado su cuota de dolor con la presencia de ese hijo diferente, para que se les hubiera agregado otro con la partida de Enriquito.
        Yo veía que ellos luchaban por no sucumbir al dolor que estaba lacerando sus corazones.
        Me contaron, que coincidentemente con la pérdida de su hijo, mi hermano se había jubilado y que en consecuencia ellos podrían haber cerrado todas las ventanas y entregarse a un sufrimiento y a una angustia profundizada por la soledad en que se encontraban, pero que resolvieron abrirse al mundo.
        Empezaron a reunirse con  amigos de la juventud, los compañeros del Liceo Aiguá y otros de preparatorios o facultad.
        Mi hermano intentaba  hablar de Enriquito, sin embargo, por el silencio que provocaba, notaba que su conversación hería a los demás, o que los demás pensaban que tal situación los hería a ellos y entonces rehuían sostener una conversación sobre el tema, por eso, mi hermano se dedicó a expresar su pensamiento por escrito.
        Por entonces, llevaba material para que lo corrigiera a una compañera de liceo, Esmeralda, que fue la excepción, y él se refugió en su com-prensión para  hablar de Enriquito cuando le llevaba material.
        Posteriormente, empezaron a concurrir con Ana a reuniones de diálogo en la casa de Fernando Etchegoyen, organizadas por la Sociedad para el Desarrollo de Valores Humanos, en base a conceptos orientales de origen budista, y que a raíz de eso habían podido captar aspectos de la vida que hasta entonces les habían resultado incomprensibles. 
        Mi hermano dijo que había descubierto el fundamento de la ley causal que no funciona como en el juego de billar, en el que es posible prever todos los efectos, a partir de un determinado golpe con el taco, como establece el criterio cartesiano.
        Para la filosofía oriental, me dijo, la ley causal está íntimamente ligada con nosotros mismos.
        Sostiene que la vida es un verdadero entramado de causas y efectos, los que no son ajenos a nosotros mismos, pues a través de las propias vivencias, cada uno de nosotros va almacenando en la conciencia el producto de sus experiencias, que forman las verdaderas causas internas, que luego determinarán la conducta que asumiremos frente a lo que nos acontece.
        Es fácil reconocer la existencia de causas externas, como hechos del diario vivir, recibidos por nuestro yo, a través de nuestros sentidos como percepciones del mundo exterior.
        Las percepciones procesadas y conceptualizadas por cada uno  en función de las propias experiencias anteriores, o causa internas acumuladas, forman un depósito en la conciencia.
        Esas vivencias acumuladas en la conciencia como “causas internas”, nos permiten formarnos un juicio sobre cada uno de los nuevos hechos exteriores.
        Juicios, condicionados por nuestro estado interno, que generan, instantáneamente, en nosotros efectos que se mantienen latentes, hasta que luego, bajo determinadas  circunstancias de la vida, se hacen manifiestos en el mundo externo.
        Entonces, en el funcionamiento de la ley de causa y efecto pueden distinguirse cuatro partes perfectamente definidas:
        “La causa externa”, vivencia, acontecer o experiencia del mundo exterior.
        “La causa interna” o sea el estado en que se encuentra el sujeto receptor de la causa externa, en función de lo que tiene acumulado en su conciencia por vivencias anteriores.
        “El efecto latente” que es el efecto instantáneo, aun no manifiesto, producto de la acción combinada o reacción de las causas internas propias, ante un hecho determinado que opera como causa externa.
    Y, finalmente, ?el efecto manifiesto” que es la exteriorización, posterior en el ámbito fenoménico.
        Esta concepción escapa a las limitaciones de tiempo y espacio a que está sujeta la filosofía cartesiana, aplicada a la causa-efecto del mundo material.
        En el mundo material la causa externa y el efecto manifiesto, son una consecuencia necesaria del transcurrir del tiempo en un espacio dado.
        En la conducta humana, ámbito espiritual de la ley causal, entre la causa externa y el efecto manifiesto, existe un proceso instantáneo, atemporal, no espacial e insustancial donde actúa la causa interna y surge el efecto latente.
        Este concepto de la causalidad propende, al mejoramiento del individuo pues postula la posibilidad de modificar nuestras causas internas, para que cuando sean afectadas por las vivencias, experiencias o aconteceres de la vida, no generen efectos negativos, sino efectos positivos para nuestra vida.         
        Descubrimos, dijo mi hermano, que las actitudes que asumimos, que se exteriorizan a través de los efectos manifiestos, son respuesta de nues-tro estado interno y nos enfrenta así a asumir ante la vida una actitud como gestores de nuestro propio destino, dejando de ser  meros juguetes de las circunstancias.
        Esta teoría podría resumirse, diciendo que, a partir de las cosas que suceden en el mundo exterior, nosotros tenemos la capacidad, la libertad interna de asumir una actitud, que modele nuestra conducta futura.
        Confirma esto, dijo mi hermano, lo que dice Aldous Huxley cuando afirma que “la experiencia no es lo que te ocurre, sino que es lo que haces con lo que te ocurre”.
        Y también lo que afirma el Dr. Gustavo Berti, cuando dice: “Nosotros no somos lo que recibimos de la vida, sino que somos lo que nosotros entregamos a la vida.”
        Una filosofía de esta naturaleza nos lleva a no arrojar culpas sobre los demás y a aceptar el desafío que la vida nos presenta a cada instante.
        A través de sus palabras y del convencimiento con que las expresaba, yo veía, claramente, las ansias que tanto él como Ana tenían de encontrar una luz que iluminara, con sabiduría, el camino a recorrer, que tan difícil debía serles, luego de la pérdida de Enriquito.

    En el Camino…

          Yo quise saber más sobre ese camino de búsqueda que habían emprendido y mi hermano me dijo que esta búsqueda se la debían a Enriquito, pues había sido él quien en vida, había empezado a ir a reuniones de la Sociedad para el Desarrollo de Valores Humanos, que se realizaban en la casa de Dioní.
        A raíz de eso, Enriquito les había acercado algunos conceptos que les habían llamado la atención y que fue, luego de su partida, el motivo que los impulsó a indagar, qué entrañaba esa filosofía, recibida, ahora, como un legado de Enriquito.
        Me dijo, que el inspirador de estos conocimientos era el filósofo Japonés Daisaku Ikeda, cuyos libros él había leído con espíritu de búsqueda, encontrando una unidad de pensamiento que le había resultado admirable, sobre todo cuando describía el funcionamiento del ser humano.
        Me explicó luego que esta concepción parte de la base de que en la configuración del ser humano existen tres componentes: la forma física, que obedece a la ley física, la naturaleza espiritual, que responde a la ley espiritual y la entidad humana que es producto de la fusión de la ley física y la ley espiritual y que da origen al yo individual.
        Ese yo individual, resultado de esa fusión, es el hombre como manifestación de la fuerza vital cósmica.
        Cada entidad humana, para su armonioso funcionamiento, está provista de energía o fuerza vital, siendo de esa manera partícipe del flujo de la energía o fuerza vital del cosmos; que todo ser humano tiene un radio de influencia; que está sometido a causas externas o hechos y aconteceres de la vida; que, como producto de sus vivencias anteriores, posee un cúmulo de causas internas almacenadas en su conciencia; que al contacto con las causas exteriores genera propensiones, defectos o virtudes que se mantienen latentes; y que al relacionarse con el ambiente genera efectos manifiestos tangibles.
        Y finalmente, que a través de toda su existencia posee la una hebra de vida que sostiene la coherencia de cada ser humano.
        Es indudable, me dijo, que ésta es una escueta relación de conceptos que puedes encontrar desarrollados en la obra que Daisaku Ikeda escribió bajo el título: “La Vida Un Enigma”, de donde yo los he sacado.
        Lo dicho, agregó, podría definirse, como la estructura sicológica del ser humano y su forma de funcionar, a lo que se debe agregar, para su correcta interpretación, los estados emocionales por los que puede pasar ese yo individual, en cualquier instante de su vida.
        Esta concepción distingue, diez estados emocionales: Cólera, Codicia, Instinto, Egoísmo, Calma, Aprendizaje, Comprensión Intuitiva, Altruismo y Sabiduría.
        Todos pasamos por esos estados, tú también, me dijo, como queriendo dar término a la explicación.
        Sin embargo, yo me interesé por el tema y le pregunté: ¿Cómo se definen esos estados?
        Sería muy arduo explicarlos, pero sucintamente te puedo decir que esos estados por los que tú, yo y todos los seres humanos pasamos, sin darnos cuenta, están determinando el perfil de cada uno como ser humano individual.
        Ahora me interesa más, le dije.
        Entonces te diré.
        El estado de Cólera, se define como el impulso de destrucción que hay en cada uno de nosotros, que te puede acarrear un sufrimiento profundo al grado de desesperación y no necesitarías  morir para vivir en el Infierno.
        El estado de Codicia, está caracterizado por tus deseos egoístas de riqueza, fama o poder, por los que sufres al no poder satisfacerlos, cuando  los codicias con ansia dolorosa.
        Lógicamente que cada uno tiene necesidades… tiene que comer… que vestirse… necesita un hogar… y los deseos necesarios para preservar tu vida son indispensables; pero procurar sólo la satisfacción de deseos materiales, sin metas más altas, es convertirte en esclavo de los deseos.
        El estado Instintivo es el impulso de vivir sólo para el sexo, o para comer o beber, o para dormir, o para la droga, no hay en ello sabiduría, ni razonamiento ni voluntad, por esa vía se llega a la  estupidez de un yo inmerso en el placer instintivo, que carcome la base de la propia existencia. 
        El egoísmo se caracteriza por estar dominado por la perversidad de centrarte en ti mismo  y obrar exclusivamente en beneficio propio, se sustenta en un yo que menosprecia y viola la dignidad de tus semejantes.
        El ansia acuciante de ganar en todo, se debe a la necesidad que sientes de ocultar tus fallas interiores.
        En el estado de calma puedes reconocer tu capacidad potencial como ser humano y puedes cultivar tu inteligencia y acrecentar tu bondad, aspirando a la libertad interna, sin que ello  signifique trascender las limitaciones físicas, ni las influencias externas, sino, lograda en el plano más íntimo  de la vida, cuando no sientas ni angustias ni zozobras.
        La gran dificultad para mantenerse en este estado, consiste en que en el medio en que vivimos, acecha… la cólera… la codicia… el instinto… y el egoísmo…
        El estado de calma se caracteriza por poseer la condición inherente al  ser humano de tranquilidad, pero no significa que ésta se logre sin esfuerzo; sólo significa que tienes la capacidad para lograrlo y que puedes lograrlo.       
        El estado de alegría, es un estado impermanente; se desvanece como se desvanecen los sueños…
        Muchas veces, exaltado por la alegría uno cae en el error de considerar que  la felicidad será permanente, pero no es así, estamos viviendo en una sociedad poseída por el deseo de cosas materiales, de cosas evanecentes.
        La sociedad moderna es un torbellino de deseos de fama, riqueza, autoridad, poder, o mera conveniencia.     
        El estado de aprendizaje es un camino abierto, para quien desee, humilde y sinceramente, comprender las experiencias y la sabiduría de otros, a través del estudio.
        Pero ¡Cuidado! el orgullo indebido por los conocimientos  que se poseen, cierra el camino de la evolución para quien busca enriquecer el espíritu.
        -El gran libro que todos tenemos que estudiar y aprender en él, es el libro de la propia vida, meditar y analizar tus propias experiencias… tratando de comprender…
        El estado de comprensión intuitiva, es aquel en el que, en vez de buscar de aprender por los resultados de los demás, intentas hacerlo a través de tus propias experiencias, en la observación directa de ti  mismo y de los fenómenos que te rodean.
        Así puedes lograr una verdadera independencia con respecto a los mundos transitorios de tu entorno y aprenderías a vivir en armonía con los movimientos  de este mundo inexplicable, hasta hoy, para ti.
        El estado de Altruismo o de ser sensible a la sabiduría de la vida, se fundamenta en la fuerza de la compasión, que como potente energía, fluye de lo más hondo de la vida humana.
        Una gran compasión es como la empatía de una madre por su hijo, un amor sin condición, un amor carente de egoísmo… en libertad.
        Aunque no lo puedas creer, pues es lo más difícil de creer y de comprender, también el estado de Sabiduría existe en ti, es la parte de ti que se expande hacia la vida universal, luego de superar las ataduras de los otros estados… pero primero tendrás que tener una firme deter-minación, una fe inquebrantable, una sostenida experimentación y estudiar mucho, sobre todo estudiarte a ti mismo.
        En ese momento, sonó el timbre de la puerta de calle y mi hermano no pudo seguir explicándome, ni se reanudó luego la conversación, pero, entonces, yo me di cuenta de que ellos estaban en busca de la paz interna.
        Cuando se fueron me pareció que su venida a Tacuarembó les había resultado positiva, por lo cual, al partir, los alenté para que volvieran y así me lo prometieron.
        Yo volví a mi soledad, esta vez con la esperanza de volverlos a ver y de que encontraran el camino de la luz que estaban buscando.
       
       
    El Altruismo

        Había pasado la semana de turismo del año siguiente, cuando Chiquita, mi perra de adorno, como siempre digo yo, pues no la tengo conmigo nada más que para eso, para adorno, salió corriendo y ladrando hacia el zaguán.
        Cuando miré, vi que bajaban de su camioneta mi hermano, Ana y Ulises, que vinieron a verme, dándome una de las sorpresas más hermosas que pudiera recibir.
        Lo mismo que con Enriquito, la vida no me había dado ocasión de convivir mucho tiempo con mi hermano.
        Cuando yo nací, mi hermano tenía ocho años y a los diez  él se fue a estudiar al colegio Jackson en “El Manga” y recién volvió a los catorce años.
        Convivimos entre los años 1944 y 1947 en Aiguá nuestro pueblo natal, fecha en que yo fui a estudiar a San José en el Colegio de la Sagrada Familia, con nueve años y él a Montevideo con diecisiete.
        Cuando volví del colegio en el año 1953, como mi hermano trabajaba y estudiaba, y ya por entonces estaba de novio con Ana, nuestra relación fue hasta su casamiento en 1959, muy reducida, y obviamente, después también.
        En el año 1962 yo fui a trabajar a Rivera, de modo que hasta estos sucesos que estoy relatando, éramos casi dos desconocidos; recién ahora estábamos conociendo nuestras almas.
        Esta vez aceptaron la invitación que les formulé de quedarse en el hospedaje, a pesar a que las comodidades de éste, por carecer de baño privado, no se equivalían, pese a su decoro y limpieza, con las del Hotel Central a donde ellos habían ido anteriormente.
        Esta situación permitió que pudiéramos confraternizar con más amplitud y pude descubrir que la actitud de ellos frente a la tremenda dificultad que habían vivido por la pérdida de Enriquito, había cambiado notoriamente.
        ¿Cual sería la clave de tal cambio?, me preguntaba e intrigado por ello, le pregunté a mi hermano si seguían concurriendo a las reuniones de la Sociedad para el Desarrollo de Valores Humanos, a lo cual me respondió que sí, que seguían concurriendo y lo harían de por vida, pues para ellos era un legado que les había dejado Enriquito, y en su homenaje, nunca dejarían de hacerlo.
        Mi hermano me preguntó si recordaba el significado del estado de Altruismo y yo le dije que sí, que era cuando uno se desprendía de sus propias conveniencias y emociones y miraba por sus semejantes… recordaba unas palabras, como que había que dar amor en forma incondicional, como es el amor de una madre por su hijo.
        Hemos descubierto, me dijo, la manera de hacer realidad el altruismo que postula la Sociedad para el Desarrollo de Valores Humanos, ese ideal que parece inalcanzable en nuestro medio.
        ¿De qué manera?, le pregunté.
        Dijo que, cierto día habían visto en Montecarlo Canal 4 el programa “De Igual a Igual”, conducido por Omar Gutiérrez y que ese día habían ido al programa unas personas que dijeron que pertenecían al grupo “Renacer” de padres que habían perdido hijos.
        Expresaron que “Renacer”, no discriminaba a sus integrantes por su religión, raza o ideología, que no estaban ligados a ninguna secta o institución, que no entablaban controversias y que no defendían ni se oponían a ideología de clase alguna, simplemente eran padres que, ha-biendo perdido hijos, a través de su unión en un grupo de ayuda  mutua, buscaban ayudarse y ayudar a aquel semejante que se encuentre en idén-tica situación.
        Su filosofía se basa en la expresión de Víctor Frankl que define a la ayuda mutua como “Un encuentro existencial de seres que confluyen en el objetivo común de trascender el sufrimiento.”
        Dijeron que “Renacer” había sido creado el 5 de diciembre de 1988, en Río Cuarto República Argentina, por Gustavo y Alicia Berti quienes a raíz de la pérdida, en un accidente de tránsito, de su hijo Nicolás de 18 años, habían reflexionado que la partida de su hijo, no podía ser un hecho en vano.
        A partir de ese concepto se empezaron a reunir con otros padres que pasaban por igual circunstancia y de ahí nació lo que hoy es “Renacer”, que abarca más de ochenta grupos distribuidos por toda la Argentina.
        En ese momento se estaban preparando a conmemorar  el primer año de su funcionamiento en el Uruguay, pues la reunión inaugural se había realizado el 15 de diciembre de 1994.
        No fue mucho más lo que pudimos captar, pero, naturalmente, como nosotros estábamos en la misma circunstancia y en constante búsqueda, nos interesó el tema y llamamos al teléfono que dieron y fuimos a una reunión.
        Antes de la reunión general, fuimos recibidos por una madre a la cual le proporcionamos nuestros datos personales, el nombre de nuestro hijo Enrique Aníbal, su fecha de nacimiento el 4 de mayo de 1961 y su fecha de partida el 16 de setiembre de 1993, así decía el formulario, lo mismo que la causa que en el caso nuestro fue “por decisión propia”.
        Las palabras, para mí, dijo mi hermano, tienen un hondo significado sicológico, son mágicas, y me gustó esa forma de definir, como “partida”, la pérdida de nuestro hijo, lo mismo que decir que fue “por decisión propia”, según se inspiró Ana en ese momento.
        Aunque lo hubiéramos podido hacer, pues la madre que nos atendió  era muy comprensiva, no quisimos ahondar en las circunstancias puntuales de la partida de nuestro hijo. Lo creímos innecesario, él ya partió y ese hecho no lo podríamos modificar con lamentos, relatos ni llanto.
        Para que veas cual es la esencia de este grupo te diré que Gustavo y Alicia Berti dicen “no se hace necesario ni es imprescindible narrar la forma en que el hijo o los hijos hicieron su partida ni todos los pormenores involucrados en el hecho doloroso, pues el pasado no puede ser cambiado.”
        Y agrega: “Revivir la realidad dolorosa en todos sus detalles no ha probado ser beneficioso para la recuperación integral del padre, pues conduce, invariablemente, a una etapa de hiperreflexión (situación en la que se da vueltas, continuamente, en círculos sin salida, sobre los problemas que aquejan a los miembros, llevando a estados de lamento continuo y produce hombres y mujeres excesivamente preocupados por sus emociones y sentimientos) de la cual es muy difícil salir.” “Esto no es útil para el proceso de recuperación.”
        Coincidentemente, la madre que nos atendió dijo que lo importante no era como fue que partió nuestro hijo ni las circunstancias de su partida, sino que lo importante era que a partir de ese hecho histórico, que nosotros nunca podríamos cambiar jamás, debíamos elegir cual sería nuestra actitud para el futuro.
        Luego pasamos a una reunión de carácter general donde había más de treinta y cinco personas, de las cuales tres pasaron al frente oficiando de coordinadores para ordenar las intervenciones de los padres.
        La primera reflexión que surge cuando asistes a una reunión de esta naturaleza, es que esperas ver a todos llorando y no fue así.
        “Renacer” no es un lloratorio.
        Al respecto son ilustrativas las palabras de Gustavo Berti, para quien “Renacer” no puede ser un “lloratorio” y agrega: Lloraremos, sí, pues tenemos derecho a llorar; pero tenemos que saber que el llanto, que la tristeza, que el enojo, que la ira, que la bronca, es el homenaje que estamos haciéndole a nuestro hijo”.
        Eso nos gustó y nos pareció bien.
        Otra reflexión que surge de estas reuniones es que no eres el único a quien le ha pasado una cosa de tal magnitud como es la pérdida de un hijo.
        Cuando un padre pierde un hijo siente que el mundo se le cae encima, siente que se quiere morir, siente, auténticamente, que quisiera haber muerto él o ella en lugar de su hijo y que a nadie le ha pasado lo mismo que a uno.
        En esa reunión te das cuenta que no eres el único, que muchos han perdido dos y hasta tres hijos, y algunos más aún.
        Hay madres que han perdido a su único hijo y además son viudas. Hay hijos que parten repentinamente, otros luego de largas esperas. 
        Entonces, todos pueden entenderse sin necesidad de explicaciones de ninguna naturaleza.
        Pese a la circunstancia tan difícil a que nos ha enfrentado la vida, es posible darnos cuenta que nosotros aún estamos vivos y que lo peor que nos puede pasar es morir por causa de nuestros hijos, haciéndolos nuestros verdugos.
        El objetivo de “Renacer”, según pudimos entender en esa primera reunión, es que en homenaje a los hijos que ya no están con nosotros, en vez de entristecernos y ponernos a llorar debemos ponernos de pie y en un gesto de altruismo ayudar a otros padres que se encuentran en la misma circunstancia a transcender su dolor.

  3.     En “Renacer” se usa un slogan propio de la ética de Víctor Frankl que dice: “El hombre que se levanta por encima de su dolor para ayudar a otro ser que sufre, trasciende como ser humano”. Eso es “Renacer”.
        Por eso, finalizó diciendo mi hermano, te decía al principio que hemos descubierto la manera de hacer realidad el altruismo, un ideal que parece inalcanzable en nuestro medio.
        Yo me alegré de que hubieran encontrado ese grupo de padres, y de que lo pudieran expresar con tal naturalidad.

    CUARTA PARTE

    “RENACER”

     
          “Si enciendes una antorcha para ilumi-nar el camino de otro, también se iluminará tu camino.”
                                                                                                Daisaku Ikeda

    ESPERANZA

        Durante los siguientes días, en vista del entusiasmo que mi hermano y Ana ponían al hablar de “Renacer” y viendo que ellos no rehuían un comentario cuando la situación era propicia, me atreví a ir desgranando preguntas y sentí que eso les hacía bien.
        Un día les pregunté ¿Qué encontraron en “Renacer”?
        Esperanza, sí, esperanza es lo que hemos encontrado en “Renacer”, dijeron casi al unísono.
        El Grupo “Renacer”, es un conjunto de seres sensibles a las circunstancias de la vida, que buscan, por medio del diálogo  y la comprensión, hacer que la dificultad  a que la vida  nos enfrentó, se transforme en motivo para la superación individual y eso es esperanzador.
        Encontrar en uno mismo la fuerza para superar  adversidades y volcarla en procura de un acercamiento humano  a nuestros semejantes, es el mejor homenaje  que podemos hacer a nuestros hijos.
        Descubrir su latir  en nuestros corazones resulta una ofrenda de amor mutuo, que mitiga su ausencia física y acrecienta el valor de su presencia espiritual.
        A partir de ahí, cada uno puede encontrar una armoniosa conjunción  que le permita volcar  hacia quienes sufren, el bálsamo de la compren-sión, la amistad y una misión a cumplir.
        Misión que llena de paz al corazón, ahuyentando de él la pena y la angustia.
        Dice Alicia Berti: “Cada persona que sonríe o que sufre un poquito menos porque nosotros nos acercamos y le extendemos la mano y le regalamos una sonrisa y ellos nos regalan una sonrisa a nosotros, eso es sentir a nuestros hijos vivos.
        Y ¡qué alegría!, agrega, porque, entonces, sabemos que estamos haciendo algo perdurable por ellos”.   
        Tuvimos la oportunidad de integrarnos a ese grupo de padres, que enfrentan una nueva vida, tratando de llevar calma y tranquilidad a aque-llas almas sacudidas por una pérdida idéntica a la que nosotros debimos enfrentar con la pérdida de Enriquito.
        Descubrimos que existen madres y padres con esa fuerza dinamizadora, que están dispuestos a trasmitir a sus semejantes esa fuente de vitalidad, que cambia el enfoque con que nuestra cultura está acostumbrada a encarar los obstáculos que nos presenta la vida cuando alguien muere.
        Padres y madres que, como el Buen Samaritano, llevan el bálsamo a aquellos corazones que han sido sacudidos y ansían la paz espiritual.
        La solidaridad, el afecto y la comprensión que emanan de sus integrantes, hizo que luego de conocerlos compartiéramos su lucha y su trabajo, sabedores de que esa actitud es la mejor ofrenda que podemos hacer a nuestro hijo Enriquito.
        Por su causa, gracias a él, en nombre de él  y por él, podremos acercar ese bálsamo para el dolor de otros seres, que también pueden “renacer”, haciendo surgir esa fuerza vital inherente a cada ser humano, que inunda el universo, y de la cual, junto con nuestros hijos, somos parte inseparable, en el tiempo infinito y en el espacio intangible reservado al amor.
        Ese es nuestro propósito y nuestra esperanza.

    ¿QUÉ ES “RENACER”?

        En la segunda reunión, dijo Ana, nos entregaron un folleto donde se explica que es “Renacer”, justamente entre mis papeles encontré éste que te lo dejo para que luego lo leas.
        En realidad como a mí el tema sólo me  interesaba por ellos, para el bien de mis hermanos, le dije: ¿por qué no lo lees tú? y enseguida ella leyó:

        RENACER es un grupo de ayuda mutua para personas que comparten una experiencia dolorosa de vida: la pérdida de hijos, que es calificada como la crisis existencial más severa por la que puede atravesar un ser humano, y para la cual no existe ayuda suficiente por parte de quienes no han pasado por esa experiencia, lo que hace necesaria la agrupación entre pares.

        En RENACER se reúnen padres cuyos  hijos han partido de esta vida, sin importar la forma en que ellos partieron, la edad o el tiempo trascurrido desde su partida, logrando cumplir un ciclo de ayuda mutua, bajo la premisa fundamental de RENACER: “El hombre que se levanta por encima de su dolor para ayudar a otro ser que sufre, trasciende como ser humano”.

        Los Grupos de Ayuda Mutua han sido declarados “Agentes de la Salud” por la Organización Mundial de la Salud.
        RENACER sostiene que de una experiencia tan dolorosa pueden surgir seres más fuertes, más solidarios y compasivos, asentados en los valores más humanos del hombre, los valores espirituales.
        RENACER no discrimina a sus integrantes, cualquiera sea su raza, religión o ideología política y no desea intervenir en controversias, tampoco respalda ni se opone a causa alguna.
        RENACER trata de prevenir la posibilidad de muerte prematura en los padres; en el padre, generalmente, por infarto y en la madre por el desarrollo de enfermedades malignas.
        RENACER trata también de prevenir el escapismo de los hermanos que, al no saber enfrentar esa realidad para la que no existe referencia previa en sus historias personales de vida, quedan a merced del alcohol, de la droga o resuelven matrimonios apresurados.
        Para ser miembro de RENACER no se pagan derechos ni cuotas, nos mantenemos con nuestras propias contribuciones.

    *

        Pocos saben de la angustia de perder un hijo.
        Te acucian los ¿por qué?… ¿Por qué a mi hijo?; ¿Por qué a mí?; ¿Por qué ahora?; ¿Por qué no a mí?… y muchos otros que te asaltan a cada instante y te roban el sueño y quedan todos sin respuesta.
        Nunca tendrás respuestas a esos ¿por qué…? No los sigas formulando.
        También vendrán otros pensamientos… si yo hubiera… si yo no hubiera… si él hubiera…
        ¡No hubieron esos hubiera!
        Tú le diste a tu hijo lo que tu cariño sintió que debías darle, el resto no está en tus manos, ni lo estará, por siempre.
        Así son los hechos.
        La razón es esquiva a aceptarlo, pero lo debes aceptar con el corazón, pues como dice Blas Pascal “El corazón tiene razones que la razón ignora”.
        Es en el corazón que debes alojar a tu hijo y, entonces, verás que allí tiene su lugar y en ese lugar renacerá para ayudarte a superar esta adversidad, que es la más grande de las adversidades que puede soportar un ser humano.
        Pero también es, como toda adversidad, como toda dificultad, un nuevo campo de experimentación, del cual no podrás ya sustraerte.
        Tú debes elegir que quieres hacer de tu vida, si hacer de ella un constante tormento, que no es, seguramente, lo que tu hijo quisiera para ti, o trascender este infortunio y transformarlo en una ofrenda de amor por él.
        No importa donde creas que él o ella está, estará por siempre también en tu recuerdo, en tus actos, en tus triunfos y en tus fracasos.
        No hagas, que tu vida se vaya con su vida, por el contrario, haz que tu vida florezca en su homenaje. 
        Te aseguramos que es posible.

    *

        Cuando enfrentamos un infortunio, éste  tiene una dimensión mayor en el mundo interno, que en el mundo material.
        La angustia, el dolor y la pena, son siempre más abarcadores que la satisfacción por los deseos materiales cumplidos.
        Por eso, cuando se logra superar un obstáculo, uno se da cuenta que su mundo interior posee una fuerza vital que le permite enfrentar otras dificultades, transformando un hecho negativo en fuente de energía interna.
        Para trascender el infortunio de la ausencia de un hijo no existen edades, ni tiempos, ni espacios, tampoco  ámbitos sociales, ni importan las circunstancias.
        Debes, si los tienes, abrir el corazón a aquellos  otros hijos, que  siendo, también,  hijos de nuestra propia vida, nos acompañan y requieren el afecto, que, a veces, nuestros ojos nublados por el ayer, olvidan dispensarles en el hoy.
        Trascender, es comprender y sentir que estamos vivos y que por estar vivos, viven también en nosotros, nuestros hijos.
        Trascender es despertar a la espiritualidad.
        Verás que las cosas materiales pierden valor, que se desvanecen, frente a la percepción de la espiritualidad, cuando te enfrentas a esta circunstancia.
        El mundo circundante, por la cultura en que estamos inmersos, quizá se aparte de ti; no sabrán qué decirte, no querrán herirte; no te com-prenderán.
        No te comprenderán mientras sufres, ni te comprenderán si trasciendes tu dolor.
        Quien no lo haya vivido, no lo puede entender… es nuestro el deber de demostrar al mundo, que para nosotros el mundo sigue andando, que podemos levantar una copa, sonreír, recibir llamadas telefónicas y tarjetas para Navidad o Año Nuevo, porque hemos resuelto que nuestra vida aún no ha terminado.
        Trascender es dar  con humildad, es dar con la mano extendida, llevando consuelo a quien sufre la misma pena.
        Trascender es hablar con cristalinidad… con el corazón, es recordar con amor y por amor, para dar amor.
        Puedes trascender, ¡ya!, mientras aún sientes el fuego de la lágrima incontenida… sin esperar a encerrarte en un dolor sin esperanza.

    *

        Muchas veces los padres podemos creer que no estamos capacitados para ayudar, ante lo que RENACER insiste, QUE ES DANDO QUE SE RECIBE y no al revés.
        Y enfatizamos el hecho que hasta que no trascendamos nuestro propio dolor para acercarnos a otro, no comenzaremos la verdadera recupe-ración.
        ¡Estamos vivos!
        Sólo mientras estemos vivos amaremos de la manera que sentimos que amamos hoy.
        Saca pues, el dolor de tu corazón y despliega la fuerza de tu amor, eso es “Renacer”.
        ¡Hay muchos que esperan nuestro amor!  

    INTERROGANTES
                                 
        Se me ocurrieron algunas preguntas, y se lo dije a mi hermano.
        ¿Cuáles?, puedes formularlas libremente me contestó.
        Por ejemplo: ¿Qué reglas deben cumplir? ¿qué responsabilidades asumen? ¿a qué organización responden?

        En “Renacer”, me dijo, no existen reglas, no se asumen responsabilidades adicionales de ninguna clase, sólo responderás ante ti  mismo, ante tu conciencia, ante tu Dios.
        Obviamente, debes mantener una conducta acorde con la forma de convivencia social civilizada, propia de un ser humano que aspira a vivir en armonía con sus semejantes.
        “Renacer” es, ante todo,  un ámbito abierto de encuentro de tu “yo”, como ser humano, con otro u otros “tú”, también seres humanos, que dan lo mejor de sí mismo a otro, para que deje de sufrir por un hecho que ya no puede cambiar.
        Para dar afecto no se necesitan reglas ni métodos ni organización.
        Es la lucha de cada ser humano frente a su destino, que independientemente de que creas o no, que el destino lo marca alguien superior, sabes que la vida espera de ti una actitud positiva frente a las circunstancias que te toca vivir.
        En “Renacer” nadie te preguntará ¿en qué crees?, nadie te dirá: deja de creer en esto, ni te dirá empieza a creer en esto otro o en aquello.
        Eres tú ante tu propia conciencia, quien debe decidir qué hacer de tu vida, si transformarte en un ser sufriente que tan solo puedes dar lástima, sin tener nada que ofrecer más que dolor y desesperanza, o por el contrario, sabiendo que tu pérdida es permanente, no quieres que tu sufrimiento sea permanente.

        ¿Qué norma, qué rito o qué método determina tu decisión?, pregunté.

        Es una determinación que debe nacer de tu inalienable libertad para decidir la actitud que quieres asumir en la vida.
        Sólo necesitas ser un ser humano auténticamente libre, para atesorar el amor que profesas por tu hijo y volcarlo a los semejantes, dejando atrás la culpa, el odio, los rencores, la rabia, la desazón y la angustia.
        Empieza por ti, por tu autoestima, pues al renunciar a tu propio dolor y a todo lo negativo que te atrapa, podrás volcar ese  amor a tu esposo o esposa, a los hermanos de tu hijo o hija, si los tienes, a tu familia, a tus amigos, a tus semejantes.
        “Renacer” ofrece la oportunidad de que uno,  pueda unirse a otros seres humanos, que al igual que tú, se necesitan mutuamente, porque ¡oh mis-terio!, sólo quien ha sufrido idéntico dolor, puede comprender y encontrar la palabra justa, el gesto adecuado, la sonrisa oportuna, para que tú también puedas salir del ostracismo en que ha caído tu alma, en la oscura noche que enfrenta quien ha pedido un hijo.
        Al respecto dice el filósofo Daisaku Ikeda: “Quien no se ha debatido en contiendas, quien siempre ha tenido todo a su favor, quien siempre obtuvo lo que deseaba no puede ayudar a otro a ser feliz.
        No podemos entender de verdad los sentimientos ajenos a menos que hayamos conocido el dolor.”
        “El dolor y la pena se convierten en fuentes de simpatía y compasión por los demás, pues, al fin de cuentas, sólo quienes han experimentado el sufrimiento pueden comprender plenamente a quienes sufren.”

        Entonces pregunté: ¿hay una organización?

        No, no la hay, “Renacer” es un mensaje de amor y, como tal, no necesita estatutos ni autoridades ni patrimonio ni ideología.

        Si no tiene patrimonio, ¿cómo se sustenta?, interrumpí.

        No necesita sustento material, y el poco que utiliza, mínimo por cierto, surge de la voluntad de cooperación voluntaria, individual de cada uno, y del esfuerzo que cada quien le quiera dedicar a sus semejantes, de acuerdo a sus aptitudes naturales o adquiridas, ya sea recibiendo a los padres nuevos, preparando el local, haciendo fotocopias, cartas, comunicados, publicaciones, traducciones, o colaborando en la biblioteca, en anuncios públicos, en fin, en  el sin número de actividades que pueden desarro-llarse en una comunidad en bien de tus semejantes, tales como campañas de prevención de accidentes, asistencia a enfermos y ancianos, ayuda a la infancia desprotegida, etc.

        ¿Pero, entonces, hay una obligación?

        No, no la hay, todo es voluntario, la flexibilidad es tal, que si hay medios materiales y humanos se hace, si no los hay, simplemente, se posterga hasta que haya tales medios.
        Nadie está constreñido a nada, salvo a ser  un ser humano digno de la especie a la que pertenece.
        “Renacer” es una mano tendida al semejante, por eso muchas veces, sin que ello constituya un rito ni una obligación, sentimos el impulso de  tomarnos de las manos, como dice el “Puma” José Luis Rodríguez, y, levantándolas al cielo, decir al unísono: sí a la vida.

        ¿Si “Renacer” no es una religión ni una secta ni una ideología? ¿qué es?

        Es un mensaje, que, respetando tu manera de pensar, cualquiera sea ella, te ofrece la oportunidad de que te sientas mejor, en homenaje a tu hijo, dando de ese amor que atesora tu corazón por él, y dándolo a manos llenas.

        Rematando sus dichos, mi hermano enfatizó:
        “Renacer” atesora lo bueno que hay en el corazón humano: éste es nuestro tiempo, nuestra misión, el destino lo quiso así.
       

    EL MATERIALISMO LIMITANTE

        A partir de ese momento seguimos, frecuentemente, hablando de “Renacer”, pero yo les advertí que no lo hiciéramos delante de Pablo Javier, pues su señora estaba esperando un bebé para el mes de octubre.
        Tanto mi hermano como Ana comprendieron perfectamente mi intención de no crear ninguna zozobra en el ánimo de ellos, y hablar de “Renacer” podría, en alguna medida, afectar su ánimo.
        En más de una oportunidad estuvimos juntos en la mesa y se trataron temas variados, pero nunca el de Enriquito ni el de “Renacer”.
        Cierto día mi hermano dijo que vivimos en una cultura donde no es admisible hablar de la muerte, y que a pesar de que ella es inevitable, vivimos como si fuéramos inmortales.
        Mira lo que dice al respecto Alicia Berti, dijo Ana.
        “Todos nacemos para morir. Es un  hecho de la vida, una etapa más que se debe cumplir en el ciclo de todo ser viviente.       
          Sin embargo, en una sociedad que sobrevaloriza los logros materiales, olvidando los espirituales, donde se valoriza “una eterna juventud” sobre el deterioro natural y el envejecimiento, la muerte es una derrota.
        La muerte nos demuestra que no somos dueños de nuestras vidas y nos hace sentir dolorosamente vulnerables. Ella nos advierte sobre nuestra finitud; y no estamos preparados para ello, consecuentemente, la ignoramos, la olvidamos, vivimos cada día de nuestra vida en su total negación, como seres inmortales.
        Pero la muerte llega, a veces a través de un lento y doloroso proceso, otras brutal y repentinamente, pero llega; a ricos y a pobres, a creyentes y a no creyentes, a viejos, a jóvenes y a niños.
        Por la magnitud y misterio de su naturaleza ha sido objeto y eje de toda clase de especulaciones filosóficas; desde los comienzos de los tiempos, el hombre siempre ha indagado sobre su origen y el sentido de su existencia.
        Pero un día llega a nuestro hogar como un huésped no invitado que deja vacía una habitación de la casa y un lugar en la mesa familiar, haciendo tambalear, con su sola presencia, las estructuras más íntimas del pensamiento y de la vida misma.
        Ella está allí, para quedarse, y no la conocemos; y, sin embargo,  es en la muerte donde hallaremos la clave de nuestra propia existencia y el sentido de la vida misma.
        Ante la partida de un hijo, a quien difícilmente estaremos preparados para despedir, el dolor es demasiado intenso, desconocido… pareciera que la vida no debería continuar, como que el tiempo en su eterno fluir se hubiera detenido en un punto del espacio, un punto de total incredulidad e irrealidad.
        Nadie sabe qué decirnos; todos escapan ante una realidad que no conocen, que siempre han ignorado, que no saben manejar.
        No puede ser, nos repetimos una y mil veces y, sin embargo, es; y debemos seguir viviendo… pero ¿cómo?, nos preguntamos una y otra vez.
        Todo dolor trae consigo una enseñanza y puede llegar a ser una experiencia regeneradora, porque es a través del dolor, explorándolo, conociéndolo, que lograremos llegar más allá de él, más allá de lo inmediato, más allá del materialismo limitante.
        ¿Cómo? rescatando de un rincón del corazón los olvidados valores espirituales del hombre, que son los únicos que pueden salvarnos de una vida sin sentido, de una muerte en vida. 
        Entonces la muerte de nuestros hijos no habrá sido estéril, porque es a través de su partida que el verdadero sentido de la vida se comprende; como un tiempo precioso y finito que debemos vivir al máximo, pero de otra manera, ya que el camino trazado hasta ahora no sirve para esa nueva realidad.
        Debemos recomenzar, es como renacer de las cenizas.

  4.     Debemos captar el mensaje de infinito amor que nuestros hijos al partir nos dejaron y que los hijos que nos quedan nos recuerdan cada día: dar amor, sólo amor.
        Son nuestros hijos los maestros del verdadero y desinteresado amor y este sentimiento no tiene reclamos ni expectativas, ni siquiera necesita de una presencia física.
        Y cuando hayamos encontrado la paz y la aceptación, habremos de trasmitirla a los demás, a los que la necesitan, a los que sufren, a los que aún viven en la oscuridad de la desesperanza y la rebeldía.
        La muerte no marca el fin de todo, es sólo una necesaria etapa en la evolución espiritual del hombre, es una parte integral de la vida, la que nos marca el límite de nuestra existencia terrena y nos enseña a apreciarla en su verdadera dimensión para vivirla totalmente, rescatando esa olvidada espiritualidad en nuestro diario vivir para prepararnos para que en el momento de realizar nosotros la transición, saber que no hemos dejado cosas por hacer y en el instante de dejar el capullo, para volar libres de regreso a casa, sepamos que hemos comprendido el mensaje de nuestros hijos, porque hemos dado todo el amor de que fuimos capaces”.
        Esa noche, un augusto silencio inundó nuestras almas…

    EL VALOR DE LA ACTITUD

        A partir de ese instante, seguimos profundizando conceptos que, de acuerdo a la cultura circundante, es difícil tratar con apertura, pues siempre se está proclive a aceptar los dogmas, en cuyo caso es imposible el auténtico intercambio, por eso le dije  a mi hermano, nos toca vivir tiempos difíciles.
        Sí, me dijo, evidentemente nos toca vivir en un mundo de ficción, donde los valores hacia los que nos orientamos son efímeros y encubiertos por el brillo característico de aquellas cosas que no por parecer reales, son auténticas; un mundo materialista donde importa más lo que tenemos, que lo que somos.
        Nos sentimos y nos percibimos cada vez más separados unos de los otros, inmersos en una sociedad de seres egocéntricos, que sólo cuidan de sí mismos, o de los más cercanos a ellos.
        ¡A cuántos vemos pasar a nuestro lado conectados a sus “walkman”! revelándonos, abiertamente, el punto al que ha llegado la alienación de los unos y los otros, pues nos están diciendo: “esto es lo mío, no te molesto, pero tampoco comparto, ni te doy oportunidad de participar”.
        El ser humano se ha vuelto importante  por lo que produce y por lo que consume. En una sociedad así, donde los valores imperantes son el “tener” sobre “el ser”, “lo que importa es visible a los ojos”, y “estoy en la vida para tomar todo lo que puedo de ella”.
        Así, el hombre pierde su dignidad, pierde nada más ni nada menos que su “ser humano”, su valor como tal, y con ello se le escapa el sentido de su vida, el por qué seguir viviendo.
        Por eso que Antoine de Saint-Exupéry, dijo: “… en algún lugar del camino, hemos desviado el rumbo. La sensación de percibirnos a nosotros mismos como “seres humanos” se va tornando cada vez menos frecuente. Hemos perdido algo que era una de nuestras misteriosas prerrogativas.”
        En tiempos así la desesperanza parece echar raíces más fácilmente entre nosotros… ¡amarga cosecha!
        Al respecto dice Alicia Berti: “De acuerdo con el pensamiento de Víctor Frankl, el hombre es un ser abierto al mundo, orientado a la búsqueda de sentido para las preguntas que la vida le plantea.
        De esta manera, nos dice, no somos víctimas del destino, no somos víctimas de aquello que la vida nos presenta sin consultarnos, ya que nos da a todos por igual la oportunidad de responder y es, precisamente, a través de las diversas respuestas que damos a lo largo de nuestra vida, que vamos modelando nuestra identidad.
        A su vez, al tomar conciencia de esto, también nos damos cuenta de la importancia de utilizar responsablemente nuestra libertad de elección.
        Y una elección plena de sentido es aquella que es buena para mí, es buena para los que me rodean y buena para la vida.
        Si nuestra elección cumple esa triple condicionalidad, habremos elegido correctamente.
        Hay además una intuición que nos muestra el camino, la que nos dice que aún en los momentos difíciles, de sufrimiento inevitable, aquéllos donde creemos perder la fe y la esperanza, existe la posibilidad de cambio y de transformación interior.
        Encontramos, así, valores en la medida que los percibimos interiormente, valores que dan testimonio de lo que debe ser realizado en este mundo.
        Según el Dr. Víctor Frankl, el hombre individualmente considerado, es capaz de levantarse por encima de sus condicionamientos físicos o psicológicos, en las alas indómitas del espíritu, más allá aún de su experiencia previa, y responder, en libertad y responsablemente, como ser único e irrepetible que es, pues al hombre se le puede arrebatar todo en la vida menos la última de sus libertades individuales: la actitud con que enfrentará lo que le toca vivir.
        El hombre, dice, no es lo que recibe, sino lo que da a la vida, entonces, el sentido de mi vida, difícil como pueda parecer, emerge fuerte y claro.”
        “La toma de una actitud frente a lo limitante es una postura espiritual, es el poder desafiante del espíritu como lo denomina Frankl, como lo es también la intuición de lo pleno de sentido, que tiene sus raíces profundas en la conciencia, aquello que preside todo lo personal y moral del ser humano, lo que nos hace ser realmente humanos.
        Al asumir así la responsabilidad frente a lo que nos toca vivir, vamos modelando nuestra vida y vamos marcando la diferencia en el mundo.”
        Al terminar, mi hermano dijo: esto es muy cierto, pero ¡cuidado! luego de entenderlo, toda la responsabilidad corre por nuestra cuenta.
        Frente a todas las dificultades de la vida sabemos que los valores nos pertenecen libérrimamente y  somos nosotros los que podemos dirigirlos hacia donde nuestra conciencia y nuestra determinación indique en cada momento de nuestra vida.
        Al escuchar esto quedé meditando en la profundidad de los conceptos que se manejan en “Renacer”, ¿pero cómo se aplican?

    UN COMPROMISO ÉTICO

        El tema del valor de la actitud me ha dejado pensando ¿cómo se aplica en “Renacer”?
        Cuando se lo pregunté a mi hermano, la contestación surgió espontánea.
        Lo primero que hay que tener en cuenta es que los valores no pueden imponerse.
        “Los grupos, dice Berti, no pueden imponer valores a sus integrantes, a lo sumo pueden capacitarlos para reconocer los valores que existen en la vida y acompañarlos en el proceso de elección subsiguiente, y en ese “acompañarlos” está implícito el hecho irrefutable de que los valores no pueden ser enseñados, sólo pueden ser vividos, de una manera tal, que otros deseen tomarlos como propios”
        Coincide esta afirmación con lo que sostiene Carlos González Pecotche cuando dice “Toda enseñanza moral no avalada con el ejemplo, obra, en el alma de quien la recibe, en sentido contrario.”
        En una reunión realizada en Montevideo, Gustavo Berti dijo que “las emociones son la parte reducida del ser humano”.
        Yo me preguntaba ¿Por qué las emociones son la parte reducida del ser humano?, si la vida no es otra cosa que  el entramado permanente de emociones y de actitudes.
        A nosotros como padres, que hemos perdido hijos, nadie nos puede decir qué significa sentir ese tremendo dolor que nos llena de angustia y nos hace vivir, en una actitud de tormento permanente, al borde del infierno.
        Tampoco nadie nos puede decir lo que significa ese dolor que induce a encerrarse y tirarse en una cama, clausurando las ventanas del mundo, en una actitud de negación de la vida.   
        Ni nadie nos puede decir lo que significa sentirse seres sufrientes, estropajos andantes, mirando el piso.
        ¿Qué nos pueden decir, sobre lo que significa dejarse llevar por las emociones y encerrarse en una coraza, mostrando al mundo un gesto de valentía, que es la más grande de todas las cobardías, cuando deambulamos destrozados por dentro?
        Sin embargo, cuando llegamos a “Renacer”… y nos recibe una madre… o nos recibe un padre, con una actitud de calma y tranquilidad, decimos: ¡esa es la actitud que yo quisiera asumir!
        Entonces, aquellas emociones que son la parte negativa del ser humano, la parte reducida, como dice Berti, que nos lleva a la catarsis, empiezan a cambiar sutilmente sin que nosotros mismos nos demos cuenta del por qué.
        Y gracias a “Renacer”, empezamos a tener una actitud, más calma.
        Pero, como la vida es un entramado de causas, de hechos y de circunstancias, signados por la impermanencia de las emociones, un día, por una circunstancia cualquiera, un recuerdo, una fecha, un familiar que se nos acerca o un accidente que vemos en la televisión, resulta que volvemos al infierno, volvemos a sentirnos la nada, volvemos a la cama, volvemos a  sentirnos seres sufrientes o volvemos a calzar la coraza y entonces pensamos:
        ¿Acaso me engañé aquel día cuando un padre se acercó a mí y me dijo con calma y una sonrisa, que yo también podía superar mis emociones?
        Berti nos dice: “Renacer”, no es sólo llegar a un estado de calma transitoria, sino que “Renacer”, es ante todo, “un compromiso ético”.
        Si las emociones son la parte reducida de nuestro ser, y “Renacer” es un compromiso ético, esto implica seguir un  camino, asumiendo una actitud, que nos permita entender, que es la vida, que es la muerte, que son las circunstancias.
        Así, empezamos a oír conceptos y vivencias que, como la lluvia mansa, van penetrando en nuestros corazones y en nuestro intelecto.
        Empezamos a entender cosas dichas por otros; cosas vividas por otros, pero no es suficiente escuchar cosas dichas por otros o cosas vividas por otros, porque aún asimiladas, son cosas de otros.
        Lo que debemos comprender es nuestra vida tal cual es y vivirla con coraje; no escapándose de ella, no ocultarse de la misma, enfrentarla con coraje, sea lo que sea, buena o mala, divina o maligna.
        Dice Rainer María Rilke: “El que no acepta de una vez, con resolución, incluso con alegría, la dimensión terrible de la vida, nunca disfrutará de los poderes inefables de nuestra existencia, quedará marginado y, a la hora de la verdad no estará vivo ni muerto.”
        Los seguidores de Lao-Tse dicen que la ver-dad no puede ser expresada, que sólo se alcanza a través del silencio, sin sonido, sin pensa-miento.
        La mente no puede comprender, no puede darse cuenta. La mente no puede expresarse. Todo el lenguaje es inútil.
        “La verdad interior, la manera en que la vida es, no puede ser expresada, sólo puede ser vivida.”
        “Desde el punto de vista occidental, dice Berti, debemos decir que es nuestra dimensión espiritual la que nos conecta, a través de la intuición con la esencia última de las cosas”.
        Víctor Frankl dice que el espíritu es “irreflexo”, que lo más noble del ser humano no puede ser reflexionado, y por lo tanto la verdad no puede ser expresada, “todo lo que se le diga a un ciego sobre la luz será algo sobre la luz, no la luz misma”.
        Tenemos que llegar, pues, a un estado de comprensión intuitiva, mirando hacia adentro de nosotros mismos.
        Dice Henri Bergson: “intuición es la empatía a través de la cual nos transportamos dentro de los más íntimo del otro para coincidir con lo que es único y por lo tanto inexpresable”.
        Por el camino de la reflexión, se corre el riesgo de caer en una comprensión científica, una compresión muy armada, hermosa y muy intelectual, como es la Logoterapia, por ejemplo.
        Dice la Dra. Elizabeth Lukas:
        “Donde el conocimiento científico fracasa,  lo esencialmente humano debe prevalecer, en los límites  de la comprensión, la empatía debe en-contrar las palabras.”
        Por eso afirma Berti: “Si bien ha sido la obra de Frankl, la que nos dio los fundamentos teóricos, fue su vida la que nos dio un mensaje invalorable y nos sirvió de ejemplo: prisionero en cuatro campos de concentración nazi durante la segunda guerra mundial, donde perdió a su esposa, a un hijo por nacer, a su madre, a su padre, a un hermano, y aun pudo decir: “A pesar de todo, sí a la vida…”
        “Pero no es merced a la Logoterapia que llegamos a ser esos seres más solidarios y compasivos en que podemos transformarnos al perder un hijo.”
        “Llegamos a ser lo que hoy somos porque hemos perdido hijos y tomamos la oportunidad que nos da la vida para madurar como personas y la Logoterapia nos es útil para trasmitirle a otros padres y a seres que no ha perdido hijos eso que hemos adquirido al llegar a lo más profundo de nuestro ser.”
        “El amor, agrega, es un fenómeno humano que supera cuanto modelo sicológico existe, más aún, es el fenómeno humano por excelencia, es el ámbito en el que existe el ser humano.”
        “Renacer es amor y el amor viene a nosotros a través de la gracia; no es buscándolo como lo encontramos y esta gracia (intuición) no puede ser normalizada o sistematizada.”
        “Renacer es el encuentro de los padres, encuentro que es directo y en el que no se interpone entre el “yo” y el “tú”, ningún sistema de ideas.”     
        “Renacer”, dice “es un grupo de crecimiento y transformación interior, y como tal, de potencial ilimitado”.
        Henri Bergson sobre la forma como aprehendemos los conceptos, expresa: “no debemos ir de los conceptos a la realidad, por el contrario, debemos ir de la realidad a los conceptos, a través de una continúa creación de nuevos conceptos y una incesante fusión con los viejos.
        La explicación de la realidad no puede consistir de una más o menos ingeniosa adaptación de conceptos rígidos preexistentes. Es necesario usar conceptos vivientes, capaces de ser fluidos, flexibles, moldeándose incesantemente a la realidad, siguiendo delicadamente sus infinitas sinuosidades.”
        Una cosa es la reflexión, sobre lo que escuchamos y otra cosa es esa íntima conexión con ese “yo” interno que todos tenemos y que mediante la introspección nos lleva a la comprensión intuitiva de nuestra propia vida, recién entonces podremos decir, con fuerza, “sí a la vida”.
        Pero aún queda otra instancia, como dice Manuel, un padre de Mercedes, la instancia de la solidaridad, la instancia del altruismo, como lo define Víctor Frankl, al decir “El hombre que se levanta por encima de su dolor para ayudar a otro ser que sufre, trasciende como ser humano”.        Es la etapa que nos exige el compromiso ético luego de la comprensión intuitiva: la solidaridad; acercarnos a otro ser humano para ayudarlo.
        Sólo con altruismo, podremos trascender los estados negativos, como dijo el Doctor José Riva de Canelones, “He notado que en Renacer hay al-truismo” y sólo a través del altruismo se puede trascender.
        ¿Trascender qué? Trascender aquellos estados negativos, aquellas emociones que son “la parte reducida del ser humano”, y entonces po-dremos entender, recién entonces, con fuerza, como también lo dijo Gustavo Berti que “Nos debemos a los demás.”   
        Recién cuando sentimos que nos debemos a los demás, y renunciamos a nuestro propio dolor, es que estamos haciendo el verdadero homenaje a nuestros hijos.
        Si logramos cumplir esa etapa, de hacer el verdadero homenaje a nuestros hijos, dándole una mano a un ser que está sufriendo, habremos, traspuesto un umbral más, que es el umbral de la armonía interna, el umbral de la paz interior, que es la misión para la que todo hombre ha na-cido.
        Y cuando un día podamos decir que tenemos  paz interna, que sentimos la dulce nostalgia, podremos mirar hacia atrás y darnos cuenta que, si superamos esas emociones que son la parte reducida del ser humano, estamos asumiendo libremente una actitud frente a la vida, que es la actitud que nuestro hijos esperan de nosotros.
        Si por cualquier circunstancia cayéramos nuevamente en los estados de angustia, sea porque llega una fecha clave en la vida de nuestros hijos o porque aparece en la televisión el coche destrozado por un accidente de tránsito que nos remueve, y volvemos a vivir el accidente de  nuestro hijo, y volvemos al estado al borde del infierno o volvemos a tirarnos en la cama o volvemos a calzarnos la coraza o a sentirnos nueva-mente seres sufrientes, no será por culpa de “Renacer”.
        Debemos hacer como dijo Mirta, cuando vio la foto de un auto destrozado en un accidente de tránsito: “recordé a nuestros hijos, a Analía y a Fernando, pero los recordé con paz, los recordé con tranquilidad y, ahora sí, sé lo que es la dulce nostalgia”.
        Llevamos un enemigo dentro de nosotros mismos y no es culpa de “Renacer” si no damos esos pasos que tenemos que dar, para no sentirnos seres sufrientes, dadores de lástima, y cumplir ese compromiso ético, de asumir una actitud positiva, de comprensión intuitiva y de altruismo.
        Cada uno es libre de asumir las propias actitudes y determinaciones, pero también cada uno es el único responsable de tales actitudes.
        No es culpa del sol si nosotros cerramos las ventanas y no dejamos que la luz entre en nuestros corazones.
        Ese día no hablamos más…    

    ¿ES UNA ENFERMEDAD?

        Ya habían pasado varios días de charlas, pero yo seguía haciendo preguntas pues quería saber muchas cosas más, por ejemplo, si en “Re-nacer” existen apoyos externos de sicólogos o siquiatras o de la medicina en general.
        “En Renacer no hay profesionales, de ninguna naturaleza, sólo somos padres.”
        “Si alguien necesita un profesional, lo hace por su cuenta.” dice Berti.
        “…debemos aprender de la presencia de estos profesionales cuando asisten a nuestros grupos como padres, pues nos están diciendo, con su sola presencia, que ni la psiquiatría ni la psicología les han servido a ellos para trascender su sufrimiento”
        Es significativo, que siendo el propio Berti médico neurocirujano, y por tanto imbuido de los conceptos médicos, enfatice que esta experiencia existencial por la que pasan los padres que han perdido hijos no es “ni lo será jamás una enfermedad”
        Jaspers, agrega, “introdujo el término “situaciones  límites” para definir crisis existenciales  de una severidad y complejidad tal que producen verdaderas conmociones existenciales en el ser humano.
        Instancias de aparición brusca, impensadas, inesperadas e inesperables.
        Situaciones que producen un cisma en la vida, que hacen,  quizá por primera vez, darse cuenta al hombre que es un ser histórico, inmerso en el devenir de su propio ser.
        Y lo que es más importante aún, le hacen ver que su pasado, que su historia ya realizada, no puede ser cambiada y, por eso mismo, lo con-fronta, esta vez de manera ineludible, con su propia conciencia en un diálogo que no le permite el escape de la responsabilidad existencial.
        Ante la profunda señal de alerta implícita en la crisis, el hombre despierta a su intuición y descubre que la salida existencial está por delante suyo, en lo que aún le queda por realizar de ese futuro, en el que yacen las posibilidades aun no realizadas y se da cuenta, como dice Víctor Frankl, que la única manera de eliminar la oscuridad es dejando entrar la luz.”         
        En este punto intervino Ana diciendo que quizá en este tema fuera ilustrativo escuchar lo que el Dr. José Riva, psiquiatra el Hospital de Canelones, dijo en “El Tren de la Noche”, en la audición que conduce Gustavo de los Santos por CX 2O Radio Montecarlo, cuya grabación había traído.
        ¿Por que no?, dije yo, y Ana fue en busca de la grabación que dice así:           

        Gustavo de los Santos – Vamos ahora, en el “Tren de la Noche”, al “Vagón de Renacer”.
        El “Vagón de Renacer”  de padres cuyos hijos han partido prematuramente, es un vagón muy especial, pero también hoy tomamos contacto nuevamente con el Doctor José Riva; buenas madrugadas.

        Gustavo de los Santos – Dr. Riva,  bienvenido por segunda vez a este programa, pues ya nos acompañó en una oportunidad el año pasado ¿cómo se inserta usted en esta propuesta de “Renacer”? ¿Cómo llega usted a “Renacer”? ¿Usted llega o “Renacer” golpeó a sus puertas?  ¿Cómo fue?

        Dr. José Riva – El primer contacto con “Renacer” que yo tuve fue haciendo un programa de televisión que tuve la suerte de conducir en Florida. Fui al grupo un poco a descubrir que era. No lo conocía mucho, había escuchado algunas cosas, pero no los conocía y tuve la suerte de entrar a una reunión de ellos.
        Yo estaba con la cámara y fue una reunión donde cada uno expuso su experiencia de vida y realmente fue un impacto emocional muy grande, que recibí y después con el tiempo pude conceptualizar lo que pasaba ahí.

        Gustavo de los Santos – ¿El impacto fue para usted o para la gente?

        Dr. José Riva – Para mí;  claro que cuando el programa salió al aire también fue un impacto, porque fue algo muy espontáneo, algo que yo, realmente, no esperaba.
        Varias veces ellos habían hablado de que surgía un clima de espiritualidad y una energía muy especial, que uno la capta en ese momento y que tiene que ver con las dinámicas grupales que si quieres luego te lo explico conceptualmente, desde el punto de vista técnico.
        Pero te podría decir que el primer contacto fue afectivo, y eso quedó como una experiencia
        Después empecé a trabajar en el Hospital de Canelones y ante la consulta de varias personas en esta misma situación, me di cuenta que hay factores que, para uno desde la psiquiatría, es muy difícil de actuar.
        Prácticamente no podemos actuar. Hay situaciones de padres que vienen con este sufrimiento, un sufrimiento existencial, por un aconteci-miento vital de lo más estresante, de lo más impactante para cualquier persona y que, realmente, no es medicable, porque hay dolores que no se anestesian con la medicación.
        Hay dolores que hay que pasarlos, sufrirlos y elaborarlos.

  5.     Entonces como en el ámbito de una policlínica psiquiátrica no tenía mucha cabida, me empecé a acordar de “Renacer” y junté un grupito de madres, eran pocas, no recuerdo en este momento, y me conecté con padres de Florida, con el Dr. Jaime Peña, con Nora y con Celia y con padres de acá de Montevideo, con Enrique, con él me conecté aquí mismo, en “El Tren de la Noche”.
        Se organizó una reunión y nos juntamos el 16 de Julio del año pasado, hasta allí fueron de Montevideo y de Florida, y se consolidó el grupo, ahí se plantó la bandera inicial de Renacer Canelones.
        Fue una experiencia muy linda; ahí también se dio otra vez la situación de que fue una reunión donde hubo padres que se enteraron y fueron  e incluso se emocionaron mucho.
        Pude ver como se manejaban ellos internamente y hoy por hoy funcionan autónomamente.
        Tienen mi apoyo cien por cien y también del Director, Doctor Quílice, y de la psicóloga Paola Revelatto, psicóloga del Hospital; nosotros le damos el apoyo moral y el lugar, pero ellos funcionan autónomamente.

        Gustavo de los Santos – Doctor, ¿todos los padres cuyos hijos han partido pueden formar parte de este grupo en el sentido que se pueden adaptar o no al grupo? Es para todos, pero hay gente que no se adapta.

        Dr. José Riva – Exactamente. La idea es que lo más importante es que haya posibilidades de opciones de varias alternativas terapéuticas.
        Hay personas que por distintos factores personales, requieren una asistencia más técnica, sicológica o psiquiátrica, o por su personalidad u otras características, no funcionan bien  en grupos, pero, no sólo en éste, en ningún tipo de grupo.    
        Entonces, de pronto, la experiencia no les sirve, pero, en general, como yo me manejo, les hago la propuesta, les digo como funciona el grupo, y que vayan, luego, si se adaptan o no, eso se va viendo, incluso pueden ir una vez, dejar pasar un tiempo, pensarlo y volver, hay mil posibilidades y cada persona tiene su tiempo.

        Gustavo de los Santos – Somos todos individuos, por consiguiente, en la parte afectiva y también en la parte física, todos tenemos un proceso diferente, no somos iguales, y frente a un dolor con más razón.

        Dr. José Riva – Claro. Está ese factor individual, la individualidad que es propia de cada uno.

        Gustavo de los Santos – Yo sin  ser de “Renacer”, por el hecho de estar acá en el programa, cuando me encuentro con gente cuyos hijos han partido, estoy pasando un mensaje, les explico que hay un grupo de padres que han perdido a sus hijos, que se reúnen, como funciona, les doy el día y la hora, espontáneamente les paso el mensaje.
        ¿En su caso, dejemos por un instante al médico de lado, como ser humano, hace un año, o un poco más, que está en contacto con “Renacer”, si tuviera que dar una opinión de “Renacer”, qué puede decir, qué es “Renacer”?

        Dr. José Riva – Para mí humanamente, “Renacer” es un Grupo de seres humanos que han sufrido mucho, que han tenido la fatalidad de tener ese acontecimiento vital tan importante, que juntos y creativamente han podido elaborar un duelo y superar ese dolor, esa es la definición que me formé del grupo “Renacer” de verlos actuar.

        Gustavo de los Santos – Creo que la experiencia de los padres, puede servir de mucho para gente que también está ahí, que no saben que hacer.
        ¿En el caso de ustedes, cómo fue, el antes y el después de “Renacer”?

        En nuestro caso fueron tres años; tres años tétricos, solos, totalmente solos.
        Nosotros, durante tres años al no tener “Renacer” no sabíamos a donde acudir, ¡dábamos lástima!
        Luego supimos de los iniciadores del grupo “Renacer”, Alicia y Gustavo Berti, quienes al perder a su hijo Nicolás, sintieron que tenían  que darle un sentido a la vida y buscar, de alguna manera, salir de su ostracismo y de su dolor.
        Lo que recogimos del matrimonio Berti,
    cuando los vimos por televisión y después personalmente, la vez que vinieron al primer encuentro en Uruguay, fue decirnos a nosotros mismos ¿cómo puede ser que estos padres que perdieron un hijo tuvieran esa fuerza, esa esperanza, esa alegría de vivir en homenaje al hijo? ¿Por qué yo no voy a poder?
        A ellos, igual que a nosotros, les quedó una hija a la que tenían que dar amor, por amor a ese hijo que había partido, y que su partida no debía enterrarlos en tanto sufrimiento,
        Cuando llegamos a “Renacer” empezamos a darnos cuenta  que habíamos tenido y tenemos un hijo maravilloso, a quien rendirle un homenaje y, desde ese momento, lo adoptamos como nuestro maestro de vida para el resto de nuestros días.          
        Él ha de ejercer su maestría de profundo amor, para que nosotros también, como seres humanos, podamos renacer.
        El padre que pierde un hijo, es, inmediatamente, un gran dador de lástima.
        Muchos familiares o amigos no se les van a acercar, porque no tienen manera de expresarse, los parientes, los amigos, se preguntan ¿qué les digo? no tienen que decir.
        Entonces les digo a los padres,  que comprendan a quienes  no los han ido a ver, porque debemos ser nosotros los que nos acerquemos para tenderles una mano porque ellos nos quieren, pero no saben como acercarse hacia nosotros.
        Ahora, en cada padre que visitamos vemos plasmada nuestra experiencia negativa vivida en los tres años que pasamos sin “Renacer”; cuando nos empiezan a hablar nos damos cuenta que nosotros vivimos esa misma vida y ellos a su vez captan la comprensión y el amor que estamos sintiendo por ellos.
        Los padres, al principio, hablan del dolor que sienten, desde el momento de la partida del hijo, pero cuando se dan cuenta de que en frente tienen a padres que también han perdido hijos, nos hablan de todas las maravillas que sus hijos le dieron en su vida.
        Poder dar un mensaje de amor y de esperanza a otro ser, es lo que nos hace elevar y crecer, dar amor nos hace trascender el dolor.
        Eso es lo que es, para nosotros, el antes de “Renacer” y el después de “Renacer”

        Gustavo de los Santos – Yo pasaría la noche con ustedes, pero este pitazo del tren indica que se tienen que bajar, pues hay otros pasajeros que esperan para compartir nuestro viaje.
        Muchas gracias a ustedes y al Doctor José Riva. 
        Ese día era muy tarde.
        Algunas veces, nuestras conversaciones llegaban a las dos de la mañana, pero lo hacíamos en un ambiente de tal armonía que el tiempo pasaba volando.           

    “AUTORRENUNCIA”

        En varias oportunidades los he escuchado mencionar la palabra “autorrenuncia”, como si se tratara de renunciar al  propio dolor ¿es eso posible?, pregunté una noche.
        Mi hermano me dijo que había puesto el dedo en el ventilador.
        ¿Por qué?, le pregunté.
        Porque la creencia de que el sufrimiento es para siempre y que no se irá nunca de nuestros corazones, es una idea impuesta por nuestra cultura y una de las cosas más difíciles de desarraigar. 
        Explícamelo mejor, le dije, quisiera entender.
        No se trata de entender. El otro día mencionamos que “todo lo que se le diga a un ciego sobre la luz será algo sobre la luz, no la luz misma”.
        Para Víctor Frankl “Trascender implica autorrenuncia.”
        Si alguien no quiere dejar de ser un ser sufriente, no dejará nunca de serlo. Por eso a veces nosotros decimos que “Renacer” no es para el que pudiendo no quiere, sino que es para quien queriendo no puede.
        Berti dice “…el padre que a través del dolor  descubre, asombrado, su dimensión espiritual, y a través de ella su capacidad de trascender y renunciar a su sufrimiento, lo hará a través de lo que escucha, en Renacer y de su propio camino intuitivo, alimentado por el amor que encuentra en el recibimiento y en las reuniones en sí, no lo hará porque lo leyó en los objetivos.”
        “Perder un hijo no puede significar para una persona nada más que destruirse y tirarse a morir en el abandono, tiene que ser un imperativo ético, tiene que ser tan importante, que nos marque el camino, que nosotros queremos seguir, en homenaje a esos hijos, que tanto nos han marcado.
        Y ese camino tiene un solo destino final que es el camino final de humanización”.
        “No pretendemos un hombre desprovisto de emociones y de sentimientos sino un hombre que, partiendo de tanto sufrimiento, pueda darse cuenta que es libre, libre precisamente para enfrentarse y oponerse a esos mismos sentimientos y emociones, un hombre que pueda levantarse por sobre su dolor y ver más allá de sí mismo, a otro ser humano que sufre y necesita de él.”
        Y agrega: “…se nos propondrán alternativas más fáciles y más tentadoras y frente a eso sólo podremos escuchar a nuestra conciencia y la silenciosa voz de nuestros hijos que siempre han de indicarnos el camino más valioso, no el más fácil.
        Por eso “Renacer” nos pide que tomemos el camino más difícil, aquel que nos lleva a renunciar a nosotros para pensar en el hermano que sufre.”
        “La sociedad de consumo  fomenta la renuncia a la trascendencia, donde el individuo desea tener cosas para sí mismo, lo que lleva a un ser para sí mismo.
        La trascendencia implica sacrificio, autorrenuncia, renuncia a cosas por otra persona.”
        “El sufrimiento, el sufrimiento intenso, ese sufrimiento que conlleva en sí mismo la capacidad de aniquilar al hombre, presenta, en cambio, la característica de llevarlo a recorrer un camino distinto.
        El sufrimiento puede  hacer que seres humanos retrocedan a la categoría de “entes” por padecer un sufrimiento al que no ha sabido en-contrarle sentido, pero también puede hacer que otros seres, al haber perdido la angustia merced a una decisión que ya ha sido tomada por el destino, usando plenamente su libertad lleguen a oponerse a ese destino y en ese proceso adquieran un conocimiento del ser tan intenso, tan profundo, que los lleve a un estado de iluminación y de trascendencia del propio destino.”
        “Tenemos que saber que no podemos ser juguetes de nuestros sentimientos, que no podemos simplemente decir: bueno, yo voy a llorar porque lo siento, porque estoy mal. ¡No! tenemos que decir: ¿a quien ayudo o a quien perjudico con esto que yo hago ahora?
        Entonces quiere decir que una vez más nosotros estamos siempre abiertos al mundo, somos trascendentes nos debemos a los
    demás, sí: ¡NOS DEMOS A LOS DEMÁS!”
        “El amor es humilde, es desapego y autorrenuncia y estas tres características humanas  han estado latentes, larvadas, en la existencia de la mayoría de los integrantes de los grupos, sin embargo, las tres son fenómenos que reflejan la autotrascendencia humana.”
        “El pensar en nosotros nos hacer dar vueltas sobre nosotros  mismos y no vemos el mundo que nos rodea”.
        El filósofo Japonés Daisaku Ikeda, de quien hablamos cuando nos referíamos a la Sociedad para el Desarrollo de Valores Humanos, de la cual es su presidente, dice:
        “El sufrimiento humano presenta una naturaleza dual:
        Puede ser causa de angustia o de incentivo para un mayor desarrollo.
        Si desesperamos ante él, estamos, perdidos; pero si lo consideramos como una oportunidad para desarrollarnos y mejorar, descubriremos que nuestra experiencia nos capacita para conducir a otros hacia la felicidad.”
        “¿Quieren ustedes que sus hijos sean sus verdugos? ¿Los que quitaron toda alegría a la vida?”, pregunta Alicia Berti.
        “¿Están de acuerdo, ustedes, con que no deben ser nuestros verdugos?
        Entonces, no vamos a dejar que se conviertan en un hecho absurdo que un día cambió nuestras vidas para mal.
        Tenemos la responsabilidad de vivir nuestra vida en homenaje a ese hijo que partió por todo lo que nos está enseñando a través del dolor, por la hija que nos queda, pero también ¡sí señor! por nosotros mismos, porque si estamos vivos, si estamos de este lado de la vida, es porque, evidentemente, todavía somos útiles para la vida.
        La vida todavía espera algo de nosotros.
        Por lo tanto, yo elijo lo que voy a hacer con mi vida, yo elijo como voy a llevar mi dolor, si lo voy a llevar como dice siempre Gustavo, buscando moneditas por el suelo o lo voy a llevar erguida y con dignidad porque así se lo merece mi hijo, porque así se lo merecen los hijos que me quedan, si tengo la bendición de tenerlos, y si no, porque  yo también decido y elijo vivir la vida con dignidad, porque del dolor se aprende o el dolor te destruye, esa es nuestra elección.
        Hay muchas cosas a las que uno puede renunciar en bien  de otro, en bien de la vida, por el hijo que se fue, por los que quedan, por nosotros mismos.”
        “…yo digo, renuncio a mi sufrimiento, a  mi dolor, para que él esté feliz, donde sea que él esté”.       
        “Cuando muere un hijo pensamos que el amor ha muerto para siempre dentro de nosotros, nos creemos inútiles para la vida, nos creemos in-servibles, creemos que ya  realmente la vida  se terminó, a pesar de que  pueden quedar otros hijos, sentimos como que estamos relegados de toda vida, de toda fuerza”.
        “Más de una vez me confesaron que estaban muy enojados conmigo porque yo suelo decir cosas que, por el momento, no se entienden, cosas que son muy fuertes para los papás con el dolor muy reciente, o para los papás que están muy rebeldes y no comprenden algunos conceptos que yo vierto, pero siempre les digo que viene de otra mamá, pues yo también perdí a mi hijo, yo también perdí a mi Nicolás, yo también lloré y lloré desconsoladamente, y yo también me pregunté ¿qué sentido había detrás de todo este dolor?
        Es por eso que puedo decir cosas que, por el momento, son chocantes, pero que, eventualmente, yo les aseguro, las van a comprender.
        Les voy a decir, por ejemplo, a los papás que dicen que el dolor dura para siempre, que no es así, y lo he dicho muchas veces y lo vuelvo a sostener, EL DOLOR NO ES PARA SIEMPRE.
        Llega el momento cuando uno, realmente, ha encontrado el camino de regreso a la vida, que para nosotros, los que estamos en “Renacer” hace un tiempo, es el servicio, la solidaridad, el altruismo y no hay otro, que se van a dar cuenta que la vida tiene sentido, que la vida tiene un sentido incondicional, entonces, se van a dar cuenta,  que ese dolor comienza a suavizarse…”
        “La partida de nuestros hijos no habrá sido en vano, porque  dejó en este mundo personas mucho mejores de lo que eran cuando ellos esta-ban.
        No dejemos, entonces, que el sufrimiento  nos derrote porque eso significaría que nuestros hijos están siendo nuestros verdugos.
        Siempre de un sufrimiento hay una lección que aprender y esa lección tiene que ver con el crecimiento interior, tiene que ver con darnos y brindarnos a manos llenas a la vida, porque la  vida nos necesita, necesita seres compasivos, necesita seres generosos, solidarios y altruistas.”
        Recuperemos la alegría y démosla a manos llenas.
        “Hoy los frutos maduros de “Renacer” están a la vista, están en el corazón de cada uno de nosotros y eso se lo debemos a los hijos que partieron, a los que quedan, a nosotros, a la vida.
        Demos pues a manos llenas y nunca, pero nunca nos quedemos cortos.”
        “Esta demanda que recae sobre nuestros hombros no queda sin recompensa; mientras más renunciamos a nosotros, mientras más nos olvidamos de nosotros, y de nuestras emociones, más cerca estamos de nuestra esencia, de aquello que verdaderamente somos: seres humanos.”               
           

     
    ESPIRITUALIDAD
       
        Aquí en Tacuarembó, no sé con que intención, he escuchado preguntar si este grupo “Renacer” es un grupo espiritista.
        ¿Les molesta a ustedes que se lo pregunten?
        Lo que puede molestar, dijo mi hermano, es que se haga una afirmación mal intencionada, no que se pregunte, pues la respuesta es muy sencilla: no.
        Alicia Berti dice:
        “Nuestros hijos son los maestros del verdadero y desinteresado amor y este sentimiento no tiene reclamos ni expectativas, ni siquiera necesita de una presencia física.”
        El espiritismo, según me he podido informar, se trata de una especie de rito en el cual las personas “en trance” pretenden, mediante un “médium”, conectarse con el espíritu de una persona fallecida.
        De acuerdo a los conceptos vertidos te podrás dar cuenta que no hay nada más alejado de la verdad que una afirmación de esa naturaleza, es más, yo personalmente comparto el criterio expuesto por Carlos González Pecotche en el sentido de que el espiritismo es un verdadero engaño.
        Veamos lo que dice:

        “No debe olvidarse nunca que en la Creación todo es natural, y que cuando alguien intenta forzarla para edificar uno u otro concepto equi-vocado de la realidad, sobrevienen las sanciones.
        Nuestro propósito es instruir en la verdad. Para ello debemos esclarecer, por considerarlo necesario, lo que ha constituido una obsesión de muchas almas desprevenidas y hasta en algunos hombres de ciencia. Nos estamos refiriendo a las llamadas “prácticas espíritas” que en el siglo pasado encontraron, por su novedad, eco propicio entre las gentes.
        Un limitado grupo de científicos creyó dar con la veta que los conduciría a notables descubrimientos y se lanzaron a investigar las actuaciones fenoménicas de los médium.
        No descartamos, sin embargo, que los guiaba el deseo de arrancar algún secreto a la esfinge del mundo metafísico, pero nada de eso ha ocu-rrido. Más de uno cedió, en cambio, a la tentación de sentir los efectos nada constructivos de la sugestión que el ambiente tétrico y los decires y contorsiones que los “posesos” les producía.
        Han pasado muchos años desde que se promoviera aquella expectativa sin que se haya obtenido hasta el presente ninguna confirmación  seria, ningún adelanto que dejara entrever, siquiera,  algo de verdad al efectuarse las investigaciones.                                           
        Sociedades seudo espiritualistas insisten aún hoy en demostrar, por medios poco recomendables, vivencias metafísicas que no pasan de meras visiones quiméricas imaginativas.
        Se ha pretendido, y se sigue insistiendo aún en los medios espíritas, que las personas que acuden a ellos en demanda de consolación, se comunican con los espíritus de los muertos por conducto de un médium.
        Para destruir tamaña invención bastaría recordar que las leyes que rigen la vida psíquica y mental del hombre  impiden transgresiones de cualquier naturaleza.
        Es tan absurda la pretensión de invitar a espíritus ajenos a usar de nuestro ente físico, que nos vemos obligados a llamar a la reflexión y sensatez general.
        Obsérvese que si un médium permanece ajeno al conocimiento de su propio espíritu, como lo demuestra su cabal ignorancia, si no ha intenta-do nunca llevar a cabo una investigación seria y sensata sobre él, no puede atribuirse el privilegio de un acceso al “más allá” y, menos aún, pretender que vengan a él espíritus extraños que se posesionen de su ente físico y sirvan para consumar un espectáculo ridículo, carente de verosimilitud.
        ¿Es que la gente que practica espiritismo no tiene noción alguna del respeto que debe merecerle el dolor del deudo y la memoria del difunto?
        Sucesores de la antigua nigromancia, los espíritas de hoy, basan su creencia en las descontroladas manifestaciones de sus médium, en la que el poseso en “trance”, tal como lo consideran sus sostenedores, evoca al espíritu que le hayan solicitado a fin de que éste se manifieste en él y exprese sus deseos y pensamientos.
        Cabe preguntar aquí si es posible que un ser de escasas luces, con desconocimiento absoluto de la leyes universales, que no ha sido capaz de experimentar en sí mismo la presencia de su espíritu, pueda someter a su antojo a espíritus ajenos, y, menos aún como a veces se pretende, superiores a él.
        ¿O será que se busca engañar de algún modo a la razón para conformar a determinado pensamiento que nos obsesiona? ”
        “La imaginación juega, ciertamente,  papel protagónico en este género de visiones quiméricas.”
        “Por si fuera poco lo que hemos dejado esclarecido, diremos que si hubieran  sido ciertas la experiencias de los médium, si tan fácilmente se hubiese podido establecer contacto con el más allá, ¡cuántas cosas de incalculable trascendencia hubiera sabido ya la humanidad sobre el mun-do metafísico!
        El hecho de permanecer aún a oscuras prueba la audacia de tan pueril mistificación. Convéngase con sinceridad que ningún espectáculo feno-ménico, por atrayente que sea, podría conformar jamás el juicio, ni a la conciencia, ni menos al espíritu de nadie.”

        Quiere decir, dijo mi hermano, que sólo la ignorancia puede propiciar una idea de esta naturaleza, pero queda la duda de cuál es la intención de quienes, sabiendo lo que es el espiritismo, le quisieran asignar esa calificación a un grupo que en nada se le parece.
        Algún día, agregó mi hermano, responderán por lo que hacen, ante “Alguien” que no acepta subterfugios.
        En “Renacer” hablamos de espiritualidad, en el sentido de reconocer que el ser humano no es sólo materia, sino que en él alienta el espíritu, esencia de nuestra condición humana.
        A partir de ahí, cada uno, con plena libertad, se maneja de acuerdo a sus propias convicciones, pues “Renacer” no hace ningún tipo de discriminación por raza, religión o ideología política.

  6. ¿CÓMO NACIÓ “RENACER”?

        Una pregunta que la gente se hace es ¿cómo nació Renacer?
        Vamos a dejar, dijo mi hermano, que lo diga el mismo Gustavo Berti y su esposa Alicia:
        “En un momento determinado, cuando partió Nicolás, aparecieron en nuestras vidas, muchos papás y mamás que habían perdido hijos.                Muchos, pero muchísimos, a tal punto que un día luego de conversar con Alicia nos fuimos a Córdoba donde vive una hermana mía.                 
        Yo decía, en aquella época en que todavía estábamos mal, que íbamos a tratar de alejarnos de la turbulencia, de las pasiones, de las emociones, de los sentimientos.
        Llegamos a la casa de mi hermana un domingo y, por supuesto, ¿qué otra cosa se iba a hacer en Córdoba un domingo que no fuera un asado?, entonces, una de las personas que estaba en la casa de mi hermana dijo: “vamos a comprar carne” y como yo era el único que tenía auto, le dije: vamos.
        Nos subimos al auto y yo iba muy callado, entonces, este señor empezó a hablar y me empezó a contar su vida y, entre ello, me contó que hacía unos años había perdido una hija de siete años y me dijo cuánto la extrañaba y cuánto la añoraba.
        A mí eso me llamó poderosamente la atención y cuando volví, llamé a mi hermana y le dije: “dime, ¿ustedes le contaron a este muchacho lo que nos había pasado con Nicolás?”
        No, me dijo, y agregó que recién había llegado… sólo unos minutos antes que ustedes, entonces, yo me decía ¿tengo que hacer quinientos kilómetros, para tratar de olvidar y lo primero que hago es encontrarme con  otra persona que ha perdido un hijo?
        Luego comentamos con Alicia que estábamos encontrando demasiados padres que habían perdido hijos, entonces, frente a esa evidencia que no podíamos desechar, nos quedaba analizarla y no encontramos más que dos alternativas: o era una casualidad o era una señal.
        Nosotros teníamos que elegir entre las dos alternativas y podríamos haber elegido “una casualidad”, sin embargo, nosotros dijimos: si esto es una casualidad no tenemos nada que hacer, pero ¿qué pasa si esto es una señal? ¿qué pasa si esto es un mensaje y nosotros lo dejamos pasar? ¿Y si lo dejamos pasar y es la única oportunidad?
        Entonces pensamos, ¿mensaje de qué puede ser?  ¿una señal de qué puede ser? y la señal estaba clarita: júntense con otros padres.
        Así lo vimos nosotros y en un acto de fe nos tiramos de cabeza a una pileta vacía.
        Por eso hoy estamos acá, si nosotros hubiésemos tenido la convicción de que somos aquello que recibimos de la vida, no hubiésemos dado ese salto, no hubiésemos dado ese paso, no hubiésemos hecho esa entrega a la vida, a lo mejor “Renacer” hubiera nacido lo mismo, estoy seguro que sí, en otro tiempo, en otro lugar.
        Pero la verdad es que estamos acá porque nosotros decidimos dar algo a la vida y dimos una esperanza y un acto de fe.
        Fíjense lo que hubiera sido si nosotros hubiésemos dicho, no, nosotros no vamos a hacer nada, nos vamos a quedar así”.
        “Renacer no nació, entonces, como una necesidad de “curar” tanto dolor, sino como un  despertar espiritual que nos llevó a ver en esta tarea un homenaje a nuestro Nicolás, homenaje que hemos querido, y siempre querremos, compartir con tantos otros padres que han decidido hacer de sus propias vidas un homenaje a esos hijos que tanto nos han marcado con su partida, siempre prematura para nosotros.”
        Por su parte, dice Alicia Berti “nosotros, Gustavo y yo, tuvimos la responsabilidad de la elección  de qué íbamos a hacer con nuestras vidas y cómo la íbamos a vivir de allí en más, después de la partida de Nicolás.
        ¿Qué merecía Luciana, esa hija maravillosa  que nos queda?
        Y después de todo ¿qué merecíamos nosotros? si nosotros fuimos padres de ese maravilloso  hijo.
        Significaba que para algo más servíamos, no sólo para dar a luz a ese hijo y criarlo esos dieciocho años; después ¿nuestra vida terminaba?
        Debía haber algo más  seguramente para nosotros en la vida.        Entonces nos dimos cuenta que teníamos la responsabilidad de hacer que nuestro hijo viviera a través de la forma en que nosotros vivíamos nuestra vida.
        Hablamos de hacer un homenaje a ese hijo, de tal manera, que ese hijo no se fuera de nuestra vida o lo dejásemos relegado a la categoría de absurdo, de accidente fatal, de un Dios que tiene formas misteriosas y oscuras, que yo no comprendo…
        ¡No señor! teníamos que  rescatarlo de las garras de lo absurdo.
        Rescatar de la muerte, la partida de nuestros hijos, de las garras del absurdo y devolverlo a la vida como un acto de total amor y entrega, un acto de sentido.
        La partida del hijo y tanto dolor, que tuviese sentido.
        No es una tarea fácil, cuando uno recién se lo plantea: ¿es que ese dolor tiene sentido? y ahí está la elección.
        No dejamos que el sufrimiento  nos derrotara porque entonces significaba que Nicolás también estaba siendo nuestro verdugo.
        Pienso, dice Alicia, que “Renacer” es contribuir a que el recuerdo de nuestros hijos siga vivo, vivo en nuestra memoria y en la memoria de toda persona a la que alguna vez nos acercamos en homenaje a nuestro hijo y que a la vez va a ser, de a poco, el homenaje a todos los hijos de todos nosotros.
        “Renacer” también es ayudar “ayudar es una melodía del corazón” y esto lo he sacado de Elizabeth Lukas, quien lo escuchó de un estudiante que estaba en África ayudando a chicos muy pobres, a chicos con hambre, esa realidad que para nosotros es tan ajena, y sin embargo, existe; ese estudiante estaba en África y dijo esto tan hermoso hablando de ayudar:
        “El ayudar es como despertar esa melodía única e irrepetible que cada uno de nosotros tiene dentro de su corazón y que a veces en el diario trajinar la olvidamos”
        A veces nos dejamos llevar por el dolor y esa melodía interior de nuestro corazón permanece adormecida.”
        Concordando con lo que dice Alicia Berti, el Dr. Franz Halberg, profesor de Medicina en la Universidad de Minnesota, asegura “el cuerpo tiene una melodía interna que podemos y debemos sintonizar”
        “Renacer”, agrega Alicia, es el ámbito, el lugar, las personas, el mensaje que cobija, protege, que ama, que acuna a los padres y les hace recordar esa melodía única e irrepetible que sólo cada uno de nuestros corazones puede entonar, con la que hemos nacido, la que Dios o la vida puso en nosotros al nacer.
        “Renacer” hace que despertemos de ese dolor, despertemos de esa angustia, despertemos de los rencores, despertemos de las emociones que nos hacen daño, para escuchar, nuevamente, la melodía de nuestro corazón, única e irrepetible, donde residen nuestros valores, los valores es-pirituales, aquellos que son los verdaderos, los fundamentos de nosotros como seres humanos.
        Esos valores que también a veces relegamos en el diario vivir y cuando  nos toca vivir esta conmoción existencial de perder uno o más hijos, entonces, la vida ahora nos desafía y nos olvidamos un poco de esa nuestra melodía, pero está allí, tenemos que saber y aprender a despertarla y a escucharla nuevamente.
        Vivir en sintonía con esa melodía, que es el fluir de la vida, es aceptar lo que venga de la vida.”

     
    LOS HERMANOS

        Muchas veces se hace mención a los otros hijos que quedan, ¿cuál es la actitud en “Renacer” respecto a los hermanos?, pregunté una vez.
        Nosotros como padres no siempre captamos la importancia que tiene en la vida de un hermano la falta de su hermano.
        El pensar en nosotros nos hacer dar vueltas sobre nosotros  mismos y no vemos el mundo que nos rodea y dentro del mundo que nos rodea, mu-chas veces olvidamos a los otros hijos.     
        Ellos perdieron a su compañero de juegos, al compañero de cuarto, al compañero de travesuras, a veces a su modelo, otras a su mascota, en fin existen una infinita gama de relaciones sicológicas y emocionales que pueden unir a dos hermanos.
        Sin embargo, la problemática de los hermanos no se agota en la partida de su hermano.
        Los hermanos, según sea la actitud que vean en sus padres, pueden llegar a temer su pérdida, pues ya nosotros no somos los mismos que antes, aun más, pueden asumir el convencimiento que a quien querían sus padres era al hijo que falleció y que ellos no son queridos por sus padres como es o era querido el hijo que partió; incluso pueden llegar a pensar que sus padres hubieran preferido que fueran ellos quienes hubieran partido.
        Estas apreciaciones surgen de las situaciones que los propios hijos han expresado en reuniones de “Renacer”.
        A mí me parece que lo primero que debe inspirarnos la posición de los hermanos, es respeto, por eso me voy a limitar a destacar algunos fragmentos de expresiones vertidas por ellos en distintas circunstancias, omitiendo identificar quien las haya expresado.

        De una hermana a su hermana:

        “Ahora que te fuiste de viaje por el cielo, siento un vacío, un dolor… no sé por qué estoy viva.
        Mi corazón no late, mi alma se fue contigo y mi mente no hace otra cosa que pensar en vos.
        Nunca amé a nadie en el mundo como a vos; nunca voy a  amar a nadie de esa forma”

        De un hermano a su hermana:

        “Querida Amiga:
       
        Te estoy escribiendo en una clase de literatura, y ya sé que no puedo pedirte que me respondas con otra carta, pero de todos modos, me vi con ganas de escribirte.
        Pensar que ya hace dos años que partiste y yo te sigo extrañando igual o tal vez más.
        Hoy, en el día de tu cumpleaños, te quiero saludar y tenerte aquí… aquí a mi lado gozando juntos de un día tan especial como el del cumpleaños.
        Las cosas acá han cambiado mucho para mí; ahora mi responsabilidad en casa es mayor, soy el “hombrecito” de la casa.
        Mamá y Papá están mejor ya pasaron el hueco, el pozo negro, digamos, ahora ven mejor el panorama que antes, pero a ellos se les hace muy difícil, muy difícil.
        Los primeros días, aquellos, era todo lágrimas y desespero, pero el pasar del tiempo lo acomoda todo.
        Mamá dice que no estás más, pero yo sé que sí, en el alma o en el corazón, en el aire o en el cielo, pero yo te siento fuerte, y te quiero con todo mi corazón.”

        De un hermano a los padres:                          
        “El hermano ve como sufren los padres, pero éstos no ven como sufren los hermanos.
        Los hijos que quedan son importantes.
        No se debe esperar a que les pregunten:
        ¿Acaso debo morirme para que me tengas en cuenta?”

        De una hermana a su hermano:
                   
        “Por las noches cuando todos dormían, en silencio, por horas, lloraba y le pedía a Dios que te diera paz.
        Hasta que por fin un día tuve un lindo sueño que sacó mi angustia, te voy a contar: Yo dormía y de pronto una inmensa luz me hizo despertar, me levanté y fui a ver, eras vos que del cielo bajabas con ropa blanca, brillante y el rostro distinto, parecías un ángel, tu cara irradiaba paz.
        Al verte te pregunté si venías por mí y con voz muy dulce me dijiste:
        “No te vine a buscar, te vine a decir que yo estoy muy bien, no quiero que lloren porque acá nosotros estamos felices y queremos que ustedes lo estén” y al decirme eso desapareciste.
        En ese momento yo me desperté con inmenso gozo y con mucha paz, di gracias a Dios porque a través del sueño Él me contestaba dándome con-suelo y esa paz que tanto yo le reclamaba.”
                                     
        De una hermana a su madre:             
             
        “¿Sabes qué?, yo también lo extraño mucho.
        Me gustaría que estuviera acá, con nosotros, pero no podemos cambiar la realidad, hay que salir “ma” y bancársela, es duro… es duro ya no poder abrazarlo, ya sé eso, también sé que para vos es más difícil todavía.
        Pero… ¿Quedarse?, no “mami” eso no.
        Si él está por ahí va a entender que no podemos seguir el duelo, para mí no fue justo lo que me hicieron.
        ¿Crecer? yo no quiero crecer, si es eso lo que debo pagar.
        Yo no me conformo, quizá porque hay muchas cosas que desconozco y creo nunca compartirlas; quizá esté equivocada, pero nunca me voy a con-formar con vivir el resto de mi vida sin compartirla con él y sólo recordando los momentos tan lindos que viví con él.
        ¿Por qué no podía quedarse más? No lo sé.
        Si está bien, quiero que sepa que lo extraño mucho, que lo quiero y que fue el mejor hermano mayor que hubiera gustado haberlo tenido más todavía.
        Soy afortunada en poder haberlo disfrutado, pero no me conforma nada, que él no esté con nosotros.
        Quizá porque soy un ser humano, quizá porque no soy capaz de comprenderlo.
        Siempre me va a doler; y alguien, con quien estoy muy enojada, me lo va a tener que explicar.”
     
    *
        De hermana a hermana:

        “Te extraño y te quiero mucho.
        Pensé que moriría después de tu partida, pero no fue así; luego me juré que viviría por papá y mamá, pero hoy me doy cuenta que estoy también viviendo por mí, porque sé que si yo estuviera en tu lugar, querría que fuese así.
        He vuelto a hacer cosas que había dejado de lado y he hecho y sé que haré otras, que jamás había pensado que haría, y todo por vos hermana mía.
        En muchas cosas que me pasan, sé que estás vos, acompañándome, guiándome.
        Te quiero mucho.
                             
        De un hermano:       

        “Yo vivo a 140 kilómetros, pero no es un problema, en “Renacer” encontré una actitud serena, y vivo así en homenaje a mi hermano.
        “Renacer” me salvó y cada vez que voy me siento más salvado.”

        De una hermana a los padres de “Renacer”:

        “Para los hermanos es también muy difícil la partida de un hermano, si bien lo que sentimos no es igual que los padres, nosotros también sufrimos mucho.
        Sentimos un gran dolor, ¡el dolor es muy grande! lo sufrimos y cada uno lo expresa a su manera, de maneras muy diferentes, por supuesto, pero no lo podemos medir ni comparar.
        Yo al principio, sentí que no tenía muchas ganas de vivir cuando pasó lo de mi hermana, pero después empecé a cambiar y a pensar que si yo hubiera estado en su lugar, yo no hubiera querido que ella hiciera eso: que se dejara estar, que se dejara morir.
        Al principio, pensé en vivir por mis padres y después, hoy, me estoy dando cuenta que también estoy viviendo por mí.
        “Renacer” fue muy positivo en mis padres; produjo un gran cambio que a mí me sirvió y me dio fuerzas para seguir adelante.
        Nosotras éramos dos hermanas y mis padres siempre nos dieron el cariño igual a las dos, por lo tanto, hoy yo quiero, y se lo pido a mis padres, que el cariño que le correspondía a mi hermana no me lo den a mí, sino que se lo dediquen a “Renacer” y todos aquellos que necesiten.
        Quede bien aclarado para los padres, que nosotros los hermanos tenemos que estar presentes también, tenemos que hacer nuestro lugar en “Renacer” y  así no sólo  nos hace bien a nosotros, sino también a nuestros padres, porque se van a sentir mucho más apoyados.
        Como mensaje a los padres les diría que, por favor, no  olviden a los hijos que quedan aquí, porque ellos también sufren mucho.
        A mí no me pasó, pero un día escuché un testimonio de una madre que tenía dos hijos, donde ella hablaba sólo de ese que había partido, y yo trataba de encarnarme en ese hijo que quedó aquí; realmente, si yo hubiera estado en ese lugar, no sé si hubiera seguido.
        Esa madre recién empezaba en “Renacer”, y pienso que hoy debe estar pensando diferente, ¡Ojalá que sea así! porque ese hijo la va a necesitar mucho.
        A los hermanos, a todos los hermanos les digo que apoyen a los padres, que se acerquen a “Renacer” que es muy importante.
        Yo jamás pensé que iba a estar acá hablando a tanta gente,
    si estoy aquí es por  mi hermana; nunca imaginé que iba a hacer tantas cosas como esto.
        Yo sé que todos somos capaces de hacer muchas cosas que nunca nos imaginamos; las podemos hacer por ellos, porque vale la pena, porque ellos se lo merecen, nuestros hermanos, vuestros hijos se lo merecen.”
                               
        De una hermana a los padres de “Renacer”:
                                     
        “Todo el mundo dice: pobre madre, pobre padre; nadie dice ¡pobre hermano!, pero también es muy duro para nosotros, porque no solamente perdemos nuestros hermanos, sino que también perdemos a nuestros padres, porque ya no son los mismos de antes, porque no se ríen, porque no están contentos, están siempre tristes, mal de los nervios, están siempre mal.
        Mamá andaba siempre con luto en la cara, como le digo yo, siempre con cara de vinagre, siempre mal, y empezaron a venir a “Renacer” y mamá ahora se pinta y se arregla el pelo… antes estaba siempre de colita, siempre así, mustia, ahora se arregla y está bárbara.
        Esto es lo que hace “Renacer” en la gente; yo lo comprobé con mis padres.
        “Renacer” hace un cambio en los padres y ese cambio en los padres se ve reflejado en nosotros los hijos que quedamos.

        De una hermana a los padres de “Renacer”:

        En “Renacer”, lo que nosotros los hijos queremos, es que si hay un padre que tiene otro hijo que quedó, que le dé su tiempo a parte, que ese hijo que quedó tiene su propia personalidad, que no lo estén comparando con el que partió, porque muchas veces pasa eso, sí, porque el hijo que partió, tal o cual cosa… estudiaba… era buen estudiante, y vos no… bueno, si yo soy mal estudiante, soy mal estudiante.
        Nosotros tenemos nuestra propia personalidad, queremos nuestro espacio, pensamos que tienen que respetarnos nuestro lugar y todo ese amor que ellos tienen, pienso que  deben brindarlo para nosotros y tener en cuenta mucho a estos chiquitos que, no siempre, se les presta la atención debida.
        Muchas veces se les dice, cuando ellos preguntan: ¿y mi hermano?, “se fue al cielo…” es lo más común, pero no es lo mejor ¿por qué se fue al cielo? hay que explicarles, hay que decirles la verdad.
        Si fue en un accidente de tránsito, bueno mirá, iba en el auto, chocó y desgraciadamente ya no va a estar más con nosotros, va estar en el cielo; porque ellos cuando nosotros les decimos  “está en el cielo”, tienden a pensar  ¿por qué se fue? ¿por qué no me llevó? ¿por qué me dejó? ¿no me quería? ¿por eso se fue?
        Entonces, nosotros como madres de esos nenes que quedaron y todos los padres de “Renacer”, les debemos decir a los chiquitos la ver-dad y la explicación cierta de por qué se fueron los hermanos.
        Otra vez le quiero dar gracias a “Renacer”, porque “Renacer” me devolvió a mis padres.”
       
        De una hermana a los padres de “Renacer”: 
                 
        “Los hermanos que quedamos, al principio, queremos cumplir el rol de padres para ellos, queremos protegerlos,  estar cerca de ellos, queremos que nadie los toque, que nada les pase.
        De a poco yo me di cuenta, me lo dijo una madre una vez en el grupo, que yo tenía que tener mi lugar, que mi lugar era ser hija, y que el lugar de mis padres era ser padres. Y tenía razón.
        Al principio yo no lo comprendí porque yo quería protegerlos, quería estar cerca de ellos, quería que nada les pasara, y entonces me he dado cuenta, a un año de la partida de mi herma-no, que es así; me siento feliz de ocupar mi lugar de hija. 
        En “Renacer” se exhorta mucho a los padres que no se olviden de los hijos que quedaron y es verdad, y yo hoy exhorto a los hermanos, los exhorto a que estén siempre cerca de los padres, porque sé que los padres necesitan mucho de esos otros hijos, necesitan que esos hijos estén cerca, aunque a veces nuestros padres, nos cierran las puertas  porque hablamos del hermano o nos acordamos con alegría de alguna cosa y ellos consideran que no… que todavía no me pidas eso… como me dijeron a mí muchas veces, no me pidas que me acuerde de tu hermano con alegría porque me da tristeza recordar este lugar.
        Le agradezco principalmente a mi hermano, porque mi hermano siempre ha estado cerca de mí, por eso he podido superar todas la cosas que he superado y he podido darme cuenta de que sigo teniendo la familia que siempre tuve y también estoy orgullosa de no haberle pedido nunca a Dios ¿por qué se llevó a mi hermano?

  7.     Desde el primer momento, yo dije: me pasé toda una vida diciéndole a Dios que se hiciera su voluntad sobre la mía y hoy que él ha decidido esto para nosotros, yo no puedo cuestionarlo.
        Y hoy me siento orgullosa, muy orgullosa me siento de no haberle reclamado nada.
        Está en cada uno hacer  que su huella sea bordeada de espinas o de flores multicolores de pétalos suaves, que la brisa las mueva y nos acaricie  o nos lastime.
        Depende de cada ser la tonalidad de ese paisaje, depende de cada uno la melodía, el perfume…
        Y hoy, los hermanos de quienes han partido, de aquellos hermosos y amados hermanos, queremos que la huella señalada por ellos en nuestras vidas, nos permita formar un paisaje bello.
        Bello como cada uno de ellos fue, no queremos un paisaje gris, lleno de nubes, sin rayos de sol, sin color, sin melodías, queremos ver claro y para ello decidimos cambiar la dirección de la mirada hacia la primavera de la vida, pues eso es lo que nos indican ellos con el amor que supieron dejarnos.
        Cada uno nos dejó, de distinta manera, un camino señalado: esperar el reencuentro felices, superándonos como seres más justos, sencillos, más humanos, luchadores, capaces de enfrentar los más duros y difíciles escollos, en una palabra viviendo.”

        De una hermana a los padres de “Renacer”:

        “La vida nos está ofreciendo un desafío, convivir con la partida de un hermano, es un sentir que domina nuestro ego, nuestro yo, comprobar en carne propia las fragilidades del ser humano, chocando con la fuerza de nuestra juventud.
        Nos revelamos pues siempre esperamos la partida de los abuelos, de los padres, pero no la de nuestros hermanos, aquellos que crecieron a nuestro propio ritmo, a  nuestro lado.
        Y vienen a la mente los cuentos de la infancia… las travesuras… los secretos… los momentos felices y los más difíciles en que siempre él estaba ahí.
        Junto a él se fue gran parte de nuestra propia vida, somos gajos de un mismo árbol, de un mismo tronco, la familia.             
        Aquellos proyectos juntos, ya no serán…       
        Pero ¿qué clase de hermanos somos? ¿qué hermano soñaron ellos?
        Sabemos bien que jamás ocuparemos su lugar, pues no lo deseamos, cada uno es único e irrepetible.
        Pero nos han confiado una gran tarea, una gran responsabilidad: levantarnos, vivir y además seguir viviendo junto a aquellos que amaron, como nosotros amamos a nuestros padres.
        Porque el sufrimiento es una de las caras de la vida y la vida es hermosa.
        Todas las despedidas son tristes, difíciles, dolorosas
    más aun la de aquel hermano con quien, tal vez, de su mano dimos los primeros pasos y nos ayudamos a crecer no sólo en nuestra estatura, sino formándonos mutuamente en nuestra vida interior, como personas, dando tumbos, recorriendo ese camino de la vida a veces difícil, a veces suave y dulce.
        Es necesario darnos tiempo para el duelo personal, cada uno debe respetar su propio dolor, para después despedirnos dejando libres a ese ser, a esa persona que partió, no siendo egoístas.
        Las heridas del alma pueden cicatrizar cuando aprendemos a continuar con la cabeza en alto, con dignidad, somos los dueños de las actitudes ante la vida, todo depende de nosotros.
        Y si queremos homenajear, honrar a nuestros hermanos, este es el mejor homenaje: ser felices.
        Debemos ser capaces de sonreír nuevamente, de sentir alegría, pues el momento de la partida no lo conocemos, sólo tenemos un presente y está en nuestras manos, es hoy, ahora.
        Vivamos con dignidad, siendo felices a pesar del dolor, aprendamos de ese dolor a ser cada vez más humanos, mejores personas, aprenda-mos a elevarnos cada día un poco más de esa forma, un día que nadie sabe, formaremos parte de un todo universal donde no existen despedidas.
        Quiero agradecer a Renacer”, a quienes ayudaron a mis padres a que sigan siendo tan íntegros, un beso para ellos.”     
        Los hermanos forman parte de “Renacer”, y ésta es su palabra.
       

    “RENACER” VISTO DESDE AFUERA

        Quizá no sea fácil advertirlo, pero me gustaría saber, le dije a mi hermano ¿cuál es la opinión de los técnicos que ven a “Renacer” desde afuera? ¿es eso posible?
        Mira, el Doctor José Riva, médico psiquiatra del Hospital de Canelones en la entrevista realizada en “El Tren de la Noche”, programa conducido por Gustavo de los Santos, en CX 20 Radio Montecarlo lo dijo.
        Ana fue a buscar la grabación y escuchamos:

        “Yo he tratado de conceptualizar al grupo “Renacer” desde el punto de vista técnico. Todo grupo terapéutico debe infundir esperanza, es decir la persona que pertenece a ese grupo tiene que tener fe en lo que está haciendo, eso de por sí es terapéutico, cuando uno cree en lo que hace.
        Y esto pasa en el grupo “Renacer” veo que la gente tiene mucha esperanza, mucha fe en lo que está haciendo.
        Por otro lado el fenómeno de la universalidad, el sentimiento de unicidad, es fundamental, más en esta época de individualismo, de aislamiento, que cada vez tendemos más a estar cada uno en su lugar y no intercambiamos con otras personas.
        El hecho de una unión grupal con personas que están pasando y sintiendo lo mismo, esa unidad, da también una sensación de alivio, de que no estamos solos. Hay personas que están pasando lo mismo.
        Otro punto es el altruismo que tienen, es el altruismo, en el sentido de ser útil al otro; el ser útil a otro es altamente reconfortante.       
        A todos nos reconforta poder ayudar a otra persona.
        O sea, que el acto altruista a lo que impulsa es a la auto estima, por un lado y por otro lado, dispersa la energía.
        No estar tan condensada toda la energía en la pérdida del hijo, sino distribuirla  en otras personas, en los otros hijos que quedan, en distintas actividades y esto el grupo “Renacer” lo hace.
        En Canelones, por ejemplo, hacen actividades en el Hogar de Ancianos, las personas de la tercera edad tienen mucho aislamiento, soledad y el grupo “Renacer” ha ido varias veces.
        Es un acto altruista, entonces, al sentirse útil, pueden salir de su dolor y superarlo a través de un acto altruista, es sumamente importante, además, desde el punto de vista sicológico, y “Renacer” lo cumple.
        Otra cosa muy importante es la catarsis. La catarsis es la liberación de las emociones, pero la catarsis de por sí, no es terapéutico, o sea la catarsis en sí, no implica ningún cambio.         
        En el grupo “Renacer”, hacen la catarsis separado, pero no queda sólo la catarsis.
        La catarsis, la liberación de emociones, de por sí no es elaborativa psíquicamente; descarga la tensión en un determinado momento, es un desahogo, pero es momentáneo, no produce un cambio psíquico.”

        Al respecto, interrumpió mi hermano detenido la grabación, Berti dice que “Luego de trabajar los primeros tiempos en “Renacer” con la idea que los padres debían pasar por una etapa de catarsis porque seguramente ésta les traía más tranquilidad y estabilidad para considerar lo que el grupo proponía, pronto nos dimos cuenta de que no era así. El revivir el relato doloroso o el estado emocional del momento, les impedía a los padres ver el nuevo enfoque que el grupo les presentaba, que como luego descubrimos al cambiar de metodología, podían captar en su primera reunión. Y comenzamos a trabajar de otra manera obteniendo mejores resultados.”
        “Revivir, dijo, la realidad dolorosa en todos sus detalles no ha probado ser beneficioso para la recuperación integral del padre, esto, invariablemente, conduce a una etapa de hiperreflexión, situación en la que se da vueltas, continuamente, en círculos sin salida, sobre los problemas que aquejan a los miembros, llevando a estados de lamento continuo y produce hombres y mujeres excesivamente preocupados por sus emociones y sentimientos, de la cual es muy difícil salir.”
        “En esta instancia, los sentimientos de culpa y pérdida de autoestima predominan y hemos encontrado  que no es útil para el proceso de recuperación.”

        Luego seguimos escuchando al Dr. Riva en la grabación.
     
        “Lo que produce el cambio psíquico es compartir el mundo interno y sentirse aceptado por el otro, la catarsis de por sí no sirve.
        En el grupo hay una sensación de aceptación, se sienten aceptados, se siente que el otro no sólo está viviendo lo mismo, sino que lo acepta, y esa sensación es terapéutica, está dentro de los factores terapéuticos.           
        El otro punto, también muy importante, es la cohesión del grupo, definida como la atracción que tiene el individuo hacia el grupo y hacia los individuos del grupo, hacia el grupo en su conjunto es hacia “Renacer”.
        Hablan con mucho amor del grupo “Renacer”, como grupo, y, a su vez, entre ellos también sienten atracción, sienten simpatía y hacen amistades, dentro del grupo.
        Se tiene el sentimiento de pertenencia a un grupo que eso también es terapéutico.
        Y para poder hacer este tipo de actividades, que decía, que van al hogar de ancianos, acciones de altruismo, también el grupo tiene que tener cohesión, pues si un grupo no tiene cohesión no puede hacer un acto altruista.
        “Renacer” ha demostrado que tiene esa cohesión interna, porque pueden actuar afuera, eso también implica que juntos elaboran un duelo.
        Y lo otro, el  último punto, pues esto da para hablar mucho, es difundir la información. Es fundamental y ellos, lo saben mejor que yo, tienen la teoría de Víctor Frankl quien en base a su propio sufrimiento elaboró la Logoterapia.
        También los integrantes de “Renacer” son así y lo muestran, pues la persona que escucha y está viviendo la misma situación también va a sentir esa sensación del otro y que hay un lugar para ellos.
        Una cosa muy importante, es el hecho del modelo.
        Es, precisamente lo que los padres captan del matrimonio Alicia y Gustavo Berti, cuando se dicen a sí mismos ¿cómo puede ser que estos pa-dres que perdieron un hijo tengan esa fuerza, esa esperanza, esa alegría de vivir en homenaje al hijo? ¿Por qué yo no voy a poder?
        Cada padre, cuando habla, está siendo un modelo de esperanza, de que hay posibilidad, en determinado lugar de uno sentirse mejor y elaborar un duelo.”

        Es lo que sintieron muchos padres cuando vieron a Alicia y Gustavo.
        Tomaron la determinación de lograrlo, pero ¡cuidado! dijo mi hermano, es también lo que manifestó un televidente luego de un programa de “Calidoscopio”: “yo quisiera ser la mitad de lo que es ese padre”, pero no hizo el esfuerzo necesario, no tomó la determinación y hoy es un ser sufriente, que está dando lástima.

     
    MONUMENTO A LA MEMORIA DE NUESTROS  HIJOS

        A veces se quiere expresar en obras materiales el sentimiento hacia los seres queridos que han partido, ¿en “Renacer” existe alguna expresión material para los hijos?, pregunté a mi hermano.
        Dice Gustavo Berti: “Hace unos años, viendo viejas fotos de mi familia, apareció una foto donde estaba mi abuelo, un inmigrante italiano recién llegado, con sus once hermanos, entonces yo empecé a preguntar a mi tía, pues yo había oído el nombre de todos los hermanos de mi abuelo, menos uno, y le pregunté ¿quién es este que yo no conozco? Y me dijo este es Alfredo, entonces, le dije ¿quién es Alfredo? y me contestó, es el hermano que se murió joven.
        ¿Qué pasó con ese hermano de mi abuelo que murió joven?
        Que cuando mi abuelo murió, también murió la memoria de ese hermano, nadie se acordaba de él, de nosotros nadie lo había conocido, pasó y no quedó memoria de él, aunque en otro lado, en otra dimensión exista, no existía de este lado.
        Una mamá de Posadas, nos dijo que ella tenía el temor, que su hijo fuese desapareciendo de  la memoria.
        Un padre de Paysandú nos dijo, también, algo similar, parece que estuviera flotando en el aire, porque las cosas flotan; cuando muchas personas pensamos lo mismo, esos pensamientos quedan en el aire, quedan almacenados en forma de campos que se llaman “morfogenéticos”, ese es el nombre que le han dado, campos de energía formados por esos pensamientos y después otras personas  los van percibiendo, luego, una misma idea empieza a florecer paulatinamente en muchas personas.
        Ese padre de Paysandú decía que sus hijos no eran solamente sus hijos, sino hijos de todo el grupo y que a su vez los hijos de todo el grupo eran hijos de ellos; eso nos está hablando de algo, nos está hablando de una memoria colectiva, de la memoria colectiva de nuestros hijos.
        Antes, cuando no existía “Renacer”, Alfredo el hermano de mi abuelo moría y su memoria moría, desaparecía, cuando sus seres más íntimos desaparecían de la vida y como todos vamos a desaparecer, ¡qué triste sería, entonces, que los nombres y el recuerdo de nuestros hijos de-sapareciera, cuando nosotros diéramos el último suspiro!
        Sin embargo, eso no pasará y no va a pasar porque desde que “Renacer” apareció entre todos estamos creando la memoria colectiva de nuestros hijos.
        A nosotros no nos gusta ni aceptamos, que nos digan que somos los fundadores, porque todos y cada uno, somos partícipes en la creación de la memoria colectiva de nuestros hijos, nosotros en Río Cuarto, ustedes en Paysandú, en Montevideo, en Mercedes, donde sea que estemos, tenemos la responsabilidad de agregar algo de sí, a la memoria colectiva de nuestros hijos.
        Si ustedes creen que no lo están haciendo, se equivocan, como nos equivocaríamos nosotros si dijéramos que es lo mismo que camináramos buscando monedas, o camináramos con la frente alta por la vida. Porque no es lo mismo.
        Nos guste o no nos guste, estamos dando un mensaje a la sociedad, y si caminamos mirando al suelo, el mensaje que estamos dando es que la muerte todo lo puede, que nosotros somos seres indefensos, que no existe el amor.
        El amor viene de una palabra compuesta que es “a more”, “a”, prefijo negativo, entonces amor quiere decir “no a la muerte” y eso lo dice el Cantar de los Cantares: “estampa tu sello sobre la frente, pues fuerte como la muerte es el amor”.
        Entonces, si nosotros miramos al suelo
    cuando perdemos un hijo, estamos diciendo que la muerte todo lo puede, aunque no lo sepamos. Y si miramos hacia adelante, buscando el cielo, buscando el horizonte con nuestra mirada, también estamos diciéndole a la vida que el amor vence a la muerte.
        Nos guste o no nos guste, lo sepamos o no, estamos dando un mensaje y lo mismo pasa con la memoria colectiva de nuestros hijos, nos guste o no, lo sepamos o no, todas las cosas que nosotros hacemos en nuestra vida, después de perder un hijo, van a engrosar esa memoria colectiva.
        El pueblo judío tiene una memoria colectiva de sus muertos en la segunda guerra mundial en los campos de concentración.
        Ahora está esta otra memoria colectiva que estamos haciendo en “Renacer”, porque nuestro Nicolás y todos los hijos de ustedes, ya no son hijos míos solamente, sino de todos; nuestros hijos no son hijos de uno, son hijos de todos, son hijos de todos nosotros; entonces, mientras perdure “Renacer”, va a perdurar la memoria de nuestros hijos.
        “Renacer” es el monumento, a la memoria de nuestros hijos, porque dentro de cien años cuando ninguno de nosotros esté acá, y los padres que pierdan hijos sigan juntándose y ayudándose entre ellos, allí va a estar  la memoria de nuestros hijos, y lo que cada uno de nosotros haga, va a contribuir a esa memoria.
        Esa memoria es como un jardín, cada uno tiene la ocasión de poner una planta, cada uno va a tener que decidir que planta pone, vamos a tener que decidir si ponemos una planta que solamente tenga espinas para hacer ese jardín difícil y arduo, o si vamos a poner una planta que tenga flores y flores muy lindas y aromáticas, porque esa va a ser la memoria de nuestros hijos.
        No es lo mismo sembrar un cardo o una espina, que sembrar una rosa, es distinto, porque así de distinta será la memoria de nuestros hijos en el futuro.
        Entonces, ustedes ven que habiendo perdido un hijo, no tenemos nosotros más derechos ante la vida, no tenemos derecho a reclamarle a la vida: “mirá lo que me has dado”, porque tenemos más responsabilidades, porque nuestras responsabilidades pesan más, porque tengo que decidir que voy a sembrar en el jardín de la memoria colectiva de mi Nicolás.
        Tengo que decidir si voy a sembrar odio, si voy a sembrar rencor, si voy a sembrar intolerancia, si voy a sembrar falta de respeto, o si voy a sembrar amor.
        Esta libertad para decidir como honrar a sus hijos, que a su vez refleja la manera en que cada padre ve a “Renacer”, trae aparejada una enorme responsabilidad, dado que esa decisión es incondicionada, es decir, libre y personal, y no importa ante quien decidimos asumir esa responsabilidad, ya sea ante nuestra conciencia, ante la sociedad, ante nuestros seres queridos que nos han precedido en el viaje evolutivo, o ante Dios, por esa decisión somos absolutamente responsables nosotros. 
        Esa memoria colectiva va a ser lo que cada uno de ustedes, lo que cada uno de nosotros quiera que sea, depende sola y únicamente de nosotros, por eso la responsabilidad tan grande que tenemos, ante nuestros hijos, ante nuestros seres queridos, ante la historia, porque esto es historia, y si bien nosotros estamos demasiado cercanos y demasiado enamorados, demasiado apasionados de esta tarea que estamos haciendo y no nos podemos  ver, alguien vendrá en el futuro y dirá: estas comunidades son más solidarias, porque acá ha habido padres que han perdido hijos y se han levantado.
        Una vez nos tocó decir que había eventos que cambian a los hombres, la muerte de un hijo es uno de esos eventos, y así como hay eventos que cambian a las personas también hay personas que cambian a las comunidades, y también hay personas que cambian al mundo.
        Y si la muerte de un hijo nos cambia a nosotros, no debemos quedarnos allí, porque todavía podemos ser una de esas personas que cambian la comunidad, y si somos muchos también  podemos ser de esas personas que cambiemos al mundo, para hacer de éste un mundo mejor, un mundo más solidario, un mundo en el que no existan un Rió Uruguay y una la Cordillera de los Andes como frontera, todo eso por el solo hecho de haber perdido un hijo.
        Nosotros podemos tomar a la vida y la pérdida de un hijo y decir que el hombre es lo que recibe y que el destino nos ha castigado y ahí se terminó todo, o podemos decir que nosotros somos los que damos a la vida y que la memoria de nuestros hijos es lo que vamos a entregar a la vida.
        No somos lo que recibimos de la vida sino que somos lo que entregamos a la vida y, como padres que hemos perdido hijos, tenemos la obligación de entregar cosas buenas a la vida.
        La Madre Teresa decía que el fruto del silencio es la oración, el fruto de la oración es el amor, el fruto del amor es el servicio, y el fruto del servicio es la paz, la paz interior.
        Eso debe servirnos a nosotros, después de perder un hijo, en épocas tan caóticas, que no sabemos cómo alcanzar esa felicidad que no es otra cosa que la paz interior.
        En consecuencia, tenemos que pensar muy bien que es lo que vamos a entregar a la vida.
        Entonces nos damos cuenta que lo que el destino nos ha brindado es una realidad natural de la vida, pero nos queda a nosotros la libertad interior de decidir qué va a hacer cada uno, con lo que le dio el destino, qué voy a hacer yo con el dolor que me ha producido la pérdida de un hijo, voy a plantar un espinillo o voy a plantar una rosa, eso depende de nosotros.
        Lo que no podemos ser, es ser indiferentes, porque no es lo mismo una cosa que otra, entonces, ustedes ven que éste es un compromiso ver-dadero ¿qué vamos a hacer? ¿cómo va a ser el jardín de la memoria colectiva de nuestros hijos?
        Qué tarea más linda poder todos colaborar en eso, pero colaborar activamente, no por inercia, sino decir aquí estoy, aquí estoy y voy a hacer esto, no solamente por mi hijo, sino por la vida, por todos los que me rodean, por nosotros mismos.
        Ustedes ven que podemos ver la pérdida de un hijo como un hecho catastrófico que nos tira a la cama y nos derrota para siempre, pero no es necesario que la veamos así.
        Nosotros decimos que los grupos no se pueden imponer, lo grupos no pueden imponer valores a las personas que los integran, de esta manera cada uno de nosotros somos artífices de esa memoria colectiva, que cada uno de nosotros elija lo que quiere sembrar en ese jardín.”                                   

     
    LO DIFÍCIL DE COMPRENDER

        Su pongo, le dije a mi hermano, que en “Re-nacer” hay unas cosas más difíciles de comprender que otras, ¿cuáles son ellas?
        Debo recordarte, me dijo, que la verdad interior no puede ser transferida, cada ser humano es único e irrepetible, por aquello que habíamos dicho antes, de que su conciencia está formada por todas y cada una de las vivencias que ha tenido en el correr de su existencia.
        La forma, la percepción, la concepción, la volición son los procesos previos a la incorporación de conocimientos a la conciencia, y cada ser humano está signado por lo que cada uno es, de modo que cada hecho, cada palabra, es percibida, conceptualizada y aceptada de forma diferente por cada uno.
        Al respecto dice Berti: “Es evidente que el grupo tiene diferente significado para aquellos padres que llegan en estados de conciencia alte-rados, que para los que han alcanzado algún grado de paz interior.”
        “Para el entendimiento correcto de las oportunidades que el grupo ofrece a los padres para el cambio interior, es importante mencionar el hecho de que cada concepto puede tener diferentes grados de importancia y significado para diferentes personas, dependiendo, más allá del nivel cultural, social o intelectual, sobre todo,  del estado de conciencia a través del cual el acto de percepción se lleva a cabo.”

  8.     Víctor Frankl dice que “Lo más noble del ser humano, no puede ser re-flexionado y por lo tanto la verdad no puede ser expresada”, a lo que Berti agrega: “Es nuestra dimensión espiritual la que nos conecta, a través de la intuición, con la esencia misma de las cosas”.
        La verdad interior, la manera en que la vida es, no puede ser expresada, sólo puede ser vivida, por lo tanto, si no es vivida será como todo lo que se le diga a un ciego sobre la luz, será algo sobre la luz, no la luz misma.
        Tenemos pues que llegar a un estado de comprensión intuitiva, mirando hacia adentro de nosotros mismos, pues como dice Jaspers “Cada hombre es primeramente él mismo. Lo que él es, lo decide él en su interior consigo mismo, allí donde no penetra la mirada del otro, sino donde únicamente puede tomar parte el amor.”
        Recuerda lo que dice Bergson: “la intuición es la empatía a través de la cual nos transportamos dentro de los más íntimo del otro para coincidir con lo que es único y por lo tanto inexpresable”. “No debemos ir, agrega, de los conceptos a la realidad, por el contrario, debemos ir de la realidad a los conceptos, a través de una continúa creación de nuevos conceptos y una incesante fusión con los viejos. La explicación de la realidad no puede consistir en una más o menos ingeniosa adaptación de conceptos rígidos preexistentes. Es necesario usar conceptos vivientes, capaces de ser fluidos, flexibles, moldeándose incesantemente a la realidad, siguiendo delicadamente sus infinitas sinuosidades.”
        Una cosa es la reflexión, sobre lo que escuchamos y otra cosa es esa íntima conexión con ese “yo” interno que todos tenemos y que mediante la introspección nos lleva a la comprensión intuitiva de nuestra propia vida.
        Por el camino de la conceptualización, se corre el riesgo de caer en una comprensión científica, una compresión muy armada, hermosa y muy intelectual, como decíamos es la Logoterapia.   
        La Logoterapia establece los fundamentos teóricos del cambio de actitud, pero de la misma manera que no es necesario hacer un curso de Dietética para adelgazar, tampoco es menester hacer un curso de Logoterapia para cambiar de actitud.
        “Renacer”, dice Berti, “es un camino de la humanización, es un grupo de crecimiento y transformación interior, y como tal, de potencial ilimitado”.
        Hechas estas salvedades, dijo mi hermano, una de las cosas más difíciles de “comprender” es sentirnos capaces de llegar a ser esos seres tan humanos a los que podemos acceder.
        Esa actitud exige una gran fe en el potencial innato como seres humanos y una firme determinación de aspirar a ello, que es posible alcanzar cuando concebimos a nuestros hijos como los maestros que nos guiarán por ese camino.
        “Lo que usted crea definirá los límites de su poder”, dice el Dr. Robert B. Stone.
        Es por eso que debemos dejar de considerar a nuestros hijos como nuestros verdugos y llevarlos a la categoría de maestros, ahí se aprecia que es imposible reflexionar la verdad, ella llega a ti por vía intuitiva. 
        Otra de las cosas difíciles de lograr, que yo he apreciado, es el “desapego”, vivimos una cultura de “apegos” que nos liga al pasado y eso nos hace dificultoso considerar que la partida de nuestros hijos es un hecho histórico y que nuestra vida se desarrollará de aquí al futuro.
        “No debemos, dice Víctor Frankl, trabajar con los hechos del pasado que no pueden ser cambiados, sino abrirse a ese mundo en el que espe-ran las posibilidades aun latentes en sus vidas, eligiendo correctamente entre todas las posibilidades y optando por emprender el único camino con sentido que esa conmoción existencial  les plantea: el camino de la humanización.”
        Vivimos apegados a los signos materiales de la presencia de nuestros hijos en la tierra y parecería que si nos desapegáramos de tales signos, estamos traicionando la memoria de nuestros hijos, somos incapaces de pensar con flexibilidad.
        Finalmente sólo agregaré que una de las mayores dificultades es dejar de sentirse un ser sufriente, atarse a un dolor que deseamos que sea para siempre y parece avergonzarnos no responder a la imagen que la sociedad espera de nosotros, como seres dolientes.
        Así vemos a padres que se dicen cristianos y cuya fe los impulsa a vivir toda la vida para ganar el cielo, como la mayor felicidad del ser humano, que luego lloran porque sus hijos están ya gozando de esa dicha que ellos aspiran obtener para sí, luego de grandes sufrimientos en este “valle de lágrimas”.
        Pero, como decíamos al principio, cada ser humano es una individualidad, por tanto, cada uno ha de incorporar a su conciencia esta vivencia existencial, de una manera única e irrepetible, lo que promueve de nuestra parte el respeto por todas las actitudes, de la misma manera que reclamamos para nosotros igual consideración.
        Verdaderamente, “Renacer” actúa como mensaje, como agente que muestra un camino posible, una opción distinta a aquella que nuestra cultura nos impone y podemos sentirnos privilegiados de haber encontrado este camino, respetando el que sigan los demás.
        Al respecto dice Deepak Chopra: “¿Qué hay de la devastación emocional de un padre cuando pierde a un hijo?
        Hay dolor en la pérdida de cualquier ser amado, pero el dolor no tiene por qué ser profundo y duradero, si hemos absorbido la realidad de la vida, como flujo eterno en el que no hay pérdida ni ganancia, sólo transformación.
        Shakespeare escribió en uno de sus sonetos “Lloro por tener lo que temo perder”; tal es el resultado inevitable del apego a la conciencia ligada con el tiempo.
        Nuestra conciencia puede elegir entre identificarse con la limitaciones de un cuerpo físico y un yo egoísta, o liberarse en la trascendencia y la expansibilidad, esta flexibilidad es el verdadero genio de la conciencia humana, pues deja todas las posibilidades abiertas.”
        “Obviamente, agrega, hay grandes ventajas en vivir de modo permanente en la conciencia atemporal.”   
        El hecho de que otros no nos acompañen en este transitar por la vida, no debe hacer que nuestro paso vacile un instante, ni tampoco dar un paso atrás, ni siquiera para tomar impulso.

    ACEPTACIÓN Y DESERCIONES
       
        La noche antes de que ellos se fueran para Pinamar, le dije a mi hermano: quedaría una última pregunta para hacerte:
        ¿Por qué es que siendo tan claro, tan humano y tan esperanzador el mensaje de “Renacer”, resulta que los grupos no son lo numerosos que indicarían las estadísticas de fallecimientos prematuros? y ¿Cuál es la razón por la que muchos que inicialmente se acercan luego no vuelven?
        Mi hermano me contestó que la mejor contestación a esta interrogante se la dio el Dr. Deepak Chopra en su libro ?Cuerpos Sin Edad, Mentes Sin Tiempo? cuando dice que encontrar “el individuo que derrote al sistema es una rareza”.
        “Pese a que la experiencia nos enseña, que sólo las indicaciones internas son las que debemos obedecer, dice, en nuestra sociedad, recoge-mos cientos de indicaciones externas  sobre cómo vivir, se nos adiestra automáticamente para buscar el consejo  de los expertos como autoridad exterior y se ahogan las indicaciones internas, con un torrente de directivas externas, entonces, el individuo que derrote al sistema es una rareza.”
        Es difícil derrotar a la inercia que nos hace quedar en casa y esperar todo de los demás y no dar nada de nuestra parte.
        Para mí, dijo mi hermano, esa es la verdadera causa: no afrontar el esfuerzo que significa asumir una actitud interna distinta a la que nos dicta nuestra cultura, pues es más cómodo dar a la sociedad la imagen que la sociedad espera de nosotros. También lo expresa, claramente, Carlos González Pecotche cuando di-ce: “Por una tendencia muy arraigada en el ser humano, se espera siempre de los demás el noventa por ciento y aún nos parece mucho ese diez por ciento que ofrecemos.”
        Yo no hubiera querido mencionarlo, agregó mi hermano, pero en el ser humano también hay mucho egoísmo.
        El egoísmo se caracteriza por estar centrado en ti mismo  y obrar exclusivamente en beneficio propio, pues bien, hay quienes luego de obtener un beneficio personal concurriendo a “Renacer”, olvidan la causa de ese beneficio y se retiran a disfrutar de su paz, negándole a otros lo que a ellos benefició, por eso Alicia Berti dice: “Siempre de un sufrimiento hay una lección que aprender y esa lección tiene que ver con el crecimiento interior, tiene que ver con darnos y brindarnos a manos llenas a la vida, porque la  vida nos necesita, necesita seres compasivos, necesita seres generosos, solidarios y altruistas.”

    QUINTA PARTE

    PABLO JAVIER

     
                                            “Hay una oportunidad más luminosa que ésta.”

                                                                                          La Madre Teresa   

    Una Luz en la Soledad

        Mi hermano, Ana y Ulises habían estado esta vez bastante tiempo en casa y yo me quedé muy tranquilo al ver que ellos habían tomado un ca-mino, que les permitía ver la vida de una manera positiva, a pesar de la circunstancia que les había tocado vivir con la partida de Enriquito.
        Sin embargo, en la despedida, pese a que estuvo implícita la esperanza de volverlos a ver antes de fin de año, pues me prometieron volver para esa fecha, también estuvo presente la sensación de soledad en que yo me quedaría.
        Soledad, a la que yo creía haberme acostumbrado, o quizá pretendía haberme acostumbrado, pues cuando pensaba en el próximo nacimiento del hijo de Pablo Javier, mi nietito, sentía que en alguna medida, ese nieto vendría a llenar un vacío imposible de describir.
        Yo ya tenía una nietita de mi hija Virginia que se había casado hacía un tiempo con Martín.
        Ellos están radicados en Minas de Corrales  y eran pocas  la veces que yo veía a María Victoria que por entonces tendría dos años.
        La imposibilidad de dejar solo el hospedaje, agregado a la poco agradable perspectiva de que en Paso Manuel Díaz, donde debía tomar la combinación para llegar a Minas de Corrales, pudiera encontrarme con algún pariente de mi “Ex” me inhibían de visitar a María Victoria frecuentemente; sólo lo había hecho cuando alguien, como ahora mi hermano y otras veces mi amigo Carlitos Amato, se ofrecían para llevarme en su coche a pasar el día con ellos.
        Por otra parte, con su ajetreo en busca de lograr una mejor posición económica, tampoco ellos venían con frecuencia a verme.
        Es decir, fuera por lo  que fuere, razones reales o creadas por la propia mente, lo cierto es que pocas eran las veces que veía a mi nietita María Victoria.
        Ahora, con el nacimiento de “Matías”, tenía la perspectiva de verlo seguido, incluso la esperanza de ayudar a cuidarlo. 
        Había en mí, pues, una ilusión bien concreta.
        Yo veía que Pablo, igual que como lo hacen los pajaritos cuando van trayendo ramitas, una por una a su nido, también él, ilusionado con el nacimiento de su hijo, iba paulatinamente trayendo “cosas” que guardaba celosamente en su cuarto.
        Primero ropita, luego algún sonajero, regalos anticipados que recibía, hasta una cunita que le había prestado su hermana.
        Pablo acondicionaba todo con amor, pensando en su hijito.
        Yo veía acercarse el día del nacimiento de Matías y crecer en él y en mí esa ilusión tan particular que rodea al nacimiento de una criatura allegada a la familia o a algún afecto particular.
        A mí ya no me importaba recordar que un día Pablo me había dicho que ellos no tendrían hijos porque ambos habían decidido que querían vivir cada uno su vida para el otro. 
        Son cosas que se dicen sin ningún fundamento, pensé, cuando alguna vez lo recordaba, pues ahora todo había cambiado.   
        Ningún inconveniente se avecinaba mientras la naturaleza cumplía su ciclo y todo era esperado con alegría y con la natural predisposición en estos casos a sentirse contento.
        Si las había, yo no participaba de ninguna inquietud, ni siquiera de esas que son naturales, casi innatas en los padres cuando esperan una criatura, que les hace preguntar al nacer si tienen todos los dedos o si tienen algo defectuoso en alguna parte del cuerpo y luego se preocupan si tiene una orejita más arrugada que la otra, o la cabeza en forma de huevo, o una manchita en el hombro…
        El 18 de octubre de 1996, a las seis de la mañana, Pablo golpeó a la ventana de mi habitación diciéndome “nos vamos para el Hospital ya viene Matías”.
        Estaba desbordante de alegría.

    Matías

        A mí sólo me cabía esperar; inmediatamente iría a ver a mi nietito y participaría de la alegría de su nacimiento.
        Pero… el ángel voló al cielo…
        La noticia me llenó de angustia y desolación… 
        Nuevamente una muerte prematura en la familia; mi hermano Luis había perdido hacía más de treinta años a su hijito Jorge  de tan solo seis meses, luego la partida de Enriquito, ahora Matías, que sin dejar siquiera un nombre jurídicamente inscrito en esta tierra, había volado al cielo…
        Rota su ilusión, Pablo no volvió a casa… seguramente no podría ver esa cuna vacía… la ropita sin usar… cada “cosa” de las traídas al nido, le recordarían su frustración.
        Así, mi soledad, que yo había revestido de conformidad, se agrandó, al pasar Pablo a vivir en casa de sus suegros, mientras acondicionaba a los fondos de la vivienda un apartamento para vivir con su mujer. 
        Esa misma mañana llamé a mi hermano…
        Enseguida Pablo recibió una carta.

        Queridos Sobrinos:

        No creo que a nadie le sea posible, concebir los sentimientos que embargan vuestros corazones.
        Quienes hemos perdido hijos sabemos del inmenso vacío que nos deja su partida, cualquiera sea la circunstancia.                 
        Siempre habrá un antes y un después.
        La vida nos enfrenta a tener que darle un sentido a nuestras vidas sin odios, sin rencores, sin reproches ni culpas.
        Tampoco es posible encontrarle  un por qué, pese a que en nuestra mente se agolpan los “por qué” y los “si yo hubiera o hubiéramos”.
        Debemos comprender que es un hecho que no podemos modificar y que si bien quisiéramos ser nosotros los que hubiéramos partido, seguimos estando vivos y debemos darle un sentido a nuestra vida y a la vida de ese hijo.
        Ellos son el efecto de nuestro amor, y no tenemos ningún derecho a transformarlos en nuestros verdugos, sustrayéndonos a la vida.
        Frente a lo inmodificable que nos determina la vida, el ser humano es el único ser viviente del universo conocido, que tiene la libertad inalienable de asumir una actitud, y la vida nos obliga a asumir una actitud positiva.
        Actitud que no significa olvidar a ese ser querido que, pese a su transitoriedad, se arraigó fuertemente en el corazón.
        Muchos se acercarán con palabras vacías, que nos hieren, más que nos consuelan, sólo quien ha sentido idéntico dolor podrá comprenderlos, por eso, en nuestros corazones, tanto en el de Ana como en el mío habrá siempre un lugar para ustedes.
        No dejen que este dolor afecte vuestro mutuo amor, pues es lo último que ese hijo quisiera para ustedes. 
        Unidos por esa hebra misteriosa que enlaza las vidas en los momentos más difíciles, reciban ustedes el afecto que nos une a través de nuestros hijos, que nunca dejarán de tener un lugar en el corazón.
                          Cariñosamente, Enrique.
                         

    El Silencio

        Pablo vagaba como una sombra… sólo venía por casa cuando le resultaba imprescindible por alguno de los efectos personales que había dejado en su cuarto cuando decidieron mudarse apresuradamente para la casa de sus suegros.
        Yo no sabía que decirle… pensaba en mi hermano y en mi cuñada, y en todo lo que habíamos hablado de “Renacer”, y me parecía que ellos eran quienes mejor podrían ayudarlos… pero no sabía que hacer, también yo estaba sufriendo…
        A los pocos días vinieron mi hermano, Ana y Ulises y ante su presencia se renovó mi esperanza.
        Pero el silencio de Pablo era impenetrable.     
        Cuando mi hermano le habló y le entregó una revista con los conceptos de “Renacer” Pablo dijo: “La naturaleza es sabia, por algo se llevó a Matías”.
        Mi hermano me dijo que era un comienzo positivo para que Pablo aceptara la situación y lograra armonizar en su vida la circunstancia que les había tocado vivir.
        Mi hermano confiaba en que leyera la revista y que luego le hiciera algún comentario, como para poder ayudarlo. 
        En esa Revista se decía, por ejemplo:
        Que el objetivo de “Renacer” es enfrentar el dolor, aprender de él, otorgar al dolor y a la situación un sentido y en ese proceso, dar un nuevo significado a la vida.
        Que no es posible vivir la vida como si nuestros hijos fueran los artífices para arruinar nuestras vidas.
        Que el hombre es capaz de levantarse por encima de sus condicionamientos en las indómitas alas del espíritu, para  responder en libertad y responsablemente como ser único e irrepetible que es.
        Que el dolor trae consigo una enseñanza, porque explorándolo, conociéndolo  logramos llegar más allá de él, rescatando de un rincón del corazón los valores espirituales, que son los únicos que pueden salvarnos de una vida sin sentido y de una muerte en vida.     
        Que la muerte no marca el fin de todo, es sólo una necesaria etapa en la evolución espiritual del hombre, ella marca sólo el límite  de nuestra vida terrena y nos enseña a apreciarla en su verdadera dimensión para vivirla totalmente, rescatando esa olvidada espiritualidad en nuestro diario vivir.
        Que el verdadero infortunio, según dijo John Milton, es no saber sobrellevar un infortunio.
        Había en la revista un pensamiento de una madre de Renacer Montevideo, que tampoco conoció a su hijito, y que a pocos días de su partida le había escrito:
        “Querido hijo:
        Por mi condición de ser humano, he tenido la idea de acortar el camino, e irme contigo.
        Pero, hoy, a pocos días de tu partida, quiero pedirte perdón, porque he comprendido, gracias a “Renacer” que tú estás al final del camino; sí, únicamente al final de mi camino.
        Que si quiero llegar hasta ti, no puedo doblar en la próxima esquina, ni una cuadra antes.
        Que aunque el camino sea duro y pedregoso, sólo puedo volver a estar contigo, si sigo hasta el final.”
        Y con Respecto al matrimonio una madre de “Renacer” decía:
        “Cada uno debe plantearse esta pregunta: ¿No sería una opción para la vida, que ambos integrantes de la pareja se propusiera amarse y no culpar al otro?
        Amar, dice Savater, es “querer ser la causa de la alegría del otro”, amar a pesar del enojo, de la rabia, de las lágrimas, del mal humor… pues como dice Antoine de Saint-Exupéry, “Amar no significa mirarse el uno al otro, sino dirigir la mirada hacia una misma dirección.”
        Cuando mi hermano le preguntó por la revista, la contestación de Pablo fue evasiva, “la estuve viendo”… dijo, desviando enseguida la conversación.
        En esos días mi hermano se había conectado con Severo Núñez y su señora Ana, quienes en el mes de enero habían estado en Montevideo y asistieron a un reunión de “Renacer”, a raíz de la pérdida de su hijo Alvarito.
        Entre ellos organizaron una reunión preliminar para ver si era posible crear el grupo “Renacer” en Tacuarembó.
        Entonces, Ana y mi hermano invitaron a Pablo y a su esposa para que fueran a la reunión, sin embargo, sus expectativas se vieron frustradas.
        Luego dijeron, “pensábamos ir… pero… al final nos quedamos…”
        Estoy seguro que tanto mi hermano como Ana se fueron muy preocupados por no haber podido ayudar a Pablo y su esposa, pero me dijeron que esperaban que esa expresión de Pablo, diciendo “La naturaleza es sabia, por algo se llevó a Matías”, no fuera una máscara con la cual pre-tendiera estar encubriendo una dolorosa realidad interna…
        Yo también me hacía la pregunta: ¿Su silencio, no estará encubriendo una dolorosa realidad interna?

    Una Gran Incógnita

        En marzo volvieron mi hermano, Ana y Ulises.
        Por entonces, ya Pablo había retirado todas sus cosas de la habitación que ocupaba en el hospedaje y sus visitas, aunque frecuentes, eran breves.
        Quizá yo fuera responsable de su brevedad, pues, como yo tenía la costumbre de tener siempre la televisión puesta en algún programa deportivo, alguna vez, podría haber desalentado su permanencia en casa.
        Lo cierto es que yo, prudentemente, siempre me limité a preguntarle como se encontraba, tratando de no remover sus recuerdos sobre lo que le había tocado vivir.

  9.     Ana tuvo la idea de reunirnos a cenar en más de una oportunidad, buscando, seguramente, percibir si el estado de esos padres daba mérito a una acción concreta de su parte.
        Lógicamente que Pablo y su esposa habían estado en la búsqueda de las causas por las cuales biológicamente habían perdido a su hijo en el momento previo al parto.
        Al parecer, según yo entendí, el diagnóstico había sido que la madre era portadora de un síndrome, por el cual, sólo mediante un costoso tratamiento, podría lograr engendrar y dar a luz hijos viables.
        Yo recordé, entonces, aquel propósito originariamente formulado, por el cual ambos habían convenido no tener hijos.         
        Tampoco me correspondía formular opinión de carácter alguno, por lo cual, pensé que ellos llegarían sin mayores problemas a un acuerdo armonioso.         
        Tanto mi hermano como Ana, quizá por ser más conocedores de esta temática, y con una experiencia más cercana con padres que han perdido hijos, no veían el silencio con que Pablo envolvía su conducta, como un signo positivo.
        Seguramente, que el respeto por el silencio de Pablo y el hecho de no haber nacido viable su hijo Matías, y en consecuencia, no haber tenido una vida familiar, inhibían a mi hermano y a Ana para encarar abiertamente el tema frente a su sobrino.
        Pese a que yo recordaba sordos, frecuentes e ininteligibles monólogos de ella, frente a situaciones puntuales en el seno íntimo de su vida familiar, yo confiaba que ahora bajo estas circunstancias, ellos lograrían la armonía suficiente para sobrellevar la situación, a pesar de la incertidumbre que sobre sus vidas, generaba un diagnóstico tan perturbador.
        Para mí, eran ellos y sólo ellos, sin ingerencia de clase alguna, quienes debían resolver qué hacer de sus vidas.
        Pero, de cualquier manera, yo nunca sentí que estuviera en peligro la estabilidad emocional del matrimonio, pues percibía lo profundo del vínculo sentimental de Pablo para con su esposa.
        Así pasaron los días y finalmente mi hermano, Ana y Ulises volvieron a Pinamar, seguramente con la incertidumbre de la suerte de Pablo y cierta desazón por no haber podido aportar algo positivo a sus sobrinos.
        Ellos se fueron con la promesa de volver para colaborar con Severo y Ana en impulsar la creación del grupo “Renacer” en Tacuarembó.

    Barranca Abajo

        Pablo siempre fue quien, desde hace más de diez años, con muy buena voluntad, disposición, maestría y prolijidad, se encargaba de todos los arreglos eléctricos y mecánicos de la casa.
        En ese sentido había una fluida relación entre nosotros y siempre se había mostrado sereno y resuelto a colaborar, a pesar de que debía soportar mis arranques de ira frente a las defecciones de los aparatos.
        Por esos días se había descompuesto mi lavarropas y Pablo vino más frecuentemente al hospedaje, circunstancia que yo aproveché para observarlo con más detenimiento y puede ver que se encontraba preocupado y que su grado de hermetismo era aún mayor.
        Supe que estaba buscando un trabajo estable y que a esos efectos había ido por Minas de Corrales donde Martín, el esposo de Virginia, lo había puesto en contacto con algunas personas y ofrecido la posibilidad de trabajar por su cuenta, pero que él le dijo que prefería un trabajo fijo bajo dependencia.
        Esa circunstancia me llamó poderosamente la atención pues, él era electricista y siempre había preferido trabajar en forma independiente, propósito que había logrado en los últimos años.
        En ese momento no me podía explicar las razones de su cambio de actitud, pero me dijo que había poco trabajo  en su oficio y que contra su conducta anterior, prefería un ingreso seguro.
        Pocos días después me contó que había entregado un importe a un instalador para pagar una habilitación de la UTE y que el instalador no había cumplido con el encargo y, en consecuencia, necesitaba una partida para proceder a la habilitación por medio de otro instalador, pero que no tenía el dinero necesario.
        Yo me ofrecí a ayudarlo y lo aceptó. Era una pequeña partida, ínfima en relación a los trabajos que él generosamente había realizado para mí en los últimos meses.     
        Pude apreciar, entonces, un recrudecimiento de su natural introspección, un cambio en su actitud hacia el trabajo y una preocupación inusual en él por la falta de ingresos.
        Esa percepción tuvo plena confirmación a mediados del mes de junio cuando una tarde entró en el hospedaje visiblemente afectado, el rostro desencajado, al borde de una crisis de llanto.
        Estuvimos hablando largo rato y entre sollozos me dijo de su angustia… que su matrimonio ya no funcionaba más… que ella le acosa-ba permanentemente por su falta de trabajo… que la obsesiva presión que recibía ya no la aguantaba más y que, para él, había terminado su matrimonio.
        Nada me mencionó entonces del fallecimiento de su hijo.
        Yo le dije que debía serenarse.
        Entonces me contó que intentó explicarle a su esposa que si bien no tenía trabajo, no era por su culpa, que cuando se trabaja por la cuenta se tiene siempre la incertidumbre en los ingresos; que ya vendrían tiempos mejores lo cual no era culpa suya y que no encontraba un trabajo fijo como ella le exigía, pero que mientras eso transcurría él había trabajado en las cosas de la vivienda, colocando la instalación eléctrica, los sanitarios, revocando, y haciendo todo lo que estaba a su alcance, que de otra manera hubieran tenido que pagarlo y que él no estaba como un vago sin hacer nada, sino que siempre estaba haciendo algo… la cortadora de césped… y ¡cuántas cosas más!… y se puso a llorar.
        Yo le pregunté que le decía su esposa cuando él le argumentaba lo que me estaba diciendo a mí.
        “No me escucha”, me dijo, “se  pone a hablar como una locomotora, reprochándome esto y aquello y no puedo hablar”.
        Mientras Pablo lloraba contra la mesa de la cocina, yo recordé aquellos “sordos y frecuentes monólogos de ella, ininteligibles para mí, frente a situaciones puntuales”.
        ¿Cómo que no puedes hablar?, le dije cuando se calmó transitoriamente.
        No, no me deja hablar, o ¿acaso nunca te diste cuenta cuando estábamos aquí, que cuando ella tomaba la palabra no me dejaba decir nada?
        Yo pensé que no era tan grave… le dije.
        ¡Es insoportable! ¡Para mí se terminó!, exclamó entre sollozos.
        Yo sabía, por haberlo vivido en carne propia, lo que es una separación matrimonial; si no lo hubiera sabido, quizá le hubiera dicho: “ven para el hospedaje, las puertas están abiertas, tú lo sabes”, pero yo sabía lo doloroso que es una separación y entonces le dije:
        Reflexiona… no tomes una decisión apresurada… a veces una cosa que parece insalvable no lo es tanto… tómate tu tiempo…
        Me partía el corazón verlo llorar por una mujer que yo sabía que él quería casi desde niño.
        Yo sabía también, lo que es llorar por una mujer…
        Luego de largo rato se fue calmando, me agradeció, tomó su moto y se fue para su casa.
        Al otro día cuando lo vi, le pregunté ¿cómo andan las cosas?, “están mejor…” me dijo, y yo no quise ahondar, pues me pareció un entrometi-miento.
        Así pasaron algunos días y siempre le preguntaba, simplemente, ¿cómo andan las cosas? e invariablemente su contestación era: “están mejor…”
        El 5 de julio, cuando comenzaban las vacaciones escolares de invierno, vino a casa a decirme que se iba por unos días a Rivera a casa de la madre, aprovechado que su señora como maestra tenía libre esos días y que se iban a quedar para el cumpleaños de María Alejandra, la hija de Humberto, que era el 11 de julio, donde esperaba encontrar a sus hermanas.
        También entonces, cursé mi pregunta ¿cómo andan las cosas? y esa vez me dijo “bien, bien, han mejorado”.
        Entonces yo quedé más tranquilo.
        El domingo subsiguiente era el “Día del Padre”; lo veré ese día, pensé, a pesar de que va a ser un día muy difícil para él luego de la pérdida de Matías.

    “El Día del Padre”

        El 13 de Julio era el día del padre. Yo nunca había dejado de recibir un saludo afectuoso de parte de Pablo.
        Guardo, incluso, de ese día algunos regalos suyos recibidos cuando era más chico, cuando las ofrendas de los hijos, en esa época, son perga-minos, hojas u objetos con frases cariñosas alusivas al padre.
        Al pasar las horas me llamó la atención que no viniera a casa y pensé que se habría quedado hasta ese día en Rivera, por lo cual, no teniendo teléfono no se había podido comunicar conmigo.
        Pero también pensé que ese día se le podría haber presentado especialmente doloroso y su ausencia podría deberse a no querer ahondar la pena que ya habíamos tenido que vivir juntos cuando la partida de Matías.
        Hasta altas horas de la noche alimenté ese pensamiento.
        Al día siguiente, lunes, alrededor de las 15 horas, vino a casa el suegro de Pablo preguntando por él.
        Aquí no está le dije, es más, ayer lo estuve esperando, por ser el día del padre y no vino, yo pensé que estaba en Rivera.
        Inmediatamente intuí algo, ¿qué pasa? pregunté.
        Me dijo que Pablo y su hija habían venido de Rivera el sábado de tardecita y que Pablo, luego de cambiarse de pantalón, había salido en la moto creyendo que había venido para el hospedaje a traer una cartita de Geslaine que ella le había dado para mí, por ser el día del padre y que hoy, al ver que la cartita estaba encima de la mesa, venía a averiguar qué había pasado…
        ¿Cómo, que se vinieron el sábado?, dije.
        Sí, dicen que el sábado él dijo: “¡me voy, ya! ¡de cualquier manera!” y aunque no había pasaje en asientos juntos, vinieron en asientos separados, y ya digo, tomó la moto y nosotros creímos que venía para acá.
        ¿Y recién ahora se les ocurrió venir a preguntar por él? ¿Acaso pelearon?, pregunté.
        Ella dice que tuvieron una pelea común… como en cualquier pareja…
        Yo, inmediatamente, me imaginé todo…
        Nadie podrá, jamás, describir el vacío que sentí correr por todo mi cuerpo, como si bajo mis pies se disolviera el mundo… y presentí su muerte… sólo podrán imaginárselo aquellos que también un día lo han vivido.
        ¡Se tiró con la moto al agua!, grité, y salí corriendo…

       
    La Búsqueda

        Yo corrí sin saber para donde… un auto… un auto… gritaba…
        Recorrimos todos los barrancos, todos los pajonales, todos los recodos del río, los arroyos, las lagunas… y nada.
        Yo tenía la certeza de que lo encontraría…
        Al pasar las horas y no encontrarlo surgían signos de esperanza…
        ¿No se habría ido para Rivera?
        No, si recién llegaba de allí, y además con esa moto nunca llegaría.
        ¿Y a Minas de Corrales?  llamamos a Virginia… nada…
        ¿Y a Montevideo? ¿Cómo haría para llegar?… No tenía dinero… quizá sólo setenta pesos… 
        ¿Y en un camión? él conocía a todos lo camioneros de  la época en que trabajó en el Parador América…
        No; a ¿dónde iría, si no conoce a nadie?…
        ¿A casa de tus hermanos?… es  muy tarde para llamar… no, es una locura… no puede estar en Montevideo, mis hermanos hubieran llamado para acá…
        Yo estoy seguro, por una conversación que tuve con él, que se tiró con la moto al agua… pero él es un experto nadador… sí, ¿y si se ató y se tiró?, no es fácil, ya hubiera aparecido… mañana buscaremos más prolijamente…
        También estaban en su búsqueda, por otros medios, su suegro y su tío Lalo.
        Al otro día, martes, salimos con el gordo Del Río y revisamos palmo a palmo los lugares en que pudiera haberse arrojado al agua y nada, no había huellas de la moto en los lugares barrosos… nada.
        Hicimos la denuncia policial de búsqueda de persona.
        Luego llamamos a Montevideo, nadie sabía de Pablo…     
        A la noche, pasadas las veintitrés llegaron mi hermano con Ana y Ulises, también estaban conmigo Severo Núñez y Ana.
        Salíamos para Montevideo a una reunión de “Renacer”, dijo mi hermano, hoy 15 de julio es tercer martes del mes y nosotros nos reunimos los primeros, terceros y quintos martes de cada mes, pero al recibir la noticia de la desaparición de Pablo, dijimos “nuestro lugar es junto a nuestro hermano” y aquí estamos para colaborar en lo que sea, podemos aprovechar el auto, pensamos. 
        Esa noche planificamos la acción para el día siguiente; iríamos a la radio, a la televisión, distribuiríamos fotos en los comercios, preguntaríamos a sus amigos, a los comerciantes con los que estuviera relacionado, a sus clientes, a los taximetristas, en fin a todo aquel que pudiera dar una pista sobre Pablo.
        Buscaríamos por la ciudad en procura de la moto, en algún lugar debería estar, nada dejaríamos de hacer bajo el slogan, “la peor gestión es la que no se hace”.
        Sería difícil conciliar el sueño… efectivamente, no me fue posible dormir.

    La Solidaridad
       
        El miércoles 16 a primera hora, adelantándome a mi hermano fui solo a la radio Zorrilla de San martín, allí estaba “El Ratón Ortiz”.
        Al verme llegar, ya por mi cara me preguntó, “Gordo” ¿qué te pasa?
        Yo no pude contener el llanto y entre lágrimas le dije “al aire” lo de Pablo, de su desaparición el sábado pasado, de nuestra infructuosa búsqueda, de mi sospecha de encontrarlo muerto…
        Él me preguntó si había tenido algún problema. Yo le dije que tenía poco trabajo, que se había ido la semana anterior a Rivera y que había querido volver precipitadamente, que no tenía dinero encima… en fin todo eso.
        Me preguntó si era casado y cómo se llevaba con su mujer
        Sí, es casado, dicen que discutieron, pero yo en realidad no estaba, no sé bien…
        Bueno, dijo “El Ratón”: “Gordo” yo te conozco de toda la vida, tranquilízate que te vamos ayudar.
        Y dirigiéndose a la audiencia expresó:
        “Ustedes ya han oído a “El Gordo” su hijo, Pablo Javier Conde, falta de su hogar desde el sábado pasado, cualquier información que tengan, si alguien lo ha visto en algún lugar, que llame aquí a la radio… ¿tú tienes teléfono? me preguntó, no, le dije con una seña, pues no podía hablar.
        Ya saben los oyentes, cualquier información por pequeña que sea de alguien que haya visto a Pablo Javier Conde después del sábado es impor-tante y si ha pasado una fatalidad… alguien que sepa algo, o haya visto la moto, es una moto tipo “Croz” vieja, me dice “El Gordo”, de color naranja matriculada en Tacuarembó, tú toma nota Daniela, para pasar el aviso durante el día.
        Bueno, ojalá podamos ser útiles, no dejes de volver, chau, suerte, “Gordo”.
        A los oyentes: “ya saben que cualquier información pueden pasarla  a nuestros teléfonos en cualquier momento del día, gracias.”
        Yo me retiré anonadado, ¡qué difícil es, cuando uno imagina lo peor, enfrentarse a esa realidad de la vida! ¡qué difícil es pronunciar su nombre! ¡cuán difícil es captar la certeza de su muerte!
        Cuando volví a casa yo no quería hacer nada, tenía la certeza de su muerte…
        Mi hermano, ahora lo comprendo, luchando entre la posibilidad de la muerte de Pablo y la esperanza de encontrarlo con vida, estaba en una encrucijada.
        Él sabía lo que es perder un hijo y a través de su experiencia en “Renacer”, sabría qué decirme por mi hijo muerto, pero él siempre me alentó, nadie más que él y Ana, mantuvieron en mí esa pequeña llama que se llama esperanza.
        No voy a hacer nada, le dije, yo quería tirarme en la cama a llorar, no, me decía él, con afecto, “la peor gestión es la que no se hace”.
        Salimos a la calle, sin rumbo…
        Ya era tarde cuando volvimos para almorzar y volver a salir hasta la noche… ni rastros de Pablo…
        Mañana tenemos que continuar, dijo mi hermano, empezando por ir a la radio…
        Yo no puedo ir, le dije, no podría decir una sola palabra, no me salen…
        No te aflijas, me dijo, vamos juntos, pues a ti te conocen y yo me encargo de hablar.

    Un Llamado Desesperado

        A la mañana siguiente fuimos a la audición del “Ratón” Ortiz, “Banda Oriental y Tanguera”, también al programa “Adelante” de Luis Osvaldo Dini, por Radio Zorrilla y estuvimos en la Radio Tacuarembó con Sonia en su programa “Micrófono Abierto”.
        Mi hermano alentando la esperanza de encontrarlo con vida dijo:
        “Te hablo a ti Pablo, soy tu tío Enrique que cuando supinos que habías faltado de tu casa, vinimos enseguida con Ana y Ulises desde Pinamar para estar junto a tu papá y para ayudarte a ti, en lo posible, pues seguramente estás pasando por un momento difícil.
        Yo quiero decirte que la lucha es ley de la vida y que en ella encontramos siempre dificultades, dificultades a veces económicas, otra veces afectivas o de otra naturaleza.
        Tú te has enfrentado a la pérdida de un hijo, esa  es una de las crisis más profundas a las que un ser humano pueda estar sometido, tú sabes que nosotros también con Ana hemos perdido a nuestro hijo Enrique, y por eso te podemos comprender y me atrevo a decírtelo.
        Tú que has sentido la angustia de la pérdida prematura de ese hijo, puedes comprender la angustia, en este momento, de tu mamá y de tu papá, también la de tus hermanos, la de nosotros y la de todos los que te quieren.
        Si tú, por cualquier circunstancia, no quieres volver, quieres reconstruir tu vida, y no quieres saber de tu esposa o de nosotros, no importa, lo aceptamos, pero dinos que estás con vida, dinos que estás bien, envíanos un mensaje, no importa por qué vía.
        Nosotros respetaremos tu decisión, pero libera de la angustia a quienes queremos saber de ti y te queremos a salvo aunque estés lejos de nosotros”.
        Mientras mi hermano hablaba yo no pude contener el llanto.
        Yo pensaba que él estaba muerto y que jamás escucharía ese ruego.
        Después, durante todo el día, seguimos rastrillando la ciudad en busca de la moto o algún otro dato.
        A la noche, al hacer el plan para el día siguiente pensamos que teníamos que hablar con su esposa para que nos de más información.
       

    Certeza Fatal

        Y recogimos más información… pero, junto con ella, tuve la certeza de un desenlace fatal.
        Había en el corazón de Pablo una herida sangrante.
        Su frase, tantas veces repetida, sobre la sabiduría de la naturaleza, era una farsa, una careta para disimular un dolor que no había podido superar ni tampoco compartir.
        Su esposa no se había dado cuenta de su dolor, no se había enterado, que  cuando diariamente la dejaba en la terminal, volvía a su casa, y por el camino, lloraba todos los días por su hijo Matías… ahora se lo contó un amigo.
        También habían sido una farsa aquellas respuestas a mi pregunta “¿cómo andan las cosas?” luego de su llanto en la mesa de la cocina…
        Supimos que él había invitado a su esposa para matarse juntos, luego de la muerte de Matías…
        Supimos también que el sábado antes de su precipitada salida de Rivera para Tacuarembó le había dicho a su tío, que lo había invitado a tomar mate “No, no quiero”…
        ¿Qué te pasa? ven, vamos a conversar, le dijo el tío, “No, lo mío no tiene solución… lo mío es muy profundo… y nadie tiene la culpa…” ¡es la frase de un suicida!, me dije; estoy seguro que mi hermano pensó lo mismo.
        También nos enteramos del tenor de las discusiones con ella.
        Ella quería tener otro hijo, pese al riesgo que contenía su diagnostico de portadora de un síndrome fatal para la criatura, y él le había contestado: “yo te quiero a ti, no importa que no podamos tener un hijo”…
        Aquella tarde cuando lloró sobre la mesa de la cocina, quizá no sólo lloraba por sus discusiones…  por su falta de trabajo… quizá lloraba más por Matías… y por esos otros hijos que no podría tener.
        Esa semana de vacaciones, ella había insistido en el tema y él, en el paroxismo, había clamado “¡No, no quiero ir todos los años a enterrar un hijo en el cementerio!”…
        Luego lanzó aquella otra frase lapidaria: “lo mío no tiene solución… lo mío es muy profundo… y nadie tiene la culpa…”
        Ella dijo, “habíamos tenido una pequeña discusión… como en cualquier matrimonio…”
        Yo pensé: si habiendo salido de su casa el sábado de nochecita, recién a ella se le ocurrió preguntar por él la tarde del lunes, realmente no habría sido “una pequeña discusión… como en cualquier matrimonio…” como ella había dicho.
        ¡Cuán grande habría sido la disputa para demorar 44 horas en ir a buscarlo!
        Nada me faltó, entonces, para tener la certeza de su suicidio.

  10. Una Ilusión

        Pocos eran los que no sabían lo de Pablo, ya por haber escuchado directamente la radio, ya porque alguien que escuchó se lo dijo, ya por haber visto su foto en la televisión que tanto por TBO, como por canal 7, propalaron reiteradamente. 
        Encontramos madres, que dijeron “yo también lo estoy buscando… como si fuera mi hijo…”, otras que rezaban para que apareciera con vi-da… otros vecinos o conocidos que salieron a buscarlo en auto, moto o bicicleta… taximetristas que trataban de verlo… comerciantes que pedían su foto para exponerla en sus negocios… en fin, la solidaridad en todas sus ex-presiones.
        Alguien llamó diciendo que lo había visto pasar frente al local de la Universidad del Trabajo, otro que lo había visto pasar por la calle Oribe, otro que habían visto a alguien vagando por el paraje “El Abrojal” a 90 kilómetros de Tacuarembó, otro que se había cruzado con él frente al almacén “El Baratillo”, otro que lo había visto pasar con caños de electricista por la calle San Martín, otro que lo había visto a la salida del puente por la calle 25 de Mayo rumbo al centro, otro que había visto a alguien cuyas señas coincidían  con las de Pablo pernoctando en los galpones de una casa en el camino rumbo a Tambores, otro que lo había visto con la moto descompuesta en Valle Edén, alguien lo vio caminando por la calle Ríos y otro juraba que lo había visto frente a un supermercado en Rivera.
        Con esas informaciones fuimos a cada lugar, a cada rincón y hablamos con los informantes tratando de ver si realmente era o no Pablo a quien habían visto y en cierto momento tuvimos casi la certeza que se trataba de él, pues alguien que decía haberlo visto, lo conocía bien y había un radio de  acción en el cual las informaciones eran coincidentes.
        En una panadería, todos afirmaban haberlo visto ir con una mujer y una criatura, le llevamos fotos y sí, dijeron, era él, siempre venía a aquí, antes tenía un auto Opel Olimpia del 29  color azul.
        Y era cierto, Pablo, a quien ellos sólo conocían de vista, había tenido un auto de ese color y de esa marca.
        Entonces hay una mujer detrás, decíamos, y pese a que ello contradecía lo que de él conocíamos, en cierto momento casi que nos ilusionamos con que así fuera.
        Y lógicamente si alguien pudiera tenerlo protegido y oculto sin que saliera a luz, esa podría ser una mujer.
        ¡Hasta llegamos a definir su perfil!
        Esa mujer tendría que tener dinero, un lugar para cobijarlo, quizá a las fueras de la ciudad… pero él no parecía dirigirse al encuentro de una mujer aquel sábado, pues se había cambiado de pantalón y puesto un “vaquero” viejo…
        Cuando, vacilantes, se lo comentamos a la señora, yo pensé que nos contestaría: ¡si está vivo, lo mato!, pero no fue así… ella dijo: “¡Ojalá, esté con diez mujeres!”
        Una noche la policía recibió una llamada de alguien que no se identificó diciendo que mientras pescaba había visto una moto emergiendo del agua en el Paso Manuel Díaz, que podría ser de la persona buscada.
        La policía no encontró ni moto ni rastros de ella, pese a que rastrilló el río desde la madrugada hasta media tarde; era una actitud de alguien irresponsable.
        Habían pasado ya más de veinte días y a Pablo parecía habérselo tragado la tierra.
        Pero no había sido la tierra quien se lo había tragado… el 4 de Agosto, la radio anunció que un cuerpo sumergido en el lago Iporá, había apareció atado a una moto, tal como yo lo había imaginado desde el principio…
        ¡Es Pablo Javier!, dije…

    SEXTA PARTE

    “LA REALIDAD”

        “Sufrir no es agradable, pero es real, te pone en el presente… y una vez que estás en el presente puedes seguir el rastro de tus emociones hasta su fuente, que no es el dolor, sino el amor, la compasión, la verdad… el verdadero tú.”
                                                                                      Deepak Chopra

    Una Realidad Inmodificable

        No había sido la tierra que se había tragado a Pablo.
        Mi hermano fue a averiguar a la comisaría de la seccional primera, de allí lo mandaron a la décima y al volver con don César Resende que lo había acompañado, me abrazó llorando sin decir una palabra.
        Todos me rodearon, pero yo no recuerdo…
        Recuerdo sí, que dije, “ahora cierro las puertas del hospedaje y no sé cuando las voy a volver a abrir” y me dieron ganas de tirarme en la cama a llorar.
        También recuerdo que mi hermano me dijo: tú no te ocupes de nada yo voy a arreglar todo, no sé que es lo que hay que hacer, pero yo me ocu-paré de lo que fuere…
        Y así fue… yo pensé en Enriquito, en la fuerza que le había dado a sus padres… en la entereza de ellos al afrontar por veintitrés días una búsqueda, también para ellos  sin esperanza, pero dando esperanza…
        Cuando ellos me necesitaron yo huí, ahora, que yo los necesitaba ellos vinieron y se quedaron conmigo… fue Enriquito quien los inspiró.
        Y vinieron a mi mente los conceptos de “Renacer”, que ellos sutilmente habían desgranado en mi corazón… más con el ejemplo que con las palabras…
        ¿Qué haría de aquí en adelante de mi vida?
        Me parece un sueño… no, no puede ser realidad…
        Y los recuerdos de Pablo inundaron mi mente, su niñez, su adolescencia, su madurez, sus incertidumbres, sus certezas, sus ilusiones, sus frustraciones y sobre todo: Matías.
        ¿Le habría demostrado yo mi afecto? ¿Habré sido lo suficiente demostrativo? 
        Imbuido de mis cosas, de mis sufrimientos, de mis pesares, de mi soledad, ¿le habré trasmitido todo mi amor de padre?, me decía.
        Pero, ¡Ya nunca lo sabría!
        Lo que sí sé, es que de mí depende, ahora, que demuestre ese amor y ese afecto que tuve por él, de mí depende arrancar de las garras del absurdo su partida.
        No haré, me decía, que el sufrimiento me relegue a la categoría de ente y que ande dando lástima por el mundo, no, Pablo no lo querría, ni se lo merece.
        Su partida fue un acto de amor, debo respetar su decisión.
        Y nuevamente venían a mi mente los pensamientos de “Renacer”…
        Que a través de la partida de un hijo es posible comprender el verdadero sentido de la vida, como un tiempo precioso y finito que debe-mos vivir al máximo, pero de otra manera, así me lo demostraron mi hermano y Ana.
        Ese día todo sucedió con prisa inusitada, las circunstancias no daban mérito a otra cosa, me dijeron.
        Ya en el cementerio, ante la presencia de su madre, el recuerdo fue para “Pablito”, aquel bebé que un día de primavera iluminó nuestro hogar… igual que Virginia y Geslaine.
        ¿Estará él con Matías?, me pregunté.
        ¡Son las cosas insondables de la vida!
        Debo aceptar tu decisión, Pablito.
        Cuando volvimos del cementerio le pedí a mi hermano que fuéramos al lugar en que habían encontrado a Pablito y él lo hizo en silencio, pero al volver me dijo, tú que tienes la ventaja de no haberlo visto, puedes pensar en Pablito en sus momentos felices.
        No hagas ahora la película de cómo pudo haber sido, y que tu imaginación  recree a su antojo, situaciones traumáticas.                      Piensa en él cuando estaba feliz, esa es la imagen que él hubiera querido que tú tuvieras de él.
        Luego al volver a casa, dije: “voy a abrir, ya mismo, las puertas  del hospedaje, pues la vida continúa.”
        Por el apremio del tiempo, muchos no pudieron llegar al momento del sepelio, pero igual se hicieron presentes en la noche o mediante una comunicación y allí estuvieron todos; mis hermanos y hermanas, mis sobrinos, los amigos, todos quienes tienen un lugar en mi corazón, lugar que, ahora, se ha ensanchado para cobijarlos a todos.
        Esa noche descansé tranquilo y al otro día fui a la casa de fotografía e hice hacer dos reproducciones de la foto de Pablito, una para la cocina y otra para mi dormitorio.
        En el transcurrir de los días, en la intimidad de mi conciencia, adquirí el pleno convencimiento que es uno mismo, ante su propia conciencia, quien debe decidir que hacer de su vida.
        Si transformarme en un ser sufriente que tan solo pueda dar lástima, sin tener nada que ofrecer más que dolor y desesperanza, o por el contrario, en homenaje a Pablito, ese hijo que ya no está con nosotros, en vez de entristecerme y ponerme a llorar, debía ponerme de pie y cumplir el postulado ético, tantas veces escuchado: ?Quien se levanta por encima de su propio dolor para ayudar a otro ser que sufre, trasciende como ser humano.”
        Así, fui por primera vez a una reunión de “Renacer”.

    ¿Queremos Ser Mejores Personas?

        En la reunión, un padre dijo:

        “Yo tengo ochenta años, he perdido a mis dos hijos y a todos los de mi generación, ya nada esperaba de la vida, para mí la vida había dejado de tener sentido, hasta que encontré  a “Renacer”.

        Otro padre dijo:

        “Luego que perdí a mi hijo, lo mejor que me pudo pasar es haber encontrado a “Renacer”.

        Yo dije:                                                         
        “Conocí a “Renacer” desde el principio, fue como un amortiguador que evitó que yo cayera en un pozo.
        Yo no sé lo que hubiera hecho de mi vida; todo se lo debo a Enriquito”.

        Entonces, ¿cual es la mística de “Renacer”?

        Si le preguntáramos a cada padre o madre que ha perdido un hijo, si es la misma persona que antes de perderlo ¿qué nos contestarían?
        Que no, que no es la misma persona.
        Ya que no somos las mismas personas, “Renacer” nos pregunta:
        ¿Qué quisiéramos ser, peores personas o mejores personas?
        Para ser peores personas el camino es muy sencillo, basta dejarse llevar por las emociones: tirarse en una cama, pasar llorando todo el día, dejar de hacer las cosas, de vestirse, de pintarse, cerrar puertas y ventanas, olvidarse de los demás ya sean hijos, esposo o esposa, vecinos, amigos, en una palabra ser dadores de lástima.
        Si vamos a “Renacer” es porque no queremos seguir siendo esas personas.
        Cuando llegamos por primera vez a una reunión de “Renacer”, creyendo que somos los únicos a los que se nos ha caído el mundo encima o los únicos a quienes nos ha caído una bomba atómica en la casa que todo lo destruyó, de lo primero que nos damos cuenta es que no somos los únicos a los que nos ha pasado eso, hay muchos padres viviendo una situación similar.
        También nos damos cuenta que hay padres que se han recuperado y están ayudando a otros padres a trascender su sufrimiento y entonces re-flexionamos “yo también quisiera ser como ese padre o esa madre”.
        Luego nos damos cuenta que “Renacer” es un ámbito de encuentro donde en homenaje a los hijos que partieron no se va a revivir el dolor sufrido, sino a dar afecto.
        En ese momento es como si “Renacer” nos preguntara:
        ¿Qué padre quieres ser tú, para ese hijo que se fue? ¿peor o mejor?
        Surge, entonces, la posibilidad de un despertar espiritual y de tomar, ahí mismo, la determinación de ser mejor.
        Nosotros que como padres hubiéramos querido ser nosotros los que partiéramos y no nuestros hijos, debemos aceptar la realidad de la vida que nos señala que nosotros estamos vivos y debemos optar en este momento qué hacer de nuestra vida.
        Si dejarnos llevar por las emociones negativas, el llanto, la desesperación, la angustia, revivir el pasado, encerrarnos en nosotros mis-mos, vivir amargados y ser, entonces, peores personas, inútiles para nosotros mismos, para nuestros familiares, para nuestros amigos, para la sociedad, transformando a nuestros hijos en nuestros verdugos o, en cambio, en homenaje a nuestros hijos, queremos ser mejores personas, erguirnos y ponernos de pie  para vivir una vida digna para nosotros mismos, para los otros hijos, para la esposa o el esposo, para los amigos,  para la sociedad, diciéndole “si a la vida”.
        Dice Gustavo Berti: “Podemos decir sin que sea una perogrullada, que somos seres sufrientes… hasta que dejamos de serlo, y sólo podemos dejar de serlo cuando trascendemos ese sufrimiento mediante el servicio.
        Por eso van a encontrar ustedes que  hay padres que sólo sufren, y es así porque no pueden hacer otra cosa, puesto que no han asumido una actitud de servicio hacia los demás, y mientras continúen encerrados en su propia persona, sin levantar la vista de su ombligo, han de continuar sufriendo. Aquí radica la belleza de la ayuda mutua: la mejor manera de no sufrir es preocuparse por el sufrimiento de los demás, es decir, tener una actitud de servicio.”
        Hay pues dos caminos, uno muy fácil, que es dejarse llevar por las emociones, que desemboca inexorablemente en que seamos personas tristes, angustiadas y de quienes todos se apartan porque estamos dando lástima y otro camino difícil definido por Víctor Frankl como aquel que transita quien se levanta por encima de su propio dolor para ayudar a otro ser que sufre y, entonces, trasciende como ser humano.
        ¿Qué queremos hacer de nuestros hijos: los verdugos de nuestras vidas o los maestros de nuestras vidas?
        ¿Cómo quisieran vernos nuestros hijos?, ahí encontrarás el camino hacia tu verdadero tú.
        Pero, ¡cuidado! Enfrentados a esta encrucijada, luego no podremos echarle la culpa a nadie de nuestra elección.
        Es una elección hecha en lo más íntimo de nuestro ser, allí donde no interfieren circunstancias externas de ninguna especie ni persona alguna ajena a nosotros mismos.
        La partida de nuestros hijos es un hecho que no podemos cambiar, lo único que podemos cambiar es nuestra actitud frente a ese hecho tan lamentable.
        A partir de ahí, cada uno decidirá si hacer de nuestros hijos nuestros verdugos o nuestros maestros.
        ¿Y qué significa que sean nuestros maestros?
        Muchos padres han dicho “ahora no le temo más a la muerte”, otros, “he aprendido a darle el justo valor a las cosas materiales”, otros, “he aprendido a dimensionar los obstáculos que se me presentan en la vida, ahora no tiene importancia si se me rompe el auto, la heladera o se quema algo en casa, todo es solucionable”, otros “he aprendido a ser solidario, antes no me sentía solidario” otros “me he dado cuenta que existe una dimensión espiritual en el hombre”.
        Estas expresiones, surgidas de las vivencias de cada uno, significa que luego de la partida de nuestros hijos hemos aprendido cosas que antes no sabíamos y ellos nos las han enseñado, por eso son nuestros maestros.
        Por eso en “Renacer” se dice que esta demanda que recae sobre nuestros hombros no queda sin recompensa; mientras más renunciamos a nosotros, mientras más nos olvidamos de nosotros, y de nuestras emociones, más cerca estamos de nuestra esencia, de aquello que verdaderamente somos: seres humanos.
        Entonces mientras  homenajeamos con nuestras actitudes positivas a nuestros hijos, ellos se constituyen en los artífices de nuestras vidas.
        Lo cual implica una responsabilidad.
        Pero cabe preguntarse  ¿Es eso posible?         
        Cuando perdemos un hijo estamos tan llenos de dolor, que parece que no tenemos nada para dar salvo dolor y desesperanza, pero esto ha sido cierto sólo hasta que llega a nuestras vidas “Renacer”.
        “Renacer” nos propone  un cambio existencial: la pérdida de un hijo es una condición permanente, pero el sufrimiento  que ello produce no debe ser permanente.
        Víctor Frankl define al hombre  como el ser  que es capaz de liberarse hasta de aquello que lo determina.
        Nosotros somos esos seres humanos, los únicos seres  vivientes que existen en el universo conocido, que somos capaces de liberarnos aún de aquello que nos determina.
        Nos pueden arrebatar en esta vida todo, a nosotros  nos arrebataron a nuestros hijos, pero jamás  nos podrán arrebatar  esa última libertad, la más importante libertad individual que es la actitud que podemos asumir por lo que nos toca vivir.
        Entonces, descubrimos que como seres humanos, fluye en nosotros esa fuerza vital, que nos permite seguir viviendo.
        Pero como en nuestro derredor, reina el materialismo, pues el deseo todo lo colorea, a veces nos encontramos confundidos.
        Nuestra cultura nos negó el derecho  de entender lo que es la muerte, cuando también nos ha negado entender lo que es la vida, porque nacer, vivir y morir es todo una unidad.
        Ya hemos pagado el precio por aprenderlo.
        Ahora tenemos una misión y esa misión  no es la de dar lástima, no es la de sentirse un ser humano sufriente.
        Nuestra misión es asumir el compromiso  de demostrar  que somos esos seres humanos poseedores de esa fuerza vital cósmica arrolladora, que se manifiesta a través de las expresiones del espíritu.
        Estamos capacitados para ejercer con pleno derecho la libertad interna de asumir una actitud.
        Todo, por ese hijo que partió, o por esos hijos que partieron, pero también por los hijos que quedan junto a nosotros.
        Y lo primero que tenemos que aceptar es el estado en que se encuentra el hijo que partió.
        Muchos podrán, apoyados en la fe, encontrarle un lugar a ese hijo, pero no tenemos que olvidar tampoco, que hoy la ciencia ya está entrando en el umbral por el cual  nos asegura que nuestros hijos tienen un lugar y que ellos no se disuelven en la nada.
        La científica Elizabeth Kübler Ross dice: “Todas nuestras investigaciones sobre la vida después de la muerte, han revelado, más allá de toda duda,  que aquellos que realizan la transición están aún más vivos, amorosamente rodeados de un amor incondicional, una belleza más allá de lo que nosotros podemos imaginarnos. Ellos no están realmente muertos, solamente nos han precedido en el viaje de la evolución en el que todos nos hallamos embarcados; ellos están con los seres queridos, que nos han precedido en las muerte, con sus ángeles guardianes, en el reino del amor y la compasión total.”
        ¿Y nosotros qué tenemos que hacer?
        Primero que nada: autorrenuncia.
        ¿Autorrenuncia a qué?
        Renunciar a sentirnos víctimas, renunciar al propio dolor, para tender una mano al semejante, y en el mismo acto tendremos la retribución, pues:
        “Quien enciende una antorcha para alumbrar el camino de otro, está iluminando su propio camino.”
        Tenemos que asumir esa misión, pero tiene que nacer de cada uno como ser individual, como individuos únicos e irrepetibles que somos, como únicos e irrepetibles son nuestros hijos.
        Finalmente habremos logrado eso que todos buscan y que se llama la paz interior.
        Entonces, gracias a esos maestros que son nuestros hijos, seremos mejores personas, extendiendo un dulce recuerdo hacia su memoria.
       

    ¿Qué Ha Significado Para Mí “Renacer”?

        Gracias al halo protector de Enriquito, que puso a mi hermano y a mi cuñada en el camino de la solidaridad y el altruismo, por encima del propio parentesco, yo pude captar la esencia del mensaje de “Renacer”.
        Gracias a “Renacer” es posible no caer en el estado de ser sufriente, dominado por los sentimiento de angustia y de dolor.
        “Renacer” me ha permitido comprender que la dimensión espiritual de la vida nada tiene que ver con los vendedores de milagros, infiltrados en nuestra sociedad que desde niños, tantas confusiones me causaron.
        El período de “duelo” de que hablan los libros y la sicología, en un mundo dominado por una cultura condicionante de actitudes, tiene la duración temporal que cada uno le asigne.
        Como el pasado no puede ser cambiado, es inútil, innecesario y prescindible que narremos la forma en que el hijo o los hijos hicieron su partida, ni menos aún todos los pormenores involucrados en un hecho tan doloroso como inmodificable.
        Revivir la realidad dolorosa en todos sus detalles, conduce a una situación en la que damos vueltas en círculos sin salida, llevándonos a estados de lamento continuo y generando preocupación excesiva por emociones y sentimientos de los cuales es muy difícil salir.
        Frente a aquello que no podemos cambiar, pese a la condicionalidad que el ambiente quiere imponernos, el ser humano, aún tiene la capaci-dad inalienable de adoptar una actitud positiva.     
        La actitud es patrimonio de cada ser individual y no tenemos ningún derecho a transformar, por nuestra debilidad, a los hijos que partieron prematuramente, en los verdugos de nuestras vidas.

  11.     Ellos pueden ser, de proponérnoslo nosotros mismos con determinación y empeño, el fundamento de una vida más solidaria, más altruista y menos materialista, es decir, más feliz.
        Si te sientes un ser sufriente es porque tú lo quieres, al no comprender tu dimensión espiritual como ser humano y la temporalidad de tu tránsito por esta tierra.
        Nadie debería apresurarse a juzgar a “Renacer”, antes bien, cada uno debería juzgarse a sí mismo ante “Renacer”, pues su mensaje es eterno.
        Yo digo, si me ha hecho bien a mí ¿por qué no ha de hacerle bien a todo otro ser humano?         
        Siento el amor de Pablito, dándome fuerza y haciendo el bien, como lo hizo con alguien que llamó a la radio y dijo que a raíz de las palabras escuchadas en la radio había ido de Tacuarembó a Melo donde vivía su padre, de quien estaba distanciado, y se había reconciliado con él, viviendo el día más feliz de su vida.
        La vida en el momento presente es una fuerza que resume nuestros recuerdos de todas las cosas pasadas, pero no debemos vivir en el pasado y sí, adelantarnos esperanzadamente al futuro.
        En virtud del amor de Pablito, estoy haciendo ahora cosas que jamás pensé podría hacer.
        En mi corazón ya no anida ni el odio ni el rencor, los desalojó el amor de Pablito.
        Hoy cumplo sesenta años y levanto una copa por ti, Pablito, como sabes que no tomo, mi copa está llena de afecto.

                                                              Tacuarembó 21 de Marzo de 1998

    BIBLIOGRAFÍA

    Carlos González Pecotche, “Introducción al Conocimiento Logosófico”; “Deficiencias y Propensiones del Ser Humano”: “El Espíritu”.
    Khalil Gibrán, “El Profeta”.
    René Descartes, “El discurso del Método”.
    Alvin Toffler, “La Tercera Ola”.
    Gustavo y Alicia Berti, exposiciones sobre:
    “Qué es Renacer”;
    “Renacer Como Grupo de Ayuda Mutua”;
    “Algunas Reflexiones Sobre la Manera en que la Vida Es”;
    “El Ser Sufriente y el Destino”;
    “Cuando un Hijo Muere: Logoterapia y Grupos de Ayuda Mutua”;
    “Renacer: Pasado, Presente y Futuro”;
    “Fundamentos Filosófico-Antropológicos de la Ayuda Mutua”; “Sobre el Poder de Transformación del Ser Humano”;
    “Un Homenaje de Amor a Nuestros Hijos”;
    “Por Amor a Nuestros Jóvenes y Niños”;
    “Reflexiones sobre la Muerte de un Hijo”;
    “Jornadas de Capacitación, Río Cuarto, Mayo de 1994”.
    Gustavo Berti, disertaciones:
    “Renacer es un Mensaje”, (Mdeo. 21 de setiembre de 1996);
    “La Memoria Colectiva”, (Mercedes, 6 de setiembre de 1997). 
    Alicia Berti, disertaciones:
    “Para que la Vida no Pierda Sentido”;
    “No Dejamos que el Sufrimiento Nos Derrote” (Mdeo. 21 de setiembre de 1996);
    “Un Camino a Recorrer”, (Mercedes, 6 de setiembre de 1997).
    Daisaku Ikeda, “La Vida Un Enigma”.
    Boletines de “Renacer” Uruguay.
    Ruben D’Alba, “Javier”.
    Henri Bergson, “Introducción a la Metafísica”.
    Elizabeth Lukas, “Una vida Fascinante”.
    Víctor Frankl, “El Hombre en Busca de Sentido”.
    Robert B. Stone, “La Magia del Poder Psicotrónico”.
    Deepak Chopra, “Cuerpos sin Edad, Mentes sin Tiempo”.
    Elizabeth Kubler Ross, “La Muerte Un Amanecer”; “Una Luz que se Apaga”.
    Karl Jaspers, Autobiografía.
    Newsletter (Boletín de la Soka Gakkai Internacional), Tokio.

     
                      ÍNDICE                             
         
    Primera Parte: Enriquito 

    Una Llamada……………………………………………………………..    4 
    Sus Sueños………………………………………………………………..    4 
    Sus Desencantos…………………………………………………………    8 
    Cuando Todo Es Silencio………………………………………………  10
     
          Segunda Parte: En Soledad

    Mi Huida……………………………………………………………………  14
    “Yo La Voy a Cambiar”………………………………………………….  15 
    Pablo Javier………………………………………………………………..  17 

          Tercera Parte: Búsqueda

    Una Gran Alegría…………………………………………………………  20
    En el Camino………………………………………………………………  22 
    El Altruismo………………………………………………………………..  25 

          Cuarta Parte: “Renacer”

    Esperanza…………………………………………………………………..  30 
    ¿Qué es “Renacer”?……………………………………………………….  32 
    Interrogantes……………………………………………………………….  35 
    El Materialismo Limitante………………………………………………  38 
    El Valor de la Actitud…………………………………………………….  40 
    Un Compromiso Ético……………………………………………………  42 
    ¿Es Una Enfermedad?……………………………………………………  46 
    “Autorrenuncia”…………………………………………………………….  51 
    Espiritualidad……………………………………………………………….  55 
    ¿Cómo Nació “Renacer”?…………………………………………………. 58 
    Los Hermanos……………………………………………………………….  61 
    “Renacer” Visto desde afuera……………………………………………  68 
    Monumento a la Memoria de Nuestros Hijos……………………….  71 
    Lo Difícil de Comprender…………………………………………………  75 
    Aceptación y Deserciones………………………………………………..  78 
         
    Quinta Parte: Pablo Javier

    Una Luz en la Soledad……………………………………………………  80 
    Matías…………………………………………………………………………  81 
    El Silencio……………………………………………………………………  82 
    Una Gran Incógnita……………………………………………………….  84 
    Barranca Abajo……………………………………………………………..  85 
    “El Día del Padre”………………………………………………………….. 87 
    La Búsqueda………………………………………………………………… 88
    La Solidaridad………………………………………………………………. 88 
    Un Llamado Desesperado……………………………………………….. 90 
    Certeza Fatal………………………………………………………………… 91 
    Una Ilusión…………………………………………………………………..  92   

          Sexta Parte: La Realidad

    Una Realidad Inmodificable……………………………………………. 95 
    ¿Queremos Ser Mejores Personas?…………………………………… 97 
    ¿Qué Ha Significado Para Mí “Renacer”?……………………………101 
    BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………..103 
    ÍNDICE………………………………………………………………………..104 

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