Respaldo de material de tanatología

Cuando los hombres estan de luto

CUANDO LOS HOMBRES
ESTÁN DE LUTO

 

Por qué los Hombres Sufren
De Diferente Manera
Y Cómo Lo Puedes Ayudar
Licenciada Elizabeth Levang

A mi abuela, Salute Del Bel Belluz,
quien con su amor por mi hizo toda la diferencia.

Contenido
Reconocimientos
Introducción   
PRIMERA PARTE:  NUEVOS ENTENDIMIENTOS
1. Cuando los Hombres y las Mujeres están de Luto
?Sigue el Viento:  Canciones para Almas Manchadas? por Ralph O. Robinson
2. El Lenguaje del Pesar
?Mi Padre? por Jon Masson
3. El Proceso del Luto:  El Hombre Pensante
?Ya No Está Más Aquí? por Jim Amundsen
SEGUNDA PARTE:  REALIDADES Y RETOS
4. La Negación
?El Último Viaje de Pesca? por Larry D. Jonson
5. La Ira
?El Síndrome del Animal Herido? por Robert W. Ross
6. El Control
?El Pesar Resuelto? por J. B. Blair
7. La Amargura
?Sin Padre? por John L. Jankord
8. Los Comportamientos Adictivos
?El Precio del Éxito? por Richard Friberg
9. La Desesperación
?Atrapado en un Paracaídas Precioso? por Jim Murrow
TERCERA PARTE:  PROSPECTOS DE RENOVACIÓN
10. Un Tiempo de Cambio y Sanación
?Escogiendo la Felicidad sobre la Pena? por Thomas Chalfant

11. Transformación
?El Circulo de la Aflicción? por Kent L. Koppelman
Acerca de los Contribuyentes ,    Acerca del Autor  y  Fuentes

Reconocimientos

Una suave brisa roza nuestras caras conforme nosotras tres?Rachel Faldet, Karen Fitton y yo?nos sentábamos en la plataforma del tren en Norwalk, Conecticut.  Era principios de julio y momentos antes habíamos tratado de persuadir al conductor de ir un poco más rápido para que pidiéramos alcanzar nuestro tren hacia Maniatan.  Acabábamos de terminar de grabar otro programa de televisión y donde al final de la gira promocional del libro Our Stories of Miscarriage [La Historia de Nuestros Abortos Espontáneos] de Rachel y Karen.  Para cuando le pagamos al conductor la tarifa el tren ya había alejado de la estación.  Mientras nos acomodábamos para esperar el siguiente tren, nos pareció apropiado hablar acerca de hacia donde se dirigían nuestras vidas.  Karen y Rachel me animaron ese día a perseguir mi interés desde hace mucho tiempo por escribir un libro acerca de los hombres y el pesar.  Les agradezco por ese importante empujón.  Le agradezco, especialmente, a Rachel, cuyo rol en este proyecto parece crecer rápidamente con el tiempo.  Ha sido muy importante poder contar con su experiencia literaria y su amistad.
      Mi esposo, Curt, no sólo leyó cada una de las palabras que escribí, sino que también contribuyó de muchas maneras.  Sus habilidades como psicólogo clínico están impresas a lo largo del libro, y le agradezco por su consejo experimentado.  Durante todos los meses que investigué y escribí este libro, mi hija, Natalie, siempre compartió su sabiduría y amor.  Le agradezco por todos los sacrificios que hizo y por su apoyo incondicional.
      La evocadora poesía que se encuentra dentro de este libro fue compuesta expresamente para cada capítulo por Louis Cerulli, un poeta magnífico.  Louis también se tomó la exigente tarea de ayudarme a encontrar colaboradores y fue el responsable de editar sus historias.  Le agradezco a Louis por compartir sus regalos creativos y por su paciencia durante este siempre evolutivo proyecto. 
      Admiro a los hombres que contribuyeron con sus historias para este libro.  Se necesita mucho coraje compartir el dolor íntimo del pesar y me siento humilde y privilegiada de conocer a estos hombres a través de su escritura.  Les agradezco por permitirme a mi y a usted por dejarnos entrar en sus vidas.
      Muchas manos y voces le prestaron ayuda a mi trabajo.  A todos aquellos que sacaron ideas conmigo, oraron, compartieron experiencias personales, escucharon, leyeron los borradores y mantuvieron mi proyecto en sus corazones, les ofrezco unas gracias sinceras.  Entre estos queridos corazones me gustaría darle las gracias a Hill Cerulli, Brenda Crowe y la licenciada Kay Talbot.  Quiero darle las gracias especialmente a mi hermana, Julie Ehrman y a su esposo, Ferry por su apoyo constante y por su especial cuidado y preocupación por mi familia; a Farol Dahlof, quien me ayudó a investigar, a organizar sesiones y a tomar notas; al licenciado Ken Druck, quien pasó muchas horas compartiendo sus experiencias clínicas relacionadas con el tema de los hombres y también el cómo sobrevivió a la dolorosa muerte de su hija, Jenna; y a Richard Edler, cuyos esfuerzos por transformar su vida después de la muerte de su hijo, Mark, ha sido una inspiración para mi.  Principalmente, estoy agradecida a aquellos hombres y mujeres, quienes amablemente me permitieron entrevistarlos y aprender de su sufrimiento y a los amigos y colegas quienes me ayudaron a trabajar en red alrededor del país en busca de temas y colaboradores.
      Le doy las gracias especialmente a Lane Stiles de Fairview Press, cuya creencia en mis ideas y habilidades me dieron la fuerza.

Introducción
Soy completamente italiana de sangre.  Esta herencia probablemente evoca imágenes de una familia que no le teme a demostrar sus emociones.  En parte, esto es verdad en mi familia; yo sabía cuando mis padres estaban enojados y cuándo estaban decepcionados.  Tampoco era muy difícil saber cuándo ellos estaban complacidos.  Pero la tristeza o el pesar eran otra historia completamente.  No creo haber visto nunca a mi padre llorar.  Creo que nunca lo voy a ver.  Las lágrimas no son parte de su mundo de hombre.
      Cuando estaba trabajando en mi primer libro, Remembering with love:  Messages of Hope for the First Year of Grieving and Beyond [Recordando con amor:  Mensajes de Esperanza para el Primer Año de Luto y Más Allá] estaba desconcertada por la resistencia que los hombres mostraban al hablar de sus sentimientos.  Creí que así justamente actuaban mi padre y otros parientes masculinos.  Le pedí a docenas de hombres que conocía que escribieran unas cuantas líneas o incluso un pequeño párrafo acerca de la muerte de algún ser querido para poder incluir sus pensamientos y experiencias en el libro.  Mientras que muchos apoyaron el proyecto y estaban muy emocionados acerca del libro, muy pocos estaban dispuestos a compartir sus sentimientos.  Aquellos pocos que lo hicieron, hablaron sobre poderosas emociones y un intenso dolor.  Parecía que estos hombres estaban incómodos, pero ellos estaban dispuestos a dejar su aprensión por un lado para así tratar de ayudar a otros.  Todo esto era muy desconcertante para mí.
      Mi esposo, Curt, era uno de esos hombres reacios a hablar.
      He visto a Curt llorar.  Ha sucedido solamente un par de veces en dieciséis años que hemos estado casados.  Sus lágrimas siempre aparecen como una impresión hacia mí.  Aunque estoy tratando fuertemente de entender qué significan sus lágrimas y cómo debo responde yo a ello.  Sé que aunque es difícil para él superar el pensamiento estereotipo del rol masculino al ser vulnerable también es difícil.  Mi esposo es psicólogo clínico.  Él sabe qué son las emociones; generalmente, él puede nombrar sus sentimientos.  Pero como muchas mujeres, algunas veces fallo al reconocerlas.
      La primera vez que mi esposo lloró fue en respuesta a nuestra lucha constante contra la infertilidad.  Durante cuatro años seguimos la ruta interminable de exámenes y pruebas, cirugías exploratorias y más pruebas.  Los diagnósticos nunca cambiaron:  infertilidad inexplicable.  Investigamos nuestras opciones para adoptar?una lista de espera de tres años, si teníamos la suerte suficiente de calificar.  Pensamos en un estilo de vida sin niños.  Un mes agonizante tras otro, seguimos todos los procedimientos?y esperamos.
      Una noche en junio Curt se sentó a la orilla de nuestra cama y se soltó a decir en una voz  estremecedora, ?no quiero que pase otro Día del Padre sin ser padre?.  A mí se me había olvidado que en unos días sería el Día del Padre.  Mientras pronunciaba estas palabras, sus ojos se llenaron de lágrimas y empezó a sollozar incontrolablemente.  Cuatro años de pruebas, cuatro años de malas noticias, cuatro años de Días del Padre perdidos.  Él no podía controlar más la agitación.  Me sentí inútil e ignorante.  ¿Cómo había pasado por alto su dolor?
      El siguiente Día del Padre llegó y se fue, y así pasó el siguiente.  No fue sino hasta tres años después que el sueño de Curt se hizo realidad y ello solamente por dos médicos muy hábiles, una enfermera perceptiva y la gracia de Dios.  Esa fue la segunda vez que Curt lloró.
      Las últimas palabras de nuestro especialista en fertilidad fueron ?ustedes nunca tendrán un niño.  Claramente, no si la intervención médica.?  Nuestra única esperanza era la fertilización in Vitro, pero el promedio del éxito era muy baja y el costo muy elevado, por lo que optamos que la naturaleza siguiera su curso.  Me había esta sintiendo mal por más de un mes y Curt casualmente hizo el comentario de que probablemente estuviera embarazada.  Aunque ninguno de los dos se atrevió a creerlo, de todas formas, él compró una prueba de embarazo casera.  Para nuestro total asombro, la prueba resulto positiva.  Un segundo examen en la clínica mostró ser positiva.
      ?¿Qué hago ahora??  Le pregunté complacientemente al representante de la clínica que me llamó para confirmar el examen.  Todavía teníamos miedo de emocionarnos.
      Todavía incrédulos, fuimos por un ultrasonido.  Nuestro especialista en fertilidad no era tranquilizador, pero vio el latido del corazón en el monitor, se había quedado completamente sin habla.  Mientras nos sentábamos en su oficina ojeo rápido mi expediente?completamente las cinco pulgadas de éste?y siguió murmurando acerca de las pruebas inconclusas.  Sí, estaba embarazada. 

      Mi fuente se rompió el día más frío del año.  La navidad estaba solamente a unos días y las tormentas de hielo recientes hacían que viajar fuera difícil.  Mi hermana Julie, preocupada por nuestra seguridad y el manejo traicionero pidió que me fuera al hospital y que me quedara allí, aunque tuviéramos que esperar en la cafetería toda la noche.
      Más tarde, cuando llegué al hospital, ellos me llevaron en silla de ruedas a la sala de parto.  Allí esperamos el resto de la noche.  Mi espalda me dolía mucho, hasta que finalmente me pusieron la epidural.  Por la mañana, mi obstetra, el Dr. Hachiya, entró al cuarto y en unos minutos ya estábamos listos para dar a luz a nuestro hijo, largamente esperado.  O así lo creímos.  El bebé no salía y el latido del corazón bajo y la sala de pronto se abarrotó de personal.  La supervisora de piso, una ex enfermera del ejército, se paró sobre un taburete sobre mi abdomen empujando hacia abajo con toda su fuerza y gritando en mi oído, ?si quiere que este bebé viva, empiece a pujar ahora?.  El cordón umbilical estaba enredado fuertemente alrededor del cuello del bebé.
      Unos minutos tensos más tarde, el Dr. Hachiya pudo liberar al bebe del cordón y acostarla en mi estómago.  Ella no estaba respirando.  Su cara estaba como morada.  Ella chisporroteó y se ahogó con los líquidos en su garganta y no podía llorar.  Traté de hablar, llamando a Curt para que la viera.  La enfermera alcanzó sobre mi cabeza una mascarilla de oxígeno y se la puso en la cara a la bebé y en unos segundos se la llevó a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatal (UCIN).
      La Dr. Wiborg-Harvath, un pediatra haciendo rondas esa mañana, justamente entro en la sala cuando llevaron a nuestra Natalie.  Ella la vio y corrió para estabilizar a la bebé.  Más tarde ese día, después de que la enfermera del parto, Audrey Gable,  tenía dudas de la placenta, se creyó que Natalie había contraído estreptocócico Grupo B, una infección que mata a los bebés debido a su sistema inmune deficiente.  Además del oxígeno y los antibióticos que le estaban dando para limpiar la bolsa de aire que se había hecho alrededor de su corazón, se introdujo una segunda dosis de antibióticos.  Esperamos por noticias esperanzadoras.
      Curt se ocupó a sí mismo contestando llamadas de amigos preocupados y deliberando con el personal del hospital.  Él secó mis lágrimas y trabajó muy duro para animar mi débil optimismo.  Él sostuvo a Natalie con una suave ternura y negociaba solamente por unos minutos más cuando la  enfermera regresaba con ella a la UCIN.  No tengo idea de cuándo él dormía o comía.
      Pasó la Navidad.  Los regalos sin abrir de Natalie se mantenían en vigilia bajo el árbol.
      El Dr. Hachiya me dio de alta del hospital, pero regresaba temprano todas la mañanas para estar todos los momentos posibles en la UCIN cargando a Natalie, hablándole, temiendo por ella.  Curt y yo y algunos familiares pasaban las tardes cargándola y mirando su carita inocente.  En una voz tan clara y firme como podía tener, Curt le leía poemas a Natalie escritos por Robert Frost.  Reacio, Curt decidió regresar a trabajar y atender a sus clientes.
      Una tarde me dejaron parada en la estación de las enfermeras.  La vía intravenosa de Natalie había colapsado y la enfermera estaba poniéndole una nueva línea?un trabajo delicado para las venas tan pequeñas.  Estaba cansada y asustada.  Me volteé y vi a Curt que se acercaba hacia mí.  Sorprendida, me pregunte si algo malo había pasado.  Lo llamé, ?¿Qué haces tu aquí??  Se acerco más y bajó la cabeza y lentamente dijo ?Decidí que yo necesito más ayuda que mis clientes?.  El significado de sus palabras me dejó sin aliento.  Las lágrimas de rodaron por las mejillas.  Había tratado de ser valiente para mí y para Natalie, pero él también tenía miedo.  Sentía que su sueño de ser padre se esfumaba.  Su masculinidad y su identidad estaban en riesgo.  Una vez más, no había visto su dolor.  Había contado con su apoyo, el cual él me había brindado, pero yo no estaba consciente de su temor y del terrible agobio bajo el cual él estaba viviendo.
      El dolor que Curt experimentó acerca de la paternidad lo hizo a él ser un padre más atento y sensible.  Ha trabajado para ser más directo con sus sentimientos hasta cuando cree que yo no los voy a entender.  Por mi parte, trato de escuchar con más cuidado los silencios de Curt y de identificarme con la presión que siente de ser fuerte.  Nuestra querida Natalie ha ganado una perspectiva única sobre los hombres y el sufrimiento, ya que hemos compartido la historia de su nacimiento y hemos hablado abiertamente sobre nuestro dolor.  A los siete años, todavía se deleita en decirle a cualquiera que la escuche que ella hizo que los sueños de su papá se hicieran realidad.
   

  Mi interés en los hombres y el dolor es parte de la historia de mi vida.  Si usted está leyendo esto, el luto, probablemente es parte de su historia también.  Confío en que encuentre este libro como una ayuda para comprender el dolor de su pareja y el suyo mismo.  Espero, también, que se vaya animada y con esperanza.  Este libro fue escrito expresamente con estas razones.
      Las composiciones de once hombres?padres, esposos, hermanos y amigos?se encuentran dentro de las páginas de este libro.  Tomó mucho coraje para que estos hombres escribieran acerca de sus tragedias personales y por eso estas historias son especiales y tan importantes para mí.  Espero que para usted también sean especiales e importantes.  A Curt y a mí nos tomó muchos años entender que sufrimos de diferente manera.  Todavía seguimos aprendiendo.  Las lecciones que podemos obtener de hombres como John Jankord, Larry Jonson, Kent Koppelman y Ralph Robinson son poderosas.  Su mensaje es que los hombres si sufren.  A ellos sí les importa.  Ellos pueden sufrir de diferente manera, pero sufren igualmente.
      Al final de cada capítulo, encontrará una respuesta específica para considerar.  Lo invito para que piense sobre estas respuestas de ayuda y que lo puedan inspirar.  Estas tienen la intención de cuestionar sus creencias acerca de los hombres y el sufrimiento, mientras que lo equipan a usted con nuevas estrategias para ayudar a los hombres con su sufrimiento.  Estas respuestas también tienen la intención de validar sus sentimientos, deseos y esperanzas. 
      Este libro se apoya necesariamente en la generalización sacada de las vidas y situaciones de muchos hombres y mujeres.  Ya que es imposible para mí saber las circunstancias únicas de su vida, algunas declaraciones o pensamientos puede que no se aplique a usted y otras pueden sonar certeras.  Como todos los libros, tomo lo que le sirva, lo que resuene en su corazón.  Este no es un libro sobre lo que es ?correcto? o ?incorrecto? acerca del sufrimiento de los hombres, acerca de la intimidad de las relaciones o sobre las mujeres.  Es un libro para entender qué es y qué puede ser.
      Gracias por permitir que nuestras vidas se crucen.  Le deseo paz.
–Elizabeth Levang

 
PRIMERA PARTE
NUEVOS ENTENDIMIENTOS

1
Cuando los Hombres y las Mujeres Sufren

Mi sufrimiento tiembla en las ramas del árbol
Silencioso en los dedos del Invierno.
Como una alborada congelada
Manchados en lienzos del crepúsculo
Forcejean en el aire mutilado.
Todas las tardes camino con él
Enmarañado en cada aliento de niebla
Y cada nudo siempre apretando.
–Louis Cerulli

 

Sigue el Viento, Canciones para Almas Manchadas

La ambulancia salió de la subdivisión, pero las luces no estaban encendidas,  la sirena no estaba retumbando y el conductor no tenía prisa.  Debí haber atado cabos.  No fue sino hasta que mi esposa, Kathy y yo condujimos hasta nuestra casa y vimos la cinta amarilla de la policía que me di cuenta que algo estaba mal.
      Corriendo hacia la casa, pase por debajo de la cinta amarilla.  ?¿Quién es usted?? me preguntaron tres oficiales de policía conforme me rodeaban.  So el padre de Ryan.  ¿Cómo está él??  Inmediatamente, el oficial que estaba frente a mí  me vio a los ojos y me dijo, ?lo siento señor.  Él esta muerto.?  Me sentí atrapado, claustrofóbico.  No podía respirar.  Las rodillas se me doblaron y me desplomé. 
      Mientras que los amigos de Ryan corrían alrededor del jardín gritando y llorando, logré caminar aturdido hacia el carro para decirle a Kathy que nuestro hijo de dieciséis años estaba muerto.
      Una reunión de adolescentes, alcohol y una pistola que los niños habían encontrado cambió mi vida.  Ryan y sus amigos le habían quitado la tolva a la pistola ?sólo para estar seguros?.  Todos ellos habían jugado con el arma.  La habían disparado al aire dentro de la chimenea.  Ellos se apuntaron a cada uno.  Cuando Ryan jugó con el arma, el seguro de alguna manera  ya no estaba puesto.  La única bala restante en la recámara acabó con su vida.  El oficial forense me dijo que su muerte había sido instantánea.  Él dudaba que Ryan siquiera hubiese escuchado el arma dispararse.
Los años de Ryan estaban llenos, aunque cortos.  Los logros de mi hijo en el escenario como un joven actor eran impresionantes.  Un atleta, Ryan dejó los deportes conforme su pasión por la actuación, la música, la escritura y la poesía maduraban.  Él era seguro de sí mismo.  Reconocí su audacia y la respeté.  La audacia fue parte de Ryan desde muy temprana edad.
      Mi dolor llevaba muchas caras; con cada una podía surgir un torrente de pensamientos y emociones.  El dolor se disfrazaba con la comida favorita de Ryan que ya no comprábamos más, con su ropa que ya no necesitaba que fuera lavada y su guitarra que nadie tocaba.  Podía ser una reflexión apartada del lago que alguna vez llevó nuestra canoa o las palabras de una canción que a él le gustaba.  Estaba oculto en mis sueños.  El viento sonaba como el llanto de Ryan.
      Al principio, me desplomaba y lloraba.  Me sentía como un roedor en un laberinto de emociones del cual no podía escapar.  No podía salir de allí, no había salida y siempre terminaba donde había empezado.  En algunos momentos, recuerdos de Ryan venían como olas en la playa.  Los que podía ver venir los saltaba o les permitía pasar a través de mí.  Otros recuerdos venían de atrás sin ninguna advertencia y me tiraban al suelo.
      En el primer aniversario de la muerte de mi hijo, caminé al cementerio, escuché en audífonos las canciones que tocaron en la escuela de Ryan en su ceremonia de conmemoración.  Un camión repartidor  llegó al tope de la montaña y tuve la escalofriante intuición de que necesitaba detener ese camión.  No esperaba nada, pero le hice señales al conductor y le pregunté si ella tenía algo para los Robinsons.  Ella me vio sorprendida.  Firmé por el paquete, lo puse bajo mi brazo y seguí caminando.
      Mientras caminaba hacia el cementerio, vi algo que parecía un listón blanco en el suelo que se suspendía hacia el otro lado de la lápida de Ryan.  Los amigos de Ryan habían dejado cosas diversas allí a lo largo del año:  señuelos de pesca, discos compactos, notas, molinetes, flores, llaveros, poemas.  Me pregunté.  ?¿Por qué un listón blanco??  Cuando tuve a la vista la lápida completa, me di cuneta que el listón era la correa de una guitarra eléctrica.  Al recordar el amor de Ryan por las guitarras, caí sobre mis rodillas y sollocé.  Me sentí como arañando la tierra para sacar a mi hijo de donde estaba.
      Más tarde, después de hablar con Ryan, abrí el paquete.  Dentro había dos cajas envueltas en regalo y un mensaje escrito a mano de parte de un amigo cercano.  En la parte de arriba de la nota mi amigo había escrito, ?En Memoria de Ryan Jon Robinson.?  Mi amigo dijo que había comprado varios discos compactos hace un año el fin de semana que Ryan había muerto.  Irónicamente, todos los discos contenían canciones acerca de la muerte de un ser

querido.  Como tributo a Ryan, mi amigo me envió estas canciones en una cinta de audio e incluyó una caja de madera de cerezo para almacenar allí la cinta.
      Toqué la cinta.  Después de la primera canción, a pesar de que pensé que nunca iba a poder escucharla completamente.  Las palabras trajeron tanto dolor.  Richard Shindell cantó, ?Nunca hubo una advertencia / Nunca hubo una señal / Es que solamente me levanté esta mañana / Y la eternidad era mía.?  Yo conocía este sentimiento muy bien; no necesitaba la música para que me recordara de ello.  ¿No era la muerte de Ryan, mis recuerdos y mis pesadillas suficientes?  La canción de Shindell continuó, ?Pero tu no sabes con lo que estás lidiando, no tienes ni la menor idea.?  Pensé, cómo desearía no saber con lo que estoy lidiando.
      Varios días después, camino al trabajo, volví a escuchar la cinta.  Mientras conducía, la letra de una canción de Catie Curtis se mofó de mí, ?Solamente se hace más difícil cuando te preguntas por qué.?  ¿Cuántas veces me había hecho esa pregunta?  Me pregunté.  ¿Por qué él?  ¿Por qué nosotros?  ¿Por qué nuestra familia?  ¿Por qué un niño de dieciséis años con talento, con tanto qué ofrecer?  La canción de Curtis continuó, ?Estoy cansada de todo el peso / Estoy cansada de ser fuerte.?  Me acordé de las veces que desde la muerte de Ryan pensé en acabar con mi propia vida.  Estar vivo dolía demasiado.  Era cuestión de balance.  Pensé que vivir con mi dolor tenía que ser peor que mi propia muerte.  Estaba cansado de ser fuerte.
Aún conduciendo, escuché la canción de Diane Zaigler.  Ella cantó, ?Caí de rodillas en la tumba de mi hermano / Siete años completos han pasado desde que murió.?  Las palabras me hicieron llorar.  Me acorde de haberme desplomado en la tumba de Ryan al ver la guitarra.  Mientras continuaba en la carretera, la gente me miraba fijamente desde las ventanas de sus carros.  No me importaba lo que la gente pensaba.  Me dejé que las lágrimas corrieran y se sentía bien.
      Encontré que el mejor momento para escuchar la cinta era en la mañana mientras conducía hacia el trabajo.  Le di la bienvenida a la soledad, a la privacidad que me daba la cámara aislada de mi vehículo.  Estaba trabajando mi forma de pasar  a través de todas estas canciones una a una.  Cada una tenía un significado, cada una desataba emociones con las que yo estaba mejor sin alejarlas.  Estaba dejando ir la frustración, la rabia y la tristeza encerrada.  Después de mi viaje al trabajo de cuarenta minutos, llegaba al trabajo con los ojos borrosos y rojos.  Empecé a llevar Kleenex en el carro.
      Una canción de Archie Roach me hizo darme cuenta que es imposible entender cuánto un padre ama a su hijo hasta que ese hijo no está.  Las palabras de una canción de Steve Fisher me ayudaron a darme cuenta que gran parte de mi vida estaba definida por la vida de Ryan.  Pensé que la mayoría de los niños no pueden entender qué gran parte de la vida de sus padres está explicada por sus actividades diarias.  Pensé en mis dos hijas vivas.
      Con el tiempo, mi esposa, Kathy, y yo asistimos a una reunión regional de una organización de duelo para padres y hermanos.  Allí había más de trescientas personas, todas escuchando al orador principal.  Era un sentimiento agridulce mientras me daba cuenta que no era el único que había experimentado una terrible pérdida.
      Más tarde ese día, nos dividimos en grupos más pequeños.  Kathy y yo nos sentamos con personas que estaban lidiando con ?pérdidas trágicas??muertes sin anticipación o aviso.  Asombrados de las historias de muerte, escuché atentamente.  Aunque parecía imposible, había pérdidas que parecían más trágicas que la nuestra:  niños de la misma familia que habían muerto al mismo tiempo, niños que habían luchado con enfermedades que los lisiaban, niños que habían sido asesinados.
      Mientras escuchaba estas historias, las palabras de una canción de Dougie MacLean de la cinta se vinieron a mi mente.  En mi mente, él cantaba, ?Estas alas rotas no van a volar / Estas alas rotas no van a volar?para nada.?  De hecho, durante todo el día en la reunión escuché canciones en mi cabeza.
      Además de conectarme con la organización del duelo, también había estado viendo a un terapeuta que me dijo ?para mantener el duelo moviéndose, no lo niegue o lo reprima.?  En algún momento, cruce la esquina.  Ya podía escuchar las canciones de la cinta sin sollozar inconsolablemente.  Podía pensar en Ryan y sonreír.
 

    Las canciones me habían ayudado.  Decidí que estas podía estar a la disposición de cualquiera?no solamente para mí?que estuviera lidiando con la muerte de un ser querido.  Me di cuenta que la música podía ayudar a la gente a lidiar con el duelo de una manera productiva.  Sentí que tenía una misión.
      Con el tiempo, contacté a cada uno de los músicos y recopilé un disco compacto.  El título, ?Follow the Wind:  Songs for Stained Souls? (Sigue el Viento:  Canciones para Almas Manchadas) está inspirado por uno de los poemas de Ryan que encontré después de su muerte.  Ryan había escrito, ?Sigue el viento a otros lados que te llamen.  ¿Puedes capturar la vida que aún está por vivir?  Esa alma manchada se puede limpiar con el tiempo y con fe?.
      Después que terminé de hacer el disco compacto, alcancé un nivel de aceptación de la muerte de Ryan que nunca creí que fuera posible.  Para mí, la música y mi envolvimiento en la organización del duelo fueron parte importante para poder con el dolor.
      Mi hijo está en mi corazón todos los días.
      En mi corazón también están las letras de Richard Shindell, ?Pero estás a la mitad del mundo de lejos.  Es muy poco lo que puedo decir ahora, pero que siempre te amaré y que siempre te extrañaré y que siempre será bienvenido?.
–Ralph O. Robinson

 

El luto es una experiencia de la cual no podemos escapar.  Hay una mínima forma de escondernos del sufrimiento emocional que nos causa la muerte de un ser querido y no existe la posibilidad de aislarnos a nosotros mismos del mundo que incluye la pérdida de trabajo, enfermedades catastróficas, divorcios, abuso, acoso y violación.  El luto crea una angustia intensa y un dolor indiscutible.  Es complejo y constante.  No importa qué tanto nos esforcemos por eludirlo, la posibilidad del dolor siempre está presente en nuestras vidas.
      Mientras que el dolor es inevitable, la mayoría de las personas no están preparadas para los tumultuosos sentimientos y pensamientos que trae.  El trauma de una muerte o una pérdida deja a muchos de nosotros sintiéndonos ansiosos,  aturdidos, aislados, impresionados, confundidos, vacíos, deprimidos, irritables, enojados, tristes.  Los sentimientos del duelo hostil y ajeno y no estamos seguros de cómo seguir adelante.  El sentimiento de estar paralizado e inmovilizado por la dura realidad se apodera de nosotros. 
      El luto crea una sensación de caos.  Destruye nuestra conexión con una realidad familiar, moldeada y confortable.  Nos roba nuestros sueños y nos engaña con nuestro futuro.  Lo que era, ha terminado.  Mientras que el mundo continúa apresurado y vibrante nuestro mundo se detiene.  El tiempo se detiene para nosotros.  A pesar de nuestros sentimientos, el mañana continúa llegando.
      El luto cambia irrevocablemente nuestras vidas.  Lo que creíamos ayer puede que ya no mantenga ninguna realidad.  Nuestra mente da vueltas en el dolor por las oportunidades desperdiciadas, las palabras desagradables o duras que dijimos y en las promesas que hicimos que nunca mantuvimos.  Cualquier cosas que creamos para lo que la vida nos haya preparado, siempre somos ingenuos al dolor.  El sufrimiento es una prueba de verdadero coraje y la tenacidad del espíritu humano.  El luto siempre nos recuerda la fragilidad de la vida y la necesidad de vivir la vida en su momento.  La historia anterior escrita por Ralph Robinson nos habla de estas solemnes verdades.
      Lo que nos trae la profundidad del dolor y la angustia de la muerte o pérdida es el convencernos que somos impotentes e incapaces de sobrevivir.  Queremos una respuesta mágica o por lo menos queremos una forma de calcular el tiempo que nos tomaría sanar?alguna garantía de que no vamos a sufrir por la eternidad.  El acto del sufrimiento es debilitante y exhaustivo.  Su duración es indefinida.
      El luto nos causa traumas físicos, emocionales, espirituales y a nuestro ser cognoscitivo.  El pecho y el abdomen nos duelen siempre.  Tenemos problemas para respirar, concentrarnos y pensar.  Experimentamos el aislamiento social y la presión económica.  Los amigos, la familia y los compañeros de trabajo sirven de fuente como consuelo y ánimo o puede que a ellos no les importe o no lo comprendan.  Podemos escuchar nuestra satisfacción por temas vacíos y  clichés insensatos o podemos ser muy afortunados  para descubrir una red de apoyo para tranquilizarnos y ayudarnos.  Nuestra fe religiosa puede estar a prueba mientras luchamos con el pensamiento de cómo algo malo nos pudo pasar.  Por mucho, la muerte puede parecer el único alivio del peso opresivo del dolor.
      Cuando tratamos de ignorar o negar el dolor, éste trata de buscar la manera de ser reconocido.  El dolor no se evapora o se disipa porque nosotros ignoremos nuestras emociones.  Esas emociones solamente se expresan por sí solas en otro camino indirecto.  La adicción, el abuso u otros comportamientos destructivos son substitutos pobres para el trabajo del dolor.  Por mucho, el evitarlo nos lleva a la desesperación y a la depresión?una incapacidad para tan siquiera encontrar una pequeña esperanza en el día más radiante.  El luto no es un anfitrión amable.  Toma su partida cuando él está listo, no cuando nosotros estamos listos.
      No hay dos personas que experimenten el luto de la misma manera.  Ya sea hombre o mujer, viejo o joven, sueco o Nativo Americano, Protestante o Católico Romano el luto es un proceso individual.  Es un latido rítmico único  de corazón de cada uno o el paisaje caleidoscópico de la mente de cada uno.  Nuestro dolor es solamente nuestro.  Cómo nosotros reaccionamos, procesamos o sobrevivimos al dolor depende de un sinnúmero de factores que solamente nosotros conocemos.  No existe una receta de cinco pasos a seguir, no hay plantillas que determinen, manejen o prescriban cómo cada uno sufrirá.  Después de todo somos individuos.
      Aunque expresados de una forma única e individual, el dolor tiende a manifestarse en patrones y procesos generales.  Mucha gente dice que ellos encontraron algún tipo de consuelo al saber qué etapa o pasos del luto podrían experimentar mientras luchan para sanar.  Todavía no existe un mapa que pueda definir con precisión nuestro camino a través del luto.  Lo único que nosotros tenemos son puras generales, rayos de luz que iluminan nuestro oscuro y estrecho camino.  Como mucha gente sabe, el proceso del luto no es fácil de definir.
      La vida es sobre cambios y las ocasiones de cambio presentes para el crecimiento, la adaptación y la renovación.  Algunas veces toleramos o permitimos el cambio.  En otras ocasiones, somos arrastrados pasivamente sin poder resistirnos a su poderosa fuerza.  El luto es el director del cambio.  Las muchas opciones y decisiones a las que nos enfrentamos en nuestro dolor  alteraran indiscutiblemente el camino de nuestra vida.  Nuestro camino ha cambiado, externa e internamente.  No hay marcha atrás, no hay forma de recobrar el pasado.  Estamos en un estado destrozo de incertidumbre.
      Muchos de nosotros respondemos al luto con negación, cólera, amargura y desesperación.  Reñimos en contra de la devastación que nos ha ocurrido y peleamos desesperadamente por controlar lo que ha quedado de nuestra vida.  Otros vienen a tratar el luto como un proceso de descubrimiento y permitirle transformar sus actitudes, prioridades y perspectivas de la vida.  Ellos persisten en sobreponer la crisis de su vida y aferrarse a la promesa de sanación.  Muchas cosas buenas en nuestro mundo, como los esfuerzos de Ralph para llevar la música a nuestro dolor, pueden atribuirse a aquellos que dirigen causas y preocupaciones que nacen de su luto.
      El cambio es inevitable en el luto, pero raramente es predecible.  La sanación sí sucede, la vida desarrolla un nuevo ritmo y patrón, pero cómo o cuándo va a suceder es parte del desconocimiento del luto.  El dolor no se puede apremia o apresurar.
      El luto es una experiencia como ninguna otra en la vida.  La mayoría de nosotros encuentra imposible comprender el duro giro que nuestra vida ha tomado y buscamos desenfrenadamente el orden, la sanidad y la compasión.  Lo que la gente desea, casi instantáneamente, y algunas veces secretamente, es el apoyo.  Sabemos que no podemos enfrentar nuestra tragedia solos, y no podemos sobrevivir en la soledad.  El luto es un tiempo de necesidad.
      Aunque la tragedia con frecuencia separa a la gente y hace más obvia la diferencia radical en los estilos de arreglárselas.  Esta división es  más evidente entre géneros.  En un momento, cuando los padres apesarados quieren mantenerse unidos el uno con el otro para encontrarle sentido a la muerte cruel y prematura de un niño, cuando un esposo sin trabajo quiere el ánimo de su esposa mientras busca un nuevo empleo, cuando una mujer atacada por el cáncer quiere la comprensión de su compañero mientras ella enfrenta un agotador curso de radiaciones y cirugía, los sexos con frecuencia no saben comunicar su dolor o conseguir el apoyo el uno  del otro.
      Los hombres y las mujeres que son parejas íntimas tienen una conexión privilegiada forjada de amor, respeto y admiración.  Esta conexión le da a la pareja una capacidad enorme para confortarse y darse consuelo el uno al otro.  En el mejor sentido, la unión le da a las parejas la habilidad de ver más allá de las diferencias y asirse firmemente ala línea de la vida de la esperanza.  ?Diferente? no tiene porqué significar malo o incorrecto, inferior o deficiente.  Y ?diferente? no tiene que terminar en la ausencia de comunicación y apoyo.
      Todos queremos sufrir de la forma correcta.  Aunque muchas veces los hombres y las mujeres niegan el dolor de sus parejas e intentan legislar cómo ellos tienen que sufrir.  Las mujeres tienden a interpretar a los hombres como que están carentes de emociones y renuentes a expresar verbalmente su angustia.  Para las mujeres, los hombres parecen no tener sentimientos ni palabras.  Pareciera que no tienen lenguaje para el dolor, ni habilidad para poner en palabras a su experiencia.  Las mujeres con frecuencia están desconcertadas cuando ocasionalmente caen las lágrimas silenciosamente durante una película o cuando  interrumpe un rápido sollozo en alguna canción de fondo.  Ellos se preguntan si esa expresión lamento es la suma del alcance de su dolor.
      Muchas mujeres hablan sobre sus sentimientos con aparentemente poco esfuerzo.  Ellas parecen dispuestas a compartir abiertamente sus llantos, lágrimas y sollozos.  El dolor raramente es inhibido; más bien, muchas mujeres tienden a expresarlo exterior y públicamente.  Las acciones de las mujeres parecen estar basados completamente en contraste a la aparente imperturbabilidad y falta de sentimientos de los hombres, lo cual las mujeres perciben como una evidencia de que a los hombres simplemente no les importa.  Las mujeres concluyen en que los hombres son tan fríos y tan duros como negros barrotes de prisión.  Justificado o no, ellas declaran que los hombres son insensibles e incapaces de amar verdaderamente.
      Los hombres tienden a sentirse tan confundidos con la forma de sufrir de las mujeres.  Muchos hombres crecen cansados de lágrimas y llantos y reprenden a sus parejas a lo que ellos se refieren como dolor auto infligido.  Aparentemente, no están inclinados a permitirse ellos mismos de una manera similar, estos hombres se distraen a sí mismos de su dolor para poder continuar con sus trabajos o sus vidas.  Para que no los controle el dolor, ellos trabajan para fortalecerse en contra de sus frágiles emociones y para mantener su dolor en privado.  Estos hombres se cuestionan por qué su pareja refunfuñan e insisten en insisten en contar y volver a contar su tragedia.  Los hombres saben que la historia está grabada por siempre en las paredes de sus mentes; no necesitan que se los estén recordando.  Finalmente, muchos hombres se enfadan o desilusionan cuando sienten que fallado al reparar el enorme vacío que hay en el corazón de sus parejas.
      Los sexos tienen un lenguaje diferente para el luto.  Las formas en que ellos procesan sus emociones son únicas también.  Los hombres tienden a pensar  la forma de superar el dolor; el intelecto es su guía.  Las mujeres parecen sentir su forma de superar el dolor; la emoción es su piloto.  Muy a menudo los hombres dicen que no tienen palabras para el luto, y se describen como silenciosos.  Es como si los hombres tuvieran una falta de lenguaje universal para transmitir sus sentimientos o darles expresión a sus experiencias.  Ellos se sienten paralizados.  Las mujeres parecen no poder ir más allá de sus sentimientos.  El dolor eclipsa sus vidas.  Muchas nos confían que anhelan acabar con las lágrimas y, de hecho, se sienten envidiosas de que los hombres regresan fácilmente a la acción y siguen con la rutina cotidiana de la vida.
      La incongruencia en la forma de sobrellevar el luto entre los hombres y las mujeres claramente inflingen pérdidas en las relaciones.  El divorcio, la separación y la discordia marital son extremadamente altos entre aquellos que han experimentado una pérdida o dolor.  La mayoría de las mujeres sinceramente quieren abrirse paso a través de su pareja para saber, qué o si hay algo en su corazón.  La mayoría de los hombres también concuerdan en que quieren dejar las farsas y por una sola vez sentirse comprendidos en su dolor.  Todos nosotros tenemos el derecho de estar de luto tanto y tan fuerte como lo necesitemos.  A través de la íntima conexión con nuestra pareja, tenemos un lugar en donde podemos encontrar un apoyo auténtico, validar nuestros sentimientos y darnos permiso el uno al otro para sufrir a nuestra propia manera y de acuerdo a nuestro tiempo.

Concéntrese en las posibilidades
Los hombres y las mujeres pueden caminar juntos en pena.  Como íntimos, podemos empezar a comprendernos el uno al otro mucho más.  Cuando las mujeres se concentran en todas las formas posibles que existen del dolor, ellas pueden ser testigos del coraje de su pareja.  Ellos pueden experimentar la importante desesperación del otro, no solamente estremecerse ante su enojo o su rabia.  Si enfocamos nuestro dolor como pareja íntima, nuestras conciencias se infunden con respeto, empatía, comprensión y confianza.  Como una estrella polar brillante en el cielo de la noche, estos valores pueden guiarnos a pasar nuestras dudas y miedos y guiarnos más allá de las restricciones que nuestras expectativas y perjuicios nos dan.  Nuestra unión íntima nos recompensa con una apreciación de nuestra singularidad y una sensación de buena fortuna por la fuerza que cada compañero le da al viaje a través del luto.
      Cuando las mujeres se concentran en las posibilidades en su relación, ellas expanden su potencial para sanar.  A través de una nueva comprensión, ellas ganan fuerza y esperanza para combatir la carga y la desolación del dolor.  Estar de luto es una experiencia horrenda hecha mucho peor cuando la relación íntima se hace corta y el confort y el apoyo que tanto se necesitan están ausentes.  Abrir la mente uno del otro a nuevas otras posibilidades permitirá que la intimidad crezca.
      El dolor no distingue géneros.  Los hombres sí sufren.  El suicidio de un niño, el comienzo de la demencia en un padre y la inminente pérdida de trabajo son eventos que te devastan la vida.  Aunque sus sentimientos y palabras parezcan incongruentes para muchas mujeres, los hombres experimentan un nivel de angustia y desesperación que reflejan eso de las mujeres.  El hecho de que muchos hombres deciden no hablar sobre sus sentimientos, no significa que no tengan sentimientos, sino que no tienen palabras para expresar sus sentimientos ante la cara sin sentido e incomprensible de una tragedia.  Los hombres están en una doble obligación.  Les pedimos que honren el código masculino protegiéndonos y defendiéndonos, aunque también les exigimos que ellos sean tiernos y sensibles.  Nosotros les decimos a los niños que dejen que mamá les dé un beso para curar sus heridas, aunque los reprendemos cuando no son fuertes cuando sus amigos o hermanos se burlan o lo molestan.  Con mucha frecuencia, se encuentran atrapados en el medio.
      A través de nuestro amor y preocupación el uno para el otro, encontramos el coraje, la paciencia y la compasión para reconocer y respetar nuestro dolor en común.  La reciprocidad nos anima a liberarnos el uno al otro para poder llevar el luto a nuestra propia manera y a nuestro propio paso.  Esto nos permite dar un apoyo auténtico de una manera que no aprieta, permite o crea una dependencia.  El dolor no debe ser un punto de división, sino un punto de conexión.


6 thoughts on Cuando los hombres estan de luto

  1. 2
    El Lenguaje del Dolor

    Cada lágrima quema mis ojos,
    Burlándose de mi problema.
    Deseo agarrar mi pulgar y
    Meterlas de nuevo hacia dentro.
    Lucho por una expresión en blanco,
    Antes he visto una apariencia corpulenta
    Empezando con cada mirada al espejo por la mañana.
    Yo invento un silencio con una lengua rota.
    –Louis Cerulli

    Mi Padre

    ?Desde hace cinco meses sabes que la posición de editor de deportes está vacante.  ¿Por qué decidiste aplicar para el trabajo ahora?? me preguntó uno de los editores del periódico que me estaba entrevistando.
          Le expliqué que hacía cinco meses, mi esposa, Patrice estaba esperando nuestro primer hijo y que todavía estábamos estableciéndonos en nuestro nuevo hogar.  Me había sentido confiado de que podía hacer el cambio del personal de escritores de deportes a editor de deportes, pero creí que los cambio y el estrés subsiguiente sería demasiado y muy bueno.
          Empecé diciendo que mi padre había muerto cinco meses antes de que se notificara el puesto. Cuando mencioné la muerte de mi padre al equipo de editores, ya no pude seguir hablando.
          Las palabras para una explicación no me salían.  Se atoraron en lo más profundo de mi garganta.  Tosí, como si eso fuera a dejar las palabras libres.  Mis ojos se llenaron de lágrimas.  Mi corazón se aceleró.  Vi a los cinco editores sentados a la mesa, como esperando algún tipo de ayuda.  Quería decirles que hacía cinco meses no me sentía listo para los retos de un nuevo trabajo.  Quería decirles que cuando recién se abrió la posición, todavía estaba de duelo.

          Mi entrevista se estaba alterando?porque amaba a mi padre y él ya no estaba más.
          No había anticipado mi reacción?mi discapacidad para decir lo que pensaba.
          Todavía puedo ver a mi padre en la cama del hospital el día que murió.  A su alrededor estaban el capellán del hospital, el pastor de su hogar y su familia?mi madre, mi esposa y yo.  A la edad de 81 años, mi padre no pudo superar los efectos repentinos y dramáticos de ?Wagener vasculitis? (inflamación de los vasos sanguíneos), una rara enfermedad que atacó sus riñones, pulmones y vasos sanguíneos.  Murió dos días antes de la Navidad de 1996.
          Justo después de que murió, mi madre se inclinó hacia delante y besó a mi padre en la frente.  Acarició con su mano su suave y blanco cabello y le dijo lo mucho que lo amaba.  ?Ya lo extraño?, dijo ella.
          Poco después de que mi padre murió, entro una tormenta de nieve.  Parecía lo apropiado, ya que él había nacido un día nevado de febrero.  Él amaba los meses de invierno?cortando madera, paleando nieve y caminando en los bosques.  Él pidió que en su funeral se tocara ?Winter Wonderland?, y como entrada su funeral estuvo marcado por una nevada.
          Mi padre, Frank, fue nombrado oportunamente.  Su rectitud podía hacer que el ?más correcto políticamente? se avergonzara.  Para mi padre, existía lo ?correcto? y lo ?incorrecto?, un hombre que pasó la mayor parte del tiempo de su carrera de la ley y el orden como un oficial de policía juvenil.  La honestidad y la integridad eran sus marcas fijas.  Él era severo, pero justo.
          Después de la muerte de mi padre, tuve en mi mente recuerdos vívidos todo el tiempo.
          Cuando yo era un niño, él me cortó el pelo.  El corte de rapado y el corte de guacal eran sus especialidades.  Él me decía que me comiera mis guisantes, todas esas cuatro despreciables criaturas que yo había dejado alrededor de mi plato.  Una vez me sugirió probar un nuevo postre que él había hecho para nosotros dos?una malteada de melón.  Él me defendía cuando yo estaba equivocado.  Él me preguntaba qué había aprendido en la escuela.  Él me lanzaba la pelota de baseball?algunas veces alta y otras veces baja, algunas veces en el suelo?para que yo fuera un buen jugador de primera base.
          Cuando yo era adolescente, una vez lo llamé después de que dejé las llaves del carro adentro en un partido de baseball de los Brewers de Milwaukee en el Estadio del Condado de Milwaukee.  Él no gritó, pero manejó los vente minutos desde nuestra casa hasta el estadio y nos llevó a mi amigo de la escuela y a mi a comer luego del juego.  Cuando yo escuchaba en el radio de mi carro, canciones pop retumbando fuertemente, él decía, ?¿y a esto le llaman música??.  Me acuerdo cómo se apresuraba por llegar a casa luego de la iglesia los domingos para no perderse el saque  para el partido de los Green Bay Packers.
    Justamente dos días antes de que él muriera, mi padre se preguntaba si mi esposa y yo teníamos un abogado que nos hubiese leído la transacción por la compra de nuestra casa.  Su mente estaba muy entusiasta, pero su cuerpo estaba fallando.  Él sabía que ya no iba a estar con mi madre.  Ellos habían estado casados durante cuarenta y cinco años.  Él sabía que no estaría vivo cuando mi primer hijo naciera.
          La muerte de mi padre es dura para mí.  Él ya no está alrededor para responder a mis preguntas.  Él ya no está para compartir mis logros.  Él ya no está aquí para darme amor y apoyo.
          No debería de haberme sorprendido que cuando empecé a hablar sobre la muerte de mi padre, durante mi entrevista de trabajo, mi voz se quebrara con emoción y no pudiera seguir hablando.
          Es mucho más fácil para mí escribir acerca de la muerte de mi padre que hablar al respecto.  Después de todo, escribir es mi trabajo.  El escribir es mi manera de expresar mis los sentimientos encerrados dentro.  Aún así la tarea es desalentadora y no sin lágrimas en los ojos.
       

      Mis lágrimas si salen.  Algunas veces, salen en el teclado de la computadora.  Otras veces, salen cuando voy manejando mi carro y escucho esas canciones pop en la radio ?que ellos llaman música? o mientras veo a mi hija, Gabrielle, en su silla de carro.  Algunas veces, salen cuando voy solo o hablo con él en el lugar donde está su tumba.
          Algunas veces, las lágrimas comienzan a salir y mi voz se quiebra cuando digo su nombre durante una entrevista de trabajo.
          Me sentí avergonzado durante esa entrevista.  Me disculpé con los otros.  Creo que esto, no era un comportamiento apropiado en dicho escenario.  Yo no era fuerte.  Era emocional.  Hice sentir incómodos a los entrevistadores, creo que respondí diferentemente?equivocadamente?a la forma en que un hombre se ?supone? que reaccione al duelo.
          Sin embargo, mis entrevistadores?mis colegas?no compartieron mi punto de vista.  Luego, después de que mi vergüenza pasó fue más fácil para mí coincidir en cómo ellos veían la situación.
    Soy humano.
    Amaba a mi padre.
    Lo extrañaba entonces.
    Lo sigo extrañando.
    –Jon Masson

    Lenguaje.  Define nuestra vida al darnos una forma concreta a nuestras experiencias.  Nuestros pensamientos, emociones y acciones son puramente abstractas sin palabras para vestirlas y hacerlas reconocibles, identificables y válidas.  La palabras  y las ilustraciones que salen de ellas, nos dan significado y no  permiten comunicarnos?algunas veces bien, otras veces no tan bien?el uno con el otro.  El lenguaje delinea nuestra realidad y le da una voz a nuestra propia historia, nuestra historia única.  El lenguaje construye nuestro punto de vista del mundo y nuestra habilidad para verbalizar lo que sabemos, lo que experimentamos y lo que hacemos.  Las palabras son el ancla que integran los pensamientos y las emociones.  El lenguaje le pone movimiento a la emoción. 
          Todos nosotros aprendimos a construir palabras y un lenguaje para nuestra interacción con otros.  Los bebés empiezan a nombrar cosas mediante gruñidos y gestos.  Luego, se forman sonidos y palabras a través de la imitación, la práctica y el refuerzo.  El vocabulario que nosotros usamos se basa en las experiencias del mundo y las palabras específicas que utilizamos para definir, categorizar y ponerle sentido a estos eventos.
          Mucho se ha escrito acerca de las diferencias del lenguaje femenino y masculino.  La mayoría de nosotros notamos estas variantes en la selección de vocabulario y palabras y también en la comprensión y el significado específico que cada uno le da a una palabra en particular.  No es poco común que los géneros se quejen acerca de las diferencias en dichas palabras comunes como confianza, seguridad, honestidad, amor, intimidad o sensibilidad.  El lenguaje femenino es descrito con frecuencia como intuitivo, atrevido, fluido o evasivo, en cambio el lenguaje masculino se cree que es ordenadamente, conciso, controlador y orientado a una meta.
          Las mujeres se concentran altamente en las conexiones y la interdependencia en su lenguaje.  Ellas parecen muy consternadas por su mundo interno y utilizan palabras para explorar y comprender sus emociones.  Es por esto que las mujeres tienden a hablar acerca de sus sentimientos de duelo y  hablando y a hablan y a hablan un poco más.  Por otra parte, el lenguaje masculino, a menudo es un ejercicio de poder e independencia.  Los hombres parecen estar más interesados en el mundo exterior que los rodea y confían en que las palabras mantengas su estatus y libertad personal.  Ocupados con el mundo externo, los hombres tienden a ignorar o devaluar los temas emocionales.

        Los hombres pueden ser silenciosos acerca de temas emocionales, no solamente porque ellos los devalúan, pero porque ellos no son capaces de hablar al respecto.  Pregúntele a un hombre acerca de la muerte de su hijo, su experiencia en la guerra o un accidente de trabajo serio y probablemente dirá que ?no tiene palabras?.  Otros quizás intenten explicarlo y luego a media oración dirán ?no puedo hablar?.  No es una discapacidad para hablar, para producir palabras ni tampoco es solamente dejar caer las palabras correctas.  Los hombres carecen de lenguaje para el duelo.  No tienen frases, término, oraciones o clichés listos.  Cuando tratan de describir su experiencia de angustia, pena o profundo dolor, muchos hombres simplemente aparecen con las manos vacías.
          El decir que los hombres son incapaces de describir sus emociones no quiere decir que los hombres no tengan sentimientos.  Al contrario, la historia de Jon Masson y todas las historias personales que se encuentran en este libro son evidencia irrefutable de las profundas emociones de los hombres.  Las emociones no tienen género.  Las emociones son tan centrales para nuestras vidas como el aire.  Las reacciones emocionales tales como ?pelear o volar? han ayudado a nuestra especie a sobrevivir.  Las emociones definen nuestras relaciones con otros y con nosotros mismos.  Sin las emociones, nosotros?ambos, hombres y mujeres?seríamos imponentes e indefensos.  Los hombres tienen emociones; simplemente responden y se describen a ellos de forma diferente a como lo hacen las mujeres.
          Las mujeres tienen a tener un lenguaje rico y fluido para el duelo.  Muchas mujeres pueden dibujar con una larga reserva de sensibilidades personales para crear narrativas auténticas de su dolor.  Sus palabras y frases dan luz a todo lo que se siente y se experimenta, ya sea doloroso,  una premonición, esperanza u horroroso.  Cuando se siente una emoción, es más probable que una mujer sea capaz de ponerle un nombre a diferencia de un hombre.  Las mujeres no tienen ni más ni menos sentimientos que los hombres.  Lo que ellas sí tienen es un juego de de palabras prescritas y efectivas para darle significado y carne a sus experiencias emocionales, y  tal vez hasta lo más importante, el permiso de hacerlo.
          Los hombres en general no han creado un lenguaje de duelo para ellos mismos.  Los hombres han sido criados mudos, silencioso a sus emociones de dolor.  Los hombres saben que dichas palabras existen; ellos las escuchan de las mujeres, las leen en libro y las han visto en diccionarios.  Pero las palabras no se encuentran en el diccionario masculino.  Las palabras de duelo son inscripciones vacías en piedras de granito o tarjetas satinadas blancas de pésame.  La mayoría de los hombres no tienen palabras para transmitir su dolor.
          La presión cultural trabaja para que los hombres sean ?hombres de verdad?.  A los niños se les enseña que tienen que ser fuertes, francos e intrépidos individuos, orgullosos de llevar el manto de la masculinidad.  Los padres, mentores y parecidos definen y confirman las masculinidad de los niños y los instruyen para que sean independientes, sin miedo, seguros de sí mismos y poderosos.  Al mismo tiempo, los hombres imprimen en los niños que la vulnerabilidad, la ternura y la sensibilidad son debilidades para el género masculino.  No les dan a los niños los nombres para sus muy reales y sentidas emociones y no les dan permiso para expresarlas.  A través del ejemplo de los hombres, los niños aprenden a segmentar sus sentimientos y ocultarlos de la opinión.
          Una y otra vez, los niños son ridiculizados o castigados cuando parecen débiles, enfermizo o afeminado a los ojos de los hombres o de otros machos similares.  En ambas formas, habladas o no habladas se les enseña a negar o abandonar esas partes de su identidad que lo retan a sentir dolor, ya sea emocional, espiritual o físico.  A los jóvenes se les dice que una caída de la bicicleta y un raspón en la rodilla ?no es nada?.  Más adelante como adolescentes, la experiencia se refuerza cuando un hombre joven se le ordena ir al fondo del campo después de que un defensa trasero lo derriba en un pase, desgarrándole los ligamentos del hombre.  Así como el héroe mitológico, Hércules, se espera que los niños resistan y perseveren sin importar cuán doloroso o difícil pueda ser la tarea.  El mensaje es claro.  Hay honor al negar el dolor, pero no al sentir el dolor.
          A los niños se les enseña a ver la vida como una jerarquía.  Comprometido a buscar un estatus, se comprometen en actividades para reforzar su rango o posición en el mundo.  Los juegos que ellos juegan de niños tienen líderes que dan órdenes y hacen demandas.  Sus juegos tienen ganadores y perdedores, campeones y fracasados.  Los niños no pueden tener sentimientos emocionales acerca de ganar o perder, pero si pueden pensar estas cosas lógicamente.  Uno es ya sea uno arriba o uno abajo.  Los niños discuten y se retan el uno al otro directamente.  Pero los argumentos no son acerca de sentimientos de dolor, desilusión u otros asuntos emocionales.  Estos son acerca de habilidades, estatus, control o reglas.  Una vez más, los niños aprenden que los sentimientos ni tienen mérito ni lugar en su vocabulario.
       
    Las experiencias de las niñas son tradicionalmente muy diferentes.  A las niñas regularmente les enseñan a conectar sus sentimientos a los eventos, las sensaciones y pensamientos reales.  Las madres, maestras y similares animan a las niñas a desarrollar un leguaje emocional como una forma de identificar, clasificar, etiquetar y darle sentido a su mundo.  Ellas elogian la ternura, la sensibilidad y la compasión de las niñas y hacen que mucha de su habilidad para ser compasivas y comprensivas con sus amigos.  No es de sorprenderse que después la niñas sean menos aptas que nos niños para jugar en grandes grupos, con frecuencia prefieren las parejas o incluso grupos más pequeños o íntimos.
          El volverse habilidosas es importante para las niñas, pero ellas tienden a estar menos interesadas que los hombres en el estatus y la competencia.  A las niñas les gustan los retos y tener el control, pero no a expensas de perder una amistad, aparentar ser ?mandona? o no caer bien.  A ellas se les enseña a ser líderes sin demandas y órdenes, pero alentando, apoyando y nutriendo la cooperación y la unidad.  Las emociones y el sentido de mantener la armonía en las relaciones son una cuestión durante los argumentos y los conflictos.  Para muchas mujeres, la vida comienza y termina con emociones.
          Los hombres no creen mucho en que las emociones les dan forma a sus vidas.  Su falta de lenguaje para el duelo es un testamento a este hecho.  Aunque las emociones tales como la angustia, el pesar, el sufrimiento, el arrepentimiento o la tristeza no se nombran o validan, estas permanecen en un vacío escalofriante y aterrador.  Los hombres pueden no ser capaces de conectar sus experiencias internas o agitación con el mundo externo.  Sin importar qué desilusiones, horrores o traumas él haya experimentado, él puede no ser capaz de hablar al respecto.  Y su silencio puede amenazar con desconectarlo de la realidad.
          Los sentimientos no son engañosos.  Ni tampoco pueden ser casualmente descartados debido a las nociones culturalmente dominantes de la hombría o incluso por no ceder ante una presión similar.  Los hombres no se pueden sacudir, huir o vencer a sus sentimientos.  Esto es lo que Jon descubrió durante su entrevista de trabajo.  Para no ser negados, los sentimientos encuentra la manera de abrumar a los hombres y hacer que se expresen, directa o indirectamente.  Un hombre se puede volver perfeccionista acerca de la manera en que su césped se ve u obsesionado con el ejercicio atlético como el correr o trotar.  Su mundo interno ha encontrado una manera de conducir y de controlar su mundo externo y él no lo sabe.
          El duelo les llega a los hombres como una corriente eléctrica viva.  Es como meter un tenedor dentro de un tostador eléctrico.  La sacudida es tan estremecedora que los hombres están obligados, por lo menos momentáneamente, a tocar ese vacío aterrado profundo de los sentimientos entumecidos y no hablados.  La incomodidad es tan inmensa, que el hombre no tiene más opción que lidiar con ello.  Muchos creen que han amputado esa parte de ellos mismos y por esto se vuelve confuso y complicado.  Aún así, los hombres están reacios a arriesgarse a ser etiquetados como llorones o tontos y están avergonzados de demostrarlo, dejándolos hablar solos hablando de lo que quieran, de sus emociones.  Con muy poca frecuencia verán a un hombre llorando en el hombro de alguien.  Sin un lenguaje de duelo, un hombre intentará encubrir sus sentimientos.  Al hacer esto, él no tendrá la oportunidad de revelarse a sí mismo, de esta forma disminuirá su capacidad para sanar.
          Los hombres se pueden volver prisioneros de sus propias experiencias.  Ensañados a mantenerse estrictamente a un rango limitado de comportamientos, condiciones y elementos adecuados para su género, los hombres pueden llegar a creer que ellos carecen de permiso para hacer el trabajo del duelo.  El duelo se reduce más bien a un asunto superficial controlable.  Muchos hombres se mueven decisiva y rápidamente en el duelo, creyendo que este no es el momento de ser auto indulgentes.  Más bien, ellos ven el duelo como un momento de exhibir su coraje y valentía y mantener la dignidad y el decoro.
          Del duelo no se puede escapar.  Nadie escoge que su hijo recién nacido muera, perder su trabajo al que al que le ha dedicado diez años de su vida o que su cuenta de banco quede en cero debido a una enfermedad catastrófica.  De tener opciones, seguramente cambiaríamos todo por tener nuestra vida como antes, pero el duelo no nos da la opción de escoger lo que la vida nos trae.  Para poder sobrevivir, tenemos que lidiar con los estragos y la devastación que ha visitado nuestros dos mundos, el externo y el interno.  Necesitamos encontrarle sentido a lo que le sucedió a nuestras vidas y nuestras almas.  Ya que nuestro mundo interno  lo define nuestro mundo externo, aquí es por donde todos tenemos que comenzar.

          Vivimos en una sociedad verbal.  Las palabras tienen un poder tremendo para comunicar nuestros deseos, esperanzas y expectativas.  Ellas estructuran nuestra realidad y definen nuestra intimidad.  A través del lenguaje, nosotros comunicamos nuestras experiencias inmediatas y sentimos las emociones.  Cuando las palabras están conectadas precisamente con una sensación que sentimos, hemos alcanzado ?la autenticidad??algo que las mujeres con frecuencia creen que hace falta cuando los hombres sufren.
          Una voz auténtica dice lo que es cierto.  Como una extensión, la autenticidad neutraliza el género.  Todos nosotros sabemos que hay muchos momentos en los que ambos, mujeres y hombres estamos de acuerdo sobre el significado de una experiencia o una situación.  Pero, en el dolor, las palabras que usan los hombres y las mujeres para describir sus experiencias en común pueden ser tan radicalmente diferentes, estas realmente existen.  La vaguedad y ambigüedad que los hombres muestran con frecuencia acerca de sus emociones puede enfurecer a las mujeres.  Las mujeres saben que existen palabras para el dolor y ellas no pueden comprender por qué los hombres están poco dispuestos a utilizarlas.  No siempre les ocurre que sus parejas no sepan este lenguaje tan bien como ellas lo hacen.

    Escuche con un nuevo oído

    En lugar de enfocarse en lo que está ausente, las mujeres pueden escuchar lo que está presente en sus comunicaciones e interacciones con sus parejas.  Para ir más allá de la frustración y estar más cerca de la comprensión, las mujeres necesitan un nuevo oído, un oído que esté sintonizado con las palabras no dichas de los hombres.  Muchas mujeres comprenden las palabras intuitivas y relacionales del dolor?las palabras que son maduras para escoger, explotando con un significado inmediato.  Mucho menos mujeres comprenden el silencio o lo que pueda haber detrás del silencio.
          Al escuchar con un nuevo y diferente oído, una mujer puede tener acceso al silencio.  Dentro de este silencio ella puede descubrir las referencias para otras experiencias, situaciones o eventos cubiertos en descaro metáforas o frases agresivas.  Estas metáforas y frases pueden apuntar a una catástrofe y devastación para cosas que son irreversibles,  primordiales y permanentes.  Escondidas en estas metáforas y frases pueden haber pistas para el dolor de su pareja?las largas sombras hechas por su casi invisible dolor.  También ellas puede descubrir más referencias generalizadas a lo que se perdió:  una casa ahora silenciosa, ropa que no se usa más, recuerdos de memorias pasadas o actividades que una vez disfrutaron.  Lo que hay en el silencio es la verdad.  Los hombres sí sienten.
          Los hombres tienen que aprender un nuevo lenguaje o reconstruir su lenguaje actuar para ser auténticos en su pesar.  Las mujeres, por sí mismas, no pueden proveerles este lenguaje o definir la verdad de los hombres.  Al escuchar, reconocer y tener empatía con los dilemas de los hombres, aunque las mujeres pueden unirse a los hombres en su recorrido.

    3
    El Proceso del Duelo:
    El Pensar Masculino

     
     

    Me envuelvo a mi mismo en harapos
    Proverbios que deja el viento
    Cortados a través de la piel.  Busco
    A mi madre en huesos vacíos, cubiertos
    En tejitos arrugados, fríos en una caja.
    Ella permanece en mi mente,
    Un dolor que fluye conforme envejece,
    Un recuerdo equilibrado en una memoria
    –Louis Cerulli

    Ya No Está Más Aquí

    No recuerdo cuánto tiempo me tomó darme cuenta de que mi madre estaba muriendo.  En una visita, un día festivo, ella era ella misma, pero a la siguiente visita era como si la vida se hubiera escurrido de ella.  Mi madre sufría de una diabetes de primera etapa de adulto.  Cada vez que hacía el largo viaje de vuelta a mi ciudad natal, veía a mi madre perder más y más su funcionamiento normal.  Durante cuatro o cinco años, temía que cada visita podría ser la última que la vería.  Después de que ella sufrió un ataque al corazón, los doctores nos dijeron que ella había sufrido una serie de pequeños ataques.  La diabetes se unió con los ataques y la estaban matando poco a poco.
          Una gran parte de mi experiencia en el proceso de muerte de mi madre fue como observador.  La vi como gradualmente se volvió completamente dependiente del cuidado de mi padre.  Mis padres habían cambiado papeles, ahora que mi padre estaba asumiendo el mantenimiento y las tareas de la casa.  Además, mi padre se había convertido en enfermero las 24 horas del día para mi madre.  Él preparaba las comidas, monitoreaba los niveles de azúcar en la sangre y le daba inyecciones de insulina.
          En los últimos dos años antes de su muerte, mi madre se deterioró a un punto en el que ella no se podía mover por sí misma.  Su habla estaba severamente dañada.  Físicamente, ella era inválida, pero era obvio que su mente todavía estaba lúcida.  La idea de que un adulto se vuelva horriblemente dependiente era como una pesadilla para mi, aunque estaba obligado a verlo.  Esta era mi madre y yo estaba determinado a ver más allá de  enfermedad a la mujer que yo amaba y admiraba profundamente.  Pero la enfermedad la separó de ella, llevándosela de mi pedacito por pedacito.
          La última vez que vi a mi madre, su impotencia era total.  Ella no podía hablar y su movimiento era limitado e irregular.  Ella se comportaba como un niño pequeño.  Cuando le dabas la espalda, ella golpeaba algo o causaba algún problema para llamar la atención.  Sin embargo, empecé a ver su impotencia de una manera diferente.  La intimidad que se había desarrollado entre mi madre y mi padre era palpable y en algunas maneras, mi madre parecía estarlo disfrutando.  Ella permaneció como parte integral de la familia a pesar de su limitada participación física.  Mi familia giraba alrededor de ella como si ella fuese un nuevo bebé.  Mi madre estaba dejando esta vida de la misma manera en que llegó a ella?como un bebé muy bien cuidado.  Me empecé a dar cuenta que el estar totalmente indefenso no era lo peor que le podía pasar a una persona.  Pero ni siquiera los pequeños placeres que veía que ella experimentaba podían despejar las emociones que retorcían mis agallas.
          A través de la enfermedad de mi madre, fantaseaba con que la muerte de mi madre sería un alivio.  Estaba equivocado.  De hecho, su muerte fue tan dolorosa que era difícil encontrar palabras para describir los sentimientos.  Físicamente, me sentía como si me hubiesen pateado en el pecho.  Me sentía como un barco cuya ancla hubiese sido cortada y ahora flotaba sin rumbo fijo.  Debo haber parecido un maníaco-depresivo.  En un momento, me sentía feliz con el hecho de pensar que mi madre se había convertido en uno con el universo y que yo podía sentir su presencia en los pájaros y los árboles.    Al siguiente, me sentía como si hubiese sobrevivido al holocausto y el mundo estaba desprovisto de cualquier significado más que solamente la pérdida y el sufrimiento.
          Ahora que ha pasado un año desde su muerte, tengo momentos en los que puedo pensar en mi madre sin ser tirado en una picada emocional.  Ya que pienso tanto en ella, parece de alguna manera que está más presente en mí ahora que cuando estaba viva.  Constantemente me acuerdo de ella, pero estas recolecciones no son dolorosas como solían serlo.  No puedo decir exactamente cuándo el dolor se desvaneció, pero lo hizo.
          Algunas veces, de la nada, el dolor regresa, y sospecho que continuará haciéndolo por el resto de mi vida.  Cuando siento esta pérdida extrema, me doy cuenta que el precio de recordar a mi madre viene con la cruda realidad de que ella simplemente ?ya no está?.  No hay explicaciones religiosas o filosóficas para ayudarme a entender la experiencia en sí de su total y completa ausencia de mi vida.
    –Jim Amundsen

    La noción de que el duelo es un proceso es familiar para todos nosotros.  Existe un método y un movimiento hacia delante, progresivo o continuo hacia una meta o un estado final.  Con frecuencia hablamos del pesar como una actividad más que como un proceso pasivo.  El estar de pesar no es algo que nos hacen, sino algo que nosotros hacemos.  Aunque el pesar exige una respuesta de nosotros, y no otra que la resignación.  Un proceso activo especifica decisiones y supone cambios.  Más que nada el proceso del luto es sobre transformación.
          El procesar algo algunas veces implica tiempo, esfuerzo preparación, paciencia y persistencia.  Es típico que al trabajar a través de un proceso o llevarlo a una conclusión se requiere de pasos o tareas.  El tiempo se debe dejar por un lado, el esfuerzo expandido, hacer preparativos y la paciencia y la persistencia deben de regir nuestro día.  En el duelo, sabemos que no es el tic-tac del reloj lo que no mueve en el proceso, sino lo que hacemos con el tiempo.  Nuestros esfuerzos se miden más por cuán mejor nos sentimos ahora; también se toma en cuenta cuán seguido nos sentimos mal.  El crecimiento, las victorias y la sanación nunca son tan obvios en el luto y la retrospección es probablemente mejor que la previsión.  Somos testigos del progreso en nuestro dolor al ver hacia atrás en lugar de ver hacia delante. 
          El acto del pesar es un intruso a nuestro mundo físico, emocional, social, espiritual y cognitivo.  Nos duele físicamente:  los hombros, el pecho, los brazos, las piernas, la cabes.  Somos un revoltijo de emociones y nuestro corazón se siente pisoteado e irreparable.  Nuestras conexiones sociales han sido dañadas; hemos perdido nuestro lugar en el esquema de las cosas.  Nos preguntamos acerca de dios y cuestionamos nuestra fe y creencias.  Estamos llenos de pensamientos irracionales y nos preguntamos si realmente nos estamos volviendo locos.  Muchos de nosotros nos quedamos pensando si realmente podremos lidiar con esta cosa llamada dolor.
          Nuestras actitudes y comportamientos toman un viaje en una montaña rusa cuando estamos de pesar.  Nuestros antiguos patrones de comer, dormir y la vida diaria ya no tienen sentido.  Nos sentimos entumecidos con las actividades normales que una vez nos daban placer y nos mantenían siguiendo día a día.  Viajamos en piloto automático, incapaces de concentrarnos o mantenernos en una tarea.  Queremos desesperadamente, que el mundo se detenga para salirnos de él, pero parece que el mundo es indiferente a nuestras necesidades.
          Entre nuestras reacciones naturales para el pesar están la conmoción, el entumecimiento, la rabia, la negación, la incredulidad, la desorientación y la desesperación.  Vigorosamente protestamos la pérdida e intentamos recuperar lo que una vez tuvimos.  En el corazón de nuestro dolor hay un intenso deseo por tener nuestro trabajo, nuestra pareja o nuestra vida de vuelta.  La vida es un desastre y es difícil, sino imposible el imaginar seguir viviendo.  Las posibilidades que podamos tener para sanar y estar completos de nuevo parecen extremadamente remotos. Es como si el sol estuviera eclipsado y viviéramos en la penumbra de la pérdida.
          El duelo no es un proceso lineal.  La gente no sólo ara hacia delante y luego se sacuden el polvo de las manos y anuncian que terminaron el esa pieza de trabajo.  No, el dolor es circula y repetitivo.  Vamos en el ciclo a través del dolor una y otra vez; es como el viejo refrán de ?dos pasos adelante y uno atrás?.  Nosotros progresamos, avanzamos hacia delante y luego retrocedemos, retraemos nuestros pasos.  El dolor no es continuo, pero es recurrente.  Eventos como aniversarios, días festivos o nuevas pérdidas desencadenan nuestro dolor.  Antes de que nos demos cuentas estamos de pesar nuevamente.  Nunca superamos nuestra pérdida, sólo la sobrepasamos.  Para bien o para mal, el dolor nos dicta que nunca seremos los mismos de nuevo.
          El duelo es trabajo?trabajo intenso.  Las lecciones que el dolor nos enseña no son para los asustadizos, los débiles o evasores.  El duelo significa llegar a aceptar lo que le ha sucedido a nuestras vidas.  Como la mayoría de nosotros, esta tarea es extremadamente difícil y ardua.  Pero con el tiempo podremos desatar los lazos de nuestra relación perdida y lentamente dejar que la realidad se filtre en nuestras conciencias.  La finalidad de la muerte o los sucesos trágicos deben volverse evidentes para nosotros y debemos encontrar la aceptación sin perder nuestra alma.
          Al final, debemos experimentar el dolor del pesar y no solo en una forma superficial.  El dolor demanda que luchemos con nuestros sentimientos total y completamente.  Aquellos que ocultan su dolor o tratan de ignorarlo solamente lo intensifican con el tiempo.  Al liberar nuestro dolor, hacemos espacio a la sanación.  Las lágrimas, el llanto, la angustia, la frustración y la desesperación se deben reconocer para que el proceso de sanación pueda iniciar.
       

      El pesar crea un caos.  Como cuando un plato de vidrio se cae en el suelo de la cocina, nuestras vidas se fracturan con el dolor.  Debemos cambiar, adaptar y reconstruir nuestro mundo y encajar la pérdida en una nueva realidad.  Por más angustiante y fatal que parezca, el mundo ha cambiado drásticamente para nosotros y debemos aprender que no es posible que recapturemos lo que una vez tuvimos.  Depende solo de nosotros en encontrar un nuevo significado para nuestra vida.
          Las formas en que la gente sobrelleva el dolor son tan distintas como la brizna de grama que crece a través de la pradera.  Estas distinciones están marcadas principalmente entre los hombres y las mujeres.  El dolor y la pena están centrados en nuestras vidas emocionales; aspectos que se desarrollan de forma única en cada género.  A los hombres se les enseña a ser menos auto reveladores, menos expresivos y menos interdependientes.  Las mujeres, por otra parte, son alentadas a enfocarse en la afiliación, la conectividad y la intimidad.  Las mujeres no solamente desean expresividad, ellas necesitan expresar sus sentimientos.  Las tendencias inexpresivas de los hombres causan conflictos.  Es como si los géneros estuvieran en propósitos cruzados.
          El dominio emocional de muchos hombres tiende a ser relativamente estrecho.  Ellos temen de las consecuencias, cultural y personalmente, de expresar sus emociones.  Nadie quiere ser despreciado, humillado o ridiculizado por los comportamientos que se creen impropias de un hombre.  La supresión no es un caso en el que se es ya sea incapaz o poco dispuesto a expresar los sentimientos; es ambos.  La ausencia del lenguaje para describir el mundo interno de los hombres complica el asunto un poco más.  Los hombres no se expresan a sí mismos en el mismo vocabulario en que lo hacen las mujeres.  Los hombres tienden a desconfiar de sus sentimientos.  Muchos temen que si empiezan a dejar salir sus sentimientos, pueden no ser capaces de detenerlos.  Esto puede ser un pensamiento aterrador y repugnante.  Mientras que las mujeres algunas veces se preocupan por esto también, su nivel de ansiedad no es tan grave.  Al ver las emociones tan incontrolables y volátiles, los hombres refuerzan su creencia en que es más seguro mantener los sentimientos ocultos.  Debido a que a los hombres prácticamente no se les alienta a expresar sus emociones, ellos están reacios a exponer cualquier vulnerabilidad emocional.
          La intimidad es un territorio peligroso para muchos hombres.  Amenaza su libertad y las paredes protectoras del silencio que algunas veces ellos construyen alrededor de ellos mismos.  Los hombres tienden a que las relaciones cercanas que forman están menos basadas en la afiliación o la intimidad que las basadas en las actividades compartidas.  Los hombres se preocupan por que la intimidad pueda abrumarlos con emociones intensas y los arrastran a interconexiones riesgosas.  A diferencia de las mujeres, los lazos que ellos forman usualmente tienen más que ver con la lealtad que con los sentimientos compartidos y tienden a ser menos auto reveladores que las mujeres, especialmente acerca de sus emociones y sentimientos más privados.
          Hablando generalmente, los hombres se vinculan con otros hombres para confirmar su estatus y competencia en el mundo.  Las amistades están basadas en rivalidades mutuas y retos personales.  Cuando salen los sentimientos relucir, muchos hombres cambian el tema, minimizan el asunto o desvían el tema de ellos mismos.  Estos hombres prefieren actuar como si todo estuviera bien, como si algunas cosas fueran mejor dejarlas a un lado.  Ellos mantienen un código de silencio y se rehúsan a ciertos límites.  Hasta esos hombres que no están satisfechos con el estado de sus asuntos, aunque no tengan ni idea de cómo cambiarlo.
          Las mujeres encuentran su lugar en el mundo a través de las relaciones.  La capacidad de una mujer para hacer una amistad y crear lazos íntimos está en el núcleo de su identidad.  Estas relaciones le permiten a la mujer expresar sus heridas, sus decepciones y su dolor y para ser apoyada y alentada.  Las mujeres sienten su paso a través del dolor.  Mientras están de pesar, ellas son capaces de revelar sus más íntimos sentimientos?por ejemplo, la culpa que ellas sienten por sobrevivir a un ser querido o al fallar por no poder prevenir una muerte o una pérdida.  A diferencia de los hombres, las mujeres buscan y esperan encontrar un lugar seguro para expresar lo que hay en su alma y su corazón.
          Se supone que los hombres sean tan duros como una piedra; se supone que sean los protectores y los que resuelven los problemas de su s familias.  A los hombres, rara vez se les presenta una alternativa para ser fuertes, capaces y en control.  Hay una expectativa extensa de que los hombres deben manejar y moderar el dolor de la familia.  Ellos deben aislar a la familia de más daños y tomar la responsabilidad y reparar lo que haya sucedido.  Por supuesto, es imposible poner las cosas exactamente de la manera en que estaban antes, pero la urgencia de hacerlo es tan fuerte y las expectativas tan grandes que muchos hombres trabajan furiosamente para simplemente eso.  Ellos buscan fervorosamente maneras para enmendar a su familia, insistiendo en que las cosas pronto volverán a la normalidad. 

    Como los caballeros blancos de antaño, los hombres son los salvadores que van a restaurar y preservar la unidad familiar.  Para cumplir con este papel, los hombres están obligados a posponer o incluso a suprimir su propio dolor.  Las presiones son implacables.
          El estar de pesar es acerca de sentimientos, y muchos hombres saben esto perfectamente.  Después de muchos años de supresión, represión y negación de nuestras emociones, el dolor, momentáneamente quita todas las defensas.  La historia de Jim Amundsen muestra cuán adolorido estaba por la enfermedad y la muerte de su madre.  Los hombres no son inmunes a los sentimientos.  El duelo los afecta tan fuertemente como lo hace con las mujeres.  Los hombres sufren por dentro y su trabajo con el dolor  tiene a ser más cognitivo que emocional.
          Que los hombres piensen su paso a través del dolor es algo que muchas mujeres conocen muy bien.  Ellas con frecuencia ven a los hombres metafóricamente almacenando su dolor en gavetas de archivos al fondo de su cerebro.  Los hombres parecen estar huyendo para descartar y encerrar sus sentimientos.  Para hacer lo mismo, las mujeres sienten como si tuvieran que cortar una parte de su corazón.  Las mujeres quieren una conexión íntima con sus parejas, pero cuando sus parejas las rechazan, no tienen manera de pasar para ver si sus parejas están sufriendo activamente.
          Los hombres constantemente tratan de bloquear  su dolor.  Algunos hacen un esfuerzo consciente para no pensar en la muerte de su ser querido, en el trabajo que perdió, en el divorcio inminente o en los sentimientos asociados con estos sucesos.  Sus esfuerzos con deliberadamente intentos para no permitir que lo negativo y doloroso entre en sus almas.  Para hacer esto, los hombres pueden pensar intencionalmente acerca de cosas prácticas y rutinarias como el trabajo, los deportes y las tareas de la casa.  Este tipo de auto distracción mantiene los pensamientos y recuerdos inquietantes bajo control y por lo menos por un momento, les da a los hombres algún tipo de alivio emocional.  El que los hombres estén dentro y fuera de su dolor les da la sensación de que están trabajando para superarlo, dejándolo ir cuando pueden y como quieren.
          Los hombres se sienten presionados a ser ciudadanos productivos y hombres de familia responsables.  Ellos tienen que estar ocupados haciendo cosas y demostrando su competencia.  La actividad es una forma natural  para los hombres de escapar del trauma.  El mantenerse ocupados tiene valor para los hombres, consume su energía y su tiempo, y mantiene sus mentes ocupadas.  Algunos hombres se vuelven obsesivos acerca de cosas tales como el trabajo, el ejercicio, la salud, los deportes, el ser padres o las tareas domésticas.  Muchos se pierden a sí mismos en la seguridad del trabajo y su carrera y se vuelven adictos al trabajo.  Otros toman adicciones tales como el alcohol, las apuestas o el sexo; algunos hasta se vuelven hiper espirituales.  Al dividir en compartimientos y distraer sus sentimientos ayuda a los hombres a evadir el dolor.
          La mayoría de hombres se vuelcan a actividades físicas como una forma de mantenerse distraídos.  El cortar una pila de leña o construir un cobertizo de almacenaje les permite el dolor físico y la concentración mental para sustituir el dolor.  Cualquier actividad servirá siempre y cuando mantenga al hombre ocupado y le ayude a ignorar el dolor.  El trabajo físico se convierte en otra manera de escapar de la realidad.
          Las mujeres frecuentemente critican a los hombres por intelectualizar su pesar.  Ellos creen que esto es simplemente una forma de esconder sus sentimientos.  Desde el punto de vista de la mujer, existe una desconexión  entre la cabeza y el corazón.  El intento de los hombres para ?mantenerse en sus cabales? es un esfuerzo  de racionalizar lo que le ha sucedido.  Al revisar sistemáticamente los sucesos y las circunstancias, el hombre está buscando una explicación lógica y razonable.  Él simplemente cree que existimos; para descubrirlo, él sólo tiene que pensar fuerte o  lo suficiente.  El buscar información, estudiar la literatura o ser aconsejado por otros los impulsa a pensar.  El intelectualizar no disuade los recuerdos dolorosos.  Más bien, él tolera estos recuerdos para obtener los hechos claros y para ver si hay algún detalle que haya perdido.  Tan incómodos como lo son estos recuerdos, él sabes que son la llave a su proceso de pensamiento.
          No se niega que el duelo es una experiencia muy privada.  Algunas veces a las mujeres, simplemente les gusta que los hombres, prefieran estar solos con sus sentimientos.  Pero con más frecuencia, las mujeres buscan la compasión para apoyar sus sentimientos y satisfacer sus necesidades para la intimidad.  Los hombres están heridos y saben que hieren, pero prefieren arreglárselas solos.  Ya sea en el trabajo cuando nadie está alrededor, afuera en el bosque, en un bote, cuando conducen sus vehículos solos o afuera en el estacionamiento, los hombres buscan lugares privados y los momentos para expresar sus emociones.  Los hombres utilizan estos momentos privados para

    desatar sus sentimientos reprimidos y para confrontar sus emociones.  Los hombres sí lloran, pero rara vez alrededor de otros.  La preparación masculina no lo haría de otra manera.
          El pesar es un castrador.  La mayoría de nosotros no conocemos otro momento en nuestras vidas en el que estemos absoluta y totalmente sin ningún control.  Esta inseguridad es especialmente intensa para los hombres cuya identidad, valor y autoestima están atados muy de cerca de los asuntos de poder y autoridad.  Estos hombres no sólo deben mantener el autocontrol, sino también deben ser maestros de su dominio.  El ser vistos indefensos y temerosos?o peor aún, como fracasados?sería humillante.  En lugar de ser derrotados por su pérdida, muchos hombres siguen hacia delante buscando maneras de demostrar su control sobre ello.  Para algunos hombres, esto pueda significar comprometerse en actividades relacionadas directamente a la pérdida, como hacerse cargo de los arreglos funerarios o buscando soluciones legales.  Algunos se enfocan en otros aspectos de la vida, como limpiar el sótano o atender el jardín.  Los hombres se enloquecen en contra de la impotencia.  Sus esfuerzos para ejercer la influencia públicamente, demuestra que ellos no han perdido su capacidad para tomar decisiones o poner orden en un estado de desorden.  El fracaso no es una opción razonable.

    Dirigir con confianza

    Como hemos visto, el dolor y pesar suponen seria amenazas a nuestra auto identidad.  Es fácil perdernos a nosotros mismos en el dolor.  Aquellos que tratan el dolor pasivamente fallan al darse cuenta de su potencial.  El dolor llega a nosotros sin ninguna opción.  Ninguno de nosotros pide ser despedido de un trabajo, sufrir un aborto o salir seriamente herido en un accidente de tránsito.  Aún así cómo lidiamos con el proceso del pesar siempre envuelve decisiones.  La mayoría de las mujeres se acercan al trabajo del besar al expresar activamente  el torbellino emocional.  Su expresividad es visible.  Los hombres saben cuándo las mujeres sufren.  Por otra parte, el sufrimiento de los hombres por lo regular es invisible para las mujeres.
          Las mujeres deben dirigir con confianza, enfocando a los hombres y el sufrimiento con franqueza y no con desconfianza.  La decisión que los hombres toman sobre procesar su  dolor puede que no sea auto evidente, pero más de un camino puede llevarlo al mismo destino.  El dolor de los hombres es cognoscitivo.  Aunque en gran parte inexpresivos, los hombres sí encuentran maneras de expresar sus sentimientos.  Los hombres quieren estar solos con su dolor y van a crear o a estructurar el tiempo para lidiar con los sentimientos acumulados.  Estas son cosas en que las mujeres deben confiar con una mente y un corazón muy abiertos.
          La mayoría de mujeres creen que la manera más saludable de arreglárselas con el dolor es expresando sus sentimientos.  Por esto, es que las mujeres insisten, ruegan, manipulan y engatusan a sus parejas.  Cómo sufren los hombres no se ve ?normal? o ?correcto? para la mayoría de las mujeres.  Desde la perspectiva de una mujer, no tampoco se ve como que funcione.  Pero no es razonable para las mujeres el forzar a los hombres para que sufran en la forma que ellas lo hacen.  Con una mente abierta, las mujeres pueden ir más allá de lo que se ve ?normal?.  Ellas pueden llegar a entender y a apoyar lo que hacen los hombres.

  2. SEGUNDA PARTE
    REALIDADES Y RETOS

    4
    Negación
     

     

    Te veo en miniatura.
    Hay otra cara dentro de la que llevas puesta.
    Sutil junto a la línea de la barba
    Sustituida en tu frente,
    Y toda tu tristeza arrancada del enchufe.
    Crecí con este fantasma,
    Una cara dentro de otra cara
    Veo lo que quiero ver.
    –Louis Cerulli

    El Último Viaje de Pesca

    A mi hermano le diagnosticaron cáncer.
          No habíamos estado cerca por muchos años, pero tengo recuerdos de nosotros de niños caminando  por toda la ciudad recolectando cubiertas de sobres de fósforos.  Nosotros hacíamos todo ese tipo de cosas insensatas que significaban mucho, como excavar hoyos y construir fuertes en nuestro jardín trasero.  Quizás nuestro tesoro más importante era nuestra casa del árbol.  Estaba construida en el mismo lote de nuestros padres, pero era como un segundo hogar para nosotros.
          Mientras que Mark y yo íbamos creciendo, pasábamos menos tiempo juntos.  Habíamos pasado de ser mejores amigos a ?familiares? distantes.  Aunque era tiempo  de que nosotros empezáramos a desarrollar nuestras propias personalidades, me arrepiento de no haber tomando los vínculos de nuestra niñez más adelante en la vida.  Fue más conmovedor cuando el cáncer tomó el control de Mark y su condición era terminal.
     

      Mark sufría de una enfermedad metal y de alcoholismo.  Siempre había sido un individuo artístico sensible, y creo que yo negaba su enfermedad.  Se me hacía muy difícil estar con él, culpando a mi matrimonio y al trabajo por el tiempo que estábamos separados.  Mientras tanto, Mark recibía tratamientos y terapia de conmoción.  Nuestra relación de niños tenía una reciprocidad y espontaneidad real y ahora lo veo como a alguien que a penas conozco.
          Mi hermano supo que tenía cáncer terminal a la edad de cuarenta y siete años.  Me parecía hipócrita que de pronto empezara a pasar más tiempo con él después de tantos años negando nuestra relación.  La realidad era que Mark necesitaba atención adicional, lo cual con frecuencia tomaba forma de transporte a los tratamientos de quimioterapia.  Así que decidí no preocuparme por la hipocresía y tomé la tarea de ayudar a cuidar a Mark.
          Conscientemente, estuve de acuerdo en llevar a Mark a la quimioterapia por obligación, pero tal vez estaba esperando reiniciar la relación cercana que teníamos cuando éramos jóvenes.  Empecé a llevar a Mark al tratamiento cada vez que él lo necesitaba, alternando los tratamientos con mi hermana Farol.  De dos a tres veces por semana, Mark y yo teníamos tiempo para estar juntos en el carro.
          Yo tejía historias mientras el gastado escenario de nuestro viaje hacia el hospital pasaba por fuera de la ventana.  Intenté hacerlo hablar y poder llegar al fondo de su memoria para alcanzar el lazo que nos unió cuando éramos niños.  Era frustrante cuando estos intentos de conversación no rendían mucho.  Luego, camino al hospital, le pregunté, ?¿A dónde te gustaría ir en lugar de ir por tu tratamiento??  Me vio como si quisiera decirme algo y se detuvo.  Así que hice la pregunta de diferente forma, ?¿si pudieras ir a cualquier lugar del mundo, a dónde te gustaría ir??  Como algo extraño, algo dentro de mí parecía darme paso y finalmente me empecé a dar cuenta de que mi hermano realmente iba a morir.  Estaba preparado para llevarlo a Europa o a cualquier lugar de donde él haya leído.  Si lo deduzco  haré cualquier cosa por él ahora.  Más adelante lidiaré con los costos.
    ?¿A dónde quieres ir??  Le pregunté de nuevo.  Él quería ir de pesca a uno de los lagos donde nuestro abuelo había pescado con nosotros cuando éramos niños.  Esto parecía un sitio ideal para resucitar un poco de la camaradería que compartimos de niños.  Planeamos ir a pescar el día siguiente, y pasé la tarde con Mark haciendo bulla, montando el aparejo de pesca.  Me sentí igual que la noche anterior al viaje de pesca que hicimos de niños, y estaba lleno ilusiones.  Aunque Mark apenas vio la mayoría de los preparativos, me sentí como si él estuviera emocionado por nuestro viaje también.
    El día de nuestro viaje, se me ocurrió que no teníamos licencia de pesca.  Después de haber escarbado por gusanos de la manera que lo hicimos años antes como niños, nos detuvimos en una tienda de carnada para comprar una licencia.  El rótulo en la tienda de carnada decía $10.00 por un día y $17.00 por un pase de temporada.  Me arrepentí al comprar la licencia por un día.  No quería admitirme a mí mismo que Mark no estaría lo suficiente para pescar de nuevo.  No era justo que finalmente estuviera dispuesto a enfrentar mi dolor y luego tuviera que perder a Mark por su enfermedad.  Así que vi a mi hermano a los ojos y luego coloqué $34.00 en el mostrador.
          El lago del Abuelo Meline era como un espejo con nuestro bote rentado en el centro.  El reflejo de la salida del sol matizaba nuestro aliento, haciéndolo vagamente visible en el frío aire de la mañana.  Le puse la carnada a una de las líneas que Mark había preparado igual que cuando pescábamos de niños.  La cabeza de Mark estaba cabeceando peleando una batalla perdida para permanecer erguido.  Yo pretendía que él solamente estaba soñoliento y no que era la enfermedad lo que lo estaba debilitando.  Lo desperté y lo ayudé a colocar un gusano en su gancho para que pudiera pescar.
          Después de estar sentados por un tiempo, sentí un pequeño tirón al final de mi línea.  Acordándome de todo el entrenamiento que el Abuelo Meline me había dado, ¡enganché al pez!  Los próximos minutos fueron críticos mientras de forma alterna le daba un poco de línea y volvía a tirar de ella.  Mientras el pez salía en un frenesí de giros y salpicones, me voltee hacia Mark y lo encontré dormido nuevamente.
          El resto de la tarde fue igual.  Yo pescaba algo y encontraba a mi hermano adormitado.  Mi hermano quería pescar, pero yo era el único que estaba lo suficientemente alerta para realmente hacerlo.  Finalmente, me resigné a mí mismo para asegurarme de que mi cansado hermano no se fuera a caer del bote.  El cáncer no nos permitía tener el tipo de viaje de pesca que tuvimos cuando éramos pequeños, pero por lo menos estábamos juntos.  Cada momento era un regalo, aunque no sucediera de la manera en que yo lo esperaba. 

        En nuestro camino de vuelta a casa, me preguntaba cuánto había disfrutado Mark.  Así que le pregunté, ?¿Qué piensas de nuestro viaje de pesca??  Con la sonrisa más grande que había visto en años, me dijo, ?Ah, fue simplemente fantástico estar sentado en el bote y sentir el viento soplando en mi cuerpo.?  Ese momento vale un millón de dólares para mí.  Un viaje de pesca no puede reemplazar todos esos años que perdimos, pero confirmó el amor que todavía teníamos como hermanos.
          Poco tiempo después de nuestro viaje de pesca Mark se enfermó mucho como para moverse y unos meses después murió.  Nunca utilizamos los pases de temporada.                                                                                                                            –Larry D. Jonson
    La realidad está aquí y ahora.  Algunas veces es placentero y hasta alegre.  Nos puede gustar lo que estamos haciendo, cómo está yendo nuestra vida, los planes o actividades que tenemos para el día.  Cuando la realidad es buena, no lo pensamos dos veces.  Pero la realidad también puede ser desagradable, hasta desastrosa; y la vida de repente se puede sentir cruel o inhumana.  Una muerte, una enfermedad física o la pérdida de un trabajo pueden impactar drásticamente nuestro acogedor sentido de la realidad.  La realidad de repente demanda pensarlo dos veces?y mucho más.
          La realidad es tenaz; se rehúsa a ser ignorada.  Cuando estamos de luto, los recuerdos de nuestro ser amado o de los que una vez tuvimos son todos muy visibles y dolorosos?una canción, una comida favorita, una imagen familiar, una palabra o frase.  La mayoría de nosotros prefiere probar la realidad poco a poco y en nuestros propios términos.  Sabemos, racionalmente, que llegará un momento en el que tendremos que enfrentar la realidad, cuando tendremos que aceptar que el pasado no se puede cambiar.  Pero hasta que nuestro corazón esté enganchado con nuestra mente, no queremos que este momento llegue.  La horrorosa y alarmante noticia de nuestra tragedia personal es más de lo que podemos manejar.  Para mediar esta información, la mayoría de nosotros psicológicamente nos retiramos y nos envolvemos  a nosotros mismos en la capa protectora de la negación.
          Inicialmente, por lo general nos sentimos inmovilizados por la muerte o la pérdida.  Las cosas se sienten como borrosas, como si el tiempo se detuviera.  Muchas mujeres se quejan de sentirse paralizadas, incapaces de clasificar sus sentimientos o hasta de comunicarse eficazmente.  Sus llantos y sollozos son un tipo de escudo vocalizado intentando bloquear la realidad.  El duelo les da a las mujeres una sensación de estar tragándose, casi asfixiándose por emociones desenfrenadas.  Ellas quieren apoyo y algún tipo de seguridad de que el dolor no va a durar por siempre.  Más cómodas hablando de su dolor, las mujeres lucha con por dónde van a empezar a describir la enormidad de su pena.
          El duelo inmoviliza a los hombres también.  La realidad de lo que ha ocurrido destruye su sentido de una vida controlada y ordenadamente.  Aturdidos e indefensos, se sienten mal preparados para lo que viene después.  Si solamente alguien pudiera delinear los pasos o dibujara un esquemático, entonces ellos sabrían qué hacer.  Los sentimientos de pánico e inseguridad son aterradores y hasta degradantes.  Muchos hombres no están seguros de dónde deben girar o cómo deben mantener su masculinidad.
          La ansiedad es una constante acompañante de muchos hombres y mujeres que están de pesar.  El pesar trae una tremenda  sensación de peligro a nuestras vidas.  No es tanto una sensación de pérdida inminente como lo es la permanente sensación de que ya no estamos seguros.  El mundo nos ha tirado un golpe y nosotros ya no nos sentimos confiados acerca de nuestro lugar en el universo.  Las reglas antiguas acerca de la justicia de la vida ya no se mantienen reales.  Es como si estuviéramos a la merced de lo gran desconocido y algunos de nosotros nos quedamos preguntándonos cuándo atacará el próximo golpe.
          La ansiedad tiene su forma de hacernos sentir indefensos y vulnerables.  Nos puede reducir a un estado de impotencia.  Abrumados, emocionalmente magullados y abatidos muchos de nosotros escogemos la negación como una manera de aislarnos a nosotros mismos y retirarnos.  La ansiedad nos ha agarrado tan fuertemente que solamente podemos ver fijamente hacia delante, insensibles a otros o colocamos nuestras manos al fondo de nuestros bolsillos caminando en un patrón interminable en el suelo.  Estamos asustados.  El estar de pésame duele y por lo general estamos muy entumecidos para interactuar con otros.  Nuestra preocupación con lo que ha sucedido puede significar que necesitados limitar la cantidad de estimulación en nuestra vida.  El retirarnos nos da un poco de espacio para respirar.  Tirándonos en nosotros mismos y cerrando el mundo puede parecer la única forma racional de mantenernos cuerdos.  En los primeros días del duelo, la negación nos mantiene aislados y salvaguardados hasta que estamos mejor capacitados para lidiar con nuestros pensamientos y emociones.
       
      En un momento u otro, la mayoría de los hombres y mujeres han estado en negación sobre algo en su vida.  Quizás es acerca de una mala tarjeta de calificaciones, un amante rechazado o el quebranto de una ley de conducción que ellos sienten que no merecían.  La negación es nuestro intento para modificar o rechazar la realidad?esas cosas que hacemos para no creer, estar de acuerdo con o querer.  Las mujeres tienen a ver la negación como la principal forma en que los hombres se las arreglan con el dolor.  En contraste, ellos se ven a sí mismos como más polémicos, así como más dispuestos a procesar sus sentimientos y a tomar un papel activo al moverse a través de su dolor.  Mientras que puede ser verdad que los hombres, más que las mujeres rechazan el dolor por la negación de sus sentimientos, angustia, empatía, dolor, desesperación y desesperanza, las mujeres también utilizan la negación para proteger sus propias vulnerabilidades y para regular su dolor emocional.
          La negación es una respuesta al estrés.  Es bastante normal experimentar una conmoción y la negación cuando sucede un trauma o una pérdida catastrófica.  La reacción natural del cuerpo ante el estrés es limitar algunas funciones para que otras funciones más esenciales tomen prioridad.  Algunas personas experimentan esta reacción como si estuvieran en una espesa neblina.  Puede que sepan que los otros están con ellos o que hay cosas que están sucediendo a su alrededor, pero el mundo parece vago u oscuro y está la sensación de una distancia emocional de todos y de todo.  Estas personas sienten como si ?fueran a través de los movimientos? en un estado de irrealidad.
          Otros sienten una sensación realzada de conciencia.  Ellos están en alfileres y agujas, alertas y listos para la acción.  Emocionalmente encendidos, ellos están atentos monitoreando los sonidos, los movimientos y las señales de amenaza.  Ya sea perdidos en la niebla o intensamente alertas, las sensaciones son inquietantes.  Algunos experimentan estas sensaciones solamente por un corto período, pero otros las experimentan por un buen tiempo.
          El dolor puede ser desorientador.  Los hombres pueden sentirse confundidos, desconcentrados o perdidos.  Su sentido de quiénes son ha sido agredido; ellos no están acostumbrados a definirse a sí mismos como desempleados, sin niños, solteros o minusválidos.  No es inusual para los hombres que han sufrido una pérdida que se describan a sí mismos como extraños en una tierra extraña o  pastores sin rebaño.  El sufrimiento les da una sensación de haber perdido todas sus amarras y andan desesperadamente a tientas en la búsqueda de algo familiar y seguro.
          La negación es una reacción humana normal a dicha desorientación.  Ayuda a los hombres y a las mujeres a manejar el estrés y el esfuerzo de vivir cada día al preservar o proteger su sentido de la autoestima.  La negación hace esto al permitirnos ignorar los aspectos amenazadores, desagradables o inaceptables de nuestra realidad externa que parecen estar en conflicto con nuestro mundo interno.  Simplemente al poner mecanismos de defensa como la negación nos permite mantener una estabilidad emocional al alterar la realidad para que encaje en nuestras necesidades.  En cierto sentido, la negación nos permite nos previene de arreglárnoslas racional o directamente con la realidad.  El propósito de la negación es el de reorganizar los pensamientos para que así nos sintamos menos amenazados.  Entonces así sentiremos menos ansias y menos miedo.  Muchos de nosotros le damos la bienvenida a este alivio consciente o inconscientemente.
          Para muchos de nosotros, la ansiedad causada por la muerte o la pérdida crea una tensión física y emocional extrema.  Por un tiempo, nuestras vidas están eclipsadas por el miedo y parece que nos enfocamos poco en lo demás.  No sólo lo desconocido nos da miedo; lo conocido es mucho más aterrador.  La realidad de la pérdida es opresiva.  Entonces la negación, se convierte en una manera importante para regular el dolor emocional.  Ambos, hombres y mujeres ven esto como una ganancia de alivio en un corto plazo que ayuda a los ajustes de largo plazo.  La negación es un intento activo, no pasivo de arreglárselas con el dolor.  Es la oportunidad para mantener las reservas para dirigir con más confianza el reto de sufrimiento.
          El dolor desmantela nuestras vidas.  El dormir en la negación nos ayuda a minimizar esta dura realidad.  También nos evita de lidiar con nuestra pérdida de una forma realista.  Mientras que esto pueda ser necesario en los primeros días y semanas de nuestra pérdida, mantener la negación que nos evita aceptar la realidad de la muerte o pérdida puede ser perjudicial para nuestro bienestar.  En su propia manera, la negación silenciosamente sabotea el proceso del duelo y lo prolonga.
          Los hombres y las mujeres tienden a ver la negación de diferente manera.  Desde la perspectiva de una mujer, muchos hombres parecen poco dispuestos a enfrentar la realidad. Cuando los hombres fallan al expresar sus sentimientos o piden que los dejen solos cuando están deprimidos, las mujeres lo ven como una rápida prescripción para problemas y rectifican que  el hombre no siente y es desapasionado.
     
      Los hombres están condicionados a controlar la vida.  Ellos sienten que deben continuar de frente a la tragedia aparentando no ser emocionales y satisfechos de llevar su propia carga.  Esto es lo que Larry Johnson trató de hacer.  Ser un hombre significa que no lloras, no muestras ser débil, no necesitas apoyo.  Aunque este tipo de actitud puede ser un veneno lento y algunos hombres lo saben.  Para otros, sin embargo, la única manera verdadera de arreglárselas con el dolor es restablecer la misma estrategia que ellos utilizan con el resto de las vidas emocionales?la negación.
          Muchos hombres parecen no estar dispuestos para enfrentarse al dolor directamente a los ojos.  Ellos sienten que pueden lidiar mejor con el tema al evadirlo.  Ellos esperan que el dolor desaparezca naturalmente con el tiempo.  Al mantenerse distraídos y ocupados son defensas bien practicadas y muchos hombres gastan considerable energía al rechazar su realidad actual.  Es fácil justificar dichos comportamientos.  La sociedad espera que los hombres sean desapasionados y que reacciones con menos intensidad ante el dolor, que una mujer.
          Los hombres han aprendido por experiencia a rechazar la sensibilidad o los temas dolorosos fuera de su conciencia.  Lo que no se piensa está bajo control.  El expresar sus sentimientos sería humillante?es como admitir una derrota.  Por otra parte, las emociones alertas reprimidas son una tarea heroica.  La tensión se puede volver enorme con muy pocas opciones para liberar la tensión.
          Muchos hombres restringen de manera consciente e inconsciente los recuerdos dolorosos, los pensamientos y las emociones.  Ellos giran la llave con candado y se alejan de todo en el otro lado de la puerta.  Ellos no se han olvidado de lo que pasó; simplemente lo han bloqueado de su mente consciente.  Al dividir en compartimientos sus pensamientos y emociones en pequeñas cajas ajustadas crean una seguridad emocional.  Al concentrarse en su trabajo, reparar el vehículo, meterse en el Internet o planear la próxima movida de su equipo en la cancha de basketball, ellos evitan que los sentimientos de amenaza y los pensamientos los abrumen.  Lo que necesitan es mantenerse activos, ocupados, preocupados.  No es que la muerte o la pérdida no tengan un efecto.  Al contrario, su efecto es tan grande que los hombres se sienten obligados a rechazar la realidad y a negar sus emociones para poder arreglárselas con sus secuelas.  La negación no es estar poco dispuesto a sufrir, pero es una estrategia para sufrir.  Los hombres no tendrían ningún motivo para estar en negación si la pérdida no les importara.

    Cultive la confianza
    Cuando un hombre rechaza su dolor, su pareja puede sentir como si él la estuviese rechazando a ella también.  Puede que ella asuma que su ausencia de emociones ante el duelo sea un indicador seguro  de que pueda que él tampoco tenga emociones para el amor.
          Al ver a nuestra pareja en negación tiende a exacerbar las propias dudas y miedos de una mujer.  La inexpresividad puede ser agonizante en un momento en que la mujer quiere y necesita apoyo y comprensión.  El sentirse confiado por haber sobrevivido es duro cuando ella se siente tan vulnerable y sola en su dolor.
          Tan difícil como puede ser, una mujer necesita lenta y deliberadamente cultivar la confianza en sí misma, en su pareja y en su habilidad para sobrevivir juntos.  Los hombres utilizan la negación como auto defensa no como un intento para desacreditar o anular su relación.  Los hombres tienen que aprender a vigilar sus sentimientos y mantener sus emociones para ellos mismos.  Hay un doble destino:  sufrir las consecuencias de ser reales con sus sentimientos o hacer lo que ellos creen que esperan de ellos.
          No hay duda de que los hombres pagan un alto precio por la negación, lo cual preocupa a la mayoría de las mujeres.  Al mantener todos sus sentimientos dentro no es algo que una mujer escogería hacer.  Las mujeres saben que el estrés compromete la salud física.  Las mujeres también se preocupan de que al retrasar el sufrimiento lo van a exacerbar, causando más dolor con el tiempo.  Las mujeres tienen el derecho a preocuparse, pero el enfurecerse y alterarse solamente incrementará la ansiedad y el estrés.  El cultivar la confianza puede ayudar a las mujeres a enfocarse en aquellas cosas que ellas pueden controlar y sentirse bien al respecto.
     
      La negación sí parece egoísta.  Definitivamente es perjudicial para la intimidad y crea mensajes confusos en nuestras relaciones.  También puede causar inquietantes momentos pervertidos que nos tiran fuera de sincronía con nuestra pareja.  Sinceramente, hay momentos cuando a todos nosotros nos gustaría negar ciertos hechos o sucesos en nuestra vida.  Aunque la negación como un lugar de refugio es mucho más diferente a que la negación como un lugar para vivir.  El permitir que la realidad se filtre poco a poco en nuestra conciencia puede ser una manera saludable de arreglárselas.

    5
    La Ira

    Robaste mi imaginación,
    Quemada en una escalera.  El recuerdo de tu espalda
    Deja un vacío donde no puedo tocarte.
    Todas las manos llegan a mi con uñas largas
    Fingiendo el consuelo, haciendo que
    Mis pupilas hiervan de negras.  Las llamas se retuercen
    En mi vacío, alimentando rostros de compasión,
    Tentándome a verme a mí mismo.
    –Louis Cerulli

     

    El Síndrome del Animal Herido

    Cuando era un adolescente, fui testigo de un accidente en el cual un perro fue atropellado por un carro.  Me acerque para ayudar al animal y a quitarlo de la calle.  El perro me atacó y me mordió.  Lo habían lastimado y quería arremeter contra algo.  Y resultó que yo era la cosa más cercana a su ira.
          Hubo un tiempo en el que me sentí igual que ese perro, aplastado por la vida y esperando a morder la primera mano que tratara de ayudarme.  Todo comenzó un sábado por la tarde cuando mi esposa hizo una alarmante revelación.  De un suspiro avisó que la cena estaba lista y que ella me iba a dejar.  En cuestión de media hora se había marchado.  Ella se negaba a reunirse conmigo por cualquier motivo?para dividir nuestras pertenencias, dividir

    la casa, lo que sea.  Idealmente, habría disfrutado arremeter contra mi ex-esposa.  Yo quería vengarme.  Yo quería que ella sufriera, y me sentía con derecho a mis sentimientos.
          Los dos trabajamos en la universidad, así que sería inevitable que nuestros caminos se cruzaran.  El día que ella pasó por mi oficina, tomé la oportunidad para descargar toda mi ira y frustración que se había acumulado dentro de mí debido a mi sufrimiento.  La situación se volvió tan fea que cuando ella se fue, me sentí conmocionado por mi repentino despliegue de ira y hostilidad.
          La posibilidad de verla en cualquier lugar me encantaba.  Los dos viajábamos mucho a causa de nuestro trabajo, y me obsesioné sólo con pensar que podía, accidentalmente, encontrármela en el aeropuerto.  Caminaba por la terminal semiconsciente preguntándome si esa mujer cerca de la puerta de salida era ella.  No estaba seguro de lo que haría si me la topaba, pero parte de mi pensaba que tal vez perdería el control y crearía nuevamente otra horrible escena.
          Estaba infectado por una profunda ira, y regía mis pensamientos al despertar hasta cuando estaba haciendo algo totalmente sin relación a mi ex-esposa.  Una navidad mi hija y mi yerno me invitaron a la finca de sus padres en Virginia.  La finca era un lugar histórico, siendo parte de la familia por más de trescientos años.  La casa se calentaba con un horno que quemaba leña que había sido cortada de su propio terreno.  Había que cortar los árboles, luego partirlos del largo de la estufa.  Simplemente incapaz de poder disfrutar del momento con mi hija, dirigí mi ira y rabia hacia el lote de madera.  La leña tomó el sufrimiento de mis sentimientos y la pila creció sustancialmente durante mi visita.
          Siento que está bien que maneje mi sufrimiento estando enojado, mientras me desquite de una forma en la que no dañe a nadie.  En momentos, soy capaz de sofocar al animal herido que hay dentro de mí, pero nunca soy realmente capaz de deshacerme de él.  Siento como si no pudiera sobrepasar el sentimiento de vulnerabilidad.  Muchas noches me quedé despierto hasta tarde sintiéndome abandonado.  Pienso que habría sido diferente si yo la hubiese dejado a ella, pero ella tomó la iniciativa y ahora me quedé con el rechazo.
          Catorce años después del divorcio, todavía tengo momentos en los que siento ira hacia mi ex-esposa.  No me he vuelto a casar y paso la mayor parte de mi tiempo solo.  Encuentro angustioso no tener a alguien con quien compartir mi día.  Cuando siento la ira acumulada en mi, trato fuertemente de no desquitarme con mis estudiantes, amigos o con mis hijos.  Ha pasado tanto tiempo desde mi divorcio, pero algunas veces todavía se sienten las heridas abiertas.
    –Robert W. Ross

    La ira se considera como uno de los siete pecados capitales.  La ira se despliega a sí misma en agresión, intimidación y como represalias.  La violencia doméstica, los homicidios, la guerra, los disturbios, las violaciones en grupo y otros actos de agresión encuentran sus raíces en la ira.  Un ambiente de trabajo hostil, un estilo de vida disfuncional y relaciones abusivas también son productos de la ira.  Como un guardia de la prisión en la torre de seguridad con un arma, la ira controla y domina el paisaje que él camina.  No hay duda en que la ira engendra violencia, destrucción y muerte.  La ira es algo de lo que muchos de nosotros aprendemos a temerle.
          La ira crece de nuestra insistencia por la satisfacción.  Desde la infancia, queremos dirigir la vida para controlarla.  Un alfiler pincha, la botella está muy caliente, la manta está envuelta muy apretada y el niño llora con desprecio.  Al primer sonido del llanto de un bebé, los padres corren para tranquilizarlo y consolarlo.  Y así va con la vida.  Los intentos para dominar y alejarnos de nuestros deseos, de lo que queremos y de nuestros sueños nos hacen rebelarnos como auto defensa.  Ese estado de rebelión por lo general toma forma de ira.
          La frustración es un motivador poderoso.  La mayoría de nosotros no somos capaces de que se amenace nuestra libertad.  Nosotros no abandonamos nuestras ideas, pensamientos o deseos despreocupadamente sin dar algún tipo de batalla.  Queremos lo que queremos y cuándo lo queremos.  Aquellos que tratan de meterse en nuestro camino,

    retar nuestras creencias o frustrar nuestras metas tendrá que enfrentar nuestra resistencia.  Nosotros respondemos reflexivamente.  Algunas veces nuestra respuesta es rápida y explosiva, otras veces es lenta y calculada.  Podemos rebatir una amenaza con un simple disgusto o con un rápido intento rápido para ignorar o desviar el reto.  Cuando nos frustramos repetidamente,  podemos estallar con resentimiento o hasta con furia.  La ira está atada fuertemente a una cuerda de sentimientos que pueden intensificar la fuerza.  La irritación, la impaciencia, el disgusto, el resentimiento, la rabia, la furia y la cólera son parte de la familia de la ira.
          El origen de la ira no siempre es fácil de señalar.  La puede iniciar la injusticia; así mismo lo pueden hacer las heridas del pasado y del presente.  La mayoría de nosotros creemos que estamos facultados, tenemos los derechos y los privilegios.  Cuando la vida elimina estos reclamos, nos sentimos conmocionados y heridos.  No encontramos justicia a la muerte de nuestro hijo, a nuestro retiro forzado o al frágil estado de nuestra salud física.  Sabemos que la vida no siempre es justa, aún así nos sentimos necesitados, desilusionados y enfadados.  La injusticia demanda una respuesta.  La retribución está en orden.  Forzamos que algo o alguien paguen por nuestro dolor.  La ira se convierte en un medio para el final.
          Todos somos vulnerables a la ira.  La ira puede ser volátil, explosiva y destructiva.  La venganza que algunos buscan en nombre de la ira puede causar daños por generaciones.  Aún así la ira también tiene una forma de tocarnos y forzarnos a levantarnos ante el mundo.  La ira dice, ?ponme atención, a mis ideales, a mis creencias, a mi como persona?.  La ira de Robert Ross en contra de su esposa tiene ese elemento de querer ser escuchado.  En un momento u otro, todos nosotros nos hemos sentido, como Robert, desairados, ignorados o distanciados.  Tal vez hemos trabajado muy duro para ser el mejor empleado, el esposo más atento, el mejor jugador en el campo de golf y aún así nuestros logros fueron descartados o pasados por alto.
          Cuando nuestra propia imagen es retada, nos sentimos lastimados y heridos.  La ira es una forma de afirmarnos a nosotros mismos y de demostrar la molestia y la consternación por cómo estamos siendo tratados.  Nos puede dar la fuerza y la determinación de no ser ignorados.
          La ira es una de las pocas emociones que la sociedad fácilmente les permite a los hombres poseer y expresar.  La ira no solamente es una señal de hombría, es el emblema de la virilidad.  Tradicionalmente la sociedad honra la ira de los hombres y la autoriza al darles a los hombres amplia justificación para su uso.  A los hombres se les da permiso de estar enfadados y para la mayor parte, se les da una licencia para desplegar su ira sin miedo de recriminación.  Para los hombres, la ira es un derecho que es ambos, necesario y legítimo.  Una mujer enfadada se considera emocionalmente inestable y poco femenina, pero un hombre enfadado es considerado como alguien que tiene un carácter fuerte y una convicción moral. 
          Entonces, no es una sorpresa ver a los hombres desplegar la ira, incluso la rabia cuando están sufriendo una pérdida.  Después de todo, la pérdida nos da tantos motivos por los  cuales estar enfadados.  Ciertamente, así es como se sentía Robert.  El dolor es una terrible injusticia.  Si el alcoholismo de un padre lo lleva a tener un ataque al corazón o se arruina una carrera debido a una mala decisión de negocios ¿sinceramente podemos decir qué la ira no está justificada?  Los hombres esperan que la vida vaya por el camino que ellos desean y cualquier reto a estas expectativas son causa de ira.  De hecho, al reaccionar de diferente manera podría parecer sospechoso, una causa de preocupación.  Los hombres tienen la obligación de corregir los errores de la vida.
          Las mujeres están inclinadas a estar enfadadas en su dolor también.  Pero los tabúes y los estereotipos en contra de la ira dejan a muchas mujeres sintiéndose sin apoyo e incomprendidas.  Sus agitadas emociones se pueden interpretar como irritabilidad y hostilidad.  Temerosas de ser excluidas, algunas mujeres entierran su ira y se hunden en la depresión.  Algunas cuestionan su propio valor y el propósito de su vida, particularmente cuando la pérdida es la muerte de un niño.
          Para los hombres, la ira los ayuda a igualar las probabilidades.  El someterse al dolor es admitir que haz perdido el control de tu vida, de tu familia y hasta incluso de ti mismo.  A los hombres se les enseña a levantarse ante los retos utilizando su ira como un escudo o un arma.  Al igual que el gran lobo malo de los cuentos infantiles, ellos soplaran y soplaran y tratarán de volar el dolor para desaparecerlo.  Desgraciadamente, el dolor no se intimida tan fácilmente.
          El dolor amenaza a los hombres.  Su poder absoluto pone en peligro el sentido de sí mismo y ellos se preocupan por exponer sus verdaderas vulnerabilidades.  Como un pony salvaje corriendo libremente en los altos pastos, muchos hombres se resisten a la captura.  Ellos temen que su espíritu se quebrante y el verdadero peso de su dolor emocional

    se despliegue a la vista de todos.  La ira protege el núcleo de los sentimientos masculinos.  La ira que es suficientemente grande y fuerte ayuda a defender su yo interno vulnerable en contra de la exposición.
          A los hombres se les enseña que la vulnerabilidad es igual a debilidad.  El mostrar cualquier otro sentimiento que no sea la ira es arriesgarse a ser tachado como débil.  Pocos hombres desean ser considerados como llorones, aún así muchos creen que este será su destino si tienen que aventurarse en el descubierto limbo de la vida y exponer sus emociones.
          La verdad es que los hombres a menudo no tienen el apoyo que ellos necesitan para sentirse cómodos con sus emociones.  Como hombres, ellos raramente se han puesto a sí mismos en situaciones en la que ellos se puedan sentir auténticamente preocupados por ello.  Y sin los puntos  externos de referencia que dicho apoyo y preocupación les dan, hay algunos recursos internos que arrastrar en tiempos de necesidad.  Los hombres que están de duelo experimentan incluso menores frustraciones como una mayor fuente  de conflicto debido a la falta de apoyo  para sus verdaderos sentimientos o la validación de su pérdida.  Como un vehículo sin amortiguadores, estos hombres son golpeados y dañados por cada bache en la carretera.  La desaparición es cualquier tolerancia para las irritaciones y desilusiones frecuentes de la vida.  Sin un colchón para suavizar  el soplido, la ira reemplaza la racionalidad y la sensatez.
          Cuando la pérdida no atrapa en su telaraña pegajosa, la realidad se vuelve caótica.  Para un hombre, es espeluznante el ser testigo de del parto en el que su primer hijo nace muerto, el que un médico les dé un diagnóstico destrozador de cáncer o que un violento huracán hizo volar su casa de sus cimientos.  Aún así algunos hombres se rehúsan a que sientan compasión por ellos y utilizan la ira para mantener su apariencia de fuerza y de independencia.  La ira eclipsa su realidad externa y mantiene a los otros a distancia, también temerosos de ofrecer su ayuda.  Esto afecta su realidad interna también, como un rápido y efectivo anestésico.  Con la realidad neutralizada, los hombres están ajenos al insoportable dolor.
          Los hombres pueden tener un gran sentido de culpa, arrepentimiento y hasta vergüenza en el duelo.  La sociedad les ha concedido a los hombres el recto honor de ser los protectores y defensores.  La realidad y el dolor guían a muchos hombres a creer que ellos de alguna manera han fallado en lo que ellos sienten como su papel más importante en la vida. Estos sentimientos de degradación y aversión a sí mismos torturan su sus almas, desafiando su sentido bondad y honor.  La ira es una manera de protestar estas emociones sin dormir incluso en un abismo más profundo como lo es el odiarse a sí mismos.  La ira es una protesta en contra de un pasado que se ha perdido para siempre, un presente que nunca podrá ser restaurado y un futuro que nunca será.
          Ambos, hombres y mujeres comúnmente dirigen su ira hacia personas específicas o circunstancias que ven como causantes de su tragedia personal.  Ellos experimentan un sentido de abandono o de haber sido defraudados por aquellos que ellos creen que tuvieron o pudieron prevenir el desastre.  Las parejas se pueden culpar uno al otro por lo sucedido o pueden sentirse enfadados acerca da la manera en que la otra persona está sufriendo.  El culpar o buscar al culpable son intentos de racionalizar lo que vemos como un rechazo (algunas veces, en caso de muerte, incluso el rechazo por el ser amado que ha muerto) y para alejarnos de tener que pensar en nosotros mismos como malos, defectuosos o no amados.
          Los hombres saben que en la ira hay energía y poder.  Cuando crece a través de ellos, se sienten aliviados, con poder y enérgicos.  El hecho de que la ira demanda atención ayuda a algunos a ganar nuevamente un poco de control de lo contrario sobre sus descontroladas vidas.  Ellos se sienten como si estuvieran haciendo algo activamente, no solamente esperando a ser emboscados por el duelo.
    Con facilidad, los hombres pueden abusar de la energía y el poder de la ira.  Los hombres saben que si son lo suficientemente amenazados, la ira puede ser su mejor herramienta para sobrevivir, el gran palo capaz de golpear a su enemigo hasta la sumisión.  Para algunos hombres, la amenaza que el dolor supone a su sentido de sí mismo es suficiente para hacer que ellos ataquen.  La ira se convierte en algo que los consume completamente y se convierte en cólera, amordaza y destruye todo y a todos en su camino.  Dichos hombres se vuelven predadores, actuando con violencia física, de forma abusiva e intimidación.  Irónicamente, sus vidas giran incluso más fuera de control y no están nada cerca de llegar a una resolución debido a su pérdida.
          Es evidente que algunos hombres confíen fuertemente en la ira cuando están de luto.  La ira funciona para los hombres.  Protege, disimula y les da a los hombres una dosis de control.  La ira es un comienzo para la sanación, un

    mecanismo para arreglárselas y externamente liberar algo de lo que está formando dentro.  Esta puede ser la única herramienta reconocible en la caja de herramientas de los hombres.  Ya sea que el uso de la ira por los hombres sea saludable y realista es un aspecto individual.  Problemática y cruel como puede ser, la ira es una emoción de buena fe y una confirmación de que los hombres están sintiendo algo.

    Responde, no reacciones
    En lugar de reaccionar a la ira, las mujeres necesitan responder a ella.  La ira de un hombre empuja lejos a su pareja.  Es muy natural, que ella tema a la ira de él y que con el tiempo pueda agobiarla emocional, mental y hasta espiritualmente.  La ira de él la convence a ella de que él es una persona poco comprensiva y desapasionada por su pérdida y ciertamente por sus sentimientos.  Cuando una mujer reacciona con insultos, acusaciones o una larga diatriba de humillaciones pasadas, con esto ella sólo le agrega sal a las ya abiertas heridas.  Las cubetas llenas de lágrimas, el azotar puertas o el utilizar ?la ley del silencio? tampoco sanará las heridas.
          Muy pocas cosas buenas se consiguen con una reacción a la ira.  Raramente, la ira es racional.  En cambio, las mujeres necesitan responder a la ira dirigiéndola de frente.  Al saber que la herida, la frustración y la inseguridad están debajo de la ira les da a las mujeres la fuerza para enfrentarse a ello.  La ira raramente se expresa a sí misma como una sencilla emoción.  Con más frecuencia, es un charlatán y las mujeres deben aprender a no aceptar los arranques, las diatribas o la disposición hostil de sus parejas al enfrentarse a ellos.
          Desde la era de los cavernícolas, los hombres han utilizado la ira para rechazar al enemigo.  Algunas veces los hombres enmarcan la vida en términos de simples conflictos:  predador o presa, sobrevivir o morir.  El enemigo del día de hoy es el duelo?y la amenaza que supone a las vulnerabilidades del hombre.  Las mujeres que presionan en estas vulnerabilidades inconscientemente se vuelven el blanco del enemigo.  Al reaccionar ante la ira solamente la refuerzan. 
          Las mujeres no son el enemigo.  Ni tampoco son responsables de controlar la ira de su pareja o de estabilizar sus emociones.  Una regla importante en el entrenamiento de salvavidas es mantenerse a flote sin ser halado hacia abajo.  Las mujeres necesitan desviar la ira con firmeza y cuidado.  Al establecer términos claros y límites ayudará a las mujeres a alejarse de ser consumida o controlada por la ira de su pareja.  Las mujeres deben de ser dueñas de sus sentimientos e intentar mantener su estabilidad emocional.

  3. 6
    El Control

     

    Cuando el estómago del cielo se inflama,
    Tú hieres alrededor de mi pierna, pequeños puñados
    De troncos. Mis venas, tejen acero,
    Morteros en mis articulaciones, te rodee
    Y contaste el espacio entre truenos.
    Ahora tus dedos temerosos de escalar
    Fuera de mi fortaleza, erguiste una fortaleza
    Sin ninguna entrada.
    –Louis Cerulli

    El Pesar Resuelto

    En el ocupado flujo de una larga práctica dental, un matrimonio y una familia de cuatro hijos, hubo muy pocos momentos para detenerme y evaluar la dirección de mi vida.  Todo parecía estar bajo control, hasta que mi hijo, Jay, huyó.  Él tenía dieciséis años y utilizaba drogas adictivas.  Jay y yo teníamos una fuerte voluntad y constantemente nos peleábamos.  Gwen, mi esposa, estaba en el medio, como un inocente civil en una guerra.  Como el padre dominante, dejé en claro que no toleraría las drogas en mi casa.  Después de varios meses de fastidiosos conflictos, Jay descubrió que era más fácil abandonar el barco.  Un día de primavera, empacó su VW reconstruido y se fue a un lugar desconocido. 

          Los sentimientos de separación y abandono eran devastadores.  Mi orgullo y mi reputación habían sido atacados.  Me pregunté a mi mismo, ?¿por qué se había ido Jay?  ¿Dónde había fallado como padre?  ¿Cuándo dejamos de hablar y empezamos a discutir??  Me sentía como si no tuviera control sobre Jay o de la situación.  Desesperadamente, empecé a buscar respuestas.
          Encontraba difícil de creer que pude haber hecho algo malo al criar a Jay.  Hasta que el huyó, me sentía que había vivido una buena vida y había tomado las decisiones correctas para mi familia.  Había establecido un negocio y un matrimonio exitosos.  Proveía para mi familia en la manera en que me enseñaron.  Estaba involucrado en la iglesia, haciendo servicios comunitarios y donando tiempo.  El que Jay se hubiese ido me hacia sentir fracasado; era casi como si él me hubiese quitado mi imagen pública cuando él se fue.
          Empecé a sentir un tremendo dolor y una gran culpa por la desaparición de Jay de mi vida.  Mi experiencia de pérdida era como un camino serpenteante con cambiantes escenarios.  Al viajar por este camino, cada giro me daba algún tipo de fase agonizante de dolor y remordimiento.  Seguía regresando a infructuosas tareas.  En cada calle y  con cada vehículo que pasaba yo buscaba una van azul con un conductor pelirrojo.  A menudo, hacia giros en U ilegales para perseguir lo que parecía ser mi hijo.
          Cuando no encontraba las respuestas dentro, me volcaba a los libros para buscar respuestas a mis problemas.  Yo buscaba secretos escondidos para ser padres a través de la psicología del niño y con frecuencia leía hasta muy tarde.  De los cientos de páginas que leí, no pude encontrar una clara respuesta a mis problemas con Jay.
          Al volverme hacia amigos cercanos, recibía compasión, pero no respuestas verdaderas.  Ellos decían, ?los niños son así? o ?todo va a salir bien?.  Otro amigo hizo el comentario de, ?Sí, también estamos pasando un duro momento con nuestra hija, pero ella se va a enderezar.  Tu hijo también lo hará?.  Algunas veces, cuando me encuentro con amigos por accidente, ellos parecen estar avergonzados de hablarme de Jay.  Era difícil verlos luchar con el hecho de si sacaban o no ?el tema?.
          Luego, busqué un psiquiatra y estaba sobre ?el sofá?.  Hice una revisión de los suceso recientes de mi vida?mis luchas, conflictos, victorias y pérdidas.  De todas las cosas que aprendí en la terapia, han sido la resolución de reducir mi práctica dental y pasar más calidad de tiempo con Gwen y nuestros hijos, lo que parece ser lo más productivo.  Aún así, me sentía incapaz de resolver mis problemas con Jay.  La dirección que busqué para aliviar mis sentimientos de fracaso no lo encontré en la terapia. 
          Todavía confundido, me volqué hacia la iglesia para buscar respuestas.  Quería confiar en nuestros amigo entre el clérigo.  Después de muchas pláticas y plegaria, todavía me preguntaba dónde encajaba Dios en todos mis dilemas.  Una vez más, recibí consuelo y garantías, pero no respuestas reales.
          Justo cuando todo parecía sin esperanza, encontré lo que necesitaba en un lugar inusual.  Un grupo de aproximadamente veinte personas vino a nuestra iglesia para dirigir un retiro de fin de semana.  Los hombres y las mujeres de una gran variedad de antecedentes compartieron sus transformaciones espirituales con nosotros.  También había un grupo de jóvenes, pero ellos se reunieron por separado.  Yo no estaba especialmente emocionado con este evento evangelista.  No quería ser parte algo como un ?rastro de serrín?, pero un distinguido profesor de odontología y su esposa eran parte del grupo de evangelistas que visitaban.  El hospitalario presidente nos preguntó a Gwen y a mí si podíamos atender a la pareja y nosotros aceptamos.  A nosotros nos alentó su calidez y su forma tan centrada que consideramos darle una oportunidad al retiro.
          Escuchamos a personas volver a contar sus experiencias, errores y luchas.  Sentí una afinidad con sus apuros y poco a poco sentía la calidez a la espiritualidad que ellos presentaban.  Cuando el retiro llegó a su final el día domingo por la mañana, se abrió el servicio de la iglesia algunos grandes cánticos de fe.  Estas eran canciones que yo había escuchado y cantado la mayor parte de mi vida.  De alguna manera, estos tomaron un nuevo sentido.
          Luego llegó un momento en el que temí.  Lo que sea que hubiera pasado, decidí nunca contestar a un ?llamado de altar?, lo que podía requerir un estallido emocional.  Pero el evangelista hizo una novedosa sugerencia.  Él invitó a todos a utilizar uno pedacitos de papel que estaban en las bancas para escribir algo que quisiéramos darle a Dios.  Teníamos que colocar esos papelitos dentro de una caja de cartón frente al altar y luego regresar a nuestros asientos.  Esto parecía ser discreto y decidí participar.
     
        Me sorprendí a mi mismo con lo que escribí en el papel, ?Dios, te doy a mi hijo, Jay, y a cada uno de nuestros hijos, porque simplemente no sé qué hacer por ellos?.  Al reconocer mi total discapacidad para arreglar todo lo que había salido mal, le pedí ayuda a Dios.  ¡En lugar de sentirme aliviado, me sentí emocionalmente despedazado!  Mis rodillas se doblaron.  No me podía levantar.  Toda la ira, la frustración y el dolor de los meses pasados fluyeron de mí como un diluvio.
          Después de unos momentos, sentí unos brazos detrás de mí que me ponían de pie.  Al voltearme, allí estaba Jay, mi hijo que se había fugado.  El dijo, ?papá, acabo de entregarle mis drogas a Dios?.  Yo contesté, ?Jay, yo te acabo de entregar a Dios?.  Nos abrazamos por primera vez en muchos meses, y finalmente sentí una conexión con mi hijo.  Al luchar tan duro por mantener unida a mi familia, había perdido todo lo de importancia.  Cuando finalmente renuncié al control de Jay, Dios me lo devolvió.                                                                                                  –J. B. Blair

    La libertad es un valor importante en nuestra sociedad.  Debatido casi todos los días en los círculos políticos, en las universidades, en los trabajos y en las plataformas del metro, la idea de la libertad asume que la gente puede funcionar como independientes y seres autónomos.  Para ser etiquetados como independientes es nuestra fuente de orgullo, lo que supone una persona fuerte y capaz.  Por otra parte, la dependencia es un atributo bastante negativo que sugiere a una persona como debilidad o inferior.  Hay ciertos derechos, responsabilidades y privilegios que normalmente asociamos con la libertad y la independencia.  Un es el poder.  Mientras más de este tenemos, más libres nos sentimos.  Ya sea para bien o para mal, el poder nos permite crear, actuar y hacer.  La mayoría de nosotros preferimos tener poder sobre nuestras decisiones, acciones y elecciones, más que permitirles a otros manipular o controlar nuestras vidas.  El control externo es un concepto tóxico en nuestra cultura de auto confianza.
          La mayoría de nosotros cree que la libertad de tomar decisiones y elegir opciones nos da el control de nuestras vidas y por consiguiente, de nuestro futuro.  Tendemos a reaccionar con mucha rudeza cuando sentimos que nuestra autonomía es amenazada, especialmente cuando la amenaza viene de fuerzas externas a nosotros.  Dichas amenazas, con frecuencia se consideran como intencionales y maliciosas.  Reaccionamos en contra de la presión a cambiar y salimos de una necesidad para protegernos a nosotros mismos y a aquellas cosas que nosotros valoramos.
          Los límites o los retos a nuestra independencia nos perturban, nos hacen sentir incómodos y preocupados.  Algunos de nosotros nos sentimos hostiles y agresivos hacia la gente o las cosas que nos amenazan.  Muchas veces queremos hacer reconciliaciones por las cosas que han sucedido.  Con mucha frecuencia, las amenazas hacen que volvamos a priorizar nuestra forma de pensar, y nos volvemos más independientes.  Al resistir las amenazas refuerza el sentido de que estamos a cargo.  Determinamos que nosotros podemos hacer lo que nosotros queremos; nos resistimos a hacer aquellas cosas que no queremos hacer.
          Una tragedia personal tira nuestra vida en una picada.  Así como J. B. Blair, nuestra propia imagen y concepto pueden ser retados de forma significativa.  Cuando una vez muy cómodamente creímos que nosotros controlábamos nuestro propio destino, ahora podemos sentirnos indefensos, sin poder y derrotados.  Podemos culparnos a nosotros mismos por la falta en el accidente de carro que mató a nuestro padre o por el comienzo del melanoma maligno en nuestro hijo.  Imaginamos que pudimos prevenir la tragedia y nos juzgamos a nosotros mismos como fracasados.
          La mayoría de nosotros nos consideramos amorosos, considerados y justos.  La idea de que de alguna manera somos culpables de nuestra pérdida es alarmante y aterradora.  Nuestra integridad, honor y valores están en juego.  Si nosotros no tenemos la culpa, entonces alguna fuerza externa o elemento lo es.  Entonces, el mundo es injusto y cruel.  Nuestra tragedia resulta, ya sea por un suceso al azar más allá de nuestro control o de nuestras pobres decisiones e insuficiencias.  Ninguna de las opciones es reconfortante.  Hemos fallado al controlar ya sea el ambiente o nuestra propia vida.  Tal vez eso sea lo que J. B. Blair también pensó al principio.
          En nuestra cultura, se espera que los hombres estén en control, en todas las situaciones y en todo momento, ya sea en la casa, en el trabajo o en un ambiente social.  Los hombres no pueden demostrar debilidad de ningún tipo o demasiado dependientes del apoyo, el consejo o el estímulo de otros.  A ellos se les estimula para que sean dominantes, agresivos, poderosos y capaces.  Si los hombres no tienen la respuesta, se supone que ellos tienen que saber dónde y cómo encontrarla.

        Muchos hombres enfocan la vida creyendo que no hay problema que ellos no puedan resolver.  Ellos creen que si tuvieran que pensarlo, trampearlo, juguetear aquí o allá con ello,  ponerle un poco de músculo o leer un instructivo o un manual estarían obligados a encontrar una solución o arreglarlo.  Para muchos hombres, el dolor es solamente otro problema para solucionar?sólo otro reto de la vida, otra prueba de hombría.
          Todos los hombres saben que la hombría es acerca de retos y logros.  Uno debe ganar la competencia y salir con un trofeo, ya sea que este trofeo sea una esposa, un trabajo, un juego de golf, una casa, un nivel de colesterol bajo, bíceps grandes o una gran cuenta de banco.  Estos logros no vienen de un trabajo en equipo; vienen de un esfuerzo personal y la confianza en sí mismo.  El éxito viene de sus propias manos y de sus propios medios.  El alcanzar el éxito de cualquier otra manera sería un indicio de falta de capacidad o coraje.
          Aunque las mujeres no son dependientes ni indefensas, muchas no parecen tener el mismo problema?el resolver conducir o necesitar probarse a sí mismas que los hombres sí lo necesitan.  Hablando generalmente,  las mujeres son más flexibles acerca de cómo enfrentan los problemas, aunque ellas quieran que las cosas salgan sin problemas y algunas veces puedan ser un poco demandantes en su deseo de remediar los problemas.  Las mujeres algunas veces sienten que las cosas no tienen solución.  El luto puede ser una de esas cosas.
          Las mujeres nos necesariamente se ven a sí mismas como lobos solitarios.  El duelo es un reto intensamente personal, aunque es un reto racional.  Las mujeres quieren ser confrontadas y comprendidas.  La mayoría desean que los otros estén de duelo con ellas, trabajando de manera cooperativa para procesar los sentimientos, las heridas y las desilusiones.  Su necesidad de intimidad y ataduras emocionales hacen que el duelo de las mujeres sea incomodo en la soledad.  El duelo no es algo que las mujeres quieran resolver totalmente solas.
          El ser hombre se trata de ser valiente.  Los hombres aprenden a muy temprana edad de que ellos deben tratar de tolerar el dolor físico y emocional sin acobardarse.  Se les enseña que el sufrimiento es una insignia de honor:  ?sin dolor, no hay ganancia?.  Los hombres no se pueden dar el lujo de perder prestigio y que otros los vean como cobardes, tímidos o débiles de corazón.  Para ser valientes, hay que demostrar un carácter fuerte y determinación personal.  Estimamos a los hombres a los hombres que llamamos valerosos, osados, valientes, heroicos.  Estos son los rasgos a los que los hombres aspiran.  El ser menos que valientes es ser menos que un hombre.
          Las mujeres se enorgullecen al ser consideradas valientes, aunque probablemente menos que los hombres para enfatizar el despliegue de la patente de valentía física o para medir su valor por medio de la cantidad de dolor que puedan aguantar.  Las mujeres saben que pueden ser valientes, fuertes y con agallas de formas distintas a las de los hombres.  A ellas no necesariamente les importa demostrar o probar su valentía.  La mayoría de las mujeres exhiben su enorme valentía en su pesar.  El pasar el trabajo de parto con un bebé que ha muerto en el útero o ver a un padre pasar lentamente de la independencia a la dependencia total requiere un tipo de fuerza especial.  Aunque hay límites para qué tan valientes se necesitan sentirse las mujeres.  A diferencia de los hombres, el ser valiente no hace a una mujer más mujer.
          Cuando la vida se sale abruptamente de control, uno se siente impotente.  Los hombres reaccionan negativamente a este sentimiento de impotencia; ellos se resisten a actuar el papel de la víctima indefensa.  Ellos quieren hacer nuevamente la vida segura y predecible para ellos mismos y para aquellos que están a su alrededor.  Los hombres no solamente sienten que deben detener el dolor de causar más daños, sino también sienten que deben hacer que algo o alguien pague por la destrucción que acaba de suceder.  El ejercer control es algo que los hombres sienten que ellos pueden hacer y lo puede hacer bien.
          Tradicionalmente, se espera que el hombre proteja y provea para su familia.  Si él o su familia han sido dañados por el pesar, puede que sienta que ha fracasado al cumplir este papel tradicional.  Avergonzados, algunos hombres asumen el papel de director e intentarán compensarlos por su fracaso para que con diligencia traten de arreglar a todos en su familia.  Ellos escuchan, apoyan, consuelan y sienten empatía empujando su propio dolor hacia el fondo para lograr la tarea a mano.  Si pueden tener cualquier cosa de su familia bajo control, entonces ellos creen  que pueden restaurar la armonía y reestablecer su papel como guardián de familia.  Si fuera posible, ellos voluntariamente transferirían todo el dolor de su familia, el dolor de corazón y el sufrimiento hacia ellos mismos.
          Las mujeres quieren saber que pueden depender en el apoyo de su pareja.  Cuando se confrontan con la tragedia, muchas mujeres anhelan una ?figura paterna? estable y responsable.  Esta necesidad por una figura paterna puede

    demandar un nivel de intimidad y una relación a la que los hombres no están acostumbrados y que puede crear mayor ansiedad e incomodidad.
          Los hombres que sufren algunas veces buscan formas de escapar de la casa.  No es que la casa sea un campo de batalla,  pero en lugar guarda también muchos recuerdos deprimentes de lo que se ha perdido.  Para algunos hombres, el lugar del orgullo y el honor que fue una vez, ha cesado la exhibición de competencia.  Largas noches en la oficina, viajes frecuentes a través del país con recados y excusas para cenar fuera son intentos para justificar la evasión masculina de la casa e indirectamente reiterar el control.  Mientras que la sensación de temor continúa supurando, algunos hombres buscan compulsivamente las actividades de las tardes y los fines de semana que los mantendrá a una distancia segura de la casa que ha perdido su atractivo de ser un lugar cómodo y tranquilizador.
          Los hombres son seres competitivos.  Inundados con imágenes de la masculinidad de un súper humano en una cultura masiva, a ellos les gusta imaginarse a sí mismos como ?Hombres de Acero?.  Tradicionalmente, la fuerza física es un rasgo que define lo masculino.  En la mente de muchos hombres, ninguno o nada debería de ser capaz de derrotar al hombre bien preparado y por lo tanto, reaccionan al dolor preparándose a sí mismos para la batalla.  Algunos hombres que están sufriendo se vuelven obsesionados con la salud física, otros con la salud mental.  Las dietas, el ejercicio, el manejo del estrés, la meditación y el espiritualismo se pueden volver todos en parte del nuevo régimen del hombre.  A las mujeres algunas veces les sorprende cuando la conversación en la mesa de la cena de pronto cambia de una discusión usual, como quién no guardo la podadora del césped a una acerca de las virtudes de los huevos sin colesterol.
          Mucho más que las mujeres, los hombres se definen a sí mismos por el tipo de trabajo que ellos hacen.  El trabajo afirma la masculinidad; los hombres se sienten competentes, responsables, confiables mientras están trabajando.  Al trabajar más duro y por más tiempo que otros es una manera probada y comprobada para resolver los problemas y cosechar las recompensas.  Los hombres que están sufriendo saben que la fuerza de su moral y su carácter se afianzarán si aparentan ser fuertes y concentrados ante sus compañeros de trabajo.  La admiración de sus compañeros de trabajo reasegura su estatus y el respeto, cosas que el dolor trata de quitarlas.  Más que un lugar de escape, los hombres ven que el trabajo también puede ser un lugar seguro y legítimo  para trabajar con la agresión y la ira que tienen por el mundo y sus injusticias.
          Las actividades ociosas pueden tomar una nueva importancia cuando los hombres están sufriendo.  Los hombres pueden sumergirse en un sinfín de cosas?desde comportamientos sexuales a deportes competitivos, a reorganizar la caja con el aparejo de pescar.  Ellos pueden involucrarse a sí mismos en pasatiempos, o unirse a grupos cívicos y organizaciones profesionales, pero lo que ellos escojan hacer generalmente no es tan importante para ellos como el acto en sí de hacer algo y hacerlo bien.  Las actividades organizan, estructuran y concentran el tiempo y los pensamientos de los hombres.  Estas son una manera efectiva para ocupar el tiempo y en el proceso, distraen a los hombres de su pesar y su dolor.  Si sus pies no se dejan de mover, los hombres algunas veces creen que tal vez nada malo los puede alcanzar. 
          Muchos hombres se resisten a la noción de que el mundo es un lugar al azar y volátil.  Ellos creen que pueden y deben detener la injusticia que la tragedia ha colocado en su familia antes de que afecte a otra confiada víctima.  Su tragedia debe resistir por algo.  Para crear un significado para su pérdida, muchos hombres dedican gran cantidad de tiempo y energía en aspectos o preocupaciones relacionadas a su tragedia personal.  Ellos, por ejemplo, pueden movilizar grupos para pelear en contra de los suicidios en adolescentes, educar al público acerca de los efectos de la depresión, instar a identidades gubernamentales en contra de la industria tabacalera, ser voluntarios en programas de hospicios, organizar maratones de SIDA, desarrollar programas para familias desoladas o dirigir grupos de apoyo de cáncer.
          Algunas veces, las actividades que buscan los hombres que están sufriendo pueden ser dañinas para ellos o para sus familias.  Algunos hombres pueden beber mucho, utilizar drogas o satisfacerse sexualmente en una manera promiscua.  Otros pueden empujar los límites de su fuerza física tomando aventuras riesgosas.  Aún así otros pueden ponerse en serios altercados físicos o pueden tomar tareas de trabajo que ponen su vida en riesgo.  El sentido de vulnerabilidad y miedo al rechazo de un hombre que está sufriendo puede ser tan poderoso que siente que no tiene opción más que hacer las cosas que comprueban que él es invencible e intrépido.  Las mujeres que están de duelo también toman riesgos innecesarios como no utilizar el cinturón de seguridad, conducir excesivamente sobre el límite de velocidad o dependiendo de  medicamentos preescritos o en el alcohol.

    El duelo es una invitación a la autodestrucción para ambos sexos.
          Algunos hombres perciben el dolor como una prueba para su masculinidad.  No queriendo ser etiquetados como débiles e indefensos, ellos se preparan para demostrar que son valientes, competitivos y auto suficientes?en otras palabras ?hombres de verdad?.  Algunos se desafían a sí mismos de maneras osadas y peligrosas; otros se sumergen a ellos mismos en un sinfín de actividades y responsabilidades.  Todos los hombres desean encontrar una manera de asegurarse de que las cosas malas no les seguirán sucediendo a ellos y a los que ellos aman y por quienes se preocupan.  Al tener su vida bajo control, ellos creen que compraron la mejor póliza de seguro disponible.

    Practique la tolerancia razonable
    Es muy duro estar del lado que recibe cuando tu pareja es controladora o manipuladora, especialmente cuando sus comportamientos son obsesivos o potencialmente autodestructivos.  Su ritmo frenético puede sentirse más como si no estuviera tratando de arreglar las cosas, sino más como si estuviera evadiéndolas.  Puede que usted tenga momentos difíciles tomando el verdadero sentido de sus sentimientos de impotencia y temor al abandono cuando públicamente actúa competitivo, insensible, emotivo y listo para la batalla.  Ciertamente, es confuso escuchar decirle a los amigos y a los compañeros de trabajo que todo está bien cuando la familia está a punto de colapsar.  Este es el momento para que las mujeres practiquen la tolerancia razonable, empatizando con unas expectativas culturales irreales y enfermizas colocadas en los hombres, aunque manteniendo las restricciones y los límites que la mantienen lo que vale y sus valores como persona. 
          Las mujeres pueden interpretar los comportamientos controladores de su pareja como una falta de amor y preocupación.  La falta de comunicación es común cuando ya nos sentimos heridos y vulnerables.  El comunicarse es especialmente difícil cuando lo que cada uno de nosotros quiere es cimentarse emocionalmente y no separarse aún más.  Al practicar la tolerancia razonable, las mujeres están atentas a lo que ellos quieren y necesitan de su pareja, así como lo que ellos no quieren y no necesitan.  Las mujeres no necesitan ser pasivas o subordinar sus necesidades.  Cada pareja tiene el derecho de ser responsable por aquellas acciones y comportamientos que comprometan su intimidad.
          No importa qué tan fuerte tu compañero lo intente, él no te puede arreglar o reparar completamente la tragedia que ha afectado a su familia.  De la misma manera, tú no puedes arreglarlo a él.  La vergüenza, la culpa, la ansiedad y la irritabilidad que él siente es algo que no puedes aplacar completamente, ni tampoco debería de intentarlo.  Ya sea racional o irracional, sus motivaciones vienen de su más interna necesidad para hacer su mundo sea salvo y seguro de nuevo.  Como compañeros íntimos, tienen deseos, sueños y esperanzas mutuas.  Para amarse bien y sobrevivir juntos requiere de un esfuerzo mutuo.

    7
    La Amargura

    Tu aliento huele a hojas en descomposición.
    Tus dientes, teñidos con la pintura del otoño, están
    Enmarcados por un rictus perpetuo.  Tengo miedo
    De ver mi cara delineada en tus mejillas.
    Trato de no caminar con tus inclinaciones laterales.
    Yo dejo los sueños en tu plato y tú me alimentas
    Con arena.  Me he tragado un desierto,
    Amargado de una forma vacilante.
    –Louis Cerulli

     

    Sin Padre

    Durante la mayor parte de mi vida, mi padre estuvo ausente.  Aunque yo podía sentir su presencia físicamente, nunca hubo una guía emocional, una intimidad o una conexión entre nosotros.  Ahora estoy en mis treintas y con todo el tiempo que he pasado alrededor de mi padre, realmente no lo conozco.  Nuestra relación trabajaba hacia atrás; mientras más tiempo pasaba con él, menos lo conocía realmente.  Me sentía frustrado de que él no me conociera tampoco, aunque yo trataba constantemente de demostrarle quién era yo.  Después de resignarme al hecho de que una relación débil sería lo mejor, le dije a mi padre que saliera de mi vida.
          No fue una decisión fácil de tomar, porque de alguna manera yo respetaba a mi padre.  Él tenía una ética de trabajo fuerte que yo quería imitar.  Desafortunadamente, él llevó el trabajo a tal extremo que era todo lo que a él le importaba.  Se me hacía muy difícil estar cerca de él porque él utilizaba el trabajo como una manera de medir lo que yo valía.  Cualquier valor que yo tuviera estaba basado en el trabajo que hacía, la profesión a la que entré o mis éxitos en la vida.
          Como un niño menor, yo veía a mis amigos y a sus padres hacer todas las cosas normales que los padres y los hijos hacen, como jugar pelota o ir a eventos deportivos.  Mi padre nunca llenó ese tipo de expectativas para mí.  Me sentía como si una parte de mi, alguna clave para la relación, hacía falta.  Desesperadamente, quería que mi padre me enseñara algo fructífero o beneficioso acerca de ser un hombre.  Por fuera, yo era normal, pero por dentro, había recuerdos donde mi padre debió haber estado, había un espacio apagado.  Era como tener una desfiguración que solamente yo podía ver.
          Mientras crecía, se volvió más y más importante para mí el ser aceptado y reconocido por mi padre.  Por una sola vez, yo quería que él me dijera que estaba orgulloso de mí por algo, lo que fuera.  Yo sospechaba que él les había dicho a otros que él estaba orgulloso de mí, pero nunca tuve el conocimiento de esta información.  Yo lo veía como severo, apático y despreocupado.
          Recuerdo mi último año en la escuela.  No tenía ni idea de a donde iba a ir cuando terminara mis estudios.  Me preguntaba qué debería hacer y qué era yo realmente.  Fui con mi padre para que me guiara y me apoyara al ayudarme a escoger entre la universidad o la escuela de comercio.  Yo esperaba que pudiéramos trabajar juntos para decidir mi profesión primordial, pero mi padre me respondió ineficazmente, diciéndome que yo debería de encontrar algo en lo que yo fuera bueno y simplemente hacer eso por el resto de mi vida.  El consejo me pareció inútil porque yo no sabía lo que me gustaba hacer o en qué era bueno.
          Aunque me sentí frustrado y avergonzado, regresé a él una segunda vez y le pedí su ayuda con un número de tareas, como el llenar unas planillas de ayuda financiera y reunirme con los representantes de la universidad.  Una vez más mi padre me ofreció un plato vacío.  Me dijo que él no estaba interesado en ayudarme o en asistirme financieramente, pero él sí dijo que era mejor que yo fuera pensando qué iba a hacer y hacerlo para seguir adelante.
          Poco después de este incidente, regresé a casa de la escuela con noticias excitantes.  Mi maestro de inglés me había escrito una carta de recomendación magnífica para la universidad.  Mientras iba por el camino de la entrada, encontré un auto último modelo y una van frente al estacionamiento.  No podía imaginarme de dónde había venido esto porque mi padre había dejado perfectamente claro que él no tenía el dinero para ayudarme con la universidad.  Me sentí indignado.  Después de expresar mi frustración, mi padre respondió con frialdad diciendo que los carros lo hacían a él y a mi madre felices y que yo debería de estar feliz.  En serio, pensé.  Las palabras avergonzantes de mi padre me hicieron enfadado y resentido.  Como en muchas otras ocasiones en mi vida, se esperaba que yo ignorara mis propios sentimientos y me concentrara en mi padre.
        A esta fecha, mí padres continúa poniéndose a sí mismo primero se mantiene ignorante de mis necesidades.  Él cree que la satisfacción se encuentra en un carro nuevo, en la ropa limpia y en un refrigerador lleno.  El no piensa en el amor, las relaciones o la ternura.  Mi padre se quebranta en los simples gestos de la vida, como enseñarme a pescar o a volar un barrilete.  En cambio, me dejó con el severo mensaje de que debía hacer las cosas bien a la primera, pero no comprendía cuál era la manera correcta.

        El punto en el que nuestra relación se rompió sucedió cuando mi madre fue hospitalizada.  Decidí quedarme en casa a pasar a sufrir el que la salud de mi madre se deterioraba.  Quería estar solo porque no quería arriesgarme a tener una discusión con mi padre frente a ella.  Mi padre me llamó por teléfono y por un momento pensé que él me preguntaría cómo estaba lidiando con todo, pero inmediatamente empezó a criticar mi decisión de no llegar al hospital.  Después de tantos años de distanciamiento emocional, él todavía no podía comprender cómo yo no era capaz de aceptar sus críticas y el que me encontrar culpable.  Dejé bien claro que mi ausencia no era a causa de mi madre sino de él.  Después de casi treinta años de desilusión e ira, se me hizo casi imposible controlar mis sentimientos hacia mi padre.  En un torrente de emociones, le dije a mi padre que se fuera de mi vida, finalmente dejando salir toda mi amargura y resentimiento.
        Desde ese día, ha habido muchos momentos en los que he añorado un padre.  Ahora que tengo a mi hija, estoy agradecido de poder llenar sus necesidades, dándole todos los anteproyectos incompletos de la paternidad que a mí me quitaron.  Con su ayuda, estoy definiendo lo que debe ser un padre, pero todavía resiento el pensar que ella está creciendo sin un abuelo.  Siempre esperé que mi padre encajara en algún tipo del molde, pero la realidad ha pintado otra pintura totalmente distinta.
    –John L. Jankord
     

    Mucho de cómo reaccionamos ante la vida está basado en nuestras expectativas.    El pensar que la vida es justa, de que las cosas buenas les suceden a las personas buenas, que el arduo trabajo será recompensado, todo esto viene de un sentido de confianza de cómo es la vida.  Nuestras expectativas acerca del mundo están basadas en nuestras experiencias pasadas, y nos ayuda a predecir la realidad del día de hoy.  Esperamos que nuestro correo sea entregado todos los días a las 2:00 p.m., que el periódico de la mañana esté en nuestra entrada cuando nosotros despertemos y que el camión de la basura aparezca los días miércoles.  Nosotros dependemos de que estas cosas sucedan, porque siempre suceden.  El correo, el periódico, el que recoge la basura son parte de los ritmos y movimientos en nuestra vida, y estamos seguros de que se llevaran a cabo una y otra vez.
          La mayor parte del tiempo esperamos que la realidad sea predecible, equitativa y relativamente inequívoca.  Dichas expectativas nos hacen sentir más seguros, disminuimos nuestros miedos e incrementamos nuestro sentido de satisfacción tanto emocional como interpersonal.  Cuando anticipamos que las cosas saldrán a nuestra manera, existe un sentimiento acompañado de control.  La vida se siente manejable.  La confianza que ganamos nos da fuera para los altos y bajos normales de la vida.
          Las expectativas ponen el curso de nuestra vida y apoyan nuestros sueños.  Nosotros los utilizamos para guiar nuestra toma de decisiones y para dirigir nuestro comportamiento.  Las expectativas pueden influenciar cómo nosotros reaccionamos ante otros y cómo ellos reaccionan ante nosotros.  Algunos de nosotros podemos encontrarnos con una mujer llorando que pasamos en el cementerio; otros pueden irse, temerosos o apenados de interrumpir.  En cualquier caso, nuestra reacción está basada en nuestras suposiciones acerca de la mujer y nuestras propias expectativas privadas acerca de nuestro comportamiento, actitud y motivaciones.  Nosotros esperamos ser tan predecibles como esperamos que otros lo sean.
          La expectativa de que la vida será metódica es una idea maravillosa, pero tarde o temprano todos nos damos cuenta que no hay garantías en la vida.  Las rutinas que estructuran nuestra vida pueden desaparecer de la noche a la mañana.  El padre que amamos tan profundamente puede morir, el trabajo y sus prospectos para una vida exitosa pueden acabar, el negocio que construimos día a día puede colapsar a la ruina.  A través de la tragedia personal aprendemos una lección inquietante y dolorosa:  aunque la vida con frecuencia es predecible, algunas veces es totalmente impredecible.  Lo accidental, el desorden y el caos sí existen en nuestra vida.
          Al aceptar el hecho de que la vida es incontrolable no es una tarea fácil para cualquier género.  Hablando generalmente, las mujeres confían en su habilidad para perseverar, pero muchas ven a sus relaciones primordiales para protección y seguridad.  Cuando esa seguridad es destrozada por la muerte, la pérdida o la tragedia personal, las mujeres se pueden sentirse desilusionadas y resentidas.  La percepción de que su compañero las ha abandonado o las ha defraudado puede ser aplastante y debilitante.  El rechazo, la vergüenza y la desilusión que sienten las mujeres supuran en un sentido de amargura corroyente. 

    Entonces las mujeres encuentran la culpa en sus compañeros y se vuelven rencorosas o vengativas.                  Cuando la vida no sale a su manera, los hombres tienden a sentirse impotentes y enfadados.  Como John Jankord, ellos sienten el rechazo y se obsesionan acerca de lo que se ha perdido.  Los hombres quieren ser victoriosos en la vida y al pensar que han fracasado es devastador.  Estos sentimientos son complicados por el miedo de que la vida nunca vaya a mejorar.  Llenos de dudas, algunos hombres dependen del sarcasmo para aminorar su desilusión.  Su mordaz actitud refleja la desilusión hacia la vida y los sentimientos de amargura que ellos sienten por dentro.
          La amargura es una emoción elusiva.  Es más que solamente la ira; es la ira fermentada.  La amargura se expresa como sarcasmo, resignación y resentimiento.  Los hombres demuestran la amargura cuando se culpan a sí mismos o culpan a otros por su tragedia, o cuando se sienten frustrados e indefensos ante la vida.  La amargura es sobre sentirse avergonzado.  Las agrias emociones que constituyen la amargura acogen a la soledad y nos lleva a la desesperación.
          La realidad de la muerte o la pérdida hace que algunos hombres sientan que la vida los ha traicionado.  Ellos saben que han hechos muchos sacrificios en la búsqueda de una buena vida.  Cuando el duelo invalida estos sacrificios, se sienten enfadados e indignados.  La injusticia es intolerable.  Ellos saben que merecen más de la vida, y sienten que fueron saboteados y avergonzados.  El mundo ya no parece imparcial o justo y se vuelven desesperados acerca de su vida y su capacidad para triunfar y ser felices.  Enfurecidos, dichos hombres vuelvan el dolor hacia adentro y dejan que la amargura se genere y supure.
          Muchas mujeres sienten la amargura también.  La vida las ha decepcionado.  Ellas han sido tratadas injustamente.  Se lamentan de por qué la muerte o la pérdida sucedieron, y se preguntan si ellas atrajeron todo esto ellas mismas.  Al comparar su vida con la de oros, las mujeres frecuentemente piensan que las han dejado solas para el desastre.
          Algunos hombres responden a la desilusión azotando y echándole la culpa a las acciones y los comportamientos de otros por lo sucedido?un jefe irracional, un conductor estúpido, un padre irresponsable.  Otros hombres pueden culparse a sí mismos, racionalizando que si solamente ellos hubiesen estado más atentos, hubiesen trabajado más horas o si hubiesen tratado con más ganas, su relación todavía estaría intacta, su trabajo estaría seguro, el accidente no habría sucedido.  El culpar a otros es una forma en que los hombres se defienden a sí mismos y justificar sus acciones, mientras que cuando se culpan a sí mismos es una forma de castigarse con la esperanza de que el mundo no los castigue más  Al castigarse a ellos mismos, los hombres mantienen el control del dolor emocional y previenen otros rechazos.  Aunque la culpa no les da alivio por la profunda herida, el desánimo y la ira que muchos hombres sienten.
          Los hombres creen que ellos son capaces de hacer grandes cosas y que harán la diferencia en el mundo.  Al entregarles los papeles del divorcio o que les digan de un tumor inoperable, no es lo que ellos tenían en mente.  Ni los hombres quieren sentir que no pudieron proteger a sus familias del daño, que no son los héroes de guerra que imaginaron o que ellos no fueron capaces de aliviar el dolor de la esposa.  El conflicto de las expectativas y la realidad sacuden el respeto a sí mismos y su identidad.      Esta pérdida de sí mismos puede hacer que los hombres se sientan avergonzados.  Su sentido de ser aceptados, encantadores y valiosos es severamente amenazado.  El duelo ha señalado sus fracasos y deficiencias y los hombres en respuesta se sienten avergonzados.  Preocupados por su propio respeto, los hombres encubren sus sentimientos de insuficiencia y sus defectos al racionalizar y negar su dolor.  Incluso con estas tácticas, los hombres no pueden evitar sino juzgarse a sí mimos como unos fracasados y creen que la vida también los ha abandonado.  El resultado final es la amargura y el resentimiento por lo que fracasaron en hacer.
          Los estándares de la sociedad refuerzan el sentido de fracaso de los hombres.  La sociedad espera que los hombres sean estoicos en su dolor, y aquellos hombres que se atreven a expresar sus sentimientos es seguro que los ridiculizaran.  Estar de luto públicamente es demasiado arriesgado para la mayoría de los hombres debido a sus preocupaciones acerca de los castigos que aguantarán.  Para muchos hombres, el actuar como un hombre nunca había sido tan difícil como cuando están en mido de una tragedia.
          Los hombres se pueden sentir avergonzados cuando sienten que no están viviendo con los estándares buenos de dolor de su compañera.  Muchas mujeres acusan a sus compañeros de negar por el dolor emocional y evitar el trabajo para procesar el duelo.  Las mujeres se desaniman y se enfadan con el silencio y la falta de voluntad de los hombres para discutir sus sentimientos abiertamente.  La interpretación de las mujeres de que los hombres son insensibles y despreocupados con frecuencia se torna a la crítica y a los comentarios vergonzosos.  Estas palabras y acusaciones

    hacen sentir a los hombres defectuosos y dolorosamente acomplejados.  Atrapados en el dilema de mantener su masculinidad mientras tratan de respetar las necesidades de su compañera, muchos hombres sienten amargados por el conflicto de los papeles y las expectativas en su vida.
          Los hombres resienten el dolor por tratar de manera equivocada y lastimarlos.  Ellos se sienten insultados por el dolor y el sufrimiento forzado en sus vidas.  La muerte o la pérdida no es parte de su plan y ciertamente no es algo que ellos puedan anticipar.  Aunque los hombres se sienten preparados para manejar cualquier adversidad, se sienten indignados por el extremo desastre emocional que acompaña al dolor.  La injusticia es incomprensible.  Ellos no están dispuestos a atestiguar el dolor de su propia humanidad.  Para muchos hombres, el resentimiento se vuelve un punto muerto mientras que están reacios a admitir que ellos no son del todo poderosos y en control como una vez lo sintieron.
          Parte de sentirse poderoso para los hombres es creer que ellos pueden tomar buenas decisiones y son personas competentes.  Aunque cuando su vida cambia por una tragedia personal, los hombres se preguntan qué hicieron mal o por qué están siendo castigados tan severamente.  La mayoría de los hombres están llenos de preguntas sobre por qué esto les sucedió a ellos y no a otra persona sin nombre y sin rostro.  Se sienten ofendidos con sólo pensar que si tal vez ellos eran una inocente víctima.
          Los hombres rechazan la noción de ser victimas.  Cosas malas les pueden suceder, pero los hombres creen que siempre hay una razón para estas acciones.  Ellos quieren saber qué regla quebrantaron o cómo cayeron fuera favor con la tierra.  Para los hombres, tiene que haber una explicación razonable  de por qué estas cosas suceden.  Sin esa razón, se empieza a desarrollar un sentimiento de odio y amargura.
          Al buscar una respuesta de porqué la vida  no funciona es tratar para los hombres.  Hay tantas preguntas y tan pocos respuestas lógicas.  Después de todos los esfuerzos de agotar sus porqués, los hombres con frecuencia se enfrentan cara a cara con el arrepentimiento.  El pasado, el presente y el futuro pueden parecer una casa de cartas ladeada, una estructura imposible con poca esperanza de reparación.  Si solamente pudieran cambiar lo que fue o restaurar mañana, entonces sus vidas no se sentirían tan rotas.  El arrepentimiento por todas las cosas que pudieron tener, que deberían de tener o lo que hubieran hecho diferente está quemando el dolor.
          Los hombres sienten la amargura por el tiempo perdido y deseos perdidos.  Duele mucho saber que en lo que ellos una vez creyeron nunca se hará realidad.  Para muchos, el tiempo es puramente un recordatorio diario de todas las cosas que salieron mal.  La indignación y la vergüenza defraudan la esperanza de los hombres.  Creyendo que su situación es en vano, sucumben en la amargura y el resentimiento.  Su actitud venenosa está llena de sarcasmo, desprecio, desdén, burla.  El rencor que sienten es un intento de rechazar el dolor y todas sus devastaciones.  Como la negación, la soledad que puede dar la amargura mantiene el dolor emocional de los hombres a una distancia segura.  Los hombres deben evitar el dolor y la desilusión, y los sentimientos amargos son una manera de alejarlos del dolor.
    Busca la compasión
    Los hombres se sienten amargados y resentidos cuando están preocupados y frustrados por su lugar en el mundo y su capacidad de llenar sus responsabilidades.  Culpando y avergonzando a otros y a sí mismos, se desalientan y se sienten condenados a fracasar.  Su sentido de no vivir bajo los estándares de alguien o no ganar la aprobación puede marchitar lentamente su alma.  Anhelando algún tipo de alivio agarrándose muy apretado a su amargura, los hombres luchan por tener esperanza.  Para las mujeres, el duro cambio en la actitud de sus compañeros es inquietante y puede agraviar sus propias perturbadoras emociones. 
          Las mujeres necesitan buscar la compasión para sanar lo que se les ha roto.  La tristeza y la soledad que sentimos son reales.  La amargura de nuestros compañeros se siente como un rechazo y cuestionamos su amor y su vínculo de intimidad.  Esperamos que nuestra pareja experimente la pérdida de la misma manera y al mismo tiempo.  Es alarmante saber que esto está lejos de la realidad.
          Es poco probable que vayas a sufrir de la misma manera que tu pareja o que tu pérdida esté en el mismo grado de significado.  El duelo es muy complicado y personal.  Las emociones, los comportamientos y las actitudes de tu pareja se pueden sentir tan distintas como para ser preocupantes. 

    Al personalizar estas diferencias, puedes pensar que todo se trata de ti.  Esto puede ser especialmente verdadero con la amargura y el resentimiento.  Solamente porque eres testigo o eres el blanco de la amargura de tu pareja, no significa que tu eres la fuente de esa amargura.  Solamente cuando tú puedas separarte de sus acciones estarás libre para buscar la compasión para ti misma y para él.
          La amargura crea un estado persistente de emociones.  Tan dolorosos como lo son estos sentimientos, nos dan un motivo para examinar la dirección de hacia dónde va nuestra vida y para decidir qué es lo que realmente importa.  El dolor presenta muchas posibilidades para nosotros y para nuestro camino hacia la intimidad.  Las amenazas supuestas por la amargura nos provocan mantener nuestro corazón abierto, dispuesto a sanar y cambiar.  Este período de búsqueda de alma es un tiempo para tratarnos a nosotros mismos con bondad y dejarnos influenciar por esa bondad.  Al hacerlo así, seremos capaces de demostrar la bondad a nuestra pareja y  así mismo, da un chispazo de cambio en ellos.  La vida puede mejorar.  Al contemplar los cambios en nuestras actitudes y hacer algo para mejorar nuestras vidas depende de nosotros.  Para alterar el curso de la amargura requiere determinación y compasión.
     

  4. 8
    Los Comportamientos Adictivos

     

    Inyecté engaños en dosis constantes,
    Ahogándose en mi propia piel.
    Un revoltijo de cara de fracaso
    Rastrean mis errores a través del agua en
    Círculos nunca ampliados.  Estoy medio dormido
    En arrecifes de coral, raspando mis muñecas en sus
    Astas.  El silencio parpadea por debajo de mis
    Ojos y los días imitan a los años.
    –Louis Cerulli

    El Precio del Éxito
    A la edad de los treinta años, acepté un puesto como un alto Psicólogo en un centro de salud mental en un largo condado.  Mi ascenso a este puesto parecía lógico, el paso final a una larga serie de esfuerzos exitosos.  Me gradué de la universidad con una licenciatura, me casé e inicié una familia maravillosa.  Cada vez que he cambiado de trabajo, he expandido mi conocimiento, perfeccionando, gradualmente, mis habilidades para ese trabajo ideal.  Cuando se presentó la oportunidad de dirigir un centro de tratamiento diario por sí sola, pensé que el destino me había lanzado otra recompensa a mi regazo.  El puesto parecí muy apropiado a mis intereses, habilidades y metas.  Mis obligaciones implicaban dirigir el centro para pacientes externos de pacientes psiquiátricos y consultar con numerosas agencias comunitarias.  Además, cargaba con un número de casos de los clientes de psicoterapia individual.
         El trabajo era extremadamente estimulante y un gran golpe para un hombre tan joven.  Canalice toda mi creatividad y ambición para convertir el centro de tratamiento diario en un programa modelo.  Las agencias comunitarias nos aceptaron ampliamente, y mi reputación como consultor floreció.  Me sentía como un experto y utilizaba la placa con orgullo.  Derivé el significado de mi conocimiento que estaba ayudando a otros.  El nivel de mi energía era algo, y las cosas positivas en mi trabajo se derramaban para elevar la vida de mi familia.
         No obstante, una nube negra amenazaba mis numerosos logros.  El jefe de psiquiatría del hospital que albergaba nuestro centro de tratamiento diario causó todo mi dolor.  Él tenía muchos rasgos indeseables, pero su alcoholismo era el peor.  El era amenazado por el éxito de un centro de tratamiento diario, el cual en gran parte reflejaba mi contribución.  Él constantemente hacía intentos para disolver el centro y cortar mi acceso a las actividades de consultas.
         El jefe de psiquiatría intentó sabotear el éxito del centro de tratamiento diario.  Me pareció que él era deshonesto, hambriento de poder e inseguro.  Estaba envidioso de la lealtad que otros profesionales y las agencias en la comunidad me mostraban.  Él dejó muy claro que no toleraría rivales a su poder.
         Después de dos años como alto Psicólogo, desarrollé un sentido de perdición permanente.  Mi creciente temor era que iba a ser despedido de mi trabajo.  Una tarde recibí una llamada telefónica informándome que mi trabajo había concluido.  No me habían dado oportunidad para transferir casos y responsabilidades en general a otros profesionales.
         Al principio me las arreglé con mi despido al convertirme en exitoso, empecé a trabajar un excesivo número de horas en un esfuerzo para sentirme bien conmigo mismo de nuevo.  Mi salud y mis relaciones empezaron a deteriorarse, y pasaba más y más tiempo enfocado en el trabajo.  Quería asegurarme de nunca me sentiría profesionalmente inseguro de nuevo.  Cuando estaba haciendo entre setenta y ochenta horas de trabajo a la semana, no tenía tiempo de pensar en qué tan mal había salido todo.  Mi trabajo cada vez más se volvió el centro de mi vida.  Lo utilizaba como un canal para disfrazar todas mis inseguridades y miedos.  Me aseguraba de que todas mis acciones fuera tan éticas que nadie me podría criticar de nuevo.  Luché para mejorarme a mí mismo en cada acción que realizaba.  Mi perfeccionismo afectó mi vida familiar y había momentos en los que ellos se preguntaban cuándo se acabarían mis comportamientos compulsivos.
         Muchas tardes, pensaba en cómo había reaccionado y qué había aprendido de haber sido despedido.  Algunas veces pensaba que mis experiencias negativas con el centro de tratamiento diario reflejaban precisamente mis habilidades y contribuciones como persona.  Me preguntaba si el despido podía ser justificado.  Mientras sufría por la pérdida de tan perfecto trabajo, me preguntaba si alguna vez tendría una oportunidad así de nuevo.  Sentía que había fracasado ante mi única oportunidad de hacer algo importante.  Ahora, me habían dejado para enfrentar la oscuridad.  Estos pensamientos habían impactado severamente mi valor personal, y con frecuencia me iba a dormir sintiéndome frustrado e impotente.
         Finalmente, seguí el consejo el consejo que les daba a otros hombres adictos al trabajo en la terapia.  Limitaba mi semana de trabajo a cuarenta horas y me forzaba a mí mismo a desarrollar otros intereses personales, incluyendo pasar más tiempo con mi esposa y mis hijos.  También desarrollé un extenso número de amistades.  Estas relaciones creaban nuevas prioridades en mi vida y me alejaban de regresar a mis patrones disfuncionales de trabajo.
       

    Me tomó muchos años ver las cosas positivas en mi vida después de mi despido.  El impacto a largo plazo en mi vida profesional y personal fue profundo y mi carrera tuvo un efecto bueno a mi bienestar que a cualquier otra área de mi vida.  Encontré más estrés, dolor y emociones difíciles en mi trabajo que con mi familia y otras relaciones personales.  Mientras que en última instancia desarrollé muchas estrategias que fueron de mucha ayuda con el trabajo y la vida en general, y todavía siento los efectos del pasado.
    –Richard Friberg
     

    En un momento u otro todos nosotros hemos sentido el dolor físico.  Quizás el dolor era por algo tan insignificante como una cortada en el dedo cuando afilaba un cuchillo y se resbaló de tu agarre mientras partías una manzana.  Posiblemente fue causado por algo más serio, como una caída de las escaleras que te envió a la sala de emergencias con un pulmón perforado y algunas costillas rotas.  La sensación del dolor físico nos alerta de que nuestro cuerpo ha sido traumatizado.  Las reacciones típicas al dolor físico pueden ser el repentino estallido en llanto, un torrente de ansiedad o un sentido de miedo o pánico.  Algunas personas utilizan una sarta de obscenidades o se ridiculizan a sí mismos ante su aparente imprudencia o comportamiento inapropiado.  El dolor físico es incómodo y nuestra tendencia natural  es reducir su intensidad y su duración.
         La mayoría de nosotros reaccionamos reflexivamente ante el dolor físico.  Queremos aliviarlo tanto como sea posible para que podamos sentirnos bien de nuevo.  Para hacer esto tal vez sea necesario buscar cualquier cantidad de remedios o automedicaciones.  Ya sea que busquemos  un vendaje, un paquete de hielo, una aspirina o una copa de vino, nuestra intención es detener el dolor.
         Hablando generalmente, es probable que los hombres se coloquen a sí mismos en situaciones peligrosas o que participen en actividades que pueden resultar en dolor físico más que las mujeres.  Con frecuencia, a los hombres se les alienta para comprometerse en comportamientos riesgosos para probar su virilidad, y muchos buscan activamente el peligro como un medio de probarse a sí mismos.  Muchos años de socialización y preparación significan que los hombres aprietan los labios cuando se trata de expresar su dolor.  Es raro un hombre que se mantiene lejos de la oficina porque está enfermo o que se perderán un juego de softball un viernes por la noche debido a un hombro lesionado.
         Las mujeres tienden a tener menos reparos para buscar a un médico o una enfermera cuando ellas necesitan atención médica.  Ellas no son intolerantes al dolor; ellas son intolerantes al sufrimiento innecesario.  Por otro lado, muchos hombres son reacios a ver a un doctor o a buscar ayuda médica.  Cuando están lastimados o enfermos, los hombres conciben sus propias formas de tratar su dolor físico.  Medicamentos sobre el mostrador, largas duchas, un trago extra o dos al almuerzo, o simplemente, ?aguantárselo? son maneras en que los hombres trabajan su dolor más que confrontando la fuente de ello directamente.
         Muchos hombres manejan el dolor emocional de la misma manera en que manejan el dolor físico:  los sentimientos de tristeza, desilusión, culpa y miedo son controlados y mantenidos en privado.  Cuando la fuente del dolor no es tan seria, este tipo de estrategias para arreglárselas pueden ser efectivas.  Pero cuando la fuente del dolor es un trauma mayor, como la muerte o una herida seria, dichas estrategias puede que no funcionen más.  La sensación de destrucción y desorientación que sienten los hombres ante el despertar de una tragedia puede ser demasiado intensa para cubrirla o controlarla.  Mientras  que los hombres pueden desear en secreto poder buscar una ayuda o un apoyo más allá de ellos mismos, pueden ser incapaces de admitir la derrota de que ellos apretaron sus dientes y votaron para curarse a sí mismos por su propia cuenta.
         Los hombres son los que solucionan los problemas.  Para los hombres, la enfermedad, la muerte o una gran pérdida es solamente otro problema por solucionar, y los problemas siempre tienen una solución viable.  Con mucha frecuencia, las soluciones en la que los hombres caen de espaldas son aquellos con los cuales están más familiarizados:  la represión, la supresión y la negación.
       

    La negación les permite a los hombres reducir su dolor emocional, sino es que eliminarlo todos juntos.  Con la presión bajada con un corte o dos, los hombres pueden sentir que las cosas están bajo control nuevamente.  La crisis, por lo menos por el momento, ya pasó, ¿así que por qué hablar de ello más?  Con sus emociones revisadas, ellos van con el trabajo de preocuparse por su familia o manejar sus asuntos diarios.  Pero como se indica en el capitulo anterior de la negación, los sentimientos de dolor no se aplacan con facilidad.
         El duelo trae un golpe.  No solamente vuela a través como una brisa repentina que está aquí y luego se va.  Golpea como un tornado, destruyendo todo lo que está a la vista.  Y la destrucción se siente durante meses, incluso años.  Cualquier intento por negar la intensidad o la duración del dolor es poco probable que sea exitoso  con el tiempo.
         La mayoría de nosotros vamos incrementando nuestra desesperación cuando nuestro repertorio usual de comportamientos de reducción de estrés falla o cuando nuestros problemas emocionales siguen escalando.  Para disminuir el dolor, algunos hombres y mujeres se vuelcan hacia cualquier cantidad de substancias adictivas o comportamientos adictivos como una estrategia para arreglárselas.  Algunos ven el alcohol como un medio de anestesiar el dolor, mientras otros escapan al ocuparse con una relación extramarital.  La motivación es encontrar alguna distracción afuera para ocupar la mente y evitar el triste trabajo del duelo.
         La sociedad de hoy con frecuencia etiqueta una sociedad adictiva porque mucha gente depende de substancias o actividades para manejar su estrés y su dolor emocional.  El alcohol, las drogas, la comida, el sexo, las apuestas, el trabajo y el ejercicio todos pueden ser potencialmente componentes de comportamientos adictivos.  Efectivamente, cualquier comportamiento que produce los resultados deseables o les da un alivio al dolor se puede volver adictivo.  Mientras que sea posible utilizar los comportamientos adictivos para aliviar el dolor temporalmente, dedicándose a los actos compulsivos o al utilizar substancias adictivas puede forzar a las personas en un espiral descendente de adicción.  Con el tiempo, las adicciones demandan más y más atención mientras que dan menos y menos alivio.  Aunque el dolor pueda ser calmado por un tiempo, el alivio generalmente no dura mucho tiempo.
         Los comportamientos adictivos son sustituidos por la realidad, por la intimidad, por la autenticidad.  Los buenos sentimientos que invocan mecánicamente pueden llevar a una falsa sensación de seguridad.  El beber cerveza siempre nos deja sintiendo apacibles; comiendo una ayuda extra de postre continuamente no da la sensación de comodidad y la saciedad; el trotar por el parque inevitablemente nos da un alza de corredores.  Estos sentimientos difieren significativamente de los sentimientos que tenemos cuando nuestros amigos dejan de preguntarnos cómo van las cosas o cuando nuestros parientes nos critican por tardarnos tanto para llegar a nuestro dolor, o que nuestro jefe de pronto espere que volvamos a ser los que éramos antes en el trabajo.  Las drogas, la comida o el dinero algunas veces parecen el único medio de dependencia que tenemos para sentirnos mejor mientras que estamos sufriendo.  Esto puede ser verdad, especialmente, para los hombres menos que para las mujeres que tienen fuentes múltiples de apoyo emocional.  Para los hombres, otro intento en la ruleta, unas cuantas horas más en la oficina o una pastilla adicional de vez en cuando puede ser todo lo que necesiten para detener el dolor.  Los comportamientos adictivos cesan la añoranza y el sufrimiento que sienten los hombres por dentro.
       Las bases de un comportamiento adictivo es buscar el placer.  No es de sorprenderse, que el alcohol sea la droga de elección para muchos hombres que quieren entumecer su dolor rápidamente y de una manera socialmente aceptable.  Unos cuantos tragos más en la noche o una rápida parada en la licorería pueden doblegar el duro filo de la realidad.  Algunos hombres dicen que comenzaron a beber o se empeoró debido a una tragedia personal; otros apenas están siguiendo una larga historia de consumo?y abuso.  El beber socialmente les da una buena excusa para salir de su casa y mantenerse lejos de los recuerdos dolorosos.  Un bar puede dar un anonimato o la compañía de amigos que no van a entrometerse.  ¿Quién puede culpar a un hombre por detenerse para tomarse un trago o dos después  de un difícil día en el trabajo?  El alcohol  reemplaza el dolor y las responsabilidades de la casa con algo mucho más placentero y una atmósfera pacífica.
         Como los hombres, las mujeres utilizan el alcohol para aliviar su dolor emocional.  Aunque las mujeres que utilizan drogas o alcohol pueden pagar un alto precio en la depresión, la vergüenza y la culpa.  Simplemente no es socialmente apropiado para las mujeres que beban mucho o frecuentemente, así que tal vez beberá más en privado para esconder su adicción.
     

      El estado vulnerable que el dolor nos deja casi siempre reta nuestra sexualidad.  Con frecuencia, los padres tienen diferentes necesidades sexuales cuando están de duelo.  Las mujeres, particularmente, pueden sentirse  tan fatigadas emocional y físicamente que están reacias a ser sexuales con su pareja, y ellas prefieren ser confrontadas en menos formas físicas.  Los hombres puede que quieran sexo, no sentirse amado, pero para contener o escapar de sus propios sentimientos de vulnerabilidad y la presión de la intimidad.  Algunas veces estás opuestas necesidades se encuentran en un sexo anónimo con múltiples parejas o una relación extramarital.  
    Para los hombres, estos encuentros sexuales pueden darles emoción, un sentido de conquista o un torrente de poder.  Ellos pueden sentirse libres y temporalmente inmunes al estrés y la ansiedad.  Las mujeres típicamente tienen romances para sentirse deseadas por alguien que no esté conectado a su sufrimiento.  El tener sexo no se trata de preocuparse y amar, se trata de encontrar una reparación instantánea a nuestros miedos, tensiones y vacíos.
         Las parejas que están experimentando la infertilidad o que han sufrido un aborto espontáneo, un parto donde el bebé nace muerto o la muerte de un niño es casi seguro que tengan problemas sobre el sexo.  La pasión de tener un bebé o de reemplazar un niño que ha muerto con facilidad se puede convertir en una desesperación cuando los meses o incluso los años de estar tratando se encuentran con fracasos constantes.  La intimidad genuina se puede ver borrosa, y el hacer el amor se reduce a una simple y obsesiva meta.  Mientras que el reloj biológico sigue caminando, especialmente, las mujeres se vuelven más frenéticas y demandantes en sus deseos de una relación sexual.  El sexo compulsivo despersonaliza a las parejas, dejándolos sintiéndose vacíos y solos.  También es difícil para algunos hombres y mujeres la incompatibilidad de placer físico y el sufrimiento?de la vida contra la muerte.
         El trabajo es el primordial escape para muchos hombres.  Los deberes y las responsabilidades de la carrera toman tiempo y concentración, y muchos hombre dejan que su trabajo los preocupe y los consuma.  El trabajo deja poco tiempo para pensar acerca de la muerte de un padre, un accidente de carro espantoso o la enfermedad de un niño.  El trabajar más duro y más tiempo significa que los hombres se pueden ausentar de sí mismos física y mentalmente de sus familias.  Existe una razón legítima para no estar en la casa, al no tener tiempo de hablar acerca de la tragedia, y no lidiar con las necesidades familiares.  El trabajo se vuelve un lugar para perderse a uno mismo y escapar de nuestro dolor.
         En su desesperación por escapar al dolor, muchos hombres que sufren hacen más que solamente absorberse en el trabajo?ellos hacen su carrera su vida.  El trabajo los define.  Se convierte en la única medida de valor y el único proveedor de sus necesidades.  Esto toma prioridad sobre cualquiera y cualquier cosa, desde la familia, los amigos y lo relativo a la comida, a dormir y a relajarse.  Estos hombres creen que el éxito en el trabajo les prueba que todavía son capaces, mientras los absuelve de la responsabilidad por la muerte, la pérdida o la tragedia personal que ellos y sus familias han tenido que soportar.  El comportamiento  adictivo al trabajo de Richard Friberg fue su solución a ser despedido.  Incapaz de permitir otro trabajo para controlarlo a él, permitió que su trabajo se convirtiera en su vida.
         Algunos hombres adictos al trabajo tratan de amoldarse a sí mismos en trabajos indispensables.  Ellos luchan para ser el mejor socio vendedor de todos los tiempos de la compañía o el Maestro del Año de su escuela.  Ellos quieren ser más que un empleado valorado; ellos quieren ser los mejores, los empleados más estimados en la compañía.  Para lograr esto, ellos se proponen metas irrealistas, toman decisiones controladas?haciéndolas dictatorialmente y se rehúsan a delegar responsabilidades.  Su verdadera meta no es hacer algo valioso y significativo, pero si de asegurarse que nunca su empleador nunca los va a abandonar.
         Los comportamientos adictivos tienen un medio de florecer cuando estamos de pesar.  Nuestras capacidades para ver nuestras acciones con perspicacia y practicar el dominio personal se debilitan por el pesar.  Nuestras creencias y valores se pueden sentir un poco temblorosas, también.  La altura momentánea que ganan por ganar una apuesta en la pista de carreras o trabajar en el gimnasio puede tomar un significado desproporcionado cuando se contrasta con la pesadez del dolor.  La distracción es emocionante y el alivio se siente bien.  Olvidados están los recuerdos, las personas y los lugares que han causado tanto dolor.  Una vez iniciada, la chispa de euforia puede arder en un fuego insaciable de deseo.
         Las adicciones y los comportamientos adictivos son fuentes vacías de placer.  El alcohol, las drogas, el sexo, el dinero o las apuestas son incapaces de mantenernos física, emocional, intelectual o espiritualmente sobre cualquier cantidad de tiempo.  Las adicciones finalmente nos esclavizan, demandando más y más de nuestro tiempo, dinero sanidad y salud mientras ofrecen menos y menos cumplimiento y placer.  

    Los hombres que intentan manejar su dolor al comprometerse en comportamientos adictivos corren el riesgo de ser atrapados en el ciclo vicioso de la adicción, un problema mucho más grande que el que están tratando de resolver.

    Fortifica tu corazón
    Los comportamientos adictivos son falsos. Los placeres que dan pueden engañar a los hombres al creer que no son tan necesitados y vulnerables como realmente lo son.  Perdidos en el comportamiento adictivo es la verdad del dolor emocional que sienten los hombres, y su necesidad por otros.  Muchos hombres dependen en el alcohol, el trabajo, las drogas, el sexo, las apuestas  u otras substancias y actividades adictivas  para escapar y olvidar su dolor.  Cualquier reto o amenaza que hacen las mujeres a dichos comportamientos se encuentra con resistencia, justificaciones o culpas.  Las mujeres deben ver la verdad de la adicción?la locura y la irracionalidad que crea.  Ellas deben protegerse a sí mismas de sus decepciones al fortalecer sus corazones.  Un corazón resiste las falsedades.
         Las mujeres  tienden a enfocarse en emociones cuando están de duelo.  Su primera inclinación es ver la vida a través del prisma del corazón.  Los hombres tienden a ver el duelo desde una perspectiva totalmente diferente.  Para muchos hombres, la vida se trata de resolver problemas y hacer estrategias para tener éxito.  Las substancias y los comportamientos adictivos les dan a los hombres la ilusión de poder y control.  El poder seductivo de una adicción es lenta, pero deliberada.
         Los comportamientos adictivos pueden ser muy destructivos, especialmente cuando se vuelven un patrón y bien afianzados.  Para muchas mujeres, la adicción de sus parejas es una segunda pérdida.  Temerosas e inseguras, estas mujeres pueden sentirse amenazadas emocionalmente e incluso físicamente.  Su tendencia natural es tratar de controlar a su pareja.  Al fracasar en esto, pueden empezar a cuestionar su propia realidad.  De eso, es de lo que se trata la co-dependencia:  cuando un comportamiento disfuncional refuerza a otro.  Lo qué la mujer en esta situación necesita más que cualquier cosa es la verdad y la fuerza interna.
         Una mujer puede encontrar la fuerza interna en lo más profundo de su alma.  Ella puede fortificar su corazón al descubrir su propia realidad emocional?una realidad que honestamente clama sus temores, dudas y deseos más que negarlos y destruirlos.  Cuando una mujer se mantiene firme en su propia verdad, está mejor preparada para manejar las decepciones de la adicción de su pareja.

    9
    Desesperación  

    Cada día termina con su comienzo,
    Enganchado con el periódico y un café amargo,
    Una bata como traje.  Mis dedos manchados
    Por las páginas de un pequeño escrito, la esperanza balbuceada
    A través de la pulpa reciclada.  Todo se convierte en
    Basura, mezclada con aspiraciones en descomposición.
    He coleccionado demasiadas arrugas para encajar,
    Pero soy demasiado agitado para dormir.
    –Louis Cerulli

    Atrapado en un Paracaídas Precioso

         Se sentía como si todo se estuviera desmoronando.  Al hombre que yo consideraba como mi mejor amigo en la vida me había despedido.  Seguro que fueron órdenes de los nuevos dueños, pero eso no alivió el dolor.  Mis amigos y yo habíamos iniciado la compañía y ahora me estaban sacando del camino porque mi posición era prescindible.  Mis amigos hacían productos de software absolutamente magníficos, y la nueva gerencia todavía podía utilizar sus talentos creativos.  Yo era el presidente de la compañía, y con la nueva gerencia llegaron nuevos líderes.  A nadie le importaba que yo hubiera ayudado a crear el éxito de la compañía, ellos solamente me echaron a un lado y siguieron sin mí.
         El paracaídas que me dieron antes de dejarme ir era definitivamente precioso.  Había sido despedido sin motivo alguno, y así que por contrato, tenían que pagarme durante dos años.  Me darían un ingreso de una pequeña cifra de seis dígitos que me permitirían dormir hasta tarde y ver las novelas de la tarde.  Creo que debería haber estado feliz y sacando los panfletos para ir a Hawai.  En lugar, me sentía como si estuviese en una pesadilla de la que no podía despertar.
         El no trabajar era increíblemente difícil para mí, pero traté de no mostrar mis sentimientos.  Dejé todas mis emociones encerradas en una caja de metal, con los escombros de mi chapuceado trabajo, un divorcio, Vietnam y cualquier otra dificultad en mi vida apilada por dentro.  Yo no era un psicólogo, pero tenía suficiente entrenamiento práctico con explosivos para saber que al abrir todas estas ?cosas? emocionales requerían el conocimiento de gente experimentada, o partes de mí que podían empezar a volar en cualquier dirección.  No dispuesto a arriesgar una explosión emocional, estaba trabado sin trabajo y con un sentimiento de fracaso.
         El tener un trabajo parecía ser mi derecho.  Crecí en un área rural de la ciudad de Kansas donde el arduo trabajo era visto como  una virtud varonil y donde la pereza no era tolerada.  Tuve mi primera ruta como repartidor de periódicos a la edad de ocho años y siempre mantuve por lo menos un trabajo desde 1948.  El crecer en un pequeño pueblo, donde la zona seria podía encontrarse a cinco minutos en cada dirección, lo que significaba que se ganaban derechos por cuánto heno había recogido o cuántos acres habían sido arados.  Ahora, sin trabajo, estaba luchando para recobrar mi identidad.  Aún así, mis ideas de un hombre, basado en ejemplos a seguir desde mi juventud, me enseñaron a ser estoico y a soportar.
         No tomó mucho tiempo para que llegara la depresión.  No tenía idea de qué tanto dependía mi propia imagen en lo que hacía para llevar a mi casa el sueldo.  El darme cuenta de ello fue terrible, y horriblemente aterrador.  Mis agallas se retorcieron en un nudo.  Lloré por primera vez desde que tenía once años, pero fui cuidadoso al no dejar que nadie me viera llorando.  Lloraba solamente cuando estaba solo, usualmente al amanecer después de una noche sin dormir.  Temprano por la mañana, parecía que yo era el único ser viviente despierto en el universo.  A estas horas, cualquier ruido que venía de la calle era un sonido bienvenido.
         Volcando toda mi tristeza, ira y confusión hacia dentro me dejó con un increíble sentimiento de desesperación.  Como decían en la Marina, estaba en el ?Atlántico a través, del nivel del golpe de la ballena blanca?.
         A pesar de todo, decidí tratar de encontrar otro trabajo.  Envié copias de mi currículo a contactos de negocios cuyos nombres había obtenido de amigos y el periódico de negocios, pero obtuve muy pocas respuestas.  Esos pocos negocios que sí me contactaron inventaron excusas para no contratarme.  Ellos decían que estaba ?fuera de forma?.  Había estado fuera de mercado por mucho tiempo, construyendo mi compañía de software, para que fueran exitosos en su negocio.
         Estaba empezando a perder el desahogo después que los rechazos se acumulaban frente a mí.  En desesperación, traté de llamar a algunos de mis antiguos socios qué en el pasado, me habían garantizado que siempre sería bienvenido en sus compañías.  Cuando ellos tampoco me devolvían las llamadas, me sentí totalmente desesperada.

         Mi fracaso al encontrar trabajo cobró su cuota en mi.  Oficialmente me diagnosticaron depresión.  Todos los asuntos emocionales que había guardado dentro causaron que mi estómago se llenara de ácido.  Empecé a utilizar drogas preescritas para elevar mi humor y al utilizar una tablilla TMJ  para detener el desesperante dolor en mis mandíbulas.  Estaba convencido que de alguna manera había ofendido a alguna divinidad antigua y en relación había puesto una maldición en mi cabeza.
         Durante los últimos nueve años, seguí sufriendo el dolor de haber sido despedido de mi trabajo.  Mi esposa ha sido un apoyo, pero no con mucha frecuencia discuto mis sentimientos con ella.  Simplemente no puedo abrir esa caja llena de emociones que contiene todos los residuos de mis fracasos pasados.  No conozco ninguna otra manera de lidiar con este tipo de duelo.  Sigo el ejemplo de mis modelos a seguir cuando era niño en Kansas:  Me ?callaba y seguía adelante?.
    –Jim Murrow

    Todos nosotros queremos saber que nuestra vida cuenta para algo.  Necesitamos algún tipo de validación de que contribuimos al mundo de una manera significativa.  El tener un significado en la vida nos ayuda a sentirnos satisfechos y seguros con nosotros mismos y con otros.
         El significado de la vida no es algo que podamos ordenar de una línea de compras por televisión o algo que encontramos catalogado en las páginas amarillas.  Es algo que nosotros debemos crear fuera de muestras propias experiencias en la vida.  Es por lo que trabajamos en casa y en el trabajo.  Es lo que buscamos en nuestras relaciones con otros.  El significado viene de la estimación personal de todos los momentos acumulados en la vida de uno?los momentos alegres y los que nos llenan así como los momentos dolorosos y desalentadores.
         Mucho de cómo construimos el significado está formado por nuestra interacción con otros.  Queremos amistades, amor y conexiones.  La mayoría de nosotros activamente buscamos la compañía de otros.  Es típico que nuestro deseo es interactuar con otra persona de tal forma que le dé placer y significado a ambas vidas.  Es por esto que nos volvemos impacientes y fastidiados por encuentros superficiales, sin sentido o hirientes.  Y es por esto que nos sentimos seguros y felices cuando hacemos una conexión con significado con otra persona.  
         El sentirnos seguros en el mundo nos da un lugar al cuál pertenecer.  Ese lugar al que pertenecemos existe tanto dentro como fuera de nosotros.  Cuando encontramos un lugar al cual pertenecemos, nuestro nivel de energía y vitalidad por la vida puede alzarse.  Hay una base y una conexión que viene de saber que tenemos ataduras a personas, cosas y actividades en el mundo.  La seguridad que sentimos nos anima a ser flexibles de mente y de espíritu, abierto para la vida.
         Desde un sentido de seguridad fluye la buena voluntad?un concepto que la mayoría de nosotros definimos en términos de la regla de oro:  ?No hagas a otros lo que no quieres que te hagan?.  Nosotros vemos el respeto, la bondad y la caridad como valores del corazón y creemos que estos valores son integrales para nuestra identidad y nuestra integridad.  Estos valores guían nuestros comportamientos, actitudes y acciones.  Estos nos dan un sentido de propósito y prenden un calor en nuestro espíritu.  La mayoría de nosotros espera que nuestra buena voluntad fortaleza las relaciones y confiamos que el proceso de conocer, amar y relacionarnos con otros nos cambiará para mejor.  Encontramos consuelo al conocer y saber que nos conocen.  
         El conocer y sabernos conocidos por otros nos da una comprensión de intimidad y el poder de influenciar nuestros alrededores.  También nos ayuda a aprender la importancia de los valores y cómo estos gobiernan nuestra vida.  Los valores le dan forma a quienes somos y cómo actuamos.  Ellos definen lo que significa amar y ser amado y como los policías de tráfico moral, nos dirigen mientras nos movemos de un momento a otro, de un lugar a otro, en nuestra vida de todos los días.
       

     Los valores realzan nuestra claridad y nuestro sentido de propósito.  La mayoría de nosotros quiere saber dónde estamos parados éticamente en el mundo, y derivamos gran seguridad al saber que estamos haciendo lo correcto.  Queremos saber qué se espera de nosotros para que podamos tomar las acciones apropiadas, tomar las decisiones razonables o elegir sabiamente entre opciones.
         La tragedia personal se siente como una repentina e incomprensible violación a nuestro sistema de valores.  Como fue en el caso de Jim Murrows de la abrupta salida de su compañía, una pérdida inesperada puede rendir el inútil compás de nuestra vida y dejarnos deambulando sin esperanza en búsqueda de significado y claridad.
         No hay una explicación simple de por qué suceden las tragedias.  Tampoco podemos saber con anticipación cómo vamos a reaccionar ante una tragedia si una ocurre o cuando ocurra.  Dependemos en nuestros valores para que el mundo tenga sentido, pero cuando la tragedia golpea, hasta nuestros más básicos valores pueden parecer sin sentido e inefectivos.  Lo que una vez tenía sentido, no lo tiene más y podemos ser lanzados en una crisis de desesperación.

    Abrigar una Esperanza  
    Ambos, hombres y mujeres comprenden que es natural sentirse enfadado, desorientado o temeroso mientras se está de pesar, aunque las mujeres tienden a ser menos reacias al hablar o trabajar a través del dolor con otros.  Ni los hombres ni las mujeres quieren que su dolor se vuelva crónico o debilitante como para que los arrastre hacia la desesperación.  La desesperación es un lugar feo, oscuro que mina la energía de vida de la gente y las hace rechazar el amor, el consuelo y la bondad.  Para contrarrestar este rechazo, las mujeres deben abrigar una esperanza en su propia capacidad para adaptarse a la vida y para crear un nuevo significado y propósito para sí mismas.  De esta manera, pueden alentar a sus parejas para que hagan lo mismo.
         La desesperación amenaza el lazo de intimidad entre una mujer y su pareja.  Más que sentirse desesperanzadas por esta amenaza, la mujer necesita trabajar duro para nutrir nuevos sueños y oportunidades.  Ella necesita ubicar esas fuentes de satisfacción, placer y belleza que todavía existen en su relación.  Todos podemos sentirnos bien acerca de algo, y tendremos que buscar dentro aquellas fuerzas que poseemos, aquel apoyo que podemos mostrar, aquella fe a la que todavía nos aferramos.
         La esperanza nos sostiene.  Nos motiva para actuar cuando de lo contrario permaneceríamos inmóviles.  Es la esperanza lo que finalmente nos empuja a salir de la casa después de semanas de exilio auto impuesto o nos da la fuerza para tener intimidad con nuestra pareja después que el luto nos dejara sin interés en el sexo.  La esperanza es una parte integral de cualquier relación.  Ilumina las posibilidades en la vida y nos alienta a expandir nuestra comprensión de quiénes somos, individualmente y como pareja.  No es fácil encontrar la esperanza después de una pérdida significativa.  Aún así la esperanza es parte esencial de la sanación.

  5. TERCERA PARTE
    PROSPECTOS DE RENOVACIÓN

    10
    Un Tiempo de Cambio
    Y Sanación

    Despertar en el jardín del luto, vi
    El dolor en filas disparejas, halando hierbas
    Entre mis pies.  Entierro la privación bajo un
    Hibisco, remojo el suelo en dulce,
    Las raíces en sí bajo mis plantas
    Hasta que me arrodillo bajo una luna corpulenta.
    Me robo su luz prestada, la meto a través de mis
    Poros y mi locura se vuelve lucidez

    Escogiendo la Felicidad sobre el Dolor

    Hace varios años, estaba conduciendo en una carretera de dos carriles, un bus escolar se me acercó desde otra dirección.  El bus se movió hacia un carril de cruce, no se detuvo en la intersección y me pegó.  Mi camioneta estaba dañada y la parte baja de mi espalda estaba seriamente lesionada.
          Había quedado con un gran dolor físico?incapaz de volver a ir a montar a caballo, esquiar o ir a los rápidos en agua o jugar fútbol o baseball con amigos.  Tenía que ir al médico para pruebas médicas frecuentes y tuve que aguantar la terapia física que me sacaba lágrimas de dolor.
          Las preguntas me acosaban.  ¿Seré capaz algún día de trabajar de nuevo?  ¿Si regreso a trabajar, mi trabajo todavía estará allí?  ¿Podré realizar mi trabajo al mismo nivel cómo antes de mi lesión?  ¿Cómo reaccionarán mis compañeros de trabajo ante mí?  (Ya no podré caminar con normalidad).  ¿Cómo reaccionaré yo con mis compañeros de trabajo?  (Mi dolor crónico me ponía irritable).
          Después de muchos meses, pude regresar al trabajo, pero sólo medio tiempo.
          Debido a la fuerte medicación que tomaba para el dolor durante mi rehabilitación, no podía conducir un vehículo.  Una mañana un compañero de trabajo, Gail, me recogió y me llevó al trabajo.  El salir del carro era físicamente difícil.  Mientras caminaba por el largo corredor hacia mi oficina, daba pasos de bebé.  Era todo lo que podía aguantar.  Mientras Gail me tomaba por la parte superior de mi brazo para ayudarme, empecé a sollozar.  Gail creyó que el dolor físico me estaba haciendo llorar, pero estaba llorando porque creí que estaría así por el resto de mi vida.  Tenía miedo.  Gail me llevó a su oficina, en donde me calmé.  Después de recobrar la compostura, empecé mi día de trabajo.
          En mi experiencia, el dolor amplifica el estrés.  Hubo momentos en el trabajo en los que solamente cerraban la puerta de mi oficina y lloraba.  Luego podía continuar con lo que necesitaba hacer.  Aunque esta no era la clase de comportamiento que la sociedad promueve para los hombres, el llorar me hacia sentir mejor.  Necesitaba sentirme apenado por todas aquellas cosas que estaba perdiendo.
          Mis amigos me ayudaron a sobrevivir.  Ellos enviaban galletas o me llamaba para ver cómo me estaba yendo.  Ellos me traían batidos de chocolate cuando el dolor era especialmente malo.  Apreciaba sus respuestas honestas ante mi terrible situación?por ejemplo, cuando ellos admitían, ?ni siquiera sé qué decir.?  Aún así, en momentos quería aislarme porque me sentía avergonzado de la condición en que me encontraba.  No me sentía como una persona completa.  Me sentía indigno de su amistad y de su amor.  Aún así, mis amigos se quedaron conmigo.
          Con el tiempo, mi dolor físico se volvió más fácil de aguantar.  A través de la terapia física, me pude movilizar más y pude enfocar mi mente en otros aspectos de mi vida que no fuera el dolor.  Creo que mi cuerpo volverá a ser lo que era antes del accidente, pero todos los doctores que visité me decían entre líneas algo así como ?tendrá que aprender a vivir con ello?.  Ningún médico podía reparar mi espalda.
          Me di cuenta que tenia que cambiar mi enfoque de ?ponerme bien? a adaptarme a mi nueva realidad.  En lugar de soñar despierto con lo que no podía hacer, tenía que empezar a enfocarme en lo que sí podía hacer.  Decidí continuar con mi vida.  Mi esperanza tenía que salir de adentro de mí. 
          Como una manera de arreglármelas y estar de pesar, yo mantenía un diario meses después del accidente.  Anteriormente, no había escrito mucho.  En mi diario, escribí acerca de cómo me iba cada día y cómo me sentía.  Escribí acerca de mi desesperación, mis pensamientos de espiritualidad y mis pensamientos acerca de la gente.  Escribí mis plegarias.  Una vez decidí cambiar mi punto de vista de desesperación a esperanza, leí de nuevo lo que había escrito.  A través de mis propias palabras, pude ver que había mejorado muchísimo.  Había sobrevivido a lo peor, y me estaba recuperando.  Aunque mi recuerdo del accidente todavía estaba fuerte, mis recuerdos del dolor habían disminuido con el tiempo.
          No creo en el sentido común que ?bunas cosas sales de las malas?.  Aunque sí creo que tengo elecciones qué tomar debido a mi lesión.  Pude haber cometido un suicidio, pero no lo hice.  El suicidio solamente ensancha el círculo del dolor.  Lo sé porque mi hermano mayor se suicidó.
          Escojo la esperanza y la fe en Dios.  Aunque no siempre lo tuve claro cuando más estaba sufriendo, realmente quería vivir mi vida en la felicidad y no en el pesar.  Sin embargo, la mayoría de los deportes que disfrutaba ya no los podía practicar más, ahora podía ir de pesca.  Podía pescar de nuevo.  Eso, en sí, me dio la felicidad.  Empecé a realizar trabajos voluntarios, ayudando a otros a pasar sus momentos difíciles.  Eso también me dio felicidad, así como también más paciencia y una comprensión más profunda de lo que tienen en común la fe y el amor.
          Antes del accidente, sentía que mi vida tenía un propósito.  He decidido que quiero mi vida después del accidente?mi nueva vida?para tener un propósito también.
    –Thomas Chalfant
     
     
    La vida es una serie constante de comienzos y finales.  Ya sea la salida y la puesta del sol, el comienzo y el final de un año escolar o la venta de una casa y la compra de una nueva, la vida está  acentuada por inicios y paradas.  Algunos de estos comienzos y finales?el nacimiento y la muerte, por ejemplo?son más significativos que otros, pero todos están tejidos fuertemente en la misma esencia de nuestro ser.  Los cambios anunciados por los comienzos y los finales llenan nuestros días, semanas, meses y años.  Algunas veces los cambios son emocionantes y retadores; otras veces, invitan al temor o la miseria.  Muy poco en la vida se mantiene igual y hay un comienzo y un final para casi cualquier cosa.
          Muchos comienzos y finales están marcados por tradición o celebración.  Estas tradiciones establecen un contexto para honrar y reconocer el cambio.  El día de Año Nuevo, el Día del Trabajo y el Día de Acción de Gracias nos informan del paso del tiempo y el movimiento de una temporada a otra.  Los tantos días festivos religiosos como, Navidad, Hanukkah, la Pascua de los Hebreos, Viernes Santo y Pascua también designan importantes comienzos y finales para aquellos que tienen fe.  Ceremonias como, bodas, graduaciones, el bautizo de un bebé, velorios y funerales todos dejan un significado formal, y un sentido de reverencia para transiciones importantes en nuestras vidas.
          Algunos de los comienzos y finales que encontramos en la vida toman lugar sin mayor fanfarria y suceden con mucha naturalidad.  Muchos de estos son cambios internos que prueban nuestra capacidad para adaptarnos y crecer.  Al pasar de la infancia a la adolescencia hacia la adultez y a través de los años como adultos, cambiamos nuestras prioridades, propósitos, valores y creencias.  Así también, la sabiduría reemplaza nuestra exhuberancia juvenil conforme vemos cómo nuestros sueños y esperanzas son probados por la realidad. 
          Conforme nuestros papeles y  los patrones de la vida varían, nuestras conexiones con las personas, los lugares, los eventos, las actividades también varían.  Los amigos vienen y van; las relaciones una vez íntimas y vitales se marchitan y son reemplazadas con otras que mantienen un nuevo,  no obstante diferente significado.  El nacimiento de un niño, nuestra primera casa, un nuevo trabajo, la reubicación en una nueva ciudad?cualquiera de estas pueden llamar a una reorganización de la vida y reinventarnos a nosotros mismos.  Aunque al principio protestemos fuertemente, muchos de nosotros vemos estos finales y comienzos como evoluciones necesarias para definir y crear lo que somos.
          La vida no siempre es acerca de dichas transiciones y cambios esenciales.  Algunas veces son las pequeñas cosas que vienen y se van de nuestra vida lo que nos anima y nutre nuestra capacidad para crecer.  Tal vez al sentir la libertar que viene al estar descalzo y con las piernas al aire en el primer día de verdadero calor en el verano, o finalmente sentirse lo suficientemente valiente para aventurarse en el Internet sin ayuda.  Puede ser la buena voluntad de ofrecerse para un proyecto importante en la oficina, o darnos el lujo de hacer un viaje por primera vez.  Estos comienzos pueden parecer pequeños y casi inconsecuentes, pero son un comienzo hacia algo nuevo y un recordatorio de mucha ayuda que hemos provocado para sentirnos esperanzados acerca de la vida.
          Aunque los comienzos y los finales con frecuencia significan la esperanza y la promesa, muchos de nosotros nos acercamos a ellos con trepidación.  El cambio puede ser difícil.  Las transiciones inducen a períodos de incomodidad mientras que tratamos de reestablecer el balance y la armonía. 

    En ningún lado está la propuesta de cambio más desalentadora que cuando estamos de duelo por la muerte de alguien a quien queremos o la pérdida de algo importante en nuestra vida.  En estos momentos, el cambio se siente como una tarea monumental.
          No hay duda de que el estar de duelo quita mucha energía.  La comprensión que todos los aspectos de nuestra vida han cambiado profundamente es difícil de comprender.  No sólo nosotros debemos arreglárnoslas con nuestro sufrimiento emocional, pero, como Thomas Chalfant, debemos trabajar para reestructurar el patrón de nuestras vidas.  Las rutinas de día a día deben reestablecerse.  Mucho de lo que caracterizaba nuestra vida ha terminado o ya no se siente agradable o apropiado.  Es doloroso  pensar acerca de cómo nuestras conexiones con las personas, los lugares, las actividades y las cosas que alguna vez fueron tan familiares?la enfermera que siempre parecía saber qué decir, la amigable cafetería que frecuentábamos en nuestro camino al trabajo o la escuela y compañeros de nuestro hijo?han sido irrevocablemente alteradas.
          Uno de los dilemas al estar de duelo es saber qué partes de nuestra vida demos salvar todavía y qué partes necesitamos deshacernos de ellas.  Estamos acosados con la preocupación por nuestra capacidad de ponernos detrás del volante de nuestro vehículo nuevamente.  Nos preguntamos si alguna vez seremos capaces ojear el álbum familiar sin sollozar.  También luego, estamos confundidos acerca de los planes que teníamos para el futuro.  ¿Qué es lo que nosotros hacemos sobre nuestros sueños para viajar, trabajar por un año en el extranjero, aprender a tocar la flauta, realizar la venta de esa gran cuenta, ofrecerse más en la iglesia?  La clasificación de nuestros papeles, expectativas, motivaciones y deseos se pueden sentir un poco desalentadores.  La muerte de nuestros sueños y esperanzas es angustiante.
          En la mayoría de los casos, los finales y los comienzos que nos provocan un duelo los empujan sobre nosotros sin ninguna opción.  No esperamos que nuestra vida sea destrozada y naturalmente nos sentimos indefensos y no estamos preparados cuando la tragedia nos llega.  Al tratar de sanarnos a nosotros mismos y continuar con nuestras vidas es una batalla tortuosa.
          Para sanar de una importante pérdida requiere voluntad de poder, intencionalmente, una decisión consciente de trabajar para estar mejor.  No es algo que se pueda dejar al azar.  Con seguridad, no sucederá de la noche a la mañana y nunca sucederá sin un esfuerzo verdadero, como finalmente, lo aprendió Thomas Chalfant.  Si lanzamos semillas sin importancia en el terreno del jardín sin importancia, probablemente no tendremos mucho qué cosechar en la caída.  Pero si planificamos nuestro jardín, cultivando cuidadosamente, preparando y sembrando la tierra, existe una posibilidad que nuestra cosecha sea abundante.  El tiempo puede sanar algunas heridas, pero al encontrar la paz verdadera significa enfrentarse a la incertidumbre y tomarse los riesgos.  Algunas veces a los ojos de las mujeres, las formas en que los hombres están de duelo parecen ser menos acerca de la sanación de dolor que la de evadirlo.  Ciertamente, los comportamientos tales como la ira, el control, la adicción, la negación y la amargura son esfuerzos más sugestivos a ignorar o contenerse el dolor que dirigirla directamente.  Aunque el proceso del duelo no es del todo un corte claro y lo que puede parecer como disfuncional o una mala adaptación a una persona, puede ser un grado de beneficio para otra.  Como lo muestran algunos capítulos anteriores, los hombres trabajan muy duro para arreglárselas con el duelo, aunque con frecuencia en muchas formas diferentes a las de las mujeres.  La sanación no siempre viene en grandes, largos saltos para los hombres, pero con frecuencia en cortos pasos y de incremento.

      Los hombres, como las mujeres, saben que ellos necesitan reestablecer los patrones de su vida después de una pérdida.  Ellos comprenden que tienen que encontrar una forma de funcionar en el presente, reinventando un ser que sea diferente de ambos seres, el ser que fueron en el paso y el ser que pensaron serían en el futuro.  Ellos también saben que existen elecciones que tomar acerca e cómo lidiar con el dolor.  Muchos hombres pueden aceptar lo que les ha sucedido a ellos.  Sin embargo, su cambio es ir simplemente más allá de aceptar la pérdida para adoptar las oportunidades de cambio y crecimiento que ofrece.
          Debido a que los hombres con frecuencia piensan en sí mismos como constructores y reparadores, ellos tienden a ser muy sensibles a la destrucción que causa el dolor?el estrés en la familia, las amistades, las finanzas, la carrera.  Estas son cosas que los hombres quieren reparar y poner en orden y su control, enfado, negación, amargura o comportamientos adictivos se pueden ver como un intento para reconstruir el mundo para poder restaurar algún tipo de sentido de seguridad y predicción de la vida. 

    Al intentar reparar estos problemas, los hombres sienten que ellos están viviendo a sus responsabilidades y deberes.
          Aunque puede que ellos ataquen sus problemas inmediatamente, muchos hombres son lentos para aceptar la total realidad de una tragedia personal.  Algunos tratan de minimizar la importancia de su pérdida al permitir que la negación paralice la verdad.  Otros se anestesian con comportamientos adictivos o sucumben a la depresión o a la desesperación.  Para algunos, los intentos de esconderse de la verdad puede durar hasta que la crisis inicial  esté bajo control; otros permanecen en negación durante años.  Especialmente, en estos últimos casos, los hombres pueden encontrar que al retrasas su pena ha interrumpido de forma muy mala su relación con otras personas.  La sanación comienza cuando los hombres empiezan  a reconstruir sus relaciones y trabajan para establecer una identidad más funcional, una que integre su antiguo ser con su nuevo ser.
          Incluso cuando se hace claro que ellos necesitan redefinirse a sí mismos, los hombres pueden enfrentar la tarea muy reacios.  El enfado no ha detenido el dolor, la negación ya no está funcionando, la desesperación y la depresión solamente han complicado el asunto.  El admitir que ellos no pueden vencer esta cosa es humillante.  Rendirse nunca es fácil para los hombres.
          Rendirse ante el pesar puede ser menos dificultoso para las mujeres que tienden a verlo menos como un asunto del ego y poder que un asunto de necesidad.  El pesar desintegra el ser.  Por lo tanto, la sanación requiere de encontrar formas concretas para incorporar los roles pasados y las responsabilidades en una nueva identidad.  El estado psicológico viene al combinar lo que era y lo que puede ser en una forma que crea un ser que todavía honra el pasado.  De esta manera, no se abandona el pasado o se destruye, pero como una casa que todavía tiene valor, reconstruida, restaurada, renovada.  Las mujeres continúan llenando los papeles de madre, trabajadora y veladora a pesar de la pérdida de un hijo, una carrera o un padre.
          Los hombres saben que ellos ya no pueden seguir confiando en sus presunciones acerca de cómo el mundo debería de ser y quieren desesperadamente que la vida tenga sentido nuevamente.  Para encontrarle un nuevo significado, están forzados a reevaluar el núcleo de sus creencias acerca de la imparcialidad, la justicia, la verdad y el respeto.  Dicha, intensa auto-evaluación puede llevar a los hombres a reformular sus pensamientos y emociones acerca de su pérdida y finalmente a formular una nueva asunciones acerca del mundo.  Estas nuevas asunciones pueden tomar muchas formas?que el mundo es un lugar no confiable, que la vida es efímera y que cada momento cuenta, que los hombres pueden depender de otros para ayudarlos.  Cualquier conclusión a la que lleguen, los hombres están intentando sanar al poner su tragedia en una perspectiva más significativa.
          Mientras que los hombres intentan redefinir su mundo y a sí mismos, también pueden pensar a través de los aspectos de fe y espiritualidad. Muchos puede que luchen con su enfado y se preguntarán por qué no les evitaron el sufrimiento.  Midiendo sus vidas con las vidas de otros, puede que culpen a Dios por su tragedia e incluso puede que cuestionen sus creencias religiosas más fundamentales.  Puede que cuestionen el uso de ser fieles cuando Dios no parece preocuparse por ellos.  Para algunos, los pensamientos incesantes de ?¿Por qué a mi, por qué ahora, por qué no alguien más?? finalmente dan respuestas.  Estos hombres escogen construir una nueva relación con su Dios o descubren otras formas de desarrollar una vida espiritual.
          La conmoción emocional que experimentan los hombres después de la muerte de un ser querido u otra significativa pérdida es considerable, sin importar cuánto puedan intentar disimularlo.  Los hombres con frecuencia se esconden detrás de la ira, la negación y los comportamientos controladores y en las sombras de la desesperación y la depresión.  Muchos reservan su pesar para los momentos que están en privado o en lugares privados.  Temerosos de cómo otros van a reaccionar, muchos hombres prefieren sufrir solos, para llorar y lamentarse en la privacidad de su propia alma.
          La sociedad ha hecho que el pesar sea doblemente duro para los hombres.  Por una parte, se les ha dado a los hombres muy pocas, si es que se les ha dado alguna palabra para expresar sus sentimientos aunque sus emociones son tan intensas como aquellas de su pareja.  Segundo, aunque fueran capaces de articular se dolor, muchos hombres carecen de un ambiente seguro en el cual puedan compartir sus sentimientos.  En lugar, ellos se sienten presionados a dejar todo adentro o a buscar oportunidades para sufrir a solas.  Muchos hombres serán más expresivos si ellos no sienten que estarán violando su masculinidad en el proceso.  Como las mujeres, los hombres quieren ser comprendidos en su dolor y quieren la libertad de sufrir en su propia manera.
     

        La falta de seguridad que sienten los hombres es algunas veces difícil de comprender para las mujeres.  Las mujeres ven la seguridad como una extensión natural de la intimidad?un derecho o la facultad de una vida en común comprometida.  El pensar que su pareja no se siente lo suficientemente segura para compartir los sentimientos es impactante y desconcertante.  Aunque muchos hombres sienten que no tienen el permiso de sus parejas para ser vulnerables.  Más que sentir que la intimidad es una calle de doble vía, los hombres con frecuencia lo experimentan como un escenario donde sus más profundas necesidades puedan ser ridiculizadas e ignoradas.  Sin un auténtico sentido que están seguros, los hombres tendrán problemas para armarse de valor para sanar o para tener avances reales al transformar sus vidas y relaciones.

      Mientras que la sanación lleva a los hombres a reexperimentar y a darse cuenta de la verdad de su conexión con otros, ellos aprenden que muchas mujeres han sabido todo el tiempo acerca de la intimidad.  Ellos comienzan a comprender que ellos también dependen de la intimidad, que ellos también tienen hambre por sentirse queridos, amados y cuidados.  Estos entendimientos ayudan a ambos géneros a reconocer qué aunque sus acciones puedan ser muy distintas, las experiencias sentidas son muy similares.
          Escondidos en su dolor y su miseria, muchos hombres encuentran oportunidades para redefinirse a sí mismos, para volver a priorizar y enriquecer sus vidas.  Encontrar un nuevo propósito en la vida es una enorme garantía, pero con el tiempo, muchos hombres son capaces de perseguir lo que más importa en sus corazones.

    Busque nuevas verdades
    La vida está llena de incertidumbre después de la muerte de un ser querido u otra pérdida catastrófica.  Saber cómo seguir adelante es difícil, especialmente cuando mucho de lo que era familiar ahora se ha esfumado.  La decisión de sanar no es más sencilla para las mujeres que para los hombres.  Cada uno debe indagar muy profundo en su alma para resolver seguir adelante.  La pérdida llama a cuestionar nuestra existencia, nuestro propósito en la vida, metas?nuestras verdades.  Para sanar, las mujeres deber buscar nuevas verdades acerca del dolor de su pareja y acerca de de sus propias luchas.  Al hacerlo así, encontrarán razones para sobrevivir.
          Esta búsqueda por nuevas verdades lleva a las mujeres cara a cara con las realidades de la tragedia?vacío, soledad, desesperación y la incertidumbre de si será posible ser feliz nuevamente.  Últimamente, esta búsqueda requiere que las mujeres se dirijan sus más profundos y asentados temores acerca del amor de su pareja y su oportunidad de renovar su relación íntima.
          El trabajo de estar de duelo algunas veces parece ser interminable.  Aunque hay algunas veces en que las mujeres se sienten emocionalmente exhaustas, ellas deben de continuar haciendo espacio en su corazón para su pareja, aceptándolo por dónde él esta y no por dónde debería de estar.  Conforme las mujeres aprenden más acerca de cómo su pareja lleva el duelo, ellas pueden comenzar a reconocer qué debería y qué no deberían de esperar de él.  Cualquier percepción que el hombre es despreocupado disminuye cuando las mujeres empalizan más que critican.  Tomar el riesgo de exponer las heridas en su propio corazón permite a las mujeres apreciar aquellas cosas que hacen importante su relación íntima.  Las mujeres quieren lo mejor para su pareja y para ellas mismas.  Con compasión y persistencia, ellas pueden aprender lecciones invaluables sobre amor.

  6. 11
    Transformaciones

     

    Crudo en un alcantarillado, una roca
    Permanece tosca debajo del cielo.  Años
    Lavaron su caparazón con torrentes y
    Vientos que masajearon su piel hasta
    Que las sombras se derritieron de sus?
                                                                                    curvas emergentes         
    Calentada en los rayos por un desconocido
    Amanecer, lo impenetrable libera su escultura,
    Siempre cambiante, siempre volviéndose sí misma.

    –Louis Cerulli

     
    El Círculo del Duelo

    Han pasado más de ocho años desde el accidente.  Una o dos veces al año conduzco hasta el puente y hasta el sinuoso camino para ver la cuneta donde Jason murió.  Conduzco hasta la estación de televisión donde él trabajaba para poder dar la vuelta y conducir de vuelta ese trecho de carretera que nunca vio.  Llego al cruce y todavía no logro entender cómo se salió de la carretera hacia el arcén, pero la lógica de lo que sucedió luego es trágicamente transparente.  Las primeras veces que regresaba, podía ver la tierra excavada, los vidrios y otros escombros.  Desde entonces, la naturaleza ha suavizado las excavaciones y un pasto alto esconde los escombros.  La naturaleza no trabaja de forma tan rápida en los corazones de los humanos.
          En pocas semanas, cumpliré cincuenta años.  De haber vivido, mi hijo Jason tendría veintisiete años.
          Ahora soy mejor de lo que era.  He tenido ayuda de mi familia y amigos, de sueños y del drama y el penoso trabajo de la vida diaria.  Es muy fácil preocuparse con las tareas de la vida.  He tratado de ayudarme a mí mismo.  De primero, hice esto al escribir.  Mantenía un diario personal; escribía acerca de mis experiencias, pensamientos y sentimientos.  Escribía acerca del dolor, la muerte y la vida.  Era terapéutico y finalmente modifiqué mi diario para convertirlo en un libro, The Fall of a Sparrow: Of Death and Dreams and Healing (La Caída de un Gorrión:  De Muerte y Sueños y Sanación).
       

    También he creado rituales para conmemorar la vida de Jason, para recordarme su presencia y para simbolizar mi amor por él.  Si veo una moneda en el suelo, la recojo y la guardo hasta la próxima vez que vaya de visita al cementerio.  Coloco las monedas que he encontrado en el monumento, al lado del nombre de Jason.  A Jason no le preocupaba el dinero; él siempre perdía el cambio.  Con frecuencia veía monedas en el suelo del carro y de su habitación.  Si ahora encuentro monedas, es como si Jason todavía estuviera vivo, perdiendo dinero, y es mi deber como padre devolverle su dinero.
          Mi esposa también tiene rituales.  Cada vez que ella visita el cementerio, ella besa sus dedos y los roza contra la foto de Jason en su lápida y dice en voz alta, ?Te amo Jason?, te extraño?.  Ella mantiene algunos suéteres de Jason en la gaveta y usa uno cuando más lo extraña.  Cada navidad, ella decora un pequeño árbol y juntos lo colocamos cerca de su tumba.
          Durante la primera temporada navideña después de la muerte de Jason, iba al cementerio casi todos los días. En una de las visitas vi colillas de entradas a un cine local pegadas en algunas ramas del árbol.  Jason y sus amigos amaban las películas, así que estaba seguro que algunos de sus amigos se habían detenido en el cementerio camino de vuelta del cine.  Me gustó la idea.  Comencé a traer las colillas de mis entradas y las colocaba en el árbol.  Después que quitábamos en árbol de navidad, colocaba las colillas dentro de un pequeño perro cerámico que se paraba junto a su tumba.
          La noche en que Jasón murió, alguien en el hospital me dio una mochila que Jason usaba para llevar sus libros de la escuela.  Siempre que mi esposa y yo salimos en un largo viaje, llevamos la mochila con nosotros.  Es una forma de pretender que Jason está con nosotros.
          Estos rituales?aquellos que son públicos y aquellos que son privados?son satisfactorios.  Estos me han ayudado a sanar.  Ahora estoy mejor de lo que estaba. 
          Inmediatamente, después de la muerte de Jason, tuve un período de entumecimiento.  Cuando el entumecimiento se desvaneció y el dolor incrementó, algunas veces utilizaba el alcohol para traer de vuelta el entumecimiento.  Después de cada día en el trabajo, llegaba a casa y escribía en mi diario, tratando desesperadamente de capturar mi dolor en palabras.  Después de escribir, veía televisión o leía, pero también muchas veces abría una botella de vino y bebía hasta que el entumecimiento regresaba.  Era una mala idea, pero me tomó mucho tiempo de convencerme que me estaba dañando más de lo que me estaba sanando.  Algunas veces, ni siquiera el alcohol me ayudaba y entonces escuchaba canciones que yo sabía que me harían llorar.  Las lágrimas trabajaban como una válvula de seguridad, liberaba la presión del dolor acomodada en el corazón.
          Estoy mejor ahora que antes.  Por mucho tiempo después de la muerte de Jason, se sentía como si el accidente hubiese ocurrido ?ayer?.  Muchos meses pasaron antes que pareciera que el accidente sucedió ?la semana pasada?.  Pasaron años antes de sentir que el accidente había sucedido ?el mes pasado?.  Ahora, ocho años después, parece que el accidente sucedió ?hace algunos meses?.  Este lento pasaje de mi reloj interno sugiere qué tan abierta está mi herida y qué tanto duele todavía.  Aunque también es una medida de mi sanación.
          Mi sanación ha venido de los rituales que mi esposa y yo hemos creado:  las monedas, los suéteres, el árbol navideño, las colillas de las entradas, la mochila.  Mi sanación ha venido de la escritura que he hecho informal y formalmente?y de las historias de Jason que comparto oralmente con otros.  Mi sanación ha venido de la apertura con la que mi esposa y yo hablamos acerca de Jason, incluyendo aquellos momentos cuando el pesar me arrastra en un torrente de recuerdos, arrepentimientos y lágrimas.
          Mi sanación continúa, e igual mis rituales.  Estoy mejor ahora que antes.
          Con frecuencia, aunque mi mente corre en círculos, pensando sobre Jason.  Me pregunto dónde estaría viviendo y qué estaría haciendo si no hubiese muerto cuando tenía diecinueve años.  Cuando veo una película, me pregunto qué habría pensado Jason sobre ésta.  Me pregunto si Jason hubiese cumplido su sueño de ser capaz de hacer películas.  Mis pensamientos dan vueltas y vueltas en este espacio vacío en estos círculos siempre ensanchados.

        Estoy mejor ahora que antes, pero no hay ningún antídoto para el duelo.  El hijo al que amaba está muerto.  Este hecho es tan frío, duro y permanente como el granito que marca su tumba.  Mi duelo es tan permanente como la lápida en la cual mi nombre está grabado al lado de los nombres de mi esposa y mi hijo.  Estoy de pesar porque amaba a mi hijo.  Lo voy a extrañar hasta que esté tendido junto a él.
          Jason amaba la vida, y no querría que yo desperdiciara lo que queda de mi vida.  Él querría que yo disfrutara y apreciara lo que ofrece la vida.  Así que sigo adelante, agradecido por la presencia de mi esposa e hija, entristecido por la ausencia de mi hijo y abrazando la memoria de Jason.
          Sé que mi amor por Jason es tanto causa y cura para mi sufrimiento si utilizo ese  amor en la forma correcta.  Porque sé que estoy mejor ahora que antes.                                                                                                                                                                                          –Kent L. Koppelman

     
    Todos nosotros queremos sobrevivir a nuestra pérdida y estar mejor.  Queremos más días buenos que malos, más cosas para ver hacia delante que cosas qué temer.  Después de una pérdida, anhelamos sentir nuevamente la energía y la emoción de sentirse plenamente vivo.  No hemos olvidado el pasado.  Nunca lo haremos.  El pasado es el producto del cual está hecho el presente.
          Arreglárselas con el duelo y sobrevivir a la tragedia requiere resistencia.  Hay tanto que aprender y aprender de nuevo mientras que tratamos de encontrarle sentido a lo que sucedió.  Buscar todas las piezas que podrán unir de nuevo la vida cómo estaba lleva tiempo.  Tristemente, no hay garantías que nuestra pareja llevará el duelo y la sanación de la manera en que nosotros lo hacemos.  No hay dos personas que pasen el duelo de la misma manera.  No hay dos personas que sanen igual.
          Cuando escogemos hacer lo que se necesita para sanarnos a nosotros mismos, no abrimos a las posibilidades y a la esperanza.  Es como si las puertas que han estado por mucho tiempo cerradas de pronto se abrieran a lo ancho y ahora podemos ver la posibilidad de tener una vida plena, más auténtica y forjando una relación más fuerte con nuestra pareja.  Conforme nos avanzamos hacia delante, la esperanza nos anima a tomar riesgos y a hacer más de nuestras vidas de lo que jamás imaginamos.
          Mucho del duelo y la sanación se trata del valor.  Se requiere coraje encontrar la fuerza en el medio de la impotencia y la desesperanza.  Se requiere de valor triunfar sobre nuestros temores y abrazar la vida.  Se requiere de valor para integrar la pérdida en nuestra historia personal y perseguir un nuevo significado en la vida.
          Ser valiente acerca del duelo no es lo mismo que ser heroico.  Los héroes habitan en los mundos de fantasía de los libros de cuentos, las películas de acción y las novelas de romance?mundos en los cuales el héroe siempre gana.  Los héroes transforman su mundo, su mundo no los transforma a ellos.
          En el mundo real, el duelo nos transforma a todos.  La naturaleza de esta transformación es parte del reto de estar de duelo, de ser valientes.  Si no estamos dispuestos a enfrentar todo eso que el duelo nos lanza, puede que solamente cambiemos de forma mínima, para ir tirando en la vida, no realmente felices, pero ya no más tristes.  Aquellos que toman esta decisión confían en que el tiempo aliviará los puntos abiertos y que gradualmente aceptarán que su vida no volverá a ser la misma.  La vida pierde su significado, pero al menos el duelo disminuye.  Ellos sobreviven, pero no prosperan.
          Sin embargo, con valor el dolor puede transformar las perspectivas de la vida radicalmente, y un nuevo crecimiento puede echar raíz en el inhóspito desierto de la mente y el espíritu.  Las personas que están de duelo y son valientes enfrentan el temor y la incertidumbre del futuro.  Ellos dejan ir lo viejo por una promesa de algo nuevo.  Ellos despiertan a la vida más que permanecer paralizado.  Las personas que están de duelo que son valientes creen que vale la pena vivir la vida, aunque de vez en cuando tengan algunas dudas.  Ellos han dejado de buscar la respuesta de por qué algo malo les ha sucedido a ellos.  En cambio, aceptan que la vida es un proceso imperfecto y que el duelo activo puede finalmente restaurarlos en su totalidad.
     

      Las transformaciones que experimentan los hombres toman cambios en las formas de pensar, de sentir y de actuar.  Al principio, el cambio parecerá leve:  el deseo de pasar menos tiempo en la oficina, la voluntad de unirse a más actividades familiares, la preocupación acerca de la vida espiritual de uno mismo, el interés de unirse a un grupo de apoyo.  Con el tiempo, sin embargo, el impacto de estos cambios puede crecer, causando cambios profundos.
          Las transformaciones probablemente se den más por una reflexión silenciosa que  de juicios precipitados.  Los hombres que cambian las reacciones de una acción refleja nunca lograr tener éxito en realidad al buscar la paz interna.  Sus cambios reactivos tienen muy poco qué ver con los esfuerzos a conciencia y más qué ver con el manejo de la crisis y los arreglos rápidos.
          Las verdaderas transformaciones son acciones intencionales.  Estas son intentos decididos para lidiar con la realidad del dolor de una pérdida.  Estas son deseos para la totalidad emocional, espiritual, cognoscitiva,  física y de comportamiento.  Las transformaciones nacen de la determinación y de dejar ir nuestras viejas perspectivas, expectativas y prioridades.
          La naturaleza contemplativa de la transformación lentamente calienta a los hombres hacia un nuevo conocimiento acerca de la gente en sus vidas, sus propios comportamientos y actitudes, y su punto de vista del mundo.  Conforme hacen el paso de lo antiguo a lo nuevo, muchos hombres pueden empezar a identificar partes de ellos mismos que han sido descuidadas por mucho tiempo y que se necesitaba urgentemente que sanaran.  Muchos mencionan haber olvidado imágenes de momentos educativos con los padres, maestros y otras personas encargadas del cuidado.
          Estos nuevos conocimientos pueden darle a los hombres una visión de más sanos, una relación más amorosa y alentarlos a sacar lo mejor de sus relaciones.  Estos también pueden alentar a los hombres a trabajar a través del arrepentimiento, la culpa, la vergüenza y el pesar por las cosas que pudieron, que debieron o debieron haber hecho de forma diferente en su vida.
          Inevitablemente, hay marcas de acciones o inactividades que los hombres deben de considerar cuando un ser amado muere o cuando enfrentan una pérdida significativa.  Con una retrospectiva, muchos hombres podrán desear haber hecho algunas cosas de forma distinta.  Ellos pueden arrepentirse de momentos en que fueron obstinados, defensivos o moralistas.  Pueden arrepentirse de no haber dicho ?te amo? con más frecuencia, elogiando a otros por el trabajo bien hecho, o admitir que estaban equivocados acerca de algo.  Mientras luchan por la totalidad, algunos hombres pueden reconciliarse con ellos mismos a las realidades de lo que realmente sucedió, y aceptan el pasado.  Sin embargo, difícil de hacer, ellos pueden perdonarse por las acciones pasadas, especialmente cuando ven que al aferrarse a su culpa y negarse a perdonarse a ellos mismos los ha mantenido cautivos al pasado.
          La decisión de dejar ir las transgresiones les permite a los hombres relajar su adherencia a controlar la vida.  Ellos se dan cuenta que al apretar la arena de la vida muy duro solamente causa que más de esta se nos escurra por los dedos.
          La transformación depende de la aceptación de uno mismo.  Para ser cambiados por el duelo, un hombre deber permitirse a sí mismo la alegría de saber lo que él es y lo que no es.  Él debe aceptarse a sí mismo totalmente; fallas y debilidades, así como virtudes y fuertes.  Él debe aceptar que comete errores y que en momentos, necesita apoyo.  En su búsqueda por la aceptación de sí mismo, él debe darse cuenta que no puede controlar el mundo.
          Un gran trato de libertad llega cuando un hombre renuncia a su necesidad de controla el mundo.  La vida se vulva más sencilla, ya que hay menos decisiones qué tomar, menos cosas qué planificar, menos normas con las cuales hay que vivir.  La vida se convierte en algo que se vive en el momento y los retos del mañana se dejan para mañana.
          La aceptación de sí mismos invita a la calma.  Los hombres sienten la paz interna y son más tolerantes a las desilusiones triviales que llenan la vida diaria.  Ellos ya no sienten la misma presión de hacer que todo salga bien.  El dolor de su tragedia personal no ha desaparecido; en cambio, ha sido absorbida dentro de ellos.  El pasado y el presente se han fusionado.  La historia de Kent Koppelman describe dicha integración del pasado y presente:  su amor por Jason ha sido tanto la causa y la cura de su sufrimiento.
     

      Muchos cambios relacionales suceden cuando los hombres como Kent luchan por la totalidad.  Ellos desarrollan una nueva apreciación por otros que fortalecen sus papeles como compañeros, padres, empleados, hijos, hermanos y amigos.  Muchos también sienten una gran afiliación con otros hombres.
          Los hombres que han sido transformados por el duelo con frecuencia parecen menos apresurados y más introspectivos.  Su conducta es callada y llena de pausas; se vuelven más considerados, agradecidos y respetuosos.  Parece que sus ojos se llenan más del mundo y otros sienten arrastrados e incluidos en su mirada fija.  Diferencias entre tú y yo, nosotros y ellos, el sí mismo y el otro, parecen desaparecer.
          Esta desaparición de diferencias sorprende e incluso intimida a algunos hombres.  Ya que han sido condicionados a ver el mundo en términos de estatus, competencia y alianzas estratégicas ellos necesitan tiempo para adaptarse al nuevo sentido de conexión que están comenzando a sentir?una conexión que se extiende más allá de sus relaciones con otras personas para incluir su relación con la naturaleza y todos las cosas vivientes.  Muchos hombres crecen espiritualmente, estando al corriente y apreciando la belleza de todas las creaciones.  Ellos tienen un sentido de la paz y la comunidad distinto a cualquier cosa que ellos hayan sentido previamente.
          Por supuesto, las transformaciones afectan a las mujeres tanto como a los hombres.  La vida toma una gran claridad para las mujeres, y comienzan a darse cuenta del poder que tienen para volver asignar y volver a dirigir su futuro.  Muchas mujeres ven las opciones y las oportunidades cuando una vez ellas veían solamente papeles rígidos y expectativas.  En el proceso, ellas se vuelven más confiadas de su propia intuición e intelecto.  Algunas canalizan sus energías al formular una nueva visión para sus vidas, mientras que otros persiguen largos sueños de la vida.  Al escoger vivir más abundantemente e intencionalmente, las mujeres se vuelven más reflexivas y apasionadas acerca de cosas que más importan.
          En el curso de la transformación, muchos hombres formulan nuevas opiniones acerca de su propia moralidad y acerca de la vida y la muerte.  Se vuelven menos temerosos a la muerte y aceptan la realidad que una vida no es para siempre.  Empiezan a ver la vida como algo raro y efímero, una moneda valiosa que deben gastar con sabiduría. 
          Conforme los hombres integran y transforman su pérdida, también cambian el significado de su mundo.  Las cosas que una vez creyeron irrelevantes o mundanas ahora tienen un gran significado.  Para Kent Koppelman, los objetos comunes como las monedas, las colillas de las películas y una mochila tomaron un nuevo significado.  Estos objetos se volvieron en un signo concreto del amor de Kent por su hijo Jason.
          El proceso de transformación puede acomodarse en una nueva vida para los hombres.  Aunque no lo que esperaban o deseaban, su vida, no obstante, puede ser más vital y profunda que su antigua vida.  Los hombres pueden experimentar una nueva apertura acerca de su vida y una voluntad de dejar que la providencia los guíe.  Desbordados con nuevos conocimientos, ellos pueden hacer la paz con el pasado mientras anticipan los misterios que todavía están por venir.

    Atesore el significado del amor
    Estar de duelo es invitar al cambio.  Al invitar el cambio a nuestras vidas nos reta ha hacer más que solamente sobrevivir.  Nos llama a transformar nuestras vidas para volvernos más de lo que fuimos una vez.  Los compañeros pueden tomar caminos distintos conforme transforman  sus vidas, pero debido a su lazo íntimo, muchos se volverán más cercanos.  Conforme el drama del cambio se desenvuelve, las mujeres deben atesorar el significado del amor al recordar qué los llevo a ellas y a sus parejas a estar junto originalmente.  Esas cualidades que la mujer amaba es probable que todavía estén allí.
      Todos queremos amar y ser amados de vuelta.  Para tratar un corazón roto, necesitamos ternura, intimidad y amor.  Aunque las intensas presiones del duelo pueden volver con facilidad una relación cariñosa en una relación hostil.  Las relaciones débiles pueden ser forzadas más allá de la reparación.  Aunque tentador, una mujer no debe darse por vencida sobre su pareja y sobre ella misma.  Las amenazas que el duelo provoca a las sociedades íntimas se deben confrontar.
          Nuestras distintas formas de llevar el duelo pueden opacar nuestra visión.  Para ver con claridad, las mujeres deben volverse empáticas y esforzarse por comprender cómo su pareja está pasando el duelo y por qué difiere en su estilo de estar de duelo.  Solamente entonces las mujeres serán capaces de ver más allá del despliegue de independencia de sus parejas para descubrir sus verdaderas vulnerabilidades.  Hasta entonces, las mujeres serán capaces de atesorar el significado del amor.
          El amor crea nuestros sueños y esperanzas.  Nos mantienen cuando el dolor vacía el significado de nuestra vida.  Nos lleva a la alegría y hace que la vida valga a pena vivirla.  El amor es el alma de nuestra relación íntima.  Existe terreno en común en nuestro pesar.  Únanse y vivan juntos su amor.

    Acerca de los Colaboradores 
    Louis Cerulli tiene un título de maestría en literatura inglesa.  Él vive con su esposa en Memphis.  Actualmente trabaja en una novela y una colección de poemas.  Louis es voluntario de su tiempo en un centro de tratamiento del cáncer donde practica el Reiki.  También trabaja como artista gráfico para organizaciones en el área de Memphis.                                                                                                                                                          Jim Amundsen nació en Michigan y ha vivido en la región norcentral toda su vida.  Él es un ávido fan de las películas y aprecia los libros de ciencia ficción.  En su tiempo libre, Jim disfruta de una variedad de actividades al aire libre, especialmente el piragüismo y esquiar.                                                                                                                                          J. B. Blair trabajó por más de cuarenta años como dentista.  Nació en Des Moines, Iowa, y se retiró en la Florida hace varios años.  Es voluntario en una clínica gratuita y también se toma tiempo para jugar tenis, navegar y escalar.                                                                                                                  Thomas Chalfant y su esposa, Patty, tienen dos hijos.  Tom es un voluntario activo para diversas organizaciones de ayuda y en su tiempo libre se da el gusto en su amor por la pesca con mosca y el buceo.  También se interesa en la carpintería.                                                                                                                                                                                                    Richard Friberg es forense y psicólogo clínico que se especializa en aplicar sus habilidades en el sistema de justicia criminal.  Es un ávido jardinero, pianista, viajero y coleccionista de estampas.                                                                                                                                                              John L. Jankord nació en Bloomington, Minnesota y todavía viven en el área.  Él y su esposa, Hielen, tienen una niña de tres años, Megan.  John disfruta de acampar, salir en bicicleta y hacer el jardín con su familia.                                                                                                                                    Larry D. Johnson y su esposa, Elaine Wynne son cuenta cuentos profesionales.  Larry y Elaine tienen nueve nietos y están decidiendo cómo viajar solamente por el mundo, ver lo que hay y contarles historias a sus nietos y a cualquiera que quiera escucharlos.                                                                                                                                                                    Kent L. Koppelman es del área rural de Nebraska.  Da clases de comprensión de las diferencias humanas en la Universidad de Wisconsin en La Crosse.  Él y su esposa tienen dos hijos, Jason, quien se murió en 1989 y Tess, quien recientemente se graduó de la universidad.  Kent y su esposa adoran viajar y han realizado varios viajes.                                                                                                                                                                                  John Masson tiene un título de maestría en comunicaciones masivas de la universidad Drake University.  Es el editor de deportes para La Crosse Tribune.  Anteriormente, trabajo como periodista en el Phoenix Gazzette y Colorado Springs Sun. Jon y su esposa, Patrice, y su hija, Gabrielle, viven en Onalaska, Wisconsin.                                                                                                                                                                                                          Jim Murrow tiene en una licenciatura en mercadeo y enseña mercadeo, liderazgo, estrategia y evalúa análisis en Midwestern University.  Tiene más de veinte años en el negocio, ha ayudado a traer la realidad a las aulas.  Jim es un cinta negra retirado y un veterano de Vietnam.                                                                                                                              Ralph O. Robinson sus intereses incluyen el T?ai Chi, la meditación, la poesía, la pesca con mosca, el piragüismo y la lectura.  Como un maestro de buceo disfruta filmar y editar los videos que graba bajo el agua.  Él y su esposa tienen dos hijos vivos y residen en Minneapolis con Ranger, su golden retriever (raza de perro).  Follow the Wind:  Songs for Stained Souls está disponible de los Amigos Compasivos.                                                                                                            Robert W. Ross tiene carreras combinadas como ministro Protestante y catedrático de tiempo completo a nivel escolar y universitario.  Nació en Yuma, Colorado y continua investigando y escribiendo, aunque está técnicamente retirado.  Robert tiene dos hijos y siente que ha tenido una vida plena.
    Acerca del Autor
    Licenciada Elizabeth Levang es un autor, oradora nacional y asesora en los cambos del desarrollo humano y la psicología.  Tiene un doctorado en sistemas humanos y organizadores para el Instituto Fielding en Santa Barbara, California.  Elizabeth conduce programas educacionales y lecturas del duelo y la pérdida y también asesora con las corporaciones y las organizaciones para asistir a los empleados que están de duelo.  Su primer libro, Remembering Wigh Love:  Masajes of Hope for the First Year of Grieving and Beyond también fue publicado por Fairview Press.
    Elizabet y su familia viven en los suburbios de Miniápolis, Minnesota.

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