CUANDO LOS HOMBRES
ESTÁN DE LUTO
Por qué los Hombres Sufren
De Diferente Manera
Y Cómo Lo Puedes Ayudar
Licenciada Elizabeth Levang
A mi abuela, Salute Del Bel Belluz,
quien con su amor por mi hizo toda la diferencia.
Contenido
Reconocimientos
Introducción
PRIMERA PARTE: NUEVOS ENTENDIMIENTOS
1. Cuando los Hombres y las Mujeres están de Luto
?Sigue el Viento: Canciones para Almas Manchadas? por Ralph O. Robinson
2. El Lenguaje del Pesar
?Mi Padre? por Jon Masson
3. El Proceso del Luto: El Hombre Pensante
?Ya No Está Más Aquí? por Jim Amundsen
SEGUNDA PARTE: REALIDADES Y RETOS
4. La Negación
?El Último Viaje de Pesca? por Larry D. Jonson
5. La Ira
?El Síndrome del Animal Herido? por Robert W. Ross
6. El Control
?El Pesar Resuelto? por J. B. Blair
7. La Amargura
?Sin Padre? por John L. Jankord
8. Los Comportamientos Adictivos
?El Precio del Éxito? por Richard Friberg
9. La Desesperación
?Atrapado en un Paracaídas Precioso? por Jim Murrow
TERCERA PARTE: PROSPECTOS DE RENOVACIÓN
10. Un Tiempo de Cambio y Sanación
?Escogiendo la Felicidad sobre la Pena? por Thomas Chalfant
11. Transformación
?El Circulo de la Aflicción? por Kent L. Koppelman
Acerca de los Contribuyentes , Acerca del Autor y Fuentes
Reconocimientos
Una suave brisa roza nuestras caras conforme nosotras tres?Rachel Faldet, Karen Fitton y yo?nos sentábamos en la plataforma del tren en Norwalk, Conecticut. Era principios de julio y momentos antes habíamos tratado de persuadir al conductor de ir un poco más rápido para que pidiéramos alcanzar nuestro tren hacia Maniatan. Acabábamos de terminar de grabar otro programa de televisión y donde al final de la gira promocional del libro Our Stories of Miscarriage [La Historia de Nuestros Abortos Espontáneos] de Rachel y Karen. Para cuando le pagamos al conductor la tarifa el tren ya había alejado de la estación. Mientras nos acomodábamos para esperar el siguiente tren, nos pareció apropiado hablar acerca de hacia donde se dirigían nuestras vidas. Karen y Rachel me animaron ese día a perseguir mi interés desde hace mucho tiempo por escribir un libro acerca de los hombres y el pesar. Les agradezco por ese importante empujón. Le agradezco, especialmente, a Rachel, cuyo rol en este proyecto parece crecer rápidamente con el tiempo. Ha sido muy importante poder contar con su experiencia literaria y su amistad.
Mi esposo, Curt, no sólo leyó cada una de las palabras que escribí, sino que también contribuyó de muchas maneras. Sus habilidades como psicólogo clínico están impresas a lo largo del libro, y le agradezco por su consejo experimentado. Durante todos los meses que investigué y escribí este libro, mi hija, Natalie, siempre compartió su sabiduría y amor. Le agradezco por todos los sacrificios que hizo y por su apoyo incondicional.
La evocadora poesía que se encuentra dentro de este libro fue compuesta expresamente para cada capítulo por Louis Cerulli, un poeta magnífico. Louis también se tomó la exigente tarea de ayudarme a encontrar colaboradores y fue el responsable de editar sus historias. Le agradezco a Louis por compartir sus regalos creativos y por su paciencia durante este siempre evolutivo proyecto.
Admiro a los hombres que contribuyeron con sus historias para este libro. Se necesita mucho coraje compartir el dolor íntimo del pesar y me siento humilde y privilegiada de conocer a estos hombres a través de su escritura. Les agradezco por permitirme a mi y a usted por dejarnos entrar en sus vidas.
Muchas manos y voces le prestaron ayuda a mi trabajo. A todos aquellos que sacaron ideas conmigo, oraron, compartieron experiencias personales, escucharon, leyeron los borradores y mantuvieron mi proyecto en sus corazones, les ofrezco unas gracias sinceras. Entre estos queridos corazones me gustaría darle las gracias a Hill Cerulli, Brenda Crowe y la licenciada Kay Talbot. Quiero darle las gracias especialmente a mi hermana, Julie Ehrman y a su esposo, Ferry por su apoyo constante y por su especial cuidado y preocupación por mi familia; a Farol Dahlof, quien me ayudó a investigar, a organizar sesiones y a tomar notas; al licenciado Ken Druck, quien pasó muchas horas compartiendo sus experiencias clínicas relacionadas con el tema de los hombres y también el cómo sobrevivió a la dolorosa muerte de su hija, Jenna; y a Richard Edler, cuyos esfuerzos por transformar su vida después de la muerte de su hijo, Mark, ha sido una inspiración para mi. Principalmente, estoy agradecida a aquellos hombres y mujeres, quienes amablemente me permitieron entrevistarlos y aprender de su sufrimiento y a los amigos y colegas quienes me ayudaron a trabajar en red alrededor del país en busca de temas y colaboradores.
Le doy las gracias especialmente a Lane Stiles de Fairview Press, cuya creencia en mis ideas y habilidades me dieron la fuerza.
Introducción
Soy completamente italiana de sangre. Esta herencia probablemente evoca imágenes de una familia que no le teme a demostrar sus emociones. En parte, esto es verdad en mi familia; yo sabía cuando mis padres estaban enojados y cuándo estaban decepcionados. Tampoco era muy difícil saber cuándo ellos estaban complacidos. Pero la tristeza o el pesar eran otra historia completamente. No creo haber visto nunca a mi padre llorar. Creo que nunca lo voy a ver. Las lágrimas no son parte de su mundo de hombre.
Cuando estaba trabajando en mi primer libro, Remembering with love: Messages of Hope for the First Year of Grieving and Beyond [Recordando con amor: Mensajes de Esperanza para el Primer Año de Luto y Más Allá] estaba desconcertada por la resistencia que los hombres mostraban al hablar de sus sentimientos. Creí que así justamente actuaban mi padre y otros parientes masculinos. Le pedí a docenas de hombres que conocía que escribieran unas cuantas líneas o incluso un pequeño párrafo acerca de la muerte de algún ser querido para poder incluir sus pensamientos y experiencias en el libro. Mientras que muchos apoyaron el proyecto y estaban muy emocionados acerca del libro, muy pocos estaban dispuestos a compartir sus sentimientos. Aquellos pocos que lo hicieron, hablaron sobre poderosas emociones y un intenso dolor. Parecía que estos hombres estaban incómodos, pero ellos estaban dispuestos a dejar su aprensión por un lado para así tratar de ayudar a otros. Todo esto era muy desconcertante para mí.
Mi esposo, Curt, era uno de esos hombres reacios a hablar.
He visto a Curt llorar. Ha sucedido solamente un par de veces en dieciséis años que hemos estado casados. Sus lágrimas siempre aparecen como una impresión hacia mí. Aunque estoy tratando fuertemente de entender qué significan sus lágrimas y cómo debo responde yo a ello. Sé que aunque es difícil para él superar el pensamiento estereotipo del rol masculino al ser vulnerable también es difícil. Mi esposo es psicólogo clínico. Él sabe qué son las emociones; generalmente, él puede nombrar sus sentimientos. Pero como muchas mujeres, algunas veces fallo al reconocerlas.
La primera vez que mi esposo lloró fue en respuesta a nuestra lucha constante contra la infertilidad. Durante cuatro años seguimos la ruta interminable de exámenes y pruebas, cirugías exploratorias y más pruebas. Los diagnósticos nunca cambiaron: infertilidad inexplicable. Investigamos nuestras opciones para adoptar?una lista de espera de tres años, si teníamos la suerte suficiente de calificar. Pensamos en un estilo de vida sin niños. Un mes agonizante tras otro, seguimos todos los procedimientos?y esperamos.
Una noche en junio Curt se sentó a la orilla de nuestra cama y se soltó a decir en una voz estremecedora, ?no quiero que pase otro Día del Padre sin ser padre?. A mí se me había olvidado que en unos días sería el Día del Padre. Mientras pronunciaba estas palabras, sus ojos se llenaron de lágrimas y empezó a sollozar incontrolablemente. Cuatro años de pruebas, cuatro años de malas noticias, cuatro años de Días del Padre perdidos. Él no podía controlar más la agitación. Me sentí inútil e ignorante. ¿Cómo había pasado por alto su dolor?
El siguiente Día del Padre llegó y se fue, y así pasó el siguiente. No fue sino hasta tres años después que el sueño de Curt se hizo realidad y ello solamente por dos médicos muy hábiles, una enfermera perceptiva y la gracia de Dios. Esa fue la segunda vez que Curt lloró.
Las últimas palabras de nuestro especialista en fertilidad fueron ?ustedes nunca tendrán un niño. Claramente, no si la intervención médica.? Nuestra única esperanza era la fertilización in Vitro, pero el promedio del éxito era muy baja y el costo muy elevado, por lo que optamos que la naturaleza siguiera su curso. Me había esta sintiendo mal por más de un mes y Curt casualmente hizo el comentario de que probablemente estuviera embarazada. Aunque ninguno de los dos se atrevió a creerlo, de todas formas, él compró una prueba de embarazo casera. Para nuestro total asombro, la prueba resulto positiva. Un segundo examen en la clínica mostró ser positiva.
?¿Qué hago ahora?? Le pregunté complacientemente al representante de la clínica que me llamó para confirmar el examen. Todavía teníamos miedo de emocionarnos.
Todavía incrédulos, fuimos por un ultrasonido. Nuestro especialista en fertilidad no era tranquilizador, pero vio el latido del corazón en el monitor, se había quedado completamente sin habla. Mientras nos sentábamos en su oficina ojeo rápido mi expediente?completamente las cinco pulgadas de éste?y siguió murmurando acerca de las pruebas inconclusas. Sí, estaba embarazada.
Mi fuente se rompió el día más frío del año. La navidad estaba solamente a unos días y las tormentas de hielo recientes hacían que viajar fuera difícil. Mi hermana Julie, preocupada por nuestra seguridad y el manejo traicionero pidió que me fuera al hospital y que me quedara allí, aunque tuviéramos que esperar en la cafetería toda la noche.
Más tarde, cuando llegué al hospital, ellos me llevaron en silla de ruedas a la sala de parto. Allí esperamos el resto de la noche. Mi espalda me dolía mucho, hasta que finalmente me pusieron la epidural. Por la mañana, mi obstetra, el Dr. Hachiya, entró al cuarto y en unos minutos ya estábamos listos para dar a luz a nuestro hijo, largamente esperado. O así lo creímos. El bebé no salía y el latido del corazón bajo y la sala de pronto se abarrotó de personal. La supervisora de piso, una ex enfermera del ejército, se paró sobre un taburete sobre mi abdomen empujando hacia abajo con toda su fuerza y gritando en mi oído, ?si quiere que este bebé viva, empiece a pujar ahora?. El cordón umbilical estaba enredado fuertemente alrededor del cuello del bebé.
Unos minutos tensos más tarde, el Dr. Hachiya pudo liberar al bebe del cordón y acostarla en mi estómago. Ella no estaba respirando. Su cara estaba como morada. Ella chisporroteó y se ahogó con los líquidos en su garganta y no podía llorar. Traté de hablar, llamando a Curt para que la viera. La enfermera alcanzó sobre mi cabeza una mascarilla de oxígeno y se la puso en la cara a la bebé y en unos segundos se la llevó a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatal (UCIN).
La Dr. Wiborg-Harvath, un pediatra haciendo rondas esa mañana, justamente entro en la sala cuando llevaron a nuestra Natalie. Ella la vio y corrió para estabilizar a la bebé. Más tarde ese día, después de que la enfermera del parto, Audrey Gable, tenía dudas de la placenta, se creyó que Natalie había contraído estreptocócico Grupo B, una infección que mata a los bebés debido a su sistema inmune deficiente. Además del oxígeno y los antibióticos que le estaban dando para limpiar la bolsa de aire que se había hecho alrededor de su corazón, se introdujo una segunda dosis de antibióticos. Esperamos por noticias esperanzadoras.
Curt se ocupó a sí mismo contestando llamadas de amigos preocupados y deliberando con el personal del hospital. Él secó mis lágrimas y trabajó muy duro para animar mi débil optimismo. Él sostuvo a Natalie con una suave ternura y negociaba solamente por unos minutos más cuando la enfermera regresaba con ella a la UCIN. No tengo idea de cuándo él dormía o comía.
Pasó la Navidad. Los regalos sin abrir de Natalie se mantenían en vigilia bajo el árbol.
El Dr. Hachiya me dio de alta del hospital, pero regresaba temprano todas la mañanas para estar todos los momentos posibles en la UCIN cargando a Natalie, hablándole, temiendo por ella. Curt y yo y algunos familiares pasaban las tardes cargándola y mirando su carita inocente. En una voz tan clara y firme como podía tener, Curt le leía poemas a Natalie escritos por Robert Frost. Reacio, Curt decidió regresar a trabajar y atender a sus clientes.
Una tarde me dejaron parada en la estación de las enfermeras. La vía intravenosa de Natalie había colapsado y la enfermera estaba poniéndole una nueva línea?un trabajo delicado para las venas tan pequeñas. Estaba cansada y asustada. Me volteé y vi a Curt que se acercaba hacia mí. Sorprendida, me pregunte si algo malo había pasado. Lo llamé, ?¿Qué haces tu aquí?? Se acerco más y bajó la cabeza y lentamente dijo ?Decidí que yo necesito más ayuda que mis clientes?. El significado de sus palabras me dejó sin aliento. Las lágrimas de rodaron por las mejillas. Había tratado de ser valiente para mí y para Natalie, pero él también tenía miedo. Sentía que su sueño de ser padre se esfumaba. Su masculinidad y su identidad estaban en riesgo. Una vez más, no había visto su dolor. Había contado con su apoyo, el cual él me había brindado, pero yo no estaba consciente de su temor y del terrible agobio bajo el cual él estaba viviendo.
El dolor que Curt experimentó acerca de la paternidad lo hizo a él ser un padre más atento y sensible. Ha trabajado para ser más directo con sus sentimientos hasta cuando cree que yo no los voy a entender. Por mi parte, trato de escuchar con más cuidado los silencios de Curt y de identificarme con la presión que siente de ser fuerte. Nuestra querida Natalie ha ganado una perspectiva única sobre los hombres y el sufrimiento, ya que hemos compartido la historia de su nacimiento y hemos hablado abiertamente sobre nuestro dolor. A los siete años, todavía se deleita en decirle a cualquiera que la escuche que ella hizo que los sueños de su papá se hicieran realidad.
Mi interés en los hombres y el dolor es parte de la historia de mi vida. Si usted está leyendo esto, el luto, probablemente es parte de su historia también. Confío en que encuentre este libro como una ayuda para comprender el dolor de su pareja y el suyo mismo. Espero, también, que se vaya animada y con esperanza. Este libro fue escrito expresamente con estas razones.
Las composiciones de once hombres?padres, esposos, hermanos y amigos?se encuentran dentro de las páginas de este libro. Tomó mucho coraje para que estos hombres escribieran acerca de sus tragedias personales y por eso estas historias son especiales y tan importantes para mí. Espero que para usted también sean especiales e importantes. A Curt y a mí nos tomó muchos años entender que sufrimos de diferente manera. Todavía seguimos aprendiendo. Las lecciones que podemos obtener de hombres como John Jankord, Larry Jonson, Kent Koppelman y Ralph Robinson son poderosas. Su mensaje es que los hombres si sufren. A ellos sí les importa. Ellos pueden sufrir de diferente manera, pero sufren igualmente.
Al final de cada capítulo, encontrará una respuesta específica para considerar. Lo invito para que piense sobre estas respuestas de ayuda y que lo puedan inspirar. Estas tienen la intención de cuestionar sus creencias acerca de los hombres y el sufrimiento, mientras que lo equipan a usted con nuevas estrategias para ayudar a los hombres con su sufrimiento. Estas respuestas también tienen la intención de validar sus sentimientos, deseos y esperanzas.
Este libro se apoya necesariamente en la generalización sacada de las vidas y situaciones de muchos hombres y mujeres. Ya que es imposible para mí saber las circunstancias únicas de su vida, algunas declaraciones o pensamientos puede que no se aplique a usted y otras pueden sonar certeras. Como todos los libros, tomo lo que le sirva, lo que resuene en su corazón. Este no es un libro sobre lo que es ?correcto? o ?incorrecto? acerca del sufrimiento de los hombres, acerca de la intimidad de las relaciones o sobre las mujeres. Es un libro para entender qué es y qué puede ser.
Gracias por permitir que nuestras vidas se crucen. Le deseo paz.
–Elizabeth Levang
PRIMERA PARTE
NUEVOS ENTENDIMIENTOS
1
Cuando los Hombres y las Mujeres Sufren
Mi sufrimiento tiembla en las ramas del árbol
Silencioso en los dedos del Invierno.
Como una alborada congelada
Manchados en lienzos del crepúsculo
Forcejean en el aire mutilado.
Todas las tardes camino con él
Enmarañado en cada aliento de niebla
Y cada nudo siempre apretando.
–Louis Cerulli
Sigue el Viento, Canciones para Almas Manchadas
La ambulancia salió de la subdivisión, pero las luces no estaban encendidas, la sirena no estaba retumbando y el conductor no tenía prisa. Debí haber atado cabos. No fue sino hasta que mi esposa, Kathy y yo condujimos hasta nuestra casa y vimos la cinta amarilla de la policía que me di cuenta que algo estaba mal.
Corriendo hacia la casa, pase por debajo de la cinta amarilla. ?¿Quién es usted?? me preguntaron tres oficiales de policía conforme me rodeaban. So el padre de Ryan. ¿Cómo está él?? Inmediatamente, el oficial que estaba frente a mí me vio a los ojos y me dijo, ?lo siento señor. Él esta muerto.? Me sentí atrapado, claustrofóbico. No podía respirar. Las rodillas se me doblaron y me desplomé.
Mientras que los amigos de Ryan corrían alrededor del jardín gritando y llorando, logré caminar aturdido hacia el carro para decirle a Kathy que nuestro hijo de dieciséis años estaba muerto.
Una reunión de adolescentes, alcohol y una pistola que los niños habían encontrado cambió mi vida. Ryan y sus amigos le habían quitado la tolva a la pistola ?sólo para estar seguros?. Todos ellos habían jugado con el arma. La habían disparado al aire dentro de la chimenea. Ellos se apuntaron a cada uno. Cuando Ryan jugó con el arma, el seguro de alguna manera ya no estaba puesto. La única bala restante en la recámara acabó con su vida. El oficial forense me dijo que su muerte había sido instantánea. Él dudaba que Ryan siquiera hubiese escuchado el arma dispararse.
Los años de Ryan estaban llenos, aunque cortos. Los logros de mi hijo en el escenario como un joven actor eran impresionantes. Un atleta, Ryan dejó los deportes conforme su pasión por la actuación, la música, la escritura y la poesía maduraban. Él era seguro de sí mismo. Reconocí su audacia y la respeté. La audacia fue parte de Ryan desde muy temprana edad.
Mi dolor llevaba muchas caras; con cada una podía surgir un torrente de pensamientos y emociones. El dolor se disfrazaba con la comida favorita de Ryan que ya no comprábamos más, con su ropa que ya no necesitaba que fuera lavada y su guitarra que nadie tocaba. Podía ser una reflexión apartada del lago que alguna vez llevó nuestra canoa o las palabras de una canción que a él le gustaba. Estaba oculto en mis sueños. El viento sonaba como el llanto de Ryan.
Al principio, me desplomaba y lloraba. Me sentía como un roedor en un laberinto de emociones del cual no podía escapar. No podía salir de allí, no había salida y siempre terminaba donde había empezado. En algunos momentos, recuerdos de Ryan venían como olas en la playa. Los que podía ver venir los saltaba o les permitía pasar a través de mí. Otros recuerdos venían de atrás sin ninguna advertencia y me tiraban al suelo.
En el primer aniversario de la muerte de mi hijo, caminé al cementerio, escuché en audífonos las canciones que tocaron en la escuela de Ryan en su ceremonia de conmemoración. Un camión repartidor llegó al tope de la montaña y tuve la escalofriante intuición de que necesitaba detener ese camión. No esperaba nada, pero le hice señales al conductor y le pregunté si ella tenía algo para los Robinsons. Ella me vio sorprendida. Firmé por el paquete, lo puse bajo mi brazo y seguí caminando.
Mientras caminaba hacia el cementerio, vi algo que parecía un listón blanco en el suelo que se suspendía hacia el otro lado de la lápida de Ryan. Los amigos de Ryan habían dejado cosas diversas allí a lo largo del año: señuelos de pesca, discos compactos, notas, molinetes, flores, llaveros, poemas. Me pregunté. ?¿Por qué un listón blanco?? Cuando tuve a la vista la lápida completa, me di cuneta que el listón era la correa de una guitarra eléctrica. Al recordar el amor de Ryan por las guitarras, caí sobre mis rodillas y sollocé. Me sentí como arañando la tierra para sacar a mi hijo de donde estaba.
Más tarde, después de hablar con Ryan, abrí el paquete. Dentro había dos cajas envueltas en regalo y un mensaje escrito a mano de parte de un amigo cercano. En la parte de arriba de la nota mi amigo había escrito, ?En Memoria de Ryan Jon Robinson.? Mi amigo dijo que había comprado varios discos compactos hace un año el fin de semana que Ryan había muerto. Irónicamente, todos los discos contenían canciones acerca de la muerte de un ser
querido. Como tributo a Ryan, mi amigo me envió estas canciones en una cinta de audio e incluyó una caja de madera de cerezo para almacenar allí la cinta.
Toqué la cinta. Después de la primera canción, a pesar de que pensé que nunca iba a poder escucharla completamente. Las palabras trajeron tanto dolor. Richard Shindell cantó, ?Nunca hubo una advertencia / Nunca hubo una señal / Es que solamente me levanté esta mañana / Y la eternidad era mía.? Yo conocía este sentimiento muy bien; no necesitaba la música para que me recordara de ello. ¿No era la muerte de Ryan, mis recuerdos y mis pesadillas suficientes? La canción de Shindell continuó, ?Pero tu no sabes con lo que estás lidiando, no tienes ni la menor idea.? Pensé, cómo desearía no saber con lo que estoy lidiando.
Varios días después, camino al trabajo, volví a escuchar la cinta. Mientras conducía, la letra de una canción de Catie Curtis se mofó de mí, ?Solamente se hace más difícil cuando te preguntas por qué.? ¿Cuántas veces me había hecho esa pregunta? Me pregunté. ¿Por qué él? ¿Por qué nosotros? ¿Por qué nuestra familia? ¿Por qué un niño de dieciséis años con talento, con tanto qué ofrecer? La canción de Curtis continuó, ?Estoy cansada de todo el peso / Estoy cansada de ser fuerte.? Me acordé de las veces que desde la muerte de Ryan pensé en acabar con mi propia vida. Estar vivo dolía demasiado. Era cuestión de balance. Pensé que vivir con mi dolor tenía que ser peor que mi propia muerte. Estaba cansado de ser fuerte.
Aún conduciendo, escuché la canción de Diane Zaigler. Ella cantó, ?Caí de rodillas en la tumba de mi hermano / Siete años completos han pasado desde que murió.? Las palabras me hicieron llorar. Me acorde de haberme desplomado en la tumba de Ryan al ver la guitarra. Mientras continuaba en la carretera, la gente me miraba fijamente desde las ventanas de sus carros. No me importaba lo que la gente pensaba. Me dejé que las lágrimas corrieran y se sentía bien.
Encontré que el mejor momento para escuchar la cinta era en la mañana mientras conducía hacia el trabajo. Le di la bienvenida a la soledad, a la privacidad que me daba la cámara aislada de mi vehículo. Estaba trabajando mi forma de pasar a través de todas estas canciones una a una. Cada una tenía un significado, cada una desataba emociones con las que yo estaba mejor sin alejarlas. Estaba dejando ir la frustración, la rabia y la tristeza encerrada. Después de mi viaje al trabajo de cuarenta minutos, llegaba al trabajo con los ojos borrosos y rojos. Empecé a llevar Kleenex en el carro.
Una canción de Archie Roach me hizo darme cuenta que es imposible entender cuánto un padre ama a su hijo hasta que ese hijo no está. Las palabras de una canción de Steve Fisher me ayudaron a darme cuenta que gran parte de mi vida estaba definida por la vida de Ryan. Pensé que la mayoría de los niños no pueden entender qué gran parte de la vida de sus padres está explicada por sus actividades diarias. Pensé en mis dos hijas vivas.
Con el tiempo, mi esposa, Kathy, y yo asistimos a una reunión regional de una organización de duelo para padres y hermanos. Allí había más de trescientas personas, todas escuchando al orador principal. Era un sentimiento agridulce mientras me daba cuenta que no era el único que había experimentado una terrible pérdida.
Más tarde ese día, nos dividimos en grupos más pequeños. Kathy y yo nos sentamos con personas que estaban lidiando con ?pérdidas trágicas??muertes sin anticipación o aviso. Asombrados de las historias de muerte, escuché atentamente. Aunque parecía imposible, había pérdidas que parecían más trágicas que la nuestra: niños de la misma familia que habían muerto al mismo tiempo, niños que habían luchado con enfermedades que los lisiaban, niños que habían sido asesinados.
Mientras escuchaba estas historias, las palabras de una canción de Dougie MacLean de la cinta se vinieron a mi mente. En mi mente, él cantaba, ?Estas alas rotas no van a volar / Estas alas rotas no van a volar?para nada.? De hecho, durante todo el día en la reunión escuché canciones en mi cabeza.
Además de conectarme con la organización del duelo, también había estado viendo a un terapeuta que me dijo ?para mantener el duelo moviéndose, no lo niegue o lo reprima.? En algún momento, cruce la esquina. Ya podía escuchar las canciones de la cinta sin sollozar inconsolablemente. Podía pensar en Ryan y sonreír.
Las canciones me habían ayudado. Decidí que estas podía estar a la disposición de cualquiera?no solamente para mí?que estuviera lidiando con la muerte de un ser querido. Me di cuenta que la música podía ayudar a la gente a lidiar con el duelo de una manera productiva. Sentí que tenía una misión.
Con el tiempo, contacté a cada uno de los músicos y recopilé un disco compacto. El título, ?Follow the Wind: Songs for Stained Souls? (Sigue el Viento: Canciones para Almas Manchadas) está inspirado por uno de los poemas de Ryan que encontré después de su muerte. Ryan había escrito, ?Sigue el viento a otros lados que te llamen. ¿Puedes capturar la vida que aún está por vivir? Esa alma manchada se puede limpiar con el tiempo y con fe?.
Después que terminé de hacer el disco compacto, alcancé un nivel de aceptación de la muerte de Ryan que nunca creí que fuera posible. Para mí, la música y mi envolvimiento en la organización del duelo fueron parte importante para poder con el dolor.
Mi hijo está en mi corazón todos los días.
En mi corazón también están las letras de Richard Shindell, ?Pero estás a la mitad del mundo de lejos. Es muy poco lo que puedo decir ahora, pero que siempre te amaré y que siempre te extrañaré y que siempre será bienvenido?.
–Ralph O. Robinson
El luto es una experiencia de la cual no podemos escapar. Hay una mínima forma de escondernos del sufrimiento emocional que nos causa la muerte de un ser querido y no existe la posibilidad de aislarnos a nosotros mismos del mundo que incluye la pérdida de trabajo, enfermedades catastróficas, divorcios, abuso, acoso y violación. El luto crea una angustia intensa y un dolor indiscutible. Es complejo y constante. No importa qué tanto nos esforcemos por eludirlo, la posibilidad del dolor siempre está presente en nuestras vidas.
Mientras que el dolor es inevitable, la mayoría de las personas no están preparadas para los tumultuosos sentimientos y pensamientos que trae. El trauma de una muerte o una pérdida deja a muchos de nosotros sintiéndonos ansiosos, aturdidos, aislados, impresionados, confundidos, vacíos, deprimidos, irritables, enojados, tristes. Los sentimientos del duelo hostil y ajeno y no estamos seguros de cómo seguir adelante. El sentimiento de estar paralizado e inmovilizado por la dura realidad se apodera de nosotros.
El luto crea una sensación de caos. Destruye nuestra conexión con una realidad familiar, moldeada y confortable. Nos roba nuestros sueños y nos engaña con nuestro futuro. Lo que era, ha terminado. Mientras que el mundo continúa apresurado y vibrante nuestro mundo se detiene. El tiempo se detiene para nosotros. A pesar de nuestros sentimientos, el mañana continúa llegando.
El luto cambia irrevocablemente nuestras vidas. Lo que creíamos ayer puede que ya no mantenga ninguna realidad. Nuestra mente da vueltas en el dolor por las oportunidades desperdiciadas, las palabras desagradables o duras que dijimos y en las promesas que hicimos que nunca mantuvimos. Cualquier cosas que creamos para lo que la vida nos haya preparado, siempre somos ingenuos al dolor. El sufrimiento es una prueba de verdadero coraje y la tenacidad del espíritu humano. El luto siempre nos recuerda la fragilidad de la vida y la necesidad de vivir la vida en su momento. La historia anterior escrita por Ralph Robinson nos habla de estas solemnes verdades.
Lo que nos trae la profundidad del dolor y la angustia de la muerte o pérdida es el convencernos que somos impotentes e incapaces de sobrevivir. Queremos una respuesta mágica o por lo menos queremos una forma de calcular el tiempo que nos tomaría sanar?alguna garantía de que no vamos a sufrir por la eternidad. El acto del sufrimiento es debilitante y exhaustivo. Su duración es indefinida.
El luto nos causa traumas físicos, emocionales, espirituales y a nuestro ser cognoscitivo. El pecho y el abdomen nos duelen siempre. Tenemos problemas para respirar, concentrarnos y pensar. Experimentamos el aislamiento social y la presión económica. Los amigos, la familia y los compañeros de trabajo sirven de fuente como consuelo y ánimo o puede que a ellos no les importe o no lo comprendan. Podemos escuchar nuestra satisfacción por temas vacíos y clichés insensatos o podemos ser muy afortunados para descubrir una red de apoyo para tranquilizarnos y ayudarnos. Nuestra fe religiosa puede estar a prueba mientras luchamos con el pensamiento de cómo algo malo nos pudo pasar. Por mucho, la muerte puede parecer el único alivio del peso opresivo del dolor.
Cuando tratamos de ignorar o negar el dolor, éste trata de buscar la manera de ser reconocido. El dolor no se evapora o se disipa porque nosotros ignoremos nuestras emociones. Esas emociones solamente se expresan por sí solas en otro camino indirecto. La adicción, el abuso u otros comportamientos destructivos son substitutos pobres para el trabajo del dolor. Por mucho, el evitarlo nos lleva a la desesperación y a la depresión?una incapacidad para tan siquiera encontrar una pequeña esperanza en el día más radiante. El luto no es un anfitrión amable. Toma su partida cuando él está listo, no cuando nosotros estamos listos.
No hay dos personas que experimenten el luto de la misma manera. Ya sea hombre o mujer, viejo o joven, sueco o Nativo Americano, Protestante o Católico Romano el luto es un proceso individual. Es un latido rítmico único de corazón de cada uno o el paisaje caleidoscópico de la mente de cada uno. Nuestro dolor es solamente nuestro. Cómo nosotros reaccionamos, procesamos o sobrevivimos al dolor depende de un sinnúmero de factores que solamente nosotros conocemos. No existe una receta de cinco pasos a seguir, no hay plantillas que determinen, manejen o prescriban cómo cada uno sufrirá. Después de todo somos individuos.
Aunque expresados de una forma única e individual, el dolor tiende a manifestarse en patrones y procesos generales. Mucha gente dice que ellos encontraron algún tipo de consuelo al saber qué etapa o pasos del luto podrían experimentar mientras luchan para sanar. Todavía no existe un mapa que pueda definir con precisión nuestro camino a través del luto. Lo único que nosotros tenemos son puras generales, rayos de luz que iluminan nuestro oscuro y estrecho camino. Como mucha gente sabe, el proceso del luto no es fácil de definir.
La vida es sobre cambios y las ocasiones de cambio presentes para el crecimiento, la adaptación y la renovación. Algunas veces toleramos o permitimos el cambio. En otras ocasiones, somos arrastrados pasivamente sin poder resistirnos a su poderosa fuerza. El luto es el director del cambio. Las muchas opciones y decisiones a las que nos enfrentamos en nuestro dolor alteraran indiscutiblemente el camino de nuestra vida. Nuestro camino ha cambiado, externa e internamente. No hay marcha atrás, no hay forma de recobrar el pasado. Estamos en un estado destrozo de incertidumbre.
Muchos de nosotros respondemos al luto con negación, cólera, amargura y desesperación. Reñimos en contra de la devastación que nos ha ocurrido y peleamos desesperadamente por controlar lo que ha quedado de nuestra vida. Otros vienen a tratar el luto como un proceso de descubrimiento y permitirle transformar sus actitudes, prioridades y perspectivas de la vida. Ellos persisten en sobreponer la crisis de su vida y aferrarse a la promesa de sanación. Muchas cosas buenas en nuestro mundo, como los esfuerzos de Ralph para llevar la música a nuestro dolor, pueden atribuirse a aquellos que dirigen causas y preocupaciones que nacen de su luto.
El cambio es inevitable en el luto, pero raramente es predecible. La sanación sí sucede, la vida desarrolla un nuevo ritmo y patrón, pero cómo o cuándo va a suceder es parte del desconocimiento del luto. El dolor no se puede apremia o apresurar.
El luto es una experiencia como ninguna otra en la vida. La mayoría de nosotros encuentra imposible comprender el duro giro que nuestra vida ha tomado y buscamos desenfrenadamente el orden, la sanidad y la compasión. Lo que la gente desea, casi instantáneamente, y algunas veces secretamente, es el apoyo. Sabemos que no podemos enfrentar nuestra tragedia solos, y no podemos sobrevivir en la soledad. El luto es un tiempo de necesidad.
Aunque la tragedia con frecuencia separa a la gente y hace más obvia la diferencia radical en los estilos de arreglárselas. Esta división es más evidente entre géneros. En un momento, cuando los padres apesarados quieren mantenerse unidos el uno con el otro para encontrarle sentido a la muerte cruel y prematura de un niño, cuando un esposo sin trabajo quiere el ánimo de su esposa mientras busca un nuevo empleo, cuando una mujer atacada por el cáncer quiere la comprensión de su compañero mientras ella enfrenta un agotador curso de radiaciones y cirugía, los sexos con frecuencia no saben comunicar su dolor o conseguir el apoyo el uno del otro.
Los hombres y las mujeres que son parejas íntimas tienen una conexión privilegiada forjada de amor, respeto y admiración. Esta conexión le da a la pareja una capacidad enorme para confortarse y darse consuelo el uno al otro. En el mejor sentido, la unión le da a las parejas la habilidad de ver más allá de las diferencias y asirse firmemente ala línea de la vida de la esperanza. ?Diferente? no tiene porqué significar malo o incorrecto, inferior o deficiente. Y ?diferente? no tiene que terminar en la ausencia de comunicación y apoyo.
Todos queremos sufrir de la forma correcta. Aunque muchas veces los hombres y las mujeres niegan el dolor de sus parejas e intentan legislar cómo ellos tienen que sufrir. Las mujeres tienden a interpretar a los hombres como que están carentes de emociones y renuentes a expresar verbalmente su angustia. Para las mujeres, los hombres parecen no tener sentimientos ni palabras. Pareciera que no tienen lenguaje para el dolor, ni habilidad para poner en palabras a su experiencia. Las mujeres con frecuencia están desconcertadas cuando ocasionalmente caen las lágrimas silenciosamente durante una película o cuando interrumpe un rápido sollozo en alguna canción de fondo. Ellos se preguntan si esa expresión lamento es la suma del alcance de su dolor.
Muchas mujeres hablan sobre sus sentimientos con aparentemente poco esfuerzo. Ellas parecen dispuestas a compartir abiertamente sus llantos, lágrimas y sollozos. El dolor raramente es inhibido; más bien, muchas mujeres tienden a expresarlo exterior y públicamente. Las acciones de las mujeres parecen estar basados completamente en contraste a la aparente imperturbabilidad y falta de sentimientos de los hombres, lo cual las mujeres perciben como una evidencia de que a los hombres simplemente no les importa. Las mujeres concluyen en que los hombres son tan fríos y tan duros como negros barrotes de prisión. Justificado o no, ellas declaran que los hombres son insensibles e incapaces de amar verdaderamente.
Los hombres tienden a sentirse tan confundidos con la forma de sufrir de las mujeres. Muchos hombres crecen cansados de lágrimas y llantos y reprenden a sus parejas a lo que ellos se refieren como dolor auto infligido. Aparentemente, no están inclinados a permitirse ellos mismos de una manera similar, estos hombres se distraen a sí mismos de su dolor para poder continuar con sus trabajos o sus vidas. Para que no los controle el dolor, ellos trabajan para fortalecerse en contra de sus frágiles emociones y para mantener su dolor en privado. Estos hombres se cuestionan por qué su pareja refunfuñan e insisten en insisten en contar y volver a contar su tragedia. Los hombres saben que la historia está grabada por siempre en las paredes de sus mentes; no necesitan que se los estén recordando. Finalmente, muchos hombres se enfadan o desilusionan cuando sienten que fallado al reparar el enorme vacío que hay en el corazón de sus parejas.
Los sexos tienen un lenguaje diferente para el luto. Las formas en que ellos procesan sus emociones son únicas también. Los hombres tienden a pensar la forma de superar el dolor; el intelecto es su guía. Las mujeres parecen sentir su forma de superar el dolor; la emoción es su piloto. Muy a menudo los hombres dicen que no tienen palabras para el luto, y se describen como silenciosos. Es como si los hombres tuvieran una falta de lenguaje universal para transmitir sus sentimientos o darles expresión a sus experiencias. Ellos se sienten paralizados. Las mujeres parecen no poder ir más allá de sus sentimientos. El dolor eclipsa sus vidas. Muchas nos confían que anhelan acabar con las lágrimas y, de hecho, se sienten envidiosas de que los hombres regresan fácilmente a la acción y siguen con la rutina cotidiana de la vida.
La incongruencia en la forma de sobrellevar el luto entre los hombres y las mujeres claramente inflingen pérdidas en las relaciones. El divorcio, la separación y la discordia marital son extremadamente altos entre aquellos que han experimentado una pérdida o dolor. La mayoría de las mujeres sinceramente quieren abrirse paso a través de su pareja para saber, qué o si hay algo en su corazón. La mayoría de los hombres también concuerdan en que quieren dejar las farsas y por una sola vez sentirse comprendidos en su dolor. Todos nosotros tenemos el derecho de estar de luto tanto y tan fuerte como lo necesitemos. A través de la íntima conexión con nuestra pareja, tenemos un lugar en donde podemos encontrar un apoyo auténtico, validar nuestros sentimientos y darnos permiso el uno al otro para sufrir a nuestra propia manera y de acuerdo a nuestro tiempo.
Concéntrese en las posibilidades
Los hombres y las mujeres pueden caminar juntos en pena. Como íntimos, podemos empezar a comprendernos el uno al otro mucho más. Cuando las mujeres se concentran en todas las formas posibles que existen del dolor, ellas pueden ser testigos del coraje de su pareja. Ellos pueden experimentar la importante desesperación del otro, no solamente estremecerse ante su enojo o su rabia. Si enfocamos nuestro dolor como pareja íntima, nuestras conciencias se infunden con respeto, empatía, comprensión y confianza. Como una estrella polar brillante en el cielo de la noche, estos valores pueden guiarnos a pasar nuestras dudas y miedos y guiarnos más allá de las restricciones que nuestras expectativas y perjuicios nos dan. Nuestra unión íntima nos recompensa con una apreciación de nuestra singularidad y una sensación de buena fortuna por la fuerza que cada compañero le da al viaje a través del luto.
Cuando las mujeres se concentran en las posibilidades en su relación, ellas expanden su potencial para sanar. A través de una nueva comprensión, ellas ganan fuerza y esperanza para combatir la carga y la desolación del dolor. Estar de luto es una experiencia horrenda hecha mucho peor cuando la relación íntima se hace corta y el confort y el apoyo que tanto se necesitan están ausentes. Abrir la mente uno del otro a nuevas otras posibilidades permitirá que la intimidad crezca.
El dolor no distingue géneros. Los hombres sí sufren. El suicidio de un niño, el comienzo de la demencia en un padre y la inminente pérdida de trabajo son eventos que te devastan la vida. Aunque sus sentimientos y palabras parezcan incongruentes para muchas mujeres, los hombres experimentan un nivel de angustia y desesperación que reflejan eso de las mujeres. El hecho de que muchos hombres deciden no hablar sobre sus sentimientos, no significa que no tengan sentimientos, sino que no tienen palabras para expresar sus sentimientos ante la cara sin sentido e incomprensible de una tragedia. Los hombres están en una doble obligación. Les pedimos que honren el código masculino protegiéndonos y defendiéndonos, aunque también les exigimos que ellos sean tiernos y sensibles. Nosotros les decimos a los niños que dejen que mamá les dé un beso para curar sus heridas, aunque los reprendemos cuando no son fuertes cuando sus amigos o hermanos se burlan o lo molestan. Con mucha frecuencia, se encuentran atrapados en el medio.
A través de nuestro amor y preocupación el uno para el otro, encontramos el coraje, la paciencia y la compasión para reconocer y respetar nuestro dolor en común. La reciprocidad nos anima a liberarnos el uno al otro para poder llevar el luto a nuestra propia manera y a nuestro propio paso. Esto nos permite dar un apoyo auténtico de una manera que no aprieta, permite o crea una dependencia. El dolor no debe ser un punto de división, sino un punto de conexión.