De: Rafael (Mensaje original) Enviado: 22/05/2002 14:56
En mis experiencias primeras de acompañamiento a los enfermos terminales tenía la duda inmensa de qué decir en aquellos momentos. Intentaba respuestas para tanta inquietud que me planteaban los enfermos, pero las sentía equivocadas todas. No creía tener la sabiduría que conjurara el dolor y la angustia. Estaba equivocado al pretenderla: esa sabiduría no existe. Descubrí que no existen mágicas respuestas intelectivas para salirle a la menor inquietud del que se está muriendo.
Ahora cuando surgen las desesperadas preguntas del ¿por qué yo?, ¿por qué ahora?, ¿qué he hecho para merecerlo?, entiendo que no hay respuesta distinta al silencio. De ser posible enseguida abrazo al paciente para que llore en mi hombro o, si es el caso, dejo que me diga todo lo que desee sin interrumpirlo; lo escucho atento, muchas de las preguntas que suelen hacernos son retóricas, es decir, las hacen para no ser contestadas; se las hacen a ellos mismos como una forma de medir sus fuerzas ante lo inevitable.
Terminé entendiendo que acompañar es escuchar con atención. Debemos ser el “aquí estoy” de esa forma de oscuridad ajena.
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