Respaldo de material de tanatología

La orquídea indecisa

La orquídea indecisa
Arthur C. Clarke
Traducción de Flora Casas en Cuentos de la taberna del ciervo blanco, Alianza Editorial S. A..

Muy pocos clientes de «El Ciervo Blanco» admitirían que los relatos de Harry Purvis sean ciertos, pero todos estarán de acuerdo en que algunos son más verosímiles que otros. Y en cualquier escala de probabilidades, el asunto de la orquídea indecisa ocuparía un lugar muy bajo.
No recuerdo qué táctica ingeniosa utilizó Harry para iniciar su relato; puede que algún aficionado a las orquídeas trajera su último engendro al bar y eso le proporcionara una buena excusa. No importa. Recuerdo la historia que, al fin y al cabo, es lo que cuenta.
Esta vez la aventura no estaba relacionada con ninguno de los numerosos parientes de Harry, y evitó explicar cómo se las había arreglado para conocer tantos detalles sórdidos. El héroe ?si así puede llamársele? de esta epopeya de invernadero era un inofensivo oficinista, muy bajito, llamado Hércules Keating. Y si piensan que ésta es la parte más inverosímil del relato, esperen a lo que sigue.
Hércules no es un nombre que pueda llevarse con facilidad en la mayoría de los casos, y si a ello añadimos una estatura de cuatro pies y nueve pulgadas y el aspecto de necesitar un año de gimnasia incluso para poder parecer un alfeñique de noventa y siete libras, puede ser realmente vergonzoso. Quizá esto ayude a explicar el hecho de que Hércules tuviera muy poca vida social y que sus amigos fueran las macetas de un invernadero situado en la parte trasera de su jardín. Era de gustos sencillos y necesitaba poco dinero para vivir, gracias a lo cual había llegado a conseguir una colección de orquídeas y cactus realmente notable. Disfrutaba de muy buena reputación entre los cactófilos y a menudo recibía paquetes que olían a tierra y a selvas tropicales desde los lugares más remotos del globo.
A Hércules sólo le quedaba un pariente con vida, la tía Henrietta, y sería difícil encontrar dos personas más dispares. Se trataba de una mujer imponente, de seis pies de altura, que usaba trajes de «tweed» de hechura un tanto hombruna, conducía un Jaguar imprudentemente y fumaba puros, uno tras otro. Sus padres habían querido un chico, y nunca llegaron a convencerse de que su deseo no se hubiera cumplido. Henrietta se ganaba la vida ?y ganaba bastante? con la crianza de perros de diferentes tamaños y razas. A menudo paseaba con dos de sus últimas adquisiciones, que no eran precisamente el tipo de canes portátiles que caben en el bolso de una dama. Las perreras Keating se especializaban en grandes daneses, aisacianos, san bernardos…
Henrietta consideraba a los hombres, con razón, como el sexo débil y, por tanto, no se había casado. Pero por alguna razón extraña, se tomaba un interés de tía (sí, esa es la palabra adecuada) por Hércules, y le visitaba casi todos los fines de semana. Mantenían una relación muy curiosa; es posible que Hércules contribuyera a reforzar los sentimientos de superioridad de Henrietta. Si se le tomaba como un ejemplar típico del sexo masculino, habría que reconocer que se trataba de una especie realmente despreciable. Pero si éste era el motivo de la actitud de Henrietta, no era consciente de ello y parecía profesarle a su sobrino auténtico cariño. Mostraba hacia él una actitud protectora, pero amable.
Como era de esperar, su comportamiento no ayudaba precisamente a paliar el complejo de inferioridad de Hércules. Al principio, toleraba a su tía; después empezó a temer sus visitas, su voz atronadora y sus apretones de manos, capaces de romper los huesos a cualquiera y, al final, acabó por odiarla. Llegó un momento en que el odio se convirtió en el sentimiento dominante de su vida, por encima, incluso, del amor a sus orquídeas. Pero no se atrevía a mostrarlo, consciente de que si la tía Henrietta lo descubría, sería capaz de partirle en dos y arrojar los trozos a su manada de lobos.
No había forma alguna de que Hércules pudiera expresar sus sentimientos reprimidos. Tenía que mostrarse amable con la tía Henrietta, aunque sintiera deseos de asesinarla. Y se sentía así muy a menudo, pero sabía que nunca lo haría. Hasta que un día…
Según el vendedor, la orquídea provenía de «algún lugar de la región amazónica», dirección un tanto vaga. Cuando Hércules la vio por primera vez no le pareció demasiado atrayente, a pesar de gustarle tanto las orquídeas. Una raíz informe, del tamaño aproximado del puño de un hombre; eso era todo. Exhalaba un perfume como de putrefacción, un olor inconfundible a carroña. Hércules no estaba seguro de que pudiera crecer y así se lo dijo al vendedor, con la esperanza de adquirirla por un precio módico. La llevó a su casa sin mucho entusiasmo.
La planta no dio muestras de crecimiento durante el primer mes, pero Hércules no se preocupó por eso. Un día, apareció un minúsculo brote verde que empezó a trepar hacia la luz. Después, el avance fue rápido. Se desarrolló un tallo grueso y carnoso, tan grande como el antebrazo de un hombre, de un color verde virulento. Cerca de la parte superior del tallo, una serie de protuberancias muy curiosas rodeaban la planta; por lo demás, carecía totalmente de forma. Hércules parecía muy interesado; tenía la seguridad de haber descubierto una especie completamente nueva.
La velocidad de crecimiento era fantástica; pronto excedió a Hércules en altura, aunque esto no signifique mucho. Las protuberancias se desarrollaban, dando la impresión de que en cualquier momento la orquídea haría eclosión.
Hércules esperaba con ansiedad, sabiendo que algunas flores tienen una vida muy corta, y pasaba el mayor tiempo posible en el invernadero. A pesar de la vigilancia, la transformación ocurrió una noche mientras dormía.
Por la mañana, la orquídea apareció rodeada de ocho zarcillos que colgaban casi hasta llegar al suelo. Debían haberse desarrollado en el interior de la planta y brotado con una velocidad inusitada para el mundo vegetal. Hércules se quedó mirando el fenómeno con incredulidad, y se fue a trabajar muy pensativo.
Aquella noche, mientras regaba la planta y comprobaba el estado de la tierra, observó un hecho aún más extraño. Los zarcillos aumentaban de grosor y no estaban completamente inmóviles. Mostraban una tendencia, ligera pero inconfundible, a vibrar, como si poseyeran vida propia. A pesar de su interés y entusiasmo, Hércules encontró esta circunstancia más que inquietante.
Días más tarde, ya no le quedaba la menor duda. Cuando se aproximaba a la orquídea, los zarcillos se inclinaban hacia él de una forma muy alarmante. La impresión de que tenía hambre era tan fuerte que Hércules empezó a sentirse muy incómodo, y una idea comenzó a rondarle la cabeza. Hubo de pasar algún tiempo antes de que recordara de qué se trataba; entonces se dijo a sí mismo: «¡Por supuesto! ¡Qué tonto soy!», y se dirigió a la biblioteca local. Allí pasó media hora muy provechosa, releyendo un relato escrito por un tal H. G. Wells, titulado «La floración de la extraña orquídea».
«¡Dios mío!», pensó Hércules cuando hubo terminado el relato. Hasta el momento no había apreciado en su planta ningún aroma soporífero capaz de subyugar a una posible víctima, pero las demás características se parecían demasiado. Hércules regresó a su casa muy agitado.
Abrió la puerta del invernadero y observó la avenida de plantas, hasta que su vista alcanzó a la reina de todas ellas. Examinó con cuidado la largura de los zarcillos ?se sorprendió llamándolos tentáculos? y se acercó hasta donde le pareció una distancia prudencial. La planta daba la impresión de estar alerta y al acecho, actitudes más propias del reino animal que del vegetal. Hércules recordó la infortunada historia del doctor Frankenstein y no le pareció demasiado divertido.
¡Pero aquello era ridículo! Semejantes cosas no ocurrían en la vida real. Bueno, sólo había una forma de comprobarlo….
Hércules fue a la casa y volvió a los pocos minutos con una escoba, en cuyo extremo había colocado un trozo de carne cruda. Sintiéndose como un idiota, avanzó hacia la orquídea del mismo modo que un domador de leones se acercaría a una de sus fieras a la hora de comer.
No pasó nada al principio. Pero un instante después, dos zarcillos se retorcieron bruscamente. Empezaron a contraerse hacia delante y hacia atrás, como si la planta estuviera tomando una decisión. De improviso, se movieron a tal velocidad, que prácticamente se hicieron invisibles. Se enroscaron alrededor de la carne y Hércules notó un estirón en el extremo de la escoba. La carne desapareció en un momento; la orquídea la sostenía contra su pecho ?si es que puede utilizarse tal metáfora.
?¡Por las barbas del Profeta! ? gritó Hércules, que no se permitía muy a menudo semejante lenguaje.
La orquídea no volvió a mostrar signos de vida durante veinticuatro horas. Estaba esperando a que la carne estuviera un poco pasada y desarrollando, al mismo tiempo, su aparato digestivo. Al día siguiente, una red de lo que parecían raíces cortas cubría la carne, aún visible. Por la noche, la carne había desaparecido. La planta había probado el sabor de la sangre.
Las emociones de Hércules mientras observaba a su favorita eran muy confusas. A veces, casi le producía pesadillas, y vislumbraba todo tipo de horribles acontecimientos. La orquídea era por entonces muy grande y si él se colocaba al alcance de sus garras, no tendría escapatoria. Pero no correría el menor riesgo. Había instalado un sistema de tuberías para regarla a una distancia conveniente, y en cuanto al alimento menos ortodoxo, se limitaba a arrojarlo al alcance de sus tentáculos. Comía una libra de carne cruda al día, pero Hércules pensaba con desasosiego que sería capaz de engullir mayores cantidades si tuviera la oportunidad de hacerlo. El sentimiento de triunfo por haber conseguido semejante maravilla botánica superaba sus escrúpulos naturales. Cuando quisiera, podría convertirse en el cultivador de orquídeas más famoso del mundo. Era muy propio de sus cortas luces el que no se le ocurriera pensar que otras personas, aparte de los aficionados a las orquídeas, pudieran interesarse por su mascota.
La criatura medía ya seis pies, y parecía que aún seguiría creciendo, aunque mucho más lentamente que hasta entonces. Hércules había quitado el resto de las plantas de aquella parte del invernadero, no tanto por temor al canibalismo, sino para poder cuidarlas sin peligro. Había tendido una cuerda a lo largo de la nave central para evitar el riesgo de que, accidentalmente, quedara al alcance de aquellos ocho brazos colgantes.
Era evidente que la orquídea poseía un sistema nervioso muy desarrollado y algo que podía aproximarse a inteligencia. Sabía cuándo la iban a alimentar y mostraba señales inconfundibles de alegría. Lo más fantástico ?aunque Hércules aún no estaba seguro? era que podía producir sonidos. A veces, antes de la comida, le parecía oír un silbido increíblemente agudo, rayano con el límite de audibilidad. Un murciélago recién nacido emitiría un sonido semejante; se preguntaba qué finalidad tendría. ¿Acaso atraía la orquídea a su presa mediante la emisión de sonidos? Si así fuera, el truco no funcionaría con él.
Mientras Hércules hacía estos descubrimientos tan interesantes, su tía Henrietta seguía dándole la lata, y sus sabuesos atacándole. Porque lo cierto es que no estaban tan bien educados como su tía pretendía. Venía zumbando en su coche los domingos por la tarde, con un perro en el asiento delantero y otro ocupando la mayor parte del maletero. Después subía las escaleras de dos en dos, ensordecía a Hércules con sus saludos, le paralizaba con un apretón de manos y le lanzaba el humo de su puro en plena cara. Hubo un tiempo en que le atemorizó la idea de que le besara, pero pronto comprendió que un comportamiento tan afeminado era totalmente imposible.
La tía Henrietta despreciaba bastante las orquídeas de Hércules. Opinaba que emplear el tiempo libre en un invernadero era un entretenimiento decadente. Su válvula de escape consistía en ir de caza mayor a Kenya. Esto no contribuía a aumentar las simpatías de Hércules, que detestaba los deportes sangrientos. Pero, a pesar del odio que le inspiraba su arrolladora tía, todas las tardes de domingo preparaba puntualmente el té y mantenían un «téte-á-téte» de lo más amistoso, al menos en apariencia. Henrietta nunca llegó a sospechar que Hércules, mientras servía el té, deseaba que estuviera envenenado; tras su máscara de rudeza se escondía un gran corazón y el conocimiento de tal deseo la hubiera herido profundamente. Hércules no habló a su tía del pulpo vegetal. A veces, le mostraba los ejemplares más interesantes, pero éste quería mantenerlo en secreto. Quizá antes de planear con todo detalle el diabólico plan, su subsconciente ya preparaba el terreno…
Un domingo por la noche, ya muy tarde, cuando el rugido del Jaguar acababa de desvanecerse en la obscuridad y Hércules se encontraba en el invernadero tratando de recobrar el equilibrio nervioso, la idea se le presentó, totalmente definida, en su mente. Estaba contemplando la orquídea, observando que los zarcillos habían alcanzado el grosor del pulgar de un hombre, cuando una imagen muy placentera apareció ante sus ojos. Se imaginó a la tía Henrietta en poder del monstruo, luchando en vano por escapar de las garras carnívoras. ¿Por qué no? Sería el crimen perfecto. El sobrino, enloquecido, llegaría demasiado tarde al lugar de los hechos para prestarle ayuda y, cuando la policía atendiera su frenética llamada, podrían comprobar que se trataba de un desgraciado accidente. Por supuesto que habría una investigación, pero el comisario sería benévolo a la vista de la tristeza evidente de Hércules…
Mientras más lo pensaba, más le gustaba la idea. No podía haber ningún fallo, con tal que la orquídea cooperase. Ese era el principal problema. Tendría que llevar a cabo un plan de entrenamiento con aquella criatura. Ya tenía un aspecto realmente diabólico, pero debía de cuidar todos los detalles, para que actuara de acuerdo con su apariencia.
Teniendo en cuenta que no poseía experiencia alguna en tales asuntos, y que no podría consultar con ninguna autoridad en la materia. Hércules adoptó una táctica prudente, como si de un negocio se tratase. Suspendió varios trozos de carne del extremo de una caña de pescar, fuera del alcance de la orquídea, hasta conseguir que la criatura agitara los tentáculos con desesperación. En esos momentos sus fuertes silbidos podían oírse con claridad, y Hércules se preguntaba cómo podía producir el sonido. También se preguntaba cuáles serían sus órganos de percepción, pero esto constituía otro misterio imposible de resolver sin un acercamiento peligroso. Si todo iba bien, quizá tía Henrietta tendría la oportunidad de descubrir estos hechos tan interesantes, aunque seguramente estaría demasiado ocupada en aquellos momentos como para que la posteridad pudiera beneficiarse de ellos. No cabía duda de que la bestia era lo suficientemente poderosa como para entendérselas con su presunta víctima. Una vez había arrebatado una escoba de las manos de Hércules y, aunque ello en sí probase muy poco, el terrible «crac» de la madera un momento más tarde había provocado una sonrisa de satisfacción en los finos labios del entrenador. Empezó a mostrarse mucho más amable y atento con su tía. Se convirtió en un sobrino modelo en todos los sentidos.
Cuando Hércules consideró que sus tácticas de picador habían puesto a la orquídea en el estado adecuado, se preguntó si debería ponerla a prueba con carnaza viva. Este problema le preocupó durante varias semanas, en las que miraba con ojos calculadores a cada gato o perro que transitaba por la calle, pero finalmente abandonó la idea, por una razón muy peculiar. Tenía demasiado buen corazón para llevarla a la práctica. Tía Henrietta sería la primera víctima.
No dio de comer a la orquídea durante las dos semanas previas a su plan. No se atrevió a dejar pasar más tiempo; no quería debilitar a la bestia, sino simplemente aumentar su apetito, para que el resultado del encuentro fuera el previsto. Y un buen día, después de llevar las tazas a la cocina, se sentó de cara al humo del puro de tía Henrietta y dijo inocentemente:
?Me gustaría enseñarte una cosa, tía. Quiero darte una sorpresa. Vas a morirte de risa.
Pensó que no era una descripción demasiado exacta, pero podía dar una idea general.
La tía se quitó el puro de la boca y miró a Hércules con auténtico asombro.
?¡Vaya! ?bramó?. No gana una para sorpresas. ¡Qué habrás estado haciendo, sinvergüenza!
Le dio una palmada amistosa en la espalda que le hizo expulsar todo el aire de sus pulmones.
?No te lo puedes imaginar ?dijo Hércules tras recobrar el aliento?. Está en el invernadero.
?¿Cómo? ?exclamó la tía evidentemente confusa.
?Sí, ven a echar un vistazo. Va a causarte verdadero asombro.
La tía dio un bufido, que podía haber indicado incredulidad, pero siguió a Hércules sin más preguntas. Los dos alsacianos, muy ocupados en comerse la alfombra, la miraron ansiosamente y se levantaron, pero ella los alejó con un movimiento de la mano.
?No preocupaos, chicos ?gritó bruscamente?. Volveré dentro de un minuto.
Hércules no lo creyó muy probable. Era una tarde obscura y las luces del invernadero estaban apagadas. Cuando entraron, la tía bufó:
?Dios mío. Hércules, este lugar huele como un matadero. No recuerdo una peste semejante desde que maté a un elefante en Bulawayo y tardamos una semana en encontrarlo.
?Lo siento, tía ?se disculpó Hércules mientras la conducía a través de las tinieblas?. Estoy usando un nuevo fertilizante. Produce unos resultados sorprendentes. Vamos…, un par de yardas más. Quiero que sea una auténtica sorpresa.
?Espero que no se trate de una broma ?dijo la tía en tono de sospecha, mientras proseguía la marcha con determinación.
?Te aseguro que no es ninguna broma ?contestó Hércules con la mano en el interruptor de la luz. Podía ver la protuberancia amenazante de la orquídea; la tía se encontraba a diez pies de ella. Esperó hasta que llegó a la zona de peligro, y pulsó el interruptor. La estancia quedó iluminada por una luz fría. Tía Henrietta se detuvo, con los brazos en jarras, delante de la orquídea gigante. Hércules creyó que se retiraría antes de que la planta entrara en acción, pero, unos segundos más tarde, vio que la observaba tranquilamente, incapaz de hacerse una idea de qué demonios era aquello. Pasaron cinco segundos hasta que la orquídea empezó a moverse. Entonces, los tentáculos colgantes se pusieron en acción, pero no en la forma que Hércules esperaba. La planta los dobló cuidadosamente, pero en torno a sí misma, como protegiéndose, y emitiendo al mismo tiempo un grito de auténtico terror. Hércules comprendió la triste realidad en un momento de indescriptible desilusión.
Su orquídea era una cobarde redomada. Era capaz de afrontar los peligros de la vida salvaje del Amazonas, pero al enfrentarse con tía Henrietta su valor se había venido abajo.
En cuanto a su presunta víctima, se quedó mirando a la criatura con perplejidad, que pronto se convirtió en una actitud muy diferente. Giró sobre sus talones y apuntó a su sobrino con un dedo acusador.
?¡Hércules! ?bramó?. La pobrecilla está muerta de miedo, ¿has estado maltratándola?
Hércules permanecía de pie con la cabeza colgando, avergonzado y frustrado.
?No, no, tía ?acertó a decir?. Debe ser nerviosa por naturaleza.
?Bueno, estoy acostumbrada a tratar con animales. Deberías haberme avisado antes. Hay que tratarlos con firmeza, pero con suavidad al mismo tiempo. La dulzura da siempre buenos resultados, con tal de que aprendan a distinguir quién es el amo. Venga, venga, pequeñita, no tengas miedo de la tía; no va a hacerte daño.
Era una visión repugnante, pensó Hércules en su negra desesperación. Con sorprendente delicadeza, tía Henrietta empezó a hacer mimos a la bestia, dándole golpecitos y acariciándola hasta que los tentáculos se relajaron y el grito penetrante se desvaneció. Hércules salió apresuradamente, conteniendo un gemido, al ver como uno de los tentáculos avanzaba y empezaba a acariciar los dedos nudosos de Henrietta.
Desde entonces es un hombre acabado. Y lo que es peor, nunca pudo escapar a las consecuencias de su crimen malogrado. Henrietta tenía una nueva mascota y a veces le visitaba no sólo los fines de semana, sino dos o tres veces entre semana. Evidentemente, no confiaba en que Hércules tratara a la orquídea adecuadamente, y aún sospechaba que la maltrataba. Traía piltrafas sabrosísimas, que incluso los perros rechazaban pero que la orquídea aceptaba encantada. El olor, que hasta entonces se había limitado al invernadero, empezó a introducirse en la casa…
Y así continúa la situación, concluyó Harry Purvis, dando por finalizado este relato tan inverosímil, para satisfacción de, al menos, dos de las partes interesadas. La orquídea es feliz y tía Henrietta, puede ejercer, sin duda, su dominio sobre otra criatura. La bestia sufre un ataque de nervios cada vez que un ratón se cuela en el invernadero, y Henrietta se desvive por consolarla.
En cuanto a Hércules, no hay posibilidad de que vuelva a causar problemas a ninguna de las dos. Parece como si se hubiera sumido en una especie de abulia vegetal; en realidad, añadió Harry pensativamente, cada día se parece más a una orquídea.
De una especie inofensiva, por supuesto…
Edición digital de Dabarro Revisión de urijenny (odoniano@yahoo.com.ar

La floración de la extraña orquídea

La floración de la extraña orquídea
Herbert George Wells
The flowering of the strange orchid, 1895. Traducido por ? en El bacilo robado y otros incidentes.

La compra de orquídeas siempre conlleva cierto aire especulativo. Uno tiene delante el marchito pedazo de tejido marrón, y por lo demás debe fiarse de su criterio o del vendedor o de su buena suerte, según se inclinen sus gustos. La planta puede estar moribunda o muerta, o puede que sea una compra respetable, un valor justo a cambio de su dinero, o quizá ?pues ha sucedido una y otra vez? len¬tamente se despliegue día tras día ante los encantados ojos del feliz comprador alguna nueva variedad, alguna nueva riqueza, una rara peculiaridad del Labellum, una sutil coloración o un mimetismo inesperado. El orgullo, la belleza y la ganancia florecen juntos en una delicada espiga verde y puede que incluso la inmortalidad. Porque el nuevo milagro de la naturaleza puede andar necesitado de un nuevo nombre específico, y ¿cuál tan conveniente como el de su descubri¬dor? ¡Juangarcía! Nombres peores se han puesto.
Fue quizá la esperanza de un descubrimiento feliz de ese género la que hizo a Wedderburn asistir con tanta asiduidad a esas subastas, esa esperanza y también, quizá, el hecho de que no tenía ninguna otra cosa más interesante que hacer. Era un hombre tímido, solita¬rio, bastante ineficaz, con ingresos suficientes como para mantener alejado el aguijón de la necesidad y sin la suficiente energía nerviosa que le impulsara a buscar cualquier ocupación exigente. Podía haber coleccionado sellos, monedas o traducido a Horacio o encuadernado libros o descubierto alguna nueva especie de diatomeas. Pero de hecho cultivaba orquídeas y disponía de un pequeño pero ambicioso invernadero.
?Tengo la sensación ?dijo tomando el café? de que hoy me va a suceder algo.
Hablaba, igual que se movía y pensaba, despacio.
?¡Oh!, no digas eso ?dijo el ama de llaves, que era también prima lejana suya. Pues suceder algo era un eufemismo que para ella sólo sig¬nificaba una cosa.
?No me has entendido bien. No quiero decir nada desagrada¬ble… aunque apenas si sé a lo que me refiero.
?Hoy ?continuó después de una pausa?, en casa de Peter van a vender un lote de plantas procedentes de las islas Andamán y las Indias. Me acercaré a ver lo que tienen. Quizás haga una buena com¬pra sin saberlo, puede que sea eso.
Le pasó la taza para que se la llenara de café por segunda vez.
?¿Es eso lo que coleccionaba ese pobre joven del que me hablaste el otro día? ?preguntó su prima mientras le llenaba la taza.
?Sí ?respondió, y se quedó pensativo mientras sostenía un trozo de tostada.
?Nunca me pasa nada ?observó al poco tiempo, empezando a pen¬sar en voz alta?. Me pregunto por qué. A otros les pasan bastantes cosas. Ahí está Harvey. Sin ir más lejos, la pasada semana, el lunes encontró seis peniques, el miércoles todos sus pollos tenían la modo¬rra, el viernes su prima volvió a casa desde Australia, y el sábado se rompió el tobillo. ¡Qué torbellino de emociones comparado conmigo!
?Por mi parte preferiría pasar de tanta excitación ?dijo el ama de llaves?. No puede ser bueno para uno.
?Supongo que es molesto. Con todo… ya sabes, nunca me pasa nada. De niño nunca tuve ningún accidente. Siendo adolescente nunca me enamoré. Nunca me casé… Me pregunto qué se sentirá cuando te pasa algo, algo realmente notable.
?Ese coleccionista de orquídeas sólo tenía treinta y seis, veinte años más joven que yo, cuando murió. Se había casado dos veces y divor¬ciado una. Había tenido malaria cuatro veces y una vez se fracturó el fémur. En una ocasión mató a un malayo y otra le hirieron con un dardo envenenado. Finalmente lo mataron las sanguijuelas de la jun¬gla. Debe de haber sido todo muy molesto, pero también debe de haber sido muy interesante, sabes, excepto quizá, las sanguijuelas.
?Estoy segura de que no fue bueno para él ?dijo la señora con convicción.
?Puede que no.
Entonces Wedderburn miró su reloj.
?Las ocho y veintitrés minutos. Voy a ir en el tren de las doce menos cuarto, así que hay mucho tiempo. Creo que me pondré la chaqueta de alpaca, hace bastante calor, el sombrero gris de fieltro y los zapatos marrones. Supongo…
Miró por la ventana al cielo sereno y al soleado jardín, y, después, nerviosamente, a la cara de su prima.
?Creo que sería mejor que llevaras el paraguas si vas a Londres ?dijo con una voz que no admitía negativa?. A la vuelta tienes todo el trayecto desde la estación hasta aquí.

Cuando volvió se encontraba en un estado de suave excitación. Había hecho una compra. Era raro que lograra decidirse con la rapi¬dez suficiente para comprar, pero esta vez lo había hecho.
?Hay Vandas ?explicó?, un Dendrobio y algunas Palaeonophis.
Repasó las compras amorosamente al tiempo que tomaba la sopa. Estaban extendidas delante de el sobre el impoluto mantel y le estaba contando a su prima todo sobre ellas mientras se demoraba lenta¬mente con la comida. Tenía la costumbre de revivir por la tarde todas sus visitas a Londres para entretenimiento propio y de ella.
?Sabía que hoy pasaría algo. Y he comprado todas esas cosas. Algunas, algunas de ellas, estoy seguro, ¿sabes?, de que algunas serán notables. No sé cómo, pero lo siento con tanta seguridad como si alguien me lo hubiera dicho. Ésta ?apuntó a un marchito rizoma¬? no fue identificada. Quizá sea una Palaeonophis o puede que no. Quizá sea una especie nueva o incluso un género nuevo. Fue la últi¬ma que recogió el pobre Batten.
?No me gusta su aspecto ?dijo el ama de llaves?. Tiene una for¬ma tan fea…
?Para mí que apenas si llega a tener forma alguna.
?No me gustan esas cosas que asoman ?dijo el ama de llaves.
?Mañana estará fuera en una maceta.
?Parece ?continuó el ama de llaves? una araña que se hace la muerta.
Wedderburn sonrió e inspeccionó la raíz ladeando la cabeza.
?Ciertamente no es que sea un bonito pedazo de material. Pero nunca se pueden juzgar estas cosas por su apariencia cuando están secas. Desde luego puede que termine siendo una orquídea muy hermosa. ¡Qué ocupado estaré mañana! Esta noche tengo que ver exactamente lo que hago con ellas y mañana me pondré a la obra.
?Encontraron al pobre Batten, que yacía muerto o moribundo en un manglar, no recuerdo cuál ?continuó de nuevo al poco rato?, con una de estas mismas orquídeas aplastadas bajo su cuerpo. Había estado enfermo durante algunos días con cierto tipo de fie¬bre nativa y supongo que se desmayó. Esos manglares son muy insalubres. Dicen que las sanguijuelas de la jungla le sacaron hasta la última gota de sangre. Puede que se trate de la mismísima planta que le costó la vida.
?Eso no mejora mi opinión de ella.
?Los hombres tienen que trabajar aunque las mujeres puedan llo¬rar ?sentenció Wedderburn con profunda gravedad.
?¡Mira que morir lejos de todas las comodidades en un pantano! ¡Anda que enfermar de fiebre con nada que tomar más que específi¬cos y quinina, y nadie a tu lado más que horribles nativos! Dicen que los nativos de las islas Andaman son unos desgraciados de lo más repugnante, y de todas formas, a duras penas pueden ser buenos enfermeros sin haber tenido la preparación necesaria. ¡Y sólo para que la gente en Inglaterra disponga de orquídeas!
?No creo que fuera agradable, pero algunos hombres parecen dis¬frutar con ese tipo de cosas ?continuó Wedderburn?. En todo caso los nativos de su grupo eran lo suficientemente civilizados para cui¬dar toda su colección hasta que su colega, que era un ornitólogo, vol¬vió del interior, aunque no conocían la especie de orquídea y la habían dejado marchitarse. Eso hace a estas plantas más interesantes.
?Las hace repugnantes. A mí me daría miedo que tuvieran restos de malaria adheridos. ¡Y sólo pensar que un cuerpo muerto ha estado extendido sobre esa cosa tan fea! No había pensado en eso antes. ¡Se acabó! Te digo que no puedo comer ni un bocado más de la cena.
?Las quitaré de la mesa si te parece y las pondré en el hueco de la ventana. Allí las puedo ver igual.
Los días siguientes estuvo, desde luego, especialmente ocupado en el pequeño invernadero lleno de vapor yendo de acá para allá con carbón vegetal, trozos de teca, musgo y todos los demás misterios del cultivador de orquídeas. Pensaba que disfrutaba de un tiempo mara¬villosamente lleno de acontecimientos. Por la tarde hablaba de las nuevas orquídeas a los amigos y una y otra vez insistía en sus expecta¬tivas de algo extraño.
Varias de las Vandas y los Dendrobios fenecieron bajo sus cuida¬dos, pero pronto la extraña orquídea empezó a dar señales de vida. Estaba encantado y tan pronto como lo descubrió hizo que el ama de llaves abandonara la elaboración de mermelada para verlo de inme¬diato.
?Ése es un brote ?explicó?, pronto habrá muchas hojas ahí, y esas cositas que salen por aquí son raicillas aéreas.
A mí me parecen deditos blancos asomándose del tejido marrón ?opinó el ama de llaves?. No me gustan.
?¿Por qué no?
?No lo sé. Parecen dedos intentando agarrarte. Lo que me gusta, me gusta, y lo que no me gusta, no me gusta; no puedo remediarlo.
?No lo sé seguro, pero creo que ninguna orquídea de las que conozco tiene raicillas aéreas exactamente como ésas. Desde luego pueden ser imaginaciones mías. ¿Ves que están un poco aplanadas en el extremo?
?No me gustan ?dijo el ama de llaves temblando repentinamente y dándose la vuelta?. Sé que es estúpido por mi parte, y lo siento mucho especialmente porque te gustan tanto. Pero no puedo por menos de pensar en ese cadáver.
?Pero puede que no fuera esa planta en particular. Eso no fue más que una suposición mía.
El ama de llaves se encogió de hombros.
?De todas maneras, no me gustan ?concluyó.
Wedderburn se sintió un poco dolido por su aversión a la planta, pero eso no le impidió hablarle de las orquídeas en general y de ésta en particular siempre que le apeteció.
?Pasan cosas tan curiosas con las orquídeas ?le contó un día?… hay tantas posibilidades de sorpresa. Darwin estudió su fertilización y mostró que toda la estructura de una flor de orquídea común esta¬ba ideada para que las polillas pudieran llevar el polen de una planta a otra. Bueno, pues se conocen cantidades de orquídeas cuya flor no puede ser fertilizada de esa manera. Algunos Cypripediums, por ejemplo, no hay insecto conocido que pueda fertilizarlos, y a algunos jamás se les ha encontrado semilla.
?Entonces ¿cómo forman las nuevas plantas?
?Con estolones y tubérculos y ese tipo de brotes. Eso tiene fácil explicación. El enigma está en ¿para qué sirven las flores?
»Es muy probable que mi orquídea sea algo extraordinario en ese sentido. Si es así lo estudiaré. A menudo he pensado en hacer investi¬gaciones como Darwin. Pero hasta ahora no he encontrado tiempo o alguna otra cosa me lo ha impedido. ¡Me gustaría mucho que vinie¬ras a verlas!
Pero ella respondió que en el invernadero de las orquídeas hacía tanto calor que le daba dolor de cabeza. Había visto la planta una vez más y las raicillas aéreas ?algunas de ellas tenían ahora más de un pie de largas? desgraciadamente le habían recordado tentáculos que se alargaban para agarrar algo. Se metieron en sus sueños y crecían tras ella con una rapidez increíble. Así que había decidido con plena satisfacción no volver a ver la planta y Wedderburn tenía que admi¬rar sus hojas en solitario. Tenían la forma ancha acostumbrada y eran de un verde profundo y lustroso con salpicaduras y puntos de rojo profundo en dirección a la base. No conocía ninguna otra hoja del todo igual. La planta estaba colocada en un banco bajo cerca del ter¬mómetro y muy cerca había un dispositivo por medio del cual un grifo goteaba sobre las tuberías de agua caliente y mantenía el ambiente lleno de vapor. Ahora se pasaba las tardes meditando con cierta regularidad sobre la floración ya próxima de la extraña planta.
Finalmente tuvo lugar el gran acontecimiento. Tan pronto como entró en el pequeño invernadero supo que la espiga había eclosiona¬do, aunque su gran Palaeonophis Lowii tapaba la esquina donde estaba su nuevo encanto. Había un olor nuevo en el aire, un perfume poderoso, de un intenso dulzor que dominaba a todos los demás de aquel pequeño invernadero abarrotado y lleno de vapor.
Nada más advertirlo se apresuró hasta la extraña orquídea, y, ¡oh, maravilla!, las verdes espigas trepadoras tenían ahora tres grandes manchas de flores de las que procedía la embriagadora dulzura. Se quedó parado ante ellas en un éxtasis de admiración.
Las flores eran blancas con vetas de dorado naranja en los pétalos, el pesado labellum estaba enrollado en una intrincada proyección y un maravilloso púrpura azulado se mezclaba allí con el oro. Vio de inmediato que se trataba de un género completamente nuevo. ¡Y la inaguantable flagrancia! ¡Qué calor hacía allí! Las flores se balancea¬ban ante sus ojos.
Miraría si la temperatura estaba bien. Dio un paso hacia el termó¬metro. De repente todo le pareció vacilante. Los ladrillos del suelo bailaban arriba y abajo. Luego las blancas flores, las hojas verdes detrás de ellas, todo el invernadero pareció extenderse por los costa¬dos y después curvarse hacia arriba.

A las cuatro y media su prima, siguiendo la invariable costumbre, hizo el té. Pero Wedderburn no vino a tomarlo.
?Está adorando a esa horrible orquídea ?se dijo a sí misma y espe¬ró diez minutos?. Se le debe de haber parado el reloj. Iré a llamarlo.
Fue directa al invernadero y, abriendo la puerta, voceó su nom¬bre. No hubo respuesta. Observó que el aire estaba muy enrarecido y cargado de un intenso perfume. Luego vio algo que yacía sobre los ladrillos entre las tuberías del agua caliente.
Durante un minuto quizá, se quedó inmóvil.
Él estaba tumbado con la cara hacia arriba a los pies de la extraña orquídea. Las raicillas aéreas como tentáculos ya no se balanceaban libremente en el aire sino que se habían apiñado todas juntas, una maraña de cuerdas grises, y se estiraban, tensas, con los extremos bien adheridos a su barbilla, cuello y manos.
No lo entendió. Después vio que por debajo de uno de los exul¬tantes tentáculos sobre la mejilla corría un hilillo de sangre.
Con un grito inarticulado corrió hacia él y trató de apartarlo de las ventosas semejantes a sanguijuelas. Rompió bruscamente dos de los tentáculos y de ellos goteó una savia roja.
Luego el embriagador perfume de la flor hizo que le diera vueltas la cabeza. ¡Cómo se agarraban a él! Rasgó las duras cuerdas y él y la blanca florescencia flotaron a su alrededor. Sintió que se desmayaba, pero sabía que no podía permitírselo. Le dejó, rápidamente abrió la puerta más próxima y, después de jadear un momento al aire libre, tuvo una brillante inspiración. Cogió una maceta y rompió las ven¬tanas del extremo del invernadero. Luego volvió a entrar. Tiró ahora con renovadas fuerzas del cuerpo inmóvil de Wedderburn y estrelló estrepitosamente contra el suelo la extraña orquídea. Ésta todavía se aferraba a su víctima con la más obstinada tenacidad. En un arrebato los arrastró hasta el aire libre.
Entonces pensó en romper las raicillas chupadoras una a una y en un minuto le había liberado y le arrastraba lejos del horror. Estaba blanco y sangraba por una docena de manchas circulares.
El hombre que hacía las chapuzas de la casa subía por el jardín asombrado por la rotura de cristales y la vio emerger arrastrando el cuerpo inanimado con manos manchadas de rojo. Por un instante pensó cosas imposibles.
?¡Trae algo de agua! ?gritó ella, y su voz disipó todas sus imagina¬ciones.
Cuando, con desacostumbrada celeridad, volvió con el agua, la encontró llorando de emoción y con la cabeza de Wedderburn sobre su rodilla limpiándole la sangre de la cara.
?¿Qué pasa? ?dijo Wedderburn abriendo los ojos débilmente y cerrándolos de nuevo inmediatamente.
?Ve a decir a Annie que venga aquí fuera y luego ve a buscar al doctor Haddon de inmediato ?le dijo al hombre tan pronto como trajo el agua, y añadió al ver que dudaba?: Te lo explicaré todo cuan¬do estés de vuelta.
Pronto Wedderburn abrió de nuevo los ojos, y al verlo molesto por lo sorprendente de su situación, le explicó:
?Te desmayaste en el invernadero. ?¿Y la orquídea?
?Yo me encargaré de ella.
Wedderburn había perdido mucha sangre, pero aparte de eso no tenía ninguna lesión grave. Le dieron brandy mezclado con un extracto de carne de color rosado y le subieron a su dormitorio. El ama de llaves contó fragmentariamente la increíble historia al doctor Haddon.
?Venga a ver el invernadero.
El frío aire exterior entraba por la puerta abierta y el empalagoso perfume casi se había desvanecido. La mayoría de las rotas raicillas aéreas, ya marchitas, yacían entre algunas manchas oscuras sobre los ladrillos. El tallo de la floración se rompió con la caída de la planta y las flores crecían con los bordes de los pétalos mustios y marrones. El doctor se inclinó hacia ella, pero vio que una de las raicillas aéreas todavía se movía débilmente y dudó.
A la mañana siguiente la extraña orquídea todavía estaba allí, ahora negra y putrefacta. La puerta batía intermitentemente con la brisa matinal y toda la colección de orquídeas de Wedderburn estaba reseca y postrada. Pero el propio Wedderburn en su dormitorio esta¬ba radiante y dicharachero con la gloria de su extraña aventura.

Edición digital de LIBROdot.com
Revisión de urijenny (odoniano@yahoo.com.ar)

Plantas quimicas

Plantas químicas
Ian Williamson
Traducción de ? en ?.

El crucero averiado descendió rápido y casi sin control. De la plantilla de hombres que lo manejaba, diecisiete estaban inactivos a causa de la brutal desaceleración. Estaban diseminados en sus diferentes puestos por toda la nave; cada uno de ellos soportaba su cuerpo sentado, tumbado o en la postura que le parecía más cómoda; asidos a un raíl o a un puntal, con los dientes apretados y los ojos cerrados. Y en cierto modo esos diecisiete eran los más afortunados: solo tenían que aguantar, mientras que los otros tres que estaban en la cabina de mando tenían que actuar además.
De los tres, el piloto, en cuyas manos estaba el escaso control de la situación que quedaba, era, naturalmente, el más afectado. Había tenido que luchar con la nave desde los niveles más altos del hidrógeno hasta la más baja troposfera, desde una incandescencia meteórica a un descenso brusco, casi suicida. Habían quedado fuera de servido dos máquinas y estaba esperando que se inutilizara la tercera y última. Era una soberbia lección de pilotaje, porque el Persephone se había estado moviendo a velocidades interestelares poco tiempo antes. El capitán tenía instalado un micrófono delante de él y lanzaba con gran trabajo palabras a través de él, agotándose casi los pulmones. A su lado, el vigía estaba tumbado boca abajo delante de su teclado. Tenía los ojos cerrados y la boca abierta, porque tenia un trozo de papel enguantado entre los dientes. Esto hacía disminuir el silbido de su respiración lo suficiente para que impidiera que se interfiriera con el torturado esfuerzo del capitán por transmitir sus órdenes con su micrófono. Manejaba el teclado de las llaves de control con mano trémula.
De pronto, milagrosamente, cesó la presión mortífera; despacio, deliberadamente, el gran elefante Inercia levantó su pata de encima de cada uno. Dio media vuelta y se sentó.
?Hazle descender rápidamente ?dijo el piloto, ahora que volvía a ser posible hablar normalmente?; en cualquier momento podrán marchar.
El capitán Bascombe buscó en el desconocido paisaje para encontrar un punto identificable, un hito que le sirviera de señal. Por debajo de ellos había un continente de rocas peladas, de monótono paisaje. Al borde se veía un brillante mar azul. Había un estuario, un pequeño valle con mucha vegetación y un río con varios lagos. A pesar de lo apurado de la situación, el capitán tuvo ocasión de asombrarse.
?Sirius ?dijo?, ¿qué demonios es esto? ?y sin esperar respuesta dijo al piloto?: Haznos bajar aquí. Aquí no habrá dificultad alguna en localizarnos ?y al vigía?: Di que estamos aterrizando en el extremo oeste de un continente ecuatorial, cerca de cinco lagos de colores. Aterrizaremos ?hizo otra pausa para examinar más de cerca el paisaje inclinado, que ahora veía cada vez con más claridad? cerca del rojo.
Al lado del lago se veía un espacio plano en medio de la vegetación y pensó que tendría suficiente espesor para aguantar la nave, a pesar del aterrizaje violento que tendrían que realizar. Las dos máquinas averiadas apenas ayudaban a contener la caída vertiginosa y el Persephone dio un fuerte choque contra el suelo.
El piloto separó las manos de los controles, puso los brazos con precaución encima del cuadro de distribución y apoyó la cabeza sobre ellos, gozando del lujo de una mera existencia pasiva. Nadie le daba golpecitos en la espalda ni le estrechaba la mano. Acababa de salvar las vidas de todos con una hazaña sin precedentes de pericia y tesón, pero en el Servicio Interplanetario no suele haber heroicidades de esta clase. Demostraron suficientemente su gratitud no molestándole, para que pudiera descansar mientras la tripulación celebraba el estar todavía con vida.
El último resto de energía de las baterías se agotó con las constantes llamadas angustiosas, y el capitán nombró a los que deberían entrar de guardia. Había poco más que hacer que esperar a que vinieran a rescatarlos. Los que no entraban de guardia se retiraron a dormir.
Durmieron durante cuatro horas, hasta que les despertaron bruscamente las voces de los que montaban guardia y el movimiento de la nave. Esta estaba inclinada de una manera alarmante y todavía se movía. Una rápida inspección por los portillos laterales mostró en seguida a qué era debida esta inclinación. La vegetación azul sobre la cual la nave había aterrizado se había enrollado, formando un bulto debajo del casco, y poco a poco la fue inclinando por la ladera que acababa en el lago. Cuando habían llegado a esta conclusión, un nuevo empuje hizo que la nave volcara completamente. Todos corrieron hacia los portillos para salir, pero con el calor incandescente que sufrió al atravesar la atmósfera todo el metal del casco se había hecho una sola plancha y no se podía salir. Las baterías estaban agotadas y no había luz, y, por tanto, nada se podía hacer. Estaban sin medios de comunicación. Los soldadores podrían haber abierto con el soplete un agujero para salir, pero sin energía eléctrica no se podía. Lentamente, pero con un continuado impulso, el navío interplanetario fue deslizándose metro a metro hasta el borde de la ladera…
Dos naves captaron las señales de socorro e inmediatamente fueron en su auxilio hacia el planeta indicado. La más pequeña, y más próxima, era la nave planetaria Hannibal, al mando del capitán Britthouse. La otra nave era la interplanetaria Berenice, cuyo comandante era Japp.
A ninguno de estos dos oficiales le agradó recibir la señal. Sus respuestas fueron rápidas, como no podían dejar de serlo, pero no se consideraban en la obligación de fingir impaciencia por ir a salvarlos.
El comandante Rupert Japp iba de camino a una reunión mucho más importante; de hecho, a la misma a la cual se dirigía el Persephone cuando su protección de inercia voló. Esta reunión era nada menos que la reunión de toda la Flota del Sector a la terminación de las maniobras decenales en gran escala. El comandante Japp esperaba encontrarse mismamente delante de las narices del propio almirante y estaba ansioso por aparecer pronto allí. La señal de alarma puso fin a sus planes, y a los pocos minutos toda la nave estaba desalentada con su mal humor.
El capitán William Benjamin Britthouse estaba no menos disgustado que Japp. El también tenía una cita, pero no con una flota, ni tampoco con un almirante, sino con una chica. Tenía el anillo en el bolsillo. La señal de auxilio descompuso también sus planes, pero hizo un cálculo rápido y vio que no durmiéndose y trabajando intensamente podía emplear tres días en el salvamento y llegar a tiempo a su cita. Esto quería decir que disponía de cuatro horas para obtener la licencia, encontrarse con Jenny, declarársele, casarse con ella y llevarla a bordo del Trans-Galaxic expreso con destino a la Tierra. Creía que tendría el tiempo justo para hacerlo todo. Pitó llamando a sus oficiales, tenientes Bob Crofton y John Michelson, para explicarles lo importante que era darse prisa.
Durante el tiempo que tardaron las dos naves en acudir al salvamento, las Fuerzas Planetarias e Interplanetarias se enfrascaron en una de sus innumerables discusiones. La Fuerza Planetaria sostenía que desde el momento en que la nave averiada estaba en una superficie planetaria y además había lanzado una llamada pidiendo auxilio, era evidente que el caso caía de lleno en su jurisdicción y el dirigir la operación incumbía al capitán Britthouse. Los Interplanetarios, como es natural, eran contrarios a esto y alegaban que era una nave interplanetaria la que estaba en apuros, y un comandante, nada menos, que iba en su auxilio, no necesitaba para nada que un cerdo planetario metiese las narices en ello. De todos modos, con las vidas de veinte hombres en juego no podían plantear este problema oficialmente, contentándose con la presunción de que, evidentemente, la solución estaría en que el mando de la operación recayese en el de más edad de los dos oficiales en cuestión. El hecho de que el comandante Japp fuese mayor que el capitán Britthouse, y también su superior jerárquico, era, naturalmente, puramente fortuito. Puramente.
En un nivel estratosférico remoto en el orden jerárquico se llegó a un compromiso: la jefatura de la operación sería asumida automáticamente por el oficial que mandase la nave que primeramente entrase en la atmósfera del planeta en que el Persephone había sufrido su accidente. El mensaje pidiendo ayuda había llegado simultáneamente a las dos naves y justamente en el momento en que entraban en la atmósfera se comunicaron entre sí y continuaron navegando juntas.
El capitán Britthouse rió. Cuando Bill Britthouse reía se oía su risa en casi toda la parte delantera de la nave. Era un sonido muy familiar en esta nave de la Fuerza Planetaria, una cosa imperdonable en una nave oficial. Paseó el mensaje por delante de las narices de sus dos oficiales y se sentó, limpiándose las lágrimas; era todavía lo suficientemente joven para considerar la situación muy graciosa.
Cuando se quedó tranquilo y pudo hablar normalmente dijo:
?Bueno. Por lo menos, nos han dado algún trabajo que hacer. Podemos sacar a esos idiotas de ese hoyo donde se han metido y dejar a la superioridad que adjudique después a cada uno su parte ?y volviéndose al operador de comunicaciones añadió?: Preséntele mis cumplidos al comandante de la nave interplanetaria y propóngale una conferencia para discutir a ver cómo vamos a cooperar en el salvamento.
El comandante Japp se sintió muy molesto al recibir este mensaje, porque esperaba que el otro se hubiera puesto a sus órdenes, ofreciéndole sus servicios; pero esta oferta de cooperación era prácticamente un insulto. «¡Cooperar! ¡Vaya! ¡Con un simple capitán!» Envió un mensaje al capitán exigiéndole ásperamente que rectificase inmediatamente esa intolerable situación. Entre tanto, se creyó en la necesidad de burlarse un poco de ese cachorrillo. Sugirió que lo mejor sería localizar primero la nave averiada. De este modo el capitán Bascombe, del Persephone, no tendría más remedio que someterse a sus órdenes y esto lo arreglaría todo. Desgraciadamente no pudo, porque ya no existía el Persephone.

El capitán Britthouse estaba durmiendo cuando el teniente Michelson le llamó al cuarto de control. Envolvió lo que quedaba de su almuerzo en algo que se semejaba a un sandwich, y se fue con ello en la mano. En ese momento estaban sobre el mar y se aproximaban a una costa. El mar era verdaderamente un mar de un azul brillante y no de ese azul obscuro de los mares de la profundidad y la dispersión. Era un azul que ofendía la vista.
?Bajemos aquí, Mike ?dijo Britthouse?, para ver esto más de cerca. Es el mar más raro que he visto.
Cuando bajaron más, vieron que era vegetación. Billones de hojas sin forma, como nenúfares, cubrían la superficie del Océano, que parecía sólido, en una extensión de centenares de millas.
Se veían algunos canales ocasionales obscuros y amenazadores, con unas olitas blancas que señalaban la presencia de corrientes. Se volvieron a elevar un poco para seguir buscando el Persephone.
El teniente Michelson leyó y releyó la señal de socorro y no cogía bien el sentido de ella.
«…una fila de lagos de colores. Hemos aterrizado al lado del lago rojo. Tenemos las máquinas completamente destrozadas y las baterías…»
Aquí quedaba cortada.
?¿Por qué se preocupa? ?le espetó al oído Britthouse. Se sentó enfrente de él, al otro lado de la mesa, señalando a la pantalla, donde se veía la costa?. Están ahí, ¿no es eso?
Efectivamente, allí había cinco maravillosos lagos en medio de la verde planicie; parecían joyas sobre terciopelo. Todos de diferentes colores. Había uno rubí, uno zafiro, uno esmeralda, otro…
?Pero ¿dónde está el Persephone? ? preguntó Britthouse, extrañado.
Nadie pudo contestarle a esta pregunta, ya que el Persephone no había duda de que no estaba al lado del lago rojo.
De creer lo que habían dicho en la petición de auxilio, tenían las máquinas tan estropeadas cuando aterrizaron que el moverse por sus propios medios estaba fuera de lo posible. Localizar el sitio que habían dicho era fácil y seguro, y, sin embargo, no estaba allí.
Michelson bajó la nave otra vez, para inspeccionar el lugar más de cerca, y pasó sin ver a la nave Berenice, que estaba inspeccionando por encima del valle sin haber perdido tiempo en investigar sobre el mar… El Hannibal llegó hasta la boca del estuario y Britthouse dio un vistazo rápido a todo el conjunto. El color azul cielo del mar hacía fuerte contraste con una ancha franja en la orilla, que era de un color obscuro y llegaba hasta la playa.
?Parece como si la vida vegetal saliera del mar aquí ?comentó Britthouse?. Parece un poco tarde, Bob. ¿Cómo está la atmósfera?
?Como la de la Tierra, aproximadamente, solo que con un diez por ciento de oxígeno, poco más o menos.
?Entonces está bien ?respondió?. Aterriza aquí mismo, Mike, y luego vamos río arriba.
La planta marina crecía por todo el estuario del pequeño río, dejando solamente unos canales en el centro por donde corría el agua. El valle, con su serie de lagos, estaba lleno de vegetación, que lo cubría todo, incluso los lagos. Únicamente había una meseta más alta, por lo que se veía que no era todo un pantano.
?Quizá haya obrado sabiamente después de lo sucedido ?dijo Britthouse?, pero lo que no hubiera hecho jamás es descender en semejante lugar. Es demasiado bonito para ser saludable.
Sus tenientes asintieron. Su larga experiencia de hombres planetarios les había enseñado que la vida suele hacer extrañas jugarretas a los incautos; por regla general, suelen ser escépticos hasta que están en dique.
?¿Por qué supone que lo ha hecho? ?preguntó Crofton.
?La idea era bastante buena ?dijo el capitán?, sabia que sus máquinas estaban acabadas y que su radio podía fallar de un momento a otro. No tenía tiempo de escribir un informe completo para el globo, y con una radio inutilizada no podía indicarnos un punto fijo. Así, pues, tenía que encontrar un mojón importante. Seguramente que así lo hizo, pero no tenía necesidad de aterrizar allí mismo. Podía haberse colocado en aquella meseta cercana y hubiese sido igualmente fácil encontrarla. La cuestión es que ahora no está ahí. Lo mejor será que enlace con el Berenice, y sugiérales que establezcamos tina base en la meseta, en la cabeza del valle, y elaboremos un plan de acción.
El comandante Japp disintió. Estaba acostumbrado a operar desde su nave. Para él una superficie planetaria era o un puerto o un lugar que se debe evitar. De acuerdo con esto, invitó al capitán Britthouse a su nave, poniendo toda clase de facilidades a su disposición.
?¡Valiente idiota! ?exclamó Britthouse?. Facilidades a la punta de mi pie! Supongo que quiere decir que tiene una alfombra en el cuarto de mapas ?y se volvió a sus oficiales?: Usted se queda al mando de la nave, Mike. Bob, dile al sargento Davys que esté preparado para recibir la lancha del Berenice, y tú ven conmigo como ayuda moral. Y nada de «Conforme, jefe» ?rezongó cuando Crofton le respondió: «A sus órdenes, señor»? y golpea tu tacón contra el otro cuando lo digas y saludes. Vamos.
Britthouse hubiera querido darle la mano a Japp al llegar, pero este le recibió con un saludo muy frío y le hizo pasar al cuarto de oficiales. El capitán iba muy molesto mientras recorría el pasillo. No se había quitado el uniforme de diario, mientras que Japp estaba esplendente con uniforme de comandante de Subsector de Flota de Segunda Clase. Iba por el pasillo muy ufano, resplandeciente y engallado. Pero cuando entraron en el cuarto de oficiales Britthouse se quedó asombrado. Había una mesa preparada para una comida. Los oficiales del Berenice estaban formados en dos filas de azul y plata y la mesa brillaba con la magnífica cristalería y las fuentes de plata.
Britthouse estaba más que asombrado; se quedó molesto y horripilado pensando que, no lejos de allí, había veinte hombres de esa misma flota perdidos, quizá en peligro de muerte, y este mamarracho daba una fiesta a todo lujo. No estaba de acuerdo en conformarse con esto, y dando media vuelta, salió del cuarto.
?Comandante Japp ?dijo?: Quiero hablarle en privado, si no le molesta.
La cara del comandante se quedó impasible. Ya esperaba esto y tenía preparada la trampa. El tono que empleó al contestarle fue francamente despreciativo.
?Si lo considera necesario, capitán Britthouse, muy bien.
Su tono indicaba claramente que solo un palurdo planetario podía tener tan malos modales. Volvió al cuarto y, dirigiéndose a los oficiales, dijo:
?Caballeros, pónganse cómodos; no les haremos esperar mucho tiempo.
Una vez en su camarote, se quedó mirando al hombre planetario. Resultaba unas pulgadas más alto que él, a pesar de su inclinación de hombros.
?Y bien, Britthouse, ¿qué hay?
Hacía lo posible por resultar insultante usase o no el tratamiento. Britt dominó muy bien los nervios.
?Estimo, comandante, que es un momento poco a propósito para celebrar la hospitalidad que me ofrece de una manera tan pomposa. En mi opinión debíamos continuar con nuestra investigación lo más activamente posible. No hemos…
Japp le cortó la palabra de un modo brusco:
?Ya he mandado los mensajes necesarios ?dijo?, y todo el Sector de Flota viene ya hacia acá a toda velocidad. Llegarán dentro de unas ocho horas. Mientras tanto, no hay nada que hacer.
Britt se encontró cogido con esta salida inesperada, perdió el resuello, quedándose de momento sin poder contestar.
?Pero…, pero ¿por qué llamar a la Flota? ?dijo a todo evento?. ¿No podríamos nosotros solos hacernos cargo de la situación?
Esta respuesta era mejor de lo que Japp esperaba, pero no por ello dejó de tenderle su bien cebada trampa.
?Sería completamente suicida, mi querido capitán, emprender una empresa de esta naturaleza con solo dos pequeñas naves contra una civilización hostil. De todos modos es algo que está claramente prescripto en mis ordenanzas. No tengo autoridad para exponer mi nave contra una inteligencia organizada.
Si Britt quedó antes atónito, ahora quedó completamente fulminado. Dudaba cuál de los dos había perdido la razón. Aquel hombre parecía que hablaba una lengua extraña. Por fin encontró una idea concreta que exponer.
?¿Qué inteligencia organizada? ?preguntó?. ¿Qué es lo que ha encontrado para convencerse de que hay una inteligencia organizada?
?Yo creo que la cosa es evidente ?respondió Japp fríamente?. Un crucero ligero Mark Noveno, con una masa inerte de ocho mil toneladas, desaparece completamente a las veinte horas de haber aterrizado en una corriente de agua evidentemente artificial y sin dejar rastro. Solamente un sistema bien organizado puede tener medios para transportar un navío de ese volumen y de ese peso en tan poco tiempo y sin dejar la menor huella. Pero resulta más significativo todavía que solamente una inteligencia organizada es capaz de desear hacer tal cosa. ¿Qué criatura sin una gran inteligencia sería capaz de acercarse siquiera a un objeto desconocido de ese tamaño? ¿O es que tiene otra explicación que ofrecer?
Britt estaba completamente anonadado. Naturalmente, no tenía ninguna explicación que dar. Ni siquiera había cavilado sobre el asunto. Necesitaba recoger algunos hechos primero. Para él resultaba demasiado pronto para empezar a hacer hipótesis. Además, no veía esperanza de poder explicarle su punto de vista a este… griego; conocía el tipo. El argumentar con este individuo era perder el tiempo. De repente se acordó de su cita con Jenny y le dominó una desesperación feroz y un gran deseo de abandonar por completo el asunto.
?Lo siento, comandante ?dijo?, no estoy de acuerdo con usted, y le ruego que nos excuse. Deseo ir a mi nave inmediatamente.
No se habló ninguna otra palabra. En completo silencio los dos hombres planetarios pasaron por delante de la guardia que rendía honores y bajaron a la lancha, que se los llevó. Britt se sentía miserablemente consciente de haber hecho una mala faena. La situación le había caído del cielo, no pensó que podía haber sido deliberadamente, y él había estropeado un buen caso, y lo había estropeado por su reacción. No le gustaba que le indujeran a tomar decisiones rápidas. Por instinto se inclinaba a examinar cualquier situación con detalle antes de sacar conclusiones. Japp era aparentemente uno de esos héroes legendarios «famoso por su habilidad para tomar decisiones rápidas en un caso de emergencia». Britt siempre había menospreciado esta habilidad, era simplemente incapacidad para ver más de una posibilidad en cada caso. La entrevista que acababa de tener no le hizo cambiar de opinión. Comprendió que no debía abandonar la empresa y dejar el campo libre a Japp para que actuara a su antojo. Mientras hubiera una posibilidad, aunque fuese remota, de que los hombres del Persephone estuvieran todavía vivos, no podía dejar de hacer todo lo posible.
Se afirmó más en su determinación de continuar su investigación con urgencia, con o sin la ayuda de Japp, y no iba a faltar a su cita con Jenny.
?Así, pues, mañana por la mañana temprano ?dijo a sus oficiales? vamos a salir y recorreremos todos esos lagos de comedia musical, a ver lo que encontramos por allí.
El día del planeta tenía unas treinta horas, de las cuales había doce de noche y dieciocho de día, condiciones ideales para el hombre decidido a trabajar como una fiera. Para Britt era muy lamentable tener que hacerlo en estas condiciones, pero creía que su obligación era llegar hasta el limite.
El madrugar tanto tuvo su recompensa, pues la oblicuidad de los rayos solares hacia que las irregularidades del terreno se acusaran con mucho relieve, y lo mismo pasó con el bulto que hacía el Persephone al otro lado del lago rojo. No perdieron el tiempo. Michelson hizo bajar la nave rápidamente sobre las rocas desnudas a una plataforma, donde tenía buen asiento, muy cerca del lago.
El sargento Davys puso en marcha el Jenny, el pequeño vehículo que podía andar por cualquier terreno, e inmediatamente se subieron Britt, Bob, Crofton y el sargento. Bajaron por la rampa dentro de él, subieron por la ladera hasta el valle en un ángulo alarmante, chirriando al andar sobre las rocas. El sargento Davys era un experto conductor y el cochecillo ?estaba hecho para moverse por cualquier terreno, por muy inverosímil que fuera. Era prácticamente indestructible y sus pequeños motores nucleares estuvieron en una ocasión completamente sumergidos y no por eso dejaron de funcionar al atravesar un pantano en Sirio IV bajo una gravedad de 4.2. Ni siquiera ratearon cuando, bajo las instrucciones de Britt, el sargento los condujo hasta un macizo grande de vegetación.
Era como una maleza de arbustos y cañas de unos cuatro pies de altura coronados por unas hojas grandes y planas que se parecían a las hojas del ruibarbo venenoso. El Jenny estaba en su elemento y consideraba aquello como pienso de pollos. Irrumpió en medio de la maleza con gusto, dando bandazos y saltos entre los húmedos tallos, aplastando una pulpa jugosa y haciendo de ella una especie de papilla. Salpicaduras y pedazos saltaban en tal cantidad que el Hannibal se veía turbio y parecía una caricatura.
?Está bien, Britt ?dijo la voz de Michelson en el teléfono?; está a unos pocos metros del lugar donde están ustedes.
Este aviso ya era innecesario, porque se veía claramente el bulto que hacía la nave desde el nivel del suelo, porque la vegetación que había allí no era más alta de lo normal. Lo más extraño e inexplicable era que la meseta pelada, diferente del terreno que la rodeaba, era exactamente del tamaño necesario para que el Persephone hubiera podido aterrizar en ella.
El Jenny había andado en varias direcciones sin encontrar resto de la nave, hasta que iba a darse por vencido, cuando Michelson tuvo una inspiración.
?¿Cómo es el terreno por ahí? ¿Está tapado con verde?
La respuesta fue que no, que lo que había era roca al descubierto, los huesos desnudos del planeta.
?¿No hay tierra? ?dijo Michelson?. Entonces, ¿dónde están las raíces de esas plantas?
La respuesta a esto fue también negativa.
?No tienen raíces. Los tallos parecen salir de una tela metálica que forman unas ramas encima de la roca.
Siguiendo la mayor de estas ramas vieron que algunas bajaban y entraban en el lago y otras seguían alrededor del lago, pero la mayoría recorrían el valle a todo lo largo y por la playa, entrando en el agua.
En ese momento Britthouse comenzaba a sentirse fracasado. La única señal del desaparecido Persephone era el extraño pequeño plateau de vegetación, porque estaba convencido de que las plantas y los lagos de colores raros estaban relacionados en cierto modo con el misterio. Le parecía que solamente una inspección biológica en gran escala podía dar la suficiente información sobre la naturaleza de esta producción. No creía que hubiera animales de ninguna clase en aquellas tierras, mucho menos seres superiores. El planeta era evidente que pertenecía al período Silúrico y no era muy cierto que en esta temprana edad hubiera animales en la tierra y en el mar.
Había muchos ejemplos de planetas que alcanzaban inclusive el carbonífero superior sin ninguna aparición de animales. Su proyecto de llegar a tiempo a su cita con Jenny parecía que se iba alejando. De los tres días que tenía ya se le había ido medio sin resultado práctico alguno. En una de sus transformaciones acostumbradas, súbitamente abandonó sus concentrados pensamientos y se convirtió en una trepidante dinamo de energía. En cinco minutos discurrió un plan para efectuar una inspección ultrarrápida y diez minutos más tarde había tres grupos exploratorios que habían llegado del Hannibal siguiendo cada uno el plan que le había sido asignado.
Tuvieron un día sorprendente y agotador, encontrándose al final del mismo, en la playa cerca del estuario, al borde del mar muerto y sin olas, con el peso de su flotante capa de vegetación azul.
?Conforme ?dijo Britthouse, cuando se reunieron en torno suyo?. Vamos a ver tus informes, Mike.
?Yo creo ?respondió Mike? que el valle era originariamente un glaciar; pero desde entonces ha habido una considerable erosión debida al agua. El nivel superior sobre la línea de vegetación fue seguramente un valle helado y colgante. Hay una gran falla en el nivel y una cascada. Los lagos geológicamente son un rompecabezas; Podrían corresponder a terminales de los restos glaciales, pero son demasiado regulares para eso. Es muy difícil formar conclusiones sobre el valle bajo, porque está completamente cubierto por la vegetación, y basta los lagos también están cubiertos. Al parecer, también crece la vegetación en el fondo de ellas. La gran escala geológica es suficientemente sencilla. En este sitio, al parecer, la erosión, al cabo de muchísimo tiempo, ha acabado por formar una planicie, que viene a ser una de las más viejas en la superficie del planeta. Probablemente esta debe ser la mayor meseta del planeta, puesto que, por lo que yo he visto, en ninguna parte hay planicies de más de unos cuantos metros, sin contar las playas y los estuarios.
?Esto puede ser muy significativo ?dijo Britt?. Ahora tú, Bob.
?Sencillamente, la confirmación de lo que ya suponíamos esta mañana: toda la superficie que hemos recorrido es simplemente una maraña en raíces inmensa, correspondiente a una planta única, enorme. Lo mismo pasa con las algas. Crecen raíces en las playas y en los estuarios; pero la planta en el valle es una extensión de la planta del mar. Las hojas son mayores y más obscuras, eso es todo. ¿Tú qué has visto, Britt?
?Una cosa extraña: aunque la planta flota en la superficie del mar, nace en el fondo de los lagos.
?La densidad del agua del mar ?dijo Bob.
?Seguramente ?respondió Britt?. Esto explica por qué se hunde, pero no por qué crece, y crece todo alrededor de los lagos; el agua tiene que circular a través de ellas metros y metros entre un lago y otro.
?¿Qué me cuentas del color de los lagos? Esto es lo que más sorprende cuando se les ve desde el aire.
? No resulta tan extraño cuando se los ve desde tierra ?dijo?; pero el agua tiene un color diferente en cada lago. Mañana vamos a ir a dar una vuelta por todos ellos y traeremos muestras de agua de cada uno y también muestras de vegetación. Haremos algunos análisis. Ya sé que parece muy remota la utilidad que esto pueda tener para nuestro propósito; pero creo que si conseguimos averiguar la razón de la existencia de estos lagos, tendremos una clave sobre la desaparición del Persephone.
Se volvió hacia el vigía:
?¿Ha tomado todo esto en el magnetófono?
?Sí, señor.
? Bueno, embobínelo y mande una copia al comandante Japp con mis respetos.
La contestación del comandante Japp, que se recibió a la mañana siguiente, era francamente ofensiva; le rogaba que informara al capitán Britthouse que a él no le interesaban nada las investigaciones botánicas que estaban haciendo sobre el planeta y sugería que reservara su información para la autoridad competente. De hecho, estaba asombrado. La actividad desarrollada por la tripulación del Hannibal no había dejado de llegar a sus oídos y tenía la desagradable sospecha de que Britthouse todavía se obstinaría en continuar. Había oído desconcertantes rumores sobre lo chismosa que era la gente planetaria. Deseaba fervientemente que hubieran conservado sus narices fuera de este asunto, que no era de su incumbencia. Sin embargo, veía que se le pedía alguna acción de su parte; alguna teoría detallada sobre la desaparición del Persephone.
Una noche entera de estar preocupado pensando en el asunto no dio ningún resultado. No se le ocurrió consultar con sus oficiales; sin expresar claramente sus pensamientos, inconscientemente pensaba que él, como comandante, resultaba automáticamente la persona más indicada para resolver el problema. Una ducha fría y un buen desayuno le reconfortaron mucho. Tomó papel y lápiz con la idea de dejar arreglado este asunto. Empezó a hacer un resumen con las informaciones que tenía, a la manera de una demostración de Euclides:
1. El Persephone un Mark IX crucero ligero de 8.000 toneladas aterriza cerca de una corriente de agua, al parecer artificial, sin máquinas, y solamente con la reserva de energía suficiente para transmitir una señal pidiendo auxilio.
2. A las veinte horas al Persephone ha desaparecido y no se ve rastro alguno de lucha ni ninguna máquina que hubiese servido para moverlo, excepto una pequeña planicie con mucha vegetación en el sitio donde es presumible que haya aterrizado (no hacia más que utilizar la información de Britt).
3. Por tanto, parece evidente que se lo han llevado por el aire y que la plataforma de vegetación no es más que un modo rápido de disfrazar él sitio donde, al aterrizar, aplastó la vegetación.
4. De aquí se deduce que estamos ante a una inteligencia hostil y organizada con gran habilidad mecánica.
5. Orden ? Sección XVI ? Capítulo 473 ? Párrafo 28673 ? Prohíbe expresamente intervenir en semejante caso con menos de tres navíos. De ser así, hay que poner el caso en conocimiento del más próximo Sector de Fuerza.
Esto parecía suficiente, pero pensó que sería mejor dar una información más amplia en vista de los esfuerzos de ese Britthouse, ¡que así reviente! ¿Por qué había sido secuestrado el Persephone? Supongamos que no haya sido secuestrado, sino sencillamente destruido en el mismo lugar donde estaba y la plataforma camuflada. Esto parecía lo más verosímil. Pero ¿por qué? Supongamos que la corriente de agua artificial tuviese un significado religioso y que las que la han consumido han destruido el Persephone en un acto de rabia y después se asustaron de las consecuencias y trataron de ocultar el asesinato. De repente se dio cuenta de que esta era la solución. El próximo paso sería rápido. En cuanto llegase el Sector de la Flota tenían que asolar todo el valle como represalia, lo cual, inevitablemente, traería consigo el descubrimiento de los autores, que habrían de abandonar sus refugios para que el Sector de Flota les prendiese y asumiera el control de la situación.
El Consejo Sociológico protestaría, naturalmente, pero sería demasiado tarde. Se regocijaba pensando en el ridículo que iba a hacer Britthouse con su descripción detallada de la botánica de un valle quemado.
Japp no perdió tiempo en componer un informe oficial con estas conclusiones para dirigirlo al próximo sector de Flota. Después de pensarlo, se vio forzado, aunque a disgusto, a enviar una copia a Britthouse. La acción del joven idiota de enviar copias de sus informes le ponía a él en la obligación de cierta reciprocidad. «Tiene, sin embargo, una ventaja ?pensó con satisfacción?: Esto, probablemente, evitaría que continuase molestando y revolviendo.»
La gente de Britt estaba en este momento con el Jenny en la cabeza del valle cuando el vigía del Hannibal lanzó el segundo mensaje. El sargento Davys sacó el original de la máquina y se lo entregó al capitán. Lo leyó dos veces y lo pasó a Mike y Bob, y se sentó, dando un gruñido de furia.
?¿No es esto propio de estos malditos idiotas interplanetarios? ?preguntó?. No hay más que un remedio para esto: tráete el calentador pesado, que vamos a demostrarles quién es el que manda. Vamos a bajar al valle, y si no hemos terminado nuestras «investigaciones botánicas» van a tener que esperarse los condenados a que acabemos antes que empiecen a bombardear. ¿Por qué no podrán dejar de meter las narices en todo? Este es un asunto planetario.
?Pero el Sector de la Flota no actuará solamente empujado por Japp, ¿no es verdad? ?preguntó Bob inocentemente.
?Si cuando vengan no hemos encontrado al Persephone, lo harán, aunque no sea más que para azuzar a Japp contra estos cerdos planetarios. Todavía no conocéis a estos muchachos felices, llenos de galones.
Se quedó de pie impaciente, indicando el camino del barranco.
Ahora estaban en el límite superior de la vegetación, al borde del precipicio, en la cabeza del valle, con su masa azul obscura de árboles por debajo de ellos. El lago amarillo brillaba allá abajo con unas olas amarillo limón que rompían en la playa. Más lejos estaba el lago rojo, que marcaba un fuerte contraste con el borde azul. A lo lejos se veían más pequeños el lago verde y el lago azul, y luego, apenas visible, estaba cl quinto y último, que era el lago morado, que tenía detrás el mar azul brillante.
?Nunca me acostumbraré a esto ?declaró Bob Crofton?. Cada vez que lo miro me da dolor de cabeza. ¿Tienes bastantes fotos, Mike? Si Japp y su banda queman todo esto y queda aniquilado, quiero tener alguna prueba de que ha existido y no es un sueño mío.
?Deja de chismorrear y ven a ver esto ?llamó Britt.
En este momento la pequeña corriente de agua, que bajaba de la montaña pelada, había abierto un corte en el escarpado borde, formando una cascada sobre el lago amarillo. La vegetación azul se había extendido barranco arriba: unos tallos largos y azules, sin hojas, crecían hacia arriba y se introducían por las grietas e intersticios de las rocas.
?¿Has visto alguna vez un valle como este en un terreno tan antiguo geológicamente hablando? ?preguntó Britt.
Mike miró hacia arriba y abajo tratando de escudriñar lo grande y profundo que era, antes de contestar:
?No ?dijo?. Parece como si hubiera sido cortado; pero para eso resulta demasiado áspero. Además, ¿quién ha podido cortarlo? ¿Creéis que Japp, después de todo, pueda tener razón?
?No lo sé ?respondió Britt?; pero empiezo a creer que esta vegetación, al menos, no se ha formado de manera natural.
Bajó por la ladera hasta el mismo barranco, un poco embarazado por su traje protector y su casco, pero iba encontrando salientes de la piedra y huecos donde afianzar los pies y las manos, y se agarraba a las raíces azules.
Se agachó por retirar una rama, se paró súbitamente para poder pasar por delante: había una rama más gruesa que sobresalía de la roca. Por debajo de esta rama apareció un filón de mineral de un material negro-azulado que rutilaba con un brillo metálico. Cogió unos trozos que se habían desprendido al mover él la rama y se volvió barranco arriba. Enseñó a los otros la muestra de mineral que había cogido y les explicó que recorriesen todo el barranco para averiguar la extensión del filón. Los dos tenientes se miraron y se encogieron de hombros. Bill Britthouse tenía fama de que encontraba siempre una explicación para los hechos más inverosímiles, pero esto les parecía que era ir demasiado lejos.
Mientras estaban ocupados en tan ardua tarea, él se sentó al borde, sin hacer nada más que estar sentado mirando. Cuando sus disgustados subalternos acabaron su inspección, él ya había visto lo que quería. Varios fragmentos de roca y de mineral desprendidos de los lados del corte fueron arrastrados por la corriente de agua hasta el lago.
?¿Y bien? ? preguntó cuando regresaron.
?Cubre la mayor parte de las laderas del barranco ?le informó Bob?. Es un filón bastante ancho y viene a correr paralelo al fondo del barranco.
?Bueno ?respondió Britt?, coge estas muestras de mineral, llévatelas al Hannibal y haz un análisis especial. Necesito únicamente saber qué metales contiene. ¡Date prisa!
Bob salió corriendo aturdido.
?Tú ven conmigo, Mike. Vamos a tomar muestras de agua en cada uno de estos malditos lagos y de su vegetación. Me parece que, por fin, vamos a averiguar algo.
Doce horas después ya no estaba tan seguro. Habían trabajado como demonios durante cinco horas haciendo un recorrido relámpago por todo el valle en el Jenny, cogiendo muestras, y otras siete horas de trabajo agotador en el pequeño laboratorio de la nave, analizando las muestras recogidas. Aunque los resultados tenían interés para Britt, no veía la conexión que pudiera haber con la desaparición del Persephone. Envió a sus oficiales a la cama y se quedó dándole vueltas en la cabeza a sus problemas. También hizo una lista, para ayudar al proceso de sus pensamientos; pero fue una lista muy poco parecida a la que había hecho Japp:
1. Mineral: Cromo.
2. Equivalencia clorofílica: también Cr.
3. Lagos – Cr en solución: amarillo-alcalino; rojo-ácido; verde-alcalino; azul-oxidado; púrpura-intermediario para Clorofila-eq.
4. Persephone…?
Eventualmente abandonó el trabajo, esperando que una noche de sueño le refrescaría el cerebro. Desgraciadamente, la mañana siguiente le trajo poca inspiración y sí solamente un oficio áspero de Japp para que estuviera dentro de una hora en los alrededores del área indicada, porque el Sector de la Flota estaba al llegar, preparado para empezar las operaciones.
?Que me condene si voy ?gruñó Britthouse?. Sargento Davys, saca el Jenny. Vamos a recorrer arriba y abajo todo el valle hasta que Japp esté negro. Me quedaré allí hasta que se solucione el asunto y ¡que reviente si se atreve…!
Cinco minutos después, el fiel sargento se presentó en el cuarto de control con una cara muy apurada:
?Lo siento, capitán, pero me temo que el Jenny esté inservible.
?¿Por qué?
?La corrosión, señor. Los ejes están muy gastados y los cojinetes también tienen mucha holgura. No me atrevo a salir con ella.
?Pero ese metal es prácticamente inoxidable.
?Ya lo sé, señor. Por eso no lo comprendía el primer día, pero el líquido que se les ha metido dentro ayer los ha puesto mucho peor.
?¿El líquido? ¿Qué líquido?
?El líquido, la savia de esas plantas, señor. El líquido que las ha estado impregnando durante dos días completos. Esto es lo que ha oxidado todo, señor.
?¡Fuego sagrado! ?exclamó Britt?. ¡De todos estos destilados idiotas!…
?Lo siento, señor ?respondió el sargento?. No pensé en ello.
?¡No usted, sargento! ?exclamó Britt?. El idiota soy yo. De acuerdo. Ahora tenemos que movernos. Tenemos que sacarlo antes que este loco de Japp empiece sus bombardeos. Hay que darse mucha prisa, Mike.
?¿Usted sabe dónde está el Persephone? ? preguntó el piloto asombrado.
?Seguro ?dijo Britt con una ancha sonrisa?. En el fondo del lago rojo.
No hubo más oportunidad de hablar porque puso la nave en marcha, se elevó del sitio donde estaba y marchó valle abajo hasta que describió un semicírculo y fue a aterrizar bruscamente (de un modo que se subía el estómago) justamente cerca del lago rojo, frente a la cascada que caía sobre el lago. Los sirvientes de las piezas estaban justamente metiendo dos torpedos en los tubos cuando se recibió el mensaje de la Flota Interplanetaria, que estaba firmado nada menos que por el propio almirante. Sencillamente repetía el parte anterior de Japp, pero añadía que si no cumplía esta orden, daría parte de ello «a la autoridad competente».
Britt demoró bastante el cumplir la orden y ya se divisaban en lontananza las naves del Sector de Flota que se proyectaba sobre el cielo azul.
?¡Caramba, qué aspecto más formidable! ?dijo Britt?. Sirio, ya conoce la clase de holgazanes que llevan, pero construyen buenas naves. Siento tener que estropearles su diversión. ¡Artilleros! ¿Listos? ¡Fuego!
Mientras los dos torpedos de explosión retardada buscaban en el agua del lago rojo, Britt elevó el Hannibal de un salto que los dejó sin respiración.
Quince segundos después, del lago rojo surgió un gran géiser de agua y humo. La capa de vegetación que lo cubría se partió en dos y la presión del agua que había debajo hizo que esta subiera, saliendo como un torrente hasta que se fue vaciando el lago.
?Esto debió de ser bueno ?dijo Britt?; fíjense en el sitio donde se mezclan las dos corrientes de agua.
Tenía razón, era más que bueno: era espectacular. Donde se mezclaba el agua roja con el agua azul, se producían unas nubes de vapor y unos chorros de líquido hirviendo, de lodos pardos y verdes que ascendían por el aire. Grandes cantidades de vegetación de varios colores eran proyectadas a los lados y una fuerte niebla producida por el vapor se fue acumulando en el fondo del valle.
En este momento el vigía anunció que el almirante de la Sección de la Flota estaba en la pantalla y que quería que el capitán Britthouse hiciese el favor de ponerse al aparato.
La cara del almirante era un modelo de frío desprecio.
?Le he de advertir, capitán Britthouse ?dijo?, que de esta chiquillada de querer adelantárseme en esta tarea daré parte a sus superiores. ¿Será usted tan amable de retirar su nave del campo de mis operaciones sin más demora?
Britt tenía los dedos índice y corazón cruzados y ocultos debajo de la mesa.
?¿Y si estuviese equivocado?
Por un momento dejó de mirar a la pantalla; después vio que el almirante estaba esperando su respuesta y le dirigió una sonrisa seráfica.
?Gracias por su valiosa cooperación, señor ?dijo?. Le voy a rogar que suspenda su fuego por un momento, hasta que el objeto que empieza a hacerse visible en el segundo lago pueda ser identificado.
Cortó la comunicación y se llevó el Hannibal a la playa del lago rojo. El agua había bajado mucho y en el fondo del lago se veía un gran bulto. Estaba cubierto de hojas, tallos de vegetación pardusca y todo sucio y negro, pero su figura no dejaba lugar a duda: era el Persephone.
Gradualmente fue bajando el agua hasta que quedó completamente al descubierto. Parecía como si lo hubieran cubierto de guirnaldas parduscas; los metales estaban oxidados y picados y en algunos sitios tenían incluso agujeros.
?¡Oh Dios! ?gruñó Mike?, no debe de haber nadie vivo aquí dentro.
Pero con la punta de una barra abrió un boquete en el casco. Pronto los hombres que había dentro hicieron una gran abertura en el metal oxidado, y con sus trajes espaciales, dando traspiés, se escurrían entre los charcos y el barro y fueron llegando a donde estaba Britthouse esperándolos, de pie, junto al Hannibal. Según avanzaban saludaban igualmente al hombre planetario y a la tripulación de la Flota Interplanetaria. Britt se quedó el tiempo necesario para saludar al primer hombre que salió a la playa, le estrechó la mano, le dio palmaditas en la espalda y se tocó el casco, mientras decía unas breves palabras.
Entonces saludó al abandonado barco interplanetario que ostentaba su majestuoso volumen detrás de su nave. Subió al Hannibal, que en menos de diez minutos ya no era más que un puntito en el cielo.
?Muy sencillo ?les estaba diciendo a sus tenientes?; en cierto modo, el viejo Japp tenía razón: fue una inteligencia organizada la que movió al Persephone.
?Pero ¿cómo…? Pero ¿dónde…?
?La planta ?dijo? es el primer ejemplar de vegetación artificial en el universo.
Es notable, pero los jóvenes estaban decididos a no dejar esto sin que lo explicara.
?Estas plantas, esta planta, ¿es artificial? ?preguntaron?. ¿Cómo lo sabe? No hacen nada.
?¿Y qué cosa querían ustedes que hiciera una planta artificial? ?preguntó Britt?. ¿Lucir un diploma? ¿O tirar de sus raíces y andar por ahí pretendiendo ser un animal? Un vegetal, aunque sea artificial, es siempre un vegetal, ¡so cretinos! Hace lo que todo vegetal necesita hacer: come. Y los vegetales comen minerales. Y este no tenía el cromo necesario que precisa para su propia clase de clorofila, y así buscó una fuente suplementaria de él. Siguió arroyo arriba, desde el mar, hasta localizar la fuente de mineral, e hizo que el río se convirtiera en una factoría química que le proporcionara su alimento. Estos lagos eran sus depósitos de agua mineral. Producían las aguas ácidas y alcalinas sin necesidad de complicados procedimientos.
?Pero ¿qué relación guarda esto con el Persephone?
?Esto me tuvo preocupado algún tiempo. Después descubrí que la savia corroe el acero cromado. El Persephone se debe de haber impregnado todo él de savia cuando aterrizó. Aún más, estaba posado sobre este ácido activo. Entonces lo que hace es un terrible esfuerzo y empuja todo este don de los dioses al tanque para que se disuelva.
?Buen trabajo hicimos al desecar el lago a tiempo ?dijo Bob.
?No estaba en ningún peligro ?replicó Britt?; tenia reserva bastante de aire y de comida para varias semanas. Me figuro que tendrían todas las salidas bloqueadas y no podían salir. Sea como sea, lo único que podían hacer era esperar hasta que el ácido de la planta disolviera el casco, y entonces, con sus trajes de espacio, podrían nadar hasta la playa. El peligro grande para ellos provenía de ese endemoniado griego, Japp, porque los gruesos cañones de la Flota los hubieran frito vivos en diez minutos.
?¿Griego? ?preguntó Michelson?. ¿Es que es griego?
?¡Oh!, ¿No lo saben? ?masculló Britt?. Escuchad. Hubo una vez un grupo de pensadores griegos (esto era en tiempo de Aristóteles) que estuvieron toda una noche discutiendo furiosamente sobre el número de dientes que tiene un caballo en la boca, y no pudiendo ponerse de acuerdo, interpelaron a un transeúnte, que resultó ser un árabe, y le persuadieron para que fuera el árbitro de la discusión. Escuchó atentamente todos sus argumentos y, en seguida, sin decir una palabra, se alejó. Al cabo de un momento volvió y les dio la contestación exacta.
?¿Cómo te arreglaste para decidir? ?le preguntaron.
?¿De quién fue el mejor argumento, en qué lógica te has apoyado?
?¡Al diablo la lógica! ?respondió?. Yo no he hecho más que ir al establo y contar los dientes de mi caballo.

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Las arenas azules de la tierra

Las arenas azules de la Tierra
Robert F. Young
Hopsoil, © 1960 by Mercury Press Inc.. Traducción de Giménez Sales-Navarro Gonçálves en Ciencia Ficción Selección-23, Libro Amigo 414, Editorial Bruguera S. A., 1976.

Marte ha sido durante décadas el objetivo favorito de los autores de SF. Desde Wells a Bradbury, pasando por Rice Burroughs, han sido legión los astronautas literarios que han hecho volar (nunca mejor dicho) su imaginación hacia el sugestivo planeta rojo. Si un hipotético marciano leyera todo lo que los terrestres han escrito sobre su mundo, probablemente se partiría de risa… O, tal vez, como “venganza poética”, escribiría un relato romo el que sigue.

NOTA: La historia que sigue llegó hasta mi por conductos hasta ahora inaccesibles, cuya naturaleza no puedo ni debo divulgar. Es, por lo que sé, la primera historia marciana de ciencia ficción que llega a la Tierra, y aunque siga su propio curso, hay muchas cosas que se pueden deducir de ella, como, por ejemplo: 1) Que los marcianos son muy parecidos a nosotros. 2) Que su civilización es muy parecida a la nuestra. 3) Que todo el tiempo que los escritores de ciencia ficción de la Tierra han empleado usando a Marte como espejo de los defectos de nuestra sociedad, los escritores marcianos de ciencia ficción lo han empleado a su vez usando a la Tierra como espejo de los defectos de la suya, 4) Que el asunto de las imitaciones ha sido tan explotado en Marte como en la Tierra, y que algunos escritores marcianos de ciencia ficción han empezado a parodiar a otros escritores marcianos de ciencia ficción. 5) Que esta misma historia está entre dichas parodias

La nave descendió de la abismal inmensidad y se posó, como un obscuro pájaro sin alas, sobre las arenas azules de la Tierra.
El capitán Frimpf abrió la puerta. Salió a la centelleante luz del sol y llenó sus pulmones con una bocanada de aire fresco. A su alrededor, llegando hasta el ondulado horizonte, se extendían las arenas azules. En la distancia, los destrozados edificios de una ciudad extinguida hacia mucho tiempo brillaban bajo la luz como grandes alas de cristal coloreado. Más arriba, pequeñas nubes redondas jugaban en el enorme campo de juegos del cielo.
Se le nublaron los ojos. «La Tierra ?pensó?. ¡La Tierra al fin!»
Los tres hombres: que componían el resto de la tripulación salieron de la nave y se detuvieron a su lado. Ellos también miraron el paisaje con ojos nublados.
?Azul ?suspiró Birp.
?Azul ?murmuró Fardel.
?Azul ?masculló Pempf.
?Azul, naturalmente ?acabó el capitán con suavidad?. ¿No han sostenido nuestros astrónomos durante mucho tiempo que el color azul de la Tierra no puede ser atribuido solamente a la capacidad para absorber la luz que tiene su atmósfera? ¡La superficie tenía que ser azul!
Y agachándose, recogió un puñado de la extraña substancia que cayó por entre sus dedos como humo azul.
?Las arenas azules de la Tierra ?murmuró reverentemente. Se enderezó y, quitándose el casco, dejó que el aire limpio de la Tierra le acariciase el pelo, a la brillante luz del sol. En la distancia, la ciudad dejaba escapar un sonido semejante al de muchas campanas de cristal, el viento le trajo aquel sonido por encima de las arenas azules, y él pensó en los cálidos veranos de Marte y en sus largos y perezosos días, y en sus tardes calurosas, en las que se tomaba un refresco en el porche de la abuela Frimpf.
Sintió que alguien respiraba sobre su cuello y se volvió, irritado.
?¿Qué le ocurre, Birp?
Birp se aclaró la garganta :
??Lo siento, señor ?dijo?. Pero ¿no cree usted que…? Quiero decir, señor, que ha sido un largo viaje, y Pempf, Fardel y yo estamos un poco se…, quiero decir que estamos un poco tensos y que pensamos…
Pero ante la expresión de reproche que vio en los ojos del capitán, dejó la frase en suspenso.
?Muy bien ?dijo éste fríamente?. Abrid una caja de esa bazofia, pero sólo una, ¿entendido? Y si encuentro una sola botella vacía estropeando este paisaje virgen os daré con ella en la cabeza.
Birp, que había salido disparado hacia la nave, se paró en seco al oír la advertencia del capitán.
Pero ¿qué haremos, entonces, señor? Si las ponemos otra vez en la nave tendremos que gastar mucho combustible para despegar, y ya andamos con las reservas justas.
El capitán reflexionó unos instantes. No era un gran problema y lo resolvió en seguida ?sin muchas dificultades.
?Enterradlas ?contestó.
Mientras la tripulación se tragaba su cerveza, el capitán permaneció mirando hacia la distante ciudad. Se imaginó a sí mismo contando todo aquello a su esposa cuando volviese a Marte, y se imaginó a sí mismo sentado ante la mesa del comedor describiendo las torres de cristal, las agujas centelleantes y los ruinosos edificios.
A su pesar, vio también a su esposa. Sentada al otro extremo de la mesa, escuchaba y comía, pero más tragaba que escuchaba. ¡Cielos!, estaba más gorda ahora que cuando él habla partido. Por milésima vez se preguntó por qué las esposas tenían que engordar tanto…, tanto, que a veces sus maridos tenían que sacarlas en carretones. ¿Por qué no se levantaban y se movían de vez en cuando en lugar de abalanzarse en manada sobre cualquier electrodoméstico que los fabricantes lanzaran al mercado? ¿Y por qué tenían que comer, comer y tragar todo el tiempo?
El rostro del capitán palideció al pensar en la factura del mercado que tendría que pagar a su vuelta, y este pensamiento le trajo otros sobre cosas igualmente angustiosas, tales como los impuestos sobre las rentas personales, la carretera, el árbol, el gas, la hierba, el aire, la primera guerra mundial, la segunda guerra mundial, la tercera guerra mundial, la cuarta guerra mundial…
Suspiró. ¡Era como para darse a la bebida, aquello de tener que pagar por guerras en las que habían luchado el padre, el abuelo, el bisabuelo y el tatarabuelo! Miró con envidia a Birp, Pempf y Fardel. A ellos no les preocupaban sus impuestos. No les preocupaba nada. Bailaban alrededor de la caja vacía de cerveza como unos auténticos bárbaros, y habían compuesto ya una canción soez sobre las arenas azules de la Tierra.
El capitán Frimpf escuchó las palabras y poco a poco se le fueron calentando las orejas.
?¡Bueno, ya está bien! ?dijo bruscamente?. Enterrad la botellas, quemad la caja y volved a la nave. Mañana será un día muy duro.
Obedientes, Birp, Pempf y Fardel enterraron las cuatro filas de pequeñas botellas en la arena azul, cubriendo, uno por uno, aquellos pequeños soldados muertos. Después de quemar la caja y de dar las buenas noches al capitán entraron en la nave.
El capitán se quedó fuera. Salía la luna. ¡Y qué luna! Su mágico resplandor convirtió la llanura en un extenso mantel azul obscuro, y la ciudad en un candelabro de plata.
El misterio de aquellos edificios vacíos y de aquellas calles abandonadas cruzó la llanura y penetró hasta la médula de sus huesos. ¿Qué había pasado con los habitantes de la ciudad?, se preguntó. ¿Qué les había sucedido a los habitantes de las otras ciudades que había visto cuando la nave había entrado en órbita?
Sacudió la cabeza. No lo sabia y probablemente no lo sabría nunca. Su propia ignorancia le entristeció y, de pronto, encontró irresistible el patetismo de la llanura y el ininterrumpido silencio de la noche. Volvió a la nave y cerro la puerta tras él. Estuvo largo tiempo tendido en la obscuridad de su camarote, pensando en las personas de la Tierra, en la civilización que habla venido y se había ido, sin dejar tras de sí más que un puñado de cristales. Finalmente, se quedó dormido.
Cuando salió, a la mañana siguiente, había veinticuatro árboles de cerveza frente a la nave.
Este nombre surgió en el acto en la mente del capitán Frimpf. Nunca había visto árboles de cerveza, y nunca había oído hablar de ellos, pero ¿qué otro nombre podía darse a un grupo de grandes plantas leñosas con botellas de líquido ambarino colgando de sus ramas y listas para ser recogidas como frutos maduros?
Algunos de los frutos habían sido ya arrancados. Y había un semillero en el flamante huerto: por la hilera de montículos que habla al borde del huerto se podía deducir que habían sido plantadas nuevas semillas.
El capitán estaba mudo de asombro. ¿Cómo era posible que un terreno ?incluso un terreno de la Tierra? hiciera crecer, de unas botellas vacías y en una sola noche, árboles de cerveza? Empezó a vislumbrar lo que les podía haber ocurrido a los habitantes de la Tierra.
Pempf vino hacia él con una botella en cada mano.
?Pruebe, señor ?dijo entusiasmado?. ¡Nunca habrá probado nada semejante!
El capitán le detuvo con una mirada penetrante.
?Soy un oficial, Pempf. ¡Y los oficiales no beben cerveza!
?Lo… lo olvidé, señor. Lo siento.
?¡Ya lo creo que debe sentirlo! ¡Usted y los otros dos! ¿Quién les dio permiso para comer…, quiero decir beber frutos de la Tierra?
Pempf inclinó la cabeza lo suficiente como para demostrar que estaba arrepentido, pero no tan arrepentido como debía, de acuerdo con su graduación.
?Nadie, señor. Creo…, creo que perdimos la cabeza.
?¿No tienen la menor curiosidad por saber cómo han crecido esos árboles? Usted es el químico de la expedición. ¿Por qué no está analizando el suelo?
?No sería de ninguna utilidad, señor. Un suelo como éste, capaz, con sus propiedades, de hacer crecer árboles de botellas vacías, es el producto de una ciencia con un millón de años de adelanto sobre la nuestra. Además, señor, no creo que el suelo sea el único responsable. Creo que la luz del sol, al reflejarse en la superficie de la Luna, se combina con ciertas radiaciones lunares y da a la luz de Luna resultante la facultad de fecundar y multiplicar cualquier cosa plantada en este planeta.
El capitán le miró.
?¿Cualquier cosa, dice usted?
?¿Por qué no, señor? Plantamos botellas vacías de cerveza y han salido árboles, ¿no?
?Hummm ?murmuró el capitán.
Se volvió bruscamente y entró otra vez en la nave. Pasó el día en su camarote, pensando. Olvidado completamente del apretado plan del día. Después de la puesta del sol salió y enterró detrás de la nave todos los billetes de Banco que había traído consigo. Sentía no tener más, pero en realidad no importaba, porque tan pronto diesen fruto los árboles tendría todas las semillas que quisiera.
Aquella noche, por primera vez en muchos años, durmió sin soñar con la factura del mercado y con los impuestos.
Pero a la mañana siguiente, cuando salió afuera y dio apresuradamente la vuelta a la nave, no encontró ningún árbol de billetes floreciendo bajo el sol. No encontró más que los pequeños montículos que él mismo había dejado la noche anterior.
Al principio, la decepción le dejó aturdido. Luegopensó: «Quizá el dinero lleve más tiempo. ¡Probablemente sea tan difícil de hacer crecer como de conseguirlo.» Volvió al otro lado de la nave y miró hacia el huerto. Los árboles eran tres veces más grandes que el día anterior y formaban ya un pequeño bosque. Perplejo, caminó por los claros salpicados de sol y mirando con envidia los grandes racimos de frutos de ámbar.
Un rastro de tapones le llevó hasta un claro en el que crecía un nuevo sembrado. Crecía a ojos vistas. Pempf, Fardel y Birp bailaban alrededor como ninfas barbudas de los bosques, esgrimiendo botellas y cantando a voz en grito. La canción obscena sobre las arenas azules de la Tierra tenia ahora una segunda estrofa.
Al verle se detuvieron en seco, y al advertir la expresión del capitán dieron por terminada la fiesta. Este se preguntó si habrían dormido aquella noche. Lo dudaba. Pero hubiesen dormido o no, estaba claro que la disciplina se relajaba rápidamente. Si quería salvar la expedición tenia que actuar con prontitud.
Pero, por alguna razón, su iniciativa parecía haberle abandonado. La idea de salvar la expedición le hizo pensar en la vuelta a Marte, y la vuelta a Marte le hizo pensar en su gruesa esposa, y su gruesa esposa le hizo pensar en la factura del mercado, y ésta en los impuestos, y el recuerdo de los impuestos, por una razón inexplicable, le hacía pensar en el pequeño armario de licores de su camarote y en la botella de whisky por descorchar que permanecía sola en su repisa.
Decidió aguardar hasta mañana para reprender a la tripulación. Seguramente por entonces sus árboles de billetes habrían surgido ya de la tierra, dándole una idea de cuánto debía esperar para recoger su primera cosecha de dinero y plantar la segunda. Cuando su fortuna estuviese asegurada podría encararse mejor con el problema de los árboles de cerveza.
Pero a la mañana siguiente los montículos, en la parte de atrás de la nave, estaban igual. El huerto de cerveza, por el contrario, era algo digno de verse. Se había extendido hasta la mitad de la llanura, en dirección a la ciudad muerta, y el viento. en las ramas cargadas de frutos, hacía un sonido semejante al de una planta embotelladora en plena producción.
En la mente del capitán quedaban muy pocas dudas sobre la suerte que habían corrido los habitantes de la Tierra. Pero ¿qué había ocurrido con los árboles que dichos habitantes habían plantado? No era un tipo obtuso, y la respuesta llegó en seguida. Los habitantes de la Tierra habían llevado a cabo una función semejante a la de las abejas en Marte: al beber el fruto líquido habían fecundado el caparazón de
cristal que le recubría, y estos caparazones fecundados y plantados hablan producido nuevos árboles.
«Una ecología muy agradable», pensó el capitán.
Pero como todas las buenas cosas se había extinguido. Una por una, todas las personas se habían convertido en activos fecundadores, y, finalmente, habían muerto agotados, y los árboles, incapaces de reproducirse por sí solos, se hablan extinguido.
Un destino trágico, sin duda. Pero ¿era acaso más trágico que morir a causa de los impuestos?
El capitán pasó el resto del día tratando de encontrar un medio de fecundar el dinero. Sus ojos se desviaban cada vez con más frecuencia hacia la puerta del pequeño armario de los licores. Al atardecer, Birp, Pempf y Fardel aparecieron solicitando una audiencia.
Fardel fue quien habló.
?Señor ?dijo?. Lo hemos decidido. No vamos a volver a Marte.
El capitán no se sorprendió, pero no pudo dejar de mostrarse irritado.
??¡Volved a vuestro huerto y dejadme en paz! ?dijo, dándoles la espalda.
Cuando hubieron salido fue hasta el armario de los licores y abrió la puerta. Cogió la única botella que quedaba. Sus dos compañeras habían quedado vacías hacía tiempo, y habían sido arrojadas por el dispositivo de eliminación. Ahora flotaban, en órbita, en algún lugar entre la Tierra y Marte.
?Ha sido una suerte que salvara una ?dijo, y la fecundó. Luego salió, tambaleándose, y la enterró , detrás de la nave, y se sentó para ver cómo crecía.
Quizá sus árboles de dinero crecieran, o quizá no. Si no crecían no volverla a Marte. Estaba harto de su gruesa. esposa, estaba harto de la cuenta del mercado y de los impuestos sobre las rentas personales, la carretera, el árbol, el gas, la hierba y el aire, y de los de la primera, segunda, tercera y cuarta guerras mundiales. Y sobre todo estaba. harto de ser un honorable oficial con la boca seca.
Salió la Luna y él pudo ver, encantado, cómo los primeros brotes de su árbol de whisky surgían de las arenas azules de la Tierra.

Edición digital de urijenny (odoniano@yahoo.com.ar)

Palabra de Isis

Lo que sigue a continuaci�n, es la introducci�n del libro “El hombre Estelar”, de John Gaines. Cuando le� estas hojas mi entrenamiento no comenzaba todav�a, y sin embargo, las hojas prendieron un brillo en los ojos. Cada cierto tiempo vuelvo a leerlas, y el fuego vuelve a crecer.

Hace varios meses, la dama de abril ley� una parte de estas hojas, y se asust�. Ella, que se asusta de pocas cosas, se asust�.

Espero que estas hojas despierten el mismo efecto que tuvieron en m�, pero est�n sobre aviso, que pueden provocar lo mismo que a la dama de Abril.

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Palabras de ISIS
“Yo, ISIS, se�ora de los misterios de la naturaleza, me dirijo a ti:”

“T�, ne�fito que buscas atravesar el portal de la iniciaci�n, y t�, profano que lees por curiosidad, serena tu esp�ritu, aclara tu mente, calma tus emociones. Ap�rtate del mundanal ruido, cob�jate en el manto de tu propio YO para que puedas trasponer sin peligro el umbral que conduce a la morada de los brujos. Arroja tus prejuicios; desp�jate de tu ego�smo, huye por un instante del personalismo y la irreflexividad; analiza con serena mirada.”

“No temas sino a ti mismo, no dudes sino de lo que analices superficialmente, no niegues sin primero reflexionar. Sep�rate de la multitud que opaca tus ideas; s� tu mismo y piensa por ti mismo; no te limites”

“T�, buscador de maravillas, t�, candidato a la iniciaci�n, no mires hacia la distancia, re�ne todas tus energ�as en ti mismo. Olv�date de la India y del T�bet, no clames a Dios, Al� ni Jesucristo. Lo que buscas est� all� mismo donde tu est�s en este momento. S�, deja de mirar hacia afuera y sepulta tu mirada en lo m�s profundo de ti mismo. Aguza tu percepci�n, afina tus sentidos, y all� en el centro de tu ser est�s tu mismo, tu YO, tu verdadera esencia, la verdad detr�s de la mentira, la energ�a inmortal que anima el barro. Mira con unci�n y reverencia, porque es luz….esa luz que te ciega, es Dios. Escucha como dice: Yo soy el camino y la vida.”

“M�s…,�cuidado!, no se puede contemplar a Dios Cara a cara sin morir. �Est�s dispuesto a seguir? Puedo concederte un gran don. Te ofrezco…. �la muerte! No tiembles, esta muerte es el don de los inmortales, es la del f�nix que renace glorioso de entre sus propias cenizas. Para ser, es previo no ser; para nacer y ser, se debe morir primero. Si lo logras, ser�s llamado el Dos veces nacido. No desde�es mi oferta, pi�nsalo bien; m�s vale morir ahora que vivir a la espera de la muerte. No creas que si me rechazas podr�s seguir indemne tu camino, por el contrario, todos los caminos conducen hacia m�; ign�rame y ser�s como los hu�rfanos, que no conocen a sus padres. Solamente tienes dos caminos: o te devoro, o te desposas conmigo. Tuya, y s�lo tuya es la elecci�n.”

“Si eliges ser devorado, ded�cate a gozar de la vida, apura la copa del placer hasta la �ltima gota, cierra la mente a la voz de tu esp�ritu, entr�gate a la bestia, y disfruta del placer sensual de la materia. As�, casi sin darte cuenta, llegar� el momento de la antropofagia final. �Crees acaso que me compadecer� de ti? Te enga�as, no tengo sentimientos, estoy mas all� del placer y del dolor, mas all� del bien y del mal, soy como el sol que se levanta en las ma�anas para alumbrar a todos por igual. Despu�s de tu muerte ser�s solo un despojo y un recuerdo. Despu�s…ni siquiera eso.”

“Si anhelas desposarte conmigo debes estar dispuesto a sufrir la muerte inici�tica, tendr�s que pasar las pruebas a las cuales te someter� sin piedad la terrible Esfinge para aquilatar tu valor espiritual y la calidad de tu temple. Yo me entrego solamente al que lleg� a la crucifixi�n, resistiendo los embates de los cuatro elementos. Amo solamente a los que han sabido apurar la copa de la amargura, de las traiciones, del escarnio y la mofa, persecuciones, calumnias y difamaci�n; a los iniciados que han persistido con valor, sufriendo de la soledad del esp�ritu en un mundo de animales. A m� se llega despu�s de haber recibido la calumnia y la difamaci�n, que son las pruebas del aire; los golpes y las persecuciones, que son las pruebas de la tierra; los vicios y las tentaciones sensuales, que son las pruebas del agua, y despu�s de haber dominado las ambiciones descontroladas, que son las pruebas del fuego.”

“No creas que en el mundo existen s�lo los nacidos una vez y los dos veces nacidos; tambi�n existen, por desgracia, los una y media vez nacidos, y los abortados. Gu�rdate de engrosar sus filas convencido por su maquiav�lico lenguaje, ya que estos no viven ni este mundo ni en el otro; son aquellos que en verdad no son ni iniciados ni profanos, los imitadores de los maestros, los semisabios, los sembradores de mano sucia, los seguidores de la letra muerta, y los magos negros, que me codician y se ufanan de mi amor, cuando no son dignos siquiera de mi sonrisa. Unos pueden vestir Sari o T�nica; otros, collarines y mandiles, otros, los atav�os “rosacruces”; algunos se proclamar�n los “�nicos due�os de la verdad”, creyendo tener su monopolio; todos se jactan de mi amistad, pero son s�lo pordioseros que me imploran una migaja de sabidur�a. No se nace dos veces par�ndose de cabeza o meditando, ni en el ata�d de ceremonias puramente simb�licas, como tampoco, por obra y gracia del esp�ritu santo.”

“Si me desde�as, recibe mi bendici�n y prosigue tu camino; destinado est�s a ser alimento de los dioses; no todos pueden ser “hombres”; algunos, solamente animales, o peor todav�a, vegetales. Si vienes a m� por curiosidad, pi�nsalo dos veces: es f�cil ser temerario con lo que no se conoce. Si no tienes el valor necesario, retrocede, esc�date en tu vanidad y en tu orgullo, conf�rmate con mirar al suelo como tus cong�neres. Si no est�s preparado, no aspires a conocer mi rostro: desgraciado de aqu�l que pose�do de animal codicia o insana curiosidad, contemplare aunque fuera mi reflejo, porque no me olvidar� jam�s y morir� atormentado por el ansia de poseerme.”

“Si est�s preparado, si tienes ojos para ver y o�dos para escuchar, si tu intenci�n es noble y pura, prosigue sin desmayo, y sabe que a partir desde el momento que cruces la puerta de la oculta morada, yo te esperar� ansiosa como la novia adolescente con su primer amor. Estas hojas pueden ayudarte mucho, pueden ser el gu�a que te lleve hacia la escondida puerta que tantos buscan y que tan pocos encuentran. Busca y encontrar�s; no eleves preces a los dioses, lucha por m�. Me conquistar�s por la fuerza de tu decisi�n, y no orando.”

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Alfonso Orozco – Agosto 1999
ICQ 41907900

Los dos tipos de conocimiento, Notas de OA 06-jun-2001 19:44

Los dos tipos de conocimiento
Es sábado en la tarde, ya estamos en junio, y debo quedarme en casa para descansar, porque mañana será un día movido.

Ayer en la tarde hablé con la contadora que me ha estado ayudando desde hace unos años, y me comentó que no tiene la mas mínima idea de como cambiar su situación actual; tiene todo el dinero que necesita, pero le falta lo demás.

Vamos a hablar de un tema que siempre se saltan las personas en los foros, en los seminarios, y en cursos sobre Castaneda, para que sirve y para que no sirven las enseñanzas del lado derecho. Sin embargo, antes de entrar al tema, debo comentar un poco sobre aspectos necesarios para entender el problema.

Hace muchos años, mas o menos al mismo tiempo que salió a la venta Relatos de poder, Colin Wilson, un escritor inglés tomó una idea de Gurdjieff , y trató de demostrarla en su libro “Lo oculto”; el libro tiene dos o tres ideas interesantes, pero derivó en una historia de los que están interesados en el conocimiento intuitivo o esotérico, dejando de lado las ideas y fenómenos reales.

Una vez que el guerrero se enfrenta a una experiencia fuera de lo común, la mayoría de las personas trata de hacer encajar esa idea dentro de un molde predefinido que le permita entender las cosas y darles un sentido, desde la razón a no tener dinero o que les duela la cabeza.

Para hacer encajar sus percepciones, de manera ordenada, se encuentran dos grandes tendencias, de las cuales Robert Graves se refiere como la sabiduría solar y la sabiduría lunar. A grandes rasgos la sabiduría solar ha creado escuelas y religiones como la católica, la cábala, etc., y la lunar ha creado el zen, el budismo, y otras actitudes contemplativas.

Dentro de los libros de Castaneda se habla repetidamente de las conocimientos del lado izquierdo y el lado derecho, de la cual se menciona que el lado izquierdo recibe enseñanza por osmosis y casi casi de refilón, que la presencia del nagual impecable cambia al discípulo. Dentro de las enseñanzas del lado izquierdo están también las enseñanzas de Zuleica y
Silvio Manuel, bastante poco “ortodoxas” en el sentido que casi nadie las conoce, o las toman como símbolos. Al mismo tiempo en los últimos libros se habla del ensueño como una tecnica que permite aprovechar el tiempo en que estamos dormidos, como paso previo a utilizar nuestro potencial.

En el Nahualismo en México, a lo largo de mi entrenamiento me sorprendió ver que el lado izquierdo debe complementarse con el lado derecho, porque lo que importa es el todo y el todo NO es la suma de las partes, sino las partes
antes de ser divididas.

Los que están acostumbrados a pensar en términos binarios y / o biológicos,
pueden entender muchos detalles sobre esto basándonos en el equilibrio
químico del sodio y potasio, o del calcio y magnesio. A grandes rasgos, si
tomamos una cantidad mayor de sodio a la equivalente en potasio, empezamos a
provocar una bomba química que destruye por completo las defensas de la
persona; y hay reacciones mucho mas complejas que las de un simple elemento.

Sin embargo, la relación entre las enseñanzas del lado izquierdo y al del
derecho, esta basada en una sensación de equilibrio, y búsqueda de
equilibrio; los que conocen magia ceremonial recordaran que una de las
frases de poder es “busco que el equilibrio prevalezca, no invoco una
venganza”.

Sin embargo, antes que nada, debemos tener en cuenta que los problemas de
las personas pueden ser de dos tipos, referentes a personas, y referentes a
cosas. Mucho se ha hablado de que si la mujer ve mejor el presente y los
hombres mejor el futuro, o que los hemisferios del cerebro mas activo varían
de uno a otro sexo.

A lo largo de los años el impulso de unión de las dos disciplinas, debe
darse de manera ordenada, de entrada me viene a la mente la idea del alma
hermafrodita que decía Blavatsky, pero seguramente hay muchos ejemplos.
Además hay que recordar que los autores nos dicen lo que han visto creen,
pero no porque ellos crean que la luna es azul es de ese color.

Lo curioso es que al analizar el problema, uno tiende a caer en el
razonamiento lógico o en razonamiento irracional, y los dos a su manera solo
dicen una parte del problema. En épocas recientes los interesados en artes
marciales se han inclinado a buscar la unión de los dos extremos,
mencionando como energías fundamentales el akasha / ashara, y el Kshira,
pero como occidentales el problema es que tratamos de seguir un solo camino,
descuidando el otro; en el correo sobre la técnica de las dos espadas
mencionamos los peligros de usar solo el ensueño o solo el acecho.

Antes de seguir, debemos recordar que el acecho y el ensueño solo son
técnicas. Nos permiten tomar puntería, pero el poder depende mas de la
persona que de las técnicas que domina; curiosamente un verdadero guerrero
debe dominar varias técnica, no solo una, y esta dispuesto a cambiar según
lo que haga falta, pero solo hasta haber llegado al tope de su conocimiento.

Hay muchas derivaciones de estos temas, y no tengo tiempo para explicarlo
aquí, así que me enfocaré por el momento al conocimiento del lado izquierdo
como el conocimiento intuitivo, y al conocimiento del lado derecho como el
racional.

Los racionalistas dicen.. esto no es lo que esperaba, y se salen del camino.
Los intuitivos se quedan en un camino, solamente en uno, y no hay forma de
sacarlos de ahí.

Así que el principal peligro del lado izquierdo, es como dice Don Juan, estar acostumbrados a pensar que podemos manejar mas de lo que podemos manejar; el mencionaba aunque no recuerdo la frase exacta, que los guerreros debían tener impecabilidad antes de poder usar o entender el entrenamiento del lado izquierdo.

Sin embargo, como muchas personas no son capaces de tener la paciencia, empiezan a confundir de manera inmediata las cosas, tratando de manera racional cosas irracionales y viceversa.

El mejor ejemplo que se me ocurre de este problema son las relaciones afectivas, cuando una persona decide terminar una relación, puede decir que es por equis o zeta, pero suele ser por una causa totalmente distinta. Y el planteamiento racional nos dice que no hay razón, y el emocional que si hay razón.

Pero a fin de cuentas no importa, se acabo y punto.

La toma de decisiones por computadora ha tomado mucho valor ultimamente para ciertos procesos, pero no se ha podido crear una maquina que pueda describir el sabor de una comida o ver el color del cielo. Las personas que tienen conocimientos intuitivos que se sienten cómodas con el, tienden a verlo todo desde ese punto de vista, y al dejar de ser racionales, pierden completamente el control de sus capacidades LATENTES.

A su vez, tratar de actuar cuando no hay riesgo nada mas, resulta mucho menos eficiente y también lleva a desaprovechar oportunidades latentes. Un ejemplo que se me ocurre es que alguien entrenado en artes marciales, sabe exactamente de manera racional física donde golpear, pero a quien golpear es algo intuitivo.

Lo que voy a decir en este momento, debe leerse con cuidado. El conocimiento intuitivo esta diseñado para encontrar posibilidades, y solo es aplicable a las personas. El conocimiento del lado derecho solo es aplicable a las cosas.

El conocimiento del lado derecho es ciego a las personas, y el conocimiento del lado izquierdo es ciego a las cosas.

Al principio de este correo, comentaba que lo que impide al guerrero alcanzar la totalidad de uno mismo, es ver solo ciertas partes; el guerrero tiene herramientas que debe de usar en ciertos casos. Las personas que tratan de demostrar lo guerreros que son con palabras y nombres apantallantes, olvidan que la a importancia esta en las personas.

Sin embargo, el conocimiento intuitivo es una especie de brújula humana, y el conocimiento racional es la manera de dirigir un barco.

Lo interesante es que los instrumentos, son la totalidad, brújula y timón.

Lo que impide realmente cerrar una escuela de conocimiento en muchos lugares, son dos factores, por un lado la falta de disciplina ( ver la brújula y timón cada cierto tiempo ), y por otro la tendencia del hombre a agruparse alrededor de un sueño o una ambición; en el correo sobre las dos trampas, comentábamos que dos de los principales obstáculos son la codicia y el orgullo. Muchas personas piensan que teniendo la idea es suficiente, que es suficiente teniendo la dirección. Otros piensan que es mas importante lo material, seguir el éxito de la ropa fina, y olvidan completamente la fuerza que impulsa.

En el Iching se habla de que lo que importa es el contenido, la forma vacía no es nada. EN el nagualismo uno debe volverse accesible al poder y estar dispuesto a entrar en la pelea con los aliados ,pero esta pelea no va a ser por un traje sastre, y tampcoo hay que pelearla con un tipo de ropa.

Lo que importa es el resultado, si estas en igual desarrollo los dos caminos, el intuitivo y el racional; una escuela en la que buscamos o VEMOS solo un camino, no es escuela de conocimiento valida.

Dentro de los dos tipos de sabiduría vemos muestra de la capacidad de ahorrar energuia y de la importancia de las cosas como sistema en su totalidad; Colin Wilson Y Gurdjieff, entre otros muchos , mencionan la importancia de esa comunión de pensamientos palabras y acciones que llamábamos SANMITSU, pero al mismo tiempo, los come pecados del México antiguo, eran perfectamente conscientes de que tenían que limitarse; en algunos casos a través de espinas de Maguey, en otras a través de pulque; dentro de ciertos limites ellos “embotaban” su capacidad de reacción en un conocimiento, solar o lunar, para poder usar el desarmado correcto para ese tornillo.

Esa capacidad de búsqueda de equilibrio, y progreso equilibrado de el lado derecho y el lado izquierdo, acaban por demostrando que lo que importa a fin de cuentas es el hombre, no las técnicas que domina.

Si uno de sus lados lo vence, no llegara a la totalidad de uno mismo. EL Iching suele comentar que los hombres se reúnen alrededor de un hombre con fuerza, pero lo único que construye, es el grupo lidereado por un hombre con fuerza, que sigue una idea que tiene fuerza en si misma. Por ejemplo, Don Juan. El resultado es que no sirve ser la persona sin la idea, o la idea sin a persona, debe encontrarse un equilibrio entre las dos, y al obtenerse, automáticamente podemos acceder al lado izquierdo o derecho, según si estamos dedicándonos a cosas o personas.

La lecciòn del lobo gris, Copiado de LG 14/ago/2005

Cada cierto tiempo surge una idea que se expresa en forma de mùsica. Generalmente es una bùsqueda de identidad de la juventud de una epoca, pero hay algunos raros ejemplos que trascienden las èpocas.

Son los cantos de batalla.

Una de las grandes paradojas del camino del conocimiento es que tantos y tantos hombres y mujeres de poca fe, piensen en solamente poner la otra mejilla. Pueden llegar a citar a Jesus el cristo, como ejemplo, olvidando los mercaderes del templo.

El otro extremo es demasiado conocido. Hombres que a los 18 años son solo gallitos y siguen siendo lo mismo, bravuconear de peleas o experiencia de la vida real que nunca han tenido ni tendrán. Otros elegimos pelear realmente las batallas, que primero son contra uno mismo, y despuès de un tiempo de prueba, contra un adversario que siente que lo es, y al final, contra adversarios reales, y no necesariamente de carne y hueso. La musica de las epocas solo nos ayuda en las batallas contra uno mismo. La musica que se vuelve inmortal es aquella que es realmente un grito de guerra, capaz de inspirar a otros al combate pero con plena conciencia; no bajo engaños.

Una de las razones por las cuales se habla de la divisiòn de los viajeros en base a un color, es dar a los demàs una idea de cual serà la actitud de los otros al combate. Podemos suponer que un lobo rojo es un elemento en el que no tenemos mucha idea quien es; el eterno provocador, el joven eterno, pero incapaz de seguir instrucciones especìficas por mucho tiempo. Ideal ppara improvisar, pero debil para una acciòn a largo plazo.

Los lobos blancos son elementos defensivos; preparados para defender una persona o lugar, pero sin el instinto asesino. Tratan de ver todo el panorama, y a veces la claridad los vence.

Los Lobos negros, bajos en defensas pero alta ofensiva, dispuestos a evaluar y actuar en consecuencia, ven todo a corto plazo pero con meta final.

Podemos saber quien es qué en base al tipo de problemas que les gustan resolver. La mayoria de las personas no resuelven problemas, suelen tirar una piedra y esconder la mano, porque no estan dispuestos a hacerse responsables de sus actos. Y lo justifican como “rebeldìa” o juventud.

La mayor parte de los hombres mayores que conozco, tienen por lo general la madurez de los 12 años.

Cada mitologìa tiene un Dios de la guerra, o un hombre de acciòn; desgraciadamente la mayor parte de ellos no hacen nada; el mismo Castaneda comentaba que eso les sucedia mucho en algunos tiempos. Porque los hombres de acciòn no hacìan nada ?

Quiza el unico hombre de acciòn o lobo negro claramente definido en los libros de Castaneda, era el Nagual Juliàn. Era el unico al que otros les llevaban problemas, y que hacia lo posible por resolverlos; aunque a veces los resolviera por bromas pesadas. Le gustaba hacer.

Pensando en esto un dia me acerquè al Nagual Rafael, y le preguntè sobre porquè para problemas de la realidad inmediata todos le preguntaban al Nagual Viejo, al Nagual Andrés, mientras que a el le preguntaban cosas mas o menos metafìsicas.

Su respuesta fue darme a leer un libro apòcrifo sobre el Juez Sansòn. y decirme que hablaramos la siguiente semana. La siguiente semana me contò la historia de los jueces desde el punto de vista de una tribu norteamericana y la forma en que ellos elegìan a sus lìderes de consejo, que no era solamente la edad.

Resumiendo, todos nos acercabamos al Nagual Andrés porque el no habia vivido la vida de un sacerdote sino de un soldado. Su vida era mas real para nosotros que la de un hombre en seminarios. El Nagual Andrés sabìa perfectamente que hacer cuando surgìa un problema de faldas o de dilemas morales implicados en destruir o no.

En cambio, aunque mas amable y quiza mas sabio, el Nagual Rafael sabìa con su cerebro lo que habia que hacer, y con su corazòn, pero no por experiencia propia.

Las heridas del Nagual Andrés dejaban cicatrices que a su vez eran mas resistentes a nuevas heridas que la piel anterior.

Dentro del libro de Sansòn hay un momento en que uno de su equipo le pregunta, que te pide tu corazòn, ir a la emboscada o evitarla ?

Al lobo negro su corazòn le pide la emboscada.
El lobo blanco suele evitarla, para pelear despuès.
El lobo rojo es impredecible.

Pero que es el lobo gris ?

El que ha sobrevivido varias veces a la emboscada, por entrar preparado a ella.

La lecciòn del lobo gris es una frase que generalmente se piensa cuando se encuentra camino a una emboscada que le tendieron, pero que al estar prevista ya no es problema:

“Aprieta los dientes y alza la cabeza.”

Y desata el cambio.

El problema es lo vital, no el entorno. Es muy diferente lo que hay en la pelìcula Calles de Fuego o en Flash Dance a lo que hay en una discoteca moderna.

Importa mas el hombre.

Puedes conocer a un hombre por los problemas que le gusta resolver.

¿ Que el problema es grande y no le calculaste?

“Aprieta los dientes y alza la cabeza.”

Nagual

Los indios hablan de los blancos

Los indios hablan de los blancos

Documentos

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Llegas, hermano mío, pensando que nos enseñarás la Sabiduria. Pero no creas que los salvajes están locos. Poseen los conocimientos que necesitan. El Gran Espíritu no les ha dejado en la ignorancia: les ha dado grandes dones; les ha concedido la Sabiduría.

Hermano mío, el Gran Espíritu no está lejos de aquí, está aquí; nos ve a todos; nos ve reunidos en este lugar; ve por encima de nosotros mismos; oye lo que decimos. Yo hombre (salvaje), sé verle y conservo cuidadosamente las costumbres que me enseñó mi anciano (el primer salvaje) para acordarme de él y obtener sus bendiciones.

Hermano mío, el Gran Espíritu ha creado todas las cosas; ha creado el cielo que hay arriba y la tierra sobre la que vivimos; ha creado todo lo que es grande y todo lo que es pequeño.

Cuando creó la tierra para que fuese la casa de todos los hombres, hizo dos grandes países y los separó por las grandes aguas. En el lado en que se levanta el sol hay una gran isla. Y en esa gran isla que está del lado que se levanta el sol el Gran Espíritu puso al anciano tuvo, hombre de piel blanca, y aqui el Gran Espíritu puso al anciano mío, hombre de piel roja.

Hermano mío, no nos parecemos nada; nuestra sangre no es la misma y nuestras lenguas tampoco se parecen de ninguna forma. Hav también otros hombres que no se parecen ni a ti ni a mí: los hombres que tienen la piel negra. ¿Quién ha establecido esas diferencias? Las ha establecido desde el principio el Gran Espíritu, él, que ha hecho todas las cosas según su voluntad.

Así que, y a lo ves tú tamhién, por eso es preciso que cada uno de nosotros tenga su manera de pensar en el Gran Espiritu y de hablar con él: hay maneras distintas de buscar el dia (el cielo). (…)

Hermano mío, quizá hayas tenido este pensamiento: son muy brutos; no conocen más que lo que ven cúando abren los ojos; caminan sin inteligencia. Yo te digo que podrías equivocarte grandemente.

No es en los libros, hermano mío, donde he aprendido lo que yo sé. El Gran Espíritu enseñó a mi anciano y mi anciano me habló de lo que el Gran Espíritu le había dicho. Soy afortunado por haber tenido esos conocimientos. Los conservo en mi corazón y nunca renunciaré a ellos.

Hermano mio, es posible que no sea tan ignorante como tú piensas acerca de las cosas que vas enseñando por todas partes. El Gran Espíritu había establecido el orden tanto en tu isla como en la mia. Había hecho grandes dones a tu anciano. Pero tú no has sabido aprovechar esas preciosas ventajas y has rechazado las bendiciones de tu anciano. Seguramente por eso envió el Gran Espiritu a su hijo al hombre blanco; pero el hombre blanco lo echó.

Además, hermano mio, hace ya mucho tiempo que lo que se cuenta del hijo del Gran Espíritu se conoce en tu isla. ¿Crees que si su voluntad hubiera sido instruirnos nos hubiera dejado en la ignorancia v el infortunio, a nosotros que nunca le hemos visto, que nunca le hemos hecho ningún mal?

El hombre del sombrero ha salido de su isla; ha atravesado las grandes aguas v ha llegado a nuestra tierra; ha recorrido nuestros bosques y nuestros lagos y nos ha perseguido por todas partes para quitarnos lo que nos pertenecía. Y hov resulta que su raza se ha multiplicado en nuestra isla y ha establecido sus costumbres en ella. En cambio, nosotros… nos hemos convertido en fugitivos miserables y hemos sido casi aniquilados.

El salvaje no conocía antes la embriaguez. Eres tú, hombre del sombrero. quien me ha dado a beber el agua de íuego.

Asi es como el hombre que vive más allá de las grandes aguas no ha venido a nosotros para traernos bendiciones, sino desgracias. ¿Cómo podríamos entonces creer nosotros en las cosas que viene a anunciarnos?

Dime, hermano mio, ¿acaso me escucharías tú si yo fuera a tu isla hablar contra la oración y a intentar que aceptaras mis prácticas? Déjame, pues, las bendlclones de mi anciano; las quiero y no deseo abandonarlas. (?)

Ves, pues, claramente, hermano mio, que no queremos la oración y que, si te quedas entre nosotros, no podrás obtener nunca lo que quieres. Seguro que renunciaras a tu provecto.

Lorenzo Cadieux

Cartas de las nuevas misiones del Canadá, 1843-1852

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La palabra de los jefes

El poder de la palabra fascina a los indios. Su lengua se nutre de la fuerza de la naturaleza omnipresente, las palabras son moduladas por el viento, las frases se impregnan de los olores del bosque. De sus encuentros con los blancos, los jefes nos dejaron discursos inolvidables en los que se refleja la grandeza de todo un pueblo y la inquietud por su incierto futuro.

Hehaka Sapa, Alce Negro, pariente de Crazy Horse, pertenecía a los Oglalas, rama de los Dakotas Teton, una de las más poderosas familias Sioux. En su juventud hahía sido instruído en las tradiciones sagradas de su pueblo.

Habéis visto que toda cosa hecha por un indio está dentro de un círculo, y ello es así porque el poder del Universo actúa en círculos y toda cosa tiende a ser redonda. En los viejos tiempos, cuando éramos un pueblo fuerte y feliz, todo nuestro poder nos venía del círculo sagrado de la nación y, mientras no fue roto, nuestro pueblo prosperó. El árbol floreciente era el centro vivo del círculo, y el círculo lo alimentaba por sus cuatro cuartos. El Este le daba la paz y la luz, el Sur le daba el calor, el Oeste le daba la lluvia y el Norte con sus vientos frescos y poderosos, le daba fuerza y resistencia. Este conocimiento nos vino del otro mundo con nuestra religión. Todo lo que forma el poder del Universo se hace en un círculo. El cielo es redondo y he oído decir que la Tierra es redonda como una bola y que todas las estrellas también lo son. El viento, en la cumbre de su furia, se hace torbellinos. Los pájaros hacen su nido en círculo porque tienen la misma religión que nosotros. El sol se levanta y desciende formando un círculo. La luna hace lo mismo y los dos son redondos.

Hasta las estaciones forman un gran círculo con sus cambios y vuelven siempre donde estaban. La vida del hombre está en un círculo de una infancia a otra infancia. y así es para cada cosa en la que actúa el poder.

Nuestros tipis eran redondos como los nidos de los pájaros y dispuestos siempre en círculo, el círculo de la nación, el nido de muchos nidos en los que el Gran Espíritu nos destinaba a incubar a nuestros hijos.

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Khe-tha-a-hi; Ala de Aguila, rinde homenaje al recuerdo que el indio ha dejado tras de sí

Mis hermanos los indios dejaron en este país su recuerdo para siempre. Hemos dado muchos nombres de nuestra lengua a muchas cosas bellas que hablarán siempre de nosotros. El Minnehaha se reirá con nosotros, el Séneca brillará con nuestra imagen, Mississippi murmurará nuestras penas. El ancho Iowa, el rápido Dakota, el fértil Michigan susurrarán nuestros nombres al sol que les acaricia. El estruendo del Niágara, el suspiro del Illinois y el canto del Delaware harán resonar sin cesar nuestro Dta-wa-e (canto de la muerte). ¿Es posible que oigáis ese cántico eterno sin emocionaros? Sólo hemos cometido un pecado: poseíamos lo que el hombre blanco codiciaba. Nos fuimos hacia el sol poniente, abandonando nuestros hogares al hombre blanco.

Hermanos míos, las levendas de mi pueblo cuentan cómo un jefe que conducía a los supervivientes de su pueblo atravesó un gran río y plantó en la tierra el mástil de su tipi, exclamando: «¡A-Ia-ba-ma!», lo que en nuestra lengua significa: «Aquí podemos descansarl». Pero no habia previsto el futuro. El hombre blanco llegó: su pueblo y él mismo no pudieron quedarse allí, fueron expulsados, empujados al fango de un sombrío pantano y exterminados. Las palabras que tan tristemente había pronunciado dieron el nombre a uno de los Estados del hombre blanco. Ya no hav un rincón bajo las estrellas para sonreír, donde el indio pueda establecerse y suspirar «A-la-ba-ma». Puede que Wakanda nos conceda un lugar así. Pero parece que sólo será así si estamos de su lado.

Crow foot, Garra de Cuervo, portavoz de la confederación de los Piesnegros, cedió 5O.000 millas cuadradas de pradera al gobiemo canadiense en 1877. Este tratado produjo la desaparición de los bisontes y el hambre para los Piesnegros.

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¿Qué es la vida? Es el estallido de una luciérnaga en la noche. Es el resuello de un bisonte en invierno. Es una pequeña sombra que corre en la hierba y desaparece con el poniente.

Proverbio winnebago

Nuestra Santa Madre la Tierra, los árboles y toda la Naturaleza son los testigos de vuestros pensamientos y de vuestras acclones.

Un jefe indio al gobernador de Pennsylvania en 1976:

Amamos la tranquilidad. Dejamos al ratón jugar en paz; cuando los bosques se estremecen bajo el viento, no tenemos miedo.

El jefe Standing Bear fue uno de los primeros en inscribirse en la escuela india de Carltsle (Pennsylvania), abierta en 1879. Fue maestro intérprete y conferenciante. Sus relatos hablan de los Lakotas, nombre tribal de los Sioux Teton.

El Lakota estaba lleno de comprensión y de amor a la Naturaleza. Amaba la tierra y todas las cosas de la tierra, y su unión con ella crecía con la edad. Los viejos estaban enamorados del suelo y no se sentaban ni reposaban sobre él sin el sentimiento de estarse acercando a fuerzas maternales. La tierra era suave bajo la piel y les gustaba quitarse sus mocasines y caminar descalzos sobre la sagrada tierra. Sus tipis se levantaban sobre esa tierra de la que estaban hechos sus altares. El ave que volaba en los aires venía a descansar sobre ellos y la tierra traía sin desfallecer todo lo que vivía y germinaba. El suelo apaciguaba, fortificaba, lavaba y curaba.

Por eso los viejos indios preferían vivir sobre el suelo antes que separarse de las fuerzas de la vida. Sentarse o echarse de esa manera les permitía pensar más profundamente, sentir más vivamente contemplaban entonces con mavor claridad los misterios de la vida y se sentían más cerca de todas las fuerzas vivas que les rodeaban.

Estas relaciones que mantenían con todos los seres de la tierra, del cielo o del fondo de los ríos eran como los rasgos de su existencia. Tenían un sentimiento de fraternidad hacia el mundo de los pájaros y de los animales con los que tenían confianza. Era tan estrecha la familiaridad entre algunos Lakotas v sus amigos de pluma o de piel que háblaban como hermanos un mismo lenguaje.

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Mato-Kuwapi, Chased-by-Bears, un Sioux Santee de la rama Yanktonai evoca la Danza del Sol y la idea de Wakan Tanka entre los indios Durante esta ceremonta se daban cortes en el cuerpo y los miembros de los participantes y se metían en ellos tacos de madera a los que estaban fijadas unas correas unidas al poste central de la Danza del Sol:

La Danza del Sol es tan sagrada para nosotros que casi no hablamos de ella… La laceración de los cuerpos para obtener los buenos augurios de la Danza del Sol es distinta a la laceración de la carne en los duelos con la gente. El cuerpo de un hombre es un bien suyo y cuando entrega su cuerpo o su carne está entregando la única cosa que verdaderamente le pertenece… Así, si un hombre promete un caballo a Wakan Tanka, no le da más que lo que ya le pertenecía. Yo puedo dar tabaco u otros objetos durante una Danza del Sol, pero si me guardo lo mejor, ¿quién podrá creer que soy sincero? Para demostrar que todo mi ser acompaña a estos regalos, debo dar algo que sea precioso para mí. Por eso prometo entregar mi cuerpo.

El niño cree que sólo la acción de una persona malintencionada puede causar dolor, pero en la Danza del Sol primero reconocemos la bondad de Wakan Tanka y soportamos el dolor a causa de todo lo que ha hecho por nosotros. Hasta hoy nunca me he unido a una Iglesia cristiana. Mi vieja creencia, la que siempre he guardado, sigue conmigo.

Cuando un hombre realiza un trabajo que todos admiran, decimos que es maravilloso. Pero cuando vemos la alternancia del día y la noche, el sol, la luna y las estrellas en el cielo, y la continuación de las estaciones sobre la tierra, con los frutos que maduran, tenemos que reconocer todos en ello la obra de alguien más poderoso que el hombre. El más grande de todos es el Sol, sin el que no podríamos vivir.

Nos dirigimos a Wakan Tanka y estamos seguros de que nos oye, aunque es difícil explicar la extensión de nuestra creencia. El indio cree en general que, después de la muerte de un hombre, su espíritu va a alguna parte de la tierra o del cielo, no sabemos exactamente a dónde, pero estamos seguros de que su espíritu continúa viviendo. Hay personas que están de acuerdo en que, si fuera posible que los espíritus hablaran a los hombres, se darían a conocer a sus amigos después de la muerte; pero a nosotros siguen sin venir a hablarnos, excepto, quizá, en sueños. Lo mismo pasa con Wakan Tanka. Creemos que está en todas partes, pero para nosotros es como los espíritus de nuestros amigos cuyas voces no podemos oír.

Crazy Horse, jefe de los Sioux Oglalas, era un mistico. En la primavera que siguó a la antquilación de las tropas de Custer fue obligado por el general Miles a rendirse en las montanas Bighorn. Puesto en prisión en 1877, encontró la muerte intentando evadirse.

¡Hombres blancos! Nadie os ha pedido que vengáis aquí. El Gran Espíritu nos ha dado este país para vivir en él; vosotros tenéis el vuestro. Nosotros no os molestábamos en absoluto; el Gran Espíritu nos ha dado una vasta tierra para vivir en ella, v bisontes, v gamos, v antílopes v más caza. Pero habéis venido v habéis robado mi tierra; habéis matado mi caza; nos habéis hecho duro el vivir. Ahora decís que tenemos que trabajar; y, sin embargo, el Gran Espíritu no nos hizo para trabajar, sino para vivir de la caza.

Vosotros los hombres blancos podéis trabajar si queréis. Nosotros no os molestamos; pero volvéis a decirnos: cpor qué no os civilizáis? ¡No queremos vuestra civilización! Queremos vivir como vivían nuestros padres, y sus padres antes que ellos.

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Pachgantschilhilas, nacido en la primera mitad del siglo XVIII se convirtió en el jefe de guerra de todos los Delawares que residian entre los rios Miami y White, en el noreste de los Estados Unidos.

Admito que hay hombres blancos buenos, pero su numero no puede compararse con el de los malos, que deben ser los más fuertes porque son los que mandan. Hacen lo que quieren. Esclavizan a los que no son de su color, aunque hayan sido creados por el mismo Gran Espíritu que nosotros. Harían de nosotros esclavos si pudieran. ¡Como no lo consiguen, nos matan! No puede darse ningún crédito a su palabra. No son como los indios, que son sólo enemigos durante la guerra, pero son amigos en tiempos de paz. Dirán al indio: «¡Mi amigo, mi hermano!». Le darán la mano y en el mismo instante le destruirán.

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Tecumseh, Shooting Star, jek deguerra de los Shawnees, organizó la segunda gran federación india y fue brigadier general del ejército inglés durante la guerra de 1812. Según los términos de un tratado firmado en Fort Wayne en 1809, los indios cedieron vastos territorios al gobierno norteamencano sin saberlo. En 1810 se reunió con elgobernador del territorio de Indiana que habia representado a los Estados Unidos en el tratado de 1809. Tecumseh negó la validez de la administración de la tierra.

La manera, la única manera de detener y parar esta calamidad es que todos los hombres rojos se unan para reivindicar un derecho común e igual sobre esta tierra, como en el pasado y como debería seguir siendo hoy día; porque jamás estuvo en el pasado dividida, y pertenece a todos para el uso de cada uno. Nadie tiene el derecho de vender la menor parcela, ni siquiera a éste o a aquél de nosotros, y menos todavía a esos extranjeros que lo quieren todo y no transigirán jamás. Los blancos no tienen ningún derecho sobre la tierra de los indios: ellos fueron los primeros en habitarla, es su tierra… No puede haber dos ocupantes de un mismo territorio. El primero excluye a los demás. No es lo mismo cuando se caza o cuando se viaja, puesto que un mismo suelo puede servirles a muchos… Pero el campamento está fijo…, pertenece por derecho al primero que se sienta sobre la piel o sobre la manta que ha desplegado en el suelo, v esto hasta que se marcha.

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Sitting Bull se presentó en Fort Buford (Canada) con la promesa de una ammstia, y fue enviado a la agencia de Standing Rock, donde vivia casi la totalidad de su pueblo.

¿Qué tratado ha respetado el blanco que el hombre rojo haya roto? Ninguno. ¿Qué tratado ha hecho el hombre blanco con nosotros que después él haya respetado? Ninguno. Cuando yo era niño, los Sioux eran dueños del mundo; el sol se levantaba y se ponía en sus tierras. Hasta diez mil hombres iban a la guerra. ¿Dónde están hoy los guerreros? ¿Quién los ha exterminado? ¿Dónde están nuestras tierras? ¿Quién las saquea? ¿Qué hombre blanco puede decir que le he robado su tierra o un solo centavo suyo?

Y, sin embargo, dicen que soy un ladrón.

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Gerónimo y su banda se rindieron por última vez en agosto de 1877; fueron deportados en cautividad y finalmente instalados en una reserva en Fort Sill (Oklahoma). Desde alli Gerónimo pidió autorización al presidente para regresar a su tierra natal antes de morir.

Durante veinte años hemos sido prisioneros de los términos de un tratado que hicimos entre el general Miles, de parte del gobierno de los Estados Unidos, y yo mismo como representante de los Apaches. Ese tratado no se ha cumplido siempre escrupulosamente por parte del gobierno, aunque en estos momentos lo esté respetando más. En el tratado con el general Miles aceptamos irnos a un lugar fuera de Arizona y allí aprender a vivir como los hombres blancos. Pienso que mi pueblo ya es capaz de vivir de acuerdo con las leyes de los Estados Unidos, y, desde luego, nos gustaría ser libres de volver a una tierra que es la nuestra por derecho divino. Nuestro número es escaso y hemos aprendido a cultivar la tierra; ya no necesitamos tanta como antes. No reclamamos toda la que el Todopoderoso nos dlo en un pnnclplo, smo solo la suficiente para cultivarla. Estamos dispuestos a cultivar la que sobre para los hombres blancos.

Ahora vivimos en tierras de los Comanches y Kiowas que no sirven para nuestras necesidades… Aquí nuestro pueblo disminuye en número y seguirá decreciendo si no se le autoriza a regresar a su tierra natal…

Descalzos sobre la tierra sagrada, textos recogidos por T. C. Mac Luhan

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Recuerdos de un jefe Sioux

Las biografíás de los indios se multiplicaron en el siglo xx. Una de ellas es la de Standing Bear (Oso-de-Pie), jefe de los Sioux Oglalas. Vivió el crepúsculo de su pueblo y recuerda aquila época en que perseguíá al bisonte y al «caballo de hierro».

A finales del siglo pasado, cuando ya atraviesan las praderas miles de kilómetros de raíles, el tren sigue siendo para los indios objeto de desconfianza y curiosidad

Un día, seria poco después de mi nacimiento, uno de nuestros exploradores llegó al campamento con mucha excitación y contó que había visto una gran serpiente atravesando la pradera. Aquello produjo mucha agitación. Una observación atenta reveló que un penacho de humo seguia a la aparente serpiente. Era el primer convoy del ferrocarril de la Union Pacific Railroad. Para los indios se trataba de algo tan curioso que se encaramaron a las alturas para ver al tren correr y oír los extraños ruidos que hacía. Cuando vieron que la “serpiente” se arrastraba sobre un camino de hierro sin apartarse de él empezaron a envalentonarse y se acercaron para exammar mejor una cosa tan curiosa.

Al poco tiempo una banda de guerreros de nuestra tribu regresaba hacia el campamento. Muv sedientos, se detuvieron en la estación de ferrocarril para tomar agua. El blanco que estaba a cargo les obligó a marcharse sin darles de beber. Quizá tenía miedo a los indios o, si les había hecho algo malo, puede que pensara que habían venido a castigarle. Su actitud enfureció a los indios. Encontraban extraño que los blancos hicieran pasar un camino de hierro por su territorio y que, a pesar de ello, ni siquiera les dieran de beber.

Así pues, esta banda de guerreros, cuando volvió al campamento, informó de cómo les había recibido aquel blanco. Inmediatamente se reunió el consejo y se decidió actuar. Mi madre había oído lo que habían hablado los hombres, después de ponerme al cuidado de mi abuela, se hizo con un hacha pequeña y siguió a los guerreros. Cuando éstos llegaron a la vía del ferrocarril, decidieron destruir algunos raíles y las piezas de madera a las que estaban fijados. (…)

Cuando los que venían en el tren vieron a los indios a lo lejos, empezaron a dispararles. Ellos fustigaron a sus caballos y se lanzaron en su persecución. Los del tren estaban tan ocupados burlándose de los indios y divirtiéndose con los esfuerzos de éstos por alcanzarles que se olvidaron de observar la vía del tren, sin sospechar que los indios pudieran ser tan hábiles como para haberles tendido una trampa. Cuando el tren llegó al punto en que la vía había sido destruida, saltó de los raíles y quedó totalmente dañado.

Mi madre se había escondido cerca de allí y, cuando el tren descarriló, acudió. Resulto ser un tren de mercancías que transportaba al Oeste todo tipo de productos, entre los que había una gran cantidad de azúcar de arce, algodón y perlas. En aquel accidente de tren encontró mi madre las primeras perlas que los Sioux hubieran visto jamás. Antes de aquello todo el trabajo de ornamentación de mocasines o de vestidos se hacía con púas de puercoespín teñidas.

Para utilizarlas, las mujeres se las metían en la boca y las ablandaban, y luego las aplastaban con la uña antes de colocarlas.

Mi madre era muv ingeniosa y concibió la idea de utilizar las perlas en vez de las púas y ver qué efecto hacía aquello. (…) Así que yo fui el ptimer indio que tuvo una manta adornada con perlas.

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Para todo muchacho indio, la caza del bisonte era un acontecimiento de gran importancia y el primer bisonte que mataba teníá para él el valor de un simbolo.

En lo alto de la colina, todos los cazadores dieron rienda suelta a sus caballos, que se lanzaron rápidos como el viento. Yo fustigué a mi pequeña yegua negra y faltó poco para que me pusiera a la cabeza del grupo. Pronto me encontré en medio de una nube de polvo sin ver nada delante de mí. Todo lo que podía oír era el estampido y el estrépito que producían las pezuñas de los bisontes que huían con un ruido de trueno. Mi montura hacía quiebros de un lado a otro y tuve que sujetarme con todas mis fuerzas. (…)

Fue entonces cuando vi lo que mi padre me había anunciado. Estaba bastante por delante de los bisontes; cuando me vieron se pusieron a correr en dos direcciones opuestas. Al ver a aquellos grandes animales y pensar en matar yo uno, me di cuenta de lo pequeño que era. Tenía verdadero miedo. Entonces recordé que mi suegra me había pedido que le llevara unos riñones y una piel, y me volvió la idea de que, al fin de cuentas, yo era un hombre. (…)

Estaba solo, pero decidido a dar caza a aquellos animales, matara o no alguno. Durante todo aquel tiempo pude oír los disparos de cazadores que tenían fusiles y sabía que estaban matando. Yo me puse a perseguir a un grupo pequeño y, mientras me lanzaba tras él, disparé una de mis flechas en mitad de la manada. No supe dónde había ido a parar, y ya estaba por abandonar la persecución cuando observé que una novilla pequeña galopaba más despacio que el resto. (…)

Galopé hasta que me puse completamente al lado del animal como mi padre me había enseñado. Saqué una flecha de mi aljaba mientras me sujetaba a mi yegua con toda la fuerza de mis piernas. Coloqué la flecha y, tensando el arco con todas mis fuerzas, la solté. Pensaba matar al bisonte muy pronto, pero la flecha penetró en el cuello ?¡y yo que pensaba haber apuntado tan bien!?. El animal siguió corriendo mientras sacudía la cabeza. Volví a alcanzarle v le envié otra flecha que penetró en direcáón al corazón. Aunque no llevaba la fuerza necesaria para ser mortal, vi que el animal se debilitaba en seguida y que su carrera se hacía más lenta. Fue entonces cuando saqué mi tercera flecha v volví a tirarle. Ésta penetró hasta el corazón. Empezaba a creer que el bisonte tiene las siete vidas de un gato y que iba a ser tan difícil de matar como ese animal cuando vi que le salía sangre por el hocico. Comprendi entonces que iba a caer pronto. Le tiré mi cuarta flecha, vaciló, se derrumbó sobre un costado y en seguida murió. Ya había matado mi primer bisonte.

Cuando observé al animal caído v vi que le había tirado cinco flechas, tuve la impreSiOn de que era demasiado para un solo bisonte. (…)

Mientras pensaba aquello me sentía avergonzado por mi torpeza como tirador. Pensé en quitarle todas las flechas menos una De hecho, estaba haciéndolo cuando me acordé de una observación que mi padre me había hecho una vez. Era ésta: «Hijo, acuérdate siempre de que un hombre que miente no será nunca querido por nadie». Con lo que en v ez de intentar engañar, dije la verdad. Y eso me hizo más feliz.

Quité todas las flechas v empecé a descuartizar el bisonte. Todo iba muy bien hasta que intenté darle la vuelta al animal. Descubrí que aquello era demasiado para mí. Como sólo había descuartizado un costado, pensé en quitarle los riñones ~ cortar una buena pieza de carne para mi suegra. En aquel preciso momento oí que alguien me llamaba. Monté mi caballo v subí a lo alto de la colina. Allí vi a mi padre que venía a buscarme. ( )

Estaba muy contento de que hubiese procurado arreglármelas y o solo. Le dije entonces el número de flechas que había necesitado y dónde había clavado cada una de ellas. Incluso le dije que había lanzado mi primera flecha en mitad de la manada sin saber dónde había ido a parar. Se rió, pero estaba orgulloso de mí. Creo que era porque le había dicho la verdad y no había intentado engañarle ni mentir aunque fuera todavía un niño.

Mi padre llamó al anciano del campamento que hacía siempre de pregonero para anunciar que «Ota Kte» o «Mata-Mucho» había cazado su primer bisonte y que «Oso-de-Pie», su padre, le regalaba un caballo.

Aquel fue el primer y último bisonte que maté en mi vida y necesité cinco flechas para conseguirlo.

Luther Oso-de-Pie, Recuerdos de un jefe Sioux

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El gran Gerónimo

Gerónimo forma parte de los jefes cuyos nombres simbolizan la resistencia india frente al temprano lmperialismo norteamericano.

Habiá cuatro tribus Apaches principales los Chincahuas, los Mescaleros, los Lipanes y los Jicarillas. Gerónimo nació entre los Chiricahuas del Sur, pero se crió con los Chiricahuas del Norte.

Nací en el cañón Nodoyohn, en Arizona, en junio de 1829. (…)

Era el cuarto de una familia de ocho hijos ?cuatro chicos y cuatro chicas?. De la familia sólo quedamos yo mismo, mi hermano Porico (Caballo Blanco) y mi hermana Nah-da-Ste. Somos prisioneros de guerra en la reserva militar (Fort Still).

Siendo yo muy niño, gateaba por el suelo sucio del tepee de mi padre, y mi madre me colocaba sobre su espalda suspendido en mi tsoch (cuna en apache) o la colgaba de una rama de árbol. El sol me calentaba, el viento me acunaba y los árboles me abrigaban como a todos los demás niños apaches.

Cuando crecí, mi madre me enseñó las leyendas de nuestro pueblo, me habló del sol y del cielo, de la luna v las estrellas, de las nubes y las tormentas. Me enseñó también a arrodillarme para pedir a Usen que me diera la fuerza, la salud, la sabiduría y su protección. Nunca pedíamos a Usen que castigara a otra persona, y, si teníamos cualquier cosa contra alguien, nos vengábamos nosotros mismos. Nos habían enseñado que Usen no se preocupa de las querellas mezquinas de los hombres.

Mi padre me hablaba a menudo de las hazañas de nuestros guerreros, de los placeres de la caza y de las glorias del sendero de la guerra.

Solía jugar con mis hermanos y hermanas en torno a la casa de mi padre. Jugábamos al escondite entre las rocas y los pinos. O vagábamos a la sombra de los álamos o buscábamos shudocks (una especie de cerezas silvestres) mientras nuestros padres trabajaban en el campo. También jugábamos a la guerra. ~os ejercitábamos en acercarnos sin miedo a un objeto que representaba el enemigo y, a nuestra manera, llevábamos a cabo grandes hazañas guerreras. (…)

Cuando fuimos lo bastante grandes como para ser de cierta utilidad, fuimos al campo con nuestros padres. Ya no a jugar, sino a trabajar duramente. Cuando llegaba el momento de sembrar, preparábamos la tierra con azadas de madera. Plantábamos el maíz en hileras bien rectas, las judías entre las plantas de maí2 y los melones y calabazas irregularmente por todo el campo. Cultivábamos esas plantas porque las necesitábamos.

Nuestro campo no tenía generalmente más de una hectárea. Los campos nunca estaban cercados. No era raro que en u-n mismo valle cultivaran la tierra varias familias, repartiéndose la tarea de vigilar la cosecha v de impedir que los caballos de la tribu, los gamos u otros animales salvajes la destruyesen.

Recogíamos melones cuando queríamos comerlos. En otoño recolectábamos las calabazas y las judías y las metíamos en sacos o en cestos. Liábamos juntas las vainas de las mazorcas de maiz y los caballos transportaban así la cosecha hasta nuestra casa. Allí quitábamos la cáscara al maíz y guardábamos toda la cosecha en cuevas o en cualquier otro lugar para utilizarla únicamente en invierno.

Nunca dábamos maiz a los caballos, pero, si los conservábamos en invierno, les dábamos forraje. No teníamos ganado ni otros animales domésticos aparte de nuestros perros y nuestros caballos.

No cultivábamos el tabaco porque lo encontrábamos en estado salvaje. Lo cortábamos y lo dejábamos secar en otoño, pero si llegaba a faltar, lo sustituíamos por el rastrojo que habíamos dejado en el campo. Todos los indios fumábamos?hombres y mujeres?. Los niños no podían fumar mientras no cazaran solos y mataran alguna pieza mayor, como un lobo o un oso. No se prohibía fumar a las mujeres aún no casadas, pero se las encontraba impúdicas si lo hacían. Casi todas las madres de familia fumaban.

El maíz molido (a mano con morteros y mazos de piedra) no nos servía únicamente para hacer pan. También lo aplastábamos, lo remojábamos y, después de la fermentación, hacíamos con él el «tis-win» que tenía el poder de embriagar y era muy apreciado por los indios. Este trabajo lo hacían las squaws y los niños. Cuando llegaba la época de las bayas y las nueces, los niños pequeños y las squaws Iban a recogerlas y a menudo se pasaban el día en ello. Cuando se alejaban mucho del campamento, se llevaban caballos para cargar con las cestas.

Yo me unía con frecuencia a ellos y, en una de aquellas excursiones, una mujer llamada Cho-ko-le se perdió al ir con su caballo a buscar a sus amigas. Su perrito la seguía mientras ella se abría paso trabajosamente entre los pinos y el espeso sotobosque. De pronto apareció en su camino un «grizzly» que atacó al caballo. Ella saltó a tierra y el caballo huyó. El oso se lanzó entonces contra ella, que se defendió lo mejor que pudo con su cuchillo. Su perrito, que mordía los talones del oso distrayendo así su atención, le permitió permanecer un rato fuera del alcance de la fiera. Por último, el «grizzly» la golpeó sobre la cabeza, arrancándole casi completamente el «scalp». Ella cayó, pero no perdió el conocimiento y, a pesar de la caída, consiguió asestar cuatro grandes cuchilladas y el oso se retiró. Cuando se hubo ido, ella volvió a colocarse el «scalp» lo mejor que pudo. Luego se sintió mal y se echó. Aquella noche su caballo regresó al campamento con su carga de nueces y bayas, pero sin su amazona. Los indios se pusieron a buscarla, pero no la encontraron hasta dos días más tarde. La trajeron al campamento y, gracias a los cuidados de los hombres de la medicina, curó de todas sus heridas.

Los indios conocían las hierbas para curar y sabían cómo prepararlas y cómo aplicarlas. Usen se lo había enseñado al principio, y en cada generación habia hombres hábiles en el arte de curar.

Después de recoger las hierbas, de prepararlas y de administrar la medicina, poníamos tanta fe en nuestras plegarias como en el verdadero efecto de la medicina. (…)

Algunos indios eran hábiles para extraer balas, puntas de flecha u otros proyectiles que pudieran herir a nuestros guerreros. Yo mismo lo he hecho con la ayuda de un simple puñal o de un cuchillo de desollar.

Los niños pequeños se vestían con ropa muy ligera en invierno y no llevaban nada en verano. Las mujeres llevaban por lo general una falda rudimentaria que consistia en un trozo de tela de algodón anudado a la cintura y que llegaba hasta las rodillas. Los hombres llevaban pantalones y mocasines. En invierno se ponían camisas y polainas.

A menudo, cuando la tribu había instalado su campamento, unos cuantos chicos y chicas salían a escondidas y se encontraban a unos cuantos kilómetros para jugar todo el día juntos y librarse de trabajar. Nunca eran castigados por estas travesuras, pero se hacía burla de ellos si se descubría el lugar en que se ocultaban.

Durante el verano de 1858, la tribu de los Apaches Bedonkoes se dirige al Sur para comerciar. Por el camino se detienen junto a la ciudad mexicana que los indios llaman «Kas-ki-yeh». Un día que los guerreros habían ido a la ciudad, al volver por la noche al campamento, comprobaron que los mexicano habían exterminado en su ausencia a sus mujeres e hijos. El propio Gerónimo perdió allí a su madre, a su mujer y a sus tres hijos. Juró vengar a los Apaches.

En cuanto reunimos algunas armas y víveres, Mangas Colorado, nuestro jefe, convocó el consejo y vio que todos los guerreros estaban dispuestos a ir al sendero de la guerra contra México. Me nombraron para que pidiera ayuda a las demas trlbus.

Me dirigí a los Apaches Chokonen (Chiricahuas) y su jefe Cochise convocó un consejo desde el amanecer. Los guerreros se reunieron silenciosamente en un claro, en un valle pequeño junto a una montaña y se sentaron sobre el suelo formando círculo según su rango. Fumaron en silencio. A una señal del jefe, me levanté y presenté mi causa con estas palabras:

«Hermanos de raza, ya habéis oído lo que sin motivo nos han hecho los mexicanos. Sois parientes míos ?tíos, primos, hermanos?. Nosotros somos hombres, como los mexicanos; podemos hacerles lo mismo que nos han hecho. Vayamos a atacarles; yo os conduciré a su ciudad; les sorprenderemos en sus casas. Yo lucharé en la primera fila. Sólo os pido que me sigáis para vengar el daño que nos han hecho los mexicanos. ¿Querréis venir? Está bien. Vendréis todos.»

«No olvidéis la ley de la guerra. Los hombres pueden regresar, pero también puede que mueran. Si uno de estos Jóvenes muere, no quiero que sus hermanos de raza me culpen, porque ellos han decidido ir libremente. Si yo muero, que nadie me llore. Toda mi familia ha sido muerta en esta tierra y yo también moriré si es necesario.»

Volví a nuestro campamento a comunicar aquel éxito a nuestro jefe y volví a salir inmediatamente para el Sur, al territorio de los Apaches Nednis. Su jefe Whoa me escuchó sin decir palabra y dio orden de reunir en seguida al consejo, y cuando todos estuvieron presentes me indicó que hablara. Les dije lo mismo que les había dicho a los Chokonen y también prometieron ayudarnos.

Durante el verano de 1859, casi un año después de la matanza de Kas-ki-yeh, se reunieron las tres tribus junto a la frontera mexicana para marchar por el sendero de la guerra. Habían pintado sus rostros, ceñido sus bandas de guerra en sus frentes y aprestado sus largas cabelleras para el cuchillo del guerrero que les venciese. Habían puesto a sus familias a salvo en las montañas, cerca de la frontera. Un guerrero tenía la misión de velar por aquellas familias y se habían convenido varios puntos de cita para el caso de que fuera atacado el campamento.

Cuando todo estuvo a punto, los jefes dieron la señal de paríida. No habíamos llevado caballos y cada guerrero llevaba mocasines y un trozo de tela alrededor de la cintura. Esta prenda le servía de cobijo por la noche y le aseguraba una protección suficiente durante la marcha. Durante la lucha, cuando la pelea es dura, no nos gusta estar muy vestidos. Cada guerrero llevaba también víveres para tres días y, como cazábamos a menudo durante la marcha, nos nos falíaba alimento casi nunca. (…)

Cuando casi habíamos llegado a Arispe, levantamos nuestras tiendas y ocho hombres salieron de la ciudad a caballo para parlamentar con nosotros. Capturamos, matamos y cortamos la cabellera a aquellos hombres. Era seguro que después de aquello las tropas saldrían de la ciudad y, efectivamente, a la mañana siguiente nos atacaron. Las escaramuzas se multiplicaron durante todo el dia sin que eníabláramos un combate generalizado. Pero al caer la noche capturamos su convoy de avituallamiento y así tuvimos víveres en abundancia y más fusiles.

Aquella noche apostamos centinelas y permaneamos en nuestro campamento para descansar, ya que esperábamos un combate duro al dia siguiente. Por la mañana muy temprano los guerreros se reunieron para rezar?no para pedir ayuda, sino para tener fuerza v evitar las emboscadas y las añagazas deí enemigo.

Como lo habíamos previsto, hacia las diez de la mañana todas las tropas mexicanas salieron de la ciudad. Había dos compañías de caballería y dos de infantería. Reconocí a los soldados de caballería como los que habían asesinado a mi mujer y a mis hijos en Kas-ki-yeh. Se lo dije así a los jefes; ellos decidieron confiarme la dirección de la batalla.

Yo no era un jefe y no lo había sido nunca, pero me confiaron aquel honor por ser quien más había sufrido y vo decidí ser digno de tal confianza. Hice que los indios se colocaran en una depresión circular cerca del río. Los mexicanos avanzaron con la infantería en dos hileras; la caballería permanecía como reserva. Nosotros esíábamos a cubierto en el bosque y ellos avanzaron hasta llegar a unos cuatrocientos metros de nosotros, y allí se detuvieron y abrieron fuego. En seguida di la señal de ataque y al mismo tiempo envié algunos bravos a que hostigaran su retaguardia. Muchos cayeron alcanzados por mi mano v yo continué dirigiendo la carga. Muchos bravos murieron. La batalla duró cerca de dos horas.

Por último, no quedaban más que cuatro indios en medio del campo; yo mismo y otros tres guerreros. Ya no teniamos flechas y nuestras lanzas se habían roto en los cuerpos de nuestros enemlgos muertos. Ya sólo nos quedaban nuestras manos y nuestros cuchillos para luchar, pero todos los que habian luchado contra nosotros estaban muertos. Fue entonces cuando dos soldados armados corrieron hacia nosotros desde el otro extremo del campo. Mataron a dos de nuestros hombres y los dos que quedábamos corrimos a unirnos al resto de nuestros guerreros. Mi compañero fue muerto de un sablazo, pero yo conseguí llegar al lugar en que se encontraban nuestros guerreros, agarré una lanza y me di la vuelta. El que me perseguía falló su objetivo y se empaló en mi lanza. Me apoderé de su sable y me abalancé sobre el soldado que había matado a mi compañero. Lo trabé por medio del cuerpo y rodamos por el suelo. Le maté con mi cuchillo y rápidamente me volví a levantar blandiendo su sable y buscando nuevos soldados que matar. Ya no quedaban. Pero los Apaches ya habían visto. Sobre el campo ensangrentado, cubierto de cuerpos de mexicanos, se elevó el orgulloso grito de guerra de los Apaches.

Todavía cubierto por la sangre de mis enemigos, sujetando aún mi arma victoriosa, sumergido todavía en la felicidad que me había producido la batalla, fui rodeado por todos los bravos y proclamado jefe de todos los Apaches. Luego di la orden de quitar las cabelleras a los muertos.

El Trabajo en Equipo

Artículo  Revista Ser Humano y Trabajo
http://www.sht.com.ar/archivo/Management/en_equipo.htm#Inicio
Trabajo en equipo:
descubriendo el talento colectivo

Por ABEL CORTESE (*)
Todos sabemos que hoy el trabajo en equipo es valorado como una de las claves del éxito de las empresas. Y esto es así porque en ninguna empresa puede prescindirse del trabajo grupal, y la efectividad de la organización descansa, entonces, en la efectividad del trabajo en equipo.
Un equipo es un conjunto de personas que se necesitan mutuamente para actuar. Todos los equipos son grupos, pero no todos los grupos son equipos. La noción de equipo implica el aprovechamiento del talento colectivo, producido por cada persona en su interactuación con las demás.
Hay un clásico dicho de los enamorados: ?Te amo por lo que soy cuando estoy contigo?. Ahí, en esa pequeña perla romántica, hay una definición funcional de capacitación.
Cuando un equipo logra mayor alineamiento, surge una dirección común y las energías individuales se armonizan. Hay menos desperdicio de energía. Surge una resonancia o sinergia, algo así como la luz ?coherente? de un rayo láser en contraste con la luz incoherente y dispersa de una bombita.
Un buen ejemplo es un conjunto musical, en el cual, lo que realmente importa, es que los músicos sepan TOCAR JUNTOS.
Los equipos deben aprender a explotar el potencial de muchas mentes para ser más inteligentes que una mente sola. Tal sentimiento puede formularse con una frase como: ?Ninguno de nosotros es más inteligente que todos nosotros?. Y el espíritu del equipo al enfrentar cada cuestión o desafío es: ?Todos nosotros contra el problema, y no los unos contra los otros?.
La relación de un verdadero equipo es una relación completa. Y una relación completa requiere un pacto… una relación de pacto descansa sobre un compromiso compartido con ideas, problemas, valores, metas y procesos de administración… Los pactos reflejan unidad, gracia y equilibrio.
 
El estímulo y las motivaciones
El estímulo y las motivaciones son las dos grandes alas de todo trabajo en equipo. Estimular es excitar, incitar, mover con viveza a la realización de algo, o acelerar una actividad, operación o función.
El estímulo no es un apoyo blando y dulce. Es una intervención auténtica en la vida de alguien. El estímulo, en un equipo, debe fluir en cuatro direcciones: hacia arriba, hacia abajo, a lo ancho y hacia adentro.
En relación con esta última dirección (hacia adentro) es donde se revela la importancia de la motivación. Motivar es dar causa o motivo para algo. El término motivo proviene del latín motivus, de motum, supino de motere, que significa mover. O sea, un motivo es lo que mueve o tiene virtud para mover. El motivo moviliza hacia la acción. Un motivo precipita la acción. Es obvio que se necesita un motivo para hacer cualquier cosa bien.
Las principales motivaciones en un trabajo en equipo son similares a las motivaciones individuales, a saber: el deseo de seguridad, el de una oportunidad (económica) y el ver reconocidos los méritos propios.
La diferencia entre el plano individual y el cooperativo estriba en que, en este último contexto, estas motivaciones se vuelven efectivas cuando se mantienen en perfecto equilibrio psicológico con la comprensión de que el buen funcionamiento del equipo garantiza los deseos o motivaciones personales de cada miembro.
 
La sinergia: el concepto más potente del trabajo en equipo
El término sinergia, muy utilizado en medicina, representa el efecto adicional que dos órganos producen al trabajar asociados. Este fenómeno permite que haya la mayor unión de fuerzas en la solución de cada problema. Por lo tanto, la sinergia es la suma de energías individuales que se multiplica progresivamente, reflejándose sobre la totalidad del grupo.
La valoración de las diferencias (mentales, emocionales, psicológicas) es la esencia de la sinergia. Y la clave para valorar esas diferencias consiste en comprender que todas las personas ven el mundo no como es, sino como son ellas mismas.
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La Calidad Total, Nuevo Concepto en la Empresa

1. Introducción
La Calidad Total es el estadio más evolucionado dentro de las sucesivas transformaciones que
ha sufrido el término Calidad a lo largo del tiempo. En un primer momento se habla de Control
de Calidad, primera etapa en la gestión de la Calidad que se basa en técnicas de inspección
aplicadas a Producción. Posteriormente nace el Aseguramiento de la Calidad, fase que
persigue garantizar un nivel continuo de la calidad del producto o servicio proporcionado.
Finalmente se llega a lo que hoy en día se conoce como Calidad Total, un sistema de gestión
empresarial íntimamente relacionado con el concepto de Mejora Continua y que incluye las do
fases anteriores. Los principios fundamentales de este sistema de gestión son los siguientes: 
Consecución de la plena satisfacción de las necesidades y expectativas del
cliente (interno y externo). 
Desarrollo de un proceso de mejora continua en todas las actividades y
procesos llevados a cabo en la empresa (implantar la mejora continua tiene un principio pero
no un fin). 
Total compromiso de la Dirección y un liderazgo activo de todo el equipo
directivo. 
Participación de todos los miembros de la organización y fomento del trabajo
en equipo hacia una Gestión de Calidad Total. 

Involucración del proveedor en el sistema de Calidad Total de la empresa,
dado el fundamental papel de éste en la consecución de la Calidad en la empresa.
Identificación y Gestión de los Procesos Clave de la organización, superando
las barreras departamentales y estructurales que esconden dichos procesos. 
Toma de decisiones de gestión basada en datos y hechos objetivos sobre
gestión basada en la intuición. Dominio del manejo de la información.
La filosofía de la Calidad Total proporciona una concepción global que fomenta la Mejora
Continua en la organización y la involucración de todos sus miembros, centrándose en la
satisfacción tanto del cliente interno como del externo. Podemos definir esta filosofía del
siguiente modo: Gestión (el cuerpo directivo está totalmente comprometido) de la Calidad (los
requerimientos del cliente son comprendidos y asumidos exactamente) Total (todo miembro de
la organización está involucrado, incluso el cliente y el proveedor, cuando esto sea posible). 
2. Evolución histórica del concepto de calidad
A lo largo de la historia el término calidad ha sufrido numerosos cambios que conviene reflejar
en cuanto su evolución histórica. Para ello, describiremos cada una de las etapas el concepto
que se tenía de la calidad y cuáles eran los objetivos a perseguir. 

Esta evolución nos ayuda a comprender de dónde proviene la necesidad de ofrecer una mayor
calidad del producto o servicio que se proporciona al cliente y, en definitiva, a la sociedad, y
cómo poco a poco se ha ido involucrando toda la organización en la consecución de este fin.
La calidad no se ha convertido únicamente en uno de los requisitos esenciales del producto
sino que en la actualidad es un factor estratégico clave del que dependen la mayor parte de las
organizaciones, no sólo para mantener su posición en el mercado sino incluso para asegurar
su supervivencia. 

3. El modelo Europeo de excelencia: La autoevaluacion
En la década de los 80, y ante el hecho de que la Calidad se convirtiese en el aspecto más
competitivo en muchos mercados, se constituye (1988) la Fundación Europea para la Gestión
de la Calidad (E.F.Q.M.), con el fin de reforzar la posición de las empresas europeas en el
mercado mundial impulsando en ellas la Calidad como factor estratégico clave para lograr una
ventaja competitiva global. 
Siendo el reconocimiento de los logros uno de los rasgos de la política desarrollada por la
E.F.Q.M., en 1992 se presenta el Premio Europeo a la Calidad para empresas europeas. Para
otorgar este premio, se utilizan los criterios del Modelo de Excelencia Empresarial, o Modelo
Europeo para la Gestión de Calidad Total, divididos en dos grupos: los cinco primeros son los
Criterios Agentes, que describen cómo se consiguen los resultados (debe ser probada su
evidencia); los cuatro últimos son los Criterios de Resultados, que describen qué ha
conseguido la organización (deben ser medibles). Los nueve criterios son los siguientes: 
. Liderazgo.
1
Cómo se gestiona la Calidad Total para llevar a la empresa hacia la mejora continua. 
2. Estrategia y planificación.
Cómo se refleja la Calidad Total en la estrategia y objetivos de la compañía. 
3. Gestión del personal.
Cómo se libera todo el potencial de los empleados en la organización. 
4. Recursos.
Cómo se gestionan eficazmente los recursos de la compañía en apoyo de la estrategia. 
5. Sistema de calidad y procesos. 
Cómo se adecuan los procesos para garantizar la mejora permanente de la empresa. 
6. Satisfacción del cliente. 
Cómo perciben los clientes externos de la empresa sus productos y servicios.
7. Satisfacción del personal.
Cómo percibe el personal la organización a la que pertenece. 
8. Impacto de la sociedad.
Cómo percibe la comunidad el papel de la organización dentro de ella. 
9. Resultados del negocio. 
Cómo la empresa alcanza los objetivos en cuanto al rendimiento económico previsto. 
Una de las grandes ventajas de la definición del modelo europeo de excelencia es su utilización
como referencia para una Autoevaluación, proceso en virtud del cual una empresa se compara
con los criterios del modelo para establecer su situación actual y definir objetivos de mejora. 

4. Sistemas de aseguramiento de la calidad: ISO 9000
El Aseguramiento de la Calidad nace como una evolución natural del Control de Calidad, que
resultaba limitado y poco eficaz para prevenir la aparición de defectos. Para ello, se hizo
necesario crear sistemas de calidad que incorporasen la prevención como forma de vida y que,
en todo caso, sirvieran para anticipar los errores antes de que estos se produjeran. Un Sistema
de Calidad se centra en garantizar que lo que ofrece una organización cumple con las
especificaciones establecidas previamente por la empresa y el cliente, asegurando una calidad
continua a lo largo del tiempo. Las definiciones, según la Norma ISO, son: 
Aseguramiento de la Calidad: 
Conjunto de acciones planificadas y sistemáticas, implementadas en el Sistema de Calidad,
que son necesarias para proporcionar la confianza adecuada de que un producto satisfará los
requisitos dados sobre la calidad. 
Sistema de Calidad: 
Conjunto de la estructura, responsabilidades, actividades, recursos y procedimientos de la
organización de una empresa, que ésta establece para llevar a cabo la gestión de su calidad. 

Las normas ISO 9000
Con el fin de estandarizar los Sistemas de Calidad de distintas empresas y sectores, y
con algunos antecedentes en los sectores nuclear, militar y de automoción, en 1987 se
publican las Normas ISO 9000, un conjunto de normas editadas y revisadas
periódicamente por la Organización Internacional de Normalización (ISO) sobre el
Aseguramiento de la Calidad de los procesos. De este modo, se consolida a nivel
internacional el marco normativo de la gestión y control de la calidad. 
Estas normas aportan las reglas básicas para desarrollar un Sistema de Calidad siendo
totalmente independientes del fin de la empresa o del producto o servicio que
proporcione. Son aceptadas en todo el mundo como un lenguaje común que garantiza
la calidad (continua) de todo aquello que una organización ofrece. 
En los últimos años se está poniendo en evidencia que no basta con mejoras que se
reduzcan, a través del concepto de Aseguramiento de la Calidad, al control de los
procesos básicamente, sino que la concepción de la Calidad sigue evolucionando,
hasta llegar hoy en día a la llamada Gestión de la Calidad Total. Dentro de este marco,
la Norma ISO 9000 es la base en la que se asientan los nuevos Sistemas de Gestión
de la Calidad.