Respaldo de material de tanatología

Plantas quimicas

Plantas químicas
Ian Williamson
Traducción de ? en ?.

El crucero averiado descendió rápido y casi sin control. De la plantilla de hombres que lo manejaba, diecisiete estaban inactivos a causa de la brutal desaceleración. Estaban diseminados en sus diferentes puestos por toda la nave; cada uno de ellos soportaba su cuerpo sentado, tumbado o en la postura que le parecía más cómoda; asidos a un raíl o a un puntal, con los dientes apretados y los ojos cerrados. Y en cierto modo esos diecisiete eran los más afortunados: solo tenían que aguantar, mientras que los otros tres que estaban en la cabina de mando tenían que actuar además.
De los tres, el piloto, en cuyas manos estaba el escaso control de la situación que quedaba, era, naturalmente, el más afectado. Había tenido que luchar con la nave desde los niveles más altos del hidrógeno hasta la más baja troposfera, desde una incandescencia meteórica a un descenso brusco, casi suicida. Habían quedado fuera de servido dos máquinas y estaba esperando que se inutilizara la tercera y última. Era una soberbia lección de pilotaje, porque el Persephone se había estado moviendo a velocidades interestelares poco tiempo antes. El capitán tenía instalado un micrófono delante de él y lanzaba con gran trabajo palabras a través de él, agotándose casi los pulmones. A su lado, el vigía estaba tumbado boca abajo delante de su teclado. Tenía los ojos cerrados y la boca abierta, porque tenia un trozo de papel enguantado entre los dientes. Esto hacía disminuir el silbido de su respiración lo suficiente para que impidiera que se interfiriera con el torturado esfuerzo del capitán por transmitir sus órdenes con su micrófono. Manejaba el teclado de las llaves de control con mano trémula.
De pronto, milagrosamente, cesó la presión mortífera; despacio, deliberadamente, el gran elefante Inercia levantó su pata de encima de cada uno. Dio media vuelta y se sentó.
?Hazle descender rápidamente ?dijo el piloto, ahora que volvía a ser posible hablar normalmente?; en cualquier momento podrán marchar.
El capitán Bascombe buscó en el desconocido paisaje para encontrar un punto identificable, un hito que le sirviera de señal. Por debajo de ellos había un continente de rocas peladas, de monótono paisaje. Al borde se veía un brillante mar azul. Había un estuario, un pequeño valle con mucha vegetación y un río con varios lagos. A pesar de lo apurado de la situación, el capitán tuvo ocasión de asombrarse.
?Sirius ?dijo?, ¿qué demonios es esto? ?y sin esperar respuesta dijo al piloto?: Haznos bajar aquí. Aquí no habrá dificultad alguna en localizarnos ?y al vigía?: Di que estamos aterrizando en el extremo oeste de un continente ecuatorial, cerca de cinco lagos de colores. Aterrizaremos ?hizo otra pausa para examinar más de cerca el paisaje inclinado, que ahora veía cada vez con más claridad? cerca del rojo.
Al lado del lago se veía un espacio plano en medio de la vegetación y pensó que tendría suficiente espesor para aguantar la nave, a pesar del aterrizaje violento que tendrían que realizar. Las dos máquinas averiadas apenas ayudaban a contener la caída vertiginosa y el Persephone dio un fuerte choque contra el suelo.
El piloto separó las manos de los controles, puso los brazos con precaución encima del cuadro de distribución y apoyó la cabeza sobre ellos, gozando del lujo de una mera existencia pasiva. Nadie le daba golpecitos en la espalda ni le estrechaba la mano. Acababa de salvar las vidas de todos con una hazaña sin precedentes de pericia y tesón, pero en el Servicio Interplanetario no suele haber heroicidades de esta clase. Demostraron suficientemente su gratitud no molestándole, para que pudiera descansar mientras la tripulación celebraba el estar todavía con vida.
El último resto de energía de las baterías se agotó con las constantes llamadas angustiosas, y el capitán nombró a los que deberían entrar de guardia. Había poco más que hacer que esperar a que vinieran a rescatarlos. Los que no entraban de guardia se retiraron a dormir.
Durmieron durante cuatro horas, hasta que les despertaron bruscamente las voces de los que montaban guardia y el movimiento de la nave. Esta estaba inclinada de una manera alarmante y todavía se movía. Una rápida inspección por los portillos laterales mostró en seguida a qué era debida esta inclinación. La vegetación azul sobre la cual la nave había aterrizado se había enrollado, formando un bulto debajo del casco, y poco a poco la fue inclinando por la ladera que acababa en el lago. Cuando habían llegado a esta conclusión, un nuevo empuje hizo que la nave volcara completamente. Todos corrieron hacia los portillos para salir, pero con el calor incandescente que sufrió al atravesar la atmósfera todo el metal del casco se había hecho una sola plancha y no se podía salir. Las baterías estaban agotadas y no había luz, y, por tanto, nada se podía hacer. Estaban sin medios de comunicación. Los soldadores podrían haber abierto con el soplete un agujero para salir, pero sin energía eléctrica no se podía. Lentamente, pero con un continuado impulso, el navío interplanetario fue deslizándose metro a metro hasta el borde de la ladera…
Dos naves captaron las señales de socorro e inmediatamente fueron en su auxilio hacia el planeta indicado. La más pequeña, y más próxima, era la nave planetaria Hannibal, al mando del capitán Britthouse. La otra nave era la interplanetaria Berenice, cuyo comandante era Japp.
A ninguno de estos dos oficiales le agradó recibir la señal. Sus respuestas fueron rápidas, como no podían dejar de serlo, pero no se consideraban en la obligación de fingir impaciencia por ir a salvarlos.
El comandante Rupert Japp iba de camino a una reunión mucho más importante; de hecho, a la misma a la cual se dirigía el Persephone cuando su protección de inercia voló. Esta reunión era nada menos que la reunión de toda la Flota del Sector a la terminación de las maniobras decenales en gran escala. El comandante Japp esperaba encontrarse mismamente delante de las narices del propio almirante y estaba ansioso por aparecer pronto allí. La señal de alarma puso fin a sus planes, y a los pocos minutos toda la nave estaba desalentada con su mal humor.
El capitán William Benjamin Britthouse estaba no menos disgustado que Japp. El también tenía una cita, pero no con una flota, ni tampoco con un almirante, sino con una chica. Tenía el anillo en el bolsillo. La señal de auxilio descompuso también sus planes, pero hizo un cálculo rápido y vio que no durmiéndose y trabajando intensamente podía emplear tres días en el salvamento y llegar a tiempo a su cita. Esto quería decir que disponía de cuatro horas para obtener la licencia, encontrarse con Jenny, declarársele, casarse con ella y llevarla a bordo del Trans-Galaxic expreso con destino a la Tierra. Creía que tendría el tiempo justo para hacerlo todo. Pitó llamando a sus oficiales, tenientes Bob Crofton y John Michelson, para explicarles lo importante que era darse prisa.
Durante el tiempo que tardaron las dos naves en acudir al salvamento, las Fuerzas Planetarias e Interplanetarias se enfrascaron en una de sus innumerables discusiones. La Fuerza Planetaria sostenía que desde el momento en que la nave averiada estaba en una superficie planetaria y además había lanzado una llamada pidiendo auxilio, era evidente que el caso caía de lleno en su jurisdicción y el dirigir la operación incumbía al capitán Britthouse. Los Interplanetarios, como es natural, eran contrarios a esto y alegaban que era una nave interplanetaria la que estaba en apuros, y un comandante, nada menos, que iba en su auxilio, no necesitaba para nada que un cerdo planetario metiese las narices en ello. De todos modos, con las vidas de veinte hombres en juego no podían plantear este problema oficialmente, contentándose con la presunción de que, evidentemente, la solución estaría en que el mando de la operación recayese en el de más edad de los dos oficiales en cuestión. El hecho de que el comandante Japp fuese mayor que el capitán Britthouse, y también su superior jerárquico, era, naturalmente, puramente fortuito. Puramente.
En un nivel estratosférico remoto en el orden jerárquico se llegó a un compromiso: la jefatura de la operación sería asumida automáticamente por el oficial que mandase la nave que primeramente entrase en la atmósfera del planeta en que el Persephone había sufrido su accidente. El mensaje pidiendo ayuda había llegado simultáneamente a las dos naves y justamente en el momento en que entraban en la atmósfera se comunicaron entre sí y continuaron navegando juntas.
El capitán Britthouse rió. Cuando Bill Britthouse reía se oía su risa en casi toda la parte delantera de la nave. Era un sonido muy familiar en esta nave de la Fuerza Planetaria, una cosa imperdonable en una nave oficial. Paseó el mensaje por delante de las narices de sus dos oficiales y se sentó, limpiándose las lágrimas; era todavía lo suficientemente joven para considerar la situación muy graciosa.
Cuando se quedó tranquilo y pudo hablar normalmente dijo:
?Bueno. Por lo menos, nos han dado algún trabajo que hacer. Podemos sacar a esos idiotas de ese hoyo donde se han metido y dejar a la superioridad que adjudique después a cada uno su parte ?y volviéndose al operador de comunicaciones añadió?: Preséntele mis cumplidos al comandante de la nave interplanetaria y propóngale una conferencia para discutir a ver cómo vamos a cooperar en el salvamento.
El comandante Japp se sintió muy molesto al recibir este mensaje, porque esperaba que el otro se hubiera puesto a sus órdenes, ofreciéndole sus servicios; pero esta oferta de cooperación era prácticamente un insulto. «¡Cooperar! ¡Vaya! ¡Con un simple capitán!» Envió un mensaje al capitán exigiéndole ásperamente que rectificase inmediatamente esa intolerable situación. Entre tanto, se creyó en la necesidad de burlarse un poco de ese cachorrillo. Sugirió que lo mejor sería localizar primero la nave averiada. De este modo el capitán Bascombe, del Persephone, no tendría más remedio que someterse a sus órdenes y esto lo arreglaría todo. Desgraciadamente no pudo, porque ya no existía el Persephone.

El capitán Britthouse estaba durmiendo cuando el teniente Michelson le llamó al cuarto de control. Envolvió lo que quedaba de su almuerzo en algo que se semejaba a un sandwich, y se fue con ello en la mano. En ese momento estaban sobre el mar y se aproximaban a una costa. El mar era verdaderamente un mar de un azul brillante y no de ese azul obscuro de los mares de la profundidad y la dispersión. Era un azul que ofendía la vista.
?Bajemos aquí, Mike ?dijo Britthouse?, para ver esto más de cerca. Es el mar más raro que he visto.
Cuando bajaron más, vieron que era vegetación. Billones de hojas sin forma, como nenúfares, cubrían la superficie del Océano, que parecía sólido, en una extensión de centenares de millas.
Se veían algunos canales ocasionales obscuros y amenazadores, con unas olitas blancas que señalaban la presencia de corrientes. Se volvieron a elevar un poco para seguir buscando el Persephone.
El teniente Michelson leyó y releyó la señal de socorro y no cogía bien el sentido de ella.
«…una fila de lagos de colores. Hemos aterrizado al lado del lago rojo. Tenemos las máquinas completamente destrozadas y las baterías…»
Aquí quedaba cortada.
?¿Por qué se preocupa? ?le espetó al oído Britthouse. Se sentó enfrente de él, al otro lado de la mesa, señalando a la pantalla, donde se veía la costa?. Están ahí, ¿no es eso?
Efectivamente, allí había cinco maravillosos lagos en medio de la verde planicie; parecían joyas sobre terciopelo. Todos de diferentes colores. Había uno rubí, uno zafiro, uno esmeralda, otro…
?Pero ¿dónde está el Persephone? ? preguntó Britthouse, extrañado.
Nadie pudo contestarle a esta pregunta, ya que el Persephone no había duda de que no estaba al lado del lago rojo.
De creer lo que habían dicho en la petición de auxilio, tenían las máquinas tan estropeadas cuando aterrizaron que el moverse por sus propios medios estaba fuera de lo posible. Localizar el sitio que habían dicho era fácil y seguro, y, sin embargo, no estaba allí.
Michelson bajó la nave otra vez, para inspeccionar el lugar más de cerca, y pasó sin ver a la nave Berenice, que estaba inspeccionando por encima del valle sin haber perdido tiempo en investigar sobre el mar… El Hannibal llegó hasta la boca del estuario y Britthouse dio un vistazo rápido a todo el conjunto. El color azul cielo del mar hacía fuerte contraste con una ancha franja en la orilla, que era de un color obscuro y llegaba hasta la playa.
?Parece como si la vida vegetal saliera del mar aquí ?comentó Britthouse?. Parece un poco tarde, Bob. ¿Cómo está la atmósfera?
?Como la de la Tierra, aproximadamente, solo que con un diez por ciento de oxígeno, poco más o menos.
?Entonces está bien ?respondió?. Aterriza aquí mismo, Mike, y luego vamos río arriba.
La planta marina crecía por todo el estuario del pequeño río, dejando solamente unos canales en el centro por donde corría el agua. El valle, con su serie de lagos, estaba lleno de vegetación, que lo cubría todo, incluso los lagos. Únicamente había una meseta más alta, por lo que se veía que no era todo un pantano.
?Quizá haya obrado sabiamente después de lo sucedido ?dijo Britthouse?, pero lo que no hubiera hecho jamás es descender en semejante lugar. Es demasiado bonito para ser saludable.
Sus tenientes asintieron. Su larga experiencia de hombres planetarios les había enseñado que la vida suele hacer extrañas jugarretas a los incautos; por regla general, suelen ser escépticos hasta que están en dique.
?¿Por qué supone que lo ha hecho? ?preguntó Crofton.
?La idea era bastante buena ?dijo el capitán?, sabia que sus máquinas estaban acabadas y que su radio podía fallar de un momento a otro. No tenía tiempo de escribir un informe completo para el globo, y con una radio inutilizada no podía indicarnos un punto fijo. Así, pues, tenía que encontrar un mojón importante. Seguramente que así lo hizo, pero no tenía necesidad de aterrizar allí mismo. Podía haberse colocado en aquella meseta cercana y hubiese sido igualmente fácil encontrarla. La cuestión es que ahora no está ahí. Lo mejor será que enlace con el Berenice, y sugiérales que establezcamos tina base en la meseta, en la cabeza del valle, y elaboremos un plan de acción.
El comandante Japp disintió. Estaba acostumbrado a operar desde su nave. Para él una superficie planetaria era o un puerto o un lugar que se debe evitar. De acuerdo con esto, invitó al capitán Britthouse a su nave, poniendo toda clase de facilidades a su disposición.
?¡Valiente idiota! ?exclamó Britthouse?. Facilidades a la punta de mi pie! Supongo que quiere decir que tiene una alfombra en el cuarto de mapas ?y se volvió a sus oficiales?: Usted se queda al mando de la nave, Mike. Bob, dile al sargento Davys que esté preparado para recibir la lancha del Berenice, y tú ven conmigo como ayuda moral. Y nada de «Conforme, jefe» ?rezongó cuando Crofton le respondió: «A sus órdenes, señor»? y golpea tu tacón contra el otro cuando lo digas y saludes. Vamos.
Britthouse hubiera querido darle la mano a Japp al llegar, pero este le recibió con un saludo muy frío y le hizo pasar al cuarto de oficiales. El capitán iba muy molesto mientras recorría el pasillo. No se había quitado el uniforme de diario, mientras que Japp estaba esplendente con uniforme de comandante de Subsector de Flota de Segunda Clase. Iba por el pasillo muy ufano, resplandeciente y engallado. Pero cuando entraron en el cuarto de oficiales Britthouse se quedó asombrado. Había una mesa preparada para una comida. Los oficiales del Berenice estaban formados en dos filas de azul y plata y la mesa brillaba con la magnífica cristalería y las fuentes de plata.
Britthouse estaba más que asombrado; se quedó molesto y horripilado pensando que, no lejos de allí, había veinte hombres de esa misma flota perdidos, quizá en peligro de muerte, y este mamarracho daba una fiesta a todo lujo. No estaba de acuerdo en conformarse con esto, y dando media vuelta, salió del cuarto.
?Comandante Japp ?dijo?: Quiero hablarle en privado, si no le molesta.
La cara del comandante se quedó impasible. Ya esperaba esto y tenía preparada la trampa. El tono que empleó al contestarle fue francamente despreciativo.
?Si lo considera necesario, capitán Britthouse, muy bien.
Su tono indicaba claramente que solo un palurdo planetario podía tener tan malos modales. Volvió al cuarto y, dirigiéndose a los oficiales, dijo:
?Caballeros, pónganse cómodos; no les haremos esperar mucho tiempo.
Una vez en su camarote, se quedó mirando al hombre planetario. Resultaba unas pulgadas más alto que él, a pesar de su inclinación de hombros.
?Y bien, Britthouse, ¿qué hay?
Hacía lo posible por resultar insultante usase o no el tratamiento. Britt dominó muy bien los nervios.
?Estimo, comandante, que es un momento poco a propósito para celebrar la hospitalidad que me ofrece de una manera tan pomposa. En mi opinión debíamos continuar con nuestra investigación lo más activamente posible. No hemos…
Japp le cortó la palabra de un modo brusco:
?Ya he mandado los mensajes necesarios ?dijo?, y todo el Sector de Flota viene ya hacia acá a toda velocidad. Llegarán dentro de unas ocho horas. Mientras tanto, no hay nada que hacer.
Britt se encontró cogido con esta salida inesperada, perdió el resuello, quedándose de momento sin poder contestar.
?Pero…, pero ¿por qué llamar a la Flota? ?dijo a todo evento?. ¿No podríamos nosotros solos hacernos cargo de la situación?
Esta respuesta era mejor de lo que Japp esperaba, pero no por ello dejó de tenderle su bien cebada trampa.
?Sería completamente suicida, mi querido capitán, emprender una empresa de esta naturaleza con solo dos pequeñas naves contra una civilización hostil. De todos modos es algo que está claramente prescripto en mis ordenanzas. No tengo autoridad para exponer mi nave contra una inteligencia organizada.
Si Britt quedó antes atónito, ahora quedó completamente fulminado. Dudaba cuál de los dos había perdido la razón. Aquel hombre parecía que hablaba una lengua extraña. Por fin encontró una idea concreta que exponer.
?¿Qué inteligencia organizada? ?preguntó?. ¿Qué es lo que ha encontrado para convencerse de que hay una inteligencia organizada?
?Yo creo que la cosa es evidente ?respondió Japp fríamente?. Un crucero ligero Mark Noveno, con una masa inerte de ocho mil toneladas, desaparece completamente a las veinte horas de haber aterrizado en una corriente de agua evidentemente artificial y sin dejar rastro. Solamente un sistema bien organizado puede tener medios para transportar un navío de ese volumen y de ese peso en tan poco tiempo y sin dejar la menor huella. Pero resulta más significativo todavía que solamente una inteligencia organizada es capaz de desear hacer tal cosa. ¿Qué criatura sin una gran inteligencia sería capaz de acercarse siquiera a un objeto desconocido de ese tamaño? ¿O es que tiene otra explicación que ofrecer?
Britt estaba completamente anonadado. Naturalmente, no tenía ninguna explicación que dar. Ni siquiera había cavilado sobre el asunto. Necesitaba recoger algunos hechos primero. Para él resultaba demasiado pronto para empezar a hacer hipótesis. Además, no veía esperanza de poder explicarle su punto de vista a este… griego; conocía el tipo. El argumentar con este individuo era perder el tiempo. De repente se acordó de su cita con Jenny y le dominó una desesperación feroz y un gran deseo de abandonar por completo el asunto.
?Lo siento, comandante ?dijo?, no estoy de acuerdo con usted, y le ruego que nos excuse. Deseo ir a mi nave inmediatamente.
No se habló ninguna otra palabra. En completo silencio los dos hombres planetarios pasaron por delante de la guardia que rendía honores y bajaron a la lancha, que se los llevó. Britt se sentía miserablemente consciente de haber hecho una mala faena. La situación le había caído del cielo, no pensó que podía haber sido deliberadamente, y él había estropeado un buen caso, y lo había estropeado por su reacción. No le gustaba que le indujeran a tomar decisiones rápidas. Por instinto se inclinaba a examinar cualquier situación con detalle antes de sacar conclusiones. Japp era aparentemente uno de esos héroes legendarios «famoso por su habilidad para tomar decisiones rápidas en un caso de emergencia». Britt siempre había menospreciado esta habilidad, era simplemente incapacidad para ver más de una posibilidad en cada caso. La entrevista que acababa de tener no le hizo cambiar de opinión. Comprendió que no debía abandonar la empresa y dejar el campo libre a Japp para que actuara a su antojo. Mientras hubiera una posibilidad, aunque fuese remota, de que los hombres del Persephone estuvieran todavía vivos, no podía dejar de hacer todo lo posible.
Se afirmó más en su determinación de continuar su investigación con urgencia, con o sin la ayuda de Japp, y no iba a faltar a su cita con Jenny.
?Así, pues, mañana por la mañana temprano ?dijo a sus oficiales? vamos a salir y recorreremos todos esos lagos de comedia musical, a ver lo que encontramos por allí.
El día del planeta tenía unas treinta horas, de las cuales había doce de noche y dieciocho de día, condiciones ideales para el hombre decidido a trabajar como una fiera. Para Britt era muy lamentable tener que hacerlo en estas condiciones, pero creía que su obligación era llegar hasta el limite.
El madrugar tanto tuvo su recompensa, pues la oblicuidad de los rayos solares hacia que las irregularidades del terreno se acusaran con mucho relieve, y lo mismo pasó con el bulto que hacía el Persephone al otro lado del lago rojo. No perdieron el tiempo. Michelson hizo bajar la nave rápidamente sobre las rocas desnudas a una plataforma, donde tenía buen asiento, muy cerca del lago.
El sargento Davys puso en marcha el Jenny, el pequeño vehículo que podía andar por cualquier terreno, e inmediatamente se subieron Britt, Bob, Crofton y el sargento. Bajaron por la rampa dentro de él, subieron por la ladera hasta el valle en un ángulo alarmante, chirriando al andar sobre las rocas. El sargento Davys era un experto conductor y el cochecillo ?estaba hecho para moverse por cualquier terreno, por muy inverosímil que fuera. Era prácticamente indestructible y sus pequeños motores nucleares estuvieron en una ocasión completamente sumergidos y no por eso dejaron de funcionar al atravesar un pantano en Sirio IV bajo una gravedad de 4.2. Ni siquiera ratearon cuando, bajo las instrucciones de Britt, el sargento los condujo hasta un macizo grande de vegetación.
Era como una maleza de arbustos y cañas de unos cuatro pies de altura coronados por unas hojas grandes y planas que se parecían a las hojas del ruibarbo venenoso. El Jenny estaba en su elemento y consideraba aquello como pienso de pollos. Irrumpió en medio de la maleza con gusto, dando bandazos y saltos entre los húmedos tallos, aplastando una pulpa jugosa y haciendo de ella una especie de papilla. Salpicaduras y pedazos saltaban en tal cantidad que el Hannibal se veía turbio y parecía una caricatura.
?Está bien, Britt ?dijo la voz de Michelson en el teléfono?; está a unos pocos metros del lugar donde están ustedes.
Este aviso ya era innecesario, porque se veía claramente el bulto que hacía la nave desde el nivel del suelo, porque la vegetación que había allí no era más alta de lo normal. Lo más extraño e inexplicable era que la meseta pelada, diferente del terreno que la rodeaba, era exactamente del tamaño necesario para que el Persephone hubiera podido aterrizar en ella.
El Jenny había andado en varias direcciones sin encontrar resto de la nave, hasta que iba a darse por vencido, cuando Michelson tuvo una inspiración.
?¿Cómo es el terreno por ahí? ¿Está tapado con verde?
La respuesta fue que no, que lo que había era roca al descubierto, los huesos desnudos del planeta.
?¿No hay tierra? ?dijo Michelson?. Entonces, ¿dónde están las raíces de esas plantas?
La respuesta a esto fue también negativa.
?No tienen raíces. Los tallos parecen salir de una tela metálica que forman unas ramas encima de la roca.
Siguiendo la mayor de estas ramas vieron que algunas bajaban y entraban en el lago y otras seguían alrededor del lago, pero la mayoría recorrían el valle a todo lo largo y por la playa, entrando en el agua.
En ese momento Britthouse comenzaba a sentirse fracasado. La única señal del desaparecido Persephone era el extraño pequeño plateau de vegetación, porque estaba convencido de que las plantas y los lagos de colores raros estaban relacionados en cierto modo con el misterio. Le parecía que solamente una inspección biológica en gran escala podía dar la suficiente información sobre la naturaleza de esta producción. No creía que hubiera animales de ninguna clase en aquellas tierras, mucho menos seres superiores. El planeta era evidente que pertenecía al período Silúrico y no era muy cierto que en esta temprana edad hubiera animales en la tierra y en el mar.
Había muchos ejemplos de planetas que alcanzaban inclusive el carbonífero superior sin ninguna aparición de animales. Su proyecto de llegar a tiempo a su cita con Jenny parecía que se iba alejando. De los tres días que tenía ya se le había ido medio sin resultado práctico alguno. En una de sus transformaciones acostumbradas, súbitamente abandonó sus concentrados pensamientos y se convirtió en una trepidante dinamo de energía. En cinco minutos discurrió un plan para efectuar una inspección ultrarrápida y diez minutos más tarde había tres grupos exploratorios que habían llegado del Hannibal siguiendo cada uno el plan que le había sido asignado.
Tuvieron un día sorprendente y agotador, encontrándose al final del mismo, en la playa cerca del estuario, al borde del mar muerto y sin olas, con el peso de su flotante capa de vegetación azul.
?Conforme ?dijo Britthouse, cuando se reunieron en torno suyo?. Vamos a ver tus informes, Mike.
?Yo creo ?respondió Mike? que el valle era originariamente un glaciar; pero desde entonces ha habido una considerable erosión debida al agua. El nivel superior sobre la línea de vegetación fue seguramente un valle helado y colgante. Hay una gran falla en el nivel y una cascada. Los lagos geológicamente son un rompecabezas; Podrían corresponder a terminales de los restos glaciales, pero son demasiado regulares para eso. Es muy difícil formar conclusiones sobre el valle bajo, porque está completamente cubierto por la vegetación, y basta los lagos también están cubiertos. Al parecer, también crece la vegetación en el fondo de ellas. La gran escala geológica es suficientemente sencilla. En este sitio, al parecer, la erosión, al cabo de muchísimo tiempo, ha acabado por formar una planicie, que viene a ser una de las más viejas en la superficie del planeta. Probablemente esta debe ser la mayor meseta del planeta, puesto que, por lo que yo he visto, en ninguna parte hay planicies de más de unos cuantos metros, sin contar las playas y los estuarios.
?Esto puede ser muy significativo ?dijo Britt?. Ahora tú, Bob.
?Sencillamente, la confirmación de lo que ya suponíamos esta mañana: toda la superficie que hemos recorrido es simplemente una maraña en raíces inmensa, correspondiente a una planta única, enorme. Lo mismo pasa con las algas. Crecen raíces en las playas y en los estuarios; pero la planta en el valle es una extensión de la planta del mar. Las hojas son mayores y más obscuras, eso es todo. ¿Tú qué has visto, Britt?
?Una cosa extraña: aunque la planta flota en la superficie del mar, nace en el fondo de los lagos.
?La densidad del agua del mar ?dijo Bob.
?Seguramente ?respondió Britt?. Esto explica por qué se hunde, pero no por qué crece, y crece todo alrededor de los lagos; el agua tiene que circular a través de ellas metros y metros entre un lago y otro.
?¿Qué me cuentas del color de los lagos? Esto es lo que más sorprende cuando se les ve desde el aire.
? No resulta tan extraño cuando se los ve desde tierra ?dijo?; pero el agua tiene un color diferente en cada lago. Mañana vamos a ir a dar una vuelta por todos ellos y traeremos muestras de agua de cada uno y también muestras de vegetación. Haremos algunos análisis. Ya sé que parece muy remota la utilidad que esto pueda tener para nuestro propósito; pero creo que si conseguimos averiguar la razón de la existencia de estos lagos, tendremos una clave sobre la desaparición del Persephone.
Se volvió hacia el vigía:
?¿Ha tomado todo esto en el magnetófono?
?Sí, señor.
? Bueno, embobínelo y mande una copia al comandante Japp con mis respetos.
La contestación del comandante Japp, que se recibió a la mañana siguiente, era francamente ofensiva; le rogaba que informara al capitán Britthouse que a él no le interesaban nada las investigaciones botánicas que estaban haciendo sobre el planeta y sugería que reservara su información para la autoridad competente. De hecho, estaba asombrado. La actividad desarrollada por la tripulación del Hannibal no había dejado de llegar a sus oídos y tenía la desagradable sospecha de que Britthouse todavía se obstinaría en continuar. Había oído desconcertantes rumores sobre lo chismosa que era la gente planetaria. Deseaba fervientemente que hubieran conservado sus narices fuera de este asunto, que no era de su incumbencia. Sin embargo, veía que se le pedía alguna acción de su parte; alguna teoría detallada sobre la desaparición del Persephone.
Una noche entera de estar preocupado pensando en el asunto no dio ningún resultado. No se le ocurrió consultar con sus oficiales; sin expresar claramente sus pensamientos, inconscientemente pensaba que él, como comandante, resultaba automáticamente la persona más indicada para resolver el problema. Una ducha fría y un buen desayuno le reconfortaron mucho. Tomó papel y lápiz con la idea de dejar arreglado este asunto. Empezó a hacer un resumen con las informaciones que tenía, a la manera de una demostración de Euclides:
1. El Persephone un Mark IX crucero ligero de 8.000 toneladas aterriza cerca de una corriente de agua, al parecer artificial, sin máquinas, y solamente con la reserva de energía suficiente para transmitir una señal pidiendo auxilio.
2. A las veinte horas al Persephone ha desaparecido y no se ve rastro alguno de lucha ni ninguna máquina que hubiese servido para moverlo, excepto una pequeña planicie con mucha vegetación en el sitio donde es presumible que haya aterrizado (no hacia más que utilizar la información de Britt).
3. Por tanto, parece evidente que se lo han llevado por el aire y que la plataforma de vegetación no es más que un modo rápido de disfrazar él sitio donde, al aterrizar, aplastó la vegetación.
4. De aquí se deduce que estamos ante a una inteligencia hostil y organizada con gran habilidad mecánica.
5. Orden ? Sección XVI ? Capítulo 473 ? Párrafo 28673 ? Prohíbe expresamente intervenir en semejante caso con menos de tres navíos. De ser así, hay que poner el caso en conocimiento del más próximo Sector de Fuerza.
Esto parecía suficiente, pero pensó que sería mejor dar una información más amplia en vista de los esfuerzos de ese Britthouse, ¡que así reviente! ¿Por qué había sido secuestrado el Persephone? Supongamos que no haya sido secuestrado, sino sencillamente destruido en el mismo lugar donde estaba y la plataforma camuflada. Esto parecía lo más verosímil. Pero ¿por qué? Supongamos que la corriente de agua artificial tuviese un significado religioso y que las que la han consumido han destruido el Persephone en un acto de rabia y después se asustaron de las consecuencias y trataron de ocultar el asesinato. De repente se dio cuenta de que esta era la solución. El próximo paso sería rápido. En cuanto llegase el Sector de la Flota tenían que asolar todo el valle como represalia, lo cual, inevitablemente, traería consigo el descubrimiento de los autores, que habrían de abandonar sus refugios para que el Sector de Flota les prendiese y asumiera el control de la situación.
El Consejo Sociológico protestaría, naturalmente, pero sería demasiado tarde. Se regocijaba pensando en el ridículo que iba a hacer Britthouse con su descripción detallada de la botánica de un valle quemado.
Japp no perdió tiempo en componer un informe oficial con estas conclusiones para dirigirlo al próximo sector de Flota. Después de pensarlo, se vio forzado, aunque a disgusto, a enviar una copia a Britthouse. La acción del joven idiota de enviar copias de sus informes le ponía a él en la obligación de cierta reciprocidad. «Tiene, sin embargo, una ventaja ?pensó con satisfacción?: Esto, probablemente, evitaría que continuase molestando y revolviendo.»
La gente de Britt estaba en este momento con el Jenny en la cabeza del valle cuando el vigía del Hannibal lanzó el segundo mensaje. El sargento Davys sacó el original de la máquina y se lo entregó al capitán. Lo leyó dos veces y lo pasó a Mike y Bob, y se sentó, dando un gruñido de furia.
?¿No es esto propio de estos malditos idiotas interplanetarios? ?preguntó?. No hay más que un remedio para esto: tráete el calentador pesado, que vamos a demostrarles quién es el que manda. Vamos a bajar al valle, y si no hemos terminado nuestras «investigaciones botánicas» van a tener que esperarse los condenados a que acabemos antes que empiecen a bombardear. ¿Por qué no podrán dejar de meter las narices en todo? Este es un asunto planetario.
?Pero el Sector de la Flota no actuará solamente empujado por Japp, ¿no es verdad? ?preguntó Bob inocentemente.
?Si cuando vengan no hemos encontrado al Persephone, lo harán, aunque no sea más que para azuzar a Japp contra estos cerdos planetarios. Todavía no conocéis a estos muchachos felices, llenos de galones.
Se quedó de pie impaciente, indicando el camino del barranco.
Ahora estaban en el límite superior de la vegetación, al borde del precipicio, en la cabeza del valle, con su masa azul obscura de árboles por debajo de ellos. El lago amarillo brillaba allá abajo con unas olas amarillo limón que rompían en la playa. Más lejos estaba el lago rojo, que marcaba un fuerte contraste con el borde azul. A lo lejos se veían más pequeños el lago verde y el lago azul, y luego, apenas visible, estaba cl quinto y último, que era el lago morado, que tenía detrás el mar azul brillante.
?Nunca me acostumbraré a esto ?declaró Bob Crofton?. Cada vez que lo miro me da dolor de cabeza. ¿Tienes bastantes fotos, Mike? Si Japp y su banda queman todo esto y queda aniquilado, quiero tener alguna prueba de que ha existido y no es un sueño mío.
?Deja de chismorrear y ven a ver esto ?llamó Britt.
En este momento la pequeña corriente de agua, que bajaba de la montaña pelada, había abierto un corte en el escarpado borde, formando una cascada sobre el lago amarillo. La vegetación azul se había extendido barranco arriba: unos tallos largos y azules, sin hojas, crecían hacia arriba y se introducían por las grietas e intersticios de las rocas.
?¿Has visto alguna vez un valle como este en un terreno tan antiguo geológicamente hablando? ?preguntó Britt.
Mike miró hacia arriba y abajo tratando de escudriñar lo grande y profundo que era, antes de contestar:
?No ?dijo?. Parece como si hubiera sido cortado; pero para eso resulta demasiado áspero. Además, ¿quién ha podido cortarlo? ¿Creéis que Japp, después de todo, pueda tener razón?
?No lo sé ?respondió Britt?; pero empiezo a creer que esta vegetación, al menos, no se ha formado de manera natural.
Bajó por la ladera hasta el mismo barranco, un poco embarazado por su traje protector y su casco, pero iba encontrando salientes de la piedra y huecos donde afianzar los pies y las manos, y se agarraba a las raíces azules.
Se agachó por retirar una rama, se paró súbitamente para poder pasar por delante: había una rama más gruesa que sobresalía de la roca. Por debajo de esta rama apareció un filón de mineral de un material negro-azulado que rutilaba con un brillo metálico. Cogió unos trozos que se habían desprendido al mover él la rama y se volvió barranco arriba. Enseñó a los otros la muestra de mineral que había cogido y les explicó que recorriesen todo el barranco para averiguar la extensión del filón. Los dos tenientes se miraron y se encogieron de hombros. Bill Britthouse tenía fama de que encontraba siempre una explicación para los hechos más inverosímiles, pero esto les parecía que era ir demasiado lejos.
Mientras estaban ocupados en tan ardua tarea, él se sentó al borde, sin hacer nada más que estar sentado mirando. Cuando sus disgustados subalternos acabaron su inspección, él ya había visto lo que quería. Varios fragmentos de roca y de mineral desprendidos de los lados del corte fueron arrastrados por la corriente de agua hasta el lago.
?¿Y bien? ? preguntó cuando regresaron.
?Cubre la mayor parte de las laderas del barranco ?le informó Bob?. Es un filón bastante ancho y viene a correr paralelo al fondo del barranco.
?Bueno ?respondió Britt?, coge estas muestras de mineral, llévatelas al Hannibal y haz un análisis especial. Necesito únicamente saber qué metales contiene. ¡Date prisa!
Bob salió corriendo aturdido.
?Tú ven conmigo, Mike. Vamos a tomar muestras de agua en cada uno de estos malditos lagos y de su vegetación. Me parece que, por fin, vamos a averiguar algo.
Doce horas después ya no estaba tan seguro. Habían trabajado como demonios durante cinco horas haciendo un recorrido relámpago por todo el valle en el Jenny, cogiendo muestras, y otras siete horas de trabajo agotador en el pequeño laboratorio de la nave, analizando las muestras recogidas. Aunque los resultados tenían interés para Britt, no veía la conexión que pudiera haber con la desaparición del Persephone. Envió a sus oficiales a la cama y se quedó dándole vueltas en la cabeza a sus problemas. También hizo una lista, para ayudar al proceso de sus pensamientos; pero fue una lista muy poco parecida a la que había hecho Japp:
1. Mineral: Cromo.
2. Equivalencia clorofílica: también Cr.
3. Lagos – Cr en solución: amarillo-alcalino; rojo-ácido; verde-alcalino; azul-oxidado; púrpura-intermediario para Clorofila-eq.
4. Persephone…?
Eventualmente abandonó el trabajo, esperando que una noche de sueño le refrescaría el cerebro. Desgraciadamente, la mañana siguiente le trajo poca inspiración y sí solamente un oficio áspero de Japp para que estuviera dentro de una hora en los alrededores del área indicada, porque el Sector de la Flota estaba al llegar, preparado para empezar las operaciones.
?Que me condene si voy ?gruñó Britthouse?. Sargento Davys, saca el Jenny. Vamos a recorrer arriba y abajo todo el valle hasta que Japp esté negro. Me quedaré allí hasta que se solucione el asunto y ¡que reviente si se atreve…!
Cinco minutos después, el fiel sargento se presentó en el cuarto de control con una cara muy apurada:
?Lo siento, capitán, pero me temo que el Jenny esté inservible.
?¿Por qué?
?La corrosión, señor. Los ejes están muy gastados y los cojinetes también tienen mucha holgura. No me atrevo a salir con ella.
?Pero ese metal es prácticamente inoxidable.
?Ya lo sé, señor. Por eso no lo comprendía el primer día, pero el líquido que se les ha metido dentro ayer los ha puesto mucho peor.
?¿El líquido? ¿Qué líquido?
?El líquido, la savia de esas plantas, señor. El líquido que las ha estado impregnando durante dos días completos. Esto es lo que ha oxidado todo, señor.
?¡Fuego sagrado! ?exclamó Britt?. ¡De todos estos destilados idiotas!…
?Lo siento, señor ?respondió el sargento?. No pensé en ello.
?¡No usted, sargento! ?exclamó Britt?. El idiota soy yo. De acuerdo. Ahora tenemos que movernos. Tenemos que sacarlo antes que este loco de Japp empiece sus bombardeos. Hay que darse mucha prisa, Mike.
?¿Usted sabe dónde está el Persephone? ? preguntó el piloto asombrado.
?Seguro ?dijo Britt con una ancha sonrisa?. En el fondo del lago rojo.
No hubo más oportunidad de hablar porque puso la nave en marcha, se elevó del sitio donde estaba y marchó valle abajo hasta que describió un semicírculo y fue a aterrizar bruscamente (de un modo que se subía el estómago) justamente cerca del lago rojo, frente a la cascada que caía sobre el lago. Los sirvientes de las piezas estaban justamente metiendo dos torpedos en los tubos cuando se recibió el mensaje de la Flota Interplanetaria, que estaba firmado nada menos que por el propio almirante. Sencillamente repetía el parte anterior de Japp, pero añadía que si no cumplía esta orden, daría parte de ello «a la autoridad competente».
Britt demoró bastante el cumplir la orden y ya se divisaban en lontananza las naves del Sector de Flota que se proyectaba sobre el cielo azul.
?¡Caramba, qué aspecto más formidable! ?dijo Britt?. Sirio, ya conoce la clase de holgazanes que llevan, pero construyen buenas naves. Siento tener que estropearles su diversión. ¡Artilleros! ¿Listos? ¡Fuego!
Mientras los dos torpedos de explosión retardada buscaban en el agua del lago rojo, Britt elevó el Hannibal de un salto que los dejó sin respiración.
Quince segundos después, del lago rojo surgió un gran géiser de agua y humo. La capa de vegetación que lo cubría se partió en dos y la presión del agua que había debajo hizo que esta subiera, saliendo como un torrente hasta que se fue vaciando el lago.
?Esto debió de ser bueno ?dijo Britt?; fíjense en el sitio donde se mezclan las dos corrientes de agua.
Tenía razón, era más que bueno: era espectacular. Donde se mezclaba el agua roja con el agua azul, se producían unas nubes de vapor y unos chorros de líquido hirviendo, de lodos pardos y verdes que ascendían por el aire. Grandes cantidades de vegetación de varios colores eran proyectadas a los lados y una fuerte niebla producida por el vapor se fue acumulando en el fondo del valle.
En este momento el vigía anunció que el almirante de la Sección de la Flota estaba en la pantalla y que quería que el capitán Britthouse hiciese el favor de ponerse al aparato.
La cara del almirante era un modelo de frío desprecio.
?Le he de advertir, capitán Britthouse ?dijo?, que de esta chiquillada de querer adelantárseme en esta tarea daré parte a sus superiores. ¿Será usted tan amable de retirar su nave del campo de mis operaciones sin más demora?
Britt tenía los dedos índice y corazón cruzados y ocultos debajo de la mesa.
?¿Y si estuviese equivocado?
Por un momento dejó de mirar a la pantalla; después vio que el almirante estaba esperando su respuesta y le dirigió una sonrisa seráfica.
?Gracias por su valiosa cooperación, señor ?dijo?. Le voy a rogar que suspenda su fuego por un momento, hasta que el objeto que empieza a hacerse visible en el segundo lago pueda ser identificado.
Cortó la comunicación y se llevó el Hannibal a la playa del lago rojo. El agua había bajado mucho y en el fondo del lago se veía un gran bulto. Estaba cubierto de hojas, tallos de vegetación pardusca y todo sucio y negro, pero su figura no dejaba lugar a duda: era el Persephone.
Gradualmente fue bajando el agua hasta que quedó completamente al descubierto. Parecía como si lo hubieran cubierto de guirnaldas parduscas; los metales estaban oxidados y picados y en algunos sitios tenían incluso agujeros.
?¡Oh Dios! ?gruñó Mike?, no debe de haber nadie vivo aquí dentro.
Pero con la punta de una barra abrió un boquete en el casco. Pronto los hombres que había dentro hicieron una gran abertura en el metal oxidado, y con sus trajes espaciales, dando traspiés, se escurrían entre los charcos y el barro y fueron llegando a donde estaba Britthouse esperándolos, de pie, junto al Hannibal. Según avanzaban saludaban igualmente al hombre planetario y a la tripulación de la Flota Interplanetaria. Britt se quedó el tiempo necesario para saludar al primer hombre que salió a la playa, le estrechó la mano, le dio palmaditas en la espalda y se tocó el casco, mientras decía unas breves palabras.
Entonces saludó al abandonado barco interplanetario que ostentaba su majestuoso volumen detrás de su nave. Subió al Hannibal, que en menos de diez minutos ya no era más que un puntito en el cielo.
?Muy sencillo ?les estaba diciendo a sus tenientes?; en cierto modo, el viejo Japp tenía razón: fue una inteligencia organizada la que movió al Persephone.
?Pero ¿cómo…? Pero ¿dónde…?
?La planta ?dijo? es el primer ejemplar de vegetación artificial en el universo.
Es notable, pero los jóvenes estaban decididos a no dejar esto sin que lo explicara.
?Estas plantas, esta planta, ¿es artificial? ?preguntaron?. ¿Cómo lo sabe? No hacen nada.
?¿Y qué cosa querían ustedes que hiciera una planta artificial? ?preguntó Britt?. ¿Lucir un diploma? ¿O tirar de sus raíces y andar por ahí pretendiendo ser un animal? Un vegetal, aunque sea artificial, es siempre un vegetal, ¡so cretinos! Hace lo que todo vegetal necesita hacer: come. Y los vegetales comen minerales. Y este no tenía el cromo necesario que precisa para su propia clase de clorofila, y así buscó una fuente suplementaria de él. Siguió arroyo arriba, desde el mar, hasta localizar la fuente de mineral, e hizo que el río se convirtiera en una factoría química que le proporcionara su alimento. Estos lagos eran sus depósitos de agua mineral. Producían las aguas ácidas y alcalinas sin necesidad de complicados procedimientos.
?Pero ¿qué relación guarda esto con el Persephone?
?Esto me tuvo preocupado algún tiempo. Después descubrí que la savia corroe el acero cromado. El Persephone se debe de haber impregnado todo él de savia cuando aterrizó. Aún más, estaba posado sobre este ácido activo. Entonces lo que hace es un terrible esfuerzo y empuja todo este don de los dioses al tanque para que se disuelva.
?Buen trabajo hicimos al desecar el lago a tiempo ?dijo Bob.
?No estaba en ningún peligro ?replicó Britt?; tenia reserva bastante de aire y de comida para varias semanas. Me figuro que tendrían todas las salidas bloqueadas y no podían salir. Sea como sea, lo único que podían hacer era esperar hasta que el ácido de la planta disolviera el casco, y entonces, con sus trajes de espacio, podrían nadar hasta la playa. El peligro grande para ellos provenía de ese endemoniado griego, Japp, porque los gruesos cañones de la Flota los hubieran frito vivos en diez minutos.
?¿Griego? ?preguntó Michelson?. ¿Es que es griego?
?¡Oh!, ¿No lo saben? ?masculló Britt?. Escuchad. Hubo una vez un grupo de pensadores griegos (esto era en tiempo de Aristóteles) que estuvieron toda una noche discutiendo furiosamente sobre el número de dientes que tiene un caballo en la boca, y no pudiendo ponerse de acuerdo, interpelaron a un transeúnte, que resultó ser un árabe, y le persuadieron para que fuera el árbitro de la discusión. Escuchó atentamente todos sus argumentos y, en seguida, sin decir una palabra, se alejó. Al cabo de un momento volvió y les dio la contestación exacta.
?¿Cómo te arreglaste para decidir? ?le preguntaron.
?¿De quién fue el mejor argumento, en qué lógica te has apoyado?
?¡Al diablo la lógica! ?respondió?. Yo no he hecho más que ir al establo y contar los dientes de mi caballo.

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