Respaldo de material de tanatología

Su visión sobre la persona humana

VIKTOR FRANKL –
Si hubiera por fin, que resumir la visión de Viktor Frankl sobre la persona humana, en diez ideas centrales, diríamos que estas son:

1.La persona no se puede subdividir, ni escindir porque es una unidad.

2.La persona no es sólo un in-dividuum, sino también un in-summabile. Esto quiere decir que no solamente no se puede partir sino que tampoco se puede agregar. El hombre no es sólo una unidad, sino que es también una totalidad.

3.Cada persona es absolutamente un ser nuevo.

4.La persona es espiritual. La persona es un fin en sí mismo y no un medio; por eso, no le compete el tener un valor utilitario, sino el tener dignidad.

5.La persona no es fáctica ni pertenece a la facticidad, sino un ser facultativo que existe de acuerdo a su propia posibilidad para lo cual o contra la cual puede decidirse. Ser hombre es ante todo ser profunda y finalmente responsable. En la responsabilidad se incluye el para qué de la libertad humana -aquello para lo que el hombre es libre, a favor de qué o contra qué se decide. La persona no está determinada por sus instintos sino orientada hacia el sentido.

6.La persona es yoica, o sea no se halla bajo la dictadura del “ello”, como sostenía Freud al afirmar que el “yo” no era dueño de su propia casa. Tan clara es la libertad del yo que a la fe en Dios y a Dios mismo no se me arrastra sino que yo debo decidirme por Él o contra Él; la religiosidad es del “yo” o no existe en absoluto.

7.La persona no es sólo unidad y totalidad en sí misma, sino que representa un punto de interacción, un cruce de tres niveles de existencia: lo físico, lo psíquico y lo espiritual.

8.La persona es dinámica y tiene capacidad de distanciarse y apartarse de lo psicofísico. Existir significa salirse de sí mismo y enfrentarse consigo mismo. Y eso lo hace la persona espiritual en cuanto que se enfrenta como persona espiritual a sí misma como organismo psicofísico.

9.El animal no es persona, puesto que no es capaz de trascenderse y de enfrentarse a sí mismo. Del mismo modo que el animal desde su entorno no puede entender el mundo humano, el hombre tampoco puede aprehender el mundo superior, excepto por un intento de alcanzarlo, de presentirlo por la fe.

10.La persona no se comprende a sí misma sino desde el punto de vista de la trascendencia. Más que eso: el hombre es tal, sólo en la medida en que se comprende desde la trascendencia.

TEORIAS DE LA PERSONALIDAD (Viktor Frankl)

TEORIAS DE LA PERSONALIDAD (Viktor Frankl)
Tanto la teoría como la terapia de Víctor Frankl se desarrolló a partir de sus experiencias en los campos de concentración nazis. Al ver quien sobrevivía y quién no (a quién se le daba la oportunidad de vivir), concluyó que el filósofo Friederich Nietszche estaba en lo cierto: Aquellos que tienen un por qué para vivir, pese a la adversidad, resistirán?. Pudo percibir cómo las personas que tenían esperanzas de reunirse con seres queridos o que poseían proyectos que sentían como una necesidad inconclusa, o aquellos que tenían una gran fe, parecían tener mejores oportunidades que los que habían perdido toda esperanza.

Su terapia se denomina logoterapia, de la palabra griega logos, que significa estudio, palabra, espíritu, Dios o significado, sentido, siendo ésta última la acepción que Frankl tomó, aunque bien es cierto que las demás no se apartan mucho de este sentido. Cuando comparamos a Frankl con Freud y Adler, podemos decir que en los postulados esenciales de Freud, (éste consideraba que la pulsión de placer era la raíz de toda motivación humana) y Adler (la voluntad de poder), Frankl, en contraste, se inclinó por la voluntad de sentido.

Frankl también utiliza la palabra griega noös, que significa mente o espíritu. Sugiere que en psicología tradicional, nos centramos en la ?psicodinámica? o la búsqueda de las personas para reducir su monto de tensión. En vez de centrarnos en eso; o más bien, además de lo anterior, debemos prestar atención a la noödinámica, la cual considera que la tensión es necesaria para la salud, al menos cuando tiene que ver con el sentido. ¡A las personas les gusta sentir la tensión que envuelve el esfuerzo de un meta valiosa que conseguir!.

No obstante, el esfuerzo puesto al servicio de un sentido puede ser frustrante, la cual puede llevar a la neurosis, especialmente a aquella llamada neurosis noogénica, o lo que otros suelen llamar neurosis existencial o espiritual. Más que nunca, las personas actuales están experimentando sus vidas como vacías, faltas de sentido, sin propósito, sin objetivo alguno…, y perece ser que responden a estas experiencias con comportamientos inusuales que les daña a sí mismos, a otros, a la sociedad o a los tres.

Una de sus metáforas favoritas es el vacío existencial. Si el sentido es lo que buscamos, el sin sentido es un agujero, un hueco en tu vida, y en los momentos en que lo sientes, necesitas salir corriendo a llenarlo. Frankl sugiere que uno de los signos más conspicuos de vacío existencial en nuestra sociedad es el aburrimiento. Puntualiza en cómo las personas con frecuencia, cuando al fin tienen tiempo de hacer lo que quieren, parecen ¡no querer hacer nada!. La gente entra en barrena cuando se jubila; los estudiantes se emborrachan cada fin de semana; nos sumergimos en entretenimientos pasivos cada noche; la neurosis del domingo, le llama.

De manera que intentamos llenar nuestros vacíos existenciales con ?cosas? que aunque producen algo de satisfacción, también esperamos que provean de una última gran satisfacción: podemos intentar llenar nuestras vidas con placer, comiendo más allá de nuestras necesidades, teniendo sexo promiscuo, dándonos ?la gran vida?. O podemos llenar nuestras vidas con el trabajo, con la conformidad, con la convencionalidad. También podemos llenar nuestras vidas con ciertos ?círculos viciosos? neuróticos, tales como obsesiones con gérmenes y limpieza o con una obsesión guiada por el miedo hacia un objeto fóbico. La cualidad que define a estos círculos viciosos es que, no importa lo que hagamos, nunca será suficiente.

Igual que Erich Fromm, Frankl señala que los animales tienen un instinto que les guía. En las sociedades tradicionales, hemos llegado a sustituir bastante bien los instintos con nuestras tradiciones sociales. En la actualidad, casi ni siquiera eso llegamos a tener. La mayoría de los intentos para lograr una guía dentro de la conformidad y convencionalidad se topan de frente con el hecho de que cada vez es más difícil evitar la libertad que poseemos ahora para llevar a cabo nuestros proyectos en la vida; en definitiva, encontrar nuestro propio sentido.

Entonces, ¿cómo hallamos nuestro sentido?. Frankl nos presenta tres grandes acercamientos: el primero es a través de los valores experienciales, o vivenciar algo o alguien que valoramos. Aquí se podrían incluir las experiencias pico de Maslow y las experiencias estéticas como ver una buena obra de arte o las maravillas naturales. Pero nuestro ejemplo más importante es el de experimentar el valor de otra persona, v.g. a través del amor. A través de nuestro amor, podemos inducir a nuestro amad@ a desarrollar un sentido, y así lograr nuestro propio sentido.

La segunda forma de hallar nuestro sentido es a través de valores creativos, es como ?llevar a cabo un acto?, como dice Frankl. Esta sería la idea existencial tradicional de proveerse a sí mismo con sentido al llevar a cabo los propios proyectos, o mejor dicho, a comprometerse con el proyecto de su propia vida. Incluye, evidentemente, la creatividad en el arte, música, escritura, invención y demás. También incluye la generatividad de la que Erikson habló: el cuidado de las generaciones futuras.

La tercera vía de descubrir el sentido es aquella de la que pocas personas además de Frankl suscriben: los valores actitudinales. Estos incluyen tales virtudes como la compasión, valentía y un buen sentido del humor, etc. Pero el ejemplo más famoso de Frankl es el logro del sentido a través del sufrimiento. El autor nos brinda un ejemplo de uno de sus pacientes: un doctor cuya esposa había muerto, se sentía muy triste y desolado. Frankl le preguntó, ?¿Si usted hubiera muerto antes que ella, cómo habría sido para ella?. El doctor contestó que hubiera sido extremadamente difícil para ella. Frankl puntualizó que al haber muerto ella primero, se había evitado ese sufrimiento, pero ahora él tenía que pagar un precio por sobrevivirle y llorarle. En otras palabras, la pena es el precio que pagamos por amor. Para este doctor, esto dio sentido a su muerte y su dolor, lo que le permitió luego lidiar con ello. Su sufrimiento dio un paso adelante: con un sentido, el sufrimiento puede soportarse con la dignidad.

Frank también señaló que de forma poco frecuente se les brinda la oportunidad de sufrir con valentía a las personas enfermas gravemente, y así por tanto, mantener cierto grado de dignidad. ¡Anímate!, decimos, ¡Sé optimista!. Están hechos para sentirse avergonzados de su dolor y su infelicidad.

No obstante, al final, estos valores actitudinales, experienciales y creativos son meras manifestaciones superficiales de algo mucho más fundamental, el suprasentido. Aquí podemos percibir la faceta más religiosa de Frankl: el supra-sentido es la idea de que, de hecho, existe un sentido último en la vida; sentido que no depende de otros, ni de nuestros proyectos o incluso de nuestra dignidad. Es una clara referencia a Dios y al sentido espiritual de la vida.

Esta postura sitúa al existencialismo de Frankl en un lugar diferente, digamos, del existencialismo de Jean Paul Sartre. Este último, así como otros existencialistas ateos, sugieren que la vida en su fin carece de sentido, y debemos afrontar ese sin sentido con coraje. Sartre dice que debemos aprender a soportar esta falta de sentido; Frankl, por el contrario, dice que lo que necesitamos es aprender a soportar nuestra inhabilidad para comprender en su totalidad el gran sentido último.

?Logos es más profundo que la lógica?, decía, y es hacia la fe adonde debemos inclinarnos.

http://www.ship.edu/~cgboeree/franklesp.html

EL SENTIDO DE LA EXISTENCIA SUFRIENTE

EL SENTIDO DE LA EXISTENCIA SUFRIENTE
EL SENTIDO DE LA EXISTENCIA SUFRIENTE
Comentarios sobre El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl (1946)

Prof. Graciela Barroso

5 de agosto de 2002

Cómo aceptar que la vida sea digna de ser vivida, a pesar de todo lo adverso que hay en ella, es el tema central del existencialismo. Víktor Frankl afirma que vivir es aceptar con dignidad el desafío que plantea la vida, con su carga de adversidad, y sobrevivir es hallar el sentido de ese sufrimiento.

¿Qué es el hombre, entonces? El ser humano es alguien inevitablemente afectado por su entorno. Sin embargo, el hombre tiene una cierta capacidad de elección, ya que puede conservar un vestigio de libertad espiritual, de independencia mental, incluso cuando se encuentra en circunstancias terribles de tensión psíquica y física. Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino.

Aun cuando parezca que las circunstancias son más fuertes, siempre hay ocasiones para elegir si uno va a ser o no juguete de dichas circunstancias, renunciando a la libertad y a la dignidad. Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar lo que hace que la vida tenga sentido y propósito.

El modo en que un hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que éste conlleva, la forma en que carga su cruz, le da muchas oportunidades ?incluso bajo las peores de las adversidades? para dar a su vida un sentido más profundo. Puede conservar su valor, su dignidad, su generosidad.O bien, en la dura lucha por la supervivencia, puede olvidar su dignidad humana y ser poco más que un animal. Una situación difícil puede proporcionarle la oportunidad de hacer méritos en el camino de la superación.

En todas partes, el hombre se enfrenta a su destino y puede conseguir algo por vía del sufrimiento. Muchas veces es precisamente una situación externa excepcionalmente difícil lo que da al hombre la posibilidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo. La realidad cotidiana representa una oportunidad y un desafío: o bien se puede convertir la experiencia en victoria, la vida en un triunfo interno, o bien se puede ignorar el desafío y limitarse a vegetar.

¿Qué es, en definitiva, vivir? Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que se nos plantean y cumplir las tareas que la vida nos asigna continuamente. “Vida” no significa algo vago, sino algo muy real y concreto, que configura el destino de cada hombre, distinto y único.
La búsqueda por parte del hombre del sentido de la vida constituye una fuerza primaria y no una racionalización secundaria de sus impulsos, de sus instintos. Sentido no es algo que nace de la propia existencia, sino algo que hace frente a la existencia.

El hombre es una criatura responsable y debe aprehender el sentido potencial de su vida. Lo que se le pide al hombre no es, como en el caso de otros filósofos existenciales, que soporte la insensatez del mundo, de la vida, sino más bien que asuma racionalmente su propia capacidad para aprehender toda la sensatez incondicional de esa vida.

Cada época tiene su propia neurosis colectiva, es cierto. El vacío existencial, neurosis masiva de este tiempo según Frankl, puede develarse como una forma privada y personal de nihilismo, que se traduce a veces en la aseveración de que todo se ha perdido o carece de significación. Es cierto también que cada ser humano es un ser finito, y su libertad está restringida. No se trata, entonces, de liberarse de las condiciones que imponen las circunstancias del mundo, se trata de tomar una postura ante esas condiciones. La libertad, en definitiva, es la capacidad de la existencia humana para elevarse por encima de esas condiciones y trascenderlas.

En definitiva, el ser humano no es una cosa más entre otras cosas: las cosas se determinan unas a otras, pero el hombre, en última instancia, es su propio determinante. Lo que llegue a ser, dentro de los límites de sus facultades y de su entorno, lo tiene que hacer por y para sí mismo.

¿Qué es el hombre, para Frankl? Es el ser que siempre decide lo que es, en medio y a pesar de, las circunstancias. Y lo aclara con una imagen de su propia experiencia: el hombre es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme, musitando una oración.

ANÁLISIS LOGOTERAPÉUTICO DE OBRAS LITERARIAS

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Prats, J.I. (1998). Análisis logoterapéutico de obras literarias. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (2), 47-58.

ANÁLISIS LOGOTERAPÉUTICO DE OBRAS LITERARIAS

José Ignacio PRATS

“Una de las tareas de la literatura es dejar ver una posibilidad más allá de la realidad, la posibilidad de cambiarla, de transformarla (…) Si el escritor no es capaz de inmunizar al lector contra la desesperación, entonces tiene que abstenerse al menos de ‘infectarlo’ de ella” (Frankl, 1992, p. 185).

Así se expresaba V. Frankl en la Conferencia inaugural de la Semana del Libro 1975 en el Hofburg de Viena. El libro puede desempeñar un importante papel frente a la “enfermedad del espíritu” de nuestro tiempo, el sentimiento de falta de sentido, la frustración existencial.

Refiere, en particular, una novelita de L. Tolstoi, ‘La muerte de Iván Ilich’, que utilizó hablando a los reclusos de la prisión de San Quintín, en las proximidades de S. Francisco. Quiero comenzar mi intervención presentándola.

El autor ruso enfrenta al protagonista  Iván Ilich  a su última experiencia, la muerte, uno de los aspectos de la “triada trágica”, según la denomina V. Frankl, formada también por el dolor y la culpa. De este enfrentamiento saldrá habiéndose superado interiormente a sí mismo y habiendo llenado la vida de sentido.

Iván Ilich es un juez, miembro del Tribunal de apelación, de 45 años, cuya vida hasta el momento ha consistido en escalar puestos y su habitual actitud ante ella ha sido “liviana y de buen tono”. Se concentra progresivamente en el mundo de sus funciones y ante la imposibilidad de establecer una relación auténtica con su esposa, desplaza hacia su trabajo el centro de gravedad de su vida.

Pero el hecho irreversible de la muerte que se le acerca  todo comenzó con un insignificante dolorcillo en el costado  hará que no pueda permanecer más tiempo enmascarado ni en los razonamientos en los que antes encontraba sostén, ni en sus funciones.

“El problema no está en el intestino ciego ni en el riñón, sino en la vida y… la muerte. (…) Pienso en cómo reparar el intestino y se trata de la muerte. (…) El ejemplo de silogismo que aprendió en la lógica de Kiseveter: ‘Cayo es hombre, los hombres son mortales, luego Cayo es mortal’, en el transcurso de toda su vida le pareció justo sólo en lo tocante a Cayo, pero de ningún modo respecto a sí mismo. Aquél era Cayo hombre, el hombre en general, y lo de la muerte era completamente justo; pero el no era Cayo ni un hombre en general, sino un ente distinto, completamente distinto a todos los demás” (Tolstoi, 1980, p. 58 61).

Requiere también de los demás veracidad…

“La mentira en la que se le quería sumir en vísperas de su muerte (…) era un gran martirio para Iván Ilich (…) estuvo en un tris de gritarles: ‘Basta de mentir, sabéis que me muero y yo lo sé también, por lo menos no mintáis'” (Tolstoi, 1980, p. 69 70).

Así llega a un momento crucial que marca un punto de inflexión…

“Luego se sosegó. No sólo dejó de llorar; dejó de respirar y se quedó muy atento, como si prestara oído no a la voz que habla por medio de sonidos, sino a la voz del alma, al curso de los pensamientos que se levantan en su interior” (Tolstoi, 1980, p. 82 83).

Ahora su principal sufrimiento ya no es físico, sino moral…

“Y si fuera verdad que toda mi vida, mi vida consciente, no ha sido lo que debía?” (Tolstoi, 1980, p. 90).

Finalmente llegará a su descubrimiento fundamental…

“descubrió que su vida no había sido lo que debía, pero aún estaba a tiempo de remediarlo (…) ‘Para qué hablar, es necesario obrar’, pensó” (Tolstoi, 1980, p. 94).

Recordemos la convicción sin condiciones en el sentido incondicional de la existencia que V. Frankl postula. Iván Ilich arranca este sentido, que tiene también valor retrospectivo, en sus últimos momentos.

* * *

¿En qué consiste el análisis de una obra literaria según las claves de interpretación que nos ofrece la Logoterapia?. En mi opinión, se trata de estudiarla partiendo de sus presupuestos antropológicos:

El hombre como una unidad en la que se cruzan tres dimensiones, lo físico, lo psíquico, y lo espiritual; lo espiritual del hombre, en cuanto que le permite enfrentarse a lo físico y lo psíquico, le da la capacidad de autotrascendencia, autodistanciamiento, libertad y responsabilidad1.

Veámoslo de un modo práctico  aunque necesariamente breve  con dos obras, cuyos protagonistas resultará interesante comparar: ‘La Vida es Sueño’ de Calderón de la Barca y ‘Hamlet’ de Shakespeare.

El drama calderoniano está construido a partir de dos ejes temáticos (representados en sus dos grandes monólogos), uno la concepción propia del Barroco de la vida como un sueño  metáfora que da título a la obra , y otro el problema de la libertad. En esta época en España prolifera la astrología adivinatoria y, por otro lado, la Reforma protestante ha afirmado que la naturaleza humana está corrompida. Frente a ambas se alza la magnífica figura de Segismundo.

Abre prácticamente el drama la visión de Segismundo encadenado  símbolo de la naturaleza humana  en el interior de una torre abandonada, y Calderón afirmará la tesis a lo largo de su desarrollo argumental de la libertad humana frente a sus condicionamientos2.

Segismundo (ver Esquema I) maldice su existencia que ‘carece de sentido’, privado de libertad.

En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera arrancar del pecho
pedazos del corazón:
¿qué ley, justicia o razón
negar a los hombres sabe
privilegio tan suave,
exención tan principal
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?
(Esc. 2ª, Jorn. lª)

La libertad aparece como constitutivo esencial de la existencia.

En la segunda Jornada el Rey Basilio, su padre, lo pone a prueba en un intento de aplacar su conciencia por haber creído los vaticinios que le auguraban el nacimiento de un hijo sanguinario, reforzados porque al nacer muere su madre en el parto. Lo lleva narcotizado a palacio y Segismundo, en su nueva condición, reacciona como un “ser impulsado” por sus instintos.

Devuelto a su prisión, nuevamente dormido, duda de su experiencia anterior, lo que da pie a Calderón de la Barca a introducir el tema de la vida como un sueño…

¿Qué es la vida?. Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
(Esc. 19ª, Jorn. 2ª)

en el bello soliloquio que cierra la Jornada.

Le asegura su identidad, por un lado, su amor por Rosaura, al que finalmente también renunciará, y, por otro, la decisión de su conciencia de “obrar bien”. Valores de experiencia y valores de actitud en términos logoterapéuticos.

Cuando Segismundo, apoyado por el pueblo, vence a su padre y parece que se van a cumplir los temidos vaticinios, le perdona. Ha alcanzado la libertad, es un “ser responsable”.

Estudiemos ahora un personaje, Hamlet de W. Shakespeare, que no consigue “autotrascenderse”, hecho desencadenante de la tragedia. Su actuar es origen de desorden (ver Esquema II).

Los cinco actos (1º, 3º y 5º fundamentales en lo episódico, 2º y 4º de enlace) en que se desarrolla el argumento, mostrarán el progresivo hundimiento de Hamlet y con él de los personajes circundantes.

El príncipe Hamlet no logra resolver el problema de su conciencia que clama venganza por el vil asesinato de su padre a manos de su hermano y el matrimonio de su madre con el cuñado asesino. No logra distanciarse del impacto de esta situación. Shakespeare dramatiza el conflicto a través de un personaje simbólico, la Sombra del difunto Rey, que anula la capacidad de decisión de Hamlet y le impulsa a la venganza.

He aquí el tema, ser o no ser. Ser uno mismo o ser una sombra de su padre, un mero resultado de las circunstancias.

Hamlet intentará resolver el conflicto por dos vías equivocadas, una “su fingida locura” de la cual Ofelia será la víctima inocente (muerte de su padre Polonio / traición de Hamlet), y, otra, “un exceso de reflexión” que le hace dar vueltas sobre sí mismo y complacerse estérilmente en su propia desgracia. Ambas vías concluyen curiosamente en la repetición de los hechos de los que pretende escapar: el homicidio y la traición amorosa. Esta es la tragedia.

V. Frankl cuenta en ‘El hombre en busca de sentido’ cómo algunos prisioneros huyendo de la muerte la encontraron, mientras que él, aceptando su propia historia, logra salvarse. A menudo provocamos aquello que tememos.

* * *

Otros dos campos me parecen susceptibles de ser estudiados según el Análisis Existencial de V. Frankl: la relación amorosa y el sentido de la historia.

El don Juan, arquetipo del libertino y seductor, mito de la literatura universal  aparte de los españoles, se inspirarán en él Moliere, Goldoni, Mozart, Byron, etc. , constituye una clara expresión de “vacío existencial”. Hablamos del verdadero don Juan, el del Burlador de Tirso, aquél que responde a Isabela una vez consumado el deshonor:

  “¿Quién soy?. Un hombre sin nombre”

y que encuentra su goce no tanto en el placer como en el hecho de “burlar una mujer y dejarla sin honor”, aquél que siempre posterga el momento de su cambio personal (“cuán largo me lo fiáis”).

No nos referimos a aquél otro que Zorrilla redime por el amor de doña Inés

“El amor salvó a don Juan
al pie de la sepultura”.
(Parte 2ª, Acto 3º, esc. 3ª)

y que se siente a sus pies

“capaz aún de la virtud”
(Acto 4º, esc. 3ª)

Justamente es éste uno de los efectos del amor auténtico, del que es incapaz don Juan.

“… amar significa poder decirle ‘tú’ a alguien; pero no sólo esto, sino poder decirle también ‘sí’, esto es, no sólo aprehenderlo en toda su esencia, en su individualidad y unicidad, sino aceptarlo en lo que vale (…) ver no sólo lo que realmente es, sino también lo que puede ser o lo que deberá ser” (Frankl, 1992, p. 92-97).

El hombre intenta llenar el vacío existencial con la satisfacción de sus pulsiones.

En cuanto al sentido de la historia, fijémonos en don Alvaro del duque de Rivas. El personaje romántico que no puede escapar de su “sino”. (Resultaría interesante relacionarlo con ‘Los novios’ de Manzonni). Se lanza al precipicio proclamando:

  “Soy el demonio…”

El demonio es una figura fundamental en la literatura romántica, cuyos personajes son la imagen del hombre que no acepta su “creatureidad” y sucumben en la exaltación de su yo (el suicidio será su máxima expresión). De ella los librará un sano realismo. V. Frankl gusta citar a Dostoiewsky. El escritor ruso afirma que nada hay más apasionante que la realidad. Su propia biografía es una buena muestra de la “obstinación del espíritu” frente a la facticidad psicofísica. De su magna obra, a pesar de la cual dijo no haber podido expresar ni siquiera la vigésima parte de lo que quería decir, destaquemos sólo ahora el encuentro de Raskolnikov con Sonia en ‘Crimen y Castigo’, que le rescatará de su nihilismo y le permitirá emprender el camino de su ascensión.

Un ejemplo, para terminar de análisis de textos. Tomemos tres sonetos de Quevedo (ver Esquema III).

En los dos primeros observamos temas centrales de su pensamiento: el tiempo y la muerte.

El texto I presenta la vivencia angustiosa del instante (“presentes sucesiones de difunto” v. 14). Escribe en un soneto paralelo:

“Cada instante desta vida mía
es un nuevo argumento que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera y cuán vana”

Es el tiempo sin sentido, el tiempo que anuncia la muerte. En relación a la obra de V. Frankl, destacaría el verso siete “… asiste lo vivido”. El sentido realizado no se pierde.

En el texto II, nos enfrentamos al hecho contundente y pre sentido (“ya suena”  v. 1) de la muerte, momento que se califica como formidable y espantoso. Tras una reflexión (2º cuarteto) hay un esfuerzo racional (1er terceto) por sobreponerse, que concluye en una decisión voluntarista (verbos con valor imperativo) de cambiar de actitud (2º terceto).

Pero, donde se eleva sobre su propio pensamiento es en el texto III. El último día se ha tornado blanco (v. 2). La muerte no será la palabra definitiva (lo que determina la estructura adversativa del soneto) y en los seis trabados versos finales muestra cómo el amor dotará de sentido a la propia muerte:

“serán ceniza mas tendrán sentido;
polvo serán mas polvo enamorado.”
(v. 13 14)

“… la respuesta al problema del sentido final del sufrimiento humano, de la vida humana, no puede ser intelectual, sino sólo existencial: no contestamos con palabras, sino que toda nuestra existencia es nuestra respuesta” (Frankl, 1991; p. 32).

* * *

Quizá se me objetará que todo lo dicho tiene más interés desde un punto de vista psicológico o filosófico que literario. Quizá. Pero me pregunto: ¿es lícito deslindar del Cantar del Cid, del Lazarillo o del Quijote su contenido más humano en virtud de un análisis fundamentalmente formal o estructural? ¿Estudiar una obra literaria es pura tarea de ‘disección’? Y sobre todo, ¿será útil a los intereses de mis alumnos y a su vida?.

José Ignacio PRATS, es pedagogo.

NOTAS

1 “Ex-sistir significa salirse de si mismo y enfrentarse consigo mismo”. Frankl, 1991, p. 106-115.
Autotrascendencia: “Entiendo por tal el hecho antropológico fundamental de que el ser humano remite siempre, más allá de sí mismo, hacia algo que no es él: hacia algo o hacia alguien, hacia un sentido que el hombre colma o hacia un semejante con el que se encuentra. Y el hombre se realiza a sí mismo en la medida en que se transciende (…) Y es plenamente él mismo cuando se pasa por alto y se olvida de sí mismo”. Frankl. 1990. p. 29.
Autodistanciamiento: Constituye un aspecto de la libertad humana que consiste en la capacidad de tomar posición frente a sí mismo. “En cualquier momento de su existencia, el hombre toma posición tanto respecto al medio ambiente natural y social, al entorno externo, como respecto al mundo interior psicofísico vital, al entorno interno. (…) De la capacidad del hombre de estar por encima de las cosas, forma parte también la posibilidad de estar por encima de sí mismo”. Frankl. l990. p. 100.
Libertad: La Logoterapia considera que el hombre existe sólo en relación con las necesidades, pero en una relación libre respecto a ellas y esto también en el caso de una existencia psicótica. Frankl. 1990. p. 93 103.
Responsabilidad: Forma parte de los fenómenos irreducibles del hombre: es un ser que decide, tiene que responder a la vida, asumirla.

2 En el mismo sentido cabe interpretar el drama teológico ‘El condenado por desconfiado’ de Tirso de Molina contra la predestinación. Paulo, ermitaño, y Enrico, ladrón, con sus actos irán hilvanando sus vidas, hecho simbolizado en el ángel que teje a su compás la guirnalda de la existencia.

BIBLIOGRAFÍA

– Frankl, V. (1992). La psicoterapia al alcance de todos. Barcelona: Herder.
– Frankl, V. (1991). La voluntad de sentido. Barcelona: Herder.
– Frankl, V. (1990). Logoterapia y Análisis Existencial. Barcelona: Herder.
– Frankl, V. (1990b). El hombre doliente. Barcelona: Herder.
– Olmedo, F.G. (1928). Las fuentes de la Vida es Sueño. Madrid: Ed.
Voluntad.
– Porto Bompiani. (1967). Diccionario Literario. Barcelona: Montaner y Simón.
– Rene-Fueloep-Miller. (1951). Feodor Dostoyevsky. Visión del alma, fe y profecía. Buenos Aires: Espasa-Calpe.
– Tolstoi, L. (1980). La muerte de Iván Ilich. Barcelona: Bruguera.
– Valbuena Prat, A. (1965). Literatura española en sus relaciones con la universal. Madrid: S.A.E.T.A.

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CUENTOS QUE CURAN. HACIA UNA LOGOTERAPIA NARRATIVA PSICO-EDUCATIVA

CUENTOS QUE CURAN. HACIA UNA LOGOTERAPIA NARRATIVA PSICO-EDUCATIVA

Wednesday, July 02, 2008
Alejandro de Barbieri y Marcela Arocena
Ps. Alejandro De Barbieri ? Lic. Marcela Arocena
Centro de Logoterapia y Análisis Existencial
Montevideo – URUGUAY

“Una de las tareas de la literatura es dejar ver una posibilidad más allá de la realidad, la posibilidad de cambiarla, de transformarla (…).  Si el escritor no es capaz de inmunizar al lector contra la desesperación, entonces tiene que abstenerse al menos de ‘infectarlo’ de ella? (Frankl, 1992, p. 185). Conferencia inaugural de la Semana del Libro,1975 en el Hofburg de Viena.

1. Introducción:

Uno de los ?sentidos? que ha guiado mi vida ha sido el de intentar unir psicología y literatura. La literatura me acompaña desde siempre; como lector me siento afortunado por los libros que llegaron a mis manos y que me marcaron en distintas etapas de mi vida.
Luego, como psicoterapeuta y como logoterapeuta he descubierto que muchos de mis pacientes recurren a la literatura para ayudarme a ayudarlos. Algunos suelen describir una situación vivida o un sentimiento que han experimentado haciendo alusión a un libro o una película, afirmando que a ellos les suceden cosas similares a los personajes. Toda literatura (en forma de cuentos, poesía, cine, mitos, etc.) nos habla de vivencias profundamente humanas; vivencias que necesitamos conocer para comprendernos mas y mejor a nosotros mismos y a nuestros pacientes y poder así acompañarlos mejor.
El Centro de Logoterapia y Análisis Existencial (CELAE) viene realizando desde hace un año, un encuentro mensual titulado ?Cuentos que curan?. Estos encuentros están enmarcados en el contexto de diversas actividades del centro, pero surgen con el objetivo de crear un espacio diferente a los demás. Surge por la necesidad de transmitir la Logoterapia como psicología preventiva.
Esta propuesta no solo se diferencia de las actividades tradicionales de formación y atención del centro, sino también de otras propuestas aparentemente similares por su contenido narrativo o literario.
Los cuentos que hemos utilizado, son de la literatura clásica en su mayoría, escritos por autores ajenos al mundo ?psicológico?. Es decir que no son cuentos hechos por psicoterapeutas con una intención pedagógica o terapéutica (excepto la obra de Yalom que tiene específicamente estos objetivos).
Son luego utilizados como disparadores emocionales y los personajes como ?co-terapeutas? para ayudarnos a entrar en nuestro mundo interior y ver alternativas allí donde solo veíamos un túnel cerrado y oscuro.
La literatura universal es amplia y rica en todo tipo de historias, cada relato toca distintos aspectos de la vida. Es por eso que consideramos que no hay mejor recurso que un cuento para ?disparar? nuestros afectos, para abrir ese mundo interno.
La literatura que por lo general aparece en un espacio íntimo entre el libro, el autor y el lector, se vuelve de esta manera, vehículo de interacción social.

2. Objetivos generales:

1. Acercar la literatura clásica al público general y ubicar a la persona en el lugar de ?oyente? de un cuento, con todos los beneficios que esto incluye.

2. Generar un espacio de encuentro e intercambio afectivo emocional, combatiendo el aislamiento y la soledad a través de una tarea psicohigiénica de prevención y orientación.

3. Prevenir las llamadas ?neurosis colectivas?, presentando estrategias para abordar cada problemática.

4. Alcanzar objetivos comparables a los de un proceso terapéutico.

5. Ubicar al psicólogo en el rol de promotor de salud y ?compañero de camino? más que de técnico diagnosticador o reparador de un ?aparato descompuesto?. 
6. Contactar con nuestro inconsciente espiritual, a través de vivencias que nos llegan indirectamente al inconsciente y nos conectan con nuestras potencialidades dormidas.

1. La propuesta tiene como primer objetivo acercar los grandes autores de la literatura al público y colocar a la persona en el lugar de oyente, de escucha de un cuento, incluso en el lugar de niño, recordando aquellos momentos en que le leían un cuento para dormir. Este momento tan ansiado por el niño y tan olvidado por el adulto tiene muchas virtudes.
La lectura de un cuento es un tipo de actividad que no suele ser aprovechada en toda su potencialidad. El cuento no solo entretiene sino que seduce al que escucha, lo compromete con sus personajes y lo hace ?vivir? otras vidas.
El cuento relaja, permite viajar, imaginar y entrena en el ejercicio de las posibles respuestas que se buscan a veces sin saberlo. Habilita una identificación con ciertos roles que la persona no se permite desempañar en su vida real; destapa emociones que se reprimen en el diario vivir. Permite odiar, envidiar, amar y sentir al igual que el personaje, permite también rechazar ciertas actitudes de algunos personajes. Mientras tanto, muchas veces sin darnos cuenta, el cuento nos va ?curando?, nos va desprejuiciando, dando ideas para actuar, mostrando miedos que enfrentar y la oportunidad de imaginar otro mundo posible para salir del real, cuando éste se vuelve insoportable o insostenible.

2. El segundo objetivo es generar un espacio de encuentro, de intercambio afectivo emocional, combatiendo asimismo el aislamiento y la soledad que muchas personas viven hoy en día. Se trata en este sentido de una tarea psicohigiénica de prevención y orientación, dirigida hacia un público heterogéneo pero con sufrimientos similares. Más que de prevención es una tarea de promoción de la salud, ayudando a la persona a tomar contacto con los aspectos sanos de si misma y encontrar así herramientas para hacer frente a sus sufrimientos.
Recordamos aquí el testimonio de una psicóloga que asistió a uno de los encuentros y comentó que un paciente suyo le decía que no encontraba espacios sociales para relacionarse con gente ya que los grupos estaban reservados para alcohólicos, adictos, obesos anónimos u otras patologías. No encontraba grupos para gente ?normal? o sana que busca promocionar redes sociales.

3. Desde el punto de vista psicopatológico, se propone combatir las llamadas ?neurosis colectivas?: actitud provisional ante la existencia, postura fatalista ante la vida, pensamiento colectivista y fanatismo. Muchos de los dolores que sufrimos individualmente, se relacionan con estas actitudes, que son una manifestación del vacío existencial que crece ?a nivel social- en la gente que no encuentra sentido a su vida. Se trabaja entonces sobre determinada temática, con el objetivo de presentar estrategias para abordar esa problemática. Los personajes de los cuentos nos señalan el modo en que salieron adelante o no. De esta manera, también se logra implementar junto con el público y sugerir si es necesario, estrategias y alternativas para el manejo de situaciones conflictivas.

4. A lo largo de un proceso psicoterapéutico y logoterapéutico, se pueden detectar 4 etapas o pasos:

1. Catarsis
2. Interpretación
3. Psico-educación
4. Transformación (cambio y descubrimiento del sentido)

En diferentes instancias de la vida social, las personas tienen la posibilidad de hacer ?catarsis?, con sus amigos o familia contando lo sucedido durante su día de trabajo, en la calle, etc. cumpliendo así con la primera etapa del proceso antes mencionado. Pocos son los espacios, más allá del proceso psicoterapéutico en sí mismo, en los que la persona puede profundizar y elaborar su problemática.
El cuarto objetivo sería abordar (con sus limitaciones, claro está) el segundo y tercer paso con claridad. Es decir que las personas no sólo hablan de lo que sienten (catarsis) sino que también reciben una orientación o señalamiento y luego un seguimiento cuando es necesario o la situación lo requiere.
Asimismo, hemos observado en numerosas ocasiones elementos que revelan un insight por parte del participante, llegando posiblemente a cumplir con la cuarta fase del proceso, la de transformación.
En este punto, recordamos una señora quien luego de trabajar sobre el cuento ?Mama y el sentido de la vida? del libro homónimo de Irvin Yalom, comentó: ?Este cuento me hizo tomar consciencia de algo que en muchos años de terapia no había logrado.? Esta señora había perdido a su madre hace años y era un tema recurrente en su terapia, la no elaboración de ese duelo. El relato de Yalom, le abrió una nueva visión.

5.Finalmente, la coordinación por parte de un psicólogo, tiene como objetivo acercarle al público general la mirada psicológica, la palabra del psicoterapeuta como promotor de salud y compañero de camino y no como un técnico a quien consultar frente a dificultades. El coordinador realiza un cierre abordando la problemática psicológica que se desprenda del cuento y de los aportes del público. Se posibilita de esta manera, el análisis de las problemáticas actuales más importantes, presentadas con la ayuda de la literatura, como ser: el vacío existencial, la depresión, el suicidio, las adicciones, los miedos, las ansiedades, relaciones afectivas familiares, el sentido de la vida, las crisis vitales, el sentido del trabajo, el sentido del sufrimiento, las pérdidas, el crecimiento de nuestros hijos, situaciones traumáticas, los diagnósticos médicos, la búsqueda de la identidad, la afectividad, etc.

6. Todo logoterapeuta se esfuerza por llegar al inconsciente espiritual. En esta dimensión radican todas las posibilidades que esta persona en particular tiene para desarrollar y que por distintas razones, no ha podido o no ha sabido cómo actualizarlas. El desafío y el arte de nuestra vocación es llegar a este espacio para ayudar a que la persona pueda ?pescar luz caída? como dice Neruda. Porque nuestro trabajo, se podría resumir en ?acompañar para despertar? o para pescar, siguiendo aquellos versos del poeta chileno:

Si cada día cae dentro de cada noche
Hay un lugar en donde la claridad esta encerrada
Hay que sentarse a la orilla del pozo de la sombra
Y pescar luz caída, Con paciencia

Aquí el poema resume todo. Pescar luz caída, esa es la esencia de nuestro trabajo logo terapéutico. Sentarnos, con paciencia, en el pozo de la sombra a pescar luz caída, a ayudar a pescar.

3.  Descripción de la técnica:

A. El público y los participantes: la actividad está dirigida a todo público. La franja etárea de los participantes es bastante amplia. El único requisito para participar es estar interesado en la propuesta. La convocatoria se realiza mensualmente y asisten un número promedio de 25 participantes.

B. Objetivos específicos de la actividad:
Expresión de las emociones.
Expresión de las posibles identificaciones con los personajes del cuento.
Comenzar un proceso de toma de conciencia y de elaboración personal.
Iluminar los posibles campos de sentido que el cuento ofrece.
Tomar contacto con el inconsciente espiritual reprimido, y hacer surgir así una opción de respuesta distinta y nueva para la persona.
Promocionar la continuidad de este proceso una vez que la persona se retira del grupo; para este fin se proponen algunas alternativas:
a. Reescribir una o varias partes del cuento con el objetivo de lograr una mayor identificación y buscar un cambio de actitud (asumiendo nuestra libertad y responsabilidad).
b. Escribir libremente a partir de lo que nos quedó resonando: sensaciones, asociaciones con nuestra propia situación de vida, el significado que tiene para nosotros el cuento, las ideas y opiniones que se nos ocurren al respecto.
c. Escribir un cuento.
d. Generar vínculos entre los participantes del grupo, ya sea con la intermediación de la institución o sin ella, ya sea en el siguiente encuentro o fuera de este ámbito.

C. Metodología:
La propuesta: consiste en un encuentro semanal de una hora y media coordinado por dos psicólogos logoterapeutas.

El procedimiento:
1. Se lee un cuento que tiene una duración variable entre 10 a 20 minutos.
2. Se plantean algunas preguntas, en primer lugar, orientadas a que se expresen emociones, sensaciones, sentimientos: ¿Cómo se sintieron? ¿Que sensaciones tienen? ¿Qué generó el cuento en ustedes?
3. Se realiza una discusión entorno al cuento, fomentando la participación del público presente y apuntando al logro de los objetivos.
4. Se plantean consignas para trabajar a nivel grupal, cumpliendo con los objetivos de la actividad (expresión de identificaciones, toma de conciencia, iluminación de campos de sentido, etc.), definiendo a su vez objetivos específicos para cada cuento. Por ejemplo, ponernos en lugar del personaje principal del cuento y vernos en la situación (autodistanciamiento). ?Si yo estuviese ahora en esa situación: ¿cómo me sentiría??
5. Luego de haber ?vivenciado? la catarsis, la identificación con los personajes y las alternativas, se sugiere que la persona intente pensar en su vida actual y piense en un posible cambio de actitud o una toma de decisiones que el cuento haya iluminado o revelado.
6. El coordinador retoma algunas de las ideas planteadas y realiza el cierre de la sesión, abordando la problemática psicológica que surge a partir del debate.

D. Las sesiones y el grupo:
Cada encuentro tiene su comienzo, desarrollo y cierre en si mismo, es decir que no hay una continuidad entre uno y otro. Es único, independiente de los otros. La propuesta es siempre la misma, pero con un cuento distinto a cada sesión.
No podemos definir al grupo como abierto ya que lo que lo caracteriza es, no solo ser abierto sino más aún, volverse a conformar en cada encuentro.

E. Los cuentos:
En el ciclo 2007-2008, los cuentos leídos (narrados logopsicoeducativamente) hasta el momento son los siguientes:

1. Mamá y el sentido de la vida. Irvin Yalom (libro homónimo)
2. Verde y sin Paula, Mario Benedetti (Geografías)
3. Nunca creí que me pasara a mi, Irvin Yalom (El verdugo del amor)
4. Casa tomada, Julio Cortázar (Bestiario)
5. Dos sonrisas, Irvin Yalom (El verdugo del amor)
6. Háblame de ti, Inés Fernández (Inédito)
7. Joyas en el basurero, Juan Antonio Vallejo-Nágera (Concierto para instrumentos                      desafinados).
8. Sólo vine a hablar por teléfono, García Márquez (Doce cuentos peregrinos).
9. Una flor amarilla, Julio Cortázar. (Final del juego)

4. Algunos de los factores terapéuticos de ?Cuentos que Curan?: (Seguimos aquí las premisas del libro ?Guía breve de psicoterapia de grupo? de Yalom y Vinogradov, Ed. Paidós)
?Las experiencia grupales en sí son omnipresentes, pero las experiencias grupales de cohesión, de apoyo o de autorreflexión parecen ser cada vez más difíciles de alcanzar en nuestra moderna e industrializada vida. Los grupos constituyen una parte esencial de nuestra experiencia de desarrollo, desde nuestra primera unidad familiar, pasando por la clase, hasta las personas que nos rodean en el trabajo, en el ocio y en el hogar. Al mismo tiempo, llegan a nuestros oídos quejas sobre una creciente alineación interpersonal en la vida moderna, una sensación de aislamiento, anonimato y fragmentación social?. (p23).
De esta manera, Yalom destaca no solo la importancia que tienen las interacciones interpersonales en nuestro desarrollo psicológico, sino también la excepcional herramienta terapéutica que brinda el escenario grupal.
Este autor ha desarrollado un inventario de base empírica, construido por once factores, de los mecanismos terapéuticos que operan en la psicoterapia de grupo. Presentaremos a continuación alguno de estos factores en forma sintética con el fin de extrapolarlos a la actividad en cuestión, ya que consideramos que muchos de ellos son elementos que están presentes en los encuentros de ?Cuentos que curan?.

1. Infundir esperanza:
La fe en un tipo de actividad es en sí terapéuticamente eficaz, afirma Yalom, tanto cuando el participante tiene altas expectativas de ayuda como cuando el coordinador cree en la eficacia de la misma.
Hemos observado en estos encuentros, personas infundiendo esperanza a otras, hemos escuchado comentarios de algunos participantes admirados e inspirados por la actitud de otros. 
El hecho de reunirse para escuchar un cuento, hablar y compartir lo que hemos vivenciado con dicha lectura, infunde esperanza respecto a la posibilidad de enfrentar las propias problemáticas.
El escenario grupal desempeña un papel fundamental en mantener la confianza de que se pueden superar las dificultades.

2. Universalidad
Muchas personas sienten una abrumadora sensación de aislamiento. Están convencidos de que su soledad es única, de que sólo ellos tienen ciertos problemas o impulsos inaceptables. Estas personas están a menudo socialmente aisladas y tienen pocas oportunidades de intercambio social franco y sincero. En un grupo de estas características, las personas experimentan, por lo general, un gran alivio cuando descubren que no están solos, que sus problemas son universales y los comparten otros miembros del grupo.

3. Transmisión de información-Instrucción didáctica
La transmisión de información tiene lugar en el seno de un grupo siempre que un terapeuta instruye didácticamente a los participantes sobre el funcionamiento mental o físico o siempre que el líder u otros miembros del grupo dan consejos u orientación directa sobre problemas vitales.

4. Altruismo
En estos grupos, los participantes se ayudan mucho entre sí. Comparten problemas similares, se ofrecen mutuamente ayuda, sugerencias e insights, y se tranquilizan unos a otros. Para una persona que se siente desmoralizada y cree que no puede ofrecer nada de valor a nadie, la experiencia de ser útil a otros miembros del grupo puede resultar sorprendentemente gratificante y es una de las razones por las cuales los grupos incrementan con tanta frecuencia la autoestima.
El acto altruista no sólo potencia la autoestima, sino que también distrae a las personas que malgastan gran parte de su energía psíquica inmersos en una obsesiva concentración en si mismos. Muchas veces la persona que se encuentra atrapada en cavilaciones sobre sus propias tribulaciones psicológicas se ve repentinamente obligada a ser útil a otra persona.

5. Comportamiento imitativo
Resulta difícil calcular la importancia que tiene el comportamiento imitativo como factor terapéutico, pero la investigación psicológica y social indica que los psicoterapeutas subestiman su importancia. Los miembros se benefician de la observación de otra persona que tiene problemas similares, un fenómeno que se denomina aprendizaje vicario.

6. Catarsis
La catarsis, o dar rienda suelta a las emociones, es un factor terapéutico complejo que está asociado con otros procesos grupales, especialmente con la universalidad y la cohesión. El puro acto de dar rienda suelta a las sensaciones, en sí mismo, raramente promueve un cambio duradero, aunque va acompañado de una sensación de alivio emocional. Lo que es de primordial importancia es compartir con los demás el propio mundo interior con el fin de ser aceptado en el grupo. Ser capaz de expresar emociones fuertes y profundas, y aun así ser aceptado por los demás, es algo que pone en entredicho que seamos repugnantes e inaceptables o que nadie pueda sentirse capaz de querernos.
Para lograr que se produzca el cambio, la persona, primero tiene que experimentar algo con intensidad en el escenario grupal, y sufrir la sensación de catarsis que acompaña a dicha intensa experiencia emocional; después debe proceder a integrar el suceso catártico a través de la comprensión de su significado, primero en el contexto del grupo, y segundo en el contexto de su vida exterior.

7. Factores existenciales
Uno de los enfoques existenciales para comprender los problemas de los pacientes postula que la lucha primordial del ser humano es aquella que tiene lugar contra los hechos dados de la existencia: la muerte, el aislamiento, la libertad y la carencia de sentido vital.
En los encuentros de ?Cuentos que curan?, tales hechos existenciales desempeñan un papel central en el desarrollo de la actividad, considerando las temáticas elegidas a través de la selección de cuentos, temas esenciales a la antropología de la Logoterapia.

8. ?Verde y sin Paula? de Mario Benedetti
Relataremos aquí a modo de ejemplo, el trabajo que se puede realizar en torno al cuento de Benedetti.

Síntesis del cuento:
Este cuento se enmarca en una época histórica particular de nuestro país, la dictadura vivida dese el año 1971 al 1984 y el exilio al que muchos uruguayos se vieron obligados. El personaje principal del cuento (sin nombre) se encuentra en Europa exiliado. Había huido de su país por temas políticos, con una ?muerte a cuestas?.
A partir de este hecho determinante ?la muerte de un hombre-, el personaje cae en una profunda depresión y no ve otra alternativa a su vida que el suicidio.
Aparece en todo el relato la figura de Paula, quien conoce su dolor pero no puede hacer nada para impedir su decisión.
El desenlace nos sorprende, cuando al límite del ahogo, el hombre grita y grita a su vez una niña que también se está ahogando; el la salva salvándose a si mismo.

Análisis del cuento:
Luego de la lectura (de gran impacto emocional) guardamos minutos de silencio y poco a poco vamos recogiendo los sentimientos de las personas.
El coordinador, va trasladando las características de los personajes y la dinámica del relato, a los conceptos logo terapéuticos. Se analizan algunas de las ideas centrales del cuento y sus significados: la culpa, el azar, Paula, el rápido recorrido a través de los años vividos, el mar, la niña, etc. 
Nos ubicamos en el personaje, en el ?cuerpo? del personaje, ?somos el personaje? por unos minutos, para vivenciar el cuento. Vamos caminando junto al, hacia la nada, hacia la muerte, vamos repasando nuestra vida, nuestros afectos, qué fue de ellos, cuales fueron aquellas frases decisivas, aquellos goces y sufrimientos que me marcaron. A medida que el agua sigue subiendo por mis piernas, por mi estómago, también yo me voy ahogando, no encuentro otra salida, me justifico, me exonero de culpa, cargo con una muerte a la cual no le encontré sentido. Soy un ?pobre hombre? como dice Benedetti, con una muerte a cuestas. Después ocurre la sorpresa, la salida, el nadar sin pensar, para salvar a la niña que se ahoga y volver a la orilla y darme cuenta que hay otros, que la niña pregunta por mi y que debo subir rápido al hotel, antes que la mucama recoja el sobre (que incluye la carta de despedida a Paula).
Todo este proceso lo voy viviendo en mi mismo y pienso:
? ¿Quién está a mi lado?
? ¿Quién es mi ?niña salvadora??
? ¿A quién debo rescatar, para rescatarme a mí?
? ¿A quien le he escrito mi carta de despedida?
? ¿Estoy abierto al misterio? ¿A la posibilidad de esperanza mas allá de toda desesperanza?
? ¿Cuántas veces caigo en la actitud fatalista y depresiva del protagonista ?sin nombre? que no ve otra salida que ahogarse en el mar?
? ¿Confío en el Inconsciente espiritual?

En este resumen podemos recorrer nuestra vida, nuestra búsqueda de sentido, nuestras vivencias de ?sin sentido? y nuestras ?niñas rubias? que emergen a nuestro lado para rescatarnos.

9. Conclusión: No nos dejemos convencer
Al inicio de este articulo, Frankl, nos dejaba una maravillosa cita donde nos plantea que el escritor debe ser capaz de inmunizar al lector contra la desesperación.  Este es quizá el objetivo mas importante de la propuesta de CUENTOS QUE CURAN, generar un espacio comunitario, una comunidad de vida, donde al leer cuentos y vivenciarlos, podamos continuar viviendo y buscando un sentido autotrascendente a la vida.
Un sentido que nos mantenga siempre alertas y ?despiertos? frente al mundo que nos quiere dormir, para que sigamos consumiendo, para que sigamos siendo victimas y terminemos al final desesperados y apáticos.
No nos dejemos convencer por los inventores de enfermedades, no se dejen seducir por los ?nuevos fármacos? que todo lo curan y nos prometen quitarnos todo sufrimiento en la vida. La vida no tiene cura, tiene que ser vivida. Para nosotros no solo el ser espiritual no enferma, para nosotros, la persona no enferma, porque nuestro concepto de persona es diferente.
Intentamos generar una experiencia a su vez de PSICOEDUCACION PREVENTIVA, contra el vacío existencial, la apatía y las neurosis colectivas. Intentamos que cada integrante de los grupos de CUENTOS QUE CURAN, se lleve un contacto con sus posibilidades dormidas, de manera tal que al despertarse, las pueda realizar y pueda hacer algo para cambiar lo que somos. Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos dice el autor uruguayo Eduardo Galeano.
En realidad, vamos siendo, vamos caminando, vamos a construir frente al tedio y a la desesperación, una comunidad de sentido, de vida, que transforme las ?oficinas? (al decir de Sabina) que son los hogares y matrimonios actuales, en vida y ganas de vivir.

No se dejen seducir por la apatía, porque en el fondo, cuando uno menos lo espera, la niña rubia, emerge y se hunde y emerge y se hunde? tenemos que estar despiertos, no sea cosa que se emerja y no nos de tiempo para salvarla, para salvarnos, para retirar la carta que le escribí a Paula y pedirle que venga de nuevo, que ya no está la muralla, que ahora si, ahora si la vida ha derrotado a la muerte.
La logoterapia es terapia de las vidas futuras, no de las vidas pasadas, es ayuda para que lo que está por-venir, venga y se haga realidad.

Bibliografía:
? Benedetti, Mario. Geografías. Ed. Planeta Bs As
? Cortázar, J. (1951): Bestiario. Ed. Sudamericana, Bs. As.
? De Barbieri, A. (2005): Lo que cura es el vínculo. Miscelánea Comillas. Revista de Ciencias Humanas y Sociales. Julio..Diciembre 2005, No. 123 Vol. 63, Madrid. 
? Frankl, V. (1988): La presencia ignorada de Dios. Ed. Herder, Barcelona.
? Frankl,V.(1991):El hombre en busca de sentido. Herder, Barcelona.
? Galeano, E. (1989): El libro de los abrazos. Ed del chanchito, Mdeo.
? Paz, O. (1995): Los signos en rotación y otros ensayos. Altaza, Barcelona.
? Yalom, I. (2002): El don de la terapia. Ed. Emecé. Bs As.
? Yalom y Vinogradov. Guía breve de psicoterapia de grupo?  de Ed. Paidós

Curriculum abreviado de los autores:
Alejandro De Barbieri
? Psicólogo Clínico, egresado de Universidad Católica del Uruguay en 1994
? Profesor ayudante de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de las Materias: Análisis Existencial, y Fundamentos de Terapia Existencial.
? Egresado de la Fundación Argentina de Logoterapia ?Viktor E. Frankl? en 1996
? Doctorando, Universidad de Flores, Buenos Aires.
? Ha dictado cursos y conferencias sobre Logoterapia en Uruguay, Argentina, Paraguay, México, España e Italia.
? Ejerce como Psicólogo y Logoterapeuta en el plano educacional y clínico.
? Egresado del Postgrado en Psicología Clínica, Universidad Católica del Uruguay.
? Director del CELAE, Centro de Logoterapia y Análisis Existencial.

Marcela Arocena Ponce de León
Licenciada en Psicología, Universidad Católica del Uruguay,1996.
Logoterapeuta, 1996-1999.
Docente de los Cursos Introductorio, de Especialización y de Logoterapia Grupal en el CELAE, 2000- presente.
Psicóloga educacional del Colegio San José en Nivel Inicial y Primaria
Psicóloga en el CAIF Nstra. Sra. de Luxemburgo, 1997-2000.
Psicóloga clínica en el ámbito comunitario y privado, 1997-presente.
Egresada del postgrado en Psicología Educacional de la Universidad Católica, 1999-2000.
Diplomado en psiconeuroinmunoendócrinología en curso.
Curso de Formación Terapéutica. Centro de Psicología Humanista. Psic. Alondra Mendizábal, 1995.
Miembro fundador y docente de la Sociedad de Logoterapia del Uruguay, 1995-2000.
Miembro fundador y Directora del CELAE, 2000 ? presente.

MSN/ Email: alejandro@logoterapia.com.uy
Sitio Web: www.logoterapia.com.uy
Montevideo –  URUGUAY

ANEXO:

CUENTO: VERDE Y SIN PAULA
AUTOR: Mario Benedetti (Tacuarembó, Uruguay, 14 de septiembre del 1920)
LIBRO: GEOGRAFIAS  Reúne catorce relatos y otros tantos poemas escritos por Benedetti durante su exilio en España.  (1984)

Cuando se incorpora en la arena, dobla cuidadosamente la toalla, respira con fruición, camina hasta la orilla y se introduce lentamente en el mar, siente que no ha dejado nada a la improvisación. Allá arriba, sobre la almohada, en la habitación 512 del Hotel Cóndor, está el sobre con las cinco palabras en rojo: Para entregar a Paula Acosta. Lo recogerá la mucama cuando llegue, como siempre, a las doce. Le ha costado tres meses la decisión, pero a esta altura es irreversible. Francamente, ya no se soporta, hay que concluir. No tiene por qué apurarse, sin embargo. Cuando el agua le enfría los tobillos, sabe que ha comenzado el último capítulo. Uno de los primeros se remonta a otra playa, Atlántico por medio, con su madre y el padrastro, Víctor, caminando enlazados por la dura arena de Portezuelo, Joaquín tocando en la armónica una milonga cualquiera, y Mastín, minúsculo y húmedo, ladrando como siempre el bochorno de su nombre. Tiempos de candidez o de sordera, de inocencia o de soberbia, no lo sabe bien. Tiempos de acomodar sus diez o doce años saludables en el compacto bienestar, en las lenguas de sol, en la bocanada salitrosa, en las rocas limpísimas. Su madre y Víctor, tan jóvenes entonces y sin embargo (para él) tan antiguos. Y el padre que nadie menciona y a quien nunca conoció, aunque sí logró juntar pedacitos de su confusa historia a través de las revelaciones del primo José Carlos. La inesperada fuga, poco menos que delictiva, a algún lugar del extranjero, sin explicaciones ni carta, sólo noticias indirectas, desprendiéndose sin pudor de la mujer y el hijo. Imágenes de la madre llorando por horas y semanas, y también recuerdos de su recuperación seis años después, gracias a Víctor, que es atlético y bueno pero antiguo. En realidad, todos eran antiguos menos José Carlos y Paula, sus pares. Después de todo, se trata de un repaso consciente. No va a esperar la tradicional y vertiginosa película del ahogado promedio. Para qué. Tiene todo el tiempo disponible para ver la historia con calma. De modo que cuando el Mediterráneo roza sus rodillas, puede elegir el tramo adolescente, con sus notas brillantes y los veranos plácidos y la sincera alegría de Víctor, casi un padre, cuando él triunfa en los 800 metros llanos a nivel liceal, corriendo rezagado hasta los 600 para mostrar entonces toda su garra y pasar a los otros como a postes en el sprint final. Tiempo de lecturas, de primeros libros importantes y formativos. Y Paula. Regresos del liceo, tardecitas en el parque, descubrimiento de la Vía Láctea. Puede elegir las imágenes y hasta organizar el montaje. Es él, con los pies descalzos sobre las piedras del fondo, tan pulidas, y el agua ya en los muslos, es él quien traza inexorable el esquema. Por ejemplo el distanciamiento con Joaquín, que ya no toca milongas en la armónica y justifica frenéticamente la todavía apocada represión, se enrola en los grupúsculos de la ultraderecha, señala con el dedo a compañeros de clase. Y Paula. Química Orgánica con besos. Química Inorgánica con caricias. Física con todo. La madre en cambio tiene arrugas, pese a la cremoteca, y Víctor, a contrapelo de su paz interior, consigue una úlcera duodenal. El tiempo pasa. Unos abren los ojos, otros los cierran. La olita suave y traicionera le encoge los testículos. Aquí lleva tiempo adentrarse hasta lo hondo, hasta no hacer pie. La olita palpa el sexo. Paula también y ahí se quedó. Él creyó que para siempre y ella también. Se ha mantenido, en fin. Es él quien se va. La abandona por el mar infinito, por la paz enigmática. Paula es un cuerpo que él vio crecer, formarse, florecer, madurar, alojar un carácter. Y algo más. Paula, o la tentación de vida. Es arduo sobreponerse. Pero ya está. Todavía un ramalazo con la muerte de Víctor, en aquel desgraciado accidente del kilómetro 97, y el profundo desgarro de la madre, otra vez sola, más antigua que nunca. Sólo cuando el agua transparente le llega al estómago, la memoria estalla. No piensa en balaceras, porque detesta el léxico de las seriales norteamericanas, pero en realidad son eso: balaceras o ráfagas o fuego graneado. ¿Cuándo había arrancado la pesadilla? Tal vez cuando empezaron a caer los estudiantes. ¿Cómo quedarse quieto, arrinconado, a buen seguro? Y Paula. Otra forma de amor, casi un orgasmo comunitario. ¿Cómo no hacer algo, no participar? Y Paula. Qué riqueza, qué conmoción estrechar aquella vida fresca, igual y tan distinta. Qué riesgoso paraíso entrar en ella, fumar juntos, hacer proyectos, y volver a entrar en ella. Y salir después a las reuniones escondidas, donde hasta los gritos se murmuraban. Qué ciudad increíble, desacostumbrada, solidaria, discreta, osadísima, cordial, entrañable. Dos timbrazos en clave y puertas que se abren, mate, café, cerveza, planos de un trazo casi escolar, quién tiene fósforos, quémalo, chau. Y Paula. Por suerte ella no estaba cuando los pescaron en el chalecito de Atlántida. Fue a mediodía, entre turistas, bicicletas y vendedores ambulantes. Nadie pudo hacer nada. Lo habían previsto todo menos esa hora facilonga, ritual: el podrido mediodía. Los brazos horizontales, acariciando el agua, para que la olita lambetee por fin sus sobacos erizados. Es claro que había previsto la tortura y las obvias defensas mentales y los principios. Pero la realidad. Siete días y siete noches buscando y rebuscando algo para decirles que fuera verosímil y hasta medianamente cierto y que a la vez fuera inútil. Algo para que lo dejaran simplemente respirar. Y soltó aquella dirección, aquel apartamento donde ya no había nadie, porque una semana atrás ya todos se habían ido, dispersados. Y sin embargo le siguieron dando, larga, duramente, cuatro días y cuatro noches más, ya que, a partir de aquel dato, le exigían confirmaciones, continuaciones, epílogos. La vieja dirección donde ya no había nadie. Pero había. Carajo había. Mierda había. Y gracias a él, gracias a su desliz imperdonable, habían sorprendido a Omar, sólo a Omar, y se había defendido y lo habían acribillado. Ocho años desde aquello. Y nunca. El agua cada vez más fría es una soga alrededor de su pescuezo. Nunca pudo aceptarlo ante sí mismo. Aunque nadie lo supiera. Porque nadie lo supo, salvo Paula. Él mismo se lo dijo, aquí en Europa, ya aparentemente libre, porque un pasado así era demasiado para una sola memoria. Y él agradeció que ella no lo disculpara ni lo perdonara ni lo justificara ni le dijera qué vas a hacer ya pasó, él agradeció que sólo se abrazara a él y le dijera pobrecito mío. Porque eso era más o menos. Un pobre tipo con Omar a cuestas. Con Omar a quien nunca había visto, pero a quien sin quererlo había ayudado a liquidar. Y Paula. Desde ahí la relación fue otra. Porque ella comprende, comprende que él se sienta así. Sabe que él se apoya noche a noche en la altísima, infranqueable muralla de aquella muerte absurda que es como su propiedad privada y que lo separa de los otros, del mundo. Y ella se arrima y se recuesta con él en la lúgubre muralla, pero de ningún modo niega que ésta exista. Lo ayuda a encontrar soluciones, pero nunca falsas coartadas sino salidas reales. Pero no hay. Salvo ésta de entrar lentamente en el mar. Después de todo, no se va a asombrar cuando su cabeza, y con ella su pasado, su presente y su futuro, queden para siempre bajo el agua. Tiene experiencia de ese ahogo. Y el agua del Mediterráneo, pese a las denuncias sobre contaminación, es muchísimo más limpia que la del tanque con mierda de los cuarteles. O sea que es una compensación, algo como un premio que se otorga a sí mismo: ahogarse en un agua limpia, purificada y purificadora. Y Paula. La dejó bastante tranquila, en Barcelona, porque inventó que tenía que hablar sobre el Comité con Tito y Beatriz, que pasaban aquí sus vacaciones. Pero en rigor vino a hablar con el mar, con el Mediterráneo tan verde y sin Paula. Ese mismo Mediterráneo que ahora está en su mentón y sube hasta sus labios la salmuera de siempre. Y el sabor llega contemporáneamente con el grito, agudísimo en su desesperación. Sólo el ruido del agua y enseguida retorna, desgarrándose, más lejos en el aire, más adentro en el mar. No puede ni tiene derecho a hacer cálculos o a reflexionar. Dispone apenas de uno, dos segundos. El grito, que puede ser auxilio, o socorro, o simplemente ay, vuelve a quebrar la paz, esa paz enigmática ya a punto de acogerlo. Y no tiene otra opción que alzarse, sacudirse, flotar, detectar de dónde viene, y nadar, nadar, nadar con todo el vigor y la práctica de que dispone. La niña, aterrada y rubia, emerge y se hunde y emerge y se hunde y emerge y él aprovecha para asirla del pelo y sostenerla y acomodar su cuello bajo su brazo e impulsarse hacia la orilla con el otro, racionalmente, sin perder la calma, y nadar, nadar, nadar, con una nueva, acumulada, dinámica obsesión. Todo sucede como en un largo instante. Por fin la muchachita está tendida sobre la arena, y él contempla, con ojos acuosos y lejanos, cómo dos o tres robustos le aplican todos sus conocimientos sobre respiración artificial y boca a boca. Por lo menos cincuenta personas rodean el cuerpo tendido, y a cada rato alguno o alguna salen del ruedo y se le acercan y le tocan un hombro o le sonríen o le dicen bravo hombre o gracias a usted o si no es por su coraje o amigo te ganaste el día. Porque de pronto advierte que lo empiezan a tutear y la muchachita ha podido incorporarse y le han vuelto los colores y pregunta dónde está el que la trajo. Todo se va normalizando, pues. Y, sin que nadie se lo haya preguntado, alguien informa que son las once y media. Entonces él, sin el menor estupor y sin ninguna duda, es consciente de que debe subir corriendo hasta el hotel, a ver si consigue llegar a la habitación 512 antes de que la mucama recoja el sobre.

ACERCA DEL CURSO INTENSIVO DE LOGOTERAPIA

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Jimenez Sierra, B. Y Reina Cantalejo, C. (2001). Acerca del curso intensivo de logoterapia. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (5), 73-75.

ACERCA DEL CURSO INTENSIVO DE LOGOTERAPIA

Belén JIMÉNEZ SIERRA y Carmen REINA CANTALEJO

En este año se ha hecho posible iniciar en Madrid el primer Curso de Formación Intensiva de Logoterapia, cuya duración es de tres años. Se ha desarrollado la primera fase del 12 al 16 de noviembre. Esta semana intensiva de fomación se complementa con tareas propuestas a los participantes, que consisten en lecturas y trabajos de las obras de Viktor Frankl, así como varios fines de semana en los que tendrán lugar encuentros a lo largo del año.

El curso ha contado con ponentes de la talla del Dr. Oscar Oro y Dr. Gerónimo Acevedo, Presidente y Vicepresidente de la Fundación Argentina de Logoterapia; Ana Mª Oscariz y Mª Ángeles Noblejas, Presidenta y Vicepresidenta de la Asociación Española de Logoterapia; y, como invitado especial, el Dr. Carlos Díaz, fundador del Instituto Enmanuel Mounier.

En este encuentro hemos participado personas de los diferentes puntos de España, que al haber tomado contacto, de una manera u otra, con la Asociación Española de logoterapia, estábamos interesadas en profundizar en la logoterapia, bien por motivos personales o profesionales.

Nos hemos adentrado en las bases de la logoterapia, comenzando por abordar sus fundamentos filosóficos y una visión antropológica y del mundo, ya que sin este conocimiento no es posible entender la logoterapia. Hemos tomado contacto con grandes pensadores como antecedentes o adyacentes de la logoterapia como son Jaspers, Adler, Moren, Nietzche, Kierkegaard, Heidegger, Husserl, Scheler…

La logoterapia aporta a la psicología una concepción diferente del hombre, contempla la dimensión humana ignorada por la psicología dominante que apoya un modelo de persona bio-psico-social. La logoterapia propone un cambio de paradigma al considerar al ser humano desde una perspectiva bio-psico-socio-espiritual.

Esto supone una comprensión diferente del modo humano de enfermar, adquiriendo el concepto de salud una nueva resignificación, muy importante al concebir modelos de prevención, educación y asistencia. Y en general, es una nueva forma de comprender nuestra realidad.

La logoterapia responde a la realidad hedonista que vivimos actualmente, que se plasma con unos principios tales como ?hay que ser feliz?, ?buscar el placer y evitar el displacer?, ?el sufrimiento es vergonzoso y está carente de sentido?; la responsabilidad se ignora, ?hay que pasarlo bien?; se fomentan los derechos pero no los deberes; la muerte se concibe como algo temeroso; el hombre está determinado por los condicionamientos bio-psico-sociales. Un estilo de vida así nos lleva a la frustración existencial, a una vida carente de sentido.

La logoterapia propone la autotranscendencia, que sólo puede ser tenida en cuenta desde una dimensión espiritual del ser, donde la muerte y el sufrimiento inevitable son existenciales en los que la vida también puede encontrar un sentido. El hombre no está libre de condicionamientos, no obstante, posee la libertad de decidir qué actitud tomar ante las limitaciones con que la vida nos enfrenta. Lo importante no es tanto ser feliz o infeliz, sino que nuestra vida sea una vida llena de sentido.

Este abordaje integrador de la realidad que pone a la luz la logoterapia supone un planteamiento de vida y de acción enriquecedor, necesario como complemento en disciplinas de intervención como son la medicina, la psicología y psiquiatría, la sociología, la pedagogía…

La formación del logoterapeuta  exige un amplio conocimiento de las ciencias humanas y de una profundización en la antropología y filosofía. El logoterapeuta debe mostrar congruencia entre vida y obra  y ser coherente con el mundo de los valores (logos). Ejemplo de ello es la figura de V.Frankl.

Por último, decir que esta semana de formación intensiva, además de suponer un enriquecimiento personal, ha causado ilusión y sorpresa en los participantes, porque la enseñanza de contenidos del programa ha sido dada no sólo a nivel académico, como es lo habitual, sino también a nivel de vivencias y experiencias de vida de los ponentes, todo ello mezclado con una gran dosis de humanidad que han hecho que este curso se haya vivenciado de forma intensa y emotiva. Los ponentes han sido fieles indicadores de una teoría puesta en práctica, encarnada y vivida. Además, hemos admirado su bagaje cultural, sus conocimientos y su ilusión en la búsqueda de la verdad. También destacar el respeto que han mostrado por  otras posturas antropológicas y psicológicas, que no han estado reñidas con una visión crítica argumentada de sus limitaciones.

La figura de V. Frankl ha sido expuesta con el colorido y enriquecimiento que supone el hecho de que los ponentes argentinos conozcan no sólo su obra y pensamiento, sino que hayan compartido parte de su vida con Frankl.

Terminamos con una frase de V. Frankl, a quien conocemos más después de esta semana de formación y sobre cuya vida y obra deseamos seguir profundizando especialmente a lo largo de estos tres años de formación:

?Nada hay concebible que pueda condicionar al hombre de tal forma que le prive de la más mínima libertad?.

Belén JIMÉNEZ SIERRA es psicóloga y miembro de AESLO.
Carmen REINA CANTALEJO es pedagoga y miembro de AESLO..

El sentido de la vida

El sentido de la vida

Victor Frankl, psiquiatra judío y encerrado en un campo de concentración, aprendió la diferencia entre querer vivir y dejarse morir. Analizamos el pensamiento de Frankl y su visión sobre el sentido de la vida.

Por Lluís Pifarré

1.- La realidad Primaria del Sentido

Es fácilmente observable que amplios sectores de la sociedad moderna, de manera más o menos intensa, están afectados por diversos trastornos psíquicos, que se traducen en diversas anomalías mentales, como pueden ser determinados tipos de ansiedades, complejos, depresiones, angustias, desesperanzas, aburrimiento, tedio?etc. y que les lleva a recorrer largos y costosos peregrinajes por el intrincado mundo de psiquiatras y psicólogos, como señala Victor Fraknl:

?Los pacientes acuden al psiquiatra porque dudan del
sentido de su vida o desesperan de poder encontrarlo? [1]

Frankl, afamado psiquiatra y filósofo vienés, antiguo discípulo de Freud, y fundador de la ?Logoterapia?, es uno de los pensadores del S. XX que con más amplitud y profundidad han tratado de estos conflictos psíquicos, y que ha logrado despertar el interés por ellos. Especialmente en dos de sus obras: ?La Voluntad de Sentido? y ?La Idea Psicológica del Hombre?, considera que lo primario y fundamental para vivir de acuerdo con nuestra dignidad humana es el encontrar un sentido a la vida:

?El preocuparse por hallar un sentido a la existencia
es una realidad primaria, es la característica más
original del ser humano? [2]

Por ello sostiene, que un importante porcentaje de estos trastornos mentales, proceden del ?sinsentido? de la vida en el que se desenvuelve el itinerario existencial de numerosos individuos, producto de su vaciedad interior: Diversos filósofos de la antigüedad, como Sócrates, Platón, Aristóteles, los estoicos, los epicúreos, San Agustín, y un largo etcétera, ya se habían planteado desde sus propias ópticas especulativas, el concepto del sentido de la vida. Por ello se lamenta Frankl, que este concepto que justifica y da razón de ser a la existencia humana, no se haya planteado en los gabinetes psicológicos, hasta fechas recientes:

?Durante demasiado tiempo el clamor que busca el sentido
ha sido desoído? ?Este concepto tiene una historia larga,
pero la psicología moderna, hasta hace poco apenas
lo había utilizado sobre todo porque parecía inaccesible
a la ciencia? [3]

2.- Una peculiaridad propia del ser humano

Frankl considera que la búsqueda del sentido de la vida, es una peculiaridad propia del ser humano, que lo distingue radicalmente de los animales irracionales. Y es que el hombre, como nos recuerda Heidegger, habita el mundo, que es su morada, y lo organiza de acuerdo con sus intencionales proyectos y decisiones, en cambio el animal, se limita a corretear por el mundo. Por tal circunstancia, cuando algún psicólogo con anteojeras reductivamente biologistas, concibe que la frustración por la ausencia de un sentido de la vida responde a una enfermiza falta de inseguridad, a un complejo de debilidad, o a otras instancias semejantes, expresa un notable desconocimiento de la naturaleza humana, y se arriesga a tener una visión deforme y unilateral de su realidad óntica:

?El cuidarse de averiguar el sentido de su existencia es lo
que caracteriza justamente al ser humano en cuanto
tal -no se puede ni aun imaginar un animal sometido
a tal preocupación, y no es lícito degradar esta realidad
que vemos en el hombre a una especie de debilidad,
una enfermedad, un síntoma o un complejo. Más bien es
al revés [4]. ?La frustración de la voluntad de sentido,
no es de suyo algo patológico, y está también lejos
de ser enfermizo?[5]

Frankl reconoce y autovalora la importancia de su trabajo de investigación sobre la voluntad de sentido, y la positiva aplicación de su método de la ?logoterapia?, tanto por los excelentes resultados prácticos que ha producido en sus pacientes, como por su identificación con la sensibilidad y las necesidades del hombre actual:

?Es un hecho que la logoterapia al interpretar al hombre
como un ser en la búsqueda del sentido, hace vibrar una
cuerda en el ser humano de hoy que conecta con
necesidades de nuestra época [6]

3.- El placer como categoría suprema

Una de las conductas que revelan la ausencia del sentido de la vida, es la que le atribuye al placer sensible el rango de principio y categoría suprema, y se traduce en la búsqueda desaforada de aquellos objetos que lo producen, como las drogas, el sexo, el alcohol, los juegos de azar, etc. o también en el afán desmesurado de poseer imperativamente los múltiples productos y artefactos que se ofrecen en el mercado. Alejandro Llano, dirá al respecto que ?la tendencia del disfrute inmediato de gratificaciones sensibles es culturalmente letal. Adormece la capacidad de proyecto, fomenta el conformismo y domestica la disidencia. Se mueve en una espiral descendente, que sume a las personas en el vértice del hedonismo? [7]

?La búsqueda del placer, (el principio del placer),
comenta Frankl, aparece cuando se frustra la voluntad
de sentido? [8].

Este principio hedonista del placer, que Frankl critica con su habitual agudeza, es precisamente el principio en el que Freud, fundado en las subjetivas instancias desiderativas del individuo, sustentará su tambaleante estatuto cognoscitivo. Un principio del placer, que se ha acelerado en la equívoca denominación de la ?sociedad del consumismo?, y que actuando como anestesiador del espíritu, fomenta diversas formas de inmadurez psíquica que incapacitan para descubrir el auténtico sentido de la existencia humana:

?La pregunta por el sentido de la vida es expresión
de madurez mental. En la sociedad de
consumo y abundancia sólo hay una necesidad
que no encuentra satisfacción y esa es la necesidad
de sentido, su voluntad de sentido? [9]

Y es que la abundancia de ofertas y el innumerable elenco de instrumentos técnicos cada vez más sofisticados que nos brinda el supuesto ?estado del bienestar?, aunque es evidente que satisface necesidades básicas en distintos órdenes de la vida, hay que afirmar al margen de lo políticamente correcto, que no responde a las exigencias más hondas e íntimas de la persona si se toman y se absolutizan como fines en sí mismos. Pues el simple tener y acumular bienes materiales, no perfecciona de por sí a los sujetos si no contribuyen a la perfección y enriquecimiento de su ser. Es lo que ya en los años treinta, Gabriel Marcel expresó en su conocida formulación de que el sentido y el valor de la persona ?no está en lo que tiene, sino en lo que es?, es decir, no se trata solamente de ?tener más? sino de ?ser más?, proposición que de algún modo se podría identificar con la frase de Frankl:

?Las personas tienen los medios para vivir, pero carecen
de sentido por el qué vivir?[10]

Como palpablemente se puede comprobar, este cumulo de prestaciones que hacen más fácil y cómoda la existencia y mejoran la salud colectiva, no son de por sí una fuente de alegría y de acicate intelectual, si no que más bien desembocan, como Frankl sabe poner de relieve, en la insatisfacción afectiva, y en la pérdida de sensibilidad para el agradecimiento (especialmente en los jóvenes), si no se les confiere un sentido de orden superior:

?Los pacientes en su mayoría están sanos, pero no están
satisfechos de serlo, poseen abundantes bienes sin estar
agradecidos? [11]

Poner como exclusivo objetivo la mera satisfacción de las necesidades biológicas (como pretende el psicoanálisis) simplemente para restablecer el reequilibrio homeostático o psicológico, conlleva mutilar la integridad de nuestro ser y cegar la mirada ante el horizonte de los valores:

?El ser humano no agota su realidad en la satisfacción
de los instintos o las necesidades con miras a
mantener o restablecer su equilibrio psíquico, sino
que busca originariamente, cumplimiento de un sentido
y la realización de unos valores?[12]. ?La persona no está
determinada por sus instintos sino orientada
hacia el sentido? [13]

4.- La reducción biologista

Un reduccionismo psico-biológico, chato y romo, que se sustenta a costa de marginar otras dimensiones de la estructura humana, y que para Frankl supone una errónea interpretación que alimenta la ignorancia por el sentido de la vida:

?El reduccionismo tiene razón dentro de sus límites. Su
peligro es el pensamiento unidimensional que priva la
posibilidad de encontrar un sentido? [14]

Una de las consecuencias que se asienta en el ánimo de los individuos que se dejan impregnar por la ausencia del sentido, es para Frankl el aburrimiento. Un negativo sentimiento que desembocando en la abulia y la tristeza, se distribuye en un amplio repertorio de actitudes y comportamientos que se detectan por la falta de ilusiones y proyectos, o en la rutinaria frivolidad e insulsez de las conversaciones nutridas con los tópicos y cliches al uso, en un ir ?matando? y perdiendo tediosamente el tiempo, también en la reiterativa monotonía y falta de imaginación que se aprecia frecuentemente en los medios de comunicación, y cuyos obtusos autores tienen que suplantar su falta de talento recurriendo al mal gusto, las expresiones soeces, la fácil chabacanería o el papanatismo de moda, ante una masificada audiencia tan mediocre y aburrida como ellos, etc. Situaciones todas ellas, que ponen de manifiesto un vacío existencial que Frankl lo juzgará como el cáncer de nuestra época

?La gente vive en un vacío existencial que se manifiesta
sobre todo en el aburrimiento?[15] ?La gran enfermedad
de nuestro tiempo es la carencia de objetivos, el
aburrimiento, la falta de sentido y de propósito? [16]

5.- La asequibilidad del sentido de la vida

Pero encontrar el sentido de la vida, no es algo que se pueda lograr mediante disposiciones en el boletín oficial, o por imperativos sociales de autoridad, sino que es una posibilidad asequible para cualquier persona que encuentre la razón u ?objeto?, con la suficiente dignidad para justificar un verdadero sentido y arrastrar a la voluntad hacia su realización:

?La Voluntad de Sentido no puede ordenarse, es más bien
un acto intencional que no permite una autoimposición.
Para que surja debe ofrecerse un objeto. La búsqueda
de un sentido no es un asunto de una minoría intelectual.
sino de cada individuo [17]

Por ello, no hay que poseer una especial capacidad intelectual o ser un individuo con cualidades eminentes, para plantearse la necesidad de encontrar un sentido a la vida, y esto es así de natural, por la simple razón de que hallar un sentido es algo esencial a nuestra naturaleza:

?El sentido está a la alcance de la mano de todas y cada
una de las personas? [18]

Frankl comenta de que en la medida que aumenta el peso y gravitación de nuestros deberes y compromisos personales, y asumimos nuestras propias responsabilidades, sin atribuir a los demás las deficiencias de nuestros actos, también en esa medida, se incrementa la conciencia y el sentido de nuestra vida:

?Las dificultades cuanto más grandes sean, acentúan
el carácter de deber que tiene nuestra existencia y con
ello se da más sentido a la vida? [19].
?El interrogante de la vida puede ser contestado
si asumimos nuestra vida con responsabilidad que es
el sentido de nuestra existencia? [20].

El panorama existencial que Frankl nos traza, nos abre a una fundada y alentadora esperanza, al formular la posibilidad de que vivir de acuerdo con un sentido supone un impulso de la creatividad imaginativa y una motivación de la voluntad para ser capaz de plasmar nuevas e insospechadas realizaciones. El despertar de las facultades, establece las condiciones óptimas para descubrir un significado trascendente, hasta en los quehaceres más prosaicos y corrientes que realizamos en todos los tramos de nuestra vida, y que supone una concepción vital que se opone frontalmente al absurdo sartriano de la existencia

?El ser humano llega a ser creativo cuando logra
extraerle sentido a una vida que parecía absurda.
La vida es potencialmente significativa hasta el
último momento, hasta el último aliento? [21]

Para Frankl, el ácido corrosivo que disuelve el sentido de la vida, es la psicología de inspiración nihilista, cínicamente desenmascadora, que rechaza la dimensión espiritual y libre del ser humano y se niega a aceptar que la vida tenga un sentido de significación trascendente. Pero el precio a pagar por la materialista herencia recibida, es la obtención de un ser humano domesticado y biológicamente satisfecho, que por influencia de Nietzsche era, en última instancia, el objetivo que pretendía Freud de sus pacientes. Detrás de ese objetivo sólo queda una enigmática irracionalidad, sumergida en la insustancial vaciedad de su existencia, y cuando el individuo sensiblemente autosatisfecho, se atreve a arrimarse a su propia indigencia, siente el vértigo del abismo eternamente frío de la nada

?Esa psicología que a sí misma se llama deslarvante
y que no acepta la voluntad de sentido, ni aun en lo
espiritual en el ser humano, tilda como máscara lo
que es algo primario, original e irreductible. Lo que
se esconde detrás de esa psicología deslarvante, es la
tendencia a desenmascarar, a desvalorizar, una
tendencia que repudia lo espiritual del hombre y que de
este modo se declara a sí misma esencialmente nihilista? [22].

6.- El ser humano remite más allá de sí mismo

¿Pero en que realidad concreta y determinada debe fundarse la actividad humana, para encontrar un auténtico sentido en su vida? ¿No puede ocurrir, que sin darnos cuenta, estemos suscitando la necesidad de un sentido abstracto y vacío de contenido? Es lo que apunta Alejandro Llano cuando escribe: ?La cuestión del sentido no se dilucida ya en el ámbito del pensamiento abstracto, sino en el inmediatismo del contacto vital, en los encuentros personales, en el movimiento corporal, en la música y en el canto? [23].

Es indudable que el ser humano encuentra el sentido de la vida, en una diversidad de positivas y enriquecedoras actividades culturales, científicas, artísticas, deportivas etc, como Frankl señala en diversas ocasiones. Es cierto, por tanto, que existe todo un campo de posibilidades dadoras de sentido, pero también es cierto, que el auténtico y verdadero sentido, el que responde a las exigencias más hondas e íntimas del ser humano, es el sentido que se inspira en la dimensión trascendente de la persona, que no es otro, que el sentido que se funda en Dios como el acto de ser perfecto que posee la plenitud de sentido. Frankl reproduce la frase de Einstein en la que dice: ?preguntar por el sentido de la vida significa ser religioso? [24], e interpretar el verdadero sentido, dirá el psiquiatra vienés, supone ser espiritual:

?La interpretación del sentido supone que el ser humano
es espiritual? ?El hecho antropológico fundamental es
que el ser humano remite siempre más allá de si mismo,
hacia algo que no es él, hacia algo o hacia alguien, hacia
un sentido. El ser humano se realiza a si mismo
en la medida que se trasciende? [25]

Frankl afirmará a lo largo de sus escritos, su atrevido silogismo, que el paso del tiempo se cuida de corroborar cada vez más, de que un elevado porcentaje de grados diversos de neurosis que sufre el hombre actual, tienen su origen en el bloqueo represivo de las virtudes y valores espirituales de la persona que se aprecia en la sociedad contemporánea, que le hacen desembocar en la pérdida de la voluntad de sentido y el vacío existencial.

——————————————–
[1] Victor Frankl, , ?El Hombre Doliente?, Ed. Herder, Barcelona, 1984, p 36
[2] Idem?La Idea Psicológica del Hombre?, Ed. Rialp, Madrid, 1965, p93
[3] Idem, La Voluntad de Sentido?, Ed. Herder, Barcelona, 1983, p 250-255
[4] Idem, p 58
[5] Víctor Frankl, ?La Idea Psicológica del Hombre?, p 59
[6] Idem, p 187
[7] Alejandro Llano, ?La Nueva Sensibilidad?, Espasa Calpe, Madrid, 1988, p 166
[8] V. Frankl, ?La Voluntad de Sentido?, p 12
[9] Idem, p 226
[10] Idem, p 245
[11] Idem, p 229
[12] Víctor Frankl, ?El Hombre Doliente?, p 38
[13] Víctor Frankl, ?La Voluntad de Sentido?, p 111
[14] Víctor Frankl, ?El Hombre Doliente?, p 17
[15] Idem, p 14
[16] Idem, p 22
[17] Víctor Frankl, ?La Voluntad de Sentido?, p 178
[18] Idem, p 250
[19] Idem, p 15
[20] Idem, p 16
[21] Idem, 246
[22] Víctor Frankl, ?La Idea Psicológica del Hombre?, p 116
[23] Alejandro Llano, ?La Nueva Sensibilidad, p 116
[24] Víctor Frankl, ?La Voluntad de Sentido?, p 115
[25] Víctor Frankl, ?El Hombre Doliente?, p 45 y 59

LA INTENCIONALIDAD: TÚ-Y-YO

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Díaz, C. (2001). La intencionalidad: tú-y-yo. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (5), 77-99.

LA INTENCIONALIDAD: TÚ-Y-YO

Carlos DÍAZ

La intencionalidad, centro de la fenomenología husserliana

Heredada de la escolástica primero1, y después de Brentano2, la intencionalidad es liberada por Husserl de la oscura caverna de la subjetividad en que la tenía encerrada su maestro, cuyo sicologismo se caracteriza por establecer un hiato entre el mundo de las vivencias y el mundo de la realidad objetiva (no-yo). Por decirlo brevemente, el sicologismo brentaniano sería la antítesis del conductismo sin sujeto. Husserl simplifica la situación afirmando que la intencionalidad es Bewusstsein-von, conciencia-de, no conciencia más de, no conciencia sin de, no conciencia antecedente sino conciencia que es más que conciencia, conciencia-de, a la vez que autoconciencia3.

No existe por un lado una noesis (sujeto) cerrada y por otro un noema (objeto) igualmente cerrado. La esencia de la intencionalidad radica en que noesis y noema consisten en su mútua apertura, en su bipolaridad. Sujeto y objeto sólo tienen sentido en su mútua referencia. Es frecuentemente engañoso decir que los objetos entren en la conciencia, o que inversamente la conciencia o el yo entren en relación con ellos de tal o cual manera, y paralelamente es engañoso decir que las vivencias intencionales contienen en ellas los objetos. Lo auténtico es que sólo hay una realidad a la vez sujeto-objeto. Si por un imposible entráseis en la conciencia, seríais arrastrados por un torbellino, lanzados hacia fuera de ella misma. Pues la conciencia no tiene dentro, ella no es más que el hacia afuera de sí misma, y esta huida absoluta, esta renuncia a ser una sustancia, es lo que la constituye como esencia4.

Ser conciencia-de no es tan solo limitarse a decir: aquí está ya el mundo terminado y yo lo fotografío tal como es. No. Tal sería la visión ingenua de la realidad. Ser conciencia-de es construir, dotar de sentido a los datos fenoménicos caóticos que me envía lo noemático. Sólo cuando el noema es constituido por la noesis nos encontramos con una realidad dotada de sentido.

Entre personas, cuando una es noesis la otra es noema; si te trata de autorreflexión, la persona se desdobla en una que es cogitante y la otra que es «cogitada». Este es un privilegio, el de poder objetivarse, que sólo corresponde al ser humano. Pero no siempre es fácil la dialéctica yo/no-yo.

Heidegger: contra el subjetivismo del sujeto

Heidegger se pregunta por la intencionalidad como «sentido del ser» (pregunta ontológica), pues el fundamento último de lo real se ha pensado y dicho en la tradición filosófica con la palabra «ser»; mas la dilucidación de lo que significa «ser» en la relación «ser y pensar» es imposible sin una previa «analítica» de la realidad humana (Dasein, ser-ahí). Por eso mismo la analítica existencial de dicho Dasein es una «ontología fundamental» y no una ontología regional, ya que hace posible la pregunta por el ser en general. Sólo desde el ser podría entenderse al hombre, y no a la inversa, por eso Heidegger no hace antropología, sino ontología: el hombre es el ahí-del-ser. De este modo la comprensión y revelación del sentido del ser tiene lugar a través del hombre (Dasein), pero eso no significa en modo alguno que éste sea el fundamento del ser, y ello por dos motivos:

a. Porque eso significaría caer en el «subjetivismo» y en el «humanismo» de la modernidad que Heidegger rechaza.
b. Porque eso sería hacer del humano (ente privilegiado) el lugar de manifestación del ser, cuando es precisamente a la inversa: es el ser el que fundamenta la comprensión del ente, incluso de ese ente privilegiado que es el ente humano. Lo cual propiciaría una visión del mundo en el que el hombre se entiende: a’. Como sujeto, y el mundo como objeto manipulable con razón instrumental, tecnológica, objeto de explotación. b’. Como ser que se apropia la verdad en forma de certeza y como utilidad, es decir, como principio de determinación absoluta, como voluntad de poderío. c’. Como ser que piensa y habla con un mero conocer representativo y como un significar empírico-reproductivo o figurativo.  

Contra el mero objetivismo sin sujeto

De todos modos, tampoco podría pensarse al ser sin ponerle en relación con el pensar humano que le piensa: «Decimos demasiado poco del ‘ser mismo’ cuando diciendo ‘ser’ excluímos al hombre, ignorando con tal proceder que él mismo constituye ‘el ser’; asimismo decimos demasiado poco del hombre cuando diciendo ‘el ser’ (no el ser del hombre) afirmamos al hombre y sólo en un segundo momento le hacemos entrar en relación con ‘el ser’. Pero también decimos demasiado si entendemos al ser como lo omniabarcante y al hombre como un ente particular entre otros (plantas, animales, poniéndole luego en relación con el ser, pues ya en la esencia del hombre está contenida la relación».

La analítica existencial

Aunque Heidegger es discípulo aventajado de Edmund Husserl, su «analítica existencial» (es decir, su análisis de la realidad humana, o sea, del Dasein o ser-ahí, o mejor aún, del ahí-del-ser) no se deja adscribir a ninguna escuela. En efecto, Heidegger llama «ontológico-existencial» (existenzial) a lo que expresa o manifiesta el ser del Dasein -la existencia-, a diferencia de lo «óntico-existencial» (existenziell), que afecta a las particularidades de cada concreto existente humano, al modo en que cada uno conduce o interpreta su propia existencia. Por su parte, a la esencia del Dasein Heidegger la denomina Existenz (existencia) o forma de ser (Seinsart), por eso «la esencia del ser-ahí radica en su existencia», como dice en su obra «Ser y Tiempo». Esa esencia está compuesta por una multiplicidad de rasgos sin principio unificante, cuya unidad no necesita ser otra cosa que la de formar parte del hecho de la existencia, del hecho de ser así (y no al modo del «yo pienso» kantiano, o de una sustancia, o de cualquier otro principio supremo). Tal esencia no es mero «pensamiento», sino libertad: la existencia precede a la esencia, y por eso el humano no tiene una naturaleza o esencia, sino que es invención de su propia libertad; el resto de las cosas cobra sentido ante la existencia humana.

El Dasein, ser-en-el-mundo

Pero el ser humano es un ser-en-el-mundo. ‘Mundo’ «no significa en modo alguno el ente terrenal a diferencia del celestial, ni tampoco lo secular a diferencia de lo espiritual, sino un estar abierto a la comprensión del ser desde una situación, o un encontrarse determinado y proyectado a un número indefinido de posibilidades» («Carta sobre el Humanismo»). Antes de todo captarme a mí mismo como sujeto estoy ya en el mundo, horizonte a priori de todo conocer y de todo autoconocer: no hay ninguna captación de mí mismo que no sea a la vez e inevitablemente de mí en el mundo, de mí que soy un quién irrepetible (Jemeiningkeit), y no un qué. La idea de ser-en-el-mundo pone de manifiesto que la humana intencionalidad primera no está referida a objetos o series sucesivas de objetos, sino a una totalidad de significado abierta, a la existencia en cuanto que ella pone de manifiesto el ser al que ella está abierta.

El Dasein, ser-en-el-mundo-con-los-otros

Ahora bien, ser-en-el-mundo es también ser-con-los-otros. El mundo del ser-ahí es el mundo del «ser con» (Mitsein). Si la disponibilidad o manejabilidad (Zuhandenheit), y el «estar dado» de los útiles (Vorhandenhait) son los tipos o formas básicas de los entes intramundanos, el ser-con-los-otros es un existencial humano, un carácter estructural de la existencia y no un modo de ser de las cosas, por eso no es un mero «ocuparse de» (Be-sorgen), sino un «preocuparse por» (Fürsorge), un tener «cuidado» (Sorge) de los demás y de sí mismo para desarrollar su libertad anticipándose (mediante su «preserse»), proyectándose y autotrascendiéndose: en esta apertura al tiempo sin reducirse al presente inmediato es en la cual el ser y el tiempo (entendido como temporalidad, es decir, como unidad de pasado, presente y futuro) entran en relación de vecindad y de cercanía5.

El riesgo de la caída

Tal actitud será la que evite su reducción a la mera «facticidad», al mero vivir en la condición ingenua, y en consecuencia será la que evite la «caida» (Verfallen), a la que sin embargo se expone continuamente el mundo de la técnica actual6.

El momento deconstructivo o destructivo

Desde esos existenciales o componentes básicos de la identidad del Dasein, y no habiendo algo así como un «grado cero» de la comprensión del mundo y del ser, es decir, un encuentro directo con la realidad, para entender en profundidad la identidad del ser hemos de movernos en un determinado círculo de posibilidades; algunas de ellas nos han sido transmitidas erróneamente, de ahí que por fidelidad a la realidad misma hayamos de ejercer la crítica de la historia y de la tradición.

El ser, la nada y la angustia

Sólo a quien intenta hacer por sí mismo la experiencia de comprender el ser desde el propio Dasein le es dado entender algo de lo que está buscando. Ahora bien, la experiencia del ser es a la vez vecina a la experiencia de la nada, y ésta se capta por otra parte desde situaciones límites como la angustia, una angustia que no es sicológica sino existencial. «La ciencia admite la nada, es decir, la abandona con indiferencia desde su altura como aquello que no hay. El pensamiento, que siempre es por esencia pensamiento de algo, para pensar la nada tendría que actuar contra su propia esencia. Porque la nada es la negación de la omnitud del ente, es sencillamente el no ente. Con ello subsumimos la nada bajo la determinación superior del no y, por tanto, de lo negado.

¿Hay nada solamente porque hay no, esto es, porque hay negación? ¿O no ocurre, acaso, lo contrario, que hay no y negación solamente porque hay nada? Nosotros afirmamos: la nada es más originaria que el no y que la negación. Si esta tesis resulta justa, la posibilidad de la negación como acto del entendimiento y, con ello, el entendimiento mismo, dependen de alguna manera de la nada. Si vamos a interrogar a la nada, es preciso que previamente la nada se nos dé. Es menester que podamos encontrarla. ¿Dónde buscar la nada, cómo encontrarla? Para poder encontrar algo, ¿no es preciso saber que está ahí? Efectivamente. Casi siempre ocurre que el hombre no puede buscar algo si no sabe por anticipado que está ahí lo que busca. Pero en nuestro caso lo buscado es la nada.

La nada es la negación pura y simple de la omnitud del ente. Es preciso que, previamente, la omnitud del ente nos sea dada para que como tal sucumba sencillamente a la negación, en la cual la nada misma habrá de hacerse patente. Pero ¿cómo vamos a hacer nosotros -seres finitos- que el todo del ente sea accesible en sí mismo, en su omnitud, y especialmente que sea accesible para nosotros? Podemos, en todo caso, pensar en ‘idea’ el todo del ente, negar en el pensamiento este todo así formado y luego ‘pensarlo’ como negado. Pero por este camino obtendríamos el concepto formal de una nada figurada, mas no la nada misma»7.

La nada, la angustia y la trascendencia

Ahora bien, «¿hay en la existencia del hombre un temple de ánimo tal que le sitúe inmediatamente ante la nada misma? Se trata de un acontecimiento posible y, si bien raramente, real por algunos momentos, en ese temple de ánimo radical que es la angustia. Angustia es radicalmente distinto de miedo. El miedo de algo es siempre miedo a algo determinado. La angustia no permite que haya semejante confusión. Lejos de ello hállase penetrada por una especial tranquilidad. Es verdad que la angustia es siempre angustia de, pero no de tal o cual cosa. La angustia de es siempre angustia por, pero no por esto o lo otro. Sin embargo, esta indeterminación de aquello de que y por que nos angustiamos no es una mera ausencia de determinación, sino la imposibilidad esencial de ser determinado.

La angustia hace patente la nada. Estamos ‘suspensos’ en angustia. La angustia nos deja suspensos porque hace que se nos escape el ente en total. Si muchas veces en la desazón de la angustia tratamos de quebrar la oquedad del silencio con palabras incoherentes, ello prueba la presencia de la nada. Pero ¿qué quiere decir que esa angustia radical solo acontece en raros momentos? Que la nada, con su originariedad, permanece casi siempre disimulada para nosotros. ¿Y qué es lo que la disimula? La disimula el que nosotros, de uno u otro modo, nos perdemos completamente en el ente. Cuanto más nos volvemos hacia el ente en nuestros afanes, tanto menos le dejamos escaparse como tal ente, y tanto más nos desviamos de la nada, y con tanta mayor seguridad nos precipitamos en la pública superficie de la existencia. La nada misma anonada. El anonadar no es un suceso como otro cualquiera, sino que, por ser un rechazador remitirnos al ente en total que se nos escapa, nos hace patente este ente en su plena, hasta ahora oculta extrañeza, como lo absolutamente otro frente a la nada»8.

Después de todo, ¿qué hemos podido decir del ser? Bien poco. Pero ¿acaso no es ese «bien poco» lo suficiente para evitar decir demsiado? Según Heidegger, «existir (ex-sistir) significa estar sosteniéndose dentro de la nada. Sosteniéndose dentro de la nada, la existencia está siempre más allá del ente en su totalidad. A este estar allende el ente en su totalidad es a lo que nosotros llamamos trascendencia. Si la existencia no fuese en la última raíz de su esencia un trascender, es decir, si de antemano no estuviera sostenida dentro de la nada, jamás podría entrar en relación con el ente ni, por tanto, consigo misma.

Con esto hemos obtenido ya la respuesta a la pregunta acerca de la nada. La nada no es objeto ni ente alguno. La nada no se presenta por sí sola, ni junta con el ente, al cual, por así decirlo, adheriría. La nada es la posibilidad de la patencia del ente como tal ente para la existencia humana. La nada no nos proporciona el concepto contrario al ente, sino que pertenece originariamente a la esencia del ser mismo. En el ser del ente acontece el anonadar de la nada. La nada es el origen de la negación y no al revés. Al quebrantar así el poder del entendimiento  en esta cuestión acerca de la nada y el ser, hemos decidido al mismo tiempo la suerte de la soberanía de la ‘lógica’ dentro de la filosofía. La idea misma de la ‘lógica’ se disuelve en el torbellino de un interrogante más radical.

La metafísica es una transinterrogación allende el ente para reconquistarlo después conceptualmente en cuanto tal y en total. En la pregunta acerca de la nada se lleva a cabo esta marcha allende el ente en cuanto ente, en total. Se nos ha mostrado, pues, como una cuestión ‘metafísica’. El ser es, por esencia, finito, y solamente se patentiza en la trascendencia de la existencia que sobrenada en la nada. El ir más allá del ente es algo que acaece en la esencia misma de la existencia. Este trascender es, precisamente, la metafísica: lo que hace que la metafísica pertenezca a la ‘naturaleza del hombre’. No es una disciplina filosófica especial ni un campo de divagaciones: es el acontecimiento radical en la existencia misma y como tal existencia»9.

Pero la intencionalidad humana, que es intelectiva, es también afectiva, tanto que unas veces se hipertrofia y otras se atrofia. No Heidegger, sino otros discípulos de Husserl como von Hildebrand así lo estudiaron. Veamos.

Desviaciones hipertróficas de la intencionalidad en von Hildebrand

Sentimentalismo
En lugar de centrarse en el objeto intencional (noema) que origina nuestra respuesta afectiva, la persona se centra en su propio sentimiento noético; el contenido de la experiencia se desplaza de su objeto al sentimiento ocasionado por el objeto, y así la conmoción hasta las lágrimas sirve más que nada de instrumento para procurarse un gozo, una sensación placentera, degradando el sentimiento a un puro estado emocional, el sentimentalismo. Resultado: carente de refrendo objetivo y de criterio verificable de contrastación, este egotista queda embrollado en la dinámica de su propio corazón sin saber distinguir entre lo grande y lo pequeño, y de este modo termina enredado en disputas pequeñas y triviales, como es usual entre personas de pocas luces y de mente estrecha: un exceso de ego empequeñece la afectividad del yo, por paradoja.

Autocomplacencia
Se da esta situación cuando el sujeto toma su propio entusiasmo como señal de hallarse en posesión de la virtud, lo cual no debe tomarse por intensidad afectiva, sino por estado narcisista y desordenado del alma. Variante de lo mismo: quien, no sabiendo frenar su sentimiento de compasión ante el borracho que le suplica una copa más, se la sirve aunque ello resulte desastroso para el borracho mismo. Esta persona ignora que el verdadero amor obliga a pensar en el bien objetivo de nuestro prójimo (alguna vez en la vida «quien bien te quiera te hará llorar»), y que en ocasiones un «no» puede ser una manifestación mucho más verdadera de afecto que un «sí». Ciertos corazones «demasiado buenos», más que benevolentes o delicados, son débiles y desordenados.

Histeria
Esta perversión intencional puede darse incluso cuando uno se acerca a Dios simplemente para saborearse a sí mismo, degustar los propios sentimientos, instrumentalizando la oración como medio para satisfacerlos. Aquí se desconoce el pesar contrito, así como la voluntad de no volver a pecar, toda vez que se hace de la contricción un mero estado emocional. Verdad es que el amor no puede existir sin una constante agitación, pero bajo el signo de una orgía de contricciones, según se vive en determinadas sectas, el agente puede llegar a entregarse a un frenesí de remordimiento público revolcándose por el suelo y lanzando gritos salvajes, aunque volviendo después a la «normalidad» sin que se haya operado ningún cambio fundamental en su vida, pero sintiéndose mejor tras la liberación emocional de la mala conciencia. Se trata de una autoindulgencia emocional, de una «confesión barata».

Exhibicionismo
Ante una gran audiencia el sujeto se recrea hinchando retóricamente su indignación o/y su entusiasmo. Y, luego, nada de nada. Los espejos harían bien reflexionando un poco antes de devolver las imágenes.

Desviaciones atróficas de la intencionalidad

A veces ocurre lo contrario: no mostramos nuestro lado afectivo a quienes nos rodean: si son alumnos, los tratamos como a máquinas de archivar, decimos que valen para ciencias o para letras, sin preguntarnos si son buenos, etc. La estadística, el resultado sin la intención, todo eso nos hace vivir vidas burocráticas, que no dan de sí todo lo que llevan dentro, y que secan la riqueza de humanidad que podrían gozar.

Esteticismo
El esteticista, en lugar de interesarse por el herido grave en un accidente, se preocupa sobre todo de observar sus reacciones, su expresión, etc, pues sólo le interesa la clasificación estadística, la ocasión para aumentar el conocimiento, la curiosidad, etc. Difícilmente podría decirse de este afectivamente mutilado que su conocimiento llegará a profundo, pues le falta la empatía necesaria para entrar en lo vivo, en lo irrepetible, que forma parte inextirpable de lo real. Una variante de lo mismo puede darse en el esteta refinado, con un corazón, si no endurecido, sí helado. Nerón se deja conmover por la llama que incendia la ciudad, permaneciendo indiferente al achicharramiento de los ciudadanos. Mucho esteticismo desmayado se esconde en general en todas las manifestaciones del arte por el arte, o del arte-espectáculo. Sin embargo, esta falta de corazón dista de ser desapasionada como presume, pudiendo llegar a generar fanáticos del esteticismo, para quienes no importa el sufrimiento ajeno, ya que la compasión les parece una abominable debilidad.

Pragmatismo
Para el utilitarista, para el pragmático, toda experiencia afectiva resulta superflua y constituye una pérdida de tiempo, por eso -carente hasta de la menor educación sentimental, incapaz de entender los dolores fecundos- se mofa de cualquier gesto de compasión por el sufriente, de ahí que diga: «la compasión no ayuda, haz algo y no pierdas el tiempo con sentimentalismos». También para el burócrata metafísico sólo cuentan las cosas que tienen realidad jurídica, de ahí que su afectividad se reduzca a la satisfacción que siente al cumplir al pie de la letra las prescripciones legales10.

Amargura
El corazón del amargado ha sido cerrado y endurecido por algún trauma o por alguna herida inflingida por alguien a quien amaba ardientemente, o por el mal trato de la vida. Ese empequeñecimiento o supresión completa de la afectividad, que cierra su corazón -lo sella- por temor, malentiende los ideales religiosos, considera equivocadamente toda afectividad como una pasión, teme el riesgo que implica todo sentimiento o todo ‘querer cautivado’, y luchando por silenciar su corazón recela de cualquier respuesta afectiva como si perjudicara a la integridad de la moral o, por lo menos, como algo innecesario: la voluntad reduce a propósito toda la afectividad y silencia el corazón. Lo encontramos también en quien lucha por conseguir la apatía y coloca la meta del sabio en la indiferencia.

Endurecimiento
Hay afectivamente impotentes; ni saben lo que es una emoción, ni se interesan en aprenderlo, de tal modo que su corazón parece tan bruñido como el acero. Puede consumirles todo tipo de sentimientos negativos (odio, rabia, ira, envidia, avaricia, orgullo, codicia, pánico, etc), comportándose entonces como animales salvajes, pero son incapaces de dejar afectar su corazón, porque los afectos y dolores que verdaderamente llegan al alma han debido despejarse previamente de todos los sentimientos destructivos. Tales gentes no podrán dejar hablar a su corazón: sabido es que el toro manso cuando se ve acorralado se vuelve violento, mas no por ello bravo. No debe tomarse, sin embargo, por tales a quienes padecen una afectividad débil, oscura, salvaje. Un borracho víctima de su propio vicio puede poseer un corazón sensible; un irascible, a pesar de que su irascibilidad le lleve a violentas explosiones de iracundia, puede asimismo tener buen corazón.

Un mismo resentimiento como fondo
En el fondo de las anteexaminadas posiciones late el resentimiento que no acepta que otro lo haya hecho mejor y merezca por su excelencia un homenaje. El resentido destruye los valores por no poderlos sustanciar él mismo, se cierra al reconocimiento del superior cuya superioridad siente como una aminoración de la propia valía. Si el alma noble se alegra incluso por aquellos valores que ella misma no es capaz de realizar, felicitando cordialmente al vencedor por haber sido capaz de lo sublime, por el contrario el resentido envidia o incluso llega a odiar aquello que es mejor que él, de ahí su crítica a los mejores, negándoles, discutiéndoles o rebajando sus cualidades; en los casos más agudos se llega incluso a falsificar la tabla de valores mismos, es decir, al resentimiento contra el valor en cuanto tal11. Falta aquí lo que llama Martin Buber la Auslese: hacer posible la densidad selectiva del preguntar bien orientado desde la capacidad de seleccionar y de elegir que ha de poseer la persona, es decir, desde su inventividad, desde su intención creativa (Absicht)12. Quien no sea capaz de anticipar la pregunta del maestro no sabrá responderla.

La intencionalidad en el personalismo comunitario

La persona es relación

Considerada en su realidad intencional, la persona es un subsistente: un subsistente relacional. Junto a la tradición quietista que acentúa el carácter de autoposesión de la persona, una nueva tradición, la de Ricardo de San Víctor y otros en el siglo XII, sin negar esa dimensión personal, acentúa la dimensión relacional distinguiendo entre el sistere (estar quieto), y el existere (venir de u originarse de) personal: la persona subsistente es relacional, relación subsistente con Dios, y con las demás personas. Vivir es con-vivir, mirar es mirar y ser mirado:

«El ojo que ves no es
ojo porque tú le veas,
es ojo porque te ve»13

No somos la suma de un yo más un tú separados; entre tú y yo y entre yo y tú vamos caminando14, entre «nosotros existe o surge de tiempo en tiempo una relación esencial; es decir, que en el ‘nosotros’ rige la inmediatez óntica que constituye el supuesto decisivo de la relación yo-tú. El nosotros encierra el ‘tú’ potencial. Sólo hombres capaces de hablarse realmente de tú pueden decir verdaderamente de sí ‘nosotros’»15. Alteridad y yoidad conviven en el nosotros que somos16, en su recíproca inter-relación: «yo llego a ser yo en el tú; al llegar a ser yo, digo tú»17. Yo-y-tú podemos personificarnos, o cosificarnos y embrutecernos; cuando la personificación vence sobre la cosificación, se produce el roce con la eternidad18, la comunificación perfecta, el nosotros verdadero19. Autonomía abierta, cuyo sí mismo no se ensimisma, la persona ejercita la libre afirmación de su ser con las demás personas; socialidad dialogante, su diálogo es duálogo20, y su existencia (o ek-sistencia: su procedencia de otros) no es ego-céntrica, sino inter-comunicada, ex-céntrica, en la medida en que com-parte su centro con otros centros, está intercomunicada:

«Poned atención:
un corazón solitario
no es un corazón»
(Antonio Machado)

Siendo-en-el-mundo, la persona no es un «yo» cerrado o clausurado que en un segundo momento hubiera de abrirse al tú, ni un yo antecedente separado al que luego se le añadirían desde el exterior unos tús consecuentes, sino un yo-contigo-y-con-nosotros desde el inicio21. En la relación personal se da el perderse-encontrarse, el desposeerse-poseerse: únicamente posee quien da, pues (antítesis de las garras y de la mano prensil) las manos humanas se llenan tanto más cuanto más vacías se quedan por amor. No busque nadie la humanidad en el egocentrismo aislacionista, sino la identidad a través de la alteridad, en la alterificación, es decir, en el hacerse otro (alter) sin dejar de ser uno. En esta dialéctica, donde el ipse es idem a través del alter, el uni-verso se hace multi-verso. Persona es antítesis de solipsismo egocéntrico, o sea, encuentro, ad-venimiento, acontecimiento, y por tanto rechazo del absurdo, que consiste en permanecer sordo-de (ab-surdus) ante el otro. La relación humana capaz de generar encuentro siempre nos inter-esa con interés des-inter-esado, ya que en ella vivimos nuestro ser (nuestro es) como un des-vivirnos por el tú, cuya suerte me interesa. Desvivirse interrelacionándose es lo verdaderamente inter-esante: interés óntico, que es desinterés ético22.

La persona como «persona tú-y-yo»: la relación interpersonal

En la lengua aymara hay cuatro personas, y la primera es tú. La prioridad dada al tú está en relación con la diferenciación entre el humano y lo no-humano. Los pronombres juma (tú y los tuyos, pero no yo ni los míos), jiwasa (tú y yo con o sin los demás), naya (yo y los míos, pero no tú y los tuyos), jupa (ni tú ni yo, él o ella y los suyos) se utilizan exclusivamente para las personas, no para los animales ni para las cosas, para los cuales se reservan aka (esto), uka (eso), khaya (aquello), por lo que su empleo para personas sería un insulto; es importante para un aymara reconocer la humanidad del otro, para no tratarlo como a un perro23.

Por su parte los guaraníes, sociedad sin Estado, mantienen una economía de la reciprocidad24, y su sistema simbólico se encuentra vehiculado por una lengua donde el «nosotros» es esencial y el «yo» se ve sustituido por un nosotros con múltiples acepciones: nosotros masculino, femenino, exclusivo o incluyente. El guaraní responde a un tipo de cultura centrada en el «nosotros», y no en el «yo».

Frente al impersonalismo que plantea la vida como un quid pro quo (tratando a las cosas como si fuesen personas), el personalismo quiere descubrir el camino de vuelta, el rescate de los pronombres yendo del ello al él; del él al tú; del tú al yo; del yo al yo-y-tú; del yo-y-tú al nosotros personalista y comunitario. Para nosotros, «la experiencia primitiva de la persona es la experiencia de la segunda persona. El tú, y en él el nosotros, preceden al yo, o al menos lo acompañan»25. En resumen, el personalismo afirma que «el ser humano es por definición altruista, puesto que está vuelto hacia el otro»26, y que «el yo, para realizarse, llama oscuramente a un tú todavía no conocido. Pero, cuando la reciprocidad comienza a ser explícita, desplaza los campos de acción y de conocimiento aislados. El yo ya no vive en sí mismo, ni siquiera en el tú, sino en el nosotros»27.
                                                                     
Tú-y-yo, fragilidad relacional compartida

Según el Talmud, «nunca hay que hablar bien del prójimo, pues por ese camino se puede llegar a hablar mal de él. La prudencia aconseja, pues, callar el elogio a fin de no sucumbir enseguida a la tentación de denigrar a la persona alabada»; hablar de alguien sería darle tratamiento de tercera persona. Sin duda, «si seguimos al pie de la letra la prescripción talmúdica, nos veríamos condenados al silencio o al lenguaje de la pura invocación; en efecto, decir ‘él’ ya sería hablar mal de alguien. Pero esta moral no ha de aplicarse puntualmente. Nos recuerda solamente que las demás personas no pueden ser nunca un tema como cualquier otro y que ese ‘él’, pronombre de la persona, es ciertamente ‘la palabra más perversa de la lengua’. Se habla del prójimo por toda clase de buenas razones, pero también para no tener que responderle; uno cubre de predicados la desnudez de su rostro para no oír su llamada; uno le asigna cualidades para esquivar su emplazamiento: ésa es la esencia de la calumnia, y la mentira no es más que una agravación de esta fundamental escapatoria»28.

Tanto el yo como el tú son realidades delicadas, «esa realidad sobre la cual yo no tengo ningún dominio es una piel que no está protegida por nada, desnudez que rechaza todo atributo y que no viste ningún ropaje. Es la parte más inaccesible del cuerpo y la más vulnerable. Trascendencia y pobreza. Siendo muy débil, me inhibe cuando miro sus ojos desarmados. Sin defensa queda expuesto y me infunde vergüenza por mi frialdad o mi serenidad. Me resiste y me requiere, no soy en primer término su espectador sino alguien que le está obligado. La responsabilidad respecto del otro precede a la contemplación. El encuentro inicial es ético, el aspecto estético viene después.

A merced mía, ofreciéndoseme, infinitamente frágil, desagarrado como un llanto suspendido, el rostro me llama en su ayuda, y hay algo imperioso en esta imploración: su miseria no me da lástima, al ordenarme que acuda en su ayuda esa miseria me hace violencia. La humilde desnudez del rostro reclama como algo que le es debido mi solicitud. En efecto, mi compañía no le basta a la otra persona cuando se me revela por el rostro: ella exige que yo esté para ella y no solamente con ella. No soy yo quien en primer término es egoísta o desinteresado, sino que es el rostro en su desnudez lo que me hace desinteresarme de mí mismo. El bien me viene de afuera, lo ético me cae de arriba y, a pesar de mí mismo, mi ser se encamina hacia otro. El rostro del otro me insta al amor o por lo menos me prohibe la indiferencia respecto de él. Por supuesto, puedo volverle las espaldas, puedo desobedecer o rebelarme contra su conminación, pero nunca estará dentro de mi poder no oírlo. El rostro me acosa, me pone en sociedad con él, me subordina a su debilidad, en suma, me manda amarlo.

LA FILOSOFÍA EXISTENCIAL- HUMANISTA

LA FILOSOFÍA EXISTENCIAL- HUMANISTA.

La filosofía existencialista representa un parte aguas para la filosofía tradicional.
Sören Kierkegaard (1813-1855) es considerado el padre de dicha filosofía. Pero hasta casi un siglo después fue retomada y continuada en Alemania por Martin Heidegger.

Kierkegaard hablaba de la existencia concreta de la persona con su singularidad, autonomía, con su sentido de libertad y responsabilidad. Fue el primer autor en señalar que cuando surge la angustia, la impotencia, la desesperación, el quebranto y la culpa, es cuando el ser humano puede concientizarse de su humanidad.

La reaparición de sus ideas en Alemania y después Francia, reflejaban la situación de inseguridad, inestabilidad y angustia que se vivía en Europa tras la primera guerra mundial. Y se vio reforzada ?asentándose como fuerza independiente- después de la vivencia de la segunda guerra mundial.

Sus temas resonaban en lo más profundo de las personas de esa época: la preocupación por la ?existencia?, lo humano concreto. La explicación de la existencia humana desde el plano de lo inmediato de la experiencia personal. No se trata de entender ni analizar racionalmente la existencia humana, su fragilidad, su angustia, su finitud?

Rollo May define el movimiento existencialista como ?tomar como centro a la persona existente?, donde el énfasis se pone en el ser humano como surge y deviene.

Cuando el ser humano se enfrenta a los supuestos básicos de la existencia: la libertad, el aislamiento, la carencia de sentido vital y la muerte, entra en conflicto y angustia existencial. Sin embargo, no enfrentarse a ellos significa vivir dormido.

Siguiendo la línea de Kierkegaard, Martín Heidegger desarrolla una ?ontología fundamental?.

Heidegger fue alumno de Husserl, el creador de la fenomenología.
Plantea que el ser humano -por ser consciente de sí mismo- está en situación de preguntarse acerca de su ser, de su existencia y con ello ser simultáneamente en relación con otros seres humanos y objetos del mundo.
Este ser-en-el-mundo es ?arrojado? a su existencia.

Otros existencialistas empiezan a surgir y a hacer sus propios aportes. Por un lado, el existencialista francés Jean Paul Sartre, quien desde una postura atea enfatiza el sinsentido de la existencia y por otro lado el alemán Karl Jaspers quien se ubica dentro del existencialismo teísta junto con Gabriel Marcel.

Jaspers considera las ?situaciones límite? que nos presenta la vida como la ocasión para el hombre de trascenderse.  Tanto para Jaspers como para Kierkegaard abrirse a la trascendencia implica ?devenir lo que se es?, asumir la angustia de la propia condición del ser.

Por su lado, Martin Buber, destaca la filosofía del diálogo y plantea que la existencia auténtica sólo se logra en el ?encuentro? con el otro, en el diálogo yo-tú.

Los analistas existenciales como Ludwig Binswanger, Medard Boss, E. Minkowsky, Roland Kuhn, Igor Caruso y el propio Frankl, investigaban y publicaban sin ser conocidos. Estos autores permanecieron ocultos para América hasta que el libro de Rollo May ?Existencia? fue publicado en 1958.
Las corrientes filosóficas existencialistas y la fenomenología de Brentano y Husserl, se desarrollaron paralelas en el tiempo pero en forma independiente una de otra hasta que se cruzan en la figura de Heidegger.

Todos los autores existencialistas concuerdan en usar el método fenomenológico al abordar un tratamiento con un paciente. ?Esto significa entrar en el mundo de su experiencia y escuchar los fenómenos que relata sin ningún presupuesto previo que distorsione la comprensión?. (Yalom,1984)

Es la tradición existencialista europea junto con algunas circunstancias históricas, sociales y económicas como la depresión económica que vivía Estados Unidos, la migración de los intelectuales europeos perseguidos por el nazismo, entre otras, lo que da lugar al surgimiento de la Psicología Humanista en ese país.

Dicha migración significó una renovación cultural y humanista. Hubo un gran interés por la filosofía existencialista que los inmigrantes llevaban consigo.

Los escritos de Kierkegaard, Husserl, Heidegger, Buber, Jaspers y Sartre que planteaban una nueva visión del ser humano y de la vida fueron tan bien acogidas como las ideas de la filosofía oriental (Zen y Tao).

Muchos de los inmigrantes pertenecían también al mundo de la psiquiatría y de la psicología. Por un lado los representantes de la Escuela de Berlín de la psicología de la Gestalt: Max Wertheimer, Wolfgang Köhler, Kart Koffka y Kurt Lewin quienes emigraron juntos a los Estados Unidos.  Del campo del psicoanálisis los que se oponían al dogmatismo de Freud: Alfred Adler, Erich Fromm, Wilhelm Reich, Otto Rank, Fritz Perls, Ruth Cohn, Karen Horney, Frieda Fromm-Reichmann y Helene Deutsch. Y del área de la psiquiatría: Ludwig Binswanger y Medard Boss con su ?análisis de la existencia? y la orientación organísmica de Kurt Goldstein que fueron menos comprendidos en América.
Tras esta revolución ideológica, se establece en 1950 una nueva escuela ideológica encabezada por Abraham Maslow a la que llamaron ?psicología humanista?, pero no fue hasta 1961 que aparece públicamente con la aparición del Journal of Humanistic Psychology, y un año más tarde se funda la Asociación Americana de Psicología Humanista presidida por A. Maslow.

En 1963 James Bugental formula
CINCO PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA PSICOLOGÍA HUMANISTA:

1. ?El hombre, sobrepasa la suma de sus partes (o sea, que el hombre no puede explicarse simplemente a partir del estudio científico de sus funciones parciales)
2. El hombre es un ser dentro de un contexto humano (es decir, que el hombre no puede entenderse estudiando simplemente sus funciones parciales y dejando de lado su experiencia interpersonal)
3. El hombre tiene una conciencia (y solo puede explicarse psicológicamente desde teorías que reconozcan el curso continuo de la autoconciencia humana, tomada por sus distintas capas).
4. El hombre tiene una capacidad de elección (no es un espectador de su propia existencia, sino que crea sus propias experiencias).
5. El hombre tiene una intencionalidad (tiende hacia el futuro, tiene un propósito, unos valores y un significado)? (Yalom,1984)

Similitudes y diferencias entre la psicoterapia existencial y la psicología humanista:

A pesar de que la psicoterapia existencial (a la que pertenece la Logoterapia) mantiene relaciones un tanto confusas con la psicología humanista, comparten muchos supuestos básicos y no son pocos los psicólogos humanistas que tienen una orientación existencial. Entre ellos Maslow, Perls, Bugental, Bühler y Rollo May. (Yalom,1984)

H. Quitman nos dice que la filosofía existencial y la fenomenología europeas constituyen el fundamento más importante para los conceptos de la psicología humanista.

Oscar Oro coincide al decir que los humanistas comparten con los existencialistas europeos varios supuestos básicos y tienen una orientación existencial. Comparten también el valorar lo que el ser humano posee de superior: la razón, la libertad, la autonomía, la creatividad, lo indeterminado.

Otro aspecto que tienen en común tiene que ver con el planteamiento de Kierkegaard: ?la verdad existe para el individuo sólo en cuanto ésta se traduce en acción?.
?En América, la psicología existencialista ?se ha unido con la nueva psicología de la tercera fuerza?, así la mayor parte de los expertos en este campo hablan de la psicología existencial-humanista.? Nos dice Giordani. Oscar Oro por su lado afirma que más que un auténtico vínculo filial entre la psicología humanista y la existencial, existe no más que un parentesco.
A pesar de tener un transfondo común, varios autores marcan una línea divisoria. Rollo May subraya particularmente la falta de un sentido de lo trágico en la existencia humana por parte de los americanos, ?su represión del sentido ontológico, su huida de la conciencia de su propio ser?. (R.May,1978)

Otro aspecto  que omite la psicología humanista son los conceptos clave del existencialismo: la situación límite y la dimensión del sufrimiento.

Oro destaca una radical distinción entre la expansión del ser ?concepto central en la psicología humanista- y el ser-en-el-mundo y la trascendencia de la filosofía existencial. Igualmente marca la diferencia entre el concepto de espiritualidad según unos y otros.

Afirma también que los psicólogos humanistas han ido ?americanizando? el pensamiento existencial, adaptándolo a una visión empirista e individualista y no han integrado el pasado cultural europeo en su totalidad sino en forma muy parcializada, desligándolo de sus raíces filosóficas.

La teoría que Víktor Frankl desarrolla, al estar fundamentada sobre la tradición existencialista, toma en cuenta las limitaciones humanas y la dimensión trágica de la existencia. Es un gran optimista pero no basa ese optimismo en la negación u omisión de las limitaciones sino en la posibilidad de trascenderlas y de encontrar sentido, incluso en la tragedia. Intuye que el sufrimiento puede no ser en vano, puede abrir nuevas y profundas perspectivas en la persona y transformarse en un logro personal.

Frankl menciona el concepto central de su teoría ?el sentido de la vida- desde muy temprano (1925), pero es en los campos de concentración donde lleva a la práctica su teoría. ?Las auténticas facultades humanas de la autotrascendencia y el autodistanciamiento fueron verificados y convalidados en forma existencial en los campo de concentración. Este empirismo en su más amplio sentido de la palabra confirmó ?la voluntad de sentido? y la autotrascendencia y sus efectos terapéuticos.

Parte de su persona, más aún, responde a través de su vivencia a la pregunta que, como psiquiatra, intenta responder: ?¿Cómo puede uno despertar en un paciente el sentimiento de que tiene la responsabilidad de vivir por muy adversas que se presenten las circunstancias?? (Frankl,1989)

Gordon Allport ?en el prefacio de ?El hombre en busca de sentido?- pregunta: ?¿Cómo pudo él ?que todo lo había perdido, que había visto destruir todo lo que valía la pena, que padeció hambre, frío, brutalidades sin fin, que tantas veces estuvo a punto del exterminio-, cómo pudo aceptar la vida como digna de vivirla??

Se podría afirmar que la psicología humanista va de más (el potencial humano) a más (la autorrealización) mientras que la logoterapia va de menos (limitación y sufrimiento) a más (logro personal, sentido).

Referencias Bibliográficas:
Frankl, V.E. El hombre en busca de sentido. Ed. Herder, Barcelona, 1989.
May,R. El dilema existencial del hombre moderno. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1978
Yalom, I. Psicoterapia Existencial. Ed. Herder, Barcelona, 1984