Respaldo de material de tanatología

ANÁLISIS LOGOTERAPÉUTICO DE OBRAS LITERARIAS

Se autoriza el uso de este material citando su procedencia:
Prats, J.I. (1998). Análisis logoterapéutico de obras literarias. NOUS: Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial.  (2), 47-58.

ANÁLISIS LOGOTERAPÉUTICO DE OBRAS LITERARIAS

José Ignacio PRATS

“Una de las tareas de la literatura es dejar ver una posibilidad más allá de la realidad, la posibilidad de cambiarla, de transformarla (…) Si el escritor no es capaz de inmunizar al lector contra la desesperación, entonces tiene que abstenerse al menos de ‘infectarlo’ de ella” (Frankl, 1992, p. 185).

Así se expresaba V. Frankl en la Conferencia inaugural de la Semana del Libro 1975 en el Hofburg de Viena. El libro puede desempeñar un importante papel frente a la “enfermedad del espíritu” de nuestro tiempo, el sentimiento de falta de sentido, la frustración existencial.

Refiere, en particular, una novelita de L. Tolstoi, ‘La muerte de Iván Ilich’, que utilizó hablando a los reclusos de la prisión de San Quintín, en las proximidades de S. Francisco. Quiero comenzar mi intervención presentándola.

El autor ruso enfrenta al protagonista  Iván Ilich  a su última experiencia, la muerte, uno de los aspectos de la “triada trágica”, según la denomina V. Frankl, formada también por el dolor y la culpa. De este enfrentamiento saldrá habiéndose superado interiormente a sí mismo y habiendo llenado la vida de sentido.

Iván Ilich es un juez, miembro del Tribunal de apelación, de 45 años, cuya vida hasta el momento ha consistido en escalar puestos y su habitual actitud ante ella ha sido “liviana y de buen tono”. Se concentra progresivamente en el mundo de sus funciones y ante la imposibilidad de establecer una relación auténtica con su esposa, desplaza hacia su trabajo el centro de gravedad de su vida.

Pero el hecho irreversible de la muerte que se le acerca  todo comenzó con un insignificante dolorcillo en el costado  hará que no pueda permanecer más tiempo enmascarado ni en los razonamientos en los que antes encontraba sostén, ni en sus funciones.

“El problema no está en el intestino ciego ni en el riñón, sino en la vida y… la muerte. (…) Pienso en cómo reparar el intestino y se trata de la muerte. (…) El ejemplo de silogismo que aprendió en la lógica de Kiseveter: ‘Cayo es hombre, los hombres son mortales, luego Cayo es mortal’, en el transcurso de toda su vida le pareció justo sólo en lo tocante a Cayo, pero de ningún modo respecto a sí mismo. Aquél era Cayo hombre, el hombre en general, y lo de la muerte era completamente justo; pero el no era Cayo ni un hombre en general, sino un ente distinto, completamente distinto a todos los demás” (Tolstoi, 1980, p. 58 61).

Requiere también de los demás veracidad…

“La mentira en la que se le quería sumir en vísperas de su muerte (…) era un gran martirio para Iván Ilich (…) estuvo en un tris de gritarles: ‘Basta de mentir, sabéis que me muero y yo lo sé también, por lo menos no mintáis'” (Tolstoi, 1980, p. 69 70).

Así llega a un momento crucial que marca un punto de inflexión…

“Luego se sosegó. No sólo dejó de llorar; dejó de respirar y se quedó muy atento, como si prestara oído no a la voz que habla por medio de sonidos, sino a la voz del alma, al curso de los pensamientos que se levantan en su interior” (Tolstoi, 1980, p. 82 83).

Ahora su principal sufrimiento ya no es físico, sino moral…

“Y si fuera verdad que toda mi vida, mi vida consciente, no ha sido lo que debía?” (Tolstoi, 1980, p. 90).

Finalmente llegará a su descubrimiento fundamental…

“descubrió que su vida no había sido lo que debía, pero aún estaba a tiempo de remediarlo (…) ‘Para qué hablar, es necesario obrar’, pensó” (Tolstoi, 1980, p. 94).

Recordemos la convicción sin condiciones en el sentido incondicional de la existencia que V. Frankl postula. Iván Ilich arranca este sentido, que tiene también valor retrospectivo, en sus últimos momentos.

* * *

¿En qué consiste el análisis de una obra literaria según las claves de interpretación que nos ofrece la Logoterapia?. En mi opinión, se trata de estudiarla partiendo de sus presupuestos antropológicos:

El hombre como una unidad en la que se cruzan tres dimensiones, lo físico, lo psíquico, y lo espiritual; lo espiritual del hombre, en cuanto que le permite enfrentarse a lo físico y lo psíquico, le da la capacidad de autotrascendencia, autodistanciamiento, libertad y responsabilidad1.

Veámoslo de un modo práctico  aunque necesariamente breve  con dos obras, cuyos protagonistas resultará interesante comparar: ‘La Vida es Sueño’ de Calderón de la Barca y ‘Hamlet’ de Shakespeare.

El drama calderoniano está construido a partir de dos ejes temáticos (representados en sus dos grandes monólogos), uno la concepción propia del Barroco de la vida como un sueño  metáfora que da título a la obra , y otro el problema de la libertad. En esta época en España prolifera la astrología adivinatoria y, por otro lado, la Reforma protestante ha afirmado que la naturaleza humana está corrompida. Frente a ambas se alza la magnífica figura de Segismundo.

Abre prácticamente el drama la visión de Segismundo encadenado  símbolo de la naturaleza humana  en el interior de una torre abandonada, y Calderón afirmará la tesis a lo largo de su desarrollo argumental de la libertad humana frente a sus condicionamientos2.

Segismundo (ver Esquema I) maldice su existencia que ‘carece de sentido’, privado de libertad.

En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera arrancar del pecho
pedazos del corazón:
¿qué ley, justicia o razón
negar a los hombres sabe
privilegio tan suave,
exención tan principal
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?
(Esc. 2ª, Jorn. lª)

La libertad aparece como constitutivo esencial de la existencia.

En la segunda Jornada el Rey Basilio, su padre, lo pone a prueba en un intento de aplacar su conciencia por haber creído los vaticinios que le auguraban el nacimiento de un hijo sanguinario, reforzados porque al nacer muere su madre en el parto. Lo lleva narcotizado a palacio y Segismundo, en su nueva condición, reacciona como un “ser impulsado” por sus instintos.

Devuelto a su prisión, nuevamente dormido, duda de su experiencia anterior, lo que da pie a Calderón de la Barca a introducir el tema de la vida como un sueño…

¿Qué es la vida?. Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
(Esc. 19ª, Jorn. 2ª)

en el bello soliloquio que cierra la Jornada.

Le asegura su identidad, por un lado, su amor por Rosaura, al que finalmente también renunciará, y, por otro, la decisión de su conciencia de “obrar bien”. Valores de experiencia y valores de actitud en términos logoterapéuticos.

Cuando Segismundo, apoyado por el pueblo, vence a su padre y parece que se van a cumplir los temidos vaticinios, le perdona. Ha alcanzado la libertad, es un “ser responsable”.

Estudiemos ahora un personaje, Hamlet de W. Shakespeare, que no consigue “autotrascenderse”, hecho desencadenante de la tragedia. Su actuar es origen de desorden (ver Esquema II).

Los cinco actos (1º, 3º y 5º fundamentales en lo episódico, 2º y 4º de enlace) en que se desarrolla el argumento, mostrarán el progresivo hundimiento de Hamlet y con él de los personajes circundantes.

El príncipe Hamlet no logra resolver el problema de su conciencia que clama venganza por el vil asesinato de su padre a manos de su hermano y el matrimonio de su madre con el cuñado asesino. No logra distanciarse del impacto de esta situación. Shakespeare dramatiza el conflicto a través de un personaje simbólico, la Sombra del difunto Rey, que anula la capacidad de decisión de Hamlet y le impulsa a la venganza.

He aquí el tema, ser o no ser. Ser uno mismo o ser una sombra de su padre, un mero resultado de las circunstancias.

Hamlet intentará resolver el conflicto por dos vías equivocadas, una “su fingida locura” de la cual Ofelia será la víctima inocente (muerte de su padre Polonio / traición de Hamlet), y, otra, “un exceso de reflexión” que le hace dar vueltas sobre sí mismo y complacerse estérilmente en su propia desgracia. Ambas vías concluyen curiosamente en la repetición de los hechos de los que pretende escapar: el homicidio y la traición amorosa. Esta es la tragedia.

V. Frankl cuenta en ‘El hombre en busca de sentido’ cómo algunos prisioneros huyendo de la muerte la encontraron, mientras que él, aceptando su propia historia, logra salvarse. A menudo provocamos aquello que tememos.

* * *

Otros dos campos me parecen susceptibles de ser estudiados según el Análisis Existencial de V. Frankl: la relación amorosa y el sentido de la historia.

El don Juan, arquetipo del libertino y seductor, mito de la literatura universal  aparte de los españoles, se inspirarán en él Moliere, Goldoni, Mozart, Byron, etc. , constituye una clara expresión de “vacío existencial”. Hablamos del verdadero don Juan, el del Burlador de Tirso, aquél que responde a Isabela una vez consumado el deshonor:

  “¿Quién soy?. Un hombre sin nombre”

y que encuentra su goce no tanto en el placer como en el hecho de “burlar una mujer y dejarla sin honor”, aquél que siempre posterga el momento de su cambio personal (“cuán largo me lo fiáis”).

No nos referimos a aquél otro que Zorrilla redime por el amor de doña Inés

“El amor salvó a don Juan
al pie de la sepultura”.
(Parte 2ª, Acto 3º, esc. 3ª)

y que se siente a sus pies

“capaz aún de la virtud”
(Acto 4º, esc. 3ª)

Justamente es éste uno de los efectos del amor auténtico, del que es incapaz don Juan.

“… amar significa poder decirle ‘tú’ a alguien; pero no sólo esto, sino poder decirle también ‘sí’, esto es, no sólo aprehenderlo en toda su esencia, en su individualidad y unicidad, sino aceptarlo en lo que vale (…) ver no sólo lo que realmente es, sino también lo que puede ser o lo que deberá ser” (Frankl, 1992, p. 92-97).

El hombre intenta llenar el vacío existencial con la satisfacción de sus pulsiones.

En cuanto al sentido de la historia, fijémonos en don Alvaro del duque de Rivas. El personaje romántico que no puede escapar de su “sino”. (Resultaría interesante relacionarlo con ‘Los novios’ de Manzonni). Se lanza al precipicio proclamando:

  “Soy el demonio…”

El demonio es una figura fundamental en la literatura romántica, cuyos personajes son la imagen del hombre que no acepta su “creatureidad” y sucumben en la exaltación de su yo (el suicidio será su máxima expresión). De ella los librará un sano realismo. V. Frankl gusta citar a Dostoiewsky. El escritor ruso afirma que nada hay más apasionante que la realidad. Su propia biografía es una buena muestra de la “obstinación del espíritu” frente a la facticidad psicofísica. De su magna obra, a pesar de la cual dijo no haber podido expresar ni siquiera la vigésima parte de lo que quería decir, destaquemos sólo ahora el encuentro de Raskolnikov con Sonia en ‘Crimen y Castigo’, que le rescatará de su nihilismo y le permitirá emprender el camino de su ascensión.

Un ejemplo, para terminar de análisis de textos. Tomemos tres sonetos de Quevedo (ver Esquema III).

En los dos primeros observamos temas centrales de su pensamiento: el tiempo y la muerte.

El texto I presenta la vivencia angustiosa del instante (“presentes sucesiones de difunto” v. 14). Escribe en un soneto paralelo:

“Cada instante desta vida mía
es un nuevo argumento que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera y cuán vana”

Es el tiempo sin sentido, el tiempo que anuncia la muerte. En relación a la obra de V. Frankl, destacaría el verso siete “… asiste lo vivido”. El sentido realizado no se pierde.

En el texto II, nos enfrentamos al hecho contundente y pre sentido (“ya suena”  v. 1) de la muerte, momento que se califica como formidable y espantoso. Tras una reflexión (2º cuarteto) hay un esfuerzo racional (1er terceto) por sobreponerse, que concluye en una decisión voluntarista (verbos con valor imperativo) de cambiar de actitud (2º terceto).

Pero, donde se eleva sobre su propio pensamiento es en el texto III. El último día se ha tornado blanco (v. 2). La muerte no será la palabra definitiva (lo que determina la estructura adversativa del soneto) y en los seis trabados versos finales muestra cómo el amor dotará de sentido a la propia muerte:

“serán ceniza mas tendrán sentido;
polvo serán mas polvo enamorado.”
(v. 13 14)

“… la respuesta al problema del sentido final del sufrimiento humano, de la vida humana, no puede ser intelectual, sino sólo existencial: no contestamos con palabras, sino que toda nuestra existencia es nuestra respuesta” (Frankl, 1991; p. 32).

* * *

Quizá se me objetará que todo lo dicho tiene más interés desde un punto de vista psicológico o filosófico que literario. Quizá. Pero me pregunto: ¿es lícito deslindar del Cantar del Cid, del Lazarillo o del Quijote su contenido más humano en virtud de un análisis fundamentalmente formal o estructural? ¿Estudiar una obra literaria es pura tarea de ‘disección’? Y sobre todo, ¿será útil a los intereses de mis alumnos y a su vida?.

José Ignacio PRATS, es pedagogo.

NOTAS

1 “Ex-sistir significa salirse de si mismo y enfrentarse consigo mismo”. Frankl, 1991, p. 106-115.
Autotrascendencia: “Entiendo por tal el hecho antropológico fundamental de que el ser humano remite siempre, más allá de sí mismo, hacia algo que no es él: hacia algo o hacia alguien, hacia un sentido que el hombre colma o hacia un semejante con el que se encuentra. Y el hombre se realiza a sí mismo en la medida en que se transciende (…) Y es plenamente él mismo cuando se pasa por alto y se olvida de sí mismo”. Frankl. 1990. p. 29.
Autodistanciamiento: Constituye un aspecto de la libertad humana que consiste en la capacidad de tomar posición frente a sí mismo. “En cualquier momento de su existencia, el hombre toma posición tanto respecto al medio ambiente natural y social, al entorno externo, como respecto al mundo interior psicofísico vital, al entorno interno. (…) De la capacidad del hombre de estar por encima de las cosas, forma parte también la posibilidad de estar por encima de sí mismo”. Frankl. l990. p. 100.
Libertad: La Logoterapia considera que el hombre existe sólo en relación con las necesidades, pero en una relación libre respecto a ellas y esto también en el caso de una existencia psicótica. Frankl. 1990. p. 93 103.
Responsabilidad: Forma parte de los fenómenos irreducibles del hombre: es un ser que decide, tiene que responder a la vida, asumirla.

2 En el mismo sentido cabe interpretar el drama teológico ‘El condenado por desconfiado’ de Tirso de Molina contra la predestinación. Paulo, ermitaño, y Enrico, ladrón, con sus actos irán hilvanando sus vidas, hecho simbolizado en el ángel que teje a su compás la guirnalda de la existencia.

BIBLIOGRAFÍA

– Frankl, V. (1992). La psicoterapia al alcance de todos. Barcelona: Herder.
– Frankl, V. (1991). La voluntad de sentido. Barcelona: Herder.
– Frankl, V. (1990). Logoterapia y Análisis Existencial. Barcelona: Herder.
– Frankl, V. (1990b). El hombre doliente. Barcelona: Herder.
– Olmedo, F.G. (1928). Las fuentes de la Vida es Sueño. Madrid: Ed.
Voluntad.
– Porto Bompiani. (1967). Diccionario Literario. Barcelona: Montaner y Simón.
– Rene-Fueloep-Miller. (1951). Feodor Dostoyevsky. Visión del alma, fe y profecía. Buenos Aires: Espasa-Calpe.
– Tolstoi, L. (1980). La muerte de Iván Ilich. Barcelona: Bruguera.
– Valbuena Prat, A. (1965). Literatura española en sus relaciones con la universal. Madrid: S.A.E.T.A.