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William Shakespeare- Hamlet

William Shakespeare HAMLET

DRAMATIS PERSONAE

El ESPECTRO
HAMLET, Pr�ncipe de Dinamarca
El REY Claudio, hermano del difunto Rey Hamlet
La PEINA Gertrudis, viuda del difunto Rey Hamlet y esposa del Rey Claudio
POLONIO, dignatario de la corte danesa
OFELIA, hija de Polonio
LAERTES, hijo de Polonio
REINALDO, criado de Polonio
HORACIO amigos de Hamlet
ROSENCRANTZ amigos de Hamlet
GUILDENSTERN amigos de Hamlet
VOLTEMAND cortesanos
CORNELIO cortesanos
OSRIC cortesanos
FRANCISCO soldados
BERNARDO soldados
MARCELO soldados
FORTINBR�S, Pr�ncipe de Noruega
Un CAPIT�N del ej�rcito noruego
El ENTERRADOR
SU COMPA�ERO
Un SACERDOTE
ACTORES
MARINEROS
SECUACES de Laertes
EMBAJADORES de Inglaterra

Cortesanos, mensajeros, criados, guardias, soldados, acompa��amiento.

LA TRAGEDIA DE HAMLET,
PR�NCIPE DE DINAMARCA

I.i Entran BERNARDO y FRANCISCO, dos centinelas.

BERNARDO
�Qui�n va?
FRANCISCO
�Contestad vos! �Alto, daos a conocer!
BERNARDO
�Viva el rey!
FRANCISCO
�Bernardo?
BERNARDO
El mismo.
FRANCISCO
Llegas con gran puntualidad.
BERNARDO
Ya han dado las doce: acu�state, Francisco.
FRANCISCO
Gracias por el relevo. Hace un fr�o ingrato, y estoy abatido.
BERNARDO
�Todo en calma?
FRANCISCO
No se ha o�do un rat�n.
BERNARDO
Muy bien, buenas noches.
Si ves a Horacio y a Marcelo,
mis compa�eros de guardia, dales prisa.

Entran HORACIO y MARCELO.

FRANCISCO
Creo que los oigo. �Alto! �Qui�n va?
HORACIO
Amigos de esta tierra.
MARCELO
Y vasallos del rey dan�s.
FRANCISCO
Adi�s, buenas noches.
MARCELO
Adi�s, buen soldado. �Qui�n te releva?
FRANCISCO
Bernardo. Quedad con Dios.

Sale.

MARCELO
�Eh, Bernardo!
BERNARDO
�Eh! Oye, �est� ah� Horacio?
HORACIO
Parte de �l.
BERNARDO
Bienvenido, Horacio. Bienvenido, Marcelo.
MARCELO
�Se ha vuelto a aparecer eso esta noche?
BERNARDO
Yo no he visto nada.
MARCELO
Dice Horacio que es una fantas�a,
y se resiste a creer en la espantosa
figura que hemos visto ya dos veces.
Por eso le he rogado que vigile
con nosotros el paso de la noche,
para que, si vuelve ese aparecido,
confirme que lo vimos y le hable.
HORACIO
�Bah! No vendr�.
BERNARDO
Si�ntate un rato
y deja que asediemos tus o�dos,
tan escudados contra nuestra historia,
dici�ndote lo que hemos visto estas dos noches
HORACIO
Muy bien, sent�monos
y oigamos lo que cuenta Bernardo.
BERNARDO
Anoche mismo, cuando esa estrella
que hay al oeste de la polar se mov�a
iluminando la parte del cielo
en que ahora brilla, Marcelo y yo,
con el reloj dando la una…

Entra el ESPECTRO.

MARCELO
�Chsss! No sigas: mira, ah� viene.
BERNARDO
La misma figura; igual que el rey muerto.
MARCELO
T� tienes estudios: h�blale, Horacio.
BERNARDO
�No se parece al rey? F�jate, Horacio.
HORACIO
Much�simo. Me sobrecoge y angustia.
BERNARDO
Quiere que le hablen.
MARCELO
Preg�ntale, Horacio.
HORACIO
�Qui�n eres, que usurpas esta hora de la noche
y la forma intr�pida y marcial
del que en vida fue rey de Dinamarca?
Por el cielo, te conjuro que hables.

MARCELO
Se ha ofendido.

BERNARDO
Mira, se aleja solemne.
HORACIO
Espera, habla, habla. Te conjuro que hables.

Sale el ESPECTRO.

MARCELO
Se fue sin contestar.
BERNARDO
Bueno, Horacio. Est�s temblando y palideces.
�No es esto algo m�s que una ilusi�n?
�Qu� opinas?
HORACIO
Por Dios, que no lo habr�a cre�do
sin la prueba real y terminante
de mis ojos.
MARCELO
�Verdad que se parece al rey?
HORACIO
Como t� a ti mismo.
Tal era la armadura que llevaba
cuando combati� al ambicioso rey noruego.
Tal su ce�o cuando, tras fiera discusi�n,
a los polacos aplast� en sus trineos
sobre el hielo. Es asombroso.
MARCELO
Con paso tan marcial ha cruzado ya dos veces
nuestro puesto a esta hora cerrada de la noche.
HORACIO
No puedo interpretarlo exactamente,
pero, en lo que se me alcanza, creo que esto
presagia conmoci�n en nuestro estado.
MARCELO
Bueno, sentaos, y d�game quien lo sepa
por qu� se exige cada noche al ciudadano
tan estricta y rigurosa vigilancia;
por qu� tanto fundir ca�ones d�a tras d�a
y comprar armamento al extranjero;
por qu� se reclutan calafates, cuyo esfuerzo
no distingue el domingo en la semana.
�Qu� ej�rcito amenaza para que prisa y sudor
hagan compa�eros de trabajo al d�a y a la noche?
�Qui�n puede informarme?
HORACIO
Yo puedo. Al menos, el rumor
que corre es este: nuestro difunto rey,
cuya imagen se nos ha aparecido ahora,
sab�is que fue retado por Fortinbr�s
de Noruega, que se crec�a en su af�n
de emulaci�n. Nuestro valiente Hamlet,
pues tal era su fama en el mundo conocido,
mat� a Fortinbr�s, quien, seg�n pacto sellado,
con refrendo de las leyes de la caballer�a,
con su vida entreg� a su vencedor
todas las tierras de que era propietario:
nuestro rey hab�a puesto en juego
una parte equivalente, que habr�a reca�do
en Fortinbr�s, de haber triunfado �ste;
de igual modo que la suya, seg�n
lo previsto y pactado en el acuerdo,
pas� a Hamlet. Pues bien, Fortinbr�s el joven,
rebosante de �mpetu y ardor,
por los confines de Noruega ha reclutado
una partida de aventureros sin tierras,
carne de ca��n para un empe�o
de coraje, que no es m�s,
como han visto muy bien en el gobierno,
que arrebatarnos por la fuerza
y el peso de las armas esas tierras
perdidas por su padre. Creo que esta es
la causa principal de los aprestos,
la raz�n de nuestra guardia, la fuente
del tr�fago y actividad en nuestro reino.

Vuelve a entrar el ESPECTRO.

Pero, �alto, mirad! �Ah� vuelve! Le saldr�
al paso, aunque me fulmine. �Detente, ilusi�n!

El ESPECTRO abre los brazos.

Si hay en ti voz o sonido, h�blame.
Si hay que hacer alguna buena obra
que te depare alivio y a m�, gracia, h�blame.
Si sabes de peligros que amenacen
a tu patria y puedan evitarse, h�blame.
O, si escondes en el vientre de la tierra
tesoros en vida mal ganados, lo cual,
seg�n se cree, os hace a los esp�ritus
vagar en vuestra muerte, h�blame. �Detente y habla!

Canta el gallo.

�Detenlo t�, Marcelo!
MARCELO
�Le doy con mi alabarda?
HORACIO
Si no se para, dale.
BERNARDO
�Est� aqu�!
HORACIO
�Aqu�!

Sale el ESPECRRO.

MARCELO
Se ha ido.
Hicimos mal en usar la violencia
con un ser de tanta majestad,
pues es invulnerable como el aire
y pretender agredirle es una burla.
BERNARDO
Iba a hablar cuando cant� el gallo.
HORACIO
Y se sobresalt� como un culpable
citado por el juez. He o�do decir
que el gallo, clar�n de la ma�ana,
despierta con su voz altiva y penetrante
al dios del d�a y que, alertados,
en tierra o aire, mar o fuego,
los esp�ritus errantes en seguida
se recluyen: de que es verdad
ha dado prueba este aparecido.
MARCELO
Se esfum� al cantar el gallo.
Dicen que en los d�as anteriores
al del nacimiento de nuestro Salvador
el ave de la aurora canta toda la noche;
entonces, dicen, no vagan los esp�ritus,
las noches son puras, los astros no da�an,
las hadas no embrujan, las brujas no hechizan:
tan santo y tan bendito es este tiempo.

HORACIO
Eso he o�do, y lo creo en parte. Mas mirad:
con manto cobrizo, el alba camina
sobre el roc�o de esa cumbre del oriente.
Dejemos la guardia y, si os parece,
vamos a contar al joven Hamlet
lo que hemos visto esta noche, pues, por mi vida,
que el espectro, mudo con nosotros, le hablar�.
�Est�is de acuerdo en que debemos informarle,
como exigen la amistad y nuestro deber?
MARCELO
S�, vamos, que s� d�nde podemos
hallarle f�cilmente esta ma�ana.

Salen.

I.iiEntran Claudio, REY de Dinamarca, la REINA Gertru�dis, HAMLET, POLONIO, LAERTES y su hermana OFE�LIA, se�ores y acompa�amiento.

REY
Aunque la muerte de mi amado hermano Hamlet
sigue viva en el recuerdo, y proced�a
sumirse en el dolor y fundirse todo el reino
en un solo semblante de tristeza,
no obstante, tanto han combatido la cordura
y el afecto, que ahora le lloro con buen juicio
sin haber olvidado mi persona.
Por eso, a quien fuera mi cu�ada, hoy mi reina,
viuda corregente de nuestra guerrera naci�n,
con, por as� decir, la dicha ensombrecida,
con un ojo radiante y el otro desolado,
con gozo en las exequias y duelo en nuestra boda,
equilibrando el j�bilo y el luto,
la he tomado por esposa. Y no he desestimado
vuestro buen criterio, que siempre prodigasteis
en el curso de este asunto. Por todo ello, gracias.
Ahora sabed que Fortinbr�s el joven,
juzgando mal nuestra val�a o creyendo
que, tras la muerte de mi amado hermano,
la naci�n est� descoyuntada y en desorden,
y movido por sue�os de ventaja,
no ha dejado de asediarme con mensajes
que reclaman la entrega de las tierras
perdidas por su padre y en buena ley ganadas
por mi valiente hermano. Esto, en cuanto a �l.

Entran VOLTEMAND y CORNELIO.

Respecto a m� y a la presente reuni�n,
el caso es como sigue: he escrito esta carta
al rey noruego, t�o de Fortinbr�s el joven,
quien, sin fuerzas y postrado, apenas sabe
la intenci�n de su sobrino, pidi�ndole
que detenga su avance, ya que toda
la tropa reclutada se compone
de s�bditos suyos. Y as� os env�o,
queridos Cornelio y Voltemand,
como portadores de mi saludo al viejo rey,
sin daros m�s poder personal
para negociar con el noruego que el fijado
ampliamente en estas cl�usulas. Adi�s,
y que vuestra rapidez sea prueba de lealtad.
VOLTEMAND
En esto como en todo ver�is nuestra lealtad.
REY
No puedo dudarlo. Cordialmente, adi�s.

Salen VOLTEMAND y CORNELIO.

Bien, Laertes, �qu� hay de nuevo?
Me hablaste de una s�plica. �Cu�l es, Laertes?
Al rey dan�s nada que sea de raz�n
le pedir�s en vano. �Qu� solicitas, Laertes,
que no pueda ser mi ofrecimiento, y no tu ruego?
La cabeza no ser� tan af�n al coraz�n,
ni la mano diligente con la boca
como el trono de Dinamarca con tu padre.
�Qu� deseas, Laertes?
LAERTES
Augusto se�or, la merced
de vuestra venia para regresar a Francia,
pues, aunque vine a Dinamarca de buen grado
a mostraros mi lealtad en vuestra coronaci�n,
ahora confieso que, cumplido mi deber,
mis pensamientos y deseos miran a Francia
y se inclinan en demanda de permiso.
REY
�Tienes la venia de tu padre? �Qu� dice Polonio?
POLONIO
S�, mi se�or.
Os suplico que le deis vuestra licencia.
REY
Disfruta de tus a�os, Laertes; tuyo sea el tiempo
y emplea tus buenas prendas a tu gusto. �
Y ahora, sobrino Hamlet e hijo m�o…
HAMLET
M�s en familia y menos familiar.
REY
�C�mo es que est�s siempre tan sombr�o?
HAMLET
No, mi se�or: es que me da mucho el sol.
REINA
Querido Hamlet, sal de tu penumbra
y mira a Dinamarca con ojos de afecto.
No quieras estar siempre, con p�rpado abatido,
buscando en el polvo a tu noble padre.
Sabes que es ley com�n: lo que vive, morir�,
pasando por la vida hacia la eternidad.
HAMLET
S�, se�ora, es ley com�n.
REINA
Si lo es, �por qu� parece para ti tan singular?
HAMLET
�Parece, se�ora? No: es. En m� no hay �parecer�.
No es mi capa negra, buena madre,
ni mi constante luto riguroso,
ni suspiros de un aliento entrecortado,
no, ni rios que manan de los ojos,
ni expresi�n deca�da de la cara,
con todos los modos, formas y muestras de dolor,
lo que puede retratarme; todo eso es �parecer�,
pues son gestos que se pueden simular.
Lo que yo llevo dentro no se expresa;
lo dem�s es ropaje de la pena.
REY
Es bueno y digno de alabanza, Hamlet,
que llores a tu padre tan fielmente,
pero sabes que tu padre perdi� un padre,
y ese padre perdi� al suyo; y que el deber filial
obligaba al hijo por un tiempo
a guardar luto. Pero aferrarse
a un duelo pertinaz es conducta
imp�a y obstinada, dolor poco viril,
y muestra voluntad contraria al cielo,
�nimo d�bil, alma impaciente,
entendimiento ignorante e inmaduro.
Pues, sabiendo que hay algo inevitable
y tan com�n como la cosa m�s normal,
�por qu� hemos de tomarlo tan a pecho
en necia oposici�n? �Vamos! Es una ofensa al cielo,
ofensa al muerto, ofensa a la realidad
y hostil a la raz�n, cuya pl�tica perpetua
es la muerte de los padres, y que siempre,
desde el primer cad�ver hasta el �ltimo,
ha proclamado: �As� ha de ser.� Te ruego
que entierres esa pena infructuosa y que veas
en m� a un padre, pues sepa el mundo
que t� eres el m�s pr�ximo a mi trono,
y que pienso prodigarte un g�nero de afecto
en nada inferior al que el m�s tierno padre
profese a su hijo. Respecto a tu prop�sito
de volver a la universidad de Wittenberg ,
no podr�a ser m�s contrario a mi deseo,
y te suplico que accedas a quedarte,
ante el gozo y alegr�a de mis ojos,
cual cortesano principal, sobrino e hijo m�o.
REINA
Que tu madre no te ruegue en vano, Hamlet:
qu�date con nosotros, no vayas a Wittenberg.
HAMLET
Har� cuanto pueda por obedeceros, se�ora.
REY
Una respuesta grata y cari�osa.
S� como yo mismo en Dinamarca.  Venid, se�ora.
El libre y gentil asentimiento de Hamlet
sonr�e a mi coraz�n; en gratitud
el rey no brindar� en este d�a
sin que el ca��n a las nubes lo proclame
y mi brindis retumbe por el cielo,
repitiendo el trueno de la tierra. Vamos.

Salen todos menos HAMLET.

HAMLET
�Ojal� que esta carne tan firme, tan s�lida,
se fundiera y derritiera hecha roc�o,
o el Eterno no hubiera promulgado
una ley contra el suicidio! �Ah, Dios, Dios,
que enojosos, rancios, in�tiles e inertes
me parecen los h�bitos del mundo!
�Me repugna! Es un jard�n sin cuidar,
echado a perder: invadido hasta los bordes
por hierbas infectas. �Haber llegado a esto!
Muerto hace dos meses… No, ni dos; no tanto.


10 thoughts on William Shakespeare- Hamlet

  1. Un rey tan admirable, un Hiperión
    al lado de este sátiro, tan tierno con mi madre
    que nunca permitía que los vientos del cielo
    le hiriesen la cara. ¡Cielo y tierra!
    ¿He de recordarlo? Y ella se le abrazaba
    como si el alimento le excitase
    el apetito; pero luego, al mes escaso…
    ¡Que no lo piense! Flaqueza, te llamas mujer.
    Al mes apenas, antes que gastase los zapatos
    con los que acompañó el cadáver de mi padre
    como Níobe, toda llanto, ella, ella
    (¡Dios mío, una bestia sin uso de razón
    le habría llorado más!) se casa con mi tío,
    hermano de mi padre, y a él tan semejante
    como yo a Hércules; al mes escaso,
    antes que la sal de sus lágrimas bastardas
    dejara de irritarle los ojos,
    vuelve a casarse. ¡Ah, malvada prontitud,
    saltar con tal viveza al lecho incestuoso!
    Ni está bien, ni puede traer nada bueno.
    Pero estalla, corazón, porque yo debo callar.

    Entran HORACIO, BERNARDO y MARCELO.

    HORACIO
    Salud a Vuestra Alteza.
    HAMLET
    Me alegro de veros…
    Horacio, o no sé quién soy!
    HORACIO
    El mismo, señor, y vuestro humilde servidor.
    HAMLET
    Mi buen amigo, y yo servidor tuyo.
    ¿Qué te trae de Wittenberg, Horacio?
    ¡Marcelo!
    MARCELO [saludando]
    Mi señor…
    HAMLET
    Me alegro de verte. [A BERNARDO] Buenas tardes.
    Pero, ¿qué te trae de Wittenberg, Horacio?
    HORACIO
    Mi afición a la vagancia, señor.
    HAMLET
    Que no me lo diga tu enemigo,
    ni tú ofendas mis oídos confiándoles
    una imagen tan adversa de ti mismo.
    Sé que no eres ningún vago.
    Dime, ¿qué estás haciendo en Elsenor?
    Te enseñaremos a beber a gusto antes de irte.
    HORACIO
    Señor, he venido al funeral de vuestro padre.
    HAMLET
    Compañero, no te burles, te lo ruego:
    di más bien a la boda de mi madre.
    HORACIO
    La verdad es que vinieron muy seguidos.
    HAMLET
    Ahorro, Horacio, ahorro: los pasteles funerarios
    han sido el plato frío de la boda.
    Antes encontrar en el cielo a mi peor enemigo
    que haber visto ese día, Horacio.
    Mi padre… Creo que veo a mi padre.
    HORACIO
    ¿Dónde, señor?
    HAMLET
    En mi pensamiento, Horacio.
    HORACIO
    Yo le vi una vez: era un rey admirable.
    HAMLET
    Era un hombre, perfecto en todo y por todo;
    ya nunca veré su igual.
    HORACIO
    Señor, creo que le vi anoche.
    HAMLET
    ¿Viste? ¿A quién?
    HORACIO
    Señor, a vuestro padre el rey.
    HAMLET
    ¡A mi padre el rey!
    HORACIO
    Templad por un instante vuestro asombro
    y escuchad con atención la maravilla
    que voy a relataros, con estos dos
    señores por testigos.
    HAMLET
    ¡Por Dios santo, cuéntame!
    HORACIO
    Dos noches seguidas, a estos dos señores,
    Marcelo y Bernardo, haciendo guardia
    en el vacío sepulcral de media noche,
    se les ha aparecido una figura
    igual que vuestro padre, armada de pies a cabeza,
    que ante ellos camina solemne,
    con paso lento y grave. Tres veces anduvo
    ante sus ojos aterrados y suspensos,
    a la distancia de su bastón de mando,
    mientras ellos, encogidos de pavor,
    se quedaban mudos sin hablarle. A mí
    me lo contaron con miedo y sigilo,
    y la tercera noche yo velé con ellos;
    y allí, tal como dijeron, la hora,
    la figura, hasta la última sílaba,
    llegó el aparecido. Era vuestro padre,
    como iguales son mis manos.
    HAMLET
    Pero, ¿dónde fue eso?
    MARCELO
    Señor, en la explanada donde hacíamos la guardia.
    HAMLET
    ¿Y no le hablaste?
    HORACIO
    Le hablé, señor, pero él no contestó;
    aunque una vez, alzando la cabeza,
    se movió como si fuese a hablar,
    pero entonces cantó fuerte el gallo mañanero
    y, al oírlo, el espectro se esfumó
    y desapareció de nuestra vista.
    HAMLET
    Asombroso.
    HORACIO
    Alteza, por mi vida que es verdad;
    pensamos que era nuestra obligación
    hacéroslo saber.
    HAMLET
    Sí, sí, claro; pero me inquieta. ?
    ¿Hacéis guardia esta noche?
    BERNARDO y MARCELO
    Sí, señor.
    HAMLET
    ¿Decís que armado?
    BERNARDO y MARCELO
    Armado, señor.
    HAMLET
    ¿De pies a cabeza?
    BERNARDO Y MARCELO
    Señor, de la cabeza a los pies.
    HAMLET
    Entonces no le visteis la cara.
    HORACIO
    Sí, señor: la visera estaba en alto.
    HAMLET
    ¿Tenía mirada fiera?
    HORACIO
    Un semblante de pesar más que de ira.
    HAMLET
    ¿Pálido o encendido?
    HORACIO
    No, muy pálido.
    HAMLET
    ¿Y te miraba de frente?
    HORACIO
    Con la vista clavada.
    HAMLET
    ¡Quién hubiera estado allí!
    HORACIO
    Os habría aterrado.
    HAMLET
    Sí, seguramente. ¿Se quedó mucho tiempo?
    HORACIO
    Lo que se tarda en contar cien sin mucha prisa.
    BERNARDO y MARCELO
    Más tiempo, más.
    HORACIO
    Cuando yo le vi, no.
    HAMLET
    Tenía la barba cana, ¿o no?
    HORACIO
    La tenía igual que en vida:
    de un negro plateado.
    HAMLET
    Esta noche velaré.
    Quizá vuelva a aparecerse.
    HORACIO
    Seguro que vuelve.
    HAMLET
    Si adopta la figura de mi noble padre
    le hablaré, aunque se abra la boca del infierno
    y me mande callar. Os lo suplico,
    si no habéis revelado aún la aparición,
    seguid manteniéndola en secreto,
    y a lo que vaya a suceder en esta noche
    podéis darle sentido, mas no lengua.
    Premiaré vuestra amistad. Y ahora, adiós:
    en la explanada, entre las once y las doce,
    me reuniré con vosotros.
    LOS TRES
    Nuestra lealtad a Vuestra Alteza.
    HAMLET
    Decid afecto y recibid el mío. Adiós.

    Salen [todos menos HAMLET].

    ¿El espectro de mi padre en armas? Algo pasa.
    Sospecho una traición. ¡Ojalá fuese de noche!
    Mientras, alma mía, aguarda: la ruindad,
    por más que la entierren, se descubrirá.

    Sale.

    I.iii Entran LAERTES y OFELIA.

    LAERTES
    Mi equipaje está embarcado. Adiós.
    Hermana, siempre que el viento sea próvido
    y zarpe algún barco, no descanses
    hasta haberme escrito.
    OFELIA
    ¿Lo dudas?
    LAERTES
    Respecto a Hamlet y su vano galanteo,
    tenlo por capricho e impulsiva liviandad,
    por violeta de su joven primavera:
    precoz, mas transitoria; grata, mas huidiza;
    perfume y pasatiempo de un minuto, nada más.
    OFELIA
    ¿Nada más?
    LAERTES
    Seguro que nada más.
    No crecemos solamente en tamaño
    y en vigor, sino que con nuestro cuerpo
    aumenta la eficacia de la mente
    y el espíritu. Tal vez te quiera ahora
    y no haya mancha ni doblez que empañe
    sus nobles intenciones. Mas desconfía:
    su grandeza le impide su deseo
    y su regia cuna le somete.
    Él no puede hacer su voluntad
    como la gente sin rango, pues de su elección
    depende el bienestar de todo el reino,
    y por eso su elección se supedita
    al voto y aquiescencia de ese cuerpo
    del cual él es cabeza. Si te dice que te quiere,
    podrá creerlo tu prudencia en la medida
    en que él, por su altura y posición,
    pueda cumplirlo, es decir, no más allá
    del sentir general de Dinamarca.
    Así que considera tu deshonra
    si, crédula, escuchas su cantar,
    le das tu corazón o le abres
    tu casto tesoro a su empeño inmoderado.
    Cuidado, Ofelia, ten cuidado, hermana mía;
    mantente en retaguardia del cariño,
    no te expongas al peligro del deseo.
    La más recatada se prodiga
    si a la luna revela su belleza.
    Ni la virtud escapa a la calumnia.
    El gusano estraga los renuevos
    antes que florezcan, y en la aurora
    y el fresco rocío de nuestros años
    es cuando las plagas más corrompen.
    Guárdate; el temor es la mejor defensa:
    la sangre joven, sin tentarla, se subleva.
    OFELIA
    El sentido de tu buena lección
    será el guardián de mi pecho. Mas, hermano,
    no me enseñes, como el mal sacerdote,
    la espinosa pendiente del cielo
    mientras tú, cual fatuo libertino,
    sigues la senda florida del placer
    y no tus propios consejos.
    LAERTES
    No temas por mí.

    Entra POLONIO.

    Me estoy demorando. Aquí está nuestro padre.
    Doble bendición es doble fortuna:
    feliz ocasión para otra despedida.
    POLONIO
    ¿Aún aquí, Laertes? ¡Por Dios, a bordo, a bordo!
    El viento ya ha hinchado tus velas, y están
    esperándote. Llévate mi bendición
    y graba en tu memoria estos principios:
    no le prestes lengua al pensamiento,
    ni lo pongas por obra si es impropio.
    Sé sociable, pero no con todos.
    Al amigo que te pruebe su amistad
    sujétalo al alma con aros de acero,
    pero no embotes tu mano agasajando
    al primer conocido que te llegue.
    Guárdate de riñas, pero, si peleas,
    haz que tu adversario se guarde de ti.
    A todos presta oídos; tu voz, a pocos.
    Escucha el juicio de todos, y guárdate el tuyo.
    Viste cuan fino permita tu bolsa,
    mas no estrafalario; elegante, no chillón,
    pues el traje suele revelar al hombre,
    y los franceses de rango y calidad
    son de suma distinción a este respecto.
    Ni tomes ni des prestado, pues dando
    se suele perder préstamo y amigo,
    y tomando se vicia la buena economía.
    Y, sobre todo, sé fiel a ti mismo,
    pues de ello se sigue, como el día a la noche,
    que no podrás ser falso con nadie.
    Adiós. Mi bendición madure esto en ti.
    LAERTES
    Humildemente de vos me despido.
    POLONIO
    El tiempo te llama. Corre, los criados esperan.
    LAERTES
    Adiós, Ofelia, y recuerda bien
    lo que te he dicho.
    OFELIA
    Lo he encerrado en la memoria,
    y tú guardarás la llave.
    LAERTES
    Adiós.

    Sale.

    POLONIO
    ¿Qué es lo que te ha dicho, Ofelia?
    OFELIA
    Con permiso, una cosa del Príncipe Hamlet
    POLONIO
    Vaya, ha hecho bien.
    Me han dicho que últimamente te dedica
    mucho tiempo y que tú le dispensas
    tu atención con gran esplendidez.
    Si es así, como me han insinuado
    a modo de aviso, debo decirte
    que no pareces comprender con claridad
    tu lugar como hija mía ni tu honra.
    ¿Qué hay entre vosotros? Dime la verdad.
    OFELIA
    Señor, últimamente me ha dado
    muchas muestras de su afecto.
    POLONIO
    ¿Afecto? ¡Bah! Veo que estás verde
    e inexperta en cuestión tan peligrosa.
    ¿Crees en sus muestras, como tú las llamas?
    OFELIA
    Señor, no sé qué pensar.
    POLONIO
    Pues yo te enseñaré. Considérate una niña
    al haber dado por valiosas unas muestras
    que no son de ley. Muéstrate más cauta
    o, por no agotar el término acosándolo,
    harás que yo sea muestra de idiotez.
    OFELIA
    Señor, me ha galanteado
    de un modo decoroso.
    POLONIO
    Ya, a modo de capricho. ¡Vamos, vamos!
    OFELIA
    Y me ha corroborado sus palabras
    con todos los divinos juramentos.
    POLONIO
    Sí, cepos para pájaros. Sé bien
    que, cuando arde la sangre, el alma se prodiga
    en juramentos. Hija, esas llamaradas,
    que dan más luz que calor y se extinguen
    cuando parece que prometen,
    no las tomes por fuego. Desde ahora, hija,
    escatima un poco más tu virginal presencia,
    haz que tus encuentros exijan algo más
    que la orden de acudir. Respecto a Hamlet,
    créele en la medida en que es joven,
    y piensa que el ronzal con que se mueve
    es mucho más largo que el tuyo. En suma, Ofelia,
    no creas sus juramentos, pues son intermediarios
    de distinto color del que los viste,
    abogados de causas impías, que se expresan
    como santos y piadosos alcahuetes
    para seducirte mejor. No lo repetiré:
    hablando claro, no quiero que en adelante
    deshonres ni un momento de tu ocio
    conversando con el Príncipe Hamlet.
    Haz lo que te digo. Vamos, ven.
    OFELIA
    Os obedeceré, señor.

    Salen.

    I.iv Entran HAMLET, HORACIO y MARCELO.

    HAMLET
    El viento corta implacable. Hace mucho frío.
    HORACIO
    Este viento hiela y te traspasa.
    HAMLET
    ¿Qué hora es?
    HORACIO
    Creo que casi las doce.
    MARCELO
    No, ya las han dado.
    HORACIO
    ¿Ah, sí? No he oído nada.
    Entonces se acerca la hora
    en que el espectro acostumbra a vagar.

    Toque de trompetas y dos salvas.

    ¿Qué significa esto, señor?
    HAMLET
    El rey trasnocha y alza el codo,
    está de borrachera, baila como un remolino
    y, cada vez que se atiza su vino del Rin,
    rebuznan las trompetas y timbales
    celebrando su brindis.
    HORACIO
    ¿Es la costumbre?
    HAMLET
    Vaya que sí.
    Pero, a mi juicio y aunque vine al mundo aquí
    y estoy hecho a ella, es una costumbre
    que más honra perder que conservar.

    Entra el ESPECTRO.

    HORACIO
    ¡Mirad, señor, ahí viene!
    HAMLET
    ¡Los ángeles del cielo nos protejan!
    Seas espíritu del bien o genio maldito,
    traigas auras celestiales o rachas del infierno,
    sean tus propósitos malvados o benignos,
    tu aspecto tanto mueve a preguntar
    que voy a hablarte. Te llamaré Hamlet,
    rey, padre, excelso danés. ¡Ah, contesta!
    No me dejes que estalle en la ignorancia,
    sino dime por qué tus restos consagrados
    han roto su mortaja, por qué el sepulcro
    al que en calma descendiste abre ahora
    sus pesadas mandíbulas de mármol
    para arrojarte de sí. ¿Qué puede suceder
    para que tú, estando muerto, bajo la tenue luna
    aparezcas otra vez revestido de acero,
    llenando la noche de espanto, y a nosotros,
    juguetes de la vida, nos perturbes
    con pensamientos que rebasan nuestra mente?
    ¿Por qué? Di. ¿Por qué razón? ¿Qué hemos de hacer?

    El ESPECTRO le hace señas.

    HORACIO
    Os llama para que le sigáis,
    como si quisiera haceros una confidencia.
    MARCELO
    Mirad, con un gesto cortés
    os llama a un lugar más apartado.
    ¡No vayáis!
    HORACIO
    No, de ningún modo.
    HAMLET
    Se niega a hablar. Tengo que seguirle.
    HORACIO
    ¡Señor, no!
    HAMLET
    Pero, ¿a qué viene el miedo?
    Mi vida no vale para mí ni un alfiler
    y, en cuanto a mi alma, ¿qué puede él hacerle
    si es tan inmortal como él mismo?
    Me vuelve a llamar. Voy a seguirle.
    HORACIO
    Señor, ¿y si os condujese hacia las aguas
    o a la espantosa cima de la roca
    que se descuelga amenazante sobre el mar
    y adoptase alguna forma aterradora
    que os privara del poder de la razón
    y os llevase a la locura? Pensadlo bien.

  2. HAMLET
    Me sigue llamando.  Ya voy, te sigo.
    MARCELO
    No debéis ir, señor.
    HAMLET
    ¡Quítame las manos!
    HORACIO
    Hacednos caso, no vayáis.
    HAMLET
    Me llama el destino, y la más fina
    arteria de este cuerpo es tan potente
    cual las fibras del león de Nemea.
    Aún me hace señas. ¡Soltadme, señores!
    Por Dios, que a quien me pare volveré un espectro.
    ¡Fuera ya!  Vamos, te sigo.

    Salen el ESPECTRO y HAMLET.

    HORACIO
    Sus fantasías le trastornan.
    MARCELO
    Sigámosle. No conviene obedecerle.
    HORACIO
    Vamos tras él. ¿Adónde puede llevar esto?
    MARCELO
    Algo podrido hay en Dinamarca.
    HORACIO
    El cielo dispondrá.
    MARCELO
    Nosotros sigámosle.

    Salen.

    I.v Entran el ESPECTRO y HAMLET.

    HAMLET
    ¿Adónde me llevas? No pienso seguir.
    ESPECTRO
    Escúchame.
    HAMLET
    Habla.
    ESPECTRO
    Se acerca la hora en que he de entregarme
    al tormento de las llamas sulfúreas.
    HAMLET
    ¡Ah, pobre ánima!
    ESPECRRO
    No me compadezcas, sino presta
    oído atento a lo que voy a revelarte.
    HAMLET
    Habla, he de oírte.
    ESPECTRO
    Y habrás de vengarme cuando oigas.
    HAMLET
    ¿Qué?
    ESPECTRO
    Soy el alma de tu padre,
    condenada por un tiempo a vagar en la noche
    y a ayunar en el fuego por el día
    mientras no se consuman y purguen los graves
    pecados que en vida cometí. Si no me hubieran
    prohibido revelar los secretos de mi cárcel,
    oirías una historia cuya más leve palabra
    desgarraría tu alma, te helaría la sangre,
    como estrellas te haría saltar los ojos
    de sus órbitas, y erizaría tu liso cabello,
    poniendo de punta cada pelo,
    como púas de aterrado puercoespín.
    Pero esta proclamación del más allá
    no es para oídos de mortales. ¡Ah, Hamlet, escucha!
    Si alguna vez quisiste a tu padre…
    HAMLET
    ¡Santo Dios!
    ESPECTRO
    … venga su inmundo y monstruoso asesinato.
    HAMLET
    ¡Asesinato!
    ESPECTRO
    Inmundo asesinato como todos, pero éste
    harto inmundo, inusitado y monstruoso.
    HAMLET
    Vamos, cuéntamelo ya y, con alas tan veloces
    como el meditar o el amoroso pensamiento,
    correré a la venganza.
    ESPECTRO
    Te veo dispuesto; si no reaccionases,
    serías más insensible que la planta
    que lánguida se pudre en la inacción
    a orillas del Leteo. óyeme, Hamlet.
    Propagaron que, durmiendo en el jardín,
    me mordió una serpiente: con una historia falsa
    de mi muerte burdamente han engañado
    a toda Dinamarca. Mas atiende, noble hijo:
    la serpiente que arrancó la vida de tu padre
    lleva ahora su corona.
    HAMLET
    ¡Ah, mi alma profética! ¿Mi tío?
    ESPECTRO
    Sí, esa bestia incestuosa, ese adúltero,
    con su astuta brujería y sus pérfidas prendas
    (¡ah, astucia que daña, prendas que seducen!)
    se atrajo a su lascivia ignominiosa
    el deseo de una reina honesta en apariencia.
    ¡Oh, Hamlet, qué deslealtad! Conmigo,
    cuyo amor fue siempre tan perfecto
    que iba en armonía con las promesas
    que le hice al desposarla, para hundirse
    con un mísero cuyas dotes naturales
    eran pobres al lado de las mías.
    Pero si la virtud no se deja seducir
    aunque el vicio la tiente bajo forma divina,
    la lujuria, aunque unida a un ángel radiante,
    se sacia en un lecho celestial
    y se ceba en la inmundicia.
    Espera. Creo que siento el olor de la mañana.
    He de ser breve. Durmiendo en el jardín,
    como era mi costumbre por la tarde, tu tío,
    a esa hora insospechada, se acercó sigiloso
    con un frasco de esencia ponzoñosa
    y vertió en los portales de mi oído
    el tósigo ulcerante, cuyo efecto
    a la sangre del hombre es tan hostil
    que al punto recorre como azogue
    las venas y conductos corporales
    y con súbito poder cuaja y coagula,
    como gotas de ácido en la leche,
    la sangre más fluida y saludable. Lo hizo con la mía
    y al instante me vi como un leproso,
    mi piel lisa arrugada en una costra
    infecta y repugnante.
    Así, mientras dormía, el acto de un hermano
    de un golpe me arrancó vida, corona, esposa,
    me segó en la flor de mis pecados,
    sin viático, asistencia, extremaunción
    y, mis cuentas sin rendir, me envió a juicio
    con todas mis imperfecciones sobre mí.
    ¡Fue horrendo, horrendo, harto horrendo!
    Si tienes sentimientos, no lo sufras;
    no consientas que el tálamo real de Dinamarca
    sea lecho de lujuria y vil incesto.
    Mas, cualquiera que sea tu proceder,
    no ensucies tu alma, ni acometas
    ninguna acción contra tu madre. Déjala al cielo
    y a las espinas que, clavadas, le hieren
    su propio corazón. Adiós ya.
    La luciérnaga anuncia la mañana:
    su llama mortecina palidece.
    Adiós, adiós, Hamlet. Acuérdate de mí.

    Sale.

    HAMLET
    ¡Ah, legiones celestiales! ¡Ah, tierra!  ¿Qué más?
    ¿Afiado el infierno? ¡No!  Resiste, corazón,
    y vosotras, mis fibras, no envejezcáis
    y mantenedme firme. ¿Acordarme de ti?
    Sí, pobre ánima, mientras resida memoria
    en mi turbada cabeza. ¿Acordarme de ti?
    Sí, de la tabla del recuerdo borraré
    toda anotación ligera y trivial,
    máximas de libros, impresiones, imágenes
    que en ella escribieron juventud y observación,
    y sólo tus mandatos viviran
    en mi libro del cerebro, sin mezcla
    de asuntos menos dignos. ¡Sí, sí, por el cielo!
    ¡Ah, perversa mujer!
    ¡Ah, infame, infame, maldito infame sonriente!
    Mi cuaderno, mi cuaderno; he de anotarlo:
    uno puede sonreír y sonreír, siendo un infame.
    Al menos, seguro que es posible en Dinamarca.
    Bueno, tío, ahí tienes. Y ahora, mi consigna:
    «Adiós, adiós, acuérdate de mí.»
    Lo he jurado.
    HORACIO y MARCELO [dentro]
    ¡Señor, señor!

    Entran HORACIO y MARCELO.

    MARCELO
    ¡Príncipe Hamlet!
    HORACIO
    Que Dios le proteja.
    HAMLET
    Así sea.
    HORACIO
    ¡Eh oh! ¡Eh oh, señor!
    HAMLET
    ¡Hucho, hucho hó! ¡Vuelve, pájaro!.
    MARCELO
    ¿Cómo estáis, noble señor?
    HORACIO
    ¿Qué ha ocurrido, señor?
    HAMLET
    ¡Ah, qué prodigio!
    HORACIO
    Mi buen señor, contadlo.
    HAMLET
    No, que lo divulgaréis.
    HORACIO
    Yo no, señor, por el cielo.
    MARCELO
    Ni yo, señor.
    HAMLET
    ¿Qué me decís? ¿Quién pensaría que … ?
    ¿Guardaréis el secreto?
    HORACIO y MARCELO
    Sí, por el cielo.
    HAMLET
    No hay un solo canalla en Dinamarca
    que no sea un pillo redomado.
    HORACIO
    Señor, para oír eso no hace falta
    que salga de la tumba espectro alguno.
    HAMLET
    Sí, claro, desde luego.
    Entonces, sin más ceremonia, es mejor
    que nos demos la mano y nos vayamos: vosotros,
    adonde os lleven vuestros asuntos y deseos,
    pues cada cual tiene sus asuntos y deseos,
    los que sean; en cuanto a mí, ¿sabéis?,
    me voy a rezar.
    HORACIO
    Señor, habláis sin orden ni medida.
    HAMLET
    Siento haberte ofendido, de veras,
    lo siento de veras.
    HORACIO
    No hay ofensa, señor.
    HAMLET
    Por San Patricio, sí que hay ofensa, Horacio,
    y mucha. En cuanto a esta aparición,
    es un espectro de verdad, os lo aseguro.
    Por lo que hace a vuestro deseo de saber
    lo que me ha dicho, dominadlo. Y ahora,
    pues sois amigos y hombres de armas y letras,
    concededme un humilde favor.
    HORACIO
    Sí, señor. ¿Cuál?
    HAMLET
    No revelar lo que habéis visto esta noche.
    HORACIO y MARCELO
    No lo haremos, señor.
    HAMLET
    Pues juradlo.
    HORACIO
    Juro que no, señor.
    MARCELO
    Juro que no, señor.
    HAMLET
    Sobre mi espada.
    MARCELO
    Señor, ya hemos jurado.
    HAMLET
    Vamos, sobre mi espada. Vamos.

    Grita el ESPECTRO bajo el escenario.

    ESPECTRO
    ¡Jurad!
    HAMLET
    ¡Ajá, muchacho! ¿Tú también? ¿Estás ahí,
    buen hombre?  Vamos, ya oís al del sótano
    Prestaos a jurar.
    HORACIO
    Proponed el juramento, señor.
    HAMLET
    No decir jamás lo que habéis visto.
    Jurad sobre mi espada.
    ESPECTRO
    ¡Jurad!

    [Juran.]

    HAMLET
    Hic et ubique ?. Pues cambiemos de sitio.
    Venid, señores y volved a poner vuestras manos en mi espada:
    no decir jamás lo que habéis oído.
    Jurad sobre mi espada.
    ESPECTRO
    ¡Jurad!

    [Juran.]

    HAMLET
    Muy bien, viejo topo. ¡Qué rápido escarbas!
    ¡Vaya zapador!  Cambiemos de nuevo, amigos.
    HORACIO
    ¡Día y noche, esto es harto extraño!
    HAMLET
    Pues igual que al extraño, acógelo bien.
    Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio,
    de las que sueña nuestra filosofía. Vamos,
    como antes: jurad que nunca, Dios mediante,
    por rara o extraña que sea mi conducta
    (pues tal vez desde ahora crea conveniente
    adoptar un talante estrafalario),
    si me veis en tal tesitura, jamás,
    doblando así los brazos, meneando la cabeza
    o diciendo expresiones equívocas, como
    «Nosotros lo sabemos», o «Queriendo, podríamos»,
    o «Si fuésemos a hablar» o «Los hay que si pudieran»,
    mostrando con frases tan ambiguas
    que sabéis algo de mí… Jurad
    que, Dios mediante y toda la gracia divina,
    no haréis nada de eso.
    ESPECTRO
    ¡Jurad!

    [Juran.]

    HAMLET
    ¡Descansa, ánima inquieta!  Señores,
    de corazón a vosotros me encomiendo;
    y todo lo que un ser tan humilde como Hamlet
    pueda hacer por demostraros su estima,
    si Dios quiere, nunca faltará. Entremos todos.
    Y, os lo ruego, el dedo siempre en el labio.
    Los tiempos se han dislocado. ¡Cruel conflicto,
    venir yo a este mundo para corregirlos!
    Venid. Vamos todos.

    Salen.

    II.i Entran POLONIO y REINALDO.

    POLONIO
    Dale este dinero y estas notas, Reinaldo.
    REINALDO
    Sí, señor.
    POLONIO
    Obrarás con prudencia, buen Reinaldo,
    si, antes de visitarle, te informas
    de su género de vida.
    REINALDO
    Señor, es lo que iba a hacer.
    POLONIO
    Estupendo, estupendo. Atiende: primero
    averigua cuántos daneses hay en París,
    y cómo, quién, qué medios, dónde viven,
    sus compañías, sus gastos; y así,
    con estos rodeos y preámbulos, cuando veas
    que conocen a mi hijo, más cerca estarás
    que si preguntas por él directamente.
    Finge, es un decir, que le conoces a lo vago,
    diciendo: «Conozco a su padre y a los suyos,
    y un poco a él.» ¿Te fijas, Reinaldo?
    REINALDO
    Perfectamente, señor.
    POLONIO
    «Y un poco a él, pero», y añades, «no mucho,
    aunque si es el que pienso, es un juerguista,
    muy dado a esto y aquello». Entonces le imputas
    los cuentos que te plazcan. Bueno, no tan graves
    que puedan deshonrarle, de eso guárdate;
    sólo los deslices bulliciosos y alocados
    que notoria y comúnmente se asocian
    con la libre juventud.
    REINALDO
    ¿Como el juego, sefíor?
    POLONIO
    Sí, o la bebida, la esgrima, la blasfemia,
    las peleas, las rameras… Hasta ahí.
    REINALDO
    Señor, eso le deshonraría.
    POLONIO
    Pues no, mientras moderes los cargos.
    No le hagas imputaciones de otro modo,
    diciendo que es muy dado al desenfreno,
    eso no: tú habla de sus faltas con tal arte
    que parezcan las lacras de su libertad,
    el estallido de un ánimo fogoso,
    la braveza de una sangre indómita
    que a todos les asalta.
    REINALDO
    Pero, señor…
    POLONIO
    ¿Por qué todo esto?
    REINALDO
    Sí, señor. Desearía saberlo.
    POLONIO
    Pues, mira, te explico mi intención,
    y entiendo que la maña es legítima.
    Achacándole a mi hijo esas leves faltas
    como si fueran polvo del camino,
    fíjate, si aquel a quien pretendes sondear
    ha visto que el joven de quien hablas
    es culpable de las lacras antedichas,
    seguro que concuerda contigo como sigue:
    «Señor» o algo así, «amigo», o «caballero»,
    con arreglo a la expresión y el título
    de la persona y el país.
    REINALDO
    Entendido, sefíor.
    POLONIO
    Y entonces él va y… él va y… ¿Qué iba yo a decirte? Por
    la misa, que iba a decir algo. ¿Dónde me he quedado?
    REINALDO
    En «concuerda como sigue», en «amigo o algo así», en «caballero».
    POLONIO
    En «concuerda como sigue». ¡Eso es!
    Él concuerda diciéndote: «Conozco al caballero,
    le vi ayer, o el otro día, el otro
    o el otro, con éste y aquél, y, como decís,
    estaba jugando, o inundado de bebida,
    o discutiendo en el tenis»; o te dice:
    «Le vi entrar en tal casa de trato»,
    es decir, un burdel, y así.
    ¿Te das cuenta? Con un cebo
    de mentiras pescas el pez de la verdad.
    Así es como los hombres prudentes y capaces,
    con rodeos y requilorios,
    desviándonos damos con la vía.
    Y tú, siguiendo mi enseñanza y mi consejo,
    lo lograrás con mi hijo. ¿Entendido?
    REINALDO
    Perfectamente, señor.
    POLONIO
    Entonces, ve con Dios.
    REINALDO [despidiéndose]
    Mi señor…
    POLONIO
    Observa tú mismo su conducta.
    REINALDO
    Sí, señor.
    POLONIO
    Y que siga con su música.
    REINALDO
    Muy bien, señor.

    Sale.
    Entra OFELIA.

    POLONIO
    Adiós.  ¿Qué hay, Ofelia? ¿Qué pasa?
    OFELIA
    ¡Ah, seiior, me he asustado tanto!
    POLONIO
    Por Dios, ¿cómo ha sido?
    OFELIA
    Señor, mientras cosía en mi aposento,
    aparece ante mí el Príncipe Hamlet
    con el jubón desabrochado, sin sombrero
    con las calzas sucias y caídas, como argollas
    al tobillo, más pálido que el lino,
    temblando las rodillas, y el semblante
    tan triste en su expresión que parecía
    huido del infierno para hablar de espantos.
    POLONIO
    ¿Está loco por ti?
    OFELIA
    Señor, no lo sé, pero lo temo.
    POLONIO
    ¿Qué te dijo?
    OFELIA
    Me agarró de la muñeca y me apretó.
    Entonces extendió todo su brazo
    y con la otra mano haciendo de visera
    se puso a escudriñarme la cara,
    cual si fuera a dibujarla. Así, un buen rato.
    Al final, sacudiéndome el brazo levemente
    y alzando y bajando así tres veces la cabeza,
    lanzó un suspiro tan profundo y lastimero
    que pareció destrozarle todo el cuerpo
    y acabar con su existencia. Entonces me soltó
    y, vuelta la cabeza sobre el hombro,
    parece que encontró el camino sin mirar,
    pues salió sin ayuda de los ojos
    y los tuvo en mí clavados hasta el fin.

  3. POLONIO
    Anda, ven conmigo. Voy a ver al rey.
    Eso es el delirio del amor,
    que por su propia violencia se aniquila
    y lleva a las acciones más desesperadas,
    como sucede cada vez con las pasiones
    que tanto nos afligen. Siento…
    ¿Le has hablado con dureza últimamente?
    OFELIA
    No, señor. Sólo cumplí vuestras órdenes:
    le devolví sus cartas y rechacé su presencia.
    POLONIO
    Eso le ha enloquecido. Siento
    no haber acertado al observarle.
    Pensé que jugaba contigo y que sería
    tu perdición. ¡Malditos mis recelos!
    Parece natural en la vejez
    excedernos en la desconfianza,
    igual que es propio de los jóvenes
    andar escasos de juicio. Ven, vamos con el rey.
    Esto ha de saberse, que obrar con sigilo
    traerá más desgracia que enojo el decirlo.

    Salen.

    II.ii Entran el REY, la REINA, ROSENCRANTZ, GUIL¬DENSTERN y otros.

    REY
    Bienvenidos, Rosencrantz y Guildenstern.
    Además de lo mucho que ansiábamos veros,
    os mandamos llamar a toda prisa
    porque os necesitábamos. Habéis oído hablar
    de la transformación de Hamlet: la llamo así
    puesto que no parece el mismo,
    ni por fuera ni por dentro. Qué pueda ser,
    si no es la muerte de su padre,
    lo que le tiene tan fuera de sí,
    no acierto a imaginarlo. Os ruego a los dos
    que, habiéndoos criado con él desde la infancia
    y conociendo tan de cerca su carácter,
    accedáis a quedaros en la corte
    por un tiempo, de modo que vuestra compañía
    le aporte distracción y permita averiguar,
    mediando ocasiones favorables,
    si algo ignorado le perturba
    que, descubierto, podamos remediar.
    REINA
    Caballeros, él ha hablado mticho de vosotros
    y me consta que no hay dos en todo el mundo
    a quien tenga más afecto. Si os complace
    mostrar la cortesía y gentileza
    de pasar algún tiempo con nosotros
    en ayuda y cumplimiento de nuestra esperanza,
    vuestra visita recibirá la gratitud
    que a la real largueza corresponde.
    ROSENCRANTZ
    El poder soberano de Vuestras Majestades
    puede hacernos cumplir vuestros augustos deseos
    sin tener que suplicarnos.
    GUILDENSTERN
    Con todo, obedecemos
    y nos brindamos con toda nuestra entrega,
    poniendo a vuestros pies nuestros servicios
    y aguardando vuestras órdenes.
    REY
    Gracias, Rosencrantz y noble Guildenstern.
    REINA
    Gracias, Guildenstern y noble Rosencrantz.
    Os suplico que al instante visitéis
    a mi hijo, ahora tan cambiado.  Que uno de vosotros
    lleve a estos señores donde esté Hamlet.
    GUILDENSTERN
    ¡Quiera Dios que nuestra presencia y nuestro esfuerzo
    le sirvan de alivio y ayuda!
    REINA
    Así sea.

    Salen ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN [con un criado].
    Entra POLONIO.

    POLONIO
    Señor, nuestros embajadores
    han vuelto felizmente de Noruega.
    REY
    Siempre fuisteis portador de buenas nuevas.
    POLONIO
    ¿Lo creéis, señor? Os aseguro, Majestad,
    que tanto mi lealtad como mi alma
    están al servicio de Dios y de mi rey.
    Y creo, a no ser que este mi cerebro
    ya no siga el rastro de la astucia
    tan bien como solía, que he encontrado
    la causa de la insania de Hamlet.
    REY
    Decídmela, que ansío conocerla.
    POLONIO
    Primero, recibid a los embajadores.
    Mi noticia será el postre del banquete.
    REY
    Pues honrad los entrantes y traedlos.

    [Sale POLONIO.]

    Mi reina, dice que ya ha averiguado
    la causa del trastorno de tu hijo.
    REINA
    Temo que ya la conozcamos: la muerte
    de su padre y nuestra boda apresurada.
    REY
    Bien, le sondearemos.

    Entran POLONIO, VOLTEMAND y COR¬NELIO.

    Bienvenidos, amigos. ¿Qué hay
    de nuestro hermano el noruego?
    VOLTEMAND
    Os devuelve complacido deseos y saludos.
    Así que nos oyó, ordenó que detuviesen
    las levas del sobrino, que él había tomado
    por un reclutamiento contra el rey de Polonia,
    pero que, tras indagaciones, resultó
    que apuntaban contra Vuestra Majestad.
    Así, dolido al ver que se habían aprovechado
    de su afección, vejez y decaimiento,
    ordenó a Fortinbrás que desistiera.
    Éste al punto obedeció, fue reprimido
    por el rey, y al final le hizo promesa
    de no volver a tomar armas contra vos,
    ante lo cual, lleno de gozo, el rey noruego
    le dio una anualidad de tres mil coronas
    y permiso para usar sus tropas reclutadas
    contra el rey de Polonia, con el ruego,
    consignado en este documento,
    de que os dignéis conceder paso franco
    por vuestros dominios a esta expedición,
    con tales garantías y licencias
    como en él se recogen.
    REY
    Me complace,
    y en tiempo conveniente he de leer,
    contestar y ponderar todo este asunto.
    Mientras, gracias por empresa tan lograda.
    Id a descansar; por la noche, venid al festín.
    Sed muy bienvenidos.

    Salen los embajadores.

    POLONIO
    El asunto acabó bien.
    Mi soberano, mi reina, controvertir
    qué pueda ser la majestad, el deber, por qué
    el día es día, la noche noche, y el tiempo tiempo,
    sería perder noche, día y tiempo.
    Así que, pues lo breve es el alma del buen juicio
    y lo extenso, los miembros y adornos exteriores,
    seré breve. Vuestro noble hijo está loco.
    Digo «loco», pues, para definir la locura,
    ¿no tendría uno que estar loco?
    Pero dejemos esto.
    REINA
    Más sustancia y menos arte.
    POLONIO
    Señora, os juro que hablo sin arte.
    Que está loco es cierto; es cierto que es lástima
    y es lástima que sea cierto… ¡Qué torpe figura!
    Ya basta, que no pienso hablar con arte.
    Admitamos que está loco; sólo resta
    averiguar la causa del efecto
    o, mejor dicho, la causa del defecto,
    pues el efecto defectivo tiene causa.
    Por tanto, sólo resta… Lo restante, por tanto…
    Ponderad. Tengo una hija (la tengo mientras sea mía)
    que, fijaos, en su lealtad y obediencia,
    me ha entregado esto. Sacad vuestras conclusiones.

    [Lee] la carta.

    «Al ídolo de mi alma, la celestial y hermoseada Ofe¬lia … » Este término es horrible, infame; «hermoseada» es un término infame. Pero escuchad: «… esta carta; a su blanquísimo pecho, esta carta».
    REINA
    ¿Es Hamlet quien se lo ha escrito?
    POLONIO
    Tened paciencia, señora. Voy a leerla fielmente.

    «Duda que ardan los astros,
    duda que se mueva el sol
    duda que haya verdad,
    mas no dudes de mi amor.
    ¡Ah, querida Ofelia! Los versos se me dan mal. No tengo arte para medir mis lamentos. Pero que te amo más que a nadie, mucho más, créelo. Adiós.
    Tuyo siempre, queridísima amada
    mientras mi cuerpo sea mío,
    Hamlet.»
    Esto me lo ha mostrado mi obediente hija
    y, además, a mi oído ha confiado
    todos sus galanteos, tal como sucedieron
    en tiempo, modo y lugar.
    REY
    Y ella, ¿cómo le ha respondido?
    POLONIO
    ¿Qué opináis de mí?
    REY
    Que sois hombre leal y de bien.
    POLONIO
    Procuro serlo. ¿Qué habríais pensado
    si, cuando vi en acción su amor ardiente
    (pues yo me percaté, tenedlo en cuenta,
    antes que mi hija me avisara); qué habríais pensado
    vos o mi querida Majestad, la reina,
    si yo hubiera sido el cuaderno de sus notas,
    o me hubiera hecho el distraído,
    o no hubiera dado importancia a estos amores?
    ¿Qué habríais pensado? No, yo no perdí el tiempo
    y le hablé a mi jovencita de este modo:
    «El Príncipe Hamlet no es de tu esfera;
    esto se acabó.» Entonces le ordené
    que si él venía a verla se encerrara,
    no admitiera sus mensajes, ni recibiera prendas.
    Lo hizo, y mi consejo le dio fruto,
    pues, para abreviar, al verse por ella rechazado,
    le entró melancolía, después inapetencia,
    después insomnio, después debilidad,
    después mareos y, siguiendo este declive,
    la locura que le hace delirar
    y que todos lamentamos.
    REY
    ¿Tú crees que es eso?
    REINA
    Tal vez. Es Posible.
    POLONIO
    Decidme, ¿ha ocurrido alguna vez
    que yo haya dicho con certeza «Es tal cosa»
    y me haya equivocado?
    REY
    Que yo sepa, no.
    POLONIO [señalando su cabeza y sus hombros]
    Separad ésta de aquí si me equivoco.
    Habiendo indicios que me guíen,
    daré con la verdad, aunque se oculte
    en el centro de la tierra.
    REY
    ¿Cómo podemos comprobarlo?
    POLONIO
    Sabéis que a veces pasea largo rato
    por esta galería.
    REINA
    Desde luego.
    POLONIO
    La próxima vez, le suelto a mi hija.
    Vos y yo nos pondremos detrás de algún tapiz.
    Observad su encuentro. Si no está enamorado
    y por estarlo no ha perdido el juicio,
    haced que yo cese en mi puesto de gobierno
    y me ocupe de una granja y de sus cuadras.
    REY
    Lo probaremos.

    Entra HAMLET leyendo un libro.

    REINA
    Mirad qué, absorto en su lectura viene el pobre.
    POLONIO
    Retiraos, os lo ruego, retiraos.
    Voy a hablarle. Con permiso.

    Salen el REY y la REINA.

    ¿Cómo está mi Príncipe Hamlet?
    HAMLET
    Bien, gracias.
    POLONIO
    ¿Sabéis quién soy, sefíor?
    HAMLET
    Perfectísimamente: sois un pescadero.
    POLONIO
    ¿Yo? No, señor.
    HAMLET
    Pues ojalá fueseis tan honrado.
    POLONIO
    ¿Honrado, señor?
    HAMLET
    Claro: tal como va el mundo, ser honrado es ser uno entre diez mil.
    POLONIO
    Muy cierto, seiior.
    HAMLET
    Pues si el sol cría gusanos en un perro muerto, que es carnaza digna de besar… ¿Tenéis una hija?
    POLONIO
    Sí, señor.
    HAMLET
    Que no salga al sol. Concebir es una dicha, mas no como pueda concebirlo vuestra hija. Amigo, cuidado.
    POLONIO
    [aparte] ¿Qué te parece? Siempre con mi hija. Aunque al principio no me conoció: dijo que yo era pescadero. Está ido, ido. La verdad es que yo, en mi juventud, también sufrí penas de amor, casi tanto como él. Le hablaré otra vez.  ¿Qué leéis, señor?
    HAMLET
    Palabras, palabras, palabras.
    POLONIO
    ¿De qué tratan, señor?
    HAMLET
    ¿Tratan, quién?
    POLONIO
    Quiero decir lo que leéis, señor.
    HAMLET
    Son calumnias, pues el satírico granuja dice aquí que los viejos tienen la barba cana, la cara llena de arrugas, los ojos segregando resina o savia de ciruelo, y que andan escasos de juicio y flojos de muslos. Todo lo cual, señor, aunque lo creo con firmeza y entereza, no me parece correcto escribirlo así. Vos mismo os volveríais de mi edad si pudierais andar para atrás como un cangrejo.
    POLONIO
    [aparte] Será locura, pero con lógica.  ¿Queréis pasar donde no haga aire?
    HAMLET
    ¿A mi tumba?
    POLONIO
    Ahí sí que no hace aire. [Aparte] ¡Qué atinadas suelen ser sus respuestas! La locura acierta a veces cuando el juicio y la cordura no dan fruto. Voy a dejarte, y en seguida urdiré el modo de que se encuentre con mi hija.  Honorable señor, humildemente pido licencia para retirarme.
    HAMLET
    No podéis pedirme nada que yo no os dé con mayor gusto; salvo mi vida, mi vida. POLONIO
    Adiós, señor.
    HAMLET
    ¡Viejos tontos y cargantes!

    Entran ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

    POLONIO
    Si buscáis al Príncipe Hamlet, ahí está.
    ROSENCRANTZ [a POLONIO]
    Id con Dios, señor.

    [Sale POLONIO.]

    GUILDENSTERN
    ¡Respetable señor!
    ROSENCRANTZ
    ¡Queridísimo señor!
    HAMLET
    ¡Mis magníficos amigos! ¿Qué tal, Guildenstern? ¡Ah, Rosencrantz! ¿Cómo estáis, muchachos?
    ROSENCRANTZ
    Igual que el común de los mortales.
    GUILDENSTERN
    Contentos de no pasar de contentos: del gorro de la Fortuna no somos la borla.
    HAMLET
    ¿Ni las suelas de sus zapatos?
    ROSENCRANTZ
    Tampoco, señor.
    HAMLET
    Entonces vivís por su cintura o en el centro de sus favores.
    GUILDENSTERN
    En su intimidad.
    HAMLET
    ¿Así que en sus partes? ¡Ah, claro! Es una golfa. ¿Qué hay de nuevo?
    ROSENCRANTZ
    Nada, señor: que el mundo se ha vuelto honrado.
    HAMLET
    Estará cerca el Día del Juicio. No, vuestra noticia no es cierta. Dejad que os pregunte con más precisión. ¿Qué habéis hecho, queridos amigos, para que la Fortuna os traiga a esta cárcel?
    GUILDENSTERN
    ¿Cárcel, señor?
    HAMLET
    Dinamarca es una cárcel.
    ROSENCRANTZ
    Entonces lo es el mundo.
    HAMLET
    Sí, una cárcel espléndida, con muchas celdas, encierros y calabozos, y Dinamarca es de los peores.
    ROSENCRANTZ
    No somos de esa opinión, señor.
    HAMLET
    Porque no lo es para vosotros, pues no hay nada bueno ni malo: nuestra opinión le hace serlo. Para mí es una cárcel.
    ROSENCRANTZ
    Así lo ve vuestra ambición: es poco país para vuestro ánimo.
    HAMLET
    ¡Dios santo! Encerrado en una cáscara de nuez me tendría por rey del espacio infinito, si no fuera porque tengo malos sueños.
    GUILDENSTERN
    Sueños que son ambición, pues la esencia del ambicioso es la sombra de un sueño.
    HAMLET
    Y un sueño es una sombra.
    ROSENCRANTZ
    Cierto, y considero a la ambición de sustancia tan eté¬rea que sería la sombra de una sombra.
    HAMLET
    Entonces los mendigos son cuerpos, y los reyes y los héroes engolados, sombras de mendigos. ¿Vamos a la corte? Más no puedo discurrir.
    ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN
    Os acompañaremos.
    HAMLET
    De ningún modo. No pienso mezclaros con mis sirvien¬tes, pues, para ser sincero, estoy pésimamente atendido. Pero, pon la franqueza de nuestra amistad, ¿qué hacéis en Elsenor?
    ROSENCRANTZ
    Visitaros, señor, nada más.
    HAMLET
    Pobre como soy, no tengo ni gracias para dar. Pero os lo agradezco, aunque mi gratitud no valga un centavo. ¿No os han hecho venir? ¿Fue iniciativa vuestra? ¿Es visita voluntaria? Vamos, sed sinceros conmigo. Venga, vamos, hablad ya.
    GUILDENSTERN
    ¿Qué vamos a decir, señor?
    HAMLET
    Lo que sea, con tal que haga al caso. Os han hecho venir: hay en vuestra mirada una confesión que vuestro pudor no es capaz de disfrazar. Sé que los buenos reyes os han hecho venir.
    ROSENCRANTZ
    ¿Con qué fin, señor?
    HAMLET
    Eso decídmelo vosotros. Mas permitid que os conjure, por los derechos de nuestro compañerismo, por la ar¬monía de nuestros años mozos, por la obligación de una amistad tan duradera y por todo lo que otro podria proponer: sed abiertos y sinceros y decidme si os han hecho venir o no.
    ROSENCRANTZ [aparte a GUILDENSTERN]
    ¿Qué dices tú?
    HAMLET
    Cuidado, que os vigilo. Si me apreciáis, no calléis.
    GUILDENSTERN
    Señor, nos han hecho venir.
    HAMLET
    Yo os diré por qué. Me adelantaré a lo que vais a revelarme y así no sufrirá menoscabo la discreción que prometisteis a los reyes. últimamente, no sé por qué, he perdido la alegría, he dejado todas mis actividades; y lo cierto es que me veo tan abatido que esta bella estructura que es la tierra me parece un estéril promon¬torio. Esta regia bóveda, el cielo, ¿veis?, este excelso firmamento, este techo majestuoso adornado con fuego de oro, todo esto me parece nada más que una asamblea de emanaciones pestilentes e inmundas. ¡Qué obra maestra es el hombre! ¡Qué noble en su raciocinio! ¡Qué infinito en sus potencias! ¡Qué perfecto y admirable en forma y movimiento! ¡Cuán parecido a un ángel en sus actos y a un dios en su entendimiento! ¡La gala del mundo, el arquetipo de criaturas! Y sin embargo, ¿qué es para mí esta quintaesencia del polvo? El hombre no me agrada; no, tampoco la mujer, aunque por tus son¬risas pareces creer que sí.
    ROSENCRANTZ
    Señor, no había en mí tal pensamiento.
    HAMLET
    Entonces, ¿por qué te has reído cuando he dicho que el hombre no me agrada?
    ROSENCRANTZ
    Señor, de pensar en la cuaresma que les vais a dar a los cómicos. Los dejamos atrás cuando venían hacia aquí a ofreceros sus servicios.
    HAMLET
    El que haga de rey será bienvenido; a su majestad le pa¬garé tributo. El caballero andante usará su espada y su rodela, el amante no suspirará en vano, el excéntrico aca¬bará su papel en paz, el gracioso hará reír a los que pronto se disparan y la dama hablará sin cortapisas, que, si no, el verso suelto andará cojo. ¿Qué cómicos son éstos?

  4. ROSENCRANTZ
    Los que tanto os agradaban: los actores de la ciudad.
    HAMLET
    ¿Cómo es que viajan? Siendo estables gozaban de más fama y beneficios.
    ROSENCRANTZ
    Creo que les prohibieron actuar tras el reciente dis¬turbio.
    HAMLET
    ¿Y son tan renombrados como cuando yo estaba en la ciudad? ¿Tienen tanto público?
    ROSENCRANTZ
    No, desde luego que no.
    HAMLET
    ¿Cómo es eso? ¿Es que están pasados?
    ROSENCRANTZ
    No, se mantienen a su altura. Pero ha nacido una par¬vada de chiquillos, unos pollitos que chillan a más no poder y se les aplaude escandalosamente. Están de moda, y tanto se meten con los teatros populares, como ellos los llaman, que el galán de espada al cinto tiene miedo de la pluma y ya no vuelve a frecuentarlos.
    HAMLET
    ¿Así que chiquillos? ¿Quién los patrocina? ¿Cómo se mantienen? ¿Seguirán en el oficio cuando muden la voz? Y si luego acaban en los teatros populares, que será lo más probable si no hay otra cosa, ¿no dirán que sus poetas los malean obligándolos a criticar su propio futuro?
    ROSENCRANTZ
    La verdad es que ha habido mucho ruido en ambas partes, y la gente no ve nada malo en provocarlos al debate. Durante un tiempo no se vendía un argumento en que no se enzarzasen autores contra actores.
    HAMLET
    ¿Es posible?
    GUILDENSTERN
    Bueno, se ha vertido mucho ingenio.
    HAMLET
    ¿Y se llevan la palma los chiquillos?
    ROSENCRANTZ
    Sí, señor, y a Hércules mismo con su carga.
    HAMLET
    Tan extraño no es, pues mi tío es rey de Dinamarca, y los que en vida de mi padre le hacían muecas dan ahora veinte, cuarenta, cincuenta, cien ducados por su retrato en miniatura. Voto a Dios, que hay algo anormal en todo esto, como podría demostrar la filosofía.

    Toque de trompetas.

    GUILDENSTERN
    Ahí están los cómicos.

    HAMLET
    Caballeros, sed bienvenidos a Elsenor. Dadme la mano, vamos. A toda bienvenida corresponde ceremonia y cortesía. Permitid que cumpla con vosotros de este modo, no sea que mi acogida a los actores (que, os lo advierto, será espléndida) parezca más calurosa que la vuestra. Bienvenidos. Pero mi tío padre y mi tía madre se equivocan.
    GUILDENSTERN
    ¿En qué, mi señor?
    HAMLET
    Yo sólo estoy loco con el nornoroeste; si el viento es del sur, distingo un pico de una picaza.

    Entra POLONIO.

    POLONIO
    Mis saludos, caballeros.
    HAMLET
    Escucha, Guildenstern, y tú también: a cada oído, un oyente. Esa gran criatura que veis ahí todavía va en pañales.
    ROSENCRANTZ
    Será la segunda vuelta, pues dicen que el viejo vuelve a ser niño.
    HAMLET
    Profetizo que viene a hablarnos de los cómicos. Aten¬ded… Tenéis razón, pues así fue el lunes por la mañana.
    POLONIO
    Señor, tengo noticias para vos.
    HAMLET
    Y yo noticias para vos. Cuando Roscio era actor en Roma…
    POLONIO
    Señor, han llegado los actores.
    HAMLET
    ¡Ya, ya!
    POLONIO
    Os lo juro…
    HAMLET
    Cada actor llegó en su burro.
    POLONIO
    Los mejores actores del mundo, tanto en lo trágico como en lo cómico, lo histórico, pastoril, cómico pasto¬ril,histórico pastoril, trágico histórico, trágico cómico-histórico pastoril, la obra unitaria o la pieza libre. Séneca no será tan grave ni Plauto tan leve. Se obser¬ven las reglas o se desatiendan, ellos no tienen igual.
    HAMLET
    ¡Ah, Jefté, juez de Israel, qué tesoro tienes!
    POLONIO
    ¿Qué tesoro tenía?
    HAMLET
    Pues,
    «Hija hermosa, nada más,
    y la quería de verdad.»
    POLONIO [aparte]
    Y dale con mi hija.
    HAMLET
    ¿No estoy en lo cierto, Jefté?
    POLONIO
    Señor, si me llamáis Jefté, sí que tengo una hija y la quiero de verdad.
    HAMLET
    No, eso no se sigue.
    POLONIO
    Pues, ¿cómo se sigue?
    HAMLET
    Asi:
    «Por azar, cual Dios dirá.»
    Que sabéis que continúa:
    «Sucedió, como se vio … »
    Lo demás lo tenéis en la primera estrofa de la devota canción, que aquí llegan pasatiempos.

    Entran cuatro o cinco ACTORES.

    Bienvenidos, señores, bienvenidos todos.  Me alegra verte tan bien.  Bienvenidos, amigos.  ¡Mi viejo amigo! Te ha salido barba desde que te vi. ¿No te subirás a mis barbas aquí, en Dinamarca?  ¡Ah, mi joven señora! Válgame, desde la última vez que os vi, vuestra merced se ha acercado al cielo en la altura de un chapín. Dios quiera que no hayas mudado la voz y suene a moneda falsa.  Señores, sed todos bienveni¬dos. Ahora, a lanzarse contra lo que salga, como cetre¬ros franceses. Anda, a recitar. Venga, una prueba de tus dotes; vamos, un fragmento que conmueva.

    ACTOR 1.0
    ¿Cuál, señor?
    HAMLET
    Te oí una vez recitar un fragmento que nunca se repre¬sentó; a lo sumo, una sola vez. La obra, lo recuerdo bien, no gustó a la multitud, era caviar para el público. Pero, en mi sentir y en el de otros cuyo juicio en la materia pesa más que el mío, era una obra magnífica, bien concertada, y compuesta con tanta mesura como arte. Recuerdo que alguien dijo que no había pimienta en los versos que los hiciera picantes, ni nada en el lenguaje que pudiera acusar al autor de afectación, sino que tenía un estilo comedido. En ella me gustaba más que nada un fragmento, el relato de Eneas a Dido, especialmente la parte que trata de la muerte de Pría¬mo. Si aún vive en tu memoria, empieza donde dice… A ver, a ver:
    «El áspero Pirro, cual la fiera hircana…»
    No, así, no. Empieza con Pirro:
    «El áspero Pirro, con sable armadura,
    negra cual su intento e igual que la noche
    cuando en el funesto corcel iba oculto,
    ha untado su negra y horrífica efigie
    de heráldica infausta. De pies a cabeza
    vestido de gules, hebras pavorosas
    de sangre de padres, madres, hijas, hijos,
    cocida y reseca por calles que abrasan
    y dan una luz violenta y maldita
    a su odiosa muerte. Quemado de furia
    y fuego, cubierto de sangre cuajada,
    carbunclos sus ojos, Pirro infernal busca
    al anciano Príamo.»
    Sigue tú.
    POLONIO
    Por Dios, que lo habéis dicho muy bien, con buena dicción y gran mesura.
    ACTOR 1.0
    «Al punto le halla
    en vana ofensiva. Su espada vetusta
    yace donde cae, hostil a sus órdenes,
    rebelde a su brazo. En lid desigual
    Pirro embiste a Príamo y yerra en su rabia,
    pero con el soplo de su rudo acero
    el anciano cae. La inánime Ilión,
    cual sintiendo el golpe, con torres en llamas
    se viene a tierra, y su hórrido estruendo
    a Pirro suspende: he ahí que su espada,
    en trance de herir la nívea cabeza
    del viejo patriarca, se paró en el aire.
    Cual imagen de un tirano quedó Pirro,
    quien, inmóvil entre propósito y acto,
    no hacía nada.
    Mas (tal como ocurre ante una tormenta,
    el cielo callado, las nubes tranquilas,
    los vientos en calma, y toda la tierra
    muda cual la muerte), de pronto el trueno
    estremece el aire; así, tras la pausa,
    se excita otra vez la venganza de Pirro;
    y nunca golpeó el martillo de un cíclope
    con menos piedad la armadura de Marte,
    de forja perpetua, que ahora golpea
    a Príamo el arma sangrienta de Pirro.
    ¡Atrás, ramera Fortuna! ¡Oíd, dioses!
    ¡En santo concilio quitadle su fuerza,
    rompedle a su rueda los radios y pinas,
    haciendo que el cubo ruede desde el cielo
    y caiga en el tártaro!»
    POLONIO
    Demasiado largo.
    HAMLET
    Irá al barbero, junto con tu barba.  Sigue, te lo ruego. Éste sólo quiere mojigangas o cuentos verdes; si no, se duerme. Sigue. Llega a lo de Hécuba.
    ACTOR 1.0
    «Mas quien a la reina viese en su arrebozo … »
    HAMLET
    ¿«Arrebozo»?
    POLONIO
    Está bien; «arrebozo» está bien.
    ACTOR 1.0
    «… corriendo descalza, un río de lágrimas
    conminando al fuego; paño y no corona
    sobre la cabeza; vestido su cuerpo,
    flaco y extenuado de tanto engendrar,
    con manta cogida en la prisa del miedo…
    Quien todo esto viese, con voz venenosa
    contra el poder de Fortuna se alzaría.
    Hubiéranla visto entonces los dioses,
    cuando ella vio a Pirro en cruel pasatiempo
    cortando a su esposo en tristes pedazos,
    a no ser que lo mortal no los conmueva,
    el mero estallido de pena y dolor
    habría hecho llorar a los ojos del cielo
    y sufrir a los dioses».

    POLONIO
    Mirad: se le altera el semblante y le brotan las lágrimas.  No sigas, te lo ruego.
    HAMLET
    Ya basta. Pronto declamarás el resto.  Mi buen señor, ¿queréis cuidaros de hospedar bien a los actores? Oíd¬me: que sean bien tratados, pues son el compendio y la crónica del mundo. Más os vale un mal epitafio a vues¬tra muerte que sufrir en vida su censura.
    POLONIO
    Señor, los trataré como se merecen.
    HAMLET
    ¡Cuerpo de Dios, mucho mejor! Tratad a cada uno como se merece y, ¿quién escapa al látigo? Tratadlos según vuestro honor y dignidad: cuanto menos me¬rezcan, más mérito tendrá vuestra largueza. Acompa¬ñadlos.
    POLONIO
    Venid, señores.

    Sale con [todos] los ACTORES [menos el pri¬mero].

    HAMLET
    Seguidle, amigos. Mañana habrá función.  Oye, ami¬go, ¿podéis representar «El asesinato de Gonzago»?
    ACTOR 1.0
    Sí, mi señor.
    HAMLET
    Será para mañana noche. Si es preciso, ¿podrías apren¬derte de memoria un fragmento de doce a dieciséis versos que yo puedo escribir e intercalar?
    ACTOR 1.0
    Sí, mi señor.
    HAMLET
    Muy bien. Sigue al caballero y no te burles de él.

    [Sale el ACTOR I.0]

    Mis buenos amigos, hasta la noche. Sed bienvenidos a Elsenor.
    ROSENCRANTZ [despidiéndose]
    Mi señor…

    Salen ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

    HAMLET
    Quedad con Dios.  Ahora ya estoy solo.
    ¡Ah, qué innoble soy, qué mísero canalla!
    ¿No afea mi conducta el que este actor,
    en su fábula, fingiendo sentimiento,
    acomode su alma a una imagen
    al punto que su rostro palidezca,
    le broten lágrimas, el semblante se le mude,
    la voz se le entrecorte, y que aplique todo el cuerpo
    a la expresión de su imagen? Y todo por nada.
    ¿Por Hécuba?
    ¿Quién es Hécuba para él, o él para Hécuba,
    que le hace llorar? ¿Qué haría si tuviese
    el motivo y la llamada al sentimiento
    que yo tengo? Ahogar el teatro con sus lagrimas,
    atronar con su clamor los oídos del público,
    enloquecer al culpable y aterrar al inocente,
    pasmar al ignorante y suspender
    los sentidos de la vista y el oído. Mas yo,
    vil desganado, me arrastro en la apatía
    como un soñador, impasible ante mi causa
    y sin decir palabra; no, ni por un rey
    cuya vida, su bien más preciado,
    fue ruinmente aniquilada. ¿Soy un cobarde?
    ¿Quién me llama infame, me da en la cabeza,
    me arranca la barba y me la sopla a la cara,
    me tira de la nariz, me acusa de embustero
    en cuerpo y alma? ¿Quién?
    ¡Voto a … ! Lo sufriría. Pues seguro
    que soy dulce cual paloma y no tengo la hiel
    que encona los agravios, que, si no,
    ya habría cebado a los milanos del cielo
    con la asadura de este ruin. ¡Canalla inhumano
    rijoso, sensual, desleal, desnaturalizado!
    ¡Oh, venganza!
    ¡Ah, qué torpe soy! Sí. ¡Buen lucimiento!
    Yo, hijo de un padre querido al que asesinan,
    movido a la venganza por cielo e infierno,
    como una puta me desfogo con palabras
    y me pongo a maldecir como una golfa
    o vil fregona. ¡Ah, qué vergüenza!
    Actúa, cerebro. He oído decir
    que unos culpables que asistían al teatro
    se han impresionado a tal extremo
    con el arte de la escena que al instante
    han confesado sus delitos; pues el crimen,
    aunque es mudo, al final habla
    con lengua milagrosa. Haré que estos actores
    reciten algo como el crimen de mi padre
    en presencia de mi tío. Observaré sus gestos,
    le hurgaré la herida. Al menor sobresalto
    ya sé qué hacer. El espíritu que he visto
    quizá sea el demonio, cuyo poder le permite
    adoptar una forma atrayente; sí, y tal vez
    por mi debilidad y melancolía,
    pues es poderoso con tales estados,
    me engaña para condenarme. Quiero pruebas
    concluyentes: el teatro es la red
    que atrapará la conciencia de este rey.

    Sale.

    III.I Entran el REY, la REINA, POLONIO, OFELIA, ROSENCRANTZ y
      GUILDENSTERN.

    REY
    ¿Y a través de circunloquios no podéis
    averiguar por qué afecta ese trastorno
    y se crispa el sosiego a tal extremo
    con su demencia destemplada y peligrosa?
    ROSENCRANTZ
    Reconoce que se siente perturbado,
    mas no hay modo de que diga por qué causa.
    GUILDENSTERN
    Ni parece que se deje sondear:
    cuando queremos llevarle a que revele
    su estado verdadero, rehúye la ocasión
    con su locura fingida.
    REINA
    ¿Os acogió bien?
    ROSENCRANTZ
    Como todo un caballero.
    GUILDENSTERN
    Y, sin embargo, muy forzado.
    ROSENCRANTZ
    Se resistía a conversar, mas respondió a nuestras preguntas sin reservas.
    REINA
    ¿Le animasteis con alguna distracción?
    ROSENCRANTZ
    Señora, sucedió que, de camino,
    dejamos atrás a unos actores. Le hablamos de ellos
    y, por lo visto, se alegró con la noticia.
    Ahora ya se encuentran en la corte
    y creo que tienen el encargo
    de actuar esta noche en su presencia.
    POLONIO
    Muy cierto, y me ha rogado
    que suplique a Vuestras Majestades
    que asistáis a la función.
    REY
    Con toda el alma, y me complace sumamente
    que esté con ese ánimo.  Caballeros,
    alentadle un poco más y seguid
    llevándole hacia estas diversiones.
    ROSENCRANTZ
    Sí, Majestad.

    Salen ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

    REY
    Querida Gertrudis, déjanos tú también,
    pues hemos planeado que venga aquí Hamlet
    para que pueda encontrarse con Ofelia
    como por azar.
    Su padre y yo mismo, legítimos espías,
    haremos de tal modo que, viendo sin ser vistos,
    podamos juzgar el encuentro con certeza
    y deducir de su conducta
    si lo que tanto le aqueja es realmente
    una afección amorosa.
    REINA
    Te obedezco.
    En cuanto a ti, Ofelia, me alegraría
    que la causa de la insania de Hamlet
    fueran tus encantos, como espero
    que, por el bien de los dos, tus virtudes
    le devuelvan al camino acostumbrado.
    OFELIA
    Así lo espero, señora.

    [Sale la REINA.]

    POLONIO
    Ofelia, pasea por aquí.  Majestad, si os place,
    vamos a ocultarnos.  Tú lee este libro:
    tal muestra de recogimiento explicará
    tu soledad.  En esto no obramos bien:
    como prueba la experiencia, con el rostro devoto
    y el acto piadoso hacemos atrayente
    al propio diablo.
    REY [aparte]
    ¡Gran verdad!
    ¡Qué duro latigazo a mi conciencia!
    La cara de una golfa, repintada de color,
    no es más fea con el afeite que se aplica
    que mis actos con mis falsas palabras.
    ¡Ah, qué pesada carga!
    POLONIO
    Ya viene; retirémonos, señor.

    Salen [el REY y POLONIO].
    Entra HAMLET.

    HAMLET
    Ser o no ser, esa es la cuestión:
    si es más noble para el alma soportar
    las flechas y pedradas de la áspera Fortuna
    o armarse contra un mar de adversidades
    y darles fin en el encuentro. Morir: dormir,
    nada más. Y si durmiendo terminaran
    las angustias y los mil ataques naturales
    herencia de la carne, sería una conclusión
    seriamente deseable. Morir, dormir:
    dormir, tal vez soñar. Sí, ese es el estorbo;
    pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno
    ya libres del agobio terrenal,
    es una consideración que frena el juicio
    y da tan larga vida a la desgracia. Pues, ¿quién
    soportaría los azotes e injurias de este mundo,
    el desmán del tirano, la afrenta del soberbio,
    las penas del amor menospreciado,
    la tardanza de la ley, la arrogancia del cargo,
    los insultos que sufre la paciencia,
    pudiendo cerrar cuentas uno mismo
    con un simple puñal? ¿Quién lleva esas cargas,
    gimiendo y sudando bajo el peso de esta vida,
    si no es porque el temor al más allá,
    la tierra inexplorada de cuyas fronteras
    ningún viajero vuelve, detiene los sentidos
    y nos hace soportar los males que tenemos
    antes que huir hacia otros que ignoramos?
    La conciencia nos vuelve unos cobardes,
    el color natural de nuestro ánimo
    se mustia con el pálido matiz del pensamiento,
    y empresas de gran peso y entidad
    por tal motivo se desvían de su curso
    y ya no son acción.  Pero, alto:
    la bella Ofelia. Hermosa, en tus plegarias
    recuerda mis pecados.
    OFELIA
    Mi señor, ¿cómo ha estado Vuestra Alteza
    todos estos días?
    HAMLET
    Con humildad os lo agradezco: bien, bien, bien.
    OFELIA
    Señor, aquí tengo recuerdos que me disteis
    y que hace tiempo pensaba devolveros.
    Os lo suplico, tomadlos.
    HAMLET
    No, no. Yo nunca os di nada.
    OFELIA
    Mi señor, sabéis muy bien que sí,
    y con ellos palabras de aliento tan dulce
    que les daban más valor. Perdida su fragancia,
    tomad vuestros presentes: para el ánimo noble,
    cuando olvida el donante se empobrecen sus dones.
    Tomad, señor.
    HAMLET
    ¡Ajá! ¿Eres honesta?

  5. OFELIA
    ¡Señor!
    HAMLET
    ¿Eres bella?
    OFELIA
    ¿Qué queréis decir?
    HAMLET
    Que si eres honesta y bella, tu honestidad no debe permitir el trato con tu belleza. OFELIA
    ¿Puede haber mejor comercio, señor, que el de hones¬tidad y belleza?
    HAMLET
    Pues sí, porque la belleza puede transformar la hones¬tidad en alcahueta antes que la honestidad vuelva ho¬nesta a la belleza. Antiguamente esto era un absurdo, pero ahora los tiempos lo confirman. Antes te amaba.
    OFELIA
    Señor, me lo hicisteis creer.
    HAMLET
    No debías haberme creído, pues la virtud no se puede injertar en nuestro viejo tronco sin que quede algún resabio. Así que no te amaba.
    OFELIA
    Más me engañé.
    HAMLET
    ¡Vete a un convento! ¿Es que quieres criar pecadores? Yo soy bastante decente, pero puedo acusarme de cosas tales que más valdría que mi madre no me hubiese engendrado. Soy muy orgulloso, vengador, ambicioso, con más disposición para hacer daño que ideas para concebirlo, imaginación para plasmarlo o tiempo para cumplirlo. ¿Por qué gente como yo ha de arrastrarse entre la tierra y el cielo? Todos somos unos miserables: no nos creas a ninguno. Venga, vete a un convento. ¿Dónde está tu padre?.
    OFELIA
    En casa, señor.
    HAMLET
    Cerrad bien las puertas, que sólo haga el bobo allí dentro. Adiós.
    OFELIA
    ¡El cielo le asista!
    HAMLET
    Si te casas, sea mi dote esta maldición: serás más casta que el hielo y más pura que la nieve, y no podrás evitar la calumnia. Vete a un convento, anda, adiós. O si es que has de casarte, cásate con un tonto, pues el listo sabe bien los cuernos que ponéis, A un convento, va¬mos, deprisa. Adiós.
    OFELIA
    ¡Santos del cielo, curadle!
    HAMLET
    Sé muy bien lo de vuestros afeites. Dios os da una cara y vosotras os hacéis otra. Andáis a saltitos o pausado, gangueando bautizáis todo lo creado, y hacéis pasar por inocencia vuestros dengues. Muy bien, se acabó; me ha vuelto loco. Ya no habrá más matrimonios. De los que ya están casados vivirán todos menos uno. Los demás, que sigan como están. ¡A un convento, vamos!

    Sale.

    OFELIA
    ¡Ah, qué noble inteligencia destruida!
    Del cortesano, él sabio y el soldado,
    el ojo, la lengua, la espada. Esperanza y flor
    de nuestro reino, espejo de elegancia
    y modelo de conducta, blanco de observantes,
    y ahora destrozado. Y yo, la mujer más abatida,
    que gozó de la miel de sus promesas,
    veo ese noble y soberano entendimiento
    destemplado cual campanas que disuenan,
    esa estampa sin par de perfecta juventud
    perdida en el delirio. ¡Pobre de mí!
    Tener que ver esto, y no lo que vi.

    Entran el REY y POLONIO.

    REY
    ¿Amor? No, por ahí no se encamina
    y, aunque fuera algo confuso, lo que ha dicho
    no es indicio de locura. Algo lleva en el alma
    que su melancolía está incubando
    y temo que al romperse el cascarón
    habrá peligro. Para evitarlo,
    como medida inmediata he decidido
    que parta sin demora hacia Inglaterra
    a reclamar el tributo que nos debe.
    Quizá la travesía, el cambio de país
    y de escenario consigan arrancarle
    de su pecho la inquietud tan arraigada,
    que no deja reposo a su cerebro
    y le saca de sí mismo. ¿Qué os parece?

    POLONIO
    Le hará bien. Aunque yo sigo creyendo
    que la causa y fundamento de su mal
    es amor desestimado.  ¿Qué hay, Ofelia?
    No nos cuentes lo del Príncipe Hamlet:
    lo hemos oído todo.  Señor, obrad como gustéis,
    mas, si os parece, después de la función,
    permitid que su madre la reina le inste a solas
    a que revele sus penas. Que sea clara con él.
    Yo, con vuestra venia, pondré mi oído
    al alcance de su plática. Si nada descubre,
    mandadle a Inglaterra o recluidle
    donde juzguéis conveniente.
    REY
    Vigiladle.
    La locura de un grande no debe descuidarse.

    Salen.

    III.ii Entran HAMLET y dos o tres ACTORES.

    HAMLET
    Te lo ruego, di el fragmento como te lo he recitado, con soltura de lengua. Mas si voceas, como hacen tantos cómicos, me dará igual que mis versos los diga el prego¬nero. Y no cortes mucho el aire con la mano, así; hazlo todo con mesura, pues en un torrente, tempestad y, por así decir, torbellino de emoción has de adquirir la sobrie¬dad que le pueda dar fluidez. Me exaspera ver cómo un escandaloso con peluca desgarra y hace trizas la emoción de un recitado atronando los oídos del vulgo, que, en su mayor parte, sólo aprecia el ruido y las pantomimas mas absurdas. Haría azotar a ése por inflar a Termagante: eso es más herodista que Herodes. Te lo ruego, evítalo.
    ACTOR 1.0
    Esté segura Vuestra Alteza.
    HAMLET
    Tampoco seas muy tibio: tú deja que te guíe la pruden¬cia. Amolda el gesto a la palabra y la palabra al gesto, cuidando sobre todo de no exceder la naturalidad, pues lo que se exagera se opone al fin de la actuación, cuyo objeto ha sido y sigue siendo poner un espejo ante la vida: mostrar la faz de la virtud, el semblante del vicio y la forma y carácter de toda época y momento. Si esto se agiganta o no se alcanza, aunque haga reír al profa¬no, disgustará al juicioso, cuya sola opinión debéis va¬lorar mucho más que un teatro lleno de ignorantes. No quiero ser irreverente, pero he visto actores (elogia¬dos por otros en extremo) que, no teniendo acento de cristiano, ni andares de cristiano, pagano u hombre alguno, se contonean y braman; de tal modo que parece que los hombres fuesen obra de aprendices de la Natu¬raleza, viendo lo vilmente que imitan a la humanidad.
    ACTOR 1.0
    Señor, espero que eso lo tengamos bastante dominado.
    HAMLET
    Dominadlo del todo. Y que el gracioso no se salga de su texto, pues los hay que se ríen para hacer reír a un grupo de pasmados, aunque sea en algún momento crítico del drama. Eso es infame, y demuestra una am¬bición muy lamentable en el gracioso. Anda, preparaos.

    Salen los ACTORES.
    Entran POLONIO, ROSENCRANTZ y GUIL¬DENSTERN.

    ¿Qué hay, señor? ¿Va a asistir el rey a la función?
    POLONIO
    Con la reina, y en seguida.
    HAMLET
    Apremiad a los actores.

    Sale POLONIO.

    ¿Queréis ayudarle a darles prisa?
    ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN
    Sí, Alteza.

    Salen.
    Entra HORACIO.

    HAMLET
    ¡Eh, Horacio!
    HORACIO
    Aquí estoy, mi señor, a vuestras órdenes.
    HAMLET
    Horacio, eres el más ponderado de cuantos hombres haya conocido.
    HORACIO
    Querido señor…
    HAMLET
    No, no pienses que te adulo.
    ¿Qué ventaja podría yo esperar de ti,
    que no tienes más renta para comer y vestirte
    que tus propias cualidades? ¿A qué adular al pobre?
    No, que la lengua melosa endulce vanidades
    y se doblen las solícitas rodillas
    si el halago rinde beneficio. Escucha.
    Desde que mi persona aprendió a escoger
    y supo distinguir, su elección
    recayó en ti. Tú has sido como aquel
    que, sufriéndolo todo, nada sufre;
    un hombre que, sereno, recibe por igual
    reveses y favores de Fortuna. Dichoso
    el que armoniza pasión y buen sentido
    y no es flauta al servicio de Fortuna
    por sonar como le plazca. Dame un hombre
    que no sea esclavo de emociones, y le llevaré
    en mi corazón; sí, en el corazón del corazón,
    como yo a ti. Pero ya basta.
    Esta noche actúan ante el rey.
    Las circunstancias de una escena se aproximan
    a las que ya te dije de la muerte de mi padre.
    Te lo ruego, cuando presenten el hecho
    observa a mi tío con la máxima atención
    que te dé el alma. Si durante un fragmento
    no sale a la luz su escondida culpa,
    el espectro que hemos visto está maldito
    y mis figuraciones son inmundas
    cual la fragua de Vulcano. Fíjate en él;
    yo pienso clavarle mis ojos en su cara.
    Después uniremos pareceres
    cuando juzguemos su reacción.
    HORACIO
    Sí, Alteza. Si durante la comedia
    hurta algo a mi atención y se me escapa,
    yo pagaré el robo.
    HAMLET
    Ya vienen a la función. Me haré el loco.
    Búscate un sitio.

    Marcha danesa. Toque de clarines. Entran el REY, la REINA, POLONIO, OFELIA, ROSENCRANTZ, GUILDENSTERN y NOBLES del séquito, con la Guardia Real llevando antorchas.

    REY
    ¿Cómo lo pasa mi sobrino Hamlet?
    HAMLET
    Pues muy bien; con el yantar camaleónico: vivo del aire, relleno de promesas. Ni el capón se ceba así.
    REY
    ¡No entiendo tus palabras, Hamlet. A mí no me responden.
    HAMLET
    Ni a mí tampoco. [A POLONIO] Señor, actuasteis una vez en la universidad, ¿no es así?
    POLONIO
    Sí, Alteza, y me tenían por buen actor.
    HAMLET
    ¿Y qué papel representasteis?
    POLONIO
    El de Julio César. Me mataron en el Capitolio. Me mató Bruto.
    HAMLET
    Bruto capital tenía que ser para matar a ese cabestro.
      ¿Están listos los cómicos?
    ROSENCRANTZ
    Sí, Alteza. Esperan vuestra orden.
    REINA
    Mi buen Hamlet, ven; siéntate a mi lado.
    HAMLET
    No, buena madre; aquí hay un imán más atrayente.
    POLONIO [al REY]
    ¡Vaya! ¿Habéis oído?
    HAMLET
    Señora, ¿puedo echarme en vuestra falda?
    OFELIA
    No, mi señor.
    HAMLET
    Quiero decir apoyando la cabeza.
    OFELIA
    Sí, mi señor.
    HAMLET
    ¿Creéis que pensaba en el asunto?
    OFELIA
    No creo nada, señor.
    HAMLET
    No está mal lo de echarse entre las piernas de una dama.
    OFELIA
    ¿Cómo, señor?
    HAMLET
    Nada.
    OFELIA
    Estáis alegre, señor.
    HAMLET
    ¿Quién, yo?
    OFELIA
    Sí, Alteza.
    HAMLET
    ¡Vaya por Dios! ¡Vuestro autor de mojigangas! Pero, ¿qué puede hacer uno sino estar alegre? Mirad lo con¬tenta que está mi madre, y mi padre murió hace menos de dos horas.
    OFELIA
    No, hace dos veces dos meses.
    HAMLET
    ¿Tanto? Entonces al diablo estas ropas, que mi luto será fastuoso. ¡Por Dios! ¡Muerto hace dos meses y aún no olvidado! Entonces hay esperanza de que el recuerdo de un gran hombre le sobreviva seis meses. ¡Por la Virgen! Tendrá que construir iglesias o soportar el olvido, igual que el caballito, cuyo epitafio reza: «¡Qué pecado! Al caballito olvidaron.»

    Suenan oboes. Se inicia la pantomima.
    Entran un rey y una reina, abrazándose con gran ternura. La reina se arrodilla y con gestos le asegura su amor. El rey la levanta, le pone la cabeza sobre el hombro y se tien¬de sobre un lecho de flores. Ella, al verle dormido, se aleja. Pronto entra un hombre, que le quita la corona, la besa, vierte veneno en los oídos del rey y sale. Vuelve la reina, le ve muerto y hace gestos de dolor. El envene¬nador, con dos o tres comparsas, vuelve a en¬trar y da muestras de condolencia. Se llevan el cadáver. El envenenador corteja a la reina con regalos. Al principio, ella parece reacia y opuesta, pero alfinal acepta su amor.

    Salen.

    OFELIA
    ¿Qué significa eso, señor?
    HAMLET
    Es un malhecho al acecho, que quiere decir desastre.
    OFELIA
    Tal vez la pantomima exprese el argumento de la obra.

    Entra el FARAUTE.

    HAMLET
    Éste nos lo dirá. Los cómicos no saben guardar secre¬tos; lo cuentan todo.
    OFELIA
    ¿Explicará lo que hemos visto?
    HAMLET
    Eso o lo que queráis enseñarle. Si no os da reparo que mire, a él tampoco le dará deciros qué significa.
    OFELIA
    ¡Qué malo, qué malo sois! Voy a seguir la obra.
    FARAUTE
    Al presentar la tragedia
    rogamos vuestra clemencia
    y vuestra atenta paciencia.

    [Sale.]

    HAMLET
    ¿Qué es esto, un prólogo o un lema de sortija?
    OFELIA
    Ha sido breve, señor.
    HAMLET
    Como amor de mujer.

    Entran [dos ACTORES], REY y REINA.

    ACTOR REY
    El carro de Febo ya dio treinta vueltas
    al mar de Neptuno y al orbe de Gea,
    y al mundo han bañado treinta veces doce
    lunas rutilantes otras tantas noches
    desde que Himeneo y Amor nos juntaron
    las manos y almas en vínculo santo.
    ACTOR REINA
    Haya tantos giros de luna y de sol
    antes que se pierda nuestro inmenso amor.
    Mas, ¡pobre de mí! Te veo tan doliente
    y sin la alegría que has gozado siempre,
    que estoy alarmada. Mas, aunque esté inquieta,
    señor, tú no debes sentir impaciencia,
    pues ansia y amor de mujer cambian juntos:
    ambos en exceso o nada ninguno.
    Ya te he demostrado cuán grande es mi amor,
    y de esa medida ahora es mi temor.
    ACTOR REY
    Muy pronto, mi amor, habré de dejarte,
    pues ya no soy dueño de mis facultades.
    Honrada y amada, sola quedarás
    en el bello mundo; y esposo, quizá,
    con igual carifio…
    ACTOR REINA
    ¡No sigas, no sigas!
    Traición a mi alma tal amor sería.
    Si tomo otro esposo, él sea mi infierno,
    pues quiere un segundo quien mató al primero.
    HAMLET
    ¡Ajenjo, ajenjo!
    ACTOR REINA
    A otro matrimonio nunca dan lugar
    razones de amor, mas de utilidad.
    A mi esposo muerto mataría otra vez
    si en el lecho a otro yo fuese a ceder.
    ACTOR REY
    No dudo que sientas lo que ahora me dices,
    mas muchos designios no suelen cumplirse;
    pues son los esclavos de nuestra memoria:
    fuertes cuando nacen, mas su fuerza es corta.
    Como el fruto verde, se aferran al árbol;
    cuando están maduros, caen sin tocarlos.
    Todos olvidamos, y por conveniencia,
    pagarnos nosotros nuestras propias deudas.
    Si nos proponemos algo con pasión,
    veremos que muere pasado el ardor;
    pues, cuando es violenta, la pena o la dicha
    en sus propios actos se mata a sí misma.
    Donde hay grande dicha, la pena más daña:
    la dicha y la pena oscilan por nada.
    El mundo es fugaz, y extrañar no debe
    que nuestro amor mismo cambie con la suerte,
    pues al juicio nuestro queda la cuestión:
    si amor guía a fortuna o fortuna a amor.
    Cuando el grande cae, sus íntimos huyen;
    no tendrá enemigos el pobre que sube.
    El amor, por tanto, sirve a la fortuna,
    y para el pudiente amigos abundan;
    pruebe a un falso amigo quien sufra escasez
    y un gran enemigo pronto ha de tener.
    Mas, para acabar donde he comenzado,
    deseo y destino corren tan contrarios
    que nuestros designios siempre se deshacen:
    la intención es nuestra, mas no el desenlace.
    Dices que no piensas casarte con otro;
    morirá tu idea tras morir tu esposo.
    ACTOR REINA
    Ni frutos la tierra, ni luz me dé el cielo,
    ni solaz el día, ni la noche el sueño.
    ¡Que todo contrario que enturbie la dicha
    destruya los grandes deseos de mi vida!
    ¡Que aquí y más allá me acose la angustia
    si vuelvo a casarme cuando yo sea viuda!
    HAMLET
    ¡Como no lo cumpla…!
    ACTOR REY
    Solemne promesa. Y ahora déjame:
    el sueño me vence y deseo distraer
    el tiempo durmiendo.

    Se duerme.

    ACTOR REINA
    Tu mente descanse,
    y que la desgracia jamás nos separe.

    Sale.

    HAMLET
    Señora, ¿qué os parece la obra?
    REINA
    Creo que la dama promete demasiado.
    HAMLET
    Mas cumplirá su palabra.
    REY
    ¿Conoces el argumento? ¿No hay nada que ofenda?
    HAMLET
    No, no. Todo es simulado, incluso el veneno. No hay nada que ofenda.
    REY
    ¿Cómo se llama la obra?
    HAMLET
    «La ratonera.» ¿Que por qué? Es metafórico. La pieza representa un crimen cometido en Viena. El duque se llama Gonzago; su esposa, Baptista. Ya veréis. Una canallada, pero, ¿qué más da? A Vuestra Majestad y a los libres de culpa no nos toca. El jamelgo, que respin¬gue, que nuestros lomos no pican.

    Entra LUCIANO.

    Este es un tal Luciano, sobrino del rey.
    OFELIA
    Hacéis muy bien de coro, Alteza.
    HAMLET
    Podría decir el diálogo entre vos y vuestro amado si viera a los títeres en danza. OFELIA
    Estáis muy mordaz, señor.
    HAMLET
    Quitarme el hambre os costará un buen suspiro.
    OFELIA
    Cuanto mejor, peor.
    HAMLET
    Así confundís a los maridos.  Empieza, criminal. ¡Ven¬ga! Déjate de muecas y empieza. Vamos, que el cuervo ha graznado en son de venganza.
    LUCIANO
    Negros pensamientos, poción, manos prestas,
    sazón favorable, nadie que lo vea;
    ponzoña de hierbas en sombras cogidas,
    tres veces por Hécate infecta y maldita,
    tu natural magia e influjo maléfico,
    la salud y vida róbenle al momento.

    Le vierte el veneno en el oído.

    HAMLET
    Le envenena en el jardín para quitarle el reino. Se llama Gonzago. La historia se conserva y está escrita en espléndido italiano. Ahora veréis cómo el asesino se gana el amor de la esposa de Gonzago.
    OFELIA
    El rey se levanta.
    HAMLET
    ¡Cómo! ¿Le asusta el fogueo?.

  6. REINA
    Mi señor, ¿qué os pasa?
    POLONIO
    ¡Cese la función!
    REY
    Traedme luz. Vámonos.
    NOBLES
    ¡Luces, luces, luces!

    Salen todos menos HAMLET y HORACIO.

    HAMLET

    Dejad que, herido, llore el corzo
    y brinque el gamo ileso,
    pues, si unos duermen, velan otros
    y el mundo sigue entero.
    Amigo, si la suerte fuese a abandonarme, con esto, un penacho de plumas y dos rosetas de Provenza en mis zapatos calados, ¿verdad que entraría de socio en una tropa de actores?
    HORACIO
    Con media participación.
    HAMLET
    No, una entera.
    Mi buen Damón, ya te he contado
    que el reino fue muy pronto
    de nuestro Jove despojado
    y ahora reina un… mico.
    HoRACIO
    Así no hay rima.
    HAMLET
    ¡Ah, Horacio! Mil libras a que el espectro no mintió.
    ¿Te has fijado?
    HORACIO
    Perfectamente, Alteza.
    HAMLET
    ¿Al mencionarse el veneno?
    HORACIO
    Le observé muy bien.

    Entran ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

    HAMLET
    ¡Ajá! ¡Vamos, música! ¡Venga, las flautas!
    Pues si al rey no le gusta la función,
    será que no le gusta, y se acabó.
    ¡Vamos, música!
    GUILDENSTERN
    Señor, concededme un momento.
    HAMLET
    Todo un siglo.
    GUILDENSTERN
    El rey…
    HAMLET
    Ah, sí, ¿qué le pasa?
    GUILDENSTERN
    Está en sus aposentos y alterado.
    HAMLET
    ¿Por el vino?
    GUILDENSTERN
    No, Alteza, de cólera.
    HAMLET
    Tenías que haber sido más sensato y decírselo a su médico, pues, si de mí depende el que se purgue, quizá se agrave su cólera.
    GUILDENSTERN
    Mi señor, poned en orden las palabras y no os apartéis tan bruscamente de mi asunto.
    HAMLET
    Estoy suave. Declama.
    GUILDENSTERN
    Vuestra madre la reina, con el ánimo angustiado, me envía a vos.
    HAMLET
    Sé bienvenido.
    GUILDENSTERN
    No, Alteza; esta clase de cumplido no es de buena ley. Si tenéis a bien darme una respuesta sana, cumpliré el encargo de vuestra madre. Si no, vuestro permiso y mi vuelta pondrán fin a este asunto.
    HAMLET
    No puedo.
    GUILDENSTERN
    ¿No podéis qué, señor?
    HAMLET
    Darte una respuesta sana: mi cabeza está enferma. Pero, en fin, cuantas respuestas pueda darte serán tuyas o, como dices, más bien de mi madre. Conque basta y al grano. Mi madre, dices…
    ROSENCRANTZ
    Dice que vuestra conducta la ha sumido en el pasmo y desconcierto.
    HAMLET
    ¡Qué maravilla de hijo, que tanto asombra a su madre! Pero, ¿qué cola trae la materna admiración?
    ROSENCRANTZ
    Antes que os acostéis desea hablar con vos en su apo¬sento.
    HAMLET
    Será obedecida, así fuera diez veces mi madre. ¿Alguna otra cosa?
    ROSENCRANTZ
    Señor, antes me apreciabais.
    HAMLET
    Y ahora también, por mis manos pecadoras.
    ROSENCRANTZ
    Señor, ¿a qué se debe vuestro mal? Os empeñáis en negaros vuestra propia libertad al no confiar vuestras penas a un amigo.
    HAMLET
    Señor, no puedo medrar.
    ROSENCRANTZ
    ¿Cómo es posible, si tenéis el voto del rey para suceder¬le en Dinamarca?
    HAMLET
    Sí, pero, entre tanto, «el que espera … ». El refrán ya está pasado.

    Entra uno con una flauta.

    ¡Ah, la flauta! A ver.  En confianza, ¿por qué dais tantas vueltas y me ahuyentáis como si me empujarais a una trampa?

    GUILDENSTERN
    Mi señor, si mi lealtad es tan osada, mi afecto es des¬cortés.
    HAMLET
    No entiendo bien eso. ¿Quieres tocar esta flauta?
    GUILDENSTERN
    Señor, no sé.
    HAMLET
    Te lo ruego.
    GUILDENSTERN
    Creedme, no sé.
    HAMLET
    Te lo suplico.
    GUILDENSTERN
    Señor, no sé tocarla.
    HAMLET
    Tan fácil es como mentir. Tapa estos agujeros con los dedos y el pulgar, dale aliento con la boca y emitirá una música muy elocuente. Mira, estos son los agujeros.
    GUILDENSTERN
    Pero no sabré sacarles ninguna melodía. Me falta el arte.
    HAMLET
    Vaya, mira en qué poco me tienes. Quieres hacerme sonar, parece que conoces mis registros, quieres arran¬carme el corazón de mi secreto, quieres tantearme en toda la extensión de mi voz; y, habiendo tanta música y tan buen sonido en este corto instrumento, no sabes hacerle hablar. ¡Voto a … ! ¿Crees que yo soy más fácil de tocar que esta flauta? Ponedme el nombre de cual¬quier instrumento; aunque me destempléis, no soltaré nota.

    Entra POLONIO.

    Dios os guarde, señor.
    POLONIO
    Señor, la reina quiere hablar con vos en seguida.
    HAMLET
    ¿Veis esa nube que tanto se parece a un camello?
    POLONIO
    Por Dios que es igual que un camello.
    HAMLET
    Parece una comadreja.
    POLONIO
    El lomo es de comadreja.
    HAMLET
    ¿No parece una ballena?
    POLONIO
    Igual que una ballena.
    HAMLET
    Entonces iré pronto con mi madre.  [Aparte] Me agotan el histrionismo.  Iré pronto.
    POLONIO
    Se lo diré.

    Sale.

    HAMLET
    «Pronto» se dice pronto.  Y ahora, dejadme, amigos.

    [Salen todos menos HAMLET.1

    Ya es la hora embrujada de la noche
    en que se abren los sepulcros y el infierno
    exhala al mundo su infección. Ahora bebería
    sangre caliente y cometería atrocidades
    que, al verlas, el día se estremeciera.
    Ya basta. Ahora, con mi madre. No te corrompas,
    corazón. Que el alma de Nerón no invada mi ánimo
    Pierda yo bondad, mas no sentimiento.
    Le diré venablos, pero sin herirla.
    Haya hipocresía entre mi alma y mi lengua.
    Aunque la repruebe con duras palabras,
    ponerlas por obra no quiera mi alma.

    Sale.

    III.iii Entran el REY, ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

    REY
    No me gusta su actitud, ni conviene
    a mi seguridad dejar tan libre su locura.
    Así que preparaos: os expido el nombramiento
    y él parte a Inglaterra con vosotros.
    Mi condición no puede tolerar
    un peligro tan cercano como el que engendra
    de hora en hora su delirio.
    GUILDENSTERN
    Estaremos aprestados.
    Es un desvelo sagrado y piadoso
    proteger al sinnúmero de súbditos
    que viven y se nutren de Vuestra Majestad.
    ROSENCRANTZ
    La vida personal está obligada
    a preservarse de los daños con la fuerza
    y las armas de la mente; con más razón
    un espíritu de cuyo bienestar
    dependen tantas vidas. Cuando muere un rey
    no muere solo, sino que, cual remolino,
    arrastra cuanto le rodea. Es una rueda ingente,
    colocada en la cima del monte más alto,
    en cuyos radios enormes se entallan diez mil
    piezas menudas, de modo tal que, cuando cae,
    todo aditamento, todo apéndice acompaña
    a su ruina estrepitosa. Pues jamás
    gimio un rey sin lamento general.
    REY
    Preparaos para la inminente travesía.
    Le pondremos cadenas al peligro
    que se mueve con tanta libertad.
    ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN
    Nos apresuraremos.

    Salen. Entra POLONIO.

    POLONIO
    Señor, se dirige al aposento de su madre.
    Yo me esconderé tras los tapices
    para oírlo. Seguro que le riñe a fondo.
    Y, como dijisteis, y dijisteis sabiamente,
    conviene que alguien más que una madre,
    pues ellas son parciales por naturaleza,
    escuche la plática a escondidas. Adiós, Majestad.
    Antes que os acostéis, pasaré a veros
    y contaros lo que sepa.
    REY
    Gracias, señor.

    Sale POLONIO.

    ¡Ah, inmundo es mi delito, su hedor llega hasta el cielo!
    Lleva la primera y primitiva maldición
    el fratricidio. Rezar no puedo.
    Fuertes son inclinación y voluntad,
    pero más fuerte es la culpa, y las derrota.
    Como un hombre enfrentado a un doble objeto,
    dudo por cuál he de empezar
    y no emprendo ninguno. ¿Y si esta mano maldita
    se agrandara con la sangre de un hermano,
    no habría lluvia en los cielos piadosos
    para dejarla más blanca que la nieve?
    ¿Para qué sirve la gracia si no es para mirar
    al pecado cara a cara? ¿Y qué hay en la oración
    sino el doble poder de impedirnos obrar mal
    o perdonarnos si caemos?. Tendré ánimo.
    El daño está hecho, mas, ¿qué suerte de oración
    me serviría? ¿«Perdona mi inmundo asesinato»?
    Imposible, pues aún gozo de los frutos
    por los que cometí el asesinato:
    la corona, la reina, mi ambición.
    ¿Nos pueden perdonar sin quitarnos el provecho?
    En la usanza corrupta de este mundo
    la mano dadivosa del culpable
    desplaza a la justicia; y es sabido
    que el propio botín compra a la ley. Mas no en el cielo:
    allí no hay fraude, allí el acto muestra
    su color verdadero, y nos obligan,
    habiendo de hacer frente a nuestras faltas,
    a declarar contra nosotros. Entonces, ¿qué me resta?
    Ver qué puede el arrepentimiento. ¿Qué no podrá?
    Mas, ¿qué puede cuando uno ya no puede arrepentirse?
    ¡Mísero estado! ¡Corazón más negro que la muerte!
    ¡Oh, alma atrapada, que luchando por librarse
    más se enreda! ¡Amparadme, ángeles, queredlo!
    Doblaos, rígidas rodillas, y tú, pecho de acero,
    sé tierno como un recién nacido.
    Tal vez sea posible.

    Se arrodilla
    Entra HAMLET.

    HAMLET
    Ahora es buen momento, está rezando; voy a hacerlo ya.

    [Desenvaina.]

    Entonces sube al cielo
    y esa es mi venganza. Esto hay que razonarlo.
    Un ruin mata a mi padre, y yo,
    su único hijo, por ello mando al cielo
    a ese ruin.
    Ah, esto es paga y recompensa, no venganza.
    Mató a mi padre en la impureza, saciado,
    en la flor de sus culpas, en plena lozanía.
    ¿Quién sabe cómo están sus cuentas, salvo el cielo?
    Mas, según nuestro saber y modo de pensar,
    su caso es grave. ¿Me habré vengado
    matándole mientras él purga su alma,
    cuando está preparado para el tránsito? No.
    Adentro, espada, y conoce sazón más horrorosa.
    Cuando duerma borracho o esté ardiente,
    o en el lecho del placer incestuoso,
    blasfemando en el juego o en un acto
    que no tenga señal de salvación,
    entonces le derribas; que dé coces al cielo
    y su alma sea más negra y más maldita
    que el infierno adonde va. Mi madre aguarda.
    Tu rezo los días enfermos te alarga.

    Sale.

    REY
    Vuelan mis palabras, queda el pensamiento.
    Palabras vacías no suben al cielo.

    III.iv Entran la REINA y POLONIO.

    POLONIO
    Viene en seguida. Censuradle a fondo.
    Decid que sus excesos ya son insufribles
    y que Vuestra Majestad le ha protegido
    de las iras. No voy a hablar más.
    Os lo ruego, sed clara con él.
    HAMLET [dentro]
    ¡Madre, madre, madre!
    REINA
    Así lo haré. Perded cuidado. Escondeos, que ya viene.

    Entra HAMLET.

    HAMLET
    Y bien, madre, ¿qué ocurre?
    REINA
    Hamlet, has ofendido mucho a tu padre.
    HAMLET
    Madre, tú has ofendido mucho a mi padre.
    REINA
    Vamos, vamos, replicas con lengua muy suelta.
    HAMLET
    Venga, venga, preguntas con lengua perversa.
    REINA
    ¿Qué es esto, Hamlet?
    HAMLET
    ¿Qué ocurre ahora?
    REINA
    ¿Olvidas quién soy?
    HAMLET
    Por la cruz, nada de eso. Eres la reina,
    esposa del hermano de tu esposo
    y, ojalá no lo fueras, pero eres mi madre.
    REINA
    Muy bien. Te mandaré a quien sepa hablarte.
    HAMLET
    Vamos, vamos, siéntate. Tú no te mueves
    ni te vas hasta que ponga frente a ti
    un espejo que te enseñe tus adentros.
    REINA
    ¿Qué vas a hacer? ¿No irás a matarme?
    ¡Ah, socorro, socorro!
    POLONIO [detrás del tapiz]
    ¡Ah, socorro, socorro, socorro!
    HAMLET
    ¡Cómo! ¿Una rata? ¡Por un ducado la mato!

    Mata a POLONIO [atravesando el tapiz].

    POLONIO
    ¡Ah, me han matado!
    REINA
    ¡Ay de mí! ¿Qué has hecho?
    HAMLET
    Pues no sé. ¿Es el rey?
    REINA
    ¡Ah, qué locura criminal es esta!
    HAMLET
    ¿Criminal? Casi tanto, buena madre,
    como matar a un rey y casarse con su hermano.
    REINA 
    ¿Matar a un rey?
    HAMLET
    Sí, señora, eso he dicho. 
    Y tú, bobo, imprudente, entrometido, adiós.
    Te creí tu superior. Acepta tu suerte.
    Pasarse de curioso trae peligro. 
    No te retuerzas más las manos. Calma, siéntate;
    yo seré quien te retuerza el corazón
    si está hecho de materia permeable
    y la ruin costumbre no lo ha vuelto tan duro
    que no pueda expugnarlo el sentimiento.
    REINA
    ¿Qué he hecho yo para que me hables así
    con lengua tan ruidosa y ofensiva?
    HAMLET
    Una acción tal que empaña
    el cándido rubor de la decencia,
    llama hipocresía a la virtud, quita
    la rosa de la frente al amor puro
    dejándole un estigma, vuelve los esponsales
    tan falsos como juramentos de tahúr.
    Ah, tal acción que del sagrado contrato
    arranca el alma, cambiando en palabrería
    la santa religión. El cielo enrojece
    sobre esta sólida esfera y, con triste semblante,
    como si aguardara el Día del Juicio,
    está angustiado por tu acción.
    REINA
    ¡Ay de mí! ¿Qué acción,
    que se anuncia tronando y rugiendo?
    HAMLET
    Mira este retrato, y ahora éste;
    imágenes son de dos hermanos.
    Ve la gallardía de este rostro,
    los rizos de Hiperión, la frente de Júpiter,
    los ojos de Marte, que ordenan o amenazan;
    el porte de Mercurio el mensajero
    posándose en una montaña sublime.
    En verdad, una alianza y una forma
    en que los dioses dejaron su sello
    para ratificar lo que es un hombre.
    Él fue tu marido. Mira lo que sigue.
    Este es tu marido, espiga podrida
    que infecta a su hermano. ¿Tienes ojos?
    ¿Dejaste de pastar en tan hermoso monte
    para cebarte en este páramo? ¿Eh? ¿Tienes ojos?
    No lo llames amor, pues a tu edad
    el ardor de la sangre está amansado
    y se somete al juicio. ¿Y qué juicio
    llevaría de éste a éste? ¿Qué demonio
    te ha engañado a la gallina ciega?
    ¡Ah, vergüenza! ¿Y tu rubor? Ardiente infierno,
    si te inflamas en cuerpo de matrona,
    en la fogosa juventud la castidad
    sea como cera y en su fuego se derrita.
    No hables de impudicia si se enciende
    la indómita pasión cuando el hielo también arde
    y la razón sirve al deseo.
    REINA
    ¡Ah, Hamlet, no sigas! Me vuelves
    los ojos hacia el fondo de mi alma,
    y en ella veo manchas negras y profundas
    que no pueden borrarse.
    HAMLET
    No, vivirán
    en la náusea y el sudor de una cama pringosa,
    cociéndose en el vicio y la inmundicia
    entre arrullos y ternezas.
    REINA .
    ¡No sigas hablando! Cual puñales
    tus palabras me traspasan los oídos.
    ¡Basta, buen Hamlet!
    HAMLET
    Un asesino, un infame;
    un canalla que no llega a los talones
    del que fue tu marido; un payaso de rey,
    el ratero del reino y el poder,
    que robó la corona del estante
    para echársela al bolsillo…
    REINA
    ¡Basta!
    HAMLET
    Un rey de parches y pingajos…

    Entra el ESPECTRO en ropa de noche

    ¡Salvadme y envolvedme en vuestras alas,
    ángeles del cielo! ¿Qué deseas, noble figura?

  7. REINA
    ¡Ay, está loco!
    HAMLET
    ¿Vienes a reñirle a tu hijo indolente
    que, dejando pasar tiempo y fervor,
    no pone por obra tu fiero mandato? ¡Habla!
    ESPECTRO
    No lo olvides. Esta aparición
    sólo quiere aguzar tu embotado propósito.
    Pero mira el desconcierto de tu madre.
    Interponte entre ella y su alma en lucha.
    La imaginación de los más débiles
    opera con más fuerza. Háblale, Hamlet.
    HAMLET
    ¿Cómo estás, madre?
    REINA
    ¡Ah! ¿Cómo estás tú,
    que clavas la mirada en el vacío
    y conversas con el aire incorpóreo?
    Por tus ojos asoma tu ánimo agitado
    y, como guerreros despertados por la alarma,
    tu liso cabello se levanta cual si fuera
    una excrecencia viviente. ¡Ah, hijo mío!
    Rocía el fuego y ardor de tu mal
    con la fría quietud. ¿Qué es lo que miras?
    HAMLET
    ¡A él, a él! ¡Mira qué semblante demacrado!
    Si predicase a las piedras, su causa
    y su figura las ablandaría.  No me mires,
    no sea que tu acto compasivo
    cambie mi duro propósito. Mi objeto
    perdería su color: llanto en vez de sangre.
    REINA
    ¿A quién le dices eso?
    HAMLET
    ¿No ves nada ahí?
    REINA
    No, nada; aunque veo todo lo que hay.
    HAMLET
    ¿Ni has oído nada?
    REINA
    No, sólo nuestras voces.
    HAMLET
    ¡Ah, mira! ¡Ve cómo se aleja!
    ¡Mi padre, vestido como en vida!
    ¡Mira cómo sale por la puerta!

    Sale el ESPECTRO.

    REINA
    No es más que un ensueño de tu mente.
    El delirio es muy hábil
    en crear apariciones.
    HAMLET
    ¿Delirio?
    Mi pulso late acompasado como el tuyo
    y da una música tan sana. No es locura
    lo que he dicho. Ponme a prueba y yo
    repetiré mis palabras, de lo cual
    huiría la locura. Madre, por el cielo,
    no pongas un bálsamo a tu alma
    que muestre mi demencia y no tu culpa.
    Será una fina piel sobre la llaga,
    mientras, invisible, la inmunda podredumbre
    por dentro todo infecta. Confiésate al cielo,
    llora el pasado, evita tentaciones;
    no quieras abonar la mala hierba
    y hacerla más frondosa. Perdona mi virtud,
    pero en estos tiempos de molicie y saciedad
    la virtud ha de excusarse con el vicio
    e implorar que le deje socorrerle.
    REINA
    ¡Ah, Hamlet! Me has partido en dos el corazón.
    HAMLET
    Pues tira la peor parte
    y con la otra mitad vive más pura.
    Buenas noches. No vayas al lecho de mi tío.
    Aparenta virtud, aunque no tengas.
    Esta noche abstente;
    eso dará mayor facilidad
    a la próxima abstinencia. Buenas noches otra vez.
    Cuando ruegues la divina bendición,
    yo te pediré la tuya.  En cuanto a este caballero,
    lo siento de veras. Pero el cielo ha querido,
    haciéndome su azote y su verdugo,
    castigarme a mí con él y a él conmigo.
    Le sacaré de aquí y responderé
    de su muerte. Una vez más, buenas noches.
    Tengo que ser cruel sólo por afecto.
    Lo peor vendrá; esto es el comienzo.
    REINA
    ¿Qué puedo hacer?
    HAMLET
    De ningún modo lo que yo te diga:
    dejar que el fláccido rey te atraiga a su lecho,
    te pellizque la cara, te llame paloma
    y que, por un par de besos inmundos,
    o sobándote el cuello con sus dedos malditos,
    consiga que le aclares el enigma:
    que, en realidad, toda mi locura
    es fingimiento. Estaría bien decírselo.
    ¿Podría una reina gentil, modosa, prudente,
    ocultarle cuestiones de tal entidad
    a un sapo, un murciélago, un morrongo?
    ¿Podría? No: a despecho de juicio y reserva,
    abre la jaula en el tejado, deja volar
    a los pájaros y, como el célebre mono,
    haz la prueba metiéndote en la jaula
    y estréllate al caer.
    REINA
    Si el habla es aliento, y el aliento, vida,
    te aseguro que vida no tendré
    para contar lo que has dicho.
    HAMLET
    He de ir a Inglaterra. ¿Lo sabías?
    REINA
    ¡Ah, lo había olvidado! Está decidido.
    HAMLET
    Éste va a adelantarme el viaje.
    Le arrastraré el pellejo a la otra estancia.
    Madre, buenas noches ya. Este dignatario,
    que en vida fue un torpe y servil palabrero,
    ahora es un sepulcro callado y secreto. ?
    Vamos, señor, acabemos el asunto. ?
    Buenas noches, madre.

    Sale arrastrando a POLONIO.

    IV.i Entra el REY.

    REY
    Algo hay en tus suspiros y sollozos.
    Tienes que explicármelo. Es propio que lo sepa.
    ¿Dónde está tu hijo?
    REINA
    ¡Ay, esposo, lo que he visto esta noche!
    REY
    ¡Pobre Gertrudis! ¿Cómo está Hamlet?
    REINA
    Más loco que el viento y el mar cuando ambos
    luchan a porfía. En su paroxismo,
    al ver que algo se movía tras el tapiz,
    desenvaina gritando «¡Una rata, una rata!»
    y en su frenética ilusión ha matado
    al pobre anciano allí escondido.
    REY
    ¡Ah, grave acción!
    De haber estado allí, habría sido mi muerte.
    Su libertad es una amenaza:
    para ti, para mí, para todos.
    ¿Y cómo defender tal acto de violencia?
    Yo seré el responsable: por previsión
    tenía que haber atado corto y recluido
    al joven demente. Mas tanto era mi afecto
    que no quise entender lo inexcusable
    y, como el que padece una inmunda dolencia,
    por no divulgarlo, he dejado
    que corrompa hasta el tuétano. ¿Adónde ha ido?
    REINA
    A llevarse el cadáver de su víctima,
    con quien su demencia, como veta de oro
    en una mina de viles metales,
    se muestra pura y llora lo ocurrido.

    REY
    Ven, Getrudis,
    Antes de que el sol toque la montaña
    ya le habré embarcado. A este acto vil
    habré de hacerle frente y excusarlo
    con toda majestad y diplomacia.  ¡Guildenstern!

    Entran ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

    Amigos, procuraos más ayuda.
    En su demencia, Hamlet ha matado a Polonio
    y le ha sacado a rastras del cuarto de su madre.
    Buscadle, habladle cortésmente y llevad
    el cuerpo a la capilla. Os lo ruego, daos prisa.

    Salen ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

    Ven, Gertrudis; reunamos a los sabios amigos
    e informémosles de esta desgracia
    y de nuestras decisiones. ¡Ven ya, vamos!
    Mi alma está llena de angustia y desánimo.

    Salen.

    IV.ii Entra HAMLET.

    HAMLET
    A buen recaudo.
    ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN [dentro]
    ¡Hamlet! ¡Príncipe Hamlet!
    HAMLET
    ¿Qué ruido es ese? ¿Quién llama a Hamlet? ¡Ah, aquí están!

    Entran ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

    ROSENCRANTZ
    Señor, ¿qué habéis hecho con el cadáver?
    HAMLET
    Mezclarlo con el polvo, su pariente.
    ROSENCRANTZ
    Decidnos dónde está, para sacarlo
    y llevarlo a la capilla.
    HAMLET
    Ni lo creáis.
    ROSENCRANTZ
    ¿Creer qué?
    HAMLET
    Que puedo guardar vuestro secreto y no el mío. Ade¬más, si me interroga una esponja, ¿qué respuesta puede dar el hijo de un rey?
    ROSENCRANTZ
    ¿Me tomáis por una esponja, señor?
    HAMLET
    Sí, que chupa el favor del rey, sus recompensas, sus poderes. Al final, quien mejor sirve al rey sois vosotros; como un mono, él os guarda en un rincón de su man¬dibula: primero os saborea y luego os traga. Cuando necesite lo que hayas indagado, te exprime y la esponja vuelve a quedar seca.
    ROSENCRANTZ
    No os entiendo, señor.
    HAMLET
    Me alegro. Palabra punzante no entra en oído de necio.
    ROSENCRANTZ
    Señor, tenéis que decirnos dónde está el cuerpo y venir con nosotros ante el rey.
    HAMLET
    El cuerpo está con el rey, pero el rey no está con el cuerpo. El rey es una cosa.
    GUILDENSTERN
    Señor, ¿una cosa?
    HAMLET
    Una cosa de nada. Llevadme a él. ¡Que te pillo, es¬cóndete!.

    Salen.

    IV.iii Entra el REY.

    REY
    He mandado buscarle y hallar el cadáver.
    Es un peligro dejar que siga libre.
    Mas no conviene que le caiga todo el peso
    de la ley: le quiere la confusa multitud,
    que no ama con el juicio, sino con los ojos,
    y atiende al sufrimiento del culpable,
    no a la culpa. Para evitar sobresaltos,
    su marcha repentina debe parecer
    decisión bien ponderada. Dolencias extremas
    exigen remedios extremos o jamas se curan.

    Entra ROSENCRANTZ.

    ¿Qué hay? ¿Qué ha ocurrido?
    ROSENCRANTZ
    Señor, se niega a decirnos
    dónde ha dejado el cadáver.
    REY
    ¿Y él dónde está?
    ROSENCRANTZ
    Fuera, vigilado y esperando vuestra orden.
    REY
    Traedle a mi presencia.
    ROSENCRANTZ
    ¡Guildenstern! Trae al príncipe.

    Entran HAMLET, GUILDENSTERN [ y acom¬pañamiento].

    REY
    Bien, Hamlet, ¿dónde está Polonio?
    HAMLET
    De cena.
    REY
    ¿De cena? ¿Dónde?
    HAMLET
    No donde come, sino donde es comido: tiene encima una asamblea de gusanos políticos. El gusano es el gran emperador de la dieta. Nosotros engordamos engor¬dando animales, y así estamos gordos para los gusanos. El rey gordo y el mendigo flaco son dos viandas posi¬bles: dos platos, la misma mesa. Ahí se acaba.
    REY
    ¿Qué quieres decir con eso?
    HAMLET
    Nada, sólo mostraros cómo un rey puede viajar por las tripas de un mendigo.
    REY
    ¿Dónde está Polonio?
    HAMLET
    En el cielo. Mandad que le busquen. Si allí no le encuen¬tra el mensajero, buscadle vos mismo en el otro sitio. Si no le encontráis de aquí a un mes, os llegará el olor al
    subir a la galería.
    REY
    ¡Buscadle allí!
    HAMLET
    Os estará esperando.

    [Salen algunos del acompañamiento.]

    REY
    Hamlet, por tu propia seguridad,
    que tanta inquietud me produce
    como llanto lo que has hecho, tu acción
    exige tu marcha inmediata. Prepárate,
    La nave está presta, el viento acompaña,
    te aguarda la escolta y todo está a punto
    para ir a Inglaterra.
    HAMLET
    ¿Inglaterra?
    REY
    Si, Hamlet.
    HAMLET
    Bueno.
    REY
    Así lo verás cuando sepas mi intención.
    HAMLET
    Veo un querubín que ya la ha visto.  Bueno, vamos.
    ¡A Inglaterra! Adiós, querida madre.
    REY
    Tu tierno padre, Hamlet.
    HAMLET
    Madre. Padre y madre son marido y mujer, marido y mujer son una carne, así que madre.  Vamos. ¡A Inglaterra!

    Sale.
    REY
    Seguidle de cerca; embarcadle sin demora.
    No os retraséis: le quiero fuera esta noche.
    En marcha, que, en lo que atañe a este asunto,
    todo está ultimado. Daos prisa.

    Salen todos menos el REY.

    Inglaterra, si mi afecto en algo tienes
    (como tal vez te aconseje nuestra fuerza,
    pues la cicatriz de nuestro acero danés
    aún sigue roja, y nos pagas tributo
    de buen grado), no puedes tratar con ligereza
    mi real orden que, en carta especial
    y por extenso, reclama encarecidamente
    la muerte inmediata de Hamlet. Hazlo, Inglaterra,
    pues él, como fiebre, me quema la sangre
    y tú eres mi cura. Mientras no esté hecho,
    nada me traerá dicha ni contento.

    Sale.

    IV.iv Entra FORTINBRÁS con su ejército.

    FORTINBRÁS
    Capitán, al rey danés presenta mis respetos.
    Dile que, según nos concedió, Fortinbrás
    reclama la escolta prometida
    para cruzar su reino. Sabes dónde nos reunimos.
    Si Su Majestad quiere algo de mí,
    le expresaré mi lealtad en su presencia.
    Házselo saber.
    CAPITÁN
    Así lo haré, señor.
    FORTINBRÁS
    Marchad seguros.

    Salen.

    IV.v Entran la REINA y HORACIO.

    REINA
    No quiero hablar con ella.
    HORACIO
    Insiste en veros, desvaría. Su estado da pena.
    REINA
    ¿Qué quiere?
    HORACIO
    Habla mucho de su padre, de las trampas
    de este mundo; balbucea y se da
    golpes de pecho; se ofende por minucias;
    habla sin concierto. Lo que dice es absurdo,
    mas lleva a quien la oye a interpretar
    su incoherencia. Se hacen conjeturas;
    amoldan a su idea las palabras que juntan,
    las cuales, a juzgar por los gestos y los guiños,
    darían pie a sospechas que, aun siendo
    infundadas, serían maliciosas.
    REINA
    Habrá que hablar con ella, no sea que siembre
    dudas peligrosas en mentes malévolas.
    Hazla pasar.

    [HORACIO se dirige a la puerta.]

    [Aparte] En mi alma enferma, pues vive en pecado,
    cualquier nadería predice un gran daño.
    La culpa no sabe fingir su recelo
    y al fin se traiciona queriendo esconderlo.

    Entra OFELIA tocando un laúd, con el pelo suelto y cantando.

    OFELIA
    ¿Dónde está la hermosa majestad de Dinamarca?
    REINA
    ¿Qué ocurre, Ofelia?
    OFELIA [canta]
    ¿Cómo conoceré a tu amor
    entre los demás?
    Con venera y con bordón
    y sandalias va.
    REINA
    ¡Ah, pobre Ofelia! ¿A qué viene esa canción?
    OFELIA
    ¿Decíais? Atended, os lo ruego.
    [Canta] Ya murió, señora, y se fue,
    ya murió y se fue:
    césped a su cabecera
    y piedra a sus pies.

    REINA
    Pero, Ofelia…
    OFELIA
    Atended, os lo ruego.
    [Canta] Su mortaja, blanquísima…

    Entra el REY.

    REINA
    ¡Ah, mírala, esposo!
    OFELIA [canta]
    … cubierta de flor,
    a la tumba fue sin llevar
    lágrimas de amor.

    REY
    ¿Cómo estás, linda Ofelia?
    OFELIA
    Bien, Dios os lo pague. Cuentan que la lechuza era la hija de un panadero. ¡Señor! Sabemos lo que somos, no lo que podemos ser. ¡Dios bendiga vuestra mesa!
    REY
    Fantasea sobre su padre.
    OFELIA
    Os lo ruego, no hablemos de esto. Cuando os pregunten qué significa, decid:
    [Canta] «Mañana es el día de San Valentín,
    temprano, al amanecer,
    y yo estaré en tu balcón;
    tu enamorada seré.»

    Entonces él se levantó y vistió
    y a la doncella hizo entrar
    que de su alcoba doncella
    ya nunca saldría jamás.

    REY
    Linda Ofelia…
    OFELIA
    Pues sí, y sin blasfemar le pondré fin:
    [Canta] ¡Jesús, caridad cristiana!
    Vergüenza le tiene que dar.
    Si puede, un joven te goza:
    ¡Su potra, eso está mal!
    «Juraste antes de tumbarme
    hacer de mí tu mujer.»
    «¡Y ya lo serías si en mi cama
    no te llegas a meter!»

    REY
    ¿Cuánto hace que está así?

  8. OFELIA
    Espero que todo irá bien. Hay que tener paciencia. Pero lloro sin remedio de pensar que lo enterraron en la fría tierra. Mi hermano ha de saberlo. Así que gracias por el buen consejo. ¡Vamos, mi carruaje! Buenas no¬ches, señoras, buenas noches, buenas noches.

    Sale.

    REY
    Síguela de cerca. Vigílala bien, te lo ruego.

    [Sale HORACIO.]

    Ah, este es el veneno de la honda tristeza;
    todo viene de la muerte de su padre. ¡Ah, Gertrudis!
    Las penas nunca vienen como espías de avanzada,
    sino en batallones. Primero, su padre muerto;
    después, tu hijo ausente, el más violento autor
    de su propia partida; el pueblo, enturbiado,
    revuelto con tantas sospechas y rumores
    sobre la muerte de Polonio (y fue una ingenuidad
    enterrarle bajo mano); la pobre Ofelia,
    trastornada y privada de razón,
    sin la cual todos somos pinturas o animales;
    por último, y peor que todo lo demás,
    su hermano ha regresado de Francia en secreto,
    se nutre de su asombro, vive en la penumbra
    y no le faltan chismosos que le infectan
    los oídos con infundios sobre la muerte de su padre.
    En tal apuro, y escaseando los hechos,
    no dudarán en acusar a mi persona
    en sus rumores. Querida Gertrudis,
    todo esto, cual disparos de metralla,
    me da muerte superflua en muchas partes.

    Ruido dentro. Entra un MENSAJERO.

    REINA
    ¡Ah! ¿Qué ruido es ese?
    REY
    ¡Mi guardia suiza! ¡Que defiendan la puerta!
    ¿Qué ocurre?
    MENSAJERO
    Salvaos, señor.
    El océano, rebasando sus orillas,
    no sumerge los llanos con más ímpetu
    que Laertes, con sus amotinados, arrolla
    a vuestra guardia. La chusma le llama señor
    y, cual si el mundo fuese a empezar hoy
    y no hubiera costumbres ni pasado
    (garantía y sostén de las palabras),
    gritan: «¡Elijamos nosotros!. ¡Laertes será rey!»
    Al cielo vuelan gorros, aplausos y vítores:
    «¡Laertes será rey, Laertes rey!»
    REINA
    ¡Qué alegres ladran tras la pista falsa!
    ¡Rastreáis al revés, perros daneses!

    Ruido dentro.

    REY
    ¡Han roto las puertas!

    Entra LAERTES con sus SECUACES.

    LAERTES
    ¿Dónde está ese rey?  Quedaos todos fuera.
    SECUACES
    No, entremos.
    LAERTES
    Dejadme, os lo ruego.
    SECUACES
    Muy bien, señor.
    LAERTES
    Gracias. Guardad la puerta.

    [Salen loS SECUACES.]

    ¡Ah, vil rey! ¡Dadme a mi padre!
    REINA
    Quieto, buen Laertes.
    LAERTES
    La gota de mi sangre que esté quieta
    me acusará de bastardo, gritará «cornudo»
    a mi padre y pondrá el estigma de ramera
    en la frente casta y pura de mi madre.
    REY
    Laertes, ¿cuál es el motivo
    de esta rebelión tan gigantesca? ?
    Suéltale, Gertrudis. No te inquiete mi persona.
    Hay tal divinidad guardando a un rey
    que la traición apenas si vislumbra su objetivo
    y no llega a actuar.  Laertes, dime
    lo que tanto te ha inflamado.  Suéltale, Gertrudis. ?
    Habla ya.
    LAERTES
    ¿Dónde está mi padre?
    REY
    Muerto.
    REINA
    Pero no a sus manos.
    REY
    Que pregunte a placer.
    LAERTES
    ¿Cómo murió? Nada de trampas.
    ¡Al infierno la lealtad! ¡Al más negro diablo
    juramentos! ¡Al más profundo abismo
    la gracia y la conciencia! No temo condenarme.
    A tal punto he llegado que no me importa nada
    esta vida, la otra, cualquier cosa:
    tomaré plena venganza por mi padre.
    REY
    ¿Quién te frenará?
    LAERTES
    Juro que ni el mundo entero.
    Y mis medios voy a administrarlos
    de modo que lo poco rinda mucho.
    REY
    Buen Laertes, si deseas conocer
    la verdad de la muerte de tu padre,
    ¿está escrito en tu venganza que tu juego
    barra de montón a amigo y enemigo,
    al que gane y al que pierda?
    LAERTES
    Sólo a sus enemigos.
    REY
    ¿Quieres conocerlos?
    LAERTES
    A sus amigos les abro los brazos
    y, como el pelícano, generoso les daré
    vida y alimento con mi sangre.
    REY
    Ahora hablas
    como un buen hijo y todo un caballero.
    Que soy inocente de la muerte de tu padre
    y la he llorado con honda tristeza
    entrará tan de lleno en tu razón
    como el día en tus ojos.

    Ruido dentro.

    VOCES [dentro]
    ¡Dejadla pasar!
    LAERTES
    ¿Eh? ¿Qué ruido es ese?

    Entra OFELIA como antes.

    ¡Fiebre, sécame el cerebro! ¡Lágrimas amargas,
    quemadme el sentido y poder de mis ojos!
    Juro que tu demencia será pagada en peso
    hasta que la balanza se incline de mi lado.
    ¡Rosa de mayo, querida doncella, hermana, Ofelia!
    ¡Dios! ¿Es posible que un juicio tan tierno
    sea tan mortal como la vida de un anciano?
    El amor nos perfecciona, y nos hace
    enviar una valiosa parte nuestra
    tras el ser al que amamos.
    OFELIA [canta]
    Su ataúd descubierto va,
    ay, nony, nony, no, nony, no,
    y en la tumba le lloran ya.
    Adiós, mi paloma.
    LAERTES
    Si estuvieras en tu juicio y clamases venganza,
    no conmoverías tanto.
    OFELIA
    Vos cantad «Do re dó», y vos «Do re fá». ¡Ah, qué bien le va el estribillo! El pérfido mayordomo raptó a la hija del amo.
    LAERTES
    Ese absurdo dice mucho.
    OFELIA
    Esto es romero, para recordar. Acuérdate, amor. Y esto pensamientos, para pensar.
    LAERTES
    La lección de la locura: ajusta el pensamiento y el re¬cuerdo.
    OFELIA
    Esto es hinojo, para vos, y aguileña. Y esto ruda, para vos; y una poca para mí. Los domingos la llamamos hierba de la gracia. ¡Ah, vos llevad la ruda por otro motivo! Esto es una margarita. Os daría violetas, pero todas se mustiaron al morir mi padre; dicen que tuvo buena muerte.
    [Canta] Pues Robin el guapo es mi ilusión.
    LAERTES
    Pesadumbre y tristeza, dolor, el infierno,
    ella los convierte en dulzura y encanto.

    OFELIA [canta]
    ¿Y ya nunca volverá?
    ¿Y ya nunca volverá?
    No, no, no, muerto está,
    y tú muere ya,
    pues él jamás volverá.

    La barba, níveo blancor,
    el pelo, rubio color;
    Ya murió, ya murio.
    ¿A qué más dolor?
    Acoja su alma Dios. Y todas las almas cristianas, si Dios quiere. Adiós.

    Sale.

    LAERTES
    ¿Ves esto, Dios?
    REY
    Laertes, debo compartir tu pena;
    no me niegues mi derecho. Ahora sal
    y escoge a tus amigos más juiciosos
    para que oigan y arbitren entre tú y yo.
    Si me creen implicado, de manera
    personal o coligada, yo, en desagravio,
    te daré mi reino, mi vida, mi corona
    y todo lo que es mío. Mas, si no es así,
    accede a dispensarme tu paciencia
    y obraré en alianza con tu alma
    por dejarte satisfecho.
    LAERTES
    Conforme. El modo
    en que murió, su oscuro entierro (sin emblema,
    espada, ni blasón sobre sus restos,
    rito noble o ceremonia funeral);
    todo esto clama tanto del cielo a la tierra
    que exijo que se indague.
    REY
    Así se hará;
    y donde haya crimen, el hacha caerá.
    Te lo ruego, ven conmigo.

    Salen.

    IV.vi Entra HORACIO con un CRIADO.

    HORACIO
    ¿Quiénes son los que quieren hablarme?
    CRIADOS
    Marineros, señor. Dicen que os traen una carta.
    HORACIO
    Que pasen.

    [Sale el CRIADO.]

    No sé quién en todo el mundo
    va a escribirme, si no es el propio Hamlet.

    Entran loS MARINEROS.

    MARINERO 1.0
    Dios os guarde, señor.
    HORACIO
    Igualmente.
    MARINERO 1.0
    Él os oiga. Señor, os traigo esta carta de parte del embajador que iba a Inglaterra, si, como me han he¬cho saber, vuestro nombre es Horacio.
    HORACIO [lee]
    «Horacio: Cuando hayas leído esto, haz que estos hom¬bres tengan acceso al rey. Traen carta para él. No llevá¬bamos dos días en el mar cuando un barco pirata bien armado nos dio caza. Al ser lentas nuestras velas, hubi¬mos de mostrarnos animosos, y en el choque lo abordé. Al instante se soltaron de nuestro barco, y yo quedé su solo prisionero. Me han tratado cual ladrones compasi¬vos. Pero saben lo que hacen: tengo que pagarles el favor. Que el rey lea la carta que le mando, y reúnete conmigo tan deprisa como huirías de la muerte. Te diré algo al oído que, aunque sea muy leve para el calibre del hecho, te va a dejar sin habla. Estos buenos hombres te llevarán donde estoy. Rosencrantz y Guildenstern siguen con rumbo a Inglaterra. De ellos tengo mucho que contarte. Adiós.

    Siempre tuyo,
    Hamlet.»

    Venid, daré curso a vuestra carta
    y, por cierto, a toda prisa, pues habéis
    de llevarme al que os la dio.

    Salen.

    IV.vii Entran el REY y LAERTES.

    REY
    Tu conciencia debe ahora sancionar
    mi absolución, y tu pecho acogerme como amigo,
    pues has podido oír y comprobar
    que el hombre que mató a tu noble padre
    atentaba contra mí.
    LAERTES
    Es evidente. Mas decidme
    por qué no procedisteis contra hechos
    tan graves y tan ciertos de pena capital,
    cuando a ello tanto os obligaban
    vuestra seguridad, prudencia y más motivos.
    REY
    Por dos razones especiales
    que, aunque a ti te parezcan harto endebles,
    tienen fuerza para mí. Su madre, la reina,
    le idolatra y, en lo que a mí respecta
    (sea mi suerte o mi desgracia, no sé cuál),
    tal es mi conjunción con ella en cuerpo y alma
    que, cual astro que sólo gira dentro de su esfera,
    yo fuera de ella no existo. La otra razón
    para no haber hecho cargos públicos
    es el cariño que las gentes le profesan:
    un afecto que, sumergiendo sus delitos,
    cambiaría sus culpas en virtudes
    cual la fuente que transmuta en piedra la madera.
    Así, mis flechas, de ingrávida vara
    para viento tan fuerte, habrían regresado
    a mi arco sin hacer diana.
    LAERTES
    Y yo me encuentro sin mi noble padre
    y a mi hermana en condiciones angustiosas,
    que, si elogio lo que fue, desde una cumbre
    podía haber retado al mundo entero
    a emular sus perfecciones. Mas ya me vengaré.
    REY
    Por eso no pierdas el sueño. No creas
    que estoy hecho de sustancia tan inerte
    que dejo que el peligro me tire de la barba
    y lo tomo a simple juego. Pronto has de oír más.
    Yo quería a tu padre, y me quiero a mí mismo,
    y esto espero que te enseñe a imaginar…

    Entra un MENSAJERO.

    ¿Qué pasa? ¿Hay noticias?
    MENSAJERO
    Señor, cartas de Hamlet.
    Ésta para Vuestra Majestad, ésta para la reina.
    REY
    ¿De Hamlet? ¿Quién las ha traído?
    MENSAJERO
    Señor, dicen que marineros. Yo no los vi.
    Me las dio Claudio; él las recibió.
    REY
    Laertes, tú has de oírlo. 
    Déjanos.

    Sale el MENSAJERO.

    [Lee] «Excelsa Majestad: Sabed que, despojado, he puesto pie en vuestro reino. Mañana he de pediros licencia para presentarme ante vos y, con vuestra venia, exponeros las razones de mi pronto e insólito regreso.
    Hamlet.»
    ¿Qué significa esto? ¿Han vuelto los demás?
    ¿O es alguna trampa y todo es falso?
    LAERTES
    ¿Conocéis la letra?
    REY
    Es la de Hamlet. «Despojado.»
    Y en posdata dice «solo». ¿Te lo explicas?
    LAERTES
    Señor, no entiendo nada. Pero que venga.
    Alivia la dolencia de mi pecho
    pensar que viviré para decirle a la cara:
    «¡Así mataste!»
    REY
    Laertes, en tal caso (y parece extraño, pero cierto),
    ¿dejarás que yo te guíe?
    LAERTES
    Sí, mientras no me desviéis hacia la paz.
    REY
    Hacia tu paz. Si ahora ha regresado
    tras cortar su travesía y no piensa
    reemprenderla, le induciré
    a un encuentro cuya trama está madura
    y en el cual sin remedio ha de caer.
    Por su muerte no habrá un hálito de culpa:
    ni su madre advertirá la maña
    y la creerá un accidente. Hace unos dos meses
    estuvo aquí un caballero normando.
    Yo he visto a los franceses, he luchado contra ellos,
    y son diestros a caballo, pero este valiente
    tenía magia. Clavado a la silla,
    conseguía del animal tales prodigios
    cual si fuese un solo cuerpo con la bestia
    y de su especie por mitad. Tanto rebasaba
    mi inventiva que yo, imaginando piruetas,
    quedaba atrás de las suyas.
    LAERTES
    ¿Normando decíais?
    REY
    Normando.
    LAERTES
    Seguro que Lamord.
    REY
    El mismo.
    LAERTES
    Le conozco bien. Es la gala y la gema de su tierra.
    REY
    Dio testimonio de ti
    y alabó de tal modo tu destreza
    en el arte y ejercicio de la esgrima,
    sobre todo tu dominio del estoque,
    que exclamó: «¡Qué espectáculo sería
    si él tuviera un rival!» Este elogio
    envenenó de envidia a Hamlet, a tal punto
    que no hacía sino pedir y desear
    tu rápido regreso por luchar contra ti.
    De todo esto…
    LAERTES
    De todo esto, ¿qué, señor?
    REY
    Laertes, ¿no querías a tu padre?
    ¿O eres como imagen del dolor,
    como un rostro sin alma?
    LAERTES
    ¿Por qué lo preguntáis?
    REY
    No es que crea que no querías a tu padre;
    es que sé que el amor está sujeto al tiempo
    y veo, pues lo prueba la experiencia,
    que el tiempo le resta su fuego y ardor.
    Hamlet regresa. ¿A qué estarías dispuesto
    por mostrar, más en hechos que en palabras,
    que eres digno de tu padre?
    LAERTES
    A degollarlo en la iglesia.
    REY
    Ni al crimen debe darse refugio en sagrado,
    ni poner freno a la venganza. Mas, buen Laertes,
    si piensas actuar, permanece en tu aposento.
    Hamlet sabrá que has regresado.
    Haré que algunos elogien tu excelencia
    y den doble barniz al gran renombre
    que el francés te dispensó, os junten finalmente
    y arreglen las apuestas sobre ambos.
    El, como es despreocupado, noble e incapaz
    de estratagemas, no mirará las armas; así,
    con sutileza de manos, te será fácil
    escoger una espada con punta
    y, de una artera estocada, desquitarte.
    LAERTES
    Lo haré; y a ese fin
    untaré mi espada de veneno.
    Le compré un ungüento a un charlatán,
    tan mortal que un cuchillo en él mojado
    donde hiere no hay emplasto milagroso
    compuesto con las hierbas mas energicas
    del mundo que salve de la muerte
    a quien sólo haya arañado. Pondré el veneno
    en la punta y bastará con que le roce
    para que sea su muerte.
    REY
    Lo estudiaremos. Pondera
    qué momento y qué medios favorecen
    nuestro objeto. Si éste fracasara
    y nuestra mala actuación mostrase el plan,
    más valdría no intentarlo. Por tanto, a tu proyecto
    hay que añadirle otro de reserva
    por si fuera a malograrse. Espera, a ver.
    Haré una apuesta solemne por vuestra maestría.
    Eso es. Cuando el esfuerzo os dé calor y sed
    (y habrás de hacer más violentos los asaltos),
    y él pida de beber, le tendré preparada
    una copa a propósito; con que la sorba,
    aunque escape a tu golpe envenenado,
    nuestro plan se habrá cumplido.

    Entra la REINA.

    ¿Qué hay, querida esposa?

    REINA
    Una pena le pisa los talones a la otra;

  9. tan rápido se siguen.  Laertes, tu hermana se ha ahogado
    LAERTES
    ¿Ahogado? ¿Dónde?
    REINA
    Sobre un arroyo, inclinado crece un sauce
    que muestra su pálido verdor en el cristal.
    Con sus ramas hizo ella coronas caprichosas
    de ranúnculos, ortigas, margaritas, y orquídeas
    a las que el llano pastor da un nombre grosero
    y las jóvenes castas llaman «dedos de difunto».
    Estaba trepando para colgar las guirnaldas
    en las ramas pendientes, cuando un pérfido mimbre
    cedió y los aros de flores cayeron con ella
    al río lloroso. Sus ropas se extendieron,
    llevándola a flote como una sirena;
    ella, mientras tanto, cantaba fragmentos
    de viejas tonadas como ajena a su trance
    o cual si fuera un ser nacido y dotado
    para ese elemento. Pero sus vestidos,
    cargados de agua, no tardaron mucho
    en arrastrar a la pobre con sus melodías
    a un fango de muerte.
    LAERTES
    Ah, así que está ahogada.
    REINA
    Ahogada, ahogada.
    LAERTES
    Pobre Ofelia, bastante agua has tenido:
    me prohibo llorar. Y sin embargo,
    es humano; se impone la naturaleza,
    aunque sea vergonzoso. Cuando cese mi llanto,
    ya no habrá mujer.  Adiós, señor.
    Tengo palabras de fuego queriendo encenderse,
    pero este desliz las apaga.

    Sale.

    REY
    Sigámosle, Gertrudis.
    Mucho me ha costado aplacar su ira,
    y ahora me temo que vuelve a empezar.
    Sigámosle.

    Salen.

    V.i Entran dos RÚSTICOS [el ENTERRADOR y su COM¬PAÑERO].

    ENTERRADOR
    ¿Se va a dar cristiana sepultura a la que conscientemen¬te buscó su salvación?
    COMPAÑERO
    Te digo que sí, conque cava ya la fosa. El juez ha visto el caso y dice que cristiana.
    ENTERRADOR
    ¿Cómo es posible si no se ahogó en defensa propia?
    COMPAÑERO
    Pues eso ha decidido.
    ENTERRADOR
    Entonces habrá sido se offendendo; no pudo ser otra cosa. La cuestión es esta: si yo me ahogo a sabiendas, esto arguye un acto; un acto tiene tres ramas: hacer, obrar, realizar. Ergu ella se ahogó a sabiendas.
    COMPAÑERO
    Escucha, señor cavador…
    ENTERRADOR
    Perdona. Aquí está el agua: bien. Aquí, el hombre: bien. Si el hombre va al agua y se ahoga, quieras que no, es él quien se va. ¿Te fijas? Pero si el agua viene a él y le ahoga, él no se ahoga a sí mismo. Ergu quien no es culpable de su muerte no pudo acortar su vida.
    COMPAÑERO
    ¿Esa es la ley?
    ENTERRADOR
    ¡Pues claro! La ley que lo investiga.
    COMPAÑERO
    ¿Quieres saber la verdad? Sí no es una señora, no le dan cristiana sepultura.

    ENTERRADOR
    Exacto. Y es una pena que los grandes tengan más derecho a ahogarse o colgarse que sus hermanos cris¬tianos. ¡Venga, la pala! En la antigüedad no había más señores que los jardineros, cavadores y sepultureros. Tenían el oficio de Adán.
    COMPAÑERO
    ¿Adán fue caballero?
    ENTERRADOR
    El primero en armarse.
    COMPAÑERO
    ¡Pero si no tenía armas!
    ENTERRADOR
    ¿Tú es que eres pagano? ¿No dice la Biblia que Adán tuvo que labrar la Tierra? Luego se armó de paciencia. Voy a hacerte otra pregunta. Si no la contestas, confe¬sión y…
    COMPAÑERO
    Venga.
    ENTERRADOR
    Albañil, calafate o carpintero: ¿Quién construye más fuerte que los tres?
    COMPAÑERO
    El que hace la horca: el armazón sobrevive a mil ocu¬pantes.
    ENTERRADOR
    Eso me ha gustado, de veras. Lo de la horca está bien. Pero, ¿para quién? Está bien para los que hacen mal. Entonces está mal decir que una horca es más fuerte que una iglesia; ergu la horca estará bien para ti. Otra vez, venga.
    COMPAÑERO
    ¿Que quién construye más fuerte que albañil, calafate o carpintero?
    ENTERRADOR
    Vamos, dilo y a correr.
    COMPAÑERO
    ¡Ya lo tengo!
    ENTERRADOR
    Venga.
    COMPAÑERO
    ¡Dios, no lo sé!

    Entran HAMLET y HORACIO a distancia.

    ENTERRADOR
    No te devanes los sesos, que, por más que le pegues, tu burro no irá más rápido. Cuando te vengan con esa pregunta, tú di que el sepulturero, porque las casas que hace duran hasta el Día del Juicio. Vamos, corre a la taberna y tráeme una jarra de aguardiente.

    [Sale el COMPAÑERO.]

    [Canta] De joven yo amé, amé;
    me pareció muy grato
    menguar mis anos con placer;
    igual no lo había probado

    HAMLET
    ¿Es que este hombre no tiene sentido de su oficio, que cava tumbas cantando?
    HORACIO
    Con la costumbre se vuelve una cuestión de indife¬rencia.
    HAMLET
    Cierto. La mano que poco labra tiene el sentido más fino.
    ENTERRADOR [canta]
    Mas con sigilo la vejez
    ha hecho presa en mí
    y me transporta a la región
    como al que no ha gozado así.

    Arroja una calavera.

    HAMLET
    Esa calavera tenía lengua y podía cantar. Este bribón la estrella contra el suelo como si fuera la quijada de Caín, que cometió el primer crimen. Tal vez fuese la cabeza de un político, ahora avasallado por un asno, capaz de engañar a Dios, ¿no crees?
    HORACIO
    Tal vez, señor.
    HAMLET
    O la de un cortesano, que diría: «Buenos días, mi señor. ¿Cómo estáis, mi buen señor?» Sería el señor don Tal, que elogiaba el caballo del señor don Cual cuando pen¬saba pedírselo, ¿verdad?
    HORACIO
    Sí, mi señor.
    HAMLET
    Pues claro, y ahora es de don Gusano, sin mandíbulas y con la crisma sacudida por el sepulturero. Bonita transmutación, si supiéramos verla. ¿Tan fácil ha sido crear estos huesos que ahora sólo sirven para jugar a los bolos? Los míos me duelen de pensarlo.
    ENTERRADOR [canta]
    Un pico y una pala, pal,
    envuelto en un sudario,
    y un hoyo para huésped tal
    será lo necesario.

    [Arroja otra calavera.]

    HAMLET
    Otra más. ¿No podría ser la de un abogado? ¿Dónde están ahora sus argucias, sus distingos, sus pleitos, sus títulos, sus mañas? ¿Cómo deja que este bruto le sacuda el cráneo con una pala sucia sin denunciarle por agre¬sión? ¡Mmm … ! Tal vez fuese en vida un gran compra¬dor de tierras, con sus gravámenes, conocimientos, transmisiones, fianzas dobles, demandas. ¿Transmitió sus transmisiones y demandó sus demandas para acabar con esta tierra en la cabeza? ¿Le negarán garantía sus garantes, aun siendo dos, para una compra que no excede el tamaño de un contrato? Todas sus escrituras apenas caben en este hueco. ¿No tiene derecho a más el hacendado?
    HORACIO
    Ni a una pizca más, señor.
    HAMLET
    Los pergaminos, ¿no son de piel de carnero?
    HORACIO
    Sí, Alteza, y de becerro.
    HAMLET
    Carnero y becerro ha de ser quien crea que aseguran algo. Hablaré con este hombre.  Tú, ¿de quién es esta fosa?
    ENTERRADOR
    Mía, señor.
    [Canta] … y un hoyo para huésped tal
    será lo necesario.

    HAMLET
    Será tuya porque te has metido dentro.
    ENTERRADOR
    Y como vos estáis fuera, no es vuestra. Yo en esto no me he metido, pero es mía.
    HAMLET
    Te has metido y has mentido diciendo que es tuya. Es para un muerto, no para un vivo; así que has mentido.
    ENTERRADOR
    Señor, es una mentira viva y ahora vuelve con vos.
    HAMLET
    ¿Para qué hombre la cavas?
    ENTERRADOR
    Para ningún hombre, señor.
    HAMLET
    ¿Para qué mujer?
    ENTERRADOR
    Para ninguna, tampoco.
    HAMLET
    Pues, ¿a quién van a enterrar?
    ENTERRADOR
    A una que fue mujer, pero, que en paz descanse, está muerta.
    HAMLET
    ¡Qué rotundo es el granuja! Como no hilemos delgado nos matarán los equívocos. De veras, Horacio; lo he notado en los últimos tres años: nos hemos vuelto tan finos que hasta el más palurdo le pisa el talón al corte¬sano y le roza el sabañón.  ¿Desde cuándo eres se¬pulturero?
    ENTERRADOR
    De todos los días del año, desde aquel en que nuestro difunto rey Hamlet venció a Fortinbrás.
    HAMLET
    Y de eso, ¿cuánto hace?
    ENTERRADOR
    ¿No lo sabéis? ¡Si hasta los tontos lo sabenl Fue el día en que nació el joven Hamlet, el que estaba loco y mandaron a Inglaterra.
    HAMLET
    Sí, claro. ¿Y por qué le mandaron a Inglaterra?
    ENTERRADOR
    Pues porque estaba loco. Allí recobrará el juicio y, si no, poco importa.
    HAMLET
    ¿Por qué?
    ENTERRADOR
    No se lo notarán: allí todos están igual de locos.
    HAMLET
    ¿Cómo se volvió loco?
    ENTERRADOR
    De un modo extraño.
    HAMLET
    ¿Cómo «extraño»?
    ENTERRADOR
    Vaya, pues perdiendo el juicio.
    HAMLET
    ¿De dónde salió su locura?
    ENTERRADOR
    Pues de aquí, de Dinamarca. Mozo y hombre, yo llevo aquí de sepulturero treinta años.
    HAMLET
    ¿Cuánto tarda en pudrirse un muerto enterrado?
    ENTERRADOR
    Bueno, si no se ha podrido antes de morir (pues hoy en día nos traen muchos venéreos que apenas se pueden enterrar), os puede durar unos ocho o nueve años. Un
    curtidor os dura nueve años.
    HAMLET
    ¿Y él por qué más que otros?
    ENTERRADOR
    Pues, señor, porque tiene la piel tan curtida que el agua no la atraviesa en mucho tiempo, y el agua descompone bien a todo puto cadáver. Aquí hay una calavera; lleva enterrada veintitrés años.
    HAMLET
    ¿De quién es?
    ENTERRADOR
    De un puto chiflado. ¿Quién creéis que era?
    HAMLET
    No lo sé.
    ENTERRADOR
    ¡Mala peste de loco! Un día me vació en la cabeza una jarra de vino del Rin. Esta calavera, señor, es la de Yorick, el bufón del rey.
    HAMLET
    ¿Ésta?
    ENTERRADOR
    La misma.
    HAMLET
    Deja que la vea. ¡Ay, pobre Yorick! Yo le conocía, Horacio: tenía un humor incansable, una agudeza asombrosa. Me llevó a cuestas mil veces. Y ahora, ¡cómo me repugna imaginarlo! Me revuelve el estóma¬go. Aquí colgaban los labios que besé infinitas veces. Y ahora, ¿dónde están tus pullas, tus brincos, tus cancio¬nes, esas ocurrencias que hacían estallar de risa a toda la mesa? ¿Ya no tienes quien se ría de tus muecas? ¿Estás encogido? Vete a la estancia de tu señora y dile que, por más que se embadurne, acabará con esta cara. Hazla reír con esto.  Horacio, dime una cosa.
    HORACIO
    Sí, mi señor.
    HAMLET
    ¿Tú crees que Alejandro tenía este aspecto bajo tierra?
    HORACIO
    El mismo.
    HAMLET
    ¿Y olía así? ¡Uf!
    HORACIO
    Igual, señor.
    HAMLET
    ¡En qué bajos usos podemos caer, Horacio! ¿No podría la imaginacion rastrear el noble polvo de Alejandro y encontrarlo taponando un barril?
    HORACIO
    Sería una busca demasiado rebuscada.
    HAMLET
    No, nada de eso; habría que seguirle con mesura lleva¬dos de lo probable. Es decir: Alejandro murió, Alejan¬dro fue enterrado, Alejandro se convirtió en polvo. El polvo es tierra, con la tierra se hace el barro, y con el barro en que se convirtió, ¿por qué no se puede tapar un barril de cerveza?
    Muerto y hecho barro, el imperial César
    rellena un boquete y el aire intercepta.
    ¡Ah, que aquella tierra que al mundo arredró
    tape una pared y corte un ventarrón!
    Pero, alto. Apartémonos: se acerca el rey,
    la reina, cortesanos.

    Entran, siguiendo un féretro, el REY, la REINA, LAERTES, otros CORTESANOS y un SACERDOTE.

    ¿A quién siguen? ¿Por qué un rito tan menguado? Eso indica que el difunto al que siguen, temerario se quitó su propia vida. Y era de alto rango. Vamos a escondernos y mirar.
    LAERTES
    ¿Qué más ceremonias?
    HAMLET
    Este es Laertes, un joven noble. Atiende.
    LAERTES
    ¿Qué más ceremonias?
    SACERDOTE
    Sus exequias las hemos extendido
    hasta el límite aprobado. Su muerte fue dudosa;
    de no haberlo impedido una orden superior,
    yacería en lugar no consagrado
    hasta el Día del Juicio. En vez de plegarias, l
    e habrían arrojado cascotes, guijas y piedras.
    Pero aquí se le permiten ritos virginales,
    flores de doncella y entierro en sagrado
    con toque de campana y funeral.
    LAERTES
    ¿Sin hacer nada más?
    SACERDOTE
    Nada más. Profanaríamos el oficio de difuntos
    entonando un solemne responso y rezándole
    como a las almas que mueren en paz.
    LAERTES
    Dadle sepultura
    y que broten violetas de su carne
    pura y sin mancha. Cruel sacerdote, yo te digo
    que mi hermana será un ángel providente
    cuando tú estés aullando en el averno.
    HAMLET
    ¿Cómo? ¿La bella Ofelia?
    REINA [esparciendo flores]
    Flores a esta flor. Adiós.
    Confiaba en que serías la esposa de mi Hamlet.
    Querida niña, creí que iba a engalanar
    tu lecho de bodas, no tu sepultura.
    LAERTES
    ¡Ah, que un triple dolor
    diez veces triplicado caiga sobre ese maldito
    cuyo crimen te privó de tu excelsa cordura! ?
    Esperad, no la sepultéis hasta que yo
    la tenga una vez más entre mis brazos.

    Salta a la fosa.

    ¡Apilad ahora tierra sobre vivos y muertos
    hasta hacer de este llano una montaña
    que descuelle sobre el monte Pelión
    o la cumbre celeste del Olimpo!
    HAMLET [adelantándose]
    ¿Quién es este
    que vocea su dolor con tanto ímpetu
    y hechiza a los planetas con su angustia,
    dejándolos suspensos como a oyentes asombrados?
    Aquí está Hamlet de Dinamarca.

    Salta dentro tras LAERTES.

    LAERTES
    ¡Que el diablo te lleve!
    HAMLET
    ¡Qué mal rezas!
    Quítame esos dedos de la garganta,
    pues, aunque no soy impulsivo ni colérico,
    en mí hay algo peligroso
    que más te vale temer. ¡Quítame esa mano!
    REY
    ¡Separadlos!
    REINA
    ¡Hamlet, Hamlet!
    TODOS [LOS CORTESANOS ]
    ¡Señores!
    HORACIO
    Calmaos, Alteza.
    HAMLET
    Por esta causa lucharé con él
    hasta que mis párpados dejen de moverse.
    REINA
    ¿Qué causa, hijo mío?
    HAMLET
    Yo quería a Ofelia. Ni todo el amor
    de veinte mil hermanos juntos sumaría
    la medida del mío.  ¿Qué piensas hacer por ella?
    REY
    ¡Ah, está loco, Laertes!
    REINA
    ¡Por el amor de Dios, no le oigas!
    HAMLET
    ¡Voto a … ! Dime lo que harás.
    ¿Piensas llorar, luchar, ayunar, desgarrarte?
    ¿O beber vinagre, comerte un cocodrilo?
    Yo también. ¿Has venido aquí a lloriquear,
    a rebajarme tirándote a la fosa?
    Si te entierras con ella, yo también.
    Y si hablas de montañas, que nos echen encima
    fanegas a millones hasta que la tierra
    se queme la cabeza en el círculo solar
    y el Osa parezca una verruga. Si voceas,
    yo hablaré tan hinchado como tú.
    REY
    Esto es pura demencia;
    el acceso no puede durarle mucho tiempo.
    Muy pronto estará manso como una paloma
    al salir del cascarón sus doradas parejas
    y se hundirá en el silencio.
    HAMLET
    Oídme bien. ¿Por qué me tratáis así?
    Yo siempre os aprecié. Pero no importa.
    Que Hércules haga lo que se le antoje;
    el gato maúlla y el perro se impone.

    Sale.

    REY
    Acompáñale, Horacio, te lo ruego.

    Sale HORACIO.

    Lo que hablamos anoche debe darte paciencia;
    lo pondremos por obra de inmediato.
    Gertrudis, haz que vigilen a tu hijo.
    Esta tumba tendrá su perenne monumento.
    Muy pronto veremos la hora tranquila;
    mientras, la paciencia será nuestra guía.

    Salen.

    V.ii Entran HAMLET y HORACIO.

    HAMLET
    De eso nada más. En cuanto al resto, veamos.
    ¿Te acuerdas de todo mi relato?
    HORACIO
    ¡Cómo no acordarme, señor!
    HAMLET
    Había en mi alma una especie de lucha
    que me tenía despierto. Me sentí peor
    que un amotinado en los grilletes.
    En un rapto… Benditos los arrebatos:
    admitamos que a veces el impulso
    nos es más útil que el cálculo, lo que nos muestra
    que hay una divinidad que modela nuestros fines,
    cualquiera que haya sido nuestro esbozo.
    HORACIO
    Así es.
    HAMLET
    Salí del camarote y, envuelto
    en mi tabardo marinero, anduve
    a tientas en las sombras hasta hallarlos
    les quité los documentos y volví
    finalmente al camarote, permitiéndome
    abrir el real comunicado, mis temores
    venciendo mis modales. Horacio, en él leí
    (¡ah, regia canallada!) la orden expresa,
    guarnecida de razones muy variadas
    sobre el bien de Dinamarca e Inglaterra,
    con, ¡ah!, todos los duendes que me hacen peligroso,
    de que, a su lectura y en el acto,
    sin esperar a que afilasen el hacha,
    me cortaran la cabeza.

  10. HORACIO
    ¡No es posible!
    HAMLET
    Aquí está el comunicado. Léelo sin prisa.
    ¿Quieres saber cómo procedí?
    HORACIO
    Os lo ruego.
    HAMLET V
    Véndome atrapado por infames
    (antes que le diera un resumen al cerebro,
    él ya veía la acción), me senté, proyecté
    una nueva orden, la escribí con buena letra.
    Al igual que los políticos, yo antes
    menospreciaba la caligrafía
    y me esforcé en olvidarla, pero ahora
    me ha prestado un fiel servicio.
    ¿Te digo el contenido de la orden?
    HORACIO
    Sí, Alteza.
    HAMLET
    Fue un ruego muy solemne de parte del rey:
    Puesto que Inglaterra ha sido su leal tributaria
    y sus lazos deben florecer cual la palmera,
    puesto que la paz debe llevar siempre
    su guirnalda de espigas y unirlos en su afecto,
    con otros muchos «puestos» bien colmados,
    que, a la vista y lectura del escrito,
    sin debate y cumpliéndolo a la letra,
    se dé a sus portadores la muerte inmediata
    sin lugar a confesión.
    HORACIO
    ¿Y cómo lo sellasteis?
    HAMLET
    Hasta en eso fue el cielo providente:
    llevaba en la bolsa el anillo de mi padre,
    cuyo sello es idéntico al del rey;
    doblé el escrito a la manera del otro,
    lo firmé, sellé y reemplacé sin que nadie
    advirtiera ningún cambio. Al otro día
    fue el combate naval; lo que sigue
    ya lo sabes.
    HORACIO
    Y Guildenstern y Rosencrantz fueron a su muerte
    HAMLET
    ¡Pero si estaban prendados de su oficio!
    No me rozan la conciencia. Su caída
    resulta de su propia intromisión.
    El inferior corre peligro atravesándose
    entre los fieros golpes y estocadas
    de rivales poderosos.
    HORACIO
    ¡Qué rey es este!
    HAMLET
    ¿No crees que ya es mi turno?
    Mata a mi padre, prostituye a mi madre,
    se mete entre la elección y mi esperanza
    y a mi propia vida le echa el anzuelo
    con toda esa maña. ¿No sería de conciencia
    pagarle con mi brazo? ¿Y no sería condenarse
    permitir que esta úlcera se extienda
    y siga corrompiendo?
    HORACIO
    Tendrá pronto noticias de Inglaterra
    informándole de todo lo ocurrido.
    HAMLET
    Muy pronto. Pero el intervalo es mío.
    Una vida no dura más que decir «uno».
    Pero me ha dolido mucho, buen Horacio,
    haberme propasado con Laertes,
    pues en el rostro de mi causa puedo ver
    el reflejo de la suya. Me ganaré su favor.
    Sin embargo, sus alardes de angustia
    dispararon mi arrebato.
    HORACIO
    ¡Chsss! ¿Quién viene?

    Entra el joven OSRIC.

    OSRIC
    Alteza, sed muy bienvenido a Dinamarca.
    HAMLET
    Con humildad os lo agradezco.  ¿Conoces a esta li¬bélula?
    HORACIO
    No, mi señor.
    HAMLET
    Más gracia para tu alma, que conocerle es pecado. Posee tierras, muchas y fértiles. Con que un animal sea dueño de animales, ya tiene el pesebre en la mesa del rey. Este es un rústico, pero, como digo, con grandes extensiones de estiércol.
    OSRIC
    Mi querido señor, si vuestra gentileza se hallara ociosa, os transmitiría un mensaje de Su Majestad.
    HAMLET
    Señor, le prestaré oídos con toda entrega de espí¬ritu. Dadle a vuestro gorro el uso debido: es para la cabeza.
    OSRIC
    Gracias, Alteza. Hace mucho calor.
    HAMLET
    No, creedme: hace mucho frío. El viento es del norte.
    OSRIC
    En efecto, señor; hace bastante frío.
    HAMLET
    Para mi complexión hace un calor sofocante.
    OSRIC
    Sobre manera, Alteza. Hace mucho bochorno, como quien dice… ¿Cómo decirlo? Pero, señor, Su Majestad me manda participaros que ha hecho una gran apuesta en favor vuestro. Señor, se trata de…
    HAMLET
    Acordaos de cubriros.
    OSRIC
    No, mi buen señor, de veras; por respeto. Alteza, no ignoráis la excelencia de Laertes con su arma.
    HAMLET
    ¿Y cuál es?
    OSRIC
    Estoque y daga.
    HAMLET
    Son dos armas. Pero, en fin…
    OSRIC
    Señor, el rey ha apostado seis corceles berberiscos, a los cuales, según creo, Laertes ha contrapuesto seis esto¬ques y puñales franceses con todos sus adherentes, tales como el cinto, los tahalíes, etcétera. En verdad, tres de las portaderas son muy gratas al gusto, muy acordes con la empuñadura, un auténtico primor y de extrema¬da fantasía.
    HAMLET
    ¿A qué llamáis «portaderas»?
    ORISC
    Señor, las portaderas son las correas.
    HAMLET
    El término sería más propio si pudiéramos ceñirnos un cañón. Entre tanto, llámense correas. Mas sigamos. Seis caballos berberiscos contra seis espadas francesas, con sus adherentes y tres portaderas de extremada fantasía. Es la apuesta francesa contra la danesa. ¿Por qué se ha «contrapuesto», como vos decís?
    OSRIC
    Señor, el rey ha apostado que en doce asaltos entre vos y Laertes, él no os ganará por más de tres. Laertes ha apostado por nueve de los doce. Podría ponerse a prueba de inmediato si Vuestra Alteza se dignase res¬ponder.
    HAMLET
    ¿Y si respondo que no?
    OSRIC
    Señor, quiero decir si accedierais a enfrentaros.
    HAMLET
    Señor, pasearé por este salón. Si le place a Su Majestad, es mi hora de ejercicios. Si traen las armas, y está dispuesto el caballero, y el rey mantiene su apuesta, haré que gane si puedo. Si no, me ganaré la deshonra y los golpes en cuestión.
    OSRIC.
    ¿Transmito así vuestra respuesta?
    HAMLET
    En tal sentido, señor, con los floreos que os dicte vues¬tro estilo.
    OSRIC
    Me recomiendo con lealtad a Vuestra Alteza.
    HAMLET
    Todo vuestro.

    Sale OSRIC.

    Hace bien en recomendarse, pues nadie lo hará por él.
    HORACIO
    Este chorlito se va con el cascarón en la cabeza.
    HAMLET
    Le hacía ceremonias a la teta antes de mamar. Éste y otros muchos de su cuerda, que tanto cautivan a nues¬tro frívolo mundo, sólo han pescado la jerga de moda y las fórmulas externas: un surtido de pamemas que los saca adelante entre las mentes más cultas; pero prueba a soplarles y les revientas las pompas.
    HORACIO
    Perderéis este encuentro, señor.
    HAMLET
    No lo creo. Desde que él marchó a Francia, no he dejado de practicar, y con tal apuesta ganaré. Aunque no te imaginas el malestar que siento. Pero no importa.
    HORACIO
    ¿Qué es, señor?
    HAMLET
    Una tontería; uno de esos presentimientos que turba¬rían a una mujer
    HORACIO
    Si vuestro ánimo está inquieto, obedecedlo. Haré que no vengan y diré que no estáis listo.
    HAMLET
    Nada de eso; los augurios se rechazan. Hay singular providencia en la caída de un pájaro. Si viene ahora, no vendrá luego. Si no viene luego, vendrá ahora. Si no viene ahora, vendrá un día. Todo es estar preparado. Como nadie sabe nada de lo que deja, ¿qué importa dejarlo antes? Ya basta.

    Entran el REY, la REINA, LAERTES, corte¬sanos, [OSRIC] y acompañamiento con trompetas, tambores, cojines, espadas de es¬grima y manoplas,  una mesa con jarras de vino.

    REY
    Ven, Hamlet; ven y toma esta mano.

    [Pone la mano de LAERTES en la de HAMLET.]
    HAMLET
    Perdonadme, señor. Os he agraviado.
    Perdonad como caballero. Los presentes
    bien saben y a vos de cierto os han dicho
    que estoy aquejado de un grave trastorno.
    Si rudamente he provocado
    vuestros sentimientos, honor y disgusto,
    aquí proclamo que ha sido locura.
    ¿Fue Hamlet quien hirió a Laertes? Jamás.
    Si Hamlet ha salido de sí
    y, no siendo él mismo, agravia a Laertes,
    no es Hamlet quien obra; Hamlet lo niega.
    Entonces, ¿quién obra? Su locura. Si es así,
    Hamlet es también de la parte agraviada
    y la locura es su cruel enemiga.
    Señor, ante esta asamblea:
    que mi negación de un mal pretendido
    me absuelva en vuestro noble pensamiento,
    como si mi flecha, volando por encima
    de la casa, hubiera herido a mi hermano.
    LAERTES
    Lo admito en mis sentimientos,
    que son los que más deberían moverme
    a la venganza. Respecto a mi honor
    me reservo, y no deseo reconciliarme
    hasta que voces de probada autoridad
    emitan juicio y precedente de concordia
    y mi buen nombre salga intacto. Hasta entonces
    acojo como afecto el afecto declarado
    y no lo menosprecio.
    HAMLET
    Lo acepto muy gustoso, y lucharé
    abiertamente en este encuentro fraternal. ?
    Traed las espadas, vamos.
    LAERTES
    Venga, una para mí.
    HAMLET
    Laertes, os daré realce. Mi torpeza
    hará que vuestro arte brille tanto
    como un astro en la noche más oscura.
    LAERTES
    Os burláis, señor.
    HAMLET
    No, os lo juro.
    REY
    Dales las espadas, joven Osric. Hamlet,
    ¿conoces la apuesta?
    HAMLET
    Perfectamente, señor.
    Vuestra Majestad ha apostado por el débil.
    REY
    No me inquieta; os he visto a ambos.
    Mas, como él es un maestro, se te ha dado ventaja.
    LAERTES
    Ésta es muy pesada. A ver otra.
    HAMLET
    Ésta me gusta. ¿Son todas del mismo largo?
    OSRIC
    Sí, Alteza.

    Se disponen a luchar.

    REY
    Poned las jarras de vino en esa mesa.
    Si Hamlet da el primer golpe o el segundo,
    o se desquita en el tercer asalto,
    que en todas las almenas disparen los cañones.
    El rey beberá por el vigor de Hamlet
    y en la copa echará una perla más valiosa
    que la que cuatro reyes sucesivos
    en la corona danesa portaron.
    Dadme las copas; el timbal hablará a la trompeta,
    la trompeta al cañón de la muralla,
    el cañón al cielo y el cielo a la tierra, diciendo:
    «El rey bebe ahora por Hamlet.» Empezad.
    Jueces, vosotros siempre vigilantes.
    HAMLET
    Vamos.
    LAERTES
    Vamos, señor.

    Luchan.

    HAMLET
    ¡Uno!
    LAERTES
    ¡No!
    HAMLET
    ¿Jueces?
    OSRIC
    Un punto, un punto muy claro.
    LAERTES
    Bien, sigamos.
    REY
    Alto. Traed el vino. Hamlet, tuya es esta perla.
    Bebo a tu salud.

    Suenan tambores y trompetas, y disparan una salva.

    Dadle la copa.
    HAMLET
    Primero, este asalto. Dejadla a un lado. 
    Vamos.

    Vuelven a luchar.

    Otro punto. ¿Qué decís?
    LAERTES
    Otro punto, lo confieso.
    REY
    Ganará nuestro hijo.
    REINA
    Está sudando y sin aliento.
    Hamlet, toma mi pañuelo, sécate la frente.
    La reina bebe por tu suerte, Hamlet.
    HAMLET
    Gracias, madre.
    REY
    Gertrudis, no bebas.
    REINA
    Quiero beber, esposo; con permiso.

    Bebe [y ofrece la copa a HAMLET].

    REY [aparte]
    Es la copa envenenada. Ya es tarde.
    HAMLET
    Aún no me atrevo, señora. Beberé luego.
    REINA
    Ven, deja que te seque la cara.
    LAERTES
    Majestad, esta vez le toco.
    REY
    No lo creo.
    LAERTES [aparte]
    Esto va casi contra mi conciencia.
    HAMLET
    Vamos al tercero, Laertes. No dais en serio.
    Os lo ruego, atacad con más ardor.
    Temo ser vuestro juguete.
    LAERTES
    ¿Eso creéis? Vamos.

    Luchan.

    OSRIC
    Ningún punto para nadie.
    LAERTES
    ¡En guardia!.

    Hiere a HAMLET. Hay un forcejeo y se cambian los estoques. HAMLET hiere a LAERTES.

    REY
    ¡Separadlos! Están furiosos.
    HAMLET
    No, sigamos.

    Cae la REINA.

    OSRIC
    ¡Atended a la reina!
    HORACIO
    Sangran ambos.  ¿Cómo estáis, Alteza?
    OSRIC
    ¿Cómo estáis, Laertes?
    LAERTES
    Como pajaro cogido en mi trampa, Osric.
    Mi propia traicion me da justa muerte.
    HAMLET
    ¿Cómo está la reina?

    REY
    Se ha desmayado al verlos sangrar.
    REINA
    ¡No, no, el vino, el vino! ¡Ah, mi buen Hamlet!
    ¡El vino, el vino! ¡Me ha envenenado!

    Muere.

    HAMLET
    ¡Ah, infamia! ¡Que cierren la puerta!
    ¡Traición! ¡Descubridla!

    [Sale OSRIC.]

    LAERTES
    Está aquí, Hamlet. Hamlet, estás muerto.
    No hay medicina que pueda salvarte.
    No te queda ni media hora de vida.
    El arma traidora está en tu mano,
    con punta y envenenada. La vileza
    se ha vuelto contra mí. Mira: yo,
    caído para siempre, y tu madre, envenenada.
    No puedo más. ¡El rey, el rey es el cuípable!
    HAMLET
    ¿Con punta y envenenada? ¡Pues a lo tuyo, veneno!

    Hiere al REY.

    TODOS [LOS CORTESANOS]
    ¡Traición, traición!
    REY
    ¡Amigos, defendedme! Sólo estoy herido.
    HAMLET
    ¡Toma, maldito danés, criminal, incestuoso!
    ¡Bébete la pócima!

    [Obliga a beber al REY.]

    ¿Está ahí tu perla? Sigue a mi madre.

    Muere el REY.

    LAERTES
    Recibió su merecido:
    es veneno que él mismo preparó.
    Perdonémonos, mi noble Hamlet.
    ¡No caigan sobre ti mi muerte ni la de mi padre,
    ni la tuya sobre mí!

    Muere.

    HAMLET
    El ciclo te absuelva. Voy a seguirte.
    Me muero, Horacio.  ¡Adiós, pobre reina!
    Vosotros, que palidecéis y tembláis
    ante esta desdicha, comparsas o testigos
    mudos de esta obra, si me quedara tiempo
    (pues el esbirro de la muerte siempre arresta),
    ah, os contaría… Ya basta. Horacio, me muero;
    tú vives: relata mi historia y mi causa
    a cuantos las ignoran.
    HORACIO
    Nada de eso.
    Más que danés soy antiguo romano.
    Aún queda bebida.
    HAMLET
    Como hombre que eres,
    dame esa copa. ¡Suéltala! ¡Por Dios, dámelal
    ¡Ah, buen Horacio! Si todo queda oculto,
    ¡qué nombre tan manchado dejaré!
    Si por mí sentiste algún cariño,
    abstente de la dicha por un tiempo
    y vive con dolor en el cruel mundo
    para contar mi historia.

    Marcha a lo lejos y cañonazo.

    ¿Qué es ese ruido de guerra?

    Entra OSRIC.

    OSRIC.
    El joven Fortinbrás, de vuelta victoriosa
    de Polonia, dispara esta salva marcial
    en honor de los embajadores de Inglaterra.
    HAMLET
    ¡Ah, ya muero, Horacio!
    El fuerte veneno señorea mi ánimo.
    No viviré para oír las nuevas de Inglaterra,
    pero adivino que será elegido rey
    Fortinbrás. Le doy mi voto agonizante.
    Díselo, junto con todos los sucesos
    que me han llevado… El resto es silencio.

    [Lanza un hondo suspiro y ] muere.

    HORACIO
    Ha estallado un noble pecho. Buenas noches,
    buen príncipe; que cánticos de ángeles
    te lleven al reposo.  ¿Por qué vienen los tambores?

    Entran FORTINBRÁS y los EMBAJADORES de Inglaterra, con tambores, estandartes y acompañamiento.

    FORTINBRÁS
    ¿Dónde está la escena?
    HORACIO
    ¿Qué queréis ver? Si es algo
    de asombro o dolor, cese vuestra busca.
    FORTINBRÁS
    Esta sangre pregona matanza. Muerte altiva,
    ¿qué festín preparas en tu celda infernal,
    que con tal violencia hieres a la vez
    a tantos príncipes?
    EMBAJADOR
    El cuadro es angustioso y nuestra embajada de Inglaterra llega tarde.
    Sordos están los oídos que nos deben
    dar audiencia, pues su orden fue cumplida
    y Rosencrantz y Guildenstern han muerto.
    ¿Quién nos dará las gracias?
    HORACIO
    Su boca, no, aunque en ella
    hubiera vida para agradecéroslo;
    él nunca dio la orden de matarlos.
    Mas, puesto que llegáis en hora tan sangrienta,
    vos, de la guerra con Polonia, y vos,
    de Inglaterra, disponed que los cadáveres
    sean expuestos en alto a la vista de todos
    y permitid que cuente al mundo, pues lo ignora,
    todo cuanto sucedió. De este modo sabréis
    de actos lascivos, sangrientos e inhumanos,
    castigos fortuitos, muertes casuales
    y otras que se deben a engaños y artificios;
    y, por último, de intrigas malogradas
    vueltas contra sus autores. Todo esto
    fielmente os contaré.
    FORTINBRÁS
    Apresurémonos a oírlo,
    y que esté presente toda la nobleza.
    En cuanto a mí, acojo mi destino con dolor.
    Sobre este reino tengo derechos históricos
    y ahora es la sazón para reivindicarlos.
    HORACIO
    Hablaré también de ello
    y del voto que otros muchos atraerá.
    Mas cumplamos sin tardanza lo propuesto,
    ahora que los ánimos se encienden, no sea
    que a estas tramas sucedan más desdichas.
    FORTINBRÁS
    Cuatro capitanes portarán
    a Hamlet marcialmente al catafalco,
    pues, de habérsele brindado, habría sido
    un gran rey. Su muerte será honrada
    con sones militares y ritos de guerrero.
    Llevaos los cadáveres. Esta escena,
    más propia de batalla, aquí disuena.
    Vamos, que disparen los soldados.

    Salen en marcha solemne, seguida de una salva de cañón.

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