Respaldo de material de tanatología

William Shakespeare- Ricardo II

William Shakespeare –   RICARDO II

 

CUADRO GENEALÓGICO DE LOS REYES DE INGLATERRA
(de 1312 a 1485)

Eduardo III (1312-1377)

Eduardo Lionel Juan de Gante Edmundo de Langley Tomás de Woodstock
(El Príncipe Negro) (Duque de Clarence) (Duque de Lancaster) (Duque de York) (Duque de Gloucester)

RICARDO II       Enrique Bolingbroke   Eduardo Ricardo
(1367-1400) (Duque de Hereford)    (Conde de Rutland, (Conde de Cambridge)
Duque de Aumerle)

ENRIQUE IV
(1367-1413)

ENRIQUE V
(1387-1422) Ricardo Plantagenet
(Duque de York)

ENRIQUE VI
(1421-1471)

Eduardo IV RICARDO III
(1442-1483) (1452-1485)

DRAMATIS PERSONAE

RICARDO II, rey de Inglaterra
La REINA Isabel, su esposa
Juan de GANTE, Duque de Lancaster y tío del rey
Enrique BOLINGBROKE, Duque de Hereford, hijo de Juan de Gante y futuro rey Enrique IV
DUQUESA DE GLOUCESTER, viuda de Tomás de Woodstock, Duque de Gloucester y tío del rey
Duque de YORK, tío del rey
DUQUESA DE YORK
Duque de AUMERLE, su hijo
Tomás MOWBRAY Duque de Norfolk

GREEN
BAGOT favoritos del rey
BUSHY

Percy, Conde de NORTHUMBERLAND

Enrique PERCY su hijo
Lord Ross partidarios de Bolingbroke
Lord WILLOUGHBY

Conde de SALISBURY
OBISPO DE CARLISLE partidarios del rey
Sir Esteban SCROOP

Lord BERKELEY
Lord FÍTZWATER
Duque de SURREY
ABAD DE WESTMINSTER
Sir Piers EXTON
LORD MARISCAL
HERALDOS
CAPITÁN del ejército galés
DAMAS de compañía de la reina
JARDINERO
AYUDANTES del jardinero
CRIADOS
CARCELERO de la prisión de Pomfret
MOZO de cuadra

Nobles, soldados, guardias, acompañamiento.

VIDA Y MUERTE DEL REY RICARDO II
I.i Entran el rey RICARDO y Juan de GANTE, con otros nobles y acompañamiento.

RICARDO
Anciano Juan de Gante, venerado Lancaster,
¿has traído a tu audaz hijo, Enrique de Hereford,
según tu juramento y compromiso,
para que pruebe la violenta acusación,
que mis tareas me impidieron atender,
contra el Duque de Norfolk, Tomás Mowbray?
GANTE
Sí, Majestad.
RICARDO
Dime también: ¿Le has sondeado para ver
si acusa al duque por viejo rencor
o dignamente, como cumple a un buen vasallo,
por hechos conocidos de traición?
GANTE
Por lo que he podido tantearle,
le acusa por un claro peligro contra vos
que ha visto en él, no por rencor obstinado.
RICARDO
Traedlos, pues, a mi presencia. Cara a cara
y ceño contra ceño, ante nos
libremente hablarán acusador y acusado.
Ambos son altivos y, en su ensañamiento,
sordos como el mar, prontos como el fuego.

Entran BOLINGBROKE y MOWBRAY.

BOLINGBROKE
¡Viva muchos años de felices días
mi augusto soberano, mi afable Majestad!
MOWBRAY
¡Cada día más feliz que el anterior,
hasta que el cielo, envidiando la suerte de la tierra,
añada un título eterno a vuestra corona!
RICARDO
Gracias a ambos; mas uno de los dos me adula,
a juzgar por el pleito que aquí os trae:
acusar de alta traición el uno al otro.
Primo Hereford, ¿cuáles son tus cargos
contra el Duque de Norfolk, Tomás Mowbray?
BOLINGBROKE
Primero – el cielo atestigüe mis palabras -,
con lealtad fervorosa de vasallo,
mirando por la seguridad de mi príncipe
y libre de rencores ilegítimos,
ante vos comparezco como acusador. ?
Ahora, Tomás Mowbray, me vuelvo hacia ti,
y advierte el tratamiento, pues mis cargos
mi cuerpo ha de probarlos en la tierra
o mi alma defenderlos en el cielo.
Eres un traidor y un desleal,
muy noble para serlo y muy ruin para estar vivo:
cuanto más claro está el cielo y más relumbra,
más horribles son las nubes que lo surcan.
Una vez más, agravando tu baldón,
hundo en tu garganta el nombre de traidor
y, antes de partir, quiero, con la venia,
demostrarlo con mi espada justiciera.
MOWBRAY
Que mi calma no desmienta mi lealtad.
No es el forcejeo de una riña de mujeres,
el estrépito de lenguas afiladas,
lo que va a decidir nuestra querella.
Aún hierve la sangre que la muerte ha de enfriar.
Mas tampoco puedo blasonar de una dulzura
que me hace callar y no decir palabra.
Primero, el respeto que os profeso me impide
dar rienda y espuela a mi discurso,
que volaría para hundir en su garganta,
redoblados, esos cargos de traición.
Descartando la grandeza de su sangre
y cual si no fuera pariente de mi rey,
yo aquí le desafío y le escupo,
y le llamo ruin, calumniador y cobarde.
Para mantenerlo, le daré ventaja
y le haré frente, aunque tenga que correr
hasta las crestas heladas de los Alpes
o cualquier otra tierra inhabitable
que nunca inglés alguno haya pisado.
Mientras, juro, defendiendo mi lealtad,
que ha mentido con rotunda falsedad.
BOLINGBROKE
Cobarde tembloroso, ahí te arrojo el guante,
despojándome de parentesco con el rey
y descartando la grandeza de mi sangre,
que por miedo y no respeto has invocado.
Si el temor culpable te ha dejado fuerzas
para coger la prenda de mi honor, agáchate.
Por éste y demás ritos de la caballería,
con mi brazo he de probarte cuanto he dicho
frente a la peor de tus mentiras.
MOWBRAY
La recojo, y te juro por la espada
que noblemente me hizo caballero
que voy a responderte conforme a razón
o en combate, según manda la caballería.
Una vez montado, que yo muerto caiga
si soy un traidor o injusta es mi causa.
RICARDO
¿Qué le imputa a Mowbray mi pariente?
Muy grave ha de ser lo que me transmita
una sombra de duda sobre él.
BOLINGBROKE
Con mi vida responderé de mis palabras:
Mowbray ha recibido tres mil libras
como adelanto para vuestra real hueste
y las ha retenido con fines innobles
cual falso y perverso traidor.
Además, digo, y lo probaré en combate,
aquí o donde sea, hasta el confín más remoto
que ojos ingleses hayan divisado,
que todas las traiciones de estos dieciocho años
fraguadas y urdidas en este país
manan y brotan del falso Mowbray.
También digo y también me propongo
mantenerlo sobre su ruin vida,
que él tramó la muerte del Duque de Gloucester,
tentó a sus bien dispuestos enemigos
y después, cual cobarde y vil traidor,
vació su alma inocente en un río de sangre
que, como la del inmolante Abel,
desde las fosas mudas de la tierra
a mí clama justicia y duro castigo.
Por mi clara estirpe y por su valía,
que lo hará mi brazo o cesará mi vida.
RICARDO
De muy alto vuelo es su decisión.
Tomás de Mowbray, ¿qué dices a esto?
MOWBRAY
Que mi soberano desvíe la mirada
y por un momento haga oídos sordos
hasta que le diga a esta infamia de su sangre
cuánto odian Dios y el hombre a un vil embustero.
RICARDO
Mowbray, imparciales son mis ojos y oídos.
Aunque él fuera mi hermano o el príncipe heredero,
y no el hijo del hermano de mi padre,
juro por la obediencia debida a mi cetro
que la proximidad a mi sagrada sangre
en nada ha de torcer o perturbar
la erguida firmeza de mi rectitud.
Igual que tú, Mowbray, él es mi vasallo;
habla libremente: no tengas reparo.
MOWBRAY
Entonces, Bolingbroke, desde el fondo del pecho
hasta tu falaz garganta, mientes.
Tres partes de lo que recibí para Calais
las pagué debidamente a los soldados.
Me quedé con la otra parte por acuerdo,
pues conmigo estaba en deuda nuestro rey
por el resto de una cuenta de valor
desde que de Francia le traje a su esposa.
Trágate tu mentira. Respecto a Gloucester,
yo no le maté, aunque, para mi deshonra,
descuidé mi lealtad en este caso. –
En cuanto a vos, mi señor de Lancaster
y honorable padre de mi enemigo,
una vez os quise matar en emboscada,
pecado que atormenta mi conciencia.
Pero antes de tomar el sacramento
yo lo confesé, y expresamente pedí
vuestro perdón, que espero haber tenido.
Ésta es mi culpa. Las demás imputaciones
emanan del rencor de un depravado,
de un traidor degenerado y cobarde;
lo cual defenderé con valentía,
y en respuesta arrojo aquí mi guante
a los pies de este fatuo desleal
para probar mi fe de caballero
haciéndole verter su mejor sangre.
Vivamente pido, pues siento impaciencia,
que mi rey señale el día de la prueba.
RICARDO
Airados señores, haced lo que os diga:
purgad vuestra bilis sin sacaros sangre.
Ésta es mi receta, aunque no sea médico,
que el hondo rencor saja muy adentro.
Haya olvido, paz, perdón y armonía:
no es mes, dice el sabio, para las sangrías.
Buen tío, que todo vuelva a su principio.
Yo calmo al Duque de Norfolk; tú, a tu hijo.
GANTE
El pacificar, bien le cuadra a un viejo.
El guante del duque, hijo, tira al suelo.
RICARDO
¡Mowbray, tira el suyo!
GANTE
Enrique, ¿te obstinas?
La obediencia manda que no lo repita.
RICARDO
¡Arrójalo, Mowbray! Te lo manda el rey.
MOWBRAY
Yo me arrojo, Majestad, a vuestros pies.
Mandáis en mi vida, pero no en mi honor.
Mi vida se os debe; mi buen nombre, no,
pues, cuando yo muera, sobrevivirá,
y para el oprobio no os lo voy a dar.
Me acusan, me afrentan, me hieren el alma
con el dardo venenoso de la infamia,
cuya sola cura es la sangre del pecho
que exhala ponzoña.
RICARDO
La ira frenemos.
Dame el guante: el león doma al leopardo.
MOWBRAY
Sin cambiar sus manchas. Quitadme el agravio
y entregaré el guante. Mi amado señor,
en nuestra existencia la joya mayor
es un nombre limpio. Si nos lo arrebatan,
el hombre no es más que arcilla dorada.
Un ánimo audaz en un pecho honrado
es gema en un cofre diez veces cerrado.
Mi honor es mi vida; con ella florece.
Quitadme el honor y mi vida muere.
Permitid, buen rey, que mi honor defienda;
si vivo con él, por él yo perezca.
RICARDO
Vamos, primo, tira el guante. Tú primero.
BOLINGBROKE
¡Dios me libre de pecado tan horrendo!
¿He de quedar encogido ante mi padre
o empañar mi rango ante este cobarde
cual triste mendigo? Antes que mi lengua
injurie mi honor con esa flaqueza
o con tregua innoble, arranquen mis dientes
el órgano abyecto del temor que cede
y sangrando se lo escupa con su mancha
al rostro de Mowbray, cubil de la infamia.

Sale GANTE.

RICARDO
Nací para mandar, no para pedir
y, pues no consigo poneros a bien,
presentaos, porque en ello os va la vida,
el día de San Lamberto en Coventry.
Decidan allí la lanza y el hierro
el crudo litigio de un odio tan fiero.
Pues no puedo uniros, dicte la justicia
quién gana este duelo de caballería.
Lord Mariscal, que el rey de armas prepare
cuanto es de rigor para este combate.

Salen.

I.ii Entra Juan de GANTE con la DUQUESA DE GLOU¬CESTER.

GANTE
Ah, ser yo de la sangre de Gloucester
me mueve mucho más que tus lamentos
a entrar en acción contra sus asesinos.
Mas, ya que el correctivo está en las manos
de quien hizo el mal que no podemos corregir,
confiemos nuestra causa a la voluntad del cielo,
que, cuando vea la tierra en sazón,
hará llover su venganza sobre los culpables.
DUQUESA DE GLOUCESTER
¿No tiene espuela más viva la fraternidad?
¿Ya no arde el amor en tu vieja sangre?
Los siete hijos de Eduardo, de los que eres uno,
eran como siete vasos de su santa sangre
o siete hermosas ramas de una misma raíz.
A algunas las ha marchitado la naturaleza,
a otras las ha cortado el destino,
pero a Tomás, mi amado esposo, mi vida, mi Gloucester,
vaso lleno de la santa sangre de Eduardo,
rama florida de su muy regio tronco,
lo ha quebrado, y vertido el rico licor,
lo ha partido, y secado sus hojas de estío,
la mano del odio y el hacha sangrienta del crimen.
¡Ah, Gante! Su sangre era tuya. El lecho, el vientre,
la carne, el molde que a ti te formó
a él le hizo un hombre y, aunque vives y alientas,
estás muerto en él. En gran medida
consientes en la muerte de tu padre
al ver morir a tu desdichado hermano,
que era la viva estampa de tu padre.
No lo llames paciencia, Gante: es desesperanza.
Al permitir que a tu hermano hayan matado,
arriesgas el camino de tu vida
enseñando al rudo crimen a matarte.
Lo que en un ser común llamamos paciencia,
en un pecho noble es ruin cobardía.
¿Qué voy a decirte? Para salvar tu propia vida
lo mejor es vengar la muerte de mi Gloucester.
GANTE
De Dios es el pleito, pues Su delegado,
ungido que fue ante Sus ojos,
ha causado esta muerte; si fue injusta,
vénguela el cielo, pues yo no alzaré
ningún brazo airado contra Su ministro.
DUQUESA DE GLOUCESTER
Entonces, ¡ay de mí!, ¿ante quién puedo quejarme?
GANTE
Ante Dios, paladín y defensa de la viuda.
DUQUESA DE GLOUCESTER
Pues lo haré. Adiós, anciano Gante.
Vas a Coventry, a presenciar la lucha
de mi sobrino Hereford y el fiero Mowbray.
¡Ah, pon mis agravios en la lanza de Hereford,
que traspase el pecho asesino de Mowbray!
O, si falla en la primera embestida,
pesen tanto en su pecho los pecados de Mowbray
que deslomen su corcel espumeante
y lancen al jinete a la palestra de cabeza,
quedando el vil cobarde a merced de nuestro Hereford.
Hermano, adiós: esta viuda de tu casta
morirá con el dolor que la acompaña.
GANTE
Adiós, hermana. Yo a Coventry he de ir.
Dios quede contigo, y que me asista a mí.
DUQUESA DE GLOUCESTER
Sólo dos palabras. Al caer, el dolor bota,
y no del vacío, sino por su peso.
Me despido antes de hablarte, pues la pena
no se acaba cuando nos parece muerta.
Encomiéndame a tu hermano Edmundo de York.
Bien, es todo. Mas no partas todavía:
aunque es todo, no te vayas tan deprisa.
Recordaré algo más. Dile – ah, ¿qué? ?
que venga a verme a Pleshey sin más demora.
Mas, ¡ay!, allá, ¿qué ha de ver el buen York ahora
sino estancias vacías, paredes desnudas,
piedras sin hollar, cocinas desiertas?
¿Y qué bienvenida sino amargas quejas?
Dale mis recuerdos: no ha de visitarme
buscando un dolor que está en todas partes.
Desolada, triste, a mi muerte parto.
Mi último adiós te lo doy con llanto.

Salen.
I.iii Entran el LORD MARISCAL y el Duque de AUMERLE.

LORD MARISCAL
Lord Aumerle, ¿está armado Enrique de Hereford?
AUMERLE
Sí, de todo punto, y ansía combatir.
LORD MARISCAL
El Duque de Norfolk, resuelto y animoso,
aguarda el toque de clarín de su adversario.
AUMERLE
Entonces los contendientes están prestos y sólo esperan la llegada del rey.

Toque de clarines. Entra el rey [RICARDO] con GANTE, BUSHY, BAGOT, GREEN y otros nobles. Cuando se han sentado, entran MOWBRAY, Duque de Norfolk, en armas, y un HERALDO.

RICARDO
Lord Mariscal, preguntad al combatiente
la razón de su presencia aquí, en armas.
Demandad su nombre y, como es de rigor,
que jure la justicia de su causa.
LORD MARISCAL
En nombre de Dios y del rey, decid quién sois,
por qué venís en armas como caballero,
contra quién venís y cuál es vuestra causa.
Decid la verdad por vuestra fe y juramento,
y que os guarden el cielo y vuestro arrojo.
MOWBRAY
Soy Tomás Mowbray, Duque de Norfolk,
y vengo aquí, obligado por mi juramento
– no permita Dios que lo viole un caballero -,
tanto a defender mi lealtad a Dios,
a mi rey y a mis descendientes
contra el Duque de Hereford, que me reta,
como, por la gracia de Dios y por mi brazo,
a probar, con mi defensa, que él es un traidor
a mi Dios, a mi rey y a mi persona.
¡Premie el cielo la lealtad de mi combate!

Toque de clarines. Entran [BOLING¬BROKE,] Duque de Hereford, en armas, y un HERALDO.

RICARDO
Lord Mariscal, preguntad al caballero en armas
quién es, por qué viene aquí
con coraza y atuendo de guerra
y, según las formalidades de la ley,
haced que jure la justicia de su causa.
LORD MARISCAL
¿Cómo os llamáis? ¿Por qué acudís
a la regia palestra ante el rey Ricardo?
¿Contra quién venís y cuál es la disputa?
Hablad como fiel caballero, y que el cielo os guarde.
BOLINGBROKE
Soy Enrique de Hereford, Lancaster y Derby,
y me presento en armas, dispuesto
a probar en combate, por la gracia de Dios
y mi arrojo, que Tomás Mowbray, Duque de Norfolk,
es un traidor infecto y peligroso
al Dios del cielo, al rey y a mi persona.
¡Premie el cielo la lealtad de mi combate!
LORD MARISCAL
Bajo pena de muerte, no tenga ninguno
la osadía de entrar en la palestra,
excepto el Mariscal y aquellos oficiales
designados para este noble cometido.
BOLINGBROKE
Lord Mariscal, dejad que bese la mano del rey
y doble la rodilla ante Su Majestad,
pues Mowbray y yo somos cual dos hombres
que hacen voto de larga peregrinación.
Permitidnos, pues, una solemne despedida
y un sentido adiós a todos los nuestros.
LORD MARISCAL
Majestad, el retador os saluda lealmente
y desea besaros la mano y despedirse.
RICARDO
Descenderé para abrazarle.
Primo de Hereford, cual tu causa es justa,
así sea tu suerte aquí en esta lucha.
Adiós, sangre mía; si tú hoy la viertes,
habré de sentirla, no vengar la muerte.
BOLINGBROKE
No malgaste llanto ningún ojo noble
por mí si me hiere la lanza de Mowbray.
Seguro cual vuela el halcón contra el pájaro,
así yo ahora a Mowbray pretendo afrontarlo.
Mi amado señor, de vos me despido. –
Y de ti, noble primo, lord Aumerle;
trato con la muerte, mas no estoy enfermo,
sino joven, fuerte y con gozoso aliento.
Lo más exquisito, como en un festín,
pues lo hace más dulce, dejo para el fin. ?
Vos, autor terrenal de mi sangre,
cuyo espíritu joven, en mí renacido,
me levanta con doble vigor
para que alcance una alta victoria,
reforzad mi armadura con las preces
y, bendiciéndome, haced mi lanza de acero
para que traspase la cota de cera de Mowbray
y dé nuevo brillo al nombre de Gante
en la acción vigorosa de su hijo.
GANTE
Dios te sea propicio en tu justa causa.
Sé rápido cual rayo en el combate
y que tus golpes, doblemente redoblados,
caigan como el trueno aturdidor sobre el casco
de tu infame adversario y enemigo.
¡Excita esa sangre joven, triunfa y vive!
BOLINGBROKE
¡Pues que mi inocencia y San Jorge me auxilien!
MOWBRAY
Comoquiera que Dios o Fortuna dicten mi suerte,
vivirá o morirá, fiel al rey Ricardo,
un leal y honorable caballero.
Jamás un cautivo arrojó con más alegría
sus cadenas serviles y abrazó
su dorada y abierta libertad
que mi alma gozosa celebra
el festín de esta lucha contra mi adversario.
Poderoso rey, nobles compañeros,
años de ventura yo ahora os deseo.
Como el que va a fiestas, voy yo a pelear:
en pecho sereno vive la verdad.
RICARDO
Adiós, mi señor. Observo tranquilo
virtud y valor en tu ojo unidos.
Mariscal, disponed el comienzo de la lucha.
LORD MARISCAL
Enrique de Hereford, Lancaster y Derby,
recibid vuestra lanza y haga Dios justicia.
BOLINGBROKE
Fuerte como torre en la esperanza, digo amén.
LORD MARISCAL
Llevadle esta lanza a Tomás, Duque de Norfolk.
HERALDO 1.°
Enrique de Hereford, Lancaster y Derby
comparece, por Dios, por su rey y por sí mismo,
bajo pena de perjurio y felonía,
para probar que el Duque de Norfolk, Tomás Mowbray,
es traidor a su Dios, a su rey y a sí mismo
y le reta a emprender este combate.
HERALDO 2.°
Y comparece Tomás Mowbray, Duque de Norfolk,
bajo pena de perjurio y felonía,
para defenderse y demostrar
que Enrique de Hereford, Lancaster y Derby
es traidor a Dios, al rey y a sí mismo.
Animoso y con noble deseo
aguarda la señal para empezar.
LORD MARISCAL
¡Suenen los clarines y avancen los rivales!

Toque de clarines.

¡Alto! ¡El rey ha arrojado su vara!
RICARDO
Que los dos dejen sus cascos y sus lanzas
y vuelvan a ocupar sus asientos. ?
Reunámonos, y suenen los clarines
hasta que informe a los duques de nuestra decisión.

Toque de clarines prolongado.

Acercaos y escuchad
lo que nos y el Consejo hemos dispuesto.
Porque la tierra de mi reino no se manche
con la querida sangre que ha nutrido,
porque repugna a mis ojos contemplar
heridas labradas con acero de hermanos,
por cuanto creo que el vuelo altivo
de miras ambiciosas que aspiran al cielo
os incita en vuestro encono de rivales
a despertar la paz que en la cuna de la patria
respira como un niño el grato sueño,
y como el estruendo de tambores discordantes,
la horrísona estridencia de trompetas
y el chocar del colérico hierro
ahuyentarían la hermosa paz de este país
y nos harían vadear en sangre de familia,


6 thoughts on William Shakespeare- Ricardo II

  1. os destierro a los dos de mis dominios. ?
    Tú, primo Hereford, bajo pena de muerte,
    hasta que diez estíos adornen los campos,
    no volverás a saludar mis territorios
    y hollarás la senda extraña del destierro.
    BOLINGBROKE
    Cúmplase vuestro deseo. Me consuela
    que habrá de alumbrarme el sol que os calienta
    y que los dorados rayos que él os da
    también mi destierro habrán de dorar.
    RICARDO
    Norfolk, para ti la condena es aún más dura
    y la dicto con cierto disgusto.
    Las horas furtivas y lentas no pondrán fin
    al transcurso de tu duro destierro.
    El desconsolador «nunca volverás»
    bajo pena de muerte contra ti pronuncio.
    MOWBRAY
    Dura es la sentencia, mi augusto señor,
    y no la esperaba yo de vuestros labios.
    Mejor recompensa, y no la honda herida
    de ser arrojado al aire común,
    creo haber merecido de Vuestra Majestad.
    La lengua que he aprendido estos cuarenta años,
    mi inglés materno, he de abandonar,
    y ya no me será de más provecho
    que una viola o un arpa sin cuerdas
    o un ingenioso instrumento en su caja,
    o que, abierta ésta, es puesto en manos
    de quien no sabe sacarle armonías.
    En mi boca encarceláis mi lengua
    con la doble reja de dientes y labios,
    y la torpe ignorancia, yerma e insensible,
    será la carcelera que me guarde.
    A mi edad no voy a complacer a la nodriza
    y tengo muchos años para ser alumno.
    Si no muerte muda, ¿qué es vuestra sentencia
    que el materno aliento prohíbe a mi lengua?
    RICARDO
    Pedir compasión de nada te vale:
    tras esta sentencia plañir viene tarde.
    MOWBRAY
    Atrás dejo entonces el sol de mi tierra:
    viviré en las sombras de la noche eterna.
    RICARDO
    Retorna y presta juramento. –
    Poned vuestras manos sobre mi real espada.
    Por la obediencia que debéis al cielo
    – y mi parte la destierro con vosotros -,
    jurad que cumpliréis lo que ahora os mando:
    que, por Dios y vuestra fe, jamás
    procuraréis vuestra amistad en el destierro,
    ni os miraréis a la cara el uno al otro,
    ni os escribiréis, saludaréis, ni calmaréis
    la hosca tempestad de vuestro encono,
    y nunca os reuniréis expresamente
    para intrigar, tejer o urdir un mal
    contra mí, mi Estado, mis vasallos o mi tierra.
    BOLINGBROKE
    Lo juro.
    MOWBRAY
    Yo también juro cumplirlo.
    BOLINGBROKE
    Norfolk, te hablo a ti como rival:
    si el rey lo hubiera permitido, a estas horas
    tu alma o la mía vagaría por el aire
    desterrada de este frágil sepulcro de la carne,
    cual nuestra carne está desterrada de esta tierra.
    Confiesa tu traición antes de partir.
    Pues largo es tu camino, no te lleves
    la agobiante carga de un alma culpable.
    MOWBRAY
    No, Bolingbroke. Si alguna vez he traicionado,
    bórrese mi nombre del libro de la vida
    y sea yo también desterrado del cielo.
    Mas lo que tú eres, lo sabemos Dios, tú y yo,
    y me temo que muy pronto el rey va a lamentarlo. ?
    Adiós, Majestad. No puedo extraviarme:
    salvo a Inglaterra, puedo ir a cualquier parte.

    Sale.

    RICARDO
    Tío, por el vidrio de tus ojos
    veo el dolor de tu alma. Tu triste semblante
    le ha quitado a su destierro cuatro años.
    [A BOLINGBROKE] Una vez pasados seis fríos inviernos,
    has de ser muy bien venido a tu regreso.
    BOLINGBROKE
    ¡Qué tiempo más largo en tan corta palabra!
    Cuatro inviernos, cuatro verdes primaveras
    las quita una voz cuando un rey alienta.
    GANTE
    Agradezco a Vuestra Majestad el que por mí
    acorte en cuatro años su destierro.
    Mas poco provecho voy a sacar yo,
    pues antes que los seis años de su exilio
    cambien lunas y consuman estaciones,
    mi lámpara vacía, mi luz que mengua
    la extinguirán la edad y la noche eterna,
    morirá mi llama, y ya la ciega muerte
    no me dejará que vea al hijo ausente.
    RICARDO
    Tío, tienes mucha vida por delante.
    GANTE
    Mas ni un minuto, rey, que vos podáis darme.
    Podéis quitarme días con amargura,
    robarme noches; darme un mañana, nunca.
    Ayudaréis al tiempo a surcar mi cara,
    mas ni una arruga impediréis en su marcha.
    Vuestra voz puede matarme, mas, ya muerto,
    vuestro reino no podrá comprar mi aliento.
    RICARDO
    Tu hijo está desterrado tras buen dictamen
    y tu palabra tuvo parte en la sentencia.
    ¿Por qué ahora te ensombrece el veredicto?
    GANTE
    Lo dulce se vuelve amargo al digerirlo.
    Me consultasteis como juez, mas yo antes
    quisiera haber actuado como padre.
    Ah, si en vez de ser mi hijo es un extraño,
    con su culpa yo habría sido más templado:
    no quería que de parcial se me acusara,
    y di un juicio que mi vida aniquilaba.
    Ah, yo esperaba que alguno me dijera
    que era duro con un hijo en mi condena,
    mas dejasteis que con juicio tan reacio
    contra mi deseo me hiciese este agravio.
    RICARDO
    Adiós, primo. Tío, tu adiós le has de dar:
    por seis años le destierro, y parte ya.

    Sale [con su séquito]. Clarines.

    AUMERLE
    Adiós, primo. Lo que ignore por tu ausencia,
    que tus cartas me permitan que lo sepa.

    [Sale.]

    LORD MARISCAL
    Mi señor, no me despido, pues cabalgo,
    mientras pueda quedar tierra, a vuestro lado.
    GANTE
    ¿Por qué eres tan avaro de palabras
    que no devuelves el saludo a tus amigos?
    BOLINGBROKE
    Para daros mi adiós ahora me faltan,
    cuando la lengua debe prodigarse
    en exhalar todo el dolor que lleva el pecho.
    GANTE
    Esa pena es por estar un tiempo ausente.
    BOLINGBROKE
    Ausente el gozo, tendré dolor presente.
    GANTE
    ¿Qué son seis inviemos? Pasarán muy pronto.
    BOLINGBROKE
    Cuando hay dicha. La pena, de una hora hace diez.
    GANTE
    Tómalo por viaje que vas a hacer por gusto.
    BOLINGBROKE
    Suspirará mi corazón si así lo llamo,
    pues lo siente como una peregrinación forzada.
    GANTE
    El triste curso de tus duros pasos
    sea el oro en que vayas a engastar
    la preciada joya del regreso.
    BOLINGBROKE
    No, pues cada paso trabajoso
    no hará más que recordarme cuánto mundo
    me separa de las joyas que más amo.
    ¿No voy a hacer un largo aprendizaje
    de sendas extranjeras para, al fin,
    cuando esté libre, jactarme solamente
    de ser un operario del dolor?
    GANTE
    Cuantos lugares visita el ojo del cielo
    son puertos y refugios para el sabio.
    Enseña a tu necesidad que considere
    que no hay mayor virtud que la necesidad.
    No pienses que el rey te ha desterrado,
    sino tú al rey. La pena agobia más
    donde siente que menos la soportan.
    Vamos, di que te envié a alcanzar honor,
    no que el rey te ha desterrado, o imagina
    que la peste voraz contagia el aire
    y que has huido hacia un lugar más sano.
    Piensa que todo lo que adora tu alma
    está en el sitio al que vas, no del que vienes.
    Supón que los pájaros son músicos,
    la hierba que pisas, alfombra de palacio,
    las flores, bellas damas, y tus pasos, nada más
    que una dulce pavana o una danza:
    la pena que gruñe puede morder menos
    a quien le hace burla y no la toma en serio.
    BOLINGBROKE
    Ah, ¿quién puede aguantar fuego en la mano
    pensando en el Cáucaso y sus hielos?
    ¿O saciar su excitado apetito
    con la simple imagen de un festín?
    ¿O desnudo revolcarse en la nieve del invierno
    pensando en un ficticio calor de verano?
    Ah, no: el pensamiento de lo bueno
    nos da mayor idea de lo peor;
    pues el diente del dolor más envenena
    cuando muerde sin dejar herida abierta.
    GANTE
    Ven, hijo, vamos; te llevaré al camino.
    Con tu edad y causa, ya hubiera partido.
    BOLINGBROKE
    Adiós, pues, mi Inglaterra, dulce suelo,
    nodriza y madre mía que me llevas.
    Donde yo vaya, me preciaré de ser,
    por más que desterrado, un buen inglés.

    Salen.

    I.iv Entran el rey [RICARDO] con BAGOT y GREEN por una puerta, y el Duque de AUMERLE, por otra.

    RICARDO
    Ya lo he notado. – Primo Aumerle,
    ¿hasta dónde acompañaste al gran Hereford?
    AUMERLE
    Acompañé al gran Hereford, si así le llamáis,
    hasta el primer camino, y allí le dejé.
    RICARDO
    Dime, ¿hubo muchas lágrimas de despedida?
    AUMERLE
    Por mi parte, ninguna, si no es que el viento,
    que soplaba desabrido en nuestras caras,
    despertó al durmiente flujo, y así, por azar,
    honró nuestro aparente adiós con una lágrima.
    RICARDO
    ¿Qué dijo mi primo al despedirse?
    AUMERLE
    «Adiós»,
    y, como a mi alma repugnaba que mi lengua
    profanase esta palabra, me las compuse
    para fingir un pesar tan angustioso
    que parecía sepultarme las palabras.
    Si un «adiós» hubiera alargado las horas
    y añadido años a su breve destierro,
    le habría dado un libro entero de adioses,
    pero, al no ser posible, no le di ni uno.
    RICARDO
    Primo, él es primo nuestro; aunque es dudoso
    que, cuando en su hora vuelva del destierro,
    nuestro pariente venga a ver a sus amigos.
    Nos mismo, y Bushy, Bagot y Green
    hemos notado que adulaba al pueblo,
    que parecía meterse en su alma
    con humilde y afable cortesía
    y malgastaba reverencias con esclavos,
    halagando al artesano con arteras sonrisas
    y soportando con paciencia su infortunio,
    casi para llevarse al destierro su cariño.
    Se quita el gorro ante una pescadera,
    dos carreteros le desean que Dios le ayude
    y reciben el tributo de su genuflexión
    con un «gracias, amigos, compatriotas»,
    cual si fuera a ser suya mi Inglaterra
    y él mi sucesor a los ojos de mis súbditos.
    GREEN
    Bueno, ya se ha ido, y con él estas ideas.
    Ahora, respecto a los rebeldes irlandeses,
    se impone desbravarlos pronto, Majestad,
    antes que nuestra omisión les dé más medios
    en beneficio suyo y vuestra pérdida.
    RICARDO
    A esta guerra he de ir yo en persona
    y, pues mis arcas, con tan regia corte
    y tan pródigos obsequios, se han aligerado,
    me veo en la obligación de arrendar mi reino,
    con cuyas rentas podremos atender
    los asuntos que llevamos. Si esto no basta,
    dejaré fueros en blanco a mis representantes
    para que, sabiendo quiénes son los ricos,
    los rellenen indicando grandes sumas
    con las que subvenir a mis necesidades,
    pues salgo para Irlanda de inmediato.

    Entra BUSHY.

    ¿Alguna novedad, Bushy?
    BUSHY
    El viejo Gante está muy grave, mi señor,
    tras enfermar de pronto, y envía a toda prisa
    a rogar a Vuestra Majestad que le visite.
    RICARDO
    ¿Dónde está?
    BUSHY
    En Ely House.
    RICARDO
    Entonces, que Dios inspire a su médico
    para que le facilite la tumba cuanto antes.
    Del contenido de sus arcas saldrán cotas
    para los soldados de esta guerra de Irlanda.
    Venid, señores, vamos a visitarle.
    Dios quiera que lleguemos tarde yendo aprisa.
    TODOS
    Así sea.

    Salen.

    II.i Entra Juan de GANTE, enfermo, con el Duque de YORK y otros.

    GANTE
    ¿Vendrá el rey, para que mi último aliento
    sirva de consejo a su impulsiva juventud?
    YORK
    No te aflijas, ni fuerces tu aliento,
    pues en vano entra el consejo en sus oídos.
    GANTE
    Ah, mas dicen que la voz de un moribundo
    cual honda armonía fuerza la atención.
    Si hay pocas palabras, no se han de gastar:
    si alientan dolor, alientan verdad.
    Al que va a callar, tu oído le aplicas
    mucho más que a un joven con halago y labia:
    más se observa nuestro fin que nuestra vida.
    Un ocaso y una música que acaba,
    cual regusto de lo dulce, se han grabado
    en nuestro recuerdo más que lo pasado.
    Si Ricardo mi consejo nunca oyó,
    quizá en mi agonía vaya a oír mi voz.
    YORK
    No, pues sus oídos están llenos de alabanzas
    y lisonjas, cuyo gusto agrada al más prudente;
    lujuriosos versos de sonido venenoso
    que los jóvenes escuchan tan atentos;
    noticias de las modas de la regia Italia,
    que nuestro mimético país siempre sigue
    servilmente, cojeando y rezagado.
    ¿Qué vanidad se inventa nuestro mundo
    – ya puede ser vil, mientras sea nueva ?
    que no se la susurren de inmediato?
    El consejo llega demasiado tarde
    donde voluntad y razón combaten.
    No quieras guiar al que va en su senda:
    te falta el aliento para que lo pierdas.
    GANTE
    Me siento como un profeta inspirado,
    y ahora al expirar le auguro esto:
    no durará su fiera llama del desorden,
    pues el fuego violento muy pronto se consume.
    La llovizna se prolonga, la tormenta es breve.
    Quien mucho espolea se cansa mucho antes.
    Tragar vorazmente atraganta al glotón.
    La huera vanidad, buitre insaciable,
    agotando medios, a sí misma se devora.
    Este trono de reyes, esta isla coronada,
    esta augusta tierra, esta sede de Marte,
    este nuevo Edén, semiparaíso,
    este bastión, que la naturaleza ha levantado
    contra la peste y el brazo de la guerra,
    esta estirpe afortunada, este mundo en pequeño,
    esta gema engastada en mar de plata
    que hace de muralla defensora
    o de foso protector del edificio
    contra la envidia de países menos venturosos;
    esta tierra bendita, este reino, esta Inglaterra,
    esta nodriza, este feraz vientre de reyes,
    temibles por su sangre y famosos por su cuna,
    renombrados por hazañas extranjeras
    en servicio cristiano y caballeresco,
    cual en la rebelde Judea el sepulcro
    del redentor del mundo, el hijo de María;
    esta tierra de almas tan queridas, tierra amada,
    querida por su fama en todo el mundo,
    ahora está en arriendo – decirlo me mata ?
    como cualquier propiedad o triste finca.
    A Inglaterra, ceñida por un glorioso mar,
    cuyas rocas repelen el asedio maligno
    de Neptuno, ahora la ciñen la deshonra,
    las manchas de tinta y los corruptos pergaminos.
    Inglaterra, acostumbrada a derrotar,
    se ha infligido a sí misma vil derrota.
    Si con mi vida cesara esta vergüenza,
    ¡qué feliz sería mi pronta muerte!

    Entran el rey [RICARDO], la REINA, AUMERLE, BUSHY, GREEN, BAGOT, ROSS y WILLOUGHBY.

    YORK
    Aquí está el rey. Sé benigno con su juventud,
    que la brida enfurece al potro ardiente.
    REINA
    ¿Cómo está nuestro noble tío Lancaster?
    RICARDO
    ¿Qué hay de bueno, hombre? ¿Qué tal el viejo Gante?
    GANTE
    ¡Ah, qué bien rima mi nombre con mi estado!
    Viejo Gante, sí: viejo menguante.
    En mí el dolor ha guardado un duro ayuno,
    pues, ¿hay hambriento que el ayuno aguante?
    Mucho he velado a la dormida Inglaterra;
    velar nos vuelve flacos y menguantes.
    El placer que a algunos padres da sustento,
    es decir ver a los hijos, es mi ayuno,
    y en este ayuno me has dejado sin aguante.
    El flaco Gante, ya menguante, irá a la tumba,
    cuyo vientre no tendrá más que mis huesos.
    RICARDO
    ¿Juguetean los enfermos con su nombre?
    GANTE
    No: es la desgracia que se ríe de sí misma.
    Ya que aspiras a matar mi nombre en mí,
    riéndome de él, gran rey, te adulo a ti.
    RICARDO
    ¿Adula un moribundo a los que viven?
    GANTE
    No, no: los vivos adulan al que muere.
    RICARDO
    Mas tú dices que me adulas, ya muriendo.
    GANTE
    Ah, no: mueres tú, aunque yo sea el enfermo.
    RICARDO
    Estoy muy sano, respiro y te veo mal.
    GANTE
    Quien me creó sabe que yo te veo mal
    y que, viendo mal, puedo ver tu mal.
    Tu lecho de muerte no es más que tu reino,
    en el que yace enfermo tu prestigio,
    y tú, paciente tan despreocupado,
    confías la cura de tu ungido cuerpo
    a los médicos que empezaron por herirte.
    En tu corona hay mil aduladores,
    cuando su cerco no es mayor que tu cabeza,
    pero, encerrado en tan estrechos límites,
    el destrozo no es menor que tu país.
    Si tu abuelo hubiera presagiado
    que el hijo de su hijo acabaría con sus hijos,
    te habría apartado esta vergüenza
    deponiéndote antes que te dieran posesión,
    pues ya te ha poseído para deponerte.
    Sobrino, aunque rigieses todo el mundo,
    arrendar esta tierra ya sería una deshonra,
    y si esta tierra es todo el mundo que tú riges,
    ¿no es más que deshonra deshonrarla de este modo?
    Eres el propietario de Inglaterra, no su rey,
    tu privilegio legal a la ley te somete
    y tú…
    RICARDO
    … un necio y torpe lunático,
    aprovechando el privilegio del enfermo,
    te atreves con tu fría amonestación
    a hacer que palidezca, expulsando con furia
    mi real sangre de su innata residencia.
    Por la regia majestad de mi trono,
    que si no fueras hermano del hijo de Eduardo,
    esa lengua que te rueda loca en la cabeza
    te haría rodar esa cabeza irreverente.
    GANTE
    No me salves, hijo de mi hermano Eduardo,
    porque yo sea hijo de su padre Eduardo.
    Cual pelícano, esa sangre la has sacado
    y te la has bebido hasta embriagarte.
    Mi hermano Gloucester, alma llana y buena,
    que Dios tenga entre sus bienaventuradas,
    es clara muestra de que no te ha importado
    derramar la sangre del gran Eduardo.
    Únete a la dolencia que me aqueja
    y sea tu crueldad como la corva vejez
    para arrancar una flor ya muy marchita.
    Vive en tu vergüenza, y no muera contigo.
    Sean mis palabras tu eterno suplicio.
    Llevadme a la cama; después, que me entierren.
    Amen la vida los que amor y honra tienen.

    Sale.

    RICARDO
    Y que mueran los que huraña vejez tienen.
    Ya que estás con ella, va bien que la entierren.
    YORK
    Majestad, os ruego que imputéis sus palabras
    al desvarío de su dolencia y a sus años.
    Por mi vida, que os ama y quiere de veras
    como ama a su hijo, si él aquí estuviera.
    RICARDO
    Eso es: amor del hijo, amor del padre.
    Tal el de ellos, tal el mío; más no se hable.

    Entra NORTHUMBERLAND.

    NORTHUMBERLAND
    Majestad, el viejo Gante se encomienda a vos.
    RICARDO
    ¿Qué dice?
    NORTHUMBERLAND
    Nada, todo está dicho.
    Su lengua es ahora instrumento sin cuerdas.
    Ya ni voz, ni vida, ni nada le queda.
    YORK
    Sea York el siguiente en esta bancarrota.
    Aunque pobre, el muerto queda sin congojas.
    RICARDO
    El fruto maduro es el que cae antes.
    Su tiempo acabó; queda nuestro viaje.
    Basta, pues. Respecto a la guerra de Irlanda,
    aplastemos a esa desgreñada soldadesca
    que vive cual veneno donde ya no hay veneno
    que tenga el privilegio de vivir.
    Y, como estas empresas requieren un gasto,
    para atenderlas procedo a confiscar
    la plata, monedas, rentas y efectos
    que han sido propiedad de mi tío Gante.
    YORK
    ¿Hasta cuándo he de sufrirlo? ¿Hasta cuándo
    por lealtad tendré que soportar agravios?
    Ni la muerte de Gloucester, ni el destierro de Hereford,
    las ofensas a Gante, los perjuicios al pueblo,
    ni el impedirle al pobre Bolingbroke
    su matrimonio, ni la propia vergüenza
    me han agriado nunca el paciente rostro,
    ni arrugado mi frente contra el rey.
    Soy el último hijo del noble Eduardo;
    vuestro padre, el Príncipe de Gales, el primero.
    Ningún león rugió más fiero en la guerra,
    ni jamás hubo cordero más dulce en la paz
    que aquel joven príncipe tan caballeroso.
    Tenéis su semblante, pues se os parecía
    cuando contaba vuestros años.
    Mas él fruncía el ceño a los franceses,
    no a los suyos. Su noble mano gastaba
    lo ganado, jamás lo que ganó
    la triunfante mano de su padre.
    Sus manos no manchó con sangre de parientes,
    mas desangró a los enemigos de su estirpe.
    ¡Ah, Ricardo! York está sumido en el pesar,
    que, si no, no os habría comparado.
    RICARDO
    Pero, tío, ¿qué sucede?
    YORK
    Majestad, perdonadme
    si os complace; si no, me complacerá
    no ser perdonado y quedaré conforme.
    ¿Pretendéis acaparar en vuestras manos
    los fueros y derechos del desterrado Hereford?
    ¿No ha muerto Gante? ¿No vive Hereford?
    ¿No fue leal Gante? ¿No es fiel Enrique?
    ¿No merecía Gante un heredero?
    ¿Y acaso no es Enrique un hijo digno?
    Quitadle sus derechos y quitaréis al tiempo
    sus privilegios y fueros consagrados.
    Entonces que el mañana no suceda al hoy.
    No seáis vos mismo, pues, ¿cómo sois rey
    si no es por ordenada sucesión?
    Ante Dios – y no quiera Dios que sea verdad -,
    que si anuláis torcidamente sus derechos,
    revocáis cuantas patentes le facultan
    para, mediante sus procuradores,
    reclamar su herencia, y rechazáis su acatamiento,
    arrojaréis mil peligros sobre vos,
    perderéis el afecto de mil almas
    y enconaréis mi paciencia con ideas
    que honor y lealtad no pueden concebir.
    RICARDO
    Voy a requisarle, piensa lo que quieras,
    su plata y dinero, sus bienes y tierras.
    YORK
    No estaré presente. Adiós, Majestad.
    Nadie sabe ahora lo que ocurrirá,
    pero es de razón que los malos pasos
    no pueden llevar a buen resultado.

    Sale.

    RICARDO
    Bushy, corre a ver al Conde de Wiltshire.
    Dile que venga a verme a Ely House
    para ocuparse del caso. Mañana por la mañana
    partimos para Irlanda, que ya es hora.
    Y nombro regente de Inglaterra
    durante mi ausencia a mi tío York,
    pues es leal y siempre me ha querido.
    Vamos ya, mi reina. Me marcho mañana.
    Alégrate; mi ausencia no va a ser larga.

    Clarines. Salen todos menos NORTHUM¬BERLAND, WILLOUGHBY y ROSS.

    NORTHUMBERLAND
    Bien, señores, el Duque de Lancaster ha muerto.
    ROSS
    Pero vive, pues su hijo es ahora el duque.
    WILLOUGHBY
    Sólo por el título, no por las rentas.
    NORTHUMBERLAND
    Por ambos plenamente si se hiciera justicia.
    ROSS
    El pecho va a estallarme, mas lo hará en silencio
    antes de desahogarse a lengua suelta.
    NORTHUMBERLAND
    No, di lo que pienses, y no hable más
    quien diga tus palabras en perjuicio tuyo.
    WILLOUGHBY
    Lo que piensas, ¿se refiere al Duque de Hereford?
    Si es así, dilo ya sin miedo. Yo siempre
    quiero oír lo que sea bueno para él.

  2. ROSS
    Nada bueno puedo yo hacer por él,
    a no ser que llames bueno a sentir lástima
    por un desposeído de su hacienda.
    NORTHUMBERLAND
    Por Dios, que es infamia soportar los agravios
    que padecen este regio príncipe y otros
    muchos nobles de este reino en decadencia.
    El rey no es el rey: lo manejan vilmente
    los aduladores; que le informen
    contra cualquiera de nosotros por rencor,
    y el rey actuará severamente
    contra nosotros, nuestras vidas, nuestros hijos.
    ROSS
    Saquea a los ciudadanos con gravosas cargas
    y pierde su afecto. Castiga a los nobles
    por viejas disputas y pierde su afecto.
    WILLOUGHBY
    Y cada día se inventan nuevas exacciones,
    como fueros en blanco, deuda forzosa y qué sé yo.
    Por Dios santo, ¿qué se ha hecho de esto?
    NORTHUMBERLAND
    En guerras no se ha gastado, pues él, en lugar
    de combatir, vilmente ha cedido por tratado
    lo que sus mayores alcanzaron por las armas.
    Más ha gastado en la paz que ellos en la guerra.
    ROSS
    El Conde de Wiltshire tiene el reino arrendado.
    WILLOUGHBY
    El rey ha quebrado igual que un insolvente.
    NORTHUMBERLAND
    Sobre él se ciernen ruina y deshonor.
    ROSS
    Para la guerra de Irlanda no saca dinero,
    a pesar de sus cargas onerosas,
    si no es expoliando al duque desterrado.
    NORTHUMBERLAND
    Su noble pariente. ¡Rey degenerado!
    Mas, señores, oímos bramar la tempestad
    y no buscamos refugio en que salvarnos.
    Vemos que el vendaval azota nuestras velas
    y, no arriándolas, perecemos confiados.
    ROSS
    Vemos el naufragio que hemos de sufrir,
    y el peligro es ahora inevitable
    por haber sufrido las causas del naufragio.
    NORTHUMBERLAND
    No del todo. Por los huecos ojos de la muerte
    yo veo asomar vida, mas no me atrevo a decir
    lo cerca que está nuestro consuelo.
    WILLOUGHBY
    Comparte lo que piensas cual nosotros contigo.
    ROSS
    Habla sin reservas, Northumberland.
    Los tres somos tú mismo y, al hablar,
    tus palabras son cual pensamientos. Ten valor.
    NORTHUMBERLAND
    Oíd, pues: he recibido noticias
    de Port-le-Blanc, bahía de Bretaña,
    de que Enrique de Hereford y Reinaldo, lord Cobham,
    el hijo del Conde Ricardo de Arundel,
    que hace poco huyó del palacio de Exeter,
    su hermano, antiguo Arzobispo de Canterbury,
    sir Tomás Erpingham, sir Juan Ramston,
    Juan Norbery, Roberto Waterton y Francisco Coint,
    provistos todos ellos por el Duque de Bretaña
    de ocho grandes naves y tres mil soldados,
    vienen hacia aquí con gran presteza
    para desembarcar pronto en el norte.
    Tal vez hayan llegado y ahora esperan
    a que antes salga el rey para Irlanda.
    Si queremos sacudirnos nuestro yugo,
    reforzar el ala rota de un país que cae,
    redimir a la corona de sus deudas,
    quitar el polvo al oro del cetro
    y devolver la honra a la alta majestad,
    venid conmigo a Ravenspurgh a toda prisa.
    Pero si dudáis por estar medrosos,
    quedaos y no habléis, pues iré yo solo.
    ROSS
    ¡A los caballos! ¡Las dudas, donde hay miedo!
    WILLOUGHBY
    Si aguanta el caballo, llegaré el primero.

    Salen.

    II.ii Entran la REINA, BUSHY y BAGOT.

    BUSHY
    Estáis demasiado triste, Majestad.
    Cuando el rey se despidió, prometisteis
    deponer la nociva tristeza
    y adoptar un talante más alegre.
    REINA
    Por complacer al rey. Por complacerme
    a mí misma no puedo. Aunque no sé
    por qué acojo el pesar como huésped,
    si no es por despedir a un huésped tan dulce
    como mi Ricardo. Y, con todo, siento
    acercarse algún dolor que va a nacer
    del vientre de Fortuna, y mi alma
    tiembla por nada y se apena por algo,
    más aún que por la ausencia de mi esposo.
    BUSHY
    Cada forma del dolor nos da mil sombras
    que parecen dolor, mas no lo son,
    pues el ojo del pesar, con su cristal de lágrimas,
    divide un solo objeto en multitud,
    como el juego de espejos que, al mirar de frente,
    sólo muestran confusión, pero que al sesgo
    precisa la forma. Así, Vuestra Majestad,
    que ve sesgada la ausencia del rey,
    descubre numerosas formas del dolor
    que, vistas rectamente, no son más que sombras
    de una nada. Por tanto, augusta reina,
    llorad sólo la ausencia del rey. Más no se ve
    o se ve con los ojos de un dolor falaz
    que lloran por real lo imaginario.
    REINA
    Puede ser, pero en el fondo de mi alma
    yo lo siento de otro modo. Sea como fuere,
    sólo puedo estar triste, muy triste,
    tanto que, aunque en nada piense yo pensar,
    esta triste nada me hace flaquear.
    BUSHY
    No es más que imaginación, mi augusta reina.
    REINA
    Nada de eso. Un dolor imaginario
    nace siempre de uno real. El mío, no,
    pues nada me ha engendrado este algo
    o algo hay en la nada que me aflige,
    y sólo lo poseo en expectativa.
    Mas este algo que yo aún no conozco,
    si algún nombre tiene, es «dolor anónimo».

    Entra GREEN.

    GREEN
    Dios os guarde, Majestad. Señores, bien hallados.
    Espero que el rey aún no haya salido para Irlanda.
    REINA
    ¿Por qué lo esperas? Espera que sí:
    sus planes son urgentes, y en su urgencia hay esperanza.
    ¿Por qué esperas entonces que no haya salido?
    GREEN
    Para que él, nuestra esperanza, reoriente
    su ejército y trunque la de un enemigo
    que ha puesto pie firme en nuestra tierra.
    El proscrito Bolingbroke ha roto su destierro
    y, blandiendo armas, ha llegado a salvo
    a Ravenspurgh.
    REINA
    ¡No lo quiera el Dios del cielo!
    GREEN
    ¡Ah, señora, es verdad! Y lo peor
    es que lord Northumberland, su hijo Enrique Percy
    y los lores Ross, Beaumont y Willoughby
    se han unido a él con sus ejércitos.
    BUSHY
    ¿Por qué no habéis declarado traidores
    a Northumberland y demás insurgentes?
    GREEN
    Lo hicimos, y entonces el Conde de Worcester
    rompió su vara, dimitió de mayordomo mayor
    y todos los criados de palacio se unieron
    con él a Bolingbroke.
    REINA
    Green, tú has sido el partero de mi pena
    y Bolingbroke, su aciago hijo.
    Mi alma ha alumbrado ya a su engendro
    y yo, parturienta jadeante,
    he unido dolor con dolor, pena con pena.
    BUSHY
    No desesperéis.
    REINA
    ¿Quién lo impedirá?
    Sí que desespero, y siento enemistad
    contra la esperanza: es falsa, aduladora,
    parásita, guardiana de la muerte,
    que dulcemente deshace los nudos de la vida,
    prolongada hasta el límite por la falsa esperanza.

    Entra YORK.

    GREEN
    Aquí viene el Duque de York.
    REINA
    Y con prenda militar en torno al cuello.
    ¡Ah, tiene el semblante lleno de inquietud!
    ¡Tío, por Dios, di palabras de consuelo!
    YORK
    Falsearía mi pensamiento si lo hiciese.
    El consuelo está en el cielo, y esto es la tierra,
    donde sólo hay cargas, penas y dolor.
    Vuestro esposo ha ido lejos a vencer
    y llegan otros que le harán perder aquí.
    Me he quedado para sostener su reino,
    cuando no puedo sostenerme por la edad.
    Después de su atracón viene la náusea.
    Que ponga a prueba a sus aduladores.

    Entra un CRIADO.

    CRIADO
    Señor, vuestro hijo había partido ya.
    YORK
    ¿Ah, sí? Entonces, vaya todo donde quiera.
    Los nobles huyeron, el pueblo está frío,
    y me temo que se pondrá a favor de Hereford.
    Tú, corre a Pleshey y dile a mi cuñada Gloucester
    que me envíe mil libras de inmediato.
    Espera, llévate mi anillo.
    CRIADO
    Señor, me había olvidado de deciros
    que hoy, al pasar por allí, entré…
    Os voy a entristecer si os digo el resto.
    YORK
    ¿Qué ocurre, muchacho?
    CRIADO
    La duquesa había muerto una hora antes.
    YORK
    ¡Dios nos valga! ¡Qué marea de dolores
    inunda este país tan doloroso!
    No sé qué hacer. Ojalá el rey,
    sin provocarle yo por deslealtad, me hubiese
    cortado la cabeza igual que a mi hermano.
    A ver, ¿no se han enviado correos a Irlanda?
    ¿Cómo sacar dinero para esta guerra?
    Ven, hermana, digo sobrina; perdonadme.
    Muchacho, ve a palacio. Busca carros
    y trae las armas que allí veas.

    [Sale el CRIADO.]

    Señores, ¿vais a reclutar hombres?
    Si os digo que sé ordenar estos asuntos
    que en tal desorden me han caído encima
    no me creáis. Ambos son parientes.
    El uno es mi rey, a quien debo defender
    por lealtad y juramento; el otro es también
    pariente mío, y el rey le ha hecho un agravio
    que por sangre y por conciencia debo corregir.
    Bien, hay que hacer algo. Sobrina, yo me ocupo
    de vos. Señores, reunid a vuestros hombres;
    nos vemos después en el castillo de Berkeley.
    También debería ir a Pleshey,
    mas no tengo tiempo. Todo esto es un caos
    y aquí anda cada cosa por su lado.

    Salen YORK y la REINA.

    BUSHY
    El viento empuja las noticias hacia Irlanda,
    mas no trae ninguna. Nosotros no podemos
    reclutar tropas que hagan frente al enemigo.
    GREEN
    Además, el estar cerca del rey en su afecto
    nos acerca al odio de los que no le aprecian.
    BAGOT
    Es decir, del pueblo inconstante, pues su afecto
    está en su bolsa, y el que más se la vacía,
    más les llena el corazón de odio mortal.
    BUSHY
    Entonces, el rey está sentenciado por todos.
    BAGOT
    También nosotros, si nos juzgan ellos,
    pues siempre hemos estado junto al rey.
    GREEN
    Yo voy a refugiarme al castillo de Bristol.
    El Conde de Wiltshire ya está allí.
    BUSHY
    Allá voy contigo, pues el odioso pueblo
    no va a hacernos ningún otro servicio
    que el de hacernos pedazos como perros.
    ¿Vienes con nosotros?
    BAGOT
    No, yo voy a Irlanda con Su Majestad.
    Adiós. Si no es vano mi presentimiento,
    hoy nos separamos para nunca vernos.
    BUSHY
    Salvo que York logre rechazar a Bolingbroke.
    GREEN
    ¡Ah, pobre duque! A él le ha tocado
    contar las arenas y beberse el mar:
    Por uno a su lado, millares huirán.
    BAGOT
    Ahora y por siempre, el último adiós.
    BUSHY
    Tal vez nos veamos.
    BAGOT
    Nunca, temo yo.

    Salen.

    II.iii Entran BOLINGBROKE y NORTHUMBERLAND.

    BOLINGBROKE
    Señor, ¿cuánto falta para Berkeley?
    NORTHUMBERLAND
    Creedme, mi noble señor,
    aquí en Gloucestershire soy forastero.
    Estos montes tan agrestes, estas asperezas
    alargan las millas y las vuelven fatigosas.
    Con todo, vuestro bello discurso ha sido un bálsamo
    que ha hecho del duro camino un deleite.
    Imagino lo penoso que será
    el trayecto de Ravenspurgh a Cotswold
    para Ross y Willoughby sin vuestra compañía,
    que, os lo aseguro, ha hecho muy ameno
    el curso enojoso de este viaje.
    Mas el suyo lo alivia la esperanza
    de alcanzar mi presente beneficio,
    y esperanza de gozar es casi tanto
    como esperanza gozada. Con ella
    el camino se les hará tan corto como a mí
    con el placer de vuestra noble compañía.
    BOLINGBROKE
    Mi compañía vale mucho menos
    que vuestras buenas palabras. Mas, ¿quién viene?

    Entra ENRIQUE PERCY

    NORTHUMBERLAND
    Es mi hijo, el joven Enrique Percy,
    enviado desde no sé dónde por mi hermano Worcester.
    Enrique, ¿cómo está tu tío?
    PERCY
    Señor, esperaba saberlo por vos mismo.
    NORTHUMBERLAND
    Pues, ¿no está con la reina?
    PERCY
    No, mi señor; abandonó la corte,
    rompió su vara de mando y licenció
    a los criados del rey.
    NORTHUMBERLAND
    ¿Por qué razón? No parecía
    tan decidido la última vez que hablamos.
    PERCY
    Porque fuisteis declarado traidor.
    Pero él, señor, se ha ido a Ravenspurgh
    a ofrecer sus servicios al Duque de Hereford,
    y me ha enviado a Berkeley a que averigüe
    qué tropas ha reclutado el Duque de York
    y entonces que acuda a Ravenspurgh.
    NORTHUMBERLAND
    ¿Has olvidado al Duque de Hereford, muchacho?
    PERCY
    No, señor, pues no se olvida
    lo que nunca estuvo en la memoria.
    Que yo sepa, no lo he visto en mi vida.
    NORTHUMBERLAND
    Entonces conócelo: aquí está el duque.
    PERCY
    Mi augusto señor, os ofrezco mi servicio
    como es ahora, joven, tierno y nuevo,
    pero que un día estará en sazón
    para mostrarse en actos meritorios.
    BOLINGBROKE
    Te lo agradezco, noble Percy; sabe
    que nada me hace más dichoso que tener
    un alma que recuerda al buen amigo.
    Si con tu afecto madura mi fortuna,
    tu lealtad tendrá su recompensa.
    Mi mano sella este pacto de mi pecho.
    NORTHUMBERLAND
    ¿Cuánto falta para Berkeley, y en qué se anda
    allí el buen York con sus soldados?
    PERCY
    El castillo está ahí, tras aquel boscaje,
    guarnecido por trescientos hombres, según supe,
    y en él están los lores de York, Berkeley y Seymour,
    ninguno más de renombre y noble estima.

    Entran ROSS y WILLOUGHBY.

    NORTHUMBERLAND
    Aquí vienen los lores de Ross y Willoughby,
    con espuelas sangrientas y encendidos con la prisa.
    BOLINGBROKE
    Bienvenidos, señores. Sé que vuestro afecto
    sigue a un traidor proscrito. Todo mi tesoro
    es una gratitud intangible, que, enriquecida,
    premiará vuestro afecto y esfuerzo.
    ROSS
    Mi señor, vuestra presencia ya nos enriquece.
    WILLOUGHBY
    Y excede con mucho el esfuerzo en alcanzarla.
    BOLINGBROKE
    Las gracias son siempre la hacienda del pobre
    y expresan mi largueza hasta que mi fortuna
    llegue a madurar. Mas, ¿quién viene aquí?

    Entra BERKELEY.

    NORTHUMBERLAND
    Parece que es lord Berkeley.
    BERKELEY
    Para vos es mi mensaje, lord Hereford.
    BOLINGBROKE
    Señor, respondo al nombre de Lancaster;
    reivindico este nombre en Inglaterra
    y he de oír de vuestros labios este título
    antes de responder a lo que me digáis.
    BERKELEY
    No me juzguéis mal, señor: no pretendo
    borrar de vuestro honor un solo título.
    Me envía a vos, milord de lo que gustéis,
    el augusto regente del país,
    el Duque de York, para saber lo que os incita
    a aprovechar esta ausencia del rey
    y turbar la paz por vuestra propia causa.

    Entra YORK.

    BOLINGBROKE
    No tendréis que transmitirle mis palabras.
    Aquí llega él en persona. ¡Mi noble tío!

    [Se arrodilla.]
    YORK
    Muéstrame tu humilde pecho, no tu rodilla,
    cuya reverencia es falsa y engañosa.
    BOLINGBROKE
    Mi augusto tío…
    YORK
    ¡Calla! Nada de augusto y nada de tío.
    No soy tío de un traidor, y eso de augusto
    en boca indigna es profanarlo.
    ¿Cómo se atreven esos pies desterrados
    a pisar un solo átomo de esta tierra inglesa?
    Más aún: ¿Cómo se atreven a marchar
    tantas millas sobre su pecho apacible
    asustando a las pálidas aldeas
    con un bélico alarde de armas ruines?
    ¿Vienes porque está ausente el rey ungido?
    ¡Ah, joven necio! El rey se ha quedado:
    su poder reside en mi leal pecho.
    Si aún poseyera mi ardiente juventud,
    como cuando tu bravo padre y yo
    rescatamos al Príncipe Negro, ese joven Marte,
    de entre las filas de miles de franceses,
    ¡qué deprisa te castigaría mi brazo,
    ahora prisionero de parálisis,
    imponiendo un correctivo a tu delito!
    BOLINGBROKE
    Augusto tío, decidme mi delito.
    ¿Qué ley he quebrantado? ¿En qué consiste?
    YORK
    Consiste en el peor quebrantamiento:
    en franca rebeldía y vil traición.
    Tú, un desterrado, vuelves ahora,
    antes de que expire el tiempo decidido
    y en alarde militar contra tu rey.
    BOLINGBROKE
    Marché a mi destierro como Hereford,
    mas ahora regreso como Lancaster.
    Noble tío, suplico a Vuestra Señoría
    que mire mis faltas con ojo imparcial.
    Sois mi padre, pues en vos creo ver vivo
    al anciano Gante. Entonces, padre,
    ¿vais a permitir que siga condenado
    al vagabundeo, mientras me arrancan por la fuerza
    mis fueros y derechos para dárselos
    a pródigos advenedizos? ¿Para qué nací?
    Si mi primo el rey es rey de Inglaterra,
    reconózcase que yo soy Duque de Lancaster.
    Vos tenéis un hijo, mi noble primo Aumerle.
    Si, muerto vos, a él lo pisotean,
    habría hallado un padre en su tío Gante
    que levantara y diera caza a ese desmán.
    Se me prohíbe reclamar mi herencia
    y, sin embargo, mis patentes me facultan.
    Los bienes de mi padre los requisan y los venden
    y a todo se le da uso indebido.
    ¿Qué queréis que haga? Soy un súbdito
    y apelo a la ley. Me niegan procuradores
    y por ello en persona yo reclamo
    mi derecho legítimo a la herencia.
    NORTHUMBERLAND
    Al noble duque se le ha hecho un gran ultraje.
    ROSS
    Y a vos os compete corregirlo.
    WILLOUGHBY
    Sus bienes engrandecen a villanos.
    YORK
    Lores de Inglaterra, permitid que os diga esto:
    soy consciente del agravio a mi sobrino,
    y mucho me esforcé por repararlo.
    Mas, ¿venir de este modo, en alarde militar,
    ser su propio juez espada en mano,
    hacerse el bien mediante el mal? No puede ser.
    Y los que le instigáis de esta manera
    anheláis la rebelión y sois rebeldes.
    NORTHUMBERLAND
    El noble duque ha jurado que regresa
    por lo suyo; por el derecho que le asiste
    hemos hecho juramento de apoyarle.
    Quien lo rompa, que abandone toda dicha.
    YORK
    Bien, bien. Ya veo el fin de vuestras armas.
    Confieso que no puedo remediarlo,
    pues mis tropas son débiles y mal pertrechadas.
    Mas si pudiera, por el Dios que me dio vida,
    que os detendría y haría que os postraseis
    ante la augusta clemencia de Ricardo.
    Mas ya que no puedo, sabed todos
    que permanezco neutral. Así que adiós,
    a no ser que gustéis entrar en el castillo
    y en él reposar por esta noche.
    BOLINGBROKE
    Es un ofrecimiento que aceptamos.
    Mas os debo convencer de que vengáis
    al castillo de Bristol, ocupado, según dicen,
    por Bushy, Bagot y sus cómplices,
    sanguijuelas del Estado,
    que me he jurado arrancar y exterminar.
    YORK
    Tal vez te acompañe; me lo pensaré,
    pues me repugna quebrantar las leyes.
    Sed bienvenidos, ni amigos ni contrarios;
    si ya no hay remedio, perderé cuidado.

    Salen.

    IV.iv Entran el Conde de SALISBURY y un CAPITÁN galés.

    CAPITÁN
    Lord Salisbury, llevamos diez días esperando,
    nos cuesta mantener unida a nuestra gente
    y del rey seguimos sin noticias.
    Por tanto, debemos dispersarnos. Adiós.
    SALISBURY
    Espera un día más, leal galés. El rey
    ha puesto en ti toda su confianza.
    CAPITÁN
    Se cree que el rey ha muerto. No esperamos más.
    Los laureles de esta tierra están marchitos
    y los meteoros asustan a los astros.
    La pálida luna nos mira ensangrentada
    y flacos videntes murmuran un temible cambio.
    El rico está triste y el granuja salta y baila:
    el uno teme perder lo que posee;
    el otro espera poseer por saña y guerra.
    Son anuncios de la muerte o caída de los reyes.
    Adiós. Nuestra gente ya se ha dispersado
    convencida de que ha muerto el rey Ricardo.

    Sale.

    SALISBURY
    ¡Ah, Ricardo! Con los ojos tristes de mi alma
    veo tu gloria como estrella fugaz
    que desde el firmamento cae a la tierra.
    Tu sol se hunde llorando en el ocaso
    Y anuncia tormentas, sufrimiento, caos.
    Tus amigos se han pasado al enemigo
    y contrario a tu suerte es el destino.

    Sale.

    III.i Entran BOLINGBROKE, YORK, NORTHUMBERLAND, ROSS, PERCY y WILLOUGHBY, con BUSHY y GREEN prisioneros.

    BOLINGBROKE
    Traed aquí a esos hombres. –
    Bushy y Green, no os voy a atormentar el alma,
    pues pronto ha de salir de vuestro cuerpo,
    censurando vuestra vida perniciosa;
    no sería caritativo. Mas para lavar
    vuestra sangre de mis manos, aquí, ante todos,
    expondré algunas causas de vuestra condena.
    Habéis descarriado a un príncipe, a todo un rey,
    bien dotado por su cuna y su presencia,
    y le habéis pervertido y desgraciado.
    Vuestra acción pecaminosa ha venido
    a crear un divorcio entre la reina y él,
    rompiendo el vínculo de su lecho real
    y desluciendo las mejillas de una bella reina
    con el llanto arrancado por vuestras infamias.
    Y yo, noble por mi cuna, allegado
    al rey por la sangre y el afecto
    hasta que le indispusisteis contra mí,
    he doblado la cerviz bajo vuestras ofensas
    y exhalado aliento inglés en aire extraño,
    comiendo el pan amargo del destierro
    mientras vosotros os nutríais de mis dominios,
    abríais mis cotos, talabais mis bosques,
    rompíais las vidrieras que mostraban mi blasón
    y borrabais mi divisa, sin dejar
    otra señal de mi nobleza que mi fama
    entre las gentes y la sangre que en mí vive.
    Esto y mucho más, mucho más que el doble de esto
    os condena a muerte. – Entregadlos
    a la ejecución y al brazo de la muerte.
    BUSHY
    Más grato me será el golpe de la muerte
    que a Inglaterra Bolingbroke. Adiós, señores.
    GREEN
    Me consuela que el cielo va a acoger nuestras almas
    y a castigar la injusticia con las penas del infierno.

  3. BOLINGBROKE
    Milord Northumberland, que sean ajusticiados.

    [Sale NORTHUMBERLAND con BUSHY y GREEN.]

    Tío, decís que la reina está en vuestra casa.
    En nombre de Dios, que se le dé buen trato.
    Decidle que le envío mis respetos.
    Procurad que reciba mis saludos.
    YORK
    He mandado a uno de mis hombres
    con una carta que le asegura tu cariño.
    BOLINGBROKE
    Gracias, mi buen tío. Venid, caballeros,
    a luchar contra Glendower y sus cómplices.
    Primero, el trabajo; después, el recreo.

    Salen.

    III.ii Tambores, clarines y bandera. Entran el rey Ri¬cARDO, AUMERLE, [el OBISPO DE] CARLISLE y sol¬dados.

    RICARDO
    ¿Es ése el que llaman castillo de Barkloughly?.
    AUMERLE
    Sí, Majestad. ¿Cómo os sienta este aire
    después del balanceo en alta mar?
    RICARDO
    Me sienta bien por fuerza. Lloro de alegría
    al volver a pisar mi reino.
    Tierra querida, con la mano te saludo,
    herida como estás por caballos de rebeldes.
    Cual la madre que ha estado separada de su hijo
    y, al verlo, juega con lágrimas y risas,
    así yo te saludo, tierra mía, llorando
    y sonriendo, y con mis regias manos te acaricio.
    No alimentes al enemigo de tu rey,
    dulce tierra, ni sacies su apetito con tus frutos,
    sino pon en su camino torpes sapos
    y arañas que chupen tu veneno,
    para que hostiguen al pie desleal
    que con paso usurpador te pisotea.
    Produce ortigas contra mis enemigos
    y, cuando de tu seno arranquen una flor,
    protégela con una víbora escondida
    que, al tacto fatal de su doble lengua,
    arroje muerte al enemigo de tu rey.
    No os burléis, señores, de un conjuro inanimado.
    Esta tierra sentirá y estas piedras
    se armarán como soldados antes que su rey
    se doblegue bajo armas de insurrectos.
    OBISPO DE CARLISLE
    No lo dudéis, señor. El poder que os hizo rey
    tiene el poder de manteneros rey pese a todo.
    Los medios que brinda el cielo deben aceptarse,
    no desatenderse. Si el cielo quisiera
    y nosotros, no, sería rechazar
    su ofrecimiento de ayuda y alivio.
    AUMERLE
    Señor, quiere decir que nos hemos descuidado
    mientras Bolingbroke, por nuestra despreocupación,
    se agranda y crece en medios y en poder.
    RICARDO
    Primo derrotista, ¿no sabes que, cuando
    se oculta el ojo escrutador del cielo
    por detrás del mundo y alumbra el otro lado,
    vagan en las sombras ladrones y bandidos
    resueltos al crimen y al furor
    y que, cuando, surgiendo bajo el globo,
    inflama las copas de los pinos del oriente
    y arroja su luz a los antros culpables,
    los crímenes, traiciones y pecados,
    despojados del manto de la noche,
    se quedan desnudos, temblando ante sí mismos?
    Así, cuando el ladrón, el traidor de Bolingbroke,
    que ha estado recreándose en la noche
    mientras yo caminaba en las antípodas,
    me vea surgir en mi trono del oriente,
    sus traiciones le harán enrojecer,
    incapaz de resistir la luz del día,
    Y ante sí temblará por su pecado.
    Ni toda el agua del áspero mar
    puede quitar el óleo a un rey ungido.
    El aliento de un mortal no puede deponer
    al delegado elegido por Dios.
    Por cada hombre que reclute Bolingbroke
    para alzar el hierro contra mi corona de oro,
    el Señor tiene un ángel a sueldo celestial
    para su rey. Pues Dios lo justo defiende,
    cuando lucha un ángel, los hombres perecen.

    Entra SALISBURY.

    Sé bienvenido. ¿A qué distancia están tus fuerzas?
    SALISBURY
    Ni más cerca ni más lejos, Majestad,
    que este débil brazo. El desánimo guía mi lengua
    y sólo me hace hablar de abatimiento.
    Temo, mi señor, que un día de retraso
    ha ensombrecido todos vuestros días felices.
    ¡Ah, llamad al ayer, haced que el tiempo vuelva
    atrás y tendréis doce mil combatientes!
    Hoy, hoy, día infortunado, llega tarde
    y os enturbia dicha, fortuna, amistades.
    Todos los galeses, al creeros muerto,
    dispersos o huidos, con Bolingbroke fueron.
    AUMERLE
    Ánimo, señor. ¿Por qué estáis tan pálido?
    RICARDO
    La sangre de veinte mil hombres triunfaba
    ahora mismo en mi semblante; pero huyeron
    y, mientras no vuelva esa sangre a mi cara,
    ¿no he de haber palidecido como un muerto?
    Quien quiere salvarse huye de mi lado,
    pues el tiempo mi grandeza ha mancillado.
    AUMERLE
    Ánimo, señor. Recordad quién sois.
    RICARDO
    Lo había olvidado. ¿No soy rey?
    ¡Despierta, cobarde! Duermes, Majestad.
    El nombre del rey, ¿no vale veinte mil nombres?
    ¡Ármate, nombre mío! Un débil vasallo
    amenaza tu gloria. – No miréis a tierra,
    reales validos. ¿No estamos en alto?
    Pues, ¡en alto el pensamiento! Sé que mi tío York
    tiene tropas suficientes a nuestro servicio.
    Mas, ¿quién viene?

    Entra SCROOR

    SCROOP
    Tenga mi rey más dicha y salud
    que las que os anuncie mi cuitada lengua.
    RICARDO
    Mi oído está abierto; mi pecho, preparado.
    Tu peor noticia será una pérdida mundana.
    Dime, ¿he perdido el reino? Fue cuidado mío:
    ¿hay pérdida en librarse de cuidados?
    ¿Aspira Bolingbroke a ser tan grande como yo?
    Más grande no será. Si sirve a Dios,
    yo también le serviré, y ahí seré su igual.
    ¿Se rebelan mis súbditos? No puedo evitarlo.
    Desleales son con Dios, y así conmigo.
    Anuncia ruina, dolor, calamidad.
    Peor es la muerte, y un día triunfará.
    SCROOP
    Me alegra, señor, que estéis tan armado
    para soportar noticias de infortunios.
    Como un día de tormenta intempestiva
    que anega las orillas de los ríos plateados
    cual si el mundo se hubiera deshecho en lágrimas,
    así desborda sus límites la furia
    de Bolingbroke, cubriendo vuestra tierra medrosa
    de duro acero y de pechos más duros que el acero.
    Los viejos han armado su calva cabeza
    contra Vuestra Majestad; niños de voz femenil
    pugnan por hablar recio y meten sus tiernos miembros
    en torpe armadura contra vuestra corona.
    Aun quien reza por vos tensa el arco de tejo,
    doblemente mortal, contra vuestro Estado.
    Hasta la hilandera empuña una pica herrumbrosa
    contra el rey. Joven y viejo se revuelven,
    y todo está peor de lo que yo cuente.
    RICARDO
    Demasiado bien cuentas tu mala noticia.
    ¿Dónde está el Conde de Wiltshire, dónde Bagot?
    ¿Qué ha sido de Bushy, dónde está Green,
    que han dejado que el temible enemigo
    mida nuestros territorios con tan firme paso?
    Si vencemos, lo pagarán sus cabezas.
    Seguro que han hecho la paz con Bolingbroke.
    SCROOP
    La paz sí la han logrado con él, mi señor.
    RICARDO
    ¡Ah, infames, víboras, condenados sin perdón!
    ¡Perros, tan pronto zalameros con cualquiera!
    ¡Serpientes, mordiendo el pecho que les dio calor!
    ¡Tres Judas, cada uno tres veces peor que Judas!
    ¿Querían la paz? ¡El terrible infierno
    haga la guerra a sus almas manchadas!
    SCROOP
    Veo que el dulce afecto, al desvirtuarse,
    se convierte en el odio más agrio y mortal.
    Retirad la maldición. La paz la alcanzaron
    con la cabeza, no con la mano. Los que maldecís
    sufrieron la herida de la muerte fiera
    y yacen muy hondo, en la hueca tierra.
    AUMERLE
    ¿Han muerto Bushy, Green y el Conde de Wiltshire?
    SCROOP
    Sí, en Bristol los decapitaron a los tres.
    AUMERLE
    ¿Dónde está mi padre, el duque, con sus tropas?
    RICARDO
    No importa dónde. Nadie hable de consuelo.
    Hablemos de tumbas, gusanos y epitafios,
    hagamos papel del polvo y, con ojos de lluvia,
    escribamos el dolor en el seno de la tierra.
    Elijamos albaceas, hablemos de testamentos.
    Aunque no, pues, ¿qué podemos legar
    al suelo sino un cadáver destronado?
    Nuestras tierras, nuestra vida, todo es de Bolingbroke;
    nada podemos llamar nuestro, salvo la muerte
    y el pequeño molde de la yerma tierra
    que sirve de masa y cubierta a nuestros restos.
    Por Dios, sentémonos en tierra a contarnos
    historias tristes de la muerte de los reyes;
    depuestos unos, otros matados en la guerra
    o acosados por las sombras de sus víctimas,
    o envenenados por su esposa, o muertos en el sueño,
    todos asesinados. Pues en la hueca corona
    que ciñe las sienes mortales de un rey
    tiene su corte la Muerte, y allí, burlona,
    se ríe de su esplendor, se mofa de su fasto,
    le concede un respiro, una breve escena
    para hacer de rey, dominar, matar con la mirada;
    le infunde un vano concepto de sí mismo,
    cual si esta carne que amuralla nuestra vida
    fuese bronce inexpugnable; y así, de este humor,
    llega por fin, con una aguja perfora
    el muro del castillo y, ¡adiós rey!
    Cubríos, y no os burléis con grave reverencia
    de lo que sólo es carne y hueso. ¡Fuera respeto,
    tradición, formas y lealtad ceremoniosa,
    pues conmigo siempre os engañasteis!
    Yo vivo de pan como vosotros, siento privaciones
    y dolor, necesito amigos. Así, tan sometido,
    ¿cómo podéis decirme que soy rey?
    OBISPO DE CARLISLE
    Señor, el sabio no se sienta a lamentar sus penas,
    sino que al punto evita el camino del lamento.
    Pues el miedo quita fuerza, temer al enemigo
    en vuestra debilidad le da más fuerza
    y así vuestra torpeza lucha contra vos.
    Temer es ser muerto; peor no ocurre en combate.
    Morir luchando es muerte matando muerte;
    vivir temiéndola es vivir servilmente.
    AUMERLE
    Buscad a mi padre, él tiene un ejército,
    y aprended a hacer un cuerpo con un miembro.
    RICARDO
    Sabes reprenderme. – Bolingbroke altivo,
    pelearemos y hablará nuestro destino.
    Este escalofrío de miedo ha cesado.
    Recobrar lo nuestro es fácil trabajo.
    Dime, Scroop, ¿dónde está mi tío con su ejército?
    Aunque estés adusto, habla con afecto.
    SCROOP
    La apariencia del cielo nos señala
    el estado y la disposición del día;
    de igual modo, mi grave rostro proclama
    que mi lengua sólo trae graves noticias.
    Estoy haciendo de verdugo al estirar
    poco a poco las peores nuevas.
    Vuestro tío York se ha unido a Bolingbroke,
    vuestros castillos del norte se han rendido
    y vuestros nobles del sur se han armado
    en su favor.
    RICARDO
    Ya has dicho bastante.
    [A AUMERLE] Maldito seas, primo, por sacarme
    de la dulce senda de la desesperanza.
    ¿Qué dices ahora? ¿Qué consuelo tengo?
    Por Dios, que odiaré eternamente
    a quien pretenda levantarme el ánimo.
    ¡Vamos a Flint! Allí sufrirá el rey,
    que, esclavo de penas, las va a obedecer.
    Licenciad mis tropas; que labren la tierra
    que les dé esperanzas de alguna cosecha;
    yo las he perdido. Que nadie me diga
    que cambie de idea, pues vano seria.
    AUMERLE
    Majestad, oídme.
    RICARDO
    Dos veces me agravia
    quien me hiere con la miel de sus palabras.
    Mi séquito es libre. A Bolingbroke sirva:
    de mi noche pasará a su claro día.

    Salen.

    III.iii Entran, con tambores y bandera, BOLINGBROKE, YORK, NORTHUMBERLAND y acompañamiento.

    BOLINGBROKE
    Así, por esta información sabemos
    que los galeses se han dispersado y Salisbury
    ha ido al encuentro del rey, recién
    desembarcado en esta costa con los suyos.
    NORTHUMBERLAND
    La noticia es grata y buena, mi señor.
    Ricardo esconde la cabeza no muy lejos.
    YORK
    Más le cuadraría a lord Northumberland
    decir «el rey Ricardo». ¡Ay del día
    en que esconda la cabeza un rey ungido!
    NORTHUMBERLAND
    Vuestra Alteza se equivoca.
    Si omito su título es por abreviar.
    YORK
    Hubo un tiempo en que él, por abreviarle
    de ese modo y sacar tanto la cabeza,
    os habría abreviado a vos por la cabeza.
    BOLINGBROKE
    Tío, no os equivoquéis más de lo debido.
    YORK
    Sobrino, no hagas más de lo debido, no sea
    que te equivoques: el cielo está sobre nosotros.
    BOLINGBROKE
    Lo sé, tío, y no me opongo
    a sus designios. Pero, ¿quién viene?

    Entra PERCY

    Bienvenido, Enrique. ¿No se rinde el castillo?.
    PERCY
    Señor, el castillo está armado regiamente
    contra vuestro acceso.
    BOLINGBROKE
    ¿Regiamente? En él no hay ningún rey.
    PERCY
    Sí, mi señor. En él hay un rey.
    El rey Ricardo está en ese recinto
    de cal y de piedra, y le acompañan
    lord Aumerle, lord Salisbury, sir Esteban Scroop
    y un venerable eclesiástico; ignoro quién es.
    NORTHUMBERLAND
    Tal vez el obispo de Carlisle.
    BOLINGBROKE
    Noble señor, acercaos
    al rudo costillar de ese viejo castillo.
    Que el clarín lleve a sus oídos
    un mensaje de tregua, y decidle:
    Enrique Bolingbroke
    besa de rodillas la mano al rey Ricardo
    y le envía obediencia y lealtad
    a su real persona. He venido
    para poner mis armas y tropas a sus pies
    si libremente revoca mi destierro
    y mis tierras me son restituidas.
    Si no, emplearé la ventaja de mi ejército
    y regaré el polvo del verano con diluvios
    de la sangre de ingleses destrozados.
    Cuán lejos del deseo de Bolingbroke
    está el anegar con esta lluvia roja
    la verde tierra del buen rey Ricardo,
    lo mostrará mi humilde sumisión.
    Hacédselo saber; mientras, marcharemos
    por la alfombra de hierba de este llano.
    Marchemos sin redobles de tambor amenazante
    porque de las almenas ruinosas del castillo
    observen bien nuestro airoso despliegue.
    Creo que el encuentro entre el rey Ricardo y yo
    no será menos terrible que el de los elementos
    del fuego y del agua cuando el fragor de su choque
    desgarra las nubladas mejillas del cielo.
    Sea él el fuego; yo, el agua dócil.
    Suyo sea el furor; yo seré la lluvia
    que cae sobre la tierra, que no sobre él.
    Avanzad, y observemos el semblante de Ricardo.

    Suena un clarín fuera y respuesta dentro. Toque de clarín. Entran sobre las murallas RICARDO, [el OBISPO DE] CARLISLE, AUMERLE, SCROOP y SALISBURY.

    Mirad, el rey Ricardo aparece en persona
    como el sol ruboroso y descontento
    por el pórtico encendido del oriente
    cuando ve que las adversas nubes
    enturbian su gloria y eclipsan la senda
    de su ardiente carrera hacia el ocaso.
    YORK
    Mas se muestra como un rey. Mirad, sus ojos,
    brillantes cual los del águila, irradian
    poderosa majestad. ¡Ah, qué pena
    si un mal fuese a deslucir tan bella escena!
    RICARDO [a NORTHUMBERLAND]
    Estoy asombrado, y aún sigo esperando
    a que dobles la rodilla temeroso,
    ya que me considero tu legítimo rey.
    Si lo soy, ¿cómo osan tus miembros olvidar
    el temor y acatamiento a mi persona?
    Si no, muéstrame qué mano divina
    ha firmado mi destitución, pues sé bien
    que ninguna mano de carne y hueso
    podría empuñar mi cetro sagrado
    sino con sacrilegio, usurpación y robo.
    Y aunque creas que todos, cual tú has hecho,
    han pecado en su cambio de lealtades
    y que ahora estoy abandonado y sin amigos,
    sabe esto: mi amo, Dios omnipotente,
    en mi favor está reuniendo en las alturas
    ejércitos de plagas que caerán
    sobre los hijos por nacer o concebir
    de los que alcéis las manos vasallas contra nos
    y amenacéis la majestad de mi corona.
    Dile a Bolingbroke – creo que ahí aguarda ?
    que cada paso que dé sobre mi tierra
    será traición peligrosa. Ha venido a abrir
    el rojo testamento de la guerra sangrienta,
    mas, antes que ciña en paz la ansiada corona,
    diez mil cabezas sangrantes de diez mil hijos
    deslucirán la flor del rostro de Inglaterra,
    cambiarán el color de su paz inocente
    en rúbea indignación y rociarán
    la hierba de su pastor con leal sangre inglesa.
    NORTHUMBERLAND
    ¡No quiera el rey de los cielos que el rey
    sea asaltado con armas civiles e inciviles!
    Vuestro primo Enrique Bolingbroke, tres veces noble,
    os besa la mano humildemente
    y jura por la tumba honorable
    que guarda los restos de vuestro real abuelo,
    por la realeza de vuestra sangre y de la suya,
    que mana de un solo y augusto manantial,
    por la mano inhumada del bélico Gante
    y por su propia valía y honor,
    que abarca cuanto pueda jurarse o decirse,
    que él viene aquí sin más objeto que reivindicar
    sus derechos de herencia y, de rodillas,
    pediros la revocación de su destierro,
    concedido lo cual por parte del rey,
    dará sus brillantes armas a la herrumbre,
    sus bardados corceles a las cuadras y su pecho
    al servicio de Vuestra Majestad.
    Lo jura cual príncipe y hombre de bien
    y yo, cual caballero, lo acredito.
    RICARDO
    Northumberland, dale esta respuesta del rey:
    su noble primo es bienvenido aquí
    y la suma de sus justas peticiones
    le será otorgada sin obstáculo.
    Con toda la cortesía de tu palabra
    a sus nobles oídos lleva mis saludos. –
    [A AUMERLE] ¿Verdad que me rebajo, primo,
    mostrándome humilde y hablándole tan bien?
    ¿Mando a Northumberland que vuelva, envío
    un reto al traidor y muero así?
    AUMERLE
    No, señor. Luchemos con buenas palabras
    hasta que haya amigos y, con ellos, armas.
    RICARDO
    ¡Ah, Dios, Dios! ¡Que esta lengua mía
    que dictó la sentencia del destierro
    contra ese hombre altivo deba revocarla
    con lisonjas! ¡Ah, fuera yo tan grande
    como mi dolor o menos grande que mi nombre!
    ¡Ah, pudiera yo olvidar lo que he sido
    o no recordar lo que debo ser ahora!
    ¿Te hinchas, corazón altivo? Late libre,
    pues libre es el enemigo para hundirnos.
    AUMERLE
    Northumberland vuelve tras hablar con Bolingbroke.
    RICARDO
    ¿Qué ha de hacer ahora el rey? ¿Someterse?
    El rey lo hará. ¿Va a ser destronado?
    El rey lo aceptará. ¿Ha de perder
    el título de rey? ¡Por Dios santo, que lo pierda!
    Mis joyas las daré por un rosario,
    mi palacio señorial por una ermita,
    mis vistosos trajes por capa de mendigo,
    mis copas decoradas por un plato de madera,
    mi cetro por bordón de peregrino,
    mis súbditos por dos tallas de santos
    y mi ancho reino por una estrecha tumba,
    una tumba pequeña, una tumba humilde.
    O que me entierren en el camino real,
    en vía de mucho paso, donde el súbdito
    a su rey le pise de continuo la cabeza;
    pues si en vida me pisotean el corazón,
    enterrado, ¿por qué no la cabeza?
    Lloras, Aumerle, tierno primo.
    Nuestras pobres lágrimas traerán el mal tiempo:
    suspiros y llanto abatirán las mieses
    y a esta tierra sublevada vendrá el hambre.
    ¿O nos divertimos con nuestro pesar
    y jugamos los dos a verter lágrimas,
    de modo que siempre caigan sobre un sitio
    hasta que nos abran un par de sepulturas
    donde ponga: «Parientes fueron las almas
    que cavaron estas tumbas con sus lágrimas.»?
    ¿No estaría bien este mal? Ya veo, en fin,
    que desvarío y que te burlas de mí. ?
    Poderoso príncipe, milord Northumberland,
    ¿qué dice el rey Bolingbroke? ¿Da permiso a Ricardo
    para vivir hasta que Ricardo muera?
    Él dirá que sí tras tu reverencia.
    NORTHUMBERLAND
    Mi señor, aguarda en el patio bajo
    para hablar con vos. ¿Tenéis a bien bajar?
    RICARDO
    Ya bajo, ya bajo, como el radiante Faetón,
    que no dominó a sus pencos rebeldes.
    Al patio bajo, donde un rey se rebaja
    a oír a un traidor y otorgarle gracia.
    Ya bajo al patio bajo. ¡Abajo el rey,
    pues chilla el búho, y a la alondra no oiré!

    [Salen RICARDO y acompañamiento.]

    BOLINGBROKE
    ¿Qué dice Su Majestad?
    NORTHUMBERLAND
    El dolor y la honda pena
    le hacen desbarrar como un demente.
    No obstante, aquí llega.

    [Entran RICARDO y acompañamiento.]

    BOLINGBROKE
    Apartaos todos
    y mostrad acatamiento a Su Majestad.

    Se arrodilla.

    Mi augusto señor…
    RICARDO
    Noble primo, rebajas tu rodilla principesca
    haciendo que la tierra se jacte de besarla.
    Prefiero que mi alma sienta tu afecto
    a ver tu reverencia con mis ojos.
    Levántate, primo. Alto está tu pecho,
    aunque te arrodilles: a esta altura al menos.
    BOLINGBROKE
    Majestad, yo sólo quiero lo que es mío.
    RICARDO
    Lo tuyo es tuyo, yo soy tuyo, todo es tuyo.
    BOLINGBROKE
    Sed mío, augusto señor,
    en tanto mi lealtad merezca vuestro afecto.
    RICARDO
    Bien lo mereces. Bien merecen poseer
    los que ganan por el medio más seguro y firme.
    Tío, dame la mano. Cesen ya tus lágrimas;
    llorar muestra afecto, mas no enmienda nada.
    Primo, soy muy joven para ser tu padre,
    mas tú tienes edad para ser mi heredero.
    Lo que quieras te daré, y muy a buenas,
    pues ahora debo hacer lo que me fuerzan.
    Buen primo, ¿no vamos a Londres los dos?
    BOLINGBROKE
    Sí, Majestad.
    RICARDO
    Entonces no diré «no».

    Toque de clarines. Salen.

    III.iv Entran la REINA y dos DAMAS.

    REINA
    ¿A qué jugaremos aquí, en el jardín,
    para alejar la inquietud y la zozobra?
    DAMA
    Al juego de bolos, Majestad.
    REINA
    Pensaré que el mundo está lleno de asperezas
    y que mi suerte va contra su curso.
    DAMA
    Señora, ¿y un baile?
    REINA
    Mis piernas no llevan con gusto el compás
    si en su pena pierde el compás mi corazón.
    No haya bailes, muchacha. Otro pasatiempo.
    DAMA
    Señora, contaremos cuentos.
    REINA
    ¿Alegres o tristes?
    DAMA
    De los dos, señora.
    REINA
    Entonces, de ninguno.
    Pues si fuera alegre, no estándolo yo,
    me haría pensar aún más en la tristeza
    y, si fuera triste, estándolo tanto,
    traería más pesar a mi falta de alegría.
    De lo que tengo, ya no necesito más;
    de lo que no tengo, es vano lamentarse.
    DAMA
    Entonces, cantaré.
    REINA
    Dichosa tú que tienes ánimo,
    pero más me agradaría que llorases.
    DAMA
    Si os hace bien, señora, lloraré.
    REINA
    Si llorar me hiciese bien, yo cantaría,
    y sin pedirte ni una lágrima.

    Entra un JARDINERO con dos AYUDANTES.

    Espera, que aquí vienen los jardineros.
    Pasemos a la sombra de estos árboles.
    Mi tristeza contra unos alfileres
    a que hablan del reino, como todo el mundo
    ante un cambio. Dolor anuncia infortunio.
    JARDINERO
    Atad esos albaricoques tan colgantes,
    que, como niños indóciles, hacen que su padre
    se doble bajo el pródigo peso.

  4. Ponedles apoyos a las ramas curvadas.
    Igual que un verdugo, ve a cortarles
    la cabeza a los brotes presurosos
    que se encumbran demasiado en nuestro reino.
    En nuestro gobierno todo ha de igualarse.
    Estando tú en eso, yo voy a arrancar
    las malas hierbas que, sin beneficio,
    roban la fuerza del suelo a la flor lozana.
    AYUDANTE
    ¿Por qué hay que guardar en este recinto
    la ley, la forma y la medida,
    cual si fuera nuestro estado en miniatura,
    cuando nuestro reino, jardín por el mar ceñido,
    se llena de hierbajos que asfixian a las flores,
    de árboles frutales sin podar, de setos desmedrados,
    de arriates sin cuidar y de hierbas sanas
    cuajadas de gusanos?
    JARDINERO
    Calla. El que ha traído esta revuelta primavera
    sufre ahora la caída de la hoja.
    La mala hierba que su ancho ramaje cobijaba,
    que parecía sostenerlo al devorarlo,
    la ha arrancado de cuajo Bolingbroke.
    Me refiero al Conde de Wiltshire, Bushy y Green.
    AYUDANTE
    ¡Cómo! ¿Han muerto?
    JARDINERO
    Sí, y Bolingbroke ha apresado
    al pródigo rey. ¡Ah, qué pena que él
    no haya cuidado y cultivado el reino
    cual nosotros el jardín! A su tiempo
    herimos la corteza, piel de nuestros árboles,
    no sea que, hinchada de savia y de sangre,
    de tanta riqueza se consuma.
    Si él lo hubiera hecho con los que se encumbran,
    ellos le habrían dado frutos de lealtad
    y él los habría saboreado. Las ramas superfluas
    las podamos para que vivan las fecundas.
    Si él lo hubiera hecho, tendría la corona,
    que ha perdido disipando tantas horas.
    AYUDANTE
    ¿Tú crees entonces que el rey será depuesto?
    JARDINERO
    Sometido ya lo está; que sea depuesto
    parece muy probable. Anoche recibió carta
    un buen amigo del Duque de York
    que traía malas noticias.
    REINA
    ¡Ah, voy a ahogarme por no hablar! ?
    Tú, que, como Adán, cultivas el jardín,
    ¿cómo osa tu zafia lengua dar esas noticias?
    ¿Qué Eva, qué serpiente te ha tentado
    porque vuelva a caer la humanidad?
    ¿Por qué dices que el rey será depuesto?
    Siendo poco más que tierra, ¿cómo te atreves
    a predecir su caída? ¿Dónde, cuándo y cómo
    has sabido esas malas nuevas? ¡Habla,,,desgraciado!
    JARDINERO
    Perdonad, señora. Me alegra muy poco
    dar esta noticia, pero es cierta.
    El rey Ricardo está en poder de Bolingbroke.
    La suerte de los dos se ha sopesado:
    en el platillo del rey está él solo
    con alguna vanidad que le aligera,
    pero en el plato del gran Bolingbroke
    están con él todos los pares de Inglaterra,
    y con tal peso excede al rey Ricardo.
    Id vos misma a Londres; veréis que es notorio:
    yo tan sólo digo lo que saben todos.
    REINA
    ¡Ah, desventura, qué ágil de pies!
    ¿A mí no me incumbía tu mensaje
    que soy la última en saberlo? La última
    me dejas porque lleve dentro mi dolor
    por más tiempo. Señoras, a Londres vamos
    para ver al rey de Londres apenado.
    ¿Nací para esto, para que mi luto
    al gran Bolingbroke ensalce en su triunfo?
    Jardinero, por darme tan malas nuevas,
    permita Dios que tus plantas ya no crezcan.

    Sale [con las DAMAS].

    JARDINERO
    ¡Pobre reina! Si tu estado mejorase,
    ¡ojalá tu maldición llegue a mi arte!
    En este lugar, en que vertió lágrimas,
    yo plantaré ruda, hierba de la gracia.
    Pronto veremos la ruda de la pena
    en recuerdo de este llanto de una reina.

    Salen.

    IV .i Entran, como en sesión de parlamento, BOLING¬BROKE, AUMERLE, NORTHUMBERLAND, PERCY, FITZWATER, SURREY, [el OBISPO DE] CARLISLE, el ABAD DE WESTMINSTER, [otro LORD,] un HERALDO, oficiales y BAGOT.

    BOLINGBROKE
    Que se acerque Bagot. ?
    Bien, Bagot, di libremente
    lo que sabes de la muerte del noble Gloucester,
    quién convenció al rey y quién perpetró
    el cruento acto de su muerte prematura.
    BAGOT
    Ponedme cara a cara a lord Aumerle.
    BOLINGBROKE
    Primo, acércate y mira a este hombre.
    BAGOT
    Milord Aumerle, sé que a vuestra osada lengua
    le repugna negar lo que antes dijo.
    En el tiempo fatal en que se urdió aquella muerte
    os oí decir: «¿No es tan largo mi brazo
    para alcanzar de la apacible corte de Inglaterra
    hasta Calais y la cabeza de mi tío?»
    Aquella vez, además de otras cosas,
    os oí decir también que rehusaríais
    cien mil coronas antes que permitir
    que Bolingbroke regresara a Inglaterra,
    añadiendo que la muerte de vuestro primo
    sería una bendición para el país.
    AUMERLE
    Príncipes y nobles lores,
    ¿qué respuesta debo dar a este hombre vil?
    ¿He de deshonrar mi noble cuna
    igualándome a él para darle su castigo?
    Si no lo hago, empañaré mi honor
    con la infame calumnia de sus labios.
    Ahí va mi guante, la sentencia de muerte
    que te envía al infierno. Te digo que mientes
    y mantendré que es falso lo que has dicho
    con la sangre de tu pecho, por indigna que sea
    de manchar el temple de mi noble espada.
    BOLINGBROKE
    Bagot, deténte. No lo recojas.
    AUMERLE
    Salvo uno presente, ojalá me hubiera provocado
    el más grande de toda esta asamblea.
    FITZWATER
    Si tu valor exige un rango igual,
    Aumerle, ahí va mi guante por el tuyo.
    Por el sol que me muestra dónde estás,
    que te oí decir, y en tono jactancioso,
    que tú le diste muerte al noble Gloucester.
    Si lo niegas veinte veces, mentirás,
    y con mi espada voy a devolverle
    tu mentira al corazón que la ha fraguado.
    AUMERLE
    Cobarde, no te atreves a vivir hasta ese día.
    FITZWATER
    Por mi alma, que ojalá fuese la hora.
    AUMERLE
    Fitzwater, al infierno irás por lo que has dicho.
    PERCY
    Mientes, Aumerle. En esta acusación
    su honor es tan claro como tú eres desleal
    y, porque lo eres, ahí te arrojo el guante
    para probarlo sobre ti hasta el último
    aliento de existencia. Atrévete a cogerlo.
    AUMERLE
    Si no lo hago, ¡que las manos se me pudran
    y no puedan ya blandir el acero vengador
    sobre el yelmo reluciente de enemigos!
    OTRO LORD
    Perjuro Aumerle, más carga lanzo a tierra
    y te reto con todos los mentís
    que, de sol a sol, se te puedan gritar
    en tu pérfido oído. Ahí va el guante de mi honor.
    Acepta ya el combate si te atreves.
    AUMERLE
    ¿Quién más me reta? Por Dios, que voy por todos.
    En mi pecho hay mil bríos para enfrentarme
    a veinte mil como vosotros.
    SURREY
    Fitzwater, recuerdo muy bien
    el momento en que Aumerle y tú hablasteis.
    FITZWATER
    Muy cierto; estabas presente
    y puedes dar fe de que es verdadero.
    SURREY
    ¡Por Dios, tan falso como Dios es verdadero!
    FITZWATER
    Surrey, mientes.
    SURREY
    Despreciable crío,
    tu mentís ha de pesar sobre mi acero
    hasta que tome venganza y en la tierra
    meta ese mentís y a quien lo ha dado
    para que duerma como el cráneo de tu padre;
    en prueba de lo cual, ahí va el guante de mi honor.
    Acepta ya el combate si te atreves.
    FITZWATER
    Eres necio espoleando a un caballo fogoso.
    Si me atrevo a comer, beber, vivir o respirar,
    me atrevo a hacer frente a Surrey en el desierto
    y escupirle a la cara diciéndole que miente
    y que miente. Arrojo mi prenda de lealtad,
    que te liga a un castigo contundente.
    Cual aspiro a medrar en este nuevo orden,
    Aumerle es culpable de cuanto le acuso.
    Además, oí decir al desterrado Norfolk
    que tú, Aumerle, enviaste a dos de tus hombres
    a matar en Calais al noble duque.
    AUMERLE
    ¡Que un buen cristiano me confíe su guante!
    Porque Norfolk miente, ahí va mi reto,
    si puede volver para probar su honor.
    BOLINGBROKE
    Quedan aplazadas las disputas
    hasta que regrese Norfolk, que podrá hacerlo,
    y, aunque mi enemigo, le sean reintegrados
    sus tierras y dominios. Cuando haya vuelto,
    dispondré su combate contra Aumerle.
    OBISPO DE CARLISLE
    Ese día de honor nunca lo veremos.
    El proscrito Norfolk combatió muchas veces
    por Cristo en glorioso campo cristiano
    desplegando el estandarte de la cruz
    contra el perverso pagano, el turco y sarraceno
    y, extenuado por acciones de guerra,
    se retiró a Italia y allí, en Venecia, dio
    su cuerpo a la tierra de ese grato país
    y su alma pura a Cristo, su capitán,
    cuya bandera tanto defendió.
    BOLINGBROKE
    ¡Cómo, reverendo! ¿Ha muerto Norfolk?
    OBISPO DE CARLISLE
    Mi señor, tan verdad como que vivo.
    BOLINGBROKE
    Que la santa paz lleve su alma santa
    al seno de Abrahán. – Retadores,
    quedan aplazadas las disputas
    hasta que os asigne el día del combate.

    Entra YORK.

    YORK
    Gran Duque de Lancaster, acudo a vos
    de parte del sumiso Ricardo, que, de grado,
    os hace su heredero y entrega su alto cetro
    al dominio de vuestra regia mano.
    Ascended al trono que de él desciende
    y, ¡viva el rey Enrique, cuarto de su nombre!
    BOLINGBROKE
    En nombre de Dios, subiré al real trono.
    OBISPO DE CARLISLE
    ¡No lo quiera Dios! Hablaré
    como el más indigno de esta regia asamblea,
    aunque el más digno de deciros la verdad.
    Quisiera Dios que entre cualquiera de estos nobles
    hubiera un noble digno de juzgar
    al noble Ricardo: la verdadera nobleza
    le enseñaría a abstenerse de tan vil agravio.
    ¿Qué súbdito puede sentenciar a su rey
    y quién no es aquí súbdito de Ricardo?
    No se juzga al ladrón cuando está ausente,
    aunque su culpa sea manifiesta,
    ¿y la imagen de la divina majestad,
    su capitán, mayordomo, delegado, electo,
    ungido, coronado, implantado tantos años,
    ha de ser juzgado por la voz del súbdito
    no estando él presente? ¡Ah, no quiera Dios
    que en tierra de cristianos un alma acendrada
    cometa acción tan negra, odiosa y repulsiva!
    Un súbdito ahora les habla a los súbditos,
    movido por Dios en defensa de su rey.
    Este lord de Hereford, a quien llamáis rey,
    es un altivo y vil traidor a su rey
    y, si le coronáis, yo aquí os profetizo:
    la sangre de ingleses abonará la tierra
    y los tiempos venideros gemirán por este crimen.
    La paz morirá con los turcos e infieles
    y en nuestro suelo de paz, por guerras turbulentas,
    se matarán compatriotas y hermanos.
    Desorden, horror, miedo y rebelión
    habitarán aquí, y al país lo llamarán
    el campo de Gólgota y de las calaveras.
    Ah, si levantáis casa contra casa,
    vendrá la división más dolorosa
    que jamás cayó sobre esta tierra maldita.
    Oponeos, evitadlo, impedidlo,
    no os maldiga el hijo y los hijos del hijo.
    NORTHUMBERLAND
    Pues bien habéis hablado, en recompensa
    os arrestamos como reo de alta traición. ?
    Monseñor de Westminster, encargaos
    de custodiarle hasta el día de su juicio. ?
    Señores, ¿concedéis la petición de los comunes?
    BOLINGBROKE
    Traed a Ricardo, que pueda abdicar
    a la vista de todos. Así obraremos
    libres de sospechas.
    YORK
    Yo seré su escolta.

    Sale.

    BOLINGBROKE
    Señores que estáis bajo arresto:
    buscad quien avale vuestra comparecencia.
    Con vuestro afecto poco estoy en deuda,
    como poco esperaba de vuestro servicio.

    Entran RICARDO y YORK.

    RICARDO
    Ah, ¿por qué he de presentarme ante un rey
    antes de desechar los reales pensamientos
    con los que reinaba? Aún no he aprendido
    a congraciarme, halagar, hacer reverencias.
    Dad tiempo al pesar para que me enseñe
    esta sumisión. Sin embargo, bien recuerdo
    las facciones de estos hombres. ¿No eran míos?
    ¿No gritaban «Viva el rey» en otro tiempo?
    Así hizo Judas con Cristo, mas le fueron fieles
    doce menos uno; a mí de doce mil, ninguno.
    ¡Dios salve al rey! ¿Ninguno dice amén?
    ¿Soy cura y monaguillo? Pues bien, amén.
    Dios salve al rey, aunque ya no lo sea,
    pero amén, si Dios el rey me creyera.
    ¿Para qué servicio me habéis hecho venir?
    YORK
    Para cumplir de buen grado el ritual
    que la cansada majestad os ha inspirado:
    la renuncia del poder y la corona
    en favor de Enrique Bolingbroke.
    RICARDO
    Dadme la corona. – Vamos, primo, toma la corona;
    por este lado, mi mano, y por el otro, la tuya.
    Esta áurea corona es como un pozo hondo
    con dos cubos que se llenan entre sí:
    el vacío baila siempre por el aire
    y el otro está abajo, lleno y sin ser visto.
    Yo soy el de abajo, repleto de lágrimas,
    bebiendo mis penas mientras tú te alzas.
    BOLINGBROKE
    Creí que estabais dispuesto a renunciar.
    RICARDO
    Sí a la corona, pero no al pesar.
    Puedes deponerme de gloria y poder,
    mas no de mis penas: de éstas soy rey.
    BOLINGBROKE
    Con la corona me cedéis vuestros cuidados.
    RICARDO
    Los tuyos no son de los míos descargo.
    Mi cuidado es por perderlo en mi descuido;
    tu cuidado es por ganarlo con ahínco.
    Mis cuidados los poseo, aunque los ceda;
    van con la corona, mas conmigo quedan.
    BOLINGBROKE
    ¿Consentís en abdicar de la corona?
    RICARDO
    Sí, no. No, sí, pues ya nada he de ser;
    conque no haya no, que a ti he de ceder.
    Ahora observad cómo me despojo.
    De la cabeza me quito esta pesada carga,
    de la mano este cetro inmanejable,
    del pecho el orgullo de la regia potestad.
    Con mis lágrimas borro el óleo sagrado,
    con mis manos entrego la corona,
    con mi lengua abdico mi sacro poder,
    con mi boca disuelvo juramentos de vasallos.
    Abjuro toda pompa y majestad,
    renuncio a mis predios, rentas, beneficios,
    revoco mis leyes, decretos, estatutos.
    Perdone Dios los perjurios que me hicieron,
    guarde Dios los juramentos que te han hecho;
    pues ya nada tengo, con nada me aflija
    y a ti te dé todo, pues todo conquistas.
    En el trono de Ricardo vivas lustros
    y Ricardo duerma pronto en el sepulcro.
    Dios salve al rey, dice un desreinado,
    y le dé claros días y muchos años.
    ¿Qué más me queda?
    NORTHUMBERLAND
    Nada más que dar lectura
    a estos cargos y delitos capitales
    cometidos por vos y vuestro séquito
    contra el reino y el bien de este país,
    para que, confesándolos, se estime
    que habéis sido depuesto justamente.
    RICARDO
    ¿He de hacerlo? ¿Debo ahora destejer
    la tela de mis locuras? Noble Northumberland,
    si tus culpas constasen por escrito,
    ¿no te infamarías leyendo la lista
    ante tan noble asamblea? Si lo hicieses,
    hallarías un artículo execrable,
    referente a la deposición de un rey
    y la ruptura de un férreo juramento,
    marcado y condenado en el libro de Dios.
    Sí, y todos los que ahora así miráis
    cómo me atormenta la miseria,
    por más que cual Pilatos las manos os lavéis
    mostrando compasión, como Pilatos
    aquí me entregáis a mi amarga cruz,
    y el agua no puede lavar vuestro pecado.
    NORTHUMBERLAND
    Daos prisa, señor. Leed estos artículos.
    RICARDO
    Tengo los ojos llorosos; no veo.
    Con todo, mis lágrimas no los ciegan tanto
    que no vean a un hatajo de traidores.
    Sí, y volviendo los ojos hacia mí
    me veo como un traidor igual que todos,
    pues mi alma ha dado asentimiento
    al despojo del augusto cuerpo de un monarca,
    haciendo vil la gloria, esclava la soberanía,
    vasalla la majestad, plebeya la grandeza.
    NORTHUMBERLAND
    Mi señor…
    RICARDO
    No soy tu señor, altivo insolente,
    ni señor de nadie. No tengo título ni nombre,
    no, ni el nombre que me fue dado en el bautismo,
    pues está usurpado. ¡Ah, que infortunio
    haber pasado por tantos inviernos
    y no saber qué nombre puedo darme!
    ¡Ojalá yo fuera un rey hecho de nieve
    colocado ante el sol de Bolingbroke
    para derretirse gota a gota!
    Buen rey, gran rey, aunque no grandemente bueno,
    si mi voz tiene aún curso legal en Inglaterra,
    haz que traigan un espejo de inmediato
    porque vea el rostro que ahora tengo
    tras quedar desposeído de realeza.
    BOLINGBROKE
    ¡Que vaya alguien a traer un espejo!

    [Sale uno del séquito.]

    NORTHUMBERLAND
    Dad lectura a este escrito mientras llega el espejo.
    RICARDO
    Demonio, ya antes del infierno me atormentas.
    BOLINGBROKE
    No insistáis, milord Northumberland.
    NORTHUMBERLAND
    Los comunes no lo aceptarán.
    RICARDO
    Lo aceptarán. Leeré lo suficiente
    cuando vea el propio libro en el que están
    escritos mis pecados, es decir, yo mismo.

    Entra uno con un espejo.

    Dame ese espejo, que yo leeré en él.
    ¿No están más hondas las arrugas? ¿Tantos golpes
    como ha dado el dolor en esta cara
    y no la ha herido más? Espejo adulador,
    igual que mis adeptos en la prosperidad
    tú me engañas. ¿Es éste el rostro de quien
    a diario mantenía bajo su techo
    a diez mil hombres? ¿Es éste el rostro
    que deslumbraba como el sol a quien mirase?
    ¿Es éste el rostro que arrostró tantas locuras
    y al final Bolingbroke ha derrostrado?
    Brilla en este rostro una gloria frágil
    y este rostro es, cual la gloria, igual de frágil.

    [Tira al suelo el espejo.]

    Ahí está, roto en mil pedazos.
    Atiende, rey callado, la moraleja del juego:
    qué pronto el dolor me ha arruinado el rostro.
    BOLINGBROKE
    La sombra de vuestra pena ha arruinado
    la sombra de vuestro rostro.
    RICARDO
    Repite eso.
    «La sombra de mi pena.» Bueno, a ver.
    Es verdad: mi dolor se aloja dentro
    y las formas externas del pesar
    no son más que sombras de la oculta pena
    que, en silencio, se hincha en el alma atormentada.
    Ahí está el objeto; te doy las gracias, rey,
    por tu gran largueza, pues no sólo me das
    motivo de lamento, sino que me enseñas
    a lamentar el motivo. Te pediré un favor
    y luego me voy y ya no te molesto.
    ¿Lo obtendré?
    BOLINGBROKE
    Nombradlo, noble primo.
    RICARDO
    ¿Noble primo? Soy más grande que un rey,
    pues, cuando era rey, mis aduladores
    no eran más que súbditos. Ahora que soy súbdito,
    tengo a todo un rey por adulador.
    Siendo tan grande, no me hace falta pedir.
    BOLINGBROKE
    Mas pedid.
    RICARDO
    ¿Y me darás?
    BOLINGBROKE
    Os daré.
    RICARDO
    Entonces dame permiso para irme.
    BOLINGBROKE
    ¿Adónde?
    RICARDO
    Adonde quieras, mientras sea lejos de vuestra vista.
    BOLINGBROKE
    Partid con él a la Torre algunos de vosotros.
    RICARDO
    ¡Partid! Vosotros sí sois buena partida,
    que se eleva sobre un rey en su caída.
    BOLINGBROKE
    Anuncio formalmente mi coronación
    para el miércoles próximo. Lores, preparaos.

    Salen todos menos [el ABAD DE] WEST¬MINSTER, [el OBISPO DE] CARLISLE y AUMERLE.

    ABAD DE WESTMINSTER
    Doloroso espectáculo el que hemos visto.
    OBISPO DE CARLISLE
    Dolor, el que vendrá. A los hijos por nacer
    este día se les clavará como una espina.
    AUMERLE
    Dignos eclesiásticos, ¿es que no hay trama
    que libere al reino de esta infame mancha?
    ABAD DE WESTMINSTER
    Mi señor,
    antes que diga con franqueza lo que pienso,
    no sólo juraréis solemnemente
    que ocultaréis mis propósitos, sino también
    que efectuaréis todo lo que fragüe.
    Veo en vuestra cara el malestar, el dolor
    en vuestro pecho y el llanto en vuestros ojos.
    Venid a cenar conmigo. Voy a urdir
    un plan que a todos nos traerá un día feliz.

    Salen.

    V.i Entra la REINA con acompañamiento.

    REINA
    El rey pasará por aquí. Éste es el camino
    de la Torre fatal que erigió Julio César,
    en cuyo seno de piedra mi esposo
    vivirá prisionero del altivo Bolingbroke.
    Descansemos aquí, si es que esta tierra rebelde
    da descanso a la esposa del legítimo rey.

    Entra RICARDO custodiado.

    Pero, alto, ved ahí, o, mejor, no veáis
    mustiarse a mi bella rosa. Aunque miradla,
    porque la compasión os disuelva en rocío
    y el llanto de amor le devuelva la frescura.
    ¡Ah, ruina en que se alzó la vieja Troya,
    imagen del honor, tumba del rey Ricardo
    y ya no rey Ricardo! Bellísimo albergue,
    ¿por qué en ti se aloja el horrible dolor,
    cuando el triunfo se ha vuelto un convidado de taberna?
    RICARDO
    Hermosa mujer, no te unas al dolor
    para adelantar mi fin. Aprende, buen alma,
    a ver nuestra grandeza como un sueño feliz
    del que, despiertos, la verdad de lo que somos
    nos muestra sólo esto. Amor, soy hermano jurado
    de la cruel Necesidad: ella y yo estaremos
    en unión hasta la muerte. Corre a Francia
    y encláustrate allá en algún convento.
    La vida santa nos dará otra corona
    que desecharon nuestras frívolas horas.
    REINA
    ¡Cómo! ¿Mi Ricardo ha cambiado y decaído
    en cuerpo y alma? ¿Acaso Bolingbroke
    depuso tu entendimiento? ¿Entró en tu pecho?
    El león moribundo extiende su zarpa
    y, con furia, hiere al menos la tierra
    al verse vencido, y tú, cual escolar, ¿recibes
    el castigo dócilmente, besas la férula
    y te deshaces en caricias a la furia
    siendo un león y el rey de las fieras?
    RICARDO
    Rey de las fieras, sin duda. De otro modo,
    aún sería un venturoso rey de hombres.
    Buena reina que fuiste, dispónte a ir a Francia.
    Imagina que he muerto y que me das
    tu último adiós en mi lecho de muerte.
    En las largas noches del invierno siéntate
    con viejos a la lumbre, que te cuenten
    historias acaecidas en tiempos dolorosos
    y, antes de dar las buenas noches, tú les pagas
    contándoles mi historia lastimosa
    y con lágrimas los mandas a acostarse.
    Pues responderán hasta las ascuas insensibles
    al tono contristado de tu lengua
    y apagarán el fuego con su llanto,
    afligiéndose unas en cenizas, otras en carbones,
    por el destronamiento de un rey legítimo.

    Entra NORTHUMBERLAND.

    NORTHUMBERLAND
    Señor, Bolingbroke ha cambiado de idea.
    Iréis a Pomfret, no a la Torre.
    Y, señora, se ha dispuesto para vos
    que partáis a Francia a toda prisa.

  5. RICARDO
    Northumberland, escalera por la cual
    Bolingbroke ha ascendido hasta mi trono,
    el tiempo no ha de envejecer en muchas horas
    más de las que tiene antes que la pústula
    del mal reviente corrompida. Aunque él parta
    el reino en dos y te dé la mitad,
    pensarás que es poco, pues tu ayuda le dio todo.
    Y él pensará que, si ya sabes el modo
    de implantar reyes ilegítimos, ya sabrás,
    a poco que te inciten, otro modo
    de tirarle de cabeza desde el trono usurpado.
    El amor de los malvados se convierte en miedo,
    el miedo en odio y el odio, a uno o a los dos,
    les trae el peligro y la muerte merecida.
    NORTHUMBERLAND
    Caiga mi culpa sobre mí, y basta.
    Despedíos, pues habéis de separaros ya.
    RICARDO
    ¡Doble divorcio! Perversos, que violáis
    un doble enlace: primero, el mío con la corona
    y luego el que me unía a mi esposa. –
    [A la REINA] Deja que mi beso disuelva nuestros votos;
    aunque no, pues se hicieron con un beso. ?
    Sepáranos, Northumberland. Yo iré al norte,
    al que aquejan el frío helado y la dolencia;
    mi esposa, a Francia: de allí, con gran pompa
    llegó engalanada como el mayo ameno
    y allí vuelve como un corto día de invierno.
    REINA
    ¿Y nos tendrán alejados? ¿Nos separan?
    RICARDO
    Sí, amor, mano de mano y alma de alma.
    REINA
    Desterradnos a los dos y al rey conmigo.
    NORTHUMBERLAND
    Sería bondadoso, pero no político.
    REINA
    Pues adonde él vaya, allí quiero ir yo.
    RICARDO
    Y el llanto de ambos sólo hará un dolor.
    Llora por mí en Francia, y yo por ti aquí;
    mejor estar lejos que cerca sin ti.
    Mide el viaje con suspiros; yo, gimiendo.
    REINA
    Y en viaje más largo, más largos lamentos.
    RICARDO
    Alargaré el mío con mi alma doliente
    y, cuando dé un paso, gemiré dos veces.
    Vamos, seamos breves cortejando penas,
    pues, ya desposadas, se hacen eternas.
    Cierre nuestra boca un beso de adiós.
    Yo tomo el tuyo y te doy mi corazón.
    REINA
    Devuélvemelo. Sería un mal adiós
    si, al guardarlo, te matara el corazón.
    Vete ahora que he recuperado el mío,
    porque yo pueda matarlo de un quejido.
    RICARDO
    Enredamos con la pena al demorarnos.
    Adiós. El resto, el pesar ha de contarlo.

    Salen.

    V.ii Entran el Duque de YORK y la DUQUESA.

    DUQUESA DE YORK
    Esposo, ya ibas a acabar el relato
    de nuestros dos sobrinos entrando en Londres,
    cuando el llanto te lo ha interrumpido.
    YORK
    ¿Dónde me he quedado?
    DUQUESA DE YORK
    En el triste momento en que manos
    zafias y rebeldes le tiraban al rey Ricardo
    basuras y polvo desde las ventanas.
    YORK
    Entonces, como he dicho, el gran duque, Bolingbroke,
    montado en fogoso corcel, que parecía
    conocer a su ambicioso jinete,
    avanzaba con paso lento y majestuoso,
    mientras todos gritaban: «¡Dios salve a Bolingbroke!»
    Se habría dicho que hablaban las ventanas,
    con tantos ojos ávidos, de jóvenes y viejos,
    que, por ellas, le lanzaban miradas ansiosas
    a su rostro, y que todos los muros,
    con tapices pintados, exclamaban a una
    « ¡Dios te guarde! ¡Bienvenido, Bolingbroke! »,
    mientras él, yendo a un lado y luego al otro,
    a cabeza descubierta, más baja que el cuello
    del corcel, les decía: «Gracias, compatriotas».
    Y así lo fue haciendo en todo el desfile.
    DUQUESA DE YORK
    ¡Ah, pobre Ricardo! ¿Por dónde cabalgaba mientras?
    YORK
    Igual que en un teatro, tras salir de escena
    un actor muy admirado, los ojos del público
    miran distraídos al que entra después,
    esperando una cháchara aburrida,
    así o con más desprecio miraban todos
    ceñudos a Ricardo. Nadie gritó «¡Dios le guarde!»,
    ninguna boca alegre le dio la bienvenida,
    sino que le arrojaban polvo en su ungida cabeza,
    que se sacudía con tan noble dolor,
    pugnando en su rostro el llanto y la sonrisa
    – insignias de su pena y su paciencia -,
    que si Dios, con alto fin, no los hubiese acerado,
    los corazones se habrían conmovido
    y se habrían apiadado hasta los bárbaros.
    Mas el cielo es quien dispone estos sucesos
    y a su alta voluntad nos sometemos.
    De Bolingbroke somos súbditos jurados,
    y yo reconozco su honor y su mando.

    Entra AUMERLE.

    DUQUESA DE YORK
    Aquí viene nuestro hijo Aumerle.
    YORK
    Aumerle que fue: ya perdió
    su título por ser amigo de Ricardo;
    por tanto, esposa, habrás de llamarle Rutland.
    He avalado su lealtad y adhesión
    al nuevo rey ante el parlamento.
    DUQUESA DE YORK
    Bienvenido, hijo. ¿Quiénes son ahora las violetas
    que cubren el verdor del nuevo abril?
    AUMERLE
    Señora, no lo sé, y no me importa mucho.
    Dios sabe que me da igual ser una que ninguna.
    YORK
    Tú obra bien en esta nueva primavera,
    no sea que te arranquen antes que florezcas.
    ¿Hay noticias de Oxford? ¿Se celebran los torneos?
    AUMERLE
    Que yo sepa, sí, señor.
    YORK
    Y yo sé que tú irás.
    AUMERLE
    Si Dios no lo impide, quiero ir.
    YORK
    ¿Qué sello es ése que te asoma por el pecho?
    ¿Te pones pálido? Enséñame ese escrito.
    AUMERLE
    Señor, no es nada.
    YORK
    Entonces da igual quién lo lea.
    Quiero estar seguro. Enséñame ese escrito.
    AUMERLE
    Ruego a mi señor que me dispense.
    Es un asunto de poca importancia,
    y tengo motivos para no enseñarlo.
    YORK
    Y yo tengo motivos para verlo.
    Me temo, me temo…
    DUQUESA DE YORK
    ¿Qué has de temer?
    Será algún compromiso que ha firmado
    para comprarse las galas del torneo.
    YORK
    ¿Con él mismo? ¿Cómo lleva el compromiso
    si es él quien se compromete? Mujer, eres boba.
    Muchacho, enséñame ese escrito.
    AUMERLE
    Suplico que me dispenséis. No puedo enseñarlo.
    YORK
    Quiero estar seguro. Te digo que me lo enseñes.

    Le arranca el papel del pecho y lo lee.

    ¡Traición, vil traición! ¡Canalla, traidor, infame!
    DUQUESA DE YORK
    ¿Qué ocurre, esposo?
    YORK
    ¡Eh! ¿Hay alguien ahí? ¡Ensilladme el caballo!
    ¡Dios misericordioso, qué traición es ésta!
    DUQUESA DE YORK
    Pero, ¿qué pasa?
    YORK
    ¡Vamos, traedme las botas! ¡Ensilladme el caballo!
    Juro por mi honor, mi vida y mi lealtad
    que voy a denunciar a este infame.
    DUQUESA DE YORK
    ¿Qué ocurre?
    YORK
    ¡Calla, necia!
    DUQUESA DE YORK
    No voy a callarme. ¿Qué pasa, Aumerle?
    AUMERLE
    Cálmate, madre. Es sólo una cosa
    que habré de pagar con mi vida.
    DUQUESA DE YORK
    ¿Pagar con tu vida?
    YORK
    ¡Traedme las botas! Voy a ver al rey.

    Entra un criado con las botas.

    DUQUESA DE YORK
    ¡Aumerle, pégale a éste! ¡Ah, pobre,
    estás alterado! – [Al criado] ¡Villano, fuera de mi vista!
    YORK
    Dame ya las botas, vamos.
    DUQUESA DE YORK
    ¡Cómo, York! ¿Qué vas a hacer?
    ¿No vas a ocultar la falta de tu hijo?
    ¿Tenemos más hijos o podríamos tenerlos?
    ¿No agotó ya el tiempo mi edad de engendrar,
    y tú vas a quitarle un bello hijo a mi vejez
    y privarme del feliz nombre de madre?
    ¿No se te parece? ¿No es él hijo tuyo?
    YORK
    Insensata, ¿pretendes ocultar tan vil conjura?
    Se han juramentado doce de ellos
    – y todos mutuamente aquí han fumado –
    para matar al rey en Oxford.
    DUQUESA DE YORK
    No estará entre ellos.
    Le retendremos aquí, y no le afectará.
    YORK
    ¡Calla, necia! Aunque fuera veinte
    veces hijo mío, le denunciaría.
    DUQUESA DE YORK
    Si él te hubiera dado el dolor
    que a mí me dio, serías más compasivo.
    Ahora te entiendo: tú sospechas
    que yo no he sido fiel al lecho
    y que él es un bastardo, y no hijo tuyo.
    Querido York, esposo mío, desecha esa idea.
    Se te parece como sólo puede un hijo,
    y no a mí, ni a nadie de mi casta,
    pero le quiero.
    YORK
    ¡Aparta, díscola!

    Sale.

    DUQUESA DE YORK
    ¡Corre, Aumerle! Monta en su caballo,
    híncale espuelas y llega al rey antes que él.
    Pídele perdón antes que te acuse.
    Yo no tardaré. Por vieja que sea,
    seguro que cabalgo tan deprisa como York,
    y del suelo no pienso levantarme
    hasta que te perdone Bolingbroke. Vamos, corre.

    Salen.

    V.iii Entra BOLINGBROKE [como rey], PERCY y otros nobles.

    BOLINGBROKE
    ¿Nadie sabe nada de mi pródigo hijo?
    Tres meses hace ya que no lo veo.
    Si alguna plaga pende sobre mí, es él.
    Ojalá, señores, podamos encontrarle.
    Preguntad en Londres, en todas las tabernas,
    pues dicen que las frecuenta cada día
    con amigos licenciosos y sin freno,
    de esos que se emboscan en los callejones,
    golpean a la ronda y asaltan a viandantes,
    mientras él, joven consentido y frágil,
    hace valer su rango protegiendo
    a estos disolutos.
    PERCY
    Señor, hace unos días que vi al príncipe
    y le hablé de los torneos que hay en Oxford.
    BOLINGBROKE
    ¿Y qué dijo el señorito?
    PERCY
    Respondió que iría a los burdeles,
    le quitaría un guante a la más basta,
    y que, llevándolo como prenda de amor,
    desmontaría al más bravo paladín.
    BOLINGBROKE
    ¡Disoluto y atrevido! Y, sin embargo,
    en ambos rasgos veo destellos de esperanza
    que tal vez con los años den su fruto.
    Mas, ¿quién viene?

    Entra AUMERLE, alterado.

    AUMERLE
    ¿Dónde está el rey?
    BOLINGBROKE
    ¿Qué tiene mi primo, que está tan demudado?
    AUMERLE
    Dios os guarde, Majestad. Os suplico
    que me permitáis hablaros a solas.
    BOLINGBROKE
    Retiraos, pues. Dejadnos a solas.

    [Salen PERCY y los nobles.]

    ¿Qué le ocurre ahora a mi primo?
    AUMERLE
    Por siempre mis rodillas se claven en la tierra
    y mi lengua se me pegue al paladar
    si hablo o me levanto antes que me perdonéis.
    BOLINGBROKE
    La falta, ¿es de pensamiento o es de obra?
    Si es de lo primero, aunque sea odioso,
    por ganar tu afecto, yo te lo perdono.
    AUMERLE
    Permitidme entonces que cierre con llave,
    porque no entre nadie hasta que termine.
    BOLINGBROKE
    A tu gusto.

    [AUMERLE cierra con llave.]
    Llama a la puerta el Duque de YORK y grita.

    YORK [dentro]
    ¡Cuidado, Majestad, poneos en guardia!
    ¡Ante vos hay un traidor!
    BOLINGBROKE [a AUMERLE]
    ¡Infame, quedaré a salvo!
    AUMERLE
    Detened la mano vengadora. No temáis nada.
    YORK [dentro]
    ¡Abrid la puerta, rey ingenuo y temerario!
    ¿Queréis que me insolente por afecto?
    ¡Abrid la puerta o la derribo!

    Entra YORK.

    BOLINGBROKE
    Qué sucede, tío? Hablad. Recobrad
    el aliento. Decidme dónde está el peligro,
    que me arme contra él y le haga frente.
    YORK
    Leed este escrito y ved la deslealtad
    que ahora la urgencia me impide explicar.
    AUMERLE
    Al leerlo, recordad vuestra promesa.
    Estoy arrepentido. No leáis ahí mi nombre.
    Mi ánimo no está aliado con mi firma.
    YORK
    Lo estaba antes que tú la estampases. ?
    Majestad, lo saqué del pecho del traidor.
    Se arrepiente por miedo, no por afecto.
    No os apiadéis, no sea que la piedad
    se vuelva una serpiente que os hiera el corazón.
    BOLINGBROKE
    ¡Ah, osada conjura, odiosa, brutal!
    ¡Ah, leal padre de hijo traicionero!
    Manantial inmaculado, limpio, puro,
    del que, siguiendo un curso fangoso,
    este río se ha ensuciado. El bien
    que rebosáis se convierte en mal,
    pero vuestra rica virtud dará el perdón
    a esta mancha mortal de un hijo descarriado.
    YORK
    Así, mi virtud será alcahueta de su vicio
    y él consumirá mi honor con su vergüenza,
    como el pródigo con el oro de su padre.
    Vivirá mi honor si muere su infamia,
    o en ella mi vida quedará manchada.
    Dándole a él la vida, a mí me dais muerte:
    así vive el traidor, y el leal perece.
    DUQUESA DE YORK [dentro]
    ¡Ah, Majestad! ¡Por Dios, dejadme entrar!
    BOLINGBROKE
    ¿Qué voz suplicante lanza ese clamor?
    DUQUESA DE YORK [dentro]
    ¡Una mujer, rey, vuestra tía, soy yo!
    ¡Hablad conmigo, apiadaos, abrid la puerta!
    Nunca os ha rogado quien ahora os ruega.
    BOLINGBROKE
    Nuestra grave escena ahora se desvía
    y se convierte en «El rey y la mendiga». ?
    Peligroso primo, que entre tu madre;
    por tu vil pecado viene a suplicarme.
    YORK
    Si al primero que suplique se le indulta,
    del indulto pueden florecer más culpas.
    Cortado el miembro enfermo, vivirá el resto,
    mas, si lo dejáis, corromperá el cuerpo.

    Entra la DUQUESA DE YORK.

    DUQUESA DE YORK
    ¡Ah, rey, no creáis a este hombre implacable!
    Amor que no se ama no amará a nadie.
    YORK
    ¿Qué haces aquí, demente? ¿Querrás de nuevo
    criar a un traidor con tus viejos pechos?
    DUQUESA DE YORK
    Querido York, calma. – Majestad, oídme.
    BOLINGBROKE
    Levantaos, señora.
    DUQUESA DE YORK
    Aún no, permitidme.
    Desde ahora pienso andar de rodillas
    y nunca he de ver venturosos días
    mientras el contento no vayáis a darme
    perdonando a Rutland, mi hijo culpable.
    AUMERLE
    Unido a sus ruegos, también me arrodillo.
    YORK
    Y yo, arrodillándome, opongo los míos.
    Mal podáis medrar si otorgáis la gracia.
    DUQUESA DE YORK
    Mas, ¿suplica en serio? Miradle la cara.
    No hay llanto en sus ojos, su ruego es ficción.
    Habla en él su boca; en mí el corazón.
    Suplica sin fuerza, y no espera nada;
    nosotros rogamos con cuerpo y con alma.
    Sus cansadas rodillas quieren alzarse;
    seguirán las nuestras hasta que se claven.
    Su ruego rebosa torpe falsedad;
    el nuestro, fervor y noble verdad.
    Pues el nuestro acalla el suyo, conceded
    lo que un hondo ruego debe merecer.
    BOLINGBROKE
    Alzaos, señora.
    DUQUESA DE YORK
    ¡No digas «alzaos»!
    Antes di «perdono», y después «alzaos».
    Si fuese tu aya y a hablar te enseñara,
    «perdono» sería tu primera palabra.
    Nunca hubo palabra que oír tanto anhele:
    di «perdono», rey; la piedad te enseñe.
    Corta es la palabra y más grata que corta:
    en labios de un rey, no hay otra más propia.
    YORK
    Rey, respondedle en francés «pardonnez-moi».
    DUQUESA DE YORK
    ¿Al perdón enseñas a no perdonar?
    Insensible esposo, mi amargo señor,
    que pones palabras en contradicción,
    tú di «perdona», como en nuestro país:
    el francés ambiguo no se entiende aquí.
    Tus ojos ya hablan: pon ahí la boca
    o planta el oído en tu alma piadosa,
    porque, oyendo cómo mueven nuestras súplicas,
    a decir «perdona» la piedad te induzca.
    BOLINGBROKE
    Alzaos, señora.
    DUQUESA DE YORK
    Alzarme no pido,
    pues el perdón es el ruego que dirijo.
    BOLINGBROKE
    Le perdono, y Dios me perdone a mí.
    DUQUESA DE YORK
    ¡Mis ruegos dan una victoria feliz!
    Mas no estoy tranquila. Repítelo, ¿quieres?
    No dobla el perdón decirlo dos veces,
    mas lo refuerza.
    BOLINGBROKE
    De todo corazón
    le perdono.
    DUQUESA DE YORK
    Eres de la tierra un dios.
    BOLINGBROKE
    Respecto a mi fiel cuñado, al abad
    y a toda esa partida de conspiradores,
    la muerte ha de seguir todos sus pasos.
    Querido tío, que se envíen distintas fuerzas
    a Oxford o adonde estén esos traidores.
    Juro que no han de vivir en este mundo:
    caerán en mis manos si yo los descubro.
    Adiós, tío; y a ti, primo, adiós también.
    Bien rogó tu madre; ahora sé fiel.
    DUQUESA DE YORK
    Vamos, hijo. Dios te haga renacer.

    Salen.

    V.iv Entran EXTON y CRIADOS.

    EXTON
    ¿Te has fijado en lo que ha dicho el rey?
    «¿No tengo quien me libre de este temor viviente?»
    ¿No lo ha dicho?
    CRIADO
    Ésas fueron sus palabras.
    EXTON
    «¿No tengo quien me libre?». Lo ha dicho dos veces y las dos lo ha recalcado, ¿verdad?
    CRIADO
    Es cierto.
    EXTON
    Y al decirlo, me ha mirado fijamente,
    cual diciendo: «Ojalá tú seas el hombre
    que arranque este espanto de mi pecho»;
    es decir, el rey en Pomfret. Ven conmigo,
    que a mi rey voy a librar de su enemigo.

    Salen.

    V.v Entra RICARDO Solo.

    RICARDO
    Me he estado preguntando cómo puedo
    comparar la cárcel en que vivo con el mundo
    y, como el mundo es tan populoso
    y aquí no hay otro ser que no sea yo,
    no soy capaz. Con todo, voy a resolverlo.
    Mi mente será la hembra de mi espíritu,
    mi espíritu el padre, y los dos engendrarán
    una prole de pensamientos fecundantes
    que poblarán este mundo en pequeño
    de caracteres tan variados como el mundo,
    pues ningún pensamiento se contenta. Los más altos,
    los de asuntos divinos, se entremezclan
    con las dudas y ponen a las Escrituras
    en contradicción; primero,
    «Venid, niños, a mí», pero después,
    «Venir es tan difícil como es para un camello
    pasar por el ojo de una aguja».
    Los pensamientos ambiciosos imaginan
    milagros imposibles: cómo estas débiles uñas
    pueden abrir brecha en el pétreo costillar
    de este duro mundo que es mi cárcel
    y, como no pueden, mueren en su orgullo.
    Los pensamientos de paciencia se ilusionan
    con que no son los primeros esclavos de Fortuna,
    ni serán los últimos, cual los pobres mendigos
    metidos en el cepo, que amparan su vergüenza
    en los muchos que han metido y meterán
    y, pensando de este modo, se consuelan,
    llevando su infortunio a las espaldas
    de los que han soportado suerte igual.
    Así yo en uno solo hago de muchos,
    y ninguno satisfecho. A veces soy rey,
    mas la traición me hace que prefiera ser mendigo,
    y lo soy. Entonces la aplastante miseria
    me hace ver que me-iba mejor cuando era rey,
    y vuelvo a ser rey, mas muy pronto
    pienso que Bolingbroke me ha desreinado,
    y ya no soy nada. Mas, sea uno u otro,
    ni a mí ni a nadie que sólo sea un hombre
    ya nada podrá complacernos si no es
    la paz de no ser nada.

    Suena música.

    ¿Oigo música? ¡Eh, eh, lleva el ritmo!
    ¡Qué amarga es la música dulce
    cuando no se observa ritmo ni medida!
    Así ocurre en la música del hombre.
    Yo aquí tengo finura de oído
    para advertir discordancias en la cuerda,
    mas, respecto a la concordia de mi reino,
    no he tenido oído para oír mis disonancias.
    Perdí el tiempo, y ahora el tiempo me consume,
    ya que me he convertido en su reloj.
    Mis pensamientos son minutos; con suspiros
    marcan su andadura a la esfera de mis ojos,
    adonde mi dedo, semejante a un minutero,
    siempre apunta enjugándoles las lágrimas.
    Pues bien, señor, los sonidos que indican la hora
    son clamores que golpean mi corazón,
    que es la campana. Suspiros, lágrimas, clamores
    dan los minutos y las horas. Mas mi tiempo
    corre apresurado en la alegría de Bolingbroke,
    mientras yo tonteo aquí, muñeco de su reloj.
    Esa música enloquece. ¡Que no suene!
    Aunque ha devuelto el juicio a los locos,
    yo creo que va a quitárselo a los cuerdos.
    Sin embargo, bendito sea quien me la brinda,
    pues es señal de afecto, y el afecto a Ricardo
    es una rara joya en este mundo de odio.

    Entra un Mozo de cuadra.

    Mozo
    ¡Salud, real príncipe!
    RICARDO
    Gracias, noble par.
    Me estimas en mucho si valgo un «real».
    ¿Quién eres? ¿Y cómo es que vienes aquí,
    donde sólo viene esa alma en pena
    que me trae comida para alargar la desgracia?
    MOZO
    Fui un pobre mozo en vuestras cuadras, rey,
    cuando erais rey, que, de camino a York,
    con gran esfuerzo he conseguido permiso
    para ver el rostro del que fue mi regio amo.
    ¡Ah, cómo me dolió en el alma ver
    en las calles de Londres, el día de su coronación,
    a Bolingbroke montando al ruano Berberisco,
    el caballo en que tantas veces cabalgabais,
    el caballo que con tanto celo yo cuidé!
    RICARDO
    ¿Montando a Berberisco? Dime, buen amigo,
    ¿cómo andaba el caballo?
    MOZO
    Con el orgullo de quien despreciara el suelo.
    RICARDO
    Con el orgullo de llevar a Bolingbroke.
    Ese rocín ha comido pan en mi real mano
    y esta mano le ha dado orgullo acariciándole.
    ¿Por qué no tropezó, no cayó – pues el orgullo
    tendrá su caída – para desnucar
    a ese altivo que usurpó sus lomos?
    ¡Perdóname, caballo! ¿Por qué te riño
    cuando tú, creado para someterte al hombre,
    naciste para llevarle? Yo no nací caballo,
    mas llevo carga como un asno, aguijado
    y deslomado por el trotante Bolingbroke.

  6. Entra el CARCELERO con comida para RICARDO.

    CARCELERO
    ¡Eh, tú, fuera de aquí! No puedes quedarte.
    RICARDO
    Si me aprecias, hora es de que te marches.
    MOZO
    Hablará mi pecho, aunque mi lengua calle.

    Sale.

    CARCELERO
    Mi señor, ¿tenéis a bien comer esto?
    RICARDO
    Primero pruébalo, como siempre has hecho.
    CARCELERO
    No puedo, mi señor. Sir Piers Exton,
    enviado por el rey, ordena lo contrario.
    RICARDO
    ¡El diablo os lleve a Enrique de Lancaster y a ti!
    ¡Mi paciencia ya no aguanta y estoy harto!

    [Le pega al CARCELERO.]

    CARCELERO
    ¡Socorro, socorro, socorro!

    Irrumpen los asesinos EXTON y criados.

    RICARDO
    ¡Vaya! ¿Qué quiere la muerte en tan brutal asalto? ?
    ¡Ruin, tu mano entrega el instrumento de tu muerte! ?
    ¡Y tú llena otro hueco en el infierno!

    EXTON le derriba.

    Arderá eternamente la mano que me ha hecho
    tambalearme. Exton, tu mano fiera
    con la sangre del rey mancha su tierra.
    Alma mía, sube. Tu sede está en alto;
    mi carne se hunde y muere aquí abajo.

    [Muere.]

    EXTON
    ¡Tanta valentía cual sangre real!
    Las dos he vertido. No haya obrado mal,
    pues el diablo que apoya lo que he hecho
    dice ahora que está inscrito en el infierno.
    Este rey muerto al rey vivo he de llevárselo.
    Llevaos los demás; que sean enterrados.

    Salen.

    V.vi Clarines. Entran BOLINGBROKE y YORK con otros nobles y acompañamiento.

    BOLINGBROKE
    Mi buen tío York, mi última noticia
    es que los rebeldes entregaron a las llamas
    nuestra ciudad de Cicester en Gloucestershire,
    mas no sé si han sido apresados o muertos.

    Entra NORTHUMBERLAND.

    Bienvenido. ¿Qué noticias traes?
    NORTHUMBERLAND
    Ante todo, deseo felicidad a vuestro reinado.
    La gran noticia es que a Londres envié
    las cabezas de Spencer, Blunt, Salisbury y Kent.
    La manera en que cayeron prisioneros
    consta en este testimonio por extenso.
    BOLINGBROKE
    Te agradezco, noble Percy, tu servicio.
    Daré a tu mérito el premio merecido.

    Entra FITZWATER.

    FITZWATER
    Majestad, de Oxford he enviado a Londres
    las cabezas de Brocas y sir Bennet Seely,
    dos de los traidores peligrosos
    que en Oxford pretendían derribaros.
    BOLINGBROKE
    Fitzwater, tu ayuda nunca olvidaré.
    Excelsos son tus méritos, bien lo sé.

    Entran PERCY y [el obispo de] CARLISLE.

    PERCY
    El principal conjurado, el Abad de Westminster,
    abrumado de tristeza y arrepentimiento,
    ha entregado su cuerpo a la tumba.
    Pero aquí está Carlisle vivo, que ya espera
    vuestro juicio y el castigo a su soberbia.
    BOLINGBROKE
    Carlisle, éste es tu castigo:
    búscate un lugar, un santo retiro,
    mejor que el que tienes, y goza tu vida:
    vive en paz y morirás sin agonía.
    Aunque desde siempre fuiste mi contrario,
    tus rasgos de honor no puedo olvidarlos.

    Entra EXTON con un féretro.

    EXTON
    Gran rey, vuestro temor yace enterrado
    aquí, en este féretro: ya no sigue vivo
    el mayor de vuestros grandes enemigos,
    Ricardo de Burdeos, que aquí os traigo.

    BOLINGBROKE
    Exton, no te lo agradezco: con tu mano
    criminal has arrojado la vergüenza
    sobre mí y sobre esta insigne tierra.
    EXTON
    De vuestra boca, señor, salió este hecho.
    BOLINGBROKE
    Quien lo necesita, no ama el veneno,
    ni yo tu acción. Aunque muerto le quería,
    odio al asesino, y amo a la víctima.
    Tu cargo de conciencia sea tu paga,
    no mi gratitud ni mi real gracia.
    Ve con Caín a vagar entre la sombras
    y tu cara de la luz siempre se esconda.
    Señores, os juro que me da honda pena
    florecer con esta sangre que me riega.
    Llorad conmigo una muerte dolorosa
    y vestid el triste luto sin demora.
    Voy a hacer peregrinaje a Tierra Santa
    para lavar de mis manos esta mancha.
    Marchad con tristeza, honrad mi lamento
    siguiendo llorosos el temprano féretro.

    Salen.

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