Respaldo de material de tanatología

LA MUERTE, RESUMEN DE VIDA

 
LA MUERTE, RESUMEN DE VIDA 
Propuesta para el diálogo:
No dudamos de que al leer este título sentirán una especie de extrañeza y de
perplejidad. Podría parecer como si el tema de esta Cena cerrase un poco el estilo
gozoso de hablar de temas de actualidad, tal como hacemos habitualmente. Pero
es importantísimo hablar de cuestiones como ésta que entristece a muchos: la
muerte. Hay, ciertamente, muchas  personas a quienes no espanta la propia
muerte; en cambio, si que les espanta la muerte de los otros. Es todo un misterio la
actitud personal ante este hecho de la vida.
No queremos aguarles la fiesta, sino todo lo contrario; pero podemos esconder la
cabeza bajo el ala. Todo proyecto auténtico, incluso el de la propia felicidad en
este mundo, se  debe fundamentar en la realidad, no en sueños vacíos.
No está de moda hablar de estas cuestiones, que se dejan en manos de unos
silenciosos y abnegados profesionales de la medicina, de la enfermería o de la
asistencia social. La muerte acostumbra a quedar muy lejos de la mayoría de los
ciudadanos, y tal vez, en los últimos años, muchas personas no han tenido la
ocasión de ver morir ni un árbol ni un animal. También hay que tener presente que
el índice de longevidad cada día es más alto y que el índice de mortalidad de los
niños cada día es más bajo.
No es necesario decir que hablar de la muerte en un sentido constructivo es cada
vez más complejo.
En Occidente, se puede decir que si no se habla de la muerte es por una especie
de pudor. Se la acostumbra a identificar con algo ligado a la religión,
independientemente de lo que representa por ella misma como acontecimiento
irrefutable de la vida. No hay pedagogos que sepan hablar a los alumnos cuando
todavía se encuentran en una situación teóricamente lejana de este hecho, dando
a conocer el proceso de la vida, que ayude a los niños a prepararse para tener una
actitud serena y digna ante el hecho de dejar de existir.
Las culturas africanas, por ejemplo, dan mucha importancia a la persona que se
encuentra en un proceso hacia su fin terrenal. Algunas de estas culturas hasta
consideran como un honor poder acompañar al moribundo, y es una especie de
mérito poder tenerlo en brazos como si fuese un recién nacido. Es, para ellos, un
signo que representa poder hacer el último camino de la vida juntos.
El mundo occidental emplea mucho tiempo en educar para ser ciudadanos
inmortales, cultural e intelectualmente, y “prepara” para poder llegar a un Olimpo
mágico donde no hay nada más importante que el triunfo, y a llevar hacia la
fantasía de hacer creer que los dioses no mueren. Por eso, se debe ser siempre
joven, y se debe disimular todo lo que no sea muestra de una vitalidad
extraordinaria y hacer ver que los años no pasan. También vale la pena engañar al
ciudadano haciéndole creer que cuanto más trabaje, corra y llegue al “estrés” será
mejor considerado socialmente. Es una lástima que no se llegue a entender que no
vale la pena luchar y vivir de una manera desbocada si después hay al fin y al
cabo la muerte, que se lleva todos los sueños y los afanes de poder.
También ayuda a ser humildes llegar a entender que gracias a que nos morimos
vamos dejando lugar para los que van viniendo detrás, y que el mundo es así más
habitable.
Es muy cierto que la muerte no es evitable; en todo caso, son evitables los peligros
que nos llevan a ella, y sí se puede superar la actitud neurótica que produce no
entender ni alcanzar a entender la muerte propia y la de los otros, ya sean amigos,
ya sean seres anónimos. ¿Cuánta inconsciencia hay por el hecho de no saber
valorar los diversos niveles? La incultura humana hace que se vea con una
indiferencia extraordinaria la muerte de un soldado en la guerra o la de una
persona de otra, porque, sencilla y cínicamente, esta muerte no nos afecta de una
manera directa. Este sería otro tema, largo de estudiar.
El Ámbito de Investigación y Difusión María Corral no pretende en esta Cena
elaborar un “nuevo arte del bien morir”; eso sería como repetir aquello que,
discutiblemente, los estoicos ya escribieron años atrás. Deseamos que se pueda
ayudar a alcanzar una actitud serena ante el hecho esencial de morir, incluso más
allá de cualquier connotación religiosa. Las cuestiones teológicas sobre la
inmortalidad podrían ser estudiadas también en otra ocasión.
Poder exclamar, mientras aún estamos en este mundo: ¡qué gozo saber que hay
que morir!, es un valor importante. Eso significa que uno tiene conciencia de que
existe. En este mundo, sólo no mueren aquellos que no existen. ¡Y, que sorpresa
poder sentir este don -que yo ciertamente no me he dado- de existir en medio de la
vida!
Vale la pena poder morir si has podido ver una rosa, acariciar una mano amiga o
ajardinar el mundo.
Josep M. Forcada Casanovas