Respaldo de material de tanatología

william Shakespeare- El rey Lear

William Shakespeare
EL REY LEAR

DRAMATIS PERSONAE

 

LEAR, rey de Britania
El REY DE FRANCIA
El DUQUE DE BORGOÑA
GONERIL, hija mayor de Lear
REGAN, hija segunda de Lear
CORDELIA, hija menor de Lear
El Duque de ALBANY, esposo de Goneril
El Duque de CORNWALL, esposo de Regan
El Conde de KENT
El Conde de GLOSTER
EDGAR, hijo de Gloster
EDMOND, hijo bastardo de Gloster
El BUFÓN
OSWALD, mayordomo de Goneril
CURAN, cortesano
Un ANCIANO, siervo de Gloster
Un CAPITÁN
Un HERALDO

Caballeros, criados, mensajeros, soldados, acompañamiento.

LA TRAGEDIA DEL REY LEAR

I.i Entran [los Condes de] KENT y [de] GLOSTER, y EDMOND.

KENT
Creí que el rey estimaba más al Duque de Albany que al de Comwall.
GLOSTER
Eso creíamos nosotros. Pero ahora que divide su reino, no está claro a cuál de los dos aprecia más, pues los méritos están tan igualados que ni la propia minuciosidad sabría escoger entre uno y otro.
KENT
Señor, este joven, ¿no es hijo vuestro?
GLOSTER
Su crianza ha estado a mi cargo. Reconocerle me ha dado siempre tal sonrojo que ahora ya estoy curtido.
KENT
No concibo…
GLOSTER
Pues su madre sí que concibió. Por eso echó vientre y se encontró con un hijo en la cuna antes de tener un marido en la cama. ¿Se huele a pecado?
KENT
No quisiera corregirlo, viendo el feliz resultado.
GLOSTER
También tengo otro hijo, señor, de legítimo origen, un año mayor que éste, pero no más querido. y aunque este mozo vino al mundo por la vía del vicio sin que nadie lo llamase, su madre era hermosa, gozamos al engendrarlo y el bastardo debe ser reconocido. ??Edmond, ¿conoces a este noble caballero?
EDMOND
No, señor.
GLOSTER
El Conde de Kent. Recuérdale siempre como mi honorable amigo.
EDMOND
A vuestro servicio, señor.
KENT
Os doy mi amistad y aspiro a conoceros mejor.
EDMOND
Señor, me afanaré por merecerlo.
GLOSTER
Lleva fuera nueve años y se marcha otra vez.

Clarines.

Llega el rey.

Entran el rey LEAR, [los Duques de] CORNWALL y de ALBANY, GONERIL, REGAN, CORDELIA y acompañamiento.

LEAR
Gloster, traed a los Señores de Francia y de Borgoña.
GLOSTER
Sí, majestad.

Sale.

LEAR
Mientras, voy a revelar mi propósito secreto
Dadme ese mapa. Sabed que he dividido
en tres mi reino y que es mi firme decisión
liberar mi vejez de tareas y cuidados,
asignándolos a sangre más joven, mientras yo,
descargado, camino hacia la muerte.
Mi yerno de Cornwall y tú, mi no menos querido
yerno de Albany, es mi voluntad en esta hora
hacer pública la dote de mis hijas
para evitar futuras disensiones. Los príncipes
de Francia y de Borgoña, rivales pretendientes
de mi hija menor, hacen amorosa permanencia
en esta corte y es forzoso responderles.
Decidme, hijas mías, puesto que renuncio
a poder, posesión de territorios
y cuidados de gobierno, cuál de vosotras
diré que me ama más, para que mi largeza
se prodigue con aquélla cuyo afecto
rivalice con sus méritos. Goneril,
mi primogénita, habla tú primero.
GONERIL
Señor, os amo más de lo que expresan las palabras,
más que a vista, espacio y libertad,
mucho más de lo que estimen único o valioso;
no menos que a una vida de dicha, salud,
belleza y honra; tanto como nunca
amara hijo o fuese amado padre;
con un amor que apaga la voz y ahoga el habla.
Mucho más que todo esto os amo yo.
CORDELIA [aparte]
¿Qué dirá Cordelia? Amará en silencio.
LEAR
De todas estas tierras, desde esta raya a ésta,
ricas en umbrosas florestas y campiñas,
ríos caudalosos y muy extensos prados,
te proclamo dueña. Sean de los descendientes
tuyos y de Albany a perpetuidad. ?
¿Qué dice mi segunda hija,
mi muy querida Regan, esposa de Cornwall?
REGAN
Yo soy del mismo metal que mi hermana
y no me tengo en menos: en el fondo de mi alma
veo que ha expresado la medida de mi amor.
Pero se ha quedado corta, pues yo me declaro
enemiga de cualquier otro deleite
que alcancen los sentidos en su extrema
perfección y tan sólo me siento venturosa
en el amor de vuestra amada majestad.
CORDELIA [aparte]
Entonces, ¡pobre Cqrdelia!
Aunque no, pues sin duda mi cariño
pesará más que mi lengua.
LEAR
Quede para ti y los tuyos en herencia perpetua
este magno tercio de mi hermoso reino,
tan grande, rico y placentero
como el otorgado a Goneril. ??Y ahora, mi bien,
aunque última y menor, cuyo amor juvenil
las viñas de Francia y los pastos de Borgoña
pretenden a porfía, ¿qué dirás por un tercio
aún más opulento que el de tus hennanas?. Habla.
CORDELIA
Nada, señor.
LEAR
¿Nada?
CORDELIA
Nada.
LEAR
De nada no sale nada. Habla otra vez.
CORDELIA
Triste de mí, que no sé poner
el corazón en los labios. Amo a Vuestra Majestad
según mi obligación, ni más ni menos.
LEAR
Vamos, vamos, Cordelia. Corrige tus palabras,
no sea que malogres tu suerte.
CORDELIA
Mi buen señor, me habéis dado vida,
crianza y cariño. Yo os correspondo como debo:
obedezco, os quiero y os honro de verdad.
¿Por qué tienen marido mis hennanas,
si os aman sólo a vos? Cuando me case,
el hombre que reciba mi promesa
tendrá la mitad de mi cariño, la mitad
de mi obediencia y mis desvelos. Seguro
que no me casaré como mis hermanas *.
LEAR
Pero, ¿hablas con el corazón?
CORDELIA
Sí, mi señor.
LEAR
¿Tan joven y tan áspera?
CORDELIA
Tan joven, señor, y tan franca.
LEAR
Muy bien. Tu franqueza sea tu dote,
pues, por el sacro resplandor del sol,
por los ritos de Hécate y la noche
y toda la influencia de los astros
que rigen nuestra vida y nuestra muerte,
reniego de cariño paternal,
parentesco y consanguinidad,
y desde ahora te juzgo una extraña
a mi ser y mi sentir. El bárbaro escita,
o aquél que sacia el hambre devorando
a su progenie, hallará en mi corazón
tanta concordia, lástima y consuelo
como tú, hija mía que fuiste.
KENT
Majestad…
LEAR
¡Silencio, Kent!
No te pongas entre el dragón y su furia.
La quise de verdad y pensaba confiarme
a sus tiernos cuidados. ??¡Fuera de mi vista! ?
Así como mi muerte será mi descanso,
así le niego ahora el corazón de un padre. ?
¡Llamad al Rey de Francia! ¡De prisa!
¡Y al Duque de Borgoña! ??Cornwall y Albany,
añadid su tercio al de mis otras dos hijas.
Que la case su orgullo, que para ella es franqueza.
A los dos conjuntamente os invisto
con mi poder, supremacía y magnos atributos
que rodean a la realeza. Yo me reservaré
cien caballeros, que habréis de mantener,
y residiré con vosotros
por turno mensual. No conservaré
más que el título y los honores de un monarca;
el mando, rentas y ejercicio del poder,
queridos hijos, vuestros son. Para confirmarlo,
compartid entre los dos esta corona.
KENT
Regio Lear, a quien siempre
honré como mi rey, quise como a un padre,
seguí como señor, recordé como patrón
en mis plegarias…
LEAR
El arco está tenso; esquiva la flecha.
KENT
Pues que se dispare, aunque la punta
me traspase el corazón. Kent será irreverente
si Lear está loco. ¿Qué pretendes, anciano?
¿Tú crees que el respeto teme hablar
cuando el poder se pliega a la lisonja?
Si la realeza cae en la locura,
el honor ha de ser franco. Conserva tu poder
y, con mejor acuerdo, frena
tu odioso arrebato. Respondo con mi vida
de que tu hija menor no te ama menos
y de que no están vacíos aquéllos
cuya voz apagada no resuena en el vacío.
LEAR
¡Kent, por tu vida, basta!
KENT
Mi vida siempre tuve por apuesta
en las partidas contra tus enemigos
y no temo perderla por salvarte.
LEAR
¡Fuera de mi vista!
KENT
Mira bien, Lear, déjame que sea
por siempre la guía de tus ojos.
LEAR
¡Por Apolo?!
KENT
Pues, por Apolo, rey,
que invocas a tus dioses en vano.
LEAR
¡Miserable, descreído!
ALBANY y CORNWALL
¡Deteneos, señor!
KENT
Mata a tu médico y da la paga
a la inmunda enfermedad. Anula tu regalo
o, mientras pueda gritar esta garganta,
te diré que eres injusto.
LEAR
¡Óyeme, traidor, por tu lealtad escúchame!
Por intentar que falte a mi promesa,
cual yo nunca osé, e interponerte
con soberbia entre mi decisión y mi poder,
que ni mi carácter ni mi condición
pueden consentir, en prueba de mi potestad
aquí tienes tu premio. Cinco días te concedo
para que te proveas contra los males
de este mundo y el sexto vuelvas tu odiada espalda
a mis dominios. Si el séptimo día
encuentran en mi reino tu cuerpo desterrado,
será tu muerte. ¡Fuera! ¡Por Júpiter,
que no habrá revocación!
KENT
Ya te dejo, rey, si ése es tu deseo;
fuera hay libertad y aquí está el destierro.
[A CORDELIA]
Los dioses, muchacha, te otorguen su amparo,
pues con tanto acierto piensas y has hablado.
[A GONERIL y REGAN]
Que vuestra elocuencia se pruebe en la acción,
y puedan dar fruto palabras de amor.??
Príncipes, adiós. En nuevo lugar
su viejo camino Kent proseguirá.

Sale.

¡Clarines. Entra [el Conde de] GLOSTER con [el REY DE] FRANCIA, [el DUQUE DE] BORGOÑA y acompañamiento.
CORNWALL
Majestad, los príncipes de Francia y de Borgoña.
LEAR
Mi señor de Borgoña, me dirijo
a vos primero, rival con este rey
en la mano de mi hija. ¿Qué mínimo
aceptáis en pago de su dote
para no renunciar a vuestra petición?
DUQUE DE BORGOÑA
Excelsa Majestad, no pido más
de lo que habéis ofrecido, ni vos
queréis dar menos.
LEAR
Muy noble duque, cuando ella
tenía mi cariño, cara fue su dote.
Mas ahora ha caído su precio. Ahí está:
si algo de este ser tan insignificante
o todo él, con mi disgusto añadido,
y nada más, satisface a Vuestra Alteza,
ahí la tenéis, es vuestra.
DUQUE DE BORGOÑA
No sé qué responder.
LEAR
Con todas sus flaquezas, sin amigos,
adoptada por mi odio, con la dote
de mi maldición y el rechazo de mi juramento,
¿la tomáis o la dejáis?
DUQUE DE BORGONA
Perdón, Majestad. En tales circunstancias
no es posible decidir.
LEAR
Entonces dejadla, pues por los dioses
que me hicieron, ésos son sus bienes. ??,
Gran rey, de vuestro afecto no osaría
desviarme para uniros con quien odio
y os ruego que pongáis vuestro cariño
en ser más digno que esta desgraciada
a quien la naturaleza se avergüenza
de reconocer por propia.
REY DE FRANCIA
Es extraodinario que quien sólo hace un momento
era vuestro bien, objeto de vuestro elogio,
bálsamo de vuestra vejez, la mejor y predilecta,
en un instante incurra en tal atrocidad
que quede despojada de toda vuestra gracia.
O ha cometido una ofensa tan atroz
o vuestro afecto declarado caerá en falta.
y creer eso de ella requiere tanta fe
que sin milagro no lo admite la razón.
CORDELIA [a LEAR]
Suplico a Vuestra Majestad
que, si es porque no tengo labia ni soltura
para decir lo que no siento, pues lo que pretendo
lo hago antes de hablar, hagáis saber
que no es ninguna mancha, crimen o vileza,
indecencia, ni acto ignominioso
lo que me priva de vuestra gracia y favor,
sino algo cuya falta me enriquece:
mirada obsequiosa y una lengua
que me alegra no tener, aun cuando no tenerla
me haya costado vuestro afecto.
LEAR
Más te valdría no haber nacido,
antes que haberme contrariado.
REY DE FRANCIA
¿Sólo es eso, un encogimiento
que a veces no pennite demostrar
lo que pretende? Mi señor de Borgoña,
¿tomáis a la dama? No es amor
lo que se mezcla con cuestiones
ajenas a su objeto. ¿La tomáis?
Ella misma es una dote.
DUQUE DE BORGOÑA
Majestad, dad la parte que vos mismo
propusisteis y tomo a Cordelia por esposa
y Duquesa de Borgoña.
LEAR
¡Nada! Lo he jurado y lo mantengo.
DUQUE DE BORGOÑA
Me apena que por perder a vuestro padre
también perdáis un marido.
CORDELIA
Quede en paz el Duque de Borgoña.
Si su amor es el rango y la fortuna,
yo no seré su esposa.
REY DE FRANCIA
Hermosa Cordelia, tan rica por ser pobre,
excelsa por rechazada, querida por desairada,
te acojo con todas tus virtudes.
Si es lícito, me llevo lo que otros desechan.
¡Oh, dioses! ¡Qué extraño que tal desamor
encienda en mi afecto tanta admiración!??
Tu hija sin dote, a mí abandonada,
es, rey, nuestra reina de la bella Francia.??
La tibia Borgoña no ha dado hombre egregio
que pueda comprarme esta joya sin precio.??
Por mal que te traten, di adiós, mi Cordelia.
Ganarás con creces todo lo que pierdas.
LEAR
Ya la tienes, rey, pues tuya ahora es
la que fue mi hija, y no volveré
a verle la cara. ??Vete sin que yo
te dé mi cariño ni mi bendición.
Venid, Duque de Borgoña.

Clarines. Salen [todos menos el REY DE FRANCIA y las hermanas].

REY DE FRANCIA
Despídete de tus hermanas.
CORDELIA
Alhajas de mi padre, Cordelia os deja
con ojos llorosos. Sé bien lo que sois, aunque,
como hermana, no puedo llamar a vuestras faltas
por su nombre. Quered a nuestro padre:
lo encomiendo a vuestro amor declarado.
Mas, ¡ay!, si gozase yo aún de su afecto,
le depararía otro alojamiento.
Así que adiós a las dos.
REGAN
No nos dictes nuestra obligación.
GONERIL
Tú pon todo tu empeño en complacer
a tu señor, que te acoge cual limosna
de Fortuna. Por falta de obediencia
mereces que te nieguen lo que niegas.
CORDELIA
El tiempo mostrará toda doblez:
si encubre, luego ríe con desdén.
¡Ventura tengáis!
REY DE FRANCIA
Vamos, mi bella Cordelia.

Salen [el REY DE] FRANCIA y CORDELIA.
GONERIL
Hermana, tengo cosas que decirte de lo que tanto nos concierne. Creo que nuestro padre se va esta noche.

REGAN
Desde luego, y contigo. El mes que viene, conmigo.
GONERIL
Ya ves qué veleidosa es la vejez. Y lo que hemos presenciado ha sido poco. Siempre quiso más a nuestra hermana y ahora está a la vista con qué insensatez la rechaza.
REGAN
Es lo malo de la edad. Aunque la verdad es que nunca supo dominarse.
GONERIL
Si en su época mejor fue siempre arrebatado, de su vejez ya podemos esperar no sólo los vicios de un carácter arraigado, sino también la tozudez que trae consigo la débil e iracunda ancianidad.
REGAN
Nos exponemos a arranques tan imprevistos como el destierro de Kent.
GONERll..
Ya sólo queda el acto de despedida al Rey de Francia. Pongámonos de acuerdo. Si nuestro padre conserva autoridad de la manera que ha mostrado, su renuncia nos dará disgustos.
REGAN
Lo pensaremos.
GONERIL
Hay que hacer algo, y ya.

Salen.

I.ii Entra [EDMOND, el] bastardo.
EDMOND
Naturaleza, tú eres mi diosa; a tu ley
ofrendo mis servicios. ¿Por qué he de someterme
a la tiranía de la costumbre y permitir
que me excluyan los distingos de las gentes
porque soy unos doce o catorce meses menor
que mi hermano? ¿Por qué «bastardo» o «indigno»,
cuando mi cuerpo está tan bien formado,
mi ánimo es tan noble y mi aspecto tan gentil
como en los hijos de una dama honrada?
¿Por qué nuestra marca de «indigno»,
de «indignidad, bastardía…indigno, indigno»,
cuando engendramos en furtivo deleite natural
nos da más ardor y energía
que la que en cama floja y desganada
emplean entre el sueño y la vigilia
para crear una tribu de memos?
Conque, legítimo Edgar, tus tierras serán mías.
El amor de nuestro padre se reparte
entre el bastardo Edmond y el legítimo.
¡Valiente palabra, «legítimo»! Pues bien,
mi «legítimo», si esta carta surte efecto
y se realiza mi plan, Edmond el indigno
será el legítimo. Medro. Prospero.
y ahora, dioses, ¡asistid a los bastardos!

Entra GLOSTER.
GLOSTER
¿Kent desterrado así? ¿Y el rey de Francia
marchó enfurecido? ¿Y el rey se fue anoche,
con su poder limitado y reducido a un subsidio?
¿Y todo de golpe? ¿Qué hay, Edmond? ¿Alguna noticia?
EDMOND
Con vuestro permiso, ninguna.
GLOSTER
¿Por qué te afanas tanto en guardar esa carta?

EDMOND
No tengo noticias, señor.
GLOSTER
¿Qué papel leías?
EDMOND
Nada, señor.
GLOSTER
¿No? Entonces, ¿a qué viene esa prisa por meterla el bolsillo? La nada es de tal índole que no le hace falta esconderse. A ver. ¡Vamos! Si no es nada, no tendré que leerla.
EDMOND
Perdón, señor, os lo ruego. Es una carta de mi hermano que no he terminado de ver y, por lo que dice, no creo conveniente que vos la leáis.
GLOSTER
Dame la carta.
EDMOND
Será tanto agravio retenerla como dárosla. Por lo q he leído, lo que dice es censurable.
GLOSTER
¡Vamos, dámela!
EDMOND
Espero que le justifique el haberla escrito para probar mi virtud.
GLOSTER [lee]
«Este hábito de venerar la vejez nos amarga los mejores años de nuestra vida y nos priva de nuestros bien hasta que la edad no nos deja gozarlos. Esta opresión de la tiránica vejez empiezo a sentirla como una servidumbre estúpida y vana, pues domina no por su poder sino porque la sufrimos. Ven a verme y hablaremos más de esto. Si nuestro padre se durmiera hasta que le despertase, tú disfrutarías de la mitad de sus rentas para siempre y vivirías en el afecto de tu hermano

Edgar.»

¡Mm…! ¡Conspiración! «Si se durmiera hasta que yo le despertase, tú disfrutarías de la mitad de sus rentas». ¡Mi hijo Edgar! ¿Tuvo mano para escribir esto? ¿Corazón y cerebro para concebirlo? ¿Cuándo te llegó? ¿Quién la trajo?
EDMOND
No me la trajeron, señor. Ahí está la astucia. La echaron por la ventana de mi cuarto.
GLOSTER
¿Reconoces la letra de tu hermano?
EDMOND
Señor, si se tratara de algo bueno, juraría que es la suya, pero siendo lo que es, yo diría que no.
GLOSTER
Es la suya.
EDMOND
Señor, es su letra; aunque espero que su corazón no esté en la carta.
GLOSTER
¿Nunca te ha sondeado en este asunto?
EDMOND
Nunca, señor. Pero a menudo le he oído decir que es justo que si el hijo está en su plenitud y el padre decae, el padre debe ser tutelado por el hijo y el hijo administrar las rentas.
GLOSTER
¡Ah, infame, infame! ¡La misma idea que en la carta! ¡Miserable! ¡Canalla desnaturalizado, odioso, brutal! ¡Peor que brutal! ¡Vamos, búscale! Voy a detenerle. ¡lnfame aborrecible! ¿Dónde está?
EDMOND
No lo sé de cierto, señor. Si tenéis a bien suspender vuestro furor contra mi hermano hasta poder cercioraros con él mismo de su intento, iríais sobre seguro; en cambio, si procedéis con vehemencia contra él, interpretándole mal, abriréis una gran brecha en vuestra honra y romperéis su obediencia hasta la entraña. Apostaría mi vida a que ha escrito eso para probar mi afecto por vos y no con un fin perverso.
GLOSTER
¿Eso crees?
EDMOND
Si Vuestra Señoría lo estima oportuno, os situaré donde nos oigáis hablar de ello y, tras la prueba auditiva, quedaréis convencido. Y todo esta misma tarde.
GLOSTER
No puede ser un monstruo así.* Edmond, búscale. Te lo ruego, insinúate con él. Dispón el asunto según tu criterio. Renunciaría a mi condición por estar seguro.
EDMOND
Señor, voy a buscarle. Llevaré el asunto con los medios a mi alcance y os informaré.
GLOSTER
Los recientes eclipses de sol y de luna no nos auguran nada bueno. Aunque la razón natural lo explique de uno u otro modo, el afecto sufre las consecuencias: el cariño se enfría, la amistad se quebranta, los hermanos se desunen; en las ciudades, revueltas; en las naciones, discordia; en los palacios, traición; y el vínculo entre el hijo y el padre se rompe. Este canalla de hijo encaja en el augurio: es el hijo contra el padre. El rey traiciona un instinto natural: es el padre contra el hijo. Atrás quedan ya nuestros años mejores. Intrigas, doblez, perfidia y desórdenes nos siguen inquietantes a la tumba. Edmond, sonsaca a ese infame; tú no expones nada. Hazlo con cuidado. ¡Y el noble y leal Kent, desterrado! ¡Su culpa, la honradez! Sorprendente.

Sale.
EDMOND
La estupidez del mundo es tan superlativa que, cuando nos aquejan las desgracias, normalmente producto de nuestros excesos, echamos la culpa al sol, la luna y las estrellas, como si fuésemos canallas por necesidad, tontos por coacción celeste; granujas, ladrones y traidores por influjo planetario; borrachos, embusteros y adúlteros por forzosa sumisión al imperio de los astros, y tuviésemos todos nuestros vicios por divina imposición. Prodigiosa escapatoria del putero, achacando su lujuria a las estrellas. Mi padre se entendió con mi madre bajo la cola del Dragón y la Osa Mayor presidió mi nacimiento, de donde resulta que soy duro y lascivo. ¡Bah! Habría salido el mismo si me bastardean mientras luce la estrella más virgen de todo el firmamento.

Entra EDGAR.

Aquí llega a punto, como en la catástrofe de las viejas comedias. Haré el papel del melancólico fatal, con suspiros de lunático. ??¡Ah, esos eclipses predicen estas discordancias! Fa, sol, la, mi.
EDGAR
¿Qué hay, Edmond? ¿En qué meditación estás sumido?
EDMON
Estoy pensando, hermano, en una predicción que leí el otro día sobre lo que traerían los eclipses.
EDGAR
¿Te ocupan esas cosas?
EDMOND
Te aseguro que esos vaticinios se cumplen fatalmente. ¿Cuándo viste a nuestro padre por última vez?
EDGAR
Anoche.
EDMOND
¿Hablaste con él?
EDGAR
Sí, dos horas seguidas.
EDMOND
¿Os despedisteis en paz? ¿No observaste malestar en sus palabras o en sus gestos?
EDGAR
En absoluto.
EDMOND
Intenta recordar en qué has podido faltarle y, te lo su¬plico, evítale por algún tiempo hasta que se temple el ardor de su ira, pues ahora está tan furioso que no le detendrá ni el daño a tu persona.
EDGAR
Esto es obra de un infame.
EDMOND
Es lo que me temo. Te lo ruego, contente y evítale hasta que se frene su enojo; y, como digo, ven a mi aposento, desde donde yo te llevaré oportunamente para que le oigas. Vete, te lo ruego. Aquí tienes la llave. Y si sales, ve armado.
EDGAR
¿Armado?
EDMOND
Hermano, te aconsejo lo mejor. Si te miran con buenas intenciones yo soy un farsante. Y lo que has oído no es mas que un relato piadoso de todo, no su verdad y su horror. ¡Anda, vete!
EDGAR
¿Me darás noticias pronto?
EDMOND
Tú cuenta con mi apoyo en este asunto.

Sale [EDGAR].

Un padre crédulo y un hermano noble, tan incapaz de hacer daño por naturaleza que no sospecha ninguno; en cuya necia honradez cabalgan bien mis intrigas. Lo veo muy claro: si no cuna, astucia me depare tierras, que todo me sirve si a buen fin me lleva.

Sale.

I.iii Entran GONERIL y [OSWALD, su] mayordomo.

GONERIL
¿Que mi padre le pegó a mi gentilhombre por repren¬der a su bufón?
OSWALD
Sí, señora.
GONERIL
Me agravia día y noche; no pasa hora
sin que cometa algún desmán
que a todos nos enfrenta. No voy a soportarlo.
Sus caballeros alborotan y él mismo
nos riñe por minucias. Cuando vuelva de cazar,
no pienso hablar con él. Di que no estoy bien.
Si le resultas menos servicial
que de costumbre, mejor. Yo respondo de tu falta.
OSWALD
Ya viene, señora; le oigo.
GONERIL
Afectad dejadez y negligencia,
tú y tus compañeros. Dad lugar al comentario.
Si no le gusta, que se vaya con mi hermana,
que sé bien que conmigo está de acuerdo.*
Recuerda lo que he dicho.
OSWALD
Sí, señora.
GONERIL
Y a sus hombres tratadlos con frialdad.
Lo que ocurra no importa. Díselo a tus compañeros.*
Ahora mismo le escribo a mi hermana
para que siga mi rumbo. Que preparen la comida.

Salen.

I.iv Entra KENT [disfrazado].

KENT
Si disfrazo también el acento
y desfiguro mi modo de hablar, podré
llevar adelante la buena intención
que me ha hecho cambiar de apariencia.
Bien, desterrado Kent, si consigues servir
al que te ha condenado, acaso consigas
que tu amo querido aprecie tu esfuerzo.

Trompas dentro. Entra LEAR y acompañamiento.

LEAR
Que no tenga que esperar la comida. ¡Corred a prepa¬rarla!

[Sale un criado.]

¡Vaya! ¿Quién eres tú?
KENT
Un hombre, señor.
LEAR
¿Qué oficio tienes? ¿Qué quieres de mí?
KENT
Mi oficio es no ser menos de lo que parezco, serviR fielmente a quien confía en mí, estimar al honrado, tra¬tarme con el sabio y discreto, temer al que juzga, luchar cuando debo y no comer pescado.
LEAR
¿Quién eres?
KENT
Un hombre de buena fe y tan pobre como el rey.
LEAR
Si tú siendo súbdito eres tan pobre como él siendo rey, desde luego eres pobre. ¿Qué quieres?
KENT
Servir.
LEAR
¿A quién quieres servir?
KENT
A vos.
LEAR
¿Tú me conoces, amigo?
KEN


6 thoughts on william Shakespeare- El rey Lear

  1. T
    No, señor, pero hay algo en vuestro porte que me hace llamaros amo.
    LEAR
    ¿Y qué es?
    KENT
    Autoridad.
    LEAR
    ¿Qué sabes hacer?
    KENT
    Sé guardar un secreto honorable, cabalgar, correr, es¬tropear un buen cuento contándolo y dar sin rodeos un recado sencillo. Sirvo para todo lo que haga un hombre corriente y mi virtud es la diligencia.
    LEAR
    ¿Cuántos años tienes?
    KENT
    Señor, ni tan pocos como para enamorarme de una mujer por su canto, ni tantos como para encapricharme de ella por cualquier cosa. Van cuarenta y ocho a mis espaldas.
    LEAR
    Ven conmigo y ponte a mi servicio. Si después de co¬mer me sigues gustando, te quedas para siempre. ¡Venga, la comida! ¡La comida! ¿Y mi muchacho? ¿Dónde está el bufón? Id a decirle al bufón que venga.

    [Sale un criado.]
    Entra [OSWALD, el] mayordomo.

    ¡Tú! ¡Eh, tú! ¿Dónde está mi hija?
    OSWALD
    Con permiso.

    Sale.

    LEAR
    ¿Qué dice ése? Decidle a ese idiota que vuelva.

    [Sale un CABALLERO.]

    ¿Y mi bufón, eh? El mundo parece dormido.

    [Entra el CABALLERO.]

    Bueno, ¿dónde está ese chucho?
    CABALLERO
    Señor, dice que vuestra hija no está bien.
    LEAR
    ¿Y por qué no ha venido el granuja cuando yo le he lla¬mado?
    CABALLERO
    Señor, me ha dicho con toda claridad que porque no ha querido.
    LEAR
    ¿Porque no ha querido?
    CABALLERO
    Señor, no sé lo que pasa, pero me parece que Vuestra Majestad no recibe el afecto y ceremonia acostumbra¬dos. Se observa que ha decaído la cordialidad, tanto entre la servidumbre como en el propio duque y vues¬tra hija.
    LEAR
    ¡Mmm…! ¿Eso crees?
    CABALLERO
    Señor, os pido perdón si me equivoco, pero mi deber me impide callar cuando creo que se os agravia.
    LEAR
    Me estás recordando lo que yo mismo pienso. Última¬mente he notado una fría dejadez, pero la he achacado más bien a mi celosa suspicacia que a un propósito consciente de ser descortés. Prestaré más atención. Pero, ¿y mi bufón? Hace dos días que no le veo.
    CABALLERO
    Señor, desde que mi joven señora marchó a Francia, el bufón está muy apenado.
    LEAR
    No sigas: ya me he fijado. ?? Ve a decirle a mi hija que quiero hablar con ella.

    [Sale un criado.]

    Y tú llama a mi bufón.

    [Sale otro criado.]
    Entra [OSWALD, el] mayordomo.

    ¡Ah, sois vos! Venid, mi señor. ¿Quién soy yo, señor?
    OSWALD
    El padre de mi señora.
    LEAR
    ¿El padre de mi señora? ¡Bribón de mi señor! ¡Perro bastardo! ¡Gusano! ¡Rastrero!
    OSWALD
    No soy nada de eso, señor, con vuestro permiso.
    LEAR
    ¿Me plantas cara, granuja?
    OSWALD
    Señor, no consiento que me peguen.
    KENT
    Ni que te tumben, vil plebeyo.

    [Le pone la zancadilla y le derriba.]

    LEAR
    Gracias, amigo. Tendré muy en cuenta tu servicio.
    KENT
    Vamos, tú; arriba y fuera. Yo te enseñaré a distinguir. ¡Vamos, fuera! Si quieres volver a medir tu zafio talle, quédate; si no, ¡fuera! ¿No tienes juicio? Eso es.

    [Sale OSWALD.]

    LEAR
    Mi buen amigo, muchas gracias.

    Entra el BUFÓN.

    Aquí tienes algo a cuenta.
    BUFÓN
    Permitid que me sirva a mí también. Aquí está mi go¬rro.
    LEAR
    ¿Qué hay, mi listo amigo? ¿Cómo estás?
    BUFÓN [a KENT]
    Más te vale llevar mi gorro.
    LEAR
    ¿Por qué, muchacho?
    BUFÓN
    Pues por estar de la parte del que pierde. ?? No, como no te pongas por donde sopla el viento, pronto la senti¬rás. Vamos, toma mi gorro. Mira, este hombre ha des¬terrado a dos de sus hijas, y a la tercera le ha hecho un gran bien sin querer. Si le sirves, tendrás que llevar mi gorro. ?? ¿Qué hay, abuelo? ¡Ojalá tuviera yo dos go¬rros y dos hijas!
    LEAR
    ¿Por qué, muchacho?
    BUFÓN
    Porque si les diera toda mi hacienda, me quedarían los gorros. Aquí está el mío. Pídele el otro a tus hijas.
    LEAR
    Cuidado, tú, o el látigo.
    BUFÓN
    La verdad es el perro que se manda a la perrera. Se le sacude en la calle, mientras que a la señora perra se la deja junto al fuego apestando.
    LEAR
    ¡Mala peste para mí!
    BUFÓN [a KENT]
    Oye, te voy a enseñar algo.
    LEAR
    Venga.
    BUFÓN
    Fíjate, abuelo:
    Guarda más de lo que enseñas,
    di menos de lo que sepas,
    presta menos lo que tengas,
    más caballo y menos piernas,
    si más dicen, menos creas,
    sé más cauto en tus apuestas;
    vino y putas deja ya
    y no pases de tu puerta,
    y verás que tienes más
    de veinte en cada veintena.
    KENT
    Eso no dice nada, bobo.
    BUFÓN
    Entonces es como defensa de abogado que no cobra: se hace por nada. ?? ¿Tú puedes hacer algo de nada,
    abuelo?
    LEAR
    No, muchacho: de nada no sacas nada.
    BUFÓN [a KENT]
    Te lo ruego, dile que a eso es a lo que ascienden sus rentas. No cree a este bobo.
    LEAR
    Un bobo amargo.
    BUFÓN
    ¿Sabes qué diferencia hay, muchacho, entre un bobo amargo y un bobo dulce?
    LEAR
    No, joven. Dímela.*
    BUFÓN
    Abuelo, dame un huevo y yo te daré dos coronas.
    LEAR
    ¿Y qué coronas serán?
    BUFÓN
    Pues, después de partir el huevo por la mitad y ha¬berlo sorbido, las dos coronas del huevo. Cuando par¬tiste en dos tu corona y regalaste ambas partes, lle¬vaste el burro a cuestas por el barro. Poco juicio había en tu calva corona cuando regalaste la de oro. Si lo que digo es propio de mí, que azoten al primero que lo piense.
    [Canta] Al bobo no le va bien,
    pues el listo se ha atontado,
    y ya no encuentra quehacer
    desde que ocupan su cargo.
    LEAR
    Oye, ¿desde cuándo estás tan cantarín?

    BUFÓN
    Abuelo, desde que convertiste a tus hijas en tus madres; pues, cuando les diste la vara y te bajaste el calzón,
    [canta] el gozo las hizo gemir
    y a mí el dolor cantar
    de ver al rey jugar así
    y entre bobos andar.
    Abuelo, tráete un maestro que le enseñe a mentir a tu bufón: me gustaría aprender a mentir.
    LEAR
    Si mientes, te mando azotar.
    BUFÓN
    Quisiera saber de qué especie sois tú y tus hijas: ellas me mandan azotar por decir la verdad y tú por mentir, y a veces me azotan por estar callado. Antes cualquier cosa que bufón. Y, sin embargo, contigo no me cam¬biaría, abuelo: te mondas el seso por los dos lados y no dejas lo de enmedio.

    Entra GONERIL.

    Aquí viene una de las mondas.
    LEAR
    ¿Qué pasa, hija? ¿A qué viene ese ceño? Estás muy ce¬ñuda últimamente.
    BUFÓN
    Eras muy afortunado cuando no te importaba su ceño. Pero ahora eres un cero pelado. Yo soy más que tú: soy un bufón; tú no eres nada. [A GONERIL] Sí, muy bien; me callaré. Aunque no me lo hayáis dicho, me lo manda vuestra cara.
    Chitón, chitón:
    quien ni una miga guardó,
    aprenderá su valor.
    Éste es una vaina sin guisantes.

    GONERIL
    Señor, no sólo este impune bufón,
    sino otros de vuestro séquito insolente,
    de continuo discuten y riñen, provocando
    alborotos groseros e insufribles.
    Señor, creí que haciéndooslo saber
    me aseguraba el remedio, pero ya
    estoy temiendo, a juzgar por lo que habéis
    dicho y hecho ahora mismo, que disculpáis
    su conducta y la alentáis al consentirla,
    lo que, si así fuera, no quedaría sin censura,
    ni, por el bien del Estado, tardaría el castigo,
    que podría ofenderos y en otro caso
    parecer humillante, si no fuese
    porque la necesidad lo estimaría sensato.
    BUFÓN
    Pues, ya lo sabes, abuelo:
    Tanto le alimentaba el gorrión
    que el cuco la cabeza le arrancó.
    Y la luz se apagó y nos quedamos a oscuras.
    LEAR
    ¿Tú eres hija mía?
    GONERIL
    Quisiera que obrarais con prudencia,
    de la que estáis bien dotado, y os libraseis
    de los arranques que recientemente
    os han hecho cambiar tanto.
    BUFÓN
    ¿Ni un bobo ve cuándo el carro tira de la mula? ¡Arre, Juana, que te quiero!
    LEAR
    ¿Alguno me conoce? Éste no es Lear.
    ¿Anda así Lear? ¿Habla así? ¿Dónde están sus ojos?
    Le flaquea el entendimiento, o el juicio
    se le ha embotado …¡Cómo! ¿Despierto? No.
    ¿Hay alguien que pueda decirme quién soy?
    BUFÓN
    La sombra de Lear.*
    LEAR
    ¿Cómo os llamáis, bella dama?
    GONERIL
    Señor, esa afectación es del mismo orden
    que vuestras otras rarezas. Os ruego
    que entendáis rectamente mi propósito.
    Como anciano respetable, debíais ser juicioso.
    Tenéis cien caballeros y escuderos,
    gente tan escandalosa, disipada e insolente
    que nuestra corte, contagiada de sus vicios,
    parece un hostal de mala vida:
    el placer y la lujuria la asemejan
    más a una taberna o un prostíbulo
    que a un palacio honorable. El propio sonrojo
    exige remedio inmediato. Dejad que os suplique
    la que, si no, tomará lo que pide:
    reducid vuestra escolta. Y los que continúen
    a vuestro servicio, que sean
    hombres como corresponde a vuestra edad,
    que saben contenerse y conteneros.
    LEAR
    ¡Demonios y tinieblas! ¡Ensillad mis caballos!
    ¡Reunid mi séquito! ?? ¡Bastarda degenerada!
    No pienso molestarte: aún me queda otra hija.
    GONERIL
    Golpeáis a mis criados y vuestra chusma
    insolente se impone a sus superiores.

    Entra ALBANY.

    LEAR
    ¡Ay del que tarde se arrepiente! ?
    ¿Tú querías esto? ¡Vamos, dímelo! ?
    ¡Preparad mis caballos! ?? Ingratitud,
    demonio con el corazón de mármol,
    más horrible que un monstruo de mar
    al mostrarte en una hija.
    ALBANY
    Calmaos, os lo ruego.
    LEAR [a GONERIL]
    ¡Odioso buitre, mientes! Mi escolta
    la forman caballeros eximios y escogidos
    que conocen sus deberes a conciencia
    y ponen su mayor esmero en mantenerse
    a la altura de su nombre. ¡Ah, esa falta tan pequeña
    parecía en Cordelia tan horrible!
    Como el potro de tortura, dislocó
    todo mi ser, me arrancó del corazón
    todo cariño, llenándolo de hiel.
    ¡Ah, Lear, Lear, Lear! ¡Llama a esta puerta,
    que dejó entrar a tu demencia y salir
    a tu cordura! ?? Vamos, vamos, señores.
    ALBANY
    Señor, soy tan inocente como ignorante
    de lo que os ha excitado.
    LEAR
    Tal vez, señor. ??
    ¡Óyeme, Naturaleza! ¡Escucha, diosa amada!
    Si fue tu voluntad hacer fecundo
    a este ser, renuncia a tu propósito.
    Lleva a sus entrañas la esterilidad.
    Sécale los órganos de la generación,
    y de su cuerpo envilecido nunca nazca
    criatura que la honre. Y, si ha de procrear,
    que su hijo sea de hiel y sólo viva
    para darle tormentos inhumanos.
    Que le abra arrugas en su frente juvenil,
    le agriete las mejillas con el llanto
    y convierta las penas y alegrías de una madre
    en burla y menosprecio, para que sienta
    que tener un hijo ingrato duele más
    que un colmillo de serpiente. ¡Vamos, vamos!

    Sale [con su escolta].

    ALBANY
    ¡Por todos los dioses! ¿A qué se debe esto?
    GONERIL
    No te inquietes por saberlo;
    que su arrebato tenga todo el campo libre
    que le da la chochez.

    Entra LEAR.

    LEAR
    ¡Cómo! ¿Cincuenta de mis hombres de una vez?
    ¿De aquí a dos semanas?
    ALBANY
    Pero, ¿qué pasa, señor?
    LEAR
    Ya te lo diré. ??
    [A GONERIL] ¡Vida y muerte! Me avergüenza
    que puedas sacudir mi hombría de este modo,
    que seas digna de estas lágrimas ardientes
    que me brotan. ¡Rayos y tormentas sobre ti!
    ¡Las llagas insondables de mi paterna maldición
    corroan tus sentidos! Viejos ojos necios,
    si seguís llorando, os arrancaré
    y arrojaré con todo vuestro llanto
    para que ablandéis la arcilla.
    Muy bien. Me queda otra hija,
    que sin duda me dará cariño y consuelo.
    Cuando sepa lo que has hecho, con las uñas
    te desollará esa cara de loba. Ya verás
    si no recobro la figura a la que crees
    que he renunciado para siempre.

    Sale.

    GONERIL
    ¿Te has fijado?
    ALBANY
    Goneril, el gran amor que te tengo
    no me impide…
    GONERIL
    Basta, te lo ruego. ?? ¡Eh, Oswald! ??
    [Al BUFóN] Tú, más farsante que bufón,
    ¡corre con tu amo!
    BUFÓN
    ¡Eh, Lear, abuelo Lear!
    ¡Espera, que va el bufón!
    La zorra, si la has pillado,
    y una hija como ésta
    acabarán mal, si el gorro
    me lo cambian por la cuerda;
    conque el bufón no se queda.

    Sale.

    GONERIL
    ¡Qué bien le aconsejaron! ¡Cien caballeros!
    ¡Demuestra gran prudencia mantenerle
    con cien caballeros armados! Sí,
    para que al menor capricho, rumor, antojo,
    queja o desagrado proteja su chochez
    por la violencia y ponga nuestras vidas en peligro. ??
    ¡Eh, Oswald!
    ALBANY
    Creo que recelas demasiado.
    GONERIL
    Es mejor que fiarse demasiado.
    Antes suprimir el daño que recelo
    que vivir temiendo el daño. Le conozco bien.
    He escrito a mi hermana y se lo he contado todo.
    Si le acoge con sus cien caballeros,
    cuando le hago ver la improcedencia…

    Entra [OSWALD, el] mayordomo.

    Oswald, ¿has escrito esa carta a mi hermana?
    OSWALD
    Sí, señora.
    GONERIL
    Que alguien te acompañe, y al caballo.
    Infórmala bien de mis recelos
    y añádele cuantas razones los confirmen.
    Vete ya y regresa a toda prisa.

    [Sale OSWALD.]

    No, no, mi señor: no condeno tu conducta
    blanda y generosa, aunque, permíteme decirte
    que es más censurada tu falta de prudencia
    que elogiada tu dañosa mansedumbre.
    ALBANY
    Por dónde ven tus ojos no puedo adivinarlo;
    lo bueno se malogra queriendo mejorarlo.
    GONERIL
    Entonces…
    ALBANY
    Muy bien. Lo veremos.

    Salen.

    L.v Entran LEAR, KENT, un CABALLERO y el BUFÓN.

    LEAR [a KENT]
    Adelántate con esta carta. A mi hija le respondes sola¬mente lo que pueda preguntarte de la carta. Demuestra diligencia o llegaré antes que tú.
    KENT
    Señor, no dormiré hasta haber entregado la carta.

    Sale.

    BUFÓN
    Si tuviéramos el cerebro en los talones, ¿no podrían sa¬lirnos sabañones?
    LEAR
    Sí, muchacho.
    BUFÓN
    Entonces, alégrate. Tu seso no tendrá que llevar zapati¬llas.
    LEAR
    ¡Ja, ja, ja!
    BUFÓN
    Ya verás lo bien que te trata la otra hija, pues, aunque se parece a ésta como un pero a una manzana, yo sé lo que sé.
    LEAR
    ¿Y qué sabes, muchacho?
    BUFÓN
    Pues que la otra sabrá igual, como un pero y otro pero.
    ¿Sabes por qué tenemos la nariz en medio de la cara?
    LEAR
    No.
    BUFÓN
    Para tener un ojo a cada lado. Así se ve lo que no se puede oler.
    LEAR
    Fui injusto con ella.
    BUFÓN
    ¿Sabes cómo hace su concha la ostra?
    LEAR
    No.
    BUFÓN
    Yo tampoco. Pero sé por qué el caracol tiene casa.
    LEAR
    ¿Por qué?
    BUFÓN
    Pues para meter la cabeza dentro, en vez de dársela a sus hijas y dejar los cuernos al aire.
    LEAR
    Prescindiré de mi afecto. ¡Un padre tan bueno! ?? ¿Están listos mis caballos?
    BUFÓN
    Los están preparando tus burros. Si las siete estrellas no son más que siete es por una buena razón.
    LEAR
    Porque no son ocho.
    BUFÓN
    Pues, claro. Tú serías un buen bufón.
    LEAR
    Recobrarlo por la fuerza… ¡Monstruosa ingratitud!
    BUFÓN
    Abuelo, si fueses mi bufón, te mandaría azotar por ser viejo antes de tiempo.
    LEAR
    ¿Qué quieres decir?
    B UFÓN
    Que no debías haberte hecho viejo hasta haber sido sensato.
    LEAR
    ¡Cielos clementes, que no me vuelva loco, no!
    ¡Conservadme la razón, no quiero enloquecer! ??
    Bueno, ¿están listos los caballos?
    CABALLERO
    Listos, señor.
    LEAR
    Vamos, muchacho.
    BUFÓN
    La que siendo ahora virgen se ríe de mi marcha
    dejará de ser virgen si la cosa se alarga.

    Salen.

    II.i Entran [EDMOND, el] bastardo y CURAN por lados opuestos.

    EDMOND
    Dios os guarde, Curan.
    CURAN
    Y a vos, señor. Vengo de ver a vuestro padre y le he informado de que el Duque de Cornwall y la Duquesa Regan llegarán esta noche.
    EDMOND
    ¿Cómo es eso?
    CURAN
    No lo sé. ¿Habéis oído las últimas noticias o, mejor di¬cho, los rumores, ya que por ahora no pasan de susurros?
    EDMOND
    No. ¿Qué dicen?
    CURAN
    ¿No os han dicho nada de una guerra inminente entre los Duques de Cornwall y de Albany?
    EDMOND
    Ni una palabra.
    CURAN
    Entonces lo sabréis a su tiempo. Adiós, señor.

    Sale.

    EDMOND
    ¡El duque aquí esta noche! ¡Bien! ¡Magnífico!
    Por fuerza esto encaja con mi plan.
    Mi padre ha mandado apresar a mi hermano;
    y yo tengo un asunto bastante delicado
    que debo acometer. ¡Presteza y fortuna, actuad! ??
    ¡Oye, hermano! ¡Baja! ¡Eh, hermano!

    Entra EDGAR.

    Nuestro padre vigila. ¡Huye de aquí!
    Han averiguado dónde te escondes.
    Aprovecha la ventaja de la noche.
    ¿Qué has dicho contra el Duque de Cornwall?
    Se acerca aquí, ahora, esta noche, a toda prisa,
    y Regan le acompama. ¿O qué has dicho
    en su favor y contra el Duque de Albany?
    Haz memoria.
    EDGAR
    Ni una palabra, seguro.
    EDMOND
    Oigo acercarse a nuestro padre. Perdona,
    pero he de simular que desenvaino contra ti.
    Tú también: finge defenderte. Y pelea bien. ??
    ¡Ríndete! ¡Ven ante mi padre! ¡Aquí, luces! ??
    Huye, hermano. ?? ¡Antorchas, antorchas! ??Adiós.

    Sale EDGAR.

    Un poco de sangre les hará pensar
    que la lucha ha sido cruel. He visto a borrachos
    hacerse mucho más por diversión.

    [Se hiere el brazo.]

    ¡Padre, padre! ?? ¡Detente, detente! ??
    ¿Quién me ayuda?

    Entra GLOSTER y criados con antorchsa.

    GLOSTER
    Bueno, Edmond, ¿dónde está el infame?
    EDMOND
    Estaba aquí, en la oscuridad, espada en mano,
    musitando maleficios, invocando
    el valimiento de la luna.
    GLOSTER
    Pero, ¿dónde está?
    EDMOND
    Mirad, señor, estoy sangrando.
    GLOSTER
    ¿Dónde está el infame, Edmond?
    EDMOND
    Huyó por ahí, señor, al ver que no podía…
    GLOSTER
    ¡Perseguidle! ¡Corred tras él!

    [Salen los criados.]

    «Al ver que no podía», ¿qué?

    EDMOND
    Convencerme de que os asesinara.
    Le dije que los dioses vengadores
    lanzan rayos contra todo parricida;
    le hablé de los vínculos múltiples y fuertes
    que ligan al hijo con el padre; en suma,
    al ver que me oponía con aversión
    a propósito tan antinatural, él,
    con feroz estocada, arremetió
    contra mi cuerpo indefenso, hiriéndome el brazo.
    Mas, al verme con el ánimo alertado,
    reaccionando en defensa de lo justo,
    o tal vez espantado por el ruido que yo hacía,
    de pronto salió huyendo.
    GLOSTER
    Que huya bien lejos. En esta tierra
    no tiene donde seguir en libertad;
    y si le hallan, morirá. El noble duque,
    mi señor y gran patrón, llega esta noche.
    Con su autoridad anunciaré
    que será recompensado quien encuentre
    y entregue a la horca al cobarde asesino;
    y a quien le encubra, muerte.
    EDMOND
    Intentaba apartarle de su plan, mas al verle
    dispuesto a ejecutarlo, con ásperas palabras
    le amenacé con delatarle. Me contestó:
    «¡Bastardo pordiosero! ¿Te imaginas
    que, si yo afirmase lo contrario,
    tu crédito, mérito o valer bastarían
    para dar fe de tus palabras? No: cuanto niegue
    (y esto he de negarlo aunque lo muestres
    escrito con mi letra), lo achacaré
    a tu intriga, instigación, y maniobra.
    Muy boba tendría que ser la gente
    para no ver que el beneficio de mi muerte
    es un incentivo claro y poderoso
    para que quieras matarme.»
    GLOSTER
    ¡Ah, infame cruel y empedernido!
    ¿Y dijo que negaría su propia carta?

    Clarines dentro.

    ¡Escuchad, es el duque! No sé por qué viene.
    Cerraré toda salida; el infame
    no escapará. El duque no podrá negármelo.
    Además, enviaré su retrato a todas partes,
    para que le identifique todo el reino.
    Y buscaré la manera, hijo digno y leal,
    de hacerte heredero de mi hacienda.

    Entran CORNWALL, REGAN y acompaña¬miento.

    CORNWALL
    ¿Qué hay, noble amigo? Apenas llegado,
    me cuentan noticias sorprendentes.
    REGAN
    Si son ciertas, no habrá venganza capaz
    de castigar al culpable. ¿Cómo estáis, señor?
    GLOSTER
    Con mi viejo corazón destrozado, señora.
    REGAN
    ¿Iba a daros muerte el ahijado de mi padre?
    ¿Aquél a quien mi padre puso nombre? ¿Vuestro Edgar?
    GLOSTER
    ¡Ah, señora! La vergüenza querría ocultarlo.
    REGAN
    ¿No andaba con esos libertinos
    que servían a mi padre?
    GLOSTER
    No lo sé, señora. ¡Es horrible, horrible!
    EDMOND
    Sí, señora. Se juntaba con ellos.
    REGAN
    Con razón era tan pérfido.
    Le incitan a matar a su padre
    para que pueda gastar y derrochar sus rentas.
    Esta misma noche he sido informada
    de ellos por mi hermana, y con tales advertencias
    que, si vienen a alojarse en nuestra casa,
    yo no estaré.
    CORNWALL
    Ni yo, te lo aseguro, Regan.
    Edmond, me dicen que has prestado
    un gran servicio filial a tu padre.
    EDMOND
    Era mi deber, señor.
    GLOSTER
    Le descubrió la intriga y recibió
    esa herida tratando de prenderle.
    CORNWALL
    ¿Están persiguiéndole?
    GLOSTER
    Sí, señor.
    CORNWALL
    Si le detienen, no habrá que temer
    más traiciones. Tomad vuestras medidas
    y disponed de mis medios. Tú, Edmond,
    cuya obediencia y valer han hablado
    por sí mismos, serás de los nuestros.
    Hombres de tanta confianza van a serme
    necesarios. Pasas a mi servicio.
    EDMOND
    Os serviré cuanto pueda
    y siempre con lealtad.
    GLOSTER
    Os lo agradezco en su nombre.
    CORNWALL
    No sabéis por qué venimos a veros.
    REGAN
    Tan a destiempo, adentrándonos por las sendas
    de la noche. Noble Gloster, son cuestiones
    de importancia que exigen vuestro consejo.
    Nuestro padre, así como nuestra hermana,
    me informan de discordias, y he estimado
    conveniente responder lejos de nuestra casa.
    Los mensajeros aguardan la orden de partir.
    Nuestro viejo gran amigo, alegraos
    y dispensad vuestro valioso consejo
    en un asunto que requiere acción inmediata.

    Salen. Clarines.

    II.ii Entran KENT y [OSWALD, el] mayordomo, por la¬dos opuestos.

    OSWALD

  2. Buenas noches, amigo. ¿Eres de la casa?
    KENT
    Sí.
    OSWALD
    ¿Dónde podemos atar los caballos?
    KENT
    En el barro.
    OSWALD
    Vamos, dímelo, si lo tienes a bien.
    KENT
    Lo tengo a mal.
    OSWALD
    Bueno, y tú no me caes bien.
    KENT
    Como te agarre, verás qué bien te caigo.
    OSWALD
    ¿Por qué me tratas así? ¡Si no te conozco!
    KENT
    Pero yo a ti sí.
    OSWALD
    ¿Quién soy yo?
    KENT
    Un bergante, un bribón, un lameplatos, un granuja rastrero, altanero, vacío; un lacayo ambicioso y pela¬gatos con calzas de estopa; un pícaro miedica, pleitea¬dor, hijo de puta, miraespejos, servil y relamido; un esclavo pobretón, que haría de alcahuete por dar buen servicio y que no es más que una mezcla de granuja, pordiosero, cobarde, rufián e hijo y heredero de perra mestiza; un tipo al que voy a sacudir hasta arrancarle chillidos si me niega una sílaba de cuanto le he lla¬mado.
    OSWALD
    Eres un tipo espantoso, maldiciendo a quien no te co¬noce ni conoces.
    KENT
    Y tú un bellaco insolente, negando que me conoces. ¿No hace dos días que te puse la zancadilla y te pegué ante el rey? ¡Desenvaina, granuja, que, aunque sea de noche, hay luna! ¡Te voy a hacer picadillo lunar, barbi¬lindo rastrero hijo de puta! ¡Desenvaina!
    OSWALD
    ¡Fuera! Contigo no tengo que ver.
    KENT
    ¡Desenvaina, bergante! Vienes con una carta contra el rey y te pones de parte de doña Vanidad y contra su re¬gio padre. ¡Desenvaina, bellaco, o te dejo en carne viva esas zancas! ¡Desenvaina, granuja! ¡Vamos!
    OSWALD
    ¡Socorro, auxilio! ¡Que me matan!
    KENT
    ¡Ataca, cobarde! ¡Alto, granuja! ¡Detente, lindo co¬barde, y ataca!
    OSWALD
    ¡Socorro! ¡Que me matan, que me matan!

    Entran [EDMOND, el] bastardo, espada en mano, CORNWALL, REGAN, GLOSTER y criados.

    EDMOND
    ¡Eh! ¿Qué ocurre? ¡Separaos!
    KENT
    Con vos, señorito. Si gustáis, dejad que os instruya. Vamos, mi joven maese.
    GLOSTER
    ¿Armas? ¿Pelea? ¿Qué pasa aquí?
    CORNWALL
    ¡Silencio, por vuestra vida! ¡El que ataque, morirá! ¿Qué ocurre?
    REGAN
    Los mensajeros de mi hermana y el rey.
    CORNWALL
    ¿A qué se debe esta lucha? Hablad.
    OSWALD
    Estoy sin aliento, señor.
    KENT
    No es de extrañar, con el valor que derrochas, cobarde granuja. De ti reniega la naturaleza: a ti te hizo un sas¬tre.
    CORNWALL
    Eres un tipo singular. ¿Un sastre hacer a un hombre?
    KENT
    Un sastre, señor: un picapedrero o un pintor no le ha¬brían hecho tan mal, ni aun llevando sólo dos años en el oficio.
    CORNWALL
    Vamos, habla. ¿Cómo empezó la pelea?
    OSWALD
    Señor, este viejo energúmeno, cuya vida he perdonado por respeto a sus canas…
    KENT
    ¡Tú, cero de puta, signo vacío! ?? Señor, si me dais li¬cencia, patearé a este burdo infame hasta hacerle arga¬masa y enlucir las paredes de un retrete. ¿Por mis ca¬nas, colipavo?
    CORNWALL
    ¡Silencio!
    Zafio salvaje, ¿no tienes respeto?
    KENT
    Sí, señor, pero el enfado tiene preferencia.
    CORNWALL
    ¿Qué es lo que tanto te enfada?
    KENT
    El que un bribón como éste vaya con espada
    y sin honor. Granujas tan sonrientes
    roen y rompen como ratas vínculos sagrados
    que son indisolubles; dan gusto a los impulsos
    que se desatan en el pecho de sus amos,
    echando leña a su fuego y nieve a su desánimo;
    niegan, afirman, giran su pico de alción
    según cambia el viento de sus dueños
    y, como perros, no saben más que seguirlos. ??
    ¡Maldita sea tu cara epiléptica!
    ¿Te ríes de mí como si fuese un bufón?
    So ganso, si te agarro en la llanura de Sarum,
    te llevo graznando a Camelot.
    CORNWALL
    Pero, ¿estás loco, viejo?
    GLOSTER
    ¿Cómo empezó todo? Dilo.
    KENT
    No hay contrarios más inconciliables que este granuja y yo.
    CORNWALL
    ¿Por qué granuja? ¿Qué ha hecho de malo?
    KENT
    No me gusta su semblante.
    CORNWALL
    Ni tal vez el mío, el suyo o el de ella.
    KENT
    Señor, mi oficio es ser claro:
    he visto mejores caras en mi vida
    que la que lleva encima de sus hombros
    cualquiera de los que tengo delante.
    CORNWALL
    Éste es uno de ésos que, elogiado por sincero,
    adopta una insolente tosquedad
    y se impone una conducta opuesta a su carácter.
    El no sabe adular, no; él es claro y franco
    y siempre dice verdades: si las toman, bien;
    si no, es que es sincero. Conozco a estos granujas:
    en su franqueza ocultan más astucia
    y corrupción que veinte lacayos que no cesan
    de inclinarse y se extreman por cumplir.
    KENT
    Señor, de buena fe, con franca veracidad,
    con la venia de vuestra egregia figura,
    cuyo poder, igual que la ardiente aureola
    que flamea en la frente de Febo…
    CORNWALL
    ¿Qué te propones?
    KENT
    Salirme de mi estilo, que tanto os disgusta. Señor, sé que no soy adulador. El que os ha engañado hablando claro es claramente un granuja, y yo nunca lo seré, aun¬que me gane vuestro enojo al obligaros a rogármelo.
    CORNWALL
    ¿En qué le ofendiste?
    OSWALD
    En nada. Hace poco, interpretándome mal,
    su amo el rey tuvo a bien pegarme.
    Entonces él, secundándole y halagando
    su disgusto, me derribó por detrás.
    Estando yo en el suelo, se creció,
    me insultó y tanto se hizo el héroe
    que logró distinguirse, y el rey le alabó
    por rendir a quien no se resistía;
    y ahora, excitado por su hazaña,
    arremete de nuevo contra mí.
    KENT
    Estos granujas y cobardes son capaces
    de engañar al mismo Áyax.
    CORNWALL
    ¡Traed el cepo! Viejo incorregible,
    maduro bravucón, yo te enseñaré.
    KENT
    Señor, a mi edad ya no se aprende.
    No me queráis en el cepo. Sirvo al rey,
    y por su encargo vine a veros.
    Demostraríais poco respeto y gran violencia
    a la persona y majestad de mi señor
    castigando a su emisario.
    CORNWALL
    ¡Traed el cepo! Por mi vida y mi honra,
    que aquí se quedará hasta el mediodía.
    REGAN
    ¿El mediodía? Hasta la noche, mi señor,
    y toda ella.
    KENT
    Señora, si yo fuese el perro de vuestro padre
    no me trataríais así.
    REGAN
    Mas, como eres su esclavo, lo haré.
    CORNWALL
    Este es uno de la especie de que habla
    nuestra hermana. ?? ¡Vamos, el cepo!

    Sacan el cepo.

    GLOSTER
    Permitidme suplicaros: no lo hagáis.*
    El rey se ofenderá si se ve menospreciado
    en su propio mensajero y se lo encuentra
    apresado de este modo.
    CORNWALL
    De eso respondo yo.
    REGAN
    Mi hermana se ofenderá mucho más
    si insultan y atacan a su mayordomo.*
    CORNWALL
    Y ahora vamos, señor.

    Salen [todos menos GLOSTER y KENT.]

    GLOSTER
    Me das pena, amigo. Pero es deseo del duque,
    cuyo carácter, como todo el mundo sabe,
    no se deja refrenar. Yo te defenderé.
    KENT
    No, mi señor. He viajado sin reposo.
    Pasaré un rato durmiendo y el resto, silbando.
    Al honrado la suerte se le acaba por los pies.
    Buen día tengáis.
    GLOSTER
    El duque ha hecho mal: esto dará que sentir.

    Sale.

    KENT
    Buen rey, verás que se cumple el dicho:
    cuando el cielo te abandona,
    te quedas expuesto al sol.
    Acércate, faro de nuestro mundo,
    que pueda, con tus socorridos rayos,
    leer esta carta. Casi nadie ve milagros
    mas que en la desgracia. Sé que es de Cordelia,
    que por suerte ha tenido noticias
    de mi simulación y hallará el momento
    de proveer remedio y cura a tan extraordinaria
    situación. Ojos soñolientos y cansados
    de velar, aprovechad la ocasión y no veáis
    mi humillante alojamiento.
    Fortuna, buenas noches, vuelve a sonreír
    y que gire tu rueda.

    Se duerme. Entra EDGAR.

    EDGAR
    Oí pregonar que me buscan
    y, gracias al hueco de un árbol, logré
    evadir la persecución. No hay salida abierta,
    ni puesto que no extreme la guardia
    en espera de apresarme. Mientras pueda escapar,
    me protegeré; tengo la intención
    de ofrecer el aspecto más pobre e indigno
    con el que la miseria, desdeñosa del hombre,
    le redujo casi a bestia. Me ensuciaré la cara,
    me ceñiré una manta, haré de mi pelo greñas
    y, expuesta mi desnudez, lucharé
    contra el viento y el acoso de los cielos.
    El campo ofrece casos y ejemplos
    de mendigos lunáticos que, vociferando,
    se clavan en el brazo desnudo y entumecido
    alfileres, pinchos de madera, clavos, puntas
    de romero; con tan horrible espectáculo
    van por míseras granjas, aldehuelas,
    majadas y molinos, y, con locas maldiciones
    o con súplicas, mueven a caridad:
    «¡Socorred a Turlygod! ¡Limosna para Tom!»
    Es lo que me queda, pues Edgar no existe.

    Sale.
    Entran LEAR, el BUFÓN y un CABALLERO.

    LEAR
    Es raro que salieran de ese modo sin dar respuesta a mi emisario.
    CABALLERO
    Oí decir que anteanoche no tenían pensamiento de ausentarse.
    KENT
    ¡Salud, noble amo!
    LEAR
    ¡Vaya! ¿Te diviertes con ese castigo?
    KENT
    No, señor.
    BUFÓN
    ¡Ja, ja! ¡Qué ligas más duras lleva! Los caballos se atan por la cabeza, los perros y los osos por el cuello, los monos por la cintura y los hombres por las piernas. Quien mueve mucho las piernas, lleva medias de ma¬dera.
    LEAR
    ¿Quién es el que confundió tu puesto
    al punto de meterte ahí?
    KENT
    «El que» y «la que»: vuestro yerno e hija.
    LEAR
    No.
    KENT
    Sí.
    LEAR
    Que no.
    KENT
    Que sí.
    LEAR
    ¡Por Júpiter, juro que no!
    KENT
    ¡Por Juno, juro que sí!
    LEAR
    No se atreverían, no podrían,
    no querrían. Atentar contra el respeto
    con tales desafueros es peor que un crimen.
    Cuéntame rápido y preciso de qué modo
    mereciste o ellos te impusieron este trato,
    siendo mi emisario.
    KENT
    Señor, cuando les di vuestra carta
    en su residencia, estando aún de rodillas
    presentando mis respetos, llegó un mensajero
    a toda prisa y sudoroso, transmitiendo
    entre jadeos saludos de su ama Goneril.
    Sin importarle interrumpir, les entregó una carta
    que leyeron sin demora y, al ver el mensaje,
    llamaron a sus criados, montaron a caballo,
    me mandaron seguirles y esperar respuesta,
    mirándome con frialdad. Luego, aquí,
    al encontrarme al otro mensajero,
    cuya acogida fue veneno de la mía,
    y viendo que era el mismo que hace poco
    se mostró tan insolente con Vuestra Majestad,
    con más valor que prudencia, desenvainé.
    El despertó a la servidumbre con sus gritos
    y alaridos de cobarde. Vuestro yerno e hija
    juzgaron que mi ofensa merecía
    la vergüenza que ahora sufro.
    BUFÓN
    Si vuela el ganso bravo, aún estamos en invierno.
    Suele tener hijo ingrato
    el padre que va harapiento,
    pero el hombre adinerado
    será padre de hijo tierno.
    La fortuna, puta innoble,
    le cierra la puerta al pobre.
    Pero tú cogerás tantas perras por tus hijas que estarás
    un año contándolas.
    LEAR
    ¡Ah, la sofocación se me sube al pecho!
    ¡Hysterica passio, quieta! Angustia trepadora,
    tu elemento está abajo. ?? ¿Dónde está esa hija?
    KENT
    Está ahí dentro, señor, con el conde.
    LEAR
    No me sigáis. Esperad aquí.

    Sale.

    CABALLERO
    ¿No cometisteis más falta que la que habéis dicho?
    KENT
    Ninguna.
    ¿Cómo es que el rey viene con tan pocos?
    BUFÓN
    Si te hubieran metido en el cepo por hacer esa pre¬gunta, lo tendrías bien merecido.
    KENT
    ¿Por qué, bufón?
    BUFÓN
    Te mandaremos a la escuela de la hormiga para que aprendas que en invierno no se trabaja. Salvo los cie¬gos, los que siguen su nariz se guían por los ojos, y no hay una sola nariz entre veinte que no huela al que apesta, Suelta la gran rueda que corre cuesta abajo, no sea que te mates por seguirla; pero, si va cuesta arriba, deja que tire de ti. Cuando un listo te dé mejor consejo, devúelveme el mío. Como lo da un bobo, que lo sigan los bribones.
    Quien trabaja por la paga
    y sirve por conveniencia,
    en cuanto llueve se larga
    y te deja en la tormenta.
    Queda el bobo, marcha el listo,
    y ahora me quedo yo.
    Bobo el bribón que se ha ido,
    que el bobo no es un bribón.

    KENT
    ¿Dónde aprendiste eso, bobo?
    BUFÓN
    En el cepo no, bobo.

    Entran LEAR y GLOSTER.

    LEAR
    ¿Se niegan a verme? ¿Están indispuestos, cansados,
    viajaron de noche? Simples evasivas,
    signos de rebeldía y deserción.
    Traedme otra respuesta.
    GLOSTER
    Querido señor, ya conocéis
    el carácter irascible del duque
    y sabéis lo constante e inflexible
    que es en sus decisiones.
    LEAR
    ¡Venganza! ¡Peste! ¡Muerte! ¡Destrucción!
    «¿Carácter?» «¿Irascible?» Gloster, Gloster,
    quiero ver al Duque de Cornwall y a su esposa.
    GLOSTER
    Pero, señor, ya les he informado.
    LEAR
    «¡Informado!» Pero, ¿es que no me entiendes?
    GLOSTER
    Sí, señor.
    LEAR
    El rey quiere ver al duque; el padre
    quiere ver a su hija, le ordena obediencia…
    ¿Les has « informado»? ¡Por mi vida y mi sangre!
    ¿Conque «irascible»? Pues dile al colérico duque…
    Bueno, no: quizá no esté bien.
    La dolencia descuida las obligaciones
    que debe cumplir la salud; no somos los mismos
    cuando, aquejada, la naturaleza
    obliga al espíritu a sufrir con el cuerpo.
    Seré paciente; y reniego de la irreflexión
    que me ha hecho tomar el acto de un enfermo
    por el de un sano. ?? ¡Muerte a mi realeza!
    ¿Por qué está él ahí? Esta acción me convence
    de que el viaje del duque y de mú hija
    es pura farsa. Quiero que liberéis a mi criado.
    Id a decirles al duque y a su esposa
    que quiero verlos. ¡Ahora mismo, ya!
    Decidles que salgan y me oigan
    o tocaré el tambor a la puerta de su cuarto
    hasta matar el sueño para siempre.
    GLOSTER
    Deseo que haya paz entre vosotros.

    Sale.

    LEAR
    ¡Ah, el corazón, se me sube el corazón! ¡Abajo!.
    BUFÓN
    Tú grítale, abuelo, como aquella cocinera que metía las anguilas vivas en la masa; les zurraba en la cresta con un palo, gritándoles: «¡Abajo, rebeldes, abajo!» Su hermano fue aquél que, de pura bondad con su caballo, le puso mantequilla al pienso.

    Entran CORNWALL, REGAN, GLOSTER y criados.

    LEAR
    Buenos días a los dos.
    CORNWALL
    Salud a vos, mi señor.

    KENT es puesto en libertad.

    REGAN
    Me alegro de veros, señor.
    LEAR
    Te creo, Regan, y sé por qué razón
    te creo: si no te alegrases,
    maldeciría la sepultura de tu madre
    por ser la tumba de una adúltera. ??
    [A KENT] ¡Ah! ¿Estás libre? Hablaremos de esto. ??
    Querida Regan, tu hermana es perversa.
    ¡Ah, Regan! Cual buitre, me ha clavado en el pecho
    el pico punzante de la ingratitud.
    Apenas puedo hablarte; no creerías
    de qué modo tan malvado …¡Ah, Regan!
    REGAN
    Os lo ruego, señor, conteneos.
    Quiero creer que no la estimáis en lo que vale,
    no que ella falte a su deber.
    LEAR
    ¿Cómo? ¿Qué dices?
    REGAN
    No puedo creer que mi hermana sea capaz
    de eludir su obligación. Señor, si acaso
    refrenó los desmanes de vuestros seguidores,
    lo hizo por motivos y fines tan sensatos
    que la eximen de toda culpa.
    LEAR
    ¡Pues yo la maldigo!
    REGAN
    Señor, sois anciano. En vos la naturaleza
    está al borde de su término. Dejad
    que os guíe y conduzca el prudente
    que aprecia vuestra condición mejor que vos.
    Por tanto, os suplico que volváis
    con mi hermana. Decid que la agraviasteis.
    LEAR
    ¿Pedirle perdón? ¡Muy propio de la paternidad!
    «Querida hija, reconozco que soy viejo.
    La vejez es una inútil. Te pido de rodillas
    que te dignes darme ropa, cama y alimento.»
    REGAN
    Basta, señor. Esos gestos son indecorosos.
    Volved con mi hermana.
    LEAR
    Jamás, Regan. Me ha quitado la mitad
    de mi séquito; estuvo ceñuda conmigo;
    cual serpiente, me hirió el corazón con su lengua.
    ¡Que todas las venganzas que atesoran los cielos
    caigan sobre su ingrata cabezal
    ¡Aires malsanos, dejadle baldados
    sus jóvenes miembros!
    CORNWALL
    ¡Vamos, vamos, señor!
    LEAR
    ¡Raudos relámpagos, lanzad contra sus ojos
    desdeñosos vuestras llamas cegadoras!
    ¡Miasmas que emanáis de las ciénagas
    con el fuego del sol, corromped su belleza
    y llenadla de llagas!
    REGAN
    ¡Dioses benditos! También me lo desearéis
    a mí en momentos de arrebato.
    LEAR
    No, Regan, yo nunca te maldeciré.
    Tu condición apacible no puede
    volverte tan cruel. Sus ojos asustan; los tuyos
    confortan y no queman. No es propio de ti
    escatimarme deseos, reducirme la escolta,
    contestarme con dureza, regatearme el subsidio
    y, en suma, recibirme echando el cerrojo.
    Tú conoces los deberes naturales,
    tu obligación filial, los actos de cortesía,
    las deudas de gratitud. Tú no has olvidado
    la mitad del reino que te di por dote.
    REGAN
    Señor, al asunto.
    LEAR
    ¿Quién puso a mi hombre en el cepo?

    Toque de trompeta dentro.

    CORNWALL
    ¿Qué señal es ésa?
    REGAN
    La conozco: es la de mi hermana; esto confirma
    su aviso de que llegaría pronto.

    Entra [OSWALD, el] mayordomo.

    ¿Ha llegado tu señora?
    LEAR
    Éste es un granuja que se crece de prestado
    a cuenta del favor inconstante de su ama.
    ¡Fuera de mi vista, lacayo!
    CORNWALL
    Señor, ¿qué os proponéis?

    Entra GONERIL.

    LEAR
    ¿Quién castigó a mi emisario? Regan,
    confío en que tú no sabías nada. ??
    ¿Quién llega? ¡Ah, dioses! Si amáis a los ancianos,
    si vuestro benigno poder reconoce
    la obediencia, si también sois ancianos,
    ¡haced vuestra mi causa! ¡Asistidme y defendedme!
    [A GONERILI ¿No te avergüenza mirar estas canas?
    ¡Ah, Regan! ¡La coges de la mano!
    GONERIL
    ¿Por qué no iba a hacerlo? ¿Qué he hecho yo de malo?
    Malo no es todo lo que cree la necedad
    y juzga la chochez.
    LEAR
    ¡Ah, pecho, cómo resistes! ¿Aún puedes
    soportarlo? ?? ¿Quién puso a mi hombre en el cepo?
    CORNWALL
    Fui yo, señor. Pero sus excesos
    no merecían ese honor.
    LEAR
    ¿Tú? ¿Fuiste tú?
    REGAN
    Os lo ruego, padre: reconoced que sois débil.
    Si, hasta el fin de vuestro mes,
    queréis volver y residir con mi hermana,
    despidiendo a la mitad de vuestro séquito,
    venid después conmigo. Estando ausente de casa,
    no dispongo de los medios necesarios
    para recibiros.
    LEAR
    ¿Volver con ella y despedir cincuenta hombres?
    No, antes renuncio a todo techo;
    me asociaré con lobos y con búhos
    y bajo la furia de los cielos me expondré
    al mordisco de la privación. ¿Volver con ella?
    Ahí está el fogoso Rey de Francia, que a mi hija
    menor tomó sin dote: también podría arrodillarme
    ante su trono y pedirle un subsidio de escudero
    para seguir en esta vida miserable.
    ¿Volver con ella? Antes pídeme que sea
    esclavo y siervo de este odioso mayordomo.
    GONERIL
    Como os plazca, señor.
    LEAR
    Te lo ruego, hija mía, no me vuelvas loco.
    No pienso molestarte, hija. Adiós.
    Ya nunca nos veremos, ni nos encontraremos.
    Pero eres mi carne, mi sangre, mi hija,
    o más bien infección de mi carne
    que forzosamente es mía. Eres un tumor,
    una llaga que supura, una úlcera inflamada
    en mi sangre corrompida. Mas no pienso reprenderte.
    Venga el oprobio cuando quiera: yo no lo invoco.
    No le pido al dios del trueno que fulmine,
    ni te acuso ante Júpiter, el juez supremo.
    Enmiéndate cuando puedas y a tu conveniencia.
    Yo soy paciente; puedo vivir con Regan,
    yo y mis cien caballeros.
    REGAN
    No exactamente. Yo no os esperaba,
    ni estoy preparada para una digna acogida.
    Señor, atended a mi hermana: quienes vean
    vuestros arranques fríamente, por fuerza
    convendrán en que sois viejo, así que…
    Ella sabe lo que hace.
    LEAR
    ¿Es cierto lo que oigo?
    REGAN
    Muy cierto, señor. ¡Cincuenta caballeros!
    ¿No os bastan? ¿Para qué más,
    o para qué tantos, cuando el gasto y el peligro
    rechazan tan alto número? En una casa,
    ¿cómo puede vivir en armonía
    tanta gente con dos amos?
    Es difícil, casi imposible.
    GONERIL
    ¿Por qué, mi señor, no pueden serviros
    los que son sus criados o los míos?
    REGAN
    ¿Por qué no, señor? Si os desatienden,
    podemos reprenderlos. Como ahora veo el riesgo,
    si venís conmigo, os ruego que traigáis
    nada más que veinticinco; a ninguno más
    daré posada ni admisión.
    LEAR
    Yo os lo di todo.
    REGAN
    Y en buena hora.
    LEAR
    Os hice mis delegadas, mis depositarias,
    reservándome el derecho a cierto número
    de seguidores. ¿He de ir a tu casa
    con veinticinco? Regan, ¿es eso lo que has dicho?
    REGAN
    Y lo repito, señor: conmigo ni uno más.
    LEAR
    Los seres perversos parecen hermosos
    al lado de otros más perversos: no ser lo peor
    también tiene mérito. ?? [A GONERIL] Voy contigo:
    tus cincuenta son dos veces veinticinco
    y tu amor dobla al suyo.
    GONERIL
    Oídme, señor. ¿Qué necesidad tenéis
    de veinticinco, diez o cinco en una casa
    en que el doble está a vuestro servicio?
    REGAN
    ¿Qué necesidad de uno?
    LEAR
    ¡No discutáis la «necesidad»! El mendigo
    más pobre posee algo superfluo.
    Si no dais a la naturaleza
    más de lo necesario, la vida humana vale
    menos que la de la bestia. Tú eres una dama:
    si abrigarse fuera ir engalanado,
    no te harían falta esas galas que llevas,
    pues apenas te abrigan. En cuanto a necesidad,
    ¡dadme, cielos, la paciencia necesaria!
    Aquí me veis, dioses: un pobre anciano,
    cargado de años y penas, mísero en ambos.
    Si sois vosotros los que indisponéis
    a estas hijas con su padre, no hagáis de mí
    el necio que todo lo soporta mansamente;
    infundidme noble cólera y no dejéis
    que esas armas de mujer, las lágrimas,
    deshonren mi hombría. No, brujas desalmadas;
    tomaré tal venganza de vosotras
    que el mundo entero… Lo haré… No sé aún
    qué va a ser, mas será el terror de la tierra.
    Creéis que lloraré. No, no voy a llorar.
    Me sobran motivos;

    Fragor de tormenta.

    pero este corazón saltará en mil pedazos
    antes de que llore. ?? ¡Ah, bufón, voy a enloquecer! ??

    Salen LEAR, GLoSTER, el BUFÓN [y el CABALLERO].

    CORNWALL
    Entremos; se acerca una tormenta.
    REGAN
    La casa es pequeña; no puede alojar bien
    al viejo y su gente.
    GONERIL
    Es culpa suya. Si renuncia al reposo,
    que pruebe su locura.
    REGAN
    Le recibiré gustosamente a él solo,
    pero a ninguno de su escolta.
    GONERIL
    Ésa es mi intención. ¿Dónde está el Conde de Gloster?
    CORNWALL
    Salió con el viejo. Aquí vuelve.

    Entra GLOSTER.

    GLOSTER
    El rey está furiosísimo.
    CORNWALL
    ¿Adónde va?
    GLOSTER
    Ha ordenado montar, mas no sé adónde va.
    CORNWALL
    Más vale dejarle: es su propia guía.
    GONERIL
    Señor, de ningún modo le pidáis que se quede.
    GLOSTER
    Pero se acerca la noche y braman
    feroces los vientos. Apenas hay un arbusto
    en millas a la redonda.
    REGAN
    Ah, señor, al testarudo
    el daño que se hace a sí mismo
    debe servirle de lección. Cerrad las puertas.
    Le siguen unos temerarios, y la prudencia
    aconseja guardarse de las provocaciones

  3. a que pueda dejarse llevar.
    CORNWALL
    Cerrad las puertas, señor. La noche es temible.
    Regan dice bien. Protejámonos de la tormenta.

    Salen.

    III.i Sigue la tormenta. Entran KENT y un CABALLERO por lados opuestos.

    KENT
    ¿Quién va, además del tiempo infame?
    CABALLERO
    Alguien tan turbado como el tiempo.
    KENT
    Yo os conozco. ¿Dónde está el rey?
    CABALLERO
    Luchando con los fieros elementos;
    al viento le dice que hunda la tierra
    en las aguas o levante el mar encrespado
    sobre los continentes y que todo
    se altere o destruya.*
    KENT
    Pero, ¿quién va con él?
    CABALLERO
    Sólo el bufón, que se esfuerza en aliviarle
    las penas con sus bromas.
    KENT
    Señor, os conozco lo bastante
    como para confiaros un asunto de importancia,
    Aunque por ahora guardan apariencias
    con parejo disimulo, hay enfrentamiento
    entre Albany y Cornwall, que tienen criados
    (¿y quién tan encumbrado de Fortuna
    no los tiene?), que, aunque lo parecen,
    son espías que informan a Francia
    sobre nuestro Estado: lo que han visto
    de las riñas e intrigas de los duques
    o la dureza con que ambos han tratado
    al anciano rey; o algo más profundo,
    de lo cual todo esto es sólo síntoma.*
    CABALLERO
    Habrá que hablar más de esto.
    KENT
    No. Para confirmar que soy mucho más
    que mi apariencia, abrid esta bolsa
    y sacad el contenido. Si véis a Cordelia,
    y sin duda la veréis, mostradle este anillo,
    y ella os dirá quién es ese hombre
    que no conocéis. ¡Maldita tormenta!
    Voy en busca del rey.
    CABALLERO
    Dadme la mano. ¿Queréis decir algo más?
    KENT
    Poco, aunque de gran trascendencia.
    Cuando encontremos al rey (id vos
    por ese lado, yo por éste), quien primero
    dé con él, que grite al otro.

    Salen.

    III.ii Sigue la tormenta. Entran LEAR y el BUFÓN.

    LEAR
    ¡Soplad, vientos, y rajaos las mejillas!
    ¡Rugid, bramad! ¡Romped, turbiones y diluvios,
    hasta anegar las torres y hundir las veletas!
    ¡Fuegos sulfúreos, raudos como el pensamiento,
    heraldos del rayo que parte los robles,
    quemadme las canas! Y tú, trueno estremecedor,
    ¡aplasta la espesa redondez de la tierra,
    rompe los moldes de la naturaleza y mata
    la semilla que produce al hombre ingrato!
    BUFÓN
    Ah, abuelo: más vale dar jabón en seco que renegar bajo esta lluvia. Entra, abuelo, y pídeles la bendición a tus hijas. La noche no perdona ni a bobo ni a listo.
    LEAR
    ¡Retumbe tu vientre! ¡Escupe, fuego; revienta, nube!
    Ni lluvia, viento, trueno, ni rayo son mis hijas.
    De ingratitud no os acuso, elementos:
    yo nunca os di un reino, jamás os llamé hijos.
    No me debéis obediencia, así que arrojad
    vuestro horrendo placer. Aquí está vuestro esclavo,
    un pobre anciano, mísero, débil, despreciado.
    Y, sin embargo, os llamo aliados serviles
    que, unidos a mis dos hijas perversas,
    desde el cielo lanzáis vuestras legiones
    sobre cabeza tan blanca, tan vieja. ¡Ah, infamia!
    BUFÓN
    Quien tiene una casa donde meter la cabeza, tiene una buena sesera.
    Braguetero busca un hoyo
    y va con cabeza al aire,
    que se llenará de piojos
    cuando tenga que casarse.
    El que atiende al dedo gordo
    mucho más que al corazón
    por un callo andará loco
    y despierto del dolor.
    Pues no hay mujer guapa que no haga visajes delante del espejo.

    Entra KENT.

    LEAR
    No, seré un modelo de paciencia.
    No diré nada.
    KENT
    ¿Quién va?
    BUFÓN
    Pues la majestad y el braguetero, es decir un sabio y un bobo.
    KENT
    Ah, señor, ¿estáis ahí? Ni los que aman la noche
    aman noches como ésta. Los coléricos cielos
    espantan a las fieras que vagan en las sombras
    y las retienen en sus cuevas. Desde que soy hombre
    no recuerdo haber visto estos chorros de fuego,
    ni oído este retumbar del hórrido trueno,
    ni estos gemidos de lluvia y viento rugiente.
    El hombre no soporta tal angustia ni temor.
    LEAR
    Que los grandes dioses que engendraron
    tan terrible tumulto sobre nuestras cabezas
    descubran ahora a sus enemigos. Tiembla,
    desgraciado, que callas tus recónditos delitos
    aun sin castigar. Escóndete, asesino,
    perjuro, hipócrita incestuoso. Estremécete,
    infame, y salta en pedazos por haber
    tramado contra el hombre bajo capa
    de bondad. Crímenes ocultos, abrid
    vuestros antros y pedid perdón
    a estos terribles emisarios.
    Víctima soy del pecado más que pecador.
    KENT
    ¡Cómo! ¿A cabeza descubierta? ??
    Majestad, aquí cerca hay una choza:
    os dará cobijo en esta tempestad.
    Descansad dentro, mientras voy al duro palacio
    (más duro que la piedra de sus muros,
    donde hace poco me han negado acceso
    al preguntar por vos) a obligarles
    a mostrar siquiera cortesía.
    LEAR
    La cabeza se me va. ??
    Vamos, muchacho. ¿Cómo estás? ¿Tienes frío?
    Yo también. ?? ¿Dónde está esa choza, amigo?
    El arte de la necesidad es admirable:
    vuelve valioso lo mísero. Vamos, la cabaña. ??
    Mi pobre y pícaro bufón, en mi pecho
    hay siempre un hueco que se apena por ti.
    BUFÓN [canta]
    Quien tiene poco juicio y sensatez,
    do, re, mi, do, hay viento y lloverá,
    a su destino se ha de someter,
    pues un día y otro día lloverá.
    LEAR
    Cierto, muchacho. ?? Vamos, llévanos a la choza.

    Salen [LEAR y KENT].

    BUFÓN
    Espléndida noche hasta para enfriar a una golfa. Ante; de salir, haré una profecía:
    Cuando sacerdotes no hagan y hablen
    y los cerveceros la cerveza agüen;
    cuando el noble enseñe al sastre su empleo
    y, en lugar de herejes, ardan los puteros,
    será porque el reino de Albión
    ha entrado en la gran confusión.

    Cuando en todo pleito se haga justicia,
    y amo y escudero sin penurias vivan;
    cuando nuestras lenguas no murmuren más
    y nuestros rateros dejen de robar;
    cuando el usurero saque sus reservas
    y erijan iglesias putas y alcahuetas,
    un tiempo habrá entonces, ¿y quién lo verá?,
    en que nuestros pies sirvan para andar.
    Será profecía del mago Merlín, que yo he nacido antes que él.

    Sale.

    III.iii Entran GLOSTER y EDMOND.

    GLOSTER
    ¡Ay, Edmond! No me gusta este trato despiadado. Cuando les pedí permiso para aliviarle, se adueñaron de mi casa y me prohibieron, bajo pena de perpetuo disfavor, hablar de él, mediar por él o auxiliarle en modo alguno.
    EDMOND
    Eso es cruel y despiadado.
    GLosTER
    Bueno, tú no digas nada. Hay enfrentamiento entre los duques. Y un asunto aún peor. Esta noche he recibido una carta; es peligroso comentarla; la he guardado en mi escritorio. Los agravios que ahora sufre el rey serán vengados por entero: ya ha desembarcado parte de un ejército; debemos ponemos del lado del rey. Voy a bus¬carle; le ayudaré en secreto. Tú entretén al duque con¬versando, no vaya a descubrir mi auxilio. Si pregunta por mí, no estoy bien y me he acostado. Aunque me cueste la vida, como me han amenazado, hay que soco¬rrer al rey, mi anciano señor. Se avecinan sucesos sin¬gulares, Edmond. Lleva cuidado.

    Sale.

    EDMOND
    Al duque he de informar sin dilación de esa bondad prohibida y de la carta. Esto merece un buen premio. Ganaré lo que pierda mi padre, que será su hacienda: cuando caen los viejos, los jóvenes medran.

    Sale.

    III.iv Entran LEAR, KENT y el BUFÓN.

    KENT
    Éste es el lugar, señor; entrad, mi señor.
    La tiranía de esta noche no la soporta
    nuestra naturaleza.

    Sigue la tormenta.

    LEAR
    Déjame.
    KENT
    Mi buen señor, entrad aquí.
    LEAR
    ¿Quieres partirme el corazón?
    KENT
    Antes me partiría el mío. Entrad, mi señor.
    LEAR
    Tú das importancia a que esta fiera tormenta
    nos cale hasta los huesos. Tú lo ves así;
    mas donde el mal es mayor, el menor
    no se siente. Tú huirías de un oso,
    mas si la huida te lleva a la mar brava,
    tendrías que afrontarlo cara a cara.
    Si está libre la mente, el cuerpo es sensible.
    La tormenta de mi mente no me deja
    sentir nada, salvo lo que brama dentro,
    la ingratitud filial. ¿No es como si la boca
    arrancase la mano que le da alimento?
    Castigaré sin piedad. ¡No, no voy a llorar más!
    ¡Dejarme fuera en una noche así!
    ¡Venga lluvia, que puedo soportarla!
    ¡En una noche así! ¡Ah, Regan, Goneril!
    ¡Al padre anciano y generoso que os lo dio todo!
    ¡Ah, esto lleva a la locura! Que no caiga en ella.
    Ya basta.
    KENT
    Mi buen señor, entrad aquí.
    LEAR
    Anda, entra tú y protégete. La tormenta
    me impide meditar sobre otras cosas
    que me harían más daño. Pero entraré. ??
    Muchacho, entra tú primero. ?? ¡Pobreza sin techo! ??
    Vamos, entra. Rezaré y después me dormiré.

    Sale [el BUFÓN].

    Pobres míseros desnudos, dondequiera que estéis,
    expuestos al azote de esta cruel tormenta,
    ¿cómo os protegerá de un tiempo como éste
    vuestra cabeza descubierta, vuestro cuerpo
    sin carnes, los harapos llenos de agujeros?
    ¡Ah, qué poco me han preocupado! Cúrate, lujo;
    despójate y siente lo que siente el desvalido,
    para que pueda caerle lo superfluo
    y se vea que los dioses son más justos.
    EDGAR [dentro]
    ¡Braza y media! ¡Braza y media! ¡Pobre Tom!

    Entra el BUFÔN.

    BUFÓN
    No entres ahí, abuelo: hay un espíritu. ¡Socorro, auxilio!
    KENT
    Dame la mano. ?? ¿Quién anda ahí?
    BUFÓN
    ¡Un espíritu, un espíritu! Dice que se llama Pobre Tom
    KENT
    ¿Quién eres tú, que te quejas en la choza?
    Sal de ahí.

    Entra EDGAR [disfrazado de mendigo].

    EDGAR
    ¡Fuera! Me persigue el Maligno.
    El viento helado sopla entre el espino.
    ¡Huuum! Acuéstate, que tienes frío.

    LEAR
    ¿Les has dado todo a tus dos hijas?
    ¿A esto has llegado?
    EDGAR
    Dadle algo al pobre Tom. El Maligno le ha llevado por fuego y por llama, por vado y remolino, por ciénaga y pantano. Le ha puesto cuchillos debajo de la almohada, sogas en la galería y veneno al lado de la sopa. Le ha vuelto soberbio de hacerle trotar en caballo bayo sobre puentes de cuatro pulgadas persiguiendo a su sombra cual si fuera una traidora. ¡Los dioses te lo pagarán! Tom tiene frío. Titi, titi, titi. ¡Y te bendecirán contra los torbellinos, el mal de los astros y las pestes! Limosna para el pobre Tom, víctima del Maligno. A ver si lo pi¬llo aquí, y aquí, y aquí.

    Sigue la tormenta.

    LEAR
    ¿A eso le han llevado sus hijas? ??
    ¿No pudiste guardar nada? ¿Se lo diste todo?
    BUFÓN
    No: se guardó una manta, que, si no, nos daría ver¬güenza.
    LEAR
    ¡Caigan sobre sus hijas todas las plagas del cielo
    que penden funestas sobre las culpas de los hombres!
    KENT
    Señor, no tiene hijas.
    LEAR
    ¡Así te maten, traidor! Sólo unas hijas malvadas
    podían degradar tanto su naturaleza.
    ¿Es costumbre que a los padres rechazados
    les dé tan poca lástima su carne?
    ¡Un castigo justo! Su carne fue la que engendró
    a estos pelícanos de hijas.
    EDGAR
    Fue Pelicón al Mont Pelicón…
    ¡Aú, aú, du ??dú!
    BUFÓN
    Esta noche helada nos va a volver a todos locos a idiotas.
    EDGAR
    Guárdate del Maligno, obedece a tus padres, honra tu palabra, no jures, no peques con esposa ajena, no vis¬tas con ostentación. Tom time frío.
    LEAR
    ¿Tú qué has sido?

    EDGAR
    Un galán, soberbio de corazón y de ánimo. Me rizaba el pelo, llevaba guantes en el sombrero, satisfacía el pla¬cer de mi amada y con ella realizaba el acto de las som¬bras; mis palabras eran juramentos a los que faltaba ante los ojos del cielo; mis sueños, fantasías amorosas que practicaba despierto. El vino, lo adoraba; los dados me apasionaban; y en cuanto a mujeres, tenía más que un sultán. Falso de alma, vivo de oído, presto de espada; cerdo en pereza, zorro en sigilo, lobo en mi gula, perro en mi rabia, león con mi presa. No entregues tu corazón a mujer por un crujir de zapatos o de sedan. No pongas el pie en un prostíbulo, la mano entre unas faldas ni la firma en un pagaré y desafía al Maligno.
    Y el viento aún sopla entre el espino
    y dice «hu, hu, ay, ay».
    Muchacho, el delfín. ¡Ea! Déjale trotar.

    Sigue la tormenta.

    LEAR
    Mejor estarías en la tumba que aquí con tu cuerpo des¬nudo frente al cielo inclemente. ¿El hombre es sólo esto? Miradle bien. Tú no le debes seda al gusano, piel a la bestia, lana a la oveja o perfume a la civeta. Ah, aquí estamos tres adulterados; tú eres el ser puro. El hombre desguarnecido no es más que un pobre animal desnudo y de dos patas como tú. ¡Fuera, fuera con lo prestado! Vamos, desabrochadme.

    Entra GLOSTER con una antorcha.

    BUFÓN
    Te lo ruego, abuelo, cálmate. La noche está infame para nadar. Un fuego menudo en un páramo es como el corazón de un viejo verde: una chispa pequeña, y el resto del cuerpo, apagado. Mirad, aquí viene un fuego fatuo.

    EDGAR
    Éste es el demonio Flibertigibet. Sale al toque de queda y deambula hasta la medianoche. Produce cataratas, bizquera y labio leporino; ataca las mieses y mortifica a la pobre criatura de la tierra.
    Tres veces al monte salió San Vidal
    y al íncubo vio con sun nueve allá;
    le hizo caer,
    frenó su poder
    y ordenó: «¡Atrás, demonio, atrás!»

    KENT
    ¿Estáis bien, Majestad?
    LEAR
    ¿Quién es?
    KENT
    ¿Quién va? ¿Qué buscáis?
    GLOSTER
    ¿Quiénes sois vosotros? ¿Cómo os llamáis?
    EDGAR
    El pobre Tom, que come ranas, sapos, renacuajos, sala¬mandras y tritones; que, con la furia de su pecho, cuando arrecia el Maligno, hace boca con boñigos, se come las ratas y los perros muertos, y se traga el verdín del agua estancada; al que azotan de aldea en aldea, meten en el cepo y en la cárcel; que tuvo tres trajes y seis camisas,
    y montó a caballo, y lució su espada;
    pero los ratones, ratas y alimañas
    llevan siete años siendo su pitanza.
    ¡Cuidado con mi diablo! ¡Calla, Smulkin! ¡Calla, de¬monio!
    GLOSTER
    ¿Vuestra Majestad no encuentra mejor compañía?
    EDGAR
    El príncipe de las tinieblas es un caballero. Le llaman Modo y Mahu.
    GLOSTER
    Señor, nuestros hijos degeneran tanto que odian a quien los engendra.
    EDGAR
    El pobre Tom tiene frío.
    GLOSTER
    Entrad conmigo. Mi lealtad no me permite
    cumplir las órdenes crueles de vuestras hijas.
    Aunque me han mandado atrancar las puertas
    y dejar que la noche se ensañe con vos,
    he osado salir a buscaros
    y llevaros donde hay fuego y alimento.
    LEAR
    Antes dejadme que hable con este filósofo. ??
    ¿Cuál es la causa del trueno?
    KENT
    Señor, aceptad lo que ofrece, entrad en la casa
    LEAR
    Quiero conversar con el sabio griego. ??
    ¿Cuál es vuestra ciencia?
    EDGAR
    La de huir del demonio y matar los bichos.
    LEAR
    Permitid que hable a solas con vos.
    KENT
    Señor, insistid en que se vaya.
    Le flaquea la razón.
    GLOSTER
    ¿Y qué culpa tiene?

    Sigue la tormenta.

    Sus hijas desean su muerte. ¡Ay, ya lo decía
    el bueno de Kent, pobre desterrado!
    Dices que el rey enloquece; que sepas, amigo,
    que yo estoy casi loco. Tengo un hijo
    del que he renegado. Atentó contra mí
    hace poco, muy poco. Amigo, yo le quería
    como ningún padre a su hijo. Para serte sincero
    el dolor me ha enajenado. ¡Qué noche ésta!
    Ruego a Vuestra Majestad…
    LEAR
    Disculpadme, señor. ??
    Noble filósofo, venid conmigo.
    EDGAR
    Tom tiene frío.
    GLOSTER
    Venga, entra en la choza y resguárdate.
    LEAR
    Vamos, entremos todos.
    KENT
    Por aquí, señor.
    LEAR
    Con él: quiero quedarme con mi filósofo.
    KENT
    Señor, dadle gusto. Dejad que se venga.
    GLOSTER
    Pues encárgate de él.
    KENT
    Tú, vamos. Vente con nosotros.
    LEAR
    Venid, ateniense.
    GLOSTER
    No digáis nada. Silencio.
    EDGAR
    A la torre llegó don Roldán.
    Su lema fue siempre: «¡Pim, pom, pam!
    A sangre britana huelo ya.»

    Salen.

    III.v Entran CORNWALL y EDMOND.

    CORNWALL
    Me vengaré antes de salir de su casa.
    EDMoND
    Señor, me da miedo pensar qué dirán de mí por antepo¬ner la lealtad a los lazos naturales.
    CORNWALL
    Ahora comprendo que no fue sólo la ruindad de tu her¬mano lo que le hizo atentar contra él: la muerte que merecía tu padre la provocó su propia maldad.
    EDMOND
    ¡Qué triste es mi suerte, que me hace lamentar mi leal¬tad! Aquí está la carta de que habló, que demuestra que es espía en beneficio de Francia. ¡Dioses! ¡Ojalá no existiera esta traición o yo no la hubiera descu¬bierto!
    CORNWALL
    Vamos a ver a la duquesa.
    EDMOND
    Si lo que dice la carta es verdad, os ha caído un asunto importante.
    CORNWALL
    Verdad o mentira, te convierte en el Duque de Gloster. Averigua dónde está tu padre, que le detengamos.
    EDMOND
    [aparte] Si le encuentro auxiliando al rey, le dará más motivos al duque. ?? Proseguiré en mi lealtad para con vos, aunque ello me enfrente con mis sentimientos.
    CORNWALL
    Tienes mi plena confianza y en mi afecto hallarás un padre más querido.

    Salen.

    III.vi Entran KENT y GLOSTER.

    GLOSTER
    Aquí se está mejor que a la intemperie; alegraos. Os lo haré más cómodo añadiendo lo que pueda. No tardaré.
    KENT
    Su razón ha cedido del todo a su arrebato. Los dioses os paguen vuestra bondad.

    Sale GLOSTER.
    Entran LEAR, EDGAR y el BUFÓN.

    EDGAR
    Me llama Frateretto y me dice que Nerón pesca en el lago de las sombras. ?? Bobo, tú reza y guárdate del Ma¬ligno.
    BUFÓN
    Anda, abuelo, dime si ún loco es un noble o un bur¬gués.
    LEAR
    ¡Un rey, un rey!
    BUFÓN
    No: un burgués que tiene un hijo noble, pues tiene que estar loco si deja que su hijo se ennoblezca antes que él.
    LEAR
    ¡Así vinieran con mil asadores
    al rojo vivo aullando sobre ellas!*
    EDGAR
    ¡Los dioses te lo pagarán!
    KENT
    ¡Ah, dolor! Señor, ¿dónde está la paciencia
    de la que tanto os preciabais?
    EDGAR [aparte]
    Mis lágrimas se ponen tanto de su parte
    que van a estropearme el fingimiento.
    LEAR
    Hasta los perrillos ??Trío, Blanca
    y Reina ??, ¿veis?, todos me ladran.
    EDGAR
    Tom va a tirarles su cabeza. ¡Fuera, chuchos!
    Tengas boca blanca o negra,
    que envenena como muerda,
    galgo, mastín o podenco,
    braco, mestizo o sabueso,
    rabicorto o rabilargo,
    Tom te hará salir aullando,
    pues, al tirarles mi crisma,
    todos huyen de estampía.
    Titi, titi, titi. ¡Ea! Vete a las fiestas, ferias y mercados.
    Pobre Tom, tu cuerno está seco.
    LEAR
    Ahora, que diseccionen a Regan, a ver qué le crece por el corazón. ¿Hay alguna causa natural para tener tan duro el corazón? ?? [A EDGAR] Vos, señor, seréis uno de mis cien caballeros. Pero no me gusta vuestro modo de vestir. Di¬réis que es un traje persa, pero que os lo cambien.
    KENT
    Mi señor, acostaos aquí y descansad.
    LEAR
    No hagáis ruido, no hagáis ruido; corred las cortinas.
    Así. Ya cenaremos por la mañana.
    BUFÓN
    Y yo me acostaré a mediodía.

    Entra GLOSTER.

    GLOSTER
    Ven aquí, amigo. ¿Dónde está el rey, mi señor?
    KENT
    Aquí, pero dejadle. Ha perdido la razón.
    GLOSTER
    Te lo ruego, amigo, llévale en brazos.
    He sabido que piensan atentar contra su vida.
    Hay lista una litera; llévale a ella
    y salid para Dover, donde os darán
    acogimiento y protección. Lleva a tu amo.
    Si te entretienes sólo media hora,
    lo pagaréis con la vida él, tú y todos
    los que le defiendan. Vamos, llévatelo
    y sígueme, que os procure provisiones.*
    Vamos, en marcha.

    Salen.*

    III.vii Entran CORNWALL, REGAN, GONERIL, [EDMOND, el] bastardo y criados.

    CORNWALL
    [a GONERIL] Sal a toda prisa y enseña esta carta a tu esposo mi señor. El ejército francés ha desembarcado. ?? Vosotros buscad al traidor Gloster.

    [Salen algunos criados.]

    REGAN
    Ahórcalo ahora mismo.
    GONERIL
    Sácale los ojos.
    CORNWALL
    Confiadlo a mi cólera. Edmond, acompaña a mi cu¬ñada: la venganza que debo tomar del traidor de tu pa¬dre no te conviene presenciarla. Avisa al duque, con quien vas a reunirte, de que se prepare sin demora; yo haré lo mismo. Nuestros correos serán rápidos y nos tendrán al corriente. ¡Adiós, querida cuñada! ¡Adiós, Conde de Gloster!

    Entra [OSWALD, el] mayordomo.

    ¿Qué hay? ¿Dónde está el rey?
    OSWALD
    Se lo ha llevado el Conde de Gloster.
    Unos treinta y cinco de sus hombres le buscaron
    con ahínco y le hallaron a las puertas.
    Con algunos otros vasallos del conde,
    van con él a Dover, donde afirman tener
    amigos muy bien armados.
    CORNWALL
    Prepara caballos para tu señora.

    [Sale OSWALD.]

    GONERIL
    Adiós, mi señor, y hermana.
    CORNWALL
    Edmond, adiós.

    Salen GONERIL y [EDMOND, el] bastardo.

    Buscad al traidor Gloster. Maniatadle
    como a un ladrón. Traedle ante mí.
    Aunque no pueda condenarle a muerte
    sin que sea juzgado, mi autoridad
    se plegará a mi furor, que, aunque lo censuren,
    no lo detendrán.

    Entran GLOSTER y CRIADOS.

    ¿Quién es? ¿El traidor?
    REGAN
    El ingrato zorro.
    CORNWALL
    Atadle bien esos brazos secos.
    GLOSTER
    ¿Qué os proponéis, Altezas? Amigos míos, pensad
    que sois mis huéspedes. No me ultrajéis.
    CORNWALL
    Vamos, atadle.
    REGAN
    Fuerte, fuerte. ¡Ah, miserable traidor!
    GLOSTER
    No lo soy, dama despiadada.
    CORNWALL
    Atadle a esta silla. Infame, vas a ver..

    [REGAN le lira de la barba.]

    GLOSTER
    Por los dioses clementes, es una vileza
    tirarme de la barba.
    REGAN
    Tan blanca y tú tan traidor.
    GLOSTER
    Perversa señora, el pelo que me arrancas
    de la barba va a cobrar vida y acusarte.
    Sois mis huéspedes y no debéis violentar
    mi rostro hospitalario cual ladrones.
    ¿Qué vais a hacer?
    CORNWALL
    Vamos, ¿qué carta has recibido de Francia?
    REGAN
    La respuesta, clara, que sabemos la verdad.
    CORNWALL
    ¿Y qué conjura llevas con esos traidores
    que han desembarcado en el reino…
    REGAN
    … y a quienes has encomendado al loco del rey?
    ¡Habla!
    GLOSTER
    Es una carta que hace suposiciones,
    procedente de parte neutral
    y no de un contrario.
    CORNWALL
    ¡Qué astucia!
    REGAN
    ¡Y falsedad!
    CORNWALL
    ¿Dónde has mandado al rey?
    GLOSTER
    A Dover.
    REGAN
    ¿Por qué a Dover? ¿No se te prohibió bajo pena…?
    CORNWALL
    ¿Por qué a Dover? Que conteste.
    GLOSTER
    Me ataron al palo; sufriré la embestida.
    REGAN
    ¿Por qué a Dover?
    GLOSTER
    Porque no quería verte sacándole
    los ojos de anciano con tus crueles uñas,
    ni a tu impía hermana hincándole colmillos
    de fiera en su carne ungida. El mar,
    ante una tormenta como la que sufrió
    su cabeza descubierta en la noche infernal,
    se habría encrespado para apagar las estrellas.
    Mas él, pobre anciano, a la lluvia unía el llanto.
    Si los lobos hubieran aullado a tu puerta
    en noche tan dura, habrías dicho: «Portero,
    ábreles.» El más cruel se aplaca. Mas yo he de ver
    a la alada Venganza caer sobre estas hijas.
    CORNWALL
    Nunca lo verás. ?? Vosotros, sujetad la silla. ??
    Voy a pisarte los ojos.
    GLOSTER
    ¡Si queréis llegar a viejos, socorredme! ??
    ¡Ah, crueldad! ¡Ah, dioses!
    REGAN
    Un lado se ríe del otro. ¡El otro también!
    CORNWALL
    Si ves la venganza…
    CRIADO
    ¡Alto, señor! Os he servido desde niño,
    pero nunca os presté mejor servicio
    que ahora al decir que os detengáis.
    REGAN
    ¿Cómo, perro?
    CRIADO
    Si tuvierais barba en la cara,
    os la arrancaría por esto. ?? ¿Qué pretendéis?
    CORNWALL

  4. ¡Villano!
    CRIADO
    Muy bien, adelante; arriésgate a la furia.

    Desenvainan y luchan.
    [CORNWALL es herido.]

    REGAN
    Tú, dame tu espada. ¡Atreverse un villano!

    Coge la espada y le hiere por la espalda.

    CRIADO
    ¡Ah, me ha matado! Señor, aún os queda un ojo
    para ver su desgracia. ¡Ah!

    Muere.

    CORNWALL
    No verá más; yo lo impediré. ¡Fuera, gelatina!
    ¿Dónde está tu brillo?
    GLOSTER
    ¡Oscuridad y desconsuelo! ¿Dónde está
    mi hijo Edmond? ¡Edmond, aviva
    tu ardor filial y venga este horror!
    REGAN
    ¡Calla, infame traidor! Invocas a quien te odia.
    El fue quien nos reveló tu traición:
    es muy honrado para compadecerte.
    GLOSTER
    ¡Necio de mí! Entonces Edgar es la víctima.
    Dioses clementes, perdonadme y socorredle.
    REGAN
    Echadle fuera y que el olfato
    le guíe hasta Dover.

    Sale [un CRIADO] con GLOSTER.

    ¿Qué hay, señor? ¿Qué pasa?
    CORNWALL
    Estoy herido. Sígueme, señora.
    ¡Fuera con el vil ciego! Y a este villano
    echadlo al estercolero. Regan, sangro por momentos.
    La herida viene a deshora. Deja que me apoye.

    Salen.

    IV.i Entra EDGAR.

    EDGAR
    Mejor así y saber que te desprecian
    que despreciado y halagado. Ser lo peor,
    lo más bajo y humillado de la suerte,
    es tener una esperanza, vivir sin miedo.
    El cambio doloroso es la caída;
    de lo peor se va al júbilo. Conque, bienvenido,
    aire immaterial que ahora abrazo.
    El desdichado al que empujaste a lo peor
    no debe nada a tus ráfagas.

    Entra GLOSTER, guiado por un ANCIANO

    Pero, ¿quién llega aquí? Mi padre,
    con los ojos desgarrados. ¡Ah, mundo, mundo!
    Si tus extraños vaivenes no te hicieran tan odioso,
    no cederíamos a la muerte.
    ANCIANO
    ¡Ah, señor, si he vivido con vos
    y vuestro padre en estos ochenta años…!
    GLOSTER
    Vete, márchate. Buen amigo, aléjate.
    Tu ayuda no puede servirme de nada
    y a ti podría dañarte.
    ANCIANO
    No veis el camino.
    GLOSTER
    Estoy sin camino y no necesito ojos.
    Cuando veía, tropecé. Nuestros bienes
    nos vuelven confiados y nuestras carencias
    acaban siendo ventajas. ¡Ah, querido Edgar,
    pasto de la ira de un padre engañado!
    Si vivo para verte por el tacto
    diré que vuelvo a tener ojos.
    ANCIANO
    ¿Eh? ¿Quién va?
    EDGAR [aparte]
    ¡Dioses! ¿Quién dice que he llegado a lo peor?
    Ahora estoy peor que nunca.
    ANCIANO
    Es el pobre loco Tom.
    EDGAR [aparte]
    Y podría estar peor. No estamos en lo peor
    mientras podamos decir que algo es lo peor.
    ANCIANO
    Tú, ¿dónde vas?
    GLOsTER
    ¿Es un mendigo?
    ANCIANO
    Un mendigo loco.
    GLOSTER
    Pues le queda juicio, o no podría pedir.
    Anoche, en la tormenta, uno como él
    me hizo pensar que el hombre es un gusano.
    Entonces mi hijo me vino al pensamiento,
    pero mi pensamiento le negaba. Ahora sé más
    Somos para los dioses como las moscas
    para los chiquillos: nos matan por diversión.
    EDGAR [aparte]
    ¿Cómo ha sucedido? Mala cosa es
    tener que hacer el loco con el afligido,
    para enojo propio y ajeno.
    [Acercándose] ¡Los dioses te lo pagarán!
    GLOSTER
    ¿Es el que va desnudo?
    ANCIANo
    Sí, señor.
    GLOSTER
    Entonces márchate. Por mí y nuestro afecto,
    alcánzanos si quieres de aquí
    a una o dos millas por el camino de Dover,
    y trae alguna ropa para el pobre desnudo,
    a quien le pediré que me guíe.
    ANCIANO
    Pero, señor, ¡si está loco!
    GLOSTER
    Es un mal de este mundo que los locos
    guíen a los ciegos. Haz lo que te digo
    o haz lo que te plazca. Sobre todo, vete.
    ANCIANO
    Pase lo que pase, le traeré
    la mejor ropa que tenga.

    Sale.

    GLOSTER
    ¡Eh, tú, el que va desnudo!
    EDGAR
    El pobre Tom tiene frío.
    [Aparte] No puedo seguir fingiendo.
    GLOSTER
    Ven aquí, amigo.
    EDGAR
    [aparte] Pero he de seguir. ??
    ¡Benditos tus ojos, te sangran!
    GLOSTER
    ¿Conoces el camino de Dover?
    EDGAR
    El de herradura y la senda, con sus puertas y barreras.
    Al pobre Tom se le va la cabeza del miedo. ¡Los dioses
    te guardarán del Maligno, hijo de bien!*
    GLOSTER
    Aquí tienes mi bolsa; tú, humillado
    por los golpes y males de los cielos.
    Junto a mi desgracia, tú quedas mejor. ??
    ¡Dioses, obrad siempre así! ¡Que el hombre
    atiborrado y opulento, que avasalla
    vuestras leyes, que no ve porque no siente,
    no tarde en sentir vuestro poder!
    Que la distribución anule lo superfluo
    y todos tengan suficiente. ?? ¿Conoces Dover?
    EDGAR
    Sí, amo.
    GLOSTER
    Hay allí un acantilado, cuya cumbre
    se inclina intimidante sobre el mar encerrado.
    Llévame hasta el borde, que yo aliviaré
    la miseria que soportas con algo valioso.
    Desde allí no hará falta que me guíen.
    EDGAR
    Apóyate en mí. El pobre Tom te llevará.

    Salen.

    IV.ii Entran GONERIL y [EDMOND, el] bastardo.

    GONERIL
    Bienvenido, señor. Me asombra que mi plácido esposo no salieera a nuestro encuentro.

    Entra [OSWALD, el] mayordomo.

    ¿Dónde está tu señor?

    OSWALD
    Dentro, señora; pero está desconocido.
    Le hablé del ejército que ha desembarcado
    y sonrió. Le dije que veníais.
    Contestó: «Tanto peor». Cuando le informé
    de la traición de Gloster y la lealtad de su hijo,
    me llamó idiota y me dijo que entendía
    las cosas al revés. Lo que debe disgustarle,
    le agrada, y lo que debe gustarle, le ofende.
    GONERIL [a EDMOND)
    Entonces no sigas adelante.
    Su espíritu cobarde y apocado no le deja
    emprender ninguna acción: si ha de responder,
    nunca se ofende. Lo que planeábamos
    por el camino, puede realizarse. Edmond,
    vuelve con mi cuñado. Apresura la recluta
    y manda sus fuerzas. Yo tengo que hacer
    un cambio de armas y dejar la rueca
    en manos de mi esposo. Este fiel criado
    será nuestro correo. Si no temes hacerte
    un favor a ti mismo, pronto conocerás
    el deseo de una mujer. Lleva esto; no hables.
    Baja la cabeza. Este beso, si osara hablar,
    pondría tus sentidos en el cielo.
    Piénsalo, y buena suerte.
    EDMOND
    Vuestro hasta el final.

    Sale.

    GONERIL
    ¡Queridísimo Gloster! ??
    ¡Qué diferencia entre hombre y hombre!
    Sea tuyo el favor de una mujer:
    mi cuerpo te usurpa un bobo.

    OSWALD
    Señora, aquí llega mi señor.

    Sale.
    Entra ALBANY.

    GONERIL
    Entonces …merezco que me mires.
    ALBANY
    Ah, Goneril, no mereces ni el polvo
    que el áspero viento te sopla a la cara.*
    GONERIL
    ¡Hombre sin hígados, cuya mejilla y cabeza
    sólo están para sufrir golpes y desmanes!
    Sin ojos en la cara que distingan
    entre tu honra y tu oprobio.*
    ALBANY
    ¡Mírate, demonio! La perversidad
    no horroriza tanto en el diablo
    como en la mujer.
    GONERIL
    ¡Ah, pobre imbécil!

    Entra un MENSAJERO.

    MENSAJERO
    Ah, señor, el Duque de Cornwall ha muerto
    a manos de un criado, cuando iba
    a sacarle el otro ojo a Gloster.
    ALBANY
    ¿Los ojos a Gloster?
    MENSAJERO
    Uno de sus criados, movido a compasión,
    se opuso a ello y empuñó la espada
    contra su señor, que, enfurecido,
    le atacó y entre ellos le mataron,
    mas no sin recibir el golpe fatal
    que después segó su vida.
    ALBANY
    Esto demuestra que existís,
    jueces del cielo, pues no tardáis en vengar
    los crímenes de la tierra. ¡Ah, pobre Gloster!
    ¿Y perdió los dos ojos?
    MENSAJERO
    Los dos, señor. ?? Señora,
    esta carta precisa respuesta inmediata.
    Es de vuestra hermana.
    GONERIL
    [aparte] Por un lado, esto me gusta;
    mas, siendo ella viuda y estando allí Gloster,
    los sueños que me había forjado
    podrían caer sobre mi odiosa existencia.
    Por el otro, la noticia no es tan grave. ??
    [Al MENSAJERO] La leeré y contestaré.

    Sale
    ALBANY
    ¿Dónde estaba su hijo cuando le sacaron los ojos?
    MENSAJERO
    Venía hacia aquí con mi señora.
    ALBANY
    Aquí no está.
    MENSAJERO
    No, mi señor. Me crucé con él cuando volvía.
    ALBANY
    ¿Sabe algo de esta iniquidad?
    MENSAJERO
    Sí, señor. El fue quien le delató,
    y salió de la casa para que el castigo
    tuviera el campo más libre.
    ALBANY
    Gloster, vivo para agradecerte
    el afecto que has mostrado al rey
    y para vengar tus ojos. ?? Vamos, amigo;
    cuéntame todo lo que sepas.

    Salen*

    IV.iii Entran, con tambores y bandera, CORDELIA, CA¬BALLEROS y soldados.

    CORDELIA
    ¡Ah, es él! Acaban de encontrarle,
    más loco que la mar enfurecida,
    cantandoa voz en grito, coronado de fumaria
    y de grama; bardana, cicuta, ortigas,
    cardamina, cizaña y toda mala hierba
    que crece con el trigo que nos nutre. ??
    Enviad una centuria; buscad
    entre la mies sin dejar un solo campo
    y traedle que le vea.

    [Salen los soldados.]

    ¿Qué puede hacer la ciencia del hombre
    para devolverle la razón? Quien le cure,
    tendrá toda mi riqueza.
    CABALLERO
    Señora, hay un medio.
    Nuestra nodriza natural es el reposo,
    y él lo necesita. Para provocarlo,
    hay muchas hierbas que tienen la virtud
    de cerrarle los ojos al dolor.
    CORDELIA
    Secretos benditos, ignorados remedios
    de la tierra, ¡brotad con mi llanto!
    ¡Socorred y sanad a un hombre bueno
    en su congoja! ?? Buscad, buscadle, no sea
    que su indómito delirio malogre una vida
    que ya no puede regirse.

    Entra un MENSAJERO.

    MENSAJERO
    Señora, noticias. Las tropas británicas
    avanzan hacia aquí.
    CORDELIA
    Ya se sabía. Nuestro ejército
    está a la espera. ?? ¡Ah, querido padre,
    tu causa es lo que me mueve!
    Por eso el Rey de Francia se ha compadecido
    de mis lágrimas de súplica y tristeza.
    No me incita a las armas la vana ambición;
    sólo el amor y el derecho de mi anciano padre.
    ¡Ojalá le vea y oiga pronto!

    Salen.

    IV.iv Entran REGAN y [OSWALD, el] mayordomo.

    REGAN
    Pero, ¿están en marcha las tropas de mi cuñado?
    OSWALD
    Sí, señora.
    REGAN
    ¿Con él en persona?
    OSWALD
    Señora, tras muchos remilgos.
    Vuestra hermana es mejor soldado.
    REGAN
    ¿No habló con tu señor el Conde Edmond?
    OSWALD
    No, señora.
    REGAN
    ¿Qué le dirá mi hermana en esa carta?
    OSWALD
    No sé, señora.
    REGAN
    Pues salió a toda prisa por algo importante.
    Después de sacarle los ojos a Gloster,
    fue una torpeza dejarle con vida.
    Donde va, indispone a todos con nosotros.
    Creo que Edmond, apenado por su suerte,
    salió para acabar con su negra existencia;
    y también a examinar las tropas enemigas.
    OSWALD
    Señora, tengo que ir tras él con esta carta.
    REGAN
    Nuestras fuerzas salen mañana. Quédate.
    Hay peligro en los caminos.
    OSWALD
    Señora, no puedo. Mi señora
    me encareció la importancia de este asunto.
    REGAN
    ¿Por qué le escribe a Edmond? ¿No podías
    llevarle su mensaje de palabra?
    Tal vez… ciertas cosas no sé. Te querré bien:
    déjame que abra la carta.
    OSWALD
    Señora, preferiría…
    REGAN
    Sé que tu ama no quiere a su marido;
    estoy segura. Y, cuando hace poco estuvo aquí,
    dirigió al noble Edmond elocuentes
    miradas amorosas. Sé que eres su confidente.
    OSWALD
    ¿Yo, señora?
    REGAN
    Yo sé lo que me digo. Lo eres; lo sé.
    Por eso te aconsejo que prestes atención.
    Mi esposo ha muerto. Edmond y yo lo hemos hablado
    y él conviene más a mi mano
    que a la de tu señora. Lo demás ya lo imaginas.
    Si le encuentras, dale esto, te lo ruego.
    Y cuando tu señora sepa lo que te he dicho,
    pídele que se ponga en razón.
    Y ahora, adiós. Por si fueses
    a encontrarte con el ciego traidor,
    habrá recompensa para quien le mate.
    OSWALD
    ¡Ojalá diera con él, señora! Así
    se vería de qué lado estoy.
    REGAN
    Buena suerte.

    Salen.

    IV.v Entran GLOSTER y EDGAR [vestido de labriego].

    GLOSTER
    ¿Cuándo llegaremos a lo alto del monte?
    EDGAR
    Lo estamos subiendo. Mirad lo que cuesta.
    GLOSTER
    El terreno me parece llano.
    EDGAR
    Muy empinado. ¡Eh! ¿Oís el mar?
    GLOSTER
    Francamente, no.
    EDGAR
    Entonces vuestros otros sentidos
    se embotan del dolor de vuestros ojos.
    GLOSTER
    Puede que sí. Me parece
    que tu voz ha cambiado y que ahora
    te expresas mejor y con más sentido.
    EDGAR
    Os equivocáis. En nada he cambiado,
    salvo en la ropa.
    GLOSTER
    Yo creo que hablas mejor.
    EDGAR
    Venid. Éste es el lugar. ¡Quieto! ¡Qué espanto
    y qué vértigo da mirar a lo hondo!
    Los cuervos y chovas que vuelan ahí a media altura
    se ven como escarabajos. Colgado en la roca
    hay un hombre cogiendo hinojo. ¡Temible labor!
    No parece mayor que su cabeza.
    Los pescadores que van por la playa
    semejan ratones, y ese regio navío
    allá fondeado se ha reducido a su bote,
    y el bote, a boya que apenas se ve.
    Desde tanta altura no se oye el bramar
    de las olas contra las innúmeras guijas.
    No voy a mirar más, no sea que la cabeza
    me dé vueltas y, al fallarme la vista,
    me haga caer.
    GLOSTER
    Llévame donde estás.
    EDGAR
    Dadme la mano. Ahora estáis a un pie
    del borde. Yo aquí no daría un bote
    por nada del mundo.
    GLOSTER
    Suéltame la mano. Amigo, aquí tienes
    otra bolsa; dentro hay una joya
    muy valiosa para un pobre. ¡Que hadas y dioses
    te la multipliquen! Ahora, apártate.
    Despídete de mí y deja que te oiga alejarte.
    EDGAR
    Adiós, mi buen señor.
    GLOSTER
    De todo corazón.
    EDGAR [aparte]
    Si juego así con su angustia,
    es para curarla.
    GLOSTER
    ¡Dioses omnipotentes!

    Se arrodilla.

    Renuncio a este mundo y, ante vuestros ojos,
    calladamente me libro de mi gran dolor.
    Si pudiera sufrirlo sin llegar a oponerme
    a vuestra voluntad irresistible,
    la débil llama de mi vida repugnante
    se apagaría por sí sola. Si aún vive Edgar,
    bendecidle. Ahora, amigo, adiós.
    EDGAR
    Me he ido, señor. Adiós.

    GLOSTER cae [al suelo boca abajo].

    No sé si la imaginación puede robar
    el tesoro de la vida, cuando la vida misma
    accede al robo. Si estuviera él donde pensaba,
    ahora ya no pensaría. ¿Vivo o muerto? ??
    ¡Eh, señor! ¡Amigo! ¿Me oís, señor? ¡Hablad!
    Acaso haya muerto. Pero revive. ??
    ¿Quién sois, señor?
    GLOSTER
    Fuera, dejadme morir.
    EDGAR
    Si no fuerais gasa, plumas, aire,
    al despeñaros desde tal altura,
    os habríais estrellado como un huevo.
    Pero respiráis, tenéis consistencia,
    no sangráis, habláis, estáis ileso.
    Diez mástiles no alcanzan la cumbre
    desde la que habéis caído a plomo.
    Que estéis vivo es milagro. Decid algo más.
    GLOSTER
    Pero, ¿he caído o no?
    EDGAR
    De lo alto de esa tremenda muralla caliza.
    Mirad hacia arriba. Desde aquí no se ve ni se oye
    la gárrula alondra. Pero mirad arriba.
    GLOSTER
    ¡Ay de mí, no tengo ojos! ¿Acaso
    se nos niega el beneficio de poner fin
    a la desgracia con la muerte? Aún se consolaba
    el humillado burlando el furor del tirano
    y frustrando su altiva voluntad.
    EDGAR
    Dadme la mano. Arriba, así. ¿Qué tal?
    ¿Sentís las piernas? Estáis de pie.
    GLOSTER
    Demasiado bien estoy.
    EDGAR
    Es más que un prodigio. En la cima de la roca,
    ¿qué fue lo que se apartó de vos?
    GLOSTER
    Un pobre y mísero mendigo.
    EDGAR
    Desde aquí abajo parecía que sus ojos
    eran dos lunas llenas. Tenía mil narices,
    cuernos curvos y enroscados como el mar bravío.
    Era algún demonio. Así que, anciano afortunado,
    pensad que los dioses gloriosos, cuyos portentos
    nos mueven a reverencia, os han salvado.
    GLOSTER
    Ahora recuerdo. En adelante soportaré
    mi dolor hasta que se canse y se muera.
    Al ser de que habláis lo tomé por un hombre.
    Solía decir: «El Maligno, el Maligno.»
    Él me trajo a este lugar.
    EDGAR
    Liberad y calmad vuestro ánimo.

    Entra LEAR, loco.

    Pero, ¿quién llega aquí? La cordura
    no nos deja vestirnos así.
    LEAR
    No, no me detendrán por acuñar moneda. Yo soy el rey
    EDGAR
    ¡Ah, escena dolorosa!
    LEAR
    En esto la naturaleza supera al arte. Toma tu prima de enganche. ?? Ése maneja el arco como un espantacuer¬vos. Ténsamelo una vara. ?? Mira, mira, un ratón. ¡Chsss…! Servirá este trozo de queso tostado. ??Ahí va mi guante: lo demostraré con un gigante. ?? ¡Aquí los alabarderos! ?? ¡Ah, así se vuela, pájaro! ¡Diana, diana! ¡Fíu! ?? La contraseña.
    EDGAR
    Mejorana.
    LEAR
    Adelante.
    GLOSTER
    Esa voz la conozco.
    LEAR
    ¡Vaya! ¡Goneril con barba blanca! Me adularon como perros zalameros, diciendo que tenía pelos blancos en la barba antes que me salieran los negros. Decir sí y no cada vez que yo decía sí y no es mala teología. Cuando vino la lluvia y me mojó, y el viento me hizo tiritar; cuando el trueno no callaba a pesar de mis órdenes, ahí los pillé, ahí los calé. Claro, no son hombres de pala¬bra. Me decían que yo lo era todo. Mentira: no soy in¬mune a las fiebres.
    GLOSTER
    Ese tono de voz lo recuerdo. ¿No es el rey?
    LEAR
    Sí, un rey por entero.
    Si miro ceñudo, el súbdito tiembla.
    A ése le perdono la vida. ¿De qué se te acusa?
    ¿De adulterio? No morirás. ¿Morir por adúltero?
    No: goza el gorrión y hasta la mosca dorada
    se aparea en mi presencia. Que cunda el fornicio,
    pues el hijo bastardo de Gloster ha sido
    más bueno con su padre que conmigo mis hijas,
    engendradas en legítimo lecho.
    ¡Vamos, lujuria, a montón, que me faltan soldados!
    Mirad esa dama gazmoña, cuyo gesto
    anuncia hielo entre las piernas,
    que afecta virtud y menea la cabeza
    si oye hablar del placer.
    Ni zorra, ni semental bien nutrido
    gozan con más desenfreno.
    De cintura para abajo son centauros,
    aunque sean mujeres por arriba.
    Hasta el talle gobiernan los dioses;
    hacia abajo, los demonios.
    Ahí está el infierno, las tinieblas, el pozo sulfúreo, ar¬diendo, quemando; peste, podredumbre. ¡Qué asco, qué asco! ¡Uf, uf! Boticario, dame una onza de algalia, que me perfume la imaginación. Aquí tienes dinero.
    GLOSTER
    ¡Ah, dejad que os bese la mano!
    LEAR
    Antes deja que la limpie; huele a mortalidad.
    GLOSTER
    ¡Ah, criatura destrozada! Así llegará
    a su fin el universo. ?? ¿Me conocéis?
    LEAR
    Me acuerdo muy bien de tus ojos. ¿Me los guiñas? No, haz lo imposible, ciego Cupido, que no pienso amar. Lee este desafío; mira cómo está escrito.
    GLOSTER
    Aunque las letras fueran soles, no las vería.
    EDGAR [aparte]
    Si lo contasen, no me lo creería. Pero es cierto,
    y me parte el corazón.
    LEAR
    Lee.
    GLOSTER
    ¿Cómo? ¿Con qué ojos?
    LEAR
    ¡Ajá! ¿Es eso? ¿Sin ojos en la cara, ni dinero en la bolsa? Lo verás todo negro y andarás sin blanca; ya ves cómo va el mundo.
    GLOSTER
    Lo veo sintiéndolo.
    LEAR
    ¿Estás loco? Se puede ver cómo va el mundo sin tener ojos: mira con los oídos. Ve cómo ese juez maldice a ese pobre ladrón. Un leve susurro, cambias los pape¬les y, china, china, ¿quién es el juez y quién el ladrón? ¿Tú has visto a algún perro guardián ladrar a un men¬digo?
    GLOSTER
    Sí, señor.
    LEAR
    Y el pobre hombre huye del chucho. Ahí tienes la imagen perfecta de la autoridad: al perro le obedecen su cargo. ??
    Esbirro canalla, detén tu mano sangrienta.
    ¿Por qué azotas a esa puta? Desnuda tu espalda.
    Tú ardes en deseos de hacer con la moza
    lo que la condena. El usurero ahorca al ratero.
    Los harapos dejan ver grandes vicios;
    togas y pieles lo tapan todo. Acoraza de oro
    el pecado, y la sólida lanza de la ley
    se parte sin herir; cúbrelo de andrajos,
    y lo traspasa la pica de un pigmeo.
    Nadie infringe nada, nadie; yo respondo.
    Tú hazme caso, amigo, que yo puedo
    silenciar al acusador. Ponte ojos de cristal
    y, como el vil marrullero, aparenta
    ver lo que no ves. ?? ¡Vamos, vamos, vamos!
    Quítame las botas. ¡Más fuerte, más fuerte! Así.
    EDGAR
    ¡Qué mezcla de razón e incoherencia!
    ¡Juicio en la locura!
    LEAR
    Si quieres llorar mi desgracia, toma mis ojos.
    Te conozco muy bien; te llamas Gloster.
    Ten paciencia: nacimos llorando.
    La primera vez que olemos el aire,
    gemimos y lloramos. Voy a predicarte. ¡Atención!
    GLOSTER
    ¡Ah, qué pena, qué pena!
    LEAR
    Al nacer, lloramos por haber venido
    a este gran teatro de locos. ?? ¡Buen sombrero!
    Sería una treta sutil herrar con fieltro
    un escuadrón de caballería. Haré la prueba
    y, cuando sigiloso me haya acercado a mis yernos,
    ¡muerte, muerte, muerte, muerte, muerte!

    Entra un CABALLERO [con soldados].

    CABALLERO
    ¡Ah, aquí está! Prendedle. ?? Señor,
    vuestra tierna hija…
    LEAR
    ¿No hay socorro? ¿Prisionero? Nací
    juguete de la suerte. Tratadme bien:
    habrá rescate. Quiero médicos.
    Me he partido la cabeza.
    CABALLERO
    Tendréis lo que queráis.
    LEAR
    ¿No me defienden? ¿Yo solo?
    Es para derramar amargas lágrimas
    y regar un jardín con tanto llanto.*
    Resistiré hasta el final, como novio gallardo
    en noche de bodas. Me pondré jovial. Vamos, vamos,
    soy rey. ¿No lo sabéis, señores?
    CABALLERO
    Sois todo un rey y os obedecemos.
    LEAR
    Entonces hay esperanza. Vamos; si lo queréis, tendréis que cazarlo. Sa, sa, sa, sa.

    Sale corriendo [seguido por los soldados].

    CABALLERO
    Una escena dolorosa con el ser más mísero;
    con un rey no hay palabras. ?? Tenéis una hija
    que redime a la humanidad de la maldición
    que las otras dos le acarrearon.
    EDGAR
    Salud, noble señor.
    CABALLERO
    Los dioses os guarden. ¿Qué deseáis?

  5. EDGAR
    Señor, ¿sabéis algo de una batalla inminente?
    CABALLERO
    Que es cierto y notorio. Lo sabe cualquiera
    que tenga oídos.
    EDGAR
    Permitidme. ¿Está cerca el otro ejército?
    CABALLERO
    Muy cerca y marcha de prisa. El grueso
    se podrá divisar en cualquier momento.
    EDGAR
    Gracias, señor. Nada más.
    CABALLERO
    La reina se queda por motivos especiales,
    pero sus tropas avanzan.
    EDGAR
    Gracias, señor.

    Sale [el CABALLERO].

    GLOSTER
    Dioses piadosos, vuestra es mi vida.
    No dejéis que mi mal espíritu me tiente
    a morir antes que vosotros lo queráis.
    EDGAR
    Buena oración, anciano.
    GLOSTER
    Señor, ¿quién sois vos?
    EDGAR
    Un triste ser rendido a los golpes de la suerte,
    que, viviendo y pasando sufrimientos,
    se inclinó a la compasión. Dadme la mano;
    os buscaré algún refugio.
    GLOSTER
    Gracias de corazón, y con ellas la merced
    y bendición de los cielos.

    Entra [OSWALD, el] mayordomo.

    OSWALD
    ¡Su cabeza puesta a precio! ¡Qué suerte!
    Esa cara sin ojos se hizo carne
    para darme fortuna. ?? Mísero y viejo traidor,
    reza de prisa: aquí está la espada
    que ha de matarte.
    GLOSTER
    Golpee con fuerza tu benéfica mano.
    OSWALD
    ¿Y tú cómo te atreves, patán insolente,
    a defender a un traidor proscrito? Vete,
    no sea que la infección de su fortuna
    te contagie. ¡Suéltale el brazo!
    EDGAR
    No se lo suelto, señor, si no veo motivo.
    OSWALD
    ¡Suéltalo, villano, o te mato!
    EDGAR
    Caballero, seguid vuestra senda y dejadnos pasar a los pobres. Si pudieran matarme con bravatas, hace sema¬nas que estaría muerto. No, no os acerquéis al anciano. Os lo aviso: apartaos o veremos cuál es más dura, mi tranca o vuestra crisma. He hablado claro.
    OSWALD
    ¡Fuera, palurdo!

    Luchan.

    EDGAR
    Yo os mondaré los dientes. Vamos, las estocadas no mi asustan.
    OSWALD
    Plebeyo, me has matado. Villano, coge mi bolsa.
    Si quieres mejorar, entierra mi cadáver
    y entrega la carta que llevo conmigo
    a Edmond, Conde de Gloster. Búscale
    en el lado británico. ¡Ah, muerte
    inesperada, muerte …!

    Muere.

    EDGAR
    Sé quién eres: un canalla diligente,
    tan cumplidor con los vicios de tu ama
    como quiere la maldad.
    GLOSTER
    ¿Ha muerto?
    EDGAR
    Sentaos, anciano. Descansad. ??
    A ver los bolsillos. La carta que dice
    puede serme útil. Está muerto. Sólo siento
    que no haya tenido otro verdugo. A ver.
    Con permiso del lacre; cortesía, no me acuses.
    Para saber el plan del enemigo,
    le abrimos el pecho; abrir cartas es más lícito.

    Lee la carta.

    «Recordemos nuestras recíprocas promesas. Tienes mu¬chas oportunidades de acabar con él; si voluntad no te falta, la hora y el lugar se te ofrecerán en abundancia. Si regresa victorioso, no hay nada que hacer. Yo seré su pri¬sionera, y nuestro lecho, mi cárcel. Líbrame de su re¬pugnante calor y que tu esfuerzo ocupe su lugar.
    Tu (esposa, quisiera yo)
    devota amada,*

    Goneril.»
    ¡Ah, deseo ilimitado de mujer!
    ¡Tramar contra la vida de su buen esposo,
    y mi hermano, el sustituto! ?? Te enterraré
    aquí, en la arena, impío correo
    de rijosos asesinos y, en su momento,
    pondré este vil mensaje ante los ojos
    del duque amenazado. Para él es una suerte
    que yo pueda informarle de tu carta y de tu muerte.
    GLOSTER
    El rey está loco. ¡Qué terco es mi sentido,
    que sigo en pie y con plena conciencia
    de mi inmenso dolor! Mejor ser un demente:
    mis pensamientos estarían separados
    de mis penas, y en mi delirio los pesares
    dejarían de conocerse.

    Tambores a lo lejos.

    EDGAR
    Dadme la mano. Me parece que oigo
    redoblar a lo lejos el tambor.
    Vamos, anciano, os dejaré con un amigo.

    Salen.

    IV.vi Entran CORDELIA, KENT y un CABALLERO.

    CORDELIA
    ¡Ah, querido Kent! ¿Cómo podré pagar
    tu bondad mientras viva? Mi vida será muy corta
    y mi medida no alcanza.
    KENT
    Vuestra aprobación me paga con creces.
    Mi relato responde a la verdad
    tal como es; ni más, ni menos.
    CORDELIA
    Vístete mejor. Tu ropa es el recuerdo
    de esas malas horas. Te lo ruego, cámbiate.
    KENT
    Señora, perdonad. Darme a conocer ahora
    estorbaría mi plan. Os lo pido por favor:
    no me conozcáis hasta que lo juzgue oportuno.
    CORDELIA
    Muy bien, señor. ?? ¿Cómo está el rey?
    CABALLERO
    Aún duerme, señora.
    CORDELIA
    ¡Dioses clementes, curad la grave herida
    de su naturaleza lastimada!
    ¡Templad los sentidos discordantes
    de este padre vuelto niño!
    CABALLERO
    ¿Permite Vuestra Majestad,
    que despertemos al rey? Ha dormido mucho.
    CORDELIA
    Obrad según vuestro saber
    y haced vuestra voluntad. ¿Está vestido?
    CABALLERO
    Sí, señora. En su sueño profundo
    le pusimos otra ropa.

    Entra LEAR en un sillón, llevado por cria¬dos.

    Estad cerca, señora, cuando le despertemos.
    Seguro que se habrá calmado.*
    CORDELIA
    ¡Ah, padre querido! Curación, en mis labios
    pon tu medicina, y que este beso
    repare las crueldades que mis dos hermanas
    infligieron a tu reverencia.
    KENT
    ¡Tierna y dulce princesa!
    CORDELIA
    Aunque no fueras su padre, tu níveo cabello
    reclamaba compasión. ¿Podía afrontar
    esta cara los vientos hostiles?*
    Aunque me hubiese mordido,
    el perro de mi enemigo habría pasado
    esa noche en mi casa junto al fuego.
    ¿Y te forzaron, pobre padre, a guarecerte
    con cerdos y vagabundos desechados,
    sobre paja menuda y enmohecida?
    ¡Ay de mí! Asombra que no cesaran a la vez
    tu vida y tu cordura. ?? Se despierta. Habladle.
    CABALLERO
    Hacedlo vos, señora. Es lo mejor.
    CORDELIA
    ¿Cómo está mi rey y señor? ¿Cómo estáis, Majestad?
    LEAR
    Sois injustos al sacarme de la tumba.
    Tú eres un alma en la gloria, pero yo
    estoy atado a una rueda de fuego y las lágrimas
    me abrasan como plomo fundido.
    CORDELIA
    ¿Me conocéis, señor?
    LEAR
    Eres un espíritu, lo sé. ¿Dónde has muerto?
    CORDELIA
    Aún desvaría.
    CABALLERO
    Está apenas despierto. Dejadle un instante.
    LEAR
    ¿Dónde he estado? ¿Dónde estoy? ¿Es de día?
    Estoy aturdido. Me moriría de pena
    de ver a otro así. No sé qué decir.
    No puedo jurar que éstas sean mis manos.
    A ver. Siento el pinchazo. ¡Ojalá
    pudiera estar seguro de mi estado!
    CORDELIA
    Miradme, señor, y extended
    vuestra mano para bendecirme.
    ¡No os arrodilléis!
    LEAR
    No te burles de mí, te lo ruego.
    Sólo soy un anciano que chochea,
    los ochenta ya pasados, ni un día menos,
    y, hablando con franqueza,
    me temo que no estoy en mi juicio.
    Creo que te conozco, a ti y a este hombre,
    pero estoy dudoso: ignoro del todo
    qué lugar es éste y, por más que lo intento,
    no recuerdo esta ropa; ni tampoco sé
    dónde he pasado la noche. No os riáis de mí,
    pues, tan verdad como que soy hombre, creo
    que esta dama es mi hija Cordelia.
    CORDELIA
    Soy yo, soy yo.
    LEAR
    ¿Mojan tus lágrimas? Sí, cierto. No llores,
    te lo ruego. Si tienes veneno, me lo beberé.
    Sé que no me quieres. Tus hermanas,
    ahora lo recuerdo, me han tratado mal.
    Tú tienes motivo; ellas, no.
    CORDELIA
    Motivo, ninguno; ninguno.
    LEAR
    ¿Estoy en Francia?
    KENT
    En vuestro reino, señor.
    LEAR
    No os burléis.
    CABALLERO
    Alegraos, señora. Veis que su furor
    ya se ha apagado.* Pedidle que entre;
    no le molestéis hasta que esté más sereno.
    CORDELIA
    ¿Desea venir Vuestra Majestad?
    LEAR
    Sé paciente conmigo. Olvida y perdona,
    te lo ruego. Soy un viejo tonto.

    Salen.*

    V.i Entran, con tambores y bandera, EDMOND, REGAN, caballeros y soldados.

    EDMOND
    Preguntad al duque si mantiene
    su último propósito a si desde entonces
    algo le ha hecho cambiar. ?? Está muy vacilante
    y aprensivo. ?? Traedme su firme decisión.

    [Sale un caballero.]

    REGAN
    Algo le ha ocurrido al criado de mi hermana.
    EDMOND
    Eso me temo, señora.
    REGAN
    Y ahora, mi señor, ya sabes el bien
    que pienso hacerte. Dime la verdad,
    por amarga que sea: ¿No quieres a mi hermana?
    EDMOND
    De un modo honorable.
    REGAN
    ¿Y no has llegado nunca por la vía
    de mi cuñado al lugar prohibido?*
    EDMOND
    No, señora, por mi honor.
    REGAN
    No lo soportaría. Mi querido señor,
    no intimes con ella.
    EDMOND
    Descuidad. Ella y su esposo el duque…

    Entran, con tambores y bandera, ALBANY, GONERIL y soldados.*

    ALBANY
    Muy querida hermana, mis saludos. ??
    Señor, me dicen que el rey está con su hija
    y otros a quienes el rigor de nuestro Estado
    ha obligado a sublevarse.*
    REGAN
    ¿A qué viene eso?
    GONERIL
    Uníos contra el enemigo.
    La disputa familiar y personal
    no es ahora nuestro objeto.
    ALBANY
    Entonces decidamos la estrategia
    con los soldados más expertos.*
    REGAN
    Hermana, ¿vienes conmigo?
    GONERIL
    No.
    REGAN
    Sería lo más propio. Anda, acompáñame
    GONERIL
    [aparte] ¡Ah, ya sé tu juego!
    [A REGAN] Voy contigo.

    Salen los dos ejércitos,
    Entra EDGAR.

    EDGAR [a ALBANY]
    Si Vuestra Alteza ha conversado
    con pobres como yo, oídme un momento.
    ALBANY
    [a los demás] Ahora os alcanzo. ?? Habla.
    EDGAR
    Antes de entrar en combate, abrid esta carta.
    Si salís victorioso, que llame la trompeta
    al que la trajo. Aun pareciendo tan mísero,
    presentaré un paladín que probará
    lo que en ella se dice. Si perdéis,
    concluirá todo trato con el mundo
    y cesará toda intriga. La fortuna os sonría.
    ALBANY
    Espera a que lea la carta.
    EDGAR
    Me lo han prohibido. Cuando sea el momento
    que el heraldo lo proclame y yo acudiré.
    ALBANY
    Entonces, adiós. Leeré tu carta.

    Sale [EDGAR]. Entra EDMOND.

    EDMOND
    El enemigo está a la vista. Presentad batalla.
    Aquí tenéis el cálculo de sus fuerzas
    tras activo reconocimiento. Mas ahora
    se impone la presteza.
    ALBANY
    No me haré esperar.

    Sale.

    EDMOND
    Mi amor he jurado a estas dos hermanas,
    cada una recelosa de la otra,
    igual que de la víbora su víctima. ¿Con cuál
    me quedaré? ¿Con ambas, una o ninguna?
    A ninguna gozaré si ambas siguen vivas.
    Si me quedo con la viuda, se enfurece
    y enloquece Goneril, y su parte no podré
    ganarla mientras viva su marido. Entonces,
    que ejerza autoridad en la batalla; concluida,
    la que de él quiera librarse, que planee
    cómo le elimina cuanto antes. Y la clemencia
    que piensa demostrar con Lear y Cordelia,
    con ellos apresados después de la batalla,
    no se concederá. Mi posición
    exige hechos, no cavilación.

    Sale.

    V.ii Fragor de batalla dentro. Cruzan el escenario, con tambores y bandera, LEAR, CORDELIA y soldados, y salen. Entran EDGAR y GLOSTER.

    EDGAR
    Aquí, anciano; cobijaos bajo la sombra
    de este árbol. Rezad por que venza el justo.
    Si logro volver con vos, os traeré consuelo.
    GLOSTER
    ¡La gracia divina sea con vos!

    Sale [EDGAR].

    Fragor de batalla y toque de retreta den¬tro. Entra EDGAR.

    EDGAR
    ¡Vámonos, anciano! ¡Dadme la mano, vamos!
    El rey Lear ha perdido. Él y su hija están presos.
    Dadme la mano, vamos.
    GLOSTER
    No nos vayamos, señor: para pudrirse, esto vale.
    EDGAR
    ¿Otra vez desanimado? El hombre ha de sufrir
    el dejar este mundo igual que el haber venido.
    La madurez lo es todo. Vamos.
    GLOSTER
    También eso es cierto.

    Salen.

    V.iii Entra victorioso EDMOND, con tambores y ban¬dera; LEAR y CORDELIA, prisioneros; soldados; un CAPITÁN.

    EDMOND
    Que varios oficiales se los lleven.
    Vigiladlos, hasta que se conozcan los deseos
    de quien tiene poder para juzgarlos.
    CORDELIA
    No somos los primeros que, procurando
    lo bueno, sufrimos lo peor. Por vos,
    rey humillado, me veo desconsolada,
    pues yo rendiría el ceño de la falsa Fortuna.
    ¿No vamos a ver a estas hijas y hermanas?
    LEAR
    No, no, no, no. Ven, vamos a la cárcel.
    Cantaremos como pájaros en jaula.
    Si me pides la bendición, me pondré de rodillas
    pidiéndote perdón. Viviremos así,
    y rezando, cantando, contando leyendas,
    riéndonos de los lindos palaciegos, oyendo
    a pobrecillos hablar de la corte;
    y hablando con ellos de quién pierde
    y quién gana, quién medra y quién cae;
    fingiendo entender los misterios de las cosas,
    cual si fuésemos espías de los dioses;
    y, encerrados en la cárcel, veremos pasar
    bandos y partidos de los poderosos
    que suben y bajan con la luna.
    EDMOND
    Lleváoslos.
    LEAR
    Sobre tales sacrificios, mi Cordelia,
    los propios dioses echan incienso. ¿Ya te tengo?
    Quien quiera separamos, que traiga una antorcha
    del cielo y nos ahuyente como a zorras.
    Sécate los ojos. Antes que nos hagan llorar,
    los demonios las devorarán, con carne y piel.
    Antes morirán de hambre. Vamos.

    Salen [todos menos EDMOND y el CAPI¬TÁN].

    EDMOND
    Ven aquí, capitán. Escucha.
    Toma esta nota. Síguelos hasta la cárcel.
    Te he procurado un ascenso; si cumples
    estas instrucciones, harás tu entrada
    en la nobleza. Sabe que los hombres
    son según el mundo: la ternura
    no cuadra a un soldado. Este gran encargo
    no admite discusión: o lo haces
    o tendrás que medrar por otros medios.
    CAPITÁN
    Lo hago, señor.
    EDMOND
    Pues a ello, y piensa en tu fortuna
    cuando esté hecho. Fíjate: digo «en el acto»;
    y dispónlo todo como está escrito.*

    Sale el CAPITÁN.
    Clarines. Entran ALBANY, GONERIL, RE¬GAN y soldados.

    ALBANY
    Señor, hoy habéis mostrado vuestro arrojo
    y la fortuna os ha guiado. Tenéis cautivos
    a quienes han sido nuestros adversarios.
    Requiero su entrega, para proceder
    según decidan con justicia
    su valer y nuestra seguridad.
    EDMOND
    Señor, juzgué oportuno
    poner al rey anciano y desdichado
    bajo cierta custodia y vigilancia.
    Su vejez y más su título pudieran
    seducir y atraer a las gentes a su lado
    y volver las lanzas reclutadas
    contra los ojos que las mandan. Con él
    envié a la reina, por idéntica razón.
    Desde mañana podrán comparecer
    donde celebréis el proceso.*
    ALBANY
    Si me lo permitís, señor,
    os tengo por vasallo en esta guerra,
    no por hermano.
    REGAN
    Será como yo quiera situarle:
    Creo que antes de haber dicho todo eso,
    había que consultarme. Él mandó mis tropas,
    representó mi autoridad y mi persona.
    Tal proximidad bien podría reclamar
    el título de hermano.
    GONERIL
    Más despacio. Él supera por sí mismo
    todos tus honores.
    REGAN
    Investido con mis derechos,
    él iguala al mejor.
    ALBANY
    Sobre todo si fuera tu marido.
    REGAN
    Muchas bromas resultan profecías.
    GONERIL
    Vaya, vaya. El ojo que te lo ha dicho
    está bizco de los celos.
    REGAN
    Señora, no me siento bien. Si no, descargaría
    mi furia en la respuesta. ?? General,
    toma mis soldados, mis cautivos y mi hacienda.
    Dispón de ellos y de mí. Tuya es la ciudad.
    El mundo es testigo de que te he nombrado
    mi dueño y señor.
    GONERIL
    ¿Te propones gozarlo?
    ALBANY
    Prohibirlo no está en tu mano.
    EDMOND
    Ni en la vuestra, señor.
    ALBANY
    Pues sí, mozo bastardo.
    REGAN
    Redoblen los tambores y demuestren
    que mi título es tuyo.
    ALBANY
    Esperad. Escuchadme. Edmond, te detengo
    por alta traición y, contigo, acuso
    a esta falsa serpiente. ?? En cuanto a tu propósito,
    bella hermana, lo impugno en benefcio de mi esposa.
    Es ella la que está prometida a este hombre,
    y yo, su esposo, me opongo a tu proclama.
    Si quieres casarte, cortéjame a mí;
    mi esposa está apalabrada.
    GONERIL
    ¡Qué comedia!
    ALBANY
    Estás armado, Gloster. Suene la trompeta.
    Si nadie acude a probar contra ti
    tus infames, palmarias y múltiples traiciones,
    ahí va mi reto.

    [Arroja el guante.]

    Nada he de comer hasta que pruebe
    sobre tu corazón que en nada eres menos
    de lo que te he calificado.
    REGAN
    Estoy mal, muy mal.
    GONERIL [aparte]
    Si no, ya nunca confiaré en venenos.
    EDMOND [arrojando su guante]
    Ahí va mi respuesta. Quienquiera que sea
    el que me llama traidor, miente con vileza.
    Suene la trompeta. Quien se atreva, que se acerque:
    contra él, contra vos, contra quien sea,
    demostraré mi honor y rectitud.
    ALBANY
    ¡Aquí un heraldo! ??
    Confía en tu valor personal, pues tus soldados,
    reclutados en mi nombre, en mi nombre
    han sido licenciados.
    REGAN
    La dolencia me domina.
    ALBANY
    Está enferma. Llevadla a mi tienda.

    [Sale REGAN, apoyada en uno o dos.]
    Entra un HERALDO.

    Ven aquí, heraldo. Que suene la trompeta
    y lee esto.

    Suena una trompeta.

    HERALDO [lee]
    «Si algún hombre de calidad o rango en el ejército quiere probar contra Edmond, presunto Conde de Gloster, que es un perfecto traidor, que comparezca al tercer toque de trompeta. Está dispuesto a defenderse.»

    Primer toque.

    ¡Otra vez!

    ¡Otra vez!

    Segundo toque.

    Tercer toque. Responde dentro una trompeta. Entra ED¬GAR, en armas.

    ALBANY
    Pregúntale qué quiere y por qué
    comparece al toque de trompeta.
    HERALDO
    ¿Quién sois? Decid vuestro nombre y rango,
    y la razón de que acudáis a esta llamada.
    EDGAR
    Sabed que mi nombre se perdió,
    roído y comido por dientes de traición.
    Mas soy tan noble como el adversario
    con quien vengo a combatir.
    ALBANY
    ¿Quién es ese adversario?
    EDGAR
    ¿Quién representa a Edmond, Conde de Gloster?
    EDMOND
    Él mismo. ¿Qué tienes que decide?
    EDGAR
    Desenvaina y, si mi boca
    ofende a tu nobleza, que tu espada
    te haga justicia. Aquí está la mía:
    privilegio de mi honor, juramento
    y fe de caballero. Yo afirmo,
    pese a tu poder, posición, juventud y gloria,
    no obstante tus laureles y flamante fortuna,
    tu valor y tu denuedo, que eres un traidor,
    falso con tus dioses, tu hermano y tu padre,
    conspirador contra este ilustre y noble príncipe,
    y que, del extremo superior de tu cabeza
    a tus plantas y al polvo debajo de tus pies,
    eres un infecto sapo traidor. Niégalo,
    y esta espada, este brazo y mi ánimo mejor
    están prestos a probar contra tu pecho,
    al que le hablo, que has mentido.
    EDMOND
    Por prudencia debiera preguntar tu nombre,
    mas, como tu presencia es tan gallarda y marcial
    y tus palabras arguyen crianza,
    desdeño toda dilación por miramientos
    o por formalidades de la caballería.
    Te devuelvo tus cargos a la cara; que,
    con tu odiosa mentira, te atormenten.
    Y, aunque ahora pasan a tu lado sin herirte,
    esta espada va a abrirles el camino
    que les dé descanso eterno. ?? ¡Hablad, trompetas!

    Toques de trompeta. Luchan. [EDMOND es vencido.]

    ALBANY
    ¡No le mates, no le mates!
    GONERIL
    Esto es una intriga, Gloster.
    Según el código de armas, no tenías
    por qué luchar con un desconocido.
    No estás vencido, sino burlado y engañado.
    ALBANY
    Cierra esa boca, señora,
    o te la taparé con esta carta. ?? ¡Alto, señor! ??
    Tú, peor que todo insulto, lee tu maldad.
    ¡Sin romper, señora! Ya veo que la conoces.
    GONERIL
    Aunque así fuera: las leyes son mías, no tuyas.
    ¿Quién va a procesarme?
    ALBANY
    ¡Qué monstruo! ??
    ¿Conoces esta carta?
    EDMOND
    No me preguntéis lo que sé.

    Sale [GONERIL].

    ALBANY
    Seguidla. Está fuera de sí. Dominadla.
    EDMOND
    De lo que me acusáis soy culpable,
    y de más, mucho más; el tiempo lo descubrirá.
    Todo terminó, y yo también. ?? Mas, ¿quién eres tú,
    que has triunfado sobre mí? Si eres noble,
    te perdono.
    EDGAR
    Sea recíproco el perdón.
    Tan noble soy de sangre como tú, Edmond;
    si más, tanto más me has agraviado.
    Soy Edgar, hijo de tu padre.
    Los dioses son justos y el placer de nuestros vicios
    lo vuelven instrumento de castigo:
    el lugar sombrío y vicioso donde te engendró
    le costó los ojos.
    EDMOND
    Dices bien. Es cierto.
    La rueda ha dado la vuelta, y aquí estoy.
    ALBANY
    Me pareció que tu porte denotaba
    nobleza regia. Deja que te abrace.
    Que la pena me parta el corazón
    si yo jamás odié a ti o a tu padre.
    EDGAR
    Lo sé, noble príncipe.
    ALBANY
    ¿Dónde te ocultabas? ¿Cómo has sabido
    las miserias de tu padre?
    EDGAR
    Cuidándolas, señon Oíd mi breve historia
    y que, contada, me estalle el corazón.
    El huir de la proclama despiadada
    que tan de cerca me seguía (¡ah, seducción
    de nuestra vida, que nos hace preferir
    el dolor de la muerte de hora en hora
    a la muerte de una vez!) me dio la idea
    de cubrirme con harapos de lunático
    y asumir una apariencia que hasta un perro
    despreciaba. Así vestido, hallé a mi padre
    con las órbitas sangrando y vacías
    de sus gemas; fui su guía, le acompañé,
    por él mendigué, le salvé de la desesperanza,
    y no me di a conocer (¡ah, error!)
    hasta hace media hora, cuando, en armas,
    y, aunque esperanzado, incierto de mi éxito,

  6. le pedí la bendición y le conté
    desde el principio todo mi peregrinaje.
    Mas su herido corazón, incapaz
    de sufrir tanta tensión entre extremos
    de dicha y de dolor, estalló sonriente.
    EDMOND
    Tus palabras me han emocionado
    y tal vez puedan hacer bien.
    Mas prosigue: parece que quisieras decir más.
    ALBANY
    Si es más doloroso, guárdatelo,
    que yo estoy a punto de llorar
    con lo que he oído.*

    Entra un CABALLERO con un cuchillo en¬sangrentado.

    CABALLERO
    ¡Socorro, socorro!
    EDGAR
    ¿Qué socorro?
    ALBANY
    Vamos, habla.
    EDGAR
    ¿Qué significa este cuchillo ensangrentado?
    CABALLERO
    Está caliente, humea. Estaba
    en el pecho de… ¡Ah, está muerta!
    ALBANY
    ¿Muerta quién? ¡Vamos, habla!
    CABALLERO
    Vuestra esposa, señor, vuestra esposa.
    Y envenenó a su hermana. Lo ha confesado.
    EDMOND
    Estaba prometido con las dos.
    Los tres nos casaremos en seguida.
    EDGAR
    Aquí llega Kent.

    Entra KENT.

    ALBANY
    Traed aquí los cuerpos, aunque muertos. ??
    Este juicio de los cielos, aunque me hace temblar,
    no me conmueve. ?? ¡Ah! ¿Es él?’
    La ocasión no permite ceremonias
    que dicta la cortesía.
    KENT
    Vengo a dar al rey mi señor
    un adiós eterno. ¿No está aquí?
    ALBANY
    ¡Ah, grave olvido! ?? Habla, Edmond.
    ¿Dónde está el rey? ¿Y dónde Cordelia? ??

    Traen los cadáveres de GONERIL y REGAN.

    ¿Veis qué escena, Kent?
    KENT
    Angustiosa. ¿Por qué?
    EDMOND
    Pero Edmond fue querido. La una
    envenenó a la otra por mi causa
    y luego se mató.
    ALBANY
    Cierto. ?? Cubridles la cara.
    EDMOND
    Estoy agonizando. Quiero hacer el bien,
    pese a mi naturaleza. Mandad a alguien
    al castillo, de prisa. Di orden de matar
    a Lear y a Cordelia. ¡Llegad a tiempo!
    ALBANY
    ¡Corred, ah, corred!
    EDGAR
    ¿A quién diste la orden? ¿Quién la tiene?
    Manda señal de contraorden.
    EDMOND
    Bien pensado. Toma mi espada. Al capitán,
    dádsela al capitán.
    EDGAR
    ¡De prisa, por tu vida!

    [Sale el CABALLERO.]

    EDMOND
    Tiene orden de vuestra esposa y mía
    de ahorcar a Cordelia en la cárcel,
    achacándolo a su desesperanza
    y diciendo que se suicidó.
    ALBANY
    Los dioses la protejan. ?? Sacadle de aquí.

    [Sacan a EDMOND.]
    Entra LEAR llevando a CORDELIA en brazos [y el CABALLERO].

    LEAR
    ¡Aullad, aullad, aullad! ¡Ah, sois todos de piedra!
    Si tuviese vuestra lengua y vuestros ojos,
    estallaría la bóveda del cielo. Nos ha dejado.
    Sé cuándo alguien está muerto y cuándo vive,
    y ella está más muerta que la tierra.
    Dadme un espejo. Si lo empaña
    o lo mancha con su aliento, es que vive.
    KENT
    ¿Es éste el fin anunciado?
    EDGAR
    ¿O un cuadro de ese horror?
    ALBANY
    ¡Húndase y acabe!
    LEAR
    Se mueve esta pluma. ¡Vive! Si es verdad,
    es una suerte que redime todos los pesares
    que jamás haya sentido.
    KENT
    ¡Mi buen señor!
    LEAR
    Aparta.
    EDGAR
    Es el noble Kent, vuestro amigo.
    LEAR
    ¡La peste os lleve a todos, asesinos, traidores!
    La podía haber salvado. Ahora se ha ido
    para siempre. ?? Cordelia, Cordelia, quédate. ¿Eh?
    ¿Qué dices? ?? Tenía una voz suave,
    dulce y gentil: algo admirable en la mujer. ??
    Yo maté al infame que te ahorcaba.
    CABALLERO
    Es cierto, señor: lo mató.
    LEAR
    ¿Verdad, amigo? En mis buenos tiempos
    mi fiel sable le habría hecho saltar. Ahora
    la vejez y los padecimientos me han mermado. ??
    ¿Quién sois? Me falla la vista. Yo os lo diré.
    KENT
    Si la fortuna presume de dos
    a los que amó y odió, aquí está uno de ellos.
    LEAR
    Lo veo todo borroso. ¿No sois Kent?
    KENT
    Sí, vuestro vasallo Kent. ¿Y vuestro siervo Cayo?
    LEAR
    ¡Ah, buen muchacho, vaya que sí!
    Sabe pegar y rápido. Está muerto y podrido.
    KENT
    No, mi señor. Soy yo quien…
    LEAR
    Después me ocupo de eso.
    KENT
    … os ha seguido en el dolor
    desde el decaer de vuestra suerte.
    LEAR
    Sed bienvenido.
    KENT
    Nadie lo es. Todo es tristeza, sombras, muerte.
    Vuestras hijas mayores se han aniquilado
    y han muerto en la desesperanza.
    LEAR
    Sí, eso creo.
    ALBANY
    No sabe lo que dice y es inútil
    dirigirse a él.
    EDGAR
    Sería en vano.

    Entra un MENSAJERO.

    MENSAJERO
    Señor, Edmond ha muerto.
    ALBANY
    Poco importa ahora. ?? Señores
    y nobles amigos, conoced mi propósito.
    Daré todo el consuelo necesario
    a esta gran ruina. En cuanto a mí,
    mientras viva Su anciana Majestad,
    le entrego todos mis poderes.
    [A EDGAR y KENT] A vosotros dos, vuestros derechos,
    con los títulos a que vuestra nobleza
    os ha hecho acreedores. Los amigos probarán
    el premio a su virtud, y los enemigos,
    el cáliz de sus culpas. ¡Ah, mirad, mirad!
    LEAR
    Y mi pobrecilla, ahorcada. ¿No, no, no tiene vida?
    ¿Por qué ha de vivir un perro, un caballo, una rata
    y en ti no hay aliento? ?? Tú ya no volverás;
    nunca, nunca, nunca, nunca, nunca. ??
    Desabrochad este botón. Gracias.
    ¿Veis esto? ¡Miradla! ¡Mirad, los labios!
    ¡Mirad, mirad!

    Muere.

    EDGAR
    Se ha desmayado. ¡Señor, señor!
    KENT
    Estalla, corazón, estalla.
    EDGAR
    Animaos, señor.
    KENT
    No le turbéis el alma. Dejad que se vaya.
    No perdonará al que siga estirándole
    en el potro de un mundo tan cruel.
    EDGAR
    Ha muerto, sí.
    KENT
    Asombra lo que ha resistido.
    Usurpó su propia vida.
    ALBANY
    Lleváoslos. Nuestro objeto es el luto general. ??
    Gobernad ambos, mis buenos amigos,
    y sostened el reino malherido.
    KENT
    Mi señor, yo tengo que emprender un viaje:
    me llama mi amo, y no debo negarme.
    EDGAR
    Me toca llevar este grave peso;
    decir lo que siento, y no lo que debo.
    Los más viejos fueron los que más penaron;
    jamás podrá el joven vivir ni ver tanto.

    Salen con una marcha fúnebre.

Comments are currently closed.