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EL DUELO COMO RESPUESTA A LA PERDIDA

Asunto: [duelo-perdida_emocional] EL DUELO COMO RESPUESTA A LA PERDIDA
Fecha: Domingo, 17 de Diciembre, 2000  09:47:20 (GMT)
Autor: tdmeseguer 

EL DUELO
Extracto de la clase “EL DUELO” preparada por J. Ripoll Espiau. 
Coordinadora Autonómica de Trasplantes de Navarra. Departamento de 
Salud. http://donacion.organos.ua.es

EL DUELO COMO RESPUESTA A LA PERDIDA
Una pérdida es una depravación de algún tipo y origina dolor.
La experiencia de pérdida es parte de la experiencia humana; a lo largo 
de la vida sufrimos a menudo pérdidas.
El sentido y la extensión de la pérdida es percibida de modo diferente 
por cada persona. La mayoría de las pérdidas aparecen como negativas 
para el que las experimenta: la muerte de un ser querido, la pérdida de 
bienes materiales. Sin embargo otras pérdidas se reconocen más 
dificilmente. No derivan en principio de hechos desagradables: las 
pérdidas originadas por el crecimiento, los cambios de situación; el 
nacimiento de un hijo pérdida de independencia y libertad -el traslado 
de casa, de ciudad.
Todo cambio, positivo o negativo, implica una pérdida y la necesidad de 
hacer un duelo.
Además, toda pérdida principal viene acompañada de pérdidas secundarias 
y toda pérdida física de otras simbólicas :
La muerte del ser querido es una pérdida principal. Puede generar en el 
doliente, dependiendo del rol que haya jugado en su vida, pérdida de 
status, de lugar de residencia, de amistades, de relación con otros 
miembros de la familia, de entorno social.
Estas pérdidas secundarias, no siempre se identifican como tales y 
pueden causar problemas al originar reaciones que no se entienden y que 
hacen sufrir.
Una pérdida física, pérdida tangible que puede tocarse y verse,- la 
pérdida del marido, el robo del coche, el incendio de la casa- conlleva 
pérdidas simbólicas abstractas de naturaleza psicosocial.
Una enfermedad grave, origina, además de la pérdida de la salud, 
pérdida de la autonomía, de las funciones corporales, de la identidad, 
la intimidad, los contactos sociales, la autoestima y la movilidad. Y 
también la pérdida de esperanzas, sueños y expectativas.
La muerte de un ser querido es una pérdida que se diferencia de otras 
por dos características: 
– la intensidad de los sentimientos 
– la irreversibilidad y «el para siempre» de la muerte. 

EL DUELO COMO PROCESO
Todo duelo es un proceso natural en el que el doliente atraviesa una 
serie de fases. Aunque «no necesariamente a persona en duelo, debe 
pasar por todas ellas ni seguir una determinada secuencia».
En el tiempo, podemos distinguir el duelo inmediato, que se inicia casi 
siempre en los Servicios de Urgencia y UCI de los hospitales y el duelo 
mediato, a medio y largo plazo.
Desde el punto de vista de ayuda profesional, interesa la fenomenología 
del duelo inmediato. El comportamiento y manifestaciones de esa 
persona, indicará lo que le ocurre «por dentro», en su mundo íntimo, y 
así,se le podrá interpretar y comprender.
La forma de iniciar el proceso de duelo es de la máxima importancia.

LAS FASES DEL DUELO
Erich Lindemann ya en 1944 describe las siguientes fases en el 
duelo inmediato: problemas somáticos, preocupaciones relacionadas con 
la imagen del fallecido, culpa, reacciones hostiles y pérdida de 
patrones de conducta.
Kübler-Ross describe el duelo como el paso a través de 5 fases: de 
negación, de ira,de negociación, de depresión y de aceptación.
Para Parkes las fases son de : alarma, búsqueda, mitigación de la 
ira y sentimientos de culpa. Al final, el doliente gana una nueva 
identidad.
Bowlby, insiste en la idea de que «hay que atravesar etapas»antes 
de que el duelo sea finalmente resuelto.
Therese Rando, habla de tres fases dinámicas, plásticas y 
variables, con fluctuaciones y características individuales, al ser la 
respuesta siempre personal: 
– La fase de rechazo: de shock, estupor y negación, tanto en lenguaje 
real como simbólico. 
– La fase de confrontación: el dolor es muy intenso, con un estado 
emocional muy fuerte, en el que uno se va repitiendo que el ser querido 
ha muerto, manifestando ira y furor contra todo y contra todos. « ¿Por 
qué a mí?» 
– La fase de acomodación: declina gradualmente el dolor agudo y 
comienza una reinserción emocional y social en el mundo cotidiano, en 
el que poco a poco el doliente aprende a vivir sin el fallecido. 
Para Grollman las fases son de shock, sufrimiento y recuperación.
Monbourquette habla de amar, perder, crecer: de la pérdida a 
la «ganacia».
Se describe a continuación más detalladamente, un proceso normal de 
duelo según Bob Wright:
Fase I. 
Shock, insensibilidad, estupefacción, nada parece real al doliente. 
Está como en trance.La gente le habla y no responde: se siente 
espectador. No puede concentrarse ni tiene energía; está «aturdido», 
paralizado y los sentimientos como dormidos, «anestesiados». Su 
comportamiento podría interpretarse a veces como «de serenidad», pero 
el doliente se desmorona en cuanto se da cuenta de la realidad.
Esta situación responde a un mecanismo de protección ante la amenaza de 
un dolor psíquico y confusión intolerables. Es un escape natural y 
temporal, que amortigua el impacto inmediato y ayuda a ir asimilando la 
terrible realidad. Pues aún cuando haya una aceptación «intelectual»de 
la pérdida, el proceso emocional es muy lento y puede durar días o 
meses.
Negación,incredulidad: «no es a mí»; «ha habido un error»; «estoy 
soñando.». El doliente habla en tiempo presente del fallecido.No 
renuncia a la esperanza de que va a volver. «No ha ocurrido nada».
Los profesionales deben evitar en esta fase los, eufemismos, evasiones 
y fantasías, como «se nos ha ido «, «ha partido», «se ha ido por 
delante».
Pánico. El doliente sólo puede pensar en la pérdida y está «paralizado 
por el miedo»: miedo a perder los nervios y el control, a no poder 
concentrarse , a volverse loco, a lo desconocido, al futuro.¿Qué me va 
a ocurrir? El doliente está emocionalmente desorganizado; se siente 
solo,triste, vacío, confuso, desamparado y desesperado, postrado y 
lleno de desolación. La idea de suicidio no es infrecuente.
Este pánico es normal y hay que decírselo.
Sentimientos y emociones en esta etapa: El dolor, emoción humana básica 
absolutamente normal, aún siendo universal, es extremadamente 
personal.Nunca se hacen dos duelos iguales.»Cada persona llora la 
muerte de su ser querido de un modo diferente». En estos primeros 
momentos, el dolor es aterrador e irregular y se expresa a través de 
una gama extensa de sentimientos, con reacciones muy variadas y a 
menudo contradictorias.
– Son frecuentes los sentimientos de «oportunidad perdida» en esta 
relación. 
– También los de inseguridad: no sabe uno dónde está; la tierra que 
pisa ya no es firme. 
– Como se ha apuntado, aparecen a menudo sentimientos de desesperación 
(e incluso la idea de suicidio). Distraen del enojo, resentimiento, 
cólera que siente el doliente hacia las personas, el muerto,el médico o 
el sistema sanitario y del sentimiento de culpabilidad por esas 
reacciones. 
– Hay una búsqueda que varía desde sentimientos de agitación a la 
búsqueda física, real, de la persona fallecida. 
– La desolación y el llanto son muy frecuentes en un primermomento; 
éste es precisamente el tiempo en que el doliente debe afligirse y 
suprimir o ignorar las reacciones de dolor puede retrasar o alterar el 
duelo. 
Por el contrario, las emociones que se sienten, al ser expresadas, 
ayudan a emerger frustaciones. Hablar del muerto y llorar, alivia y 
hace que se compartan sentimientos con otros. El identificar estas 
emociones: «estoy triste»,»estoy furioso» «estoy dolido «, desahoga y 
sirven de cauce para que las penas fluyan.
Las formas de respuesta a la aflicción pueden manifestarse por:
Diferentes sensaciones físicas: náuseas, vértigo, palpitaciones, 
opresión en la boca del estómago,en el pecho,vacío en el estómago, 
sequedad de boca,ahogo, hipersensibilidad al ruido,fatiga, dolores de 
cabeza, de espalda.
Madoz describe en esta fase los comportamientos siguientes: 
– Aquellos que bloquean la percepción. Como «desmayos» 
o «desfallecimientos», estados crepusculares, (estar «traspuesto») o 
bloqueos pseudocatatónicos(inmóvil, rígido y sin respuestas). 
– Aquellos que alteran la motricidad: parálisis de partes del cuerpo, 
inhibición de movimientos, automatismos motóricos regresivos(balanceo) 
o repetitivos sin sentido («respiraciones artificiales» interminables). 
Esta fase puede durar horas, días o semanas.
Fase II. 
El sentido de culpa relacionado con la pérdida aparece como fenómeno de 
autocastigo y autorrecnminación: cosas que no hizo, no dijo o 
actuaciones que hicieron daño a esa persona amada:» Si al menos hubiera 
llamado antes al médico, le hubiera tratado más cariñosamente, le 
hubiera cuidado más, hubiera tenido más paciencia,le hubiera expresado 
cariño con más frecuencia.»
Hay sentimientos de pérdida de «la vida no vivida».
Antes de la muerte siempre existe la esperanza de que las cosas pueden 
cambiar. La muerte hace examinar la vida: los propios fallos, errores, 
injusticias, lo que se ha hecho o dejado de hacer.
En el caso de un hijo o de un cónyuge este sentimiento puede revestir 
gran intensidad.
El sentido de culpa sin resolver y las emociones mal interpretadas 
pueden llevar al doliente a sentirse mal durante años o a manifestarlo 
a traves de síntomas físicos. Puesto que el pasado no puede cambiarse, 
hay que aceptarlo e integrarlo en la propia vida; el aceptar la culpa 
es una forma de integración.
El doliente está furioso; lleno de ira, rabia y resentimiento.
Cólera: ¿Por qué no se ha muerto mi vecino que es un sinvergüenza?
Enojo: contra el hospital, contra los médicos y enfermeras,con los que 
te rodean-.qué se han creído, hablan de mi futuro y no hay futuro para 
mí..
Indignación con el propio ser querido, «que se ha ido» que «está 
descansando»..
Rabia contra uno mismo y contra los demás.
Depresión y abandono. Prima el sentimiento de desolación. «Nadie ha 
sufrido un duelo como el suyo». La depresión aparece en esta etapa como 
un fenómeno normal y sano. Es una necesidad psicológica, un camino 
lento y tortuoso para llegar a aceptar la pérdida y forma parte del 
proceso de decir «adiós» al ser querido. «El sol luce», pero está 
envuelto en nubes y el doliente no lo ve. Puede ayudarle, el asegurar 
que «la nubes pasan y «se levantan»,aunque en estos momentos a él le 
parezca imposible.
Disminuye de manera importante la autoestiina:«no me importa el 
aspecto», «no valgo la pena», no puedo ser merecedor del afecto de 
otros» .
Sentimientos y emociones en la fase II
El resentimiento disminuye el sufrimiento y la cólera.
Está mejorando puesto que puede expresar sentimientos muy fuertes de 
los que no se creía capaz. Estos sentimientos son normales en las 
personase deben aceptarse, pero a menudo procuramos sublimarlos. Es una 
fase normal en el proceso del duelo e inicia la salida de la depresión.
Comportainientos: alteraciones del apetito, insomnio, miedo a enfermar, 
aislamiento social, evitar lo que recuerda al difunto o por el 
contrario llevar objetos del fallecido o atesorar objetos que le 
pertenecían, visitar los lugares que se frecuentaron juntos.
Se dan a menudo síntomas físicos de enfermedad originados por el dolor, 
la angustia y el stress, que a su vez provocan una depresión del 
sistema inmunológico; el doliente se vuelve físicamente más vulnerable.
Los problemas de salud a lo largo del proceso, pueden indicar 
fijaciones por problemas emocionales mal resueltos.
El entender la causa de todos estos «síntomas» puede ayudar a trabajar 
la pérdida.
Esta fase puede durar desde semanas a meses.
Fase III. 
Resistencia a volver a la vida habitual. El doliente se siente sin 
fuerzas, débil e incapaz de afrontar nuevas situaciones y decisiones. 
Piensa que los que le rodean no tienen ni idea de la magnitud de la 
pérdida, terrible y muy especial. No se duele delante de cualquiera, su 
duelo es un asunto privado. Le hablan de otras cosas ignorando su 
pena.Todos han olvidado lo ocurrido, pero «alguien tiene que 
recordarlo».Quiere tomarse su tiempo para hacer el duelo, se resiste a 
darlo por acabado.
En realidad se produce una «conspiración del silencio» y no se menciona 
al difunto para no provocar la aflicción del doliente. Algo importante 
que pueden realizar los familiares y amigos es el ayudar a conservar la 
memoria del difunto.
El doliente debería abrirse a nuevas relaciones e iniciar algo 
diferente. Pero no le apetece y le cuesta, lo cual es muy normal.
Fase IV. 
Afirmación de la realidad y recuperación. Gradualmente se va abriendo 
paso la esperanza. Las nubes se van despejando. Se alternan temporadas 
buenas con los baches, que casi siempre coinciden con fechas clave, 
aniversarios y fiestas significativas.
Se recupera el sentido de sí mismo que pasa por aceptar la pérdida: mi 
hijo ha muerto. Se afronta la dura realidad.
En muchos casos, el doliente prefiere trabajar por sí mismo su dolor; 
aunque siempre necesita la calidez, la ayuda y el afecto de los que le 
rodean,para motivarle a buscar otras relaciones, trabajos o hobbies que 
den un nuevo sentido a la vida.
Otras veces requiere ayuda más profesionalizada.
Reconocer el dolor e intentar vivirlo,es expresión de salud mental. En 
el dolor no hay atajos,no se puede huir de él, hay que atravesarlo.
Repasar los recuerdos agradables y desagradables, también alivia.
Todos los estudiosos del duelo están de acuerdo en afirmar que un duelo 
se resuelve mejor si se cuenta con soporte emocional y social 
adecuados, ya que el doliente aprende que no tiene que afrontar el 
presente y el futuro solo: cuenta con familiares y amigos que le ayudan 
a temer menos al mundo real.
La experiencia – durísima – de un duelo, da la oportunidad de ayudar a 
otros cuando sufren trances similares.

EL DUELO COMO TRABAJO
El duelo es un trabajo.
La mayoría de los estudiosos del duelo, coinciden en que el doliente 
necesita estar activo y «hacer» más que esperar que «algo ocurra «, de 
manera que el proceso probablemente consiste tanto en experimentar a 
través de unas fases como en cumplir ciertas tareas.
Freud en «Mourning and melancholia» habla del trabajo del duelo.
Erich Lindemann dice que un duelo requiere energía física y 
emocional, ya que hay que hacer activamente cosas para una resolución 
positiva del mismo. A la vez, existen reacciones emotivas de tremenda 
intensidad que necesitan ser expresadas y aceptadas para acomodarse a 
la ausencia del ser querido, construirse una nueva identidad y rehacer 
una nueva vida en la que nunca más estará esa persona.
Para Wordon «los trabajos del duelo», difieren de las fases del 
duelo; requieren actividad por parte del doliente y son muy valiosos 
para el proceso.
Cook y Phillips, que hablan también de trabajo, acuñan la 
palabra «resolución del duelo» como la etapa final del mismo.
Theres Rando (18), dice que duelo y trabajo son sinónimos, pues el 
acomodarse a la ausencia del ser querido y construirse una nueva 
identidad y un nuevo mundo, requiere del doliente trabajar duro.
Bob Wright cree que se conjuga la pasividad con la actividad que 
requiere todo proceso de duelo, al dejar emerger los sentimientos, 
aceptarlos, poner de relieve su valía y a la vez, confrontarlos y 
explorarlos.
Kübler Ross insiste en el duelo como proceso y como trabajo que 
posibilitan al doliente el salir fortalecido y enriquecido de esta 
experiencia.

FACTORES QUE INFLUYEN EN EL DUELO:
Como ya se ha dicho,aún cuando hayan elementos comunes, la pérdida de 
un ser querido es vivida de manera única e individual por cada uno de 
los dolientes .Cuatro grupos de factores afectan de manera importante 
al duelo: Los factores psicológicos, los recursos personales, las 
circunstancias específicas de la muerte, los apoyos externos.
1.-Los factores psicológicos.
La pérdida y el sentido de la pérdida es único.Una misma pérdida tiene 
un significado diferente para diferentes personas, porque cada uno la 
percibe de manera distinta, dependiendo del: 
– Sentido, calidad e inversión emocional de esa relación para el 
doliente. 
– Dependencia o independencia que ha generado, 
– Cantidad y calidad de los «asuntos» sin resolver entre el doliente y 
el fallecido, características del fallecido, (edad, sexo, 
personalidad), 
– Percepción del doliente sobre la «realización, satisfacción y 
cumplimiento « que la vida ha deparado al fallecido. 
– Rol y funciones del fallecido para el doliente, su familia y el 
sistema social en que se movía, que van a dar lugar a determinado 
número de pérdidas secundarias. 
Si las relaciones con el ser querido han sido conflictivas, el dolor no 
solo es por la pérdida;el doliente también se culpa de no haber tenido 
mejores relaciones con el fallecido; no le queda ni la esperanza de 
poder mejorarlas algún día.
En este caso, la muerte del ser querido resucita viejos conflictos, no 
resueltos con anterioridad: miedos, ansiedades, sentimientos de 
abandono infantiles; y conflictos de ambivalencia, dependencia, 
seguridad en las relaciones padres-hijo. El doliente tiene que 
enfrentarse a la pérdida actual y a viejas pérdidas.
Existe más riesgo de encronización del duelo, cuando la relación previa 
entre el fallecido y el doliente (padres/hijo,relación de pareja) no 
era 
ya sana. Puede producir el « síndrome de duelo ambivalente», en el que 
se mezcla la sensación de alivio con los sentimientos de culpa.
El impacto que una pérdida produce en una persona no se 
puede «normalizar», de manera que se pueda asumir «a priori» qué 
pérdida va a afectarle más. Pero la pena es mayor cuando muere un hijo 
pequeño o adolescente, y el esposo/la esposa.
2.-Los recursos personales
La respuesta a la pérdida y la manera de afrontar el traba o del duelo 
es análoga a otras respuestas vitales de la persona.
Dependen de: 
– Sus comportamientos adaptativos, personalidad , carácter y salud 
mental. 
– El grado de confianza en sí mismo, 
– El nivel de madurez e inteligencia, relacionados de manera positiva 
con una buena resolución del duelo, al dar más posibilidades de 
entender el sentido e implicaciones de esa muerte. 
– El haber o no sufrido otros duelos, que pueden afectarle de manera 
positiva – sabe que «sobrevive» a la pérdida – o negativa. 
– La posibilidad de expresar el duelo. 
– La concurrencia de otras crisis personales, que complican el duelo. 
Cada una de ellas demanda energía y atención, en momentos en que se 
está «vacío». 
La comprensión, implicaciones, manera de afrontar y expresar la 
pérdida, están influídos siempre por el propio sentido de la existencia 
y la fundamentación religiosolfilosófica, cultural y social del 
doliente.
3. Circunstancias específicas de la muerte.
El modo y momento de morir influye en los supervivientes. No es lo 
mismo:
– La muerte de un anciano que la de un niño. Los padres experimentan 
ésta como antinatural e injusta. 
– La muerte por una enfermedad terminal, que la súbita e imprevista. 
– La muerte por suicidio o actos violentos. 
La primera, da a los allegados la oportunidad de prepararse al 
desenlace. Un accidente de tráfico o laboral, un infarto, origina 
muertes muy difíciles de aceptar. Todavía más dramática resulta la 
muerte por suicidio, que deja sentimientos de culpa profundos o la que 
resulta de actos violentos (asesinatos, violaciones). Los dolientes 
pueden obsesionarse con el pensamiento de cómo habrá vivido su ser 
querido aquellos últimos momentos.
4. Los apoyos externos
Los dolientes viven su duelo en una determinada realidad social, que 
influye en el proceso de recuperación.
La familia es el contexto fundamental y puede ayudar o entorpecer la 
elaboración de un duelo, permitiendo,por ej., exteriorizar la pena o 
por el contrario, premiando «la fortaleza» y «entereza» del que «se 
controla». Toda « cultura familiar» implica comportamientos, 
tradiciones, valores sociales y expectativas.
Los amigos, los profesionales, los «grupos de pertenencia», la Iglesia, 
los «grupos de ayuda mutua» -formados por personas que han sufrido 
experiencias similares- pueden ser otras tantas posibilidades de apoyo 
y consuelo.
Las reacciones atípicas del duelo
La intensidad y duración de las reacciones en el tiempo es quizá lo que 
distingue un duelo normal de otro anormal. 
En el duelo anormal el proceso queda bloqueado y el dolor no se 
elabora. Las actitudes de rechazo y no aceptación del hecho y los 
sentimientos de rabia, culpa y tristeza no resueltos, pueden originar 
este bloqueamiento. 
Los mecanismos de defensa que permiten a las personas gestionar la 
angustia, afrontar situaciones difíciles o controlar reacciones 
emotivas, no tienen en estos casos una función saludable. Bloquean, 
retrasan o distorsionan un proceso de crecimiento y maduración. Son 
mecanismos de rechazo, fijación, represión, racionalización, 
aislamiento, regresión, somatización o identificación (con el difunto).

Tipos de duelo. 
– Anticipatorio, en caso de muertes anunciadas
– Retardado, en aquellas personas que «se controlan», «no tienen tiempo 
de ocuparse de sí mismas» o escapan al dolor y a la realidad de la 
muerte del ser querido mediante una «hiperactividad». Durante meses o 
incluso años, cualquier recuerdo o imagen, desencadena el duelo no 
resuelto.
– Crónico, que arrastra el doliente durante años, absorbido por los 
recuerdos, incapaz de reincorporarse a la vida normal.
– Patológico, caracterizado por un agotamiento nervioso, síntomas 
hipocondriacos, identificación con el fallecido o dependencia de los 
fármacos o el alcohol. Requiere ayuda profesional.
Los objetivos del duelo.
Wordon establece cuatro:
Aceptar la realidad de la pérdida, que es el paso más difícil.
Dar expresión a los sentimientos, identificarlos y comprenderlos, para 
así aceptarlos y encontrar cauces apropiados de canalización e 
integración.
Adaptarse a la nueva existencia sin el ser querido.
Invertir la energía emotiva en nuevas relaciones.

La resolución del duelo
En general, puede decirse que el duelo ha sido resuelto cuando el 
doliente ha cumplido los citados objetivos.
La duración del duelo es siempre variable y dependiente de factores 
particulares que influyen en la respuesta individual a la pérdida.
Los síntomas más intensos del duelo agudo pueden durar entre 6 y 12 
meses, pero se conocen procesos que necesitan 3 años y más. Hay 
aspectos de la pérdida que acompañan al doliente para siempre o del 
duelo mediato, que se prolongan durante años y a veces hasta su muerte.
El tiempo es terapéutico porque da una perspectiva, ayuda a resituar 
los hechos, adaptarse al cambio y procesar sentimientos. Sin embargo, 
que «el tiempo todo lo cura», «sólo se necesita tiempo», «con el tiempo 
el dolor es menor», sólo es cierto si se toma el duelo como un traba o, 
se afronta la pérdida sin negarla inhibirla o posponerla y se atraviesa 
el dolor, sin evitarlo o circunvalarlo.
Pangrazzi cita dos signos concretos de recuperación: 
– Que el doliente pueda hablar y recordar al ser uerido con naturalidad 
tran uilidad,sin llorar. 
– Que haya establecido nuevas relaciones significativas y aceptado los 
retos de la vida. 

PAPEL DE LOS PROFESIONALES SANITARIOS
El profesional sanitario debe comportarse con los familiares del 
fallecido con tacto, respeto y empatía.
El lenguaje a utilizar debe ser claro, directo y sencillo.
Objetivos de la ayuda al doliente. Proporcionar apoyo emocional. 
Aliviar el sufrimiento en la primera fase del duelo. 
Facilitar el duelo, al ayudar a expresar sentimientos y aceptar de 
manera progresiva la realidad. 
Detectar riesgos incipientes y corregirlos en una fase precoz.