Respaldo de material de tanatología

PSICOONCOLOGIA

Asunto: [duelo-perdida_emocional] PSICOONCOLOGIA
Fecha: Domingo, 17 de Diciembre, 2000  09:54:32 (GMT)
Autor: tdmeseguer 

Psicólogos contra el cáncer infantil 
La psicooncología mejora la calidad de vida de los niños y sus 
familiares 

La necesidad de contar con psicólogos en los equipos multidisciplinares 
de los hospitales es algo que ya nadie cuestiona. En los servicios de 
Pediatría Infantil, y sobre todo para abordar aquellas patologías 
crónicas como el cáncer, la epilepsia, el asma bronquial o la fibrosis 
quística, “la aportación de estos especialistas es imprescindible”, 
afirma José González Hachero, jefe del servicio de Pediatría Infantil 
del hospital Virgen de la Macarena de Sevilla. Algo que comparte 
Montserrat Daniel Llach, psicóloga que lleva más de 20 años tratando 
patologías infantiles, fundamentalmente a niños oncológicos, en el 
hospital de Sant Pau de Barcelona. 
Montserrat Daniel se muestra prudente si se le habla de cuantificar 
resultados. “Es muy difícil en este trabajo hablar de éxito o de 
fracaso. Afortunadamente, los resultados de un tratamiento de este tipo 
son casi siempre positivos; pero es cierto, también, que casi nunca se 
ven antes de cinco años”, afirma. No tiene ninguna duda, en cambio, de 
lo importante que puede llegar a ser su labor, “no sólo para los 
jóvenes pacientes, sino también para los familiares”. Los pediatras 
también lo reconocen así. “Nuestro trabajo rinde más”, confirma 
Hachero. 
Y, en esta línea, la pediatría social se hace asimismo algunas 
preguntas. ¿Cómo viven los padres la situación de un hijo con cáncer? 
¿Cómo puede mejorarse su estancia en el hospital? Éstos son sólo dos de 
los interrogantes que las pediatras Blanca Núñez de la Torre y Norma 
Sánchez Fernández, del hospital infantil Virgen del Rocío de Sevilla, 
se hicieron para, a continuación, iniciar un estudio clínico sobre las 
repercusiones sociofamiliares de la leucemia infantil, una enfermedad 
de gran impacto emocional, con largos periodos de hospitalización y que 
requiere técnicas de tratamiento agresivas, con efectos secundarios 
importantes. 

Capacidad de adaptación 
Algunas de las conclusiones obtenidas en este trabajo llaman la 
atención. Sorprende, por ejemplo, la gran capacidad de adaptación de 
los niños a la nueva situación, muy por encima, sin duda, de la de sus 
padres, y “mucho mejor incluso”, señalan ambas pediatras, “que la del 
personal sanitario que les atiende”. 
Y es que para la mayoría de los 30 pacientes estudiados (15 niñas y 15 
niños de entre 15 meses y 12 años, que tuvieron que responder a 11 
preguntas), “salvo la punción medular, lo demás no les preocupa nada”, 
explica Núñez de la Torre. En cambio, a los padres, lo que les llena de 
angustia es el tratamiento con quimioterapia. “Algo que no preocupa a 
los niños”, insisten las pediatras. “Ellos, de la quimioterapia, ni 
hablaban”. 
Otro dato significativo es ese 63,3% de padres que reconoce “cambios en 
su relación de pareja”. Hasta un 36% reconoce graves conflictos y 
asegura que ha necesitado ayuda psicológica. Y casi todos, el 87%, 
afirman que la leucemia de su hijo les supone un quebranto importante 
en la economía familiar, “que repercute también en la relación entre 
sus miembros”. 
Las reacciones de los niños, en cambio, se resumen en tres grupos: los 
que se vuelven más caprichosos (46%), más responsables (40%) y más 
afectuosos (43%). Llama la atención, en opinión de las autoras del 
estudio, “lo contentos que se muestran de su estancia en el hospital”. 
Todos dicen que ahora les tratan mejor sus amigos. 
Las pediatras concluyen que la leucemia infantil supone, para los 
padres, “una ruptura en su equilibrio emocional”, apareciendo 
sentimientos a veces tan difíciles de abordar como el de la culpa. Para 
ellas, después del estudio, la repercusión es rotunda: “Desde que lo 
hemos hecho, a los niños con cáncer los miramos de otra manera; ya no 
nos agobiamos tanto”. 
En esa búsqueda de soluciones para el sufrimiento de los niños con 
cáncer, Jesús Sánchez Calero, pediatra y oncólogo del hospital Virgen 
de la Macarena de Sevilla, confirma los beneficios que a su práctica 
diaria le aporta la colaboración con la psicóloga María José Blanco 
Morales, que además es médica. “La comunicación entre médicos, 
pacientes, familiares y entorno es fundamental en estas patologías”, 
asegura. 
Dos días por semana, Blanco Morales se desplaza desde la unidad de 
Pediatría de la Facultad de Medicina de Sevilla hasta el hospital 
Virgen de la Macarena para pasar consulta junto al equipo de Hachero. 
Desde que se incorporara a esta actividad, hace año y medio, los casos 
tratados suman una treintena. 
Aunque la evaluación de resultados aún no se ha hecho, “sí observo una 
gran satisfacción, tanto de los pediatras como de los niños enfermos y 
familiares, pues todos quieren hablar conmigo”, explica la psicóloga. 
Jaime Rodríguez Sacristán, titular de la única Cátedra de Psiquiatría 
Infantil que hay en España, es el impulsor de este proyecto de 
colaboración entre el hospital Virgen de la Macarena y la Universidad. 
Un proyecto que es pionero en Andalucía y para el que, “dada la buena 
acogida”, pide más recursos económicos y humanos. 
No duda en calificar de “imprescindible” la labor de psicólogos y 
psiquiatras en el tratamiento del cáncer infantil. Y cita a Galeno, 
para recordar a continuación que “este médico griego ya dejó escrito 
que el factor psicológico es una de las claves para el tratamiento del 
cáncer”. Luego enumera hasta una veintena de causas de depresión 
infantil. 

Especialidad con futuro 
En esa lista, el psiquiatra señala la ira, el rechazo, la sumisión, la 
negación y la huida. “Todas susceptibles de ser abordadas por el 
especialista en colaboración con el pediatra”, explica. Y concluye: “La 
psicooncología infantil es una especialidad con futuro de la que hoy 
apenas se habla”. 
Quien cura es el oncopediatra, pero también contribuye decisivamente la 
buena salud mental del paciente y de los que le rodean. En los 
protocolos que maneja Blanco Morales existen varios niveles de 
actuación. El primero se activa en el momento en que la familia recibe 
el impacto del diagnóstico. Reacciones de incredulidad, rechazo, 
negación o bloqueo, que imposibilitan la comunicación con el médico, 
son lo frecuente. La psicóloga, en estos casos, tiende puentes para que 
los padres salgan de la incertidumbre; pero, al mismo tiempo, trabaja 
junto al médico en el proceso terapéutico. 

El primer archivo 
En España se declaran cada año 600 nuevos casos de cáncer infantil. La 
evolución experimentada en la cirugía y la precisión en los 
tratamientos (dosis exactas de radio y quimioterapia) han sido 
decisivas para que hoy un 70% de estos tumores se cure. 
Ana María Álvarez Silván, jefa de la unidad de Oncología en el hospital 
infantil Virgen del Rocío de Sevilla, es pionera en el abordaje de la 
patología infantil oncológica. Su primer dato archivado de esta 
enfermedad data de 1972; hoy tiene más de 1.500 casos 
catalogados. “Entonces”, recuerda, “todo el trabajo que hacíamos era 
manual”. Pero, aun así, “estos papeles” son útiles. Nombre, edad, 
estadio, tratamiento, evolución de la enfermedad… Todo aparece 
recogido en ese millar y medio de expedientes, que ahora Álvarez Silván 
está intentando informatizar. 
“Tenemos gráficas comparativas de la evolución de los tumores y de los 
tratamientos de entonces… Y padres que vienen a vernos; padres a los 
que, cuando tenían tres o cuatro años, les curamos un cáncer”. En su 
opinión, el resumen del tratamiento del cáncer infantil en este cuarto 
largo de siglo es haber pasado de un 40% a un 70% de supervivencia. La 
respuesta final, asegura, está en la biología molecular, pues muchos de 
los tumores infantiles tienen origen genético. 
La evolución ha sido muy rápida. “Hoy, el tratamiento integral y la 
calidad de vida del paciente son prioritarios”, añade la oncóloga. 
Ahora, en las unidades de Oncología Pediátrica, intervienen, además de 
los oncólogos, los psicólogos, la enfermería, los maestros que atienden 
la escuela… Y las técnicas quirúrgicas son tan precisas que permiten 
intervenciones prácticamente sin riesgo. También la tolerancia a los 
tratamientos es mucho mayor. “Además”, añade Álvarez Silván, “hay que 
tener siempre presente que en esta patología los niños responden mucho 
mejor que los adultos”. Experiencias, historias, datos… Un material 
imprescindible para el estudio global del cáncer infantil en España que 
la oncóloga sevillana ha puesto a disposición del Registro Nacional de 
Tumores, creado en 1980 en Valencia. 

Primer objetivo: evitar la depresión 
“Una depresión facilita el camino del cáncer”, afirma rotundo el 
psiquiatra infantil Jaime Rodríguez Sacristán, para justificar que la 
preocupación principal de la psicooncología infantil es evitar que el 
niño oncológico o su entorno caigan en ella. Cualquier técnica de 
comunicación, en principio, es buena. No se trata de entretener al niño 
para que sonría, sino de interpretar sus emociones para ayudarle a 
superar el miedo, la frustración, la angustia, la ansiedad, el odio o 
el resentimiento. 
Monserrat Daniel Lluch, que colabora desde hace 10 años con la 
Fundación Villavecchia, una ONG de carácter voluntario y altruista 
dedicada a ayudar a niños con cáncer, dice que “a veces, hay que buscar 
en la realidad exterior algo que mitigue el dolor”. Un juguete, una 
excursión o un ídolo del deporte que se acerca al niño pueden ser a 
veces la única herramienta contra la depresión. 
Al oncólogo pediatra le corresponde curar el proceso orgánico, pero es 
el psicólogo el que mitiga los dolores del ánimo y le dispone para una 
buena salud mental. Por eso la psicóloga catalana y la Fundación 
Villavecchia organizan colonias y excursiones con los niños afectados y 
sus hermanos. Las recaídas o la cronificación de la enfermedad (el 
índice de curación del cáncer infantil en los primeros cinco años 
supera ya el 70%) suponen nuevos niveles de actuación para la 
psicóloga. 

Dolor emocional 
“Si, como dice el adagio, no hay enfermedades, sino enfermos, se 
entiende que para cada protocolo disponga un abordaje específico”, 
recuerda la psicóloga María José Blanco Morales. Para los largos 
posoperatorios, su trabajo consiste en evitar “el dolor emocional”, un 
dolor para el que ni la familia ni el enfermo tienen respuesta. 
Después de año y medio, Blanco Morales cree tener ya, grosso modo una 
batería “interesante” de datos. Destaca, en primer lugar, las 
reacciones depresivas, sobre las que asegura haber obtenido “un cierto 
éxito”. Constata que hay menos tristeza en la unidad, “y menos 
insomnios”. 
Hay una menor inhibición de los niños a la hora de hablar de sí mismos 
o de lo que les preocupa; muchas menos negaciones para actuar o comer, 
y menos inhibiciones ante cualquier actividad. La psicóloga ha 
observado un menor aislamiento general, menos irritabilidad en los 
enfermos y en sus familias, y cree que se han reducido en un alto 
porcentaje las quejas de tipo somático. “Pero el dato más importante”, 
afirma, “es que estamos consiguiendo que aumenten las ganas de vivir en 
todos los casos”. 

Bibliografía: El futuro existe (T. Soriano)