Respaldo de material de tanatología

Isaac Newton

    Biografía

    Isaac Newton nació el día de Navidad del antiguo calendario en 1642 (correspondiente al 4 de Enero de 1643 del nuevo calendario), año en que moría Galileo, en el pueblecito de Woolsthorpe, unos 13 Km. al sur de Grantham, en el Lincolnshire. Fue un niño prematuro y su padre murió antes de su nacimiento, a los treinta y siete años. Isaac fue educado por su abuela, preocupada por la delicada salud de su nieto. Su madre, mujer ahorrativa y diligente, se casó de nuevo cuando su hijo no tenía más que tres años. Newton frecuentó la escuela del lugar y, siendo muy niño, manifestó un comportamiento completamente normal, con un interés marcado por los juguetes mecánicos.

    El reverendo William Ayscough, tío de Newton y diplomado por el Trinity College de Cambridge, convenció a su madre de que lo enviara a Cambridge en lugar de dejarlo en la granja familiar para ayudarla. En junio de 1661, a los dieciocho años, era pues alumno del Trinity College, y nada en sus estudios anteriores permitía entrever o incluso esperar la deslumbrante carrera científica del fundador de la mecánica y la óptica. Por otra parte, el Trinity College tenía fama de ser una institución sumamente recomendable para aquellos que se destinaban a las órdenes. Afortunadamente, esta institución le brindó hospitalidad, libertad y una atmósfera amistosa que le permitieron tomar contacto verdadero con el campo de la ciencia.

    Al comienzo de su estancia en Cambridge, se interesó en primer lugar por la química, y este interés, según se dice, se manifestó a lo largo de toda su vida. Durante su primer año de estudios, y probablemente por primera vez, leyó una obra de matemáticas sobre la geometría de Euclides, lo que despertó en él el deseo de leer otras obras. Parece también que su primer tutor fue Benjamin Pulleyn, posteriormente profesor de griego en la Universidad. En 1663, Newton leyó la Clavis mathematicae de Oughtred, la Geometria a Renato Des Cartes de Van Schooten, la Optica de Kepler, la Opera mathematica de Vieta, editadas por Van Schooten y, en 1644, la Aritmética de Wallis que le serviría como introducción a sus investigaciones sobre las series infinitas, el teorema del binomio, ciertas cuadraturas. También a partir de 1663 Newton conoció a Barrow, quien le dio clase como primer profesor lucasiano de matemáticas. En la misma época, Newton entró en contacto con los trabajos de Galileo, Fermat, Huygens y otros, a partir probablemente de la edición de 1659 de la Geometria de Descartes por Van Schooten.

    Desde finales de 1664, Newton parece dispuesto a contribuir personalmente al desarrollo de las matemáticas. Aborda entonces el teorema del binomio, a partir de los trabajos de Wallis, y el cálculo de fluxiones. Después, al acabar sus estudios de bachiller, debe volver a la granja familiar a causa de una epidemia de peste bubónica. Retirado con su familia durante los años 1665-1666, conoce un período muy intenso de descubrimientos: descubre la ley del inverso del cuadrado, de la gravitación, desarrolla su cálculo de fluxiones, generaliza el teorema del binomio y pone de manifiesto la naturaleza física de los colores. Sin embargo, Newton guarda silencio sobre sus descubrimientos y reanuda sus estudios en Cambridge en 1667.

    De 1667 a 1669, emprende activamente investigaciones sobre óptica y es elegido fellow del Trinity College. En 1669, Barrow renuncia a su cátedra lucasiana de matemáticas y Newton le sucede y ocupa este puesto hasta 1696. El mismo año envía a Collins, por medio de Barrow, su Analysis per aequationes numero terminorum infinitos. Para Newton, este manuscrito representa la introducción a un potente método general, que desarrollará más tarde: su cálculo diferencial e integral. En 1672 publicó una obra sobre la luz con una exposición de su filosofía de las ciencias, libro que fue severamente criticado por la mayor parte de sus contemporáneos, entre ellos Robert Hooke (1638-1703) y Huygens, quienes sostenían ideas diferentes sobre la naturaleza de la luz. Como Newton no quería publicar sus descubrimientos, no le faltaba más que eso para reafirmarle en sus convicciones, y mantuvo su palabra hasta 1687, año de la publicación de sus Principia, salvo quizá otra obra sobre la luz que apareció en 1675.

    Desde 1673 hasta 1683, Newton enseñó álgebra y teoría de ecuaciones, pero parece que asistían pocos estudiantes a sus cursos. Mientras tanto, Barrow y el astrónomo Edmond Halley (1656-1742) reconocían sus méritos y le estimulaban en sus trabajos. Hacia 1679, verificó su ley de la gravitación universal y estableció la compatibilidad entre su ley y las tres de Kepler sobre los movimientos planetarios.

    Newton descubrió los principios de su cálculo diferencial e integral hacia 1665-1666, y durante el decenio siguiente elaboró al menos tres enfoques diferentes de su nuevo análisis. Desde 1684, su amigo Halley le incita a publicar sus trabajos de mecánica, y finalmente, gracias al sostén moral y económico de este último y de la Royal Society, publica en 1687 sus célebres Philosophiae naturalis principia mathematíca. Los tres libros de esta obra contienen los fundamentos de la física y la astronomía escritos en el lenguaje de la geometría pura. El libro I contiene el método de las “primeras y últimas razones” y, bajo la forma de notas o de escolios, se encuentra como anexo del libro III la teoría de las fluxiones. Aunque esta obra monumental le aportó un gran renombre, resulta un estudio difícil de comprender, y parece que Newton quiso que fuera así con el fin «de evitar ser rebajado por pequeños semisabios en matemáticas». Quiso escapar así a las críticas suscitadas por sus textos sobre la luz.

    En 1687, Newton defendió los derechos de la Universidad de Cambridge contra el impopular rey Jacobo II y, como resultado tangible de la eficacia que demostró en esa ocasión, fue elegido miembro del Parlamento en 1689, en el momento en que el rey era destronado y obligado a exiliarse. Mantuvo su escaño en el Parlamento durante varios años sin mostrarse, no obstante, muy activo durante los debates. Durante este tiempo prosiguió sus trabajos de química, en los que se reveló muy competente, aunque no publicara grandes descubrimientos sobre el tema. Se dedicó también al estudio de la hidrostática y de la hidrodinámica además de construir telescopios.

    Después de haber sido profesor durante cerca de treinta años, Newton abandonó su puesto para aceptar la responsabilidad de Director de la Moneda en 1696. Durante los últimos treinta años de su vida, abandonó prácticamente sus investigaciones y se consagró progresivamente a los estudios religiosos. Fue elegido presidente de la Royal Society en 1703 y reelegido cada año hasta su muerte. En 1705 fue hecho caballero por la reina Ana, como recompensa a los servicios prestados a Inglaterra.

    Los últimos años de su vida se vieron ensombrecidos por la desgraciada controversia, de envergadura internacional, con Leibniz a propósito de la prioridad de la invención del nuevo análisis, Acusaciones mutuas de plagio, secretos disimulados en criptogramas, cartas anónimas, tratados inéditos, afirmaciones a menudo subjetivas de amigos y partidarios de los dos gigantes enfrentados, celos manifiestos y esfuerzos desplegados por los conciliadores para aproximar a los clanes adversos, he aquí en pocas palabras los detalles de esta célebre controversia, que se terminó con la muerte de Leibniz en 1716, pero cuyas malhadadas secuelas se harán sentir hasta fines del siglo XVIII.

    Después de una larga y atroz enfermedad, Newton murió durante la noche del 20 de marzo de 1727, y fue enterrado en la abadía de Westminster en medio de los grandes hombres de Inglaterra.

    “No sé cómo puedo ser visto por el mundo, pero en mi opinión, me he comportado como un niño que juega al borde del mar, y que se divierte buscando de vez en cuando una piedra más pulida y una concha más bonita de lo normal, mientras que el gran océano de la verdad se exponía ante mí completamente desconocido.”

    Esta era la opinión que Newton tenía de sí mismo al fin de su vida. Fue muy respetado, y ningún hombre ha recibido tantos honores y respeto, salvo quizá Einstein. Heredó de sus predecesores, como él bien dice “si he visto más lejos que los otros hombres es porque me he aupado a hombros de gigantes”- los ladrillos necesarios, que supo disponer para erigir la arquitectura de la dinámica y la mecánica celeste, al tiempo que aportaba al cálculo diferencial el impulso vital que le faltaba.

    El teorema del binomio

    El teorema del binomio, descubierto hacia 1664-1665, fue comunicado por primera vez en dos cartas dirigidas en 1676 a Henry Oldenburg (hacia 1615-1677), secretario de la Royal Society que favorecía los intercambios de correspondencia entre los científicos de su época. En la primera carta, fechada el 13 de junio de 1676, en respuesta a una petición de Leibniz que quería conocer los trabajos de matemáticos ingleses sobre series infinitas, Newton presenta el enunciado de su teorema y un ejemplo que lo ilustra, y menciona ejemplos conocidos en los cuales se aplica el teorema. Leibniz responde, en una carta fechada el 17 de agosto del mismo año, que está en posesión de un método general que le permite obtener diferentes resultados sobre las cuadraturas, las series, etc., y menciona algunos de sus resultados. Interesado por las investigaciones de Leibniz, Newton le responde también con una carta fechada el 24 de octubre en la que explica en detalle cómo ha descubierto la serie binómica.

    Aplicando los métodos de Wallis de interpolación y extrapolación a nuevos problemas, Newton utilizó los conceptos de exponentes generalizados mediante los cuales una expresión polinómica se transformaba en una serie infinita. Así estuvo en condiciones de demostrar que un buen número de series ya existentes eran casos particulares, bien directamente, bien por diferenciación o integración.

    El descubrimiento de la generalización de la serie binómica es un resultado importante de por sí; sin embargo, a partir de este descubrimiento Newton tuvo la intuición de que se podía operar con series infinitas de la misma manera que con expresiones polinómicas finitas. El análisis mediante las series infinitas parecía posible, porque ahora resultaban ser una forma equivalente para expresar las funciones que representaba

    Newton no publicó nunca el teorema del binomio. Lo hizo Wallis por primera vez en 1685 en su Algebra, atribuyendo a Newton este descubrimiento.

    Texto basado en la página: http://thales.cica.es/rd/Recursos/rd97/Biografias/03-1-b-newton.html

El De analysi

Compuesto en 1669 a partir de conceptos elaborados en 1665-1666, el De analysi no fue publicado hasta 1711, aunque era conocido entre los próximos a Newton porque circulaba en forma manuscrita desde 1669.
Al comienzo de sus investigaciones sobre las propiedades de las líneas curvas, Newton se apoya principalmente en el método de las tangentes de Descartes, aunque también recurre a la regla de Hudde para la determinación de los extremos. Newton se dispone desde el principio a elaborar algoritmos que le permitan simplificar la resolución de los problemas de tangentes, cuadratura y rectificación de curvas. El De analysi contiene los fundamentos de su método de las series infinitas que se manipulan mediante operaciones de división y extracción de raíces. Toma también de la física ciertos conceptos que se revelan útiles para sus métodos infinitesimales y para traducir su concepción cinemática de las curvas. En 1666 todavía no ha desarrollado completamente su notación de las fluxiones, pero en 1669, en el momento de la redacción de su De analysi, utiliza todavía la notación más o menos convencional y reserva para una ulterior publicación sus fluxiones como concepto operacional a nivel algorítmico.
Utiliza la relación de reciprocidad entre la diferenciación y la integración y aplica su método para obtener el área comprendida bajo diversas curvas y para resolver numerosos problemas que requieren sumaciones. Enuncia y utiliza también la regla moderna: la integral indefinida de una suma de funciones es la suma de las integrales de cada una de las funciones.
Se sirve también de las series infinitas para integrar curvas utilizando la regla de integración término a término.
Añadamos que, con motivo de ciertas observaciones a propósito de la utilización de las series infinitas, Newton parece estar preocupado por el concepto de convergencia, pero no aporta ninguna solución a este problema.

El método de las fluxiones

Se franquea una segunda etapa en el momento en que Newton acaba, en 1671, su obra Methodus fluxionum et serierum infiniturum, comenzada en 1664. Newton tenía intención de publicarla, en particular en su Opticks, pero a causa de las críticas formuladas anteriormente con respecto a sus principios sobre la naturaleza de la luz, decidió no hacerlo. De hecho, será publicada en 1736 en edición inglesa, y no será publicada en versión original hasta 1742. Newton expone en este libro su segunda concepción del análisis introduciendo en sus métodos infinitesimales el concepto de fluxión.
En su prefacio, Newton comenta la decisión de Mercator de aplicar al álgebra la «doctrina de las fracciones decimales», porque, dice, «esta aplicación abre el camino para llegar a descubrimientos más importantes y más difíciles». Después habla del papel de las sucesiones infinitas en el nuevo análisis y de las operaciones que se pueden efectuar con esas sucesiones.
La primera parte de la obra se refiere justamente a la reducción de «términos complicados» mediante división y extracción de raíces con el fin de obtener sucesiones infinitas.
Newton introduce su nueva concepción de fluxiones y fluentes al abordar dos problemas; el primero consiste en encontrar la velocidad del movimiento en un tiempo dado cualquiera, dada la longitud del espacio descrito. El segundo problema es la inversa del primero.
Disponiendo de su método general, determina los máximos y mínimos de relaciones, las tangentes a curvas (parábola, concoide de Nicomedes, espirales, cuadratrices), el radio de curvatura, los puntos de inflexión y el cambio de concavidad de las curvas, su área y su longitud.
Newton incluye también en esta obra tablas de curvas clasificadas según diez órdenes y once formas, que comprenden también la abscisa y la ordenada para cada una de las formas y el área de cada una de ellas (tabla de integrales). También incluye nuevas clases de ordenadas, una fórmula de aproximación para la solución de las ecuaciones que llevan su nombre, y el paralelogramo de Newton, útil para el desarrollo de series infinitas y para el trazado de curvas.
Cuando Newton aborda el problema de «trazar las tangentes de las curvas», expone nueve maneras diferentes de hacerlo, teniendo en cuenta las «diferentes relaciones de las curvas con las líneas rectas». En la tercera manera, recurre a las «coordenadas bipolares», poco utilizadas actualmente. Pero en la exposición de la séptima manera encontramos por primera vez la utilización de las coordenadas polares.
Newton expone en el artículo XX de su Método un procedimiento para la determinación aproximada de las raíces de una ecuación. Lo presenta como un método para efectuar «la reducción de las ecuaciones afectadas», para reducirlas a sucesión infinita.
Este método fue modificado ligeramente por Joseph Raphson en 1690, y después por Thomas Simpson en 1740, para dar la forma actual.

El De quadratura curvarum

La tercera concepción de Newton a propósito del nuevo análisis aparece en su De quadratura curvarum, escrita en 1676 pero no publicada hasta 1704, como apéndice a su Opticks. Newton se propone esta vez fundamentar su cálculo sobre bases geométricas sólidas, por lo que hace hincapié en la concepción cinemática de las curvas.
Más adelante, Newton describe la distinción entre el uso de elementos discontinuos y las nuevas consideraciones cinemáticas con referencia a las fluxiones, abandonando así las cantidades infinitamente pequeñas en beneficio de una ampliación del concepto de fluxión que requiere la comparación de velocidades instantáneas en la razón última de los pequeños crecimientos.
La tercera concepción de Newton se presenta en forma operacional mediante el método de las «primeras y últimas razones».
Sin embargo, el mismo Newton es consciente de las precauciones que hay que tomar para aplicar su método de las «primeras Y últimas razones» a la determinación de la fluxión, porque añade en su introducción:
“Los menores errores en matemáticas no deben ser despreciados.”
Newton precisa sus concepciones, sin introducir sus notaciones, al comienzo de los Principia en lo que llama método de «las primeras y últimas razones».

Los Principia

La primera información publicada acerca de su cálculo diferencial e integral aparece indirectamente en sus famosos Philosophiae naturalis principia mathematica, de 1687. Aunque en esta obra predomina la forma sintética y, por otra parte, Newton utiliza métodos geométricos en sus demostraciones, se encuentran sin embargo algunos pasajes analíticos, en particular la sección primera del libro I, titulada: «El método de las primeras y últimas razones».
Entre los numerosos pasajes que explican su método de «las primeras y últimas razones», el que sigue, que proviene de un escolio que acompaña al lema XI en la segunda edición traducida por Andrew Motte, parece ser el más claro:
“Las razones últimas en las que las cantidades desaparecen no son realmente las razones de cantidades últimas, sino los límites hacia los cuales se aproximan constantemente las razones de cantidades, que decrecen sin límite, y hacia los cuales pueden aproximarse tanto como cualquier diferencia dada, pero sin sobrepasarlos o alcanzarlos antes de que las cantidades disminuyan indefinidamente.”
Es interesante observar la explicación de Newton relativa a sus razones últimas, porque nos permite ver mejor la semejanza entre su última concepción y nuestra derivada actual. En particular, la idea intuitiva de esta razón última se encuentra en el problema de las tangentes. Newton considera una tangente como la posición límite de una secante.
Newton introduce la noción de «diferencial», designada por la palabra «momento», el cual es producido por una cantidad variable llamada «genita». Este constituye una aproximación al concepto de función, y se presenta en el libro II, sección 11 de los Principia. Parece que estas cantidades llamadas «genita» son variables e indeterminadas, y que aumentan o decrecen mediante un movimiento continuo, mientras que sus momentos son crecimientos temporales que pueden generar partículas finitas. En aritmética, las «genita» son generadas o producidas por la multiplicación, la división o la extracción de raíces de cualquier término, mientras que la búsqueda del contenido de los lados o de los extremos y medias proporcionales constituye «genita». Así, las «genita» pueden ser productos, cocientes, raíces, rectángulos, cuadrados, cubos, etc. Sin embargo, Newton no llega a esclarecer el concepto de momento lo suficiente como para que se pueda hablar aquí de una concepción neta de la diferencial de una función.
En el prefacio de sus Principia, Newton ofrece la definición de conceptos de mecánica tales como inercia, momento y fuerza, y después enuncia las tres célebres leyes del movimiento que son generalizaciones de las concepciones de Galileo sobre el movimiento.
A continuación, Newton asocia las leyes astronómicas de Kepler y la ley centrípeta de Huygens en el movimiento circular para establecer el principio de su célebre ley de la gravitación universal.
Este libro I, titulado: El movimiento de los cuerpos, trata abundantemente de mecánica y comprende también un estudio y una descripción orgánica de las cónicas.
El libro II está consagrado al movimiento de los cuerpos en medios que ofrecen una resistencia como el aire y los líquidos. Es la verdadera introducción a la ciencia del movimiento de los fluidos. Se puede encontrar en él, entre otras cosas, un estudio de la forma de los cuerpos para ofrecer menos resistencia, una sección sobre la teoría de las ondas, una fórmula para la velocidad del sonido en el aire y un estudio de las ondas en el agua.
El libro III, titulado Sobre el sistema del mundo, contiene las aplicaciones al sistema solar de la teoría general desarrollada en el libro I. Newton demostró cómo calcular la masa del Sol en términos de la masa de la Tierra y de los otros planetas que tienen un satélite. Calculó la masa volúmica media de la Tierra y demostró que tenía la forma de un esferoide aplanado, y que, por consiguiente, la atracción no era constante en su superficie. Hizo también un estudio de la precesión de los equinoccios y de las mareas, explicó que la Luna constituía la causa principal de este fenómeno y que el Sol también ejercía en él una influencia. Dedicó también un estudio detallado al movimiento de la Luna, porque debía servir para mejorar la determinación de las longitudes.
Newton realizó también contribuciones a otros temas matemáticos, entre los que podemos mencionar una clasificación de las curvas de tercer grado y trabajos sobre la teoría de las ecuaciones.
En un pequeño tratado, publicado como apéndice a su Opticks en 1704 y titulado Enumeratio linearum tertii ordinis, Newton, que compuso esta obra en 1676, divide las cúbicas en catorce genera que comprenden setenta y dos especies, de las que faltan seis. Para cada una de estas especies, traza cuidadosamente un diagrama y el conjunto de estos diagramas presenta todas las formas posibles (salvo las que son degeneradas) de las curvas de tercer grado. Subrayemos el uso sistemático de dos ejes y el empleo de coordenadas negativas.
En una obra publicada por primera vez en 1707, y de la que aparecen muchas ediciones en el siglo XVIII, Newton expone su visión de la teoría de las ecuaciones. Evidentemente nos referimos a su Aritmetica universalis, compuesta al parecer entre 1673 y 1683 a partir de los cursos que impartió en Cambridge. Entre las contribuciones importantes de esta obra, mencionemos las «identidades de Newton» para la suma de las potencias de las raíces de una ecuación polinómica, un teorema que generaliza la regla de los signos de Descartes para la determinación del número de raíces imaginarias de un polinomio, un teorema sobre la cota superior de las raíces de una ecuación polinómica, y el descubrimiento de la relación entre las raíces y el discriminante de una ecuación. Señalemos que las cuestiones geométricas ocupan una parte importante en esta obra, porque Newton parece pensar que es muy útil construir geométricamente la ecuación con el fin de estimar más fácilmente las raíces buscadas.

Texto basado en la pagina: http://thales.cica.es/rd/Recursos/rd97/Biografias/03-1-b-newton.html

Thomas Hobbes

Thomas Hobbes

    Thomas Hobbes nació en Inglaterra, Malmesbury, hijo de un clérigo de Wesport. En 1603 reliza sus estudios en el Magdalen Hall de la Universidad de Oxford, donde se empapa de filosofía escolástica y de lógica, graduándose en 1608. Ese mismo año se hace cargo del hijo de William Cavendish (conde de Devonshire) lo que le permitió codearse con la nobleza y las elites intelectuales.
    Su primer viaje por el continente Europeo lo realiza en 1610, a raíz del cual Hobbes toma conciencia del poder que todavía ejercía el escolasticismo en la mayoría de los ámbitos de conocimiento.

    En 1628 publica una traducción de Tucídides, obra que critica el sistema democrático y sus peligros, desde una perspectiva conservadora. A la muerte de William Cavendish acaecida en 1629, Hobbes trabaja como tutor del hijo de Gervase Clinton, con el que viaja por Europa descubriendo su pasión por la geometría y la aplicación de ésta a un método que demostrase los principios sociales y políticos defendidos por él.

    En su tercer viaje por el continente, allá por 1637, Hobbes se relaciona con el círculo de Abbe Mersenne, estableciendo contacto con Descartes y Pierre Gassendi. En un viaje a Italia en 1636 conoce a Galileo, que le influirá en su construcción de una filosofía social fundamentada en las ciencias naturales y la geometría.

    Cuando vuelve a Inglaterra en 1637, el rey y el parlamento mantenían una acalorada disputa, motivo por el cual Hobbes hizo circular secretamente un manuscrito titulado Elementos del derecho, donde defendía la necesidad de la soberanía absoluta, frente al parlamentarismo. En noviembre se exilia voluntariamente a Francia, temiendo las consecuencias que la difusíón de su escrito pudiera acarrearle. En 1642 publica De cive, una teoría sobre el gobierno y comienza a escribir De corpore, primer trabajo que incluirá posteriormente en una trilogía sobre el cuerpo, el hombre y el ciudadano.

    En 1647 trabaja como tutor del futuro Carlos II, que también se hallaba exiliado en Francia y en 1648, después de soportar una enfermedad que casi le lleva al borde de la muerte, publica la segunda edición de De cive. Tres años después de la muerte de Mersenne (1648), Hobbes publica su obra más importante, Leviatán, una teoría sobre la soberanía en la que se muestra como un defensor implacable del absolutismo. Pero, debido al temor a las represalias de las autoridades francesas que veían en esa obra un ataque a la instituciones eclesiásticas, Hobbes marcha de nuevo a Inglaterra, donde se ve inmerso en una controversia en torno al tema de la libertad con el obispo de Derry, John Bramall.

    En 1657 publica la segunda parte de su trilogía bajo el título De homine y cinco años después publica De corpore, enzarzándose en intrincadas disputas con los miembros de la Royal Society John Wallis y Seth Ward, sobre temas de geometría, religión y el estado de las universidades.

    En 1666 la Cámara de los Comunes incluyó su obra Leviatán en el índice de libros investigados a causa de sus supuestas tendencias ateas y, a pesar de que el rey intercedió a su favor, se prohibió a Hobbes publicar ninguna otra obra, por lo que sus tres libros siguientes, que trataban temas de historia y que fueron agrupados bajo el título Bhemoth, no verían la luz hasta después de su muerte, acaecida el 4 de diciembre de 1679 en Hardwick Hall. Antes, Hobbes escribió una autobiografía en prosa y en verso latino y con 86 años publicó una traducción al inglés de la Iliada y la Odisea.

    La filosofía de Thomas Hobbes

    Materialismo y determinismo.

    Aunque la fama de Hobbes se debe esencialemte a sus teorías políticas y sociales, su filosofía constituye la más completa doctrina materialista del siglo XVII.

    El universo es concebido como una gran máquina corpórea, donde todo sigue las estrictas leyes del mecanicismo, según las cuales, cualquier fenómeno ha de explicarse a partir de elementos meramente cuantitativos: la materia (extensión), el movimiento y los choques de materia en el espacio.

    “El universo es corpóreo. Todo lo que es real es material y lo que no es material no es real” (Leviatán).

    Este fragmento del Leviatán resume la filosofía materialista de Hobbes, estrechamente vinculada a una postura determinista del mundo que postula que todos los fenómenos del universo se hallan determinados inexorablemente por la cadena causal de los acontecimientos. Nada surge del azar; todo acontecer es el resultado necesario de la serie de las causas, y, por lo tanto, podría ser anticipado, previsto.

    El determinismo de Hobbes se fundamenta en un método racionalista de carácter matemático y geométrico (el método analítico-sintético de Descartes), que parte de la hipótesis de que las partes de un todo (materiales, engendradas y entendidas como causas) han de descomponerse y explicar el conjunto o las partes en su totalidad. La teología queda excluida del ámbito de la filosofía (por no estar compuestas sus partes de elementos corporeos engendrados), abarcando exclusivamente la geometría, una filosofía de la sociedad y la física, aunque esta última únicamente pueda proporcionar conocimientos basados en la mera probabilidad, no necesarios, como posteriormente defenderá el más consecuente y radical de los empiristas ingleses: David Hume.

    La antropología de Hobbes se fundamentará también en el materialismo. Criticando el dualismo cartesiano, denunciará el paso ilícito del “cogito” a la “res cogitans”. Del “pienso” puede deducirse únicamente que “soy”, de lo contrario, de la proposición “yo paseo” se seguiría análogamente la existencia de una “substancia ambulante”, lo cual es ciertamente un absurdo. El hombre es un cuerpo y, como tal, se comporta a la manera como lo hacen el resto de los cuerpos-máquinas. El pensamiento o la conciencia no es una substancia separada del cuerpo: la “entidad” corporal que somos, y su conocimiento de las cosas proviene y se reduce a la sensación. En polémica con la teoría aristotélica de la sensación, Hobbes postula que ésta ha de explicarse también a partir de postulados mecanicistas, como producto de los movimientos de los cuerpos (materia). El apetito y la aversión (repugnancia) provocan determinados movimientos y acciones en los cuerpos denominados emociones. Los sueños y la imaginación son explicados, así mismo, como reacciones a una gran variedad estímulos (corporales), tanto externos como internos.

    La libertad humana y el libre arbitrio (albedrío) de la voluntad quedan subordinados y limitados por el feroz determinismo de Hobbes. Ambos están condicionados por los movimientos de los cuerpos externos.

    El Levitán: la política de Thomas Hobbes

    La filosofía pólítica y la teoría social de Hobbes representan una evidente reacción contra las ideas descentralizadoras (parlamentarismo) y la libertad ideológica y de conciencia que proponía la Reforma, en la que él avistaba el peligro de conducir inevitablemente a la anarquía, el caos y la revolución, de forma para él fue necesario justificar y fundamentar la necesidad del absolutismo como política ideal con la que soslayar dichos “males”. Es inevitable instaurar una autoridad absoluta cuya ley sea la jerarquía máxima y tenga que ser obedecida por todos sin excepción.

    El Estado es un “artificio” que surge para remediar un hipotético estado de naturaleza en el que los hombres, guiados por el instinto de supervivencia, el egoísmo y por la ley del más fuerte (la ley de la selva), se hallarían inmersos en una guerra de todos contra todos que haría imposible el establecimiento de sociedades (y una cultura) organizadas en las que reinara la paz y la armonía. Sin un Estado o autoridad fuerte sobrevendría el caos y la destrucción (la anarquía), convirtiéndose el hombre en un lobo para los otros hombres, según la célebre frase de Hobbes: “homo hominis, lupus”.

    La propia naturaleza nos otorga una razón que nos provee de ciertas “leyes naturales” que son como “dictados de la recta razón sobre cosas que tienen que ser hechas o evitadas para preservar nuestra vida y miembros en el mismo estado que gozamos”. Por ello, el hombre encuentra dentro de sí la necesidad de establecer unas leyes que le permitan vivir en paz y en orden; necesidad que se realiza mediante un pacto o contrato social mediante el cual, los poderes individuales se transfieren a “un solo hombre” o a “una asamblea de hombres”: el Estado o Leviatán que, como el monstruo bíblico, se convierte en el soberano absoluto y cuyo poder aúna todos los poderes individuales.

    El Estado se presenta así como algo artificial, opuesto a la naturaleza humana, pero susceptible de garantizar la supervivencia de todos a costa de la pérdida de su autonomía y libertad. Aunque Hobbes estuvo a favor de la libertad religiosa e ideológica y favoreció el proceso de secularización de Europa, no obstante defendió el poder absoluto y casi autófago del Estado, a cuyos intereses ha de subordinarse toda minoría. Hobbes representa el orden propio del conservadurismo, en el cual, el todo social armonioso ha de estar por encima y subordinar cualquier acción u apetencia individual.

    Como forma óptima de gobierno defendió la monarquía, desaconsejando cualquier reparto entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.

    http://www.cibernous.com/autores/hobbes/teoria/biografia.html

Georg WF Hegel

Hegel

Figura máxima de la filosofía alemana, nació en stuttgart; su padre era un alto funcionario del gobierno prusiano. Cursó sus estudios superiores en la universidad de Tubinga.

*Entre 1801 y comienzos de 1807 se desempeña como profesor de la Universidad Jena. En esta época, es cuando Hegel se orienta hacia la creación de sus sistema idealista objetivo. Las tesis principales de su doctrina, y su método filosófico, en este tiempo, se expone en su obra Fenomenología del Espíritu (1806).  En 1808, llega a Nuremberg, donde se hace cargo de la cátedra de filosofía y director del Gimnasio (preparatoria). Durante su estancia en Nuremberg (1808-1816), escribe Propedéutica Filosofía 1809-1811) y la Ciencia de la Lógica (1812-1816).A partir de 1816, se desenvuelve como profesor de Filosofía en la Universidad de Heidelberg. Durante el ?período? de Heidelberg, se publica su enciclopedia de las Ciencias Filosóficas (1817). En 1818, invitado por el gobierno de Prusia, pasa a ocupar la cátedra de filosofía, de la Universidad de Berlín; donde se convierte en el filósofo oficial prusiano. ?Durante el período de Berlín?(1818-1831), pública la filosofía del Derecho ( 1821). Después de su muerte aparecieron: Lecciones sobre Historia de Filosofía (1833-36); Filosofía de la Historia (1837); Lecciones de Estética o Filosofía del Arte (1836-1838), y otras obras. *

La filosofía de Hegel, es la culminación del idealismo alemán de fines del siglo XVIII y comienzo del XIX    , que con ella alcanza su cima más alta.

Hegel resuelve el problema fundamental de la filosofía, partiendo del idealismo objetivo. (Sistema filosófico que considera como fuente primera del mundo, la conciencia impersonal, la cual existe objetivamente, como idea absoluta, razón universal, espíritu universal, etc. Separa la conciencia del hombre de la naturaleza, la convierte en algo absoluto, la deidifica. Considera el mundo material, como un producto de la actividad de una conciencia suprahumana, tal como el ?otro ser del espíritu). El fundamento de todos los fenómenos de la naturaleza y de la sociedad, es el espíritu universal. Según Hegel, el espíritu universal es lo primario, es eterno; la naturaleza es lo secundario y derivado respecto del espíritu. Hegel lo denomina también idea absoluta, ?espíritu absoluto? y conciencia de dios .

Hegel presta atención singular a los problemas de la dialéctica del Concepto o del Pensar. Partiendo de Kant, Fichte y Schellig, crea su propio método dialéctico, que es una de las más grandes realizaciones, de la filosofía de principios del siglo XIX. Hegel, fue el primero en representarse el mundo como un proceso de movimiento universal, de desarrollo, desde los escalones inferiores, hasta los superiores, cuya fuente de movimiento son las contradicciones inherentes a todos los fenómenos. Hegel, con su método dialéctico, ejerció una influencia sustancial, en el pensamiento filosófico posterior a él. Desarrolló la dialéctica sobre la idealista. A su juicio, el movimiento, el desarrollo, existe únicamente porque todo se halla dirigido, por cierta conciencia sobrenatural, por la razón universal, la cual piensa, crea los conceptos, se autorreconoce a través de su movimiento y engendra la naturaleza y la sociedad, en este proceso de movimiento. Hegel se opone a la afirmación agnóstica de Kant, de que las ?cosas en sí? se encuentran ?más allá? de nuestro pensamiento, es decir, de que son incógnocibles. Hegel, afirma que el pensamiento es capaz de conocer la verdad.

A diferencia del Idealismo Subjetivo(el cual considera que todo lo que nos rodea es credo por las actividades psíquica del hombre), el Idealismo Absoluto de Hegel, admite la existencia de la tierra, de la naturaleza, del mundo físico del hombre, independiente de la actividad psíquica; considerando únicamente a la naturaleza, como el ?ser otro? de la idea absoluta. Por otra parte, a diferencia del Idealismo Objetivo de Schelig, que describía a la naturaleza, como manifestación de una fuerza espiritual irracional; Hegel, toma como base de todos los fenómenos naturales, el Espíritu Universal, ?racional? y ?lógico?. La elaboración del Método Dialéctico, le da a Hegel, un mérito histórico en el desarrollo de la filosofía posterior. ?Esta filosofía alemana contemporánea– escribe Engels– ha encontrado su culminación en el sistema de Hegel, el gran mérito que consiste en que, por vez primera, presentó todo el mundo natural, histórico y espiritual en forma de proceso, es decir, de continuo movimiento, cambio, transformación y desarrollo; y trató de encontrar la relación interna de este movimiento y desarrollo?.

El sistema metafísico de Hegel, se hallaba en contradicción con su método Dialéctico; esta contradicción impregna toda su filosofía. Hegel, filósofo idealista objetivo, era enemigo de la concepción materialista del mundo y un defensor convencido de la religión.

EL SISTEMA FILOSOFICO DE HEGEL, SE COMPONE DE TRES PARTES:

1).- Lógica.- 2).- Filosofía de la Naturaleza.- y 3).- Filosofía del Espíritu.

La primera parte, la Lógica, trata del ser; abarca tres secciones: Cualidad, Cantidad y Medida. En ella expone el pensamiento dialéctico, del tránsito de la cualidad a la cantidad y viceversa; en la segunda, enuncia su doctrina del carácter contradictorio del desarrollo (ley de los contrarios); en la tercera sección de la Lógica, resume la concepción del desarrollo, como ?negación de la negación?.

El esquema de la Dialéctica Idealista Hegeliana de los conceptos, es la tríada siguiente: primer miembro de la tríada, TESIS; segundo, negación de la tesis, ANTITESIS; tercero, negación de la antítesis o ?negación de la negación? SINTESIS.

Para calificar lo anterior, ?Tomemos como ejemplo el huevo que una gallina pone e incuba, sabemos que en el huevo está el germen, que a cierta temperatura y en determinadas condiciones, se desarrolla. De este germen al desarrollarse, nacerá un pollito; de suerte que, así, este germen ya es la negación del huevo. comprobamos claramente, que en el huevo existen dos fuerzas: la que tiende a que continúe siendo huevo, y la que tiende a que se convierta en pollito. El huevo está, pues, en desacuerdo consigo mismo, al igual que todas las cosas, están en desacuerdo con ellas mismas.

Una cosa empieza por ser una afirmación que nace de la negación . El pollito es, por tanto, una afirmación surgida de la negación del huevo. He aquí una fase del proceso. Pero la gallina será la transformación del pollito, y en esta transformación, habrá una contradicción entre las fuerzas que luchan, para que el pollito se transforme en gallina. La gallina será, por tanto, la negación del pollito, que procedía a su vez de la negación del huevo.

Entonces, la gallina es; en ese caso, la negación de la negación. Y ésta es la marcha general de las fases de la dialéctica:

1.-Afirmación,se llama también TESIS  2.-Negación o ANTITESIS  3.- Negación de la negación o SINTESIS.

La segunda parte del sistema filosófico de Hegel– La Filosofía de la Naturaleza– es una fantástica representación de la emanación de la Idea Absoluta, en la suprema forma ?final? de la naturaleza.

Hegel, no ve en la naturaleza, más que el ?ser otro? de la Ideal, por ello, priva al organismo de autodesarrollo, con lo que niega el tránsito de una esfera de la naturaleza a otra; niega la evolución de las especies vegetales y animales, que considera como formaciones terminadas, salidas ya de un modo acabado, de las manos de su creador absoluto.

La tercera parte del sistema filosófico de Hegel, es la Filosofía del Espíritu, la cual, según él, trata del espíritu universal, que retorna de la esfera de la naturaleza ?a sí?.  La teoría de la sociedad, expuesta en la Filosofía del Espíritu y en otras obras afines, contiene valiosas ideas dialécticas sobre el desarrollo histórico de la vida social. A Hegel, pertenece la profunda idea dialéctica, de que el proceso histórico, está sujeto a las leyes. la sociedad civil, el Estado y las ideas jurídicas, estéticas, religiosas y filosóficas han recorrido, según la dialéctica Hegeliana, un largo camino de desarrollo histórico. Hegel, concibe todo el mundo de la naturaleza, de la historia y del espíritu como un proceso, es decir, en constante movimiento, cambio, transformación y desarrollo.

Hegel, ha formulado ese programa gigantesco de presentar el universo entero de la naturaleza, la historia y el espíritu, como un todo único, completamente penetrado por la razón y que se desarrolla, como un organismo único. En toda la filosofía hegeliana, se impone un sentido absolutamente racional; porque para Hegel, lo absoluto–que es el punto de partida siempre– es la razón . Eso es lo absoluto. Una de sus obras, Filosofía del derecho, en su prefacio contiene su famosa tesis:

?Lo que es racional es real, y lo que es real es racional?.

A la pregunta metafísica– ¿ qué es lo que existe?–Hegel–contesta: existe la razón . Todo lo demás, son fenómenos de la razón, manifestaciones de la razón . La razón es concebida pro Hegel, como una potencia dinámica, llena de posibilidades, que se van desenvolviendo en el tiempo; la razón es concebida, no tanto como razón, sino más bien como razonamiento.

*Manuel García Morente (1886-142), filósofo español, dice; ?pensar un momento en lo que significa razonar, en lo que quiere decir pensar; consiste en proponer una explicación, discurrir o meditar sobre un concepto, en formular mentalmente una tesis, una afirmación, a ponerle objeciones, a oponerse a ella, ¿ mediante qué?, mediante otra afirmación igualmente racional, pero antitética de la anterior, contradictoria de la anterior.*

Esa antítesis de la primera tesis, plantea a la razón un problema insoportable; es menester que la razón haga un esfuerzo, para hallar un tercer punto de vista, dentro del cual, esta tesis y aquella antítesis quepan en unidad; y así, continuamente, va sacando la razón, por medio del razonamiento, de sí, un número infinitamente vasto de posibilidades racionales insospechadas.

La razón, pues, es el germen de la realidad. Lo real es racional y lo racional es real; porque no hay posición real, que no tenga su justificación racional, como no hay tampoco posición racional que no esté, o haya estado, o haya de estar en lo futuro realizada?….García Morente, 100 años después, está aplicando la dialéctica hegeliana del pensar.-

Concluyendo, la dialéctica fue expedida por Hegel, que supo comprender el cambio habido en las ciencias. Volviendo a la antigua idea de Heráculito, comprobó, ayudado por los adelantos científicos de su tiempo, que en el universo todo es movimiento y cambio; que no hay nada aislado, sino que todo depende de todo, y así mejoró la dialéctica. De suerte que a causa de Hegel, hablamos hay de movimiento dialéctico del mundo. En primer lugar, tomó el movimiento del pensamiento y lo denominó naturalmente dialéctico, porque se trataba de un progreso del espíritu, por el choque de las ideas, la discusión.

Hegel, da principal importancia al espíritu y, por tanto, cree que son los cambios del espíritu, los que producen los cambios en la materia. Para Hegel, el universo es la idea materializada, pero él cree que está primero el espíritu que descubre el universo. Comprueba, sin embargo, que el espíritu y el universo están en perpetuo cambio y llega a la conclusión, de que las mutaciones del espíritu, determinan los cambios de la materia. Hegel, fue sin duda, uno de los más grandes filósofos clásicos alemanes, fue, sin proponérselo, el maestro de Marx y de Engels. Engels, dijo: ?Con Hegel, la dialéctica se hallaba de cabeza abajo, había que ponerla sobre sus pies?. Engels, en 1874, escribió en el prefacio de ?La guerra de los Campesinos: ? Sin Hegel, el socialismo científico, jamás hubiera existido?. Marx, consagró todo un libro, sus manuscritos de 1844, para analizar la filosofía de Hegel. Lenin, dedicó una gran obra, sus ?cuadernos Filosóficos? al estudio y a la crítica minuciosa de ? La Lógica de Hegel?.  En ellos escribió: ? No es posible aprender plenamente El Capital de Marx, sin haber comprendido a fondo y asimilado la Lógica de Hegel?.

Hegel y su doctrina filosófica, es y seguirá siendo, motivo de estudio, de admiración y reconocimiento.

Auguste Comte

Comte: El Positivismo
Auguste Comte (1798-1857):

Es importante conocer la serie de circunstancias que rodean al pensador para comprender mejor su obra: En el orden político Comte fue testigo de la Revolución francesa y de todas sus consecuencias, y no se debe olvidar lo que pudo condicionar la obra de este reformador social aquel caos cuyas consecuencias positivas no fueron pocas, pero a largo plazo En el orden social, y en intima colaboración con Saint-Simon, es igualmente testigo de unos proyectos que llevan sin duda a un socialismo utópico, pero que empieza a interesar vivamente a todas las capas de la sociedad; los problemas de organización social, las expectativas de sectores cada vez más numerosos y los avances científicos tienen que traumatizar la mente de este visionario. En el orden intelectual asiste a la bancarrota de cierta especulación y de ciertas metafísicas. Bien es verdad que en Comte, como en sus antecesores, perdura el impacto de ese algo más allá de lo subjetivo, y Comte intentará verlo cristalizado en leyes o realizaciones sociales fuera también de toda contingencia

La Ley Universal de la evolución intelectual de la humanidad y sus tres estados:

TEOLÓGICO, METAFÍSICO Y POSITIVO.
La filosofía de Comte pretende desarrollar una reforma intelectual basada en el positivismo. Por positivismo hay que entender aquella interpretación de la realidad (el hombre, la historia, la sociedad) basada en la ciencia; el saber científico el que configura el espíritu humano y el que impulsa el progreso histórico y social. Por Estado entiende Comte la situación en la que en una determinada época histórica se halla el espíritu humano. Cada estado se caracteriza por una manera de entender e interpretar la naturaleza y por una idea distinta de lo que es el saber. El espíritu humano recorre, en orden progresivo, varios estados a lo largo de la historia con el fin de alcanzar el fin propuesto por su naturaleza: el estado científico. La historia se convierte así en la historia del progreso del espíritu científico. Según esta doctrina todas nuestras especulaciones están sujetas a pasar sucesivamente por tres estados teóricos diferentes (Ley de los tres estados):

  1. Teológico o Ficticio: Debe considerarse un estado provisional y preparatorio
  2. Metafísico o Abstracto: Es transitorio, constituye una modificación del primero.
  3. Positivo o Científico: Es el régimen definitivo de la razón humana. El orden por el que se suceden los estados, viene dado por la propia naturaleza del espíritu humano

Fases de estos estados:

Estado Teológico o Ficticio Es el primer estado que constituye el punto de partida del espíritu humano. La explicación de la naturaleza consiste en causas últimas, ocultas y sobrenaturales, que se levantan sobre el poder de la imaginación. El conocimiento así obtenido es absoluto (una única explicación válida). Fetichismo, politeísmo y monoteísmo son los tres momentos dentro del estado teológico que representan el progreso del saber. Estando representado por tres momentos:

  1. Fetichismo Consiste en atribuir a todos los cuerpos exteriores una vida esencialmente análoga a la nuestra, pero más poderosa. La adoración de los astros es el grado más alto de esta primera fase teológica.
  2. Politeísmo Es la libre preponderancia especulativa de la imaginación. Aquí la vida es retirada de los objetos materiales, para ser misteriosamente transportada a diversos seres ficticios habitualmente invisibles, cuya continua intervención se convierte en la fuente directa de todos los fenómenos exteriores y humanos. En esta fase se estudia principalmente el espíritu teológico.
  3. Monoteísmo Comienzo de la decadencia de la filosofía inicial, que sufre un rápido decrecimiento intelectual como consecuencia espontánea de esta simplificación en que la razón viene a restringir cada vez más el dominio exterior de la imaginación.

Hay una tendencia involuntaria en los hombres a las explicaciones esencialmente teológicas, sobre todo en aquéllos fenómenos cuyas leyes aún ignoramos. Todas las explicaciones teológicas han caído en desuso entre los occidentales, porque los misterios inaccesibles a nuestra inteligencia, han sido cada vez más apartados y se ha acostumbrado a sustituirlos con estudios más eficaces y más en armonía con nuestras necesidades verdaderas. Estado Metafísico o Abstracto “Especulación” Es el paso intermedio del teologismo al positivismo, aunque se aproxima más al primero que al segundo. Las especulaciones dominantes han conservado la tendencia a los acontecimientos absolutos, sólo la solución ha sufrido una transformación notable. Al igual que la Teología, la Metafísica intenta explicar la íntima naturaleza de los seres, el origen y destino de las cosas, el modo de producirse, los fenómenos; pero en lugar de emplear para ellos los agentes sobrenaturales los reemplaza por abstracciones personificadas. No es la pura imaginación la que domina ni la pura observación, aquí el razonamiento se prepara confusamente al ejercicio verdaderamente científico. La parte especulativa está muy exagerada, por la tendencia a argumentar en vez de observar que caracteriza a este espíritu metafísico. El espíritu metafísico en los últimos cinco siglos, ha secundado negativamente el despliegue fundamental de nuestra civilización moderna. De modo que el obstáculo más peligroso para el establecimiento final de una verdadera filosofía es este mismo espíritu que a menudo se atribuyó el privilegio casi exclusivo de las meditaciones filosóficas. Estado Positivo o Real “Observación” Esta serie de preámbulos conduce al fin a nuestra inteligencia a un estado definitivo de positividad racional. Una vez expuesto lo vacío de las filosofías teológicas o metafísicas, renuncia a las investigaciones absolutas y circunscribe sus esfuerzos al dominio de la observación, única base de los conocimientos adaptados a nuestras necesidades reales. La revolución fundamental consiste esencialmente en sustituir en todo, la inaccesible determinación de las causas propiamente dichas por la investigación de las leyes. El poder de la imaginación es sustituido por el saber de la razón. Se trata de una razón encaminada a la acción operativo – instrumental. La técnica, entendida como aplicación de la ciencia, es la base de la nueva sociedad industrial. En el estado positivo no se busca tanto una explicación como una mera descripción de los fenómenos y sus regularidades mediante la observación y el razonamiento sobre lo observado. La ley de los tres estados pretende demostrar cómo el estado positivo es el estado más adecuado a la naturaleza humana. El único saber válido es el saber positivo o científico, y este modo de saber ha de generalizarse y aplicarse a todos los ámbitos de la vida y de la sociedad como la religión, la política… La reforma comtiana del saber conlleva así una reforma social.

Naturaleza del espíritu positivo:

Nuestras investigaciones positivas deben reducirse a la apreciación sistemática de lo que es y renunciar a descubrir su primer origen y destino final. El estudio de los fenómenos en lugar de ser absoluto, debe permanecer relativo a nuestra organización y situación, reconociendo la necesaria imperfección de nuestros métodos especulativos. Esta naturaleza relativa de los fenómenos humanos no es individual, sino social. Desde que la subordinación constante de la imaginación a la observación, ha sido reconocida como primera condición fundamental de toda sana especulación científica, una viciosa interpretación ha conducido con frecuencia a abusar mucho de este gran principio lógico, para hacer degenerar la ciencia real en una especie de estéril acumulación de hechos incoherentes. El verdadero espíritu positivo está tan lejos del empirismo como del misticismo. El verdadero espíritu positivo consiste ante todo en ver para prever, en estudiar lo que espera concluir de ello, lo que será según el dogma general de la invariabilidad de las leyes naturales. El principio de la invariabilidad de las leyes naturales, no empieza realmente a adquirir alguna consistencia filosófica sino cuando los trabajos verdaderamente científicos han podido manifestar su genial exactitud, frente a un orden entero de grandes fenómenos.

Destino del espíritu positivo:

El progreso hacia la armonía individual y colectiva de la humanidad Las necesidades mentales son el primer estímulo indispensable para nuestros distintos esfuerzos filosóficos. Estas exigencias intelectuales, reclaman siempre una feliz combinación de estabilidad y actividad de donde resultan las necesidades simultáneas de orden y progreso. En la larga infancia de la humanidad, sólo las concepciones teológico-metafísicas podían satisfacer esta doble concepción fundamental de modo imperfecto. Pero cuando la razón humana está por fin lo bastante madura para renunciar a buscar lo inaccesible y circunscribir con prudencia su actividad al dominio que pueden apreciar nuestras facultades, la filosofía positiva le da una satisfacción mucho más completa y más real, gracias al destino directo de las leyes que descubre y de la previsión racional que es inseparable de ellas. Estas leyes son de dos clases según vinculen su semejanza o filiación. La filosofía positiva procura en los espíritus bien preparados una aptitud muy superior a la que nunca pudo ofrecer la teológico-metafísica. Para ello sólo es obligado limitar todas nuestras especulaciones a las investigaciones verdaderamente accesibles.

Incompatibilidad entre ciencia positiva y teología:

Las concepciones positivas son incompatibles con todas las opiniones teológicas, cualesquiera que sean: monoteístas, politeístas o fetichistas. Es imposible la conciliación duradera entre las dos filosofías, sea en cuanto al método o a la doctrina. Sin duda, la ciencia y la teología no están en abierta oposición, puesto que no se proponen los mismos problemas. La ciencia renuncia radicalmente a los misterios, de los que se ocupa la teología. Además la prudente reserva con que el espíritu positivo procede gradualmente, nos hace ver la loca temeridad del espíritu teológico. A medida que las leyes físicas han sido conocidas, el imperio de las voluntades sobrenaturales ha tenido que restringir su campo de acción. Aunque el politeísmo y hasta el fetichismo hayan secundado realmente el espíritu de la observación, se debe reconocer que no podían ser verdaderamente compatibles con el espíritu científico. En el estado actual de la razón humana, se puede afirmar que el régimen monoteísta, favorable durante mucho tiempo al primitivo despliegue de los conocimientos reales, estorba profundamente la marca sistemática que deben tomar en adelante. Varios siglos antes de que el desarrollo científico permitiera apreciar directamente esta oposición radical, la transición metafísica había intentado, bajo un secreto impulso, restringir el ascendiente de la teología, haciendo prevalecer abstractamente la doctrina escolástica (no cambiar las leyes). El imperio positivo estaba limitado a los espíritus cultivados, pues mientras la fe subsistió realmente, el instinto popular hubo de rechazar tal concepción. Un primer análisis de la naturaleza, debió inspirar una ingenua admiración por el modo de realizarse los principales fenómenos que constituyen el orden efectivo. Luego, a medida que el espíritu positivo tomando un carácter cada vez más sistemático, sustituye al dogma, hace que esta disposición inicial desaparezca.

Atributos del espíritu positivo:

Correlación entre Espíritu Positivo y Sentido Común La palabra positivo ofrece varias acepciones distintas: · Consideradas en la acepción más antigua y común, la palabra positivo designa lo real, por oposición a lo quimérico. · Un segundo sentido, indica el contraste de lo útil y lo inútil · Una tercera aceptación, se emplea para calificar la oposición entre la certeza y la indecisión. · Una cuarta, consiste en oponer lo preciso a lo vago · Una quinta y última, menos usada, es la que se emplea en oposición a negativo. En este aspecto indica una propiedad de la filosofía moderna. El único carácter esencial del nuevo espíritu filosófico que no haya sido aún indicado directamente por la palabra positivo, consiste en su tendencia a sustituir todo lo relativo por lo absoluto. Este carácter es propio de la quinta acepción. Cuando se busca el origen fundamental del positivismo, se encuentra que coincide con los primeros ejercicios prácticos de la razón humana. Todos sus atributos son en el fondo los mismos que los del buen sentido universal. La positividad fue durante mucho tiempo empírica antes de llegar a ser racional. En todos los aspectos esenciales, el verdadero espíritu filosófico consiste sobre todo, en la extensión sistemática del simple buen sentido a todas las especulaciones verdaderamente accesibles. Esta conexión fundamental, representa la ciencia propiamente y estériles las investigaciones especulativas dirigidas a los primeros principios que, debiendo emanar siempre de la sabiduría vulgar, no pertenecen nunca al verdadero dominio de la ciencia. Los únicos principios generales que se pueden establecer a este respecto se reducen por necesidad a algunas máximas indiscutibles, pero evidentes, tomadas de la razón común y que no añaden en verdad nada esencial a las indicaciones que resultan en todas las buenas inteligencias, de un mero ejercicio espontáneo. Considerada ahora en el aspecto histórico, esta última solidaridad natural entre el genio propio de la verdadera filosofía y el simple buen sentido universal, muestra el origen espontáneo del espíritu positivo que resulta de una reacción especial de la razón práctica sobre la razón teórica, cuyo carácter inicial ha sido modificado cada vez más.

http://www.mgar.net/docs/comte.htm

Immanuel Kant

KANT

Biografía

    Immanuel Kant, considerado por muchos como el filósofo más importante de la modernidad, nació en la ciudad alemana de Königsberg (por entonces la segunda ciudad del reino de Prusia; hoy perteneciente a Rusia, aunque como un trozo de territorio separado del resto del país y lindante con Polonia y Lituania, con el nombre de Kaliningrado), en 1724. Se educó en un ambiente luterano de marcado tono pietista. Estudió en su ciudad natal a los clásicos, en su formación inicial, y Física y Matemática en la universidad. Debido al fallecimiento de su padre se vio obligado a trabajar como profesor particular por lo que demoró unos años más en obtener su título de Doctor en Filosofía. Una vez recibido se abocó a la tarea docente en la propia Universidad de Königsberg. Allí se desempeñó como Profesor de Matemática, Ciencias y Filosofía. Recién en 1770 fue nombrado Profesor Titular de Lógica y Metafísica. Con la publicación de la Crítica de la razón pura ganó rápidamente fama. El tono racionalista de sus reflexiones teológicas llevaron al rey Federico Guillermo II de Prusia a prohibirle enseñar o escribir sobre el tema (1794). Kant respetó esta orden hasta la muerte del rey. Era físicamente débil y pudo vivir muchos años por su metódico régimen de vida. Falleció en su ciudad natal, en 1804, no habiendo salido sino en escasas oportunidades de su ciudad y en ninguna de su provincia báltica.

Sus obras

    Entre sus obras se destacan la Crítica de la razón pura (1781), los Prolegómenos a toda metafísica del futuro (1783), la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres (1785), la Crítica de la razón práctica (1788), la Crítica del juicio (1790) y La Religión dentro de los límites de la mera razón (1793). La lectura de sus obras presenta dificultad por la complejidad de los temas en ellas tratados y, además, por el lenguaje técnico que utiliza el autor.

Lo que influyó en su formación

    Kant se formó en el racionalismo de Wolff pero la lectura de Hume, según sus propias palabras, lo despertó de su “sueño dogmático”. El empirista inglés lo hizo caer en la cuenta de que las afirmaciones y reflexiones de su metafísica racionalista carecían de un fundamente sólido. Conceptos centrales como los de substancia y causalidad quedaban, luego de la crítica a la que los sometía Hume, reducidos a mera costumbre.

Sus primeras ideas

    Kant no podía adherir sin más al empirismo. Éste sostenía que fuera de la Lógica y la Matemática (que realizan juicios analíticos, en los que el predicado está implícito en el sujeto ?por ejemplo, «El triángulo tiene tres lados»?) era imposible realizar juicios a priori (independientes de la experiencia), necesarios y de validez universal. De este modo negaba la posibilidad de lograr nuevos conocimientos, ya que los juicios analíticos no amplían el saber sino simplemente explicitan lo ya sabido. Los juicios sintéticos (por ejemplo, «La mesa es azul»), según Hume, sólo son posibles a posteriori y, si bien nos permiten adquirir nuevo conocimiento, el conocimiento que nos brindan no tiene validez universal.

    Con la mirada puesta en la fisica newtoniana, Kant afirma que, además de los juicios analíticos a priori y de los juicios sintéticos a posteriori, son posibles también los juicios sintéticos a priori. Justamente la Ciencia, cuyo ideal es ampliar nuestros conocimientos, busca precisamente juicios sintéticos universales y necesarios. Y no se pregunta Kant si semejante pretensión está justificada, si es posible tal proyecto, porque Newton ya había demostrado que lo era. No cabe preguntar si son posibles los juicios sintéticos a priori sino, más bien, cómo son posibles. Kant se preguntará, por tanto, por las “condiciones de posibilidad” de dichos juicios.

Sus teorías I

    Kant superará al racionalismo y al empirismo cambiando el plano de la discusión acerca del conocimiento. A este cambio de plano lo bautizará “giro copernicano” o “revolución copernicana”. Sabemos que Copérnico revolucionó la Astronomía al sostener que no era la tierra el centro alrededor del cual giraban los cuerpos celestes sino que era el sol el astro alrededor del cual giraba la tierra y todo el sistema solar. De un modo similar, al estudiar la relación objeto-sujeto, que se encuentra a la base del problema gnoseológico, Kant sostendrá que los filósofos anteriores (racionalistas y empiristas) habían puesto el acento en el objeto de conocimiento. Discutían sobre qué conocemos. Unos afirmaban que conocemos ideas a través de la razón y otros fenómenos a través de los sentidos, pero ambos coincidían en que conocer es reproducir las cosas de un modo pasivo, receptivo, dejándose impresionar por ellas. Kant dirá que el centro del problema no es ya qué conocemos (pregunta por el objeto) sino cómo conocemos (pregunta por el sujeto). Según Kant el sujeto no encuentra el objeto de conocimiento sino que lo construye, es un sujeto activo.

    El conocimiento requiere de la presencia de dos factores: por un lado la razón (forma), independiente de la experiencia, que posee las formas y categorías a priori que son condición de posibilidad del conocimiento y sin las cuales las meras impresiones serían “ciegas”; por otro lado las impresiones (materia), sin las que las formas y categorías de la razón permanecerían “vacías”.

    La razón está conformada por las “formas a priori de la sensibilidad” (espacio y tiempo), las “categorías del entendimiento” ?relativas a la cantidad (unidad, pluralidad y totalidad), a la cualidad (realidad, negación y limitación), a la relación (substancia/accidente, causa/efecto y reciprocidad) y a la modalidad (posibilidad, existencia y necesidad)? y las “ideas de la razón pura” (alma, mundo y Dios).

    El espacio, el tiempo, la causalidad y la substancia no son propiedades de las cosas tal como son en sí mismas, con independencia del sujeto que las conoce. Por el contrario, es el propio sujeto el que dota al objeto con estas formas que él posee a priori, con independencia de la experiencia y como condición de posibilidad de toda experiencia. Por lo tanto, el objeto de conocimiento no es el noúmeno (la cosa en sí misma) sino el fenómeno que construye el sujeto a partir de la “rapsodia de impresiones” o “caos de sensaciones” que le aporta la experiencia, ordenándolo según sus formas y categorías a priori.

    Kant concede a los empiristas que todo conocimiento comienza con la experiencia. Sin el aporte de la experiencia las formas de la razón permanecerían vacías. Pero agrega que no todo el conocimiento proviene de la experiencia, ya que sin lo que el sujeto aporta y que posee con independencia de toda experiencia el conocimiento no sería posible.

Sus teorías (Dios I)

    De este modo Kant demarca también el campo o límite dentro del cual el conocimiento es posible. No cabe ya preguntarse por las cosas mismas, por lo que algunos dicen que con Kant termina la Metafísica. Las ideas de la razón pura (Dios, alma y mundo) permanecen vacías, porque no tenemos impresiones que las doten de contenido. De todos modos no presenta a estas ideas como carentes de sentido o caprichosas. La razón, por su propia naturaleza, tiende a realizar síntesis cada vez más abarcativas y en esta tendencia va más allá de lo que la experiencia nos da e incluso de lo que puede llegar a darnos e intenta construir la síntesis última: las ideas de alma (síntesis de todos los actos del sujeto), de mundo (síntesis de todos los fenómenos) y de Dios (síntesis de todos los objetos del pensamiento).

Sus teorías II

    Al tratar sobre la “razón práctica” (la razón que determina la acción del hombre), Kant también defiende la autonomía del sujeto. Sostiene que la conciencia moral es el reino de lo que debe ser, en oposición a la Naturaleza como reino del ser. ?Las leyes son, o leyes de la Naturaleza (leyes por las cuales todo sucede), o leyes de la libertad (leyes según las cuales todo debe suceder). La ciencia de las primeras llámase ?Física?; la de las segundas, ?Ética?.? Mientras en la Naturaleza impera la necesidad, la causalidad, en la conciencia moral encontramos un imperativo categórico que manda a un sujeto libre, que puede o no obedecer. El imperativo es “categórico” («Debes trabajar») y no “hipotético” («Si quieres sentirte útil, tienes que trabajar»), porque este último depende de una circunstancia (que yo quiera o no sentirme útil). El imperativo moral manda más allá de cualquier circunstancia o situación concreta. 

    Como el hombre no es sólo racional sino también sensible, al actuar no se halla sólo bajo el dominio de la razón sino también de las inclinaciones. Por ello se presenta al hombre el buen obrar como un deber, una obligación, una exigencia opuesta a las inclinaciones (no siempre opuesta). Y justamente en la medida en que el hombre actúa por deber su obrar es moralmente bueno. Porque el valor moral de una acción no depende de lo que se pretende lograr con ella sino del principio o “máxima” por el cual se la realiza.

    Kant formula el imperativo categórico de diversas maneras (no opuestas, sino complementarias). De entre ellas destacamos dos: «No obres nunca sino de modo tal que puedas querer que la máxima que rige tu obrar deba transformarse en ley universal.» (No busques privilegios, ley privada, ni excepciones. Piensa qué pasaría si todos obrasen del mismo modo.) «Obra de tal modo que uses a la humanidad tanto en tu propia persona como en la persona de cualquier otro, siempre a la vez como un fin, nunca simplemente como un medio.»

Sus teorías (Dios II)

    Para poder afirmar la posibilidad del bien supremo, en cuanto unión de moralidad y felicidad, Kant afirma que es necesario postular la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Porque ?en la ley moral no hay el menor fundamento para una conexión necesaria entre la moralidad y la felicidad, a ella proporcionada […] Sin embargo, en el problema práctico de la razón pura, es decir, en el trabajo necesario enderezado hacia el supremo bien, se postula esa conexión como necesaria: debemos tratar de fomentar el supremo bien (que, por tanto, tiene que ser posible). Por consiguiente, se postula también la existencia de una causa de la Naturaleza toda, distinta de la Naturaleza y que encierra el fundamento de esa conexión, esto es, de la exacta concordancia entre la felicidad y la moralidad?. Dios, incognoscible para la razón pura teórica aparece ahora como un postulado de la razón práctica necesario para afirmar la posibilidad del sumo bien. Kant sabe que la experiencia nos dice que no siempre quien obra bien es feliz. Luego dice que en definitiva, y más allá de las circunstancias, quien obre moralmente será feliz y quien no lo haga no, necesita postular tanto la inmortalidad del alma como la existencia de un Dios justo. De este modo podemos suponer que en la vida posterior a la muerte será Dios quien garantice esa conexión.

Este texto ha sido sacado de: http://www.luventicus.org/articulos/02A036/kant.html

Albert Einstein

ALBERT EINSTEIN
(1879-1955)

Albert nació en Ulm, Alemania, el 14 de marzo de 1879. Sus padres se llamaban Hermann y Pauline, judíos de clase media. Ya desde joven se interesó por las matemáticas, conociendo a la perfección, con tan solo doce años, la geometría euclidiana. La mayor parte de su juventud la pasó en Munich, dónde le fue regalado un violín, con el cual al poco tiempo comenzó a tocar obras de Beethoven y Mozart, acompañado por su madre en el piano. Su familia era judía, pero no practicaba la religión, por lo tanto no se la inculcó al joven Einstein. Su padre poseía un taller en el cual fabricaba artefactos electrónicos, pero no tuvieron suerte en ese negocio, por lo tanto, cuando Albert poseía quince años, se trasladaron a Pavía, Italia, a buscar mejor suerte. Luego de un año, viajó a Suiza, donde consiguió su ciudadanía (en 1900), aprobó los exámenes en una escuela secundaria, se graduó como físico e ingresó al Instituto Politécnico Nacional de Zurich, dónde pasó dos años como profesor suplente.

Llegó el año 1902 y encontró a Albert trabajando en la Oficina Suiza de Patentes de Berna, al fin en un empleo seguro; en él debía de anotar los detalles de los inventos que se registraban en la oficina. Un año después, se encontraba “frente al altar”, junto a Mileva Maritsch -la cual fallecería en el año 1948, 29 años después de haberse divorciado de Einstein-, pues se había enamorado de la física (ya que Mileva también lo era) y decidieron casarse. En 1905 le escribió una carta a un amigo prometiéndole cuatro trabajos, en la cual describía que el primero se trataba sobre la radiación y la energía de la luz, dónde afirmó que ésta en ciertas circunstancias se comporta como una partícula; en el segundo trataría sobre el tamaño del átomo; el cuarto trató sobre el movimiento que presentan las partículas dentro de un fluido (el movimiento browniano); el cuarto sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento, y el quinto (pues publicó uno más de los que había prometido) se titulaba “la relatividad especial”. Éstos artículos fueron publicados por fin en el número 17 de la revista alemana Anales de Física.

La teoría de la relatividad especial decía, en pocas palabras, que no es posible viajar a la velocidad de la luz, y mucho menos a mayor velocidad que ella; y como segundo término que cada objeto viajando a distinta velocidad con respecto a otro, posee un espacio y un tiempo propio, es decir, que el tiempo y el espacio son “relativos” de cada persona según la velocidad que posean. De aquí surgió la famosa ecuación: E = mc2, donde muestra la equivalencia entre la energía que posee cada objeto (aunque se encuentre en reposo) y su masa, en dónde la primera es igual a la segunda multiplicada y vuelta a multiplicar por la velocidad de la luz (300000 kilómetros por segundo). Einstein ya era padre, pues había tenido dos hijos con Mileva: Hans Albert y Eduard. Luego de esto, Einstein empezó a adquirir fama y se empezó a mezclar más con sus colegas. Dejó la oficina de patentes y se convirtió en profesor en Berna, Praga y luego en Zurich. En un congreso, en 1909, pronunció un discurso en el cual hablaba sobre la relatividad y sobre los cuantos (éstas son unidades individuales, las cuales transportan la energía de los rayos luminosos) y su fama siguió en aumento.

En el año 1914 Albert se trasladó a Berlín, dónde le había otorgado el puesto de investigador en la Academia Prusiana de Ciencias. Al tiempo, la relación entre él y Mileva se deterioró y terminó en el divorcio; enfermó y su prima Elsa, junto con sus dos hijas fueron a cuidarlo y finalmente se terminaron casando.

En los años siguientes se dedicó a la búsqueda de una teoría más general; la llamó Teoría de la Relatividad General. En ella se abordaba el tema de la gravedad y decía que la luz es atraida por la acción de ésta. En 1919 se prepararon dos excursiones para verificar esta afirmación: una a Brasil y la otra a la isla Príncipe, pues ocurriría un eclipse. Allí se demostraría la aparente desviación de la posición de las estrellas cercanas al Sol (visualmente hablando, claro está). La teoría fue demostrada. Se comprobó la desviación de la posición de las estrellas que se encontraban cerca del borde del Sol eclipsado. Mientras tanto, Europa sufría por la reciente guerra, la inolvidable Primera Guerra Mundial. Los nazis, en Alemania, le echaban la culpa a los pacifistas y a los judíos de la derrota; Einstein era las dos cosas (aunque nunca practicó la religión en sí misma; una vez dijo: “…soy un no creyente profundamente religioso.”). Viajó por Londres, visitó la tumba de Newton y llegó a Estados Unidos. En 1922 viajó a París; un año antes había ganado el Premio Nobel de Física. En el año de 1933 Elsa y Albert volvieron a EE.UU., dónde ocupó un puesto en el Instituto de Estudios Superiores en Princeton, Nueva Jersey. En el año 1939, junto con otros físicos, Einstein escribió una carta al presidente Franklin D. Roosevelt en la que pedía un programa especial para el estudio de la destrucción del átomo y la reacción en cadena; pero se le hizo caso omiso. Volvió a escribirle al presidente (en 1945) pero nuevamente no fue tomado en cuenta. Declinó una propuesta para la presidencia del Estado de Israel en 1952. Finalmente murió el 18 de abril de 1955, a las 7:55 de la madrugada, dignamente, pues se negó a ser operado de una ruptura en la arteria aorta. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas se esparcieron en algún lugar que no se dio a conocer, pues esas fueron sus instrucciones: no quería que su tumba se convirtiera en un lugar de peregrinaje. Pero nos dejó un legado inmenso, de incalculable valor, su paso por este mundo, por este Universo curvo, por este espaciotiempo, no fue en vano, ni mucho menos. “Nunca pierdas la santa curiosidad”, dijo.

La geometría utilizada por Einstein no fue la euclidiana, sino la geometría tetradimensional riemanniana -llamada así en honor al matemático alemán Bernhard Riemann (1826-1866)- de espacio curvo, en la que demuestra, por ejemplo, que es posible una geometría en la que no existen líneas rectas: las líneas sobre la superficie de una esfera, por ejemplo.

Una historia que a Einstein le gustó contar sobre su niñez era de una “maravilla” que él vio cuando tenía cuatro o cinco años: un compás magnético. El norte invariable de la aguja guarda balance, guiado por una fuerza invisible, impresionó profundamente al niño. El compás lo convenció de que allí había “algo detrás de las cosas, algo profundamente escondido”. Así era el pequeño Einstein, un muchacho pequeño, autosuficiente y pensativo. Según la leyenda familiar él era, al principio, una persona lenta para hablar, mientras hacía pausas para considerar lo que diría. Su hermana recordó la concentración y perseverancia con que él construía las casas con naipes. El pensamiento del muchacho se estimuló por su tío, un ingeniero, y por un estudiante médico que cenaba una vez por semana con los Einsteins.

http://www.geocities.com/id_imaginedream/bioeinstein.htm

Henri Bergson

Henri Bergson

   

    A diferencia de Hegel, Schopenhauer y Spencer, Bergson no fue el creador de un sistema filosófico concebido como conjunto en su juventud y desarrollado más tarde en la vida. Hay, no obstante, en su filosofía una idea que se destaca y que, según se cuenta, fue concebida por él durante una caminata por Clermont-Ferrand cuando tenía 25 años de edad. Desde Platón, la filosofía había consistido en eliminar la duración, en contemplar el tiempo como una ilusión, y Bergson se pregutó si, por él contrario, el ser finito del que los filósofos tenían conocimiento por la reflexión, no sería el Tiempo mismo, no sería algo imperecedero. El substituyó, por consiguiente, la frase de Descartes “Yo soy una cosa que piensa” por la frase “Yo soy una cosa que dura” y el “sub specie ternitatis” de Spinoza, ,por la “sub specie durationis”. Reemplazando en esta forma los valores estéticos por valores de moción y cambio, operó una verdadera revolución en el campo de la filosofía. Toda su obra esta racionada con la duración y el movimiento. Bergson no procede por especulación general. Según él, la filosofía como ciencia sólo puede progresar descartando las teorías generales y los sistemas universales y dedicando la atención a los problemas particulares, da uno de los cuales exige su propio punto de vista, y la solución de uno de estos problemas no implica necesariamente una solución análoga de los demás. El propósito de cada una de sus obras es la éluadación de, un problema detallado, aunque cada una es también parte de una filosofía general: la filosofía de la duración y del cambio. En cuanto a su método, mientras la mayor parte de los filósofos idealistas contemporáneos trataban de conciliar la filosofía con la ciencia, Bergson substituyó el método propiamente científico por un método nuevo fundado, no en la lógica, sin, o en la intuición. El parte de esta idea esencial: que si queremos representarnos la verdadera naturaleza de la vida, debemos aplicar a este objeto, sobre él cual el conocimiento intelectual no puede tener ninguna captación, otra forma de conocimiento, no analítico, sino directo, inmediato, el cual tiene su principio en el instinto, razón por la cuál muchos han creído ver en el bergsonismo una apoteosis de la intuición y de los valores místicos y una depreciación de la inteligencia.

    Brevemente esbozadas, las ideas fundamentales de la que es considerada su obra maestra, “La Evolución Creadora”, que estudia todo el problema de la existencia, son las siguientes: rechazando el monismo tanto idealista como materialista, Bergson concibe el universo como algo que no es ni puramente materia ni puramente espíritu, sino como un proceso eterno, como un “devenir” que preserva el pasado y crea el futuro. El mundo para él no es fijo, sino que se mueve eternamente, evolucionando, adoptando la forma de un equilibrio eterno en el que “nada se crea, nada se aniquila”. El Tiempo, tal como nosotros lo hemos concebido, es una mera ficción de nuestro espíritu que hemos extraído de la idea de yuxtaposición en el espacio. El Tiempo real es el Tiempo eternamente presente. Esté concepto soluciona las antinomias del instinto y de la inteligencia, de la materia y del espíritu, de la libertad y el determinismo. En vez de estar atado por los grillos de hierro de la necesidad, el universo se mueve siempre hacia adelante, evoluciona constantemente en una actividad libre y creadora.

    Después de haber leído “La Evolución Creadora”, el filósofo norteamericano William James, de quien Bergson fue en el comienzo de su carrera más o menos discípulo, expresó su entusiasmo en una carta dirigida a un amigo suyo, en la siguiente frase: “Todo me parece palidecer delante de esta aparición divina”. Se cuenta también que el padre del pragmatismo solía decir en clase a sus alumnos: “¡ Qué hombre tan notable es Bergson! Pero yo no sé por qué se lo llama un gran filósofo francés. Cuando oigo decir esto, pienso en lo que se escribió en otro tiempo acerca del Santo Imperio Romano- Germánico: No es santo, no es romano, ni es germánico. Así, a mi modo de ver, Bergson no es grande… ved su talla… No es filósofo, puesto que deja la filosofía a los alemanes y es mi mejor discípulo; no es tampoco francés… o por lo menos durante largo tiempo su nombre me hizo creer que no lo era”. Y James agregaba: “Pero, vosotros sabéis como yo, señores, que este hombrecito honra a la humanidad entera”.

    No obstante la duda que expresó James sobre la nacionalidad francesa de Bergson, éste se demostró como un fervoroso patriota durante la primera Guerra Mundial. Al estallar el conflicto, se ha. liaba preparando un libro sobre el hombre en la sociedad, que debía ser una continuación de “La Evolución Creadora”, pero la (guerra le hizo abandonar su empresa para consagrarse a servir a su patria con su pluma y con su palabra. En 1915, dirigió una alocución al Ejército en el “Bulletin des Armées” y otra al Rey de Bélgica, y en 1916, emprendió un viaje a aquellos países extranjeros donde él gozaba de mayor reputación, a fin de defender en ellos la causa de Francia, que él estimaba unida a la causa de la civilización. Fue primero a España y, en enero de 1917, se embarcó para los Estados Unidos, a donde regresó nuevamente en 1918.

    Terminada la guerra, Bergson continuó sus trabajos filosóficos. En 1919 publicó una serie de conferencias y ensayos con el título de “Lenergie Spirituelle” (La Energía Espiritual). Su popularidad, en tanto, seguía creciendo en tal forma que ella concluyó por exasperar a Bergson, quien se veía asediado por invitaciones sociales, cartas de admiradoras y solicitaciones de entrevistas y opiniones. Dándose cuenta de que mientras ocupara un cargo oficial estaría sometido a~ todo este alboroto, decidió renunciar en 1921 a su puesto en el College de France para dejárselo a su discípulo Alphonse Le Roy.

    Un hermano de este último, Edouard Le Roy, ha trazado en el libro titulado “Bergson”, editado en España por la Colección “Labor”, la ruta seguida por el pensamiento de Bergson en el siguiente párrafo:

    “Esta ruta, en concreto, se halla jalonada por algunos libros que nos bastará hojear uno tras otro, tomándolos sucesivamente como texto de nuestras reflexiones. En 1889, Bergson comenzaba con sus “Essais sur les données inmédiates de la conscience”, que era su tesis doctoral: instalábase en el interior de la persona humana, en lo más mínimo del espíritu, esforzándose en apoderarse, en su fugaz originalidad generalmente desconocida, de su vida profunda y de su acción libre. Algunos años después, en 1896, transportándose esta vez a la periferia de la conciencia, a la superficie de contacto entre el yo y las cosas, publicaba “Matiére et Mémoire”;: estudio magistral de la percepción y del recuerdo, que él mismo presentaba como una encuesta sobre la relación de cuerpo y espíritu. En 1907, “Levolution créatricé”, donde la nueva metafísica se dibujaba con toda su amplitud, se desplegaba en toda su riqueza, con perspectivas abiertas sobre infinitos lejanos: evolución universal, significación de la vida, naturaleza del espíritu y de la materia, de la inteligencia y del instinto; tales eran entonces los grandes problemas tratados, conduciendo a una crítica general del conocimiento y a una definición completamente original de la filosofía”.

    Una parte muy importante de la filosofía de Bergson se encuentra asimismo en sus trabajos menores, como ser “Le Rire”; en sus conferencias sobre “La Perception du Changement” (La percepción del cambio), “Le intuition philosophique” (La intuición filosófica), “La conscience et la vie” (La conciencia y la vida), “Lame et le corps” (El Alma y el Cuerpo, 1912). “La Philosophie de Claude Bernard”, leída en el Collége de France; en su volumen titulado “Durée et simultaneité” (Duración y Simultaneidad, 1922), en que discute las teorías de Einstein, y en prefacios escritos a varios volúmenes de filosofía.

    Sus obras han sido traducidas al alemán, inglés, italiano, ruso, húngaro, polaco, checoslovaco, etc. En español existen: “Materia y Memoria”, “La Evolución Creadora”, “La Risa”, “Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia”, “La Energía espiritual” y “-El pensamiento y lo Movible”, una versión española de “La Pensée et la Mouvant” (1935), en que Bergson recopiló sus últimos trabajos. Son artículos y conferencias precedidos de dos ensayos introductivos, uno sobre “el crecimiento de la verdad” y el otro sobre “posición de problemas” en que, sin descender a la polémica, Bergson trató de responder a las críticas que se alzaron contra su método.

    Pero la filosofía de Bergson carecía, para ser completa, de una Moral. En 1932, la proporcionó a sus discípulos con la publicación de su obra “Les deux sources de la Morale et de la Religion” (Las dos fuentes de la Moral y de la Religión), que aparece dividida en cuatro partes: la primera está consagrada a la Obligación Moral; la segunda, a la Religión estática; la tercera, a la Religión dinámica, y la cuarta, a la Mecánica y a la Mística. El libro termina con algunas observaciones en que el autor expresa sus puntos de vista sobre el porvenir de la Sociedad y sobre las cuestiones sociales que dominan nuestra época, como ser la Democracia, la Sociedad de las Naciones, el eugenismo, el industrialismo, etc. Oponiendo la Mecánica a la Mística, Bergson piensa que la era del maquinismo debe ceder ante un retorno a la vida simple que el propio progreso mecánico hará posible, a una vida mística cuya primera luz se vislunibra quizás en el umbral de esta “terra incognita” que Ja metafísica intenta hoy explorar.

    Bergson fue uno de los pocos filósofos que tuvo la satisfacción de ver el progreso y el triunfo de sus ideas en el mundo, durante el curso de su propia vida.

    Ya a fines de la última década del siglo pasado, el bergsonismo había comenzado a infiltrarse en la filosofía y en la educación, como lo recuerda Albert Thibaudet~ y, según René Le Senne, el fervor que Bergson despertaba en su auditorio se debía en parte a que éste encontraba en sus doctrinas secretas complicidades con el simbolismo y el expresionismo, que hacían furor en la época. Los “Essais súr les données inmédiates de la Consciencé”, dice Le Senne, “se ligaban a “Laprés Midi dun Faune” y a “Pejléas et Mélisande”. Sus primeros lectores buscaron en Bergson a un revolucionario; hoy día es considerado como un clásico de la filosofía. Su influencia no ha sido menos grande en el extranjero. No existe país donde su filosofía no tenga partidarios. La corriente irracionalista debe al teorizante de, la filosofía del cambio y de la movilidad su más inmenso empuje; el intuicionismo y el pragmatismo lo siguen de cerca, y, después de Francia, fue en Alemania donde más se lo aprovechó, a pesar de que este último país se mostró siempre rebelde a las infiltraciones del espíritu francés. En efecto, dos filósofos alemanes, el uno muy cercano al pensamiento popular, el otro retraído en su torre de marfil (Keyserling y Heidegger), confesaron lo que deben al bergsonismo.

    Una serie de honores recompensaron la larga vida de trabajo de Bergson. La Academia Francesa de Ciencias Morales y Científicas y la Academia Francesa lo acogieron en su seno en 1911 y 1914, respectivamente; en 1923, le fue concedida la Gran Cruz de la Legión de Honor, conjuntamente con el acceso al Consejo de la Orden. La Sociedad de las Naciones lo ,nombró en 1925 presidente de una comisión de cooperación intelectual compuesta de 12 miembros, y en 1927 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura; pues, espíritu inventivo y penetrante, Bergson fue también un escritor de primer orden. Su estilo, modelado sobre el de los grandes filósofos, es vigoroso, ágil y conciso a la vez, como el de Condillac, y al mismo tiempo lleno de colorido e imágenes expresivas, como el de Platón y Bacon. Cada una de sus obras es un modelo de argumentación clásica, cuidadosa no sólo de no dejar lagunas en su exposición, sino también de la belleza y corrección del lenguaje. En el campo de la literatura es, al mismo tiempo, donde la influencia de Bergson se hace más evidente, sobre todo en las novelas de Proust, en la poesía de Claudel y en los ensayos de Péguy y Thibaudet. “Cualquiera que sea el destino de su mensaje “La Evolución Creadora”, dice Thibaudet, “quedará como una obra literaria fundamental por el poder fascinador y poético de su estilo”.

    En los últimos años de su vida, Bergson solía cambiar con frecuencia de residencia para huir de los visitantes que acudían de todas partes a turbar su soledad, y por esta razón se le había puesto el apodo de “el Judío Errante”. Su último hogar fue una casa en el barrio de Passy, en París, donde vivía con su hija en un aislamiento total. Allí permaneció al estallar la Segunda Guerra Mundial, no obstante la advertencia de sus amigos de que se pusiera a salvo de la posible persecución “nazi”. Orgulloso de su sangre judía, rehusó, en diciembre de 1940 y un mes antes de su muerte, el ofrecimiento del gobierno de Vichy de eximirlo de los decretos que exigían la renuncia de los judíos a todos los cargos prominentes. El 9 de diciembre entregó voluntariamente su cátedra honoraria en el College de France, aun cuando el gobierno le pidió que permaneciera, en mérito a “sus servicios artísticos y literarios a la nación”. También rehuso ser eximido de firmar los registros públicos de los judíos. A los ochenta y un años, se levantó de su lecho de enfermo e hizo cola para firmar dichos registros. Y así murió en su orgullosa y altanera soledad, el 4 de enero de 1941, poniendo un fin supremamente dramático a una gran carrera.

http://www.geocities.com/SoHo/Atrium/1788/bios/bergson.htm

Martín Lutero

Martín Lutero

Mientras Savonarola, en el centro del mundo civilizado, batallaba por la pureza de la moral y creencias cristianas, crecía en las selvas teutónicas un niño que más tarde había de realizar el sueño de este y llevar a cabo la obra colosal de la reforma del Cristianismo. Se llamaba Martín Lutero. Nació cerca de Eisennach, Alemania, en 1483 de padres de humilde condición, que sin embargo se empeñaron por la educación de su hijo. Acabados los estudios elementales en su pueblo, pasó un año en una escuela de Magdeburgo y después fue a Eisennach a un colegio de los franciscanos. La pobreza de sus padres le obligaba a vivir como «estudiante pobre» es decir, recibiendo albergue libre y pidiendo limosnas a los ricos. En Eisennach encontró protección en la familia Cotta, que se interesó por él hasta el punto de ofrecerle un hogar en su casa.

Progresaba en sus estudios hasta el año 1505, cuando repentinamente, dejó la carrera de la abogacía para entrar en el monasterio de los agustinos en Erfurt. Hay varias leyendas que explican este cambio inesperado, pero lo único que sabemos de los escritos de Lutero mismo, es que ciertas «dudas» respecto al estado de su alma le impulsaron a tomar los votos monásticos. Estas dudas le atormentaban aún después de entrar en el convento. Se sentía pecador y anhelaba el perdón de Dios. No encontraba lo que su alma deseaba en las costumbres y prácticas monásticas, a pesar de cansar a sus superiores con sus continuas confesiones y de castigar su cuerpo con un ascetismo riguroso.

Desengañado de estas cosas se dedicó a un estudio de las Sagradas Escrituras, una copia de las cuales había encontrado encadenada a un pilar de la biblioteca de la universidad. De estas y de las explicaciones de un anciano hermano del monasterio llegó a entender que el perdón de Dios no se alcanza por las penitencias y «buenas obras», sino simplemente por aceptar el perdón que su amor ha previsto. Así, después de dos años de lucha, su alma encontró la paz que anhelaba.

Más o menos, en el año 1510, sus superiores mandaron a Lutero a Roma, para desempeñar allí una comisión del convento. El había esperado encontrar en el sumo pontífice y su corte, modales de la vida cristiana, y quedó sorprendido y horrorizado al contemplar la corrupción que existía en los lugares que él creía verdaderamente santos. Sin embargo, consideró necesario seguir las costumbres de los peregrinos a Roma, y así, entre otras cosas, subió la «escalera santa» (que se cree trasportada por manos de ángeles de Jerusalén a Roma) de rodillas y diciendo un Padrenuestro en cada escalón. Repentinamente recordó la declaración del profeta Habacuc, citado después por el apóstol Pablo: «El justo vivirá por su fe» y le ocurrió que todas aquellas penitencias y todos estos rezos forzados, no valían absolutamente nada.

Sin embargo no pensó de sí sino como fiel hijo de la Iglesia Romana, y al regresar a su convento en 1512, recibió el título de Doctor de la Sagrada Escritura en su universidad de Erfurt, y aceptó el profesorado de teología en la recién fundada y pequeña universidad de Wittenberg. Al principio de su actividad como profesor, Lutero enseñaba la misma teología que había aprendido en Erfurt. La única diferencia entre él y los demás profesores, era de que él basaba los dogmas en la experiencia más bien que en principios filosóficos o autoridad del Papa o de la Iglesia. Pero poco a poco vino a entender que era imposible reconciliar sus principios con los de la teología antigua. Así pasaron cinco años.

En 1517 llegó cerca de Wittenberg, un fraile llamado Juan Tetzel recogiendo dinero para acabar la construcción de la iglesia de San Pedro en Roma, dando indulgencias en cambio, con autorización del mismo Papa y del arzobispo de Mainz. Tetzel afirmaba que cada vez que se oía sonar el dinero al caer en la caja de recaudación, se libraba un alma del purgatorio. El pueblo entendió que se compraba no solo el perdón de los pecados pasados sino aún el derecho de pecar durante unos días futuros, doctrina que soltó todos los lazos de la moralidad.

Lutero conoció el desastroso efecto de la venta de las indulgencias por medio del confesionario e indignado escribió sus famosas 95 tesis, clavando lo escrito en las puertas de la iglesia del Castillo de Wittenberg el día antes del «de Todos los Santos» para que fueran leídas por los que llegaran a la celebración de este día.

En estas tesis sostuvo que el Papa no puede absolver sino de los castigos que el mismo hubiera impuesto, y que estos no se extienden más allá de la muerte; que la absolución se debe a todos los penitentes y que ésta no es indispensable. Más valen las obras de piedad y de misericordia. Pregunta porqué el Papa no libra a todas las almas de una vez del purgatorio, si es que de veras tiene este poder, movido de compasión por sus sufrimientos, en lugar de sacarlas poco a poco por dinero. Estas tesis luego precipitaban una gran discusión que aumentó en intensidad durante unos tres años. En este tiempo Lutero se alejaba paulatinamente del dogma católico-romano mientras su comprensión de las grandes verdades evangélicas se aclaraba cada vez más. Vino a reconocer como verdaderos cristianos a algunos como Wycliffe y Huss que la Iglesia había condenado por herejes y aún llegó al extremo de criticar severamente unas resoluciones de papas y concilios alegando que estos como humanos podían errar. Llegó a basarse en las Sagradas Escrituras y en la razón convincente como las únicas autoridades reconocidas por él.

El Papa después de tres años de discusión, vio que no era posible convencer a Lutero y pensó hacerle callar por la fuerza una vez que no había logrado hacerlo por sus argumentos. En 1520 lanzó al mundo la bula de excomunión condenando 41 de las tesis de Lutero y ordenando a todos los magistrados que si no se retractaba dentro de sesenta días, que le prendieran y le entregaran a Poma.

Durante los tres años de discusión grandes masas del pueblo y muchos de los príncipes alemanes habían reconocido en Lutero a aquel que podía salvarles del yugo y de la corrupción de Roma. As¡ no tenía él porque temer. Publicó un folleto contestando lo que él llamaba «la bula del anticristo» y el 10 de Diciembre de 1520, en la plaza principal de Wittenberg, ante una asamblea compuesta de profesores de la universidad, estudiantes y otras muchas personas, quemó la bula con el libro de la ley canóniga y otros libros romanistas.

Por este tiempo después de muchas negociaciones diplomáticas, fue aceptado como emperador de Alemania, el rey español, con el título de Carlos V. Era éste un joven monarca enérgico y desapasionado y algunas veces en esta época bastante transigente en cosas religiosas. Al subir al trono imperial vio con alarma que una gran parte de sus súbditos habían aceptado la doctrina de Lutero y que el Imperio estaba en graves dificultades con el Papa como consecuencia. En la esperanza de arreglar algo, intimó a Lutero a que compareciese ante la dieta de Worms, bajo su protección. Este obedeció y durante su viaje que hizo en un carro abierto de campesinos, fue predicando en todos los pueblos que halló a su paso, siendo recibido por grandes muchedumbres que se llenaron de entusiasmo por su causa. La víspera de su llegada a Worms un canciller del príncipe Federico, su amigo, le recordó el fin trágico de Juan Huss quien también había confiado en la palabra de honor de un emperador y sin embargo había sido quemado vivo. A esto contestó Lutero «Huss ha sido quemado pero no la verdad con él. Iré aunque se dirigiesen contra mí tantos demonios como tejas hay en los tejados.»

Al llegar a Worms se presentó ante la dieta, compuesta por el mismo emperador y sus ministros, altos prelados, sacerdotes, nobles y príncipes del imperio y doctores de las universidades. Le mostraron sus libros y le preguntaron si los reconocía como de su propiedad. A esta pregunta les contestó que sí. En seguida le leyeron algunos pasajes de estos mismos libros y le preguntaron si se retractaba de lo escrito. La presencia de tantas altas personalidades en la asamblea, hizo desfallecer un tanto el carácter enérgico de Lutero, quien al oír la tremenda pregunta que le hicieron, pidió un día de plazo para contestarla. Este día lo pasó en oración en su cuarto pidiendo que Dios le diera poder para confesar su error, si había error en él, o para mantenerse firme, si lo que había dicho era verdad. Al comparecer nuevamente ante el tribunal al día siguiente y al repetírsela la pregunta, contestó que no se retractaba mientras que no se probase con argumentos basados en las Sagradas Escrituras o en rigurosa lógica, que sus doctrinas eran falsas. Al exigirse una respuesta final y categórica, acerca de su retractación, dijo que su conciencia no le permitía retractarse. «Aquí estoy, no puedo obrar de otra manera, ampáreme Dios, Amén.»

Salió en seguida de la asamblea sin que fuese molestado y luego emprendió camino para Wittenberg bajo el mismo salvoconducto del emperador, mientras que este en consejo de ministros acordó ponerle bajo el bando del imperio. Mientras Lutero seguía su camino para Wittenberg se encontró con un escuadrón de caballeros que le apresaron y le llevaron a Wartburgo, castillo inexpugnable de la Turingia. Estos fueron de sus mismos partidarios que se valieron de este acto para ponerlo en seguridad. Allí pasó un año, tiempo que empleó en hacer una traducción del Nuevo Testamento al alemán.

Aún estando en Wartburgo, Lutero tuvo noticias de unos desórdenes promovidos por sus mismos partidarios, quienes en su celo por la Reforma habían empezado a romper imágenes y destruir altares. Al saber esto decidió salir del Wartburgo para ir a corregir estos desmanes y predicar una reforma más transigente. Manifestó su decisión a su ilustre huésped y este le hizo ver lo arriesgado de su empresa, pues estando bajo el bando del imperio era un deber de cada fiel súbdito del emperador matarlo. Lutero contestó que si cayera sería con Cristo y que él preferiría caer con Cristo que estar en pié con César. La salida no le fue impedida y con pocas predicaciones logró calmar los ánimos de los iconoclastas. El tiempo que siguió, lo empleó en escribir tratados en defensa de la fe evangélica. En menos de un año había escrito 183 folletos y obras religiosas.

Una de sus principales controversias fue contra Enrique VIII de Inglaterra, quien había escrito contra Lutero repitiendo las declaraciones de concilios y papas, sin ninguna solidez filosófica. Por esto él, que después se separó de la Iglesia Romana, recibió del Papa el título de «Defensor de la Fe». Lutero pulverizó todos sus argumentos y llegó al extremo de llamarle «un asno coronado».

En el año 1525 Lutero contrajo matrimonio con Catarina von Bohra, y este suceso hizo aún más profundo el abismo que separaba la nueva Iglesia de Lutero de la antigua Romana. Muchos afirmaban que de este matrimonio de un fraile hereje con una monja renegada tenía que nacer el Anticristo.

Así como los campesinos ingleses en tiempos de Wycliffe se insurreccionaron contra la nobleza, rebelión debida aunque indirectamente, al espíritu de libertad y de justicia que las doctrinas evangélicas habían sembrado en el pueblo, asimismo en tiempo de Lutero los campesinos alemanes se levantaron contra sus príncipes. El gran reformador comprendió que si bien era cierto que aquel movimiento era justo, él no podía engendrar más que la anarquía del país, y por esto, en bien del mismo pueblo, se puso del lado de los príncipes, lanzando sus predicaciones a los rebeldes para que respetaran a las autoridades constituidas, y a éstas para que hicieran justicia. Pero no podía evitar una guerra amarga entre los príncipes y sus súbditos en la cual estos al fin perdieron.

Desde el edicto de Worms (1521) hasta el año 1555, la política del imperio alemán estuvo en una gran incertidumbre. El Emperador Carlos V mantuvo su residencia en España, y es muy natural que por esto no podía gobernar inteligentemente a un país tan lejano como lo es la nación teutónica. Aunque Carlos V es considerado como uno de los monarcas más católico-romanos de la historia, sin embargo la incertidumbre de su política respecto a la Iglesia llegó hasta el grado de apresar al mismo Sumo Pontífice, después de haber atacado a Roma por medio de un ejército que en su mayor parte se componía de luteranos.

En el año de 1529 se reunió en Espira una conferencia con el objeto de arreglar los asuntos religiosos que tan profundamente afectaban el imperio, y en ella se dispuso que en todos los lugares donde ya se había establecido la doctrina evangélica se diera libertad para que continuara, pero que en las regiones donde no se había establecido, se prohibiera en absoluto la propaganda anti-romanista. Los príncipes alemanes evangélicos protestaron contra esta disposición, y esta es la razón histórica por la cual se han denominado «Protestantes» a todos los partidarios de la nueva Iglesia.

La conferencia de Augsburgo en 1530, queriendo zanjar las dificultades que se habían suscitado entre ambos bandos religiosos, atizó más las desavenencias que habían entre ambos, dando lugar como resultado final, a una liga que se formó entre los príncipes protestantes contra la soberanía de Carlos V. A causa de esto comenzó una larga guerra entre este emperador y la alianza de los príncipes referidos.

Además de Alemania, Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia e Inglaterra aceptaron la Reforma Evangélica iniciada por Lutero y la liga alemana ensayó a ensancharse en una liga de las naciones protestantes, y por esto se esforzaron para alcanzar una unidad doctrinal entre todos los partidarios de la Reforma.

Desde dos años antes de que Lutero comenzara abiertamente su rebelión contra el poder de Roma había comenzado ya una Reforma independiente en la Suiza bajo la dirección de Zwinglio. Este movimiento no estaba en completo acuerdo con el que iba dirigido por Lutero, por tener algunas diferencias doctrinales, y por esto los príncipes interesados organizaron la conferencia de Marburgo entre Lutero y Zwinglio, como principales, juntamente con algunos de sus partidarios. La cuestión principal se refería a la doctrina de consubstanciación que defendía Lutero. Según este después de la bendición sacerdotal había en el pan y en el vino, además de sus propias sustancias, efectivamente el cuerpo y la sangre de Cristo. Zwinglio no quiso aceptar esta doctrina, bajo ningún concepto, y aseguraba que la Santa Cena no era más que una comida simbólica y recordatoria del sacrificio de Cristo.

En el año 1546 murió Lutero. Los últimos años de su vida habían sido de cuidados y amarguras, pero su muerte fue la de un cristiano que como Pablo, había peleado la buena pelea, había guardado la fe y esperaba el galardón que el Señor, el justo juez, le daría en aquel día.

(Tomado a partir del libro “Los XX Siglos del Cristianismo” de Pablo Burgess, Editorial Clie, páginas 141-149)

Karl Popper

Sir Karl Popper: conjeturas y refutaciones

    Uno de los críticos más importantes del postivismo lógico fuera del movimiento pero dentro de la llamada “tradición analítica”, ha sido Sir Karl Popper.

    Popper nació en el año de 1902 en Viena, Austria. Joven aún, se interesó y participó activamente tanto en el marxismo como en el movimiento psicoanalítico de Alfred Adler. Conoció también la ortodoxia psicoanalítica de Freud y desde siempre ha sido un estudioso de la filosofía y la ciencia y es, según algunos, el filósofo de la ciencia más importante que vive en la actualidad.

    Según el propio Popper, su libro La lógica del descubrimiento científico(1934) fue pensado y escrito como una crítica al movimiento p.l. Sin embargo, no todo el mundo lo consideró como una crítica. De hecho, como el propio autor menciona en su autobiografía (Popper, 1976), algunos filósofos y críticos lo consideraron un positivista revisionista o disidente, pero positivista al fin y al cabo. Otros, dentro del propio “Círculo” lo consideraban un simpatizante del movimiento que había sustituido el principio verificacionista por el principio de falsación, como criterio de significación cognoscitiva (cfr. supra,pp. 10 y 11).

    La crítica de Popper comienza con una revisión del problema de la inducción también llamado “problema de Hume”. Hume mostró que no existe ninguna cantidad suficiente de enunciados de observaciones particulares que nos permita inferir lógicamente, y sin restricciones, un enunciado general o ley. Es decir, el modelo “tradicional” (en este caso el modelo positivista lógico) de acumulación y justificación del conocimiento científico propone ir de lo particular (y observable) a lo general (y teórico). Sin embargo, esta posición es lógicamente insostenible (pues queda aún por resolver cuál es el paso del ultimo enunciado en la serie de proposiciones empíricas en Vo a el primer enunciado en la serie de proposiciones teóricas en Vt. O más sencillo aún, queda por aclarar cómo se transforma –en términos lógicos– una observación particular en una ley universal).
    Popper atacó el problema de la inducción al volver ilegítima la distinción observación-teoría, que no es otra cosa que una nueva etiqueta del argumento de la tabula rasa,atribuido a Francis Bacon.
    La distinción observación-teoría afirma la posibilidad de observar primero y hacer teoría después. El argumento de la tabula rasa afirma que al conocer la realidad el sujeto cognoscente es como una tabla cuya superficie está perfectamente plana o rasa. Al momento de conocer “algo” de la realidad, el sujeto (la tabla) es impactado por tal conocimiento dejando su huella en él (ella).

    Volviendo a la discusión del modelo inductivista de adquisición y crecimiento científico se verá que se puede establecer un paralelo entredicho modelo y la distinción observación-teoría el argumento de la tabula rasa.En primer lugar, tanto el modelo, inductivo como la distinción observación-teoría afirma que es posible ir de lo particular a lo general, es decir, primero se observa y después se concibe la teoría. Es hasta el momento en que hemos observado varias cosas particulares que estamos listos para teorizar y eventualmente llegar a formular leyes universales. Antes no.
    Parecería que tanto el modelo inductivo como la distinción observación-teoría suponen que el sujeto que está conociendo “los hechos de la realidad” deja de pensar (para no “contaminar” los datos, por supuesto) y solamente empieza a hacerlo cuando ya tiene un conjunto de datos “suficientes” para poder teorizar y, eventualmente, formular una ley general. Es aquí precisamente donde surge la conexión con el argumento de la tabula rasa.El sujeto que está siendo impactado por la realidad, es el mismo sujeto que observa cuidadosamente los hechos particulares. Es más, si pensamos un poco en el asunto podremos darnos cuenta que el sujeto “colector de datos” (del modelo inductivo), es el mismo sujeto que “observa” primero y “teoriza” después (en la distinción observación-teoría), el cual es “impactado” por la realidad (en la tabula rasa de Bacon).

    Volviendo a Popper, vemos pues que al atacar el problema de la inducción para volver ilegítima la distinción observación- teoría es tanto como decir que Popper, al criticar el modelo positivista de la ciencia (y del crecimiento del conocimiento científico), vuelve ilegítimos tanto al problema de la inducción, a la distinción observación-teoría y al argumento de la tabula rasa.

    ¿Cómo es esto posible? Popper lo lleva a cabo en su teoría de “conjeturas y refutaciones”. Veamos:
    Para Popper la concepción Baconiana es a lo sumo una teoría ingenua de cómo conocemos la realidad. Para Popper no existe la posibilidad de que la analogía de la tabula rasa pueda ser tomada literalmente. Popper afirma, y creernos que con razón, que el sujeto que conoce la realidad no puede “deshacerse” de sus expectativas, prejuicios y concepciones (del mundo físico y social) al entrar en contacto con ella.

    ¿Y qué hay por ejemplo de los recién nacidos? Para Popper aun ellos, gracias a la información genética transmitida por sus padres, tienen ciertas formas, muy primitivas y básicas, de expectativas. Lo importante, dice Popper, es que constantemente estamos elaborando teorías acerca del mundo y constantemente las estamos probando. No somos tabulas rasas recogiendo datos para después hacer teorías. No podemos serlo, pues como ya se dijo antes, estamos inmersos en un mar de expectativas, prejuicios, concepciones, etc., que nos llevan a teorizar a cada momento sobre el mundo. Estas teorías Popper las llama “conjeturas”.

    Con este argumento Popper no sólo ataca el argumento de Bacon, sino también (y dada su relación con aquél) a la inducción y a la distinción observación-teoría.
    Empecemos por lo más sencillo. La distinción observación-teoría se vuelve ilusoria al darnos cuenta que no existe la observación “pura”, sin sesgos, preconcepciones y/o prejuicios. La observación siempre está mediada y basada en un conjunto de ideas, expectativas, etc., de los cuales el sujeto no se puede desprender. Además, ¿por qué habríamos de querer desprendernos de ellas? Lo más importante es poner a prueba nuestras concepciones del mundo (independientemente de la fundamentación que tengan éstas en ideas, expectativas, etc.), no tratar de observar “puramente” a ésta (pues, además, ello no existe).

    La critica de la inducción es un poco más compleja y requiere de introducción de más elementos.
    Quizá la mejor manera de exponer la crítica de Popper al problema de la inducción, visto tradicionalmente (o sea desde Hume hasta los positivistas lógicos), sea el contrastar las diferencias entre el principio de verificación y el principio de falsación.

    En la biografía que escribe sobre Popper, Magee (1974) destaca la asimetría que existe entre las lógicas de verificación y de falsación. Dice Magee: “aunque ningún numero de enunciados de observación referidos a observaciones de cisnes blancos nos autoriza a derivar lógicamente el enunciado “Todos los cisnes son blancos”, basta un solo enunciado de observación, referido a una sola observación de un cisne negro, para que podamos derivar lógicamente el enunciado “No todos los cisnes son blancos”. En este importante sentido, las generalizaciones empíricas resultan ser, aunque no verificables, falseables. Esto significa que las leyes científicas son contrastables a pesar de que no se pueden probar (verificar): pueden ser contrastadas mediante intentos sistemáticos de refutación” (pp. 29, 30).

    Lo importante que hay que destacar aquí es que la contribución de Popper a la “lógica del descubrimiento” fue el haber inventado, por así decirlo, la meta que, con respecto a sus teorías tiene todo científico: no se trata de buscar la comprobación o verificación de la misma, sino instancias, evidencia empírica que la refute, que la pruebe falsa.

    Algunos críticos del principio de falsación de Popper afirman que la solución que Popper ha dado al problema de la inducción dista de ser una solución completa y satisfactoria. El mismo Popper comenta que su principio de falsación apela a la lógica de la situación de conocimiento y no a la metodología implícita en ella. Magee ilustra claramente lo anterior. Dice:

    La lógica es extremadamente sencilla: si se ha observado un cisne negro “no puede” ser que todos los cisnes sean blancos. Lógicamente, por lo tanto, es decir, si nos atenemos a la relación entre enunciados, una ley científica es rotundamente falsable, aunque no sea rotundamente verificable. Sin embargo, el caso es diferente si lo consideramos “metodológicamente”, pues en la práctica siempre es posible poner en duda un enunciado: puede haber algún error en la observación registrada; puede ser que el pájaro en cuestión no haya sido correctamente identificado; o podemos decidir, precisamente “porque” es negro, no clasificarlo como cisne, sino llamarlo de otro modo. De modo que siempre es posible rechazar, sin caer en contradicción alguna, la validez de un enunciado de observación. Así podría descartarse cualquier experiencia falsadora. (p. 30)

    Queda claro pues que la falsación Popperiana se enfrenta a ciertos problemas de método. Algunos de éstos son demasiado técnicos y complejos como para ser incluidos aquí, sin embargo, valdría la pena –siempre en beneficio de una mejor exposición de las ideas de Popper– revisar algunos problemas de la falsación y la respuesta que a éstos ha dado el autor.

    En primer lugar, habría que mencionar la tesis Duhem-Quine.De acuerdo con esta tesis, “dada la suficiente imaginación, cualquier teoría (consistente en una o un conjunto finito de proposiciones) puede ser salvada permanentemente de “refutación” por medio de algún ajuste adecuado en el contexto del conocimiento que la contiene” (Lakatos, 1978, p. 96).

    Popper contesta a esta crítica diciendo, en primer lugar, que los científicos tienen la obligación de no evitar la refutación afirmando de antemano qué tipo de evidencia los haría desechar su teoría. También, afirma Popper, es necesario no introducir hipótesis o definiciones ad hoc,desconocer la confiabilidad de los resultados experimentales no convenientes (a la teoría que se está probando) y formular nuestras teorías lo menos ambiguamente posible. Todo esto para facilitar la refutación de las teorías.
    Un comentario importante a lo anterior, es el que hace Popper al sugerir que no se abandone a la ligera las teorías, pues dicha actitud representa una disposición poco crítica ante ellas. El abandono prematuro de una teoría es, según Popper, signo de una “puesta a prueba” poco rígida. La contrastación de teorías debe ser, pues, una contrastación estricta, rigurosa.

    En segundo lugar, se ha criticado a Popper por su fe en el servicio que puede reportar un “experimento crucial” como criterio para decidir entre dos teorías rivales que tratan de explicar lo mismo. La crítica se refiere, concretamente, a que lo que en alguna época puede ser considerado como “experimento crucial”, pasado el tiempo quizá ya no lo sea. (Ver Lakatos, 1978, pp. 68-89).
    Si bien es cierto que éstas no son todas las críticas que se le ha hecho al falsacionismo Popperiano, también es cierto que no buscamos agotar el tema aquí y en este momento. Las críticas que consideremos importantes para el entendimiento del debate sobre el crecimiento, del conocimiento científico serán incluidas en la parte dedicada al análisis de la metodología de los programas científicos de investigación de Imre Lakatos (ver p.32).

    Por ahora deben quedar claras tres cosas: a) que Popper difiere de la posición positivista (empiricista) lógica; b) que su posición con respecto a la ciencia y su procederes una crítica ala posición inductivista de los positivistas lógicos; y c) que el falsacionismo de Popper hasta ahora expuesto, es decir, en su versión original (llamado por algunos “falsacionismo ingenuo”), constituye (así lo piensa Popper) una concepción de ciencia alternativa a la tradicional, siendo blanco de varias críticas.

    http://www.hemerodigital.unam.mx/ANUIES/itam/estudio/estudio02/sec_9.html

ARISTÓTELES

ARISTÓTELES

Aristóteles, junto con Platón, ha dominado todo el desarrollo de la historia de la filosofía occidental desde la Antigüedad hasta la Edad Moderna. Él es el primero que logra configurar la filosofía como una ciencia dentro de un sistema global del saber humano. En la cima de ese saber se sitúa la filosofía en su acepción específica de metafísica, que señala a las otras ciencias sus límites y sus conexiones.

VIDA Y OBRAS

Aristóteles nació en Estagira (Tracia, de ahí que se le nombre, a veces, como “El Estagirita”), hacia el año 384 a.C. Su padre, Nicómaco, fue médico de cabecera del rey Amintas II de Macedonia. El año 367 entró en la escuela de Platón, en Atenas, en la que permaneció hasta la muerte del maestro, acaecida el 347. Dejó entonces Atenas y se dirigió a Atarneo, donde su amigo Hermias le proporcionó los medios para dedicarse a investigaciones biológicas. El rey Filipo de Macedonia le encomendó la educación de su hijo, el futuro Alejandro Magno. Cuando éste se convirtió en rey, Aristóteles regresó a Atenas, y allí fundó su escuela que se llamaría Liceo (por tener su sede en un lugar consagrado al dios Apololicio; también se la conoció con el nombre de “peripato”, del griego peripatein “pasear”), una especie de corredor donde solía pasear durante sus lecciones. Tras la muerte de Alejandro Magno, se desató en Atenas una fuerte corriente antimacedónica, que también afectó a Aristóteles, el cual se vio obligado a dejar la ciudad, retirándose a Calcis, tierra de su madre, donde murió a los sesenta y dos años.

Los escritos de Aristóteles se pueden clasificar en dos grupos: los exotéricos, (destinados al gran público no iniciado en la filosofía, algo así como lo que hoy llamaríamos “de divulgación”) y los esotéricos (dirigidos a un público ya iniciado en el saber filosófico). Los primeros se han perdido, y sólo conocemos los títulos de algunos o pequeños fragmentos. Según la tradición, los libros esotéricos han llegado a nosotros gracias a que su heredero, Neleo, para evitar que cayeran en manos del rey de Pérgamo, trasladó toda la biblioteca de Aristóteles a Tróade y la escondió en una bodega. Parte de aquella biblioteca eran los manuscritos del maestro.

Recuperados en el siglo I a.C. por Apelicón de Teo, fueron revisados en esta ciudad por Sila, y luego trasladados a Roma. Las obras fueron dispuestas en el orden que hoy conocemos por Andrónico de Rodas. Todas ellas forman el llamado “Corpus aristotelicum”.

El “corpus” comprende cuatro grandes grupos de obras: 1) los escritos de lógica, conocidos por el nombre de Organon (“instrumento”; comprenden Categorías, De la interpretación, Primeros Analíticos, Segundos Analíticos, Tópicos, Refutaciones de sofismas); 2) escritos de la filosofía de la naturaleza o física (Física, Del cielo, De la generación y de la corrupción, Meteorológicos, Historia de los animales, Del movimiento de los animales, De la marcha de los animales, Del alma, de la sensación y de los sensible, De la memoria y del recuerdo); 3) los catorce libros recogidos bajo el título de Metafísica, así llamados porque en la serie ordenada por Andrónico venían después (metà en griego) de los escritos de la física; y 4) las obras morales, políticas, de poética y de retórica, los cuales son: Ética a Eudemo, Ética a Nicómaco, Ética mayor o Gran moral (cuya autenticidad se discute), Política, Poética, Retórica y Constitución de Atenas.

LA LÓGICA

Se entiende por “lógica” en Aristóteles, la disciplina propedéutica o de preparación para el mejor desenvolvimiento del resto de las ciencias. Aunque Aristóteles excluye a la lógica de su consideración como ciencia, y ni siquiera usa el término para designar el método de raciocinio o de conocimiento, sin embargo, recibe de él tal impulso y perfeccionamiento que permanecerá casi inalterada durante cerca de dos milenios. Sólo con Bacon y Descartes sufrirá refutaciones de importancia. Con la lógica el Estagirita se propone ensamblar todo su sistema, para tratar de hallar la verdad universal inscrita en los entes particulares. Después de un tratado que puede considerarse de introducción y en el que analiza los términos (Categorías) y las proposiciones (De la interpretación), estudia la estructura silogística común a todos los razonamientos coherentes, formalmente válidos (Primeros Analíticos). Luego examina los requisitos para que un razonamiento, además de formalmente correcto, sea verdadero (Segundos analíticos, Tópicos, Refutaciones de sofismas).

El resultado más importante de la lógica aristotélica es esta doctrina del silogismo, que él considera el esquema de toda inferencia válida. Define y clasifica todas las formas válidas de silogismo, distinguiendo entre ellos los verdaderos y los meramente correctos. De hecho un silogismo correcto sólo llega a la verdad si las premisas son verdaderas. Para demostrar la verdad de las premisas se puede recurrir a otro silogismo, pero dado que este proceso no puede continuarse hasta el infinito, es necesario que existan algunos principios supremos evidentes por sí mismos, que no necesitan de demostración. Estos principios son: principio de identidad, principio de no contradicción y principio del tercero excluido.

Importante es también su doctrina sobre los conceptos. Un concepto tiene una extensión (ámbito de las cosas a las que se aplica) y una comprensión (el conjunto de las notas que lo caracterizan). Extensión y comprensión están en relación inversa. Según el grado de compresión y extensión los conceptos se llaman predicables y universales, y se agrupan en cinco clases: pueden expresar el género de un objeto, su especie, la diferencia específica, las propiedades y los accidentes.

Cualquier predicado que podamos formular puede pertenecer a una de estas diez clases, o categorías: sustancia, cantidad, cualidad, relación, tiempo, lugar, situación, condición, acción y pasión.

EL MUNDO DEL MOVIMIENTO: LA FÍSICA

La física o “filosofía segunda” se ocupa de las sustancias de la naturaleza (physei), tanto de las terrestres o sublunares como de las celestes. El movimiento es común a todas las sustancias del universo, aunque de modo diverso: las sustancias de este mundo tienen movimiento local y de generación y corrupción; las celestes, inengendradas, tienen movimiento circular, continuo y eterno. Aristóteles acepta los cuatro elementos de Empédocles para la composición de las sustancias (agua, tierra, aire, fuego), los cuales no se pueden descomponer, aunque pueden combinarse unos con otros, surgiendo elementos mixtos en número infinito.

El mundo celeste está formado por esferas concéntricas, en continuo movimiento. Todo ello en un orden armonioso. En el centro está la Tierra. La esfera más alejada de la Tierra está animada por el Primer Motor. Los astros están formados por éter, que al contacto con el aire produce cierta incandescencia. Toda sustancia material existe en un espacio envolvente en el que no existe el vacío. El tiempo es definido como “el número del movimiento según el antes y el después”.

Aristóteles se preocupó también del mundo biológico, incluso hizo investigaciones directas. En su trabajo clasificador, al margen de su importancia científica para la ciencia posterior, pone de manifiesto su asombrosa capacidad de sistematización.

ALMA Y CONOCIMIENTO

Todos los seres vivos se presentan a Aristóteles como poseedores de alma (psyché), con lo cual se distinguen de los seres inanimados o inorgánicos.

Distingue tres clases de alma: vegetativa (propia de las plantas, pero presente también en los animales y en el hombre), sensitiva (propia de los animales y del hombre), racional (exclusiva del hombre). Ésta tiene tres características: es causa del movimiento del cuerpo, conoce y es incorpórea. Muere con el cuerpo, pero permanece la nous, que es inmortal. Aristóteles distingue dos intelectos: el intelecto activo -que es increado, inmortal y eterno; representa la capacidad de abstraer y conceptualizar-, y el intelecto pasivo, que viene a ser como la capacidad del alma para aprehender las cosas.

Con respecto al conocimiento, Aristóteles no admite la reminiscencia de Platón, ni tampoco el innatismo. La mente al nacer es “tamquam tabula rasa”, en la que nada hay escrito. El conocimiento comienza en los sentidos, como nos demuestra la experiencia. Las captaciones de los sentidos son aprehendidas por el intelecto pasivo, en forma de imágenes o fantasmas (phantásmata). Cuando el entendimiento activo procede a la abstracción, surge el universal, generándose así el concepto. De esta forma llegamos al conocimiento suprasensible.

ÉTICA Y POLÍTICA

Para Aristóteles, la ética depende de la política, puesto que la conducta individual ha de supeditarse a las exigencias comunitarias. El mundo de la historia y de la cultura, y por ende también el de la ética y de la política, no se rige por principios necesarios como las demás ciencias, sino que sus principios generales se extraen de los juicios y de los actos de conducta observados en los ciudadanos de una comunidad y de su historia. Hay que atenerse a la realidad concreta. El grado de certeza que se puede exigir es el que nos permite la movilidad y variedad de las vicisitudes humanas. La ética de Aristóteles tiene un fin que se resume en la búsqueda de la felicidad. Para algunos, la felicidad consiste en los placeres; para otros, en las riquezas; pero el hombre sabio la busca en el ejercicio de la actividad que le es propia al hombre, es decir, en la vida intelectiva. Ello no excluye el goce moderado de los placeres sensibles y de los demás bienes, con tal de que no impida la contemplación de la verdad. Sobre esta base desarrolla Aristóteles el concepto de virtud. La virtud consiste en el justo medio. Pero no se refiere a un medio matemático. Lo que quiere dar a entender es que el actuar del hombre debe estar regido por la prudencia o regla recta. Hay dos modalidades de virtud: las dianoéticas (que se refieren al ejercicio de la inteligencia) y las éticas (que se refieren a la sensibilidad y los afectos). Todas las virtudes son hábitos que se adquieren por medio de la repetición. La virtud por excelencia es la justicia, la cual consiste en el acatamiento de las leyes, y en el respeto a los demás ciudadanos.

También para la política los criterios deben fundarse en la tradición, la cultura y el sentido común. Para Aristóteles el hombre es un “animal político” por naturaleza. Sólo los animales y los dioses pueden vivir aislados. La fuerza natural hacia la reproducción y la conservación, inclina a los hombre a vivir unidos, primero en la familia, luego en la aldea (unión de varias familias) y por fin en la ciudad-estado (ni muy pocos, ni demasiados habitantes). El buen funcionamiento de una ciudad-estado no se asegura solamente por aunar voluntades hacia un mismo fin; se requiere también de leyes sensatas y apropiadas, que respeten las diferencias, y donde a los ciudadanos se les eduque para la responsabilidad civil dentro de la libertad (Aristóteles, en su mentalidad clasista griega, no concibe el derecho de ciudadanía ni para las mujeres ni para los esclavos). Existen tres formas de legítimo gobierno: monarquía (gobierno de uno), aristocracia (gobierno de los mejores) y república (gobierno de muchos). A esas formas rectas de gobierno se oponen: la tiranía, la oligarquía y la democracia (Aristóteles entiende por “democracia” el gobierno de los pobres). No se puede decir cuál de las tres es mejor, pues la teoría concreta para un pueblo hay que deducirla de una indagación objetiva de las varias formas históricas de gobierno, y definir según las circunstancias cuál es más conveniente para un determinado estado (Aristóteles recogió y estudió las constituciones de 158 estados). En principio, toda forma de gobierno es buena si quien gobierna busca el bien de los gobernados.

POÉTICA Y RETÓRICA

En esta campo Aristóteles se aparta también de las teorías de Platón. Mientras que Platón valora negativamente el arte del mimo o imitación de la naturaleza porque, según él, aleja a los hombres de la contemplación de la verdad, Aristóteles cree que la imitación de la naturaleza nos ayuda a conocerla mejor. La imitación que lleva a cabo el arte, enriquece al hombre, y es precisamente la modalidad de la imitación la que da lugar a las diversas artes. La atención preferente de la Poética recae sobre la tragedia (naturalmente se refiere a la tragedia griega de su tiempo).

A ella le atribuye una función catártica o de purificación similar a la de algunas técnicas actuales psicoterapéuticas: en lo recóndito del espectador afloran las pasiones peligrosas retenidas; esas pasiones son personificadas en la escena por los autores; por medio de este “espejo”, el espectador las “vive”, interiorizándolas, para terminar liberándose, por una especie de descarga, de la angustia opresora que esas pasiones producían.

Del mismo modo, si Platón consideraba la retórica como el arte de los sofistas, capaz de presentar como verdadero lo que es falso, Aristóteles la defiende sobre todo en el hombre político, pues de la destreza o torpeza con que sea practicada, depende en muchas ocasiones la resolución positiva o negativa de asuntos importantes para la polis.

Finalmente Aristóteles distingue entre historia, (que refiere lo que ocurrió) y poesía (que refiere lo que pudo haber sucedido o pudiera suceder).

La influencia de Aristóteles en todos los campos de la filosofía se hizo sentir a lo largo de toda la Edad Media tanto en el mundo latino como en el árabe, y aún hoy día sigue viva en la tradición de la teología y filosofía escolásticas de la Iglesia católica.