KANT
Biografía
Immanuel Kant, considerado por muchos como el filósofo más importante de la modernidad, nació en la ciudad alemana de Königsberg (por entonces la segunda ciudad del reino de Prusia; hoy perteneciente a Rusia, aunque como un trozo de territorio separado del resto del país y lindante con Polonia y Lituania, con el nombre de Kaliningrado), en 1724. Se educó en un ambiente luterano de marcado tono pietista. Estudió en su ciudad natal a los clásicos, en su formación inicial, y Física y Matemática en la universidad. Debido al fallecimiento de su padre se vio obligado a trabajar como profesor particular por lo que demoró unos años más en obtener su título de Doctor en Filosofía. Una vez recibido se abocó a la tarea docente en la propia Universidad de Königsberg. Allí se desempeñó como Profesor de Matemática, Ciencias y Filosofía. Recién en 1770 fue nombrado Profesor Titular de Lógica y Metafísica. Con la publicación de la Crítica de la razón pura ganó rápidamente fama. El tono racionalista de sus reflexiones teológicas llevaron al rey Federico Guillermo II de Prusia a prohibirle enseñar o escribir sobre el tema (1794). Kant respetó esta orden hasta la muerte del rey. Era físicamente débil y pudo vivir muchos años por su metódico régimen de vida. Falleció en su ciudad natal, en 1804, no habiendo salido sino en escasas oportunidades de su ciudad y en ninguna de su provincia báltica.
Sus obras
Entre sus obras se destacan la Crítica de la razón pura (1781), los Prolegómenos a toda metafísica del futuro (1783), la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres (1785), la Crítica de la razón práctica (1788), la Crítica del juicio (1790) y La Religión dentro de los límites de la mera razón (1793). La lectura de sus obras presenta dificultad por la complejidad de los temas en ellas tratados y, además, por el lenguaje técnico que utiliza el autor.
Lo que influyó en su formación
Kant se formó en el racionalismo de Wolff pero la lectura de Hume, según sus propias palabras, lo despertó de su “sueño dogmático”. El empirista inglés lo hizo caer en la cuenta de que las afirmaciones y reflexiones de su metafísica racionalista carecían de un fundamente sólido. Conceptos centrales como los de substancia y causalidad quedaban, luego de la crítica a la que los sometía Hume, reducidos a mera costumbre.
Sus primeras ideas
Kant no podía adherir sin más al empirismo. Éste sostenía que fuera de la Lógica y la Matemática (que realizan juicios analíticos, en los que el predicado está implícito en el sujeto ?por ejemplo, «El triángulo tiene tres lados»?) era imposible realizar juicios a priori (independientes de la experiencia), necesarios y de validez universal. De este modo negaba la posibilidad de lograr nuevos conocimientos, ya que los juicios analíticos no amplían el saber sino simplemente explicitan lo ya sabido. Los juicios sintéticos (por ejemplo, «La mesa es azul»), según Hume, sólo son posibles a posteriori y, si bien nos permiten adquirir nuevo conocimiento, el conocimiento que nos brindan no tiene validez universal.
Con la mirada puesta en la fisica newtoniana, Kant afirma que, además de los juicios analíticos a priori y de los juicios sintéticos a posteriori, son posibles también los juicios sintéticos a priori. Justamente la Ciencia, cuyo ideal es ampliar nuestros conocimientos, busca precisamente juicios sintéticos universales y necesarios. Y no se pregunta Kant si semejante pretensión está justificada, si es posible tal proyecto, porque Newton ya había demostrado que lo era. No cabe preguntar si son posibles los juicios sintéticos a priori sino, más bien, cómo son posibles. Kant se preguntará, por tanto, por las “condiciones de posibilidad” de dichos juicios.
Sus teorías I
Kant superará al racionalismo y al empirismo cambiando el plano de la discusión acerca del conocimiento. A este cambio de plano lo bautizará “giro copernicano” o “revolución copernicana”. Sabemos que Copérnico revolucionó la Astronomía al sostener que no era la tierra el centro alrededor del cual giraban los cuerpos celestes sino que era el sol el astro alrededor del cual giraba la tierra y todo el sistema solar. De un modo similar, al estudiar la relación objeto-sujeto, que se encuentra a la base del problema gnoseológico, Kant sostendrá que los filósofos anteriores (racionalistas y empiristas) habían puesto el acento en el objeto de conocimiento. Discutían sobre qué conocemos. Unos afirmaban que conocemos ideas a través de la razón y otros fenómenos a través de los sentidos, pero ambos coincidían en que conocer es reproducir las cosas de un modo pasivo, receptivo, dejándose impresionar por ellas. Kant dirá que el centro del problema no es ya qué conocemos (pregunta por el objeto) sino cómo conocemos (pregunta por el sujeto). Según Kant el sujeto no encuentra el objeto de conocimiento sino que lo construye, es un sujeto activo.
El conocimiento requiere de la presencia de dos factores: por un lado la razón (forma), independiente de la experiencia, que posee las formas y categorías a priori que son condición de posibilidad del conocimiento y sin las cuales las meras impresiones serían “ciegas”; por otro lado las impresiones (materia), sin las que las formas y categorías de la razón permanecerían “vacías”.
La razón está conformada por las “formas a priori de la sensibilidad” (espacio y tiempo), las “categorías del entendimiento” ?relativas a la cantidad (unidad, pluralidad y totalidad), a la cualidad (realidad, negación y limitación), a la relación (substancia/accidente, causa/efecto y reciprocidad) y a la modalidad (posibilidad, existencia y necesidad)? y las “ideas de la razón pura” (alma, mundo y Dios).
El espacio, el tiempo, la causalidad y la substancia no son propiedades de las cosas tal como son en sí mismas, con independencia del sujeto que las conoce. Por el contrario, es el propio sujeto el que dota al objeto con estas formas que él posee a priori, con independencia de la experiencia y como condición de posibilidad de toda experiencia. Por lo tanto, el objeto de conocimiento no es el noúmeno (la cosa en sí misma) sino el fenómeno que construye el sujeto a partir de la “rapsodia de impresiones” o “caos de sensaciones” que le aporta la experiencia, ordenándolo según sus formas y categorías a priori.
Kant concede a los empiristas que todo conocimiento comienza con la experiencia. Sin el aporte de la experiencia las formas de la razón permanecerían vacías. Pero agrega que no todo el conocimiento proviene de la experiencia, ya que sin lo que el sujeto aporta y que posee con independencia de toda experiencia el conocimiento no sería posible.
Sus teorías (Dios I)
De este modo Kant demarca también el campo o límite dentro del cual el conocimiento es posible. No cabe ya preguntarse por las cosas mismas, por lo que algunos dicen que con Kant termina la Metafísica. Las ideas de la razón pura (Dios, alma y mundo) permanecen vacías, porque no tenemos impresiones que las doten de contenido. De todos modos no presenta a estas ideas como carentes de sentido o caprichosas. La razón, por su propia naturaleza, tiende a realizar síntesis cada vez más abarcativas y en esta tendencia va más allá de lo que la experiencia nos da e incluso de lo que puede llegar a darnos e intenta construir la síntesis última: las ideas de alma (síntesis de todos los actos del sujeto), de mundo (síntesis de todos los fenómenos) y de Dios (síntesis de todos los objetos del pensamiento).
Sus teorías II
Al tratar sobre la “razón práctica” (la razón que determina la acción del hombre), Kant también defiende la autonomía del sujeto. Sostiene que la conciencia moral es el reino de lo que debe ser, en oposición a la Naturaleza como reino del ser. ?Las leyes son, o leyes de la Naturaleza (leyes por las cuales todo sucede), o leyes de la libertad (leyes según las cuales todo debe suceder). La ciencia de las primeras llámase ?Física?; la de las segundas, ?Ética?.? Mientras en la Naturaleza impera la necesidad, la causalidad, en la conciencia moral encontramos un imperativo categórico que manda a un sujeto libre, que puede o no obedecer. El imperativo es “categórico” («Debes trabajar») y no “hipotético” («Si quieres sentirte útil, tienes que trabajar»), porque este último depende de una circunstancia (que yo quiera o no sentirme útil). El imperativo moral manda más allá de cualquier circunstancia o situación concreta.
Como el hombre no es sólo racional sino también sensible, al actuar no se halla sólo bajo el dominio de la razón sino también de las inclinaciones. Por ello se presenta al hombre el buen obrar como un deber, una obligación, una exigencia opuesta a las inclinaciones (no siempre opuesta). Y justamente en la medida en que el hombre actúa por deber su obrar es moralmente bueno. Porque el valor moral de una acción no depende de lo que se pretende lograr con ella sino del principio o “máxima” por el cual se la realiza.
Kant formula el imperativo categórico de diversas maneras (no opuestas, sino complementarias). De entre ellas destacamos dos: «No obres nunca sino de modo tal que puedas querer que la máxima que rige tu obrar deba transformarse en ley universal.» (No busques privilegios, ley privada, ni excepciones. Piensa qué pasaría si todos obrasen del mismo modo.) «Obra de tal modo que uses a la humanidad tanto en tu propia persona como en la persona de cualquier otro, siempre a la vez como un fin, nunca simplemente como un medio.»
Sus teorías (Dios II)
Para poder afirmar la posibilidad del bien supremo, en cuanto unión de moralidad y felicidad, Kant afirma que es necesario postular la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Porque ?en la ley moral no hay el menor fundamento para una conexión necesaria entre la moralidad y la felicidad, a ella proporcionada […] Sin embargo, en el problema práctico de la razón pura, es decir, en el trabajo necesario enderezado hacia el supremo bien, se postula esa conexión como necesaria: debemos tratar de fomentar el supremo bien (que, por tanto, tiene que ser posible). Por consiguiente, se postula también la existencia de una causa de la Naturaleza toda, distinta de la Naturaleza y que encierra el fundamento de esa conexión, esto es, de la exacta concordancia entre la felicidad y la moralidad?. Dios, incognoscible para la razón pura teórica aparece ahora como un postulado de la razón práctica necesario para afirmar la posibilidad del sumo bien. Kant sabe que la experiencia nos dice que no siempre quien obra bien es feliz. Luego dice que en definitiva, y más allá de las circunstancias, quien obre moralmente será feliz y quien no lo haga no, necesita postular tanto la inmortalidad del alma como la existencia de un Dios justo. De este modo podemos suponer que en la vida posterior a la muerte será Dios quien garantice esa conexión.
Este texto ha sido sacado de: http://www.luventicus.org/articulos/02A036/kant.html