Respaldo de material de tanatología

COMO AYUDAR AL NIÑO VÍCTIMA DE BULLYING O ACOSO ESCOLAR

C�MO AYUDAR AL NI�O VÍCTIMA DE BULLYING O ACOSO ESCOLAR

– Muchos niños que sufren acoso en el colegio, no lo cuentan a los adultos, ni a sus profesores ni a sus padres. Por eso, si éstos tienen alguna sospecha de abusos de compañeros, deberían hablar con el niño. Se le podría preguntar de manera indirecta quién es el matón de la clase, con quién se mete o a quién pega, etc.
– Si un niño se queja de acoso, debemos creerle. Le pediremos detalles de la situación y llevaremos un registro o diario de lo que nos vaya contando.
– Aunque el niño nos pida que no se lo contemos a nadie porque teme que pueda ser peor, debemos dejarle claro que vamos a hablar con los profesores en privado para que pongan fin a esa situación.
– No debemos culpabilizar en ningún sentido al niño por lo que le está sucediendo. El es sólo una víctima de la situación.
 

– No tratar este asunto ni con el niño acosador ni con sus padres. Este tipo de actuaciones â??directasâ? suelen empeorar las cosas.
– Tampoco es buena idea el pedir al niño que se defienda o que devuelva los golpes, ya que por lo general el â??bullyâ? suele ser más fuerte, además de que la pelea le puede servir de justificación para continuar el maltrato.
– Lo más urgente que debe hacer es pedir una entrevista al tutor de su hijo. La escuela debe conocer la situación como punto de partida para solucionar el problema y evitar que vuelva a presentarse en el futuro.
– Debe también apoyar a su hijo. Puede pasar más tiempo con él, darle confianza, animarle a expresar sus sentimientos, darle la posibilidad de colaborar para sentirse útil, etc.
– El niño debe tener claro que debe pedir ayuda cuando le amenacen y debe contar al adulto cualquier agresión o episodio de acoso que sufra.
– Poner etiquetas con el nombre del niño a sus ropas puede evitar que se las roben, como sucede en muchos casos de acoso o bullying.
– Aunque las víctimas del acoso nunca son culpables, muchas veces adolecen de falta de habilidades sociales y en ocasiones â??provocanâ? con su conducta reacciones negativas, que los acosadores injustamente utilizan como justificante de la agresión. Si hay algo que el niño puede cambiar para no ser objeto de acoso, debemos ayudarle a que lo intente.
– Para hacer frente al acoso el niño debe ser más asertivo. Es bueno permitirle que se enfrente a usted en algunas situaciones y que exprese ideas contrarias a la suya.
– Ayúdele a aprender estrategias de afrontamiento del acoso. Puede jugar con él a hacer una representación ó â??role playingâ? de una situación de acoso, enseñándole cuál sería la mejor manera de reaccionar, y luego que él la practique. Por ejemplo, debe tener claro que ante una amenaza de robo con intimidación es preferible dar lo que le pidan a que le hagan daño físico.
 

– Si usted no es capaz de ayudarle en ese sentido, puede recurrir a un psicólogo o inscribirle en un curso de habilidades sociales donde se practiquen tales conductas.
-Hay también actividades cómo el kárate o el judo que entrenan el autocontrol y la seguridad en uno mismo y en ese sentido pueden resultar un aprendizaje útil para estos casos.
– También es conveniente animarle a participar en situaciones sociales (equipos deportivos, grupos scouts, etc.) de modo que mejoren sus habilidades sociales y se encuentre más a gusto consigo mismo.
– Asimismo, invitar a algún niño de la clase a casa, u otras acciones tendentes a favorecer las relaciones sociales con sus iguales, pueden resultar muy favorables. Así, por ejemplo, el ir o regresar del colegio acompañado de algún compañero reduce el riesgo de acoso en el trayecto.

¿Qué son los malos tratos?

A Elena se le había hinchado tanto el dedo que no podía sacarse el anillo. No creía que estuviera roto porque todavía lo podía doblar. Ya había pasado una semana desde que su padre la agarró bruscamente de la mano y la empujó contra la pared, pero el dedo le seguía doliendo mucho. Estaba tan avergonzada que no se lo había contado a nadie. Elena odiaba el modo en que su padre la insultaba – y la acusaba de todo tipo de cosas que ella no había hecho – sobre todo cuando el había estado bebiendo. Le hacía sentirse fatal. Ella habría deseado que su padre dejara de comportarse así, pero no tenía muchas esperanzas de que las cosas fueran a cambiar.

¿Qué son los malos tratos?
Los malos tratos en el seno de la familia pueden adoptar muchas formas diferentes. Podemos distinguir entre malos tratos físicos, malos tratos psicológicos, que incluyen tanto los emocionales como los verbales y abusos sexuales. Asimismo, podemos encontrarnos con cualquier combinación de estas variantes. La desatención – cuando los padres no atienden las necesidades básicas de los menores que dependen de ellos – puede ser una forma de malos tratos.
La violencia familiar puede afectar a cualquier persona, independientemente de la religión, el color de la piel o la clase social. Se da tanto en las familias acomodadas como en las pobres y tanto en las monoparentales como en aquellas donde están presentes ambos progenitores. A veces el padre o la madre maltratan al otro  cónyuge, lo que puede ser muy difícil de sobrellevar para los hijos que son testigos de los malos tratos. Algunos padres maltratan a sus hijos utilizando la crueldad física o verbal para disciplinarlos. Tanto las chicas como los chicos pueden ser objeto de malos tratos en forma de castigos corporales impuestos por sus padres -pero los chicos reciben más palizas que las chicas.
Los malos tratos físicos suelen ser el tipo de malos tratos más fácil de detectar. Incluyen cualquier forma de golpear, sacudir, quemar, pellizcar, morder, ahogar, aplastar, arrojar, azotar, dar palizas, o cualquier otra acción que provoque lesiones corporales, deje marca o produzca dolor físico importante.
Los abusos sexuales incluyen cualquier tipo de contacto sexual entre un adulto y un  menor o entre dos menores entre los que exista una diferencia de edades considerable. Cuando los abusos sexuales se dan en el seno de la familia inmediata, reciben el nombre de incesto.
Los malos tratos psicológicos pueden ser difíciles de detectar porque no dejan marcas corporales. Es obvio que las personas se gritan las unas a las otras, expresan enfado y se insultan, y expresar el enfado a veces puede ser saludable. Pero los malos tratos psicológicos suelen ocurrir cuando los gritos y la expresión del enfado van demasiado lejos o cuando un padre desprecia, amenaza o humilla constantemente a un hijo hasta que su autoestima y sus sentimientos de valía personal se ven negativamente afectados. Y, del mismo modo que los malos tratos físicos pueden dejar cicatrices corporales, los malos tratos psicológicos pueden dejar secuelas emocionales.
La desatención es probablemente el tipo de malos tratos más difícil de definir. Ocurre cuando un niño no tiene el alimento, la vivienda, las ropas, las atenciones médicas o la supervisión que necesita. La desatención emocional ocurre cuando un padre no proporciona a su hijo suficiente apoyo emocional o le presta poca atención a ninguna atención en absoluto de una forma deliberada y consistente. Pero no se puede considerar desatención cuando un padre no le da a su hijo algo qué éste quiere, como un nuevo ordenador o un teléfono móvil.
Por descontado, los malos tratos no sólo se dan dentro de la familia. El comportamiento típico de los “abusones” del colegio o del instituto es una forma de malos tratos que se da en seno de muchos grupos de escolares – aunque los malos tratos se dan entre personas de cualquier edad. Intimidar, amenazar, acosar o humillar a alguien se pueden considerar formas de malos tratos al mismo nivel que darle una paliza. Las personas que se comportan de este modo a menudo han sido víctimas de malos tratos. Esto también es cierto cuando los malos tratos se dan en el seno de la pareja. Pero el hecho de haber recibido malos tratos no es ninguna excusa para maltratar a nadie.
Los malos tratos también pueden adoptar la forma de delitos motivados por prejuicios,  cuando se dirigen contra determinadas personas sólo por su raza, religión, capacidades, género u  orientación sexual.
Reconocer los malos tratos
Por extraño que pueda parecer, a la gente a veces le resulta difícil reconocer que está siendo víctima de malos tratos. Por ejemplo, Elena ha sido objeto de malos tratos, pero ella no lo ve así. Reconocer los malos tratos puede resultar particularmente difícil para aquellas personas que llevan muchos años conviviendo con ellos. Aceptan la situación como algo natural y creen que no se puede hacer nada al respecto. Las personas maltratadas pueden pensar equivocadamente que son ellas quienes provocan los malos tratos, por su mala conducta o por no estar a la altura de las expectativas de otra persona.
Una persona que se ha criado en una familia violenta o donde se infligen malos tratos puede no saber que los miembros de una familia pueden tratarse de otra forma. Una persona que sólo conoce este tipo de relaciones puede creer erróneamente que golpear, empujar, aplastar o insultar son formas perfectamente normales de tratar a los demás cuando uno está muy enfadado. Cuando un niño se acostumbra a presenciar malos tratos entre sus padres, puede acabar creyendo que la relación que mantienen sus padres es completamente normal. Es importante que la gente que crece en un entorno caracterizado por los malos tratos sepa que eso no es una forma normal, sana o aceptable de tratar a la gente.
¿Por qué ocurren?
No hay una única razón de los malos tratos, aunque hay algunos factores que parecen incrementar las probabilidades de que una persona se convierta en maltratadora. Por ejemplo, el hecho de crecer en una familia donde ha habido malos tratos puede enseñar a una persona que los malos tratos son una forma de vida. De todos modos, afortunadamente, mucha gente que se ha criado en familias donde ha habido malos tratos se da cuenta de que este comportamiento no es aceptable y son capaces de romper el círculo vicioso de los malos tratos.
Algunas personas maltratan a los demás porque no saben controlar adecuadamente sus sentimientos. Por ejemplo, las personas que no son capaces de controlar el enfado o aquellas que no saben afrontar las situaciones estresantes (como quedarse sin trabajo o tener problemas de pareja) pueden pagarlo con otras personas. Algunos trastornos de la personalidad y algunas enfermedades mentales también pueden interferir con la capacidad de una persona para relacionarse con los demás de una forma sana, o motivar que tenga problemas con la agresión y el autocontrol. Pero, por descontado, no todo el mundo que tiene un trastorno de la personalidad o una enfermedad mental tiene que convertirse necesariamente en un maltratador.
El abuso de sustancias, como el alcoholismo o el consumo de drogas, también pueden desempeñar un papel en los malos tratos, al interferir con el autocontrol.
Por descontado, el hecho de que una persona tenga un problema no tiene que implicar automáticamente que se convertirá en un  maltratador. De todos modos, si tú eres una de las miles de personas que viven una situación de malos tratos, te puede ser de gran ayuda entender por qué algunas personas infligen malos tratos – y darte cuenta de que la violencia sólo es responsabilidad de la persona que la inflige, nunca la culpa de quien la recibe.
Aún en el caso de que alguien cercano a ti tenga problemas de comportamiento u otro tipo de problemas que le hagan más proclive a maltratar a otras personas, esto no implica que los malos tratos sean aceptables, normales o excusables. Los malos tratos siempre se pueden corregir, y todo el mundo puede aprender a ponerles freno.
¿Cuáles son los efectos de los malos tratos?
Cuando una persona es víctima de malos tratos, éstos pueden repercutir sobre todos y cada uno de los aspectos de su vida, y especialmente sobre su  autoestima. La medida en que los malos tratos afectan a una persona depende de las circunstancias que rodean a los malos tratos, la frecuencia de los mismos, el tiempo durante el que se infligen, la edad de la víctima y muchos otros factores.
Por supuesto, en todas las familias hay discusiones. De hecho, lo raro es que en una familia no haya nunca momentos difíciles, desacuerdos y enfados. En la mayoría de las familias se utilizan a veces los castigos y la disciplina -como quitar privilegios a los hijos o prohibirles que salgan de su habitación o que salgan con sus amigos. Pero, cuando el castigo provoca daños físicos o psicológicos, se convierte en un problema. Y esto recibe el nombre de malos tratos.
Los adolescentes que son objeto de malos tratos suelen tener problemas para conciliar el sueño y para concentrarse. Y su rendimiento académico puede verse negativamente afectado porque están enfadados o asustados o porque no se pueden concentrar.
Muchas personas que han sido víctimas de malos tratos desconfían de los demás. Algunos sienten rabia contra sí mismos y contra los demás y les cuesta mucho hacer amistades. Algunos adolescentes que han sido víctimas de malos tratos se deprimen. Algunos se involucran en comportamientos autodestructivos, como autolesionarse o abusar de sustancias, como las drogas o el alcohol. Y hasta es posible que intenten suicidarse.
Es normal que una persona que haya sido maltratada por alguien a quien quiere, no sólo se sienta dolida y preocupada, sino también confundida sobre lo que le ha ocurrido. Puede sentirse culpable o avergonzare de lo ocurrido, sobre todo si ha sido objeto de abusos sexuales. Pero los malos tratos nunca son culpa de quien los recibe, por mucho que el maltratador intente echarle las culpas.
Los maltratadores a menudo intentan manipular a quienes maltratan para que crean que ellos son los culpables de los malos tratos y/o para que los mantengan en secreto. Un maltratador puede decir cosas como: “Esto será un secreto entre tú y yo”, o “Si se lo cuentas a alguien, te haré daño o se lo haré a tu madre”, o “Si intentas explicárselo a alguien, tendrás problemas. Nadie te creerá e irás a la cárcel por mentiroso”. Ã?sta es la forma de conseguir que la víctima crea que no hay nada que pueda hacer y, por lo tanto, no merece la pena tomar medidas para poner fin a los malos o denunciarlos.
A las personas que son objeto de malos tratos puede resultarles difícil obtener ayuda, porque para ello tienen que acusar a alguien a quien quieren – alguien que puede ser maravilloso con ellos gran parte del tiempo y desagradable sólo parte del tiempo. De ahí que los malos tratos no se suelan denunciar.
¿Qué debería hacer una persona que recibe malos tratos?
Las personas que son víctimas de malos tratos necesitan ayuda. El hecho de mantenerlos en secreto no les protege de futuros malos tratos sino todo lo contrario – lo único que consiguen ocultándolos es incrementar las probabilidades de que continúen los malos tratos.
Si tú o alguien que conoces está siendo objeto de malos tratos, habla con alguien en quien confíes o en quien confíe tu amigo – un familiar, un amigo, un profesor de confianza, un médico o una adulto que trabaje con menores, sea en tu colegio o instituto o en tu lugar de culto. Por ejemplo, hay muchos profesores y psicólogos escolares que tiene la formación necesaria para detectar y denunciar los malos tratos.
En el listín telefónico y las guías sobre recursos sociales de tu localidad, puedes encontrar números de teléfono de atención a las víctimas de los malos tratos infantiles y la violencia familiar a los que puedes llamar en busca de ayuda. También puedes llamar en Estados Unidos al Childhelp USA al teléfono (800) 4-A-CHILD [(800) 422-4453] o en España a la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo): 900 20 20 10.
A veces las personas que son víctimas de malos tratos en su propia familia tienen que buscar un lugar seguro para vivir temporalmente. Tener que irse de casa nunca es fácil, pero a veces es necesario para evitar futuros malos tratos. Las personas que necesitan abandonar su casa para estar seguras pueden encontrar los datos de refugios y casas de acogida de su localidad en (el listín telefónico o) en las guías sobre recursos sociales de su localidad. Algunas veces podrán quedarse en casa de un familiar o un amigo.
Las personas que reciben malos tratos a menudo sienten extrañas y solas. Pero no están solas. Nadie se merece que lo maltraten. Pedir ayuda y apoyo es un primer paso sumamente importante para cambiar la situación. Muchos adolescentes que han sido víctimas de malos tratos se dan cuenta de que las emociones dolorosas pueden persistir incluso después de que cesen los malos tratos. Trabajar con un terapeuta es una forma de elaborar y afrontar los complejos sentimientos y reacciones que conlleva el hecho de haber recibido malos tratos, y el proceso puede ayudar a recuperar la seguridad, la confianza y la autoestima perdidas.

VICTIMOLOGÍA INFANTIL. PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO

VICTIMOLOGÁ INFANTIL. PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO
por

DAVID FINKELHOR

Este texto se corresponde con el capítulo 9 del libro coordinado por José Sanmartín, “Violencia contra niños”, Barcelona: Ariel, 2005, pp. 203-223.]
. Introducción pese al relativo abandono y, en ocasiones, menosprecio en que se encuentra el estudio sobre la victimización infantil, una de sus formas no ha sido ni mucho menos desatendida o minimizada: el abuso sexual. Por el contrario, este tema ha adquirido durante la última década en Estados Unidos el rango de problema social gracias, sobre todo, al incremento del nivel de concienciación de la sociedad. Por su notoriedad, el abuso sexual ha sido el vehículo que nos ha permitido adentrarnos en este ámbito para, así, entender mejor muchos aspectos relativos a la victimización infantil y también sobre las políticas de apoyo a las víctimas infantiles, así como las limitaciones de las mismas. De hecho, al final de esta década, en la que se ha profundizado en el estudio del abuso sexual infantil, hemos alcanzado una mejor visión del conjunto. Sin embargo, nuestro conocimiento es todavía escaso y defectuoso tanto en la teoría como en la práctica. Por ello, quizás necesitemos dar un paso atrás para reconsiderar algunas cuestiones relativas a este problema.
. Origen de la concienciación social en torno al abuso sexual para entender los antecedentes de esta concienciación necesitamos revisar los orígenes de nuestro conocimiento sobre el problema del abuso sexual infantil. Esta cuestión nació en medio de un conflicto político y cultural. No fue, como sucedió con otros muchos aspectos referidos al bienestar del niño o a la salud mental infantil -por  ejemplo, el conocimientos sobre el abuso físico o el síndrome de alcoholismo fetal-, algo que surgiera a partir del trabajo de los investigadores médicos y de profesionales reconocidos, sino que comenzó a manifestarse gracias al movimiento de mujeres, su toma de conciencia y su apoyo a las víctimas de violación. Los primeros pasos en este campo se dieron a raíz del trabajo de aficionados y escritores, pero, cuando llegó a la salud pública y al campo de la salud mental, encontró un fuerte escepticismo y resistencia. Muchos, entonces, dudaron de que fuera un problema acuciante, o lo vieron como algo freudiano que carecía de importancia real. En mi opinión, el hecho de que el problema del abuso sexual superara esta resistencia inicial y llegara a ser aceptado por la comunidad científica constituye una de las primeras revoluciones populares que han tenido éxito en el campo de la salud mental. A diferencia del modo como los nuevos tópicos se desarrollan en esta área, fueron los pacientes o los potenciales usuarios del sistema de salud mental quienes presionaron para que el abuso sexual fuera reconocido dentro de la profesión. Así, se puso de manifiesto una nueva relación histórica entre los profesionales de la salud mental y la comunidad de legos.

3. El paradigma convencional de la investigación del abuso sexual

Así, gran parte de la investigación sobre el abuso sexual infantil se centró en vencer el escepticismo que este tema suscitaba. La tendencia de muchas de las primeras investigaciones fue la de demostrar que el abuso sexual era, en efecto, un trauma en el desarrollo del individuo. En esta investigación, el argumento más convincente era la existencia de correlaciones estadísticas significativas entre una experiencia de abuso sexual y toda la panoplia de problemas psiquiátricos y sociales que la opinión pública -y, particularmente, los principales investigadores de la salud mental- consideraban verdaderamente serios, tales como la depresión, el abuso de sustancias, los trastornos disociativos, el trastorno de estrés postraumático, los embarazos en la adolescencia, trastornos en la alimentación, etc.
Estas correlaciones, claras y significativas, se establecieron con gran facilidad. Algunos de estos sorprendentes hallazgos se pueden ilustrar gracias al primer estudio epidemiológico comunitario (Los Ángeles,  Epidemiological Catchment Area Study,  Stein, 1998, p. 263). A esta investigación le siguieron innumerables estudios de similares características sobre poblaciones clínicas y no clínicas.

Si nos detenemos a revisar esta documentación, e incluso si leemos mensualmente uno de estos estudios durante diez años, es fácil quedarse con la impresión de que el abuso sexual debería explicar prácticamente todo. Sabemos que, generalmente, se asocia con todo lo malo como si fuera el gran responsable.

No obstante, de esta idea a concebir un único tipo de tratamiento para todos los casos tan sólo hay un paso: «Alguien parece tener problemas crónicos en su vida. Hay que encontrar sus experiencias de abuso sexual, adentrarse en ellas, trabajadas. A lo mejor su problema se esclarecerá.» Ã?sta parece una idea simplista, pero no está lejos de la orientación que algunos profesionales de Estados Unidos han adoptado, consciente o inconscientemente. Y funciona lo bastante  bien como para aliviar a los pacientes, ya que nada refuerza tanto como el éxito, aunque éste sea intermitente.

Hay otro factor que puede ayudar a esclarecer el aumento de la importancia de la teoría del abuso sexual: la resurrección del modelo de los sucesos traumáticos en psicopatología. Hasta hace diez años, los estudiosos de la salud mental consideraban a la psicopatología principalmente en términos de distorsiones a largo plazo del proceso de socialización, producidas por hechos tales como ser rechazado por la madre, recibir mensajes contradictorios («sé fuerte», «no me provoques»), o ser el niño que adopta el rol de padre de familia (parentified child). El modelo de los sucesos traumáticos ha sido en gran parte secundario respecto de la corriente principal de la salud mental. Aun así, la identificación del trastorno de estrés postraumático y su aceptación en la nosología psiquiátrica oficial ha dado un nuevo y considerable énfasis a los acontecimientos traumáticos -el shock de la guerra, el trauma de la violación y los efectos de los desastres naturales-. Este cambio puede haber tenido sus raíces en la búsqueda de causas que fueran relativamente susceptibles de un tratamiento rápido y directo. El abuso sexual, al ser conceptualizado como un acontecimiento traumático, más incluso que el abuso físico o el abandono, consiguió una gran, atención porque encajó en este modelo.

El abuso sexual, que en la generación anterior no había sido tenido en cuenta en el ámbito de la salud mental, ha pasado a ser hoy el foco de muchas investigaciones y planteamientos clínicos referidos a lasfuentes de la psicopatología. 

Ahora estamos avanzando. Así pues, ¿qué ha cambiado?

4. El abuso sexual y sus antecedentes adversos

Normalmente, el abuso sexual no es fruto de la casualidad. Con mucha frecuencia se da en niños que han sufrido otras adversidades: maltrato emocional, otros tipos de abuso, una relación con los padres inadecuada; la existencia de conflictos y privaciones, sexismo, etc. Esto sucede por varias razones. Por un lado, la existencia de agresores en el entorno familiar o social, asociada a otros problemas, como el abuso de alcohol, los conflictos interpersonales, los maltratos a la esposa, los problemas psiquiátricos y el estrés social (Finkelhor, 1979, p. 162). Estas patologías sociales y familiares a menudo facilitan la aparición de los agresores o los impulsan a actuar. En segundo lugar, los niños que han sido víctimas de abuso sexual son, por lo general, niños que han sufrido privaciones -sus padres los han ignorado, han abusado física o emocionalmente de ellos o de otros niños o miembros de la familia- o se han visto inmersos en un conflicto familiar (Finkelhor,  1979, p. 162). Actualmente, muchos estudios han demostrado que los padres que abusan de sus hijos suelen ingerir sustancias tóxicas, padecen problemas psiquiátricos, tienen peleas maritales, o son padres muy punitivos y distantes. Por sí solas, estas condiciones originan daños psicológicos, pero también ponen al niño en situación de riesgo porque son escasamente atendidos a la vez que están condicionados a aceptar la violencia y la victimización, y se vuelven vulnerables a las estrategias de los agresores -quienes les ofrecen atención y afecto a cambio de sexo-. De este modo, muchos niños que han sufrido abuso sexual han sido psicológicamente dañados antes incluso de que éste se produzca. En un estudio en el que entrevistamos dos veces a lo largo de un período de 18 meses a una muestra representativa compuesta por 2.000 niños estadounidenses entre 10 y 16 años, pudimos comprobar que el 45 por ciento de los que manifestaban haber sido objeto de abusos sexuales por primera vez entre la primera y la segunda entrevista ya estaban deprimidos con anterioridad. También observamos que únicamente el 16 por ciento del resto de niños se habían deprimido, lo que significa que el estar deprimido conlleva un riesgo cuatro veces mayor de ser víctima de abuso sexual. Este hecho da idea de cómo un problema psicológico puede predeterminar el abuso sexual y de cuánto de lo que inicialmente se atribuye al abuso puede ser, en realidad, resultado de alguna conducta o hecho que se produzca con anterioridad al mismo.

La consecuencia inmediata es que, cuando preguntamos a un adulto si sufrió abuso durante su infancia y la respuesta es «sí», podemos asociar este hecho a un conjunto de factores negativos que se produjeron durante su niñez y que rodearon al abuso sexual. De la misma forma, cuando determinados problemas que se producen en la edad adulta se asocian al hecho de haber sufrido abuso sexual, no debemos tener únicamente en cuenta ese abuso, sino todos aquellos factores que con frecuencia lo acompañan y que pueden incluir otras formas de maltrato, negligencia o privaciones.

Por lo tanto, el trauma del abuso sexual está asociado a otras fuentes de dolor. Tanto es así que, con frecuencia, los que han sufrido abuso sexual hablan también de una madre que no les escuchaba, de un padre punitivo y violento o de un ambiente social cerrado. Y en efecto, cuando los investigadores tratan de controlar estos factores descubren cómo las correlaciones estadísticas entre el abuso sexual infantil y los problemas durante la edad adulta dejan de ser significativas, y, en algunos casos, desaparecen totalmente. Esta idea quedó ilustrada magistralmente en el estudio neozelandés Dudenin, realizado a 2.250 mujeres, en el que, al controlar los antecedentes como el maltrato físico, los cambios frecuentes de domicilio familiar y la separación o los problemas psiquiátricos de los padres, se observó cómo el riesgo de sufrir efectos a largo plazo (problemas de tipo sexual, divorcios, etcétera) disminuía considerablemente y el riesgo de ser madre soltera no era significativo.

El citado estudio estaba interesado en comprobar cómo interactúan el abuso sexual y estos otros problemas. A través de esta investigación se pudo observar que el abuso sexual sólo afectaba a las mujeres si éstas habían tenido antecedentes adversos, como haber sufrido abandono, haber tenido unos padres excesivamente rígidos o haber vivido el divorcio de sus progenitores, así como en el caso de aquellas mujeres que habían sufrido abuso sexual grave con penetración. Entonces, cualquier tipo de abuso sexual parecía predecir dificultades en la edad adulta.

Esto indica que no debemos atribuir todos estos efectos negativos a la experiencia del abuso sexual.

5. La cascada de efectos negativos del abuso sexual

Es interesante comprobar que el abuso sexual no tiene unos efectos negativos inmediatos sobre los niños, como sucede, por ejemplo, con la polio, enfermedad propia de la infancia que causa lesiones físicas que perduran durante el resto de la vida. Es cierto que en el caso del abuso pueden quedar unas cicatrices psicológicas indelebles, pero, si el niño no volviera a padecerlo, probablemente se cerraría esa herida. Lo que parece cierto es que, como en una maldición, aquellas personas que han padecido abusos sexuales sufren unas vejaciones traumáticas adicionales en una proporción tan alarmante, que acaban arrastrando el trauma original y a veces hasta añaden secuelas de índole psicológica. Y esto sucede durante toda la vida.

Así, por ejemplo, las personas que han sufrido abuso sexual son más proclives a tener embarazos no deseados, a contraer enfermedades venéreas, a que su pareja abuse de ellos, a sufrir un descenso en su situación económica y, en general, a padecer agresiones sexuales o físicas durante el resto de su vida (Browning, 1995, p. 833).

No obstante, cuando te encuentras con alguien que abusa del alcohol o las drogas y tiene síntomas de ansiedad o depresión y, más tarde, descubres que durante su infancia fue objeto de abuso sexual, no tienes por qué pensar inmediatamente que todos esos problemas son fruto de aquella experiencia. Los antecedentes de su situación podrían ser mucho más inmediatos y estar, por ejemplo, en un matrimonio deteriorado o en el hecho de haber sido recientemente víctima de algún delito, hechos que sí pueden estar relacionados con el abuso sexual padecido durante la infancia, ya que hacen a la persona más vulnerable a sufrir otras adversidades. Sin embargo, de no producirse estas adversidades, la víctima llevaría una vida normal.

Cuando los estudios consideran estos últimos sucesos ocurridos en la vida del individuo, las correlaciones estadísticas entre abuso y problemas  en la vida de adulto no aparecen o decrecen sustancialmente. Por ello, estos sucesos han sido denominados mediadores, porque median entre el abuso sexual y la psicopatología posterior del individuo.

6. La realidad de la recuperación

La realidad de la recuperación es otro aspecto complejo del impacto a largo plazo del abuso sexual, ya que gran parte de las investigaciones presentan sus efectos como un catecismo cuando asocian el abuso sexual a desórdenes disociativos, ansiedad, depresión, abuso de sustancias, trastornos en la alimentación, disfunción sexual y trastornos de estrés postraumático, con lo que sufrir efectos a largo plazo -consecuencia del abuso sexual- parece algo inevitable. Pero lo cierto es que se trata de probabilidades estadísticas y no de efectos inevitables y, en este caso, las probabilidades estadísticas no son tan abrumadoras. Ã?ste es otro caso en el que podríamos decir que la botella está medio llena o medio vacía.

No obstante, debemos tener en cuenta que los que han padecido abuso sexual tienen un riesgo tres veces mayor de sufrir depresión, aunque el 85 por ciento de ellos no se encuentren normalmente deprimidos (Stein, 1998, p. 263), un riesgo 14 veces mayor de desarrollar alguna fobia, aunque el 93 por ciento no manifiesten de hecho ninguna fobia, y casi nunca nadie dice que el 77 por ciento de los que han sufrido abuso sexual no tienen diagnóstico psiquiátrico.

Existen casos de personas que se desenvuelven con normalidad a pesar de haber sufrido abuso sexual.
Sabemos que esto es posible. Por ello, deberíamos adoptar una perspectiva más conforme a esta realidad que nos permita animar a los supervivientes. Para ello, hemos de recordar que todos somos vulnerables a la «falacia clínica» a la que antes hacíamos referencia y que nuestro punto de vista está sesgado por nuestra experiencia profesional, que nos lleva a prestar mayor atención a los que no consiguen mejorar que a los que lo hacen y se recuperan.

Como ejemplo de esto se me ocurre una historia que transcurrió en la famosa ciudad de los cuentos judíos de Chelm. Los ciudadanos de esta población tenían fama de bobalicones. Un día, un chelmita vio a un viejo amigo en la calle: «Hola, Max, ¿cómo estás?», le preguntó, y luego, mirándole a la cara, le dijo: «jOh Max!, ¿qué te ha pasado? Parece que has envejecido veinte años; se te ha caído el pelo, has perdido quince kilos, la espalda se te ha curvado, caminas con bastón… ¿qué ha pasado?» El hombre, entonces, le respondió: «Disculpe, señor, pero yo no soy Max», y el chelmita, aturdido, le espetó: «¡Dios mío!, si hasta te has cambiado el nombre.»
Al respecto, cabría señalar que, una vez tenemos una concepción pesimista sobre algo, solemos resistirnos a aceptar cualquier información que contradiga esa idea.

7. Factores que facilitan la recuperación

Además de evaluar un conjunto de datos sobre los problemas que acarrea el abuso sexual y su diagnóstico, nuestra investigación también quiere ser un análisis de los aspectos que pueden ayudar a la recuperación, especialmente de aquellos elementos sobre los que podamos centrar nuestra intervención.
Una vez más, algunas de las mejores ideas al respecto provienen del estudio neozelandés Dunedin, donde se analizan una lista de sucesos vitales que pueden incidir en la recuperación de aquellas personas que han sido objeto de abuso sexual, amortiguando o aumentando sus efectos. Los resultados no fueron particularmente sorprendentes, pero resaltan algunos aspectos de los efectos a largo plazo que otras investigaciones obvian.

De este modo, por ejemplo, si una mujer que había sufrido abusos sexuales decía que su etapa en el instituto fue positiva, el riesgo de padecer problemas psiquiátricos en la edad adulta se reducía en, al menos, el 60 por ciento. En general, aquellas mujeres que afirmaban haber disfrutado de la vida escolar lo hacían porque se habían sentido competentes en alguna de estas tres áreas: la académica, la social o la deportiva. Este descubrimiento puede resultar potencialmente muy útil, ya que de él podemos extraer una conclusión: deberíamos comprometernos a mejorar las experiencias escolares de aquellos niños que han sido víctimas de abuso sexual.

Otra experiencia que puede amortiguar los efectos del abuso sexual es la de tener una buena relación con el padre. Aunque la mayoría de los casos de abuso sexual no son del tipo incestuoso padre-hija, sí son cometidos por hombres. Por ello, resulta obvio pensar que una buena relación con el padre puede ayudar mucho a la rehabilitación del adolescente. Por otro lado, tener una relación positiva con otros adolescentes tiene un efecto similar sobre la autoestima de la víctima, pero no sobre los trastornos detipo psiquiátrico.

El estudio también puso de relieve cómo ciertas  experiencias en la vida adulta ayudan a la recuperación. Por ejemplo, en el caso de aquellas víctimas de abuso sexual que han tenido un confidente habitual, el riesgo de sufrir trastornos psiquiátricos se reduce de un 90 a un 17 por ciento.
Asimismo, un matrimonio en el que la mujer se sienta segura o un trabajo bien remunerado es también un factor positivo para la recuperación. En conclusión, podríamos decir que existen sucesos que se producen en la vida adulta de las víctimas que facilitan su recuperación.

8. El tratamiento que realmente necesitan los niños

Del mismo modo, una actitud pesimista puede alejarnos de la consecución de nuestro objetivo; es decir, de impartir y determinar el tratamiento que realmente necesitan los niños víctimas de abuso sexual.
Uno de los descubrimientos más sorprendentes e interesantes de las últimas investigaciones en torno a los programas de tratamiento es el de que muchos de los niños que han sufrido abuso sexual no presentan ninguna sintomatología (Finkelhor, 1995). En algunos casos, este índice puede elevarse hasta el 40 por ciento de los niños víctimas de abuso sexual. Hasta la fecha no sabemos a qué se debe este hecho. No obstante, entre las posibilidades que se barajan podríamos señalar que el impacto del abuso sobre estos niños se retrasa en el tiempo o se manifiesta de modo muy sutil. Así, puede ser que los síntomas de ese abuso no aparezcan hasta pasado un tiempo, o que estos niños hayan superado bastante bien la experiencia. Sin embargo, nuestra falta de objetividad y prejuicios nos impiden aceptar este hecho sin más.

Otro aspecto a tener en cuenta es que los niños víctimas de abuso sexual son algo anómalos en el campo de la salud mental. Estos niños no reciben tratamiento por los mismos motivos que el resto de niños, es decir, a causa de unos síntomas determinados -por ejemplo, los conocidos como «síntomas del ajo» o mal comportamiento (molesto para otras personas), o los «síntomas de la cebolla», fobias y depresiones, que resultan molestas para uno mismo-. Pero los niños que han sufrido abuso sexual no acuden a la terapia porque se sientan o comporten mal, sino, simplemente, porque les ha ocurrido algo.
Con mucha frecuencia, los padres y, en general, los responsables de estos niños les llevan a la terapia porque están preocupados por los efectos que sobre estos niños puede tener el abuso sexual y quieren tranquilizarse, y no porque tengan evidencias de que ese abuso, efectivamente, haya traumatizado al niño.

Todavía no sabemos qué hacer con estos niños que no presentan síntomas, ya que sabemos lo suficiente sobre el abuso sexual como para estar preocupados y no pensar que, simplemente, todo va bien. Puede que ellos nieguen su problema, pero de este hecho no debemos deducir que lo hagan porque no tengan secuelas. Tampoco debemos pensar que hay algo malo en ellos. Quizás simplemente necesiten unas palabras de apoyo y algunas estrategias que permitan identificar cuándo necesitan este apoyo y cómo recurrir a él.

9. Implicaciones para las futuras investigaciones

Lo anteriormente expuesto tiene unas implicaciones tanto para los investigadores como para los profesionales clínicos. En cuanto a los investigadores, éstas serían mis recomendaciones:

1. Debemos dejar de hacer lo que podríamos denominar estudios de un solo factor, esto es, estudios que solamente comprueban si alguna población clínica o problemática tiene un número inusualmente alto de experiencias de abuso sexual. A priori, y en este caso, casi podría garantizar que lo tienen.

2. Deberíamos obtener una información más exhaustiva acerca de otras experiencias negativas que se hayan producido en la infancia, la adolescencia o en la edad adulta de las víctimas. Se trata de intentar descubrir si hubo -o hay- otras formas de abuso y negligencia, si las habilidades paternas para resolver conflictos eran las adecuadas, o si se produjeron otro tipo de conflictos, malos tratos o victimización.
Deberíamos, incluso, ser capaces de realizar una evaluación retrospectiva para obtener información sobre el momento en el que estos problemas se produjeron para poder relacionados con el abuso sexual.

3. Deberíamos también cuantificar pormenorizadamente el número de los que han padecido abuso sexual que se están recuperando positivamente y cuántos lo hacen de un modo deficiente. Sobre este tema, tenemos que estar seguros de que nuestros  informes contemplen un número suficiente de supervivientes de abuso sexual que no tienen problemas clínicamente significativos.

4. Finalmente, como aspecto más importante, deberíamos formular y comprobar las hipótesis relativas a cómo el abuso sexual deteriora al individuo, e interfiere y genera problemas sociales y trastornos mentales durante las etapas posteriores de la vida. Para ello es imprescindible buscar los mecanismos mediadores, las experiencias vitales que le afectan, así como los cambios afectivos y cognitivos que se producen en los supervivientes si queremos intervenir sobre ellos decisivamente.

10. Los mediadores del impacto del abuso sexual

Existen dos modelos teóricos que intentan explicar el trauma producido por el abuso sexual. Uno de ellos ha tratado de argumentar que existe un núcleo de procesos traumáticos que explican la mayoría de los efectos a largo plazo. De este modo, Chris Bagley ha indicado que el abuso sexual deteriora la autoestima y que la baja autoestima es la que suscita un bajo rendimiento escolar y un escaso éxito en el trabajo. Además, hace a los supervivientes vulnerables a la manipulación y a la agresión sexual, y provoca que éstos se contenten con esposos de «menor calidad», etc. (Bagley, 1986, p. 259).

Por su parte, Polusiny y Follete argumentan que el deterioro principal que provoca el abuso sexual es la tendencia a evitar todo aquello que resulta doloroso, que es lo que subyace en las conductas disociativas, el abuso de sustancias, las actividades sexuales compulsivas, los trastornos en la alimentación y la tendencia a autolesionarse. Para Alexander, el daño principal se produce en el área de la afectividad, y para Andrews, en el área de la vergüenza. Ã?sta es, en definitiva, una de las líneas teóricas.

El otro enfoque -que yo comparto- cree que el abuso sexual da lugar a una amplia variedad de efectos no específicos, que suelen variar mucho de un caso a otro (Kendall y Tackett, 1993, p. 41). Estos efectos negativos incluyen el desarrollo sexual precoz, los complejos, la vergüenza, la decepción y falta de confianza en los demás, la baja autoestima, el estrés postraumático, un estilo disociativo, etc. Por ejemplo, en el modelo que yo propongo, en el que intervienen cuatro fuerzas traumagénicas (generadoras de traumas) (Finkelhor, 1985, p. 93), entiendo por «fuerzas» un conjunto de efectos que, a modo de perchas en un armario, nos permiten organizar esos traumas, algunos de los cuales he catalogado. Es un acercamiento de «mecanismos múltiples».

Esta investigación se enfrenta directamente al otro enfoque, que da mayor importancia al trauma central. Nosotros, en cambio, no examinamos los efectos del abuso sexual como un conjunto cerrado, sino que los consideramos como un grupo más amplio de efectos de diversa índole. Por ello, prestamos la misma consideración a las víctimas de abuso sexual y a aquellas que han padecido otro tipo de maltrato grave durante su infancia.
Por otro lado, este enfoque carece de una investigación teórica amplia, y, por el momento, tampoco disponemos de suficientes estudios sistemáticos sobre los sutiles daños intrapsíquicos. Hasta la fecha, hemos buscado principalmente lesiones, deterioros y síntomas de carácter muy grave. A este nivel, muchas veces los traumas parecen ser similares, y por ello es muy difícil diferenciar entre sus distintos tipos, pero ésta es la dirección que debemos tomar en nuestras investigaciones; es decir, debemos esclarecer dónde se encuentran los daños específicos del abuso sexual (llegando al origen mismo de esos síntomas y de la conducta problemática que provocan) y mostrar que esos daños psicológicos realmente existen entre los supervivientes que manifiestan estos problemas.

Un ejemplo de alguien que ha trabajado en esta dirección y que ha obtenido resultados interesantes es David Lisak, de la Universidad de Massachusetts, quien ha reunido la información de las diferentes teorías en torno a la socialización masculina que se maneja en la actualidad, así como los descubrimientos sobre la transmisión intergeneracional del abuso, teniendo en cuenta que son los hombres y no las mujeres los que normalmente cometen abuso sexual.

Al respecto, Lisak señala que, cuando se abusa sexualmente de un niño, se están frustrando muchas de las expectativas que se tienen en torno al rol que desempeña el sexo masculino en nuestra sociedad.
Así, se supone que los varones no son víctimas, y que no piden ayuda y no hablan de su dolor, por lo que el niño que ha sufrido abuso se enfrenta a un dilema. Algunos lo resuelven aceptando la socialización convencional y muestran un estilo de comportamiento esquivo: niegan el dolor, no hablan de él e intensifican su esfuerzo para acoplarse al modelo masculino que conocen, especialmente ante la posibilidad de ser tachados de desviados a causa del abuso que han padecido. Otros chicos, sin embargo, tratan este conflicto de forma diferente y cuestionan o  redefinen el rol masculino. En definitiva, el sentimiento de ser diferente les empuja a redefinirse en relación con las normas que impone la asunción de ese rol masculino y, al hacerla, experimentan dolor, procesan la experiencia y, algunas veces, buscan ayuda.

Lisak también indicó que aquellos hombres que fracasan a la hora de superar el conflicto sobre el rol masculino serán los que mayor probabilidad tengan de convertirse en perpetradores del abuso sexual, en parte a causa de su adhesión a estas normas que le dificultan la recuperación y el empatizar con las víctimas.

De este modo, en un estudio sobre estudiantes universitarios varones se detectó que las víctimas que más tarde se convertían en perpetradores de abuso sexual eran aquellos que alcanzaban puntuaciones más altas en la llamada Escala de Estrés del Rol de Género, que mide la ansiedad que les genera a los hombres su propia expresión de los sentimientos, la inadecuación física,  estar subordinado a las mujeres o fracasar en su vida. En otras palabras, los varones que tenían puntuaciones más altas en la mencionada escala eran aquellos que estaban más preocupados ante el hecho de no alcanzar los patrones masculinos convencionales. Resulta interesante constatar cómo los hombres que habían sido víctimas de abuso sexual y que después no se habían convertido en perpetradores del mismo obtenían en esta escala unos resultados más bajos incluso que aquellos que no habían padecido abuso sexual. En este caso, el abuso les había forzado a no responder a las expectativas masculinas que el proceso de socialización les imponía y a aprender a tolerar esa desviación del rol masculino a través de normas alternativas.

Esta teoría tiene un gran valor porque nos da una pista sobre cómo se podría facilitar la recuperación de las víctimas de abuso y cómo prevenir que otros se conviertan en abusadores. Ã?ste es un ejemplo de cómo se pueden plantear e incluso medir los mecanismos psicológicos que actúan como mediadores.

11. Implicaciones para los profesionales

Las implicaciones para los profesionales de la práctica clínica relacionada con el tratamiento del abuso sexual se podrían cifrar en dos:
1. La estrategia utilizada con los adultos puede resultar muy gratificante para el terapeuta y el paciente.
En el caso del terapeuta, porque el descubrimiento del abuso «te hace sentirte muy listo» y, en el caso de los pacientes, porque se sienten liberados y son capaces de hablar de aquella experiencia, recordarla o incluso apoyarse en ella para explicar sus actuales problemas.

No obstante, debemos tener en cuenta que este enfoque puede no funcionar por igual con todas las personas. Además, no debe convertirse en el sustituto de una terapia más compleja, ya que, en algunos casos, podría ser contraproducente.

Para comprender la complejidad del impacto del abuso sexual, los profesionales deberían ampliar su foco de atención para analizar todos los aspectos de la vida del sujeto que les sea posible y no sólo la experiencia de abuso sexual. Esto les permitirá comprender el contexto y otros daños que puedan haberse producido.

2. En segundo lugar, los profesionales deberían dirigir su atención al mayor número de áreas posibles, además del abuso sexual, ya que éste puede no ser la llave que abra todo lo demás. No se debería descartar a priori a los pacientes que niegan que el abuso sexual sea la fuente principal de sus problemas porque podrían estar en lo cierto. Incluso en el caso de aquellos pacientes que son tratados únicamente a causa del abuso sexual, en ocasiones puede resultar beneficioso dirigir la atención a otros hechos. Hay un gran número de investigaciones que afirman que puede resultar más eficaz tratar el problema tal y como se presenta que profundizar en la historia del paciente.

Así pues, los terapeutas deben ser cautos. Recuperar los recuerdos del abuso sexual como aspecto central de la terapia es, probablemente, un error que cada vez más se considera una práctica terapéutica pobre.

12. El impacto del abuso sexual en el contexto histórico y social

De este modo, los terapeutas, los investigadores y la sociedad en general deben actuar con cautela.
Incluso yo mismo he de ser cauto. El hecho es que mucho de  lo que hemos aprendido como investigadores y como clínicos, e incluso mucho de lo que aquí he escrito, se está quedando obsoleto no como consecuencia del cambio en el conocimiento, sino a causa del cambio en el contexto social. Al respecto, cabe señalar que muchos de los supervivientes del abuso sexual que hemos estudiado y tratado durante los últimos quince  años -los sujetos de prácticamente la totalidad de nuestras investigaciones y experiencias clínicas- eran personas que, tras padecer el abuso sexual, crecieron en un contexto de secretismo e ignorancia sobre su problema. Este contexto ha sido un factor crucial a la hora de desentrañar cómo ese trauma ha influido en sus vidas: en cuanto a su apreciación, al hecho de sentirse diferentes, a la vergüenza de ocultar ese secreto, al aislamiento, etc. Todos esos factores se convierten en una fuente de dolor y sufrimiento adicional. 

Sin embargo, durante los últimos diez años, en Norteamérica -y cada vez más en el resto del mundo-, el abuso sexual se ha convertido en un problema de toda la sociedad. Al respecto, en un estudio reciente, dos tercios de los niños estadounidenses afirmaron haber recibido información sobre el abuso sexualcomo parte de su educación escolar; la mitad dijeron que sus padres les habían hablado de ello; el tema del abuso sexual había recibido gran atención por parte de los medios de comunicación y el número de denuncias, en consecuencia, se disparó.

De este modo, la actual generación de niños víctimas de abuso -los que han crecido durante los últimos diez años han vivido en un contexto social muy diferente. En su caso, es más probable que hayan oído hablar del abuso y que, en caso de padecerlo, éste sea descubierto, que consigan información que les ayude a entender lo sucedido y que conozcan a otros con su misma experiencia. Esto supone un enorme cambio en cuanto al contexto, que podría tener efectos en el impacto a largo plazo del abuso.

En un estudio reciente sobre el maltrato infantil, Mannarino y Cohen descubrieron que la sensación de ser creídos es uno de los mejores mecanismos para predecir si los niños víctimas de abuso sexual manifestarán un año después algún síntoma. Si los niños de la generación presente se sienten mucho más creídos y comprendidos que los de la generación pasada -y esto es más que probable-, entonces, el alcance general y la dinámica del impacto del abuso puede, de hecho, haber cambiado mucho.

El mencionado cambio muestra algún paralelismo con lo que ocurrió en el campo de los trastornos sexuales en la década de los sesenta. Después de que vieran la luz pública un gran número de investigaciones que aparecieron en toda clase de publicaciones y de que la sociedad cambiara su punto de vista al respecto, los terapeutas comenzaron a tratar muchos menos casos de disfunciones sexuales simples, como la eyaculación precoz o la anorgasmia -problemas muy extendidos y con un tratamiento inmediato-. La gente, entonces, se recuperaba de estos problemas por sí misma (o, al menos, sin recurrir a profesionales), con la ayuda del conocimiento que tenían al alcance de la mano. A partir de ese momento los terapeutas comenzaron a tratar desórdenes más complejos; es decir, problemas sexuales que hundían sus raíces en matrimonios disfuncionales o en un pasado repleto de abusos. Estos casos eran mucho más difíciles de tratar.

Podemos encontrar algún paralelismo entre los cambios que se han producido en el campo de los trastornos sexuales y del abuso sexual. Así, por ejemplo, como resultado de un nuevo contexto social más sensibilizado, tanto en la práctica clínica como en nuestra investigación, vemos menos casos de los considerados traumas simples de abuso sexual (supervivientes para los cuales la experiencia del abuso es la fuente principal del trauma). Este hecho puede ser la consecuencia de una recuperación más rápida o, simplemente, de una menor turbación en el clima cotidiano de aquellos en los que el abuso sexual no se vio complicado por una patología familiar grave. En estos casos, la mayor concienciación pública, la reducción de estigmas y la mayor habilidad que, en general, existe para pedir y recibir ayuda, puede ser la clave de que ello ocurra. Pero lamentablemente, al mismo tiempo nos encontramos con muchos casos de abuso sexual complejos que se entremezclan con otras patologías de la familia y, en estos casos, el cambio en el contexto social no tiene los efectos beneficiosos anteriormente descritos.

Estas predicciones que he avanzado aquí pueden parecer excesivamente esperanzadoras o positivas.
Los profesionales de la salud mental tienden a ser escépticos y a enmarcar sus opiniones en un halo de amargura, ya que, sin duda, desde las trincheras en que trabajamos las cosas pueden parecer sombrías y cada vez peores. Por desgracia, la magnitud de los problemas con los que trabajamos nos impide tener una visión general más amplia que nos permita encontrar algo de esperanza e inspiración.

Todos sabemos que el problema contra el que estamos luchando no empezó ayer o hace apenas un par de generaciones, sino que tiene una historia de cientos e incluso miles de años. Por lo que podemos apreciar, tenemos la percepción de que tiene un mecanismo de transmisión casi vírico, que parece reproducirse generación tras generación. No obstante, si tenemos en cuenta el hecho de que en una sola generación hemos sido capaces de avanzar mucho en la investigación y de que la sociedad haya aceptado la idea de que el maltrato infantil es evitable, estaremos ante un logro importante.

Otros de los aspectos a resaltar es que, al mismo tiempo, se han abierto centros de atención y apoyo al menor que han rescatado a millones de niños de la miseria del abuso sexual. Si pensamos en ello, este tema está sembrado de una esperanza que nunca antes nos habíamos atrevido ni siquiera a acariciar: la de que los niños crezcan libres de violencia y abusos. Les insto a creer en esa esperanza; para ello piensen en lo limitada que es nuestra visión sobre el tema; observen todos los avances que hemos sido capaces de realizar en este campo, y cuántos aliados -llenos de talento, comprometidos y preocupados- ha despertado la lucha contra el abuso sexual infantil.

13. Referencias bibliográficas

Alexander, P. C. y Anderson, C. L. (1997): «Incest, attachment, and developmental psychopathology», en D. Cicchetti y S. L. Toth (eds.), Developmental perspectives on trauma: Theory, research and intervention, Rochester, NY, University of Rochester Press, pp. 343-377.

Bagley, C. y Ramsay, R. (1986): «Dispruted childhood and vulnerability to sexual assault: Long-term sequelae with implications for counseling», Social Work and Human Sexuality, 4, pp. 33 -48.

Boney-McCoy, S. y Finkelhor, D. (1995): «Prior victimization: A risk factor for child sexual abuse and for PTSD-related symptomatology among sexually abused youth», Child Abuse & Neglect, 19 (12), pp. 1401-1421.

Browning, C. R. y Laumann, E. O. (1995): «Sexual contact between children and adults: Tracking the long-term effects» (manuscrito inédito), University of Chicago.

Finkelhor, D. (1979): Sexually victimized children, Nueva York, Free Press.

– (1984): Child sexual abuse: New Theory and research, Nueva York, Free Press.

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– y Browne, A. (1985): «The traumatic impact of child sexual abuse: A conceptualization», American Journal of Orthopsychiatry, 55 (4), pp. 530-541.

– y Dziuba-Leatherman, J. (1995): «Victimization prevention programs: A national survey of children’s exposure and reactions», Child Abuse & Neglect, 19 (2), pp. 125-135.

Kendall-Tackett, K. A.; Williams, L. M. y Finkelhor, D. (1993): «Impact of sexual abuse on children: A review and synthesis of recent empirical studies», Psychological Bulletin, 113, pp.164-180.

Lisa, D.; Hopper, J. y Song, P. (1996): «Factors in the cycle of violence: Gender rigidity and emotional constriction», Journal of Traumatic Stress, 9 (4), pp. 721-743.

Mullen, P. E.; Martin, J. L.; Anderson, J. C.; Romans, S. E. y Herbison, G. P. (1993): «A study of the impact of child sexual abuse on social, interpersonal and sexual function in adult life» , Journal of Psychiatric, 163, pp. 721-732. 

Polusny, M. A. y Follete, V. M. (1995): «Long-term correlates of child sexual abuse: Theory and review of the empirical literature», Applied and Preventive Psychology, 4 (3), pp. 143-166.

Romans, S. E.; Martin, J. L.; Anderson, J. C.; O’Shea, M. L. y Mullen, P. E. (1995): «Factors that mediate between child sexual abuse and adult psychological outcome», Psychological Medicine, 25, pp. 127-142. .

Stein, J. A.; Golbing, J. M.; Siegel, J. M.; Burnam, M. A. y Sorenson, S. B. (1988): «Long-term psychological sequelae of child sexual abuse: The Los Angeles Epidemiologic Catchment Area Study», en G. E. Wyatt y G. J. Powell (eds.), Lasting effects of child sexual abuse, Newbury Park, CA, Sage, pp. 135-154.

Cómo detectar el maltrato infantil

Cómo detectar el maltrato infantil
Los tipos de maltrato infantil incluyen el abuso físico, el sexual y el emocional. También el abandono físico o negligencia, el abandono emocional y la categoría de niños/as testigos de violencia. ¿Cómo detectarlo, antes de que sea tarde?
Autor: Sandra Neiman
En una sociedad en que la violencia se ha convertido en un problema social, es preciso tomar conciencia de la gravedad de dicho problema y de la necesidad de asumir nuestro rol como agentes de prevención y de cambio. 
Para ello, debemos contar con los elementos que nos permitan detectar si nuestros niños sufren algún tipo de maltrato infantil. Y además, deberíamos saber qué hacer en cada caso. 
A- Abuso físico, que causa daño físico o enfermedad, desde una leve contusión hasta una lesión mortal. Puede incluir hematomas, cortaduras, quemaduras, fracturas y lesiones internas. 
Los signos de abuso físico en un niño pueden ser los siguientes:
â?¢        Hematomas y contusiones inexplicables,
â?¢        un cierto número de cicatrice,
â?¢        marcas de quemaduras,
â?¢        fracturas inexplicables
â?¢        marcas de mordeduras de la medida de un adulto
El abuso físico de los niños existe en todos los grupos étnicos, religiosos, económicos y culturales. 
B- Abuso sexual, que abarca desde la exhibición sexual hasta la violación. De todas las formas de abuso, ésta es la más difícil de aceptar y reconocer.
Recientes investigaciones muestran que una de cada cuatro niñas y uno de cada ocho niños serán sexualmente abusados antes de llegar a los 16 años. En más del 90% de los casos el abusador será masculino y en más del 80% de los casos será una persona conocida por el niño. 
Este tipo de abuso puede definirse como â??contactos o interacciones entre un menor y un adulto, en los que el menor está siendo usado para gratificar sexualmente al adultoâ?. El abuso sexual intrafamiliar ocurre cuando el abusador es parte de la familia (padre, padrastro, hermano mayor, tío, abuelo u otro familiar). 
El abuso sexual extrafamiliar generalmente es cometido por un adulto que el niño conoce, como un vecino, un profesor, un profesional, etc. Una forma particular de abuso sexual es el incesto. Acto sexual entre familiares de sangre tales como padre-hija, hermano-hermana, madre-hijo, etc. 
Hay un alto porcentaje de incesto padre-hija, que en general ocurre alrededor de la pubertad, pudiendo continuar durante largos años sin revelarse. Muchas veces, el incesto se revela cuando la hija se va  del hogar.
Los signos de abuso sexual en niños o adolescentes son:
â?¢        Llanto fácil, por motivos insignificantes,
â?¢        cambios bruscos en la conducta escolar,
â?¢        llegar temprano a la escuela y retirarse tarde,
â?¢        ausencia escolar,
â?¢        conducta agresiva, destructiva,
â?¢        depresión crónica, retraimiento,
â?¢        conocimiento sexual y conducta inapropiada para la edad,
â?¢        conducta sumisa en exceso,
â?¢        irritación, dolor o lesión en zona genital,
â?¢        temor al contacto físico.
Es preciso tener en cuenta los siguientes datos:
â?¢        La fuerza física está siempre sólo en bajo porcentaje en los episodios de abuso.
â?¢        La autoridad del adulto es causa del sometimiento del niño que se siente amenazado y sobornado para obedecer.
â?¢        Por miedo a las amenazas del abusador, el niño no cuenta nada de lo sucedido.
â?¢        Si desean contarlo, muchas veces callan por temor a que no les crean, por vergüenza o por temor al castigo.
Si se animan a contar sobre el abuso, es preciso creerles, ya que los niños no inventan este tipo de historias acerca de su propio abuso sexual.
La edad promedio de abuso infantil es alrededor de los once años, aunque es frecuente que niños de menos de tres años sean abusados.
C-    Abuso emocional, bajo la forma de insultos, críticas, burlas, amenazas, desprecio, descalificación, abandono y encierro. Es el tipo de abuso más difícil de identificar y probar. Pueden provocar graves daños psicológicos en un niño. Si escucha cotidianamente â??sos una porqueríaâ?, â??sos un inútilâ?, es probable que llegue a creerlo y actúe en consecuencia. 
Algunos signos de abuso emocional son:
â?¢        Extrema falta de confianza en sí mismo,
â?¢        necesidad exagerada de ganar o sobresalir,
â?¢        excesiva demanda de atención,
â?¢        Mucha agresividad o pasividad frente a otros niños.
Los padres pueden abusar emocionalmente de sus hijos sin saber que le están produciendo sufrimiento. Por ejemplo, es frecuente ver padres que, con buenas intenciones, presionan a sus hijos para sobresalir en distintos ámbitos (deportes, escuela, vida social), hasta el punto de ocasionarles un sufrimiento emocional crónico. 
Pero también pueden ejercer abuso emocional pasivo, no brindando el afecto, la contención y la valorización que todo niño necesita para su sano desarrollo.
D-    Abandono físico, que implica no atender las necesidades físicas del niño: alimentación, abrigo, higiene, cuidados médicos y vigilancia en situaciones riesgosas. 
E-    Abandono emocional, es decir, indiferencia y falta de respuesta a las necesidades afectivas del niño y a sus estados de ánimo. 
      F- Niños testigos de violencia: comprende a los niños que presencian violencia crónica entre sus padres y los trastornos que acarrea son muy similares a los que padecen las víctimas de abuso.

Violación: qué hacer si usted es violada

Violación: qué hacer si usted es violada

¿Qué es la violación?
Violación es cualquier forma de actividad sexual con la cual usted no está de acuerdo y esto abarca desde tocar hasta penetrar.

La violación es un crimen aun si usted conoce a la persona que la atacó: si la persona es su cónyuge, otro miembro de su familia, o un amigo o alguien con quien usted trabaja. Es un crimen aun si usted no se resistió.

Es un crimen aún si usted estaba tomando, usando drogas, si le dieron drogas a usted o si usted estaba inconsciente.

Cualquier persona puede ser violada: hombre, mujer, niño y gente anciana.
¿Qué debo hacer si he sido violada?
Si usted ha sido violada lo primero que debe hacer es llegar a un lugar seguro lejos de quien la atacó. Luego usted debe ir a la sala de emergencia de un hospital para que la evalúen. Usted puede llamar a la policía desde el hospital. No se bañe ni cambie de ropa antes de ir al hospital. Simplemente llegue allá lo más pronto posible.
¿Qué sucede en la sala de emergencia?
El médico en la sala de emergencia examinará su cuerpo para ver si hay lesiones y para recolectar evidencia. El atacante pudo haber dejado pedazos de evidencia tales como fibras de ropa, cabellos, saliva o semen que podrían ayudar a identificarlo. En muchos hospitales usan un equipo para violación (“rape kit”) que ayuda a recolectar la evidencia. Un equipo para violación es una caja estándar con pequeñas cajitas, láminas para ver bajo el microscopio y bolsas plásticas para recolectar y almacenar la evidencia. Las muestras de evidencia pueden usarse en corte.
Luego, el médico necesitará hacer una prueba de sangre. A las mujeres les harán una prueba de embarazo y a todas las víctimas de violación les harán pruebas para enfermedades que pueden adquirirse a través del sexo. También pueden mandarse cultivos de la cérvix al laboratorio para chequear la presencia de enfermedad. Los resultados de estas pruebas regresarán en varios días o en unas pocas semanas. Es importante para usted ver a su propio médico en una o dos semanas para revisar los resultados de estas pruebas. Si alguna de ellas es positiva necesitará hablar con su médico acerca de tratamiento.
¿Qué tipo de tratamiento podría necesitar?
El médico de la sala de emergencia puede hablarle acerca de diferentes tratamientos. Si usted toma la píldora para el control de la natalidad o si tiene un dispositivo intrauterino (DIU) la probabilidad de un embarazo es pequeña. Si usted no toma la píldora podría considerar tratamiento para prevenir el embarazo. La prevención del embarazo consiste en tomar dos píldoras de estrógeno cuando usted llega al hospital y dos píldoras más 12 horas después. Este tratamiento disminuye el riesgo de embarazo entre un 60 y un 90%. Es posible que el tratamiento la haga sentir mal del estómago.
El riesgo de adquirir una enfermedad transmitida sexualmente durante una violación es de un 5 a 10%. Su médico le puede prescribir un medicamento para chlamydia, gonorrea y sífilis cuando usted llega al hospital. Si usted aún no ha sido vacunada para hepatitis B debería ponerse esa vacuna cuando ve al médico de la sala de emergencia. Luego le ponen otra vacuna al mes y una tercera en seis meses. El médico también le hablará acerca de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana, VIH (HIV por sus iniciales en inglés). La probabilidad de adquirir el VIH a partir de una violación es menos de 1%, pero si usted quiere tratamiento preventivo puede tomar dos medicamentos: zidovudina (nombre de marca: Retrovir) y lamivudina (nombre de marca: Epivir) durante cuatro semanas.
¿Qué más debo saber?
Ser violada puede tener un impacto muy grande en su vida. Usted puede sentirse trastornada, incrédula, miedosa, ansiosa y culpable. Usted puede sentirse mal del estómago o también estar nerviosa. Cerca de la mitad de las personas que son violadas dicen que están deprimidas el primer año después del ataque. Es importante que usted atienda a las citas con su médico. Asegúrese de decirle al médico acerca de cualquier problema físico, emocional o sexual por el que esté pasando aun cuando usted no piense que está relacionado con la violación.
¿Dónde puedo conseguir más información?
Asegúrese de visitar a su médico una o dos semanas después de la violación para revisar los resultados de las pruebas que le hicieron en la sala de emergencia. Su médico le dará información y también le hablará más acerca de otros servicios de ayuda. Algunos de estos servicio incluyen trabajadores sociales en el hospital, servicios locales para crisis por violación, su departamento de salud pública y la oficina del fiscal del tribunal supremo de su estado.
Recuerde que el asalto sexual es un crimen terrible. Pero no es culpa suya y usted no causó que esto le sucediera. La violación va en contra de la ley. Usted tiene derecho de reportar este crimen a la policía, y usted tiene derecho a ser tratada justamente durante el proceso de la justicia.
Otras organizaciones
Rape, Abuse and Incest National Network (Red nacional estadounidense para la violación, el abuso y el incesto)
http://www.rainn.org
800-656-HOPE

¿Quiénes son los que cometen un abuso sexual?

¿Quiénes son los que cometen un abuso sexual?

«¿Quién es capaz de hacer una cosa semejante?»
«¡Son unos locos sin remedio!»
«!Había que pegarles un tiro!»
«Se les debería meter en la cárcel para toda la vida!»
«¡Es que tienen impulsos sexuales incontrolables!»
«¡Son unos marranos perdidos!»
«Son unos frustrados porque su mujer apenas quiere acostarse con ellos.»

Todos estos son comentarios que escuchamos o que encontramos en el internet y todos ellos son equivocados. Queremos corregir algunos prejuicios sobre los autores de abuso sexual. Son prejuicios que nos complican el trabajo con las víctimas a quienes luchamos por conseguir, a la larga, …

â?¢        … que se proteja a nuestros niños de un posible abuso sexual. Mediante campañas informativas y programas de prevención podemos sensibilizarles respecto a situaciones críticas y ofrecerles estrategias para defenderse o bien buscarse ayuda.
â?¢        …que se les ofrezcan centros de consulta y asistencia a niñas y niños afectados – también casas donde puedan alojarse.
â?¢        … que se aclare que no se trata de â??monstruosâ?, tan lejos de nosotros. En muchos casos el abuso sexual no se descubre hasta que un niño acaba siendo violado o asesinado. Debemos comprender que un abuso suele empezar mucho antes: Al principio no son más que fantasías eróticas de niñas o niños, luego se compran fotografías o películas pornográficas, más tarde se llevarán a la práctica las fantasías en el extranjero (Asia o países de Europa Oriental) y por fin esto sucederá en el propio entorno social. Se trate de una foto, de una película o de la pura realidad: el abuso sexual siempre será dañino y doloroso para un niño. Cualquier foto pornográfica que alguien mire documenta el abuso de un niño.

Hablemos ahora de los autores.

(Extracto del libro de Angela May: Nein ist nicht genug.� Editorial Ruhnmark 1997)
¿Quiénes son los autores y como llegan a serlo?

“Existe en la opinión pública una idea muy extendida, al igual que equívoca, del llamado â??delincuente sexualâ?. Con frecuencia son considerados o se nos presentan poco atractivos, perversos o morbosos. Muchos creen que un abusador no es capaz de controlar sus (desmesurados) instintos sexuales, que sufre un afecto sin poder defenderse o que simplemente padece de una enfermedad psíquica.

Esta opinión es muy contraria a investigaciones que prueban que abusadores son personas muy normales, sin diagnósticos de enfermedad psíquica – personas que saben muy bien lo que hacen. Ya que planean sus actos violentos meticulosamente para que no se les pille a los delincuentes no se les asocia con el exito, la buena reputación o las amistades; por lo tanto parecen no existir entre los familiares o los amigos. Es por eso que una y otra vez se les tacha de â??enfermizosâ?. Estos intentos sólo muestran el deseo y la tendencia a negar “lo más horrible” y poder distanciarse de todo aquello. La idea, aún muy extendida, de que son â??malos desconocidosâ? quienes amenazan a los niños es equivocada, puesto que el mayor peligro lo constituyen precisamente las personas de gran confianza.
En los últimos años se ha hecho público que también las MUJERES cometen delitos sexuales, a veces también juntas con su pareja. Sin embargo un 90% de los delincuentes son hombres y un 10% mujeres.

Ocurra el abuso dentro de la familia o bien fuera de ella â?? el autor siempre se sirve de estrategias para ocultar los hechos. La diferencia es, sobre todo, que la vida familiar ofrece continuamente situaciones oportunas, y cuando no, resulta fácil provocarlas. Ahí puede cometer su agresión sexual, ya que el niño está sometido a su voluntad. Conociendo bien los horarios y las costumbres, le resulta fácil concretizar sus planes. Aquellos delincuentes que actuan fuera de un contexto familiar se ven obligados a utilizar estrategias mucho más complicadas para poder acercarse a la victima y establecer el contacto.

Al escoger las víctimas síguen el principio del menor riesgo de ser descubiertos. Lo que significa que abusan de los propios hijos o de niños ajenos que les parezcan poco llamativos, o social y emocionalmente descuidados, quizá tímidos, ensimismados. Estos niños, a causa de su situación tienen menos posibilidades de resistirse. Aunque también llegan a ser víctimas aquellos niños, que  se consideran abiertos, amables y confiados. Sobre todo los abusadores “desconocidos” buscan el primer contacto disfrazándose de cura o de policía que pretende tener un recado importante. De tal modo buscan la confianza de los niños para, más tarde, abusar de ellos. Ayudándose de alabanzas, atenciones y de regalos consiguen la amistad del niño y adoptan, de buenas ganas, el papel paternal o consejero. Poco a poco esta “amistad” se irá convirtiendo en una relación sexual que se inicia con contactos físicos socialmente tolerados, más tarde serán caricias de mayor carácter sexual. Paso a paso el abusador va introduciendo cada vez más momentos sexuales en la relación y la niña o el niño sucesivamente se verán implicados en prácticas propiamente sexuales.”

Activistas espirituales INC.

Aunque cueste de creer, los hechos sucedieron realmente, hace unas semanas, y no es un chiste… Es un ejemplo tan bueno de ciertas cosas que parece sacado de un manual. Luego de analizar la experiencia, pens� que lo mejor que pod�a hacer era amortizarla

Estando yo sentada en la terraza de un restaurante de mi barrio y disponi�ndome a comer un maravilloso plato de pasta italiana, entran en escena un par de “artistas” callejeros con su performance del d�a. A mi particularmente nunca me ha atra�do ese tipo de espect�culo, pero tampoco me molesta.

Sin embargo, terminando su actuaci�n se acerca uno de ellos a la mesa a pedir contribuci�n econ�mica. Alguna parte de lo sencillo del “no” escapa a su comprensi�n, pero en lugar de tomarse su tiempo para reflexionar sobre el asunto, el muchacho, ataviado con turbante rojo y gafas oscuras, inicia un dicurso-soliloquio…

De entrada dir� que, a parte de que me interrumpan cuando estoy comiendo, tampoco me ha hecho nunca demasiada gracia que me hablen detras unas lentes oscuras… en todo el tiempo no respondo, pero creo que mi cara habla por m�.

Nosotros somos artistas, y este es nuesto medio de vida; no vivimos de explotar a la gente, sabes?

…Claro, no es explotaci�n; que la gente de las vulgar masa, adem�s de trabajar como esclavos os regale a vosotros su dinero por recordarles con tan poca gracia lo imb�ciles que vosotros creeis que son deber�a llamarse “re-explotaci�n”.

En realidad nosotros seguimos el modo de vida hind�, no pertenecemos al sistema, s�lo que tenemos que pasar inadvertidos en �l para sostenernos.

No s� si tu habr�s conocido a un hind� en tu vida, yo s�; s� perfectamente lo que es el ghi, que presumes de conocer; y adem�s lo s� preparar y aplicar en masaje, porque casualmente un yogui me ense��… as� que no me vas a impresionar precisamente con eso. Lo que haces ni siquiera pasar�a como una parodia de lo que tratas de imitar, y es una falta de respeto contra lo que se supone que defiendes, as� que antes que unas monedas lo que te est�s ganando es una patada en el est�mago, que yo no te dar�, pero ya te llegar�, no lo dudes.

Porque nosotros somos activistas, no politicos – la pol�tica no nos interesa – somos activistas espirituales, nuestro objetivo es despertar conciencias dormidas.

Tal vez deber�ais empezar por las propias, no crees? Como sugerencia, si pretendes seguir el modo de vida hind�, por un lado, y ser realmente apol�tico, por otro, estar�a bien que le dijeras a tu compa�ero que se sacara el parche con la sw�stica tachada del culo de sus pantalones – la swastika es un s�mbolo sacro en la India, sabes?-.
Y si quieres ser un activista, empieza a pensar menos en la tragedia existencial de pertenecer a la “�lite” de “artistas” que est�n por encima de la “masa dormida” , y m�s en el compromiso de encontrar los medios para llegar a la gente y llevar a cabo acciones efectivas que den resultados m�s all� de tu triste recolecta monetaria al final de la jornada.

– A estas alturas, yo sigo callada y sonriendo, me observa como si fuera la encarnaci�n del diablo, y habla rabioso… –

Porque lo material no nos interesa, lo material es efimero, como las apariencias… y creemos en el karma, sabes? – me mira con odio, levanta la voz- Tal vez en otra vida nazcas privada de esa belleza! Y se va.

Lo material no os interesa, pero te has enfadado tu s�lo al no recibir las monedas que cre�as merecer… Las apariencias no importan, pero me has venido a molestar simplemente porque me has visto vestida decentemente ante un buen plato que adem�s de satisfacer mis sentidos me alimenta… el mismo plato que, aunque podr�as pagar si dejaras de gastarte el dinero en lo que sea que fumes que te ha dejado el cerebro tan da�ado como lo tienes, consideras un “lujo innecesario”. Me has venido a molestar porque has reparado en mi anillo de gemas y te ha parecido una ostentaci�n, aunque sea precisamente hind�, un s�mbolo de aprendizaje… y un regalo. Y me has querido asustar diciendo que en otra vida puedo perder mi belleza, como si yo no fuera consciente de que eso que tu ves y te parece bello, se ir� con cada a�o que pase en esta misma vida; pero al mismo tiempo sin darte cuenta que la belleza est� en los ojos y la persona del que observa y vive, y que, por lo tanto, tus palabras revelan que tu visi�n y experiencia son terriblemente fr�volas.

Y finalmente el karma… que sabr�s tu del karma? D�jate de pensar en otras vidas, y piensa, por un momento siquiera, en esta misma que est�s desperdiciando. Cuando ten�a tu edad, o incluso algo m�s joven, trabajaba en una f�brica, ten�a que levantarme a las 4:30 y no siempre lo consegu�a, me sent�a tan desgraciada como si cumpliera una condena, era infeliz y estaba llena de complejos f�sicos y ps�quicos. Esa fue la trampa de la que yo ten�a que salir, y salir fue un largo proceso de aprendizaje y acci�n. Te ufanas en decir que las apariencias no importan, pero son lo �nico que tu puedes ver, por eso no entiendes que tu incapacidad para hacerme sentir culpable y robarme por ese medio unas monedas no venga de mi ignorancia o inconciencia, de un estado de “letargia”, sino de mi conocimiento, conciencia y de un estado de “vigilia”. Y sin embargo yo s� que no importa y que no soy mejor que nadie.

No puedes usar el karma en mi contra, porque no sabes lo que es; pero tampoco puedes usar en mi contra las consecuencias de mis acciones, porque precisamente ellas me han tra�do hasta donde estoy, y no tengo nada de lo que arrepentirme. Pero tu no est�s viendo lo que yo soy, sino proyectando lo que tu eres sobre la imagen que te has formado de m�. Y cuando crees que hablas a alguien fr�volo, e ignorante, a quien le han regalado algo, te est�s retratando… tu manera de “no pertenecer al sistema” es la t�pica de los que han enra�zado en su mismo coraz�n, tus palabras son incoherentes y vac�as, y tu vida se sustenta en tomar el fruto del trabajo ajeno, a cambio del humo con el que tratas de cegar no s�lo los ojos de los dem�s, sino los propios.
Te vanaglorias de ser artista, pero act�as como si no supieras que el �nico Arte digno de recibir ese nombre exige sacrificios, estudio y dedicaci�n, y no se vende por unas monedas. Te vanaglorias de tener conocimiento espiritual, pero lo �nico que haces es evidenciar una p�sima educaci�n, una experiencia existencial paup�rrima, y quedar en rid�culo. Porque no est�s tratando de despertar la conciencia de nadie, sino de adormecer tanto la propia como aquellas ajenas que te recuerden que est�s haciendo el imb�cil, mientras esparces veneno sobre la tierra.
Y me desprecias, porque es desprecio lo que esa parte de ti que s� sabe y que tu tratas de amordazar en el fondo de la conciencia siente cuando te ves en un espejo.

No pienses en lo que va a ser de ti en vidas futuras, sino en esta misma, dentro de unos a�os… porque vas camino de convertirte en lo que dices combatir, porque dentro de diez a�os no estar�s haciendo el payaso por las terrazas de los restaurantes, sino viviendo de las rentas de lo que otros consiguieron con leg�timo esfuerzo, o de enchufado en alg�n negocio familiar, viviendo de explotar (a secas) a los dem�s; s�lo est�s dando un rodeo, porque esa parte de t� que a�n no has podido acallar por completo sabe que no est� bien, pero te resistes como un ni�o malcriado a aceptar su consejo de un modo pleno, sin reservas, a pagar el precio no econ�mico que conlleva, y por el que a�n podr�as salvarte de acabar ahogado en la inmundicia.

Yo, por mi parte, estoy lo suficientemente en paz con mi vida, y satisfecha con la imagen que me devuelve el espejo, como para desear suerte a esa parte de t� que sigue viva, en el lance que enfrenta en inferioridad de condiciones.