¿Qué es el duelo?
El duelo humano se define como una reacción adaptativa natural, normal y esperable ante la pérdida de un ser querido. El duelo no es una enfermedad1, aunque resulta ser un acontecimiento vital estresante de primera magnitud, que tarde o temprano hemos de afrontar, casi todos, los seres humanos. La muerte del hijo/a y la del cónyuge, son consideradas las situaciones más estresantes por las que puede pasar una persona2,3.
Para conocer la magnitud del problema puede servirnos de referencia un cálculo hecho en nuestro entorno del País Vasco. Considerando un tamaño familiar medio de 2,76 miembros en 20014, una tasa bruta de mortalidad de 8,9 por mil en 20044 y una duración del proceso de duelo de 3 años5, resulta una prevalencia del 4,91%; es decir, en una consulta con 1800 usuarios habrá unas 88 personas en duelo ?activo?.
Características del Duelo
Es un proceso único e irrepetible, dinámico y cambiante momento a momento, persona a persona y entre familias, culturas y sociedades. No es un proceso que siga unas pautas universales1.
Se relaciona inequívocamente con la aparición de problemas de salud:
El riesgo de depresión en viudos/as se multiplica por cuatro durante el primer año6.
Casi la mitad de viudos/as presentan ansiedad generalizada o crisis de angustia en el primer año7.
Aumenta el abuso de alcohol8 y fármacos; la mitad de las viudas utilizan algún psicofármaco en los 18 primeros meses de duelo9.
Entre un 10-34 % de los dolientes desarrollan un duelo patológico10,11
Aumenta el riesgo de muerte principalmente por eventos cardiacos y suicidio12; los viudos tienen un 50% más de probabilidades de morir prematuramente, durante el primer año 13.
La población en duelo demanda un mayor apoyo sanitario, incrementando el consumo de recursos, quizá por la pérdida de las redes sociales y con ellas de muchos de los recursos clásicos para el doliente (familiares, religiosos, vecinos, amigos, compañeros de trabajo,…). En un reciente estudio realizado en atención primaria14, la tasa promedio anual de consultas al centro de salud resultó ser un 80% mayor entre los dolientes que en el resto de la población. En otros estudios se obtienen resultados similares; en viudas el número de consultas se dispara en un 63% en los 6 primeros meses9 y en viudos se multiplica por cuatro durante los 20 primeros meses 15.
Cronología del duelo
La enorme variabilidad del duelo depende de las características de la persona en duelo, su situación personal y antecedentes, de ?quien? es la persona fallecida para el doliente, de las causas y circunstancias de su fallecimiento, de las relaciones sociofamiliares, y de las costumbres sociales, religiosas, etc. de la sociedad en la que vive. A pesar de toda esta enorme variabilidad se puede describir a grandes rasgos la evolución del duelo a lo largo del tiempo, para ello fragmentamos artificialmente el proceso de duelo en fases o períodos que reúnen unas características y nos ayudan a entender lo que sucede en la mente del doliente:
Duelo anticipado (pre-muerte). Es un tiempo caracterizado por el shock inicial ante el diagnóstico y la negación de la muerte próxima, mantenida en mayor o menor grado hasta el final; también por la ansiedad, el miedo y el centrarse en el cuidado del enfermo. Este período es una oportunidad para prepararse psicológicamente para la pérdida16 y deja profundas huellas en la memoria.
Duelo agudo (muerte y peri-muerte). Son momentos intensísimos y excepcionales, de verdadera catástrofe psicológica, caracterizados por el bloqueo emocional, la parálisis psicológica, y una sensación de aturdimiento e incredulidad16 ante lo que se está viviendo. Es una situación de auténtica despersonalización.
Duelo temprano. Desde semanas hasta unos tres meses después de la muerte. Es un tiempo de negación, de búsqueda del fallecido, de estallidos de rabia, y de intensas oleadas de dolor y llanto, de profundo sufrimiento. La persona no se da cuenta todavía de la realidad de la muerte16
Duelo intermedio. Desde meses hasta años después de la muerte. Es un tiempo a caballo entre el duelo temprano y el tardío, en el que no se tiene la protección de la negación del principio, ni el alivio del paso de los años. Es un periodo de tormentas emocionales y vivencias contradictorias, de búsqueda, presencias, culpas y autorrepoches,… donde continúan las punzadas de dolor intenso que llegan en oleadas.16 Con el reinicio de lo cotidiano se comienza a percibir progresivamente la realidad de la pérdida16,17, apareciendo múltiples duelos cíclicos en el primer año (aniversarios, fiestas, vacaciones..) y la pérdida de los roles desarrollados por el difunto (confidente, amante, compañero, el chapuzas, …). Es también un tiempo de soledad y aislamiento, de pensamientos obsesivos,… A veces es la primera experiencia de vivir sólo, y es frecuente no volver a tener contacto físico íntimo ni manifestaciones afectivas con otra persona. Se va descubriendo la necesidad de descartar patrones de conducta previos que no sirven (cambio de estatus social) y se establecen unos nuevos que tengan en cuenta la situación actual de pérdida. Este proceso es tan penoso como decisivo, ya que significa renunciar definitivamente a toda esperanza de recuperar a la persona perdida15. Finalmente los períodos de normalidad son cada vez mayores. Se reanuda la actividad social y se disfruta cada vez más de situaciones que antes eran gratas, sin experimentar sentimientos de culpa. El recuerdo es cada vez menos doloroso y se asume el seguir viviendo. Varios autores sitúan en el sexto mes el comienzo de la recuperación16,18-20, pero este período puede durar entre uno y cuatro años.
Duelo tardío. Transcurridos entre 1 y 4 años, el doliente puede haber establecido un nuevo modo de vida, basado en nuevos patrones de pensamiento, sentimiento y conducta21 que puede ser tan grato como antes, pero sentimientos como el de soledad, pueden permanecer para siempre, aunque ya no son tan invalidantes como al principio. Se empieza a vivir pensando en el futuro, no en el pasado.
Duelo latente (con el tiempo…) A pesar de todo, nada vuelve a ser como antes, no se recobra la mente preduelo21, aunque sí parece llegarse, con el tiempo, a un duelo latente, más suave y menos doloroso, que se puede reactivar en cualquier momento ante estímulos que recuerden…
El duelo y la atención primaria de salud
Pensamos22, junto con otros autores23-28, que la atención primaria es el nivel asistencial ideal para ayudar a las personas en duelo. En muchas ocasiones el médico asiste de su enfermedad al familiar fallecido, en el domicilio, estableciendo una relación especial con la familia en este periodo tan crítico para ella. En otras ocasiones, las mas habituales, el fallecimiento se produce fuera del domicilio y el doliente acude a su médico de familia con una confianza casi natural, porque ya le conoce y está habituado a mostrarle los aspectos más vulnerables de sí mismo, sabe que puede expresar sus emociones en un ambiente seguro y, a la vez, mantener una circunstancia social normalizada, que no implica el estigma de la psiquiatría.
El médico de familia es el único especialista del ámbito sanitario al que acuden normalmente los dolientes y el único que puede atender la morbilidad asociada al duelo, así como el dolor, la disfunción y la incapacidad ocasionados por el conjunto de circunstancias personales, familiares y sociales que conlleva el proceso del duelo.
Preguntados los dolientes sobre la ayuda que desearían recibir del personal sanitario, solicitan consultas programadas, consejo médico, visitas domiciliarias, y que siempre que acudan a la consulta se interesen por su pesar29.
¿Cómo puedo saber si una persona en duelo necesita ayuda profesional?
Hay varias situaciones en las que la intervención está claramente indicada:
El doliente pide ayuda expresa para su proceso.
El profesional valora que la ayuda es necesaria.
Existen varios predictores de riesgo asociados.
Detectamos pistas que nos orientan hacia un posible duelo complicado.
Predictores de riesgo de mala evolución del duelo
La muerte siempre va asociada a unas circunstancias que se pueden desglosar en: causa de la muerte; quién era el fallecido para el doliente y tipo de relación entre ellos; personalidad y recursos psicoemocionales del doliente; y finalmente la situación familiar, social, laboral, cultural, etc. que está viviendo el doliente en esos momentos. Este conjunto puede ser considerado normal, en el sentido de que no añade por sí mismo dificultades a las ya propias del duelo, o por el contrario puede complicarlo enormemente.
Podemos considerar predictores de malos resultados o de dificultades en la elaboración del duelo, los siguientes 5,16,17,21,30-34:
Muertes repentinas o inesperadas; circunstancias traumáticas de la muerte (suicidio, asesinato)
Pérdidas múltiples; pérdidas inciertas (no aparece el cadáver).
Muerte de un niño, adolescente, (joven en general).
Doliente en edades tempranas o tardías de la vida.
Muerte tras una larga enfermedad terminal; muerte por SIDA
Doliente demasiado dependiente; relación ambivalente o conflictiva con el fallecido.
Historia previa de duelos difíciles; depresiones u otras enfermedades mentales.
Tener problemas económicos; escasos recursos personales como trabajo, aficiones.
Vivir sólo; poco apoyo sociofamiliar real o sentido; alejamiento del sistema tradicional socio-religioso de apoyo (emigrantes).
Crisis concurrentes, laborales, económicas, judiciales….
Duelo Complicado
Para saber si estamos ante un duelo complicado nos pueden servir de ayuda los criterios diagnósticos del “Trastorno por Duelo Prolongado” de Prigerson, Vanderwerker & Maciejewski (2007) 28 propuestos para el DSM-V:
Criterios diagnósticos del “Trastorno por Duelo Prolongado” propuestos para el DSM-V.
Criterio A Presentar a diario, al menos uno de los siguientes síntomas:
Pensamientos intrusivos -que entran en la mente sin control- acerca del fallecido.
?Punzadas? de dolor incontrolable por la separación.
Añorar -recordar su ausencia con una enorme y profunda tristeza- intensamente al fallecido.
Criterio B Presentar a diario, al menos 5 de los 9 síntomas siguientes:
Estar confuso acerca de cual es el papel de uno en la vida, o sentir que se ha muerto una parte de sí mismo.
Dificultad para aceptar la realidad de la pérdida.
Tratar de evitar todo lo que le recuerde que su ser querido ha muerto.
Sentirse incapaz de confiar en los demás desde el fallecimiento.
Estar amargado o enfadado en relación con el fallecimiento
Sentirse mal por seguir adelante con su vida (p. Ej. hacer nuevas amistades o interesarse por cosas nuevas).
Sentirse frío e insensible -emocionalmente plano- desde el fallecimiento.
Sentirse frustrado en la vida, que sin el fallecido su vida está vacía y no tiene sentido.
Sentirse como ?atontado?, aturdido o conmocionado.
Criterio C La duración de estos síntomas es de al menos 6 meses
Criterio D Estos síntomas causan un malestar clínicamente significativo o un importante deterioro de la vida social, laboral u otras actividades significativas (p. Ej. responsabilidades domésticas) de la persona en duelo.
*Publicados con permiso de Holly Prigerson (2007)28
¿En qué consisten los Cuidados Primarios de Duelo?
Los Cuidados Primarios de Duelo (CPD) son una guía de actuación, para ayudar a una persona en duelo en el nivel primario de atención. Se definen por unos objetivos, una estrategia para conseguirlos y unas técnicas a aplicar.
Objetivo generales de los Cuidados Primarios de Duelo:
Prevención primordial: educar en la muerte y el duelo a no dolientes; bien sea población general (charlas informales en asociaciones, conferencias en institutos?), población consultante (hablando en consulta, nuestra actitud?) o profesionales sanitarios (seminarios, talleres, guías como la presente…).
Prevención primaria: cuidar que la persona elabore su duelo de la manera más natural y saludable posible -saliendo incluso crecida de la crisis- y que no enferme.
Prevención secundaria: detectar precozmente el duelo complicado, para poder establecer una terapia temprana y/o derivar a otro nivel, y realizar labores de seguimiento y/o soporte de personas con duelos complicados ya diagnosticados,
Prevención terciaria: asumir -también- el seguimiento y/o soporte de personas con duelos crónicos, de años de evolución y secuelas de por vida.
Técnicas de Cuidados Primarios de Duelo
Exploratorias: perfil de duelo. (recogida de datos básicos para la intervención).
Las técnicas exploratorias tienen como objetivo, conocer todos los datos que pueden ser determinantes en la evolución del duelo. Para recoger estos datos de una forma ordenada, se establece una rutina dividida en:
Datos generales: edad y nombres del fallecido y doliente, fecha de fallecimiento, cumpleaños, etc.
Datos sociofamiliares: genograma, relaciones familiares, amigos, situación económica, etc.
Antecedentes personales: problemas de salud psicofísicos, elaboración de posibles duelos previos, coincidencia de otros problemas de trabajo, familia, amigos, etc., tiempo de convivencia y tipo de relación con el fallecido, etc.
Evolución del proceso del duelo: causa y lugar del fallecimiento, conocimiento de la enfermedad, sentimientos que manifiesta como añoranza, culpa, rabia, ansiedad, tristeza, etc. y apoyo emocional de la familia.
Finalmente se hace un resumen de lo mas relevante en cada uno de los apartados explorados, resultando un ?perfil de duelo? que servirá para orientar la intervención, priorizando los problemas detectados y además saber si estamos ante un duelo aparentemente normal o de riesgo.
Generales: REFINO (conforman nuestra actitud al intervenir)
Las técnicas de intervención generales que desarrollamos en CPD se pueden resumir con el acrónimo R E F I N O, siendo: Relación (R), Escucha (E), Facilitación (F), Informar (I), Normalizar (N), Orientar (O).
Establecer una Buena Relación. Construir una adecuada relación profesional con el doliente es el fundamento y el principio de todo. Una buena relación de cuidados se caracterizará por:
Tener una estrategia, con unos objetivos centrados en el doliente y negociados con él, así como unas actividades encaminadas a conseguirlos
Producirse en un tiempo y en un espacio. Acordar un tiempo por sesión, una periodicidad (mas cercana al principio y progresivamente mas alejada) y un seguimiento (aconsejable el primer año, por lo menos).
Desarrollarse entre iguales, en una teórica relación entre pares. Ambos se mantienen en el mismo nivel de poder, el médico y el doliente son simplemente dos seres humanos que interactúan en un marco profesional de dispensación de cuidados.
Realizarse en una dirección, es decir, que aunque es una relación entre iguales, hay una persona que ayuda (el profesional) y otra persona que recibe la ayuda (el doliente), y no a la inversa.
Con empatía: el profesional trata de sintonizar con las emociones del doliente y además se lo hace ver, le hace ver que está ?rozando? lo que siente.
Ser genuina y auténtica, mostrando un interés por lo que nos cuenta la persona en duelo, tomando conciencia del sufrimiento del otro.
Respetar, no dejar entrar en nuestra mente los juicios de valor que automáticamente se nos activan cuando tenemos una persona delante.
Mantenerse dentro del marco profesional establecido. Subrayando las características ?profesionales? de la relación para evitar malos entendidos y reacciones de transferencia-contratransferencia dramáticas (Ej. evitar ser un ?sustituto interino? del que falta).
Escucha activa. La escucha activa es atenta, centrada e intensa; es una escucha del otro y de uno mismo:
Es atenta, porque el profesional está con los cinco sentidos.
Es centrada, debido a que se vive el aquí y ahora del momento.
La escucha de nosotros mismos mientras estamos con el doliente, el conectarnos con nuestras emociones y tomar conciencia de lo que nos dicen.
En la atención de personas que sufren profundamente tenemos que recordar, casi de continuo, que: ?yo soy yo… y el otro es el otro?. Lo mismo que no se puede morir con cada muriente… no se puede perder a nuestra pareja, nuestro hijo,… con cada doliente. También debemos tener en cuenta, que nos podemos impregnar de los sentimientos del doliente y saber que son de él, no nuestros.
Facilitación. Facilitar es favorecer la comunicación, esperar, tener paciencia, es también hacerle un espacio al otro (al doliente) y darle ?permiso? con nuestra actitud y ese clima ?seguro? que hemos creado, para que cuente lo que se le ocurra o exprese sus emociones más profundas. La tristeza, culpa, miedo, amor y alegría, serán partos más o menos fáciles, solo hay que estar y no interrumpir; mientras que la rabia siempre será un parto difícil.
Son técnicas facilitadoras de la comunicación: preguntas abiertas, baja reactividad, miradas, silencios, ecos, asentimientos, hacer resúmenes para resituar mentalmente al doliente y ayudarle a identificar sus emociones.
Informar. Informar al doliente es:
Explicarle lo que hoy define la psicología occidental como el constructo duelo, pero siempre volviendo a insistir que lo suyo es ?único? y que tiene permiso para sentir lo que quiera y cuando quiera.
Aclararle que la evolución teórica del proceso es hacia el ajuste, que todos los seres vivos se adaptan instintivamente a las nuevas situaciones
Orientarle sobre las dudas más habituales: ?¿Es bueno ir al cementerio?, ¿y llorar…?, ¿y hablar siempre del muerto…?, ¿porqué ahora no me fío de nada ni de nadie, y porqué me parece todo distinto?, ¿porqué ahora tengo más miedo de morirme y a la vez quiero morirme?.
Normalizar. Normalizar es asegurarle al doliente ?y se lo está diciendo su médico- que lo que siente, piensa, hace… es totalmente normal y lo natural en su situación… Esto valida sus reacciones y sentimientos, los legitima, confirma, desculpabiliza y además puede seguir sintiéndolos.
Cuando normalizamos es mejor tomarnos tiempo y tener en cuenta la cadencia del encuentro; controlando nuestra reactividad,… dejando transcurrir un tiempo entre el estímulo del doliente y la respuesta que damos.
Normalizaremos especialmente, que no se quiera olvidar, ni dejar de llorar… que se continúe hablando con él o que se refiera a él en presente?
Orientar. Orientar es guiar, sugerir, aconsejar… o incluso prescribir mediante instrucciones concretas determinadas conductas o rituales, y a veces lo contrario; por ejemplo, disuadir de una decisión precipitada,… ?quiero vender este piso, creo que aquí no puedo vivir, son muchos recuerdos, entro en casa y es como una losa que se me viene encima…?.
Como orientación general, desanimamos de la toma de decisiones importantes durante el primer año, pero a la vez fomentamos la toma independiente de decisiones menores.
También podemos asesorar en la reorganización familiar, explicando que la pérdida de uno de los componentes de la familia lo trastoca todo,… interacciones, roles, espacios, normas, autoridad, poder, economía,… todo se tiene que renegociar y reconstituir.
Específicas de uso habitual (se usarán con frecuencia en las intervenciones, por estar relacionadas con los problemas que plantea habitualmente el doliente).
Anticipación de fechas y situaciones. La anticipación de situaciones difíciles da sensación de control. Algunas fechas (aniversario de la muerte, cumpleaños, Navidades, Todos los Santos, etc.) son especiales y con ellas llegarán nuevos tirones de dolor que si han sido previstos, no sorprenden ni desmoralizan tanto al doliente.
El darse cuenta de lo que siente, en determinadas situaciones y saber porqué, también alivia. Así por ejemplo saber porqué, a veces, la gente hace como que no le ve (no saben qué decir, se sienten violentos), no le tratan como antes (ya no es pareja), o en las fiestas, fines de semana, vacaciones, lo pasa mal porque nota de forma mas intensa su falta y no encuentra cual es ahora su lugar…
Toma de decisiones, solución de problemas y adquisición de habilidades. A veces, la persona en duelo tiene un auténtico bloqueo cognitivo mezclado con miedo, su mundo se le ha venido abajo y todo puede ser extremadamente peligroso y difícil. En esta situación, es útil la ayuda en la toma de decisiones, comenzando con problemas sencillos, tratando de que la persona llegue a ser autónoma. Otras veces se trata de adquirir habilidades que ejercía su pareja (arreglar un enchufe, cambiar una bombilla, ir al banco, etc.). o de recuperar otras que tenía y que las ha perdido por la distribución de roles entre los dos. Cada logro en este sentido, supone una mejora de la autoestima.
Narración repetitiva de la muerte y ?contar? historias. Hablar de la muerte alivia. La narración de un hecho trágico lo desdramatiza en parte. La descripción de los momentos finales, de la muerte, será espontáneamente reiterativa por parte del doliente. La repetición del relato pormenorizado de la muerte quita intensidad a la emoción, es catártico, lava, purga, abre la espita de la emoción y además libera, ordena y estructura el pensamiento, hace de la muerte una parte de nosotros mismos, la normaliza.
Hablar del muerto alivia. La narración de retazos de la vida del difunto, resitúa los vínculos y asegura que nunca se romperán, pero serán de otra manera. Con ello el doliente perfila lo que fue y lo que es, reflexiona, busca, y tiene la oportunidad de ver que los vínculos son ahora distintos, pero perviven. Puede hacer nuevas amistades, ilusionarse con los nietos, la vida… sin miedo, nunca se va a olvidar,… porque el olvido es imposible.
Prescripción de tareas y rituales. La prescripción es un contrato, concreto e individualizado, es una ?receta? negociada previamente entre las partes, que compromete al doliente a su cumplimiento.
Se deben prescribir tareas realistas, de fácil cumplimiento, sobre todo al principio16. El objetivo sería reestructurar la cotidianeidad con conductas saludables. Para empezar se puede prescribir salir todos los días a la compra, andar un rato, sacar a pasear el perro,… esto le obliga a resocializarse a la vez que realiza una actividad saludable. Debemos evitar maneras de afrontar la pérdida, claramente perjudiciales como, el sedentarismo, horas de televisión, el juego, el abuso de alcohol, tabaco… La conducta idónea sería aquella que tenía antes de morir su familiar.
Con la prescripción también se pueden controlar situaciones aparentemente incontrolables como los rituales, regulando por ejemplo las visitas al cementerio, el tiempo que dedica a hablar con el fallecido,… tratando de impedir que estas conductas sean invalidantes.
Hablar de los sueños y de las presencias: visuales, auditivas, táctiles… Los sueños están cargados de alegorías y representan el mundo vivencial del doliente, su abordaje aporta información sobre su estado emocional.
Las presencias (ver, oír o sentir que le toca el difunto) son descargas del cerebro, ante determinados estímulos, de parte de la información que tiene almacenada sobre el fallecido, es algo parecido al miembro fantasma (se siente aunque no está). Pasado el tiempo van desapareciendo progresivamente los fenómenos alucinatorios, pero la información no desaparece nunca y basta un estímulo lo suficientemente intenso, (aniversario,…) para provocar emociones olvidadas, incluso años después. Es importante hablar con el doliente de estos fenómenos, para normalizarlos y evitar la idea de que el difunto está interviniendo en su vida (pensamiento mágico21), o pensar que se esta volviendo loco, ambas ideas muy presentes, por lo novedoso e intenso de las emociones que está viviendo.
Sondas emocionales y preguntas terapéuticas. Las sondas emocionales son preguntas que tratan de atravesar las barreras defensivas y facilitan la comunicación. Son preguntas que rastrean las emociones y liberan parte de su tormenta interior.
Pueden ser un ejemplo las siguientes: ?desde la última vez que nos vimos… ¿habías pensado en hablar hoy de algo que se te haya quedado colgado?…, eso que te ronda a veces en la cabeza, y le das vueltas y vueltas,… ¿querías comentarlo conmigo??; ?¿cuando estás de noche, sin poder dormir, que pensamientos te vienen al a cabeza??; ?¿ha habido alguna fecha o se acerca alguna fecha significativa para el recuerdo??, por ejemplo el cumpleaños, aniversario de boda, cabo de año, fiesta de Todos los Santos,… ó ?¿A veces crees estar volviéndote loca??ó ?¿En alguna ocasión, te ha parecido verle u oírle o que te ha tocado?? o simplemente un ?¿Cómo te sientes??. Preguntar por lo que significan para él/ella las visitas al cementerio.
También es conveniente indagar sobre las ideas de suicidio y valorar si hay riesgo, si es algo concreto o sólo una idea fugaz, o la pérdida del ?norte? existencial (propia del duelo), y qué cosas (frenos y anclajes) se lo impiden y le sujetan a la vida
Tópicos sociales al uso. Los tópicos sociales, provocan lejanía emocional y a veces enfado. Conviene evitar las frases hechas, las seguridades prematuras y los consejos no pedidos35 como: ?te acompaño en el sentimiento?, ?ya verás como… se te pasará con el tiempo?, ?lo que tienes que hacer es… irte de vacaciones y olvidarte de todo?.
Muchas veces los tópicos son fruto del nerviosismo y del no saber qué decir, por eso puede ser mas adecuado verbalizar cómo nos sentimos: ?no se qué decirte…estoy nervioso, esto también me afecta…?, o mejor todavía expresarlo de forma no verbal con un apretón de manos, una palmada, un abrazo, una mirada en silencio,… La comunicación no verbal es directa y sincera, transmite entendimiento y se capta fácilmente.
Psicofármacos. Medicalizar el duelo significa darle categoría de enfermedad, con todo lo que esto conlleva. Ante un duelo normal, es adecuado evitar tanto la ?anestesia emocional? como la dependencia; así los ansiolíticos e hipnóticos conviene usarlos a demanda y a poder ser por períodos cortos 16,21,34 (Ej. a la hora de actos públicos) y a dosis mínimas.
En cuanto a la administración de antidepresivos, es difícil diferenciar la depresión mayor, de la tristeza propia del duelo, y cuando existen dudas (Ej. dolientes con síntomas depresivos persistentes) se puede probar su eficacia, ya que mejoran la depresión pero no la ?pena? propia del duelo16,44.
Pruebas complementarias: análisis, radiografías, electrocardiograma… El doliente, a pesar de tener ganas de morir, también tiene miedo a la muerte, a la enfermedad, al dolor, a pasar por lo mismo que su? y aquí tiene cabida la indicación razonable de pruebas complementarias, que tranquilicen y confirmen la salud.