Respaldo de material de tanatología

ORACION DE UN MORIBUNDO

ORACION DE UN MORIBUNDO

Porque esta enfermedad corre sin pausa al ritmo acelerado de las olas del mar.

Y con su estruendo va inundando mi playa de tristeza.

Acudo a ti, Señor, tan desvalido, con sed de ti, desierto y sin oasis.

Yo te llamo, Señor, y me respondes con rotundo silencio,

y hasta a veces el silencio es callado y se desgarra la ilusión de sanarme.

¡Tanta lucha!

Escucho una campana que a lo lejos ensombrece esta noche,

y como estrellas titilan en mis pulsos los perfiles del júbilo,

poblando con sus luces mi destierro de fiebre.

La campana suena con un dolor tan insistente que me olvido de mí, por un instante.

Y pienso que tu voz es la que suena en este corazón desalentado.

Que esta brisa que azota mi crepúsculo sea tu aliento, Dios.

Que tengo frío; frío, como esos pájaros que vuelan en bandadas,

reptando el firmamento, sin dejar huella, diminutos: manchas grises en la amplitud de tu horizonte.

Que la brisa y el bronce que requiebra este sosiego sea suave bálsamo en las fatigas últimas que vienen como náufragos, Dios, a la deriva.

Sí, suena la campana nuevamente y oigo que tu voz me está llamando por mi nombre: “¡Hijo, es hora de abrazarte!”.

Teodoro Rubio