Respaldo de material de tanatología


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  1. Publicaciones de información para el paciente del Centro Clínico de los Institutos Nacionales de la Salud

    Cómo hablar con los niños acerca de la muerte

    A usted no es el único que le preocupa el tener que hablar sobre el tema de la muerte con sus hijos. Muchos de nosotros evitamos el tema, sobre todo si tenemos que discutirlo con los niños. No obstante, la muerte es un hecho ineludible de la vida. Tenemos que enfrentar el tema y también tienen que hacerlo nuestros hijos. Si queremos ayudarles debemos hacerles saber que está bien hablar de ello.
    Al hablar de la muerte con nuestros hijos, podemos enterarnos de lo que ellos saben y de lo que desconocen, si tienen ideas equivocadas, temores o preocupaciones. Y entonces así podremos ayudarlos brindandoles información, consuelo y comprensión. Es cierto que hablar de ello no resuelve todos los problemas, pero si no se habla estaremos aún más
    limitados en nuestra capacidad para ayudar.
    Lo que decimos a nuestros hijos acerca de la muerte o el momento que escogemos para hacerlo, dependerá de sus edades y experiencias. Y dependerá también de nuestras propias experiencias, creencias, sentimientos y circunstancias, puesto que cada situación que encaramos es de alguna manera diferente. Ciertas conversaciones sobre la muerte pueden originarse al escuchar un informe noticioso o un programa de televisión y podrían también tener lugar en un entorno emocionalmente inadecuado. Otras conversaciones pueden ser resultado de una crisis familiar y estar
    cargadas de emociones. Este folleto informativo no puede abarcar todas las situaciones, pero si brinda información general que puede ser útil y que puede adaptarse a las circunstancias de cada familia.

    Los niños son conscientes

    Los niños toman consciencia de la muerte mucho antes de que nos demos cuenta. Ellos siempre están viendo pájaros
    muertos, insectos y animales en las calles y casi todos los días ven situaciones de muerte en la televisión o videojuegos. Escuchan acerca de ella desde las historias de los cuentos de hadas y lo exteriorizan en sus juegos. La muerte es parte de la vida cotidiana y hasta cierto punto los niños son conscientes de ello.
    Si les permitimos a los niños hablar con nosotros sobre la muerte, podemos brindarles la información que necesitan,
    prepararles para una crisis y ayudarles cuando estén tristes.
    Podemos animarlos a comunicarse demostrandoles interés y respeto por lo que ellos dicen y actuando de un modo
    abierto, sincero y tranquilo con nuestros propios sentimientos. Quizás también podamos facilitar la comunicación con nuestros hijos si analizamos de cerca algunos de los problemas que pueden estar dificultando dicha comunicación.

    Obstáculos en la comunicación

    Elusión y confrontación

    Muchos de nosotros tendemos a no expresar las cosas que nos afectan e intentamos controlar o esconder nuestros
    sentimientos con la esperanza de que si no decimos nada, todo irá mejor. Pero no hablar sobre algo no significa que
    no nos estemos comunicando. Los niños son magníficos observadores. Ellos pueden leer a las personas según las
    expresiones de nuestras caras y según la forma en que caminamos o sostenemos las manos. Los seres humanos nos
    expresamos a través de lo que hacemos, a través de lo que decimos y a través de lo que no decimos.

    Cuando eludimos hablar de un asunto que evidentemente nos afecta, los niños a menudo dudan en hablar de ello o
    hacer preguntas. Para un niño, la elusión de un asunto puede ser un mensaje: ?Si mamá y papá no pueden hablar sobre
    eso, seguramente es algo malo, así que es mejor no hablar de ello?. O también: ?No puedo hablar de eso porque mamá y
    papá se pondrán aún más tristes?. De hecho, en lugar de proteger a nuestros hijos al no hablar sobre un asunto, a
    veces les causamos más preocupación y no les permitimos que nos digan cómo se sienten. El temor del niño a lo
    desconocido es peor que enfrentarse a la realidad puesto que el niño puede fantasear y crear en su mente la peor situación imaginable o una realidad incorrecta.

    Por otro lado, tampoco es prudente dar a los niños información que posiblemente no entiendan o no quieran saber. Al igual que con cualquier asunto delicado, tenemos que encontrar un equilibrio sutil que anime a los niños a comunicarse. Un equilibrio entre eludir y confrontar que no es fácil lograr y que implica lo siguiente:

     Intentar ser receptivo a los deseos de comunicación de los niños, cuando estén preparados para hacerlo
     Mantener una mentalidad abierta que anime los intentos de comunicación de los niños
     Escuchar y aceptar los sentimientos de los niños
     Dar a los niños explicaciones sinceras cuando es evidente que estamos tristes
     Responder a las preguntas en un lenguaje sencillo y adecuado a la edad de los niños
     Intentar dar respuestas breves, sencillas y apropiadas para la edad de los niños; respuestas fáciles de entender que
    no les abrumen con demasiadas palabras.

    Quizás lo más difícil es el hecho de que hablar de la muerte implica examinar nuestros propios sentimientos y creencias para poder hablar con nuestros hijos cuando se presente la ocasión.

    Cuando no se tienen todas las respuestas

    Cuando hablamos con los niños, muchos de nosotros nos sentimos incómodos si no tenemos todas las respuestas. Los
    niños pequeños en particular, asumen que los padres lo saben todo, incluso acerca de la muerte. Sin embargo, la
    muerte, que es la única cosa cierta en la vida, es la mayor incertidumbre de la vida. Aceptar la muerte puede ser un proceso que dura toda la vida. Podemos encontrar respuestas diferentes en distintas etapas de nuestra vida o
    puede que siempre dudemos y tengamos miedo. Si nosotros mismos tenemos miedos y preguntas que no tienen
    respuesta, es posible que nos preguntarnos cómo vamos a dar respuestas que sirvan de consuelo a nuestros hijos.
    Si bien no todas nuestras respuestas pueden servir de consuelo, podemos compartir lo que de verdad creemos.

    Cuando tenemos dudas, una declaración sincera, como: ?Sencillamente no conozco la respuesta a esa pregunta?,
    puede ser más reconfortante que una explicación en la que realmente no creemos. Los niños generalmente se percatan de nuestras dudas. Las mentiras piadosas, por bien intencionadas que sean, pueden generar inquietud y desconfianza. Tarde o temprano, nuestros hijos se darán cuenta que nosotros no lo sabemos todo. Podemos facilitarles este descubrimiento si les decimos con toda calma y naturalidad que sencillamente no tenemos todas las respuestas. Nuestra actitud abierta y no defensiva puede ayudarles también a sentirse mejor sobre el hecho de no saberlo todo.
    Puede ser útil decirles a nuestros hijos que distintas personas tienen diferentes creencias acerca de la muerte, y
    que no todos creen lo mismo que nosotros. Por ejemplo, algunas personas creen que hay vida después de la muerte,
    mientras que otras no lo creen así. Al reconocer y respetar las creencias de otras personas, hacemos más fácil para
    nuestros hijos elegir creencias distintas de las nuestras, pero que les brindan más consuelo.

    Superar los tabúes

    La muerte es un asunto tabú, e incluso aquellos que tienen firmes convicciones al respecto pueden eludir hablar de
    ello. En otro tiempo, la muerte era una parte esencial de la vida. Las personas se morían en su casa, rodeadas de sus
    seres queridos. Los adultos y los niños experimentaban juntos la muerte, lloraban juntos a los muertos y se
    consolaban mutuamente.

    Hoy en día la muerte es una experiencia más solitaria. Muchas personas mueren en los hospitales y residencias de
    ancianos, donde reciben los extensos cuidados de enfermería y atención médica que necesitan. Sus seres
    queridos tienen menos oportunidades de estar con ellos y con frecuencia pierden la oportunidad de compartir sus últimos
    momentos de vida. Las personas con vida han quedado aisladas de las moribundas. Por consiguiente, la muerte ha
    adquirido más misterio y para algunos, más temor.

    Muchas personas están empezando a darse cuenta de que considerar la muerte como un tabú perjudica tanto a las
    personas moribundas como a las personas con vida. Se han emprendido iniciativas para aumentar el conocimiento y la
    comunicación acerca de la muerte para intentar superar el tabú. Como parte de esta iniciativa, el Movimiento de Atención
    para Enfermos Terminales dispone que los niños y los adultos puedan morir en casa junto a sus seres queridos, mascotas y
    otras cosas favoritas. A los padres puede asustarles la idea de tener en casa a un hijo con una enfermedad terminal. Las
    familias pueden obtener la ayuda y el asesoramiento que necesitan si se comunican con los empleados de un programa
    local de atención para enfermos terminales.

    También se están estudiando las percepciones de los niños para entender mejor cómo piensan sobre la muerte. Los
    investigadores han descubierto que dos factores influyen en las ideas de los niños sobre de la muerte: sus etapas de
    desarrollo y sus experiencias (que incluye el entorno, las experiencias anteriores y el origen étnico, religioso y cultural).
    Tenemos que entender que la muerte es el final natural de la vida de todo ser vivo. La tristeza que rodea la muerte
    puede abordarse de mejor forma al cuidarse los unos de los otros, ya sea brindando atención a alguien que está
    enfermo o sencillamente ?estando presente?.

    Etapas del desarrollo

    Los estudios revelan que los niños atraviesan una serie de etapas en su entendimiento de la muerte. Por ejemplo, los
    niños en edad preescolar normalmente entienden la muerte como algo reversible, temporal e impersonal. Esta idea se
    refuerza al ver a personajes de dibujos animados en televisión que se recuperan milagrosamente después de haber sido aplastados o explotados.

    Entre las edades de cinco y nueve años la mayoría de los niños comienzan a darse cuenta de que la muerte es algo
    definitivo y que todos los seres vivos se mueren, pero todavía no perciben la muerte como algo personal. Abrigan la idea de que, de algún modo, pueden escaparse de ella por medio de su propio ingenio. Durante esta etapa, los niños también tienden a personificar la muerte; pueden asociar la muerte con un esqueleto o con el ángel de la muerte.
    Algunos niños sufren pesadillas sobre estas imágenes.

    A partir de los nueve o diez años de edad y durante la adolescencia, los niños empiezan a entender plenamente que
    la muerte es irreversible, que todos los seres vivos mueren y que ellos también se morirán algún día. Algunos empiezan a
    elaborar ideas filosóficas acerca de la vida y la muerte. Los adolescentes a menudo se sienten fascinados con encontrar
    el sentido de la vida. Algunos reaccionan a su temor de la muerte arriesgando innecesariamente su propia vida. Al
    afrontar la muerte, están intentando superar sus miedos y confirmar el ?control? que tienen sobre la mortalidad.

    La experiencia individual

    Si bien es útil entender las etapas que los niños atraviesan en su conocimiento de la muerte, es importante recordar
    que, al igual que todos los procesos de desarrollo, los niños se desarrollan a un ritmo individual. Es de igual
    importancia tener en cuenta que todos los niños experimentan la vida de forma única y que tienen sus
    propias maneras de expresar y controlar sus sentimientos.

    Algunos niños empiezan a formular preguntas sobre la muerte a edades tan tempranas como los tres años. Otros
    pueden parecer indiferentes a la muerte de un abuelo, pero reaccionar de modo apasionado ante la muerte de una
    mascota. Puede que algunos nunca mencionen la muerte, pero es posible que exterioricen sus fantasías en sus juegos.
    Por ejemplo, pueden fingir que un juguete o una mascota se están muriendo y expresar sus sentimientos en su juego
    imaginario. Pueden jugar con sus amigos a ?juegos de la muerte?, turnándose en el papel del que muere o desarrollando ritos fúnebres complicados.

    Sin importar la manera en que los niños respondan a la muerte o expresen sus sentimientos, necesitan respuestas
    comprensivas y sin crítica por parte de los adultos. La atención y observación cuidadosa pueden revelar pistas
    importantes para aprender a responder adecuadamente a las necesidades de un niño.

    El desafío de comunicarse con un niño pequeño

    La comunicación sobre cualquier asunto con los niños en edad preescolar puede ser todo un desafío. Ellos necesitan
    explicaciones breves y sencillas. Los sermoneos largos o respuestas complicadas a sus preguntas seguramente les aburrirán o confundirá y es algo que debe evitarse. El uso de ejemplos concretos y conocidos puede ser útil. Por ejemplo, el doctor Earl A. Grollman propone en su libro Explaining Death to Children que la muerte se puede explicar mejor en términos de la ausencia de funciones vitales conocidas: explicar que cuando las personas se mueren ya no respiran, no comen, no hablan, no piensan y no sienten, o cuando los perros se mueren dejan de ladrar y correr o
    las flores muertas ya no crecen ni florecen.

    Un niño puede formular preguntas inmediatamente o por el contrario responder con silencio y hacer preguntas más
    tarde. Cada pregunta merece una respuesta sencilla y pertinente. Es esencial comprobar si un niño ha entendido
    lo que se le ha dicho, ya que los niños pequeños a veces confunden lo que escuchan. Además, los niños aprenden
    mediante la repetición y puede que necesiten repetir sus preguntas y escuchar las respuestas una y otra vez. A
    medida que pasa el tiempo y que los niños viven nuevas experiencias, necesitarán más aclaraciones e intercambios de
    ideas y sentimientos.

    Puede que a un niño le tome tiempo entender plenamente las ramificaciones de la muerte y sus consecuencias
    emocionales. Un niño que sabe que el tío Eduardo se ha muerto puede aún preguntar por qué la tía Susana está
    llorando. El niño necesita una respuesta: ?La tía Susana está llorando porque le entristece que el tío Eduardo se haya
    muerto. Le echa muchísimo de menos. Todos nos sentimos tristes cuando se muere un ser querido?.

    También hay ocasiones en que se nos hace difícil ?escuchar? las preguntas de los niños. Una pregunta que puede parecerle escandalosamente insensible a un adulto puede ser la manera en que el niño pide consuelo. Por ejemplo, la pregunta ?¿Cuando te morirás tú?? tiene que ser comprendida en el contexto de que el pequeño percibe
    la muerte como algo temporal. Si bien la finalidad de la muerte no es algo que pueda entender totalmente, un niño
    puede darse cuenta de que la muerte significa una separación, y el concepto de separación de los padres y falta
    de cuidado le asustan. El ser cuidado es una preocupación realista y práctica y por lo tanto es necesario tranquilizar al
    niño. Posiblemente la mejor manera de responder a semejante pregunta es con una pregunta de aclaración: ?¿Te
    preocupa que yo no esté aquí para cuidarte??. Si se trata de eso, la respuesta tranquilizadora y adecuada sería algo como:
    ?Yo no espero morirme por mucho tiempo. Espero estar aquí para cuidarte durante todo el tiempo que me necesites,
    pero si mamá y papá se mueren, habría muchas personas que te cuidarían. Está la tía Elena, el tío Juan, o la abuela?.

    Las ideas equivocadas de los niños acerca de la muerte pueden dar lugar a otros problemas. En el libro del doctor
    Grollman Explaining Death to Children, el doctor R. Fulton señala que algunos niños confunden la muerte con el
    sueño, especialmente si escuchan a un adulto que se refiere a la muerte empleando uno de los muchos eufemismos
    para el sueño: ?el descanso eterno? o ?descanse en paz?.

    Como resultado de la confusión, un niño puede empezar a tener miedo de irse a la cama o tomarse una siesta. De
    modo similar, si se les dice a los niños que alguien que murió ?se marchó?, las breves separaciones les pueden
    causar inquietud. Por lo tanto, es importante evitar palabras como ?sueño?, ?descanso? o ?se marchó? cuando
    se habla de la muerte con un niño.

    Igualmente, puede generar problemas decirle a un niño que una enfermedad fue la causa de la muerte si la realidad no se
    suaviza con el consuelo. Los niños en edad preescolar no saben diferenciar entre las enfermedades pasajeras y las
    enfermedades mortales, y las enfermedades leves pueden empezar a generarles preocupación innecesaria. Cuando le
    hable a un niño sobre alguien que se ha muerto a causa de una enfermedad, puede ser útil explicarle que sólo una
    enfermedad grave puede causar la muerte y que aunque todos nos enfermamos a veces, normalmente nos reponemos.

    Otra generalización que solemos hacer sin darnos cuenta, es relacionar la muerte a personas mayores. Declaraciones
    como: ?sólo se mueren las personas mayores? o ?la tía Ana se murió porque era mayor? pueden derivar en desconfianza
    cuando un niño aprende tarde o temprano que las personas jóvenes también pueden morirse. Es mejor decir algo como:
    ?la tía Ana vivió por muchos años antes de morirse. La mayoría de las personas vive largo tiempo, aunque algunos
    no. Yo espero que tú y yo vivamos por mucho tiempo?.

    La religión y la muerte

    Para muchas personas, la religión es una fuente primordial de fortaleza y sustento cuando responden a la muerte. Pero
    si la religión no ha desempeñado una función importante en la familia previo a dicha muerte, un niño puede
    confundirse o asustarse por la repentina mención de explicaciones o referencias religiosas. Los niños tienden a
    escuchar las palabras literalmente y las explicaciones religiosas que reconfortan a un adulto pueden perturbar a
    un niño. Por ejemplo, declaraciones como: ?ahora tu hermanito está con Dios? o ?es la voluntad de Dios?, en lugar de tranquilizar a un niño pequeño, pueden asustarle y puede llegar a preocuparse de que Dios va a venir a buscarle a él, al igual que hizo con su hermano pequeño.

    Por otra parte, los mensajes contradictorios confunden y pueden profundizar los miedos y malentendidos en la
    mente de los niños con respecto a la muerte. Declarar tranquilamente que ?está feliz ahora? a la vez que uno llora,
    puede también confundir al niño. Los niños miran a los adultos para indicaciones de cómo deben comportarse en
    ciertas situaciones.

    Independientemente de lo firmes o reconfortantes que sean las convicciones religiosas, la muerte supone la pérdida de
    un ser vivo. Es un tiempo de tristeza y duelo. Es importante ayudar a los niños a entender la pérdida y el dolor. Los
    intentos de proteger a los niños les privan de oportunidades para compartir sus sentimientos y recibir el apoyo que
    necesitan. Compartir sentimientos ayuda. Compartir sentimientos religiosos también ayuda si se tiene en cuenta
    la manera en que los niños perciben y entienden lo que está ocurriendo. Es importante preguntarles y averiguar cómo
    están escuchando y entendiendo los sucesos que les rodean.

    Oportunidades en la vida diaria

    Normalmente es más fácil hablar sobre la muerte cuando estamos menos involucrados emocionalmente. Puede ser
    útil aprovechar la oportunidad de hablar con los niños sobre flores, árboles, insectos o pájaros muertos. Algunos
    niños pequeños muestran una intensa curiosidad sobre los insectos o animales muertos. Es posible que quieran
    examinarlos de cerca, o que hagan preguntas muy concretas sobre lo que ocurre físicamente cuando las cosas mueren.

    Aunque semejante interés nos pueda parecer repugnante o morboso, es una manera de aprender sobre la muerte. A los
    niños no se les debe hacer sentir culpables o avergonzados sobre su curiosidad. Su interés puede ser una oportunidad
    para explicar, por primera vez, que todos los seres vivos se mueren y ceden su lugar a nuevos seres vivos.

    Este tipo de respuesta puede ser convincente por un momento, o puede generar preguntas sobre nuestra propia
    mortalidad. Lo que se necesita son respuestas honestas, tranquilas y sencillas. Si estamos hablando con un niño
    muy pequeño, tenemos que recordar que sólo pueden absorber cantidades limitadas de información a la vez. El
    niño puede escuchar nuestras respuestas con toda seriedad y decir al marcharse brincando ?bueno, yo nunca me voy a
    morir?. Hemos de evitar sentirnos obligados a contradecir al niño o pensar que nuestros esfuerzos son una pérdida de
    tiempo. Hemos hecho fácil que el niño vuelva de nuevo a preguntarnos cuando necesite más respuestas.

    Cuando mueren personas famosas y sus muertes, funerales y reacciones del público son objeto de mucha atención mediática, se presentan otras oportunidades para hablar con los niños.
    Cuando la muerte aparece en las noticias, es probable que los niños vean algo al respecto en la televisión o lo escuchen en la radio, en la escuela, o en nuestras conversaciones. En cualquier caso, raras veces puede ignorarse. Es un buen momento para dar a los niños la información que necesitan o aclarar cualquier idea equivocada que puedan tener sobre la muerte.

    Si la muerte es violenta, un homicidio o asesinato, probablemente sea buena idea decir algo que tranquilice a
    los niños respecto a su seguridad. Los medios tienden a recalcar la violencia bajo circunstancias normales y la
    muerte violenta de una figura muy conocida o admirada puede estimular sus temores o confirmar percepciones
    deformadas que pueden tener sobre los peligros que les rodean. Pueden empezar a preocuparse que gente ?mala? o
    que los ?sentimientos malos? de las personas son imposibles de controlar. Es posible que necesiten escucharle decir que
    la mayoría de las personas actúan de modo responsable y no se matan entre sí, aún cuando todos sienten a veces que
    han sido malos o se enojan.

    La muerte en la familia
    Algunas reacciones de los niños

    Culpa

    Algunos estudios han revelado que cuando los niños sufren la muerte de un pariente cercano, como un hermano, una
    hermana o un padre, a menudo se sienten culpables. Si bien la mayoría de nosotros siente cierta culpabilidad cuando perdemos a un ser querido, los niños pequeños en particular tienen dificultades para comprender las relaciones de causa y efecto. Piensan que de algún modo ellos causaron la muerte y que quizás sus sentimientos de ira causaron la
    muerte de la persona. Algunos niños pueden entender la muerte como un castigo: ?Mamá se murió y se fue porque
    yo fui malo(a)?. Podemos ayudar a los niños a sobreponerse a sus sentimientos de culpabilidad diciéndoles que siempre
    se les ha querido y que aún se les quiere. También puede ser útil explicar las circunstancias en torno a la muerte. Los
    niños pueden también pensar que ellos van a morir. La idea de que la muerte es un tipo de castigo nunca se ha de
    reforzar. Asegure al niño que la muerte reciente no significa que otros seres queridos van a morirse próximamente.
    El niño puede no saber cómo actuar después de una muerte. Aliente al niño a hablar sobre sus sentimientos y a
    compartirlos con usted, pero no le diga qué tiene que sentir. Ayude al niño a encontrar maneras de expresar su cariño.

    Ira

    La muerte de un pariente cercano también despierta sentimientos de ira tanto en adultos como en niños. Nos sentimos enojados con la persona que se murió por causarnos tanto dolor y pena, o por abandonarnos. Nos sentimos enojados
    con los médicos y las enfermeras que no pudieron salvar a nuestro ser querido y nos sentimos enojados con nosotros
    mismos por haber sido incapaces de impedir la muerte.
    Los niños son más propensos a expresar su ira abiertamente, especialmente cuando han perdido a alguien en quien
    dependían para amor y atención. Ya es lo suficientemente difícil escuchar la ira que va dirigida a los muertos, y aún
    más cuando se expresa en una forma que al parecer atiende a intereses egoístas. No obstante, la ira es parte del dolor y
    podemos ayudar a los niños a aceptar sus sentimientos, y no debemos regañarles si expresan ira o miedo.
    Es necesario tranquilizar a los niños y asegurarles que alguien cuidará de ellos.

    Regresión

    Los niños pueden volver a repetir comportamientos de una etapa anterior del desarrollo. Por ejemplo, pueden empezar
    a chuparse el dedo, orinarse en la cama o necesitar pañales.
    Debe tener en cuenta que los niños necesitan apoyo durante este tiempo y que tales regresiones son temporales.
    Depresión y otros problemas en el comportamiento Algunos niños dirigen su ira internamente y se deprimen,
    se retraen, se vuelven irritables y agresivos o empiezan a sentir síntomas físicos. Si este comportamiento persiste
    durante varios meses, es posible que sea necesaria la ayuda de un profesional. Sin embargo, recuerde, cada niño aborda
    la muerte de modo diferente. Los expertos dicen que la rutina cotidiana debe reanudarse, digamos, seis meses
    después de una muerte que impacta la vida del niño. Si estos síntomas no se resuelven, puede considerar una
    consulta con un profesional (por ejemplo un religioso, un pediatra o un trabajador social).

    Después de la muerte de un niño

    La muerte de un niño es un hecho especialmente trágico y puede crear dificultades particulares para las familias.
    Como padres, debemos compartir nuestro dolor con nuestros otros hijos, ya que ellos también sienten dolor y
    necesitan compartirlo. Pero tenemos que evitar cargarles con expectativas y preocupaciones poco realistas. Por
    ejemplo, hay una tendencia a idealizar a los muertos y tenemos que tener cuidado de no hacer comparaciones que
    podrían generar sentimientos de que no son dignos y acrecentar sus sentimientos de culpabilidad en los niños
    que han sobrevivido.

    Es también natural responder al dolor dirigiendo la atención a los que viven. Es comprensible que la pérdida de
    un hijo, de lugar a que nos preocupemos demasiado sobre el bienestar de nuestros otros hijos. Sin embargo, debemos
    resistir cualquier tendencia a sobreprotegerles o reprimir sus iniciativas para hacerse independientes. Debemos de
    alentarles a que no se identifiquen de modo excesivo con el niño que ha muerto o que intenten reemplazarle. Cada
    niño tiene que sentir que es digno tal como es.

    Puede ser útil darles a los niños una foto especial de la persona que ha muerto. La foto les ayudará a recordar y se puede
    utilizar más tarde para evocar memorias felices de esta persona.

    ¿Deben los niños visitar a las personas moribundas?

    La mayoría de los enfermos terminales se encuentran en un hospital y las normas de los hospitales están cambiando.
    Los empleados de los hospitales empiezan a valorar las visitas de los niños. La decisión si debe o no un niño visitar
    a una persona moribunda depende del niño, del paciente y de la situación. A un niño que tiene edad suficiente para
    comprender lo que está ocurriendo probablemente se le debe permitir que visite una persona que ha desempeñado
    un papel importante en su vida, siempre y cuando lo deseen el niño y el enfermo terminal.

    Bajo ciertas circunstancias, el contacto con enfermos terminales puede ser útil para un niño. Por un lado, puede
    disminuir los misterios que rodean la muerte y ayudar al niño a desarrollar métodos más realistas para encararla.
    También puede abrir vías de comunicación, reduciendo la soledad que a menudo sienten las personas que viven y
    aquellas que están a punto de morir. La oportunidad de darle un instante de felicidad a una persona que se está
    muriendo puede contribuir a que el niño se sienta útil y menos desamparado.

    Un niño que visita a una persona moribunda tiene que estar totalmente preparado para lo que va a observar y escuchar.
    Se le debe informar de la condición y el aspecto del paciente y explicar cualquier equipo que va a ver en la habitación.
    Asimismo, sería prudente recordarle al niño que la mayoría de los pacientes en los hospitales se mejoran
    .
    Si no es posible realizar una visita, las llamadas telefónicas pueden ser una buena alternativa. Escuchar la voz de un
    niño puede beneficiar a un familiar que está en el hospital, siempre y cuando el niño quiera realizar la llamada y el
    paciente se encuentre lo suficientemente bien como para recibirla. Animar a un niño a escribir una carta o enviar
    una tarjeta a la persona que está en el hospital puede contribuir a que el niño se sienta menos impotente y más
    conectado a la persona que se está muriendo.

    Bajo ninguna circunstancia se le debe obligar a un niño o hacer que se sienta culpable debido a que ha decidido no
    llamar o visitar a una persona moribunda, o debido a que el contacto ha sido breve.

    ¿Deben los niños asistir a los funerales?

    Los funerales cumplen una función importante. Todas las sociedades tienen algún tipo de ceremonia por la que las
    personas vivas reconocen, aceptan y responden a la pérdida de un ser querido. Incluir o no a un niño depende del niño
    y de la situación. Si el niño es lo suficientemente mayor como para comprender y quiere participar, incluirle puede
    ayudarle a aceptar la realidad de la muerte en compañía de familia y amigos.

    Si un niño va a asistir a un funeral, tiene que estar preparado para lo que va a ver y escuchar antes, durante y
    después de los oficios religiosos. El niño tiene que saber que en una ocasión de duelo las personas expresarán su
    dolor en formas diferentes, y que algunas personas llorarán.

    Si es posible, el niño debe ser acompañado por un adulto que mantenga la calma y que pueda dar atención y
    responder a las preguntas. No se debe obligar al niño, ni hacer que se sienta culpable si no desea asistir al funeral.

    Nuestros propios sentimientos y actitudes sobre la muerte y pérdida de seres queridos se transmiten al niño así
    intentemos o no camuflar nuestros verdaderos sentimientos. La transmisión de nuestra experiencia a nuestros hijos va a ocurrir puesto que es algo normal, habitual y que se espera. Debe tener esto en cuenta cuando tome decisiones sobre la participación de sus hijos en los funerales y cómo les prepara para lo que va a ocurrir.

    La decisión de enviar a los niños a otro lugar

    La pérdida o pérdida inminente de un familiar cercano pone a prueba al máximo nuestras reservas emocionales y
    físicas, y se hace difícil cumplir con las responsabilidades diarias. Es aún más difícil cuidar a los niños pequeños y a
    veces nos dejamos tentar por la idea de enviar a nuestros hijos a visitar a parientes o amigos hasta que podamos ?salir
    adelante?. Mantener alejados a los niños puede ser también una manera de evitar hablar sobre la muerte con ellos.

    Debe considerar cuidadosamente la decisión de enviar a los niños a otro lugar, puesto que en este momento necesitan
    todo el consuelo del entorno familiar y el contacto cercano con familiares. Los niños necesitan tiempo para adaptarse a
    la pérdida y, de ser posible, les tiene que avisar de la muerte. Hasta los niños pequeños que no entienden el significado pleno de la muerte, se dan cuenta de que está ocurriendo algo serio. Al enviarles lejos de casa, puede estar
    aumentando sus miedos sobre la separación de sus seres queridos y ahondando sus preocupaciones. La proximidad
    de personas conocidas y comprensivas antes y después de la muerte puede reducir el temor al abandono u otras
    inquietudes que pueden sentir los niños.

    Por otra parte, tampoco debemos sobreprotegerles como respuesta a nuestras propias inquietudes y necesidades. A
    los niños se les ha de dar permiso para jugar con sus amigos o visitar a parientes. Los niños necesitan libertad para afrontar sus propias preocupaciones y necesidades, al igual que lo hacemos nosotros.

    Los niños también lloran la muerte

    Llorar la muerte es reconocer una pérdida que se siente profundamente y es un proceso por el que todos tenemos
    que pasar antes de recuperarnos y seguir viviendo nuestra vida de manera normal. El duelo es parte del proceso de
    curación. Si mostramos abiertamente nuestro dolor y llanto, demostramos a nuestros hijos que está bien sentirse triste y
    llorar. La expresión del dolor nunca debe compararse con la debilidad. Al igual que nuestras hijas, nuestros hijos deben
    tener permiso para derramar sus lágrimas y expresar sus sentimientos siempre y cuando sea necesario.

    Si el niño no demuestra dolor inmediatamente podemos pensar que no le ha afectado la pérdida. Sin embargo,
    según algunos expertos en salud mental, los niños no tienen la madurez suficiente para entender una pérdida que
    se siente profundamente, hasta que llegan a la adolescencia.

    Debido a esto, según explican, los niños a menudo expresan su tristeza de manera variable durante un largo
    periodo de tiempo y a menudo en el momento más inesperado. A otros familiares les puede causar dolor reabrir
    las llagas una y otra vez. Pero los niños necesitan su paciencia, comprensión y apoyo para completar su ?tarea
    de duelo?.

    En resumen

     La comunicación sobre la muerte, al igual que toda comunicación, se hace más fácil cuando los niños sienten que tienen nuestro permiso para hablar sobre el asunto y sienten que realmente nos interesan sus opiniones y preguntas. Anímeles a comunicarse prestándoles atención, respetando sus opiniones y respondiendo a sus preguntas con sinceridad.

     Todo niño es una persona. La comunicación sobre la muerte depende de la edad y las experiencias del niño.
    Los niños muy pequeños pueden entender la muerte como algo temporal y les puede preocupar la separación
    de sus seres queridos más que la muerte misma.

     No es siempre fácil ?escuchar? lo que de verdad está preguntando un niño. Para entender plenamente lo que
    le preocupa al niño a veces es necesario responder a una pregunta con otra pregunta. Un ejemplo de ello sería:
    ?Mamá, ¿algún día seremos felices de nuevo??. Si le responde: ?¿tu crees que algún día seremos felices?? puede llegar a entender mejor la naturaleza y el alcance de lo que le preocupa a su hijo.

     Un niño muy pequeño sólo puede absorber cantidades limitadas de información. Las respuestas tienen que ser
    breves, sencillas y se han de repetir según sea necesario.

     A menudo el niño se siente culpable y enojado cuando se muere un familiar querido. Los padres tienen que
    tranquilizar al niño y asegurarle que recibirá amor y cuidado constante.

     Un niño puede necesitar llorar una pérdida que siente profundamente durante largo tiempo hasta entrada la
    adolescencia. El niño necesita apoyo y compresión durante este proceso de duelo y permiso para demostrar
    sus sentimientos abierta y libremente.

     La decisión de si debe o no un niño visitar a una persona moribunda o asistir al funeral depende de la
    edad del niño y de su capacidad para entender la situación, su relación con la persona que se está
    muriendo o que ha muerto y, lo que es más importante, si quiere o no asistir. A un niño jamás se le debe obligar
    o hacer que se sienta culpable por no querer participar (o por no sentirse cómodo con la idea de asistir a la
    velación). Un niño al que se le permite visitar a una persona moribunda o asistir a un funeral tiene que estar
    preparado para lo que va a ver y escuchar.

     Nuestros propios sentimientos y actitudes sobre la muerte y pérdida de seres queridos se transmiten al
    niño, intentemos o no camuflar nuestros verdaderos sentimientos. La forma en que hablamos y compartimos
    nuestras experiencias con el niño puede ser lo que más recuerde.

    Los siguientes libros y organizaciones pueden proporcionar información útil para las personas que tienen que hablar
    acerca de la muerte con los niños.

    Libros para los padres

    Grollman, E. A., editor. Explaining Death to Children.
    Boston: Beacon Press; 1968.
    Kubler-Ross, E. On Children and Death. New York:
    MacMillan; 1983.
    Krulik, T., Holaday, B., Martinson, I.S. The Child and
    Family Facing Life-Threatening Illness. Philadelphia: J.B.
    Lippincott Co.; 1987.
    Lonetto, R. Children?s Conceptions of Death. New York:
    Springer; 1980.
    Frantz, T.T. When Your Child Has a Life-Threatening
    Illness. Washington, D.C.: Association for the Care of
    Children?s Health; 1983.
    Libros para los niños
    Mellonie, B., and Ingpen, R. Lifetimes: The Beautiful Way
    to Explain Death to Children. New York: Bantam; 1983.
    Viorst, J. The Tenth Good Thing about Barry. New York:
    MacMillan; 1987.
    White, E.B. Charlotte?s Web. New York: Harper & Row;
    1952.

    Otros libros que quizás desee consultar

    Agee, J. A Death in the Family. New York: Bantam,
    1969.Blackburn, L. B. The Class in Room
    44: When a Classmate Dies. Omaha, NE: Centering
    Corporation, 1991.
    Brack, P; Brack, B. Moms Don?t Get Sick. Aberdeen,
    SDMelius Publishing, Inc., 1990.
    Braithwaite, A. When Uncle Bob Died. London: Dinosaur
    Publications, 1982.
    Bratman, F. Everything You Need to Know When a Parent
    Dies. New York: Rosen Group, 1992.
    Brenna, B. Year in the Life of Rosie Bernard. New York:
    Harper & Row, 1971.
    Buscaglia, L. The Fall of Freddie the Leaf. New Jersey:
    Charles B. Slack Inc., 1982.
    De Paola, T. A. Nana Upstairs and Nana Downstairs.
    NewYork: Penguin, 1973.
    Crawford, C. P. Three-Legged Race. NewYork: Harper &
    Row, 1974.
    Draimin, B. H. Coping When a Parent Has AIDS.
    NewYork: Rosen Group, 1993
    Fitzgerald, H. The Grieving Teen: A Guide for Teenagers
    and Their Friends, 2000
    Girard, L. W. Alex, the Kidwith AIDS. Morton Grove,
    Illinois: Albert Whitman and Co., 1991.
    Gootman, M. E. When a Friend Dies. Minneapolis: Free
    Spirit Publishing, 1994.
    Greene, C. C. Beat the Turtle Drum. New York: Viking,
    1976.
    Grollman, E. A. Straight Talk About Death for Teenagers:
    How to Cope with Losing Someone
    You Love, Boston, MA: Beacon Press, 1993
    Hichman, M. LastWeekMy Brother Anthony Died.
    Nashville, TN: Abingdon, 1983.
    Holms, C. D. Red Balloons, Fly High! Warminster, PA:
    mar£?co products, inc. 1997.
    Johnson J. & Johnson, M. Where?s Jess? Omaha, NE:
    Centering Corporation, 1982.
    Krementz, J. How It Feels When A Parent Dies. New York:
    Knopf, 1981.
    Lee, V. TheMagicMoth. NewYork: Seabury Press, 1972.
    Linn, E. Children Are Not Paper Dolls: A Visit with
    Bereaved Children. Incline Village, NV:
    PublishersMark, 1982.
    McNamara, J.W. MyMomisDying: A Child?s Diary.
    Minneapolis: Augsburg Fortress, 1994.
    Merrifield, M. Come Sit by Me. Toronto, Canada:
    Woman?s Press, 1990.
    Miles, M. Annie and the Old One. Boston: Little Brown,
    1971.
    Mills, J. C. Gentle Willow A Story for Children about
    Dying. New York: Magination Press, 1993.
    Peterkin, A. What AboutMe? When Brothers and Sisters
    Get Sick. NewYork: Magination Press, 1992.
    Powell, E. S. Geranium Morning. Minneapolis: Carolrhoda
    Books, 1990.
    Richter, E. Losing Someone You Love. New York: Putnam,
    1986.
    Rofes, E. The Kids? Book About Death and Dying. Boston:
    Little, Brown, 1985.
    Sanders, P. Let?s Talk About Death and Dying. London:
    Aladdin Books, 1990.
    Shriver, M. What?s Heaven? Golden Books Publishing Co,
    1999.
    Sims, A.M. Am I Still a Sister? Slidell, Louisiana: Big A &
    Company / Starline Printing, Inc.,
    1986.
    Starkman, N. Z?s Gift. Seattle: Comprehensive Health
    Education Foundation, 1988.
    Varley, S. The Badger?s Parting Gifts. Mulberry Books,
    1992.
    Vigna, J. Saying Goodbye to Daddy. Morton Grove,
    Illinois: Albert Whitman and Co., 1991.
    White, E. B. Charlotte?sWeb. NewYork: Harper and Row,
    1952.
    Wiener, L.; Best, A.; Pizzo, P. Be A Friend: Children Who
    LiveWith HIV Speak. Morton Grove,
    Illinois: Albert Whitman and Co., 1994.
    Williams, M. The Velveteen Rabbit. Garden City, NY:
    Doubleday, 1971.
    Zim, H.; Bleeker, S. Life and Death. New York: Morrow,
    1970.

    Organizaciones

    Association for the Care of Children?s Health
    7910 Woodmont Avenue
    Suite 300
    Bethesda, MD 20814
    301-654-6549

    The Candlelighters Childhood Cancer Foundation
    7910 Woodmont Avenue
    Suite 460
    Bethesda, MD 20814
    301-657-8401
    1-800-366-2223

    Compassionate Friends
    P.O. Box 3696
    Oak Brook, Illinois 60522
    708-990-0010

    Reconocimientos

    Esta publicación es una adaptación del folleto Caring About Kids: Talking to Children about Death (Publicación
    DHEW 79-939) elaborado por el Instituto Nacional de Salud Mental.
    Las aportaciones de revisores de distintos grupos de apoyo también han contribuido a hacer este folleto más útil para los
    padres que necesitan hablar con sus hijos sobre este asunto.

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