Respaldo de material de tanatología

Derechos de un Enfermo Terminal

Zarina  Enviando en: lunes, 14 de abril, 2003 – 06:49 pm           

¡SER FELIZ CUIDANDO!

No se puede pretender cuidar a un moribundo por obligación impuesta, sino por obligación libremente elegida.
Obligación como derecho del ser humano y estrategia por el amor que tenemos a la persona.
La FELICIDAD que proporciona el cuidar al moribundo en el trayecto final de su camino, es algo que merece la pena experimentar.
El cuidado profesional signo de evolución y progreso en nuestra comunidad.
Cuidar a enfermos terminales como experiencia humana profesionalizada, enriquecedora y gratificante. Enfermos, familiares y miembros del equipo nos darán a diario lecciones de dignidad.
El saber ser y el saber estar se conjugan como nunca al lado de enfermos terminales.
El hombre y la mujer, son luz y amor y ésas son las cosas que lleva cuando sale de esta vida ?la LUZ y el AMOR con que VIVIÓ en la tierra?.

Cuando la evolución de una enfermedad arrastra a uno mismo, o a un ser querido, hacia un fin próximo e inevitable, ¿es lícito adoptar cualquier estrategia médica a fin de intentar retrasar ese momento de la extinción?, ¿es justo mantener la vida en quien, a causa de su estado terminal, ya no es dueño de aquello que más humanos nos hace: voluntad, libertad y dignidad?

Muchos responderemos sin titubear con un no rotundo a ambas preguntas, pero no pocos, influidos por motivaciones diversas, se decantarán por un sí con más o menos matices.

Sin duda no se trata de imponer la opinión de los unos a los otros, ni viceversa, pero, en cualquier caso, debajo de la discrepancia ideológica anida un aspecto básico que debería ser indiscutible: cada cual es el único dueño de su vida y de su muerte y, por ello, el único con derecho a decidir cuándo y cómo quiere poner término a un proceso vital doloroso y/o degradante del que sabe que no puede evadirse.

Sólo uno mismo puede y debe decidir en qué punto y bajo qué condiciones el seguir vivo ha dejado de ser un derecho para convertirse en obligación.

Si la dignidad es una cualidad inherente a la vida, con más razón debe serlo en el entorno de la muerte, que será la última vivencia y recuerdo que le arrancaremos a este mundo al apagar nuestro postrer suspiro… y también la última imagen de uno mismo que dejaremos en herencia a parientes y amigos.

¿Hace falta sufrir y hacer sufrir a quienes nos aman para pasar por este trance? ¿le sirve de algo, al enfermo o a su entorno familiar, una agonía larga o una progresiva pérdida de facultades que desemboca en lo meramente vegetativo?

En muchas culturas y en no pocas personas, incluso dentro de nuestra propia sociedad, el acto de morir rebosa dignidad, amor y hasta belleza, pero, en general, en la sociedad industrial, para tratar de hurtarle al destino un tiempo que tampoco podemos vivir -la enfermedad nos lo impide-, somos capaces de privarnos a nosotros de dignidad y cargar a los demás con el peso del dolor que causa contemplar tal degradación.

El artículo 15 de la Constitución Española, por ejemplo, al igual que hacen sus equivalentes en las cartas magnas de otros países, establece que “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que en ningún caso puedan ser sometidos a tortura ni a pena o tratos inhumanos o degradantes”.

El texto es claro y rotundo, aunque algún segmento social, con criterio secuestrado por sus creencias religiosas, persista en una interpretación miope e interesada de este derecho fundamental que atañe tanto a la defensa de la vida, como a la de la integridad física y moral y, claro, al derecho de no tener que sufrir tratos inhumanos o degradantes; aspectos, estos últimos, que, en enfermos terminales, a menudo son vulnerados cuando se les somete a “encarnizamiento terapéutico”, eso es manteniéndoles con vida artificialmente y en condiciones que degradan notablemente la dignidad de la persona.

Por ello, son muchos los juristas y organizaciones profesionales de juristas que vienen reclamando desde hace tiempo que este artículo que proclama el derecho a la vida se interprete de manera que reconozca igualmente el derecho a una muerte digna, dado que la vida impuesta por otros -por muy médicos o familiares que sean- no puede ser de ninguna manera un bien jurídico a proteger en un Estado de Derecho.

Esta postura, defendida también en todo el mundo por los colectivos que luchan por lograr el derecho a una muerte digna, se traduce en una serie de puntos que dibujan los derechos que debería tener -y exigir- cualquier persona afectada por una enfermedad terminal e irreversible:

Los derechos del enfermo terminal
? Tengo el derecho de ser tratado como un ser humano vivo hasta el momento de mi muerte.
? Tengo el derecho de mantener una esperanza, cualquiera que sea ésta.
? Tengo el derecho de expresar a mi manera mis sentimientos y mis emociones por lo que respecta al acercamiento de mi muerte.
? Tengo el derecho de obtener la atención de médicos y enfermeras, incluso si los objetivos de curación deben ser cambiados por objetivos de confort.
? Tengo Derecho a que se respete y en lo posible se alivie el dolor de mis familiares, allegados y amigos.
? Tengo derecho de expresar mis sentimientos y emociones, en todo momento y enfocar a mí manera mí propia muerte.
? Tengo el derecho a poder acceder y emitir un documento legal de últimas voluntades donde se establezcan por escrito las disposiciones oportunas respecto a las condiciones en torno a mí muerte (documento que en este aspecto es conocido como “testamento vital”).
? Tengo el derecho de no morir solo.
? Tengo el derecho de ser liberado del dolor.
? Tengo el derecho de obtener una respuesta honesta, cualquiera que sea mi pregunta.
? Tengo el derecho de no ser engañado.
? Tengo Derecho a decidir si deseo estar consciente, dentro de las limitaciones de mi enfermedad hasta el fin y ser trasladado a mi domicilio a mi solicitud.
? Tengo derecho a participar en las decisiones que incumben a mis cuidados y a mí vida.
? Tengo el derecho de recibir ayuda de mi familia y para mi familia en la aceptación de mi muerte.
? Tengo el derecho de morir en paz y con dignidad.
? Tengo el derecho de conservar mi individualidad y de no ser juzgado por mis decisiones, que pueden ser contrarias a las creencias de otros.
? Tengo el derecho de ser cuidado por personas sensibles y competentes, que van a intentar comprender mis necesidades y que serán capaces de encontrar algunas satisfacciones ayudándome a enfrentarme con la muerte.
? Tengo el derecho de que mi cuerpo sea respetado después de mi muerte.
? Tengo Derecho a que mi cadáver sea tratado con dignidad y respeto, dentro de los límites de lo posible amortajado y velado, del modo que yo o mis familiares o allegados hallamos solicitado.

CLÁUSULA FINAL
Las decisiones del paciente, en su caso, quedarán debidamente documentadas en la historia clínica.

La presente Declaración de Derechos del Enfermo Terminal no excluye la validez y necesidad de respetar las normas éticas y legales que rigen la investigación científica, la docencia clínica, la extracción de órganos, y/o tejidos para trasplantes o injertos o de sustancias biológicas con fines diagnósticos o terapéuticos, la confidencialidad y el secreto profesional en el manejo de los datos clínicos u otras normas aplicables a casos singulares y concretos de enfermos terminales.
Aunque no hay, ni mucho menos, una sola posibilidad de reacción y actuación ante el anuncio de estar inmerso en un proceso irreversible y/o terminal, puede servir de alguna ayuda u orientación, a quien se encuentre en este trance, el comenzar a caminar por una senda que ha sido trazada por la experiencia previa de los médicos y enfermos que ya la han recorrido. Veamos:

Tras recibir el diagnóstico y, claro está, su confirmación, resulta aconsejable preparar la siguiente visita al médico especialista con bastante antelación, dándose tiempo suficiente para poder reflexionar sobre todos los aspectos y dudas relativos al caso

Puede ser una buena idea confeccionar un listado por escrito a fin de no olvidar ninguna pregunta.

Dada la naturaleza del proceso, será recomendable intentar establecer con el médico especialista una relación de confianza, de cercanía emocional, haciéndole partícipe no sólo de los síntomas experimentados a causa de la enfermedad -que como técnico le competen-, sino, también, de los aspectos clínicos, psicológicos o sociales que sean causa de ansiedad, temor, duda o preocupación, puesto que su experiencia en muchos casos similares podrá ser de gran ayuda para obtener orientación.

Será primordial entablar un conocimiento estrecho y cercano con el médico, dialogar acerca de las opciones que propone a fin de controlar los síntomas negativos ligados a la enfermedad -ansiedad, debilidad física, insomnio, agitación, dolor, vómitos, falta de apetito y/o dificultad para ingerir alimentos o bebidas, etc.- y darle tiempo -durante dos o tres visitas- y oportunidad para que pueda apoyar emocionalmente al enfermo.

Salvo que el deceso se prevea muy cercano, en esas primeras visitas no resultará todavía apropiado reclamar algún tipo de ayuda concreta para morir dignamente -evitando agonías y encarnizamientos terapéuticos inútiles-, aunque sí puede ser ocasión para sacar a colación cuanto se relacione con el “testamento vital” del paciente, ya sea su intención de suscribirlo o las condiciones de uno ya previamente protocolizado.

La actitud y respuesta que el médico y el Tanatólogo manifiesten ante el “testamento vital” del paciente podrá ser un indicador muy importante para poder valorar sus intenciones y, fundamentalmente, la predisposición que tiene a respetar la voluntad de la persona que tiene ante sí.

Un paciente con las ideas claras acerca de su derecho a tener una muerte digna no debería aceptar respuestas ambiguas por parte de su médico, ni tampoco una actitud de rechazo o indiferencia acerca de este derecho.

En cualquier caso, independientemente de la actitud del médico respecto al “testamento vital” del enfermo, éste deberá obtener una aclaración precisa de hasta dónde está dispuesto a respetar su voluntad ante posibilidades tales como realizar pruebas diagnósticas o tratamientos no deseados, control del dolor, hospitalización, alimentación forzada mediante sonda nasogástrica, tratamiento antibiótico, sedación terminal, etc.

Si un médico rechaza respetar la voluntad lícita y libremente expresada por su paciente acerca de las condiciones que atañen a su muerte, valdrá la pena modificar ese riesgo cuando todavía se está a tiempo.

Hay que tratar de poner lo que quede de vida y la propia muerte en manos de otro médico que respete a la persona y merezca su confianza. En todos estos momentos la ayuda de un Tanatólogo es indispensable.


2 thoughts on Derechos de un Enfermo Terminal

  1. Ovat  Enviando en: martes, 22 de abril, 2003 – 09:08 pm

    Hola Zarina, me gustó tu exposición y quisiera darte me pobre cometario al respecto. Me enfocaré en las preguntas que haces.

    ¿es lícito adoptar cualquier estrategia médica a fin de intentar retrasar ese momento de la extinción?

    Primero, si esta pregunta se hace en general a cualquier persona del Mundo, es necesario enfatizar que la concepción de la muerte es diferente en la cultura Occidenta, Oriental, y Africana, ¿verdad ? Inclusive, aquí mismo en México en ciertas regiones del país en donde existen costumbres milenarias, el concepto de muerte es diferente. Creo que es un tema demasiado amplio en tratar de ver que respondería cada cultura al respecto y no quiero meterme en eso, pero si en la concepción Occidental de la muerte.

    La muerte es conciderada en Occidente como algo malo, horroroso, espantoso, etc. ¿no es verdad ? y por tanto se debe hacer lo imposible por mantener a un individuo con vida (que, por cierto, podría servir para darle fama a algún doctor y quien podrá tener varias publicaciones en revistas internacionales, muchas veces es su principal preocupación). Bueno, yo creo que hay tres puntos de vista: lo que quiere el paciente terminal, lo que quieren sus familiares o amigos, y lo que quieren los médicos.

    Ya mencioné que es lo que quieren los médicos, estudiar, hacerse famosos o sentirse importantes al mantener con vida el mayor tiempo posible a una persona terminal. Los familiares o amigos desean por todos los medios posibles que siga viviendo (cuando es querido). ¿Y el paciente?, el podrá querer seguir viviendo, entonces estámos en un amviente consitente con los médicos y familiares o amigos, pero…pero podría desear morir en ese instante sin dolor !, lo cual representa un claro choque de deseos con los médicos, familiares o amigos !…… Ojo, que aquí está involucrado toda nuestra cocepción etica-religiosa !

    Desde mi punto de vista, la desición de seguir viviendo o morir debe ser tomada “exclusivamente” por el paciente ! y dejar que los médicos, familiares y amigos se hagan bolas con todos sus intereses y prejuicios eticos-religiosos. Que esto sea lícito o no, realmente me importa menos que un cacahuate (por favor no se tome como ofensa para nadie).

    Y esto no lleva a la siguiente pregunta:

    ¿es justo mantener la vida en quien, a causa de su estado terminal, ya no es dueño de aquello que más humanos nos hace: voluntad, libertad y dignidad?

    Hablar de JUSTICIA en el Mundo es como para morirse de la risa…. ¿ Es justo lanzar una “bomba madre” en medio de una ciudad para barrer con cientos de niños, mujeres, ancianos y soldados ? y ¿en donde se le otorga una medalla a los valerosos aviadores que complieron con su “deber” y a los valerosos soldados que se enfrentaron despues cuerpo (vivo) a cuerpo (muerto) ? Asi que mejor no lo veamos desde el punto de vista de justicia, creo que realmente no tiene sentido. Yo creo que el paciente terminal debe tener el DERECHO de elejir lo que EL desee con su estado !, independientemente de los intereses de los médicos y los prejuicios de familiares y amigos, y punto. Que esto no existe en la actualidad, debido a nuestra sociedad prejuiciosa “etica-religiosa”, es otra cosa, pero yo así lo veo (recuerden que es solo una opinión personal).

    Otra cosa es si el paciente terminal carece de JUICIO para tomar una deción y es imposible saber que quiere el paciente. En este caso, el dolor debe ser la guía para tomar una desición (suponiendo que el sujeto no es masoquista).

    Saludos

    Zarina  Enviando en: miércoles, 23 de abril, 2003 – 04:42 pm

    Ovat:

    ¿Es lícito adoptar cualquier estrategia médica a fin de intentar retrasar ese momento de la extinción?, ¿es justo mantener la vida en quien, a causa de su estado terminal, ya no es dueño de aquello que más humanos nos hace: voluntad, libertad y dignidad?
    Muchos responderemos sin titubear con un NO rotundo a ambas preguntas.

    Sin duda no se trata de imponer la opinión de los unos a los otros, ni viceversa, un aspecto básico que debería ser indiscutible es: cada cual es el único dueño de su vida y de su muerte y, por ello, el único con derecho a decidir cuándo y cómo quiere poner término a un proceso vital doloroso y/o degradante del que sabe que no puede evadirse.
    Sólo uno mismo puede y debe decidir en qué punto y bajo qué condiciones el seguir vivo ha dejado de ser un derecho para convertirse en obligación.

    Si la dignidad es una cualidad inherente a la vida, con más razón debe serlo en el entorno de la muerte, que será la última vivencia y recuerdo que le arrancaremos a este mundo.

    El mundo médico actual no puede estar basado solamente en la evidencia científica, para la cual la información que no pueda ser soportada en cifras no existe. El médico no puede olvidar que actúa sobre seres humanos con derechos y sentimientos que no tienen cifras de referencia o rango de normalidad y para los cuales debe tener presente que la Medicina además de técnica también es moral.

    Ocurre que la Medicina y los avances sociales han logrado retrasar la muerte, se prolonga la vida, con el consiguiente incremento del número de personas con enfermedades crónicas e incurables, pero también y a la par, se alarga la fase final de la misma, se prolonga, incluso en ocasiones de forma interminable la agonía. Son muchas las enfermedades que pueden causar sufrimiento al final de la vida.

    Nuestra sociedad no considera a la muerte como parte de la vida misma. El problema no es la muerte, sino la actitud frente a ella, el rechazo de la misma y las consecuencias para la vida, que sólo es una y limitada. Las claves no están en lo inevitable, sino en su rechazo y las consecuencias del mismo para la vida, con las desviaciones que en ella genera.

    “Nuestra inteligencia, tan atrevida, tan activa, apenas se ha ocupado de la muerte” (Metchnicoff).

    Hace unas décadas, los libros que trataban el tema de la muerte no incluían un aparte sobre las decisiones acerca del final de la vida.
    La razón era muy sencilla: la muerte natural. Como no existían los avances médicos de los que hoy se dispone, no era necesario explicar a las familias y al medico los deseos y las expectativas personales en torno a las circunstancias deseables para morir. No había mayores decisiones que tomar; se moría en casa, pues los hospitales no fueron diseñados para morir en ellos, sin adelantar y sin retrasar el evento de la muerte y sin ningún tipo de medidas artificiales de soporte vital (la diálisis, la ventilación mecánica, las complejas cirugías, los catéteres, etc., no existían).
    En vez de la alimentación parenteral, el enfermo recibía en su cama, de manos de un familiar amado, el tradicional caldo casero. Se moría al lado del medico de la familia, quien ya había anunciado al paciente y a su familia acerca de la proximidad del final, y con el apoyo de un sacerdote que los preparaba y reconfortaba espiritualmente.

    Se temía a la muerte repentina pero no a la causada por una enfermedad, pues daba al moribundo la oportunidad de ponerse ?en gracia de Dios?, de despedirse de los seres queridos y de prepararse y de presidir su propia muerte.

    Hoy las cosas son diferentes, y la muerte no ocurre cuando naturalmente debiera. La ciencia dispone de recursos médicos que pueden dilatarla por meses o años, manteniendo al paciente vivo biológicamente, pero sin capacidad de vivir a plenitud. Cada órgano o sistema que falle puede ser reemplazado para no dejar morir a la persona. El sufrimiento, el dolor y el costo de una intervención no se tienen en cuenta al tomar la determinación de hacerla, pues el objeto único es ampliar el tiempo de vida, aunque esto muchas veces signifique olvidar su calidad de vida y la voluntad del paciente.

    En la actualidad cada nueva etapa, y prácticamente cada nuevo síntoma de la evolución de una enfermedad, exigen replantear las decisiones médicas vigentes hasta el día anterior para reemplazarlas por otras. Cada una de estas decisiones determina no solo la calidad de la vida restante sino la calidad de la misma muerte que ese ser humano habrá de experimentar (¿o padecer?)

    Durante mucho tiempo la medicina estuvo regida por un espíritu paternalista que le otorgaba al medico poderes de semidiós. El paciente y su familia depositaban en el la responsabilidad de tomar las decisiones, con la certeza de que ellas serian las mas acertadas, sensatas y adecuada, y sin atreverse a cuestionarlas y mucho menos a contrariarlas.
    Pero la aparición de importantes avances médicos y tecnológicos rompió, ese equilibrio: la muerte dejo de ser un evento triste, pero inevitable y previsible, para convertirse en algo incierto, solitario, que inspira temor y en lo cual, muchas veces, ni el paciente ni su familia tienen participación alguna.

    El morir viviendo se puede alargar interminablemente gracias a la sofisticación de aparatos y procedimientos, mientras los pacientes y su familia se preocupan por el desenlace y por el prospecto de un morir de inquietante calidad.

    Es así como surgen en el mundo entero los movimientos ?tipo eutanasia y no eutanasia- a favor del derecho a morir dignamente, ahora mas que nunca susceptible de ser violado debido a los abusos de la tecnología. (Llamado ensañamiento médico).

    Esto ante la necesidad de defenderse, de agruparse para reclamar el control perdido y la autonomía y el derecho que establece la diferencia entre morir y poder ?vivir mi muerte?.
    Con la conciencia de la propia autonomía y la divulgación de los derechos que asisten al paciente terminal ?por ejemplo, rehusar tratamientos o solicitar al medico verbalmente o por escribo o a través de documentos como: Esta es mi voluntad, que ante la perspectiva de una calidad de vida deplorable e indigna no aplique medidas inútiles y desproporcionadas a la situación- se dio origen a un terreno propicio para el conflicto entre la omnipotencia del medico y la voluntad del paciente informado, hoy en día parece haber consenso en torno al derecho que tiene todo paciente a ser informado. También se acepta, en menor escala, que su voluntad y sus deseos, expresión de su autonomía como ser humano, deben ser protegidos y respetados.

    ¿Qué a quien toca decidir?, el paciente mentalmente competente y adecuadamente informado acerca de las opciones que existen para enfrentar su grave enfermedad, debe poder tomar la decisión de aceptarla o rehusarlas, aun si la oposición del medico es contraria: Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad. En caso contrario, por aquellos que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.

    Sin lugar a dudas una decisión reflexiva, tomada en conjunto entre el paciente y el medico, y en segundo lugar la familia, sería lo ideal.
    Los deseos del paciente pueden ser ratificados en ese momento, si el está en condiciones de hacerlo, o pueden deducirse de documentos como: Esta es mi voluntad, en los cuales con la presencia de testigos o familiares, la persona expresa libremente su voluntad en torno a la forma como desearía que se diese su muerte: en casa o en una institución especializada, con o son medicación para controlar el dolor, con o sin auxilios espirituales, con o sin información detallada acerca del diagnostico y el pronóstico incluyendo o excluyendo a la familia en el proceso, agotando hasta el final la búsqueda de medidas extraordinarias para controlar de alguna forma la muerte inminente o señalando en que momento del recorrido y ante cuales síntomas deben abstenerse de iniciar nuevas intervenciones y medidas de soporte vital o retirar las existentes, no solo por inútiles, sino como productoras de sufrimiento adicional.

    El paciente siempre debe ser tomado en cuenta, informado, consultado y acompañado en el duro proceso de tomar las decisiones relacionadas con su próximo final. Es ahí donde la ayuda Tanatológica es indispensable tanto para el paciente mismo como para la familia de éste.
    Ahora bien, el medico no esta obligado éticamente a satisfacer cualquier requerimiento de su paciente, ni éste a permanecer ligado a un medico impositivo, irrespetuoso y tajante o con el cual no se haya establecido una buena relación, ni a aceptar a ojos cerrados y a cualquier costo físico y psicológico, su conducta y determinaciones. Para algunos enfermos, y esto es igualmente respetable, no se justifica el precio físico y emocional que hay que pagar por la curación, incluso si existe la certeza de que esta llegara tras unos días o semanas de infierno.
    Si del otro lado, determinada intervención medica solicitada por el paciente o su familia riñe éticamente con los principios del medico, este deberá expresarlo sin sentirse culpable y sugerir otro profesional o institución.

    Calidad de vida y Calidad de muerte:
    Así como existe una preocupación por optimizar la calidad de vida hasta el final, es igualmente importante preocuparnos porque nuestros seres queridos tengan una muerte con la calidad, teniendo en cuenta sus deseos y necesidades.

    Saludos.

  2. Zarina  Enviando en: jueves, 24 de abril, 2003 – 03:35 pm           

    La verdadera democracia se da precisamente en la muerte, en donde todos somos exactamente iguales.

    (…)

    La Tanatología ha clasificado a las muertes según la actitud de la persona al final de su vida.

    Muertes hay muchas, y ninguna es igual a otra. Hay quienes le temen, otros que ni la esperan y algunos que la buscan.

    “La muerte es la experiencia más privada, íntima y personal que puede tener un ser humano, es un proceso, no un estado, ya que desde el momento en que nacemos empezamos a morir”, explica la Tanatóloga Piri Gay, fundadora de la Sociedad de Tanatología Profunda.

    La Tanatología, ha clasificado a las muertes según la actitud de la persona al final de su vida, de la siguiente manera:

    – Eludida: Característica de quienes evitan hablar del tema y pretenden vivir como si fueran inmortales

    – Negada: Es de la que hablaba Platón, la muerte es una negación porque el cuerpo es la cárcel del alma, es un pasaje a una vida mejor

    – Apropiada: Se trata de apropiarse y tener el control de la propia muerte y convertirla en el último acto de la existencia, conocerla, investigarla. Rilke es su máximo representante

    – Buscada: Freud hablaba de ella. La muerte tiene cierto atractivo, es la pérdida de “eros”, el instinto de la vida, y la ganancia de “tanathos”, el de la muerte

    – Absurda: Su máximo representante es Jean Paul Sartre, él se suicidó, decía que la vida era absurda y por lo tanto la muerte también.

    Por la forma en que ocurre la muerte, se clasifica en:

    – Lenta: La que se da en pacientes con enfermedades muy prolongadas.

    – Súbita: Sucede de improviso, por un infarto o accidente.

    – Violenta: La que se da por agresión, por un asalto o pena de muerte

    – Natural: La que se da por vejez

    – De cuna: Esta se da en bebés lactantes hasta los dos meses, generalmente por paros respiratorios

    – Por autoagresión:
    La que se provocan los suicidas

    La Eutanasia

    La inducción a la muerte por terceros o eutanasia, es otra forma de morir.

    “En realidad la palabra eutanasia significa buena muerte, y también tiene su propia clasificación”.

    Hay dos tipos básicos:

    Pasiva: Esperar simplemente que la muerte llegue sin ponerle ningún remedio.

    Activa: Se da un pequeño empujoncito al moribundo, mediante la administración de sustancias, para apresurar el final.

    El duelo es una situación transitoria y de elaboración paulatina, que por lo regular, tardará en superarse de 6 a 18 meses.

     

    Zarina  Enviando en: jueves, 24 de abril, 2003 – 04:06 pm           

    Sobre el campo de trabajo de los Tanatologos te comento que la Tanatologia es una ciencia INTERDISCIPLINARIA ya que vemos al hombre como un ente BIO-PSICO-SOCIAL-ESPIRITUAL por lo tanto en todas ésas áreas es donde se necesitan Tanatólogos, es por ello que se divide ésta carrera en:
    Bioética.
    Logoterapia
    Consejería y
    Perdidas en general.

    Actualmente en los hospitales del IMSS y del ISSSTE es donde se ha logrado poner incluso un cubiculo de tanatologia, pero aún estamos picando piedra, ya que en los hospitales de lujo, aún no se nos acepta.
    La otra opción es que habemos Tanatologos que tenemos tambien nuestro “consultorio” y tratamos de dar a conocer ésta, la cual la avala la UNAM.

    Por otro lado es nuestra lucha hacer que todos los profesionales que tienen que ver con la salud del hombre tomen ésta carrera que les ayudará a dar un servicio de mayor calidad a sus pacientes y les ayudará tambien a nivel personal a saber manejar estas situaciones con mas humanidad.

    Pienso que para los médicos debería de ser OBLIGATORIO tomarlo, puesto que es a ellos a quienes se les educa para “ganarle” a la muerte y salir triunfadores, por lo cual cuando se les muere un paciente muchas veces es para ellos muy frustrante y no lo saben manejar. En general se nos enseña a ser triunfadores en la vida, pero no se nos enseña que existe tambien la frustración y las pérdidas, y a saberlas manejar de forma positiva, por lo cual yo he visto a varios médicos que prefieren enviar a su enfermera o asistente a dar la noticia de muerte a sus familiares para evitarse el dar la cara a ellos.

    Yo ví un caso en donde el médico siempre les decia a los familiares y a la paciente misma que no se preocupara que se iba a recuperar, etc., etc., siendo que no era así, por lo que la paciente no se preocupó en arreglar (desde luego tontamente) sus papeles y sus cosas al igual que su hija la mayor, esperando que cuado saliera lo haría, en eso sobrevino la muerte, no solo tuvieron el problema del desceso sino que a nivel familiar quedo un problema legal que no podia resolverse facilmente, por lo cual la hija enfrentó al médico de forma muy agresiva, éste terminó aceptando su error así como que no sabia como manejar éstas situaciones por lo que despues de un tiempo de depresión, tomó este curso, lo increible del asunto es que era médico oncologo.¡¡¡¡¡¡¡

    (…) para los medicos existe una ética que se trata de salvar vidas a costa de lo que sea, por lo cual actualmente a esto se le ha llamado “ensañamiento médico” y de lo cual se ha derivado los “derechos del paciente” el cual tratamos de hacer que se haga en forma legal ante un notario, escribi sobre esto arriba. En América Latina, tengo entendido que solo en Colombia es donde el “testamento de vida” es totalmente legal y por lo tanto se respeta al 100% la voluntad del paciente, ojala y que pronto en México se logre lo mismo.

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