Respaldo de material de tanatología

¿Quien tiene la autoridad?

¿Quien tiene la autoridad?

      DEMETRIO RODRIGUEZ QUIROZ  Enviando en: lunes, 21 de abril, 2003 – 11:19 pm

CUANDO UNA VIDA ESTÁ EN PELIGRO ¿ QUIEN TIENE LA AUTORIDAD O LA RESPONSABILIDAD SOBRE LAS MEDIDAS A TOMAR PARA SALVAR AL PACIENTE?
– Un paciente llega con una intensa hemorragia causada por alguna herida. Necesita urgentemente transfusión sanguínea.
– Durante una intervención quirúrgica, la ruptura de vasos sanguíneos ponen en riesgo la vida de la paciente si no es recuperada la sangre por medio de una transfusión.
– Un bebé nace con eritroblastosis fetal o enfermedad hemolítica del recién nacido, sus niveles de bilirrubinas están tan elevados que son tóxicos, para su recuperación necesita de una exsanguinotransfusión, es decir, extraer su sangre y transfundirle sangre libre de anticuerpos irregulares que hemolizan su sangre.
El problema en este y otros casos es de que los pacientes o sus familiares son TESTIGOS DE JEHOVÁ
y no admiten transfusiones de sangre.
Incluso presentan una tarjeta, ya elaborada, en donde manifiestan su deseo de no permitir la transfusión.
He preparado unidades de sangre listas para enviar a transfundir, y llega el médico o la enfermera a avisarme que la transfusión se suspendió por ese motivo. A pesar de que la vida del paciente corre riesgos.
Pacientes han muerto por ese motivo.
¿ No tiene el deber , el médico, de usar todos los recursos disponibles para salvar una vida ?
¿ No está su autoridad en estos casos por encima de las ideas de los padres ?
¿ No está legislado como un delito el hecho que un bebé muera o quede con deficiencia cerebral, porque sus padres no permitieron el medio que los salvara, en este caso la transfusión ?

__________________________

      Zarina  Enviando en: miércoles, 23 de abril, 2003 – 04:48 pm

Demetrio:

Muchos responderemos sin titubear con un NO rotundo a ambas preguntas.

Sin duda no se trata de imponer la opinión de los unos a los otros, ni viceversa, un aspecto básico que debería ser indiscutible es: cada cual es el único dueño de su vida y de su muerte y, por ello, el único con derecho a decidir cuándo y cómo quiere poner término a un proceso vital doloroso y/o degradante del que sabe que no puede evadirse.
Sólo uno mismo puede y debe decidir en qué punto y bajo qué condiciones el seguir vivo ha dejado de ser un derecho para convertirse en obligación.

Si la dignidad es una cualidad inherente a la vida, con más razón debe serlo en el entorno de la muerte, que será la última vivencia y recuerdo que le arrancaremos a este mundo.

El mundo médico actual no puede estar basado solamente en la evidencia científica, para la cual la información que no pueda ser soportada en cifras no existe. El médico no puede olvidar que actúa sobre seres humanos con derechos y sentimientos que no tienen cifras de referencia o rango de normalidad y para los cuales debe tener presente que la Medicina además de técnica también es moral.
Ocurre que la Medicina y los avances sociales han logrado retrasar la muerte, se prolonga la vida, con el consiguiente incremento del número de personas con enfermedades crónicas e incurables, pero también y a la par, se alarga la fase final de la misma, se prolonga, incluso en ocasiones de forma interminable la agonía. Son muchas las enfermedades que pueden causar sufrimiento al final de la vida.

Nuestra sociedad no considera a la muerte como parte de la vida misma. El problema no es la muerte, sino la actitud frente a ella, el rechazo de la misma y las consecuencias para la vida, que sólo es una y limitada. Las claves no están en lo inevitable, sino en su rechazo y las consecuencias del mismo para la vida, con las desviaciones que en ella genera.
“Nuestra inteligencia, tan atrevida, tan activa, apenas se ha ocupado de la muerte” (Metchnicoff).

Hace unas décadas, los libros que trataban el tema de la muerte no incluían un aparte sobre las decisiones acerca del final de la vida.
La razón era muy sencilla: la muerte natural. Como no existían los avances médicos de los que hoy se dispone, no era necesario explicar a las familias y al medico los deseos y las expectativas personales en torno a las circunstancias deseables para morir. No había mayores decisiones que tomar; se moría en casa, pues los hospitales no fueron diseñados para morir en ellos, sin adelantar y sin retrasar el evento de la muerte y sin ningún tipo de medidas artificiales de soporte vital (la diálisis, la ventilación mecánica, las complejas cirugías, los catéteres, etc., no existían).
En vez de la alimentación parenteral, el enfermo recibía en su cama, de manos de un familiar amado, el tradicional caldo casero. Se moría al lado del medico de la familia, quien ya había anunciado al paciente y a su familia acerca de la proximidad del final, y con el apoyo de un sacerdote que los preparaba y reconfortaba espiritualmente.
Se temía a la muerte repentina pero no a la causada por una enfermedad, pues daba al moribundo la oportunidad de ponerse ?en gracia de Dios?, de despedirse de los seres queridos y de prepararse y de presidir su propia muerte.

Hoy las cosas son diferentes, y la muerte no ocurre cuando naturalmente debiera. La ciencia dispone de recursos médicos que pueden dilatarla por meses o años, manteniendo al paciente vivo biológicamente, pero sin capacidad de vivir a plenitud. Cada órgano o sistema que falle puede ser reemplazado para no dejar morir a la persona. El sufrimiento, el dolor y el costo de una intervención no se tienen en cuenta al tomar la determinación de hacerla, pues el objeto único es ampliar el tiempo de vida, aunque esto muchas veces signifique olvidar su calidad de vida y la voluntad del paciente.

En la actualidad cada nueva etapa, y prácticamente cada nuevo síntoma de la evolución de una enfermedad, exigen replantear las decisiones médicas vigentes hasta el día anterior para reemplazarlas por otras. Cada una de estas decisiones determina no solo la calidad de la vida restante sino la calidad de la misma muerte que ese ser humano habrá de experimentar (¿o padecer?)

Durante mucho tiempo la medicina estuvo regida por un espíritu paternalista que le otorgaba al medico poderes de semidiós. El paciente y su familia depositaban en el la responsabilidad de tomar las decisiones, con la certeza de que ellas serian las mas acertadas, sensatas y adecuada, y sin atreverse a cuestionarlas y mucho menos a contrariarlas.
Pero la aparición de importantes avances médicos y tecnológicos rompió, ese equilibrio: la muerte dejo de ser un evento triste, pero inevitable y previsible, para convertirse en algo incierto, solitario, que inspira temor y en lo cual, muchas veces, ni el paciente ni su familia tienen participación alguna.

El morir viviendo se puede alargar interminablemente gracias a la sofisticación de aparatos y procedimientos, mientras los pacientes y su familia se preocupan por el desenlace y por el prospecto de un morir de inquietante calidad.
Es así como surgen en el mundo entero los movimientos ?tipo eutanasia y no eutanasia- a favor del derecho a morir dignamente, ahora mas que nunca susceptible de ser violado debido a los abusos de la tecnología. (Llamado ensañamiento médico).

Esto ante la necesidad de defenderse, de agruparse para reclamar el control perdido y la autonomía y el derecho que establece la diferencia entre morir y poder ?vivir mi muerte?.
Con la conciencia de la propia autonomía y la divulgación de los derechos que asisten al paciente terminal ?por ejemplo, rehusar tratamientos o solicitar al medico verbalmente o por escribo o a través de documentos como: Esta es mi voluntad, que ante la perspectiva de una calidad de vida deplorable e indigna no aplique medidas inútiles y desproporcionadas a la situación- se dio origen a un terreno propicio para el conflicto entre la omnipotencia del medico y la voluntad del paciente informado, hoy en día parece haber consenso en torno al derecho que tiene todo paciente a ser informado. También se acepta, en menor escala, que su voluntad y sus deseos, expresión de su autonomía como ser humano, deben ser protegidos y respetados.

¿Qué a quien toca decidir?, el paciente mentalmente competente y adecuadamente informado acerca de las opciones que existen para enfrentar su grave enfermedad, debe poder tomar la decisión de aceptarla o rehusarlas, aun si la oposición del medico es contraria: Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad. En caso contrario, por aquellos que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.

Sin lugar a dudas una decisión reflexiva, tomada en conjunto entre el paciente y el medico, y en segundo lugar la familia, sería lo ideal.
Los deseos del paciente pueden ser ratificados en ese momento, si el está en condiciones de hacerlo, o pueden deducirse de documentos como: Esta es mi voluntad, en los cuales con la presencia de testigos o familiares, la persona expresa libremente su voluntad en torno a la forma como desearía que se diese su muerte: en casa o en una institución especializada, con o son medicación para controlar el dolor, con o sin auxilios espirituales, con o sin información detallada acerca del diagnostico y el pronóstico incluyendo o excluyendo a la familia en el proceso, agotando hasta el final la búsqueda de medidas extraordinarias para controlar de alguna forma la muerte inminente o señalando en que momento del recorrido y ante cuales síntomas deben abstenerse de iniciar nuevas intervenciones y medidas de soporte vital o retirar las existentes, no solo por inútiles, sino como productoras de sufrimiento adicional.

El paciente siempre debe ser tomado en cuenta, informado, consultado y acompañado en el duro proceso de tomar las decisiones relacionadas con su próximo final. Es ahí donde la ayuda Tanatológica es indispensable tanto para el paciente mismo como para la familia de éste.
Ahora bien, el medico no esta obligado éticamente a satisfacer cualquier requerimiento de su paciente, ni éste a permanecer ligado a un medico impositivo, irrespetuoso y tajante o con el cual no se haya establecido una buena relación, ni a aceptar a ojos cerrados y a cualquier costo físico y psicológico, su conducta y determinaciones. Para algunos enfermos, y esto es igualmente respetable, no se justifica el precio físico y emocional que hay que pagar por la curación, incluso si existe la certeza de que esta llegara tras unos días o semanas de infierno.
Si del otro lado, determinada intervención medica solicitada por el paciente o su familia riñe éticamente con los principios del medico, este deberá expresarlo sin sentirse culpable y sugerir otro profesional o institución.

Calidad de vida y Calidad de muerte:
Así como existe una preocupación por optimizar la calidad de vida hasta el final, es igualmente importante preocuparnos porque nuestros seres queridos tengan una muerte con la calidad, teniendo en cuenta sus deseos y necesidades.

Demetrio: Ahora te pregunto:
¿en donde termina el “deber” medico y donde empieza el llamado ensañamiento médico?

Besos.

__________________________

      Ovat Novato
Enviando en: lunes, 28 de abril, 2003 – 07:04 pm

Aquí se está hablando de una persona terminal. Me gustaría ir más lejos y considerar el caso de una persona físicamente sana.

Esta persona desea no vivir más (por la razón que sea). ¿ Se le debe considerar trastornado o loco por tener la idea de ya no querer vivir más ? Si la respuesta es si, entonces lo trataría un “experto” en enfermedades mentales, ¿ no es verdad ?. Pero si la respuesta es NO, ¿ lo debe de tratar un tanatologo ?

__________________________

      ZARINA Moderador
Enviando en: martes, 29 de abril, 2003 – 01:38 pm

Ovat:

Se le debe considerar Enfermo, ésta situación puede darse por varias razones: A) Fisica o B) Espiritual.
A): Por algun cambio hormonal, falta de producción de un químico en el cerebro,

B): Pérdida de algún tipo, ya sea muerte, divorcio, jubilación, nido vacío, entre muchisimas otras y desde luego que debe de ser tratada:
1.- Como un enfermo
2.- Por un Médico Psiquiatra o Tanatologo.

Dentro de la Tanatología hay una área que ya mencioné que se llama Logoterapia, ésta ayuda a éste tipo de personas, así como a suicidas en potencia, a encontrarle un sentido a sus vidas, a volver a sentirse y ser útiles tanto en sus vidas como en las vidas de los demas e integrarse a la sociedad.

Para la Logoterapia, la búsqueda de sentido es más que un derecho inalienable del hombre, es la esencia misma de su humanidad.

Si la reprime en su interior, encontrará el vacío existencial, pero si se consagra en ésta búsqueda verá su vida no solamente plena de sentido sino asimismo de los beneficios derivados de una existencia significativa, entre los cuales se encuentran la paz espiritual, la estabilidad mental y la capacidad de desarrollar un proyecto de vida autotrascendente.

?el sentido está, existe y tu tarea es solamente encontrarlo. El sentido no te lo pueden dar ni la sociedad, ni tus padres, ni tu terapeuta, ellos pueden ofrecerte respuestas significativas a tu situación, pero solamente tú puedes descubrir la más significativa para ti.”

La Logoterapia es el método de tratamiento psicoterapéutico que parte del espíritu y está centrado en la búsqueda de sentido.
A diferencia de la psicoterapia que parte de la dimensión psicológica, la logoterapia parte desde la dimensión espiritual.

El fundador de esta “tercera escuela vienesa de psicoterapia” llamada Logoterapia es Víktor E. Frankl considerado dentro de la psicología existencial desarrollada en Europa, como su máximo exponente.

Te recomiendo que leas un excelente libro de él:
“El hombre en busca de sentido”
Autor: Vicktor E. Frankl
Edit. Herder.

Tambien te pongo aquí la dirección del Instituto de Logoterapia en México.
http://www.logoterapia.com.mx

Saludos.