Respaldo de material de tanatología

VIDA Y MUERTE A LA CARTA

VIDA Y MUERTE A LA CARTA

Zarina Moderador  Enviando en: viernes, 18 de julio, 2003 – 06:26 pm

El final del recorrido en que estamos metidos, del empeño en controlar la vida gen a gen, no nos lleva a la inmortalidad, sino a una vida y una muerte más duraderas y a la carta.

No conseguiremos no morir, sino poder elegir con qué enfermedades vivir, y finalmente de cuál morir. Curiosamente esta elección nos ha alargado la vida, pero nos ha abocado a una muerte más lenta. Es cierto que en conjunto el desarrollo de la medicina nos ha llevado a una mayor calidad de vida; pero a costa de dedicar cada vez mayor parte de los recursos globales (y finalmente de la vida) a no morir, más que a vivir.

La gran pregunta es: ¿puede prolongarse semejante cultura de la salud a lo largo de 500 o de 1000 años? Si no es posible, porque el resultado a largo plazo es insostenible, significa que hemos errado el camino, y que las correcciones de rumbo que se tengan que hacer, pueden ser traumáticas.

De momento el espectacular progreso de la medicina sin más filosofía que huir hacia delante, ha producido como efecto secundario (secundario sólo de momento) el crecimiento exponencial de dos colectivos que viven instalados en la enfermedad y por tanto en la dependencia médica: los disminuidos de todas clases y los ancianos.

Ese es uno de los efectos inevitables de no morir: las bolsas cada vez mayores de vida en condiciones de deterioro extremo. Obviamente la disminución de la mortalidad conlleva el incremento de los años de morbilidad per cápita.

En la cabecera de esa lista están los que por nacer con serias insuficiencias, pasaban antiguamente a engrosar las estadísticas de la mortalidad infantil. Los progresos de la medicina han conseguido prolongar en varias decenas de años las vidas de estos enfermos graves de nacimiento, necesitados de continua e intensa asistencia médica y familiar.

En el medio tenemos el enorme colectivo de los que llamamos enfermos terminales, que en esencia son aquellos que han superado toda una serie de enfermedades menores, y por fin sucumben a la gran enfermedad que ha de acabar con ellos después de larga agonía.

Y en el otro extremo está el cada vez más numeroso colectivo de los ancianos que han llegado a la decrepitud (no siempre en edad provecta). Estamos empeñados en la lucha por conseguir que la vejez no sea una enfermedad, y esa es una guerra perdida de antemano, a no ser que abramos de par en par las puertas a la eutanasia y optemos por limitar voluntariamente la vida, y con ella la enfermedad y el dolor.

En realidad no hay más final que ese. Si abrimos y cerramos (más bien lo cerramos) el grifo de los nacimientos a nuestro capricho, no nos quedará más remedio que arbitrar otro tanto para el grifo de la muerte; porque detrás de toda victoria contra una enfermedad, se oculta la tremenda derrota de una vida tanto individual como colectiva, cada vez más vieja. Y tal como avanza en vejez la vida, avanza en achaques. Que se van venciendo, naturalmente; pero detrás de uno nos espera otro, y otro, y otro?

🙂