Respaldo de material de tanatología

FACILITANDO EL DUELO NORMAL EN EL ADULTO

Aunque la mayoría de las personas afligidas se recuperan de sus pérdidas sin ninguna asistencia profesional, el conocimiento de las fases del duelo, con sus síntomas y reacciones particulares, posibilita a la persona a ?prestarse ayuda?, a facilitar su duelo e identificar sus reacciones, permitiéndole a su vez poner en marcha de forma precoz distintas estrategias para disminuir la probabilidad de complicaciones futuras o patrones disfuncionales.

Como hemos visto, las condiciones más favorables para el desarrollo de un duelo sano son:

1. Información
Es decir, educación en duelo: qué es el duelo, cómo se presenta, qué me puede pasar, qué puedo hacer, qué pueden hacer otros por mi, etc.). Debemos recordar que una situación será tanto más angustiante cuanto más la desconozcamos. Se trata de la primera de las tareas del duelo.
2. Compañía
Mi entorno familiar y social inmediato como interlocutores de mi dolor, que conozcan tanto del duelo como yo, llenos de paciencia y que sepan acompañarme y escucharme: ?si tanto me quieren como para acompañarme, deberían aprender del duelo, tanto o quizás más que yo?.
3. Conversación
Una de mis tareas más importantes es el hablar, hablar y hablar de mí ser querido, del dolor, de lo que le acompaña, de mis angustias, del colapso de mi futuro, de mi rabia y de mi desesperación.

En la medida en que se rompe la construcción de la realidad, el sentido de la vida y la identidad propia después del fallecimiento, la capacidad del individuo de reasignar responsabilidades en dichas áreas y la disponibilidad de recursos alternativos son fundamentales para su proceso de adaptación a una vida sin el fallecido. Sea cual fuese la relación de los deudos con el difunto, hay un consenso general de que todo ajuste positivo después de una pérdida sólo se puede lograr si los deudos llevan a cabo lo que se ha dado en llamar “trabajo de congoja” (trabajo de la aflicción o trabajo del duelo).

La idea de “trabajo” viene al caso porque la adaptación normal a una pérdida implica considerable dolor y esfuerzo antes de poder reconocer la realidad de la misma, aceptar que la persona muerta ya no está más y buscar otras relaciones o vías de interacción social productiva. Este ejercicio ubica de manera clara en el pasado las relaciones y experiencias con el difunto; si el deudo no se mueve de una relación idealizada, puede llegar a ser incapaz de afligirse por la persona real. Sabemos que los muertos no se olvidan sino que se ubican en el pasado, en tanto que su recuerdo se incorpora a la realidad del presente: por medio del trabajo de congoja es posible poner a los difuntos en una perspectiva histórica y emocional.

Algunas personas encontrarán consuelo por la pérdida de un ser querido acudiendo a su sacerdote de confianza, a sus amigos, al ejercicio físico o aumentando sus horas de trabajo diario; para otros podrá ser útil estar en un grupo de auto-ayuda o acudir a los especialistas en duelo. En esto casos, siempre se acercará mucha gente que querrá ?arreglar? nuestras vidas: Escuchémosles y démosles gracias por su interés. El alcohol o las drogas no son la forma más sana o apropiada de encontrar consuelo; esto solo nos añadirá más problemas.

En este modelo de adaptación a la pérdida o “trabajo de congoja”, se pueden identificar varias tareas que deben emprenderse en el curso del duelo y adaptación a un mundo donde el difunto ya no existe. Estas tareas son tanto emocionales como instrumentales: el superviviente debe aprender tanto a enfrentarse con los sentimientos de angustia, soledad y desesperación como a poner una instalación eléctrica para una bombilla, arreglar un fogón o pagar los impuestos; son relativamente simples y de carácter progresivo, y constituyen los elementos en los cuales se apoya el asistente para su labor de facilitación del duelo normal. El duelo no es pues un fenómeno ?pasivo?, sino, por el contrario, ?muy activo?, en donde el deudo participa intensamente en cada una de estas tareas.

Estas TAREAS, son

PRIMERA TAREA
Educación en Duelo
Uno de los aspectos más importantes para facilitar nuestra recuperación es buscar información acerca de lo que es y lo que se siente durante el duelo, cuánto dura, qué factores modifican o alteran el proceso de recuperación, cómo puedo ayudarme, de qué forma otros pueden ayudarme, etc., en definitiva, EDUCACIÓN EN DUELO. Esto evita muchos tipos de interpretaciones erróneas y angustias innecesarias.

SEGUNDA TAREA
Ventilación
Como hemos visto, durante los primeros días o semanas después del fallecimiento el superviviente permanece en un estado de shock adaptativo y defensivo, caracterizado por un aturdimiento continuo, incredulidad, confusión y preocupación por la imagen del muerto; durante este lapso aún no habrá sentido todo el impacto de la pérdida. Al mismo tiempo, el deudo generalmente cuenta con el apoyo de familiares y amigos quienes habitualmente se dedican a los arreglos prácticos relacionados con el fallecimiento (certificado de defunción, registro, arreglos del funeral, cobertura de gastos, etc.). Al ser organizados y protegidos por otros, la oportunidad de enfrentarse o experimentar la realidad de su pérdida se ve así reducida; la realidad y el sentido de las cosas se suspenden temporalmente, en tanto que todo sucede a su alrededor.

Si bien las actividades de la vida diaria pueden continuar su curso normal, pierden su sentido derivado del intercambio con otros. Aun cuando la atención de familiares y amigos, el funeral y las actividades y arreglos relacionados con el fallecimiento impliquen que alguien ha muerto, suelen ser percibidos como irreales y alejados de la experiencia personal: es casi como si todo ocurriera a otras personas, parece una pesadilla, un mal sueño.

Gradualmente, y por la naturaleza de las reacciones de los demás -sus visitas, las condolencias y consuelos, el llanto-, una creciente consciencia de que el muerto ya no está presente confirman y fortalecen la realidad de la pérdida; se accede a su reconocimiento intelectual aun cuando emocionalmente no se acepte.

Dos tipos de estrategias facilitan el reconocimiento y aceptación de la pérdida:

a. Recordar todos los eventos relacionados con la muerte, es decir, las circunstancias alrededor de la misma; esto significa que una de las mejores cosas que podemos hacer es hablar, hablar y hablar. Al repetir una revisión de la muerte o notificación de la misma, la realidad se hace más clara y más detalles acuden a la conciencia, al mismo tiempo que el deudo experimenta recuerdos relacionados al difunto. Cada repetición, aunque muy dolorosa, permite una mayor descarga de angustia y dolor; así, según se dice, ?duelo que no se habla, es duelo que no se cura?. De esta forma es que el revivir la experiencia facilita la integración de la realidad de la pérdida. El hablar de lo sucedido, de lo que sentimos, de lo que nos pasa, de lo que pensamos de nuestro futuro, de los demás y de cualquier otro tema que en ese momento nos apetezca, también puede darnos pie para permitir una apertura hacia la resolución de asuntos pendientes con el ser querido fallecido (si es que quedó alguno o algunos). El hablar, como terapia de duelo, me permite pues reconocer la realidad de lo sucedido, descargar dolor, establecer los primeros pasos para un cambio en la relación (hablar en pasado y no en presente, cambiar de relación física a simbólica) y extender mi red social de apoyo.
b. Evitar la negación: el objetivo es referirse al difunto como ya muerto, hablando directamente de lo que ha sucedido, utilizando los verbos en su tiempo apropiado y responder a sus dudas o inquietudes de tal manera que confirmen la realidad; este proceso no debe ser brutal o desatento, sino suavemente correctivo mientras el acompañante responde con seguridad en una forma que confirma y no elude la realidad de la pérdida total o irreversible.

TERCERA TAREA
Curación
Abordar o coger cada uno de los componentes de nuestro dolor y realizar las actividades necesarias para favorecer su cicatrización:

a. Respecto al dolor biológico, es decir, al dolor del cuerpo, deberemos acudir a nuestro médico de confianza para que estudie y/o trate nuestro dolor y nos aconseje al respecto. Si permitimos que este dolor continúe sin ninguna atención médica, puede llegar a absorber mucha de nuestra atención y retrasar nuestro proceso de recuperación, sin olvidar que puede relacionarse con una enfermedad de mayor o menor gravedad que también retrasaría nuestra recuperación.

b. En cuanto al dolor psicológico, debemos recordar lo más detalladamente posible nuestra vida con el ser querido perdido. Este ejercicio (que puede utilizar todo tipo de artificios como fotografías y objetos familiares) tiene como propósito ayudarnos a continuar, separar y establecer los límites apropiados que nos diferencien del ser querido, confirmando así nuestra identidad personal y recuperando la confianza en nosotros mismos. Es decir, esto ayuda al proceso de emancipación emocional de las uniones de apego con el difunto. Para ello, aquellos que acompañan al deudo deben estar dispuestos y preparados para escuchar y participar con estímulos que ayuden al deudo a relatar la historia más completa del difunto y de su vida juntos. Este ejercicio posee además dos ventajas adicionales:

(1) Visualización del difunto como lo que realmente fue: cuando el deudo puede hablar acerca de cómo se conocieron y de algunos hechos de su vida juntos, muchas emociones son experimentadas y empezará a ver al difunto como una persona más real y no como la idealización de las fases iniciales (“un santo que murió); sin embargo, esto en ocasiones le puede crear conflictos si su interlocutor no comprende el propósito de este ejercicio. Muchas personas consideran saludable que el deudo hable en forma positiva del difunto, pero tienen menos humor y paciencia para escuchar sus expresiones de enojo y culpabilidad por una relación largamente ambivalente y conflictiva; esto es especialmente verdad para aquellos que conocieron al difunto y desean conservar su propia imagen del fallecido, prefiriendo olvidarse de contrariedades y conflictos que en su opinión ya no tienen remedio. Con frecuencia, y por temor a ser “desleal con el muerto” o a alejar a sus amigos y familiares, el individuo puede sentirse inhibido para exteriorizar su enojo con el difunto.
(2) Favorece la autoestima: El recuerdo de aspectos buenos y productivos, y la confirmación de haber logrado algo provechoso y madurativo, favorece la autoestima, atenúa la hostilidad y enojo y nivela la culpabilidad que se atribuye al difunto con la propia, llegando a un término medio en el cual se reconoce lo bueno y lo malo de su relación.

c. Para tratar con el dolor social (el dolor por la sociedad y su forma de ser), debemos deshacernos de forma constructiva de toda nuestra rabia y odio (de una forma que sea sana para nosotros y no produzca daño a otros), de tal forma que no sea un obstáculo para nuestro proceso de recuperación. Podremos utilizar todo tipo de artilugios, tales como una almohada, un cojín, un saco de boxeador, una pelota contra una pared, jugar al tenis u otros deportes parecidos que impliquen una intensa actividad física de tirar o golpear una pelota contra una pared. Una vez descargada esta pesada y dolorosa carga, ya podremos mirar con otros ojos y pensar cuál puede ser nuestra contribución para que la sociedad en que vivimos sea un poco mejor.

d. Para el dolor familiar, es decir, el dolor de nuestros otros seres queridos, debemos tratar de recuperar una de las funciones más importantes de la familia, la de apoyo y soporte mutuo, mediante una buena comunicación y utilizando la terapia o técnica del ?hombro-oído-abrazo?: es decir, prestando nuestro hombro y pecho al dolor del otro y nuestro oído a su angustia y dolor a través de un escuchar sin interrumpir; además, como en toda situación angustiante, un abrazo familiar y cariñoso será siempre un buen acompañante.

e. Respecto al dolor espiritual (el dolor de nuestra alma), la fe y el consejo espiritual podrán ser la alternativa más apropiada.

f. En relación con el dolor que el pasado nos produce, debemos nuevamente recordar lo más detalladamente posible nuestra vida con el ser querido perdido, actividad que realizaremos siempre con el mayor número posible de nuestros familiares presentes, cada uno aportando sus propios recuerdos, dificultades, anécdotas y curiosidades e intentado realizar la biografía más completa del ser querido (volumen de historias que podrá ser consultado cuando así se desee). Podemos utilizar igualmente fotografías y objetos familiares para lograr una mayor reconstrucción. Este ejercicio tiene como propósito llegar a establecer un sentimiento de reconciliación, paz y gratitud con ese rico pasado vivido con nuestro ser querido perdido, confirmando así nuestra identidad familiar y estableciendo las bases para un futuro diferente y nuevo.

g. El analgésico que necesitamos para calmar el dolor que el presente nos produce sólo podemos encontrarlo en la intimidad de nuestra familia, en sus fuerzas de apoyo y soporte y en la técnica del ?hombro-oído-abrazo?. Es ella quien nos infundirá seguridad y confianza y nos proporcionará un modelo de estabilidad y continuidad al no desistir en el contacto mutuo ni dejarse abrumar por la ausencia aparente de soluciones a los distintos problemas.

h. Finalmente, para el dolor que el futuro nos produce, no hay mejor analgésico que la familia: si logramos alcanzar un sentimiento de reconciliación, paz y gratitud con ese rico pasado vivido con nuestro ser querido perdido, confirmar nuestra identidad familiar y lograr de la familia la seguridad y la confianza y el modelo de estabilidad y continuidad necesarios, estaremos estableciendo las bases necesarias para un futuro en comunidad con nuestra familia y nuestro dolor.

El superviviente empezará a mostrar su aceptación de la pérdida al hablar del difunto en función de su muerte y de su propia soledad; cuando de esta manera la pérdida se vuelve real, el dolor de estar solo y vivir cada día sin el difunto empezará a sentirse y expresarse.

Un aspecto importante para facilitar esta tarea es que tenemos que reconocer que hay poco consuelo posible cuando una persona enfrenta su futuro sin el ser amado perdido. No obstante, aquellos que le rodean si que pueden ofrecerle un sentido de estabilidad, continuidad y confiabilidad en un mundo que para ellos es caótico y carente de significado y propósito. Sólo en esta forma es posible que algún consuelo pueda comunicarse y aceptarse.

CUARTA TAREA
Reconstrucción
Recuperar nuestra realidad, nuestro sentido de la vida, nuestra personalidad íntegra y la confianza en el mundo puede llegar a ser una de las tareas más difíciles de la recuperación. Esto significa, entre otras cosas, enfrentarse con la desorganización y la adaptación a un entorno sin el ser querido. Es también uno de los factores que hace que el proceso de recuperación tome tanto tiempo como 3-4 años si no existen complicaciones.

Debido a que cada ser humano participa en mayor o menor intensidad de nuestra realidad, de nuestro sentido de la vida, de nuestra personalidad íntegra y de nuestra confianza en el mundo, un primer paso es establecer qué tanto de cada uno de estos elementos (realidad, sentido de la vida, personalidad y confianza) estaba absorbido por o dependía del ser querido fallecido. Una vez alcanzado este objetivo, debemos entonces utilizar ?lo que queda? de cada una de estas tres esferas como elemento o base para su reconstrucción. Más énfasis deberemos poner en aquellos aspectos que más seriamente se vean afectados por su dependencia del ser querido.

Cómo recuperar nuestra realidad:
La realidad que sirve como base a todas nuestras acciones, interacciones y expectativas (es decir, la rutina diaria, nuestras conversaciones con otros, nuestra forma de reaccionar a las cosas, nuestros proyectos, ilusiones, etc.) puede hacerse pedazos en mayor o menor medida según participase en ella nuestro ser querido. Si logramos clarificar lo que nos queda de ella en cada uno de sus elementos (rutina diaria, conversaciones con otros, nuestras reacciones, proyectos, ilusiones, etc.) utilizaremos estos ?desechos? como elementos para su reconstrucción. Esto significa que debemos establecer cuáles son cada uno de los elementos que componen nuestra realidad y realizar el ejercicio con cada uno de ellos. Esta tarea podemos hacerla solos, con la ayuda de un terapeuta o, más apropiadamente, con la ayuda de nuestros familiares.

El enfrentar la desorganización y la adaptación a un entorno sin el difunto suele ser la tarea más difícil para los deudos e incluso para aquellos que le acompañan en su duelo. El mundo se ha convertido en un lugar poco seguro y confiable -y la confirmación de la identidad personal ?a través de esa persona? se ha interrumpido-, la realidad supuesta se ha hecho añicos y las relaciones con otros tienen ahora que re-establecerse sobre una base completamente diferente.

Distintos y complejos problemas debe ahora afrontar el superviviente:

a. Reconstruir y recuperar su confianza en un mundo donde puede suceder cualquier cosa;
b. Continuar, separar y establecer los límites apropiados que le diferencien del difunto, confirmando así su identidad personal y recuperando la confianza en sí mismo;
c. Darle un nuevo sentido a la realidad y a la vida;
d. Manejar la interacción social ahora que ha perdido al ser tal vez más importante de su vida;
e. Abordar en solitario distintos problemas prácticos (económicos, vivienda, hijos, etc.).

Para facilitar este difícil proceso, aquellos que acompañan a una persona en duelo pueden:

(1) Infundir seguridad, confianza y proporcionar un modelo de estabilidad; esto es especialmente importante, como hemos visto, cuando el mundo se ha llegado a percibir como inseguro e inestable y cuando los amigos y familiares lejanos han empezado a retirar su apoyo o no saben cómo ayudar de forma adecuada y efectiva; al abordar y aceptar con un sentido de seguridad sus diversos problemas, aquel que acompaña -más su presencia- le transmiten un sentido de control y dominio.
(2) Establecer un marco de continuidad al no desistir en el contacto ni dejarse abrumar por la ausencia aparente de soluciones a los distintos problemas.
(3) Nuestros familiares, amigos, un terapeuta o nuestro grupo de duelo, pueden actuar temporalmente como “sustitutos interinos” (es decir, como una compañía pasajera mientras pasamos la fase aguda y nos sentimos capaces de reanudar nuestras otras amistades) con el fin de contribuir a la confirmación de nuestra identidad (es decir, a que seamos capaces de reconocer lo que es nuestro y no del ser querido perdido) y a nuestra auto-estima, y participar de nuestra interacción social durante el tiempo que precise el seguimiento del duelo. Además, también pueden ayudarnos a abordar y manejar diferentes problemas prácticos (económicos, vivienda, hijos, etc.); para ello se requiere que se acepte a los deudos como individuos y no como una categoría de personas difíciles de abordar.
(4) Se puede facilitar la interacción social al anticipar a los deudos lo que puede ocurrir en su entorno social y la forma en que reaccionan tanto ellos como el entorno a los cambios previstos; facilitar su integración al ayudarles a entender estos problemas como naturales y propios de sus circunstancias individuales. Después de cada paso tentativo, el individuo adquiere más confianza, aprende nuevas formas de manejar la interacción y establece relaciones sobre una base nueva y realista.

A pesar de ello, son inevitables los fracasos temporales, decepciones y retrocesos. Al evaluar individualmente la naturaleza de las aparentes dificultades, y al discutir los métodos para abordarlas, se minimiza la confusión y se establecen metas realistas. Aprender nuevos roles y recuperar el sentido de la propia identidad es un proceso lento, gradual y a veces desalentador; cada paso alcanzado da la oportunidad al acompañante para fortalecer la autoestima y confianza en sí mismo, animándoles a dar el paso siguiente. El objetivo no es aconsejar a los deudos sobre cómo manejar sus problemas, sino en darles la oportunidad de anticipar y comprobar varias estrategias para abordarlos, guiando la discusión en lugar de explicar qué es lo que está bien y qué lo que está mal.

Cómo recuperar nuestro sentido de la vida:
El sentido de la vida que sirve como base a nuestra relación diaria con otros y con el mundo, y a nuestros propósitos del presente y planes para el futuro, puede igualmente hacerse pedazos en mayor o menor medida según participase en él nuestro ser querido. Si logramos clarificar lo que nos queda de ese sentido de la vida en cada uno de sus elementos (propósitos del presente, planes para el futuro, etc.) utilizaremos estos ?desechos? como elementos para su reconstrucción. Esto significa que debemos establecer cuáles son cada uno de los elementos que le dan sentido a nuestra vida y realizar el ejercicio con cada uno de ellos. Esta tarea podemos hacerla solos, con la ayuda de un terapeuta o, más apropiadamente, con la ayuda de nuestros familiares.

Parte de este trabajo de recuperar el sentido de la vida, aunque más tardíamente,  implica reinvertir en una relación tan significativa como la que se ha perdido, es decir, formar nuevas relaciones y construir un nuevo sentido de la vida en el cual podrá o no participar mayormente esta nueva relación. Aquel que acompaña al deudo puede ayudar a éste a establecer diferentes contactos a los de la familia; para facilitar esto deberá evaluar conjuntamente con el superviviente las cualidades propias de su entorno, sus intereses y habilidades sociales, y las incapacidades actuales. La familia del deudo puede ocasionalmente requerir ayuda para entender la importancia de establecer nuevas relaciones como una tarea apropiada del proceso de aflicción normal del adulto. En el caso de la pérdida del cónyuge, es importante discutir posibles sentimientos de “deslealtad” con el difunto cuando una nueva relación significativa se percibe como un posible “sustituto”. Esta tarea de re-invertir en una nueva relación involucra socialización con nuevos compañeros y nuevos patrones de vida, y movimiento hacia una identidad nueva.

Cómo recuperar nuestra personalidad:
Es verdad que nuestra personalidad depende de muchas variables, si bien, cuando convivimos muchos años con una persona llega uno a tal grado de intimidad que uno puede no saber que es realmente de uno y que era del otro, creando una forma de confusión entre nuestras personalidades. Así, si logramos clarificar lo que realmente pertenece a nosotros en cada uno de los elementos de nuestra personalidad, utilizaremos esto como elemento para reconstruirla. Esto significa que debemos establecer cuáles son cada uno de los elementos que la componen y que no pertenecían al otro; es, de alguna forma, como volver a descubrir qué somos y para dónde vamos.

El objetivo final no es aconsejar a los deudos sobre cómo manejar sus problemas, sino en darles la oportunidad de anticipar y comprobar varias estrategias para abordarlos (enfrentarlos), guiando la discusión en lugar de explicar qué es lo que está bien y qué lo que está mal.

Durante este proceso de recuperación debemos, además, considerar:

1. Intervenciones precoces antes de que se establezcan patrones disfuncionales (es decir, formas no muy adecuadas para enfrentar el duelo o que pueden generarle a la persona más dificultades que beneficios).
2. Intervención sintomática:
a. Confrontar con la realidad la culpabilidad hacia uno mismo y hacia los otros (diferenciar entre culpa racional e irracional);
b. Ayudar a corregir las negaciones y distorsiones;
c. Trabajar el enfado y la rabia (orientación constructiva);
d. Confrontar la sensación de traición y abandono con la realidad;
e. Explorar fantasías de futuro (efecto de la pérdida sobre el propio futuro);
f. Manejo grupal del estigma y la vergüenza por las características de la muerte.
3. Intervención relacional:
a. Explorar las funciones de rol y la vivencia de fracaso del mismo.
b. Confrontar la necesidad de encontrar una justificación racional a la muerte (una causa medianamente aceptable).
4. Establecer un ritual de despedida.
5. Terapia individual y terapia grupal.

Para dar una mayor factibilidad al proceso de recuperación, el deudo debe considerar:

1. La institución más importante para podernos recuperar de la pérdida de un ser querido es NUESTRA PROPIA FAMILIA (?el duelo es un asunto de familia?). Las fortalezas de soporte y apoyo que posee la familia son únicas, y nunca mejor aplicadas que en el caso de la pérdida de uno de sus miembros. No debemos olvidar que la familia es especialmente buena es para los momentos ?malos?, más que para los llamados ?bueno? (fiestas, cumpleaños, etc.). Además de la familia como grupo de apoyo principal (F), debemos contar con al menos dos grupos alternos: (1) Uno o más grupos de apoyo (F1) en nuestra comunidad (de amigos, grupo de oración, de tertulia, de juego de cartas, gastronómico, etc.) y (2) Un grupo de duelo (F2) local o itinerante como recursos para la recuperación.

2. Es preciso recuperar la comunicación que se ve tan afectada por la muerte, que si lloro delante del otro también le estoy dando permiso de que lo haga conmigo, de que su angustia es sólo el reflejo de la máscara que se quita y que escondía ante nuestra presencia y, finalmente, que puedo aplicar ese viejo y sabio adagio de la sabiduría popular que dice que ?una pena compartida es media pena?, y que mejor forma que hacerlo en familia.

3. La terapia del Hombro-Oído-Abrazo: la terapia más importante para recuperarnos de la pérdida de un ser querido es tan antigua que la hemos olvidado; se nos ha olvidado que los seres humanos somos puro afecto, más afecto que cerebro, que necesitamos tocarnos (cosa que ya casi no hacemos), que el órgano del cuerpo que más necesitamos de otra persona para recuperarnos no es precisamente su boca (no necesitamos ?un discurso?), su cerebro o su corazón; el órgano del cuerpo más importante para ayudar a otra persona a recuperarse de la pérdida de un ser querido está precisamente a ambos lados de la cabeza, se llama ?oídos?; es decir, que nos escuchen una y otra vez decir el mismo curso (nos tenemos que volver cansones con el tema ?ese es el tema más importante en nuestra vida ahora-, sin que nos interrumpan con esas frustrantes frases de  ?otra vez con el mismo cuento?, ?otra vez llorando?). Necesitamos oídos que tengan la paciencia de escuchar nuestra angustia, dolor, desesperación rabia y tristeza una y otra vez, sin interrumpirnos (?nosotros hablamos y ellos escuchan?), prestándonos, eso sí, sus hombros para recostar nuestra afligida existencia porque no hay nada como este dolor. Y, finalmente, que nos den el mejor de los remedios para el duelo: un abrazo. Más no es un abrazo cualquiera, es un abrazo de 20-30 segundos, y al menos cada 4 horas.

4. Realizar entre todos una BIOGRAFÍA del Ser querido, pues ?ese ser querido? era todo un personaje, un protagonista, un héroe en nuestra familia, quien amerita, como homenaje y recuerdo, la biografía más completa de su vida, no sólo para nosotros sino para futuras generaciones.

5. Puesto que ?el duelo no se resuelve con la razón ni con la inteligencia, sino con el corazón?, no se trata tanto de pensar o razonar qué hacer para recuperarse: lo que se debe hacer, básicamente, es SENTIR Y EXPRESAR lo que de nuestro corazón proviene. Así, no se trata de reprimir los sentimientos, más bien de articularlos en palabras (hablar), en papel (escribir), en sonidos (gritar o cantar) o con el ejercicio físico.

6. Visitas al cementerio. A pesar de ser una opción absolutamente personal (solo yo siento el dolor, solo yo se si me sirve) y de formar parte de los rituales del duelo, la visita al cementerio aporta, además: (1) Libertad de expresión: Se trata de un lugar donde puedes hacer cualquier cosa (llorar, gritar, patalear, hablar con una pared, etc.) sin que nadie te diga nada pues es un lugar propicio para hacer este tipo de cosas. (2) Aplicar la técnica (modificada) de la silla vacía: El hablar con el cuerpo del ser querido detrás de un pequeño muro, imaginándose que está allí, escuchándonos -y aún sin hacerlo así-, es una forma muy adecuada de descargar tensión, dolor y angustia.

El proceso de recuperación de la pérdida de un ser querido consume gran cantidad de energía, tanto por el proceso en sí como por lo que el deudo invierte en informar a otros en cómo ayudarle (pedagogía del duelo). Por ello, las instituciones y/u organizaciones deben invertir en la pedagogía del duelo de forma que la persona en duelo no gaste tanta energía en educar a otros sobre el cómo deben ayudarle y apoyarle.

Con frecuencia, a muchas personas no les gusta hablar mucho de lo sucedido, del ser querido muerto, de lo que siente y lo que piensan, por no despertar su dolor o por  sentirse incomprendidos. Sabemos que el escribir, escribir y escribir (una bitácora o diario de duelo) es también una alternativa excelente. Entre las virtudes del escribir, están:

1. Permite guardar y evaluar los progresos.
2. Ayuda a la aceptación.
3. Expresar y descargar emociones y pensamientos.
4. Facilita el llorar.
5. Sentir presente al que murió.
6. Acompañarse.
7. Resolver asuntos pendientes.
8. Clasificar y registrar.
9. Me escucho….
10. Permite objetivizar.
11. Honrar al difunto.
12. Mejorar la comunicación.
13. Ubicación de la realidad.
14. Mejora el conocimiento de sí mismo.
15. Es el mejor de los oficios.
16. Es más íntimo.

Puesto que el duelo no se resuelve con la razón ni con la inteligencia, sino con el corazón, no se trata de pensar tanto o razonar cómo tiene uno que recuperarse: lo que se debe hacer es sentir y expresar el dolor, la angustia, la desesperación y los demás molestos síntomas del duelo. Para recuperarnos es preciso curar el dolor (los distintos tipos de dolor) y recuperar nuestro mundo (en sus tres grandes esferas). Estas son las 2 grandes tareas del duelo.

Al analizar el trabajo del duelo ?todo lo que debe hacer y a todo lo que se tiene que enfrentar para recuperarse de la pérdida de su ser querido- encontramos varias cosas que pueden hacerle más pesado o difícil su trabajo de recuperación y que cada persona debe evaluar individualmente para de esta forma dirigir sus mayores esfuerzos hacia aquellas áreas más conflictivas (ver dibujo):

1. Cargas Propias del Duelo
Son los componentes -síntomas y signos- propios de la aflicción: dolor, angustia, rabia desesperación, sensación de vacío, soledad, ansiedad de separación, etc.
2. Cargas no intrínsecas al proceso
Se trata de los obstáculos que entorpecen y dificultan el desarrollo del proceso del duelo y que están directamente relacionados con la aflicción y la pérdida: falta de información, evitación, represión, aislamiento, rechazo, entorno conflictivo no sano para el desarrollo del duelo, etc.
3. Asuntos Pendientes
Son todas aquellas cosas relacionadas con pérdidas previas de todo tipo (además de los asuntos pendientes por la pérdida actual) y que no fueron adecuadamente resueltas en su momento, generando una impronta en la situación actual y/o alterando la capacidad de la persona para resolver la pérdida actual.
4. Crisis concurrentes
Se trata de los obstáculos que entorpecen, dificultan y retrasan el desarrollo del proceso del duelo y que no están directamente relacionados con la aflicción y la pérdida: problemas económicos, obligaciones múltiples, enfermedad de otro familiar, desplazamientos, violencia, etc.

Manejo de los tiempos en el duelo como parte del proceso de recuperación.

Una parte importante del trabajo del duelo consiste en ubicar a la persona u objeto perdido en el área de los afectos; para ello es preciso “extraerlos” del afuera y ubicarlos dentro de uno mismo

El Trabajo del Duelo
TAREA
PROCESO
HERRAMIENTA
ACCIONES A CONSIDERAR
1. INFORMACIÓN
Normalización: Confrontar lo que se siente con los síntomas normales del duelo
Anticipación: Evaluar por anticipado lo que ha de presentarse, y diseñar estrategias para ello; ofrecer esperanza
Leer, escuchar, ver, sentir (sobre el duelo), tanto para el deudo principal como para los acompañantes de éste
Aceptación: Exclusivamente de lo intelectual, del razonamiento abstracto, de los hechos que condujeron a la muerte, del cuerpo ya muerto, de lo social. No forzar la aceptación afectiva
Ejercicio: Realizar algún tipo de actividad física, por ejemplo, caminar
Grupos de ayuda mutua
Técnica narrativa
Breve Inventario del Duelo
Guías breves de duelo (preferiblemente no muy densas y extensas)
Escala del acompañante de duelo
2. VENTILACIÓN
Evocación: Recordar todo lo sucedido, lo más detalladamente posibles
Confrontación: Evitar la negación, hablar en los tiempos correctos
Aceptación: Continuar con el proceso de aceptación intelectual; vislumbrar algunos aspectos de la aceptación emocional (recordar aspectos de la vida juntos, visitas al cementerio/osario)
Biografía del querido: Vislumbrar al ser querido tal como fue
Grupos de ayuda mutua
Técnica narrativa
Ver fotos o películas
Escala de Las Tres Esferas
Inventario de pérdidas vividas
Diario del duelo
3. CURACIÓN
Segmentación: Evaluar y abordar por separado cada uno de los componentes del dolor
Consulta médica: Evitar que las molestias físicas absorban energía requerida en otros procesos
Evocación: Recordar lo más detalladamente posible la vida en conjunto.
Aceptación: Continuar con el proceso de aceptación emocional; ver al fallecido como una persona más real y no como la idealización de las fases iniciales; evaluación de los diferentes roles que éste cumplía y su nivel individual de finalización
Descarga: Deshacerse de toda la rabia y el resentimiento residual con la vida, el mundo y el muerto
Revitalización: El abrazo como la mejor estrategia para la revitalización personal y familiar
Fortalecimiento: El recuerdo de aspectos buenos y productivos, y la confirmación de haber logrado algo provechoso y madurativo, favorece la autoestima y fortalece a la persona
Planificación: La reconciliación con el pasado vivido y la seguridad y confianza alcanzada en la familia del presente, permiten establecer las bases necesarias para planificar y calmar la dolorosa perspectiva de un futuro sin el difunto
Escala del Trabajo de Duelo
Carta modelo
Asuntos pendientes
4. RE-CONSTRUCCIÓN
Análisis: Analizar cada una de las dimensiones que componen el mundo personal
Afrontamiento: Afrontar cada una de las dificultades encontradas en el análisis realizado y emprender los correctivos específicos
Diferenciación: Diferenciar el mundo personal, del presente, del mundo del pasado, del vivido con el ser querido fallecido
Inventario: Establecer qué tanto de cada uno de los elementos que componen el mundo personal estaba absorbido por o dependía del ser querido fallecido; este ejercicio puede ser repetido en varias ocasiones a lo largo del duelo
Confianza: Encontrar la persona o personas que le infundan seguridad y confianza, y le proporcionen un modelo de estabilidad y un marco de continuidad
Emprendimiento: Recuperar el control de las actividades de la vida diaria y aprender nuevos roles
Aceptación: Aceptar que la confirmación de la identidad personal a través de esa persona fallecida se ha interrumpido, que el mundo es ahora diferente y que las relaciones con otros y con el mundo tienen ahora que re-establecerse sobre una base completamente diferente
Re-socialización: Encontrar el o los sustitutos interinos que contribuyan a la confirmación de la identidad personal y colaboren en la interacción social durante el tiempo que se precise hasta que el deudo adquiera la confianza de hacerlo solo
Re-inversión: Aprender nuevos roles, recuperar el sentido de la propia identidad, fortalecer la autoestima y la confianza necesaria en sí mismo para animarse a reinvertir en una relación o relaciones tan significativas como la perdida
Escala de las Tres Esferas