Respaldo de material de tanatología

DURACIÓN DEL DUELO-1329

Existe una creencia común de que el duelo deberá estar resuelto al año de la pérdida. Mientras que algunos individuos ya pueden estar normalmente funcionando en el primer aniversario de la muerte, muchos otros no lo están. A menudo, familiares y amigos llegan a molestarse y a disminuir su compañía y apoyo al superviviente por esta época, a pesar de que la persona continúa afligida activamente, algunas veces por mucho más de un año.

Predecir cuanto tiempo le tomará a un individuo completar el proceso de recuperación es difícil. Algunos podrán hacerlo en unos meses, para otro se requerirán 3-4 años. La cantidad de tiempo invertido depende de muchas variables que interfieren y crean distintos patrones. La intensidad del apego al difunto (tipo de relación), intensidad del shock inicial, presencia/ausencia de la aflicción anticipatoria (cuando la persona tiene tiempo de afligirse previamente a la muerte del ser querido; p.ej., en casos de enfermedad crónica y muerte esperada), crisis concurrentes (problemas graves que se presenten simultáneamente), obligaciones múltiples (crianza de los hijos, dificultades económicas, etc.), disponibilidad de apoyo social, características de la muerte (muerte súbita/muerte anticipada), situación socioeconómica, estrategias de afrontamiento y religiosidad son algunos de los factores que influyen en la duración del duelo.

Aun cuando consideremos la recuperación del duelo como un fenómeno que ocurre dentro de un período de tiempo determinado, hay que reconocer que se trata de un proceso continuo y variable, no necesariamente sujeto a un espacio de tiempo rígido y absoluto, y que puede requerir tanto como 3 4 años, si bien el peor período será durante el primero y segundo año.

El Mito: ?El tiempo lo cura todo?
Un conocido mito afecta de forma notable el desarrollo del duelo es aquél que hace referencia a que ?el tiempo lo cura todo? o que ?todo es cuestión de tiempo? en relación con el proceso de recuperación, dando a entender que el dolor mejorará con el paso de lo días. No obstante, en el duelo este no suele ser el caso; por el contrario, van pasando los días y el dolor va empeorando. Esto se debe a que no todos los tiempos en los que vivimos los seres humanos tienen la misma importancia o presencia durante el transcurso del duelo:

1. El tiempo cronológico: este es el tiempo al que hace referencia el mito de que ?el tiempo lo cura todo?; es el tiempo que medimos con los relojes y los calendarios; es el tiempo que me ayuda a entender que mi ser querido murió hace 3 días, 3 semanas, 3 meses o 5 meses, si bien, cuando se tiene el dolor que produce la pérdida de un ser querido, da igual 3 que 5 meses, pues parece que el dolor ha estado presente siempre y que nunca se quitará, dando la sensación de que no importa el paso del tiempo pues el dolor ?está ahí?: “aunque hallan pasado 6 meses mi dolor es de ayer” (esto es así especialmente en el primer año de la pérdida). Este tipo de tiempo no es pues muy importante durante el primer o segundo año del duelo.
2. El Tiempo Biológico: es el tiempo del organismo, es el tiempo que percibimos cuando le preguntamos a alguien ?¿qué edad tiene? Y ella nos contesta, ¿cuántos me pone? Pues? unos 60? puesto no, tengo 80 (y viceversa)?. Este tiempo no tiene mucha importancia durante el duelo, excepto que la persona pertenezca al grupo de tercera edad por las características peculiares del duelo a esta edad.
3. El Tiempo Subjetivo: es definido como la vivencia que cada uno tiene del paso del tiempo cronológico, y que se entiende cuando, al estar en una fiesta muy felices, decimos: ?¿cómo?, ¿ya han pasado 3 horas?… si parece que fueran 10 minutos?; o, por el contrario, estamos en una reunión muy aburridos, afligidos y adoloridos y decimos: ?Sólo van 10 minutos y parecen 2 horas?. Sabemos que los acontecimientos felices acortan el tiempo cronológico, y los amargos y dolorosos los alargan; y, ¿qué es el tiempo del duelo? Un tiempo de dolor y mucha tristeza, con lo que el paso del tiempo será diferente que en cualquier otro momento de nuestra vida, y nos dará la sensación de parecer una acordeón por ratos se dilatará y por otros se encogerá. Este el tiempo que domina la experiencia del duelo, es personal y diferente en cada uno de nosotros.

El dolor de la pérdida de un ser querido no envejece ni desaparece, se adormece, se hincha por tiempos o momentos y cambia de color. Es más, siempre conserva un color. Es un dolor que en lugar de mejorar empeora y que, además, no tiene perspectiva de mejoría a corto plazo. También se dice que ?no es el paso del tiempo el que cura,  sino lo que uno hace con y en ese tiempo?.

Factores que afectan el resultado del duelo
La pregunta de qué es lo que constituye un buen o mal resultado en el duelo es todavía equívoca en los investigadores y clínicos. En vista de que los patrones de reacción del duelo normal no están todavía bien entendidos, es difícil determinar con precisión los criterios para las reacciones anormales. No obstante, tres resultados posibles del duelo han sido identificados, si bien existe una gran variación entre ellos (ver gráfico en ?Variaciones en la respuesta a la pérdida de un ser querido: el duelo complicado?):

1. Emancipación y crecimiento psicosocial: formación de nuevas y satisfactorias relaciones, adopción de una renovada estructura de identidad personal y retorno al flujo de vida normal. En una palabra, ?ser mejor persona y tener mejores conceptos?.
2. Estancamiento: continuación de los patrones de vida y conceptos previos al fallecimiento. Poco probable pues la muerte siempre nos cambia.
3. Represión: cambios adversos en la salud y/o funcionamiento; no invertir energía en ningún cambio, retirarse y aislarse. En una palabra, ?ser peor persona y tener peores conceptos?.

El resultado escogido depende de diversas variables, incluyendo los inherentes a la personalidad, variables circunstanciales y las características de la muerte. Un factor adicional es la ganancia secundaria obtenida como resultado de moverse hacia una u otra dirección.

Se han identificado varios factores que pueden afectar adversamente el resultado del duelo; los más importantes que se recogen en la literatura incluyen:

1. Características de la relación con el difunto:
El grado de ambivalencia, culpa, hostilidad o excesiva dependencia pueden ser elementos  que causen problemas en la resolución del trabajo de congoja.
2. Personalidad premórbida:
Varios autores confirman una relación positiva entre personalidad premórbida y diferencias en el resultado del duelo, no obstante no hay factores de riesgo específico demostrados. Las variables de la personalidad que pueden afectar el resultado del duelo son: personalidad propensa a la aflicción (ansiedad de separación intensa); antecedentes de pérdidas familiares múltiples; sentimientos de insuficiencia, inferioridad e inseguridad; personalidades ansiosas, ambivalentes y a menudo cuidadoras primarias compulsivas; pobre salud física  y mental; personalidades aprensivas, preocupadas y ansiosas; personalidades ambivalentes y dependientes, incapaces de aceptar la expresión de sentimientos  y de revisar la relación perdida; personalidad histriónica, conducta antisocial; neuroticismo alto y bajo control interno.
3. Características de la muerte:
El duelo en casos de suicidio es considerado como uno de los más difíciles de tolerar debido a los grandes sentimientos de culpa y al estigma social que conlleva. La muerte estigmatizante -p.ej., SIDA- es un factor de riesgo muy importante para el duelo complicado (el superviviente como “portador del virus”, conflictiva sociofamiliar, ausencia de apoyo psicosocial, resocialización difícil, etc.).
4. Apoyo social:
Si el superviviente tiene poco o ningún apoyo social, o lo percibe como insuficiente, el daño sobre la aflicción puede ser profundo y penetrante.
5. Crisis concurrentes:
Depende en parte de las posibilidades individuales y de la disponibilidad de recursos extras;  sin embargo, y debido a que el trabajo de congoja demanda unos recursos energéticos emocionales y físicos de proporciones inusuales, otras crisis coincidentes (previas o nuevas), en un individuo cuya escasez energética no le permite tratar con otra cosa que no sea su supervivencia, la aflicción puede ser inhibida, aplazada o exacerbada.
6. Edad:
Véanse los apartados correspondientes al duelo en la infancia y duelo en el anciano. La edad es un factor atenuante pero no decisivo.
7. Sexo:
Los hombres típicamente reportan menos síntomas físicos y menos estrés afectivo que las mujeres, haciendo que las viudas parezcan así más afectadas que los viudos. No obstante, no parece haber un acuerdo en considerar al sexo como un factor de trascendencia en el resultado del duelo, aún cuando las tendencias en su expresión fenomenológica suele ser diferente.
8. Religiosidad:
No hay estudios concluyentes.
9. Situación socio-económica:
La mayoría de los autores concluyen que un bajo nivel socio-económico se asocia a un pobre resultado del duelo. Por otra parte, una baja situación socio-económica es un factor de riesgo pre-existente para cualquier situación de estrés, y no sólo del duelo.

De la misma forma que puede presentarse una discrepancia entre el tiempo cronológico y el tiempo biológico, lo mismo puede suceder entre el tiempo subjetivo y los demás; de hecho, a diario ocurre entre el tiempo biológico y el tiempo subjetivo: no nos sentimos tan viejos como el tiempo cronológico así nos lo dice. De esta forma, la discrepancia (asincronía) entre el tiempo cronológico (el tiempo que ha pasado desde el fallecimiento) y el tiempo subjetivo (lo que se ha vivido o trabajado el duelo) puede llegar a ser muy notable y crear gran confusión, tanto en la misma persona como en su entorno ?¿por qué me sigo sintiendo tan mal si mi padre ya lleva 2 años??. Antes de emitir un juicio es preciso conocer todos los detalles referentes a la evolución del proceso hasta ese momento; seguramente allí podrá objetivarse la razón o las razones que llevan a esta asincronía: ?aunque el tiempo cronológico es de 2 años, el tiempo subjetivo (lo trabajado del duelo) corresponde sólo a 8 meses?. No es si no pensar, por ejemplo, en lo que diferentes crisis concurrentes pueden hacerle al trabajo del duelo y a los diferentes tiempos involucrados.