Respaldo de material de tanatología

Los Filósofos de la Naturaleza

De: Alias de MSNwaltoh11  (Mensaje original) Enviado: 14/11/2008 8:51

Los Filósofos de la Naturaleza

Los primeros filósofos tenían en común la creencia de que existía una materia primaria, que era el origen de todos los cambios. No resulta fácil saber cómo llegaron a esa conclusión, sólo sabemos que iba surgiendo la idea de que tenía que haber una sola materia primaria que, más o menos, fuese el origen de todos los cambios sucedidos en la naturaleza. Tenía que haber «algo» de lo que todo pro¬cedía y a lo que todo volvía.

Podemos constatar que hacían preguntas sobre cam¬bios visibles en la naturaleza. Intentaron buscar algunas leyes naturales constantes. Querían entender los sucesos de la na¬turaleza sin tener que recurrir a los mitos tradicionales. Ante todo, intentaron entender los procesos de la naturaleza estu¬diando la misma naturaleza. ¡Es algo muy distinto a explicar los relámpagos y los truenos, el invierno y la primavera con referencias a sucesos mitológicos!

Nada puede surgir de la nada

Parménides (aprox. 510-470 a. de C) pensaba que todo lo que hay ha existido siempre, lo que era una idea muy corriente entre los grie¬gos. Daban más o menos por sentado que todo lo que exis¬te en el mundo es eterno. Nada puede surgir de la nada, pensaba Parménides. Y algo que existe, tampoco se puede convertir en nada. Pero Parménides fue más lejos que la mayoría. Pen¬saba que ningún verdadero cambio era posible. No hay na¬da que se pueda convertir en algo diferente a lo que es exactamente.

Desde luego que Parménides sabía que precisamente la naturaleza muestra cambios constantes. Con los sentidos observaba cómo cambiaban las cosas, pero esto no con¬cordaba con lo que le decía la razón. No obstante, cuando se vio forzado a elegir entre fiarse de sus sentidos o de su razón, optó por la razón.

Conocemos la expresión: ?Si no lo veo, no lo creo». Pero Parménides no lo creía ni siquiera cuando lo veía. Pensaba que los sentidos nos ofrecen una imagen errónea del mundo, una imagen que no concuerda con la razón de los seres humanos. Como filósofo, consideraba que era su obligación descubrir toda clase de «ilusiones».

Esta fuerte fe en la razón humana se llama racionalismo. Un racionalista es el que tiene una gran fe en la ra¬zón de las personas como fuente de sus conocimientos so¬bre el mundo.

Todo fluye

Al mismo tiempo que Parménides, vivió Heráclito (aprox. 540-480 a. de C.) de Éfeso en Asia Menor. Él pen¬saba que precisamente los cambios constantes eran los ras¬gos más básicos de la naturaleza. Podríamos decir que Heráclito tenía más fe en lo que le decían sus sentidos que Parménides.

«Todo fluye», dijo Heráclito. Todo está en movimien¬to y nada dura eternamente. Por eso no podemos «descen¬der dos veces al mismo río», pues cuando desciendo al río por segunda vez, ni yo ni el río somos los mismos.

Heráclito también señaló el hecho de que el mundo está caracterizado por constantes contradicciones. Si no estuviéramos nunca enfermos, no entenderíamos lo que significa estar sano. Si no tuviéramos nunca hambre, no sa¬bríamos apreciar estar saciados. Si no hubiera nunca gue¬rra, no sabríamos valorar la paz, y si no hubiera nunca in¬vierno, no nos daríamos cuenta de la primavera. Tanto el bien como el mal tienen un lugar necesario en el Todo, decía Heráclito. Y si no hubiera un constante juego entre los contrastes, el mundo dejaría de existir.

«Dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, hambre y saciedad», decía. Emplea la palabra «Dios», pero es evidente que se refiere a algo muy distinto a los dioses de los que hablaban los mitos. Para Heráclito, Dios -o lo divino- es algo que abarca a todo el mundo. Dios se muestra precisamente en esa naturaleza llena de contra¬dicciones y en constante cambio.

En lugar de la palabra «Dios», emplea a menudo la palabra griega logos, que significa razón. Aunque las per¬sonas no hemos pensado siempre del mismo modo, ni he¬mos tenido la misma razón, Heráclito opinaba que tiene que haber una especie de «razón universal» que dirige to¬do lo que sucede en la naturaleza. Esta «razón universal» o ?ley natural»- es algo común para todos y por la cual todos tienen que guiarse. Y, sin embargo, la mayoría vive según su propia razón, decía Heráclito. No tenía, en general muy buena opinión de su prójimo. «Las opiniones de la mayor parte de la gente pueden compararse con los juegos infantiles», decía.

En medio de todos esos cambios y contradicciones en la naturaleza, Heráclito veía, pues, una unidad o un todo. Este «algo», que era la base de todo, él lo llamaba «Dios» o « logos».

En cierto modo, las ideas de Parménides y Heráclito eran totalmente contrarias. La razón de Parménides le de¬cía que nada puede cambiar. Pero los sentidos de Heráclito decían, con la misma convicción, que en la naturaleza su¬ceden constantemente cambios. ¿Quién de ellos tenía ra¬zón? ¿Debemos fiarnos de la razón o de los sentidos?

Parménides dice:

a) que nada puede cambiar y
b) que las sensaciones, por lo tanto, no son de fiar.

Por el contrario, Heráclito dice:

a) que todo cambia («todo fluye») y
b) que las sensaciones son de fiar

¡Difícilmente dos filósofos pueden llegar a estar en mayor desacuerdo!

¿Pero cuál de ellos tenía razón?

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EXTRACTOS DE ?EL MUNDO DE SOFIA? DE JOSTEIN GAARDER