Respaldo de material de tanatología

Fichte. Posición como autoposición y autoconciencia.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 25/02/2004 15:45

Debemos buscar el principio fundamental absolutamente primero, completamente incondicionado de todo saber humano. Si este principio fundamental debe ser el primero absolutamente, no puede ser ni demostrado, ni determinado.

Debe expresar aquella autogénesis que ni se da ni se puede dar entre las determinaciones empíricas de nuestra conciencia, sino que más bien es el fundamento de toda conciencia, y sólo ella la hace posible. Al presentar esta autogénesis, no es tanto de temer que por ventura no se piense lo que hay que pensar -la naturaleza de nuestro espíritu ha cuidado ya de ello-, como que se piense aquí aquello que no debe pensarse. De ahí la necesidad de una reflexión sobre lo que previamente se hubiera podido quizás pensar acerca de ello y de una abstracción de todo lo que efectivamente no le pertenece.

Incluso mediante esta reflexión abstractiva, lo que no es un hecho de conciencia no puede llegar a serlo; pero gracias a ella puede reconocerse que se tiene que pensar necesariamente esta autogénesis como fundamento de toda ciencia.

(…)

1. Todos conceden el principio: “A es A” (o sea, A = A, porque esto es lo que significa la cópula lógica); y se admite sin vacilación alguna; se le reconoce como proposición completamente cierta e indudable.

Si, no obstante, alguien pidiera una prueba de esta proposición, nadie se tomaría el trabajo de dársela, y se admitiría que esa proposición es cierta absolutamente, es decir, sin otro fundamento; y haciendo esto, sin duda alguna con el asentimiento general, uno se arroga la facultad de poner algo absolutamente.

2. Afirmando que la proposición precedente es en sí cierta, no se afirma que A sea. La proposición “A es A” no equivale en modo alguno a esta: “A es”, o: “existe un A”. (“Ser”, puesto sin predicado, expresa algo muy diferente que “ser” con un predicado; véase más adelante). Si se admite que A designa un espacio comprendido entre dos rectas, la primera proposición permanece exacta siempre, aunque la proposición: “A es” fuera manifiestamente falsa. Más bien, se afirma que: “si A es, entonces A es”. Por consiguiente, de ninguna manera se trata aquí de saber si en general A es o no es. No se trata del contenido de la proposición, sino únicamente de su forma; no de aquello acerca de lo cual se sabe algo, sino de lo que se sabe, cualquiera que sea el objeto de que se trate.

Por consiguiente, con la afirmación de que la proposición indicada es absolutamente cierta resulta que entre aquel “si” y este “entonces” hay una conexión necesaria; y esta conexión necesaria entre dos términos es puesta absolutamente y sin otro fundamento. Provisionalmente llamo a esta conexión necesaria = X.

3. Nada hay establecido en lo concerniente a si A mismo es o no. De ahí surge la pregunta: ¿bajo qué condiciones es, pues, A?

a) Al menos X está en el Yo y puesto por el Yo, pues es el Yo quien juzga en la proposición anterior, y juzga precisamente según X como según una ley; la cual es, por consiguiente, dada al Yo; y como es establecida absolutamente y sin otro fundamento, tiene que ser dada al Yo por el Yo mismo.

b) No sabemos si A en general es puesto y cómo es puesto; pero debiendo designar X una relación entre una desconocida posición de A y una absoluta posición del mismo A, condicionada por la primera posición, entonces A debe estar en el Yo y puesto por el Yo, como X, al menos en tanto que esa conexión es puesta. Sólo es posible X en relación a un A; pero efectivamente X está puesto en el Yo: por consiguiente, A tiene que estar también puesto en el yo, en cuanto que a él se refiere X.

c) X se relaciona con este A, que en la proposición anterior ocupa el lugar lógico del sujeto, lo mismo que con el A que está en el lugar lógico del predicado; en efecto, los dos términos están conciliados por X. Así, los dos son puestos en el Yo, en tanto que son puestos. Y el A del predicado es puesto absolutamente, a condición de que sea puesto el A del sujeto; la proposición enunciada puede, pues, formularse así: Si A es puesto en el Yo, entonces es puesto; o entonces es.

4. Ha sido puesto, pues, por el Yo mediante X; A es para el Yo juzgante, absoluta y únicamente en virtud de su ser puesto en el Yo en general; esto significa: se ha establecido que en el Yo -bien que este especialmente afirme o juzgue, o lo que sea- hay algo que siempre es igual a sí, siempre uno e idéntico; y el X puesto absolutamente puede, pues, expresarse así: “Yo = Yo”; Yo soy Yo.

5. Por medio de esta operación hemos llegado ya sin darnos cuenta a la proposición: Yo soy (no ciertamente como expresión de una autogénesis, sino todavía de un hecho).

En efecto, X es puesto absolutamente; esto es un hecho de la conciencia empírica. Pero X es idéntico a la proposición: “Yo soy Yo”; por consiguiente, esta proposición es también puesta absolutamente.

Sin embargo, la proposición “Yo soy Yo”, tiene un significado muy distinto del que posee la proposición “A es A”. Esta última proposición, en efecto, sólo tiene un contenido bajo cierta condición. Si A es puesto, es ciertamente puesto en tanto que A, con el predicado A. Pero con una proposición semejante todavía no queda decidido si A es efectivamente puesto; por consiguiente, si es puesto con un predicado cualquiera. Por el contrario, la proposición: “Yo soy yo”, es válida incondicional y absolutamente, porque es idéntica a la proposición X; es válida no solamente en cuanto a la forma, sino también en cuanto al contenido. En esta proposición el Yo es puesto con el predicado de la identidad consigo mismo, no condicionalmente, sino absolutamente; así, es puesto; y la proposición puede ser expresada también de esta manera: “Yo soy”.

Esta proposición: “Yo soy”, hasta ahora está fundada solamente en un hecho y no tiene otro valor que el de un hecho. Si la proposición “A = A” (o más precisamente, lo que en esta proposición es absolutamente puesto = X) debe ser cierta, entonces la proposición: “Yo soy”, tiene que ser igualmente cierta. Pero es un hecho de la conciencia empírica el que estemos obligados a considerar X como absolutamente cierto; lo mismo debe suceder con la proposición: “Yo soy”, en la cual se funda X. Así pues, el fundamento que explica todos los hechos de la conciencia empírica es el siguiente: que antes de poner algo en el Yo, el mismo Yo sea puesto. (Digo: de todos los hechos; y esto depende de la prueba de la proposición, y según esta prueba, X es el hecho supremo de la conciencia empírica, el cual es la base de todos los demás hechos y está contenido en ellos; esto debería admitirse sin la menor prueba, aunque toda la Doctrina de la Ciencia está consagrada a demostrarlo).

6. Volvamos al punto del que habíamos partido.

a) Por el principio “A = A” se efectúa un juicio. Según el testimonio de la conciencia empírica, todo juicio es una acción del espíritu humano; es preciso, pues, suponerle todas las condiciones de la acción en la autoconciencia empírica, las cuales deben ser, para la reflexión, presupuestas como conocidas y ciertas.

b) Esta acción está fundada en algo, a saber X = Yo soy, lo cual no está fundado en nada más alto.

c) Se deduce que lo absolutamente puesto y fundado en sí mismo es el fundamento de una cierta acción del espíritu humano (la Doctrina de la Ciencia demostrará que es fundamento de toda acción del espíritu humano), o sea, es su puro carácter; el puro carácter de la actividad en sí: prescindiendo de sus condiciones empíricas particulares.

Así, para el Yo, ponerse a sí mismo es su pura actividad. El Yo se pone a sí mismo, y es en virtud de este simple poner por sí mismo; e inversamente: el Yo es, y pone su ser, en virtud de su puro ser. Es al mismo tiempo el actuante y el producto de la acción, lo activo y lo producido por la actividad; acción y hecho son una sola y misma cosa; y por esto: “Yo soy” es la expresión de una autogénesis, pero también de la única posible, como lo demostrará la Doctrina de la Ciencia.

7. Consideremos de nuevo la proposición: “Yo soy Yo”.

a) El Yo es puesto absolutamente. Supongamos que en la proposición precedente el Yo que ocupa el lugar del sujeto formal sea el Yo absolutamente puesto; en cambio, el del predicado sea el Yo que está siendo; entonces se ha expresado o puesto absolutamente por el juicio absolutamente válido, que estos dos términos son uno: el Yo es porque él se ha puesto.

b) El Yo de la primera y el Yo de la segunda acepción deben ser absolutamente idénticos. Puede, pues, invertirse la proposición precedente y decir: el Yo se pone a sí mismo simplemente porque es. Se pone a sí mismo por su mero ser, y es por su mero ser-puesto.

Estas observaciones aclaran perfectamente el sentido en que empleamos aquí el término Yo y nos conducen a una explicación precisa del Yo como sujeto absoluto. Aquello cuyo ser (esencia) simplemente consiste en ponerse a sí mismo como siendo es el Yo como sujeto absoluto. De la misma manera que él se pone, es; y de la misma manera que es, se pone; y entonces el Yo es necesariamente y absolutamente para el Yo. Aquello que no es para sí mismo no es un Yo.

(Aclaración: Se oye a menudo plantear esta cuestión: “¿qué era yo antes de llegar a tener conciencia de mí mismo?”. La respuesta natural a esto es: “Yo no era en absoluto; pues yo no era Yo. El Yo es en la medida en que tiene conciencia de sí”. La posibilidad de esa cuestión se funda en la confusión entre el Yo como sujeto y el Yo como objeto de la reflexión del sujeto absoluto; y esto es completamente inadmisible. El Yo se presenta ante sí mismo y se percata de sí mismo en la forma de la representación y sólo entonces llega a ser algo, un objeto; bajo esta forma la conciencia recibe un sustrato que es, aunque carece de conciencia real, e incluso es concebido como un cuerpo. Uno piensa un estado semejante y pregunta: “¿Qué era antes el Yo?; es decir: ¿Cuál es el sustrato de la conciencia?”. Pero también entonces inadvertidamente uno piensa además el sujeto absoluto como intuyendo ese sustrato; e igualmente piensa, pues, inadvertidamente aquello de lo que se pretendió abstraer; y uno se contradice a sí mismo. Nada puede uno pensar sin pensar además su Yo, como consciente de sí mismo; jamás puede uno hacer abstracción de su autoconciencia: por lo tanto, semejantes preguntas no pueden responderse, porque no pueden ser planteadas cuando uno se entiende bien consigo mismo).

8. Si el Yo es sólo en tanto que se pone, entonces es también sólo para el ponente, y sólo pone para el que está siendo. El Yo es para el Yo. Y si se pone absolutamente a sí mismo, tal como es, entonces se pone necesariamente y es necesariamente para el Yo. Yo soy sólo para Mí; pero soy necesariamente para Mí (mientras digo, “para Mí”, pongo ya mi ser).

9. Ponerse a sí mismo y ser son, aplicados al Yo, idénticos completamente. La proposición: “Yo soy porque me he puesto a mí mismo” puede, pues, formularse también así: “Soy absolutamente porque soy”.

Además el Yo que se pone y el Yo que es son completamente idénticos, uno y lo mismo. El Yo es aquello que él se pone; y se pone a sí mismo como aquello que es. Así: Yo soy absolutamente lo que soy.

10. La expresión inmediata de la autogénesis que acabamos de desarrollar sería la fórmula siguiente: Yo soy absolutamente, es decir: soy absolutamente porque soy; y soy absolutamente lo que soy; estas dos afirmaciones convienen al Yo.

Si se piensa explicitar esta autogénesis en la cúspide de una Doctrina de la Ciencia, he aquí los términos en los que tendría que expresarse: El Yo pone originariamente de modo absoluto su propio ser.

J. G. Fichte. Doctrina de la Ciencia.