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Tres Debates sobre Biblia y Arqueología

De: Alias de MSNInsumisoCritico  (Mensaje original) Enviado: 11/05/2005 18:33

por Ziony Zevit, University of Judaism, Los Angeles, California (EEUU)

Publicado originalmente en Biblica, volumen 83 (2002), páginas 1-27
Traducción de Felipe Elgueta Frontier

Introducción

I. El Debate de la Arqueología Biblica.

Durante casi veinticinco años, las universidades y seminarios denominacionales han sido escenario de tres debates importantes, enmarañados y confusamente largos en torno a la exactitud y veracidad de las narrativas históricas de la Biblia hebrea. Aparte de los estudiosos religiosamente más conservadores, que pueden estar desinformados o bien han escogido ignorar estos tejemanejes del estudio académico del antiguo Israel, pocos de quienes estudian, enseñan o predican sobre estos temas carecen de una opinión. El debate de la Arqueología Bíblica, el debate Minimalistas-Maximalistas y el debate del Siglo Décimo han tenido ocupados a los estudiosos, que han debido abocarse a corregir el contenido de sus clases de historia, escribir artículos e intentar mantener su teología en armonía con su comprensión de la historia.

En los círculos académicos y luego a través de la prensa y de muchos escritos publicados en la popular y ampliamente difundida Biblical Archaeology Review, se llegó a asociar cada uno de estos debates con un individuo en particular: primero, el debate de la Arqueología Bíblica con W.G. Dever de la Universidad de Arizona en Estados Unidos; en segundo lugar, el debate Minimalistas-Maximalistas con P.R. Davies de la Universidad de Sheffield en Inglaterra; y, finalmente, el debate del Siglo Décimo con I. Finkelstein de la Universidad de Tel-Aviv en Israel. Cada uno de estos individuos es reconocido como un estudioso competente, escritor enérgico y voluminoso, simpático orador y hábil retórico.

La descripción desapasionada de Liverani de los problemas surgidos en los debates, ilustra bien el manto que han puesto sobre el estudio de lo que él llama ?la historia del Israel Bíblico?. Cuestionando los problemas teóricos y prácticos de la empresa historiográfica, algunos estudiosos han minado con éxito la confianza en la validez de la mayoría de las interpretaciones históricas, así como en la habilidad de los historiadores para determinar incluso qué puede constituirse en un dato o un evento pertinente para ese pasado que los historiadores deben explicar (1). El artículo de Liverani me sugiere que su efectividad se ha debido, mayormente o en parte, a la confluencia de los tres debates en un solo debate de Biblia y Arqueología. Mis objetivos en este artículo son sacar a la luz problemas oscurecidos por una terminología difusa, considerando cada uno de los tres debates en su propio contexto intelectual, e indicar cómo este enfoque promueve un clima intelectualmente saludable
dentro del cual es posible el avance de la investigación histórica.

I. El Debate de la Arqueología Biblica.

Este debate, desencadenado por Dever en los años setenta, era acerca de si la ?Arqueología Bíblica? podría llamarse mejor “Arqueología Siropalestina? (2). Se invocaron buenas razones en favor del cambio y obtuvo mucha aceptación entre los arqueólogos profesionales y otros seguidores de la arqueología.

(1) Para describir el objeto de su estudio, los arqueólogos generalmente usan adjetivos que se refieren a un período (ej., calcolítico, Bronce Medio) y/o región geográfica (ej., babilónica, egipcia) y/o cultura (ej., hitita, romana); nunca el título de un libro adjetivizado. No existe una ?Arqueología del Beowulf? ni una ?Arqueología Iliádica?. En lenguaje arqueológico, el adjetivo ?Bíblico? era una palabra vacía.

(2) Los individuos que empleaban la expresión ?Bíblico? la usaban para referirse principalmente a los períodos históricos durante los cuales los personajes mencionados en la Biblia vivían en el ?mundo bíblico?. Este último término se hizo muy usual en los estudios norteamericanos bajo la influencia de W.F. Albright, reconocido ampliamente como el estudioso fundador de la arqueología bíblica científica en la tierra de Israel. Cuando Albright hablaba de ?Arqueología Bíblica?, abarcaba todos los países y culturas del Medio Oriente mencionados en la Biblia o que fueran relevantes para los eventos allí descritos. Excavaciones en España y Siria, Túnez y Arabia, podrían ser clasificadas bajo esta misma rúbrica. Usado esta manera, el término ?bíblico? abarcaba demasiado territorio y, como resultado, no era informativo.

(3) ?Bíblico? no se refiere a nada de lo que los arqueólogos hacen como tales, es decir, como expertos que excavan, catalogan hallazgos y rastrean el desarrollo y evolución de la cultura material.

En vista de estas legítimas razones, parece desconcertante que el caso de Dever no saliera victorioso. Ante él se presentaron tres tipos principales de objeciones: primero las institucionales, que reflejan el egoísmo ilustrado; en segundo lugar las semánticas, y en tercero las teológicas (lejos, las más complejas).

Objeciones institucionales:
La mayoría de los arqueólogos de tiempo completo de los Estados Unidos y virtualmente todos los de Europa e Israel estuvieron inclinados a favor de la sugerencia de Dever; los biblistas y teólogos, sin embargo, estaban divididos. Además, la aplastante mayoría de los excavadores interesados en los períodos bíblicos y que trabajan en Israel y Jordania no son arqueólogos de tiempo completo. En su mayoría, son empleados de seminarios o instituciones denominacionales en las que enseñan Biblia o imparten cursos con nombres como ?Civilización Israelita Antigua? y otros semejantes. Ellos fueron renuentes a adoptar y promover una terminología que sugiriera que la arqueología no era relevante para su trabajo como biblistas. Además, la terminología propuesta por Dever puede haber fomentado percepciones de la arqueología que resultaban hostiles a sus tareas de búsqueda de apoyo financiero entre sus generosos patrocinadores e instituciones auspiciadoras y de contratación de voluntarios para las excavaciones.

Objeciones (o justificaciones) semánticas:
Entre aquellos que reconocieron la validez esencial de las inquietudes de Dever, muchos deseaban mantener el término ?Arqueología Bíblica?. Ellos plantearon, en un terreno ?Albrightiano?, que la expresión era útil y significativa para referirse a la arqueología de la Edad de Hierro en Israel y Jordania. El término ?Arqueología Bíblica? era apropiado porque, aunque aludía a la escritura canónica, normalmente se entendía que la expresión estaba referida a un pueblo en particular en un lugar y tiempo particulares: los israelitas en la Tierra de Israel desde la Edad del Hierro hasta los días de Esdras y Nehemías en el periodo Pérsico que siguió a la Edad del Hierro, es decir, aproximadamente entre el 1200 y el 332 aEC (cuando el referente de ?Bíblico? es la Biblia hebrea). También podría abarcar a Jesús, Pablo y la iglesia primitiva (cuando el referente es el Nuevo Testamento). Al darle este sentido, se asemejaba a términos como ?Romano? o ?Griego? aplicados como adjetivos de las ramas
de la arqueología clásica. Por consiguiente, el debate era simplemente en torno a detalles semánticos. Finalmente, no había ninguna razón válida para eliminar el adjetivo ?bíblico?. Así como los arqueólogos clásicos recurren a antiguas fuentes escritas cuando interpretan sus hallazgos, la Biblia se usa en la interpretación de los hallazgos del Israel de la Edad de Hierro.

Objeciones teológicas I:

Complicando aún más esta delicada situación, estaba el hecho de que ?Arqueología Bíblica? era un término viejo, bien establecido en los estudios bíblicos desde comienzos del siglo XIX y cuyo sentido general era transparente a todos, un hecho generalmente desconocido para las personas que alcanzaron la mayoría de edad después de la década de los ?50. Así, por ejemplo, en 1839 la Jahn?s Biblical Archaeology empezó a entregar a generaciones de seminaristas y clérigos estadounidenses la siguiente definición:

La arqueología… considerada subjetivamente… es el conocimiento de cualquier cosa de la antigüedad que sea digna de recuerdo, pero objetivamente es ese conocimiento reducido a un sistema… en un sentido limitado hace especial referencia a las instituciones religiosas y civiles, a las opiniones, modales y costumbres y aspectos similares (3).

El libro de Jahn, publicado primero en alemán en 1802, asumió esta agenda arqueológica e ilustró lo que podría lograr usando la propia Biblia como su fuente y recurso primario; pero también los monumentos y monedas antiguos, las escrituras de Filón, Josefo, los escritos rabínicos y alguna literatura patrística y diarios de viajeros. Para Jahn, la arqueología podría hacerse en el escritorio del estudioso. Simplemente era cuestión de estudiar las palabras y hacer un análisis filológico.

Keil, un exégeta conservador, observó que Jahn simplemente había pedido prestada su comprensión de la ?arqueología? del uso griego del término, testimoniado en fuentes tan diversas como Platón, Dionisio de Halicarnaso y Josefo, y la aplicó a la Biblia (4). Para su propio Handbuch der biblischen Archäologie publicado en 1858, Keil adoptó una definición algo distinta:

Entendemos por arqueología bíblica o conocimiento de la antigüedad bíblica, la representación científica del estilo de vida del pueblo israelita como la única nación de la antigüedad que Dios había seleccionado como portadora de las revelaciones registradas en la Biblia.

Este conocimiento, según Keil, excluía la historia per se, pero incluía la geografía física, las instituciones religiosas tales como los lugares de culto, el personal, los rituales y el calendario; instituciones sociales, como las casas, la comida y la vestimenta; instituciones, organizaciones y empresas familiares, y organizaciones civiles tales como leyes, cortes, ejército, etc. La importancia de esta arqueología fue la de destacar la cualidad distintiva y objetiva de Israel como testigo de la revelación, pero ?el método de descripción debe ser histórico, siguiendo el carácter histórico de la revelación bíblica? (5).

En 1896, Lansing publicó un libro delgado, Outlines of the Archaeology of the Old Testament, en el que ubicaba la arqueología como una rama de la teología exegética. Él escribió: ?La Arqueología Bíblica es la ciencia de las cosas sagradas confrontadas con las palabras sagradas? (énfasis del original). Las ?cosas? incluían los mismos asuntos tratados por Keil, junto con las antigüedades de otras naciones ?en tanto que éstas tengan alguna relación directa con algún pasaje de la Escritura? (6). En este volumen se enfatiza la conexión directa entre ?cosa? y exégesis, y la historia, en general, se deja un poco de lado.

Mientras se publicaba el primer volumen de la primera edición alemana de Jahn, otros estudiosos europeos estaban comprometidos en actividades para extender el significado del término ?arqueología?. En 1801, E. Clark partió hacia Tierra Santa para descubrir ciudades antiguas y sitios santos. Fue seguido por U.J. Seetzen en 1802, J.L. Burckhardt en 1809, y una hueste de otros más. El más famoso de ellos, E. Robinson, Profesor de Biblia en el Union Theological Seminary de Nueva York, viajó por primera vez en 1839.

Basándose en las listas geográficas y las referencias casuales a lugares que se encuentran en la Biblia, bendecido con un oído dotado para discernir antiguos nombres de lugares hebreos y griegos en versiones árabes locales, y poseedor de un fino sentido de la topografía, Robinson, viajando junto a su ex alumno Eli Smith, un misionero de habla árabe, descubrió, registró y cartografió centenares de sitios, muchos de ellos deshabitados durante más de 2000 años. Su erudito y cautivante libro de tres volúmenes publicado en 1841, Biblical Researches in Palestine, the Sinai, Petrae and Adjacent Regions se convirtió en uno de los best-selleres más leídos (7). Robinson demostró la posibilidad de identificar muchos de los sitios mencionados en la Biblia y, por consiguiente, la exactitud y fidelidad de la Biblia. Su trabajo fue tomado como una señal de que la investigación científica, la misma investigación que podía descubrir animales extintos, cavernícolas y planetas distantes, también podría
verificar hechos bíblicos.

En 1890, Petrie, un estudioso inglés con más de 20 años de experiencia excavando en Egipto, dio inicio a la primera excavación científica en Tierra Santa en Tell el-Hesi. Poco después, se emprendieron excavaciones en Gezer, Jericó y Shechem. En 1906, se emprendieron excavaciones alemanas en Megido, el sitio del Armagedón.

Entre 1870 y los años ’30, después de que Schliemann excavara Troya y afirmara, con la misma seguridad y efectividad de un publicista, haber autentificado las historias de Homero, un público popular entusiasmado exigía hambriento nuevas conclusiones históricas a partir de las excavaciones en Egipto, Mesopotamia y Palestina.

Al examinar los libros y folletos con títulos que se aproximaban a ?Arqueología Bíblica?, escritos a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, noté cómo sus volúmenes diferían de Jahn, reflejando un desplazamiento semántico en el término ?arqueología? a lo largo de más de 50 años (8). En éstos, la diferencia entre ?arqueología? e ?historia? parece haber sido que ?historia? se refería al conocimiento de los eventos políticos pasados, de acuerdo con el paradigma rankiano de la historiografía que evolucionó en Alemania entre 1825 y 1850. ?Arqueología? se refería más a los realia (objetos naturales) y procesos de la vida diaria (9). El conocimiento obtenido de la ?arqueología sucia? era incluido entre los realia. Producía información que aclaraba la arqueología filológica y se aplicaba igualmente para ilustrar y contextualizar narrativas bíblicas históricas, todas las cuales eran consideradas descripciones exactas. Hasta donde puedo discernir, los veinticinco libros examinados eran
todos escritos por biblistas, individuos involucrados en el estudio, exégesis y explicación teológica de la escritura.

Lo que cambió a lo largo de más de 170 años, desde la época en que Jahn publicó su primer volumen hasta el surgimiento del debate, fue el contenido del término ?arqueología?. El nuevo significado reemplazó al viejo en el habla popular, pero siguió coexistiendo con él en entornos denominacionales en el congelado término ?Arqueología Bíblica?, junto con las ideas acerca de cómo debía usarse dicha ?Arqueología Bíblica? en el estudio de la Biblia.

Aunque esto pase inadvertido en la literatura erudita y en las discusiones públicas, algunos de los críticos de Dever simplemente estaban reacios a ignorar parte del campo semántico del término ?arqueología?. Considerando que ?Arqueología Bíblica? es un término perfectamente bueno con una larga tradición en los estudios bíblicos, la preparación ministerial y la educación cristiana, ellos no se sintieron particularmente incómodos con los problemas planteados por Dever, y pueden haber considerado su llamado como una reacción exagerada ante algo demasiado pequeño.

Objeciones teológicas II:
En la década de los ’50, bajo la influencia de Albright, la ?Arqueología Bíblica? había llegado a incluir bajo su rúbrica estudios de los textos literarios ugaríticos, así como los recientemente descubiertos Rollos del Mar Muerto, entre los que se encontraban los manuscritos bíblicos más antiguos que se hayan conocido. Estos dos descubrimientos acerca de los límites cronológicos del periodo bíblico vertieron una crucial luz sobre el trasfondo cultural y la historia literaria del antiguo Israel y sobre la historia textual de la Biblia; por consiguiente, se pensaba que ilustraban la exactitud histórica de la Biblia de alguna manera vaga, indefinida. Del mismo modo, la presencia física de objetos excavados, como altares pequeños similares al altar del tabernáculo descrito en la Biblia, estatuillas consideradas como ejemplos de imágenes prohibidas en la legislación bíblica y evidencia material de secuencias de eventos como la destrucción de una ciudad canaanita al principio de la Edad de
Hierro, fueron consideradas como mudo testimonio de la exactitud de lo que la Biblia ?decía? sobre ellos en Deuteronomio, Josué y Jueces.

Los estudiosos conservadores en particular, pero también los liberales, suponían que si los arqueólogos podían demostrar que algo podría haber ocurrido, ésa era prueba suficiente de que había ocurrido si así lo indicaba la Biblia (10). El efecto de halo de este pensamiento de ?la Biblia es verdadera?, combinado con la concepción de la ?Arqueología Bíblica? como una sirvienta de la exégesis, continuó extendiendo las implicaciones de la arqueología sucia en la autenticación, tanto de detalles particulares sobre los realia como de rasgos de la cultura no material, como la historia, la historiografía y la teología (11).

Este testimonio se convirtió en grano para los molinos del movimiento de la ?Teología Bíblica?, liberal y positivista, que logró gran popularidad a partir de los años ’50 y ha tenido una influencia profunda en lo que se ha enseñado desde entonces en entornos cristianos y judíos no-ortodoxos. Lo que distinguía a este movimiento de los enfoques más conservadores, era su capacidad para discernir una diferencia entre la fiabilidad y exactitud de las descripciones históricas de la Biblia, comprobadas según las investigaciones arqueológicas, y los discursos teológicos de los textos (12). Se le dio preeminencia a estos discursos como ?proclamación?, mientras que los eventos hallados no deficientes en su comprobación arqueológica eran valorados como testimonio de la proclamación. Los eventos considerados deficientes, como la esclavitud de los israelitas en Egipto, fueron clasificados como ?mito?, ignorándose su falta de historicidad, y reservándolos exclusivamente para ser usados en los
discursos kerigmáticos.

Al proponer el término ?Arqueología Siropalestina?, Dever declaró explícitamente que había perdido el interés en el término “bíblico”, junto con sus nexos asociativos con la exégesis y la explicación teológica. Su postura puede haberse percibido como un ataque a la religión. Por cierto, su postura fue percibida correctamente como un ataque contra aquellos que argumentaban acerca de la interpretación arqueológica partiendo de la teología normativa (o Bíblica). Pero, hasta donde sé, él no planteó esto como un problema general en sus presentaciones públicas.

Dever perdió el debate. Era casi inevitable. Hay muchos más profesores de Biblia en el mundo que arqueólogos trabajando en el período de la Edad de Hierro, y la aplastante mayoría de estos profesores trabaja en contextos denominacionales con programas teológicos explícitos e implícitos que son a priori a cualquier posible hallazgo de los arqueólogos. Se pensaba que el llamado a un cambio en la terminología iba a cortar la conexión entre lo arqueológico y lo teológico, imposibilitar cualquier pretensión acerca de las implicaciones de la arqueología de lo físico para lo metafísico, y deslegitimar cualquier autoridad interpretativa que los biblistas teológicamente orientados pudieran exigir acerca de los datos arqueológicos.

A fines de la década de los ?80, después del decaimiento de la ?Teología Bíblica? como movimiento dinámico y agresivo, la situación quedó ordenada de la siguiente manera. La ?Arqueología Siropalestina? se convirtió en un término ampliamente aceptado que se refería a una disciplina que normalmente requiere de una combinación de estudios de postgrado y unos pocos períodos de experiencia en terreno y en laboratorio, o muchos períodos de experiencia en terreno y en laboratorio y publicaciones relevantes. Queda restringida a círculos profesionales y se ha convertido en el término preferido de los departamentos de arqueología, antropología e historia. La ?Arqueología Bíblica? evolucionó como un término usado principalmente en la cultura popular, en títulos de conferencias públicas, artículos en revistas, libros y cursos de pregrado o seminario. El término vino a señalar que se tratarían materias textuales y arqueológicas en presentaciones con este título; pero no señalaba cuál sería la
proporción entre arqueología y texto ni la orientación profesional del autor o conferencista. Considerando que todos los arqueólogos siropalestinos que trabajan en ciertos períodos históricos deben por necesidad explotar la información contenida en la Biblia al interpretar algunos de sus hallazgos, ellos son ipso facto arqueólogos bíblicos; pero no todos los biblistas que usan información arqueológica y que puedan llamarse ?arqueólogos bíblicos? pueden pretender ser ?arqueólogos siropalestinos?. Incluso Dever dejó clara esta situación (13).

Tan imperceptible como lo fue en los años ochenta, el debate había precipitado cambios que iban más allá de la terminología profesional. Había diseminado la noción de que la síntesis Albrightiana de los estudios y la arqueología bíblica ya no mantenía su integridad: los biblistas podrían seguir caminando solos, al igual que los arqueólogos. En los estudios bíblicos hubo un desplazamiento desde los análisis históricos hacia los literarios; en la arqueología de la Edad del Hierro, un desplazamiento desde las explicaciones históricas de la historiografía bíblica basada en datos de excavaciones hacia las interpretaciones político-económicas basadas en teorías socio-antropológicas. Algunos biblistas que aceptaron la distinción de Dever emprendieron la elaboración de historias sociales de Israel basados en una mezcla de datos arqueológicos y teoría socio-antropológica.

Notas

(1) M. LIVERANI, “Nuovi sviluppi nello studio della storia dell?Israele biblico”, Bib 80 (1999) 490-492, 497-500, 502-505.

(2) W.G. DEVER, Archaeology and Biblical Studies. Retrospects and Prospects (Archeologia 4.1; Evanston 1974) 17-25, 34-43; ID., “Retrospects and Prospects in Biblical and Syro-Palestinian Archaeology?, BA 45 (1982) 103-107; H. SHANKS, “Should the Term ?Biblical Archaeology? Be Abandoned?” BARe 7/3 (1981) 54-57; E.F. CAMPBELL, “Letter to Readers”, BA 45 (1982) 68; H.D. LANCE, “American Biblical Archaeology in Perspective”, BA 45 (1982) 97-101. Dever introdujo por primera vez el término para referirse a una ?disciplina y secular … realizada por los historiadores culturales por su propio interés? en la “Introducción” a Biblical Archaeology (ed. S.M. PAUL ? W.G. DEVER) (Library of Jewish knowledge; Jerusalem 1973) ix. (agradezco al Prof. Paul por esta referencia).

(3) J. Jahn (1750-1816) publicó una Biblische Archäologie original de cinco volúmenes en 1802. Abrevió esta publicación en un solo volumen, J. JAHN, Archaeologia biblica in Epitomen redacta (Viena 1814), traducido posteriormente como Archæologia Biblica. A manual of biblical antiquities (Andover 1823) por el poeta y traductor norteamericano T.C. Upham del latín. Su traducción fue reimpresa con adiciones y correcciones bajo el título más breve de Jahn?s Biblical Archaeology hasta 1853. La cita es de una edición de 1839 publicada en Nueva York.

(4) K.F. KEIL, Handbuch der biblischen Archäologie (Frankfort a. M. ? Erlangen 1858-1859) 2. Este libro apareció en una segunda edición alemana en 1875 que fue traducida con adiciones y correcciones de Keil y se publicó como Manual of Biblical Archaeology (Edinburgh 1887-1888) I-II.

(5) KEIL, Handbuch, 1-5.

(6) J.G. LANSING, Outlines of the Archaeology of the Old Testament (New Brunswick 1896) 4-5.

(7) P.J. KING, American Archaeology in the Mideast. A History of the American Schools of Oriental Research (Filadelfia 1983) 3-4; C.C. LAMBERG-KARLOVSKY, Beyond the Tigris and Euphrates (Beerseba 1996) 26-29. De hecho, la mayoría de los viajeros publicó relatos científicos o populares de sus viajes, de modo que había mucha información sobre Tierra Santa y la Biblia que circulaba ampliamente en inglés, francés y alemán.

(8) Observé lo que estaba disponible en los estantes de la biblioteca en el Seminario Teológico de Princeton en agosto y noviembre de 2000. Debido a la escasez de libros con las dos palabras requeridas, incluí libros cuyos títulos indicaran que trataban de tipos similares de datos.

(9) Cf. E. KALT, Biblische Archäologie (Friburgo 1924), un pequeño volumen que se centra en las instituciones políticas, religiosas y sociales en su escenario geográfico. Aunque fue escrito más de 60 años despues del libro de Kiel ?podría considerarse como una versión abreviada y actualizada del libro anterior?, Kalt no incorporó los hallazgos de la arqueología sucia en sus discusiones.

(10) Cf. KING, American Archaeology in the Mideast, 83, con respecto al enfoque de M. Kyle, un biblista conservador asociado durante largo tiempo con F. Albright y la arqueología norteamericana en Tierra Santa.

(11) Véase J.C. MEYER ? V.H. MATTHEWS, “The Use and Abuse of Archaeology in Current Bible Handbooks”, BA 48 (1985) 149-159; “The Use and Abuse of Archaeology in Current One-volume Bible Dictionaries”, BA 48 (1985) 222-237. Muchos de los abusos vistos y citados por estos autores abordan el uso más antiguo y tradicional del material arqueológico en contextos denominacionales.

(12) Esta descripción está tomada de Weaver, quien la usó para sugerir cómo puede enfrentarse teológicamente en los años 1990 el atolladero histórico causado por la arqueología; cf. W.P. WEAVER, “The Archaeology of Palestine and the Archaeology of Faith: Between a Rock and a Hard Place”, What has Archaeology to do with Faith? (eds. J.H. CHARLESWORTH ? W P. WEAVER) (Faith and Scholarship Colloquies; Filadelfia 1992) 89-105 (“The Failure of Archaeology as an Apologetic Strategy”).

(13) W.G. DEVER, “What Archaeology Can Contribute to an Understanding of the Bible”, BARe 7/5 (1981) 40-41; “Archaeology and the Bible. Understanding Their Special Relationship”, BARe 16/3 (1990) 52-58, 62.


2 thoughts on Tres Debates sobre Biblia y Arqueología

  1. De: Alias de MSNInsumisoCritico  (Mensaje original) Enviado: 11/05/2005 18:38

    II. El Debate Minimalistas-Maximalistas

    Los minimalistas

    El terreno para el debate minimalistas-maximalistas fue preparado por Davies en 1992, con la publicación de una obra de polémica, pequeña pero muy leída, In Search of Ancient Israel, que proponía una evaluación particularmente mezquina del valor histórico de la información contenida en la Biblia acerca del antiguo Israel (14). El mismo año, Thompson publicó un libro que llegaba a conclusiones similares (15), lo que bastó para iniciar el debate.

    Como grupo, los minimalistas están asociados con la Universidad de Sheffield en Inglaterra y la Universidad de Copenhague en Dinamarca; pero parecen ser más influyentes en los Estados Unidos que en Inglaterra y Europa continental. Aunque Davies es el más conocido, hay una media docena de estudiosos productivos que desarrollan los argumentos minimalistas regularmente en artículos, y un grupo dos o tres veces más numeroso que lo hace de manera irregular. Habiendo sido muy difamados por los biblistas e historiadores, considero que los minimalistas se han abocado a una tarea histórica hasta cierto punto legítima.

    Los historiadores contemporáneos, incluidos los minimalistas, distinguen (1) entre un mundo pasado donde las cosas pasaron, y la representación narrativa de ese mundo en escrituras antiguas; y (2) entre los elementos de la visión historiosófica que contribuyeron a la formación de una narrativa particular sobre el pasado, la capacidad descriptiva de la misma narrativa en sus contextos originales -literario e histórico-, y su capacidad para ser usada en el trabajo de un historiador contemporáneo. El punto de partida de las posturas minimalistas está determinado por sus respuestas a las preguntas que todos los (buenos) historiadores deberían hacerse ante cualquier documento escrito: ¿Cuál es la naturaleza de este documento? ¿Quién lo escribió? ¿Quién se beneficia con este documento? ¿Cuándo se escribió y por qué? ¿Dónde se escribió?

    Los minimalistas admiten que la Biblia hebrea es un documento constitucional para el pueblo judío. También aceptan que el período persa es la época más antigua en la que aparecen las características de lo que se reconoce como el Judaísmo del Segundo Templo, tales como la importancia de la lectura de la Torá de manera pública y en fiel observancia, la abstención del trabajo y el comercio en el Sabat, prohibición de la endogamia, diezmo y mantención del sacrificio en el Templo a través de un tributo auto-impuesto (véase. Neh 10:30-40). En aquel tiempo, el poder en Jerusalén estuvo en manos de Esdras y Nehemías, ambos judíos, autorizados por la corte persa en diferentes momentos durante el quinto siglo aEC para determinar la política civil y religiosa. Los minimalistas también señalan, basándose en su lectura de Esdras y Nehemías, que la población de Yehud, la provincia persa con centro en Jerusalén, contenía una gran mezcla de extranjeros, establecidos de manera forzada en el área como
    resultado de la política del Cercano Oriente antiguo .

    Planteando las ?preguntas de historiador? que mencionáramos anteriormente acerca de la Biblia en este contexto socio-histórico, los minimalistas concluyen que los libros de la Biblia Hebrea fueron escritos durante el período persa (o helenístico). Los libros históricos realmente contienen historias ficticias (que pueden haber aprovechado algunas vagas y antiguas leyendas) a través de las cuales la población organizada de refugiados locales se dio a sí misma una historia fundacional mítica que la uniera a la tierra y a una religión. Esta conclusión tiene dos corolarios importantes: (1) Las narrativas de la Biblia sobre el mundo político, social e intelectual del antiguo Israel desde Abraham hasta la destrucción del templo carecen de valor probatorio. (2) En consecuencia, cualquier narrativa que pretenda referirse a lo que efectivamente ocurrió con las personas reales que vivían en las áreas montañosas centrales del antiguo Israel durante lo que los arqueólogos llaman la Edad de Hierro
    debe estar basado exclusivamente en datos arqueológicos. No disponemos de ninguna otra fuente auténtica para su historia.

    Algo que otorga credibilidad a los minimalistas es el amplio acuerdo general entre los estudiosos bíblicos y los arqueólogos liberales en cuanto a que ningún dato arqueológico ni de ningún otro tipo proveniente de alguna fuente externa a la propia Biblia confirma las historias patriarcales o del éxodo tal como se les narra en Génesis y Éxodo. El mismo acuerdo general reconoce que sólo con sutiles retoques y explicaciones muy calificadas puede recurrirse a los datos arqueológicos para apoyar algunos elementos de las narrativas de Josué-Jueces. Finalmente, el acuerdo sostiene que las narrativas proto-históricas y las narrativas épicas del éxodo-conquista, sean o no verdaderas, fueron puestas por escrito por primera vez entre los siglos IX y VI aEC a partir de tradiciones orales, antiguas pero no verificables. Sin embargo, en el caso de las narrativas sobre eventos que ocurrieron después del siglo IX, los escritores israelitas tenían acceso a registros de la corte y del templo, de modo
    que se le otorga más credibilidad a sus volúmenes. No obstante, no hay consenso acerca de la fecha de la redacción final de los libros históricos. Algunos defienden el período exílico tardío c. 600-580 aEC; otros el período exílico neo-babilónico, 586-538 aEC, mientras que otros proponen el período persa post-exílico, 538-332 aEC.

    Así, en lo que concierne a estos diferentes períodos, las únicas diferencias entre los minimalistas y la mayoría de los demás historiadores son la fecha asignada para la composición de las historias y narrativas y su evaluación de la cantidad de ?historia real? contenida en ellas (16). Estas diferencias tienen implicaciones de enorme alcance.

    Los minimalistas van más allá del consenso histórico-crítico al plantear que la historia completa, desde Abraham hasta Moisés, Josué, David, Salomón y los otros reyes, está toda cortada de la misma tela y por la misma razón. El pueblo de Israel, sus líderes y héroes son ficciones literarias, invenciones o estructuras. Las historias sobre ellos, sus victorias, derrotas y políticas religiosas son todas invenciones tardías escritas en el período persa o después. El Israel histórico, la gente verdadera de carne y hueso que moró en las montañas centrales durante las Edades de Hierro, no vino de Egipto. Descendían de habitantes que en una edad más temprana, la del Bronce, ya estaban en los lugares en donde ellos vivían. Su cultura y religión era una forma ligeramente evolucionada de sus predecesores canaanitas de la Edad de Bronce (17).

    Este conjunto de axiomas y los corolarios derivados se encapsulan en la distinción minimalista entre un ?Israel bíblico? creado por los literatos del período persa y preservado en la Biblia Hebrea, un ?Israel histórico? que realmente vivió en las colinas centrales de la tierra de Israel durante la Edad de Hierro -del cual se puede llegar a conocer muy poco- y un ?Israel antiguo?, el ?constructo? erudito de personas obsesionadas con las historias de la Biblia, un Israel mutilado por las enseñanzas teológicas basadas en la combinación de los primeros dos y por los individuos demasiado involucrados con la ?Arqueología Bíblica? (18).

    Después de hacer un comentario sobre las deficiencias de todos los estudios no-minimalistas, Lemche -quien ha asumido el rol de portavoz filosófico y metodológico del minimalismo- escribe:

    La conclusión de que los estudios histórico-críticos simplemente está basada en una metodología falsa y lleva a conclusiones falsas, significa simplemente que podemos prescindir de 200 años de estudios sobre la Biblia y echarlos al tarro de la basura. Apenas valen el papel en el que están impresos (19).

    Contrariamente a lo que creen sus detractores, los minimalistas toman muy en serio los escritos históricos. Dadas sus conclusiones acerca de las tardías fechas de autoría y la falta de historicidad, sus esfuerzos por explicar por qué las historias fueron escritas de la manera en que se les conoce y con qué propósito, constituyen una tarea válida y necesaria. Los maximalistas, sin embargo, desacreditan la narrativa minimalista y defienden que sus conclusiones básicas siguen siendo afirmaciones no demostradas y que existe evidencia suficiente para refutar las hipótesis sobre las que se sostienen.

    El minimalismo tiene al menos cinco conjuntos de raíces intelectuales: (1) conclusiones sobre cuándo se escribió la mayoría de los libros, que fueron aceptadas por los estudiosos protestantes liberales a fines del siglo diecinueve (20); (2) el uso de modelos socio-antropológicos acerca de cómo las sociedades evolucionan y cuentan historias sobre sí mismas, lo que se popularizó en los estudios bíblicos durante la década de los ?70 gracias a los estudios de Gottwald acerca de la sociedad israelita en general y el surgimiento del antiguo Israel a partir de grupos canaanitas residentes en las colinas centrales en particular (21); (3) las evaluaciones de datos arqueológicos que desde la década de los ?50 cuestionan, valoran o niegan la historicidad de las narrativas del éxodo y la conquista y que, desde que los años setenta y ochenta, niegan la de las tradiciones patriarcales (22); (4) una estrategia para leer narrativa histórica bíblica a contrapelo, similar a las estrategias de
    deconstrucción desarrolladas por J. Derrida, emulada ampliamente en los departamentos de literatura e historia durante los años setenta y ochenta; (5) el clima de escepticismo extremo, un escepticismo que a veces orilla en el cinismo, característico de gran parte del análisis histórico occidental desde fines de la década de los ?60 (23).

    Aunque las afirmaciones de los minimalistas son el resultado de procesos de razonamiento practicados por los historiadores contemporáneos, éstas asustaron a los biblistas por su intrepidez y por su clasificación de la historiografía bíblica dentro del género de la construcción de mitos apologéticos y de la escritura histórica de ?la gran mentira?. Además, Davies inflamó pasiones no académicas al atacar a sus potenciales detractores con maniobras ?anti-políticas? pero políticamente estratégicas. Por ejemplo, anticipándose al desacuerdo que habría en torno a su visión del propósito que habrían tenido los autores antiguos al escribir los textos, Davies opinó que sus antagonistas introducían consideraciones teológicas en sus análisis, aseverando que, para ellos, la reconstrucción del ?antiguo Israel? no era una tarea histórica sino de ratificación teológica y, con respecto a la manera en que ellos asumen su labor, dijo que ?los compromisos religiosos no deben desfilar como si fueran
    métodos de estudio? (24). Davies desafió así a sus lectores a decidir si eran historiadores de verdad o creyentes que se hacían pasar por historiadores. En otras palabras, todo aquel que discrepara con él era un fundamentalista literario, en el peor de los casos, o un lector ingenuo, en la mejor de las circunstancias. Además, tal afirmación sugiere que, de algún modo, el libro fue escrito como un ataque contra ciertos tipos de creencias cristianas.

    Anticipando que su reconstrucción de la historia no obtendría aprobación y que las visiones predominantes sobre el Israel histórico prevalecerían, él mismo asumió el rol de mártir intelectual y explicó las condiciones que derrotarían su desafío: ?La pluma es de hecho más poderosa que la espada, la ficción más poderosa que la verdad, y la creencia más importante para la motivación humana que el conocimiento” (25). Las declaraciones de Davies constituyen un ataque a la integridad intelectual de aquellos que podrían discrepar con él. Su tono polémico, asumido también por algunos otros minimalistas, indujo respuestas viscerales apodícticas y en gran medida irrelevantes.

    El minimalismo sigue siendo un elemento del debate sobre la ?Arqueología Bíblica? en la defensa que hace Dever de la objetividad erudita imparcial en el análisis de datos que den luz sobre el antiguo Israel. Ha reconstruido un mundo histórico pasado basándose exclusivamente en los textos bíblicos. Su principal intervención independiente en la arqueología ha sido para reducir, partiendo de bases no arqueológicas, la importancia de cualquier dato arqueológico que pudiera contradecir sus hallazgos. Como apoyo para alguno de sus particulares argumentos, ningún minimalista ha recurrido a lo poco que se sabe sobre el período persa gracias a las excavaciones y estudios arqueológicos realizados en Israel desde fines de los años 1960.

    Esta tendencia a negar la evidencia contradictoria alcanzó un triste crescendo cuando unos arqueólogos fueron acusados de confeccionar inscripciones con contenidos que minaban las aseveraciones de los minimalistas. En Tel Dan, se descubrieron fragmentos de una inscripción aramea de victoria del siglo noveno aEC que mencionaba la ?Casa de David?. El hallazgo avergonzó a los minimalistas debido a que ellos afirmaban que David y Salomón probablemente nunca existieron o que, en caso de que sí hubieran existido, no podrían haber sido mucho más que jefes de tribus locales en Jerusalén. La referencia a la ?Casa de David? en la inscripción de Dan sugería que la dinastía davídica era tan conocida y poderosa como para que un rey arameo considerara que valía la pena jactarse de haber vencido a su ejército. Algunos minimalistas acusaron a A. Biran, director de las excavaciones del Hebrew Union College en Dan, de haber forjado y plantado la inscripción.

    Del mismo modo, una inscripción encontrada en la ciudad filistea de Ecrón, mencionaba los nombres Aquis (un nombre filisteo), Padi (un nombre asociado únicamente con Ecrón en la Biblia) y el propio nombre de Ecrón. Esta inscripción resultaba embarazosa para la narrativa minimalista, porque apoyaba la conexión histórica entre estos tres nombres, tal como lo informaba la historiografía bíblica. Ya que era muy poco probable que las personas que prepararan una historia de ficción durante el periodo persa, como sostiene la mayoría de los minimalistas, pudieran ser conscientes de esta trivial información onomástica, la existencia de la inscripción minó las afirmaciones de los minimalistas acerca de la ausencia de objetividad en las narrativas históricas. Esta vez, la acusación de falsificación fue lanzada en contra de los dos directores de la expedición de Ecrón: S. Gitin del Instituto de Arqueología W.F. Albright y T. Dothan del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea.

    Los maximalistas

    El bando mal llamado ?maximalista? en este debate consiste en la aplastante mayoría de los estudiosos que forman parte de los dos bandos del debate sobre la ?Arqueología Bíblica? a ambos lados del Atlántico (26). La mayoría de los maximalistas no sostiene que todos los eventos registrados en la Biblia Hebrea hayan ocurrido realmente. Ellos difieren entre sí acerca de cuánto de la historiografía bíblica refleja eventos reales y acerca de cuánta información relevante debe extraerse de otras disciplinas relacionadas con los diferentes períodos de la historia israelita. Sin embargo, coinciden en que todas las fuentes extra-bíblicas contemporáneas deben ser incluidas en las discusiones sobre la historia israelita, en que el súper-escepticismo de los minimalistas es injustificado, y en que sus descripciones de la historia e historiografía israelita son demasiado generales, descriptivamente inadecuadas y a menudo incorrectas en lo factual.

    Basándose en:
    (1) la literatura comparativa del Cercano Oriente antiguo y
    (2) la historiografía comparativa del Cercano Oriente antiguo de más de un milenio antes del periodo persa,
    (3) las inscripciones encontradas en Israel y en países vecinos, cuya fecha establecida corresponde a la Edad del Hierro y que se relacionan con eventos históricos específicos, incluso algunas que mencionan a personas nombradas en la Biblia,
    (4) la evolución autenticada del vocabulario y la gramática del idioma hebreo, y
    (5) una comprensión histórico-crítica del período persa en Yehud,
    (6) así como basándose en los datos arqueológicos,
    la mayoría de los estudiosos sostiene que, si bien la mayoría de los libros históricos desde Josué hasta Reyes fue escrita o revisada a más tardar en el período exílico o pre-exílico temprano, esta literatura sí contiene materiales mucho más tempranos y, por consiguiente, reflejan tradiciones israelitas auténticas y arcaicas de la monarquía tardía, de alrededor de 922-586 aEC (27). Esta postura permite que el conocimiento del ?Israel histórico? y del ?Antiguo Israel?, según lo definido por los minimalistas, deba su descubrimiento a la investigación de los estudiosos, y no a que estos estudiosos modernos hayan compuesto una ficción teológica.

    Recientemente, Lemche se sintió obligado a defender al minimalismo y (específicamente) a los estudiosos minimalistas contra dos tipos de acusaciones: primero, que sus afirmaciones generales e interpretaciones específicas de datos están guiadas por posturas ideológicas (del establishment marxista y anti-cristiano y posturas anti-Israel, pro-palestinas y antisemitas); segundo, que muchas de sus afirmaciones más fuertes que involucran los idiomas y culturas y datos sociológicos y arqueológicos del Cercano Oriente antiguo, son aportados por individuos no calificados. Lemche, concordando con que algunos estudiosos minimalistas tienen sus propios programas privados, argumentó que el término ?ideológico? usado en las acusaciones publicadas es ambiguo, pero que, sin importar cómo se use dicho término, no hay nada de ?ideológico? en concluir que el período persa es el que mejor explica la ?matriz mental? de la mayor parte de la literatura más vieja del Antiguo Testamento y ?probablemente de
    toda su historiografía? (28). Yo considero que ésta es una refutación válida (29).

    Con respecto a las calificaciones de los estudiosos. Aunque él presentó sus propias credenciales, correspondientes a alguien que tiene gran conocimiento y experiencia en el trabajo con datos antropológicos, no defendió al minimalismo de las acusaciones del segundo tipo.

    En la medida en que los minimalistas desarrollan su postura principalmente sobre la base de inferencias a partir de datos de textos bíblicos filtrados a través de herramientas analíticas desarrolladas para el estudio literario del género de ?ficción?, y sólo secundariamente sobre la base a una ausencia percibida de datos contradictorios provenientes de la arqueología, el debate minimalistas-maximalistas es entre biblistas (30). Ningún arqueólogo siropalestino es partidario de una postura histórica en vista de que los orígenes de literatura bíblica que asemejan bastante poco al de los minimalistas -una postura que, en todo caso, no tendría nada que ver con la arqueología per se- y que ninguna ha apoyado sus interpretaciones particulares acerca de la ausencia de datos arqueológicos.

    Notas

    (14) P.R. DAVIES, In Search of Ancient Israel (JSOTSS 266; Sheffield 1992). En realidad, Davies fue precedido en parte por N.P LEMCHE, Early Israel. Anthropological and Historical Studies on the Israelite Society Before the Monarchy (VTS 37; Leiden 1985). Sin embargo, el libro de Lemche no generó furor ni suscitó debate. Después de la caracterización de estos estudiosos como ?minimalistas?, él estuvo asociado con ellos. G. GARBINI, History and Ideology in Ancient Israel (New York 1988) 1-20, 125-126, 132, 154-169, se anticipó a los minimalistas en su ataque a las interpretaciones teológicas de la historia que veían la historiografía teologizante de los textos bíblicos como afirmaciones históricas, y en su datación de las composiciones bíblicas dentro de los períodos persa y helenístico. Sus beligerantes ensayos, publicados en traducción inglesa dos años después de su aparición en italiano, no se han convertido en parte del diálogo minimalista.

    (15) T.L. THOMPSON, Early History of the Israelite People. From the Written and Archaeological Sources (SHNE 4; Leiden 1992).

    (16) P.R. DAVIES, “What Separates a Minimalist from a Maximalist? Not Much”, BARe 26/2 (2000) 24-27, 72-73.

    (17) Los modelos de evolución y difusión cultural se volvieron populares en muchas de las explicaciones históricas y arqueológicas durante los años 1970 y lo son aún. Su aplicación refleja la tendencia a rechazar las explicaciones de cambio en las poblaciones antiguas que recurrían a teorías de invasiones y migraciones. Los académicos consideraron que los cambios podrían explicarse mejor atribuyéndolos a procesos socio-arqueológicos ordenados que operaban en la población indígena local. Cf. J. CHAPMAN ? H. HAMEROW, “On the Move Again ? Migrations and Invasions in Archaeological Explanations”, Migrations and Invasions in Archaeological Explanation (eds. J. CHAPMAN ? H. HAMEROW) (BAR.IS 664; Oxford 1997) 1; y la nueva investigación sobre migraciones presentada en Migration, Migration History, History. Old Paradigms and New Perspectives (eds. J. LUCASSEN ? L. LUCASSEN) (Bern 1999).

    (18) DAVIES, In Search of Ancient Israel, 11-14.

    (19) N.P. LEMCHE, “On the Problems of Reconstructing Pre-Hellenistic Israelite (Palestinian) History”, Journal of Hebrew Scriptures (http://purl.org/jhs) 3 (2000) pars. 4.2.

    (20) Los argumentos para fechar la edición final del Pentateuco, la mayor parte de los escritos históricos, la edición final de la literatura profética, los salmos y los proverbios de la Biblia Hebrea en diferentes partes de los períodos persa y helenístico ocuparon un sitial prominente a fines de siglo XIX. Fueron influidos en gran medida por las estimaciones de Kuenen y Wellhausen después de que K.H. Graf presentara lo que entonces se consideraba como argumentos sólidos para una atribuir una fecha post-exílica a la fuente sacerdotal; cf. A. KUENEN, An Historico-Critical Inquiry into the Origin and Composition of the Hexateuch (Londres 1886 [traducido de la 2ª. ed. Holandesa de 1885]) 313-321; J. WELLHAUSEN, Prolegomena to the History of Ancient Israel (Nueva York 1957 [reimpr. de 1885; traducido de la 2a. ed. Alemana de 1883]) 13. Estas visiones del siglo XIX se mantuvieron entre los académicos continentales con creciente sofisticación, pero parecen haber tenido poca influencia
    sobre los estudiosos ingleses o norteamericanos; cf. H. BOUILLLARD-BONRAISON, “Les livres bibliques d?époque perse”, La Palestine à l?époque perse (ed. E.M. LAPERROUSAZ) (Études annexes de la Bible de Jérusalem; Paris 1994) 157-188; B. GOSSE, Structuration des grands ensembles bibliques et intertextualité à l?époque perse. De la rédaction sacerdotale du livre d?Isaïe à la contestation de la Sagesse (BZAW 246; Berlín 1997).

    (21) Cf. su estudio sintético, N.K. GOTTWALD, The Tribes of Yahweh. A Sociology of the Religion of Liberated Israel, 1250-1050 B.C.E. (Maryknoll 1979). Gottwald mismo refinó ideas introducidas inicialmente por G. MENDENHALL, “The Hebrew Conquest of Palestine”, BA 25 (1962) 66-87, aportándoles una base teórica con modelos socio-antropológicos.

    (22) Con respecto a la conquista y asentamiento, véase G.E. WRIGHT, “The Literary and Historical Problem of Josh 10 and Ju 1”, JNES 5 (1946) 105-114; J. BRIGHT, A History of Israel (Filadelfia 1959) 110-127, presentó una síntesis Albrightiana-Wrightiana de datos, aun cuando la evidencia arqueológica de la conquista y asentamiento se describe turbiamente como ?no carente de ambigüedades en todos sus aspectos? (ibíd., 118). Trabajos más recientes que según los minimalistas, pero no sólo los minimalistas, han resuelto el problema, argumentan adecuadamente que no hubo conquista ni asentamiento. Esto abandona totalmente la idea de usar las narrativas bíblicas de algún modo significativo para una síntesis histórica, porque se les considera incompatibles con la evidencia arqueológica dura. Cf. I. FINKELSTEIN, The Archaeology of the Israelite Settlement (Jerusalén 1988); “The Emergence of Early Israel: Anthropology, Environment, and Archaeology”, JAOS 110 (1990) 677-686.
    Con respecto a los Patriarcas, véase T.L. THOMPSON, The Historicity of the Patriarchal Period (BZAW 113; Berlín 1974); y J. VAN SETERS, Abraham in History and Tradition (New Haven 1975). Las afirmaciones de que los datos extra-bíblicos apoyaban la historicidad del período patriarcal en las edades del Bronce Media II o Tardía, populares en los años 1950, fueron descartadas por estos dos individuos que trabajaban independientemente. Pocos estudiosos, si acaso alguno, han desafiado las conclusiones específicas de sus importantes libros. Sin embargo, el consenso puede cambiar eventualmente como consecuencia de nuevos datos y nuevos análisis de datos viejos provenientes de Mari, en el Eufrates medio; cf. D. FLEMING, “Mari and the Possibilities of Biblical Memory”, RA 92 (1998) 42, 46-51, 58-59, 76.

    (23) Este fenómeno intelectual se describe y analiza en el cap. I de mi libro, Z. ZEVIT, The Religions of Ancient Israel. A Synthesis of Parallactic Approaches (Londres 2001) 49-68.

    (24) DAVIES, In Search of Ancient Israel, 46-47 y 19, n. 4. Aunque esta declaración en particular parece distinguir a Davies de los elementos del discurso posmoderno que sostienen que no hay verdades objetivas, sino sólo ideologías subjetivas, dentro del contexto de las discusiones entre biblistas es un recurso retórico que hace innecesaria la defensa de sus argumentos. Sus adversarios están describiendo lo que los minimalistas llaman el ?Israel histórico?.

    (25) DAVIES, In Search of Ancient Israel, 161. Su anticipación del rechazo era realista, dado que se dirigía a los biblistas y atacaba a la misma audiencia que preservaba la ?arqueología bíblica?. N.P. LEMCHE, “Ideology and the History of Ancient Israel”, SJOT 14 (2000) 165-166, describe también la anticipación del rechazo de sus ideas en el comienzo mismo de su carrera, en gran parte por la misma razón, pero decidiendo ir a la pelea de todos modos.

    (26) El término ?maximalista? crea la falsa impresión de que este grupo consiste en fundamentalistas literarios. Los minimalistas quedaron con un rótulo mejor que el de sus oponentes.

    (27) W.G. DEVER, “Save Us from Postmodern Malarkey”, BARe 26/2 (2000) 28-35, 68-69; J. HACKETT, “Spelling Differences and Letter Shapes Are Telltale Signs”, BARe 23/2 (1997) 42-44; R. HENDEL, “The Date of the Siloam Inscription: A Rejoinder to Rogerson and Davies”, BA 59 (1996) 233-237; S. NORIN, “The Age of the Siloam Inscription and Hezekiah?s Tunnel”, VT 48 (1998) 37-48; A. HURVITZ, “The historical quest for ?ancient Israel? and the linguistic evidence of the Hebrew Bible: some methodological considerations”, VT 47 (1997) 301-315; S. JAPHET, “Can the Persian Period Bear the Burden? Reflections on the Origins of Biblical History”, Proceedings of the Twelfth World Congress of Jewish Studies Jerusalem, July 29 ? August 5, 1997. Division A. The Bible and Its World (ed. R. MARGOLIN) (Jerusalén 1999) 35-43. La respuesta de Lemche a estos tipos de crítica es minimizar la importancia de cualquier evidencia objetiva, empírica y extra-bíblica, permitiendo que sólo pueda encontrarse un
    pellizco de veracidad en las narrativas históricas. Por ejemplo, al comentar las inscripciones extra-bíblicas que mencionan a los reyes israelitas y judahítas en relación con eventos internacionales que también son mencionados en la Biblia, él escribe que demuestran tan sólo que la evidencia bíblica sobre la sucesión de reyes y los sincronismos ?no son del todo engañosos?, y que después de que los datos bíblicos y extra-biblicos son comparados puede concluirse que la historia de los historiadores bíblicos ?no está totalmente desprovista de información histórica?. Causa sorpresa y extrañeza que Lemche escriba sobre el período más crucial para la mayoría de los minimalistas, pero, al parecer, ya no para él: ?el período persa es, finalmente, un punto oscuro en el mapa histórico de Palestina. No sabemos nada sobre este período. Esdras, el gran héroe del judaísmo post-exílico es probablemente una invención tardía (¿de autores fariseos?)?; cf. LEMCHE, “On the Problems of Reconstructing
    Pre-Hellenistic Israelite (Palestinian) History”, 5.5; 8.9.

    (28) N.P. LEMCHE, “Ideology and the History of Ancient Israel”, SJOT 14 (2000) 169-173, 190-193. La contradicción entre su visión del período persa en esta declaración y aquella citada en la nota anterior, ambas publicadas el mismo año, no ha sido aclarada hasta ahora en publicaciones posteriores.

    (29) Por esta razón, el polémico libro de K.W. WHITELAM, The Invention of Ancient Israel. The Silencing of Palestinian History (London 1996) no ha tenido ningún rol duradero en las discusiones minimalistas. Es irrelevante. Siendo él mismo un minimalista, Whitelam adopta el punto de vista anti-orientalista del crítico literario E. Said al criticar tanto a los maximalistas como a los minimalistas. Todos están equivocados por ser estudiosos anglo-europeos y por escribir en la terminología ética del academicismo occidental (ibíd., 393-370, 119-121, 203-222, 234, 236). El libro, una polémica retórica hábilmente escrita, consiste en una crítica totalmente negativa. No presenta ninguna propuesta positiva ni ninguna fórmula práctica propia ni tampoco sugiere qué aspecto podría tener una historia exenta de omisiones. Lo que es asombroso, Whitelam sólo revela en las últimas frases de la última página de su libro que en todo momento sólo supuso la existencia de la historia que él afirmaba que
    fue omitida. Hasta ahora no ha sido ?(re)descubierta? (ibíd., 237). No hay revisionismo histórico aquí, sino sólo una afición por el silencio.

    (30) Por ejemplo, los minimalistas suponen la existencia de la gran población no-indígena en Yehud cuya ansiosa comprensión de sus propias circunstancias precipitó el proceso creativo que dio origen a lo que se convirtió en la literatura bíblica. De hecho, aunque la información procedente de fuentes escritas, tanto bíblicas como extra-bíblicas, confirma el establecimiento de poblaciones extranjeras en torno a Samaria en los siglos VIII y VII aEC por parte de los asirios, ninguna evidencia similar apoya una situación semejante en las áreas alrededor de Jerusalén después de que los babilonios exiliaran a parte de la población local en los siglos VI y V aEC. Sin embargo, ninguna evidencia contradice este supuesto.

  2. De: Alias de MSNInsumisoCritico  (Mensaje original) Enviado: 11/05/2005 18:39

    Tres debates sobre Biblia III. El debate del ?Siglo Décimo?

    El ?debate del siglo décimo? fue desencadenado por Israel Finkelstein. Desde comienzos de la década de los ’90 él ha señalado que los datos arqueológicos interpretados como indicaciones de la presencia de un reino fuerte y centralizado en Israel y Judá durante el siglo X aEC han sido fechados de manera incorrecta. Concretamente, el debate se concentra en si las excavaciones en varios sitios importantes de la Edad del Hierro, como Beerseba, Dan, Hazor, Jerusalén y Megido permiten o no concluir que (1) no había ninguna arquitectura monumental, es decir, obras hidráulicas, paredes de ciudades, palacios o templos, durante el siglo X; y (2) que la evidencia más temprana de proyectos de construcción de este tipo data de mediados del siglo IX.

    En la arqueología siropalestina, las fechas se establecen habitualmente a través del uso de la alfarería encontrada en una excavación, cotejada con una cronología cerámica. La base de esta cronología fue el descubrimiento hecho a fines del siglo XIX y comienzos del XX de que los tipos de alfarería, su forma, estilo, la manera de fabricación y el diseño preferido por los pueblos, cambiada lenta pero perceptiblemente con el tiempo en todas las regiones del Cercano Oriente antiguo. Es semejante a fechar una fotografía vieja por la ropa, el peinado, el mobiliario, las radios e incluso los tipos de poses asumidos por las personas que aparecen en ella. Sobre la base de estas pistas, la fotografía puede fecharse en 1915 en Roma y no en 1950 en Rumania. El contenido y el contexto determinan la interpretación correcta.

    Escribiendo en 1891 acerca de lo que actualmente se considera como la primera excavación científica en Tierra Santa, Petrie señalaba: ?Las excavaciones en Tell el-Hesy (¡sic!) resultaron ser un lugar ideal para determinar la historia de la alfarería en Palestina. Y una vez establecida la alfarería de un país, ya está en nuestras manos la clave para todas las futuras exploraciones? (31). Desde que Petrie publicara sus toscas categorizaciones y secuencias cronológicas de tipos y formas de alfarería, la cronología relativa de la cerámica del territorio de Israel se ha desarrollado con gran esmero y cuidado. En la ausencia de evidencias más definitivas, se recurre a esta cronología para determinar las fechas generales de las estructuras adyacentes.

    Se han realizado algunos esfuerzos para lograr una datación (casi) absoluta, ya sea determinando conexiones entre el repertorio cerámico de Palestina y las cronologías de Siria y Egipto, donde a veces se encuentra alfarería con hallazgos escritos o inscritos, como concentrándose en ciertos conjuntos locales (agregados de diferentes tipos en un mismo sitio o estrato) que puedan fecharse de manera absoluta gracias a materiales escritos o por una asociación definida con un evento histórico. Por ejemplo, en un sitio como Laquis, que se sabe que fue capturado y destruido por los asirios en el 701 aEC sobre la base de archivos y relieves de palacios asirios, los conjuntos extraídos en estratos ubicados inmediatamente bajo las ruinas evidentes de la destrucción son fechados con certeza en el año 701 aEC. Sin embargo, el uso de cada tipo particular de vasija en la colección puede haber empezado mucho antes y haber continuado mucho después (32). Cada uno tiene su propia historia, al igual que
    la ropa, los peinados y las radios en la fotografía mencionada anteriormente.

    Los arqueólogos han desarrollado la tecnología carbono-14 como ayuda en su esfuerzo por delimitar los horizontes cronológicos de conjuntos individuales y de los tipos individuales dentro de ellos. Usada para fechar substancias orgánicas recuperadas en zonas de excavación, se esperaba que coordinando las cerámicas con los hallazgos orgánicos recuperados, los parámetros de la cronología cerámica podrían hacerse más rigurosos. Sin embargo, los resultados han sido decepcionantemente poco concluyentes (33).

    Actualmente se otorgan dos niveles de confianza en la cronología cerámica: rango medio y rango alto. La confianza de rango medio se refleja en aquellos que argumentan que este cuerpo de conocimiento refinado es tal que en la arqueología siropalestina cualquier conjunto dado puede fecharse con una precisión de 40 años (de 40 años más a 40 menos). La confianza de rango alto, como la expresada por Finkelstein, es reflejada por aquellos que sostienen que un conjunto puede fecharse con una precisión de 25 años (25 años más ó 25 menos). Sin embargo, Finkelstein también cuestiona la solidez general de la cronología convencional desde el siglo XII hasta fines del siglo IX aEC, reduciendo las fechas de algunos tipos de alfarería y conjuntos completos en más de 100 años (34).

    Puesto que hay proyectos monumentales confirmados por el registro arqueológico en sitios importantes de la Edad de Hierro, el caso de Finkelstein depende de su capacidad a) para crear una nueva cronología cerámica para lo que hasta aquí se ha considerado como típico de los tipos de alfarería de la Edad de Hierro I y IIA en conjuntos asociados, no sólo en Israel sino también en otros sitios de Levante; y b) para traer orden a los sitios donde el consenso general reconoce que la secuencia estratigráfica durante el siglo X es incierta, pero sin crear desorden en los sitios donde sí está clara.

    Él propone un argumento complejo basado en alfarería roja bruñida a mano, es decir, un tipo pasado por un baño de arcilla roja y luego pulido a mano con un pedazo de cerámica para darle una pátina brillante por lo menos a parte de la pieza. En Jezreel, se encontró sólo en el estrato del siglo IX y no en el manchado material del siglo X que se recuperó en aquel sitio. Al combinar los datos de Jezreel con los de sus excavaciones en Megido, él concluye que esta alfarería debe fecharse exclusivamente en el siglo IX. Puesto que, según su sistema de datación, la alfarería está asociada con la arquitectura monumental, él extrapola que toda construcción de ese tipo debe asignarse al siglo IX, como la fecha más temprana posible. Por consiguiente, los proyectos de construcción confirmados que se atribuyen a David, Salomón, Rehoboam y Jeroboam en el siglo X sobre la base de la cronología establecida y según las descripciones bíblicas de sus actividades de construcción, proyectos que infieren la presencia de importantes recursos económicos, un contingente de obreros sostenible gracias a una economía que ha superado el nivel de subsistencia, y una administración central organizada, están fechados incorrectamente. Los proyectos sólo podrían haber sido acometidos por reyes que vivieron no menos de 50 años después de la muerte de Salomón.

    A nivel teórico, se debate si Finkelstein ha aislado o no una diferencia factual significativa en la cronología cerámica de tal importancia como para que se requieran los cambios que él pide.

    La comunidad arqueológica en conjunto rechaza la cronología cerámica de Finkelstein usando argumentos arqueológicos bien respaldados (35). El consenso general sostiene que la evidencia arqueológica publicada, y la informada pero aún inédita, apoya tanto una fecha del siglo X como del IX para la alfarería mencionada, así como para la construcción de proyectos monumentales en los sitios antes mencionados (36). En los pocos lugares donde la evidencia de tales proyectos inexplicablemente no existe, la ausencia puede atribuirse en parte a la erosión, antiguos robos y, en el caso de Jerusalén, a ingenieros romanos que prefirieron construir sobre superficies firmes, duras y llanas. Ellos rasparon grandes áreas casi hasta el lecho de roca retirando los restos de construcciones más antiguas para crear plataformas despejadas para sus propias estructuras (37). Se ha sugerido oralmente en unos pocos encuentros de arqueología que, puesto que no se encontró ningún estrato claro del siglo X aEC en
    Jezreel, la ausencia de la alfarería bruñida roja en lo que se encontró sellado bajo el estrato del siglo IX puede deberse a que Ahab ordenó una limpieza similar del sitio antes de la construcción de un palacio y centro administrativo (38). En todo caso, la ausencia de evidencia no puede interpretarse fácilmente como una evidencia de ausencia (39).

    Ya que el registro arqueológico, tal como lo interpreta Finkelstein, indica que ninguno de los proyectos importantes de edificación se realizó durante el siglo X, sus conclusiones refuerzan las propuestas minimalistas sobre la naturaleza ficticia de las narrativas bíblicas sobre David, Salomón, Rehoboam y Jeroboam. Debido a esta conexión, el ?debate del siglo décimo? ha sido confundido con el debate ?minimalistas-maximalistas? y ha llevado a que Finkelstein sea etiquetado incorrectamente como ?minimalista?. A pesar de que la conclusión de éste a servido para apoyar los argumentos minimalistas, Finkelstein no es partícipe del debate entre minimalistas y maximalistas. Sin embargo, dicho debate ha influido en algunos elementos marginales del discurso arqueológico, enredando un poco más las cosas. Finkelstein cita favorablemente ciertas conclusiones de los minimalistas como una explicación secundaria o terciaria del siglo X ?perdido?, pero no participa en su discusión bíblica per se
    (40).

    Gran parte de la información histórica del libro de Reyes acerca de los eventos posteriores al siglo IX ha sido corroborada por fuentes extra-bíblicas, principalmente de Mesopotamia. Esta información es necesaria para Finkelstein en su interpretación de sus propios datos de Megido, de modo que él no la descarta. Finalmente, todos los datos arqueológicos de períodos históricos se interpretan a través de los textos, cosa que los minimalistas parecen no haber entendido.

    En un reciente libro co-escrito con el periodista arqueológico Silberman, Filkenstein afirma que la combinación de tradiciones locales en una narrativa que glorifica a Judá y los primeros escritos históricos tendenciosos del autor deuteronomista empezaron en el siglo VI aEC bajo la influencia de la corte de Josías. El antiguo historiador judahíta tuvo acceso a un poco de información auténtica de naturaleza histórica acerca de su propio reino así como del reino del norte, Israel, que había sido destruido por los asirios más de un siglo antes (41). Esta clara articulación lo coloca en algún lugar del campo de los maximalistas.

    Sin embargo, Finkelstein ha sucumbido ante el atractivo de una estratagema retórica de los minimalistas, aquella de describir a sus antagonistas como aquellos que adoptan la postura de ?guardianes de la visión ideal y armónica de la arqueología bíblica que propone un glorioso estado salomónico, frente a un intruso que amenaza con hacer añicos aquellas sentimentales imágenes? (42). Esta frase alude al midrash rabínico de un joven Abraham quien, después de discernir la verdad del monoteísmo a través de un análisis razonado, destruyó los ídolos en el taller de su padre idólatra, Taré. El término ?arqueología bíblica? en la cita anterior pretende evocar la disputa de dos décadas atrás desde una perspectiva completamente secular.

    A pesar de esta coincidencia retórica, el debate ?minimalistas-maximalistas? es diferente del debate del ?siglo décimo? en lo que refiere a la formación de los participantes, la naturaleza de la evidencia, la calidad de ella y el tipo de retórica. El primero involucra a biblistas, lingüistas y epigrafistas; el último, a arqueólogos. Además, en este debate no se ha planteado el problema de la competencia, sino sólo el de las conclusiones.

    Si hay un sentimiento antirreligioso que yace en el trasfondo de los minimalistas, y un sentimiento o nostalgia pro-religiosa en el de los diferentes maximalistas, es otra cosa la que da forma al debate del siglo décimo. Ninguno de los protagonistas se identifica como religioso.

    Durante los últimos quince años aproximadamente, ha existido una propensión entre los historiadores jóvenes de Israel hacia el revisionismo radical de la historia israelita y judía, en general, y de la historia socio-política israelita, en particular. El revisionismo de la historia anterior y posterior a 1948, que regularmente se informa y discute en la prensa y en programas televisivos de conversación y debate, puede caracterizarse por su disposición a atacar frontalmente el consenso general, de manera agresiva y a menudo pública, con nueva evidencia, aun cuando ésta sea ambigua, incompleta o poco concluyente. Esto evoca el revisionismo de la historia americana y europea que caracterizó a los años 1960. Esta atmósfera favorable puede haber alentado a Finkelstein a plantear su postura con la dureza con la que lo ha hecho. En todo caso, sus esfuerzos han expandido el frente de dicho revisionismo hasta incluir también al antiguo Israel.

    Conclusión

    El análisis anterior ha considerado los tres debates como conversaciones individuales dentro del paradigma de investigación de la ?historia de Israel?. Como tales, han ocupado a los miembros de la comunidad académica durante muchos años y han ameritado un análisis constructivo.

    El debate de la ?arqueología bíblica? expuso brechas prácticas e ideológicas entre los diferentes enfoques de estudio de los materiales que sirven de fuente para la construcción de dicha historia. Llevó al reconocimiento de que la arqueología sucia no es una sirvienta de la exégesis bíblica teológicamente orientada y ayudó a eliminar la expectativa de que la interpretación correcta de las excavaciones debía producir evidencia que corroborara las narrativas históricas de la Biblia. Aunque aclaró las cosas para los arqueólogos e historiadores profesionales, le dejó a los biblistas algunos asuntos teológicos no resueltos .

    La importancia del debate ?minimalistas-maximalistas?, aún en curso entre los biblistas, es triple. Primero, las afirmaciones minimalistas de haber expuesto las evidentes influencias de ideologías a priori en la interpretación de la literatura Bíblica intensificó la sensibilidad a las preocupaciones foucauldianas. Segundo, el rechazo a las afirmaciones de los minimalistas acerca de un escenario del período persa para la historiografía bíblica, impulsaron a los estudiosos disidentes a revisar los resultados de las interpretaciones literarias y holísticas dentro de escenarios históricos y sociales alternativos. Tercero, llevó a los estudiosos a reconsiderar la historia de la formación de los registros, crónicas y escrituras históricas del Cercano Oriente antiguo. Como consecuencia de este debate, la re-historización de los diferentes tipos de literatura bíblica se ha convertido en una tarea más sofisticada y variada.

    El debate del ?siglo décimo?, una disputa metodológica interna en arqueología siropalestina, contribuye a la investigación histórica en curso al hacer que los biblistas estén conscientes de que la interpretación de los datos arqueológicos, además de su aplicación a la interpretación histórica, es un asunto complicado sobre el cual reconocidos expertos discrepan algunas veces. También demuestra que, más allá de las objeciones, los datos arqueológicos, entendidos como testimonio de eventos dinámicos, contribuyen a la comprensión histórica tanto como los textos históricos contribuyen a su interpretación.

    Estos efectos derivados de los tres debates, indican que el malestar que envuelve a la investigación sobre la historia del antiguo Israel no es justificado. Si bien los últimos dos debates no le han demostrado a la mayoría de los biblistas e historiadores lo que es correcto, han sugerido cuáles ideas han sido sometidas a prueba y han sido consideradas insatisfactorias; al hacer esto, han generado oportunidades para la experimentación con nuevas ideas y nuevos métodos.

    Notas

    (31) F. PETRIE, Tell el-Hesy (Laquis) (Londres 1891) 40.

    (32) Agradezco a los Profs. A. Mazar de la Universidad Hebrea y S. Gitin, Director del Instituto W.F. Albright para la Investigación Arqueológica en Jerusalén, por discutir brevemente este problema conmigo en enero de 2001.

    (33) Los problemas del uso de fechas aportadas por análisis con carbono-14 quedan demostradas en el hecho de que diferentes laboratorios de Europa, Israel y los Estados Unidos trabajando con muestras similares entregan fechas que son diferentes de las entregadas por los mismos laboratorios con las mismas muestras. Entre las fuentes de estas discrepancias están los tipos de muestra aportados, la modalidad de su preservación, y el problema de la contaminación antes y después de su envío al laboratorio para su análisis. A pesar de ello, la datación por carbono-14 de muestras de grano y madera de estratos bien definidos de la Edad de Hierro en sitios como Betsaida, cerca del Mar de Galilea, Dor, en la costa meditarránea, Tel Rehov, al sur de Bet-seán, y, por supuesto, Megido, ahora se ha convertido en parte del debate, puesto que el rango de fechas obtenidas ha sido interpretado como una fuente de límites relevantes. Se ha informado que las fechas aportadas por muestras de Dor apoyan
    parte de las fechas de la ?cronología baja? de Finkelstein, mientras que las de Betsaida las contradicen totalmente. Complicando este cuadro está el hecho de que los arqueólogos no siempre publican las fechas de todas las muestras de las que son informados por los laboratorios, sino sólo aquellas que parecen útiles. Este asunto está siendo abordado ahora por un importante proyecto, dirigido por los Drs. I. Sharon y A. Gilboa del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea. Su proyecto coordina todos los datos de carbono-14 con la esperanza de que puedan discernirse patrones en las discrepancia que puedan ayudar a corregir los defectos, de modo tal que éste y otros enfoques de alta tecnología sean capaces de aportar datos absolutos, independientes de la cronología cerámica. Su éxito dependerá de que los arqueólogos aporten toda la información de todas las muestras examinadas.

    (34) I. FINKELSTEIN, “The Date of the Settlement of the Philistines in Canaan”, TA 22 (1995) 218-225, 229-233; S. BUNIMOVITZ ? A. FAUST, “Chronological Separation, Geographical Segregation, or Ethnic Demarcation? Ethnography and the Iron Age Low Chronology”, BASOR 322 (2001) 1-3.

    (35) E.g. A. MAZAR ? J. CAMP, “Will Tel Rehov Save the United Monarchy?”, BARe 26/2 (2000) 48-50. FINKELSTEIN: La presentation de su caso aparece en los siguientes estudios esenciales: “The Archaeology of the United Monarchy: An Alternative View”, Levant 28 (1996) 177-187; “The Stratigraphy and Chronology of Megiddo and Beth-Shan in the 12th-11th Centuries B.C.E.”, TA 23 (1996) 170-184; “Bible Archaeology or Archaeology of Palestine in the Iron Age? A Rejoinder”, Levant 30 (1998) 167-173; “Hazor and the North in the Iron Age: A Low Chronology Perspective”, BASOR 314 (1999) 55-70; “Hazor XII-XI with an Addendum on Ben-Tor?s Dating of Hazor X-VII”, TA 27 (2000) 231-247.

    (36) Aparte de la aceptación con reservas de algunas de sus propuestas por parte de dos colegas de la Universidad de Tel-Aviv, D. Ussishkin y Z. Herzog, no tengo conocimiento de arqueólogos siropalestinos, incluidos aquellos sin interés especial en la arqueología de la Edad del Hierro, que acepten su tesis completa. La mayoría de las refutaciones se han realizado en presentaciones académicas en Israel y los EEUU, y muchas han sido repetidas en charlas públicas. Menos se han hecho a través de publicaciones, y éstas son de arqueólogos cuyos sitios fueron reevaluados por Finkelstein en sus publicaciones para reforzar sus planteamientos: A. MAZAR, “Iron Age Chronology: A Reply to I. Finkelstein”, Levant 29 (1997) 157-167; A. BEN-TOR ? D. BEN-AMI, “Hazor and the Archaeology of the Tenth Century B.C.E.”, IEJ 48 (1998) 1-37; A. BEN-TOR, “Hazor and the Chronology of Northern Israel: A Reply to Israel Finkelstein”, BASOR 317 (2000) 9-15; MAZAR ? CAMP, “Will Tel Rehov”, 48-50. El 10 de enero
    de 2001, se realizó en Jerusalén una conferencia de un día sobre “La Cuestión de los Siglos Décimo y Noveno aEC en sitios del territorio de Israel”, patrocinada conjuntamente por la Autoridad de Antigüedades de Israel y el Centro para el Estudio del Territorio de Israel y su Asentamiento. Todos los informes presentados allí, provenientes de sitios periféricos en el norte, Horbat Rosh Zayit (identificado como la Cabul bíblica), Rehob, Bet-seán, hasta sitios en el sur, tales como Tel Hamid, Tel Batash (identificada como la Timna bíblica), Tel Safit (identificado como el Gat bíblico), Laquis e incluso de excavaciones en Jerusalén, proporcionaron clara evidencia estratigráfica de estratos y conjuntos de cerámica del siglo X aEC.

    (37) En Jerusalén, la única área donde las excavaciones intensivas a gran escala pueden abordar este problema está en la Ciudad de David. Sin embargo, allí, la excavaciones estuvieron restringidas a partes no dañadas de la abrupta ladera oriental y no se identificaron estructuras monumentales atribuibles a este período.

    (38) Una refutación apologética, pero poco retórica, a este análisis se encuentra en D. USSISHKIN, “The Credibility of the Tel Jezreel Excavations: A Rejoinder to Amnon Ben-Tor”, TA 27 (2000) 248-256.

    (39) Otro elemento en la argumentación que apoya lo que se llama la ?cronología baja? fue la observación de Finkelstein de que los jarrones con borde de cuello alto, característicos de los siglos XII y XI están completamente ausentes en el estrato VI A en Megido, un estrato excavado tanto por el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago como por el Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel-Aviv. En una exhaustiva revisión de registros, fotografías y materiales de las excavaciones de comienzos del siglo XII del Instituto Oriental de Chicago, Timothy P. Harrison, de la Universidad de Toronto, descubrió evidencia de la presencia de dichos jarrones (en lo que ahora se llama estrato VI A). Además, Finkelstein me informó que en el verano del 2000, su equipo descubrió un jarrón de borde con cuello, completo y restaurable en el mismo estrato. El trabajo de Harrison y el nuevo descubrimiento que lo corrobora, presentan datos inconvenientes para la cronología propuesta.

    (40) FINKELSTEIN, “The Archaeology of the United Monarchy”, 177.

    (41) I. FINKELSTEIN ? N.A. SILBERMAN, The Bible Unearthed. Archaeology?s New Vision of Ancient Israel and the Origins of its Sacred Texts (Nueva York 2001) 45, 65, 68, 92-96, 284, 301-305. El libro presenta los planteamientos de Finkelstein ?la ?Nueva Visión? del título? sobre un conjunto de temas claves y menores de la historia israelita, no sólo el debate del siglo décimo; pero lo hace sin comentar su situación actual dentro de este campo (ibíd., 114-118, 141,142). Al hacer esto, confunde al público al cual está dirigido, que incluye a biblistas no familiarizados con los detalles del debate arqueológico. El libro presenta hipótesis como si fueran hechos, sin informar a los lectores de lo que está en debate ni por qué, y no indica que existen dificultades o incertezas con respecto a esta nueva visión, no de la ?arqueología?, sino de un único arqueólogo.

    (42) FINKELSTEIN, “Bible Archaeology or Archaeology of Palestine”, 167. Del mismo modo, al comentar sobre por qué los difuntos Y. Yadin y Y. Aharoni fecharon la Edad del Hierro en Hazor en los siglos XII y XI aEC, escribe: ?… es obvio que su datación estuvo influida por su sesgo histórico-bíblico más que por una investigación tipológica exhaustiva. Yadin deseaba vivamente ver a sus antiguos israelitas establecerse sobre las ruinas de la ciudad que habían vencido? (ID., “Hazor XII-XI with an Addendum on Ben-Tor?s Dating of Hazor X-VII”, TA 27 [2000] 237). Las excavaciones en Hazor fueron concluidas en 1958. A Yadin y Aharoni, ambos fallecidos, se les reprocha no haber alcanzado conclusiones similares a las de Finkelstein.

    NOTA DEL REMITENTE:

    Anunciados los ganadores del Premio Dan David 2005

    Se han dado a conocer los nombres de los ganadores del Premio Dan David 2005, que este año vienen del Reino Unido, Israel, EE.UU. y la India.

    El premio de 1 millón de dólares (0,76 millones de euros) se concede todos los años en tres categorías: investigaciones que abordan el pasado, el presente y el futuro. Aunque los galardonados evidentemente se benefician del premio, también se ve favorecida la próxima generación de investigadores, ya que cada uno de los ganadores dona 20 becas de investigación a los mejores estudiantes de doctorado en todo el mundo.

    El premio 2005 en la categoría de ‘pasado’ ha recaído en dos arqueólogos: el Profesor Israël Finkelstein de Israel, y el Profesor Graeme Barker de la Universidad de Cambridge, Reino Unido. El Profesor Barker recibe el galardón por su trabajo sobre la relación entre el paisaje y la sociedad, y en concreto sobre los comienzos de la agricultura y el mundo rural, así como el uso a largo plazo de la tierra y sus impactos medioambientales.

    Para más información, consulte la siguiente dirección de Internet:
    http://www.dandavidprize.org

    A quienes creen tener convicciones muy firmes les recomiendo leer el Libro de Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman ?La Biblia Desenterrada?.

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