Ética y Política
Como ya se ha dicho, la filosofía platónica culmina en un proyecto de reforma política. Mediante esta reforma Platón pretende establecer la Justicia en la Polis, al tiempo que intenta proporcionar al hombre una serie de principios morales de acuerdo con los cuales pueda guiar su vida.
La propuesta polítca de Platón profundiza en el ideario socrático que identificaba la virtud con el conocimiento (intelectualismo moral). De hecho, la política es para Platón un saber que tiene por fin el perfeccionamiento moral de los ciudadanos, esto es, la finalidad del político es el ?bien? de la comunidad, lograr que los ciudadanos sean unos hombres mejores. Como forma de conocimiento la política debe hacerse cargo de lo que sean ?verdaderamente? el bien y el mal, lo justo y lo injusto, es decir, la política será el arte o técnica de gobernar según el conocimiento de las ideas, por tanto, de lo que ?es? verdaderamente el bien y la justicia.
Mediante su proyecto de reforma Platón pretende dar respuesta a la situación concreta de la Polis de Atenas. Los antagonistas de su discurso son los políticos atenienses (a los que acusa de ignorantes, no ya del objeto de la ciencia política, sino, del hecho mismo de que la política sea una ciencia) y los sofistas que para Platón son los responsables de la decadencia de la Polis. (V. 1.a). Para alcanzar la justicia, la ?salud? del Estado, es preciso que los gobernantes sean filósofos, pues sólo ellos preparan su alma para posibilitar su acceso a lo que ?es? en verdad, a la realidad en sí, por medio del ejercicio dialéctico. Sólo si esto sucede, el que los gobernantes sean filósofos, podrá garantizarse la justicia del Estado y la auténtica felicidad de sus ciudadanos. (V. Carta VII)
1. La República: la ciudad ideal y la justicia
?República? es la traducción del término griego ?politeia?, que significa ?régimen político?. El título del diálogo hace justicia a su contenido pues lo más decisivo del mismo es el examen que Platón lleva a cabo acerca de las distintas posibilidades de organización social.
El libro que abre ?La República? es un prólogo escrito al estilo de los primeros diálogos. En él se plantea la necesidad de encontrar una definición de la justicia y se aclara la naturaleza de esta exigencia: Sócrates rechazadistintas definiciones de la justicia propuestas por sus interlocutores: ?decir la verdad y pagar las propias deudas (dar a cada uno lo que de él se ha recibido)?, ?hacer el bien a los amigos y daño a los enemigos?… Ninguna nómina de tipos de acción podría satisfacer el pedido de Sócrates: lo que él quiere saber es qué es lo que hay en una acción o clase de acciones para que las llamemos justas. No quiere una lista de acciones justas, sino un criterio para la inclusión o exclusión de una acción en semejante lista. Sócrates advierte que se necesita ?contemplar lo que es la justicia y la injusticia en sí?, a fin de que el alma pueda ?dirigir, gobernar, deliberar?. Es entonces cuando los sofistas (Trasímaco, Glaucón, Adimanto) exponen las siguientes tesis:
La justicia es el interés de los más fuertes
El hombre injusto es más feliz que el justo
A favor de las mismas aducen que es un hecho histórico el que gobernantes y clases gobernantes ?inventaron? el concepto y las normas de justicia para servir a sus propios intereses. Sostienen que los hombres en estado de naturaleza se mueven enteramente por su propio interés; y que el origen de las leyes se encuentra en el momento en que los hombres descubrieron y estuvieron de acuerdo en que los choques de sus intereses personales eran tan dañinos que resultaba más ventajoso renunciar a dañar a los otros que continuar con una forma natural de vida en la que estaban sometidos al riesgo de posibles daños por parte de los demás. Desde entonces -es la conclusión de Glaucón y Adimanto- los hombres han obedecido a la ley sólo por temor a las consecuencias; si pudieran salvarse de padecer las consecuencias nocivas de sus acciones, un ilimitado amor propio se manifestaría abiertamente en lugar de encubrirse en el acatamiento a la ley: es decir, todos prefieren la injusticia a la justicia si pueden ser injustos con éxito.
Por supuesto que Sócrates argumenta contra ambas tesis3, ya que las conclusiones de los sofistas atentan contra lo más hondo de sus creencias. El está convencido de que hay una virtud específicamente humana cuyo ejercicio permitirá acceder a un estado de bienestar o de felicidad y está convencido de que esa virtud es la justicia. Pero esto no se puede sostener si la única razón para alabar la justicia y guiarse en la vida de modo justo es que ?hacer lo justo? (ser virtuoso) trae recompensas y no hacerlo tiene consecuencias desafortunadas. La pregunta, pues, sería, ¿cómo puede la justicia por sí misma y con independencia de las recompensas y/o castigos ser más beneficiosa que la injusticia? La respuesta de Sócrates-Platón consiste en mostrar lo que es la justicia, primero en el Estado y luego en el alma.
2. Origen y estructura del Estado: las clases sociales
Frente a los sofistas que sostiene que el nacimiento del Estado es fruto de una convención o acuerdo entre los hombres para vivir mejor, y que, por tanto, el hombre no es un ser social por naturaleza, sino que deviene social por conveniencia, Platón afirma que el origen del Estado está en las necesidades de los hombres y, en consecuencia, que el hombre es un ser social por naturaleza: los hombres no son independientes unos de otros, sino que necesitan de la cooperación de los demás para dar satisfación a las necesidades que la vida plantea. La asociación entre los hombres, el Estado, es la respuesta a una necesidad real, y no una convención. Las distintas necesidades (alimento, hogar, etc,) requieren distintas actividades para su realización (agricultura, arquitectura, etc.); pues bien, Platón considera que los hombres nacen con habilidades distintas y que la obra de un hombre será superior en calidad y en cantidad si se dedica a una sola ocupación, la más adecuada a sus dotes naturales. El desarrollo de las capacidades específicas de los hombres y su puesta al servicio de la comunidad es lo más efectivo y más adecuado a la naturaleza humana. Se trata del principio de división y especialización del trabajo que al ser aplicado a la sociedad trata de conseguir una mejor satisfacción de las necesidades de todos y, en consecuencia, una mayor felicidad de los ciudadanos.
Admitido el principio(los individuos nacen con un predisposición innata para realizar mejor un determinado tipo de actividad) su consecuencia es la división de la sociedad en distintas clases :
1. Los productores (campesinos, artesanos, obreros, comerciantes, etc…): constituyen la base económica de la Polis y su misión o función específica es la de dar satisfacción a las necesidades básicas de sustento, cobijo, producción de instrumentos e intercambio regulado de bienes.
2. Guardianes: El crecimiento de la ciudad, producto de la especialización del trabajo, hace que se creen nuevas necesidades y nuevos oficios (poetas, navegantes…). Esto produce un aumento de la población y la necesidad de anexionar nuevos territorios y de establecer y guardar un orden interno. En esto tiene su origen la clase de los guerreros o guardianes. La protección de la Polis frente a los enemigos exteriores y los disturbios o agitaciones internos es la función propia de esta segunda clase social.
3. Guardianes perfectos o gobernantes (filósofos): De los mejores de entre la clase de los guardianes, salen los destinados a formar la clase de los magistrados o gobernantes, cuya función propia es la de gobernar rectamente la Polis, esto es, gobernar de acuerdo con el conocimiento o saber de lo que es en verdad.
3. La justicia en el Estado. La correspondencia entre individuo y Estado
Teniendo en cuenta lo dicho, podemos establecer ya que la justicia en el Estado resulta del cumplimiento estricto del principio de división y especialización de funciones según las cualidades de cada individuo: será justo y, por tanto, perfecto, el Estado en el que cada individuo se dedique solamente a realizar aquella actividad para la que está mejor capacitado. Es evidente, piensa Platón, que si se dedica a realizar varias o muchas actividades para las que no está bien dotado se producirá un desajuste con los intereses de la comunidad y la subsiguiente merma de la satisfación de las necesidades de todos. El estado justo es un estado armónico (la justicia es armonía) en el que, en consecuencia, ?Cada uno hace lo que le es propio? (Rep. IV, cap. XVII-XVIII).
Una vez diseñado el estado justo, Platón correlaciona las distintas clases sociales con una teoría de los tipos anímicos resultado de su división del alma en tres partes. Añade además una teoría de las distintas virtudes válida tanto para la división tripartita del estado como para la división del alma. Se puede decir que su propuesta política se apoya en su psicología:
1. Los ciudadanos en los que predomine el alma apetitiva forman la clase de los productores. Su virtud -perfección- específica es la moderación o templanza. Platón concede a los integrantes de esta clase el derecho a poseer bienes propios (Propiedad privada) y a desarrollar su vida en unidades familiares.
2. Aquellos en los que predomina el alma irascible forman la clase social de los guardianes. Su virtud es la fortaleza o valor que se entiende como la disposición del alma a actuar de acuerdo con la opinión correcta de lo que debe y no debe ser temido (L.IV, Cap. XVI). Platón pone especial cuidado en advertir que los integrantes de esta clase social no deben utilizar el poder contra su propios conciudadanos. LLevarán una vida diferente de la de los productores, con el fin de evitar que surjan entre ellos deseos de privilegios particulares. En estas comunidades queda abolida la propiedad privada y la familia (el Estado es el único encargado de la educación de los niños)
3. El predominio del alma racional supone la inclusión en la clase de los gobernantes. Las virtudes específicas de esta clase son la sabiduría (posesión de la ciencia de lo justo) y la prudencia (=saber hacer, esto es, aplicar rectamente la inteligencia a cada caso). Los gobernantes son escogidos entre los mejores guardianes tras una dura selección y educación, ya que su misión es servir al bien de toda la comunidad y, en especial, vigilar la formación moral de los jóvenes. Al ser el conocimiento de la Justicia en sí la condición necesaria para lograr el bien general de la ciudad se hace necesario que el gobernante esté bien adiestrado en la ciencia suprema, en la Dialéctica.
En resumen: la justicia consiste en que cada clase social realice o ejecute bien su función propia, específica, para la cual cada hombre está destinado en función del tipo de alma que predomine en él: que el gobernante gobierne con prudencia y sabiduría, que el guerrero o guardián defienda valientemente la ciudad y que los productores desarrollen ordenadamente la actividad económica. Al tratar el tema del alma anotabamos que Platón trataba de conseguir el equilibrio entre sus partes subordinando las inclinaciones y deseos a la parte racional que de esta manera se convertía en la parte rectora de la vida, esto es, lo justo en el individuo era el recto orden entre las partes gobernadas por la razón. Igual pasa en el Estado: la justicia es una virtud general que comprende a todas las demás y que requiere de la armonía entre las clases sociales fruto del gobierno de la clase racional, en definitiva, de la de los filósofos.
4. Utopía y realidad: los sistemas de gobierno
¿Consideró realizable Platón su Estado ideal? Ni la experiencia política de su tiempo, ni el fracaso estrepitoso de sus intentos por establecer la justicia en el mundo de la política, permitían que Platón fuera optimista sobre este punto. No hay Estado justo sin hombres justos, ni hombres justos sin Estado justo, y de este círculo vicioso era consciente Platón. Consideraba que sólo un azar improbable llevaría a un filósofo a la monarquía o a un rey a la filosofía. Pero a despecho de este pesimismo, Platón consideraba el Estado que había descrito como el modelo de todo Estado que quisiera fundarse en la justicia. De manera que, sino realizable, al menos nos proporciona una medida de la justicia de los regímenes políticos ?reales?.
El régimen descrito en La República es una aristocracia (etimológicamente, gobierno de lo mejor) de la inteligencia, régimen que, como se ha dicho, requiere el predominio de la parte racional del alma en el individuo y de la parte racional de la sociedad, los filósofos, en el Estado. Pues bien, además del ?Estado ideal?, Platón describe cuatro formas de gobierno, cada vez más alejada del ideal: timocracia, oligarquía, democracia y tiranía, así como el tipo de hombre que corresponde a cada forma de gobierno:
Timocracia (de timé, honor, por tanto, gobierno del honor o de la fama). El poder es ejercido por los más fuertes, en lugar de los más dignos. El afán de notoriedad y la necesidad de alabanzas conduce a los hombres a admirar la guerra y a desdeñar la sabiduría, a perseguir placeres y amar el dinero con que aquéllos se pagan. Hay intrigas y traiciones. El hombre, dominado por la ambición, es vano, más amigo de las musas que culto, duro con los esclavos, obsequioso con los poderosos; sacrifica las matemáticas y la dialéctica por los ejercicios del cuerpo. La timocracia, arrastrada tarde o temprano por la pendiente de la corrupción, degenera en oligarquía.
Oligarquía. Se sustituye el amor a la gloria por el amor al dinero. Los más ricos pasan por ser los más dignos. El Estado se divide en dos: ricos y pobres. Se forma una multitud de mendigos y ladrones, envidiosos, violentos. El hombre oligárquico, en correspondencia, es ávido y avaro. El oro es su Dios. La democracia (el gobierno de la mayoría) llega cuando la masa de hombres se subleva contra la oligarquía.
Democracia. El principio de la democracia, juzga Platón, es la libertad llevada al extremo, un extremo que la convierte en un regimen de esclavitud. No hay trabas ni obligaciones. Nadie manda. Las máximas de honestidad, de virtud, caen en el descrédito. Se establece la igualdad tanto entre los desiguales como entre los iguales. El hombre democrático aprende a hacerse sordo a la razón. Toma sus deseos inmediatos por leyes, siendo, en consecuencia, esclavo de sus caprichos. A sus ojos, la virtud es una quimera o una imbecilidad; la templanza, una cobardía…ningún orden, ninguna ley presiden su conducta. La democracia degenera en tiranía. Los demagogos, que surgen por doquier, excitan a unos contra otros, y, en medio de la tensión general, aparece el tirano.
Tiranía. LLega un día en que un demagogo se proclama protector del pueblo y de la democracia. He aquí al tirano. Primero la emprende contra los ricos, después contra todo hombre de bien, para no tener jueces ni rivales. El tirano perdido todo rubor se guía por los deseos más crueles. Intemperante y brutal, acude al fraude, al engaño y a la violencia para conseguir sus propósitos. Sin amistad, sin fe, sin tranquilidad, es el perfecto malvado.