Respaldo de material de tanatología

Freud y los Dioses

Freud

    1. “Jamas he vuelto a dudar…”

    No deja de empujarnos a la búsqueda de una respuesta explicativa, la forma como Freud, ya avanzado en edad y experiencia, abre el prólogo a la tercera parte de su libro “Moisés, su pueblo y la religión monoteísta”. Dice así, ” Con la audacia de quien poco o nada tiene que perder, me dispongo a quebrantar por segunda vez un propósito bien fundado” (1). La audacia de decir algo novedoso, sobre lo que está ahí palpitante en su latencia y no había sido nombrado antes para que existiera, redefine una ética fundada en el deseo de investigar. Cual es, sino este deseo de investigar aquello que hace pregunta en el sujeto, y lo envía a la búsqueda riesgosa de que encuentre poco o nada, a pérdida del desgaste de su vida.

    Freud en el articulo “Un trastorno de la memoria en la Acrópolis”, (1936), no deja de hacernos saber, que no se puede encontrar, lo que inexorablemente se sucedió, a no ser la huella mnémica que dejo en la memoria la cosa añorada. Que Bernard Shaw, proponga la prolongación de la existencia del hombre, para que él tenga tiempo de construir obras valiosas no garantiza nada, si las condiciones de existencia de los hombres no se modifican radicalmente. El tiene conciencia pues, de que una vez más los humanos repiten el llamado de un amo que los coarte y someta a su voluntad. No sobra anotar, que Freud publicó la tercera parte de su Moisés, en el exilio de Londres, donde de nuevo tenia la libertad de pensar. Es entonces, sintomático que sea la libertad de pensar lo primero que coartan los estados, obra valiosa de los hombres, para silenciarlos.

    Ahora bien, hay un momento en la investigación Freudiana, donde las preguntas que interrogan el campo de su clínica dan paso a la certidumbre. La verdad no descubierta que ebulle en el silencio de lo ahí emergente, pero nunca antes nombrado, se precipita por el deseo del investigador . El deseo del investigador, es en este sentido la potencia que le hace dudar de lo ya establecido y, lo somete a la pruebas empíricas de la comprobación, con el animo de hallar su consistencia de verdad.

    “Lo real no engaña”, dice Lacan en el seminario sobre la Psicosis de 1955. Lo que puede hacernos pensar, que el deseo del investigador con relación a lo ahí emergente o real, errar, pero nunca ser engañado por éste. Que Galileo haya hecho notar con la invención del telescopio, una armonía de los astros distinta a la establecida por Aristóteles, no quiere decir que este último mintiera. Como se sabe, la sagrada inquisición Romana tomo partido por la teoría aristotélica, e hizo silenciar a Galileo. En otras palabras, Galileo y Aristóteles, hicieron hablar el silencio de los astros, pero el saber infalible de roma, mintió. El deseo del investigador, hace que los principios establecidos históricamente por la ciencia, entren en el desequilibrio propio que los deja la invención. La incompletitud en que ha quedado el principio superado, afirma desde sus entrañas el nuevo concepto descubierto. “Qué dices por otra parte, si te señalo que toda mi nueva historia primordial de la histeria era cosa ya consabida y publicada cientos de veces, y aun hace varios siglos?. Recuerdas que siempre dije que la teoría de la edad media y de los tribunales eclesiásticos sobre la posesión era idéntica a nuestra teoría del cuerpo extraño y la escisión de la conciencia?. Pero, porqué las confesiones en el potro son tan semejantes a las comunicaciones de mis pacientes en el tratamiento psíquico?” (2). Como puede percibirse, la voluntad decidida del sujeto, que nace en él a consecuencia de su nueva afirmación, lo lanza de la duda a la certeza.

    En el prefacio de 1938 en Londres, Freud dirá “Jamas he vuelto a dudar que los fenómenos religiosos sólo pueden ser concebidos de acuerdo con las pautas que nos ofrece los ya conocidos síntomas neuróticos individuales” (3). La duda perdió su estabilidad, y en su lugar ha advenido la certeza. Se ha operado un salto en el entendimiento y, si el párrafo que citamos tiene valor, es precisamente porque el autor ya no retrocede ante lo que descubrió.

    El hecho de haber leído, la correspondencia simbólica, que va de la clínica del uno por uno, a los sucesos colectivos marcados por la historia de la civilización, introduce una nueva dimensión en el entendimiento antropológico de los humanos. Que las fantasías que estructuran los síntomas individuales sean al mismo tiempo colectivas, vectorizan lo que antes se planteaba como una separación entre el afuera y el adentro de sí, y de paso con el corte entre el inconsciente individual y colectivo. Este percatarse, de lo que hay de simbólico o cultural en las fantasías singulares de los sujetos, es una invención de un valor tal, que el afuera y el adentro desaparecen como concepto, dándole entrada al principio de la continuidad real, que muy bien puede dibujarse a la manera de una banda de Moebius. Es precisamente, sobre este concepto de la continuidad real, el que nos servirá de base para desarrollar la correspondencia imaginaria que existe entre el sujeto singular y Dios.

   

    2. Algunos Dioses

    Ahora bien, no se dice, después de Freud, nada nuevo si se afirma que Dios es uno de los Nombres del padre. Así, el Dios del cual se ocupa el hombre Moisés por lo menos tiene dos atributos: 1. Un dios único. 2. Un Dios de verdad y justicia. Como puede colegirse, estos dos modos de representarse a Dios, provienen del dios Ahton ,cuyo representante era su hijo Ikhnaton. Jahve el innombrable, el telúrico, apropiado para un pueblo que se disponía a conquistar la tierra, tenia en Moisés el representante enérgico y apasionado. Se tiene de este modo, las dos caras de un sólo dios, Jahve que deviene Aton, de la guerra al pacifismo. El carácter del dios, como puede puntuarse, es directamente proporcional al pedido circunstancial que su pueblo confronta. Podría incluso afirmarse, que cada comunidad tiene la divinidad que necesita. En efecto, en el pueblo Judío el semblante de su dios se “…torna duro y severo, en cierto modo, lúgubre” (4).

    A propósito, de los dos atributos que se acaban de nombrar para el dios Judío, no coincidencialmente podrían adscribirse al dios de la ética geométrica del filosofo Judío Baruch Spinoza.. En el Tractatus Teológico Político, estos dos atributos del dios de Moisés se ponen en la base de todo el desarrollo ético, para una política del gobierno de las masas. Dios, o una sustancia eterna con una infinitud de atributos, del cual podemos participar por medio del entendimiento de las afecciones del hombre, promueve la idea adecuada como fin ético. El orden y conexión adecuado de las ideas, entre los hombres, sacara a éste de la confusión en la cual las pasiones o ideas confusas lo sumerge. Como puede colegirse, el dios de Espinosa es el dios de la idea, o el significante, por medio del cual se puede tener un amor intelectual. El amor “Intelectus Dei.”, es la forma de relación por antonomasia entre el pueblo Judío.

    Se puede formar una serie con los nombres de Dios: 1. El que esta basado, en el amor a la idea adecuada. 2. El Dios de la pasión o las ideas confusas, Jahve y 3. El Dios poseedor del goce femenino, o Protopadre. Cabría preguntarse, cual de estas formas de Dios interesa al titulo del presente trabajo? Seguramente es el dios del silencio, el que ya no responde, que no desea porque esta más allá de las pasiones y las ideas.

    Antes de insistir en la respuesta de la pregunta que se formula, captemos como Freud, en el articulo “Una neurosis demoniaca del S. XVII”, nos habla de la génesis de los Dioses que nombramos. “Más tarde, cada sujeto vio a su padre de otro modo; pero la imagen representativa infantil perduró y se FUNDO con la huella mnémica hereditaria del padre primordial, formando con ella la imagen individual de Dios” (5). En efecto, el Dios Spinociano es nacido del amor intelectual, excluido de la pasión donde puede ubicarse el Dios primitivo del pueblo Judío Jahve. El Dios del significante, simboliza superándolo, al padre exaltado de la infancia. El Dios ha muerto de la filosofía, es el de las pasiones tristes, fundándose en el amor intelectual a éste.

    El Wiederholungszwang, que podría traducirse como un empuje a la repetición de lo mismo imposible de contener, descubierto en la clínica individual de la neurosis, y que tiene por contenido el recuerdo de una escena reprimida que busca emerger a la consciencia, puede encaminarnos a saber qué tipo de mecanismo utilizan las huellas mnémicas. La protoescena del asesinato del padre primordial, que como Freud sostiene es una herencia arcaica, fijada en las huellas mnemónicas del inconsciente de los hombres, y que esta más allá de las vivencias inmediatas del sujeto, inscribe igualmente a Dios en la operación subjetiva de éstos. No deja de producir sorpresa, el hecho de que la escena primitiva, que estructura el Dios de los hombres, no tenga que pasar por los mecanismos usuales de la aceptación de su idea, es decir, que no esta sujeta a “…la escucha, al juzgamiento y eventualmente al rechazo” (Pp 3302). (6).

    Si un síntoma, es la metáfora de una fantasía incomprensible o apartada de las asociaciones del yo del sujeto, y la protoescena del asesinato del padre primordial es un fantasma que esta por fuera de las representaciones del inconsciente del sujeto, siendo el mito aquello que testifica de ello, se puede colegir que el padre real esta más allá del síntoma neurótico. Que imaginariamente, se le atribuya la posesión del goce absoluto de las mujeres, es la fantasía única que ordena a los desposeídos de su Bien, pero de él en sí mismo, silencio, no brota ninguna significación.

    Por último, se propone construir dos series, que podrían nombrarse en el orden del caudillo, y la escena que representa. Si el caudillo, es aquel que es erigido por la masa como modelo o yo Ideal, y sobre todo por la idea que sustenta, Ideal del yo, podría para nuestro caso instaurar la serie Ikhnaton, Moisés y Cristo. Ikhnaton, toma su nombre del dios único Aton, Moisés inviste el carácter del Innombrable y telúrico Jahve, y Cristo realiza en su posición de hijo único de dios, la escena redentora de su hermano el Judío Moisés. La otra característica que conviene indicar, es la de que los tres fueron asesinados, el uno por el celo de los sacerdotes, que paulatinamente fueron desplazados por el culto a un dios único, el otro por su propio pueblo, y el tercero por mandato judicial. Como puede apreciarse, en la serie de los caudillos todos despliegan la representación, de un Representante o Dios, con relación al cual guardan una identificación a fin al carácter de cada uno. Samuel Becket, en su obra “Esperando a Godot”. Nos figura de la siguiente manera el dios de nuestra época por boca de su personaje Luky: “Habiendo dado existencia tal que brotara de recientes trabajos publicados de Poinçon y Wattman de un dios personal quaquaquaqua que con barba blanca quaqua fuera del tiempo y de la extensión quiera desde la altura de su divina apatía de su divino atembamiento y de su divina afasia nos ama bien con algunas exepciones …” (7).

   

    3. Un Dios personal

    Otra forma del Dios personal, que se enuncia de una manera distinta, a los casos que acabamos de evocar, empezando por Spinoza y terminando con el Dios de Luky, personaje de la tragicomedia de Samuel Becket, es la deidad que se representa en santa Teresa de Jesús. La transfixión del corazón que El hacia en santa Teresa, nos introduce en la dimensión mística de un goce erótico con Dios, que bien vale la pena recoger. Esto, con el objeto de mostrar un goce suplementario no centrado en el fálico, como lo es el del amor intelectual a Dios. Ello en efecto se produce en la ética Spinociana, donde se reduce, “…el campo de Dios a la universavilidad del significante, de donde se produce un desapego sereno, excepcional, con respecto al deseo humano”. (8).

    Este carácter suplementario del goce, que se instala mas allá del fálico, interesa precisamente porque es en ese lugar donde la mística se instala. Es en ese “mas allá “que guarda consonancia con el “mas allá del principio del placer Freudiano,”donde la muerte emerge como realización absoluta del deseo. “A pesar, no diré de su falo, sino de lo que a guisa de falo les estorba, sienten, vislumbran la idea de que debe haber un goce que esta mas allá” (9). En el poema de Teresa de Ávila, “Vivo sin vivir en mi” el goce suplementario que emerge mas allá del principio del placer, ella lo deja desprender de la siguiente manera:

    “Vivo sin vivir en mi,
    y de tal manera espero,
    que muero porque no muero”.(10)

    El empuje afirmativo de eros, que aun sobre tanatos prevalece, señala una forma de goce en Dios, aunque para ello el acto sacrificial sea necesario. “Que muera porque no muero”, es la frase que no cesa de no escribirse, en las transverberaciones de Teresa. Ello hace que el goce de desear la muerte, haga brotar en la espera del mientras vive, la posesión de Dios en el cuerpo propio, abriéndose para la mística una satisfacción infinita. “Vi que tenia una larga lanza de oro y que en su punta parecía brillar un destello de fuego; me parecía que la hundía varias veces en mi corazón y que penetraba hasta mis entrañas. Cuando la retiraba me parecía que con ella se iban mis entrañas, dejándome abrazada en el gran amor de Dios. El dolor era tan intenso que me hacia gemir, y, sin embargo, la dulzura de esta excesivo dolor era tan grande que no podía desear ser liberada de él”. (11)

    Poco más se podría decir, del goce suplementario donde las esclusas del deseo quedan aniquiladas, por la expresividad imaginaria de la mística. Esta faz del Dios, encarnado en el padre que hace gozar la mujer, y del cual casi nada se ha podido decir, desata una vez mas el enigma del ser de la mujer y, el de la ininterpretabilidad del goce de el padre. “Ese goce que se siente y del que nada se sabe ¿No es acaso el que nos encamina hacia la ex-sistencia? ¿Y porqué no interpretar una faz del Otro, la faz de Dios, como lo que tiene de soporte al goce femenino?”. (12).

    Texto sacado de la página: http://antares.udea.edu.co/~affectio/Affectio1/aprop.html