Respaldo de material de tanatología

Gnosticismo

DOCTRINA. (Por L. F. MATEO SECO)

    La palabra griega gnosis significa conocimiento o ciencia. Durante el periodo helenístico adquiere un significado propio y habitualmente religioso, y, tras las herejías gnósticas, se aplica casi exclusivamente en sentido heterodoxo. Tres puntos polarizan la gnosis tomada en sentido religioso: conocimiento, revelación y salvación, susceptibles de múltiples interpretaciones, tanto en sí mismos, como en su interdependencia. La cuestión es eterna, pero el abigarrado mundo sincretista de los primeros siglos en los que se inició la historia de la Iglesia resultó un especial caldo de cultivo para transposiciones y subproductos de la gnosis ortodoxa.

    1) Relaciones de la gnosis con el cristianismo.
    Según S. Ireneo y S. Epifanio (v.), los gnósticos no constituyen una herejía cristiana, sino una falsa religión, que ha tomado su ropaje externo del cristianismo. Harnack (v.), en cambio, estima erróneamente el gnosticismo como resultado del primer intento del quehacer teológico, como una helenización del cristianismo. Sin mucha exactitud Bultmann (v.) considera que gnosticismo y cristianismo son dos movimientos simultáneos, que se han influenciado mutuamente (G. van Groningen, First century gnosticism, Leiden 1967, 15). Merece especial consideración el juicio de S. Ireneo no sólo por su cercanía temporal y conocimiento personal de los gnósticos, sino también porque un análisis del núcleo profundo de la gnosis, la revela esencialmente distinta del cristianismo. Los diversos sistemas gnósticos, escribe Tixeront (o. c., 193), representan un esfuerzo del pensamiento filosófico por absorber el cristianismo y transformarlo en una simple filosofía religiosa, o del pensamiento religioso por encontrar un sentido más profundo, que no se compone con la sencillez del Evangelio, y transformarlo en una mistagogia de iniciaciones y ensueños.

    2) Qué entienden los gnósticos por gnosis.
    A pesar de la multiformidad de las sectas gnósticas, los Padres denominaron a todos con este nombre, señalando con ello que todas tenían algo en común, y que ese algo estaba vertebrado sobre el contenido del término gnosis. Para el gnóstico, la gnosis no es equivalente a la nueva luz de la fe, a la doctrina de los Apóstoles profesada según el sentir de la Iglesia, o al credo explícitamente confesado, sino a algo esencialmente distinto de la fe de los sencillos y contrapuesto a ella; entre gnosis (conocimiento) y pistis (fe) existe una oposición irreductible. El objeto sobre el que versa este conocimiento superior y contrapuesto a la fe no es ni Dios, ni Cristo, sino el hombre mismo: el gnosticismo es eminente y radicalmente antropocéntrico. Obsérvese cómo enumera Teodoto los frutos que dimanan del Bautismo: «El Bautismo nos da no sólo la libertad, sino la gnosis de qué éramos, qué hemos venido a ser, a dónde hemos sido arrojados, a dónde vamos, de qué nos libramos, qué es nacer y qué es renacer» (Excerpta ex Theodoto, 78: PG 9,693696). S. Hipólito (v.) transcribe una carta de Monoimo a Teofrasto con igual contenido: «Abandonando la búsqueda de Dios, de la creación y de las cosas parecidas, búscalo partiendo de ti mismo, y aprende quién es el que en ti se apropia absolutamente de todas las cosas y dice: mi Dios, mi espíritu, mi pensamiento, mi alma, mi cuerpo; y aprende de dónde proviene el contristarse y el alegrarse, el amar y el odiar, y estar despierto sin querer y dormir involuntariamente, y el airarse no queriendo, y el amar contra la propia voluntad; y cuando hayas buscado todo esto diligentemente, lo encontrarás en ti mismo, según aquel punto uno y múltiple que tuvo su comienzo en él» (Syntagma, V111,15: PG 16/III,33623363). Este antropocentrismo de corte subjetivo marca las relaciones entre revelación, salvación y gnosis. El gnóstico habla de que la revelación es necesaria, dada la insuficiencia actual de la inteligencia, alienada por las atracciones de la materia, a la que considera mala, pero afirma a la vez que el fin o sentido de esa revelación es «despertar» al gnóstico, haciéndole tomar conciencia de sí mismo, haciéndole descubrir que es distinto y superior a la materia, que él es una «chispa» desprendida de la Divinidad. Así, en el diálogo con la samaritana (lo 4,18), dice Heracleón, Cristo la despierta descubriéndole que los maridos no están unidos a ella más que en un orden material, y que está llamada, dado su carácter pneumático, a un destino superior (cfr. F. Sagnard, La gnose valentinienne et le témoignage de S. Irénée, París 1947, 498 ss.). Si el fin de la Revelación consiste en «despertar» al gnóstico haciéndole «experimentar» su propia dignidad, es lógico que no preocupe su contenido objetivo, ni su fiel trasmisión, sino la capacidad para provocar la experiencia de sí mismo. De ahí el recurso a revelaciones esotéricas, el horror a un canon o símbolo de doctrina, el desprecio de la autoridad de la Iglesia como intérprete de la Revelación. De ahí también su fluidez y multiformidad. La salvación gnóstica equivale a una autoliberación por una autoconciencia del propio ser divino, efecto de la emanación de la Divinidad, con el que se ha nacido y que no es objeto de conquista, sino de experiencia. Por eso se toma como momento clave de la conversión del hijo pródigo aquel en que «entra en sí mismo» (Le 15,17). no aquel en que es perdonado por su Padre. El gnóstico busca dentro de sí mismo la sustancia de la propia salvación, y espera encontrarla inevitablemente, ya que ha nacido con ella. De ahí que pueda darse, afirma Cornelis (DSAM 6,533), gnosis sin salvador, pero no salvación sin gnosis. La salvación viene en y por la gnosis, no por el salvador, que es objeto secundario, ya que es el mero portador de un mensaje salvífico, cuya aceptación no depende de su gracia, sino de la naturaleza de quien lo recibe (Orígenes, Comm. in Jo/i., XIII, 10: PG 14,413). Se comprende que el culto a la palabra fuese superior al culto a Cristo, cuya realidad histórica apenas interesa, con el consiguiente desprecio para la Iglesia visible y los sacramentos. Se comprende también que la mayoría de los gnósticos fuesen docetas (V. DOCETISMO). Sostienen, además, el equivocismo entre el mundo y Dios, a quien consideran lo absolutamente otro, llamándole «el no-ser» (Hipólito, Syntagma, VI1,21: PC, 16/III, 3303), y no entienden el concepto de creación ex nihilo, viéndose forzados a aceptar la emanación, considerando al gnóstico como «chispa» desprendida de la Divinidad, y situando la «caída» en el seno mismo de la Divinidad en el pecado de la SopItía divina. Para ello no tienen más remedio que privar al pecado de su cualidad de acto responsable y libre y entenderlo como dialéctica necesaria del espíritu, que ha de tomar conciencia de sí mismo a través de la experiencia de lo que le es ajeno. Es elocuente que Heracleón presente a la samaritana como encarnación del ideal gnóstico ante la gran sorpresa de Orígenes, que no entiende por qué Heracleón dice que no pecó (Comm. in Joh., XII1,11: PG 14,415). Si el pecado es un error inevitable y la salvación el despertar de ese error, les sobra el sacrificio del Redentor, la Redención y el sacerdocio. Finalmente, dada su concepción de la materia como mala (v. DUALISMO), pervierten la escatología, negando la resurrección de los cuerpos, y afirmando que el mundo será aniquilado. La gnosis heterodoxa aparece como un triste empobrecimiento de la gnosis -atólica. Tiene un indudable matiz iluminista, pero ha perdido su carácter de conversión moral, requerida incluso para los filósofos no cristianos (cfr. G. Bardy, La conversión al cristianismo durante los primeros siglos, Bilbao 1961), y se encuentra expuesta a todos los avatares de la imaginación impulsada por el deseo de autojustificación.

    3) Principales puntos que motivan la reacción de los Padres:
    Negación de los conceptos de Tradición, sucesión apostólica y de la regla de fe. Negación del acto creador como fruto divino y atribución al demiurgo. Negación del pecado original, que sitúan en el seno de la Divinidad. Docetismo. Negación de la resurrección de los muertos (cfr. Tixeront, o. c. l). V. t.: FE; TEOLOGÍA; RAZÓN II; REVELACIÓN IV; DIOS IV, 13; DUALISMO; etc.
   

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