Respaldo de material de tanatología

EL SUFRIMIENTO SEGÚN W. W. DYER

Asunto: [duelo-perdida_emocional] EL SUFRIMIENTO SEGÚN W. W. DYER
Fecha: Sabado, 16 de Diciembre, 2000  10:06:35 (GMT)
Autor: tdmeseguer 

Sufrimiento
                                    W. W. Dyer

El hombre se ha identificado erróneamente con la pseudoalma o el ego. 
Cuando traspasa este sentido de identidad a su verdadero ser, el alma 
inmortal, descubre que todo dolor es irreal.  Ya no puede ni siquiera 
imaginar el estado de sufrimiento.
Paramahansa YOGANANDA (1893-1952), Dichos de Paramabansa Yogananda

El mensaje de inspiración divina de Paramahansa Yogananda -que es 
posible imaginar que el sufrimiento no existe- puede parecerte 
imposible.  Te animo a contemplar la idea del sufrimiento de una forma 
que a buen seguro te ayudará a ver la vida desde una perspectiva 
totalmente 
distinta.  Te invito a desprenderte de algunas ideas firmemente 
arraigadas y de la falsa identidad a la que se refiere Yogananda.
En la esencia de tu verdadero ser -lo que Yogananda denomina «alma 
inmortal»- el dolor es irreal.  No obstante, vivimos en un mundo real, 
con problemas reales y con elementos de sufrimiento que sabemos que son 
reales.  El consejo de traspasar nuestro sentido de identidad y entrar 
en un estadio en el que ni tan siquiera podemos imaginar el sufrimiento 
probablemente parezca un imposible.
Personalmente, me ha resultado muy útil convertirme en un espectador, 
porque ha permitido que me desprenda de mi apego hacia lo efímero.  Uno 
de mis grandes maestros, Nisargadatta Maharaj, lo expone del siguiente 
modo: «Tú no sufres, sólo sufre la persona que imaginas que eres.  Tú 
no puedes sufrir».  Una vez más se refiere a tu verdadero ser, a esa 
parte de ti que es distinta de tu ego-cuerpo.  Superar tu inclinación a 
creer firmemente en el sufrimiento convirtiéndote en un espectador de 
tu vida es un reto fascinante.
Vamos a tomar como ejemplo el tipo de sufrimiento más común, el dolor. 
Supongamos que padeces alguna clase de dolor, como un fuerte dolor de 
cabeza, y que no estás dispuesto a tolerar que ningún swami te diga que 
no es real o que sólo es tu imaginación.  Tienes todo el derecho del 
mundo a adoptar esa actitud, pero si me escuchas un momento, sabremos 
si eres capaz de distanciarte del sufrimiento. ¿Qué pasaría si pudieras 
llegar a ser un espectador de ese dolor de cabeza traspasando tu 
sentido de identidad hacía lo que Yogananda llama tu verdadera 
existencia?
Si pones tu atención en el dolor podrás identificar su localización 
precisa, describir su tamaño, color, forma y cualquiera de sus 
características.  Si te concentras durante el tiempo suficiente, podrás 
llevar el dolor de un sitio a otro en tu cabeza.  Una vez hayas 
conseguido esa movilidad, tendrás la certeza de que eres capaz de 
sacarlo de tu cabeza.  Esto significa que has eliminado el sufrimiento 
convirtiéndote en un observador y desvinculándote por completo de esa 
experiencia dolorosa.  Algunos llaman a esto control mental, pero yo lo 
veo como un eficaz medio para dejar de identificarnos con lo que hemos 
convenido en llamar sufrimiento.
La mayor parte del sufrimiento que experimentamos fuera del ámbito de 
nuestro cuerpo físico tiene lugar debido a nuestra identificación con 
el orgullo. El maestro dijo: «Recuerda esto y nunca volverás a sufrir. 
No se ha de adjudicar nada al “mi” o al “mío”».  Si repites estas 
palabras con la suficiente frecuencia, especialmente cuando estás 
triste y por tanto sufres, podrás dejar de identificarte 
equivocadamente con tu ego.  El ego es orgullo.
Los indios norteamericanos ojibway hacen algo que yo mismo utilizo 
cuando me doy cuenta de que he vuelto a caer en la arrogancia al 
enfadarme por algún asunto sin importancia.  Sólo tengo que repetir 
esta frase y el sufrimiento desaparece como por arte de magia.  La 
frase es la siguiente: «De vez en cuando me compadezco de mí mismo, y 
mientras tanto mi alma es guiada por los grandes vientos celestiales».
Es una maravillosa imagen que puedes invocar cuando sientas que estás 
sufriendo y te identifiques con tu orgullo.  Como espectador, puedes 
observar tu sufrimiento y, desde esa posición privilegiada, optar por 
amarlo y entregarte de lleno a él.  Puedes tratarlo como un regalo que 
te ayudará a superar esa crisis de identidad con tu pseudoalma y a 
dedicar tu atención y energía a esa parte de ti que puede observar el 
pesar desde una perspectiva de total distanciamiento.
Este tipo de enfoque resulta bastante efectivo a la hora de eliminar el 
sufrimiento.  Cuando vives como lo hizo Yogananda, puedes decir: «Ni 
siquiera puedo imaginar el estado de sufrimiento».  Por alguna razón, 
puedo imaginar a Yogananda diciendo que debes aprender a gozar del 
sufrimiento, puesto que Dios lo ha hecho todo por nuestro propio bien. 
El dolor es un mensajero para que recuerdes a Dios, y que tu alma está 
siendo guiada por los vientos celestiales, aunque sea invisible, y 
entonces el dolor ya no será dolor, ni el sufrimiento será sufrimiento, 
habrás erradicado tu vulnerabilidad al dolor y al sufrimiento al no 
identificarte más con tu cuerpo-mente.
Esto no es un truco, es un medio real para descubrir todas tus 
ataduras, todos tus «mí» y «míos», toda tu arrogancia, y para que te 
vuelvas a identificar con aquello que es eterno.  Verdaderamente 
funciona: como dice Yogananda, descubrirás que el dolor es irreal.
Para poner en práctica este divino consejo empieza por:

– Hacer una evaluación sincera de lo que crees que es el origen de tu 
pesar.  Luego empieza a repetir: «La causa de cualquier sufrimiento 
está en mí y voy a dejar de culpar a los demás por ello».

– Ahora haz un esfuerzo por descubrir todo lo que puedas sobre tu 
actual estado de sufrimiento.  Si es tan sólo un estado mental de 
tristeza, observa dónde reside, dónde se manifiesta, qué aspecto tiene 
y todas las características que puedas identificar.

– Cuando seas consciente de que te estás autocompadeciendo, procura 
repetir las palabras de los ojibway. «De vez en cuando me compadezco de 
mí mismo, y mientras tanto mi alma es guiada por los grandes vientos 
celestiales». Pronto verás lo triviales que son tus sentimientos de 
autocompasión para con tu alma eterna, que nada sabe de tales cosas.

– Pregúntate como hago yo siempre: «¿Qué lección puedo aprender de esta 
experiencia?».  Una vez que sé que he de aprender algo del sufrimiento, 
al igual que de cualquier desengaño y tristeza de mi vida, puedo 
transformar ese dolor en un canto casi al momento.

(W. W. Dyer, “La sabiduría de todos los tiempos”)