Respaldo de material de tanatología

Siete sermones a los muertos C. Jung

Siete sermones a los muertos

Siete sermones a los muertos (en latín Septem Sermones ad Mortuos) constituye un opúsculo creado por C. G. Jung en 1916 para una edición privada. Jung lo regalaba en ocasiones a sus amigos y allegados, y no podía ser adquirido en la librería. Más adelante consideró dicha obra como un «pecado de juventud» y se retractó, desdiciéndose de lo expresado en ella.
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Introducción
Para poder llegar a entender la necesidad de escribir el presente texto es preciso conocer los antecedentes en los cuales se sitúa la biografía de su autor, partiendo desde 1913, año en el que se producirá su ruptura con Freud, hasta 1916, fecha de elaboración del opúsculo.[1] [2] Tres años en los que se generará una etapa de descubrimiento y transformación personal y en los que correrá parejo la evolución de toda su obra.
El análisis del inconsciente: apunte biográfico
Duelo y renacimiento

C. G. Jung en 1909.
Tras la separación de Freud en 1913 se inició en Jung una época de inseguridad y desorientación interior. Inicialmente focalizado en hallar una nueva actitud frente a sus pacientes, no tardaría en realizar una recapitulación de si mismo, llegandose a formular la siguiente y consabida pregunta: «¿Pero, cuál es, pues, tu mito, el mito en el que tú vives?». Es en este punto donde considera que «había llegado al límite».[3]
Al infructuoso análisis inicial de sus sueños y fantasías diurnas desde una perspectiva psicoanalítica, siguió la aceptación del desconocimiento acerca de lo que hacía y de lo que le sucedía. Así pues, decidió «abandonarse conscientemente a los impulsos del inconsciente». De ello derivó la necesidad del juego, la construcción y edificación infantiles como elementos preliminares en el hallazgo de su propio mito. Salvó la distancia existente entre el adulto y el niño de once años repleto de una vida fecunda que a él le faltaba: el vehículo fue la repetición de sus juegos infantiles rememorados a través de las fantasías emergidas de su inconsciente.
Todo ello continuó teniendo lugar en su vida posterior. Siempre que ésta se quedaba atascada recurría a la pintura o a la escultura como «un rite d`entrée para las ideas y trabajos subsiguientes».[4]
Hacia otoño de ese mismo año, Jung alude a una transposición de su sintomatología interna de carácter psíquico, hacia afuera, como si se tratara de una realidad concreta. Es entonces cuando tiene varias alucinaciones, la primera estando de viaje llegaría a durar una hora, y que irían repitiéndose a lo largo del tiempo. La conclusión inicial a la que llegaría sería la del inicio de una Psicosis. Durante la primavera y principios del verano de 1914 volverían a sucederse episodios similares pero esta vez en forma de tres sueños sucesivos. El carácter de los mismos continuaba siendo de tipo catastrofista. El 1 de agosto estallaría la primera guerra mundial y con ella la confirmación del carácter premonitorio de sus sueños y visiones, arrinconando sus primeras tentativas diagnósticas.
Ante tales circunstancias intentó averiguar qué le sucedía y por qué su propia vida dependía ahora de la colectividad.[5]
Los arquetipos de lo inconsciente colectivo
El carácter de experimento científico implícito en la confrontación con su inconsciente terminó siendo también «un experimento que tuvo lugar en mí». El contenido de dicha experimentación consistía en «traducir mis emociones en imágenes, es decir, hallar aquellas imágenes que se ocultaban tras las emociones». Seguidamente procedía a anotar las fantasías emergidas dando expresión a las condiciones psíquicas implícitas a través de un lenguaje poético, dado que éste es el lenguaje de los arquetipos y de lo inconsciente. Es a partir de ahora cuando empezarían a vislumbrarse las esperadas respuestas a las preguntas formuladas en el vacío, y con ello a la edificación de su propio corpus teórico y psicoterapéutico.
El héroe y la sombra
Sería el 12 de septiembre de 1913 cuando «me decidí a realizar el primer paso». Tras una primera visión, con alusiones al mito del héroe y del sol, «un drama de muerte y renovación», le siguió seis días después, un sueño, donde se mostraban el arquetipo de la sombra y nuevamente el arquetipo del héroe, esta vez representado por Sigfrido, al que había que asesinar. Éste representaba la voluntad consciente del Yo, la imposición heroica de la propia voluntad, sin embargo «había que dar fin a esta identidad con el ideal del héroe; pues existe algo más alto que la voluntad del Yo y a lo cual había que someterse». Jung debía sacrificar su ideal y su actitud consciente.[6]
El viejo sabio, el ánima y el héroe

Representación del arquetipo del Viejo Sabio.
A fin de agilizar su experimento con el inconsciente recurrirá a representarse mentalmente una pendiente con la finalidad de captar mejor sus fantasías y descender a los estratos más profundos de la psique. De ahí surgirá el episodio en donde llega a vislumbrar tres nuevas figuras. Elías, arquetipo del Viejo Sabio, encarnación del Logos, el elemento racional; Salomé, arquetipo del Ánima, o arquetipo de lo femenino, representada ciega, encarnación de Eros, el elemento erótico; y una serpiente negra, que anunciaba de nuevo el mito del héroe.[7]
Filemón
Finalmente, y desde esta misma triada emergerá una nueva figura derivada del arquetipo del Viejo Sabio a la que llamará Filemón, describiéndola como «un pagano que aportaba una influencia egipcio-helenística con matiz gnóstico», «un guru», «un espíritu», «un maestro del alma».[7]
Filemón y otras figuras de la fantasía me llevaron al convencimiento de que existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por sí mismas y tienen su propia vida.
C. G. Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos, pag. 218.
Será Filemón la figura deseada por Jung en esos momentos de confusión, «una sabiduría y un poder supremos que me desenmarañasen las espontáneas creaciones de mi fantasía». Quién, por un lado, comience a representar la motivación subyacente en la elaboración de los Septem Sermones, y quien, por otro, de lugar a una recapitulación teórica y a una validación en la existencia autónoma de los arquetipos, mas allá de los complejos, extendiendo «ad infinítum» la conceptualización limitante del inconsciente freudiano.
Ka
Posteriormente, Filemón quedaría condicionado a otra figura que entraría en escena y a la que Jung asociaría con el Ka egipcio. Con el tiempo lograría integrar ambas figuras gracias a la alquimia. Filemón representaba lo espiritual, el sentido; Ka, un espíritu de la naturaleza, una especie de demonio terrestre o metálico.[8]
La ambivalencia del ánima

Isis, fuerza fecundadora de la naturaleza, representando a su vez el arquetipo del ánima.
Ante la disyuntiva proveniente entre si lo que estaba experimentando era arte y nó ciencia, logró afrontar y aprehender nuevamente al ambivalente arquetipo del ánima, el alma en el sentido primitivo, o lo femenino en lo inconsciente colectivo de un hombre (a lo masculino en lo inconsciente colectivo de una mujer lo denominó animus).[9]
Inicialmente impresionado por el aspecto negativo del ánima, llegaría a describirle a partir de su capacidad para «generar timidez ante su presencia», por su «influencia funesta sobre los hombres», por su «carácter persuasivo e insinuativo», por la «fuerza tentadora y astucia profunda en lo que expresa», por su «doblez, altavoz del inconsciente, capacidad de aniquilación sobre un hombre». Todo ello, sin embargo, permitió a Jung comprender lo decisiva que era en último término la consciencia a la hora de equilibrar las manifestaciones arquetípicas del inconsciente, recordando que el orden de importancia no radicaba en ningún sistema preferente sino en una articulación de opuestos psíquicos que se presentaba en forma de conflictos, compensaciones y complementariedades. El fin último debía consistir en apropiarse de una totalidad integradora desde una inmadura unilateralidad disociativa. Como paso previo al establecimiento de una comunicación con el inconsciente, y a fin de no vernos a merced del arquetipo, era ineludible poder llegar a diferenciar entre la consciencia y el contenido del inconsciente. Ello se lograba aislando a este último a través de un proceso de personificación.
Pero el ánima tiene también su aspecto positivo dado que «es la que facilita a la consciencia las imágenes del inconsciente».[10]
Individuación: meta vital y terapéutica

Representación mandálica del Sí-mismo en el proceso de individuación.
Contenido en el proceso biográfico relatado por Jung en sus memorias se deduce una interrelación recíproca entre sujeto y objeto, redescubriéndose un conocimiento que se autovalida a su vez en el propio experimentador. El ser humano como microcosmos del macrocosmos.
La psicología analítica creada por Jung parte de una estructuración psíquica constituida por un inconsciente colectivo en la psique de cada individuo, de tal modo que la consciencia centralizada en el Yo ya no establecerá relaciones exclusivas de reciprocidad a nivel de los complejos de lo inconsciente personal, sino que habrá de vérselas a su vez con los constituyentes transpersonales de lo inconsciente colectivo: los arquetipos.[11] [12]
Al proceso de interrelación consciencia-inconsciente colectivo a lo largo de la biografía del individuo lo denominó Jung proceso de individuación. En cada momento de dicho proceso vital va emergiendo paulatinamente el carácter del individuo o individualidad psíquica, personificada a través del arquetipo del Sí-mismo, Yo nuclear tanto de lo consciente como de lo inconsciente colectivo, a diferencia del Yo nominativo, sujeto unilateral de la consciencia.
La finalidad última de la Psicología de los complejos va a situarse por lo tanto en el despliegue de dicho arquetipo central a lo largo y ancho de la ininterrumpida corriente sobre la que navega «aquel proceso que engendra un individuo psicológico, es decir, una unidad aparte, indivisible, un Todo», en la constitución, diferenciación y consciencia relativa de los arquetipos, un diálogo en definitiva entre consciente e inconsciente.
Tres serán las vías que propicien el proceso de «llegar a ser un individuo», «llegar a ser uno Mismo»:
1. El desarrollo vital ineludible
2. La interpretación de los sueños
3. Y, como hemos contemplado ya, la imaginación activa, o método desarrollado por Jung para establecer un diálogo activo en estado de vigilia con lo inconsciente. Estando relajado, como en trance, se centra la atención en una imagen (proveniente de un sueño, por ejemplo), interrogándola acerca de su origen, significado, etc., como si se tratara de otra persona.[13]
Schwarzes Buch (Libro Negro) y Rotes Buch (Libro Rojo)

Las fantasías que por entonces se le presentaban a Jung las escribía primeramente en el Schwarzes Buch (Libro Negro) y posteriormente las transcribía al Rotes Buch (Libro Rojo), ampliado con ilustraciones, una de ellas la del propio Filemón.
Aniela Jaffé aclara que “El Schwarzes Buch comprende seis volúmenes encuadernados en piel negra; el Rotes Buch, un infolio encuadernado en piel roja, contiene las mismas fantasías, pero en una forma y lenguaje retocados y en escritura gótica caligráfica, a la manera de los manuscritos medievales”.[14]
Añade Jung en el ocaso de su vida el vano intento en traducir sus fantasías estéticamente a lo largo del libro rojo. Vislumbrando su incapacidad para «hablar el lenguaje adecuado» renunciaría a lo estético en favor de la comprensión científica, aun cuando reconozca su deuda respecto a lo primero dado que sin dicha dedicación no hubiera entendido «su obligación moral respecto a las imágenes».
Comprendí que ningún lenguaje es tan perfecto que pueda sustituir a la vida. Si se intenta sustituir la vida, no sólo no se consigue, sino que a la vida se la arruina.
C. G. Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos, pag. 224.
Ante la autonomía de lo inconsciente recomienda por lo tanto cumplir tanto con una obligación intelectual como moral. Ante lo imaginal debería insistirse en el entendimiento sin renunciar a la comprensión, pero siempre con el deber moral de aprehender que el caelidoscópico mundo que nos ofrece el ánima no puede ser sustituido por el Logos. Eros y Logos, vida y entendimiento son dos principios diferentes y por tanto opuestos y complementarios, siendo infructuosa su mutua sustitución. Se requiere además de comprensión, la realización en vida de las imágenes, vivenciar lo manifestado. Lo contrario sería limitarse a un motivo de asombro que conllevaría efectos negativos del inconsciente, se arrebataría a la existencia su integridad otorgando a la individualidad el tinte de lo fragmentario.
Jung incluirá en sus memorias dos escritos independientes del Schwarzes Buch y Rotes Buch:
1. Por un lado, un Complemento al Rotes Buch (1959).[15]
2. Y por otro, después de dudar y solo «en haras a la honradez», los propios Septem Sermones ad Mortuos (1916), no permitiendo sin embargo que se desvelase el significado del Anagrama presente al final del opúsculo:[16]
NAHTRIHECCUNDE
GAHINNEVERAHTUNIN
ZEHGESSURKLACH
ZUNNUS

C. G. Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos, pag. 460.
Tanto el Libro Negro como el Libro Rojo no llegarían a publicarse por expreso deseo de Jung y de su familia. Existe actualmente una fundación, la Philemon Foundation, cuyo proyecto fundamental consiste en actualizar toda el trabajo de C. G. Jung incluyendo material disponible no editado en sus Obras Completas. Treinta volúmenes adicionales a los veintiuno ya existentes en un plazo estimado de treinta años.
En contraste con las Obras completas (The Collected Works) extensamente conocidas, se desea que las Complete Works comprendan manuscritos, seminarios, y correspondencia hasta ahora inédita o que se creía perdida en decenas de miles de páginas.
El primer acto de Philemon Foundation será completar la financiación del Libro Rojo de Jung (Red Book o Rotes Buch) para su edición, la publicación más importante desde su muerte. La aparición de dicho trabajo inaugurará una nueva era en el estudio de Jung, y permitirá que la génesis de su trabajo posterior sea entendido basándose en un firme equilibrio histórico.[17]
Septem sermones ad mortuos
Tras una gradual transformación, en 1916 Jung sentiría la necesidad imperiosa de escribir, sintiéndose «impulsado desde dentro a formular y expresar lo que podría haber dicho Filemón». De esta fuerza ineludible, aparentemente comandada desde lo más profundo de lo inconsciente colectivo, surgirían los Septem Sermones ad Mortuos con su lenguaje característico.
Manifestaciones de lo inconsciente colectivo

Professor Jean-Martin Charcot enseñando en la Salpêtrière de Paris, Francia. Muestra a sus estudiantes una mujer (“Blanche” (Marie) Wittman) en estado de trance o shock. Resultó una época que establecía relaciones entre la histeria y el fenómeno del espiritismo.
A una inicial intranquilidad subjetiva siguieron la manifestación preliminar por toda su casa de toda una serie de fenómenos parapsíquicos o paranormales presenciados por toda su familia, de los que ya tenía amplio conocimiento y experiencia, habida cuenta de que su tesis doctoral «Acerca de la psicología y patología de los llamados fenómenos ocultos», realizada con el profesor Eugen Bleuler en la facultad de medicina de la Universidad de Zürich en 1902, versaba sobre lo que en aquel momento se prefería denominar espiritismo y fenómenos asociados. También debe recordarse que la propia madre de Jung, Emilie Preiswerk (1848-1923) poseía una personalidad marcadamente disociativa que influyó enormemente en el rasgo intuitivo de Jung, tan llamativo para todos quienes le conocieron, o que el material que conformara su tesis lo extrajera de las sesiones de espiritismo efectuadas en su casa desde 1896. Hoy se sabe que la paciente nombrada en su tesis doctoral, «la señorita S. W.», era su prima Hélène Preiswerk.[18]
Las manifestaciones fueron las siguientes:[19]
1. Su hija mayor veía por la noche una figura blanca atravesando la habitación.
2. A su otra hija la levantaron la manta de la cama en dos ocasiones por la noche.
3. Su hijo de nueve años tuvo un sueño de carácter terrorífico al que llamó «el dibujo del pescador»: en él aparece representado como figura central un pescador que acababa de coger un pez del rio. Frente a él se cierne, por un lado, la figura del diablo reclamando el robo de dicho pez, y por otro, un ángel defendiendo la inocencia del pescador.
4. Sus dos hijas y Jung mismo percibieron el sonido de la campanilla de la puerta, pero al abrirla allí no había nadie.
La conclusión a la que llegará Jung es que la casa estaba repleta de espíritus, y ante la pregunta «Por el amor de Dios, ¿qué es esto?», escucharía al unísono la siguiente respuesta, incluida a posteriori en el encabezamiento del Sermo I de los Septem Sermones ad Mortuos:
Regresamos de Jerusalén, donde no hallamos lo que buscábamos.
C. G. Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos, págs. 227 y 448.
Es entonces cuando comenzaría a escribir el texto, resolviendo la situación de infestación a los tres días de haberlo finalizado.
Pérdida del alma

Helena de Troya como representación ambivalente del arquetipo Ánima.
Jung invita a aceptar lo acontecido tal como fue experimentado, eludiendo todo intento de reduccionismo y tergiversación amparado por un pretendido omniabarcante conocimiento científico o su aniquilación a través de la anomalía.
Recuperando la síntesis de su conceptualización, y permitiendo por tanto continuar observando lo fenomenológico como resultado de una ecuación en donde siempre intervienen el mundus imaginalis y lo cotidianamente fáctico, nos es posible entender que la Materia es el aspecto concreto de lo Inconsciente colectivo, que el Mundo en general estaría de este modo estructurado y configurado a partir de los constituyentes más inmediatos de la Psique Colectiva, los Arquetipos, y que cualquier fenómeno de Sincronicidad es resultado de la ininterrumpida comunicación establecida entre ambos sistemas.[20] [21]
Así nos relata Jung la posible relación que pudiera haber tenido lo acontecido con el estado emocional en el que se hallaba, y desde el que podrían haberse producido fenómenos parapsicológicos. Se trataba de una «constelación inconsciente», es decir, de la activación de un complejo psicológico debido generalmente a una reacción de naturaleza emocional (consciente o inconsciente), ya sea frente a una persona o una situación, siendo dicha constelación de carácter Numinoso.[22] El Numen de un arquetipo representa aquel agente o efecto dinámico, no resultante de un acto volitivo, que captura y controla al individuo.[23]
Poco antes del retorno de los muertos sucedió otro hecho importante descrito por Jung como la pérdida del alma. Más de dos décadas después, en 1939, expondrá ante Eranos su obra «Sobre el renacer», en la que describirá que la desaparición del alma en una fantasía era un hecho frecuente entre los pueblos primitivos. Se correspondería a una alteración de la personalidad en forma de disminución. El alma se puede marchar de modo súbito dando lugar a un trastorno de la salud del individuo. Su explicación radicaría en que la mente primitiva dispondría de un funcionamiento preferentemente pulsional, emocional e inconsciente y por tanto tendente a la disociación, antes que a la integración mental. Dicho de otro modo, requeriría un mayor esfuerzo para funcionar desde la consciencia y la volición, al situarse de un modo más próximo a los contenidos del inconsciente. Sin embargo, puntualizó que ello no significaba que el hombre civilizado estuviera exento de dicha pérdida. Pierre Janet ya apuntalaría en 1909 como denominación alternativa a la misma sintomatología la de abaissement du niveau mental. Hallaríamos en este caso un rebajamiento de la tensión de la consciencia sentido subjetivamente como pesadez, desgana y tristeza, siendo el origen de ello la ausencia de energías disponibles.[24]
Para Jung, el alma viene representada en el hombre por el arquetipo del ánima, ánima significa en latín alma.[25] Por otro lado, y como se ha visto yá, el ánima es el aspecto femenino presente en lo inconsciente colectivo de los hombres (al aspecto masculino presente en la psique colectiva de las mujeres se denominó animus).[9] Si a ello añadimos que el ánima representa el arquetipo de la vida, siendo su principio Eros, reflejando la naturaleza de lo relacional, se deducirá de ello que para el hombre, la pérdida del alma signifique la pérdida de lo vital y lo vinculativo. De algún modo, el arquetipo del ánima ha tenido que desasirse del nivel de lo consciente emprendiendo el camino de lo inconsciente colectivo. Desde la teorización junguiana no se trataría de una pérdida real, sino de una desvinculación arquetipal que conlleva una descompensación en forma de constelación inconsciente. El arquetipo del ánima se ha retirado al inconsciente, al «país de los muertos». En términos energéticos, lo consciente se vacía al revivificarse lo inconsciente.[26] Si el ánima crea la relación en lo inconsciente, y éste representa al país de los muertos, «en cierto sentido es también una relación con la colectividad de los muertos».
En el «país de los muertos» el alma experimenta una secreta vivificación y da forma a las huellas ancestrales, a los temas colectivos del inconsciente. Igual que una médium, da a los muertos posibilidad de manifestarse. Por ello, muy pronto después de la desaparición del alma aparecieron en mí los «muertos», y surgieron los «Septem Sermones ad Mortuos».
C. G. Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos, pag. 228.
Finaliza Jung reconociendo que los Septem Sermones constituyeron una especie de prólogo, un cierto croquis y resumen de lo que tenía que transmitir al mundo acerca del inconsciente.
Bibliografía
Fuentes primarias
Texto íntegro
? Jaffé, Aniela (ed.) (1964/2005 [7ª edición]), Recuerdos, sueños y pensamientos, Pags. 448-460. Madrid: Seix Barral (Los Tres Mundos). ISBN 9788432208294.
? Septem Sermones ad Mortuos (texto completo en alemán)
? Septem Sermones ad Mortuos (texto completo en castellano)
? Septem Sermones ad Mortuos (texto completo en inglés)
Obra
? Jaffé, Aniela (ed.), Recuerdos, sueños, pensamientos (1961), Anexo Obra Completa: Autobiografía. En preparación. Madrid: Editorial Trotta.
? Jung, Carl Gustav (1999), Estudios psiquiátricos, Obra completa: volumen 1. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481643411.
? ? (2000), Freud y el Psicoanálisis, Obra completa: volumen 4. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481643947.
? ?, Símbolos de transformación (1912/1952), Obra completa: volumen 5. En preparación. Madrid: Editorial Trotta.
? ? (2007), Dos escritos sobre psicología analítica, Obra completa: volumen 7. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481647600.
? ? (2004), La dinámica de lo inconsciente, Obra completa: volumen 8. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481645873.
? ? (2003), Los arquetipos y lo inconsciente colectivo, Obra completa: volumen 9/1. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481645255.
? ? (2001), Civilización en transición, Obra completa: volumen 10. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481644036.
? ? (2006), La práctica de la Psicoterapia, Obra completa: volumen 16. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481648126.
? ? (2005 [2ª edición 2006]), Sobre el amor, Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481647747.
? Young-Eisendrath, Polly, y Dawson, Terence (1999/2003), Introducción a Jung, Madrid: Akal Cambridge. ISBN 9788483230480.
Fuentes secundarias
? Hoeller, Stephan A. (2005), Jung gnóstico y los siete sermones a los muertos, Málaga: Editorial Sirio. ISBN 9788478084630.
Notas:
1. ? Jung, Carl Gustav (2000), Obra completa volumen 4: Freud y el psicoanálisis, Ensayo de exposición de la teoría psicoanalítica, 87-214, Madrid: Trotta. ISBN 9788481643947.
2. ? Jung, Carl Gustav (1993), Símbolos de transformación, Buenos Aires: Paidós. ISBN 9788475091389.
3. ? Jaffé, Aniela (1964), Recuerdos, sueños y pensamientos, 205, Madrid: Seix Barral. ISBN 9788432208294.
4. ? Jaffé, Aniela (1964), Recuerdos, sueños y pensamientos, 207-209, Madrid: Seix Barral. ISBN 9788432208294.
5. ? Jaffé, Aniela (1964), Recuerdos, sueños y pensamientos, 209-211, Madrid: Seix Barral. ISBN 9788432208294.
6. ? Jaffé, Aniela (1964), Recuerdos, sueños y pensamientos, 213-216, Madrid: Seix Barral. ISBN 9788432208294.
7. ? a b Jaffé, Aniela (1964), Recuerdos, sueños y pensamientos, 216-217, Madrid: Seix Barral. ISBN 9788432208294.
8. ? Jaffé, Aniela (1964), Recuerdos, sueños y pensamientos, 220, Madrid: Seix Barral. ISBN 9788432208294.
9. ? a b Jung, Carl Gustav (2005), Sobre el amor, Madrid: Trotta. ISBN 9788481647747.
10. ? Jaffé, Aniela (1964), Recuerdos, sueños y pensamientos, 221-223, Madrid: Seix Barral. ISBN 9788432208294.
11. ? Jung, Carl Gustav (2007), Obra Completa volumen 7: Dos escritos sobre psicología analítica, Madrid: Trotta. ISBN 9788481647600.
12. ? Jung, Carl Gustav (2003), Obra Completa volumen 9/1: Los arquetipos y lo inconsciente colectivo, Sobre los arquetipos de lo inconsciente colectivo, 3-40, Madrid: Trotta. ISBN 9788481645255.
13. ? Young-Eisendrath, Polly, Dawson, Terence (1999), Introducción a Jung, 445, Madrid: Akal Cambridge. ISBN 9788483230480.
14. ? Jaffé, Aniela (1964), Recuerdos, sueños y pensamientos, 224, nota 7, Madrid: Seix Barral. ISBN 9788432208294.
15. ? Jaffé, Aniela (1964), Recuerdos, sueños y pensamientos, 446-447, Madrid: Seix Barral. ISBN 9788432208294.
16. ? Jaffé, Aniela (1964), Recuerdos, sueños y pensamientos, 447-460, Madrid: Seix Barral. ISBN 9788432208294.
17. ? Philemon Foundation [1]
18. ? Jung, Carl Gustav (1999), Obra Completa volumen 1: Estudios Psiquiátricos, Presentación e Introducción, XI-XII, XXXVIII, Madrid: Trotta. ISBN 9788481643411.
19. ? Jaffé, Aniela (1964), Recuerdos, sueños y pensamientos, 226-227, Madrid: Seix Barral. ISBN 9788432208294.
20. ? Jung, Carl Gustav (2004), Obra Completa volumen 8: La dinámica de lo inconsciente, Sincronicidad como principio de conexiones acausales, Sobre sincronicidad, 415-520, Madrid: Trotta. ISBN 9788481645873.
21. ? Jung, Carl Gustav (2002), Obra Completa volumen 14: Mysterium coniunctionis, Prólogo de Marie-Louise von Franz, 3, Madrid: Trotta. ISBN 9788481645132.
22. ? Young-Eisendrath, Polly, Dawson, Terence (1999), Introducción a Jung, 444, Madrid: Akal Cambridge. ISBN 9788483230480.
23. ? Young-Eisendrath, Polly, Dawson, Terence (1999), Introducción a Jung, 446, Madrid: Akal Cambridge. ISBN 9788483230480.
24. ? Jung, Carl Gustav (2003), Obra Completa volumen 9/1: Los arquetipos y lo inconsciente colectivo, Sobre el renacer, 111-112, Madrid: Trotta. ISBN 9788481645255.
25. ? Jung, Carl Gustav (2003), Obra Completa volumen 9/1: Los arquetipos y lo inconsciente colectivo, Sobre el arquetipo con especial consideración del concepto de Ánima, 53-71, Madrid: Trotta. ISBN 9788481645255.
26. ? Jung, Carl Gustav (2004), Obra Completa volumen 8: La dinámica de lo inconsciente, Sobre la energética del alma, 5-68, Madrid: Trotta. ISBN 9788481645873.
Véase también
? C. G. Jung
Enlaces externos
? Versión parcial de los Septem sermones al castellano
? http://www.wikilearning.com/vii_sermones_ad_mortuos-wkccp-3421-2.htm
? Versión parcial de Miguel Serrano de los Siete sermones al castellano
? http://www.libreopinion.com/members/treus_fest/sermones_ad_mortuos.htm
? Carl Gustav Jung y la Parapsicología: Un análisis biográfico
? http://www.pucsp.br/pos/cos/cepe/intercon/revista/artigos/jung.htm
? Arquetipos, espíritus y complejos: El espiritismo a la luz de la psicología junguiana
? http://www.uprm.edu/socialsciences/mnunez/arquetipos.htm
? Lhttp://laberintodearcanos.blogspot.com/2007/02/jung-entre-al-alquimia-y-el-chamanismo.htmlaberinto de arcanos: Jung: Entre la Alquimia y el Chamanismo
? Philemon Foundation Proyecto de actualización de las Obras Completas de C. G. Jung incluyendo material disponible no editado en las ediciones estándar: 30 volúmenes adicionales a los 20 ya existentes en un plazo estimado de 30 años (en inglés).
? https://www.philemonfoundation.org/

Convivir con un enfermo crónico: Para atender bien hay que estar bien

No hay domingos ni festivos. No hay descanso para quien ha asumido la responsabilidad del cuidado de un familiar en estado grave y crónico (ejemplos no faltan: sida, cáncer, Alzheimer, patologías psiquiátricas graves, …) por mucho que haya momentos en que otras personas la sustituyan en esta absorbente tarea.

La actividad se mantiene siempre presente en el pensamiento del cuidador, y puede acabar convirtiéndose en una obsesión. El principal problema afecta al paciente, pero también quienes los atienden día y noche sufren las consecuencias de una enfermedad grave o incurable. Es una situación que sobreviene y a la que la familia hará frente. Y, al final, el tiempo, las relaciones domésticas y sociales, el ocio, la emotividad personal y la vida entera del asistente, girarán en torno a las necesidades que plantea ese ese padre, madre, hermano o amigo que se han convertido en el centro de su rutina. El auxiliador, por mucho que se provea de abnegación, compasión humana y dedicación al enfermo, puede terminar sintiéndose asfixiado y atrapado por sentimientos difícilmente controlables. Entre ellos, la frustración de un esfuerzo aparentemente baldío: el enfermo no mejora o incluso su salud se deteriora.

La conciencia de que se recorre un camino sin retorno y la constatación de la desesperanza del paciente convierten a la situación en una travesía erizada de dificultades, y, en algunos casos, carente de estímulos. A este escenario emocional hay que añadirle el cansancio físico que supone la multiplicidad de papeles en que se desdobla el cuidador, para seguir atendiendo -además de los constantes requerimientos del enfermo- las tareas de su vida cotidiana.

Si al finalizar el día (nunca se sabe si el trabajo acabará a medianoche o si habrá que levantarse en plena madrugada) se le preguntara al asistente cómo se encuentra, la respuesta más probable será: “cansada, muy cansada, prefiero no pensar, lo que me gustaría es dormir” (estas tareas, entre nosotros, normalmente la desempeñan las mujeres; de ahí, el femenino).

Cuando la situación se prolonga meses o años, o se hace impredecible su fin, puede generar desajustes y tensiones familiares. Es un panorama estresante, y conviene tanto no dejarse llevar por la emotividad que suscita el contacto permanente con el enfermo como no caer en una total dedicación, física y mental, al paciente.

El objetivo es doble: que no caiga el cuidador víctima de enfermedades o depresiones, y que mantenga sus fuerzas en equilibrio, cara a ser más eficaz en la atención al ser querido, que tanto requiere de nosotros en la última fase de su vida.

Una situación nueva y desconocida.

Lo primero es el realismo. No podemos partir del “yo puedo con todo”, sea cual sea nuestro carácter o el esfuerzo y las horas a invertir. No nos creamos imprescindibles ni pensemos que sin nuestra colaboración el desenlace será inminente o en más dolorosas circunstancias. “Ellos no saben hacerlo y le hacen daño” o ” conmigo está más tranquilo y se siente más seguro” o “lo que él quiere es estar conmigo, porque se sabe más atendido” son planteamientos poco prácticos. El cuidador, con su dedicación exclusiva y absorbente, no conseguirá sino agotarse y frustrarse. No podrá impedir que haya momentos en los que el enfermo sufra o en los que incluso le tiranice. Además, esta postura radical causa sentimientos de culpabilidad, cuando el asistente tiene que recurrir a la ayuda de otras personas.

Tampoco debe caerse en el victimismo del “no puedo más, si esto sigue así, me lleva a mí por delante, estoy destrozada de los nervios”, sin hacer nada por solucionar problemas que empiezan a hacer un daño serio al cuidador.

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Seamos sinceros y realistas.

Permitámonos sentir el miedo a la muerte, pero no consintamos en que nos bloquee o paralice. La asunción de la muerte sirve para ayudarnos a ser cautos, responsables y amantes de nuestras vidas.

El enfermo nos recuerda cada minuto que la vida tiene un fin, y que es ineludible. Si aprendemos a convivir con nuestro miedo y hablamos de la muerte con naturalidad daremos salida a esa incomodidad que propicia tensión y rigidez a la hora de pasar nuestros días con enfermos crónicos graves.

Ante la tristeza, serenidad.

Instalarse en la negatividad, en la desesperanza, cuando se cuida a diario a uno de estos enfermos, es cosa fácil, casi natural. Lo apropiado es mirar con serenidad esa etapa, que tiene tres vertientes: la del propio cuidador, la de su familia y la de la persona a quien se ha decidido asistir. Para que nuestras fuerzas resulten eficaces y atendamos satisfactoriamente al enfermo, el ánimo del cuidador tiene que ser positivo, porque de él y de su serenidad a la hora de tomar las decisiones que se vayan planteando en la relación con el paciente, depende que nos sintamos en paz con nosotros mismos respecto al propósito adquirido: que la convivencia disfrute de un clima de comunicación.

Y que, dado lo irreversible de la enfermedad, tanta dedicación tenga su lado positivo: el estrechamiento de los lazos de solidaridad familiar. Y, por supuesto, que la ayuda al enfermo sea un auténtico acompañamiento en lo que se prevé sea su recta final. El cuidador debe ayudarse a sí mismo a sentir la ilusión por vivir, cada instante de su vida. Así podrá transmitir alegría y serenidad al enfermo. No deben faltar hacia este palabras amorosas, besos y caricias: llenarán el recuerdo de nuestro comportamiento con esa persona enferma.

Cómo ayudar al enfermo sin destruirnos.

Puede ser útil que recordemos algunas pautas que ayudan al cuidador de un enfermo grave crónico o incurable a mantener un buen equilibrio físico-emocional :
Distribuir el tiempo: todos los días (al margen de la labor de asistencia al enfermo) dispongamos de un rato para nosotras mismas y otro para la convivencia familiar o social.
Dedicar, más que nunca, tiempo y mimo a nuestra pareja e hijos.
El mundo y la vida, siguen. Procuremos mantener las relaciones con los amigos, aunque tengamos que espaciarlas. El teléfono también sirve.
Pasear o hacer ejercicio, al menos durante media hora al día.
Acudir cada cierto tiempo a espectáculos (teatro, cine, música), museos, …
Contratar la ayuda de profesionales, para que, al menos cada cierto tiempo, pasen la noche con el enfermo. O pedir ayuda a familiares o amistades, para que nos reemplacen.
No descuidar la alimentación ni el descanso. Cansados o tristes no haremos bien nuestro trabajo. El enfermo lo notará. Necesita ayuda, pero también conversación y buenas vibraciones.
El enfermo además de cuidados básicos – alimentación, limpieza y medicalización- precisa tranquilidad y mucho afecto. Le ofreceremos nuestras palabras tranquilas y de acompañamiento. Y, junto a ellas, caricias y besos, exponentes de nuestra cercanía y amor.
Mantendremos una buena condición física y emocional. Nuestra vida ha sufrido cambios, pero sigo siendo protagonista de ella: intento que se trastoquen lo menos posible mi trabajo, aficiones, cuidados y relaciones con las personas queridas.

Afrontar la muerte de una persona muy querida

Hacerse mayor conlleva familiarizarse con el sufrimiento, aprender a soportarlo y saber salir adelante tras cada golpe que la vida nos asesta

Cuando se es niño, la más elevada expresión de la actividad socio-festiva la constituyen bautizos y primeras comuniones; la adolescencia y juventud incorporan a este agradable catálogo de encuentros las siempre felices bodas. Pero superados los cuarenta el principal rito social es que un mes sí y otro no acudimos al entierro de un amigo, compañero de trabajo o familiar directo. Y nos encontramos con ese inconfundible dolor que genera la muerte, la ausencia definitiva e irreparable de personas fundamentales en nuestra vida. Una de las razones del desconcierto en que nos sume la muerte es que casi siempre acontece sin que hayamos efectuado previamente el entrenamiento que nos permita asumirla como un hecho inevitable y rutinario, y ello porque vivimos de espaldas a la muerte.

El duelo
Las personas afectadas por la muerte de un ser querido presentan unos síntomas característicos y siguen una serie de etapas para la asunción de la pérdida. A veces se presentan dificultades añadidas que frenan el proceso y lo hacen aún más duro, pero esta sensación sobredimensionada de luto puede superarse con un planteamiento y apoyo adecuados. Nuestra cultura actual dificulta la elaboración del duelo, pero somos seres inteligentes dotados de un gran instinto de supervivencia, y por ello sabemos reaccionar ante las dificultades y sobreponernos a ellas. Y si no, aprendemos. La tragedia ha ocurrido, pero la vida continúa y las exigencias que la cotidianeidad nos presenta requieren de toda nuestra atención, entusiasmo y lucidez. Una correcta elaboración del duelo permitirá al afectado reintegrarse a su vida normal con la energía necesaria.

Cómo se manifiesta el duelo
Los síntomas son parecidos a los de las depresiones mayores: tristeza, trastorno del sueño, alteraciones del apetito y la libido, pérdida de peso… También disminuye el interés por el mundo exterior, sobre todo en lo que recuerda a la persona fallecida. Y sobreviene el desinterés por el trabajo, por encontrar nuevas relaciones, además de manifestaciones de angustia, sentimientos de culpa, apatía, falta de esperanza, e incluso -en casos graves- los pensamientos de suicidio.

Además, surgen síntomas físicos como cefaleas, úlceras, problemas respiratorios, palpitaciones, sudoración, y disminución de las defensas del organismo.

Los pasos de la elaboración del duelo son:

Incredulidad. Es la primera reacción ante la noticia de la pérdida, acompañada de aturdimiento (“esto no me está pasando a mí”). Nos alejamos de la realidad, en un intento de paliar el dramático acontecimiento.
Agresividad, ira. La persona se vuelve irascible, con reacciones de descontento, y resulta difícil de tratar. Adopta actitudes críticas frente a quienes le rodean y se pregunta por qué le ha tenido que tocar esta desgracia.
Depresión. Actitudes de apatía y silencio. Va haciéndose a la idea de que la pérdida es irreversible y va dejando de aferrarse a la imagen del ausente. Es una triste y silenciosa resignación.
Aceptación y paz. Se asume serenamente la ausencia. Comienza la persona a centrarse y vuelve a sus actividades cotidianas.
¿Y si el duelo se convierte en patológico?
Para superar el duelo hay que vivirlo, tenemos que concedernos la oportunidad de sufrir sus consecuencias. Y comprender la tristeza de quien lo sufre, por muy acentuada o exagerada que parezca. Pero si el duelo no se elabora correctamente – no se han vivido algunas fases, o se han interrumpido o se han reprimido emociones dolorosas-, pueden surgir síntomas patológicos, relacionados con la necesidad de permanecer unido al ausente.

Veamos los indicadores del duelo patológico.

Sentimientos de culpa. Se siente culpable de la muerte, de no haber hecho lo posible por evitarla, de no haber sido suficientemente diligente o afectuoso con el fallecido.
Pensamientos de muerte. El vivo debería haber desaparecido junto al fallecido, o incluso haber muerto en su lugar.
Sentimientos de inutilidad. Ya nada tiene sentido, sin el difunto la vida carece de interés, sin él o ella nada es igual, no vamos a poder hacer frente a la vida.
Experiencias alucinatorias. Como oír la voz del fallecido o ver fugazmente su imagen.
Sensaciones de padecer la misma enfermedad de la persona difunta, en un trasvase del problema que causó la muerte del ser querido.
Confusión. Algo profundo está cambiando en el fondo de sí mismo y en el mundo.
Lentitud psicomotora y deterioro de algunas funciones orgánicas.
Es muy conveniente desahogarnos con alguien que pueda entender y compartir nuestro dolor. Pero no seamos demasiado exigentes, es difícil que quien no se ve directamente afectado comprenda la dimensión de nuestro dolor.

El sufrimiento no desaparece ni se reduce poniendo tierra de por medio, alejándose de la situación dolorosa o de lo que nos remite al ausente.

Más que cambiar las circunstancias externas, conviene modificar los procesos mentales que llevan a la aceptación de la realidad. Después de ese cambio mental, y permaneciendo lúcidamente en la situación real, ya se pueden hacer viajes, o cambios en el hogar, o cualquier otra cosa.

Conviene que el afectado conozca las fases del proceso de elaboración del duelo, para que las acepte como algo normal.

Tan poco aconsejable es conservar tal cual estaban todas las pertenencias del fallecido, como hacerlas desaparecer. Lo adecuado es que el doliente se quede con los recuerdos más significativos del ausente y prescinda de los demás.

Cuando aparezcan los síntomas del duelo patológico, conviene acudir al médico de cabecera. Y, si es necesario, al psicólogo.

Errores frecuentes ante la pérdida de un ser querido
Pensar que no debemos conocer los detalles de la muerte ni ver el cadáver. Aunque resulte duro, saber los detalles de la desaparición de la persona amada ayuda a aceptar la realidad de la ausencia. La falta de información puede generar confusión y fantasías irreales.
Creer que cuando se demuestra rabia, dolor o desesperanza mediante el llanto desgarrado o los gritos, se está más expuesto a la depresión. La expresión de estos sentimientos es necesaria, porque permite que se procese la pérdida y se elabore el duelo, aunque puedan percibirse como manifestaciones exageradas o propias de culturas o países poco desarrollados.
Pensar que cuando la persona muere se pierde su recuerdo. El recuerdo y las vinculaciones emocionales no desaparecen. Permanecen, y aparecen en forma de recuerdos pasajeros o sueños.
Pensar que, para superar el dolor cuanto antes, debemos volver inmediatamente a nuestros quehaceres cotidianos. Conviene que nos demos un tiempo para reflexionar y para vivir el dolor sobrellevando el duro proceso emocional que supone la pérdida.
Considerar que el afecto por el ausente debe expresarse con mucha moderación. Aunque en nuestra cultura se valoran la firmeza de carácter y la entereza, debemos permitirnos expresar libremente las emociones dolorosas.
Mantener que conviene no hacer partícipes a los niños de estas situaciones de luto Los niños son tan capaces como los adultos para elaborar los duelos. No les ocultemos la realidad. Deben aprender a superar pérdidas que, antes o después, llegarán.

Cómo afrontar la muerte

El duelo para superar la pérdida de un ser querido puede durar hasta tres años

El apoyo psicológico de la familia y de los amigos es imprescindible para afrontar una nueva etapa sin la persona querida, así como para aceptar una enfermedad terminal o incurable. Los psicólogos insisten en que el silencio y la negación no es la solución para afrontar la muerte. Por el contrario, lo importante ante una situación así es la posibilidad de expresar los sentimientos, tanto del enfermo, como de los familiares que han perdido a su ser querido. De esta manera, el proceso de duelo permite una recuperación rápida sin riesgo a caer en depresiones.

Afrontar la muerte propia
Asegura un antiguo refrán medieval que sólo cuando aprendemos a vivir aprendemos a morir. Una frase cargada de filosofía que muy pocos ponen en práctica, tal vez porque no saben cómo, y que choca con una realidad para la que, por mucho que pensemos que la muerte es “ley de vida” y que “a todos nos llegará algún día”, nunca estamos preparados del todo.

Afrontar la muerte es difícil y más aún si se trata de la propia. Cuando el médico comunica que el estado del enfermo es grave o terminal estado se entra en una fase de shock que impide ser conscientes de lo que va a ocurrir. “Luego, piensas que todo es una pesadilla y recurres a otro médico para obtener una opinión contrastada. Si el segundo médico te confirma lo que dijo el primero, llega la certeza y, poco después, la negación, un mecanismo de defensa que nos protege durante el tiempo que necesitamos hacernos a la idea”. Así explica la psicóloga Julia López-Orozco, de la Fundación Verde Esmeralda, los sentimientos de quien conoce su final. Un momento, sin duda, crucial, que suele estar marcado por la rabia, la tristeza, la resignación y la aceptación de un destino que no hemos elegido y no podemos cambiar. “Todas las etapas son tristes”, afirma López-Orozco, “pero el enfermo debe hablar de lo que siente, de lo que realmente le importa, y los familiares deben decirle lo que sienten, a modo de despedida, para que ninguno se quede con las ganas de expresar algo que luego ya no podrá decir”.

En su libro ‘Morir es nada’, el escritor Pepe Rodríguez explica que sólo “cuando se adquiere conciencia de la propia muerte como algo más o menos inminente, se acepta como un hecho natural y es entonces cuando cambia la forma de relacionarse con la pareja, parientes y amigos”. En ese momento debemos establecer con quienes nos rodean un “nivel de intimidad y cercanía” que nos reporte la fuerza necesaria para afrontar la última etapa y apartar los temores al sufrimiento, que suelen provocar mayor ansiedad y preocupación que la propia muerte.

“Exteriorizar los sentimientos y liberar la ansiedad permite adaptarse mejor a la situación”,

Exteriorizar los sentimientos y liberar la ansiedad permite adaptarse mejor a la situación
considera Rodríguez. “La muerte es algo que puede y debe comprenderse y aceptarse, pero esto sólo resulta posible emprenderlo y lograrlo en cada uno de nosotros, en el fuero interno y mediante los propios medios. Si no se acepta previamente la normalidad e incluso necesidad del hecho de la muerte, sin importar la fórmula o convicción adoptada para ello, no podrá actuarse en ninguna dirección razonable que permita poder afrontarla con serenidad y

Pérdida de un ser querido
Cuando una persona está enferma, sobre todo en los casos terminales, no se sabe cuál es la mejor opción, si decírselo o no. Los psicólogos constatan que en ocasiones cuando una persona sabe que está enferma ésta se hace más fuerte y aprovecha el tiempo que le queda de vida para estar con los suyos y hacer lo que más desea, viajar, ver amigos etc. Pero también puede suceder que la familia oculte el estado en que se encuentra. Se da entonces lo que se conoce como ‘conspiración del silencio’, un proceso en el que quienes rodean al paciente ya conocen el desenlace, pero evitan decírselo para no causarle un mayor sufrimiento. Algunos expertos, como la psicóloga Julia López-Orozco, aseguran que ésta no es la mejor decisión y defienden la importancia de que el afectado sepa los detalles de su situación. “El mayor sufrimiento viene de la mano de la conspiración del silencio. Los familiares piensan que si hablan de lo que sienten y de su pena la persona va a sufrir más. Y el enfermo tampoco habla de sus sentimientos y dudas porque cree que la familia ya tiene bastante”, precisa.

Juantxo Domínguez, de la Asociación Derecho a Morir Dignamente, explica que “si el enfermo decide cómo quiere que se le trate en los momentos finales de su vida, la familia debe respetar esos aspectos”, generalmente recogidos en el testamento vital. Un documento que permite dejar sentado los tratamientos médicos y cuidados paliativos que el paciente quiere recibir.

El testamento vital permite dejar sentado los tratamientos médicos y cuidados paliativos que el paciente quiere recibir
“Es importante que la gente sepa que existe esta posibilidad -subraya Domínguez-. Los cuidados paliativos son los que recibe un enfermo en fase terminal, pero no son sólo un soporte terapéutico, sino también un soporte psicológico y espiritual, ya que recogen un amplio abanico de medidas para que el enfermo terminal esté acompañado en los últimos tres o seis meses de su vida”.

Por su parte, la familia debe estar siempre al lado del enfermo para escucharle o respetar su silencio, para hacerle saber lo importante que es para ellos sin que se sienta “culpable” por marcharse y para ganar con él el tiempo que se perdió con anterioridad: “Teníamos que ponernos al día de lo que habíamos hecho y sentido en los últimos tres años, pero estábamos tan ocupados ambos que aplazamos lo fundamental, disfrutar de la amistad, para volcarnos en lo accesorio, cumplir con la vida profesional. Un error que, en este caso, ya no puede corregirse”, reflexiona Rodríguez al recordar la muerte de un amigo.

La muerte como un proceso natural
Para Julia López-Orozco, aceptar la muerte cuesta tanto porque no se contempla como parte del movimiento natural de la vida. “Nos parece que no podemos dominar la vida porque no tenemos una educación de la muerte, sin embargo, asegura, no se puede hablar de fracaso ante algo inevitable”. Rodríguez, por su parte, indica que no se nos puede ocultar desde pequeños que la vida tiene un final. “Dentro del movimiento de la vida están el nacimiento y el muerte, pero apenas se tiene información de la muerte y cuando perdemos a alguien nos sentimos indefensos o descolocados y no sabemos si lo que nos sucede es normal”, apunta la psicóloga.

Es conveniente que los niños crezcan pensando que la muerte es algo natural, no como un tema tabú,

Es conveniente que los niños crezcan pensando que la muerte es algo natural y no un tema tabú
y que hablen de ella con sus progenitores con absoluta normalidad. Cada pérdida debe servirles para reflexionar, ya sea la de su mascota o la de un ser querido. Cuando se trate de una enfermedad, los pequeños deben estar al tanto de lo que ocurre y tener la posibilidad de preguntar sobre ello.

No hay un buen o mal momento para morir. Cuando llega la hora, todos, incluso los niños, deben poder hablar del tema con naturalidad para afrontarlo con madurez y pedir el apoyo que se necesite. Aunque temida, la muerte debe ser aceptada con serenidad y dignidad, sin que se vea distorsionada como algo ‘simplemente’ doloroso. “Tenemos que pensar que, en ocasiones, es un alivio para el enfermo que sufrió en sus últimos días”, concreta Julia López-Orozco.

El duelo
Una vez que la persona querida se ha ido queda un inmenso vacío y un largo camino por recorrer: el duelo. “Nunca acabamos de estar preparados para aceptar la muerte de una persona, sea una muerte repentina o por enfermedad, pero en ambos casos debemos hacer un proceso de duelo porque, si bien es muy traumático perder a alguien de repente de un infarto o en un accidente, tampoco es fácil ver a quien queremos en el transcurso de una enfermedad”.

De esta manera, la psicóloga López-Orozco destaca la importancia de buscar apoyo y saber que el trabajo del duelo es necesario para “sanar” la herida: “Nadie puede hacer ese trabajo por nosotros y no nos podemos hacer los duros porque luego sucederá otro episodio de crisis que nos recordará lo que ocurrió y será peor. Ocultarlo no nos permite vivir plenamente. Debemos recorrer el camino porque el problema del duelo es quedarse en el sufrimiento”.

El problema del duelo es quedarse en el sufrimiento
Lo habitual es que tras la muerte de alguien muy querido se suela pensar que eso no ha ocurrido y que todo es un mal sueño del que vamos a despertar. Más tarde, los afectados se muestran enfadados, rabiosos contra todo y contra todos, a los que culpan de la muerte, y, al final, sienten tristeza, miedo, lloran y se acusan de no haber impedido la pérdida o no haber sido capaces de decir a quien se fue lo mucho que se le quería.

A los seis meses más o menos llega la soledad, una vez que la familia más lejana se distancia para recuperar su vida normal. Sin embargo, el otro miembro de la pareja y los hijos se quedan solos. “La familia empieza a alejarse y no es tan fácil encontrar apoyo”, señala la psicóloga, quien reconoce que, “como mínimo, el duelo dura un año”. Es posible que sea el año más complicado, en el que se celebra el primer cumpleaños sin esta persona, las primeras navidades, el primer otoño.

En este tiempo, quienes han sufrido una pérdida no deben fijarse plazos para superarla. Deben sentir dolor y manifestarlo, compartirlo con otras personas que han pasado por la misma situación y aceptar que tal vez tengan que pasar tres años para comenzar a recuperarse. La solución no está en automedicarse con tranquilizantes y tampoco se debe descuidar la salud, sino marcarse un ritmo diario con las horas necesarias de descanso y comidas.

En este sentido, López-Orozco explica que durante el duelo “el ritmo es más lento que el del resto”, pero recuerda lo importante de ser paciente y darse permiso para disfrutar tras el funeral, desaparición de su ropa y pertenencias, papeleo&. Finalizar el proceso de duelo no significa olvidar a quien se fue, sino conseguir recordarle sin sufrir y recuperar la atención hacia quienes siguen a nuestro lado y aún nos necesitan. Es muy importante que los familiares, sobre todo los más cercanos al fallecido, puedan entender esto para seguir con sus vidas sin ninguna culpa ni remordimiento, evitando caer así en cuadros de depresión.

Afrontar enfermedades incurables

La actitud del paciente ante la vida, así como el apoyo familiar y social es fundamental para convivir con una enfermedad incurable

La vida familiar, social y laboral se altera por completo ante la aparición de una enfermedad, más aún si ésta es irreversible o degenerativa, situación que obliga al paciente a cambiar de manera radical su modo de vida. Hay enfermedades para las que la medicina actual no tiene soluciones o cuyos tratamientos no logran los resultados esperados. Por esta razón, recibir la noticia de que se padece una dolencia de este tipo es un duro golpe para quien la sufre y para sus familiares. Sin embargo, los psicólogos afirman que se puede convivir con una enfermedad de estas características después de superar una serie de etapas que pasan por la negación de la situación, en primer lugar, y por cierta rebeldía después. Son actitudes normales que con el paso del tiempo y la ayuda de los seres queridos suelen desembocar en una última fase de aceptación y adaptación, aunque la tristeza y los episodios depresivos pueden aparecer de manera continuada. En este sentido, las asociaciones de apoyo realizan una labor excelente, favoreciendo que enfermos y familiares aprendan a conocer la enfermedad, a aceptarla y a sacar el máximo partido a la vida con las limitaciones progresivas a las que pueden verse sometidos los enfermos.

Autor: María Álvarez |  Fecha de publicación: 14 de diciembre de 2005 La actitud es un elemento definitivo
Ya sea por la aparición de una dolencia incurable, por un accidente que provoque vivir el resto de la vida en una silla de ruedas& la persona que recibe la noticia de que padece una enfermedad para la que no existe solución pasa por varias fases, según indica María del Mar González Muñoz, psicóloga y directora del Centro de Psicología PsicoSalud, de Madrid.

Negación: Pensar que la situación es imposible, que no puede estar pasando. Muchas personas no quieren aceptar el problema y llegan a convencerse de que se trata de un error médico.
Enfrentamiento: Rebeldía ante la situación. Una vez que los enfermos empiezan a asimilar el diagnóstico médico, es muy común enfadarse con el mundo, con los demás o incluso con uno mismo por tener una enfermedad para la que no existe solución.
Aceptación y adaptación: Una vez comprendida y asimilada la situación es habitual mostrar síntomas depresivos, como por ejemplo, estar más tristes, irritables, apáticos o ansiosos al pensar en todo lo que se les viene encima. Tras este período de adaptación, deciden qué hacer con el tiempo que les queda y qué actitud adoptar.
En ocasiones, según advierte la psicóloga, algunos pacientes se quedan anclados en algunas de las primeras etapas, no evolucionan y lo afrontan mal, por lo que sufren por partida doble: “por un lado por la enfermedad, y por otro por la no aceptación de una situación real e irrevocable”. Sin embargo, hay personas que afrontan estas situaciones mucho mejor, lo que favorece que tanto ellos como sus familiares o las personas que los rodean acepten mejor la nueva situación y se ayuden entre todos. No cabe duda de que la vida para estas personas es diferente desde el momento en que conocen su enfermedad, ya que hay multitud de actividades que antes podían hacer y que en su nueva situación les resultarán imposibles. Pero, como señala González Muñoz, es muy importante que tanto ellos como sus familiares y amigos tengan en cuenta que hay otras muchas que sí pueden hacer y que deben “aprender a valorar otros aspectos de la vida que antes pasaban desapercibidos y que merecen la pena ser tenidos en cuenta”. La psicóloga advierte de que muchos de estos enfermos piensan que su nueva vida es un modo de vivir de segunda categoría, pero no cree que sea cierto e incide en la importancia de dar al enfermo “un motivo para levantarse cada mañana, una meta que conseguir y una valoración personal de lo que hace día a día”. Para conseguir llegar a esta aceptación, una situación realmente difícil, existen estrategias que pueden ayudar a manejar el proceso de enfermedad, según explica Maribel Carreras Barba, psicóloga del Grupo Luria Psicólogos, de Madrid:

Vivir el presente: Disfrutar de lo que se tiene y no sufrir por lo que se pueda perder.
Medir la vida en términos de calidad, no de cantidad: Intentar ver la vida en profundidad, “a lo ancho, lo alto y lo largo, y no solo a lo largo, por los metros recorridos”.
Buscar soluciones: Aunque no pueda elegir las circunstancias que este viviendo, sí puede elegir cómo responder ante ellas.
Cuidarse: Descansar, alimentarse adecuadamente.
Distraerse: Realizar actividades que le apetezca y que no le supongan un gran esfuerzo.
Confiar en el quipo médico: Consultar a los médicos todas las dudas que tenga respecto al proceso de enfermedad y sobre cómo controlar todas las molestias derivadas de la misma.
Evitar que la enfermedad no sea el centro de su vida: Se puede seguir trabajando, haciendo actividades que nos gusten y teniendo momentos felices y positivos aunque se padezca una enfermedad grave.
Además, hay asociaciones de apoyo que realizan una labor excelente, favoreciendo que enfermos y familiares aprendan a conocer la enfermedad, a aceptarla y a enseñarles cómo sacar el máximo partido a la vida con las limitaciones progresivas a las que pueden verse sometidos los enfermos.

Los cuidadores
Siempre que una enfermedad incurable o degenerativa irrumpe en la vida de una familia, ésta sufre un grave conflicto y la mayoría de sus miembros suelen pasar por fases similares a las vividas por el propio enfermo. En la mayor parte de los casos es algún miembro de la familia quien se encarga de ejercer la tarea de cuidador, que no siempre es fácil. La doctora en psicología, Verónica Guillén Botella, señala que es normal que los familiares que se ocupan de un enfermo incurable les presten cariño y atención, “que se vuelquen en el paciente”. Sin embargo, advierte de la necesidad de no sobreproteger ni quitar independencia al enfermo,

No hay que sobreproteger ni quitar independencia al enfermo
sino dar lo que pide o necesita en una de las etapas más difíciles de su vida. El cariño, la atención y la dedicación no tienen por qué estar reñidos con el hecho de poner metas y pedir que las lleven a cabo mientras puedan realizarlas, ya que esta actitud fomenta la autoestima del enfermo, le ayuda a mantenerse activo y a tener una actitud más positiva frente a su enfermedad. La experta señala que no hay que poner límites antes de tiempo y, cuando los haya, “adaptarse a ellos, pero siempre buscando tener metas, actividades sociales, de ocio, de cuidado personal&, de modo que se sigan obteniendo beneficios por luchar”.

En este tipo de dolencias prestar una atención especial al enfermo es una tarea básica, pero tampoco debe descuidarse la atención a las necesidades de los cuidadores, que en muchos casos necesitan tanto o más apoyo que el propio paciente, ya que el cansancio, la dedicación plena a un familiar, observar que la enfermedad sigue su proceso aunque se haga el máximo esfuerzo& pueden terminar afectándoles de manera severa y abocarlos a una depresión. Los expertos recomiendan que estas personas encuentren momentos de desconexión y, en caso de ser necesario, cuenten con apoyo psicológico para ir aceptando y asumiendo los cambios que provocará la enfermedad en sus vidas.

Qué deben hacer los cuidadores
La Social Work Service de Estados Unidos recomienda a los cuidadores de los enfermos terminales o de enfermedades incurables o degenerativas los siguientes consejos:

Fijarse objetivos y expectativas realistas.
Establecer sus propios límites.
Pedir y aceptar ayuda.
Cuidar de sí mismos.
Implicar en el cuidado del enfermo a otras personas.

Ayuda psicológica
En algunos casos, el enfermo o sus familiares no son capaces de asumir un diagnóstico grave y sienten un importante impacto emocional por la posible pérdida de la salud y del bienestar, al mismo tiempo que pueden sentirse desconcertados y preocupados por el futuro. Aunque hay muchas personas que, a pesar de la dureza de su situación personal, pasan por este proceso de forma natural y no necesitan ningún tipo de ayuda psicológica, hay otras muchas para quienes resulta un proceso muy complicado de manejar, y sí requieren de tratamiento, fundamentalmente psicológico. Así lo indica la doctora en Psicología Verónica Guillén, quien señala que la diferencia fundamental entre ambas está en la capacidad de aceptación de la persona. “La situación es tremendamente dura para todo el mundo, sin embargo, hay personas que se ven capaces de aceptarla y sin darse cuenta se preparan psicológicamente para ello. Por otro lado, otras personas tienen dificultades para elaborar este proceso y se quedan ancladas en algún punto”, explica.

En caso de que una persona sea incapaz de afrontar sola el proceso de asumir una grave enfermedad, existe tratamiento psicológico que sirve para acelerar el proceso, para ayudar a entender y aceptar mejor la situación, además de proporcionarles armas para sobrellevarlo, lo que repercute en una mejor calidad de vida. Los expertos aconsejan que el enfermo, o sus familiares, acudan al psicólogo en los siguientes casos:

Si se siente desbordado por la angustia, el miedo, la tristeza, la preocupación o cualquier otra emoción.
Si comienza a sentir mucho dolor, alteraciones del sueño o falta de apetito.
Cuando la propia persona esté convencida de que es lo único que le va a poder ayudar a enfrentarse a la situación.
Cómo ayudar a estos enfermos
Muchas veces no se sabe cómo actuar con estos pacientes que padecen enfermedades terminales o degenerativas, si sobreprotegiéndolos o intentando que todo siga lo más normal posible… Las siguientes estrategias elaboradas por los psicólogos aquí consultados, pueden ayudar a conocer las necesidades del paciente, facilitando la comunicación con el enfermo:

Ir con calma, dar tiempo al paciente para que asimile lo que implica la enfermedad que padece.
Escuchar y compartir sus sentimientos y emociones. Intentar no interrumpir, ha veces sólo necesita dar rienda suelta a sus emociones, no escuchar consejos o soluciones.
No presuponer cómo pueden encontrarse y preguntarles cómo se les puede ayudar.
Respetar y tolerar los silencios. Respetar cuando no quiere hablar y estar disponible cuando desee hacerlo.
Permitir el llanto. Facilita el desahogo.
Evitar las frases hechas del tipo “ya veras como no es nada”, “se positivo”, “no puedes continuar así”.
Intentar permanecer tranquilo ante su irritación y esperar a que se le pase.

Cuidar de una persona dependiente: Hay que compartir tareas

Las personas que deben asistir a familiares enfermos o impedidos también necesitan ayuda y comprensión en una tarea que provoca un gran desgaste

El deterioro físico o psíquico de un miembro de la familia produce cambios drásticos y traumáticos en su entorno. Junto al golpe emocional surgen los problemas derivados de la necesidad de atención permanente, labor que corresponde a uno o varios familiares. Estas personas asumen un papel, el de cuidadores, que irrumpe en su vida y la transforma de manera completa. La asimilación de este vuelco vital no es sencilla. Por esta razón, no se debe dudar en pedir ayuda o recurrir a un especialista.

El malestar del cuidador y su sentimiento de culpa
Cuesta hacerse a la idea del debilitamiento del ser querido. A pesar de que el decaimiento sea evidente, la pareja, si la hay, los hijos, los yernos y nueras, los nietos y los hermanos quieren creer que sólo “está pasando una mala racha”. Pero la realidad se impone y, a medida que se asume, se entiende que la enfermedad no sólo va a afectar a quien la padece, sino que cambiará la vida de todos quienes están alrededor, especialmente la de los cuidadores.

Puede ser Parkinson, Alzheimer, demencia senil, arterioesclerosis o, sencillamente, muchos años y necesidad de cuidados. En esta primera fase se presentan los primeros síntomas de malestar en el cuidador. Se enfada porque le ha tocado precisamente a él o a ella, o porque no hay un reparto equitativo de responsabilidades entre los distintos miembros de la familia. Es normal que se vivan sensaciones de fastidio, pero quienes las sienten se consideran, en su fuero interno, culpables. Por eso es necesario que las personas cuidadoras puedan liberarse de esa culpa hablando sin cortapisas de los efectos negativos en su estilo de vida. Esto se asumirá con más facilidad cuando la situación entre dentro de lo cotidiano. Entonces los cuidadores se sentirán más libres para quejarse y solicitar colaboración de los otros miembros de la familia. Aprenderán que su salud, y no sólo la de la persona dependiente, es importante y programarán más tiempo para sus necesidades, su esparcimiento, sus relaciones sociales y para su descanso.

Planificar los cuidados
El cuidado del cuidador no se puede dejar a la improvisación.

Hay que repartir responsabilidades. Una sola persona no puede responsabilizarse de todo. Los cuidados suponen un número importante de tareas. Para que todo funcione bien, es preciso repartírselas entre los familiares y determinar qué función y qué responsabilidad va a afrontar cada uno. Es muy importante organizar reuniones de la familia para valorar entre todos cuáles son los problemas que han ido surgiendo y determinar cómo distribuir los papeles que cada uno va a desempeñar. En esas reuniones se deben estudiar las posibilidades y limitaciones de cada miembro de la familia y, según eso, establecer calendarios. Aun así hay que prepararse -y así se debe consensuar desde el principio- para afrontar las desavenencias y conflictos que se produzcan durante el proceso del cuidado, algo, por otra parte, normal.
La persona cuidadora debe prestar una especial atención a la pareja y a los hijos. Es importante hablar con la pareja sobre cómo afectará o cómo está ya afectando la dedicación a la persona mayor en la relación, y sobre la necesidad de destinar tiempos específicos para ellos mismos. Conviene compartir opiniones sobre la forma de ejercer los cuidados y saber si la otra parte de la pareja está dispuesta a colaborar, algo a lo que no está obligada, pero tal vez quiera hacer. Lo mismo puede decirse sobre los hijos, en particular si la persona mayor está encamada. Aunque sean niños, tienen derecho a conocer la naturaleza de los cuidados y establecer la manera en que pueden participar en las tareas.
No perder las relaciones. A medida que pasa el tiempo de dedicación a la persona dependiente, el cuidador sale cada vez menos de casa. Esto puede ser altamente perjudicial para su salud emocional. Es importante que no descuide sus relaciones sociales de siempre, y que fomente los contactos con familiares y amistades para poder vivir con ellos sus emociones o simplemente para distraerse.
Aprender a cuidar el propio yo. La persona es un equilibrio entre “ser-para-sí” y “ser-para-otros”. Cuando alguien se vuelca en exceso en el cuidado a otra persona y se olvida de cuidarse a sí misma, pierde ese necesario equilibrio personal y se acumulan insatisfacciones internas, malestares emocionales, hastío, sensación de soledad ante las tareas y desequilibrio personal. Es importantísimo que la persona cuidadora aprenda un poco de “egoísmo”, es decir, cultivo sano del yo. Para ello tiene que mantener y programar la ilusión por salir, por practicar actividades de ocio y tiempo libre. Debe reservarse tiempos para sí misma y respetarlos con tanto rigor como lo hace con el cuidado hacia la persona a la que cuida.
Aprender a utilizar los recursos sociales. El número de personas mayores en la sociedad ha crecido. El número de recursos destinados a ellas también ha aumentado, pero no en la misma proporción, con lo que resultan insuficientes. Sin embargo, se puede recurrir a Servicios Sociales Municipales, Servicios Médicos, Servicios de Ayuda a Domicilio, Centros de Día y Residencias Geriátricas. Cada día son más numerosos, pero también más demandados. Los cuidadores tienen derecho a recibir asesoramiento y apoyo para la atención de las personas dependientes. Pueden, por ejemplo, informarse de cómo es y cómo va a evolucionar la enfermedad, de qué pruebas serán necesarias para un diagnóstico y pronóstico más preciso; conocer qué recursos públicos y privados se pueden utilizar y las ayudas a las que tienen derecho.
El síndrome del cuidador
Más del 80% de los cuidadores experimentan altos niveles de estrés que se manifiesta en irritabilidad, agotamiento, problemas físicos de salud, enfados, distanciamiento y depresión. Si aparecen dos o más de los síntomas del “síndrome del cuidador” -perder la ilusión por vivir, no poder conciliar el sueño, atender 24 horas al día al familiar enfermo, sentir angustia, perder el apetito, beber alcohol o tomar drogas- es necesario pedir ayuda profesional. El médico de cabecera es una buena opción y está preparado para atender estos casos. Para recibir la atención correcta, el cuidador debe explicar al médico la situación en la que se encuentra y describir su estado anímico y físico.

Amputados: Pistas para continuar la vida (respaldo pagina de amputados)

Algunas pistas

Algunas pistas, sin orden de importancia, extraídas del boletín AmpuChat de Meyer y actualizadas

por Isidro Gutiérrez.

1 – Trata de conversar con otro amputado que tenga tu mismo nivel de amputación, tu misma edad, una actividad similar a la tuya, etcétera. Tendrás que manejar muchas cuestiones emocionales. Trata de no pensar “¡Pobre de mí!”. No permitas que los dilemas emocionales te invadan. Puedes contar con el consuelo de tus familiares y amigos, pero ellos no pueden brindarte información, pistas ni la clase de camaradería que puedes encontrar en los amputados. Para contactarte con ellos, consulta con tu médico, con las enfermeras, con el centro de rehabilitación del hospital o con tu ortopeda o una asociación de amputados.

2 – No hagas nada relacionado con cuestiones médicas sin consultar con un profesional. Si el consejo que te dan te parece “extraño”, busca una segunda o tercera opinión de otras fuentes confiables. Contrasta opiniones.

3 – Ubica los objetos de utilización más común en lugares de fácil acceso. Coloca la comida que consumes más frecuentemente en los estantes que te sean más accesibles de la nevera o armarios y despensa.

4 – Explica a tus familiares y amigos que cuando necesites ayuda, la pedirás. ¡Y pídela cuando sea necesario! Nadie es verdaderamente independiente. ¡Todos somos interdependientes!. No lo confundas con la falta de libertad.

5 – Lleva tiempo adaptarse a los principales cambios. ¡No te rindas! Todos nosotros (no sólo los amputados) nos sentimos tristes de vez en cuando. Algunas veces, nos dejamos llevar por la pena, pero luego nos reponemos. Sin embargo, no dudes en buscar ayuda profesional si te sientes muy deprimido. Negarse a buscar ayuda puede ser peligroso.

6 – Más allá de las razones de tu amputación, sigue con tu vida. Ignora a las personas (aparentemente bien intencionadas) que dicen cosas como: “Yo conocí a alguien que perdió los brazos y las piernas, y hace operaciones de cerebro mientras practica ballet”. Aun peores son los que dicen: “Tu tía Juana (o tu tío Andrés) tuvo la misma operación, y quedó completamente inválida (o inválido). Fue una carga muy pesada para toda la familia”. Estas personas no tienen idea de lo que están hablando. Sus “ideas” son de segunda mano; o peor, simplemente equivocadas. Lo cierto es que no te convertirás en un Nureyev o una Pavlova, ni permanecerás postrado en la cama como un total incapacitado.

7 – Está muy bien ser un poco egocéntrico por un tiempo. Gratifícate. (Ver item 21)

8 – Plantéate metas realistas y un tiempo razonable para alcanzarlas. Si no llegas, no creas que fue un fracaso. Sólo necesitas ajustar la meta o el tiempo, e intentar de nuevo.

9 – Mantente activo con tus intereses y tus hobbies. Si no puedes hacerlos por el momento, al menos puedes leer revistas relacionadas. Que no puedas hacer algo ahora no significa que no puedas llegar a hacerlo en el futuro.

10 – No te obsesiones con el hecho de ser un amputado. Al comienzo, ser un amputado puede llevarte mucho tiempo y atención, pero debes hacer lo posible para volver a la vida que llevabas antes de la operación.

11 – Si logras que la gente se sienta cómoda, te tratarán con normalidad. Cuando encuentres a alguien que no te ve desde tu operación, háblale sobre tu amputación brevemente y en el momento adecuado, y luego deja el tema. De esta manera, no estarás pendiente, preguntándote “¿Cuándo me va a preguntar sobre mi pierna (o brazo)?”. Además, la otra persona no se quedará pensando “¿Qué le pasó?”. Por lo tanto, aclara las cosas y luego actúa con naturalidad. Hay otros temas relacionados contigo, además de piernas y brazos; esas son sólo partes, no la totalidad de tu ser. Cuanto más espacio le des a tu amputación, más espacio le darán las otras personas.

12 – Cuando llegue el momento de tu primera visita a tu ortopeda, prepárate una lista de preguntas. Escríbelas a medida que se te ocurren. Es difícil recordar todas las dudas cuando uno está temeroso por la revisión. Pregunta, y apunta las respuestas. (Esto también vale para el consultorio del médico.)

13 – Si no te sientes cómodo con alguno de los integrantes del cuerpo médico que te atiende, busca a otro. ¡Tú eres el jefe!

14 – Si tienes un ordenador, o acceso a alguno, puedes utilizarlo para obtener información a través de Internet.

15 – Utiliza buenos buscadores. Ejemplo: AltaVista http://www.altavista.com, All the Web http://alltheweb.com y Google http://www.google.com Introduce las palabras “amputado”, “amputacion” y/o “protesis”

16 – Las “listservers” (listas automáticas de correo electrónico) tienen buena información. Algunas son muy clínicas, dirigidas a profesionales. Otras son de autoayuda, como AMP-L. Envía un mensaje a MAISER@hoffman.mgen.pitt.edu y escribe SUBSCRIBE AMP-L en la primera línea. A través de tus mensajes puedes encontrar “cyberamigos”. Recuerda que estás buscando o proveyendo información. Los datos que se consiguen a través de las listas pueden ser muy útiles. (La mala noticia es que están en inglés)

17 – El acceso a estos servicios a través de un ordenador suele ser mucho más veloz (y algunas veces menos costoso) por las noches.

18 – Por razones de seguridad y para evitar todo tipo de acoso u hostigamiento, no hagas pública ninguna información personal, como tu dirección o tu teléfono. Ni siquiera tienes que usar tu nombre real, si no quieres.

19 – Si utilizas muletas, elimina todas las “trampas” dentro y alrededor de tu casa, tantas como puedas, incluidas pequeñas alfombras, sillas alejadas de la mesa, cables eléctricos o de teléfono, etcétera.

20 – Instala protectores antideslizantes, o alfombrillas en el baño, o utiliza una construida de material antideslizante.

21 – Utiliza una banqueta para la ducha, e instala barras para sostenerte, si es posible.

22 – Nunca camines sin una protección en el pie de tu pierna sana. Pisar accidentalmente un pequeño guijarro traído del exterior, puede causarte una caída.

23 – Si te estás enfrentando una amputación programada, busca un cirujano que sepa cómo hacer un buen muñón. Un ortopeda o una asociación de amputados puede ser la mejor fuente de información acerca de quiénes son los cirujanos más habilidosos.

24 – Ciertamente estos momentos suelen ser muy desagradables tanto para ti, tu familia y tus amigos. Siempre siéntete libre de discutir tus sentimientos. No esperes a estar a punto de explotar. Si lo haces, seguramente será con la persona equivocada.

25 – Trata de procurarte algo que te estimule cada día, aun cuando sea sólo por una hora. Puede ser ver un programa de TV o un vídeo, leer, escuchar música, chatear en tu ordenador personal, enviar un e-mail. ¡O incluso dormir una siesta! ¡Encuentra maneras de gratificarte!

26 – No olvides que sólo te han amputado una parte de tu cuerpo, no te han amputado ni tu cabeza, ni tu corazón, ni tu sexo. ¡Practica las tres! Es muy saludable.

27 – Infórmate de cuales son tus deberes y obligaciones sociales a partir de tu amputación y colabora en lo que puedas a hacer más agradable la vida a todos los que te rodean.

28 – Exige y reclama tus derechos ante la sociedad como discapacitado, no por ser ni mejor ni peor. Inscríbete en alguna asociación de amputados o discapacitados físicos. Ellos te serán de gran ayuda, y tú para ellos.

Fuente: http://web.chi.es/isidro/amputados/pistas.htm

Practicas tibetanas ante la muerte

PHOWA
La transferencia de la conciencia hacia la Verdad

(1) Para realizar está práctica empieza reposando calmadamente e invocando de corazón la presencia de la encarnación de la Verdad, representada por Buda, Cristo, un santo o maestro divino por el que sientas devoción, visualizándolo como una presencia de energía y luz radiante, amorosa y compasiva.
(2) Ábrete ahora y se consciente de aquellos aspectos de tu ser que necesitan ser reconocidos, purificados, sanados, y perdonados, al tiempo que reconoces y aceptas cualquier mal pensamiento, remordimiento, o emoción destructiva que te aflija. Hazte consciente incluso de aquellas zonas de tu cuerpo donde sientas debilidad, tengas una enfermedad, o incluso tengas miedo a enfermar. Entonces visualizate  como una esfera de luz situada en el corazón, que sale proyectada del centro de tu pecho como una estrella fugaz y vuela hacia el corazón de la presencia divina que tienes delante, dirigiéndote a ella con sinceridad y humildad, solicitándole ayuda y guía.
(3) La presencia divina invocada responde en forma inmediata, enviando amor, compasión y paz desde su corazón, manifestándose como un haz de rayos de luz, que caen sobre ti como una cascada de amor puro, dejando que esa energía te bañe plenamente y te rodee; sintiendo que es una fuerza sanadora, compasiva, amorosa, repleta de divinas bendiciones, brindándote amor incondicional, paz, armonía interior, y confianza en ti mismo.
(4) Siente como esa energía disuelve tus temores, tus defensas, tu “sensación de un yo”, visualizándote entonces como una esfera de pura luz divina, al tiempo que recitas un mantram, una oración, o una plegaria.
(5) Entonces sientes que te disuelves y te fusionas con la presencia divina que has invocado.
(6) Para concluir siente que retornas a ti mismo, sintiendo en tu centro que nuestra esencia es una conciencia límpida y pura, amorosa, humilde y compasiva y sabiendo que esa es nuestra verdadera naturaleza, retorna a tus actividades cotidianas, sabiendo que ese es nuestro refugio y que siempre en cualquier circunstancia puedes volver a él.
(7) Al finalizar la práctica, comparte el mérito de las bendiciones recibidas con todos los seres, orando para hacer todo lo posible por aliviar su sufrimiento, para brindarles la felicidad, ayudarles en su evolución espiritual y para que reciban la guía divina que los lleve de la ignorancia del ego hacia la sabiduría divina.