Respaldo de material de tanatología

CRONICAS DEL MEDIO OESTE EN EU

CRONICAS DEL MEDIO OESTE EN EU
Nada a cambio de un esforzado trabajo
Jim Cason y David Brooks, enviados, Tilden, Nebraska n John Dittrich, un granjero de tercera generación, maneja por las pequeñas carreteras de terracería que vinculan campo tras campo de siembra en esta zona rural. Cada terreno y casa que pasa, cuenta una triste historia: éstos abandonaron su granja hace cinco años, aquéllos rentaron todos sus campos después de 50 años de trabajarlos, estos otros se declararon en bancarrota el año pasado.
“Miren, tengo 3 mil 500 acres, cada acre tiene 24 mil plantas de maíz, tengo tractores, camiones y equipo agrario de último modelo –señala Dittrich, sentado en su oficina equipada con computadoras y servicios electrónicos de punta que monitorean cualquier cambio climático, económico y político que pueda afectar a un granjero–. Cualquier pequeño productor o campesino mexicano vería esto que tengo como lo más rico y próspero, pero enfrentamos el mismo problema que sufren ellos: no ganamos lo suficiente para pagar los costos de producción”.
Dittrich trabaja ahora más horas y produce más maíz que nunca en sus 17 años de cultivar estas tierras, pero también gana menos que nunca.
“Cuando empecé a trabajar la tierra, en 1982, mis 250 acres producían utilidades. Hoy, 17 años después, yo y mi hermano tenemos 3 mil 500 acres y no generamos ingreso, más bien pérdidas”, dice.
“A la gente que produce los alimentos que todos comemos no se les está pagando”, afirma Dittrich, que trabaja las mismas tierras de sus abuelos. Ejemplifica: un granjero podría trabajar en sus mil acres 60 a 70 horas a la semana, más otras 40 horas en otro empleo, y generaría una producción de 350 mil dólares, pero su ingreso sería cero después de pagar gastos.
El problema clave, señala Dittrich, es que un número muy reducido de agroempresas controlan hoy todo el sector maicero y de granos básicos en este país, y comenta: “Desearía que el público estadunidense y el Departamento de Justicia estuvieran tan interesados en investigar la concentración empresarial en el sector alimenticio como lo están en la capacidad de Microsoft de controlar un software de 30 dólares”.
Cuatro empresas controlan ahora casi tres cuartas partes de todo el mercado de maíz en este país de la abundancia, y concentraciones similares se están realizando en los otros sectores agrarios, según la Unión Nacional de Granjeros.
Entre estas cuatro está la ADM, la que tiene un convenio conjunto con Maseca de México, recuerda Dittrich. También, una fusión empresarial aprobada recientemente permitirá que otra agroempresa, Cargill, asuma el control de 50 por ciento del mercado de granos básicos a nivel mundial.
“Estas empresas son las que se encuentran entre nosotros los productores y los consumidores”, comenta Dittrich.
Como resultado, dice, los precios que se pagan a los granjeros se reducen mientras los precios al consumidor se elevan y los únicos que salen ganando son esas enormes empresas, por eso no hay ninguna relación entre el precio del maíz al comprarse del granjero y el precio de ese producto en el mercado.
Explica que el precio por bushell de maíz hace 17 años era de 3.17 dólares, pero hoy se vende a sólo 1.80 a pesar de una tasa de inflación acumulada en el periodo de 64 por ciento. Los 3.17 dólares de 1982 serían ahora 4.70.
Señala que hasta el propio Departamento de Agricultura calcula que le cuesta hoy a un granjero aproximadamente 2.40 dólares producir un bushell de maíz, y, con el precio en el mercado de sólo 1.80, los agricultores están perdiendo 60 centavos de dólar por bushell.
Los granjeros y sus tierras son básicamente colonias dentro de Estados Unidos que producen materias primas baratas para la nación madre: “Tenemos una economía en auge mientras que el sector que produce todo el alimento no recibe nada por ello”.
El granjero de 40 años dice que los esfuerzos anteriores para investigar los mecanismos utilizados por las empresas transnacionales para controlar los precios de los productos básicos, han fracasado por la enorme influencia política que han obtenido las empresas a través de sus contribuciones políticas en Washington, y que “nunca vamos a lograr cambiar todo esto hasta que se cambie todo el sistema del financiamiento de los políticos electos”.
Advierte que habrá consecuencias dramáticas en el carácter nacional de la economía si no se cambia este sistema.
“Lo que temo es que si no cambia nada, la situación agraria seguirá deteriorándose y la estructura pasará de una de granjas familiares a una donde las transnacionales tomaron un control total del sector”, y “entonces tendremos una estructura agraria que ya no responderá a las necesidades del pueblo, ni de su gobierno electo”, advierte John Dittrich.

La región lakota, tierra de heridas
Wounded Knee, Reservación Indígena Pine Ridge, Dakota del Sur n Aquí está el famoso sitio conocido como Wounded Knee (Rodilla Herida), y la escuela primaria se llama Little Wound (Pequeña Herida). Es tierra de heridas, de conquistadores, de rebeldes, de sangre que corre por este lugar tan antiguo, poblado por un pueblo que bajó de las estrellas y que enfrentó a otro cuya bandera de estrellas intentó domarlo.
Pero los antiguos guerreros de estas partes –Crazy Horse (Caballo Loco), Sitting Bull (Toro Sentado), y otros– siguen llamando a algunos a mantener viva la resistencia de un pueblo que nunca se rindió.
El sitio de la batalla de Wounded Knee de 1890 se encuentra en un cruce de caminos en la reservación Pine Ridge, marcada con un simple anuncio. Aquí unos 300 indígenas fueron masacrados hace un siglo, y un cementerio ubicado en una colina incluye las tumbas colectivas de los abuelos y bisabuelos de algunos artesanos que tratan de vender algo a los turistas que aparecen.
Este sitio marca el corazón de la resistencia indígena contra los ataques de los invasores, no sólo los de hace cien años, sino también los de hoy.
En el año 1890, 300 hombres, mujeres y niños indígenas fueron masacrados por fuerzas del gobierno estadunidense en Wounded Knee, que se volvió símbolo nacional de la resistencia india y una memoria viva de la historia brutal de la relación entre Washington y los pueblos indígenas.
Aquí los líderes Crazy Horse y Red Cloud (Nube Roja) lucharon contra los blancos que llegaron a robarse estas tierras.
En Wounded Knee, un siglo más tarde, en 1973, miembros del Movimiento del Indio Americano lucharon contra fuerzas del gobierno estadunidense en un sitio de 71 días y revivieron demandas por una soberanía real de los indígenas. Encabezados por Russell Means, Dennis Banks y Clyde Bellecourt, los activistas ocuparon un centro de comercio y durante más de dos meses sostuvieron un enfrentamiento armado con más de 300 agentes del FBI, del Servicio Federal de Alguaciles y de la policía del Buró de Asuntos Indígenas.
Este hecho inspiró un renacimiento del movimiento nacional de resistencia indígena por la dignidad y por la demanda nacional de respeto a los violados tratados de soberanía de las etnias.
La tierra aquí es de pastoreo, creada para el búfalo, con pequeñas colinas interrumpidas por arqueología volcánica. Vacas bien nutridas adornan casi todo espacio abierto y, de vez en cuando, puede verse un búfalo.
Las casas son frágiles, algunas son móviles, y hay esqueletos de carros usados por dondequiera, pero se ve muy poca gente en esta reservación que ocupa casi 5 mil millas cuadradas en la esquina sudoeste del estado de Dakota del Sur. Es la segunda reservación indígena más grande de las 314 que existen en este país.
Pero la belleza natural de esta tierra esconde otra realidad. La reservación indígena Pine Ridge, técnicamente una “nación indígena” separada establecida por el gobierno estadunidense, es considerada la zona más pobre de Estados Unidos.
El desempleo oficial supera 80 por ciento, los ingresos son un tercio del promedio nacional y dos de cada tres de los cerca de 20 mil habitantes viven en la pobreza. Tomando en cuenta las estadísticas del gobierno federal, el ingreso per cápita es inferior al de México.
De las más de 500 tribus reconocidas oficialmente dentro del territorio estadunidense, la de Pine Ridge registra los niveles más altos de alcoholismo, tuberculosis y diabetes. Rodeada por el país más rico del mundo, casi 20 por ciento de la población no tiene electricidad ni agua potable.
Esto es todo lo que queda de una nación indígena llamada Oglala Lakota o Sioux, que en 1830 contaba con entre 800 mil y un millón de miembros, pero que para fines del siglo pasado había sido reducida a menos de 10 mil; unos, muertos por balas del gobierno estadunidense, pero miles más a causa de las enfermedades del hombre blanco.
Pero los indígenas de estas partes, los abuelos y bisabuelos de los habitantes de Pine Ridge, fueron los que ofrecieron la mayor y más feroz resistencia al gobierno estadunidense invasor. Guerreros como Red Cloud y Crazy Horse fueron responsables de dos de las tres derrotas más graves que sufrió él ejercito estadunidense en las guerras contra los indígenas.
Red Cloud con su breve guerra contra Estados Unidos llevó a la negociación del tratado del Fuerte Laramie en 1868, donde se reconoce un territorio de los lakotas, que se extiende a lo largo y ancho de los que hoy son cinco estados de esta zona. Menos de seis años después, el gobierno estaduni-dense deseaba violar ese tratado –en parte por el descubrimiento de oro en este territorio– y se reinició el conflicto armado.
En la defensa del acuerdo violado, Crazy Horse derrotó y mató al general George Armstrong Custer y 200 de sus soldados en la famosa batalla de Little Big Horn.
El sitio donde está enterrado el gran guerrero indígena Crazy Horse se mantiene en secreto para que nunca lo descubran los blancos, y cuentan los lugareños, igual como se hace en México con Emiliano Zapata, que algunas noches se puede ver cabalgando a Crazy Horse llamando a su pueblo a la resistencia.
El baile comienza de nuevo…
Pine Ridge, Dakota del Sur n El pueblo indígena de Lakota Sioux empieza a bailar otra vez. Hace más de cien años, el 29 de diciembre de 1890, cientos de indígenas fueron masacrados por tropas federales estadunidenses, por bailar.
Rick Two Dogs (Dos Perros), un curandero, prepara a un grupo de su pueblo para el Baile del Sol (Sundance). “Es una tradición de miles de años, es un rito que fortalece, que recupera el equilibrio entre el hombre y la naturaleza, que da gracias al creador”, informa Two Dogs en entrevista con La Jornada.
Two Dogs fue instruido desde los ocho años por su abuelo para ser líder espiritual. Sentado bajo una foto del abuelo –un hombre con una cara de feroz dignidad– Two Dogs cuenta que en 1889 el gobierno estadunidense promulgó una ley –el Acta de Ofensas Indígenas– que prohibió las ceremonias indígenas, lo que perduró hasta los años 50. Sólo se permitían los bailes y los ritos como parte de exhibiciones para turistas, o en actos de carnaval. Los indígenas lakota o sioux tendrían que mantener sus tradiciones en la clandestinidad, “mi familia tuvo que hacer todo en secreto”.
Su abuelo, testigo a los 10 años de la derrota del ejército de Custer en Little Big Horn y vivió para ver la primera aventura astronáutica de John Glenn, pasó su sabiduría al nieto. “Tuve la fortuna de crecer sin electricidad, sin televisión”, dice.
“Mi abuelo fue mi guía, a través de los cuentos, los cuentos que contienen el conocimiento tradicional de las generaciones –cuenta–. Nuestro cuento de creación dice que antes que nada existía la roca, que nuestra gente llegó aquí de siete estrellas”.
Informa que el número siete es sagrado porque hay siete fuegos que sostienen este pueblo compuesto por siete familias extendidas, las cuales son parte de siete bandas del pueblo lakota.
“Nuestra soberanía surge de estos cuentos y cuando se olvidan es cuando perdemos nuestra soberanía –dice–. La esperanza para el futuro es recuperar estas historias, nuestro idioma, nuestras formas tradicionales; cuando los jóvenes las rescaten. Nosotros no medimos la riqueza por el tamaño de nuestras casas o coches. Seremos ricos cuando más de mi gente hable nuestro idioma, conozcan sus cuentos y tradiciones”.
Este pueblo, dice, “sólo podrá rescatarse si regresa a sus formas de vida, de conocimiento de su propia identidad. Aquí no había jefes, había líderes del pueblo, pero cada uno era líder por el respeto que merecía, por lo que lograba, por su integridad. Un líder no duraba mucho si no era honesto. Cuando los blancos llegaron y demandaron ver a nuestros jefes, pues no había… entre nosotros empujábamos a cualquiera, diciendo, hazla de jefe para éstos”.
Continúa: “Aquí ni Crazy Horse podía mandar a nadie. Uno como él podía tomar la decisión de irse a la guerra, pero cada individuo tomaba su propia decisión de seguirlo o no, y si no, se iba solo. Los blancos impusieron una forma de gobierno donde elegimos a nuestros líderes en elecciones cada dos años, pero eso no tiene nada que ver con nuestra forma de vivir. Los líderes verdaderos son los tradicionales, los naturales y no los electos.”