Respaldo de material de tanatología

Celos patológicos

“De los celos patológicos no se sale sin ayuda profesional” Asegura la psicóloga Mimí Pugliano, que analiza su impacto sobre los vínculos

“Los celos son afectos constitutivos del ser humano. No hay ser viviente que no los haya experimentado”, asegura Luis Buero, psicólogo social que junto a su colega Mimí Pugliano coordina un taller grupal para reflexionar sobre una de las emociones que más connotación negativa tiene.
“Cuando el ser humano nace forma una relación de total dependencia con su madre -apunta Buero-. Como no puede procurarse solo alimento ni seguridad forma una unidad con su madre. Luego, a medida que se crece, el otro es distinto a uno, pero hay una construcción de uno mismo a través de la mirada de ese otro y, además, la necesidad de alimento y de afecto continúa y el deseo es que quien la provee, generalmente la madre, lo haga en forma permanente? Entonces, aparece un hermano que también quiere lo mismo, o un papá, y esa ilusión de que el otro esté siempre con uno y nos pertenezca se hace añicos.”
“Todos somos celosos porque todos nacemos con dos miedos: a la pérdida y al ataque -agrega Mimí Pugliano-. No todos vivimos con la angustia del miedo a la pérdida, pero el celoso sí mantiene ese temor.” Luis Buero dice que la capacidad de admitir la existencia de otro (como distinto de uno mismo) derriba la ilusión de ejercer un control absoluto sobre esa persona, terreno fértil donde crecen los celos más enfermizos. Y enfermantes.
Pugliano afirma que para que los celos existan siempre hacen falta tres. “El triángulo está formado por el celoso, el objeto de amor o de interés y un rival, que tiene que ser igual o mejor que el celoso.”
La psicóloga advierte que las fronteras de los celos van mucho más allá del amor de pareja. Pueden aparecer entre hermanos, amigos, en el trabajo. Ambos psicólogos sociales dicen que ser celoso en una relación no asegura serlo en todas, y que hay vínculos que pueden favorecer más o menos los celos que otros.

Motores y enfermizos
Para los celos no hay épocas, “de lo contrario, Shakespeare no hubiera escrito Otelo hace 500 años”, reflexiona Luis Buero, pero indica que actualmente, y en especial entre las parejas más jóvenes, algunos códigos han cambiado: “Está muy difundido que las mujeres salgan con sus amigas y por más que a los chicos eso les dé celos se lo tienen que aguantar”.

“Antes para el hombre lo indiscutido era la posesión y para la mujer la resignación. Ahora la mujer tiene una interrelación mucho más activa con el otro sexo y hay mayores posibilidades para el hombre de encontrar rivales”, dice Pugliano, pero admite que varones y mujeres tienen un mayor sentido del desapego: saben que una relación no necesariamente es para toda la vida. Sin embargo, los celos existen. Y no siempre son malos.

“Hay celos motores, que tanto en una pareja como en otros vínculos pueden contribuir a mejorarlos -advierte Mimí Pugliano-. A lo mejor pensamos: «A mi marido le gusta esa mujer», y aunque en realidad no sea así, esa fantasía hace que me arregle más o que genere su atención para que él se fije en mí.”

“La presencia de un tercero real o imaginario genera una situación de «alarma» y eso es normal, porque de lo contrario no habría interés en el otro -dice Buero-. Sin embargo, hay personas que prefieren que su pareja no tenga una relación demasiado íntima con nadie más. Cuando esos celos se acompañan de intensos sentimientos de inseguridad, autocompasión, hostilidad y depresión dañan la calidad de vida de los integrantes de la pareja y pueden ser muy destructivos. Esas personas sienten que si pierden a su pareja será terrible, insoportable. Por eso son controladores, vigilantes, asfixiantes, inseguros, depresivos y siempre dependientes. El pacto secreto que construyen es: «Te doy todo, pero dame todo, si no, serás mala y deberás ser castigada.» De allí a la violencia hay un solo paso y, si bien es más frecuente de parte del varón, eso no indica que los celos enfermizos sean más habituales en ellos.”

Así, la dialéctica que comienza a generarse entre el celoso y el celado transforma la vida en una tragedia.

De los celos patológicos no se sale sin ayuda profesional -asegura Pugliano-. El celoso siente angustia y su peor enemigo es su propia imaginación. Si es un varón, duda de su paternidad, cela al resto de la familia, a los amigos, a los compañeros de trabajo, imagina toda clase de traición, persigue y controla? El celado siente asfixia. Tarde o temprano, el vínculo se deteriora. Y no es nada fácil poner fin a la relación con alguien enfermo de celos, porque la conducta habitual es demostrarle que si no está con él (o con ella) se moriría y hasta sería capaz de matar si es dejado o dejada.”

Por eso, el alivio sólo vendrá si el celoso enfermizo es capaz de sentir “que puede sobrevivir y sobreponerse a la ausencia del otro”.

De varones y mujeres
“El varón cela a la mujer desde su propia elaboración del deseo, y la cela como si la mujer fuera un hombre, como si ella pudiera acostarse con cualquiera y los deseara a todos, que es lo que le pasa al hombre -dice Buero-. El varón tiene una visión donde el sexo está más presente, por eso teme la infidelidad y existe un temor atávico asentado en la incertidumbre de su transmisión genética. El temor de la mujer es a ser abandonada y procede más de la posibilidad de ser desplazada por otra mujer.”

“La mujer teme más que él deje de amarla, y tiende a perdonarlo frente a una infidelidad, o le cree si él le dice que no tiene otra relación o que esa mujer con la que lo vio es una amiga o una compañera -dice Pugliano-. El hombre, en cambio, lo único que quiere saber es si ella se acostó o no se acostó. Y si ella le miente una vez, se derrumba todo, porque para él significa que le ha mentido siempre.

“Para evitar malos entendidos es útil que los integrantes de una pareja pongan en orden qué es lo más importante para cada uno en ese momento de la vida y se lo comuniquen al otro. Eso ayuda a prevenir conflictos.”

La tarea es muy sencilla. Anotar una escala de prioridades: familia, amigos, estudio, pareja, hijos, tiempo libre. “Si para mi pareja su escala de valores comienza en el trabajo sabré a qué atenerme -dice la psicóloga social-. E igual será de mi parte. Es como un juego reglado, que favorece conocerse más. Al menos, uno sabe a qué está jugando.”

Por Gabriela Navarra
De la Redacción de LA NACION