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La Sexualidad y su Educación de 0 a 6 años.

La Sexualidad y su Educación de 0 a 6 años.

Indice
1. Introducción
2. La educación de la sexualidad en la edad preescolar.
3. Principios de la educación de la sexualidad en la edad preescolar.
4. Bibliografía

1. Introducción

El inicio del tercer milenio se ha caracterizado por una revolución científico-técnica sin precedentes en la historia, que tiene lugar en condiciones de globalización del capital bajo el predominio de políticas económicas neoliberales; las cuales traen por consecuencia la agudización de problemas sociales y ambientales, como son el desarrollo desigual, la pobreza crítica, el desempleo, la marginalización, el incremento de la violencia, la carrera armamentista, y la degradación de los ecosistemas, entre otros.
En este contexto cobra una gran importancia el proceso de formación de las nuevas generaciones. Lo que seamos capaces de hacer en el presente, a fin de preparar a los más jóvenes para la vida, determinará el futuro de la humanidad.
Lograr un desarrollo armónico y multifacético en las generaciones venideras es el propósito de nuestra sociedad, y uno de los problemas más complejos que enfrenta. Este desarrollo pleno e integral no puede concebirse sin la sexualidad, que es fuente de felicidad y realización plena si es bien educada.
Desde las últimas décadas se impone cada vez más un enfoque personológico de la sexualidad humana entre los especialistas de este campo. La sexualidad es comprendida como una expresión vital de la personalidad, como una de sus dimensiones, como una parte indivisible del ser humano o un elemento constitutivo de su propia naturaleza (L. M. Aller Atucha 1991, M. Granero 1994, H. F. Segú 1994).
Sin embargo, a pesar de declarar esto, son pocos los que han logrado ofrecer una explicación teórica coherente acerca de cómo integrar la sexualidad en la estructura compleja de la personalidad y cómo ésta participa en su funcionamiento. Se limitan a exponer que la sexualidad es una expresión de la individualidad de la personalidad que mediatiza a todo el ser humano.
Entre los/as autores/as que han logrado conformar una propuesta teórica explicativa de este complejo problema, se encuentran algunos/as investigadores/as cubanos/as, que desde posiciones de partida de la escuela Histórico Cultural han abordado el tema; entre ellos/as podemos citar a B. Castellanos, A. González y F. González Rey.
Aunque estas concepciones explican la sexualidad en su compleja integración con la personalidad, consideramos necesario integrar estas posiciones teóricas a fin de tener una visión más dinámica de la sexualidad, concebirla como una configuración psicológica de la personalidad.
El hecho de asumir la sexualidad como configuración subjetiva de la personalidad lleva a plantearse que en cada etapa del desarrollo personológico se van a establecer relaciones peculiares entre sexualidad y personalidad. Esto fundamenta la afirmación de que no puede ser entendida la sexualidad en las diferentes etapas de la vida sin analizar el desarrollo de las características personológicas en esta etapa; de hecho, la sexualidad no tiene el mismo sentido para el sujeto a lo largo de todo su desarrollo como personalidad. (F. González, 1995)
Se reconoce en este enfoque sobre la sexualidad su naturaleza subjetiva y social, además del importante papel que juega la afectividad, tanto por su intensidad como por su profunda significación.
Analizar la sexualidad desde esta óptica impone una reconceptualización de la misma, por tanto se define como una configuración psicológica de la personalidad, la cual se conforma y desarrolla a partir de la interacción sistémica de premisas biológicas y sociales que en ella intervienen, expresando de forma personalizada las vivencias afectivas, las actitudes, los conocimientos y modos de actuación que el individuo interioriza activamente a partir de la cultura de la sexualidad construida en el contexto sociohistórico en el que vive y se desarrolla.
Se entiende como cultura de la sexualidad a todo el legado que se ha ido construyendo de generación en generación acerca de los modos de actuación de uno u otro sexo, los valores, los conocimientos, concepciones y visiones que se interiorizan a partir de la interacción de los individuos entre sí como seres sexuados y con el contexto socioeconómico en el que viven y se
desarrollan.
Las configuraciones psicológicas se constituyen como expresión de una lógica donde lo interno y lo externo se integran y dan lugar a un nuevo proceso; lo interno se externaliza permanentemente y viceversa, tomando una vital importancia el sentido psicológico de su sistema de relaciones. La dinámica se expresa en la interacción constante entre lo intrasubjetivo y lo intersubjetivo.
Por esto se puede afirmar que la sexualidad se va configurando a partir de la interacción del sujeto con otras personas, que actúan como mediadores entre el individuo y la cultura de la sexualidad. Es así como la conducta, los valores, los sentimientos con relación a la sexualidad que se han ido acumulando de generación en generación en lo que llamamos cultura de la sexualidad, van desde lo social, externo e intersubjetivo hacia lo interno individual e intrasubjetivo.
En la configuración psicológica de la sexualidad sus componentes psicológicos, identidad de género, rol de género y orientación sexoerótica, interactúan constantemente entre sí y con otros elementos y estados dinámicos relacionados con la vida del ser humano, matizando las funciones de la sexualidad (reproducción, placer erótico y comunicación) que se van a expresar en cada una de sus dimensiones en función del sentido psicológico que estos elementos tengan para el sujeto. De la misma forma, a partir del sistema de relaciones del sujeto, estos componentes se implican en configuraciones diferentes, de ahí el carácter dinámico de la configuración de la sexualidad.
Por ello se puede afirmar que la sexualidad es vivida y experimentada en cada sujeto a partir de su yo íntimo, de su forma de sentir, de su óptica de vivir; de ahí su diversidad. No por esto deja de trascender hacia una interacción donde, mediatizada por la cultura de la sexualidad y sin olvidar los límites individuales, se produce el encuentro con el otro en una relación abierta de comunicación posibilitadora del crecimiento de ambos, lo que influye al mismo tiempo en el desarrollo de la sociedad.
Esta concepción de la sexualidad permite analizar con mayor claridad el papel mediador del adulto y de los otros niños y niñas en el proceso educativo, a partir del sentido subjetivo que adquiere para el educando la comunicación, la interactividad y las condiciones en que estas se desarrollan; se resalta el papel del ser humano en la construcción de su sexualidad, y se expresa la unidad de lo afectivo y lo cognitivo en el proceso educativo de la sexualidad.

2. La educación de la sexualidad en la edad preescolar.

Estudiar el desarrollo de la sexualidad en la etapa inicial de la vida del ser humano, impone un análisis del desarrollo de la personalidad, por cuanto la sexualidad constituye una configuración subjetiva de esta.
La construcción y evolución de la sexualidad infantil se ha expresado en las diferentes perspectivas teóricas desde las cuales ha sido estudiado el desarrollo psíquico humano. Y, aunque estos estudios no siempre fueron acertados, sí permitieron describir las regularidades del desarrollo psicosexual en la etapa preescolar.
Ahora bien ¿Cómo educar la sexualidad de los niños y las niñas de edad preescolar?
La educación es un fenómeno social que está dirigido a la preparación del ser humano como ser social, donde este se apropia de forma personalizada de la cultura construida por las generaciones que lo antecedieron y así se capacita, se desarrolla y se prepara para insertarse exitosamente en su espacio y su tiempo. Una esfera importante en esa preparación lo constituye la sexualidad. Educar la sexualidad es una necesidad de los seres humanos; obviarla sería negar una importante esfera de la vida que, aunque no constituye el centro exclusivo del desarrollo de la personalidad, sí es una de sus configuraciones que proporciona la realización plena y la felicidad.
La educación de la sexualidad en la edad preescolar, no ha estado alejado de las tendencias que ha tenido el proceso educativo de la sexualidad en Cuba y también en América Latina, teniendo presente que aquí los tabúes y prejuicios son mayores porque, a pesar que en todos los documentos oficiales se hable de una educación de la sexualidad desde las edades más tempranas y muchos señalen desde el nacimiento mismo, esto no se ha concretado en la práctica pues ha estado por mucho tiempo (y aún lo está) arraigada, la concepción de equivalencia entre sexo y sexualidad. La familia y muchos/as educadores/as le otorgan una connotación erótica a las conductas asumidas por niños y niñas que están relacionadas con la sexualidad.
La educación de la sexualidad Alternativa y Participativa plantea como postulado esencial el respeto a la individualidad del ser humano y sus vivencias, sin separarlo del contexto. Esta posición propicia el desarrollo de la libertad responsable, ofrece opciones de vida y prepara al sujeto para que pueda, responsablemente, tomar la decisión de qué camino seguir, constituye un proceso dinámico que posibilita la amplia participación del sujeto, rescata el humanismo marxista sin hiperbolizar lo social en detrimento de lo personal. Estos elementos han sido enriquecidos, por nosotros, con los postulados de la escuela histórico cultural, partiendo de que aquí ha sido muy pobremente trabajada la esfera psicosexual.
Se parte de que la educación sexual es un proceso integral que prepara al ser humano para la vida y le permite aprender a ser un ser sexuado, no preso de sus genitales, según los cuales deberá actuar fielmente so pena de ser condenados por la sociedad como exigen otros modelos, sino a personalizar la sexualidad, a desarrollar su masculinidad o femineidad, libre de estereotipos, prejuicios; esto implica que deberán apropiarse de nuevos valores, actitudes más flexibles, conocimientos profundos acerca de lo sexual y la sexualidad, habilidades y recursos personológicos que les prepare paren el encuentro con su sexualidad y la de los demás, para desarrollar una sexualidad plena, responsable, sustentada en el principio de garantizar el protagonismo humano, en armonía con su yo y, a su vez, con su entorno, asumiendo responsablemente cada uno de sus actos.
La educación de la sexualidad forma parte del proceso de educación de la personalidad y en él desempeñan un papel primordial la actividad y la comunicación. La concepción que el sujeto tiene acerca de sí mismo como ser sexuado, las valoraciones sobre el otro sexo y sus relaciones, se van formando desde los primeros momentos de la vida, donde la familia como primer grupo de socialización juega un papel primordial, a partir de la interactividad y la comunicación que despliegan.
La edad preescolar tiene una particular importancia en la configuración de la sexualidad; es precisamente allí donde se sientan las bases para el desarrollo posterior y donde comienza a formarse el núcleo psicológico de esta, la identidad de género en relación sistémica con el rol y la orientación sexoerótica, estrechamente vinculado con el proceso de formación y desarrollo de la identidad del sujeto como ser humano.
La identidad de género tiene su período sensitivo en la edad preescolar mayor (3 a 5años), sin embargo su proceso de formación comienza mucho antes, cuando el niño o la niña inician el reconocimiento de su cuerpo en el primer año de vida, iniciándose un proceso de autopercepción.
Durante el segundo año de vida el hecho de alcanzar una mayor independencia del adulto, (a partir de la marcha) y tener la posibilidad de relacionarse más libremente con el mundo que lo rodea, comienzan a descubrir las relaciones entre los objetos, asimilan las funciones de estos, son capaces de identificar a partir de rasgos externos. En esa misma medida comienzan a reconocerse a sí mismos por su aspecto externo; en este proceso es capaz de identificarse como masculino o femenino por los genitales que porta, siempre que haya una adecuada orientación por parte de los adultos, que no recalquen esta condición a partir de otros atributos.
El reconocimiento de sí mismos como seres humanos sexuados se logra totalmente hacia finales del tercer año de vida, cuando comprenden que son ellos los que realizan las acciones, sobre todo, porque son capaces de prescindir del adulto. Aquí comienzan a compararse con los adultos a querer ser iguales a ellos, a realizar las mismas acciones a identificarse con los roles que realizan los adultos con su mismo sexo, a imitarlos, “soy como mamá, hago lo que hace mamá”.
El hecho de distinguirse entre las demás personas, como un ser sexuado además, propicia la aparición de sentimientos de orgullo por su sexo, en la medida que adecuadamente orientados por los adultos, asimilan las funciones de mamá y papá en los procesos de reproducción, embarazo, parto y lactancia, así como en las relaciones familiares, esto los lleva a imitar las conductas asumidas por los adultos cercanos a ellos, en el juego de roles, buscando la aprobación del adulto, lo que tiene una gran significación para la formación de estos sentimientos de orgullo
Todo este proceso de formación y desarrollo de la identidad de género y el rol de género debe ser adecuadamente orientado por la familia y los/as educadores/as. Es este precisamente un elemento distintivo de la educación de la sexualidad en la edad preescolar, el papel mediador del adulto.
En esta edad es el adulto quien organiza y dirige la vida de los infantes, de ellos dependen y comienzan a aprender, son los adultos, y en específico el marco familiar, los que proporcionan el primer modelo de hombre o mujer, de lo masculino y lo femenino, de los que el niño o la niña se apropian. La interactividad y la comunicación en el medio familiar tienen una gran significación en la configuración psicológica de la sexualidad en los primeros momentos de la vida, lo que no quiere decir que este se pierda en períodos posteriores, pero si es necesario resaltar que en este momento su papel es vital; sobre todo si tenemos en cuenta que la afectividad es un determinante esencial en la configuración de la sexualidad, tiene en ella una profunda significación.
Los niños y las niñas desde sus primeros años de la vida van a ir formándose una valoración de los sexos y sus relaciones lo que les permitirá, a partir de la cultura de la sexualidad que sus padres y madres le transmiten en su comportamiento cotidiano como pareja y para con ellos y ellas, ir formando su identidad y su rol de género.
Con respecto a esto L. S. Vigotsky plantea: “El niño comienza a aplicar con relación a sí mismo, aquellas formas de actuación que en forma habitual los adultos utilizan en relación con él, y esto resulta ser clave para el hecho del dominio sobre su propio comportamiento” (Vigotsky , 1987:137)
La comunicación y la interactividad no sólo tienen una marcada significación en el marco familiar, sino en todas las formas de relaciones que establecen los infantes, lo que constituye un pilar importante para el trabajo educativo, sobre todo por el papel que desempeña en este período de la vida en la construcción de la identidad de género, configuración subjetiva que constituye el núcleo psicológico de la sexualidad, y en la que juegan un rol importante el sentido subjetivo que para el niño o la niña adquiera su padre y su madre asunto este que depende mucho, precisamente, de la comunicación y la interactividad que entre ellos y ellas se despliegue.
Es también vital, en este complejo proceso de construcción de la identidad genérica, sus relaciones de comunicación flexibles, no sexistas, personalizadas, con los niños y las niñas y con los otros adultos que están a su alrededor. Fomentar desde esta temprana edad la necesidad de interacción y comunicación equitativa con los otros, estimula la formación de cualidades que le garantizarán un mayor éxito en la vida futura, de pareja, familia y en sus relaciones personales en general, como son: ser comprensivo/a, sentir desde la perspectiva del otro, ser flexible, respetar los límites ajenos, la espontaneidad y la autenticidad en la comunicación. Es por ello que una de las funciones más importantes de los/as educadores/as para educar una sexualidad sana, libre y responsable, es el desarrollo de la capacidad comunicativa.
La configuración psicológica de la sexualidad, al igual que el resto de las configuraciones que conforman la personalidad, se construyen a nivel psicológico pero al mismo tiempo expresan el contenido de las actividades y relaciones sociales en las que se ve involucrado el sujeto.
De ahí que se defina a la educación de la sexualidad como el proceso que conduce la formación y desarrollo de la sexualidad como configuración psicológica de la personalidad, promoviendo la apropiación activa por parte del ser humano de la cultura de la sexualidad construida en un contexto histórico ? social determinado.
Este proceso debe partir del desarrollo alcanzado por los niños y las niñas, estimulando el tránsito hacia niveles superiores en correspondencia con un determinado modelo deseable de la sexualidad, de ahí su carácter clasista. En el caso de Cuba, atendiendo a las aspiraciones de su proyecto social, el modelo deseable se perfila en una sexualidad autónoma (libre, plena y responsable), sobre la base de la formación de la masculinidad y la femineidad sustentada en la equidad entre los sexos.
Todo ello permite plantear que la educación de la sexualidad en la edad preescolar tiene como elementos característicos: el papel mediador del adulto, la significación de la comunicación y la interactividad no solo en el marco familiar, sino en todas las formas de relaciones que establecen los infantes y el inicio de la configuración de la identidad de género en relación sistémica con el rol.
Partiendo de esta concepción, y teniendo en cuenta los puntos de vista aquí expuestos acerca de la sexualidad y su educación en la edad preescolar, conociendo las características del proceso educativo en esta etapa de la vida y tomando como punto de partida los principios de la educación de la sexualidad alternativa y participativa que proponen B. Castellanos y A. González, (1996, 1997) se sugieren los siguientes principios:

3. Principios de la educación de la sexualidad en la edad preescolar.

    * Carácter socializador y personalizado:

El ser humano es, en esencia, social. La relación que se establece entre el ser humano y la sociedad, en esta etapa, se produce a partir de la apropiación por parte de los niños y niñas en su relación con los adultos (intersubjetivo), de la cultura de la que la humanidad ha ido acumulando, convirtiéndola de esta manera en algo suyo matizado por sus vivencias personales (intrasubjetivo) donde juega un papel primordial la familia y sobre todo las figuras de apego (que en este caso suele ser la madre). Con respecto a esto, F. González Rey, al referirse a esta relación plantea: “Esta comunicación con la madre se manifiesta básicamente por canales sensoriales, a través del tono muscular de esta, la suavidad de sus palabras, su temperamento, el ritmo de movimientos y muchos otro indicadores que expresan el estado emocional materno…” (González Rey, 1995: 125).
Es por ello que tiene vital importancia en la educación de la sexualidad de los niños y las niñas el proceso interactivo y comunicativo con el adulto, ya sea en el marco familiar o en el círculo infantil, aspecto que la educadora debe tener claro al asumir su rol en la dirección del proceso educativo, y al orientar a la familia.
Desde el primer año de vida los procesos y cualidades psíquicas se van formando bajo la influencia de las condiciones de vida, la enseñanza y la educación.
En ese proceso interactivo los niños y las niñas comienzan a configurar la identidad y el rol de género en una relación sistémica; la autoconciencia, autovaloración y la autopercepción que tienen los infantes de su pertenencia sexual les proporciona un sentimiento de pertenencia en virtud del significado que este le atribuya. Todo esto se produce en un proceso de interiorización de la cultura de la sexualidad la cual es transmitida por los adultos, y estará mediada por su óptica personal a partir de sus vivencias de cómo experimenta lo masculino y lo femenino.
Se trata de convertir al sujeto en un ente activo dentro del proceso, donde el niño y la niña construyan su identidad sobre la base de modelos flexibles que posibiliten un crecimiento individual, facilitando que esta cobre un sentido para el sujeto hasta que tenga una significación personal, un compromiso afectivo cognitivo y conductual.
De aquí que el/la educador/a juegue un papel primordial en la educación de la sexualidad de los niños y las niñas de esta edad. Ellas, por un período largo de tiempo, asumen un rol afectivo-educativo, con un mayor nivel de preparación en el orden pedagógico y psicológico, que la familia, por lo que deben orientar acertadamente a esta, logrando su estrecha vinculación, tanto en el trabajo como en el círculo infantil y las vías no formales. La familia constituye un modelo de aprendizaje social de los infantes, es fundamentalmente en su seno donde se reproducen los sentimientos, códigos, modelos y patrones de conducta, donde se interiorizan los primeros elementos de esa cultura de la sexualidad que irá asumiendo a lo largo de toda su vida en función de su óptica individual.

    * Carácter Humanista.

En el perfeccionamiento de la educación preescolar se plantea como principio que el niño constituye el centro del proceso docente educativo y esto significa que debe convertirse en sujeto del proceso. Es primordial en esta etapa respetar la individualidad del infante, propiciar el desarrollo de su independencia y creatividad, aprovechar al máximo sus potencialidades así se posibilitará sentar las bases para la autodeterminación y el desarrollo pleno de su sexualidad, no imponer ni dirigir autoritariamente la conducta de los niños y las niñas lo cual exige la utilización de modelos educativos flexibles que amplíen la zona de desarrollo próximo, dándole la posibilidad al sujeto de desarrollar sus potencialidades, para tributar a la formación de las bases de una sexualidad sana libre de tabúes y estereotipos. Para todo ello se deberán utilizar métodos educativos no directivos.

    * Carácter desarrollador.

En este principio, es necesario partir de, qué se entiende por desarrollo. El desarrollo es un proceso dialéctico complejo, que se caracteriza ? como señalara L. S. Vigotsky ? “por una periodicidad múltiple, por una desproporción en el desarrollo de las distintas funciones, por la metamorfosis o transformaciones cualitativas de unas formas a otras, por el complicado entrecruzamiento de los procesos de evolución, por la entrelazada relación entre los factores internos y los externos y por el intrincado proceso de superación de las dificultades y de la adaptación” (Vigotsky, 1987: 151)
Es imprescindible, además, tener presente la relación existente entre educación y desarrollo. Según las concepciones de la escuela Histórico Cultural, la educación va delante y conduce el desarrollo psíquico, como planteara L. S. Vigotsky: “…el proceso evolutivo va a remolque del proceso de aprendizaje; esta secuencia es lo que se convierte en la zona de desarrollo próximo.” (Vigotsky, 1988: 44)
La educación en sentido general y la educación de la sexualidad, en lo particular en el contexto del círculo infantil, es desarrolladora cuando parte del desarrollo actual y potencial de los niños y las niñas, en virtud de ir formando en ellos su autonomía a través de situaciones pedagógicas que los/as estimulen a alcanzar niveles superiores en el proceso de autotransformación.
De ahí que este proceso deba sustentarse en las particularidades psicológicas de la edad y en las individuales inherentes a cada niño y niña a partir de que se asume a la sexualidad como una configuración psicológica de esta, así como las características de los grupos etáreos y el entorno en que estos se desarrollan. Este proceso debe desarrollarse de forma tal que se logre preparar a los niños y las niñas para los cambios y transformaciones posteriores, debe crear las bases psicológicas que le permita a los infantes enfrentarse en el futuro a los problemas de forma independiente y flexible.
El hecho de asumir la sexualidad como una configuración psicológica de la personalidad exige que su proceso de educación sea un proceso desarrollador, el cual debe dar la posibilidad de construir las bases iniciales de la identidad de género, garantizando la unidad de lo afectivo-valorativo y lo cognitivo; para ir desarrollando progresivamente la independencia, que le permita transformar creadoramente su propia persona y su medio. En tal sentido debe garantizar que los niños y las niñas se apropien activa y creadoramente de la cultura de la sexualidad, para lo cual es necesario aprovechar las zonas de desarrollo próximo.
De acuerdo con el marco conceptual que propone la autora de este trabajo, el proceso de educación de la sexualidad, para que sea desarrollador, debe caracterizarse por:

    * Tomar como base las necesidades educativas actuales y potenciales, y estructurarse a partir de las vivencias del sujeto.
    * Una alta calidad en el espacio interactivo y comunicativo.
    * Ser activo e implicar al sujeto.
    * Tomar en consideración el sistema de influencias educativas del contexto familiar, comunitario y social en sentido general.
    * Motivar la autonomía, la autorrealización y la creatividad.

Es importante además que los/las educadores/as no olviden que las influencias educativas no tienen valor fuera del sentido que el individuo le atribuye a partir de su subjetividad, por tanto el proceso de desarrollo de la personalidad en sentido general, y de su sexualidad en lo particular como configuración psicológica de esta, tiene sus determinantes dentro del propio sujeto psicológico y en su espacio interactivo.

    * Vinculación con la vida

La vinculación de la educación con la vida es un principio universal de la pedagogía, no se concibe un sistema educativo alejado del contexto en que se desarrolla el sujeto, ajeno a los fenómenos reales que acontecen a su alrededor; pero desdichadamente la sexualidad ha sido la configuración de la personalidad que con más falsos conceptos se ha educado y en específico, en la edad preescolar esta ha sido obviada por mucho tiempo. Por esto es imprescindible puntualizar que la educación de la sexualidad debe desarrollarse a la par que las demás dimensiones de la vida, logrando un aprendizaje significativo.
“El aprendizaje significativo es aquel que potencia el establecimiento de relaciones: relaciones entre aprendizajes, relaciones entre los nuevos contenidos y el mundo afectivo y motivacional de los estudiantes, relaciones entre los conceptos ya adquiridos y los nuevos conceptos que se forman, relaciones entre el conocimiento y la vida, entre la teoría y la práctica. A partir de esta relación significativa, el contenido de los nuevos aprendizajes cobra un verdadero valor para la persona,relacionando lo nuevo con la experiencia cotidiana, y a su vez con lo afectivo-motivacional del sujeto, sin falsos conceptos ni omisiones.” (Castellanos, 2000: 31)
El hecho de que el aprendizaje sea significativo tiene mayores posibilidades de formar parte del sistema de convicciones del sujeto.
Es importante tener en cuenta que, en la educación de los niños y las niñas preescolares, tiene vital relevancia lo vivencial; como ya se ha reiterado, el desarrollo cognitivo está muy vinculado a lo concreto sensible.
Este principio exige además que el proceso de educación no se hipertrofie en ninguna, de sus múltiples direcciones, integrándose todos los factores que en él intervienen; solo así se garantiza el vínculo con la vida. No obstante la familia y la institución infantil son las que dejan una huella más profunda por la sistematicidad con que actúan y los vínculos afectivos que le son característicos.

    * Carácter sistémico y sistematizado.

El proceso educativo en sentido general es un sistema en el que intervienen un gran número de factores sociales. La educación de la sexualidad no escapa a este principio, la intervención de todas las instituciones y organismos que influyen en este proceso garantizan la calidad y la permanencia de los valores que se pretenden formar, por lo tanto este sistema de influencias debe ser sistémico, sistemático y permanente. La sexualidad se educa desde antes del nacimiento del ser humano; la preparación que tenga la pareja para recibir a su bebé tiene un importante papel en la educación sexual posterior de los niños y las niñas. Ya se ha planteado en reiteradas ocasiones que en esta etapa de la vida las vivencias emocionales son relevantes para el sujeto, de ahí la significación de que el/la niño/a sea deseado.
La sexualidad como configuración psicológica de la personalidad se comienza a desarrollar desde el mismo momento del nacimiento y continúa su evolución hasta la tercera edad, de ahí la necesidad de la sistematicidad en su educación.
A modo de conclusión debe quedar claro que la sexualidad exige ser estudiada desde un análisis integrador y holístico de la personalidad, porque constituye una manifestación vital de esta, una de sus configuraciones psicológicas que se conforma y desarrolla a partir de la interacción sistémica de premisas biológicas y sociales que en ella intervienen, expresando de forma personalizada las vivencias afectivas, las actitudes, los conocimientos y modos de actuación que el individuo construye o se apropia activamente a partir de la cultura de la sexualidad construida en el contexto sociohistórico en el que vive y se desarrolla.
Aunque la sexualidad es una configuración psicológica de la personalidad y por tanto constituye un proceso muy bien diferenciado en cada individuo, se presentan regularidades en cada etapa de la vida que deben ser del dominio de los/as educadores/as.
Han existido diferentes concepciones acerca de la educación de la sexualidad donde la educación de la sexualidad infantil se ha visto rodeada de falsos criterios acerca de sus manifestaciones, su desarrollo, su existencia y educación. De todas estas concepciones, la que ha logrado construir un marco teórico que no existe en otros autores cubanos es la desarrollada por B. Castellanos y A. González; sin embargo se le señalan como aspectos no desarrollados en ella la sistematización del papel de la mediación en el desarrollo, aspecto trascendente en la etapa preescolar y el papel de los/as educadores/as teniendo en cuenta el desarrollo potencial.
Precisamente estas limitaciones nos llevaron a replantearnos la educación de la sexualidad infantil sobre nuevas bases, una educación de la sexualidad alternativa, participativa y desarrolladora con un enfoque humanista crítico, contextualizado a la edad preescolar; la cual ponemos a la consideración de los lectores de este artículo.
La educación de la sexualidad en la edad preescolar es un proceso que conduce la formación y desarrollo de la sexualidad como configuración psicológica de la personalidad promoviendo la apropiación activa por parte del ser humano de la cultura de la sexualidad, construida en un contexto histórico ? social determinado. De ahí que se señalen como sus elementos distintivos en la edad preescolar: el papel mediador del adulto, el papel de la comunicación y la interactividad no solo en el marco familiar, sino en todas las formas de relaciones que establecen los infantes y el inicio de la configuración de la identidad de género en su relación sistémica con el rol, como núcleo psicológico de la sexualidad.

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