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CUIDADOS PALIATIVOS (I) Morir sin dolor

CUIDADOS PALIATIVOS (I)
Morir sin dolor

  El debate sobre la eutanasia ha reavivado el interés en los cuidados paliativos de los enfermos terminales

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por ÁNGELES LÓPEZ

                  Belén Moreno no es un número. Gracias al equipo de cuidados paliativos de su hospital, su madre, que acaba de morir, y su familia no se han sentido como una cifra más de la seguridad social. Ellos son un ejemplo de cómo este tipo de atención puede hacer mucho por los enfermos terminales. En nuestro país, son muchas las personas que cada día reciben un diagnóstico así. Sin embargo, no todos cuentan con el apoyo necesario para afrontar dignamente el final de la vida.

El equipo de medicina paliativa de la Fundación Hospital Alcorcón ha sido el que ha cuidado de la familia de Ana Belén en los últimos cuatro meses. Ésta es una unidad domiciliaria, es decir, sus pacientes no se encuentran en el hospital sino en sus propios hogares. Formado por una psicóloga, una médico y una enfermera que acuden a cada domicilio para proporcionar el mayor bienestar posible a los enfermos y a su familia.

“Son ‘las tres mosqueteras’. Así es como las llamamos porque han estado siempre ahí, ayudándonos y solucionando nuestros problemas. Nos han demostrado que les importamos de verdad, que no somos un número. El contacto con nosotros ha seguido después de la muerte de mi madre. Quieren comprobar que estamos bien”, explica Ana Belén.

A su madre de 54 años le diagnosticaron en 2004 cáncer de colon. La enfermedad estaba diseminada por todo su cuerpo. No tenía curación. “Estuvo ingresada un mes y medio. Tras ese tiempo los médicos nos aconsejaron que lo mejor para ella es que la lleváramos a casa. A pesar de que nos hablaron de que estaría atendida por el equipo de medicina paliativa, teníamos miedo de que al no estar en el hospital su dolor no estuviera controlado o de que tuviera algún tipo de crisis”.

Sin embargo, los temores fueron desapareciendo con el tiempo. Un infusor de medicación evitó en todo momento el dolor. La familia aprendió cómo tenía que movilizar a la madre para estar cómoda, cómo debía darle de comer, asearla, etc. “No ha sido tan duro como pensábamos. Mi madre estaba muy tranquila gracias a los cuidados que le dábamos y por cómo ellas la trataban… La manera cómo le hablaban, cómo la tocaban… Todos desearíamos tener un trato así”.

Debido a un ictus sufrido en los primeros días de la enfermedad, esta paciente no podía hablar. Por eso su familia tenía tanto empeño en interpretar sus deseos. “Mi madre lo expresaba todo con la mirada que le cambiaba mucho. Lo controlaba todo, sabía cuándo estábamos mal. Me preocupaba su dolor emocional”.

El apoyo familiar

La familia es uno de los grandes objetivos de la medicina paliativa. A diferencia de los hospitales clásicos en donde se aparta a los familiares de la visita y el cuidado médico, en este tipo de atención ellos son un pilar básico. “Se han centrado mucho en darnos apoyo, en explicarnos cuál iba a ser el proceso de la enfermedad de mi madre, la manera en cómo iba a terminar. Cada día te iban dando un poco más de información, a cuentagotas, para poder asimilarla”, comenta Ana Belén.

Hablar. Expresar las emociones. El equipo de atención domiciliaria sabe que los familiares pasan por distintas etapas durante la enfermedad terminal. Su labor consiste en darles un apoyo y eliminar ideas erróneas. “A veces tenía sentimientos de culpa por cualquier cosa, por reírme con un chiste, por dormir ocho horas seguidas. Ellas me los fueron quitando poco a poco, me hicieron entender que es imposible estar 24 horas llorando”.

Ana Belén y su familia están tranquilos. Saben que han hecho lo imposible para que su madre tuviera el mejor final posible. Dentro de su enfermedad, “mi madre tuvo una muerte perfecta: el dolor estuvo controlado, se fue apagando poco a poco”.

artículo extraído de www.elmundo.es