Fragmento
Bueno, hay el tema de la muerte ahora. Porque siempre… ahora siento cierta impaciencia; me parece que debo morirme, y debo morirme pronto. Que ya he vivido demasiado. Y, además, tengo una gran curiosidad. Creo, pero no estoy seguro, que la muerte tiene que tener cierto sabor; tiene que ser algo peculiar que uno no ha sentido nunca. La prueba está… yo he visto muchas agonías, y las personas sabían que iban a morir. Y hace poco me dijeron, me dijo Alberto Girri, que había estado con Mujica Láinez un mes antes de su muerte; y Mujica Láinez le dijo que estaba por morir, que no sentía temor, pero que tenía esa certidumbre. Ahora, esa certidumbre no puede haber sido basada en razones, sino en ese sabor peculiar de la muerte, que uno lo sentirá y que sabe que es algo que no ha sentido nunca antes. Que no puede comunicarse, desde luego, ya que uno solo puede comunicar lo compartido por el otro. Las palabras presuponen experiencias compartidas; en el caso de la muerte todavía no. (…).
“Esa aproximación llega de cualquier modo; y además, yo no hablo de aproximación inmediata. Hablo de cierta impaciencia. Pero, quizá, cuando llegue el momento de la muerte, me mostraré muy cobarde. Aunque, en general, yo habré visto varias agonías “uno ve muchas agonías al cabo de ochenta y cuatro años”, y siempre el que estaba muriéndose sentía una gran impaciencia; estaba deseando morirse de una buen vez. (…)
“Y bueno… la muerte sería… sería un viaje, desde luego superior a los siete viajes de Simbad; sería un viaje mucho más grande, ¿no?