Respaldo de material de tanatología

El duelo

DUELO
El duelo es una reacción normal secundaria      a la muerte de un ser querido.
  Supone un proceso más o menos largo y doloroso de adaptación a la nueva situación.
  Elaborar el duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta.

La intensidad y duración del duelo depende de muchos factores: tipo de muerte (esperada o repentina, apacible o violenta..), de la intensidad de la unión con el fallecido, de las características de la relación con la persona perdida (dependencia, conflictos, ambivalencia…), de la edad…
La duración del duelo por la muerte de una persona muy querida puede durar entre 1 y 3 años.
Duelo resuelto. Podemos decir que hemos completado un duelo cuando somos capaces de recordar al fallecido sin sentir dolor, cuando hemos aprendido a vivir sin él o ella, cuando hemos dejado de vivir en el pasado y podemos invertir de nuevo toda nuestra energía en la vida y en los vivos.
Las emociones positivas, anticipan acontecimientos agradables; las emociones desagradables se asocian con la experiencia de dolor, miedo, etc. las cuales son normales.
Cuando se nos ha diagnosticado una enfermedad. Estas emociones no son ni buenas ni malas, solo una forma de reaccionar del organismo.
Sin embargo es necesario recurrir a un profesional, como en este caso al psiconcologo, para aprender como lidiar con ellas.
Se identifican cinco fases en el proceso de duelo
1. Rechazo y aislamiento,
2. Expresión de rabia,
3. Regateo,
4. Depresión,
5. Resolución o aceptación.
    Estas    situaciones no se dan en un orden fijo.
¿CÓMO IDENTIFICARLAS?
Cada uno de los trastornos se manifiesta por diferentes tipos de respuesta que se pueden agrupar en tres clases:

La primera son respuestas de comportamiento que básicamente  la persona presenta cuando tiene un estado emocional particular y que los demás pueden observar.

La segunda clase son respuestas cognitivas que en sí son los pensamientos que tiene la persona.

La tercera clase de respuesta es fisiológica y hace referencia a la forma de responder del cuerpo cuando hay un estado de ánimo particular.

¿CÓMO MANEJARLAS?
Aceptar la presencia del trastorno.

DEPRESIÓN
El trastorno depresivo es una enfermedad que afecta el organismo (cerebro), el ánimo y la manera de pensar. Afecta la forma en que una persona come, duerme y la autoestima, etc.

Un trastorno depresivo no es un estado pasajero de tristeza. No indica debilidad personal.
  No es una condición de la cual el individuo pueda liberarse a voluntad.

Las personas que padecen un trastorno depresivo no pueden decir simplemente ?ya basta, me voy a poner bien?.
  Sin tratamiento, los síntomas pueden durar semanas, meses e incluso años.

La depresión es la forma más común del sufrimiento mental, causa serios problemas en la vida familiar, social y laboral de los pacientes que la padecen.
  Tiene un impacto muy negativo en la calidad de vida de estas personas.
En todo el mundo afecta a una de cada cinco, sin embargo, la reacción general, tanto de pacientes deprimidos como de familiares y amigos, es de impotencia e incomprensión…

¿Qué es un duelo?
El duelo es una respuesta normal y saludable ante una pérdida. Una de las pérdidas más grandes que puede ocurrir es la muerte de alguien que usted ama. Otras pérdidas incluyen la pérdida de la salud suya o de la salud de alguien que usted quiere, o el fin de una relación importante tal como ocurre en un divorcio. Recuperarse de una pérdida involucra aceptar la pérdida y el significado de la pérdida en su vida.
¿Cuáles son los sentimientos normales de un duelo?

A medida que usted le hace frente a una pérdida usted puede tener sentimientos diferentes en momentos diferentes. Estos sentimientos incluyen choque, negación, rabia, culpabilidad, tristeza y aceptación. Usted puede encontrarse alternando de un sentimiento a otro. Por ejemplo, justo cuando parece que está comenzando a aceptar su pérdida usted puede volver a sentir tristeza o rabia. Su duelo puede no desaparecer por completo nunca. Pero el dolor que usted siente disminuirá con el tiempo a medida que usted se sobrepone a estos sentimientos. Tener dificultad para dormir
¿Qué sucede al principio?
En las primeras horas o días después de la pérdida usted puede sentir un choque, no sentir nada y estar confundido. Puede que usted no recuerde lo que las personas le están diciendo. Puede sentirse aturdido y como si estuviera haciendo las cosas como un robot. Usted puede pensar y actuar como si la pérdida no hubiera ocurrido. Esto se llama negación.
A medida que el choque desaparece usted irá viendo la realidad poco a poco. usted comenzará a darse cuenta de que la pérdida en realidad si ocurrió. Es normal sentirse abandonado y con rabia. Usted puede dirigir su rabia hacia Dios, la religión, los médicos y las enfermeras, la persona que ha muerto u otros seres queridos o incluso hacia si mismo.
¿Qué sucede después de que la rabia desaparece?
Después de que usted atraviesa por parte de la rabia y negación es normal tratar de pretender que las cosas son como solían ser. Si alguien que usted amaba muere es probable que usted piense y piense en los recuerdos que tiene en su mente. Es probable que usted también sienta la presencia de su ser querido, piense que lo ve a él o a ella o piense que escucha su voz.
Es probable que usted también le hable a su ser querido como si aún estuviera en el mismo cuarto con usted. A medida que usted comienza a darse cuenta de que su ser querido ya no está y que no lo puede traer de nuevo al presente comenzará a sentir el impacto total de la pérdida. Estos sentimientos le pueden dar miedo pues son muy extraños y fuertes. Pueden hacerle sentir como que está perdiendo control.
¿Qué ocurre luego?
Cuando usted comienza a darse cuenta del impacto total de la pérdida en su vida, puede sentirse deprimido y sin esperanzas. También puede sentirse culpable. Puede encontrarse pensando cosas tales como “si tan sólo”, o “¿por qué a mi?”. Puede llorar sin ningún motivo aparente. Esta es la parte más dolorosa de la recuperación pero no dura para siempre. En un duelo normal, la depresión comienza a mejorar con el tiempo.
¿Cuál es la primera seña de alivio?
Usted puede comenzar a sentirse mejor con cosas pequeñas. Por ejemplo, puede comenzar a darse cuenta de que le es más difícil levantarse en las mañanas, o puede darle de pronto un poco más de energía. Este es el momento cuando comienza a reorganizar su vida teniendo en cuenta su pérdida o sin su ser querido.
Consejos para lidiar con una pérdida
? Hable con los demás acerca de cómo se está sintiendo
? Trate de mantenerse al día con sus actividades diarias para que no se sienta abrumado.
? Duerma suficientemente, coma una dieta bien balanceada y haga ejercicio con regularidad.
? Evite el alcohol. El alcohol le puede hacer sentirse más deprimido.
? Dar tiempo a reponerse de una perdida., para llorar, para no sentir nada, para tener rabia o para sentirse de la manera que este sintiéndose.
? Tan pronto como pueda vuelva a su rutina normal.
? Evite tomar decisiones importantes enseguida.
? Pida ayuda si la necesita
¿Cuál es la etapa final?

La etapa final en la aceptación de la pérdida es cuando usted comienza a volver a invertir tiempo en otras relaciones y actividades. Durante este tiempo es normal sentirse culpable o desleal con su ser querido pues está comenzando nuevas relaciones. También es normal revivir algunos de sus sentimientos en cumpleaños, aniversarios, festivos y durante otras fechas especiales.
Probablemente usted comenzará a sentirse mejor en seis a ocho semanas. El proceso completo usualmente dura entre seis meses y cuatro años.
Si en cualquier momento siente que está teniendo dificultad atravesando por este proceso pida ayuda. Las personas que pueden ayudarle incluyen amigos, familia, un miembro del clero, un asesor psicológico o un trapista, grupos de apoyo y su médico de familia.
Asegúrese de hablar con su médico de familia si tiene mucha dificultad para comer, dormir o concentrarse, lo cual persiste más de las primeras dos semanas. Estas cosas pueden ser señas de depresión. Su médico de familia le puede ayudar a superar su depresión y a comenzar a sentirse mejor con respecto a su pérdida.

Relación terapéutica
Acerca del amor
Que es un duelo
  La relación tanatoterapéutica es una relación compleja en donde se plasma el interjuego de las dinámicas culturales, interpersonales e interpsíquicas.
  Estamos en presencia de la muerte, pero de hecho nos ocupamos de la vida en sus últimos momentos.
  Frente a este desafío debiéramos preguntarnos: ¿Qué es la muerte? ¿Cómo la definimos? ¿Nos atrevemos a nombrarla? ¿Cómo se construyó este concepto en nuestra historia personal? ¿Qué nos sucede cuando un ser querido, un conocido, un paciente muere, o cuando nos informan que tiene una enfermedad terminal? Nos rebelamos. Lo negamos, nos resignamos, o lo aceptamos. ¿Tenemos consciencia que la muerte está presente en toda la vida? Cada muerte, como cada vida es singular y deja en nosotros una huella única. Todos quisiéramos saber cómo es la muerte, aunque pocos estemos dispuestos a admitirlo. Para muchos, la muerte sigue siendo un secreto oculto tan erotizado como temido.
  Situaciones fortuitas, muertes repentinas, accidentes, catástrofes y guerras, replanteos éticos consecuencia de nuestras profesiones, o crisis existenciales hacen que nos ocupemos de la muerte. En general, la muerte se asocia a la vejez y la enfermedad, este mito hace que nos interese más la muerte a medida que envejecemos. Tanto el envejecimiento como la muerte son cosas normales y naturales, pues una y otra son universales y sin excepción entre los “mortales”. La vejez y la muerte son, al mismo tiempo que normales, patológicas, es decir se manifiestan por desórdenes y enfermedades. La vejez y la muerte como perturbaciones abren, pues, la vía a la acción. Acción práctica que, por el momento, sólo puede ser paliativa pero que puede llegar a ser restauradora.
  Volvamos al desafío de atender, de acompañar a una persona afectada de una enfermedad terminal o moribunda, y escuchemos los interrogantes que debiéramos permitir que se nos planteen: ¿Cuál es mi grado de compromiso emocional, físico, técnico y espiritual? ¿Cuál es la manera más eficaz de colaborar en el proceso de la enfermedad y/o de muerte? ¿Cuál es el contexto en que está inmerso el paciente? ¿Cuáles son los recursos con los que él/ella cuenta: físicos, psíquicos, afectivos, económicos, espirituales, sociales? ¿Cuál es mi lugar dentro de ese contexto? ¿Qué se espera de mí y que es lo que estoy dispuesto a dar? ¿En qué momento del ciclo vital del paciente la enfermedad se despliega? ¿Y en qué momento del ciclo vital familiar?, y ¿cómo estos datos resuenan en mi persona en este momento particular de mi vida? En general, nuestro sufrimiento es mayor cuando se trata de un niño o un joven, que cuando se trata de una persona adulta de mayor edad. De cualquier manera, es  importante recordar lo que Cecily Saunders dijo: “La verdadera cuestión no es qué le decimos a nuestros pacientes, sino qué es lo que nosotros permitimos que ellos nos digan”, y ese permiso para hablar, para preguntar y para morir se lo daremos acorde a la elaboración de nuestros propios interrogantes existenciales.
  Parto de la idea de que somos seres singulares y sociales en permanente interacción con todo cuanto nos rodea, en nuestro contexto y en nuestro tiempo. La vida cotidiana es, de hecho, una vida en la que cada uno juega varios roles sociales de acuerdo a quien sea en soledad, en su trabajo, con amigos o con desconocidos. Vemos así, que cada sujeto tiene una multiplicidad de personajes en sí mismo, un mundo de fantasmas y de sueños que acompañan su vida.
  El mundo en el que vivimos es un mundo de la experiencia, que se construye a través de la percepción y el lenguaje que se genera en la interacción. Afectamos y somos afectados, somos causa y consecuencia en los múltiples eventos correlativos donde participamos modificando la percepción y a la que a través del lenguaje, le damos significado. Somos constructores de realidades. Somos presente dentro de un flujo continuo de presentes. Estamos influenciados por nuestras memorias de pasado y de futuro, por ciertos mitos y costumbres de nuestra cultura, por nuestra etnía, por nuestro contexto geográfico, por nuestras mudanzas, por nuestro género, por nuestras familias, por nuestra experiencia de ser seres vivos en permanente cambio, aunque en algunos niveles esos cambios sean imperceptibles. Comparto con autores como Gergen, que: “El conocimiento no es algo que esté en la cabeza de las personas, sino algo que las personas llevan a cabo conjuntamente”. Para Gergen, la realidad es
producida por acuerdo de significados, esto no ocurre fuera del contexto lingüístico humano. Maturana dice que: “Lo humano se vive en el conversar, en el entrelazamiento del lenguajear y el emocionar que es el conversar. Más aun, lo humano se vive en redes de conversaciones que constituyen culturas.”
  Para ayudar-acompañar al paciente terminal, propongo un esquema cuyos bordes debieran ser permeables por los que atraviesan infinitas líneas y redes de información, que se interceptan, generan y/o bloquean nuevas formas de información y acción.

“Morir es un arte. Es un arte porque tiene propósito, o sea, no tiene un objetivo práctico. No hay en ello nada que tenga un valor mundano para nadie.
  El propósito de la muerte es que la humanidad como un todo construya un puente de amor o conciencia entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. Todos cruzan al morir. La mayoría lo hace inconscientemente, al igual que los animales y el resto de las especies. Pero el arte es que el individuo, hombre o mujer, cruce conscientemente, o sea, permaneciendo consciente a lo largo de todo el proceso de morir.”
    Barry Long

morir con dignidad  Doris Suchecki
  “Nada es permanente excepto el cambio”
  Heráclito (540-480 a.C.)
  Sumario
  Hace algunos años, surgió la tanatología como disciplina de estudio de la muerte y el morir. Esta especialidad se originó y desarrolló a partir de investigaciones que se hicieron dentro del campo de la medicina contemporánea, la psicología y la sociología. Su objetivo es rescatar y valorizar el bien morir. Pero, para que esto realmente suceda, estas tres disciplinas científicas tendrán su razón de ser, si se nutren en la filosofía, la teología, (aunque uno mismo sea agnóstico), en el amor, la compasión y en la creatividad necesaria para acompañar a cada ser absolutamente singular.
  En este marco de ideas se abordan los antecedentes; el proceso tanatoterapéutico; la cultura, creencias y expectativas; la familia, el/la muriente y el momento del ciclo vital. Preocuparse por la muerte no significa una evasión ante la vida, todo lo contrario. La integración de la idea de muerte en el pensamiento permite erigir nuestras vidas de acuerdo a propuestas más conscientes y meditadas, no derrochando “demasiado tiempo en cosas sin importancia”.
  Palabras clave
  Bien morir. Interacción. Cultura. Singularidad.
  Introducción
  Pareciera que hablar de la muerte es convocarla y efectivamente, así es. Imágenes de seres queridos que ya no están físicamente con nosotros, se superponen con nuestras fantasías más temidas. La fascinación por lo desconocido se superpone con el miedo al deterioro, al dolor y al desapego.
  Hace algunos años, surgió la tanatología como disciplina de estudio de la muerte y el morir. Esta especialidad se originó y desarrolló a partir de investigaciones que se hicieron dentro del campo de la medicina contemporánea, la psicología y la sociología. Su objetivo es rescatar y valorizar el bien morir. Pero, para que esto realmente suceda, estas tres disciplinas científicas tendrán su razón de ser, si se nutren en la filosofía, la teología (aunque uno mismo sea agnóstico), en el amor, la compasión y en la creatividad necesaria para acompañar a cada ser absolutamente singular.
  Examinar la muerte, como examinar la vida, requiere la escucha y la lectura de una pluralidad de discursos. Cada uno de ellos tiene un contexto de validez y un ámbito de aplicación. Sin embargo, es posible que no estemos en condiciones de comprender muchos de esos discursos, pero esto no quiere decir que por el sólo hecho de no comprender no existan o no sean realidades. El lenguaje del moribundo es caótico, y obliga a quienes nos especializamos en esta disciplina a colocar el caos dentro del orden. Pero, colocar el caos dentro del orden no significa ordenar el caos sino respetarlo. Acomodar con este pensamiento nos remite a uno de los puntos fundamentales que tiene que ver con el misterio de la vida y de la muerte, la humildad frente a lo desconocido.
  Antecedentes
  Hablar de la muerte y sus circunstancias se ha convertido en un tema tabú. A muchos de nosotros, admitir que la vida es limitada, nos produce una horrible sensación de vacío. Nos cuesta reconocer que parte del proceso de crecer, es aprender a convivir con la paradoja de “nacimos para morir”.
  Desde el principio de los tiempos el hombre luchó contra la idea de la muerte. Brujería, religiones, incluso la medicina fueron territorios en donde se combatía o por lo menos, donde se postergaba la muerte. Cuentan los narradores en los libros sagrados, en la literatura, en la poesía y en la filosofía, que el hombre notaba la proximidad de su muerte y actuaba en consecuencia según su momento histórico cultural. Eran tiempos en que las enfermedades algo graves casi siempre eran mortales. Por ejemplo en la Roma Imperial la longevidad no superaba los veinticinco años, promedio que se mantuvo durante la Edad Media y que aumentó en cinco años hasta mediados del siglo XIX, en que se llegaba a vivir treinta y cinco años. La longevidad era excepcional, se convivía con la muerte en lo cotidiano. Un documento pontificio de la Edad Media estipulaba que era obligación del médico no privar al moribundo de su muerte y que convenía que la presidiera. La proximidad de la muerte
trasformaba la habitación del moribundo en un lugar público. Las artes moriendi del siglo XV, ya recomendaban dejar al moribundo a solas con su alma para que no hubiese distracciones en su intimidad con Dios. A partir del siglo XVII, el moribundo dejó de ser el único dueño de su muerte. La compartió con su familia. Los médicos ilustrados de finales del siglo XVIII se quejaban de esta mala costumbre de invadir las habitaciones de los enfermos, e intentaban poner orden en ese caos de familiares, vecinos, y plañideras; velas y ventanas cerradas con el objeto de preparar al enfermo para un final más digno. La costumbre en el siglo XVIII y XIX, exigía que la muerte fuera el centro de una ceremonia ritual donde si bien el sacerdote tenía su sitio, era uno más entre los demás participantes. El moribundo estaba investido de una autoridad soberana, dictaba recomendaciones, daba órdenes y hacía las bendiciones.
  Estudios antropológicos, sociológicos, y psicológicos muestran que cuanto más avanzamos en el tiempo, y más ascendemos en la escala social y urbana, hay menos proximidad con la muerte, menos conciencia de muerte y más soledad. La muerte antaño era una figura familiar, era parte de la cotidianeidad. Admitirla hoy, es casi provocar una situación excepcional teñida de dramatismo. Algunos estamos saliendo de ese período de negación de la muerte: en que se la escondía, se tenía vergüenza, se la negaba. “De eso no se habla”, “Es obsceno”, “Es demasiado triste”. Los ritos de la muerte habían perdido validez. Frente a la muerte sólo se intentaba eliminar el cuerpo que delataba el fracaso humano.
  El desarrollo contemporáneo de la ciencia y la tecnología ha contribuido a fortalecer la creencia a esperar imposibles. Nadie debiera enfermar. Nadie debiera envejecer, nadie debiera morir. Nadie debiera sufrir. Esta negación de la muerte y de la naturaleza humana, no logra sostenerse en la realidad. En consecuencia, se asocia la muerte al fracaso de la tecnología y la ciencia.
  Albert Schweitzer escribió:
  “Si queremos llegar a ser buenas personas de verdad, debemos familiarizarnos con la idea de la muerte. No necesitamos pensar en ella todos los días ni a cada hora. Pero cuando la senda de la vida nos conduzca a una posición ventajosa donde el paisaje alrededor desaparezca, y contemplemos la vista distante hasta el mismo final, no cerremos los ojos. Hagamos una pausa por un momento, observemos el paisaje lejano, y luego prosigamos. Pensar en la muerte de este modo produce amor por la vida. Cuando estamos familiarizados con la muerte, aceptamos cada semana, cada día como un don. Sólo cuando somos capaces de aceptar así la vida, poco a poco, ésta se torna preciosa.”
  A partir de los años cincuenta de este siglo, médico y enfermeras del tenor de Elisabeth Kubler-Ross y Cecily Saunders comenzaron a plantearse problemas acerca de la muerte y el proce
so de morir. Crearon un movimiento basado en el amor y la escucha. Observaron reacciones, estados, etapas por los que transitan los murientes en el tiempo de vida. Fundaron hospicios con cuidados paliativos para acompañar en los últimos momentos a personas afectadas de enfermedades terminales. En la década de los setenta, los Simonton y Stephen Levine encontraron caminos alternativos basados en programas grupales o individuales de meditación y resignificación de la enfermedad y la muerte. Muchos enfermos lograron revertir el diagnóstico, o simplemente recuperar la dignidad para morir. Este movimiento se ha ido expandiendo, y con ello se está rompiendo el tabú.
  El hecho de preocuparse de la muerte no significa una evasión ante la vida, todo lo contrario. La integración de la idea de la muerte en el pensamiento, permite erigir nuestras vidas de acuerdo a propuestas más conscientes y meditadas, no derrochando “demasiado tiempo en cosas sin importancia”.
En principio voy a acudir a los miembros de la lista que están involucrados directamente en el trabajo Tanatológico y a todos los que deseen aportar, para que puedan brindarnos una orientación  sobre cómo abordar el problema en forma práctica, pues ésta situación implica el trabajo con la persona y la familia en todos los niveles: físico, mental, emocional y espiritual (división hecha para una mejor comprensión del asunto.) Aqui un alcance de lo que el trabajo tanatológico familiar implica (tomado de la web del Dr. Jorge Montoya):

“Las formas en las cuales la familia cuida de su enfermo son múltiples y muy variadas en sí mismas. Cada familia -según su
historia, organización y estructura- posee su propia jerarquía de prioridades que abordar de manera más o menos efectiva. Bien es cierto que las familias no se agotan tanto física y emocionalmente si pueden participar de algún modo en el cuidado de su enfermo; tal colaboración y el hecho de formar parte del equipo de tratamiento pueden serles útil en su propio proceso de duelo al permitirles reflexionar, no sólo sobre el apoyo que su presencia supuso sino también en la comodidad y bienestar que le proporcionaron con sus
cuidados.

Entre las formas de apoyo provisto por las familias destacan:

1. Disposición de apoyo emocional Es el más abstracto si bien el más inmediato e imponente de los roles de la familia; además, constituye la principal fuente de estrategias de afrontamiento para el paciente. Aunque alguno de los
miembros de la familia puede verse quebrantado por el diagnóstico de enfermedad terminal en uno de sus seres queridos, de ellos se espera, tanto por parte del equipo asistencial como de otros, y por ellos mismos, que sean capaces de contener sus sentimientos y funcionar soportivamente hacia el paciente, situación que con frecuencia es sobre-estimada por el equipo asistente y por otros allegados de la familia.

2. Responsabilidad compartida en la toma de decisiones El diagnóstico de enfermedad terminal produce complejas e inmediatas tomas de decisiones en los pacientes, en un momento en que el enfermo quizá sea menos capaz de tomarlas; habitualmente las familias dan un paso en este sentido, comprometiéndose y formando en ocasiones el punto de enlace necesario para evaluar y explorar un paquete de nueva y difícil información.

3. Disposición de cuidados concretos En este sentido se confirma la importancia de la familia como miembro activo del equipo de tratamiento, particularmente cuando la asistencia domiciliaria y la muerte del enfermo en el hogar es una perspectiva no lejos de ser una realidad. La situación de cuidados concretos en el domicilio ha cambiado sin embargo en las últimas décadas; hoy día la situación es más difícil y costosa, tanto en términos económicos como humanos.

4. Disponer un marco de continuidad Además de todos los problemas que la familia ha de algún modo
soportar y de las varias tareas que simultáneamente ha de cumplir, debe llenar y reemplazar la pérdida del rol y contribución del miembro enfermo, afrontar antiguas y nuevas demandas, satisfacer las necesidades emocionales de los demás miembros de la familia que se ven súbitamente aumentadas por la crisis de la enfermedad y continuar adaptándose a las multitudinarias funciones para las cuales era previamente responsable (alimentación, educación, crianza, economía familiar, etc.). Este mantenimiento de la estabilidad en medio del cambio puede ser una de las tareas más agotadoras para los miembros de la familia, precisamente en un momento en que sus estrategias de afrontamiento están siendo
fuertemente tensionadas. Aunque estas tareas no pueden ser llamadas “cuidado directo del paciente” si que son esenciales para su bienestar.

EL TRABAJO CON LOS FAMILIARES

La incertidumbre y las múltiples demandas difíciles, propias de la fase terminal de una enfermedad, comúnmente crean dificultades en las relaciones y funcionamiento de la familia aun cuando su respuesta a la enfermedad haya sido apropiada y adaptativa. Es improbable que los miembros del grupo puedan resolver tales dificultades si, en primer lugar, disponen de información poco clara o adecuada respecto a su propia manera de funcionar.

Desde la perspectiva del sistema familiar, toda esta presentación de quejas no sólo son problemas únicos en su propio derecho, sino que también claramente marcan la disfunción familiar(21). Evaluar sólo los problemas que se presentan abiertamente puede ser insuficiente debido a que estos son alimentados por una más profunda dinámica familiar.

Cuando los problemas o creencias implícitas son hechas explícitas, y las diferencias entre el pasado y el presente son señaladas, pueden ser más fácilmente manejadas, la tensión suele disminuir y el comportamiento llega a ser más apropiado. Cuando no lo son, causan un estrés continuo en la familia y dificultades de manejo. En otras ocasiones, por el contrario, como en tantos otros aspectos de la medicina, la mejor opción puede ser dejar evolucionar espontáneamente y vigilantemente la maduración del proceso sujeto a evaluación, que el tratar de modificar unas estrategias de afrontamiento por molestas que estas puedan parecer.

En cualquier caso, es indispensable que toda la familia cuente con la oportunidad de discutir y aclarar la naturaleza de la enfermedad, y el curso que esta seguirá dentro de lo previsible. Siempre que sea posible, todos los familiares cercanos deben participar, además, en la discusión de los planes para cuidar al enfermo en el domicilio, a fin de que se expresen y resuelvan las preocupaciones individuales y generales.

Una vez que se establecen y se llama la atención sobre los aspectos comunes de su problema, es posible desarrollar métodos de apoyo mutuo para los momentos de tensión que el futuro pueda deparar. Por otra parte, se pueden recoger patrones disfuncionales antes de que ellos alcancen el punto de una ruptura aguda. Reconociéndoles más tempranamente, posiblemente más efectiva sea la intervención.

Con frecuencia será preciso repasar una misma explicación en varias ocasiones hasta que los familiares distingan lo que pueden esperar de sí mismos y del enfermo durante la etapa terminal de la enfermedad. También se observa un gran alivio cuando el asistente destaca que es él quien informará al paciente en cada circunstancia que amerite la transmisión de una información potencialmente angustiante.

Cuánto tiempo dura el duelo?
Probablemente usted comenzará a sentirse mejor en seis a ocho semanas. El proceso completo usualmente dura entre seis meses y cuatro años.

Qué es un duelo?
El duelo es una respuesta normal y saludable ante una pérdida. Una de las pérdidas más grandes que puede ocurrir es la muerte de alguien que usted ama. Otras pérdidas incluyen la pérdida de la salud suya o de la salud de alguien que usted quiere, o el fin de una relación importante tal como ocurre en un divorcio. Recuperarse de una pérdida involucra aceptar la pérdida y el significado de la pérdida en su vida.
DEPRESION

La depresión es un trastorno afectivo del estado de ánimo que se caracteriza por alteraciones del humor, tristeza, disminución de la autoestima, inhibición, fragilidad, fatiga, insomnio y pensamientos negativos. Su consecuencia principal es la disminución de la actividad vital de la persona que la padece; aparece una incapacidad para llevar una vida normal.
A menudo, la depresión viene unida a crisis de ansiedad que provoca en la persona una inquietud y angustia repentina sin ningún motivo aparente.
Esta enfermedad puede aparecer en las diferentes etapas de la vida de una persona y en cada edad tiene unos factores desencadenantes distintos.
Para su tratamiento suelen combinarse los fármacos y la psicoterapia, dependiendo de cada caso y de la gravedad del mismo. En la terapia se intenta detallar entre el paciente y el terapeuta los factores que ocasionaron la enfermedad y entre los dos se buscan soluciones que hagan que el paciente consiga recuperar su vida anterior

QUE ES LA MUERTE

Es un hecho innegable que algún día tenemos que morir. Tarde o temprano tenemos que enfrentarnos a esta realidad, entonces, hay que prepararse para ello aquí y ahora…

El entrenamiento en el arte de morir radica en descubrir nuestra esencia, nuestra verdadera naturaleza, durante la vida. El estado normal de las cosas es que la personalidad dirige nuestra vida y abruma a la naturaleza esencial. Este es nuestro punto de partida.

En cada vida tienes una sola oportunidad de morir. Es un tiempo precioso y es un don precioso. La muerte es la experiencia culminante del vivir, la oportunidad última de percibir por ti mismo la verdad completa que subyace a la existencia.

Por lo tanto, tienes esta vida (lo que te queda de ella) para prepararte para el momento más importante: el momento de tu muerte física, el momento en que tu esencia se libera y debes permanecer más atento y presente, más consciente que nunca.

Aquel que aprende el arte de morir también se convierte en un experto en el arte de vivir. Si tú no lo haces, quién lo hará por tu? Si no es ahora, entonces….. Cuándo?

Haz que hoy sea un buen día para vivir, pero también para morir.
¿Qué es un duelo?
El duelo es una respuesta normal y saludable ante una pérdida. Una de las pérdidas más grandes que puede ocurrir es la muerte de alguien que usted ama. Otras pérdidas incluyen la pérdida de la salud suya o de la salud de alguien que usted quiere, o el fin de una relación importante tal como ocurre en un divorcio. Recuperarse de una pérdida involucra aceptar la pérdida y el significado de la pérdida en su vida.
¿Cuáles son los sentimientos normales de un duelo?

A medida que usted le hace frente a una pérdida usted puede tener sentimientos diferentes en momentos diferentes. Estos sentimientos incluyen choque, negación, rabia, culpabilidad, tristeza y aceptación. Usted puede encontrarse alternando de un sentimiento a otro. Por ejemplo, justo cuando parece que está comenzando a aceptar su pérdida usted puede volver a sentir tristeza o rabia. Su duelo puede no desaparecer por completo nunca. Pero el dolor que usted siente disminuirá con el tiempo a medida que usted se sobrepone a estos sentimientos. Tener dificultad para dormir
¿Qué sucede al principio?
En las primeras horas o días después de la pérdida usted puede sentir un choque, no sentir nada y estar confundido. Puede que usted no recuerde lo que las personas le están diciendo. Puede sentirse aturdido y como si estuviera haciendo las cosas como un robot. Usted puede pensar y actuar como si la pérdida no hubiera ocurrido. Esto se llama negación.
A medida que el choque desaparece usted irá viendo la realidad poco a poco. usted comenzará a darse cuenta de que la pérdida en realidad si ocurrió. Es normal sentirse abandonado y con rabia. Usted puede dirigir su rabia hacia Dios, la religión, los médicos y las enfermeras, la persona que ha muerto u otros seres queridos o incluso hacia si mismo.
¿Qué sucede después de que la rabia desaparece?
Después de que usted atraviesa por parte de la rabia y negación es normal tratar de pretender que las cosas son como solían ser. Si alguien que usted amaba muere es probable que usted piense y piense en los recuerdos que tiene en su mente. Es probable que usted también sienta la presencia de su ser querido, piense que lo ve a él o a ella o piense que escucha su voz.
Es probable que usted también le hable a su ser querido como si aún estuviera en el mismo cuarto con usted. A medida que usted comienza a darse cuenta de que su ser querido ya no está y que no lo puede traer de nuevo al presente comenzará a sentir el impacto total de la pérdida. Estos sentimientos le pueden dar miedo pues son muy extraños y fuertes. Pueden hacerle sentir como que está perdiendo control.
¿Qué ocurre luego?
Cuando usted comienza a darse cuenta del impacto total de la pérdida en su vida, puede sentirse deprimido y sin esperanzas. También puede sentirse culpable. Puede encontrarse pensando cosas tales como “si tan sólo”, o “¿por qué a mi?”. Puede llorar sin ningún motivo aparente. Esta es la parte más dolorosa de la recuperación pero no dura para siempre. En un duelo normal, la depresión comienza a mejorar con el tiempo.
¿Cuál es la primera seña de alivio?
Usted puede comenzar a sentirse mejor con cosas pequeñas. Por ejemplo, puede comenzar a darse cuenta de que le es más difícil levantarse en las mañanas, o puede darle de pronto un poco más de energía. Este es el momento cuando comienza a reorganizar su vida teniendo en cuenta su pérdida o sin su ser querido.
Consejos para lidiar con una pérdida
? Hable con los demás acerca de cómo se está sintiendo
? Trate de mantenerse al día con sus actividades diarias para que no se sienta abrumado.
? Duerma suficientemente, coma una dieta bien balanceada y haga ejercicio con regularidad.
? Evite el alcohol. El alcohol le puede hacer sentirse más deprimido.
? Dar tiempo a reponerse de una perdida., para llorar, para no sentir nada, para tener rabia o para sentirse de la manera que este sintiéndose.
? Tan pronto como pueda vuelva a su rutina normal.
? Evite tomar decisiones importantes enseguida.
? Pida ayuda si la necesita
¿Cuál es la etapa final?

La etapa final en la aceptación de la pérdida es cuando usted comienza a volver a invertir tiempo en otras relaciones y actividades. Durante este tiempo es normal sentirse culpable o desleal con su ser querido pues está comenzando nuevas relaciones. También es normal revivir algunos de sus sentimientos en cumpleaños, aniversarios, festivos y durante otras fechas especiales.
Probablemente usted comenzará a sentirse mejor en seis a ocho semanas. El proceso completo usualmente dura entre seis meses y cuatro años.
Si en cualquier momento siente que está teniendo dificultad atravesando por este proceso pida ayuda. Las personas que pueden ayudarle incluyen amigos, familia, un miembro del clero, un asesor psicológico o un terapista, grupos de apoyo y su médico de familia.
Asegúrese de hablar con su médico de familia si tiene mucha dificultad para comer, dormir o concentrarse, lo cual persiste más de las primeras dos semanas. Estas cosas pueden ser señas de depresión. Su médico de familia le puede ayudar a superar su depresión y a comenzar a sentirse mejor con respecto a su pérdida.