Respaldo de material de tanatología

EL ENTORNO AFECTIVO: La Familia

En los últimos años, gracias a un explosivo interés en la terapia familiar, ha llegado a ser obvio que la interdependencia de los miembros de la familia durante las crisis graves  en base a unas relaciones estrechas de amor entre sus miembros, consideradas como universales  es una visión simple e incompleta de la dinámica comprometida en las complejas relaciones que existen en todo grupo familiar.

Aunque se suponía que la familia debería ser el miembro más importante en el cuidado de sus integrantes, dada la incrementada complejidad de la vida actual y al encogimiento de las familias (familias de 1 o 2 hijos o monoparentales), la atención ha sido dirigida a los miembros de la familia, quiénes suelen estar profunda y dolorosamente afectados por la muerte de uno de sus miembros: existen alteraciones de la comunicación entre sus miembros y con el exterior, alteraciones en el liderazgo y de las emociones, y trastornos físicos y psicológicos de los familiares más comprometidos por la pérdida (deudos primarios).

Así como los individuos, las familias disponen de variadas estrategias de afrontamiento contra el estrés, sin embargo, debido a que suelen necesitarse diferentes sistemas de apoyo en diferentes puntos o momentos del proceso del duelo, el fenómeno de dar y recibir ayuda llega a ser muy complejo. No todas las familias necesitarán todos los recursos disponibles, si bien su disposición les puede servir donde quiera y cuando quiera que sus necesidades se originen, teniendo en cuenta que para cada estrategia el tipo de asistencia dependerá del problema a ser manejado.

LA FAMILIA DEL QUE MUERE
Hoy día, la asistencia a la familia suele acabar cuando el paciente fallece: todos esperan que después de la muerte del paciente la familia “recoja sus cosas”, abandone el hospital, el anfiteatro municipal o la funeraria y siga viviendo como siempre lo había hecho. No debe sorprendernos que muchas de ellas sean incapaces de proceder así: la relación que la familia ha mantenido y establecido con el equipo asistencial durante días, semanas o meses no puede ser interrumpida de forma tan brusca. De igual forma, la relación que las familias establecen, y la forma en que son atendidos en el mundo funerario, tampoco puede ser interrumpida de forma tan brusca.

El miedo a la muerte y a sus consecuencias inhibe en la mayoría de los casos una comunicación adecuada entre los familiares; por esto, muchas familias reaccionan a sus propios miedos involucrándose en una aflicción solitaria, viéndose inconscientemente como si ya no hubiera más que hacer. Con todo, la adaptación perfecta de todos los familiares al duelo, la aflicción y el luto no sólo no existe sino que sería erróneo pretender tal condición, ya que esto significaría una intromisión, con frecuencia vivida como agresiva, en sus más íntimas estrategias de afrontamiento.

En su lugar, cuando se trabaja con familias que manifiestan varios problemas al mismo tiempo, que están confusas y abrumadas ante la gravedad de sus problemas y a su incapacidad para establecer prioridades, debemos ante todo establecer un marco de referencia y un sentido de control: debemos separar en partes el conjunto de problemas aparentemente insuperables antes de emprender cualquier trabajo constructivo, implicando siempre a la familia en la búsqueda de soluciones y en la toma de decisiones.

Aspectos como el trastorno del ritmo de vida familiar, la adaptación dinámica a estos cambios, la pérdida de un sentido de futuro y los problemas financieros directos o indirectos asociados a la pérdida se unen a las mayores exigencias de todo orden que habitualmente recaen sobre el familiar más responsable. Factores de este tipo determinan con frecuencia reacciones aparentemente incomprensibles si no se tienen en cuenta.

La perspectiva de un futuro sin el ser querido muerto, además, confronta de forma repentina a la familia con alteraciones mayores en sus circunstancias que ponen en peligro las esperanzas y los valores acariciados por toda la familia y que demandan cambios drásticos en su estilo de vida.

LA FAMILIA COMO UN TODO
Con el estrés psicológico como telón de fondo, la existencia de la familia cambia y debe forzosamente desarrollar nuevos modelos o estrategias de afrontamiento y convivencia; la alimentación se hace irregular, el descanso y los períodos de ocio y placer desaparecen, la vigilancia y crianza de los hijos, tareas habitualmente agotadoras y absorbentes, deben continuar y hacerse compatibles con las inevitables actividades de la vida diaria. La pérdida, a parte del significado afectivo supone una prueba de esfuerzo para la familia en general y para algunos de sus miembros o subsistemas en particular.

Toda familia, aunque en apariencia caótica, tiene una compleja estructura de funcionamiento y convivencia. Cada una es un sistema compuesto de subsistemas funcionalmente definidos, que mantienen unos límites dinámicos y se relacionan unos con otros según una estructura jerárquica establecida a lo largo de su formación. Si la organización es estable y permite predictibilidad, seguridad y cohesividad a sus miembros, será altamente valorada por estos y a menudo irán muy lejos para protegerla. Habitualmente responden a la enfermedad apegándose rígidamente a sus estructuras previas de funcionamiento, aun cuando estas no sean las más apropiadas para la crisis actual de la pérdida y fuercen la ineficacia y aún comportamientos destructivos en algunos de sus miembros. Otras familias, por el contrario, se disuelven bajo el impacto de la muerte, dejando a sus integrantes innecesariamente desorientados y privados de la estructura de soporte.

Como hemos visto, la respuesta perfecta a la crisis del duelo no existe, sin embargo, la respuesta ideal es la de una adecuada flexibilidad, exigencia aún mayor si tenemos en cuenta lo dinámico que es el proceso del duelo, en donde la cambiante situación emocional de los integrantes de la familia demanda del resto de os integrantes una adaptabilidad progresiva y simultánea a las circunstancias. Tal proceso de adaptación suele ser agotador y rara vez es apacible.

Junto a la estructura, cada familia posee una única y acumulada historia de sus experiencias, con eventos importantes y un volumen de mitos, creencias y tradiciones que se desarrollan y establecen alrededor del impacto emocional de esa historia; algunas de estas se relacionan a la enfermedad y a las pérdidas afectivas, y pueden proporcionar antecedentes de su respuesta presente a la experiencia de la muerte actual; el comportamiento pasado de sus miembros, y como grupo, puede definir la importancia actual y la definición de la crisis, la forma en la cual los recursos de apoyo son solicitados y manejados, los roles que se esperan de los diferentes miembros y el grado en el cual el éxito puede ser esperado.

Por otro lado, las modificaciones en el comportamiento de algunos de los miembros del grupo familiar pueden causar graves conflictos intrafamiliares, debido a que las creencias individuales están habitualmente relacionadas a su propia familia de origen y no son necesariamente compatibles unos con otros en la familia actual. Así, por ejemplo, con la ocasión de la celebración familiar de un día festivo pueden presentarse dos situaciones opuestas en cuanto a la respuesta de los miembros de la familia; esta respuesta obedece tanto a las estructuras internas establecidas y mantenidas por las familias desde su existencia (conjunción de familias tanto propias como de origen) como al nivel global de estrés que cada uno esté soportando; estos son, de hecho, los dos extremos del especto. La mayoría de las familias estarán entre ambos extremos:

1. Si usted viene de una familia amorosa, abierta y expresiva (familia saludable), tratarán con la pérdida de la misma manera, amorosa, abierta y expresivamente. Su expresión práctica suele ser como sigue: Todos muestran sus mejores caras, algunas mejor que otras, pero lo que es más importante es que ellos han escogido utilizar sus tiempos juntos. En lugar de pretender que nada ha pasado, ellos, en algún momento, son conscientes de la persona perdida. Hablan de ella y de lo que decía no hace mucho tiempo, sonríen y lloran juntos. Para ellos no se trata de olvidar la persona perdida, pues no pueden hacerlo. Liberándose ellos mismos de las emociones más dolorosas, harán lugar para los recuerdos más queridos que están dentro de ellos. Y empezando a hacerlo en estas fiestas, harán que su siguiente fiesta sea menos dolorosa, y así.
2. Si, por el contrario, usted viene de una familia que no le gusta expresar sus sentimientos (familia negadora), lo que puede esperar es que se adhieran a esta estrategia para afrontar esta circunstancia de la pérdida actual, bastante más estresante. Debido a que el duelo lleva consigo emociones extremadamente intensas, sus reacciones probablemente serán más extremas de lo usual. Por tanto, puede ser más duro pasar estos días de fiesta sintiéndose mal con las personas que le rodean así como tener que pasar, de ahí en adelante, otro día de fiesta en su compañía. Su expresión práctica suele ser como sigue: Todos están en la fiesta mostrando su mejor cara; pretenden que nada ha pasado ni cambiado. Para ellos es muy importante hacer esto debido a que no hacerlo sería muy doloroso. Están tensos, discuten entre sí, se aíslan porque no aguantan esta situación de ?mantener? todo en su interior, otros ?ahogan? su dolor en el alcohol. Finalmente, algunos se ocultan para poder llorar libremente. Así, se mezclan sentimientos de rabia contenida y tristeza y las personas terminan dolidas unas con otras, rabiosas, molestas y posiblemente no vuelvan a asistir a una fiesta familiar.

Hoy día, es muy difícil lograr un alto nivel de comunicación con las familias; dadas las demandas asistenciales, puede llegar a ser difícil dar información al momento sin ser confuso o inconsistente. De la misma forma, y en relación a la situación planteada de conocimiento superficial de la familia, puede ser fácil subestimar la capacidad de esta, llegando a ser excesivamente controlador y hacer a la familia más pasiva de lo que realmente se precisa, desestimando su capacidad a nivel de cuidados concretos para sus miembros; por otro lado, sobreestimar su capacidad y esperar que esta realice tareas para las cuales no están emocional o práctica¬mente preparados, genera mayor confusión, sentimientos de desamparo y abandono.

Aun cuando el equipo asistencial proporcione un marco de apoyo abierto y flexible, las familias llevan su propia dinámica dentro de la situación de una forma que puede ser muy poderosa; de esta forma, la familia puede ser un gran factor positivo o, por el contrario, muy negativo en la adaptación de sus miembros a la muerte de uno de sus integrantes.

Así, la muerte de un integrante de la familia enfrenta a la totalidad de la misma con una amenazante crisis en la que todos sus miembros reaccionan en sus formas características. Sus repuestas son variables y pueden ser más o menos compatibles unas con otras y con las necesidades del momento. Algunos de sus miembros pueden estar aún más angustiados que el deudo principal. Sin embargo, es también un tiempo de reunión y movilización de recursos, de soporte y apoyo; hay mucha voluntad para ofrecer ayuda y apoyo activo, incluso de miembros lejanos y amigos de la familia.

Al tratar de protegerse ello mismos y de proteger al deudo principal, con frecuencia se reduce el proceso de comunicación entre los familiares); a pesar de su “buena intensión”, se crean efectos negativos sobre las relaciones familiares y sobre el bienestar individual, pues cada uno se ve en la obligación de ?afligirse por su lado?, y, además, solo. Este proceso se manifiesta precozmente y puede cristalizarse permanentemente si no es manejado de forma directa y anticipada.

La familia debe equilibrar las necesidades del deudo principal con las necesidades de otros miembros de la misma, además de reasumir las tareas normales del desarrollo para cada uno de ellos; pueden surgir dificultades y conflictos entre sus miembros, discrepancias sobre los objetivos y el proceso mismo del duelo (sobre ?el cómo llevarlo?): mientras uno de ellos puede permanecer manifiestamente represor, otro permite, exige y estimula una mayor libertad de los miembros. Con el paso del tiempo y con la cronificación y avance del duelo y de los conflictos intrafamiliares, un número mayor de familiares puede sufrir y manifestar su disgusto, celos y necesidades, llevando a un incremento paradójico de los síntomas de estrés.

De esta forma, durante la fase de consolidación de las estrategias utilizadas para afrontar el duelo, tanto adaptativas como maladaptativas, la familia puede encontrarse así misma más aislada, con una grave interrupción en la comunicación entre sus miembros, precisamente en el momento en que más apoyo necesita; sentimientos de vergüenza, rabia, temor y depresión pueden contribuir a su aislamiento. Durante este tiempo, la familia tiende no obstante a permanecer en un patrón continuo de conducta, orientada hacia el duelo aún a costa de su propia salud, retrasando decisiones importantes y adaptándose a las situaciones sobre una base día a día a expensas de las metas del desarrollo particular de cada uno de sus miembros. No obstante, tal disfunción no es inevitable, y muchas familias responden adaptativamente a sus nuevos roles y objetivos.

A veces no son todos, ni siquiera los más importantes a asistir en la familia los problemas psicológicos secundarios a la pérdida del ser querido en su adaptación al duelo; el estrés económico y social justifica con frecuencia la intervención de un profesional o varios coordinadamente. Se trata de una fase crítica para la existencia familiar, especialmente cuando falta no sólo el aporte económico de uno de sus miembros sino su contribución práctica rutinaria al buen funcionamiento y marcha del hogar.

LA FAMILIA COMO FACILITADORA DE CUIDADOS
Las formas en las cuales las familias cuidan de sí mismas son múltiples y muy variadas. Cada familia  según su historia, organización y estructura  posee su propia jerarquía de prioridades que abordar de manera más o menos efectiva.

Bien es cierto que las familias no se agotan tanto física y emocionalmente si pueden participar de algún modo en el cuidado de cada uno de sus integrantes; tal colaboración y el hecho de formar parte del ?grupo de ayuda-mutua? pueden serles útil en su propio proceso de duelo al permitirles reflexionar, no sólo sobre el apoyo que su presencia supone sino también en la comodidad y bienestar que proporcionan con sus cuidados.

Entre las formas de apoyo provisto por las familias destacan:

1. Disposición de apoyo emocional
Es el más abstracto si bien el más inmediato e imponente de los roles de la familia; además, constituye la principal fuente de estrategias de afrontamiento externas para sus miembros. Aunque alguno de los miembros de la familia puede verse muy quebrantado por el fallecimiento, de ellos se espera, tanto por parte de ellos mismos como de otros, que sean capaces de contener sus sentimientos y funcionar soportivamente hacia los demás, situación que con frecuencia es sobre estimada por ciertos especialistas y por otros allegados de la familia.

2. Responsabilidad compartida en la toma de decisiones
El duelo produce complejas e inmediatas tomas de decisiones en la familia, especialmente en el deudo principal, en un momento en el que éste quizá sea menos capaz de tomarlas; habitualmente las familias dan un paso en este sentido, comprometiéndose y formando en ocasiones el punto de enlace necesario para evaluar y explorar un paquete de nueva y difícil información.

3. Disposición de cuidados concretos
En este sentido se confirma la importancia de la familia como un miembro activo de soporte y apoyo, particularmente cuando las ayudas domiciliarias no existen y el deudo principal (por ejemplo, una viuda con hijos pequeños) requiere de urgentes cuidados concretos en el domicilio.

4. Disponer un marco de continuidad
Además de todos los problemas que la familia ha de algún modo soportar y de las varias tareas que simultáneamente ha de cumplir, debe llenar y reemplazar la pérdida del rol y contribución del miembro fallecido, afrontar antiguas y nuevas demandas, satisfacer las necesidades emocionales de los demás miembros de la familia que se ven súbitamente aumentadas por la crisis del duelo y continuar adaptándose a las multitudinarias funciones para las cuales era previamente responsable (alimentación, educación, crianza, economía familiar, etc.). Este mantenimiento de la estabilidad en medio del cambio puede ser una de las tareas más agotadoras para los miembros de la familia, precisamente en un momento en que sus estrategias de afrontamiento están siendo fuertemente tensionadas. Aunque estas tareas no pueden ser llamadas “cuidado directo del duelo” si que son esenciales para su bienestar.

EL TRABAJO CON LOS FAMILIARES
Aproximación centrada en la familia

La incertidumbre y las múltiples demandas difíciles, propias del duelo, comúnmente crean dificultades en las relaciones y funcionamiento de la familia aun cuando su respuesta al duelo haya sido apropiada y adaptativa. Es improbable que los miembros del grupo puedan resolver tales dificultades si, en primer lugar, disponen de información poco clara o adecuada respecto a su propia manera de funcionar y de lo que es y cómo se manifiesta el duelo.

Desde la perspectiva del sistema familiar, toda esta presentación de quejas no sólo son problemas únicos en su propio derecho, sino que también claramente marcan la disfunción familiar. Evaluar sólo los problemas que se presentan abiertamente puede ser insuficiente debido a que estos son alimentados por una más profunda dinámica familiar.

Cuando los problemas o creencias implícitas son hechos explícitos, y las diferencias entre el pasado y el presente son señaladas, pueden ser más fácilmente manejadas, la tensión suele disminuir y el comportamiento llega a ser más apropiado. Cuando no lo son, causan un estrés continuo en la familia y dificultades de manejo. En otras ocasiones, por el contrario, como en tantos otros aspectos de la consejería, la mejor opción puede ser dejar evolucionar espontáneamente y vigilantemente la maduración del proceso sujeto a evaluación, que el tratar de modificar unas estrategias de afrontamiento por molestas que estas puedan parecer.

En cualquier caso, es indispensable que toda la familia cuente con la oportunidad de discutir y aclarar la naturaleza y las manifestaciones del duelo, y el curso que esta seguirá dentro de lo previsible. Siempre que sea posible, todos los familiares cercanos deben participar, además, en la discusión de los planes para decidir qué hacer con las cosas del fallecido y sobre el cómo cada uno actuar con el fin de que se expresen y resuelvan las preocupaciones individuales y generales. Una vez que se establecen y se llama la atención sobre los aspectos comunes de su problema, es posible desarrollar métodos de apoyo mutuo para los momentos de tensión que el futuro pueda deparar. Por otra parte, se pueden recoger patrones disfuncionales antes de que ellos alcancen el punto de una ruptura aguda. Reconociéndoles más tempranamente, posiblemente más efectiva sea la intervención. Con frecuencia será preciso repasar una misma explicación en varias ocasiones hasta que los familiares distingan lo que pueden esperar de sí mismos y de otros durante el duelo.

Para la aproximación centrada en la familia contamos con cuatro herramientas básicas y cuatro amplias áreas de intervención esquematizadas de la siguiente forma:

EQUIPO ASISTENCIAL (Herramientas):
Clarificación y control: Examinar el problema directamente; proporcionar sólo información confiable y segura; redefinir y reducir el problema a un tamaño manejable; considerar posibles y probables consecuencias de cualquier intervención.

FAMILIA (Intervenciones): Suministro inmediato de confort emocional

EQUIPO ASISTENCIAL (Herramientas):
Colaboración: Compartir las preocupaciones sin compartir las angustias; considerar la interconsulta de otro profesional; controlar y prever la impaciencia; sugerir varias direcciones y propósitos que reflejen la comprensión del problema.

FAMILIA (Intervenciones): Elaboración de un sistema ampliado de soporte (por ejemplo, grupo de duelo)

EQUIPO ASISTENCIAL (Herramientas)
Confianza directa: Animar la expresión de sentimientos reprimidos; permitir la evitación temporal, la distracción y el respiro; conocer las estrategias familiares que funcionaron en el pasado; permitir la ventilación de las dudas, recelos y confusiones.

FAMILIA (Intervenciones): Tratar con patrones disfuncionales

EQUIPO ASISTENCIAL (Herramientas)
Enfriamiento: Modular y apaciguar las tendencias a los extremos emocionales; favorecer la autoestima y la confianza en sí mismo; enfatizar las acciones racionales, prácticas y prudentes.
FAMILIA (Intervenciones): Educación en duelo

Suministro inmediato de confort emocional

El apoyo directo a los miembros de la familia es de alguna forma comparable en método y propósito al apoyo de la familia sobre ella misma: la ayuda de unos resultará en mejoría de otros.

Estimular la expresión de sentimientos entre los miembros del grupo, legitimando, cuando esté indicado, la presencia de emociones como el enojo, el resentimiento, la decepción, la tristeza, la impotencia y la incertidumbre es una estrategia que facilita el confort emocional. Con bastante frecuencia, los familiares tienden a sentirse inhibidos para expresar sus sentimientos ante lo que sucede, por el temor de creer que no tienen derecho a hacerlo y de angustiarse más así mismos o a otros. También suelen pensar que sus costumbres familiares no pueden seguir siendo mantenidas debido a que ?están de duelo?, y que el estrés y los trastornos que están experimentando son únicos y vergonzosos.

Cuando lo implícito se hace explícito se proporciona una mejoría inmediata de la tensión interna y los miembros descubren que los trastornos y las ambivalencias son comunes a todos, que ellos como individuos tienen derecho a necesidades complejas en estos momentos, que como familia son reconocidos y respetados y, finalmente, que también tienen derecho a afligirse. De esta forma se fortalece el sentido de familia y de grupo.

Elaboración de un sistema ampliado de soporte
Las familias deben ayudarse ellas mismas desde el punto de vista emocional y práctico; cuatro áreas importantes de intervención han demostrado ser útiles a las familias:

(1) Educación práctica en duelo.
(2) Suavizar la interfase unidad de duelo/familia.
(3) Movilización y suministro de ayuda social (recursos externos).
(4) Restablecimiento de la comunicación familiar.

El colapso de la red de comunicación intrafamiliar, el aislamiento de los miembros, la redistribución de los roles y la confusión personal son algunas de las más importantes dificultades que afronta la familia en duelo. El proceso de comunicación intrafamiliar no se refiere sólo a la capacidad y permisividad para hablar de los hechos relacionados con la muerte y el duelo, y la forma de manejar los distintos problemas que se van presentando, este proceso incluye la creación de un clima apropiado que permita y anime la expresión abierta de los sentimientos individuales de cada uno de los miembros del grupo.

El concepto de cohesión, aspecto prioritario en el proceso de comunicación, hace referencia a la forma como los miembros cercanos de la familia se sienten unos con otros, que tanto apoyo/disponibilidad ofrecen, la existencia de alianzas, subgrupos o triangulaciones, y de reglas “tácitas” de la familia (p. ej., ?los pensamientos tristes no deben ser expresados?, ?no se debe llorar delante de los demás?). La comunicación abierta y sin limitaciones tácitas en la expresión de sentimientos, así como el grado de sincronía que existe entre las distintas estrategias de afrontamiento desplazadas por los miembros del grupo familiar, son los principales elementos de la cohesión familiar. Si la sincronía de sus estrategias es un elemento destacable, actuará en forma sinérgica en el control del estrés y la angustia; si, por el contrario, el antagonismo es un elemento al menos evidenciable, puede conducir a que los miembros se aíslen unos de otros, experimenten abandono o falta de empatía, cuando es, simplemente, un diferente estilo de afrontamiento.

Con frecuencia, el acompañante de duelo tendrá que hacer de interprete y mediador, y explicar a unos individuos lo que otros piensan y saben, las causas de su enojo o retraimiento y como perciben su situación y la de otros. De esta forma se puede lograr establecer un área de comprensión compartida como base para continuar la interacción, aspecto que cobra mayor relevancia si los miembros tratan de ocultarse unos a otros información potencialmente angustiante, como suele ser lo habitual, a costa de una comunicación abierta y espontánea.

Tratar con patrones disfuncionales
Los patrones disfuncionales hacen referencia a aspectos del funcionamiento familiar no adaptativos llevados por su estructura y que son motivo de conflictos actuales, ya sea por dificultades pre-existentes o por la crisis del duelo.

Durante el duelo se crean una serie de “puntos de acceso” durante los cuales nuevos patrones de funcionamiento no adaptativo suelen formarse y cuya solidificación puede conducir a dificultades tardías; si están recién formados, es posible alterarlos de forma constructiva y madurativa sin necesidad de usar técnicas especiales de terapia familiar; si lo que está ocurriendo es la cristalización de dificultades arrastradas de antes, puede ser difícil efectuar cualquier cambio sin la ayuda de una terapia familiar a largo plazo.

Redefinir y reducir los problemas a un tamaño manejable, y considerar posibles y probables alternativas de intervención, contando siempre con la participación de los miembros de la familia, junto a la estratificación y establecimiento de prioridades, da un sentido de control y dominio que devuelve la confianza a los miemros de la familia para la búsqueda de una solución apropiada a sus problemas.

Educación en duelo
El tiempo dedicado a informar y discutir con la familia todos los aspectos relacionados con el duelo, la aflicción y el luto, y la forma en que estos pueden ser abordados, reforzados o controlados evita la formación posterior de una espiral de malentendidos y da a la familia un sentido de dominio y control sobre las circunstancias que rodean el duelo por la muerte de su ser querido.

Aspectos relacionados a su propio comportamiento ante el morir y la muerte, previsibles y esperados, integrar la secuela de la forma de la muerte, dominar los retos del desarrollo, darle al duelo y al morir un significado en la vida, desarrollo del concepto de muerte en el niño y modelos de intervención, y, particularmente, anticipar, informar y discutir los aspectos relacionados al duelo integran algunos de los temas relacionados de la educación tanatológica necesaria en estos momentos.

Para hacer justicia a la familia, uno debe ser capaz de considerar las complejas y algunas veces contradictorias hipótesis, y de reconocer su labor de asistencia intrafamiliar, su fortaleza, coraje, paciencia, generosidad, flexibilidad y capacidad de afrontamiento; debemos ayudar tanto al cambio como a la estabilidad; señalar y estimular las fuentes de fortaleza; replantear los conflictos de una forma constructiva y no dejarse perturbar al reconocer y manejar las fricciones y disfunciones encontradas.

Una vez conseguida la valoración psicosocial de la familia, el profesional que acompaña al duelo está en la delicada situación de sopesar las diferentes aproximaciones, algunas de las cuales pueden, de hecho, ser incompatibles. Las intervenciones deberán ser lo suficientemente flexibles como para satisfacer el espectro de las necesidades de la familia, y lo suficientemente específicas como para abordar y manejar los problemas identificados. El propósito global es aproximarse a la solución más adecuada al grupo familiar entre los complejos y conflictivos requerimientos.

En el largo tiempo de trabajo con las familias de los grupos de duelo de la Funeraria San Vicente, se han encontrado 4 características de la familia que la aproximan a una respuesta ideal:

1. Ofrece compañía incondicional
2. Es imparcial, comprensible e incansable
3. Ahorra palabras y utiliza el oído, los hombros y los brazos
4. Es unida y amorosa.

Aunque sabemos que el duelo es un “asunto de familia” y que es allí donde se debe intentar resolver, no debemos olvidar que ?no hay familia perfecta? y que muchas de ellas quedarán tan aturdidas que su respuesta puede verse diferida o no darse en el momento más apropiado.

Fuente: http://montedeoya.homestead.com/familia.html